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Diagnóstico: pandemia de soledad

En las sociedades avanzadas del hemisferio Norte (Suiza, Alemania, Irlanda, Islandia, Suecia, Holanda y Dinamarca) y también del Sur (Australia, Hong Kong y Singapur), existen personas infelices, no tanto por las condiciones materiales, sino por determinantes psicosociales. Es lo que se podría diagnosticar como “pandemia de la soledad”, que afecta a cualquier persona con independencia de su estatus socio-económico, a escala global.

Frente a estas circunstancias, hay países comprometidos en la erradicación de la soledad como el Reino Unido, donde se creó el pasado año un Ministerio para la Soledad con la ministra Tracey Crouch.

También en Japón, una de las sociedades más longevas por su alta esperanza de vida, hubo preocupación cuando se detectó el fenómeno kodokushi de personas mayores que morían solas en sus hogares. A partir de ahí, se construyeron complejos de viviendas (danchi) para ancianos que requerían atención especializada en ese tramo de sus vidas.

La Organización Mundial de la Salud alerta de que las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de mortalidad, y hay estudios que demuestran que la soledad se asocia con mayores cifras de presión arterial, alteraciones del sistema inmune y mayor riesgo de muerte prematura. Pero también, la soledad puede llevar a la muerte de un individuo por otros motivos, porque sentirnos solos nos deprime y nos conduce al sedentarismo. En definitiva, la soledad no es cardiosaludable.

Esta nueva patología afecta al organismo humano, cardiaca y cerebralmente. Imaginemos un cerebro en el cual la sinapsis neuronal no funcionara por falta de estímulos; algo similar ocurre cuando una persona no interactúa con otras como parte de su sociabilidad humana. Para la OMS, la soledad es uno de los mayores riesgos para el deterioro de la salud.

Epidemia sénior

En el mundo contemporáneo, el virus de la soledad parece extenderse, y afecta a cualquier persona con independencia de dónde se encuentre. Aunque resulte incomprensible que esto ocurra en el primer mundo, donde tanto consumimos-derrochamos, donde estamos hiperconectados y morimos centenarios, los posibles índices de soledad se observan en cualquier grupo etario, principalmente en los sénior.

La soledad no deseada destaca entre los miedos analizados en la sociedad española, y es la preocupación mayoritaria entre los mayores de 65 años, es decir, la generación de babyboomers. Adultos mayores, que a veces resultan invisibles social, ética y estéticamente frente al discurso juvenilista o juvenalismo, aunque muchos contribuyan anónima y subsidiariamente al bienestar familiar mediante prestaciones económicas y atenciones familiares. La “nueva vejez”, como grupos de personas que acceden a la jubilación con mayores recursos económicos y sociales que las generaciones precedentes, son agentes de bienestar familiar y social.

No deseada, sino impuesta

El significado de la soledad para los mayores hace referencia a la falta de compañía, permanente o temporal; es decir, personas que están solas, que se sienten solas, como sentimiento doloroso y temido, según el Observatorio de Personas Mayores. No son situaciones buscadas, sino impuestas por las circunstancias de quien la sufre, incrementadas con la edad y condicionadas por el género –las mujeres, al ser más longevas, están más predispuestas a vivir solas durante la vejez–.

La otra referencia a la soledad no implica una vivencia desagradable, sino una experiencia enriquecedora, aunque la mayoría de los mayores que viven solos se han visto obligados y reconocen que será temporal. La Fundación Pilares indica que en el proceso de envejecimiento poblacional surge el aging in place o aging at home, que sería la preferencia de aquellos sénior por seguir viviendo en sus propias casas, con cierto nivel de independencia, en lugar de vivir en residencias.

Seguir viviendo en tu propia casa puede preservar la salud si las condiciones del hogar y la funcionalidad personal son adecuadas. En el estudio de Fernández-Carro, el porcentaje de personas que prefieren envejecer en casa es del 90%. En el caso de que se presentaran limitaciones físicas o cognitivas, el 56% de los entrevistados afirmaron que preferirían ir a vivir en la casa de algún familiar, y a poder ser, en la casa de sus hijos adultos.

Otros datos apuntan que se trata de un problema personal y social en España que, focalizado en la soledad en las personas mayores, podría calificarse como maltrato según la Confederación Española de Organizaciones de Mayores. Por tanto, la soledad no deseada sería un tipo de edadismo, sin estar sancionada por el sistema penal español.

Vejez y soledad

El Estado de la Población Mundial 2018 destaca que España será uno de los países más longevos en 2050. La soledad será un fenómeno al alza si no se adoptan políticas adecuadas para integrar a los mayores en cualquier ámbito de la sociedad. De ahí que algunos propongamos fortalecer las relaciones intergeneracionales mediante la huella generacional.

España ultima la Estrategia Nacional contra la Soledad de las personas mayores desde el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social. Conforme a indicadores de envejecimiento demográfico, unos dos millones de personas de más de 65 años viven solas. El 80% son mujeres, con una esperanza de vida de 85,8 años.

Los investigadores del CSIC manifiestan que la edad aumenta la posibilidad de vivir en soledad, si bien la frecuencia del contacto con los hijos atenúa esta soledad. Los mayores españoles se sitúan por encima de la media europea, y presentan niveles tan altos o iguales que los jóvenes en cuanto a su felicidad autopercibida.

Los resultados de la Encuesta Continua de Hogares del 2016 indican que el 22,4% de los españoles de 65 o más años viven solos. Entre las personas de 85 y más años este porcentaje pasa al 34,2% de los españoles en ese rango de edad.

Para concluir, el Informe sobre Desarrollo Humano 2018 revela que la mayoría de las personas más longevas tienen un nivel mayor de educación y más acceso a bienes y servicios, pero la calidad del desarrollo humano evidencia grandes déficits. Por consiguiente, el hecho de vivir más no significa que se disfrute de la vida durante más años, si existen problemas de soledad en los mayores.

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