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El cambio climático hará que aumenten los incendios en el Mediterráneo

Para poder afirmar algo como lo que plantea el titular con firmeza, primero debemos analizar con detalle varias cuestiones.

¿Están aumentando los incendios?

No. Aunque pueda parecer lo contrario, la evidencia científica indica que los incendios que afectan al Mediterráneo europeo han disminuido en las últimas décadas, tanto en número como en extensión total de área quemada.

Hemos analizado las tendencias en las series de incendios ocurridos en Portugal, España, sur de Francia, Italia y Grecia. Para ello hemos utilizado bases de datos homogeneizadas, que integran las estadísticas oficiales de incendios que proporcionan tanto agencias nacionales como europeas.

En el período entre 1985 y 2011, las series anuales de área quemada muestran una tendencia negativa, con la excepción aislada de Portugal.

Si miramos el conjunto, encontramos una disminución en la extensión del área quemada total del 66 % (respecto al valor medio de la serie histórica). Esto equivale a una reducción de unos 3 000 km² en el total del periodo analizado.

Obtenemos unos resultados muy parecidos en cuanto al número de incendios ocurridos durante ese rango de tiempo. En este caso, el descenso es del 59 %, lo que equivale a más de 12 000 incendios menos.

¿Por qué disminuyen los incendios?

Ya sea a escala regional o global, los factores que determinan la ocurrencia y severidad de los incendios son: la actividad humana, la variabilidad climática y la distribución de la vegetación (su combustible).

El factor humano es esencial. Ejerce una influencia directa sobre los incendios, no solo en su ignición, pues la actividad humana está detrás de la inmensa mayoría, sino también en su extinción. También indirecta, gracias a las medidas de prevención, que incluyen cambios en el comportamiento de la población. De hecho, el creciente esfuerzo en la gestión y prevención de incendios probablemente está detrás de su disminución. Este efecto antropogénico muestra una tendencia clara a largo plazo debido al aumento de los recursos destinados, pero tiene una variabilidad interanual limitada si nos centramos en el corto plazo, dentro de una misma década.

A escala regional, hemos llevado a cabo numerosos estudios que muestran que solo el factor climático presenta una variabilidad interanual alta análoga a la de los propios incendios.

¿Cuál es la relación entre clima e incendios?

Las características del combustible dictan si un ecosistema sufrirá incendios con mayor o menor facilidad, y también el área que se verá afectada. Estas propiedades del material vegetal son: presencia, cantidad, inflamabilidad (que depende del contenido de humidad) y conectividad.

La actividad de los incendios presenta dos mínimos en extremos opuestos. Uno, en ecosistemas con una alta aridez como desiertos y sabanas, donde la propagación del fuego está limitada por la ausencia de vegetación. Otro, en sistemas con una baja aridez, donde el combustible es abundante pero los incendios están limitados por el alto contenido de humedad del mismo. Por ejemplo, los bosques de coníferas.

En los ecosistemas donde el combustible es limitado, una anomalía climática húmeda con abundantes precipitaciones puede aumentar la superficie vegetal, lo que incrementaría el riesgo de incendios.

Por otro lado, en los ecosistemas húmedos donde el combustible es abundante, las sequías y los períodos de calor prolongado favorecen que el combustible se seque y pueda arder con más facilidad.

Hemos analizado el impacto de las sequías coincidentes y de las condiciones de humedad previas en la extensión de área quemada durante el verano en la Europa mediterránea. En la mayoría de las regiones, lo que hallamos es una fuerte relación entre el fuego y las sequías del mismo verano. Las condiciones climáticas previas juegan un papel menor.

El fuerte vínculo entre incendios y sequías sugiere que el mecanismo por el cual las anomalías cálidas y secas afectan a la peligrosidad de los incendios es sencillo. Estas anomalías secan la vegetación, lo que da lugar a un combustible que se inflama con mayor facilidad.

Sin embargo, en las últimas décadas, mientras que la sequía ha aumentado, los incendios en el Mediterráneo europeo han disminuido. Estas tendencias opuestas sugieren que las acciones de gestión y prevención de incendios han contrarrestado, hasta ahora, la tendencia esperable desde un punto de vista climático.

¿Qué podemos esperar en el futuro?

El sur de Europa se ha vuelto más cálido y seco en un pasado reciente, una tendencia que se espera que continúe en las próximas décadas. Esto, según los modelos que hemos generado, conllevará un mayor riesgo de grandes incendios.

Según nuestros resultados, los lugares más fríos, húmedos y productivos en términos de vegetación son más sensibles a los incendios durante los períodos secos. Además, la sensibilidad del fuego al clima en las regiones del sur puede servir para entender qué pasará en el norte, pues el cambio climático acercará sus condiciones climáticas a las del actual sur.

En este sentido, el área quemada en las zonas del sur de Europa aumentará de forma casi exponencial. Si la temperatura media global se incrementa un 1,5 ºC, los incendios lo harán un 40%. Si esta sube hasta los 3 ºC, los incendios se duplicarán. Por eso cumplir el acuerdo alcanzado en la Cumbre del Clima de París de limitar el calentamiento por debajo de los 2 ºC es algo tan necesario.

Estos resultados, en combinación con los grandes incendios forestales de los últimos años, exigen un replanteamiento de las estrategias actuales de gestión de incendios. Los efectos del cambio climático podrían superar los esfuerzos de prevención de incendios, lo cual reclama más esfuerzos de gestión en el futuro cercano. Modelar la relación entre clima e incendios es crucial para poder identificar acciones clave.

Los pronósticos climáticos estacionales abren una ventana de oportunidad para una adaptación más efectiva a la variabilidad climática. Ofrecen una herramienta para la previsión de riesgos poco explotada que podría contribuir a reducir la repercusión de condiciones climáticas adversas sobre los incendios.

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