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COVID-19: la universidad debe renovarse en un entorno virtual sin perder su esencia

Las universidades de tipo presencial de un buen número de países llevan ya tiempo cerradas, y todo indica que seguirán así durante las próximas semanas. Es más, hay quienes pronostican que no se abrirán durante un largo periodo de tiempo y que la vuelta a la normalidad será gradual. Están cerradas, pero no paradas.

Estudiantes y profesores de una buena parte del mundo tratan de hacer su trabajo en un entorno virtual. Resulta curioso que lo que a nivel general venía siendo un recurso más se haya convertido en el único medio para enseñar, aprender y evaluar.

Lógicamente, el paso de la presencialidad a la virtualidad no es algo automático, ni sale gratis. Requiere una serie de cambios y una buena dosis de esfuerzo. No hay demasiada discusión al respecto, y si alguien no quiere hacer nada porque quiere hacer lo mismo que hacía antes, quizá es que antes tampoco hacía nada.

Lo más interesante, sin embargo, es que la virtualidad ha venido a ser un acicate para hacernos pensar que otra formación universitaria es posible, una suerte de estímulo para idear algo diferente de lo que ya teníamos.

Sí, las adaptaciones y cambios que hoy se proponen brotan de discursos universitarios que vislumbran un futuro, y no todos esos imaginarios son iguales. Grosso modo, podríamos agruparlos en dos: el que sostiene que la formación universitaria debe cambiar para ofrecer una mejor versión de si misma, y el que defiende que se renueve para que se convierta en otra cosa. En qué, todavía no se sabe. Detengámonos ahora en el primer modelo y luego hablaremos del segundo.

Cambiar la formación universitaria por otra formación universitaria

Esta nueva situación nos ha cogido ciertamente desprevenidos. Sin embargo, no hay mal que por bien no venga, o, para ser más exactos, que por bienes no venga. Señalamos tres beneficios que la nueva realidad universitaria trae consigo.

  1. Algunos estudiantes, y sobre todo muchos profesores, hemos conocido la diferencia entre lo síncrono y lo asíncrono, un módem y un rúter, un programa y una aplicación, y tantas otras cosas. Sí, muchos consideramos que esta nueva situación nos ha dado la oportunidad de realizar algo así como un curso avanzado en nuevas tecnologías. Ciertamente, es una ganancia aprender ese tipo de cuestiones, ayudan a ponerse al día, y sobre todo, animan a subirse a uno de los carros en los que, seguramente, marchará la formación universitaria de los próximos años.

  2. Muchos profesores y estudiantes hemos descubierto un auténtico mar de posibilidades formativas. Ciertamente, la virtualidad sirve para muchísimo más que para enviar y recibir mails, colgar y descolgar documentos, insertar calificaciones o minucias del mismo estilo. Y es más, algo nos dice que esas posibilidades se van a convertir en realidades, es decir, que muchos profesores incorporaran la virtualidad en sus quehaceres docentes cuando todo esto pase.

  3. Nos hemos dado cuenta de lo importante que es disponer de un ordenador con cara y ojos y de una conectividad en condiciones y, por lo tanto, de lo necesario que es mejorar las condiciones socioeconómicas de no pocos estudiantes y profesores para que puedan cumplir con la formación universitaria dignamente. De este beneficio también deberían darse cuenta nuestros políticos. En cualquier caso, habrá que recordárselo día tras día por si se les pasa por alto o hacen oídos sordos.

Otra formación universitaria es posible

Todos estos beneficios nos permiten pensar que una formación universitaria más innovadora y creativa es posible, que disponemos de fantásticos recursos que quizá no valorábamos hasta ahora, y que nos ayudan a que unos aprendan y otros enseñen y evalúen de otras maneras diferentes.

Ahora bien, este es un modo de pensar que no pone en cuestión los propósitos de la formación universitaria. Por ejemplo, una clase virtual debe seguir siendo el elogio de la transmisión de conocimientos, una tutoría virtual debe seguir siendo la apología de una conversación universitaria profunda y calmada, y un seminario virtual debe seguir siendo la defensa de un intercambio de ideas de calado.

En fin, este discurso considera que los fines de la formación universitaria también pueden alcanzarse con la inestimable y necesaria ayuda de la virtualidad.

Cambiar la formación universitaria por otra cosa

Hay otro discurso que también ve en lo virtual una oportunidad para cambiar la formación universitaria, pero con una importante diferencia respecto al anterior. En este caso, la virtualidad no es un importantísimo recurso con el que robustecer los fines de la formación universitaria, sino una panacea para convertir dicha formación en otra cosa que ahora desconocemos.

El riesgo que se corre es alto: se podría desmontar la formación universitaria, una de las mejores producciones de la humanidad, y acabar construyendo algo que ya no cumpla con sus cometidos.

La propuesta del Ministerio de Universidades

Veamos un ejemplo palmario. Hace pocos días, desde el Ministerio de Universidades de España se ha sugerido a las universidades que pregunten a los estudiantes cómo quieren ser evaluados. Ya sabemos que la virtualidad ofrece multitud de opciones y posibilidades, pero esa decisión debe tomarla en último término quien tiene la responsabilidad de evaluar.

Eso es como recomendar a los cirujanos que pregunten a sus pacientes cómo quieren ser operados o sugerir a los pilotos que consulten con sus pasajeros cómo se debe conducir un avión. ¡Oiga, usted sabrá!, dirán pacientes y pasajeros, mientras se levantan de las camillas y salen de los aviones a toda prisa.

Además, si los modos de evaluar son cosa de los estudiantes, habría que preguntarse qué imagen del profesorado tiene quien lo plantea, si la de expertos que quieren lo mejor para sus estudiantes u otra cosa distinta. La universidad es de los estudiantes, claro que sí, pero también de los profesores, así como de la ciencia y la cultura que allí se gesta y transmite. La universidad se hace entre todos, sabiendo lo que debe hacer cada uno.

La virtualidad es un terreno fecundo, incluso para que broten ocurrencias que malbaratan los fines de la formación universitaria. Habrá que estar atentos porque todo indica que llegarán más ingeniosidades. Y nos tocará pensar si estas mejoran la formación universitaria o le hacen un flaco favor, si nos convierten en otra cosa o nos permitirán seguir siendo una comunidad de exploradores de conocimientos, verdades, bellezas y bondades. También en la virtualidad.

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