tag:theconversation.com,2011:/es/topics/cargos-politicos-57513/articlescargos políticos – The Conversation2018-10-07T20:53:16Ztag:theconversation.com,2011:article/991272018-10-07T20:53:16Z2018-10-07T20:53:16ZEfectos negativos de la moralización en la política<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/239496/original/file-20181005-72113-asjrys.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C5168%2C3430&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/text-moral-on-cubes-249927778">Shutterstock / TypoArt BS</a></span></figcaption></figure><p>La moral impregna cada vez más nuestra política. Debates morales que parecían haber salido del debate político han vuelto con fuerza (pensemos en el aborto o en la reciente polémica en torno a la prostitución). La moral está además cada vez más presente en la evaluación a la que sometemos a nuestros representantes. Sus preferencias morales concretas o sus rasgos de carácter parecen pesar más en la evaluación de su desempeño que su capacidad para diseñar e implementar medidas <a href="https://elpais.com/elpais/2018/09/30/opinion/1538327826_235457.html">efectivas</a>. </p>
<p>La creciente moralización de la política parece una dinámica deseable. Quizás a la política le venga bien tener una marcada agenda moral. Quizás eso acabe por fortalecer la integridad de nuestros políticos, reduciendo los preocupantes niveles de corrupción en la gestión pública. </p>
<p>Después de todo, en otros ámbitos la <a href="http://journals.sagepub.com/doi/10.1111/1467-9280.00139">moralización</a> ha funcionado como herramienta para cambiar conductas y hábitos perniciosos, así que quizás pueda funcionar también para enmendar nuestra maltrecha política. Quizás incluso pueda defenderse que una <a href="https://www.elconfidencial.com/cultura/2018-03-08/sanchez-cuenca-superioridad-moral-izquierda-entrevista_1531958/">determinada ideología política</a> tiene mejores credenciales morales -y que por esa razón deberíamos preferirla. </p>
<p>Sin embargo, cuando atendemos a algunos hallazgos empíricos recientes, hay buenas razones para que nos preocupemos por la progresiva moralización que se empieza a vislumbrar en nuestra esfera pública. </p>
<p>En lo que sigue voy a presentar algunos de esos hallazgos. Mi objetivo es convencer al lector de que un debate político moralizado en exceso puede dañar nuestra convivencia democrática. </p>
<h2>La moral como objeto de estudio</h2>
<p>La moral, durante siglos territorio exclusivo de teólogos y filósofos, ha pasado a ser un <a href="http://www.oxfordscholarship.com/view/10.1093/acprof:oso/9780199582143.001.0001/acprof-9780199582143">ámbito de investigación</a> para <a href="http://www.joshua-greene.net/moral-tribes/">multitud de científicos sociales</a>. </p>
<p>Aunque todavía no podemos explicar muchos de los pliegues que caracterizan nuestra vida moral, algunos hallazgos empiezan a emerger de forma nítida. El avance es lento, pero pueden afirmarse ya algunas cosas con bastante certeza. </p>
<p>Podemos afirmar, por ejemplo, que sin ciertas normas morales básicas –de reciprocidad, de evitación del daño físico directo o de igualdad en el reparto– sería imposible estabilizar ciertos intercambios cooperativos que son vitales para la pervivencia de cualquier grupo. </p>
<p>Desde hace tiempo sabemos que nuestra moral, esa compleja amalgama de prácticas, hábitos, normas, emociones y constructos simbólicos, contribuye a minimizar los efectos adversos del egoísmo. Pero empezamos también a entender que nuestra moral es un arma de doble filo. Además de servir para unir y cohesionar, tiene un potencial tremendo para iniciar el conflicto, el antagonismo y la violencia entre grupos que abrazan valores morales opuestos.</p>
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<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/239494/original/file-20181005-72113-1h63oje.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=6%2C0%2C4018%2C4012&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/239494/original/file-20181005-72113-1h63oje.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=600&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/239494/original/file-20181005-72113-1h63oje.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=600&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/239494/original/file-20181005-72113-1h63oje.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=600&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/239494/original/file-20181005-72113-1h63oje.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=754&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/239494/original/file-20181005-72113-1h63oje.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=754&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/239494/original/file-20181005-72113-1h63oje.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=754&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-illustration/business-team-coordination-political-bipartisan-support-498814963">Shutterstock / Lightspring</a></span>
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<h2>Dos formas de moralizar la política</h2>
<p>El potencial divisivo de la moral para nuestra convivencia política ha comenzado a explorarse recientemente. Se empiezan a vislumbrar dos formas básicas de división moral dentro de una comunidad política. </p>
<p><strong>La primera</strong> tiene que ver con el perfil moral de los distintos grupos dentro de una comunidad política. La moral puede dividir porque los grupos políticos abrazan valores morales distintos.</p>
<p>En varios estudios empíricos, <a href="http://people.stern.nyu.edu/jhaidt/">Jonathan Haidt</a> ha constatado que los liberales americanos (usualmente demócratas) y los conservadores (republicanos) perciben de modo distinto el <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/19379034">mundo moral</a>). </p>
<p>La evidencia facilitada por Haidt indica que los liberales dan más peso a valores como la autonomía individual y la justicia, mientras que los conservadores se identifican más con valores que tienen que ver con el respeto de la autoridad, la pertenencia al grupo o la pureza de ciertas prácticas y relaciones. Estos dos perfiles morales explicarían parte de las agendas políticas de ambos partidos. </p>
<p>Los liberales tienden a priorizar asuntos de justicia, redistribución o protección de la autonomía de ciertos colectivos desfavorecidos. </p>
<p>Los conservadores, en cambio, privilegian asuntos relacionados con la moral sexual y reproductiva, con la pertenencia a una determinada comunidad y con el respeto de la autoridad. </p>
<p>Estos perfiles morales divergentes podrían en principio coexistir de modo armonioso. Los liberales podrían pensar que los conservadores simplemente abrazan valores distintos y que en última instancia los valores de ambos grupos son igualmente respetables. Y lo mismo podrían pensar los conservadores. La evidencia nos indica, sin embargo, que esa tolerancia resulta una quimera. </p>
<p>Ambos grupos políticos (liberales y conservadores) perciben el perfil moral del otro grupo de forma peculiarmente estereotipada. Sin duda exageran el compromiso del otro grupo con sus propios valores (como sucede con cualquier estereotipo), pero lo más interesante es que <em>tanto los liberales como los conservadores</em> creen que el otro grupo político no valora los ideales morales del grupo <a href="https://righteousmind.com/about-the-book/reviews/u%C3%AD">opuesto</a>. Parece que las dos facciones políticas creen que el otro grupo tiene un claro interés en destruir los valores morales propios. </p>
<p><strong>La segunda</strong> forma en que una comunidad política puede dividirse por cuestiones morales tiene que ver con el modo en que concebimos nuestros valores. Abrazamos nuestros ideales morales con gran convicción y esa convicción puede erosionar el debate político. </p>
<p>Durante mucho tiempo muchos filósofos y algunos psicólogos han proclamado que solemos concebir nuestras opiniones morales en clave objetivista o universalista. Creemos que esas opiniones son correctas en virtud de algún hecho externo y que su corrección no varía de un contexto a <a href="https://books.google.es/books/about/Ethics.html?id=0ym2XdujHsMC&redir_esc=y">otro</a>. </p>
<p>La realidad, sin embargo, es mucho más <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S001002770700176X?via%3Dihub">compleja</a>. Algunas personas reconocen que podrían estar equivocadas sobre casi cualquier cuestión moral. Otras conciben sus opiniones morales de forma marcadamente absolutista. Creen que solo hay una postura correcta en un debate moral y que alguien (normalmente el otro) debe estar equivocado. Y para la gran mayoría de nosotros el objetivismo y el relativismo es una cuestión de grado, que depende de lo que se <a href="https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/09515089.2011.633751">esté</a> <a href="https://link.springer.com/article/10.1007/s13164-009-0013-4">debatiendo.</a></p>
<p>El modo en que percibimos nuestra posición moral parece tener importantes consecuencias prácticas. En relación con el tema que nos ocupa, que una comunidad política esté conformada por más o menos absolutistas morales puede afectar a la convivencia dentro de la comunidad. Y puede hacerlo al menos de tres formas distintas. </p>
<p>Parece que existe una correlación robusta entre una marcada convicción moral sobre un determinado asunto y una mayor disposición a mostrarse intolerante con quienes expresan opiniones morales <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/18685130">contrarias</a>. </p>
<p>También sabemos que resulta muy difícil acordar un mecanismo de mediación para resolver un desacuerdo moral cuando las personas implicadas tienen fuertes <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/15982112">convicciones morales</a> (cuando se conciben como universalistas u objetivistas). </p>
<p>Esto contrasta con aquellos desacuerdos morales entre quienes no muestran una fuerte convicción moral. En esos casos parece que resulta fácil acordar un <a href="https://www.researchgate.net/publication/231583261_On_being_loud_and_proud_Non-conformity_and_counter-conformity_to_group_norms">mecanismo para resolver el conflicto</a>. </p>
<p>Por último, también sabemos que la participación política puede depender significativamente de cómo perciban los ciudadanos sus compromisos morales. La percepción objetivista de la propia posición moral parece ir de la mano de una mayor participación en <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/22435846">movimientos sociales o cívicos</a>. Y algunos sugieren que el comportamiento electoral también podría verse influido por una<a href="https://www.researchgate.net/publication/227693911_Moral_and_Religious_Convictions_and_Intentions_to_Vote_in_the_2008_Presidential_Election"> mayor o menor convicción moral</a>.</p>
<h2>Polarización política y moral - una hipótesis exploratoria</h2>
<p>Los percepción estereotipada de los compromisos morales de otros grupos políticos y las consecuencias negativas derivadas de un excesivo objetivismo o absolutismo moral sugieren una hipótesis sobre el reciente incremento de la polarización política. </p>
<p>Quizás parte de la intolerancia y el odio político que observamos en la actualidad pueda explicarse por la conjunción de los dos factores anteriores. </p>
<p>Por un lado, cada vez más gente cree que el otro grupo político tiene como objetivo fundamental atacar sus valores morales. Esta percepción desviada de las motivaciones morales del otro grupo político quizás explique parte de la intolerancia y la discriminación que venimos observando <a href="https://www.eldiario.es/piedrasdepapel/polarizacion-partidista-discriminacion-politica_6_580301983.htm">en épocas recientes</a>. </p>
<p>Por otro lado, incluso si la mayoría de los ciudadanos son capaces de adoptar una posición tolerante sobre ciertos debates morales, cabe la posibilidad de que algunas dinámicas sociales profusamente estudiadas (<em><a href="https://www.press.uchicago.edu/ucp/books/book/chicago/U/bo27527354.html">social sorting</a></em>, <em><a href="https://global.oup.com/academic/product/going-to-extremes-9780195378016?cc=es&lang=en&">echo chambers</a></em>, etc.) fomenten una actitud absolutista y objetivista en ciertos grupos dentro de cada partido, con las consecuencias negativas que citamos arriba: el grupo de absolutistas morales quizás muestre más intolerancia y menos capacidad para el compromiso y la negociación con el adversario político. En la medida en que los absolutistas morales son más activos y visibles dentro de cada partido, cabe esperar que la agenda política se oriente con el fin de satisfacer sus intereses.</p>
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<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/239500/original/file-20181005-72133-vf850q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/239500/original/file-20181005-72133-vf850q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/239500/original/file-20181005-72133-vf850q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/239500/original/file-20181005-72133-vf850q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/239500/original/file-20181005-72133-vf850q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/239500/original/file-20181005-72133-vf850q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/239500/original/file-20181005-72133-vf850q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/hiking-trail-signs-send-mixed-signals-1134919769">Shutterstock / Pam Joy</a></span>
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<h2>No hay recetas mágicas</h2>
<p>¿Qué podemos hacer para minimizar la incipiente polarización moral dentro de nuestra política? </p>
<p>Como en cualquier problema social complejo, no parece que haya una única solución que nos permita atajar los efectos negativos descritos arriba. Podemos, no obstante, esbozar algunos puntos fijos que deben tenerse en cuenta antes de diseñar posibles intervenciones. </p>
<p>De entrada, debemos recordar que el debate moral es esencial para una democracia sana, y como tal lo valoramos. Los efectos indeseables de esta polarización moral, por tanto, no deberían corregirse limitando la expresión de ideales morales en la esfera pública. </p>
<p>Tampoco parece que podamos atenuar la distancia moral entre las facciones políticas apelando a un ideal moral más general. Las minorías absolutistas de cada partido son muy activas, como dijimos arriba, y parece plausible suponer que esas minorías lucharán para que su universo moral sea el que defina el contenido de <a href="https://www.cambridge.org/core/books/democracy-and-moral-conflict/B51C7B8FEADD0229F1DDB4D3B83A6AB9">cualquier regla de tolerancia</a>. </p>
<p>Seguramente, y con esto acabo, las intervenciones más plausibles sean indirectas. </p>
<p>Será fundamental no favorecer demasiada homogeneidad dentro de los partidos políticos y articular los contextos de interacción de su militancia de tal modo que ciertas dinámicas perniciosas resulten menos habituales. </p>
<p>Aunque conviene asumir que la política tiene un foco moral que seguirá atrayendo el interés de muchos absolutistas, pueden hacerse muchas cosas dentro de los partidos (a nivel organizativo y de cultura política) para que las dinámicas que favorecen a los radicales sean menos frecuentes. </p>
<p>Igualmente, parece plausible suponer que más información sobre la posición moral real de la militancia de cada grupo político puede ayudar a reducir la percepción estereotipada que apuntamos arriba. </p>
<p>Son consejos generales, ciertamente, que más bien apuntan hacia un posible marco de análisis que debería ayudar a formular soluciones más concretas, encaminadas a minimizar el creciente partidismo. </p>
<p>Pero quizás estamos en ese momento en el que apuntar hacia el problema y sus posibles causas ya resulta un avance importante. Habrá que seguir moviéndose.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/99127/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Antonio Gaitán Torres enseña e investiga sobre aspectos filosóficos y aplicados de nuestro pensamiento moral.
Actualmente es Profesor Visitante Doctor en la Universidad Carlos III de Madrid
</span></em></p>La creciente moralización de la política parece deseable porque podría fortalecer la integridad de los políticos, reduciendo la corrupción. Pero un debate político moralizado en exceso puede dañar nuestra convivencia democrática.Antonio Gaitán Torres, Profesor Visitante Doctor, Universidad Carlos IIILicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1043312018-10-04T21:57:36Z2018-10-04T21:57:36Z¿Democracia representativa o democracia directa?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/239117/original/file-20181003-52660-hr5itw.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C9%2C6026%2C4651&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">La escuela de Atenas, Rafael Sanzio.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Raffael_058.jpg?uselang=es">Wikimedia</a></span></figcaption></figure><p>Las democracias son sistemas de gobierno basados en el principio moral de la igualdad política de los ciudadanos. En palabras de <a href="https://politicalscience.yale.edu/news/robert-dahl-sterling-professor-emeritus-political-science-passes-away">Robert Dahl</a>, significa que la vida, la libertad y la felicidad de una persona no deben ser consideradas intrínsecamente superiores o inferiores a las de cualquier otra.</p>
<p>También significa que cada adulto tiene derecho a tomar las decisiones sobre aquello que corresponda a su mejor interés, bien sea en el ámbito privado como en el ámbito público. </p>
<p>En otras palabras, todo adulto debe ser considerado como igualmente cualificado para participar en la vida política, en el proceso de toma de decisiones colectivas. Esta es la consideración de la democracia como ideal de gobierno. </p>
<p>Una consideración distinta recae en la democracia como práctica efectiva de gobierno, sus instituciones reales, sus condiciones sociales y económicas, así como sus imperfecciones y contradicciones con los ideales. </p>
<p>A continuación, distinguiremos dos grandes tipos de democracia real: la representativa y la directa. ¿Cuál de los dos es mejor? </p>
<p>Esta pregunta no tiene una respuesta simple y válida para cualquier sociedad y época. Más bien, la respuesta dependerá del tipo de sociedad y de gobierno que se pueda y se quiera implantar. </p>
<p>Las democracias contemporáneas son representativas, en las cuales los gobernantes toman las decisiones en nombre de los ciudadanos tras un proceso electoral. Sin embargo, en otros tiempos han existido democracias directas, donde los ciudadanos mismos han tomado las decisiones de gobierno sin necesidad de elegir representantes.</p>
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<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/239111/original/file-20181003-52669-uozfrp.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/239111/original/file-20181003-52669-uozfrp.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/239111/original/file-20181003-52669-uozfrp.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/239111/original/file-20181003-52669-uozfrp.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/239111/original/file-20181003-52669-uozfrp.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/239111/original/file-20181003-52669-uozfrp.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/239111/original/file-20181003-52669-uozfrp.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="caption">Una asamblea (Landsgemeinde) del cantón suizo de Glaris, en 2006.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Landsgemeinde_Glarus_2006.jpg">Wikimedia</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/">CC BY-SA</a></span>
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<h2>Democracias directas</h2>
<p>La Grecia y la Roma clásicas son los ejemplos más conocidos de democracias directas. Sus instituciones políticas se organizaban alrededor de una asamblea, donde todos los ciudadanos podían participar y decidir de forma colectiva los asuntos de gobierno. </p>
<p>También ciudades-estado como Venecia y Florencia, entre los siglos XII y XIV, fueron democracias directas, así como un conjunto de pequeñas sociedades en Escandinavia o en los Alpes, también en la baja Edad Media.</p>
<p>Además de la asamblea, compartían otras características comunes, como un volumen de población reducido, recursos económicos comunes o colectivos, una desigualdad reducida, un grupo numeroso de hombres libres (lo que hoy llamaríamos clases medias). </p>
<p>Sin embargo, eran democracias exclusivas y excluyentes, sin participación de las mujeres, los esclavos o los extranjeros. Ni tampoco existía la pretensión de que pudieran incorporarse a la vida política. </p>
<p>Por último, pero no menos importante, todas estas sociedades fueron sustituidas o derrotadas por estados o imperios más fuertes y más capaces.</p>
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<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/239119/original/file-20181003-52678-zvetgo.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/239119/original/file-20181003-52678-zvetgo.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/239119/original/file-20181003-52678-zvetgo.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/239119/original/file-20181003-52678-zvetgo.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/239119/original/file-20181003-52678-zvetgo.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/239119/original/file-20181003-52678-zvetgo.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/239119/original/file-20181003-52678-zvetgo.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="caption">Carteles electorales en las calles de Alicante en diciembre de 2015.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/alicante-spaindecember-5-2015-political-campaign-349842587">Shutterstock / Olaf Speier</a></span>
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<h2>Democracias representativas</h2>
<p>La representación de la voluntad de los ciudadanos define a las democracias contemporáneas, a la vez que incluye un elemento no igualitario y por ello controvertido. Las personas que ocupan los cargos de gobierno toman las decisiones en nombre de los ciudadanos, pues ocupan estos cargos por elección, por el voto popular. Esta realidad es tan fuerte y está tan asentada que parece natural. </p>
<p>Sin embargo, podría accederse a los cargos por otros métodos: sorteo (como ocurre en las mesas electorales), herencia (como en las monarquías), examen (como en puestos de trabajo en la administración), cooptación (como en los partidos políticos) o por rotación (como en las comunidades de propietarios). Cada método conlleva unas consecuencias particulares, que condicionan quién puede acceder y qué tipo de relación establece con los gobernados. </p>
<p>Pues bien, las elecciones suponen un elemento desigualitario, ya que sólo acceden al cargo unas pocas personas (las elegidas), las cuales no tendrán las mismas características personales y sociales que los representados. Es decir, ni los parlamentos ni los plenos municipales son una muestra fidedigna de la diversidad social. No son sociedades en miniatura de la sociedad o de la población a la cual gobiernan, ni pueden serlo. </p>
<h2>“No nos representan”</h2>
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<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/239125/original/file-20181003-52663-mhtim1.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/239125/original/file-20181003-52663-mhtim1.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=399&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/239125/original/file-20181003-52663-mhtim1.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=399&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/239125/original/file-20181003-52663-mhtim1.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=399&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/239125/original/file-20181003-52663-mhtim1.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=502&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/239125/original/file-20181003-52663-mhtim1.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=502&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/239125/original/file-20181003-52663-mhtim1.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=502&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="caption">Puerta del Sol (Madrid) el 20 de mayo de 2011.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Movimiento_15-M#/media/File:Puertadelsol2011.jpg">Wikimedia / fotogracción.org</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/">CC BY-SA</a></span>
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<p>En palabras de <a href="http://as.nyu.edu/politics/directory.bernard-manin.html">Bernard Manin</a>, las democracias contemporáneas se basan en el principio de la distinción entre representantes y representados. Por ello, surge un ideal que compense este elemento desigualitario: la similitud y la proximidad. Expresiones y protestas como “No nos representan!”, dirigida a los parlamentarios, manifiestan que existe una distancia entre la voluntad de los ciudadanos y de los políticos. </p>
<p>Si queremos que los diputados, senadores o concejales sean indistinguibles socialmente de los ciudadanos, entonces no podrían celebrarse elecciones, sino sorteos. El azar se encargaría de que cualquier persona tuviera las mismas oportunidades de formar parte de las instituciones. Una asamblea suficientemente grande sería entonces una buena muestra de la composición de la sociedad. </p>
<h2>La dualidad de la democracia</h2>
<p>Por tanto, las democracias tienen dos caras. Por un lado, existe el derecho de voto universal e igualitario (cada ciudadano tiene un voto, así como puede también presentarse como candidato para ser votado). Por el otro, una parte y solo una parte de los ciudadanos puede ocupar los cargos de gobierno, un elemento desigualitario. </p>
<p>La conjunción de las dos caras confiere un equilibrio suplementario, pues las sociedades combinan también una realidad jerárquica, desigual, con otra basada en el convencimiento y el respeto a la condición igual de los ciudadanos. La dualidad favorece que tanto los humildes como las élites apoyen las reglas del juego. </p>
<p>Además, las elecciones otorgan otra ventaja, pues no predeterminan qué rasgos debe tener un político para ser elegido.
Salvo la riqueza y los recursos económicos, no existe a priori un elemento universal que ofrezca más opciones para ocupar un cargo público. Puede ser la oratoria, puede ser la capacidad de dirigir, el apellido, la imagen, la trayectoria profesional o bien cualquier otra calidad que los electores aprecien.</p>
<h2>La representación</h2>
<figure class="align-right ">
<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/239124/original/file-20181003-52695-1r3n0ar.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/239124/original/file-20181003-52695-1r3n0ar.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=843&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/239124/original/file-20181003-52695-1r3n0ar.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=843&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/239124/original/file-20181003-52695-1r3n0ar.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=843&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/239124/original/file-20181003-52695-1r3n0ar.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=1060&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/239124/original/file-20181003-52695-1r3n0ar.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=1060&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/239124/original/file-20181003-52695-1r3n0ar.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=1060&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="caption">Inauguración de los Estados generales de 1789 en Versalles.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Estados_generales_de_Francia#/media/File:Ouverture_des_%C3%89tats_g%C3%A9n%C3%A9raux_de_1789_%C3%A0_Versailles.jpg">Wikimedia</a></span>
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<p>¿Cuál es el origen de la representación? Fueron los padres de las constituciones liberales del Reino Unido, Francia y Estados Unidos, hacia finales del siglo XVIII y principios del XIX, quienes establecieron las bases. Una forma radicalmente contraria a la democracia directa. </p>
<p>Diseñaron unas instituciones desigualitarias (o aristocráticas, en palabras de la época) para una sociedad desigual, donde no existiría un derecho universal al sufragio activo (voto) y pasivo (ser votado). </p>
<p>Desde entonces, los regímenes liberales han evolucionado y se han transformado en democracias, sin perder por ello la representación y la elección de cargos públicos. </p>
<p>Así puede comprenderse mejor el sentido de las elecciones. Su doble condición, a la vez igualitarias y desigualitarias, les permite adaptarse a los cambios: de la representación ejercida por un parlamento de notables (siglos XVIII, XIX), a otra ejercida por los miembros de los partidos (siglo XX) y en la actualidad por políticos de confianza, que se dirigen a una audiencia de electores (siglo XXI). </p>
<p>Los representantes se reservan un margen considerable de libertad de acción, gracias al cual las instituciones son más eficaces para abordar los problemas e intereses en juego. A la vez, los ciudadanos mantienen un grado de influencia porque las elecciones se celebran con regularidad, no es posible manipular el resultado y existe libertad de opinión pública.</p>
<h2>El ideal democrático</h2>
<p>En resumen, no existe una sola forma de realizar el ideal democrático, sino distintas. Las democracias directas y las representativas reúnen las variedades existentes y responden a formas opuestas de organizar el gobierno. </p>
<p>Las democracias directas reservaban un máximo de oportunidades a los ciudadanos para tomar las decisiones colectivas. </p>
<p>Las democracias representativas mantienen la capacidad de tomar las decisiones en manos de los gobernantes, pero bajo el control igualitario del sufragio universal.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/104331/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Jordi Calvet Crespo no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Las democracias contemporáneas son representativas, surgidas de un proceso electoral. Sin embargo, en otros tiempos han existido democracias directas, en las que los ciudadanos tomaban las decisiones sin necesidad de elegir representantes. ¿Qué sistema es el más adecuado?Jordi Calvet Crespo, profesor de Ciencia Política, Universitat de BarcelonaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/994702018-07-29T22:40:15Z2018-07-29T22:40:15ZLos afiliados: más allá de la selección de elites<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/229721/original/file-20180729-106527-fdhb9u.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C11%2C7988%2C4119&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/silhouette-raising-hands-participation-many-peoples-680093215?src=7_ZsN9Ggv_D_MTp9bqQsFQ-1-43">Otawa / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Los partidos políticos españoles consultan, cada vez, un mayor número de asuntos a sus afiliados. Sin embargo, como en el resto de los países de nuestro entorno, en la mayor parte de los casos están más centrados en afinar su maquinaría electoral que en abrir grandes debates ideológicos o programáticos. </p>
<p>Desde la aparición de <a href="https://www.google.com/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=5&cad=rja&uact=8&ved=2ahUKEwiN8ruE0sLcAhUJfxoKHdIUBZEQFjAEegQIBBAC&url=http%3A%2F%2Fpdfhumanidades.com%2Fsites%2Fdefault%2Ffiles%2Fapuntes%2F88%2520-%2520Katz-Richard-y-Mair-Peter-El-Partido-Cartel.pdf&usg=AOvVaw183XzuL0ioiRh12wFPCadd">los partidos <em>catch all</em></a> -también llamados “atrapalotodo”, esos que pretenden atraer a todos los electores gracias a su indefinición ideológica- , los afiliados han visto reducidas sus funciones: la propagación de los mensajes y la decisión sobre los asuntos que interesan en cada momento han quedado ahora en manos de los medios de comunicación. Otra de las atribuciones tradicionales de los afiliados, la financiación de la organización, recae principalmente en manos del Estado. Además, los dirigentes de los partidos prefieren acudir a las empresas demoscópicas para sondear las opiniones de la ciudadanía, que escuchar a sus militantes.</p>
<p>De todas estas estas funciones que han sido sustraídas a los afiliados, el de la financiación pública de los partidos es quizás el factor más decisivo. La cantidad que da el Estado a cada partido varía según los cargos electos y el número de votos que obtiene. Esta dependencia financiera de los resultados electorales provoca que los electores sean más importantes que los afiliados para la vida de los partidos; además, éstos dan acceso al gobierno de las instituciones. </p>
<p>Simultáneamente a este proceso de vaciado de competencias, se ha producido una fuerte burocratización de las organizaciones políticas. Una importante red de <em>funcionarios</em> de partido y cargos públicos se ocupan de todo; aunque, sin duda, controlar y dirigir la organización es la más notable de sus funciones. </p>
<p>En este punto, es importante distinguir entre militantes, afiliados y electores, al margen de otras tipologías más modernas como simpatizantes o inscritos. Fue Panebianco quien advirtió la diferencia entre militante, que forman parte de la vida interna de la organización y acaba de compromisario o delegado; y afiliado, que se limita a pagar la cuota y solo aspira a votar en unas primarias. </p>
<p>Muestra de la importancia de esta diferencia son los <a href="https://www.lavanguardia.com/politica/20180621/45304113388/pp-afiliados-votar-menos-declarados.html">869.535 afiliados del Partido Popular</a> convocados a las primarias de su partido. Una cifra espectacular desde el punto de vista comunicativo: una <em>incipiente mayoría</em>, preludio de una gran victoria electoral. Sin embargo, los <a href="https://www.elespanol.com/espana/politica/20180626/solo-supuestos-militantes-pp-inscrito-votar-primarias/317969089_0.html">66.706 finalmene inscritos para votar</a>, menos de una décima parte (7,6%), evidencian la diferencia entre militante y afiliado. Entre aquellos que están instalados en la organización y los que han ido perdiendo la ilusión.</p>
<p>Pese a ello, los afiliados (y no los militantes) se convierten en un recurso fundamental. El reclamo a éstos aparece como una coartada de la dirección de los partidos; un hábil recurso al que apela la ejecutiva cuando quiere legitimar una decisión con una pátina democrática que dé lustre al candidato designado, o autoproclamado, por ellos mismos. </p>
<p>Esa misma afiliación también sirve para que un candidato sin el respaldo del <em>aparato</em> del partido pueda disputar la dirección. Ni siquiera hace falta un <em>outsider</em> para intentar subvertir el orden establecido y cumplir esa leyenda que dice que el botones de un banco puede acabar dirigiéndolo: las <em>primarias</em> se han convertido en el gran mecanismo que permite bordear los férreos controles de las ejecutivas de los partidos. Este sistema de elecciones de dirigentes por los afiliados no son, sin embargo, una fuerza democratizadora <em>per se</em>; aunque existen modalidades más abiertas, como las <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Primarias_ciudadanas_del_Partido_Socialista_de_Francia_de_2017">primarias ciudadanas del PSF</a> en las que cualquier ciudadano podía votar por su candidatura favorita, todo adolece de cierto carácter <em>marketiniano</em>. El partido abierto a los afiliados. El partido abierto a la sociedad. Una difusa frontera que siempre trata de controlar el politburó.</p>
<p>El afiliado, entonces, fracasa como recurso. Las tipologías clásicas de participación política se han actualizado y obligarlo a reinterpretar un rol pasado puede ser una torpe solución. Pese a ello, este afiliado puede recapitalizar los partidos, aportándoles un valor esencial. </p>
<p>Coleman, Bennett, Vromen, Entman, entre otros, han analizado las nuevas formas de participación. Espacios menos institucionalizados, más informales, lo que se llama una <em>individualización colectivizada</em>: ciudadanos, principalmente jóvenes, que apuestan por una nueva relación con el resto de actores políticos, gracias especialmente a los medios de comunicación no convencionales, que han sido capaces de generar nuevos espacios para la política. Pero, aunque la preeminencia de los medios digitales es notable, con frecuencia estas nuevas prácticas se reducen a una asamblea ciudadana, un foro de barrio o un pasacalles. Sin embargo, hay una importante novedad que se basa en un sencillo principio: la capacidad de los nuevos canales para generar nodos.</p>
<p>Nodos y conexiones que donde los ciudadanos, y también a los afiliados, son un recurso fundamental no solo por su capacidad para generar debates alternativos, sino también para movilizar electores. Ese recurso tan preciado por los partidos. </p>
<p>Los partidos tienen la oportunidad de aprovechar estas nuevas herramientas para recapitalizar sus organizaciones. Para incorporar, como ya han hecho algunos, nuevamente a los afiliados y ciudadanos. No se trata de volver la vieja fórmula del partido de masa, o sí. </p>
<p>Muestra de ello son dos de los mecanismos de colaboración: el <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Micromecenazgo"><em>crowdfunding</em></a> (o micromecenazgo) y el <a href="https://www.sup.org/books/title/?id=8743"><em>outsourcing</em></a> (la externalización de tareas). Aunque ambos presentan, casi siempre, un carácter coyuntural, sientan las bases de una nueva relación entre ciudadanos y afiliados. Herramientas de microfinanciación que mejoran el vínculo entre electores y candidatos al tiempo que permiten a partidos con escasas posibilidades de obtener financiación incrementar su competitividad. Y, lo más importante, herramientas con las que se movilizan a esos electores que están dispuestos a financiar la campaña. </p>
<p>En países como Estados Unidos, la externalización de tareas, el <em>outsourcing</em>, ha demostrado su eficacia. El encargo de todo tipo de tareas, principalmente relacionadas con la movilización, se ha convertido en parte de la estrategia de cualquier partido. Unos reciclados <a href="https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/15377850903263805"><em>grassroots</em> (grupos de voluntarios)</a> con los que todo, incluso el uso de la tecnología, queda al servicio de la comunicación interpersonal: la comunicación, vecino a vecino, sin necesidad de intermediarios.</p>
<p>Limitar la participación de los afiliados, y de los ciudadanos en general, a la selección de elites es perder una parte valiosa de su potencial. No se trata de regresar al modelo de partido de masas, pero existen fórmulas para incorporarlos con su nuevo rol y no de un modo pasivo, limitado a elección entre candidatos. </p>
<p>Es necesario incorporar esos nodos ciudadanos a su estructura para hacerlos partícipes de la vida del partido. No como militantes o afiliados, pues probablemente no quieran esa relación formal; pero sí incorporándolos a los debates y encargando tareas de movilización a aquellos que ya conocen a sus vecinos. Sumando sus problemas y las cuestiones que les inquietan a su programa político. </p>
<p>Hay muchas tareas, por tanto, que pueden reconfigurar el papel del afiliado superando su rol secundario, de mera coartada democrática, y haciéndolo protagonista de la vida del partido. La decisión no depende de ellos, sino de la dirección de estas organizaciones políticas. </p>
<p>Mientras tanto, esos ciudadanos, afiliados o no, seguirán organizándose; buscarán formas más o menos institucionalizadas para poder participar políticamente. Si los partidos deciden no contar con ellos, ellos crearán sus propios partidos o vías de participación.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/99470/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Rubén Sánchez Medero no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Las primarias son un proceso de elección de cargos asumida ya por todos los partidos españoles. Pero si la participación de los afiliados se limita a eso, los partidos perderán su mayor activo político.Rubén Sánchez Medero, Profesor de Ciencia Política, Universidad Carlos IIILicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.