tag:theconversation.com,2011:/au/topics/i-d-i-73428/articlesI+D+i – The Conversation2021-10-14T19:50:58Ztag:theconversation.com,2011:article/1692122021-10-14T19:50:58Z2021-10-14T19:50:58ZCómo la ciencia de nuestro siglo se blinda ante los errores, el fraude y la desinformación<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/426428/original/file-20211014-27-165fpik.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C6%2C4601%2C3304&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/scientists-microbiologists-ppe-suit-face-mask-1721595841">Shutterstock / peenat</a></span></figcaption></figure><p>¿Es real la amenaza de pérdida de credibilidad en la ciencia? ¿Dispone la ciencia de herramientas para preservar su integridad? Son preguntas que están en el aire tras los casos de <a href="https://theconversation.com/lancet-gate-in-the-covid-19-pandemic-era-is-it-alright-for-science-to-be-wrong-140715">fraude</a> y errores que han obligado a la <a href="https://retractionwatch.com/retracted-coronavirus-covid-19-papers/">retirada</a> de artículos científicos sobre la covid-19. </p>
<p>La respuesta urgente a la demanda de soluciones para la crisis sanitaria sacó a la luz debilidades y fortalezas de la ciencia de nuestro tiempo. Pero esta no es una religión: su adaptación a la realidad del momento, con controles de calidad, garantiza su credibilidad. </p>
<p>La ciencia de nuestro siglo es cualitativa y cuantitativamente diferente a la que se hacía anteriormente. A mediados del siglo pasado surgió el concepto <a href="https://icono.fecyt.es/que-es-la-id">I+D</a> para afianzar la íntima relación entre la investigación científica y el desarrollo tecnológico. </p>
<p>Esta idea fue madurando primero en los países más desarrollados. Los gobiernos y las industrias integraron este <a href="https://www.britannica.com/topic/research-and-development">apartado</a> en su planificación económica y definieron <a href="https://icono.fecyt.es/que-es-la-id">indicadores</a> para medir el retorno de la inversión en investigación. Como consecuencia, la aplicabilidad de la producción científica ganó relevancia frente a la generación de conocimiento básico. </p>
<p>Otro cambio sustancial fue el nacimiento de la <a href="https://www.oecd.org/sti/inno/scientometrics.htm">bibliometría</a>, que busca medir la calidad de la producción científica y se utiliza para comparar el crecimiento económico de los países en el apartado de ciencia y tecnología. Además, con la globalización de internet a principios de este siglo, entre los científicos surgió el <a href="https://plos.org/open-letter/">movimiento de la ciencia abierta</a>. Su objetivo era compartir gratuitamente el conocimiento científico, de forma inmediata. </p>
<p>Esta demanda muy pronto se materializó en plataformas digitales de revistas científicas con acceso gratuito, que cobran por publicar. Después se unieron a la iniciativa editoriales cuyo negocio previo era el cobro por acceso, adoptando un sistema mixto. La UNESCO acaba de <a href="https://es.unesco.org/node/321446">asumir</a> este mandato porque contribuye a la eficiencia, transparencia y democratización de la ciencia. Todos estos cambios han revolucionado el proceso de creación y transferencia del conocimiento en todas sus fases y también han facilitado nuevos fraudes y comportamientos negligentes que ponen en entredicho la fiabilidad de los resultados científicos.</p>
<p>También durante la pandemia de la covid-19 se produjeron contradicciones y errores en los datos científicos publicados que luego, malintencionadamente, utilizó el activismo de la desinformación. Estos fallos pueden explicarse, en parte, por el escaso tiempo empleado en el diseño de las investigaciones, procesos experimentales e interpretación de resultados, y a que la publicación y divulgación de los hallazgos científicos se hizo a tiempo real. Sin olvidar que con este impulso frenético se logró descubrir en un tiempo récord el origen de la enfermedad, su transmisión, evolución y prevención.</p>
<p>Ya antes de la pandemia, la comunidad científica había empezado a introducir normativas reguladoras para corregir los desajustes que iban detectándose en relación con la ciencia. En esta tarea se implican todos los actores que intervienen: investigadores, agencias financiadoras, instituciones académicas e investigadoras, editoriales científicas, proveedores de servicios y tecnología e industria colaboradora.</p>
<p>Cada año se revisan los criterios de <a href="http://www.aneca.es/Programas-de-evaluacion/Evaluacion-de-profesorado/CNEAI">evaluación de la actividad científica</a> de los profesores universitarios e investigadores de organismos públicos de investigación. Las instituciones que acogen investigadores en formación supervisan el tutelaje de estos mediante programas institucionales de reciente implantación. Las <a href="http://www.aei.gob.es/">agencias financiadoras</a> están mejorando continuamente sus procedimientos de evaluación de proyectos de investigación y aumentando la transparencia de sus actuaciones.</p>
<p>El registro en bases de datos globales como <a href="https://orcid.org/">ORCID</a>, donde cada investigador recibe un identificador único, evita ambigüedades por compartir varios investigadores el mismo nombre y delata perfiles falsos de investigadores. La declaración de conflicto de intereses y de respeto de códigos éticos es obligatoria en su actividad. La participación de los investigadores en las tareas de evaluación de la actividad científica, formación de personal investigador, divulgación de la ciencia y asesoría científica contribuye a diversidad y democratización de la ciencia. </p>
<p>Las revistas especializadas revisan los manuscritos que reciben, apoyados por un equipo científico independiente, antes de aceptar su publicación. El directorio <a href="https://doaj.org/">DOAJ</a> incluye las revistas con acceso abierto que realizan este filtro de calidad y las buenas prácticas editoriales de cada una.</p>
<p>La industria farmacéutica se autorregula mediante un <a href="https://www.codigofarmaindustria.org/servlet/sarfi/home.html">código de buenas prácticas</a> que fomenta la transparencia de sus relaciones con los profesionales sanitarios, la obtención de sus datos y la honestidad en la información que facilita.</p>
<h2>Queda mucho por mejorar</h2>
<p>Aún quedan aspectos por mejorar. A veces los datos no son robustos porque los materiales y métodos no están controlados o bien hay fallos en el tratamiento de los datos o errores la interpretación de los resultados. La complejidad de este tipo de errores dificulta su detección durante el proceso de revisión previo a la publicación del trabajo. </p>
<p>En 2015 un grupo de investigadores elaboró una <a href="https://osf.io/h6mbk/">guía de buenas prácticas</a> en la publicación de trabajos en revistas científicas con objeto de mejorar la transparencia y reproducibilidad de la ciencia.</p>
<p>La mala utilización de indicadores bibliométricos para evaluar la actividad de los investigadores e instituciones está afectando a la calidad de la producción científica. William G. Kaelin, <a href="https://www.nobelprize.org/prizes/medicine/2019/kaelin/facts/">Premio Nobel de Medicina 2019</a>, invita a rectificar la escala de valores en ciencia básica. Apoyándose en su propia trayectoria científica, aboga por retomar como prioridad el rigor y la consistencia del conocimiento basado en la evidencia. Aconseja rebajar la <a href="https://theconversation.com/novelty-in-science-real-necessity-or-distracting-obsession-84032">creciente presión</a> por la inmediatez de traslación en clínica y el impacto multidisciplinario en la literatura científica. </p>
<p>Su consejo lo <a href="https://www.nature.com/articles/545387a">resume</a> así: </p>
<blockquote>
<p>“Publica casas de ladrillo, no mansiones de heno”. </p>
</blockquote>
<p>Se trata de proteger en todo momento la integridad de la generación, aplicación y transmisión del conocimiento científico. La demanda continua de nueva normativa reguladora en torno a la ciencia es necesaria y saludable.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/169212/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>María Eugenia González no recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo.</span></em></p>La ciencia moderna se autocorrige, pero todavía tiene deberes pendientes. Así lo han demostrado los errores y aciertos de la pandemia.María Eugenia González, Científica Titular del Instituto de Salud Carlos III. Centro Nacional de Microbiología. Viróloga, Instituto de Salud Carlos IIILicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1682912021-10-06T18:12:04Z2021-10-06T18:12:04ZDesabastecimiento de chips: un problema y una oportunidad<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/423665/original/file-20210928-23-1xvefa1.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C23%2C5237%2C3297&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/jiangxi-chinamay-13-2014-shanshui-photoelectric-642345763">Humphery / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Vivimos en un mundo hiperconectado en el que cada vez más objetos están dotados de la tecnología necesaria para interactuar con su entorno en la denominada internet de las cosas. La miniaturización de los sistemas electrónicos permite ubicar chips en multitud de espacios, añadiéndoles una capa de digitalización. </p>
<p>Estos <a href="https://theconversation.com/del-chip-a-la-sociedad-digital-165557">son componentes esenciales en la electrónica de consumo como ordenadores, teléfonos móviles, tabletas y consolas de videojuegos</a>. También los encontramos en muchos otros dispositivos y aplicaciones como electrodomésticos, maquinaria industrial, automóviles, aeronaves, satélites, comunicaciones, implantes biomédicos y un largo etcétera. Hoy día hay chips en lugares inimaginables hace unos años, como en puertas, ventanas, enchufes e iluminación.</p>
<h2>Una oferta limitada para una demanda creciente</h2>
<p>La creciente demanda de chips está provocando serios problemas de suministro en diversos sectores de la industria. Por ejemplo, son cada vez más las plantas de fabricación de automoción que han tenido que detener su producción debido a la falta de semiconductores –que suponen un porcentaje cada vez mayor de la lista de componentes de un coche–. </p>
<p>Otro ejemplo son los chips de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Unidad_de_procesamiento_gr%C3%A1fico">GPU</a> (de Graphics Processing Unit), que se han utilizado tradicionalmente en las tarjetas gráficas de ordenadores. Estos se están empleando cada vez más en computación, dada su mayor eficiencia para la simulación de redes neuronales artificiales, procesamiento masivo de datos y computación paralela. Son también necesarios para el desarrollo de tecnologías como el <em>big data</em>, la computación en la nube o la inteligencia artificial. </p>
<p>Pero ¿por qué no se puede abastecer esta alta necesidad de chips a escala global?</p>
<p>La respuesta a esta pregunta la encontramos en el alto coste y la sofisticación de las tecnologías y procesos de producción de chips. </p>
<p>La construcción de una planta de fabricación de circuitos integrados tiene un coste de entre 10 000 y 20 000 millones de dólares, y se requieren años para su puesta a punto. A esto hay que añadir el coste en inversión I+D+i que supone el mantenimiento y mejora de las plantas, así como la formación de sus empleados.</p>
<h2>El modelo <em>fabless</em>: diseñar chips pero no fabricarlos</h2>
<p>La mayoría de las empresas del sector han optado desde hace años por diseñar sus chips, pero no fabricarlos. En su lugar, lo encargan a otras empresas, denominadas <a href="https://en.wikipedia.org/wiki/Semiconductor_fabrication_plant"><em>foundries</em></a> (fundidoras). </p>
<p>Este modelo de negocio, conocido como <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Fabless"><em>fabless</em></a> (sin fábrica), se inició a mediados de los años 80 del siglo XX. </p>
<p>Desde entonces, las empresas que se dedican a la fabricación de chips han ido reduciendo su presencia en Silicon Valley, y la mayoría de las plantas de fabricación se encuentran hoy día en el sudeste asiático, principalmente en Taiwán y Corea del Sur, con una mano de obra barata y altamente cualificada. </p>
<p>El mercado actual de fabricantes de chips está dominado por la compañía taiwanesa <a href="https://www.tsmc.com/">TSMC</a>, con un 54 % de cuota, seguida de la surcoreana Samsung, con un 17 %, según un estudio de <a href="https://www.taiwannews.com.tw/en/news/4241691">TrendForce</a>. </p>
<p><a href="https://www.cnbc.com/2021/09/06/why-tesla-apple-google-and-facebook-are-designing-their-own-chips.html">Gigantes tecnológicos</a> como Apple, Google, Tesla, Amazon y Facebook diseñan sus propios chips pero no los fabrican (todavía). Algunos ejemplos son el chip <a href="https://www.apple.com/newsroom/2020/11/apple-unleashes-m1/">M1</a>, diseñado por Apple, pero fabricado por TSMC en una tecnología de 5nm. Tesla fabrica ya coches que incluyen su chip D1, dotado de módulos de AI para asistir la conducción del vehículo. </p>
<p>Google está cada vez más cerca de lanzar sus propias unidades de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Unidad_central_de_procesamiento">CPU</a> (Central Processing Unit) para sus portátiles Chromebook, que planean tener en el mercado en 2023. Aunque todas estas compañías aún siguen un modelo <em>fabless</em>, no es descartable que se planteen fabricar en un futuro sus propios chips para no depender así de terceros en sus estrategias de negocio.</p>
<h2>No podemos perder (otra vez) este tren</h2>
<p>En este escenario geoeconómico, el papel de Europa es, desafortunadamente, marginal. La falta de inversión en un sector tan importante como la micro y nanoelectrónica está provocando que cada vez haya menos actividad ligada a la industria de los semiconductores, al margen de algunas compañías como por ejemplo Infineon (Alemania), ST Microelectronics (Francia) y AMS AG (Austria). </p>
<p>Se da la paradoja de que los chips que se están empleando actualmente para fabricar chips como el Apple M1 (y otros), se basan en la arquitectura <a href="https://en.wikipedia.org/wiki/ARM_architecture">ARM</a> (<em>Advanced RISC Machines</em>), que fue desarrollada por una empresa con sede en Cambridge, Reino Unido, y que está en proceso de adquisición por la estadounidense <a href="https://arm.nvidia.com/?utm_source=Google&utm_medium=Search&utm_campaign=Auckland%20Microsite&utm_content=Global%20&gclid=EAIaIQobChMIsY_J6vSZ8wIVlPhRCh0e5w26EAAYASAAEgLf9fD_BwE">NVIDA</a>.</p>
<p>La pérdida de competitividad que esto supone con respecto a potencias tecnológicas como China, ha propiciado que tanto en Europa como en EE. UU. se estén comenzando a impulsar <a href="https://cincodias.elpais.com/cincodias/2021/09/15/companias/1631709002_613061.html">estrategias</a> para intensificar la producción de chips y compañías históricas de la industria de los semiconductores como Intel pretenden construir <a href="https://bits-chips.nl/artikel/intel-is-getting-a-little-bit-too-eager-in-its-courtship-with-europe/?ct=t(EMAIL_CAMPAIGN_2021_09_16_13_00)">plantas de fabricación en Europa</a> e incluso <a href="https://www.techtimes.com/articles/258328/20210323/intel-apple-collaboration-new-7nm-chip-mac-m1-production.htm">fabricar procesadores</a> de otras compañías estadounidenses como Apple.</p>
<p>Estamos ante una nueva revolución tecnológica de la historia de la humanidad. La pregunta es si queremos seguir siendo protagonistas o limitarnos a ser meros testigos. </p>
<p>Es importante hacer la reflexión sobre cuánto dependemos de la tecnología en nuestro día a día, de cómo nuestro espacio vital está cada vez más plagado de chips, y de cómo estamos dejando de ser los creadores de esos espacios vitales para convertirnos en simples usuarios. O, mejor dicho, en consumidores cada vez más dependientes de lo que se diseña y produce a miles de kilómetros de Europa. </p>
<p>Este tren tecnológico viaja muy rápido y acelera a un ritmo vertiginoso. Se nos escapará (otra vez) si no se remedia con políticas que fomenten la investigación y desarrollo en <a href="https://theconversation.com/del-chip-a-la-sociedad-digital-165557">micro y nanoelectrónica</a>, sin los que es impensable una transformación digital sostenible.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/168291/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Como profesor e investigador, la actividad de José M. de la Rosa está generalmente financiada por organismos públicos como el Ministerio de Ciencia e Innovación y la Unión Europea. Más recientemente, su investigación está financiada por el Ministerio de Ciencia e Innovación del gobierno de España y por la Consejería de Economía, Conocimiento, Empresas y Universidad de la Junta de Andalucía (con el apoyo del Fondo Europeo de Desarrollo Regional) a través de los proyectos CORDION (PID2019103876RBI00), COGNITIO (PY20_00599) y NEURORADIO (US1260118).</span></em></p>¿Por qué no se puede abastecer la alta necesidad de chips a escala global? La respuesta está en el alto coste y sofisticación de esta industria.Jose M. de la Rosa, Catedrático de Electrónica, Universidad de SevillaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1303142021-06-10T19:19:45Z2021-06-10T19:19:45Z¿Cuánto cuesta formar a un investigador en España? Demasiado como para perderlo<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/404883/original/file-20210607-28202-2menqi.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C10%2C6709%2C4456&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/young-couple-students-working-robotics-lab-1100143436">Shutterstock / BGStock72</a></span></figcaption></figure><p>La pandemia de covid-19 <a href="https://theconversation.com/que-puede-y-debe-aprender-la-politica-cientifica-espanola-de-la-pandemia-142339">ha contribuido a poner en valor la ciencia y a los investigadores</a>. La sociedad es ahora más consciente de la importancia de los avances científicos para nuestra seguridad, salud y bienestar. También de que la esperanza de un futuro más próspero implica incrementar nuestra capacidad investigadora y ser capaces de desarrollar más y mejor conocimiento. Investigar es explorar las fronteras del conocimiento y lo desconocido, y España es un país con elevada calidad y creatividad investigadora, con una producción científica muy bien posicionada a nivel internacional.</p>
<p>Desde el comienzo de la crisis financiera <a href="https://theconversation.com/miremos-al-futuro-con-los-ojos-de-la-ciencia-131529">el sistema investigador español se ha visto sumido en una profunda recesión</a>. Esto ha supuesto una enorme pérdida de recursos de financiación, un brusco parón en las políticas de contratación de personal, el éxodo masivo de varias generaciones de investigadores muy bien formadas y un brutal envejecimiento de las plantillas de los Organismos Públicos de Investigación (OPI) y universidades. </p>
<p>Entre las posibles estrategias para mitigar dicho éxodo está la retención de talento mediante: </p>
<ol>
<li><p>Una política bien programada de reposición generacional e incremento de efectivos, investigadores y docentes. </p></li>
<li><p>El impulso de la I+D+i empresarial, con la necesaria incorporación de investigadores jóvenes. </p></li>
<li><p>El fomento del emprendimiento y de la creación de nuevas empresas de base tecnológica entre investigadores recién formados.</p></li>
</ol>
<p>Con frecuencia se habla de lo malo que es que los investigadores que formamos en España tengan que salir del país por falta de oportunidades. Todos concordamos en que así es, que lo que está ocurriendo es un absoluto desastre, pero cuesta hacerse idea de la magnitud del problema porque es preciso responder a una pregunta: </p>
<p>¿Cuánto invierte la sociedad, más o menos, en formar a un investigador? </p>
<p>Sin entrar en sesudos análisis de política científica o presupuestarios, vamos a intentar realizar un análisis sencillo, rápido y comprensible partiendo de tres premisas: </p>
<ol>
<li><p>Omitiremos la inversión pública en estudios preuniversitarios. </p></li>
<li><p>Omitiremos los costes referidos a la vida diaria. </p></li>
<li><p>Nos centraremos en la inversión pública desde que la persona comienza sus estudios superiores hasta que alcanza la independencia investigadora.</p></li>
</ol>
<h2>Del grado al doctorado</h2>
<p>Teniendo en cuenta el precio medio de los estudios de grado en España, y aceptando que cubra en torno a un 15 % del coste real de cada plaza, se puede estimar para esta etapa un arco entre 10 000 y 15 000 euros por año, en buen acuerdo <a href="https://www.oecd-ilibrary.org/docserver/69096873-en.pdf?expires=1623087874&id=id&accname=oid270512&checksum=E63A7BA46419B615497B31C1CDC20C62">con los datos apuntados por la OCDE</a> en 2017: 11 029 euros invertidos en España por alumno en la educación terciaria (incluida la I+D) frente a 13 392 euros de media en la OCDE. Redondearemos a 11 100 euros y asumiremos que el alumno no repite ningún curso y que dedica cuatro años a su grado. Según esto tendríamos una inversión por grado de 44 400 euros.</p>
<p>Para seguir una carrera orientada a la investigación, el estudiante continúa su especialización con un máster. Estos estudios son algo más caros, asumiremos que en torno al doble que los de grado. Con las premisas anteriores, para un máster de un curso tendríamos una inversión de 22 200 euros.</p>
<p>La formación investigadora propiamente dicha, que concluye con la defensa de una tesis doctoral, dura, en general, cuatro años. En esta etapa, el estudiante debe estar financiado mediante una beca-contrato que puede suponer unos 23 000 euros al año, incluidos los costes sociales. En total, unos 92 000 euros. Durante este período suelen hacerse dos estancias de tres meses en otros laboratorios, habitualmente en el extranjero, que pueden suponer unos 7000 euros.</p>
<h2>Comienza la etapa posdoctoral</h2>
<p>Terminada la tesis doctoral, los investigadores deben convertirse en independientes, responsabilizándose de sus propios proyectos. Para ello se acomete la etapa posdoctoral, generalmente en dos fases. </p>
<p>La primera depende de proyectos financiados a otros investigadores, en busca de independencia en el desarrollo científico y logístico. En la segunda se busca la capacidad de proponer nuevos proyectos y obtener financiación para los mismos. </p>
<p>El coste de las etapas posdoctorales es muy variable, pero vamos a asumir que la primera ronda los 35 000 euros por año y suele durar dos años, a lo que habría que añadir costes de viaje e instalación, unos 1500 euros. En total, unos 71 500 euros. En la segunda etapa, en busca de financiación para proyectos propios, el sueldo suele ser algo más elevado. Considerando 40 000 euros por año durante dos años y gastos de viaje e instalación, unos 81 500 euros.</p>
<h2>Sin olvidar los costes indirectos</h2>
<p>Hasta aquí no hemos considerado costes indirectos (fungible, equipamiento, labor de los mentores). Siendo muy conservadores, tomaremos un fijo de 5000 euros al año, más una parte proporcional de equipamiento en cada etapa formativa, estimando unos 15 000 euros por etapa. Con ocho años y tres etapas, salen unos 85 000 euros.</p>
<p>Aunque no deberíamos, vamos a parar aquí y no añadir nada más. Llevamos contabilizados 403 600 euros, pero nos hemos limitado, omitido muchas cosas y calculado todo a la baja. Como se pone de manifiesto, formar un investigador es una inversión que, dependiendo del campo, ronda los 500 000 euros.</p>
<p>En lenguaje llano: cada vez que un investigador completamente formado tiene que salir de España perdemos en torno a medio millón de euros de inversión solo en su formación, sin tener en cuenta su enorme valor añadido. </p>
<p>Es una situación insostenible, no podemos seguir expulsando a los investigadores que formamos. Tenemos que ser capaces de retenerlos y aprovechar su valor añadido y el enorme retorno que, sin duda, producirá su trabajo.</p>
<p>Cuando un investigador emigra, perdemos personal altamente formado y creativo en favor de una economía competidora, por lo que permitir su salida equivale a fomentar una indeseable fuga de cerebros. </p>
<p>Dado que el personal investigador es producto de la inversión pública, las empresas que lo contratan se benefician de un conocimiento (un bien considerado intangible) que solo han financiado en la parte correspondiente a sus impuestos, lo que constituye un motivo más que sobrado para <a href="https://theconversation.com/espana-no-puede-seguir-en-el-furgon-de-cola-de-la-transferencia-tecnologica-154665">reclamarles una mayor implicación financiera en la formación de los investigadores</a>. </p>
<p>Por último, dado que ha quedado claro que los investigadores realizan una mínima aportación financiera a su formación y reciben del erario público un importantísimo beneficio personal en términos de conocimiento y de ascenso social, su mayor capacidad adquisitiva debería contribuir a financiar los servicios públicos de los que se han beneficiado.</p>
<p>Invertir en conocimiento y formación es muy rentable. Retener el talento formado lo es mucho más aún.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/130314/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>Los autores estiman, de forma muy conservadora, que el coste de formar a un investigador en España ronda el medio millón de euros, inversión que se pierde si no se retiene al personal.Moisés Canle, Catedrático de Química Física, Universidade da CoruñaXosé Luís Armesto Barbeito, Profesor emérito, Universidade da CoruñaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1423392020-09-10T19:22:02Z2020-09-10T19:22:02ZQué puede (y debe) aprender la política científica española de la pandemia<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/357274/original/file-20200909-20-1t8d50b.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C631%2C1997%2C682&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, junto a los titulares de las carteras de Transición Ecológica, de Industria, Comercio y Turismo, de Ciencia e Innovación, y de Universidades, y otras autoridades del ámbito de la investigación, durante la presentación del Plan de choque por la Ciencia y la Innovación en
La Moncloa, Madrid, el 9 de julio de 2020.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.lamoncloa.gob.es/multimedia/galeriasfotograficas/presidente/Paginas/2020/090720-sanchez-ciencia.aspx">Pool Moncloa/Fernando Calvo</a></span></figcaption></figure><p>El coronavirus ha sacudido nuestra sociedad y nuestra economía, pero también nuestra ciencia. En un momento en que todas las miradas se giran hacia los investigadores, la pandemia ha expuesto los problemas crónicos de nuestro sistema de I+D+i. Estos lastran la competitividad del sistema y su adaptación a la era digital. Causan, además, precariedad entre sus trabajadores. No en vano, <a href="https://www.elperiodico.com/es/ciencia/20200617/manifestacion-sin-ciencia-no-hay-futuro-covid-19-8003004">las movilizaciones del colectivo investigador han resurgido con fuerza durante el verano</a>. </p>
<p>Desde la Sociedad de Científicos Españoles en Reino Unido (<a href="https://sruk.org.uk/">CERU</a>), basándonos en nuestra experiencia internacional, hemos dedicado este año a analizar la política científica española. Defendemos aquí cambios ineludibles que la pandemia ha puesto, más que nunca, sobre la mesa.</p>
<p>El Gobierno presentó en julio un <a href="https://www.ciencia.gob.es/portal/site/MICINN/menuitem.edc7f2029a2be27d7010721001432ea0/?vgnextoid=85931c2032f23710VgnVCM1000001d04140aRCRD">plan de choque por la ciencia</a> que representa un paso en la buena dirección. Sin embargo, no basta. Afronta solo algunos asuntos urgentes, con gran énfasis en la investigación biomédica y un enfoque a corto plazo esperable en un plan de choque. </p>
<p>Nuestro sistema de ciencia, tecnología e innovación requiere de cambios profundos y estructurales que reviertan la situación a la que se ha visto abocado tras años de olvido. Necesita financiación y estabilidad, pero también que consolidemos la I+D+i como un pilar de nuestro modelo productivo con un diseño de estrategias que busque la salida de esta crisis sanitaria, económica, política y social. </p>
<h2>Conciliación e igualdad</h2>
<p>Igual que otros muchos trabajadores, los investigadores hemos tenido que adaptarnos a marchas forzadas al teletrabajo. Este cambio llama a un debate sobre el presentismo de nuestra cultura laboral, también en investigación. Asimismo, muestra la necesidad de una regulación que evite abusos y sobrecargas de trabajo como, por ejemplo, por la adaptación a la docencia virtual.</p>
<p>La adaptación al teletrabajo debe ir de la mano de la conciliación. Una de las brechas del teletrabajo ha sido su <a href="https://www.nature.com/articles/d41586-020-01294-9">impacto negativo sobre las mujeres</a> y <a href="https://www.nature.com/articles/s41562-020-0921-y">quienes tienen personas a su cargo</a>. Esto debe resolverse con urgencia en el marco de una acción más amplia por la conciliación y contra la discriminación en los procesos de selección y promoción, que ataje la <a href="https://sruk.org.uk/wp/wp-content/uploads/2019/09/20190919Cotec_Encuesta_SRUK_CERU1.pdf">brecha de género que existe en nuestra I+D+i</a>.</p>
<p>La excesiva burocracia de nuestro sistema de I+D+i lastra la actividad investigadora y nuestra capacidad para atraer talento desde el exterior. Además de afectar al teletrabajo, la adaptación digital es una oportunidad para adoptar formatos electrónicos que simplifiquen la burocracia. Pero las oportunidades que ofrece esta transformación digital afectan otras áreas. </p>
<h2>Cooperación e internacionalización</h2>
<p>Debemos revisar el impacto ambiental de la actividad investigadora y desarrollar métodos de trabajo y cooperación alternativos que reduzcan nuestra huella de carbono. Es una oportunidad también para aumentar nuestra proyección internacional, y forjan colaboraciones entre investigadores de dentro y fuera de nuestro territorio. Es obligado, en el marco de la Agenda 2030, que estas últimas busquen alianzas interdisciplinares desde las humanidades y ciencias sociales hasta la investigación en ingeniería y nuevas tecnologías.</p>
<p>La búsqueda de fármacos contra el SARS-CoV-2 ha puesto también de manifiesto el carácter internacional del esfuerzo científico y la importancia de una fluida colaboración entre la investigación pública y la privada. <a href="https://stats.oecd.org/viewhtml.aspx?datasetcode=MSTI_PUB&lang=en">En España, la aportación de la iniciativa privada al I+D+i es muy modesta comparada con países vecinos o la media del bloque europeo</a>. Es más, países de nuestro entorno como Reino Unido consideran <a href="https://www.gov.uk/government/publications/uk-research-and-development-roadmap">estratégico aumentar las alianzas entre academia e industria</a>. Debemos apostar por dicha colaboración para engrosar nuestro músculo investigador, sin olvidar la equidad y mutuo beneficio.</p>
<h2>Ciencia abierta</h2>
<p>Es esencial que la respuesta a la crisis se base en la evidencia, de manera reproducible y transparente. Ya en los albores de la Covid-19 numerosas instituciones científicas se comprometieron a publicar resultados <a href="https://theconversation.com/asi-sera-la-transicion-editorial-a-la-ciencia-abierta-131272">en abierto y con premura</a>. Debemos aprovechar este empuje para fomentar un debate sobre el sistema de publicación académica y su evaluación. Es necesario también promover políticas de ciencia abierta, fortalecer los repositorios institucionales e impulsar la publicación de datos primarios.</p>
<h2>Ciencia y sociedad</h2>
<p>La ciudadanía ha seguido de cerca la actualidad científica estos meses. Esto ha resaltado el valor social de la investigación y la importancia de la divulgación. Nuestros investigadores deben recibir —-desde el doctorado-— formación en comunicación científica. Las unidades de cultura científica en nuestras universidades y centros de investigación deben reforzarse. Igualmente, deben establecerse <a href="https://theconversation.com/diez-ideas-para-mejorar-la-comunicacion-entre-ciencia-y-politica-138333">sistemas de asesoramiento científico independiente</a> al Legislativo (y mejorar los del Ejecutivo) para basar las decisiones políticas en la mejor información científica. </p>
<p>En el contexto actual, desde <a href="https://sruk.org.uk/">CERU</a> creemos que España debe actuar con urgencia sobre estos puntos durante el curso político que ahora comienza. Solo con una política científica ambiciosa y transversal podremos fortalecer -—tras la crisis provocada por la pandemia-— nuestro sistema de I+D+i, y apuntalar una recuperación basada en la generación de conocimiento y bienestar social.</p>
<p>Estas propuestas proceden del informe <a href="https://sruk.org.uk/wp/wp-content/uploads/2020/08/Por-Un-Pa%C3%ADs-Innovador-Informe-completo.pdf">“Por un país innovador”</a> que hemos elaborado desde el departamento de Política Científica de la <a href="https://sruk.org.uk/">Sociedad de Científicos Españoles en Reino Unido</a> junto con investigadores que trabajan en España y Reino Unido, además de expertos en gestión y transferencia.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/142339/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Pablo Izquierdo es director del Departamento de Política Científica de la Sociedad de Científicos Españoles en Reino Unido (CERU, <a href="http://www.sruk.org.uk/">http://www.sruk.org.uk/</a>). Recibe fondos de investigación de la Wellcome Trust, pero no ha recibido en los últimos 5 años ninguna ayuda proveniente de instituciones españolas.</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Carmen Sánchez Cañizares es la Presidenta de la Sociedad de Científicos Españoles en Reino Unido (CERU, <a href="http://www.sruk.org.uk/">http://www.sruk.org.uk/</a>). Recibe fondos de investigación de la Leverhulme Trust, pero no ha recibido en los últimos 6 años ninguna ayuda proveniente de instituciones españolas.</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Javier Escudero es miembro del Departamento de Política Científica de la Sociedad de Científicos Españoles en Reino Unido (CERU, <a href="http://www.sruk.org.uk/">http://www.sruk.org.uk/</a>). Recibe fondos de investigación de diversas entidades británicas, incluyendo el Leverhulme Trust, el Carnegie Trust for the Universities of Scotland, y fondos distribuidos por la Universidad de Edimburgo y proporcionados por el Wellcome Trust y el Medical Research Council, pero no ha recibido en los últimos 10 años ningún fondo de investigación proveniente de instituciones españolas.</span></em></p>Estas propuestas pretenden mejorar el sistema científico español para que salga reforzado de la crisis actual y esté mejor preparado para la siguiente.Pablo Izquierdo, UCLCarmen Sánchez Cañizares, University of OxfordJavier Escudero, Senior Lecturer in biomedical signal processing, The University of EdinburghLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1350852020-04-10T19:45:22Z2020-04-10T19:45:22ZCOVID-19: El futuro es inescrutable, sus amenazas también lo son<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/327247/original/file-20200410-102364-1i1mgpk.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C139%2C2991%2C1410&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">shutterstock</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/rainy-weather-inscription-on-sweaty-glass-714031669">shutterstock / Gorynvd</a></span></figcaption></figure><p>En 1971, dos años después de haber sido elegido presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon firmó la denominada <em><a href="https://www.cancer.gov/about-nci/overview/history/national-cancer-act-1971">National Cancer Act</a></em>, una ley mediante la que se proponía acabar con el cáncer. Aunque la ley en cuestión no la recogía en su tenor literal, la expresión <a href="https://en.wikipedia.org/wiki/War_on_cancer">“guerra al cáncer”</a> fue profusamente utilizada para referirse al plan federal de actuaciones. Junto con otras medidas, se destinaron al plan 1 500 millones de dólares y Nixon prometió que lo “derrotarían”.</p>
<p>Otros gobiernos, el español incluido, declaran ahora la “guerra” a otra enfermedad, la provocada por el coronavirus SARS-CoV-2. Además de las medidas implantadas para contener la expansión de la pandemia, los planes incluyen actuaciones de política científica, con una importante inyección de recursos económicos para investigar sobre el coronavirus y posibles tratamientos para “vencerlo”.</p>
<p>En medio de tanta zozobra, dolor e incertidumbre como está causando la pandemia, gobernantes y prescriptores de opinión parecen depositar su confianza en la ciencia como instrumento para resolver el reto más formidable que afrontan generaciones. Porque parece haber calado la idea de que <a href="https://culturacientifica.com/2020/03/15/no-habra-solucion-sin-mas-conocimiento/">solo el conocimiento permitirá superarlo</a>.</p>
<p>Conviene, no obstante, ser cautos. El pasado viernes 27 la revista <em>Science</em> <a href="https://science.sciencemag.org/content/367/6485/1405">publicó un editorial</a> en el que advertía del riesgo de que se le pida demasiado a la ciencia o de que, incluso, la propia comunidad científica genere más expectativas de las debidas. El editorial utilizaba, a tal efecto, el caso del VIH: fueron necesarias décadas de esfuerzo en virología, epidemiología y desarrollo de nuevos fármacos para empezar a obtener resultados. Si bien es cierto que desde hace tiempo el SIDA se ha convertido en una enfermedad crónica, tan solo ahora, cuatro décadas después, <a href="https://www.agenciasinc.es/Noticias/Confirmada-la-cura-de-un-segundo-paciente-con-VIH">están empezando a curarse algunos enfermos</a>.</p>
<p>Algo parecido cabe decir de las investigaciones sobre el cáncer y sus resultados. Hoy sabemos más sobre los procesos implicados en las diferentes enfermedades que se engloban bajo esa denominación, y desde 1971 se han hecho progresos en el conocimiento de cuestiones tales como los factores de riesgo, los tratamientos y la prognosis de algunos tipos. Pero muchos siguen siendo incurables y la mortalidad se ha reducido solo levemente desde entonces. Recuperando la metáfora bélica, el cáncer sigue sin haber sido “derrotado”.</p>
<p>El contraejemplo de esas “guerras” es el <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Proyecto_Manhattan">proyecto Manhattan</a> –este sí, de carácter bélico–, que se saldó con la producción de la bomba atómica. La comunidad científica contaba con suficiente conocimiento acerca de la estructura del átomo y la naturaleza de la materia. Y eso permitió a los norteamericanos disponer, en tiempo récord, del arma más mortífera que ha creado la humanidad.</p>
<p>Es importante, por supuesto, que se destinen recursos a la investigación sobre coronavirus y sobre epidemias en general. Pero la conclusión que cabe extraer de lo anterior debe llevarnos más allá.</p>
<p>No sabemos qué nos deparará el futuro. Si bien es cierto que algunos peligros posibles son demasiado probables como para ignorarlos, también lo es que otros son completamente impredecibles, de la misma forma que desconocemos en qué materias o en qué campos necesitaremos generar conocimiento en el futuro próximo. </p>
<p>También ignoramos aspectos fundamentales que subyacen a algunos de los problemas del presente, como pone de manifiesto la historia del cáncer. Por eso, la estrategia más útil consiste en aumentar y diversificar el esfuerzo, sembrando en terrenos diferentes, porque desconocemos hoy lo que necesitaremos mañana. </p>
<p>Es importante atesorar conocimiento en materias diversas porque, cuanto más sepamos, mejor pertrechados estaremos para hacer frente a los retos que, en forma de pandemias o de cualquier otra naturaleza, esperan a la humanidad.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/135085/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Juan Ignacio Pérez Iglesias no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Un reciente editorial de ‘Science’ alerta contra los riesgos de pedirle demasiado a la ciencia o de que los investigadores generen más expectativas de las debidas respecto a la pandemia de coronavirus.Juan Ignacio Pérez Iglesias, Catedrático de Fisiología, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko UnibertsitateaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1350832020-04-01T10:40:29Z2020-04-01T10:40:29ZTres lecciones científicas que nos deja el coronavirus<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/324392/original/file-20200331-65503-hbuf7n.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C5991%2C3161&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/coronavirus-epidemic-word-covid19-on-global-1660469317"> Viacheslav Lopatin / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>El coronavirus SARS-CoV-2 y la enfermedad COVID-19 son una experiencia dolorosa, pero también nos proporciona excelentes lecciones de ciencia. Entre ellas destacaríamos tres:</p>
<h2>La salud del planeta es también nuestra salud</h2>
<p>El contagio por COVID-19 en humanos pudo iniciarse a partir del consumo de un mamífero salvaje protegido, en vías de extinción y vendido ilegalmente, <a href="https://www.nature.com/articles/d41586-020-00548-w">llamado pangolín</a>. Este se consume en algunos mercados asiáticos como un alimento nada sostenible y se utiliza en remedios médicos sin evidencia científica.</p>
<p>Otras hipótesis apuntan a los murciélagos u otros animales como vectores del coronavirus. Los expertos vaticinan que mientras continúen estas prácticas con animales salvajes, <a href="https://www.scientificamerican.com/podcast/episode/covid-19-the-wildlife-trade-and-human-disease/">habrá nuevas epidemias</a> como la que estamos viviendo. </p>
<p><a href="https://blogs.scientificamerican.com/observations/one-root-cause-of-pandemics-few-people-think-about/">Según otros</a> investigadores, es muy probable que en el futuro nuevos virus puedan proceder de animales de granja como cerdos y pollos, tal y como ya sucedió con la llamada “gripe porcina” en 2009. Las condiciones de hacinamiento que se dan en ciertas granjas industriales pueden facilitar la propagación de virus y otros patógenos.</p>
<p>Estos hechos ilustran cómo durante los últimos siglos la humanidad ha jugado tanto con la salud de los ecosistemas como con la suya propia. El uso insostenible de la naturaleza continúa. El cambio climático facilita la expansión de animales fuera de sus hábitats naturales, desequilibra los ecosistemas y disemina nuevas enfermedades. </p>
<p>La salud del medioambiente no está al margen de la de las personas: son dos caras de la misma moneda. La degradación del medio natural afecta todo el planeta, nosotros incluidos. Es urgente adoptar una visión integrada y una gestión global de la salud del medioambiente y de la humanidad.</p>
<h2>“El coronavirus es lo que pasa cuando ignoras la ciencia”</h2>
<p>La frase anterior, propuesta por un columnista del diario <a href="https://www.nytimes.com/2020/03/04/opinion/coronavirus-science.html"><em>The New York Times</em></a>, es de vital importancia para entender la magnitud de la tragedia. </p>
<p>Hace más de 10 años, <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2176051/">un trabajo de investigación</a> de la Universidad de Hong Kong realizado en China ya alertó de la posibilidad que algún coronavirus pudiera emerger (y acertó en su predicción). </p>
<p>A pesar de los grandes avances científicos del último siglo, algunos políticos no creen que el cambio climático sea un problema y quieren disminuir las normativas de protección ambiental o tienen miedo de establecer nuevas. Y convencen a mucha gente. </p>
<p>Para luchar contra estas ideas debemos acercar más la ciencia a los ciudadanos y formar espíritus críticos y libres. La divulgación científica es ahora una gran aliada. Hay que invertir mucho más en cultura y en investigación científicas: tras la crisis económica de 2008, se produjeron recortes importantes en los presupuestos de universidades y centros de investigación públicos, y también en la sanidad pública. La precariedad laboral de los jóvenes científicos es ya crónica y cuando llega el enemigo común (hoy el coronavirus, mañana será otro), nos damos cuenta repentinamente de que no estamos preparados para afrontarlo.</p>
<figure class="align-center ">
<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/324211/original/file-20200331-65509-v7szt4.JPG?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/324211/original/file-20200331-65509-v7szt4.JPG?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/324211/original/file-20200331-65509-v7szt4.JPG?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/324211/original/file-20200331-65509-v7szt4.JPG?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/324211/original/file-20200331-65509-v7szt4.JPG?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/324211/original/file-20200331-65509-v7szt4.JPG?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/324211/original/file-20200331-65509-v7szt4.JPG?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
<figcaption>
<span class="caption"></span>
<span class="attribution"><span class="source">Lluís Mas Blanch</span>, <span class="license">Author provided</span></span>
</figcaption>
</figure>
<h2>La prevención es igual o más importante que la terapia</h2>
<p>El dinero destinado a la ciencia no se reparte equilibradamente entre disciplinas. Se tiende a financiar una investigación que rinda resultados a corto plazo, se prima el tratamiento de la enfermedad y la emergencia, frente a la prevención que va de la mano de la investigación fundamental y de rendimiento a largo plazo. </p>
<p><a href="http://fdgpierrebe.over-blog.com/2020/03/coronavirus-ou-le-cri-de-colere-de-bruno-canard-chercheur-au-cnrs.html">Un experto en virología del CNRS de Francia</a> se quejaba de que la investigación fundamental sobre los coronavirus estaba mal financiada. Podemos decir algo similar acerca de la investigación sobre nuestros océanos, bosques, ríos y medio natural en general. </p>
<p>Las emisiones de CO₂, los plásticos, el cambio climático, la contaminación y la sobreexplotación de los recursos naturales son ejemplos que no solo suponen un peligro para la salud de los ecosistemas sino también para la salud de las personas. Ponen en riesgo los beneficios que un medio natural bien conservado nos aporta en forma de alimentos saludables, nuevas medicinas o la posibilidad de practicar actividades recreativas beneficiosas para la salud física y mental. Se debe dar un mayor apoyo a la conservación de la salud de nuestro planeta, que está intrínsecamente unida a la salud humana.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/135083/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Josep Lloret no recibe salarios, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del puesto académico citado. Ha recibido en el pasado financión de múltiples organizaciones para sus investigaciones, pero no en relación con el Covid19</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Elisa Berdalet Andrés has a permanent position at the Consejo Superior de Investigaciones Científicas as Scientific Researcher. She conducts marine research through projects funded by the Spanish Ministry of Science, European funds (FEDER), and the Swedish Research Council (FORMAS).</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Lora Fleming receives funding from EU H2020, UKRI, NIHR, ERDF, Wellcome</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Rafael Abós-Herràndiz ha recibido fondos de diversas organizaciones públicas de ámbito estatal y regional relacionadas con la salud. Todos estos fondos han sido conseguidos a través de convocatorias públicas y competitivas destinadas a la investigación aplicada en salud y no estan relacionados ni directa ni indirectamente con el SARS-CoV-2 agente etiológico del COVID-19.</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Sam Dupont receives funding from the Swedish Research Council. </span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Yonvitner Yonvitner no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>El Covid-19 es una experiencia dolorosa, pero también nos proporciona excelentes lecciones de ciencia.Josep Lloret, Director of the Oceans and Human Health Chair and the SeaHealth research group, Universitat de GironaElisa Berdalet Andrés, Scientific Researcher, Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC)Lora Fleming, Director, European Centre for Environment and Human Health, University of ExeterRafael Abós-Herràndiz, Facultativo Senior Atención Primaria de Salud. Departament de Salut. Generalitat de Catalunya.Sam Dupont, Associate professor, Senior Lecturer, University of GothenburgYonvitner Yonvitner, IPB UniversityLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1192162019-07-14T20:11:59Z2019-07-14T20:11:59ZQué es el ‘poder blando’ y por qué España es una potencia<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/283374/original/file-20190709-44505-1ps9dbz.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=26%2C0%2C5964%2C3988&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/spanish-omelette-flag-sangria-1380935864"> Benja Giron / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>España puntúa muy bien en algunos de los parámetros que generan <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Poder_blando"><em>poder blando</em></a>. Gozamos de una gastronomía, un patrimonio cultural, literatos, cineastas o deportistas de altísimo nivel. <a href="http://www.investinspain.org/invest/es/por-que-espana/calidad-de-vida-excepcional/index.html">Todo ello crea una suerte de simpatía y atracción hacia España entre los ciudadanos de otros países</a>, que redunda en beneficios económicos, ya sea vía turismo, o bien por el consumo de productos <em>made in Spain</em> en el extranjero. </p>
<p>Dicho de otro modo: el <em>poder blando</em> de un país es la capacidad que éste tiene para tejer alianzas e influir en la esfera internacional, mediante el interés que suscitan los atributos culturales, políticos o económicos de su sociedad en los ciudadanos de otras naciones. Atracción que se fomentará sin recurrir a la coerción, ni al uso de la fuerza militar (<em>poder duro</em>). </p>
<p>Aunque es complicado medir el poder blando que atesora un país determinado, los indicadores que habitualmente se toman en consideración son la estabilidad política, la calidad de la democracia, el respeto a los derechos humanos y al medio ambiente; el desarrollo económico y el nivel de vida de sus ciudadanos; la cultura, la educación, el avance científico, el prestigio de sus universidades y el deporte y la gastronomía. </p>
<p>¿Dónde creen que conseguimos mejor puntuación y cuáles son las <em>arrugas</em> de nuestra imagen exterior?</p>
<h2><em>Spain</em> ya no es tan <em>different</em></h2>
<p>La imagen que de España tienen los ciudadanos de otros países ha cambiado, para bien, en el último medio siglo. Aunque persisten tópicos asociados al <em>Spain is different</em>, impulsado en los años sesenta para atraer turistas, lo cierto es que España ha mejorado mucho en términos económicos, educativos y científicos desde entonces. </p>
<p>El deseo de converger con nuestros vecinos europeos fue el motor fundamental de ese cambio. En términos generales, España es hoy un país que cumple con los estándares europeos, e incluso lidera algunas áreas de desarrollo científico, por no hablar de los éxitos deportivos, o la fama internacional de cineastas, literatos o cocineros. Pero no es oro todo lo que reluce. </p>
<h2>Malos tiempos para la lírica</h2>
<p>Al socaire del centenario del Nobel de medicina concedido a Ramón y Cajal, se avivó el debate. ¿Cómo es posible que ningún otro español haya sido galardonado con tan prestigioso reconocimiento? En los últimos años, la comunidad científica se ha movilizado, reclamando mejoras en las condiciones de financiación, severamente lastradas por los recortes acumulados. </p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/281833/original/file-20190628-94688-1tb019m.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/281833/original/file-20190628-94688-1tb019m.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/281833/original/file-20190628-94688-1tb019m.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=499&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/281833/original/file-20190628-94688-1tb019m.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=499&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/281833/original/file-20190628-94688-1tb019m.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=499&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/281833/original/file-20190628-94688-1tb019m.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=628&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/281833/original/file-20190628-94688-1tb019m.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=628&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/281833/original/file-20190628-94688-1tb019m.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=628&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">Inversión en I+D+i (% PIB) 2005 - 2015.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="http://www.eustat.eus/elementos/ele0003200/ti_Gasto_en_ID__PIB_por_pais_1997-2012/tbl0003292_c.html#axzz2ynEI1Jo4">Elaboración propia a partir de datos procedentes del Instituto Vasco de Estadística</a>, <span class="license">Author provided</span></span>
</figcaption>
</figure>
<p>Hace poco más de un año, el prestigioso oncólogo Mariano Barbacid <a href="https://www.saludadiario.es/investigacion/mariano-barbacid-la-investigacion-publica-en-espana-es-un-enfermo-terminal">incidía en ese mensaje</a>, denunciando la situación crítica que vive la investigación en España. Las cifras suelen ser tozudas y resisten bien los intentos de maquillado, piedra en la que tropiezan algunos políticos. “Si no te llegan fondos europeos o de otra fuente privada, con lo que te dan es prácticamente imposible trabajar”, apostillaba. </p>
<p>No menos preocupante es el denominado “exilio científico”, que afecta a miles de jóvenes españoles, forzados a buscar trabajo fuera. <a href="https://rio.jrc.ec.europa.eu/en/file/10773/download?token=xwMQXgLX">Aunque es difícil precisar las cifras</a>, estaríamos hablando de alrededor de 10.000-15.000 investigadores. </p>
<p>Lo malo no es que salgan al extranjero. ¡Bien al contrario! Es positivo hacerlo, por las posibilidades de mejorar la formación. El problema surge si la salida se convierte en no-retorno; por no hablar del dinero invertido en su formación. “España, cantera de científicos que juegan en ligas extranjeras”, podría ser el titular. El Ministro de Ciencia, Innovación y Universidades en funciones, Pedro Duque, <a href="https://www.europapress.es/ciencia/noticia-pedro-duque-reafirma-europa-compromiso-espana-sector-espacial-20190606182732.html">ha anunciado su compromiso</a> para revertir la situación. Un rayo de esperanza. Veremos. </p>
<p>Además, existen <a href="http://www.informes.iune.es/Informe%20IUNE%202016.pdf">otras estadísticas</a> recientes que no deberían caer en saco roto ni invitan a la euforia. Por ejemplo, el número de investigadores en el sector público <a href="http://www.eustat.eus/elementos/ele0003200/ti_Gasto_en_ID__PIB_por_pais_1997-2012/tbl0003292_c.html#axzz2ynEI1Jo4">se ha reducido en un 12 % entre 2010 y 2015</a>, sin que haya subido de manera significativa en el privado. </p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/283141/original/file-20190708-51273-1057o2q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/283141/original/file-20190708-51273-1057o2q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/283141/original/file-20190708-51273-1057o2q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=352&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/283141/original/file-20190708-51273-1057o2q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=352&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/283141/original/file-20190708-51273-1057o2q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=352&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/283141/original/file-20190708-51273-1057o2q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=443&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/283141/original/file-20190708-51273-1057o2q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=443&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/283141/original/file-20190708-51273-1057o2q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=443&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Inversión en I+D+i (% PIB) 2000 - 2016.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="http://www.eustat.eus/elementos/ele0003200/ti_Gasto_en_ID__PIB_por_pais_1997-2012/tbl0003292_c.html#axzz2ynEI1Jo4">Elaboración propia a partir de datos procedentes del Instituto Vasco de Estadística</a>, <span class="license">Author provided</span></span>
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<h2>Reflexiones finales</h2>
<p>Según las gráficas expuestas, “al carro de la cultura española le sigue fallando la rueda del I+D+i”, parafraseando la expresión de Ramón y Cajal. </p>
<p>Otro ejemplo: existe un consenso mayoritario sobre la importancia que el programa Fulbright ha tenido para la modernización educativa y científica española, contribución que ha sido reconocida con el <a href="https://www.fpa.es/es/premios-princesa-de-asturias/premiados/2014-programa-fulbright.html?especifica=0">Premio Príncipe de Asturias</a>. ¿Cómo es posible entonces que esté congelado a nivel nacional desde hace años en su variante más destacada, <a href="https://fulbright.es/programas-y-becas/becas-para-espanoles/">la de contratos posdoctorales</a> en centros de reconocido prestigio de Estados Unidos? Es un detalle concreto de este programa de intercambios hispano-estadounidenses, pero el panorama general no es más alentador.</p>
<p>Diagnosticado el problema, ¿cómo se podría mejorar la “marca España” en materia científica? Es necesario definir prioridades en el gasto público y sobre todo vigilar que su utilización sea lo más transparente y eficiente posible. Empero, <a href="https://www.airef.es/es/noticias/la-airef-resalta-la-falta-de-integracion-del-sistema-publico-de-i-d-i-con-el-sector-privado/">la financiación destinada a I+D+i debería estar al abrigo de los vaivenes políticos</a>, y aumentar hasta alcanzar al menos la media europea. La brecha que hoy día nos separa de los países que más dinero dedican a la lucha contra el cáncer o a producir patentes debe reducirse.</p>
<p>Por último, conviene no olvidar cómo se genera credibilidad en cualquier campaña de diplomacia pública. De poco valdrán los anuncios en el exterior sobre las maravillas de la ciencia y las universidades en España si quienes cada día luchan sobre el terreno para mejorarlas tienen una percepción menos halagüeña. Por no hablar del malestar que generará entre los jóvenes doctores que tuvieron que cambiar probetas por maletas… </p>
<p>Pese a las dificultades económicas experimentadas, <a href="http://www.madrid.org/es/transparencia/informacion-institucional/planes-programas/v-plan-regional-investigacion-cientifica-e-innovacion">hay motivos para el optimismo</a>. <a href="http://www.pmfarma.es/noticias/25495-uno-de-cada-tres-estudios-de-id-de-nuevos-medicamentos-en-europa-cuenta-con-participacion-espanola.html">Un porcentaje significativo</a> de los estudios para nuevos medicamentos en Europa cuenta con participación española. </p>
<p>Convendría recordar, además, que la propia Constitución insta a los “<a href="http://www.congreso.es/consti/constitucion/indice/titulos/articulos.jsp?ini=44&tipo=2">poderes públicos a promover la ciencia y la investigación en beneficio del interés general</a>” . </p>
<p>Una mejor conexión y armonía entre el poder blando, la marca España y el programa Fulbright sería un esperanzador primer paso. Queda por ver si apostaremos por liderar la <em>Liga de Campeones</em> de la I+D+i, o nos conformaremos únicamente con turistas bronceados, éxitos deportivos y estrellas para nuestros fogones. Lo cortés no quita lo valiente. ¿Verdad?</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/119216/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Francisco Rodríguez-Jiménez no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>¿Cuál es la capacidad de una nación para tejer alianzas e influir en la esfera internacional, mediante el interés que suscitan los atributos culturales, políticos o económicos de su sociedad en los ciudadanos de otras naciones?Francisco Rodríguez-Jiménez, Profesor de Relaciones Internacionales y Didáctica de las Ciencias Sociales, Universidad de ExtremaduraLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.