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El presidente estadounidense, Donald Trump, ha perfeccionado el arte de contar relatos políticos. Joshua Roberts/Reuters

De Podemos a Trump, el ‘storytelling’ explica la política mundial

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¿En qué se parece el actual presidente Donald Trump al líder del partido español Podemos, un profesor universitario de la izquierda política con el pelo largo llamado Pablo Iglesias?

La tentación es responder: en nada.

Otra sería la respuesta si la comparación fuera entre Trump y Silvio Berlusconi, el ex primer ministro de Italia. Salvo por el idioma y lugar de nacimiento, no es aventurado afirmar que Trump es el “Berlusconi” estadounidense: outsiders de la política y empresarios poderosos que llegaron a la cima del poder.

Dicen que la mitad de los italianos no conciliaba el sueño durante la gestión de Berlusconi. Con Trump probablemente el insomnio abarca a muchos millones más dentro y fuera de los Estados Unidos.

Pero me distraigo. Volviendo a la pregunta original, la paradoja es que aunque Trump e Iglesias tienen propuestas ideológicas antagónicas –y desde ya hay cosas que Iglesias ni piensa, diría o haría jamás y que Trump sí– mis estudios revelan que los dos emplean la misma táctica narrativa, conocida como “relato político o novelas del poder”.

Narrativas como herramienta política

Las claves pueden encontrarse en sus estrategias de comunicación y en los destinatarios de sus mensajes, los desesperanzados a uno y otro lado del Atlántico: los “blancos de case trabajadora” de EEUU y los “indignados”, como se autodenominaron en España.

Funciona así: cuanto más desesperanzados, cuanto más cansados de escuchar las mismas promesas incumplidas, cuantas más veces piensen que el futuro de sus hijos será posiblemente igual o peor que el presente; más predispuestos estarán a escuchar, creer y a votar a quienes les proponen algo distinto, algo nuevo, aún desde los confines del sistema político.

Pablo Iglesias del movimiento español populista de izquierda Podemos. Andrea Comas/Reuters

Algo que los conmueva, una historia, un relato, que con más emoción que razón les haga latir el corazón más rápido. Porque, nos guste o no, las “Resonancias Magnéticas Funcionales” (MRI) del cerebro han demostrado que en la puerta de acceso a la información política se lee “emociones”.

De esto se tratan los relatos políticos. Y ambos líderes, tanto el progresista español como el atípico republicano norteamericano, a su manera los han sabido emplear.

No es un fenómeno nuevo ni único. Los liderazgos populistas en Latinoamérica de la última década así lo atestiguan.

Hugo Chávez en Venezuela es su máxima expresión, llegando al extremo de modificar el nombre de su país. Los Kirchner en Argentina. Evo Morales en Bolivia, entre otros. Todos ellos han demostrado el poder de las narrativas en la comunicación y la consecuente seducción de los votantes desilusionados.

¿Cuáles son las características de estas narrativas, si es que van a ser exitosas?

9 características de los relatos políticos

  1. Son novelas del poder, donde unos “muy buenos” son víctimas de otros “muy malos”. Trump en su discurso inaugural señaló numerosas oposiciones de ese tipo, enfrentando a “Washington” en contra del pueblo: políticos malvados, que no hicieron nada mientras “los empleos desaparecieron y las fábricas cerraron”, versus los pobres ciudadanos.

  2. Apelan a recuperar la “grandeza” que algunos políticos ineptos o inescrupulosos han provocado que se pierda. Proponen una batalla épica en la que el bien se impondrá al mal. En España, Iglesias se puso en contra de los monstruos del “totalitarismo financiero” que había humillado a todos.

  3. Requieren de un mensaje emocional y cargado de propuestas simples y directas: “Construiré un muro y lo pagarán los mexicanos”.

  4. Ofrecen propuestas que deben parecer verosímiles, aunque no ser necesariamente factibles. Pero deben hacer creer que otro futuro es posible. La propuesta del ex-presidente de Brasil Lula da Silva con el plan “hambre cero” es un buen ejemplo.

  5. Tratan de recuperar la mística en la gente, vinculando a las personas con sus orígenes y sus valores perdidos. ¿Cómo y cuándo? Eso es lo de menos, lo que importa es vivificar los sueños: “Make America Great Again”.

  6. Construyen o reconstruyen una identidad cuyo referente único suele ser un líder que se define como algo diferente: “chavismo”, “kirchnerismo”, “maoismo”. Los grandes relatos protagonizados por líderes personalistas pueden devenir con facilidad en un autoritarismo. No todos –Nelson Mandela en Sudáfrica y Felipe González en España son excepciones destacadas– pero sí la mayoría.

Dos expresidentes autores de su propia historia: de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, y de Brasil, Luiz Inacio ‘Lula’ da Silva. Paulo Whitaker/Reuters
  1. Recuperan mitos fundacionales. Por ejemplo, citando a los “padres fundadores” en los EEUU (George Washington, Abraham Lincoln) o a los principios fundamentales de una revolución, como podría ser “el espíritu revolucionario de Cuba”.

  2. Imponen una dialéctica basada en un “ellos” y “nosotros”. Con el paso del tiempo esto produce nefastas divisiones dentro del cuerpo social. Véase, por ejemplo, el caso del kirchnerismo en Argentina. Los enemigos pueden ser desde los musulmanes y los inmigrantes (Trump) hasta la insaciable Unión Europea (Iglesias).

  3. Emplean analogías simples y explicaciones lineales, pero no menos efectivas en el imaginario social. Dirá Pablo Iglesias en España: “Bendita gente, maldita casta”, en alusión a la contraposición entre la ciudadanía y la clase política que se alternó en el poder en España en los últimos 40 años.

Al final del cuento

Además de demostrar una ignorancia de la historia de la política mundial, menospreciar el poder de una propuesta política que movilice fuerzas con semejante componente emocional y poder de convocatoria puede ser un suicidio electoral.

En muchos países ya lo han sufrido partidos tradicionales, que ingresaron en crisis graves de representatividad hasta el extremo de afectar la estabilidad misma del sistema político. Venezuela es un ejemplo crítico actualmente. Como lo es también que en España hayan estado meses sin poder conformar gobierno después de sus últimas elecciones.

Donald Trump spinning his yarns.

Las narrativas políticas poseen muchas tramas o guiones posibles, casos como Podemos y Trump son reivindicativas: por fin han llegado los héroes que “verdaderamente” representan a los abandonados de los políticos tradicionales.

Ambos, Trump e Iglesias, dirían que esos marginados, los protagonistas de sus historias, son lo mejor que la sociedad tiene para ofrecer.

Los relatos o narrativas no son eternos; como los países, atraviesan fases de desarrollo consolidación y decadencia. Si no tienen la capacidad de reinventarse, aparecen los “contra-relatos” y la historia se recicla una vez más.

La construcción de narrativas políticas no es algo nuevo. Se puede trazar desde los griegos, con sus mitologías, a los romanos, con sus construcciones conmemorativas, como las columnas de los emperadores en los foros romanos.

Muchos presidentes latinoamericanos modernos han sido consumados narrados políticos. Francesco Spotorno/Reuters

La Revolución Francesa, la Revolución Americana, la Soviética, la China, la Cubana, el Chavismo Bolivariano y tantas otras, todos están cargados de una épica y simbolismos sin cuya presencia posiblemente su valor histórico se hubiera aligerado. Se han usado y se siguen usando para superar crisis políticas y sociales.

Finalmente y como curiosidad, es notable que muchas de ellas apelaron a la construcción de murallas o muros, desde las de Troya hasta el muro de Berlín.

Todas fracasaron, algunas más estrepitosamente que otras. Como suele suceder cuando los políticos quieren dar respuestas simples a problemas complejos, casi siempre la historia ha sido particularmente impiadosa con ellos.

This article was originally published in English

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