tag:theconversation.com,2011:/es/topics/cerebro-54660/articlescerebro – The Conversation2024-03-26T18:29:06Ztag:theconversation.com,2011:article/2252872024-03-26T18:29:06Z2024-03-26T18:29:06ZEl gusto es mío: ¿saboreamos con el cerebro?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/583247/original/file-20240320-26-q4aoxj.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=65%2C32%2C5193%2C3301&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption"></span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/smiling-woman-enjoying-taste-healthy-food-1696885648">Drazen Zigic / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>En los últimos años crece sin cesar el número de personas que buscamos el mero disfrute gastronómico en la comida, olvidándonos del proceso fisiológico imprescindible para vivir. El <a href="https://theconversation.com/que-mecanismos-regulan-el-apetito-el-hambre-y-la-saciedad-153930">sistema hambre-saciedad</a> regula este proceso: el hambre se dispara cuando tenemos déficit de energía y, por el contrario, nos sentimos saciados cuando dichas necesidades quedan cubiertas.</p>
<p>Es evidente que este mecanismo por sí solo no explica todos los factores que nos inducen a llenar el estómago. Comemos eligiendo voluntariamente los alimentos, y en la selección nos influyen circunstancias culturales, sociales, económicas y de costumbres, entre otras. </p>
<p>Sin embargo, ambos grupos de factores siguen siendo insuficientes para justificar el apetito, ese deseo de ingerir un alimento por antojo o, en general, de “comer algo” aun teniendo reservas energéticas suficientes. Debemos sumar al menos otro importante elemento: el placer (hedonismo), que es sin duda un gran motivador y, además, está muy unido a las emociones. </p>
<h2>Una experiencia para todos los sentidos</h2>
<p>El acto de comer implica una gran mezcla de sensaciones <a href="https://theconversation.com/alimentacion-consciente-por-que-es-importante-concentrarnos-en-lo-que-comemos-y-como-lo-comemos-184883">en la que pueden llegar a participar todos los sentidos</a>. El sabor se considera como el resultado de este complicado entramado, el leitmotiv de las experiencias gastronómicas que disfrutamos cuando bebemos, comemos e incluso cocinamos. </p>
<p>La mera presencia de un plato suculento <a href="https://theconversation.com/comemos-con-los-ojos-ver-fotografias-de-alimentos-tambien-puede-producir-saciedad-208208">estimula nuestros sentidos</a>. Antes de llevarnos el alimento a la boca, su olor o color –distintos tipos de energía– son captados por la vista y el olfato, pero una vez dentro también participan el gusto, el tacto y, sorprendentemente, el olfato, además del oído si el producto genera un sonido al masticar. </p>
<p>Estos estímulos se unen a receptores específicos que se encuentran en los órganos de los sentidos. La unión estímulo-receptor genera impulsos nerviosos –otra modalidad de energía– que alcanzan regiones específicas de nuestra corteza cerebral. Desde aquí se emiten respuestas; entre ellas, esas sensaciones placenteras que buscamos en la comida. </p>
<p>Cada órgano sensorial presenta sus particularidades. Dentro de la boca, <a href="https://theconversation.com/los-secretos-de-la-lengua-un-organo-excepcional-221162">las papilas gustativas</a> intervienen en la captación de los diferentes gustos (dulce, salado, ácido, amargo y umami), mientras que otros tipos de receptores son sensibles a la temperatura, el dolor, la textura y la presión. </p>
<p>En definitiva, el resultado de las interacciones que se producen entre vista, olfato, gusto, tacto y oído contribuye a que una experiencia gastronómica <a href="https://www.elsevier.es/es-revista-endocrinologia-diabetes-nutricion-13-articulo-influencia-multisensorial-sobre-conducta-alimentaria-S2530016417302537">sea más o menos de nuestro agrado y apetecible</a>. </p>
<h2>Sabores que emocionan</h2>
<p>Hasta hace muy poco, el olor que captamos al respirar era la única dimensión conocida del olfato. Desde el punto de vista gastronómico, todos reconocemos la expectativa que creamos sobre el sabor de un plato cuando podemos olerlo antes de probarlo. Con la particularidad de que los receptores específicos del olfato son los únicos que tienen características de células neuronales.</p>
<p>Ahora también sabemos que este olor, al que denominamos ortonasal, no es único: los humanos tenemos la capacidad añadida de oler al deglutir una comida o una bebida, ya que algunos componentes volátiles de los alimentos pueden alcanzar los receptores olfatorios. Es el llamado <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0031938412000947">olor retronasal</a>.</p>
<p>Su gran particularidad es que permite conectar los olores directamente con la zona específica del cerebro relacionada con las emociones –el sistema límbico–, lo que añade a la definición del sabor impresiones personales que conocemos como percepciones o sensaciones interiores. </p>
<p>Se complica así, todavía más, la realidad del proceso de creación del sabor, debido a que cada persona construye un sabor único. La <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0896627305006422?via%3Dihub">neurogastronomía</a> comienza a desarrollarse como la disciplina cuyo objetivo es desvelar la complicada relación entre las características de la persona y el sabor individual que construye.</p>
<h2>A todos nos sabe diferente</h2>
<p>Pero ¿es suficiente la estimulación de los sentidos para explicar cómo nos sabe un alimento? Indudablemente no. En una misma mesa y probando un mismo plato todos hemos experimentado alguna vez que puede haber diferentes percepciones. Incluso podemos discrepar mucho. </p>
<p>Es el cerebro el órgano integrador de las señales y el emisor de la respuesta. Para ello, también activa zonas no pertenecientes a la corteza cerebral, donde están las relacionadas con la estimulación de los sentidos. Por ejemplo, <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0002916523135143?via%3Dihub">el hipotálamo se activa</a> frente a señales visuales relacionadas con la motivación. </p>
<p><a href="https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.2752/155280105778055263">Estas otras regiones</a> incluyen las vinculadas con las emociones, el placer, lo aprendido con respecto a la comida según nuestra cultura, nuestra propia historia o la sociedad en que vivimos, por citar sólo algunos ejemplos. </p>
<p>El complejo sistema de factores que intervienen en la creación del sabor –y, por tanto, en la elección de la comida– ha despertado un gran interés en la industria alimentaria. Los avances neurocientíficos se están aplicando al estudio del comportamiento de los consumidores (<a href="https://theconversation.com/preste-atencion-en-el-super-asi-utilizan-las-marcas-el-neuromarketing-156176"><em>neuromarketing</em></a>) en el terreno de la alimentación. </p>
<p>Es un campo de investigación que <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0963996917308141?via%3Dihub">abre nuevas vías</a> al estudio del consumo de alimentos, mas allá de los conocidos aspectos de tipo nutricional, de salud y de ausencia o presencia de aditivos. Esperamos que “el gusto siga siendo nuestro”.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/225287/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>María José García Meseguer no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Degustar los alimentos es una compleja experiencia multisensorial en la que intervienen las emociones, nuestra historia personal o incluso el poso de la cultura heredada.María José García Meseguer, Profesora de Nutrición. Miembro de la Cátedra de Gastronomía, Universidad de Castilla-La ManchaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2182852024-03-04T21:30:37Z2024-03-04T21:30:37Z¿Somos libres o estamos esclavizados por el destino? La neurociencia del libre albedrío<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/575615/original/file-20240214-20-fsk2jm.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=40%2C24%2C5422%2C3612&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption"></span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/conceptual-image-broken-handcuff-that-turns-1124914889">Cristina Conti / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><blockquote>
<p>Libre, adj: Esclavo de sí mismo. // 2. Amo de nada. // 3. Dueño de su propia ancla.</p>
<p><strong>Entrada de <a href="https://www.penguinlibros.com/es/tiempo-libre/306027-libro-verbolario-9788439740742"><em>Verbolario</em></a> (2022), libro de Rodrigo Cortés</strong>.</p>
</blockquote>
<p>Es una sensación ineludible, omnipresente. Nos sentimos libres, dueños de nuestras decisiones, de nuestros actos, de nuestras elecciones. Incluso los niños preescolares tienen ya arraigada esa <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0010027715000128?via%3Dihub">creencia</a>.</p>
<p>Pero ¿es cierta? En un universo material regido por las leyes de la física, no debería haber espacio para comportamientos que escapen a la dictadura de las causas y efectos, del mecanicismo físico. Según Isaac Newton, una vez conocidas la posición y velocidad de cualquier objeto en un instante dado, junto con las fuerzas que actúan sobre él, se podría determinar su comportamiento en cualquier momento del futuro.</p>
<p>Si la causa de cualquier fenómeno físico es siempre otro fenómeno físico, ¿dónde queda la <em>brecha</em> de la libertad individual?</p>
<p>Analicemos el problema mediante un experimento mental. Imagine que pudiéramos construir una copia exacta de usted, átomo a átomo: <em>Usted-2</em>. Imagine también que situamos a su doble en una copia exacta del universo en el que usted vive: <em>Universo-2</em>. ¿Cómo será el comportamiento de <em>Usted-2</em> en <em>Universo-2</em>? Si considera que será exactamente igual, entonces no cree en el libre albedrío, y si piensa que actuará de manera diferente, entonces sí lo defiende. Aunque quizás haya una tercera opción, que luego veremos.</p>
<h2>Poco hueco para la libertad</h2>
<p>Antes de acostarme, <em>yo</em> tomo la firme decisión de salir a correr a las 6 de la mañana. Pero, cuando suena el despertador, <em>yo</em> (el mismo <em>yo</em>) no soy capaz de levantarme. La mayoría de los fumadores no consiguen dejar su adicción aunque se lo propongan. Tampoco somos capaces de atiborrarnos de alcohol y decidir seguir estando sobrios, ni dejar de tener hambre o sed. Creemos que podemos hacer lo que queremos, pero ni siquiera podemos elegir lo que deseamos, parafraseando al filósofo <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Arthur_Schopenhauer">Arthur Schopenhauer</a>.</p>
<p>Multitud de determinantes ambientales y fisiológicos causan nuestro comportamiento. ¿Queda algún hueco para el libre albedrío? El último libro del neuroendocrinólogo Robert Sapolski (<a href="https://en.wikipedia.org/wiki/Determined:_A_Science_of_Life_Without_Free_Will"><em>Determined. Life without free Will</em></a>) explora los determinantes de nuestra conducta y responde claramente: no.</p>
<h2>El experimento que lo cambió todo</h2>
<p>La (in)existencia del libre albedrío ha llamado la atención de las neurociencias, que han tratado de analizar la relación existente entre nuestras acciones voluntarias y la experiencia subjetiva de que nuestro “yo” es el causante de esas acciones. </p>
<p>Quizá el ejemplo más famoso de este tipo de intentos es el que llevó a cabo <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Benjamin_Libet">Benjamin Libet</a> en 1983. De acuerdo con nuestra intuición, la decisión consciente de realizar un movimiento debería ser anterior a la actividad cerebral responsable de prepararlo (premotora) y llevarlo a cabo (motora). Para comprobar esto preparó un ingenioso experimento.</p>
<p>Libet pidió a los voluntarios que eligiesen un momento al azar para doblar su muñeca. Mientras realizaban esta tarea se registraba la actividad electroencefalográfica de la corteza motora. Los participantes debían señalar el momento exacto en el que habían sentido el deseo consciente de mover la muñeca, para lo cual empleaban un cronómetro que tenían enfrente. Sorprendentemente, la decisión aparecía hasta 350 milisegundos después del inicio de la actividad cerebral relacionada con el movimiento.</p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/576213/original/file-20240216-18-5izdt5.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/576213/original/file-20240216-18-5izdt5.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/576213/original/file-20240216-18-5izdt5.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=521&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/576213/original/file-20240216-18-5izdt5.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=521&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/576213/original/file-20240216-18-5izdt5.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=521&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/576213/original/file-20240216-18-5izdt5.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=655&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/576213/original/file-20240216-18-5izdt5.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=655&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/576213/original/file-20240216-18-5izdt5.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=655&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Procedimiento empleado durante el experimento de Libet.</span>
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</figure>
<p>Dicho de otra manera, los participantes experimentaban la sensación de tomar una decisión libre, espontánea, aunque otros mecanismos cerebrales ya habían iniciado de manera autónoma el movimiento. </p>
<p>El experimento de Libet ha sido ampliamente debatido y cuestionado, pero es tan solo uno más de los <a href="https://www.librealbedrio.info/">múltiples trabajos</a> que han encontrado resultados similares. Una de sus réplicas contemporáneas más famosas la realizó <a href="https://www.informationphilosopher.com/solutions/scientists/haynes/">John-Dylan Haynes</a> en 2008 y 2011. </p>
<p>Haynes y sus colegas emplearon técnicas de neuroimagen para identificar los patrones de actividad neuronal asociados a mover la mano derecha o la mano izquierda. Una vez identificados estos patrones fueron capaces de predecir qué mano iba a mover la persona hasta ¡diez segundos! antes de que tuviese la intención consciente de hacerlo. Sin embargo, la precisión de esas predicciones nunca superó el 60 %. ¿Qué ocurrió en el 40 % restante?</p>
<p>Estos y otros estudios similares han llevado a una parte de los neurocientíficos a abandonar el concepto de libre albedrío.</p>
<h2>¿La mecánica cuántica al rescate?</h2>
<p>Una de las posibles respuestas al determinismo causal newtoniano llegó de manos de la mecánica cuántica, que reintrodujo la aleatoriedad y la incertidumbre en la visión científica del universo. </p>
<p>Pero el abanico de probabilidades para la manera en que un objeto puede comportarse siguen determinadas por el estado inicial del sistema, lo que para muchos autores nos devuelve al determinismo inicial. Aun cuando nuestro comportamiento no fuera predecible, no significaría que fuéramos dueños de nuestro destino. </p>
<p>Es probable que el señor <em>Usted-2</em>, residente en <em>Universo-2</em>, se comportara de forma diferente al original. Pero eso no lo dotaría necesariamente de libre albedrío: seguiría determinado, pero por los caprichos de la probabilidad cuántica.</p>
<h2>El “intérprete” del hemisferio izquierdo</h2>
<p>Ante este dilema, ¿por qué tenemos esa firme sensación de libertad cuando los datos no la avalan? Son muchos los científicos que han tratado de responder a esta pregunta. Una de las explicaciones más sugerentes la desarrolló <a href="https://www.planetadelibros.com/libro-quien-manda-aqui/65818">Michael S. Gazzaniga</a> a partir de algunos resultados experimentales obtenidos en pacientes con “cerebro dividido” (a los que se les ha seccionado la conexión entre hemisferios cerebrales).</p>
<p>Para Gazzaniga, esa sensación de ser agentes de nuestras acciones es el resultado de la actividad de una zona del hemisferio izquierdo (estrechamente relacionada con el lenguaje) y que denominó “el intérprete”. Su función sería elaborar un relato a posteriori sobre las acciones que ya han sido realizadas, buscando causas y explicaciones que cuadren con los hechos observados. Incluso <em>amañando</em> un poco las cosas si es necesario. </p>
<p>Su función sería esencial: generar hipótesis sobre las causas de los sucesos ya ocurridos que puedan modificar la manera que actuamos en el futuro. Esta propuesta es coherente con las investigaciones de otros <a href="https://academic.oup.com/book/9959/chapter-abstract/157308633?redirectedFrom=fulltext">autores</a>, que sugieren que la sensación de sentirnos dueños de nuestro comportamiento ha sido seleccionada por la evolución por sus ventajas para la supervivencia. </p>
<h2>¿Un falso dilema?</h2>
<p>Analizando la situación desde otro punto de vista, podríamos decir que somos esclavos de… nosotros mismos. Es lo más parecido a la libertad que podemos imaginar. Esta esclavitud simplemente responde al hecho de que cualquier decisión está determinada por la actividad cerebral previa, aunque sea inconsciente para nosotros. </p>
<p>Pero dicha actividad previa es <em>mía</em>, no está separada de mi individualidad. Si mis decisiones no estuvieran causadas por mi actividad cerebral, dejarían de ser propias. No responderían a los determinantes genéticos y ambientales que han esculpido la persona que soy. ¿Acaso queremos tomar decisiones sin contar con <em>nosotros mismos</em>? </p>
<p>Decía el psicólogo y psiquiatra <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Viktor_Frankl">Viktor Frankl</a> que “entre el estímulo y la respuesta hay un espacio. En ese espacio está nuestro poder de elegir nuestra respuesta. En nuestra respuesta yace nuestro crecimiento y nuestra libertad”. Es cierto. Ese espacio existe. Pero no es necesariamente un espacio de libre albedrío, sino un espacio de flexibilidad, de procesamiento activo de la información, de diversificación del comportamiento. No tiene por qué ser un espacio indeterminado, pero puede considerarse igual de <em>nuestro</em> como si lo fuera. </p>
<p>Podemos decir que somos tan libres “como el sol cuando amanece, como el mar, como el viento que recoge mi lamento y mi pesar”. Efectivamente, <a href="https://www.youtube.com/watch?v=7812dngARbk">Nino Bravo</a>, tan libres y tan determinados como el sol, el mar o el viento.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/218285/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Pedro Raúl Montoro Martínez recibe fondos del Ministerio de Ciencia e Innovación de España. </span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Antonio Prieto Lara no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Según muchos neurocientíficos, es absurdo pensar que somos dueños de nuestros actos, ya que el comportamiento humano está condicionado por múltiples determinantes biológicos y ambientales. ¿Existe algún resquicio para la libertad?Pedro Raúl Montoro Martínez, Profesor Titular del Departamento de de Psicología Básica I, UNED, Madrid, UNED - Universidad Nacional de Educación a DistanciaAntonio Prieto Lara, Profesor Permanente Laboral, Departamento de Psicología Básica I, UNED - Universidad Nacional de Educación a DistanciaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2243892024-02-28T18:13:14Z2024-02-28T18:13:14ZMentes extraordinarias: la ciencia de la inteligencia humana<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/578273/original/file-20240227-18-jfz19d.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=31%2C21%2C1564%2C1025&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Antonia Scott, protagonista de la novela "Reina roja", tiene un cociente intelectual de 242. Vicky Luengo (foto) la encarna en la adaptación televisiva. </span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.filmaffinity.com/es/filmimages.php?movie_id=568341">Filmaffinity / Prime Video </a></span></figcaption></figure><p>Antonia Scott, la protagonista de la novela (y ahora serie televisiva) <a href="https://www.filmaffinity.com/es/film568341.html"><em>Reina Roja</em></a>, tiene un cociente intelectual (CI) de 242, lo que la convierte en la “persona más inteligente del mundo”. Pero más allá de la ficción, ¿existen o han existido mentes tan prodigiosas como la del personaje creado por <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_G%C3%B3mez-Jurado">Juan Gómez-Jurado</a>? ¿Y cómo podemos saber que sus dotes intelectuales están por encima de las del resto de los mortales?</p>
<h2>Una supercapacidad que dirige la orquesta</h2>
<p>La comunidad científica <a href="https://www1.udel.edu/educ/gottfredson/reprints/1997mainstream.pdf">define la inteligencia</a> como “una capacidad mental muy general para razonar, planificar, resolver problemas, pensar de modo abstracto, comprender ideas complejas y aprender con rapidez a partir de la experiencia”. </p>
<p>Los humanos disponemos de numerosas capacidades mentales (percibir, atender, memorizar, comprender, hablar, planificar, razonar…) que deben integrarse y coordinarse para dirigir nuestras acciones más o menos eficientes en el mundo. Algunas personas las integran mejor que otras y actúan de modo más inteligente. La inteligencia es, por tanto, la “supercapacidad” que dirige una orquesta integrada por nuestras variadas facultades mentales.</p>
<p>Para medir esa supercapacidad, los científicos han diseñado cuidadosamente unos dispositivos cuya comercialización solo se permite si cumplen <a href="https://buros.org/mental-measurements-yearbook">estrictos controles de calidad</a>. Hablamos de los famosos test estandarizados de inteligencia. </p>
<p>Cada una de esas pruebas se compone de variados retos mentales que pueden recurrir al lenguaje, a los números, a figuras abstractas o a las relaciones entre objetos dentro de espacios tridimensionales. Pero eso es irrelevante: lo que importa es el nivel de complejidad mental que puede alcanzar el examinado. Algunos desafíos son livianos, otros de moderada complejidad y los hay tremendamente difíciles.</p>
<h2>Predictor del éxito y la longevidad</h2>
<p>Lo importante en la práctica es lo que estas pruebas nos dicen sobre nuestra actuación en la vida cotidiana. Quienes superan los ejercicios de mayor complejidad son también los que presentan mejores resultados en la sociedad en la que viven. <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1111/jopy.12663">Se educan más y mejor</a>, desempeñan <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0160289623000363?via%3Dihub">ocupaciones más sofisticadas</a> y <a href="https://www.bmj.com/content/357/bmj.j2708">viven más tiempo</a>. No existe ningún otro factor psicológico con la validez de pronóstico que presenta la inteligencia. <a href="https://blies.uam.es/Record/Xebook1-5928/t/manual-de-psicologia-diferencial">Con diferencia</a>.</p>
<p>Quienes crean la cultura en la que vivimos son identificables desde temprana edad. Los <a href="https://journals.sagepub.com/doi/10.1177/00169862231175831">estudios longitudinales</a> que siguen a las personas durante sus carreras desde aproximadamente los doce años de edad demuestran que las altas inteligencias tienden a ocupar en la vida adulta las posiciones de mayor prestigio social. Hoy en día vivimos en una economía conceptual en la que priman las ideas y esas ideas nacen en esas mentes extraordinarias. </p>
<p>A pesar de los mitos que rodean a las personas con elevada capacidad intelectual, la <a href="https://journals.sagepub.com/doi/abs/10.1177/17456916211055637?journalCode=ppsa">evidencia científica</a> revela que sus logros no conllevan ni rarezas, ni coqueteos con problemas mentales. Experimentan un vigor psicosomático y una visible resistencia al llevar su potencial a su máxima expresión.</p>
<h2>La élite del intelecto</h2>
<p>Aproximadamente, <a href="https://assets.cambridge.org/97811084/77154/frontmatter/9781108477154_frontmatter.pdf">el 2 % de la población presenta alta capacidad intelectual</a>. Los test estandarizados a los que nos referimos antes fueron diseñados para que la puntuación media de la población se sitúe en un valor de 100. Ese 2 % logra puntuaciones de 130 o más, pero solo una de cada mil personas llegan a 145 y solo una entre un millón, a 170. </p>
<p>En España, por ejemplo, se puede pronosticar que solamente 50 personas alcanzarán ese valor de 170. Cuanto más nos alejamos de la media de 100, menos casos se identificarán, al igual que sucede con otras variables como la estatura o la esperanza de vida.</p>
<p>Y sí, <a href="https://www.penguin.co.uk/books/298391/blueprint-by-plomin-robert/9780141984261">los genes poseen un papel relevante</a> a la hora de responder a la pregunta de por qué algunas personas son más inteligentes que otras. Así, <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32603210/">una investigación demostró</a> que los hijos genéticamente más inteligentes que sus padres mejoraron su posición social, mientras que los menos dotados genéticamente que sus progenitores empeoraron su situación social, educativa y ocupacional. No hubo ni techos ni suelos de cristal. La <a href="https://press.princeton.edu/books/hardcover/9780691190808/the-genetic-lottery">lotería genética</a> es más democrática que la social. </p>
<h2>Inteligencias criminales</h2>
<p>El funcionamiento social de las personas de alta capacidad mental es generalmente mucho más eficiente que el de la población general pero, por supuesto, hay excepciones. Puede suceder, por ejemplo, que algunas personas de elevado CI tengan inclinaciones a violar la ley. </p>
<p>El criminólogo australiano James Oleson documentó ese fenómeno <a href="https://books.google.es/books/about/Criminal_Genius.html?id=-BTADAAAQBAJ&redir_e%20https://www.ucpress.edu/book.php?isbn=9780520282421sc=y">en un trepidante ensayo</a>. Identificó a cientos de ciudadanos de altísimo CI y les preguntó, anónimamente, sobre sus actos antisociales. Algunos resultados fueron:</p>
<ul>
<li><p>Pagaban por sexo en una proporción cuatro veces mayor que la norma. </p></li>
<li><p>Pirateaban material protegido y llegaban a acuerdos con otras personas para cometer un delito con el doble de frecuencia. </p></li>
<li><p>Consumían drogas, destruían intencionadamente propiedades privadas ajenas, abusaban de sus privilegios laborales y conducían ebrios más habitualmente que la media. </p></li>
</ul>
<p>¿Por qué se producía ese patrón? Oleson sugirió que las personas superdotadas están tan aisladas de la mayoría de la población como quienes presentan discapacidad intelectual. Concluyó: “si las diferencias de capacidad intelectual dificultan seguir las normas, entonces la igualdad ante la ley es discutible.” Provocador.</p>
<h2>¿Podría existir Antonia Scott en la vida real?</h2>
<p>Volviendo al principio del artículo, presentar un CI de 242 como el de Antonia Scott resulta muy, muy improbable. Es muy difícil llegar a esa estimación usando medidas formales, salvo de modo indirecto. Recurriendo a <a href="https://psycnet.apa.org/record/1927-00162-000">registros biográficos</a> se ha calculado, por ejemplo, que el CI promedio de los gigantes mentales de la humanidad (Aristóteles, Beethoven, Darwin, Edison, Einstein, Euler, Galileo, Hipócrates, Kepler, Koch, Lavoisier, Lyell, Miguel Ángel, Mozart, Newton, Pasteur, Shakespeare y Watt) llegaba a 180, desde el 165 de Darwin al 200 de Aristóteles. </p>
<p>En la actualidad, el matemático <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Terence_Tao">Terence Tao</a> se supone que tiene un CI de 230, y la autodidacta <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Marilyn_vos_Savant">Marilyn vos Savant</a>, de 228. El físico <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Stephen_Hawking">Stephen Hawking</a> obtuvo una puntuación de 160.</p>
<p>En cualquier caso, la mente humana, el cosmos psicológico que albergamos dentro de nuestros cráneos, ni puede ni debe reducirse a lo que el CI valora con envidiable precisión. Hay vida más allá de ese fiable indicador numérico, aunque sea científicamente irrefutable que nuestra sociedad premia a quienes poseen un mayor CI, se mida o no se mida de manera formal.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/224389/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Roberto Colom ha recibido fondos del Ministerio de Educación y Ciencia. </span></em></p>¿Qué es la inteligencia? ¿Cómo se mide? ¿Puede haber mentes tan superdotadas como la de Antonia Scott, la protagonista de ‘Reina roja’?Roberto Colom, Profesor de psicología diferencial y neurociencia, Universidad Autónoma de MadridLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2224112024-02-22T19:33:20Z2024-02-22T19:33:20ZEstimular el cerebro con luz láser durante el sueño puede mejorar el aprendizaje y la memoria<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/575614/original/file-20240214-26-nmdyan.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=231%2C44%2C7117%2C4858&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption"></span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/red-laser-beam-light-effect-on-1174339888">donatas1205/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>La mayoría de nosotros, por desgracia, conocemos los efectos de pasar mala noche y no dormir bien: falta de concentración, cambios de humor, mala memoria, etc. Son varias las causas de estos efectos indeseables, entre las cuales destaca la interrupción del mecanismo de drenaje cerebral. </p>
<p>Desde hace unos años, se está estudiando en profundidad cómo el <a href="https://www.mdpi.com/1422-0067/24/4/3221">sistema linfático en las meninges “limpia” de residuos químicos nuestro cerebro</a>. Esto ocurre sobre todo durante las primeras fases del sueño, en el sueño profundo. El proceso es tan importante que su mal funcionamiento parece estar relacionando con el desarrollo o empeoramiento de enfermedades tan graves como el alzhéimer o el párkinson. </p>
<p>Todo indica que una parte importante del efecto reparador del sueño pasa por una limpieza adecuada del cerebro mientras dormimos. Pero ¿podemos ayudar de algún modo desde fuera?</p>
<h2>La luz LED favorece la limpieza cerebral</h2>
<p>Un <a href="https://opg.optica.org/boe/fulltext.cfm?uri=boe-15-1-44&id=544116">artículo publicado a principios de 2024</a> muestra que es posible activar el sistema de drenaje linfático usando la luz infrarroja de un LED. Según el estudio, realizado con ratones, los efectos son mejores si la luz se administra durante el sueño. </p>
<p>En el experimento, los investigadores probaron a aplicar luz sobre el cerebro cuando el animal estaba despierto y dormido. Simultáneamente, introdujeron una sustancia fluorescente verde en el sistema de drenaje cerebral. A mayor drenaje cerebral, más intensa era la señal verde en el cerebro. Así, con ayuda de un encefalograma, comprobaron que la luz infrarroja del LED favorecía el movimiento de líquido en los vasos linfáticos del cerebro. Por la tanto, aumentaba de manera notable la eliminación de sustancias no deseadas del mismo, sobre todo si se aplicaba durante el sueño. </p>
<p>Esto es muy relevante, ya que se trata del sistema que usa el cerebro para eliminar compuestos indeseables que se producen durante su actividad mientras estamos despiertos. Favorecer y activar mediante luz este mecanismo de limpieza natural puede ser una manera muy adecuada de mejorar la salud cerebral. </p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/575608/original/file-20240214-28-56k621.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/575608/original/file-20240214-28-56k621.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/575608/original/file-20240214-28-56k621.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=269&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/575608/original/file-20240214-28-56k621.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=269&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/575608/original/file-20240214-28-56k621.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=269&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/575608/original/file-20240214-28-56k621.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=338&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/575608/original/file-20240214-28-56k621.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=338&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/575608/original/file-20240214-28-56k621.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=338&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">En la imagen se presentan tanto el cerebro desde arriba (fila superior) como desde abajo (fila inferior). Sin fotoestimulación hay mayor señal verde durante el sueño que durante la vigilia. Pero con la fotoestimulación por LED, la señal verde aumentó considerablemente, más durante el sueño que durante la vigilia.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://opg.optica.org/boe/fulltext.cfm?uri=boe-15-1-44&id=544116">Semyachkina-Glushkovskaya et al., Biomed. Opt. Express 15, 44-58 (2024)</a></span>
</figcaption>
</figure>
<h2>El tratamiento mejora el aprendizaje</h2>
<p>Además, el tratamiento con luz mejoró las capacidades de aprendizaje y la memoria de los ratones usados en el experimento. Los investigadores entrenaron a roedores para realizar tareas de aprendizaje y de memoria. Entre otras cosas, midieron el número de intentos que los ratones necesitaban para aprender a obtener bolitas de comida. Pues bien, los ratones que recibieron luz láser tardaron menos en dominar la tarea. Y los que lo hicieron durante el sueño, fueron aún más rápidos. </p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/575607/original/file-20240214-22-o31u0x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/575607/original/file-20240214-22-o31u0x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/575607/original/file-20240214-22-o31u0x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=272&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/575607/original/file-20240214-22-o31u0x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=272&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/575607/original/file-20240214-22-o31u0x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=272&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/575607/original/file-20240214-22-o31u0x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=341&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/575607/original/file-20240214-22-o31u0x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=341&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/575607/original/file-20240214-22-o31u0x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=341&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">A mayor número de asteriscos entre tratamientos, mayores diferencias en el tiempo.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://opg.optica.org/boe/fulltext.cfm?uri=boe-15-1-44&id=544116">Semyachkina-Glushkovskaya et al., Biomed. Opt. Express 15, 44-58 (2024)</a></span>
</figcaption>
</figure>
<p>Quedaba así demostrado que mejorar el sistema natural de limpieza del cerebro en roedores influye positivamente en tareas de aprendizaje y memoria. </p>
<p>Si se lograra aplicar en humanos, sería una manera sencilla, no invasiva y muy barata de favorecer la salud del cerebro. Y con grandes implicaciones a la hora de tratar diversas enfermedades, como demencias o ictus.</p>
<h2>Mejora en cáncer cerebral</h2>
<p>En <a href="https://www.mdpi.com/2227-9059/12/2/262">otra tanda de experimentos</a>, los investigadores trabajaron con ratones que padecían un glioma, un tipo de tumor cerebral. Tras inocular células tumorales en el cerebro de los ratones, los científicos midieron su tiempo de vida. Y, para su sorpresa, resultó que los ratones que recibieron luz vivieron casi el doble que los que no la recibieron. </p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/575609/original/file-20240214-28-m1nw2k.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/575609/original/file-20240214-28-m1nw2k.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/575609/original/file-20240214-28-m1nw2k.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=443&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/575609/original/file-20240214-28-m1nw2k.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=443&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/575609/original/file-20240214-28-m1nw2k.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=443&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/575609/original/file-20240214-28-m1nw2k.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=557&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/575609/original/file-20240214-28-m1nw2k.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=557&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/575609/original/file-20240214-28-m1nw2k.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=557&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">Los ratones que recibieron luz (líneas verde y roja) vivieron casi el doble que los ratones que no recibieron luz (línea azul). En la figura, tomada de este segundo artículo, el 1.0 significa que todos los ratones siguen vivos. El 0.0, que todos han muerto. Un 0.5 indica que la mitad de los ratones del grupo seguían vivos.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.mdpi.com/2227-9059/12/2/262">Shirokov et al., Biomedicines 2024, 12, 262</a></span>
</figcaption>
</figure>
<p>Es decir, favorecer la limpieza cerebral también ayudó a controlar más tiempo el cáncer. Si la luz se aplicaba durante el sueño de los ratones, el efecto era incluso algo mejor. Estos mismos investigadores también han <a href="https://www.nature.com/articles/s41467-023-41710-y#Abs1">publicado resultados positivos</a> de la luz sobre el ictus en ratones.</p>
<p>¿Y cuál puede ser el mecanismo de acción que hay detrás de todo esto? La luz infrarroja usada, de 1 050 nm, invisible al ojo humano, puede <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S2213231717302604">estimular la producción de especies reactivas de oxígeno o ROS</a>. Estas ROS, a bajas concentraciones, <a href="https://theconversation.com/los-antiguos-radicales-libres-ahora-se-llaman-ros-y-no-son-tan-malos-153574">estimulan muchos procesos celulares</a>. Por ejemplo, se favorece la producción de óxido nítrico (NO), una molécula imprescindible para que se produzca la vasodilatación. De hecho, cuando los científicos bloquearon la producción de NO desaparecieron los efectos beneficiosos de la luz LED infrarroja. </p>
<p>El desafío ahora es encontrar un método que permita aplicar esta técnica en humanos a través del cráneo, sin tener que acceder directamente al cerebro.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/222411/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Alfonso Blázquez Castro no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Experimentos en ratones revelan que la luz LED roja estimula la limpieza natural del cerebro durante el sueño. Si se usara en humanos podría prevenir enfermedades y mejorar la memoria.Alfonso Blázquez Castro, Profesor ayudante doctor en Genética. Máster en Física de la luz - Fotónica, Universidad Autónoma de MadridLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2212872024-02-21T22:07:43Z2024-02-21T22:07:43Z¿Sigue estando vigente el test de Rorschach?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/575092/original/file-20240212-16-rd6a4j.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=227%2C56%2C9262%2C6260&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption"></span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/young-latin-man-psychologist-having-rorschach-2385657521">Krakenimages.com / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Seguramente muchos recuerdan aquella escena de la película <a href="https://www.filmaffinity.com/es/film371621.html"><em>Alguien voló sobre el nido del cuco</em></a>, de Miloš Forman (1973), en la que un sobrado Randle McMurphy (Jack Nicholson) simulaba masturbarse en tono jocoso mientras un evaluador le pasaba unas láminas abstractas para que dijera qué le sugerían. Poco podía imaginar el psiquiatra suizo <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Hermann_Rorschach">Hermann Rorschach</a> en 1921 que su invento se convertiría en el instrumento de evaluación psicológica probablemente más famoso y polémico de la historia. </p>
<h2>Un poco de historia</h2>
<p>Aunque Rorschach lo planteó originalmente como una prueba de discriminación perceptiva para el diagnóstico diferencial de personas con esquizofrenia, pronto se ampliaron sus objetivos. Según los supuestos <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Terapia_psicodin%C3%A1mica">psicodinámicos</a> (basados en que parte de nuestra actividad psicológica escapa a nuestro control y, sin embargo, ejerce una enorme influencia en nuestra psique), la interpretación de las manchas de tinta revelaba aspectos inconscientes de la personalidad. </p>
<p>La prueba original constaba de diez láminas simétricas, manchas negras ambiguas sobre fondo blanco, si bien luego se añadieron colores. </p>
<p>Por ejemplo, la segunda lámina, compuesta por una forma simétrica negra con zonas rojas en el centro, suele dar lugar a interpretaciones del tipo: “veo dos personas desnudas practicando sexo”. En este contexto, el terapeuta valora el dominio del contenido sexual en el pensamiento del paciente evaluado.</p>
<p>El impacto de la prueba en la cultura popular –en películas, series, libros…– ha desvirtuado en parte su naturaleza, uso e interpretación. Junto al diván, el test de Rorschach es uno de los símbolos más reconocibles del psicoanálisis. </p>
<p>Y como cabe imaginar, desde que fue creado han ido surgiendo diferentes formas de aplicación, codificación e interpretación. Las más usadas en la actualidad son el <a href="https://www.researchgate.net/publication/357923127_Como_investiga_con_Rorschach_Hispanoamerica_y_Espana_Revision_bibliografica_de_10_anos_de_publicaciones_cienti-ficas">Sistema de Evaluación del Rendimiento Rorschach (R-PAS)</a> y el <a href="https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6110370">Sistema Comprehensivo de Exner (CS)</a>.</p>
<h2>Principales críticas desde la psicología científica</h2>
<p>Es probable que el lector haya llegado hasta aquí para saber cuál es la situación actual de este instrumento dentro de la psicología, muy vinculada a la del propio psicoanálisis y a las de las demás escuelas psicodinámicas. </p>
<p>Lo cierto es que el test de Rorschach <a href="https://psycnet.apa.org/record/2011-23863-018">sigue siendo muy controvertido dentro de la psicología científica</a>. Hay incluso quien pide encerrarlo para siempre en el baúl de la historia. Las principales críticas que ha recibido han sido las siguientes:</p>
<ul>
<li><p><strong>Falta de fiabilidad</strong>. Se ha cuestionado la consistencia y estabilidad de las puntuaciones del test. Es decir, la posibilidad de que una misma persona obtenga valoraciones muy distintas en diferentes momentos sin que haya habido cambios reales.</p></li>
<li><p><strong>Falta de validez</strong>. Planean dudas sobre si realmente la prueba mide lo que pretende medir, como los rasgos de personalidad. Los críticos esgrimen cierta falta de evidencia sobre la relación entre las puntuaciones y otras variables externas que deberían estar teóricamente relacionadas.</p></li>
<li><p><strong>Susceptibilidad a sesgos del examinador</strong>. Esto es, la posibilidad de que las interpretaciones y puntuaciones asignadas a las respuestas varíen sustancialmente entre distintos evaluadores, según sus sesgos, expectativas y subjetividad.</p></li>
</ul>
<h2>Argumentos de defensa</h2>
<p>Frente a estas posturas, otras voces encuentran cierta utilidad al test y lo defienden justificando que es difícil validarlo, al tratarse de una prueba semicualitativa. Es decir, no toda la información que da es numérica o cuantificable, como ocurre con otras evaluaciones.</p>
<p>El citado Sistema Comprehensivo de Exner, desarrollado en 1969, es quizás el mejor intento para dotar de rigor científico a la creación centenaria de Hermann Rorschach, ya que integra lo más relevante de los grandes sistemas previos. Sus principales logros fueron la estandarización de las normas para aplicar, codificar e interpretar el test y el desarrollo de indicadores cuantitativos más precisos, basados en amplias muestras de población.</p>
<h2>Nuevos campos de aplicación</h2>
<p>Fuera del contexto clínico, el test de Rorschach ha sido objeto de investigaciones recientes en el campo de la psicobiología de la personalidad que revelan su compleja interacción con diversas funciones cerebrales. Los expertos han encontrado que las diferentes respuestas a la prueba están relacionadas con determinados factores cerebrales y cognitivos. </p>
<p>Así, <a href="https://www.researchgate.net/publication/307949410_Rorschach_y_Psicobiologia_de_la_Personalidad">según diversos estudios</a>, el test implica un proceso cognitivo complejo que involucra amplios circuitos cerebrales en ambos hemisferios, incluyendo atención, percepción, memoria, lenguaje y funciones ejecutivas. </p>
<p>Además, <a href="https://www.academia.edu/31617225/Relevance_of_Rorschach_test_in_assessment_of_psychopathological_symptoms_and_Executive_Functions">se ha observado</a> que la interpretación de estímulos ambiguos, como los utilizados en la prueba, requiere una interacción entre memoria y percepción. Aquí desempeña un papel crucial el hemisferio derecho, especialmente en lo que respecta al procesamiento emocional y de habilidades sociales.</p>
<p>La activación prefrontal –sobre todo en el citado hemisferio derecho– es <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0925492716302797">significativamente más alta</a> durante la prueba en comparación con otras tareas de percepción visual. Esa zona del cerebro está estrechamente relacionada con un amplio rango de funciones cognitivas e implicada en aspectos de la personalidad, la psicopatología y el procesamiento emocional. </p>
<p>Por otra parte, <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0010945208002104%5D">los investigadores han encontrado</a> que la amígdala, parte del cerebro asociada con las emociones, juega un papel importante en cómo las personas responden al test de Rorschach. </p>
<p>En cuanto a su relación con los modelos psicobiológicos de personalidad, <a href="https://psycnet.apa.org/record/2021-87449-004">hay evidencias</a> de correlaciones entre las respuestas y ciertos rasgos de carácter y temperamento. </p>
<p>Por ejemplo, en el marco de trabajo del <a href="https://psicologiaymente.com/personalidad/teoria-personalidad-marvin-zuckerman">modelo de personalidad de cinco factores de Zuckerman</a> <a href="https://dialnet.unirioja.es/servlet/tesis?codigo=119084">se encontró</a> que la tendencia a buscar sensaciones se vincula directamente con diferentes respuestas y contenidos del test de Rorschach. </p>
<p>Adicionalmente, características como la impulsividad, la irresponsabilidad y la agresión-hostilidad mostraron una relación inversa con variables de la misma prueba. Sin embargo, aún es necesaria más investigación para comprender mejor estas asociaciones.</p>
<h2>Conclusiones</h2>
<p>Pese a seguir usándose en el ámbito clínico, el test de Rorschach ha perdido presencia en ámbitos académicos, en paralelo al psicoanálisis y las orientaciones psicodinámicas. </p>
<p>De todos modos, aún puede considerarse una herramienta singular en el estudio de la personalidad. A diferencia de otras pruebas, pretende indagar en facetas que a menudo permanecen ocultas a la propia persona y le causan problemas psicológicos. Interpretando las manchas ambiguas, los individuos revelan supuestamente –según los planteamientos psicodinámicos– aspectos inconscientes de su personalidad. Es, por así decirlo, una forma de escuchar lo que no dicen directamente a través de sus respuestas.</p>
<p>Una de las virtudes de la prueba es, por tanto, que ofrece una mirada cualitativa y global de la persona que puede complementar los resultados obtenidos a través de test psicométricos, normalmente más centrados en aspectos cuantitativos del carácter.</p>
<p>Finalmente, el test de Rorschach no solo sería útil en la terapia clínica, sino también en contextos de investigación de la psicobiología de la personalidad, dada la complejidad cognitiva que exige la interpretación de sus láminas.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/221287/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Jorge Marredo Rosa no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Creado hace más de cien años, el famosísimo test de las manchas aún se utiliza como herramienta de diagnóstico, pero está muy cuestionado. Nuevas investigaciones revelan que activa complejas interacciones en el cerebro.Jorge Marredo Rosa, Profesor asociado, Doctor en Psicología y Psicólogo., Universidad Internacional de ValenciaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2204692024-02-19T20:53:27Z2024-02-19T20:53:27ZNo podemos aumentar el número de neuronas de nuestro cerebro, pero sí ayudar a que estén mejor conectadas<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/576601/original/file-20240219-28-d4z3wf.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=752%2C45%2C5370%2C2882&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption"></span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-illustration/active-nerve-cells-3d-rendering-764353078">Giovanni Cancemi/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Los <em>trekkies</em> o amantes de la serie y las películas de <em>Star Trek</em> conocemos muy bien una de las frases más repetidas en todas ellas: “El espacio, la última frontera…”. Pero antes de profundizar en los secretos del espacio nos quedan muchas otras fronteras por explorar dentro nosotros mismos, como el sistema nervioso central. Un sistema sobre el que últimamente se están desmontando importantes mitos, entre ellos los relacionados con la formación de nuevas neuronas y nuevas conexiones neuronales.</p>
<h2>Las neuronas mueren si se quedan aisladas</h2>
<p>Hace años que se discute sobre si en el cerebro maduro se pueden generar nuevas neuronas o esta capacidad desaparece tras los primeros años del desarrollo. Está claro que durante el desarrollo embrionario se producen neuronas de más y <a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fncel.2014.00396/full">que muchas perecen en este proceso debido a que no pueden establecer las relaciones adecuadas con otras neuronas u otras células</a>. Después de todo, la interacción entre las neuronas es esencial para su supervivencia, si se quedan aisladas, mueren.</p>
<p>Otro de los aspectos clave es que las neuronas son muy sensibles a los cambios. Por eso <a href="https://link.springer.com/referenceworkentry/10.1007/978-3-540-29678-2_3910">mueren ante traumatismos severos o procesos inflamatorios asociados a traumas, enfermedades autoinmunes o a las infecciones</a>. Por otro lado, también son muy sensibles a las deficiencias en el uso de la energía celular. De ahí que <a href="https://www.nature.com/articles/s41580-019-0173-8">enfermedades degenerativas como el párkinson o enfermedades mitocondriales produzcan la muerte neuronal</a>. </p>
<p>Ante todo este panorama, la posibilidad de que podamos algún día regenerar las neuronas perdidas en algún traumatismo o infección, así como restaurar la pérdida de función debida a degeneraciones mitocondriales, supondría una enorme mejora clínica para millones de personas. </p>
<h2>Hay células madres cerebrales, pero no pueden regenerar todo el cerebro</h2>
<p>Aunque no estamos del todo seguros de que haya una neurogénesis clara en el ser humano adulto, recientemente se han encontrado ciertos <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC9563325/pdf/cells-11-03002.pdf">“nichos”</a> que parecen albergar células con capacidad para convertirse en neuronas maduras. No obstante, estos nichos parecen estar localizados en zonas muy específicas del cerebro, por lo que su capacidad para regenerar todo el cerebro es nula. Y, como ocurre en otros nichos de células madre, la capacidad regenerativa disminuye con la edad, aunque en algunas personas a menor velocidad que en otras.</p>
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Leer más:
<a href="https://theconversation.com/superancianos-con-superneuronas-por-que-hay-cerebros-que-desafian-el-paso-del-tiempo-195853">Superancianos con superneuronas: ¿por qué hay cerebros que desafían el paso del tiempo?</a>
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<p>Cosa distinta es la <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/books/NBK557811/">neuroplasticidad</a>, es decir, la capacidad para establecer nuevas conexiones entre neuronas. Esta capacidad está regulada por factores fisiológicos como el embarazo, durante el cual la neuroplasticidad se acelera. </p>
<p>No es de extrañar, por ejemplo, que la nutrición afecte a la neuroplasticidad <a href="https://www.cambridge.org/core/journals/development-and-psychopathology/article/abs/early-life-nutrition-and-neural-plasticity/5DF67902F6A685E7DCF81C4B4C259670">incluso a edades tempranas o incluso durante el desarrollo embrionario</a>. Diversos estudios han demostrado que <a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fnbeh.2017.00019/full">el consumo de alimentos ultraprocesados y fácilmente digeribles afecta negativamente a la neuroplasticidad</a> mientras que el consumo de alimentos no procesados, especialmente verduras, <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/29141966/">ricos en polifenoles promueve una mayor capacidad neuronal para mantener y establecer nuevas interacciones</a>. </p>
<p>Por ello no resulta nada raro que múltiples estudios hayan mostrado una relación entre la calidad de la <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC8392499/pdf/cells-10-02084.pdf">microbiota intestinal asociada a la calidad de los nutrientes y la capacidad de las neuronas para mantener y establecer nuevas conexiones</a>. En este efecto, <a href="https://www.frontiersin.org/journals/neurology/articles/10.3389/fneur.2023.1149618/full">un perfil de inflamación crónica asociado a la neurodegeneración</a> establece la relación clara entre nutrición desequilibrada y pérdida de capacidad neuronal.</p>
<h2>Evitar a toda costa la pérdida de conexión entre neuronas</h2>
<p>Por el momento, sabemos que <a href="https://doi.org/10.1016/j.neuron.2011.05.001">la generación de nuevas neuronas es limitada en los adultos y decae con la edad</a>. Por tanto, los mecanismos para mantener las neuronas funcionales durante el mayor tiempo posible son los que deberían ser el blanco de terapias para prevenir una más que segura pandemia de enfermedades neurodegenerativas asociadas al incremento de personas mayores.</p>
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Leer más:
<a href="https://theconversation.com/la-pandemia-ha-puesto-al-envejecimiento-en-el-punto-de-mira-170038">La pandemia ha puesto al envejecimiento en el punto de mira</a>
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<p>Cada vez tenemos más claro que la deficiencia cognitiva o el alzhéimer asociados a la edad son multifactoriales y que <a href="https://doi.org/10.1016/j.conb.2011.01.002">la pérdida de conexión entre las neuronas es clave para que éstas mueran y desaparezcan</a>. Por tanto, la preservación de las conexiones o sinapsis entre las neuronas mantiene a éstas funcionales y, en consecuencia, bloquea o enlentece el progreso de la neurodegeneración. </p>
<p>En todo este proceso, no solo la acumulación de proteínas mal plegadas tanto fuera como dentro de las células desempeña un importante papel. También es esencial la actividad de las células de glía, que mantienen la actividad neuronal, su metabolismo y la eliminación de residuos a la vez que controlan procesos inflamatorios. </p>
<p>Así, los diferentes tipos de células gliales –astrocitos, oligodendrocitos y microglía– están ganando cada vez <a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fcell.2020.611269/full">más protagonismo en la preservación de las neuronas</a>, en la neuroplasticidad, y puede que también en su regeneración en los pocos nichos donde se mantiene esta capacidad en el adulto. Uno de estos papeles estelares de la glía en el proceso de degeneración neuronal tiene que ver con el proceso inflamatorio o <a href="https://translationalneurodegeneration.biomedcentral.com/articles/10.1186/s40035-020-00221-2">neuroinflamatorio</a>, que cada vez gana más importancia. </p>
<p>Si bien hay mucho interés en inducir la regeneración neuronal para prevenir las enfermedades neuronales asociadas al envejecimiento, más importancia debería tener prevenir el daño neuronal. Y para ello, la ciencia ha demostrado ya que <a href="https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/1028415X.2023.2298098">la nutrición</a>, <a href="https://academic.oup.com/biomedgerontology/article/78/1/1/6652555?login=false">los niveles de antioxidantes en sangre</a>, <a href="https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/13814788.2019.1635113">los hábitos de vida</a>, <a href="https://www.mdpi.com/1422-0067/23/6/3245">la actividad física</a>, <a href="https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/03007995.2023.2260741">la actividad social</a> y <a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fnagi.2023.1305790/full">reducir la inflamación crónica</a> y los factores que la afectan son terapias muy efectivas. </p>
<p>Ya lo decía <a href="http://www.classicahispalensia.es/docencia/84-juvenal-satira-10-j-solis-2017">Juvenal en su Sátira X</a>: “<em>Orandum est ut sit mens sana in corpore sano</em>” casi previendo, aún sin saber lo que era una neurona, que mantener la capacidad cognitiva depende mucho de seguir una vida con buena nutrición, actividad física y social y hábitos de vida sanos.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/220469/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Guillermo López Lluch es miembro de la Sociedad Española de Biología Celular, la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular, la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, la Society for Free Radical Research y presidente de la International Coenzyme Q10 Association. Las investigaciones realizadas por el autor están financiadas por fondos públicos provenientes del Gobierno de España o del Gobierno Autonómico de Andalucía</span></em></p>Generar neuronas nuevas en un cerebro maduro no es fácil. Lo que sí es posible es favorecer que se formen nuevas conexiones entre neuronas con una dieta rica en verduras que evite los ultraprocesados.Guillermo López Lluch, Catedrático del área de Biología Celular. Investigador asociado del Centro Andaluz de Biología del Desarrollo. Investigador en metabolismo, envejecimiento y sistemas inmunológicos y antioxidantes., Universidad Pablo de OlavideLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2228232024-02-18T22:09:39Z2024-02-18T22:09:39ZA qué distancia estamos, científicamente, de leer los pensamientos<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/576129/original/file-20240216-20-bzrjk2.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=160%2C53%2C4951%2C2812&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">shutterstock</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/woman-wearing-brainwave-scanning-headset-sits-1036798309">Gorodenkoff/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>El 29 de enero, Elon Musk publicaba en X el éxito de la primea intervención quirúrgica implantando <a href="https://theconversation.com/neuralink-lo-que-hay-detras-y-el-futuro-de-implantes-cerebrales-como-el-creado-por-elon-musk-222447">un dispositivo desarrollado por su <em>start up</em> Neuralink en un humano</a>. El nombre del dispositivo: <em>Telepathy</em> (Telepatía). </p>
<p>En la comunidad científica estábamos atentos a lo conseguido por el equipo de Elon Musk desde que en septiembre de 2023 el organismo competente, la <a href="https://www.fda.gov/search?s=neuralink">Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA), acreditó que el dispositivo podía implantarse en humanos</a>.</p>
<p>Tras el visto bueno de la FDA, Neuralink implantó <em>Telephaty</em> a una persona elegida entre un grupo de voluntarios, afectados de tetraplejia y esclerosis lateral amiotrófica. De momento podemos decir que el implante ha sido un éxito, pero para conocer los resultados habrá que seguir los pasos de un estudio que promete ser largo.</p>
<h2>El indiscutible avance tecnológico de <em>Telepathy</em></h2>
<p>Lo que ha conseguido el equipo de
<a href="https://www.technologyreview.com/2017/04/22/242999/with-neuralink-elon-musk-promises-human-to-human-telepathy-dont-believe-it/">Elon Musk es muy revolucionario desde el punto de vista tecnológico</a>. <em>Telepathy</em> lleva una batería que se recarga externamente y dispone de 1 024 electrodos, distribuidos en 64 hilos, que transmiten las medidas de la actividad cerebral de forma inalámbrica. Que el dispositivo lo haya aprobado la FDA avala que está hecho con rigor. </p>
<p>Es esperable que <em>Telepathy</em> consiga medir las señales cerebrales relacionadas con el movimiento en personas de movilidad reducida, y que sirvan para gobernar el movimiento de una prótesis o interactuar con un ordenador. Pero una señal muscular no equivale en modo alguno a un pensamiento. </p>
<p>Es lo que se conoce como <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Interfaz_cerebro-computadora"><em>interface cerebro-máquina</em></a>. Pero esto no es telepatía. Lo verdaderamente revolucionario sería que el dispositivo de Neuralink funcionara reconociendo la actividad neuronal que genera el pensamiento. Y esto posiblemente no se logre nunca. </p>
<h2>La zona ciega</h2>
<p>¿Cuál es el reto al que nos enfrentamos cuando tratamos de medir señales del cerebro? </p>
<p>El reto es la oscuridad en la que se encuentra el observador después de que una neurona se activa. Esto no sucede con otro tipo de células, como por ejemplo una <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Fibra_muscular">célula muscular</a> del corazón (miocito). Para medir la <a href="https://theconversation.com/por-que-el-cuerpo-humano-no-tiene-toma-de-tierra-220969">actividad eléctrica de una neurona y para medir la actividad eléctrica en un miocito</a> se utiliza la misma tecnología. Pero cuando un miocito “dispara”, el observador comprueba que se contrae, esto es, puede relacionar directamente la señal eléctrica con la contracción de la célula muscular. Y así entiende el efecto de la contracción, ya que observa que la contracción de todos los miocitos del corazón producen que la sangre circule por el cuerpo.</p>
<p>Esto no pasa cuando observamos el disparo de una neurona. En este caso el observador no ve que haya ningún cambio significativo, porque el pensamiento generado no es visible: el disparo de la neurona se pierde en la oscuridad.</p>
<h2>Los estimuladores cerebrales profundos</h2>
<p>Ya existen dispositivos que se implantan dentro del cerebro o muy cerca del cerebro e interaccionan con él. Un ejemplo son los <a href="https://medlineplus.gov/spanish/ency/article/007203.htm">implantes cocleares</a>, dispositivos con estimuladores situados en la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%B3clea">cóclea</a> (estructura del oído interno). Los usan las personas que carecen de las células que se encargan de transformar las señales acústicas que llegan del exterior a las señales eléctricas que reconocemos como sonidos. El implante recurre a pequeños micrófonos ubicados en la oreja, y envía los sonidos recogidos a electrodos que se diseminan a lo largo de la cóclea. Y ahí estamos actuando muy cerca del cerebro: estamos llegando al nervio auditivo.</p>
<p>Otro dispositivo que actúa, esta vez sí, dentro del cerebro –y que también está debidamente aprobado– es <a href="https://www.parkinson.org/library/fact-sheets/estimulacion-cerebral-profunda2">el estimulador cerebral profundo. Comenzó a utilizarse para tratar el párkinson</a> y, más adelante, se extendió a otras patologías, como la obesidad mórbida o la depresión. </p>
<h2>Inutilizar neuronas sin saber realmente cómo funcionan</h2>
<p>Con estos dispositivos se actúa en núcleos profundos del cerebro, aunque sin que se entienda bien cómo funciona el cerebro. </p>
<p>Por ejemplo, el dispositivo utilizado para controlar los trastornos motores en la enfermedad del párkinson (¡ojo!, que no para curar la enfermedad), se desarrolló sabiendo que era mejor inutilizar un grupo de neuronas antes que dejarlas como están. Este dispositivo permitió que, en lugar de practicar una ablación (esto es, quemar las células), se inutilizaran las neuronas mediante la aplicación constante de pulsos eléctricos que las bloquearan. Y es posible revertir el efecto al detener el dispositivo. </p>
<p>Sin embargo, <a href="https://www.nature.com/articles/s41582-018-0128-2">todavía se sigue trabajando para entender en profundidad las conexiones entre los diferentes núcleos relacionados con el movimiento y averiguar por qué un estimulador cerebral profundo funciona</a>. </p>
<h2>Y qué hay de medir el pensamiento</h2>
<p>En este momento estamos lejos de medir el pensamiento, las intenciones, los recuerdos o los deseos. Con este tipo de dispositivos no podemos saber en qué está pensando la gente. Incluso con dispositivos ya muy reconocidos, como pueden ser los estimuladores profundos, hay mucha oscuridad sobre por qué funcionan (no cómo funcionan) y qué efecto tienen.</p>
<p>Las controversias suscitadas por la implantación del chip de Elon Musk son comprensibles. Nos intriga cómo funciona el cerebro. Parece que es en este órgano donde se encuentra nuestra intimidad más profunda y queremos respetarlo. No deseamos que otras personas nos controlen. Pero, por el momento, que nos lean la mente o puedan influir sobre nuestro pensamiento no es algo por lo que preocuparse. </p>
<p>¿Se conseguirá relacionar la actividad neuronal con nuestros pensamientos? Todo indica que se conseguirán progresos en la interacción con las máquinas, pero no se basarán en la relación entre la actividad neuronal y el pensamiento. Entre otras cosas, porque ni siquiera tenemos muy claro qué es pensar. ¿Será que el pensamiento escapa a la física y no puede medirse?</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/222823/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Javier Díaz Dorronsoro no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Neuralink ha anunciado que conseguirá leer el pensamiento humano con su implante cerebral ‘Telepathy’. Pero ¿qué hay de realidad? ¿A qué distancia estamos de leer la mente?Javier Díaz Dorronsoro, Profesor de Instrumentación Biomédica, Universidad de NavarraLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2225392024-02-15T17:55:53Z2024-02-15T17:55:53Z¿Por qué se produce un ‘déjà vu’?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/574970/original/file-20240212-28-i5z33l.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=15%2C15%2C5160%2C3430&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption"></span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/teen-girl-looking-surprise-dreaminess-blue-440663056">Marianna Karabut / Shutterstock</a></span></figcaption></figure>
<p><em>Este artículo forma parte de la sección <strong>The Conversation Júnior</strong>, en la que especialistas de las principales universidades y centros de investigación contestan a las dudas de jóvenes curiosos de entre 12 y 16 años. Podéis enviar vuestras preguntas a <strong>tcesjunior@theconversation.com</strong></em></p>
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<p><em><strong>Pregunta de Naiara, de 15 años. IES Ramón y Cajal. Tocina-Los Rosales (Sevilla).</strong></em></p>
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<p>Imagina que vas por primera vez a casa de un amigo o una amiga y, al entrar, sientes que ya has estado allí, que conoces el lugar incluso como si supieras dónde está todo. Sin embargo, sabes perfectamente que nunca habías ido antes. Esa sensación extraña y fugaz es lo que llamamos <em>déjà vu</em>, que significa “ya visto” en francés. Es como si tu mente te gastara una pequeña broma, haciéndote sentir que estás reviviendo un momento que en realidad es completamente nuevo para ti.</p>
<h2>Una experiencia de lo más normal</h2>
<p>No te preocupes: sentir un <em>déjà vu</em> es algo común. A la mayoría de las personas nos ha ocurrido, y seguramente en más de una ocasión. Por eso, este fenómeno –que en español también se llama <a href="https://www.rae.es/observatorio-de-palabras/deja-vu">paramnesia</a>– está siendo ampliamente investigado y debatido en campos científicos tan serios como la neurociencia y la psicología.</p>
<p><a href="https://journals.lww.com/jonmd/fulltext/2003/04000/demographic_and_psychological_features_of_d_j__vu.5.aspx">En un estudio</a> llevado a cabo en 386 personas, 294 (es decir, el 76 %) dijeron que alguna vez habían sentido eso de “ya he vivido esto antes”, aunque no hubiese ocurrido realmente. </p>
<p>Pero cuanta más edad tenemos, menos nos pasa: de los jóvenes entre 18 y 29 años, casi 9 de cada 10 han sentido un <em>déjà vu</em>. En las personas entre 30 y 39 años, baja un poco, porque 8 de cada 10 lo han experimentado. Y así sigue descendiendo: de los que tienen entre 40 y 49 años, alrededor de 7 de cada 10 dicen haberlo sentido, entre los de 50 a 59 años, 6 de cada 10, y entre los 60 y 69, la estadística ya baja al 50 %.</p>
<h2>Hay más de un tipo de <em>déjà vu</em></h2>
<p>Se han descrito tres tipos diferentes de <em>déjà vu</em>: <em>déjà visité</em>, o “ya visitado”; <em>déjà vécu</em>, o “ya vivido”, y <em>déjà senti</em>, o “ya sentido”. Expliquémoslos con algún ejemplo.</p>
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<li><p>Al <em>déjà visité</em>, lo ya visitado, le corresponde el ejemplo con el que hemos comenzado este artículo: cuando sientes que ya conoces el lugar aunque es la primera vez que lo visitas.</p></li>
<li><p>Un <em>déjà vécu</em>, lo ya vivido, nos ocurre cuando percibimos que no solo hemos visto algo antes, sino que lo hemos vivido. Por ejemplo, estás contando una historia sobre tus vacaciones y de repente sientes que ya has narrado esa misma historia, con los mismos detalles y con las mismas reacciones de tus amigos, aunque tienes claro que es la primera vez que lo estás haciendo.</p></li>
<li><p>Y un ejemplo de <em>déjà senti</em>, lo ya sentido, puede ser cuando escuchas a alguien decir algo por primera vez y tienes la sensación de que ya te lo habían dicho antes. Vaya lío. O sea, como si en un sueño alguien te hubiera dicho exactamente lo mismo, y te deja pensando “¿dónde he oído eso antes?”.</p></li>
<li><p>Para rizar el rizo, también nos puede ocurrir lo contrario de un <em>déjà vu</em>: un <em>jamais vu</em>, o “nunca visto”. Se produce cuando algo que nos es muy familiar de repente lo sentimos como extraño o nuevo. Por ejemplo, estás escribiendo la palabra “teléfono” y, de repente, te parece rara. Incluso te preguntas si está bien escrita, aunque sabes perfectamente qué es y la has escrito antes miles de veces. ¿No te ha pasado? A mí, sí.</p></li>
</ul>
<h2>Pero ¿por qué nos pasa?</h2>
<p>Imagina que tu cerebro es como un supercomputador que procesa toda la información que recibes. A veces, este potentísimo ordenador hace cosas un poco raras, y eso es lo que nos genera la extraña sensación de “esto ya lo he vivido”. Entre las más de 800 publicaciones científicas que, a día de hoy, se encuentran en la prestigiosa base de datos científica <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/?term=%22d%C3%A9j%C3%A0+vu%22+&sort=date">PubMed</a>, podemos detectar diversas teorías que intentan explicar este fenómeno.</p>
<p>Una de ellas es la teoría de la <strong>desincronización neuronal</strong>. Para entenderla hay que tener en cuenta cómo funciona la memoria, el sistema cerebral de almacenamiento de mensajes de nuestro cerebro. Usualmente, estos mensajes pasan por una estación de control (zona de memoria a corto plazo) antes de llegar a su destino final (zona de memoria a largo plazo). Pero, a veces, un mensaje toma un atajo y llega directamente al final (a la zona de memoria a largo plazo), saltándose la estación de control. Esto confunde a tu cerebro, haciéndote pensar que el mensaje (la experiencia) no es nuevo, sino algo que ya has recibido antes. Ha fallado la sincronización entre los grupos de neuronas de ambas zonas.</p>
<p>Otra teoría es la de la <strong>memoria fragmentada</strong>. Ahora piensa que tu memoria se almacena como un rompecabezas, y cada cosa que recordamos es una pieza. A veces, ocurre algo en el presente que encaja a la perfección con una pieza del puzle de tus recuerdos pasados, pero no puedes ver toda la imagen para saber de dónde viene. Esto puede hacer que algo completamente nuevo te parezca familiar, como si ya lo hubieras vivido.</p>
<p>También está la teoría de los <strong>errores de reconocimiento</strong>. Simplemente, tu cerebro puede confundirse y pensar que reconoce algo nuevo como si ya lo hubieras visto antes, incluso cuando no es así. </p>
<p>Según la teoría del <strong>procesamiento paralelo</strong>, cuando el cerebro trabaja en dos tareas al mismo tiempo, normalmente lo hace a la perfección. Pero si por alguna razón el procesamiento de una de esas tareas se retrasa, cuando finalmente llega la información, el cerebro piensa que ya la había procesado antes. Eso es lo que nos produce la sensación de <em>déjà vu</em>. </p>
<p>Esta teoría se parece mucho a la de la <strong>atención dividida</strong>. Supón que estás escuchando música mientras estudias y no te concentras completamente o en la música o en el estudio. Más tarde podrías no acordarte bien de aquella tarea en la que no estabas concentrado o concentrada. Si, por lo que sea, tiempo después nos ocurre algo similar, tu cerebro tratará de llenar los huecos con lo que recuerda, y eso puede hacerte sentir como si ya hubieras vivido esa situación.</p>
<p>Y, por último, la teoría de las <strong>conexiones neuronales</strong> nos dice que las conexiones entre diferentes regiones del cerebro (las llamadas redes cerebrales) pueden fortalecerse o debilitarse con el tiempo. A veces, esto hace que se active una red que no corresponda a la situación que está sucediendo. Por ejemplo, que se encienda de modo inusual una red de memoria que genere esa sensación de familiaridad.</p>
<p>Aunque estas son algunas ideas para explicar por qué ocurre el <em>déjà vu</em>, todavía plantea un gran misterio para la ciencia. Es una de esas cosas raras y fascinantes que ocurren en nuestro cerebro.</p>
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<p><em>El museo interactivo <a href="https://www.parqueciencias.com">Parque de las Ciencias de Andalucía</a> colabora en la sección The Conversation Júnior.</em></p>
<hr><img src="https://counter.theconversation.com/content/222539/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Francisco José Esteban Ruiz recibe fondos para investigación de la Universidad de Jaén (PAIUJA-EI_CTS02_2023), de la Junta de Andalucía (BIO-302), y está parcialmente financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación, la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER) bajo el proyecto PID2021-122991NB-C21. Además, recibe fondos para investigación de la Fundación Alicia Koplowitz (convocatoria 2021) y es asesor científico de la asociación Síndrome STXBP1.</span></em></p>La inquietante sensación de haber vivido antes algo que no habíamos experimentado hasta ese momento tiene explicación: es un fallo de computación de ese superordenador que llamamos cerebro.Francisco José Esteban Ruiz, Profesor Titular de Biología Celular, Universidad de JaénLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2177622024-02-13T15:35:15Z2024-02-13T15:35:15ZEl orgasmo: una sinfonía cerebral perfectamente orquestada<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/574945/original/file-20240212-24-5rben.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=48%2C26%2C3546%2C2667&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">shutterstock</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-illustration/blend-female-portrait-vivid-colors-on-514475704">agsandrew / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>“Tomaré lo mismo que ella”, le dice Estelle Reiner al camarero mientras señala a Meg Ryan, que acaba de fingir un orgasmo en el restaurante donde ambas se encuentran. Esta <a href="https://www.youtube.com/watch?v=Eg7ScERP8jc">famosa escena</a> de <a href="https://www.filmaffinity.com/es/film540481.html"><em>Cuando Harry encontró a Sally</em></a> (1989) es, sin duda, el orgasmo más conocido de la historia del cine.</p>
<p>Orgasmo. Hemos oído, leído o pronunciado esta palabra en numerosas ocasiones sin, seguramente, pararnos a pensar qué significa. Su origen está en el término griego <em>orgasmos</em>, que a su vez deriva de <em>orgé</em> (“temperamento”, “ira”, “furia”), y del sufijo <em>-asmos</em>, que da idea de “resultado abrupto”, “golpe”. Un orgasmo es la culminación intensa y placentera de la excitación sexual que se caracteriza por contracciones rítmicas de los músculos del suelo pélvico, acompañadas de intenso placer y seguido de una sensación de relajación y satisfacción.</p>
<h2>A la batuta, el sistema nervioso</h2>
<p>Pero ¿y si definimos orgasmo de manera más técnica? Entonces diríamos algo así como que es la intensidad máxima de excitación generada por la estimulación aferente y reaferente de receptores sensoriales viscerales y/o somáticos activados exógena y/o endógenamente, asociados a la aparición de procesos cognitivos de orden superior, seguido por una liberación y resolución (disminución) de la excitación.</p>
<p>Parece un galimatías, pero probablemente nos acerque más al verdadero artífice de esa sinfonía de actividad neuronal: el sistema nervioso. El orgasmo es un evento complejo que involucra una interacción sinérgica entre el cuerpo y la mente. Y qué mejor director de orquesta para interpretarla que nuestro sistema nervioso. </p>
<p>No en vano, los estudios al respecto mediante <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/22465619/">resonancia magnética funcional</a> muestran que para alcanzar un orgasmo es necesaria la activación de múltiples estructuras nerviosas, lo que produce una <em>tormenta simpática hiperactiva</em>. Es decir, un estado en el que el sistema nervioso simpático –el que controla las acciones involuntarias del cuerpo como la respiración o los latidos del corazón– muestra una actividad excesiva. Este frenesí provoca cambios fisiológicos en el organismo como un aumento de la frecuencia cardíaca, la presión arterial o la respiración (que se vuelve mas rápida y profunda). </p>
<h2>Así suena la orquesta del cerebro</h2>
<p>Pero la sinfonía no termina aquí. Además de esta respuesta periférica, hay una activación central que involucra a múltiples regiones cerebrales. Es hora de conocer a sus protagonistas.</p>
<ul>
<li><p>La <strong>corteza sensorial</strong> es la responsable de procesar la información táctil y sensorial, como por ejemplo la estimulación del <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/21797981/">clítoris, el cérvix o la vagina</a>. Durante el orgasmo, esta región cerebral se activa, respondiendo a la estimulación placentera que recibe.</p></li>
<li><p>Las contracciones rítmicas que caracterizan al orgasmo son el resultado de la activación de la <strong>corteza motora</strong>, encargada de coordinar la respuesta muscular que acompaña al clímax sexual. Es como si el cerebro dirigiera una sucesión de movimientos que terminan en un <em>crescendo</em> de placer. </p></li>
<li><p>Los estudios científicos han demostrado que la <strong>corteza visual</strong> también se enciende durante el orgasmo, lo cual sugiere que durante el clímax se presta una mayor atención a las superficies corporales estimuladas y a la <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/14534252/">imaginería visual</a>. </p></li>
<li><p>Aunque en una orquesta todos los instrumentos son importantes, la verdadera estrella cerebral de esta pieza es el <strong>sistema límbico</strong>, centro de las emociones y de la recompensa. Es aquí donde se desata toda la musicalidad del apogeo sexual. Una de las principales estructuras límbicas implicadas es el <strong><a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/22465619/">hipotálamo</a></strong>, que coordina la liberación de hormonas sexuales y neurotransmisores fundamentales para el proceso de excitación sexual y el desarrollo del orgasmo. </p></li>
<li><p>Siguiendo con el compás, la <strong>amígdala</strong> emerge como una protagonista destacada. Esta estructura cerebral está especializada en el procesamiento de emociones, incluyendo aquellas asociadas con la sexualidad, como la excitación y el placer. Durante el orgasmo, la amígdala experimenta un aumento en su actividad, lo que contribuye a intensificar nuestra respuesta emocional y la sensación de placer.</p></li>
<li><p>El <strong>hipocampo</strong>, conocido por su papel en la memoria y el aprendizaje, también tiene su lugar en esta orquesta neuronal. Se encarga de <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/22353205/">codificar y consolidar</a> las experiencias sexuales placenteras. Esto significa que el sistema límbico puede influir en cómo recordamos y procesamos nuestras vivencias sexuales, incluidos los orgasmos. Tales procesos pueden condicionar nuestras <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/22609047/">respuestas emocionales</a> y comportamientos futuros en el ámbito sexual.</p></li>
<li><p>Finalmente, otras estructuras cerebrales como el <strong>cerebelo</strong> y su proyección al <strong>tegmento pontino</strong> participan en los <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/19219848/">componentes cardiovasculares</a> y <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/17413656/">motores</a> del orgasmo. <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/23981195/">Se ha demostrado</a> que la activación del área pontina ventrolateral de las mujeres produce las contracciones del suelo pélvico que son (al menos en parte) responsables del orgasmo físico. En los hombres, esta zona es la que genera las contracciones del suelo pélvico responsables de la eyaculación.</p></li>
</ul>
<h2>Aluvión de neurotransmisores</h2>
<p>En último término, la culpa de todo la tienen los neurotransmisores, esos mensajeros químicos que crean un torbellino de sensaciones placenteras que invaden el cerebro. Veamos qué papel desempeñan.</p>
<ul>
<li><p>La <a href="https://theconversation.com/dopamina-el-neurotransmisor-que-nos-da-la-felicidad-pero-tambien-nos-la-quita-180637">dopamina</a>, conocida como el neurotransmisor del placer y la felicidad, alcanza niveles máximos durante el orgasmo, generando una sensación de éxtasis y recompensa. </p></li>
<li><p>A menudo llamada la <a href="https://theconversation.com/las-flechas-de-cupido-cambian-de-direccion-el-amor-esta-en-el-cerebro-155228">“hormona del amor”</a>, la oxitocina también se libera en grandes cantidades, promoviendo el vínculo emocional y la intimidad entre los compañeros sexuales. Es como si el cerebro estuviera programado para fortalecer los lazos afectivos durante ese momento, fomentando una mayor conexión entre las parejas.</p></li>
<li><p>En el transcurso del orgasmo, el cerebro secreta además <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC5005298/">serotonina</a>, una sustancia relacionada con la regulación del estado de ánimo y el bienestar emocional. Esto contribuye a generar una sensación de satisfacción y felicidad, lo cual nos lleva a entender que el orgasmo no es solo un evento físico, sino también mental. </p></li>
</ul>
<h2>Un saludable apagón</h2>
<p>En este contexto, la experiencia emocional y fenomenológica del orgasmo se ha vinculado con la desactivación de ciertas áreas del cerebro, como la corteza prefrontal, temporal y entorrinal. Se interpreta como un aumento en la percepción de la experiencia placentera y la sensación de saciedad que acompaña al clímax sensorial.</p>
<p>A la luz de todas las investigaciones, puede que no quede claro si es el cerebro quien controla el orgasmo o si ocurre al contrario. De hecho, algunos
<a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/17156391/">estudios</a> demuestran que muchas áreas se desactivan en el momento mismo de la culminación sexual, sugiriendo que el cerebro prácticamente “se apaga”, con excepción del tronco cerebral –responsable de la actividad cardiovascular– y el cerebelo –encargado de los movimientos–. </p>
<p>Lo que sí está comprobado es que el orgasmo puede tener efectos <a href="https://theconversation.com/asi-nos-beneficia-practicar-sexo-con-frecuencia-205054">beneficiosos</a> para la salud: alivia el estrés, mejora el estado de ánimo y fortalece el sistema inmunitario. Además, la liberación de endorfinas y otras sustancias químicas puede tener propiedades analgésicas y antiinflamatorias, aliviando el dolor y promoviendo una sensación de bienestar general.</p>
<p>Después de leer este artículo, seguro que usted coincide con Estelle Reiner y también tomará lo mismo que Meg Ryan.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/217762/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>José A. Morales García no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>El éxtasis sensorial que caracteriza al orgasmo implica a una serie de zonas cerebrales que se activan o desactivan como si fueran los instrumentos de una orquesta.José A. Morales García, Investigador científico en enfermedades neurodegenerativas y Profesor de la Facultad de Medicina, Universidad Complutense de MadridLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2220682024-02-05T20:23:58Z2024-02-05T20:23:58Z¿Existe algún método científico para averiguar la edad de nuestro cerebro?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/572133/original/file-20240130-17-u3hu9f.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=17%2C0%2C2882%2C1931&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Imágenes de varios cerebros obtenidas por resonancia magnética.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/magnetic-resonance-image-mri-brain-118491940">Triff / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>En los últimos años, los científicos están explorando nuevas vías para entender el proceso de <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/25528930/">envejecimiento</a> humano. Y, en particular, cómo afecta el paso del tiempo al funcionamiento del órgano más complejo: el cerebro. </p>
<p>El envejecimiento es un proceso biológico, psicológico y social que genera cambios progresivos y acumulativos en la estructura y función de un organismo. Generalmente, lo evaluamos basándonos en el concepto tradicional de edad –los años que cumplimos desde nuestro nacimiento–, aunque ya existen nuevos métodos –como el de los <a href="https://theconversation.com/como-podemos-saber-nuestra-edad-biologica-mas-alla-de-lo-que-ponga-en-el-carnet-de-identidad-218310">relojes epigenéticos</a>– para conocer el grado real de desgaste del organismo al margen de lo que figure en nuestro carnet de identidad.</p>
<p>En el caso específico del cerebro, las técnicas avanzadas de neuroimagen también están permitiendo establecer objetivamente si se conserva en buen estado o tiene más achaques de lo que correspondería por la edad de su propietario. </p>
<h2>Inspeccionando los recovecos del cerebro</h2>
<p>El envejecimiento del cerebro se mide con una técnica conocida, precisamente, como <em>brain-age</em> o “edad cerebral”, actualmente en fase de experimentación. Por lo general, los científicos utilizan la medida <em>brain-predicted age difference (brain-PAD</em>) –“diferencia de edad cerebral predicha”–, que aplica el modelo <a href="https://github.com/james-cole/brainageR">brainageR</a>. Este sistema usa técnicas de <em>machine learning</em> o aprendizaje automático, un tipo de inteligencia artificial.</p>
<p>Se siguen los siguientes pasos. En primer lugar, los científicos examinan el estado anatómico, la forma y el volumen del cerebro del paciente mediante una resonancia magnética estructural (MRI). Después, comparan la información con la de otras imágenes cerebrales almacenadas en la base de datos, estableciendo lo que sería típico para una persona de su edad. </p>
<p>El resultado final es el <em>brain-PAD</em>: un valor positivo indica que el cerebro parece más viejo de lo esperable por los años cumplidos del participante, mientras que una puntuación negativa apunta a lo contrario. </p>
<h2>¿Para qué sirve conocer la edad cerebral?</h2>
<p>Este método de datación biológica podría deparar beneficios para la salud, el bienestar mental y la planificación del envejecimiento. Diferentes estudios han corroborado que saber nuestra edad cerebral permite predecir futuros trastornos tanto físicos como mentales. </p>
<p>Así, en un estudio reciente, <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/37804610/">el neurocientífico Fengqing Zhang y sus colaboradores</a> encontraron que tanto una edad biológica elevada (cálculo que toma en cuenta factores como la salud del sistema cardiovascular, la densidad ósea, la función cognitiva y otros indicadores de bienestar físico y mental) como una edad cerebral superior a la cronológica se asociaban con un mayor riesgo de sufrir depresión, ansiedad, diabetes, hipertensión o ictus cerebral. </p>
<p>En <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/36087560/">otro trabajo</a>, los investigadores observaron que las probabilidades de padecer demencia aumentan un 3 % por cada año adicional de edad cerebral. Los resultados sugieren que conocer nuestro <em>brain-PAD</em> podría ayudar a identificar precozmente dicho riesgo. </p>
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Leer más:
<a href="https://theconversation.com/superancianos-con-superneuronas-por-que-hay-cerebros-que-desafian-el-paso-del-tiempo-195853">Superancianos con superneuronas: ¿por qué hay cerebros que desafían el paso del tiempo?</a>
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<p>También se ha estudiado el potencial de esta herramienta para predecir la mortalidad. Una investigación <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/28439103/">asociaba</a> un <em>brain-PAD</em> positivo con una mayor probabilidad de morir antes de los 80 años. Además, cada año adicional de edad cerebral predicha aumenta el riesgo de fallecimiento en un 6,1 %. </p>
<h2>Invierta en su reserva cognitiva</h2>
<p>La pregunta surge sola: ¿está en nuestra mano retrasar el envejecimiento cerebral? La respuesta es sí. Las evidencias sugieren que podemos influir en la edad real de nuestro cerebro a través de la construcción y el mantenimiento de lo que se conoce como reserva cognitiva. </p>
<p>La reserva cognitiva es la capacidad del cerebro para resistir los daños o compensar la pérdida de funciones cognitivas. Mantenernos activos mentalmente, involucrarnos en actividades cognitivas, el aprendizaje continuo, hacer ejercicio regularmente y adoptar un estilo de vida saludable contribuyen a fortalecer este “seguro de vejez”. Son especialmente recomendables las actividades que desafían nuestra mente, como aprender idiomas, hacer puzles, tejer, pintar, participar en juegos de mesa de estrategia, etc.</p>
<p><div data-react-class="InstagramEmbed" data-react-props="{"url":"https://www.instagram.com/p/C2bFVMSuoVK/?utm_source=ig_web_copy_link\u0026igsh=MzRlODBiNWFlZA==","accessToken":"127105130696839|b4b75090c9688d81dfd245afe6052f20"}"></div></p>
<p>En definitiva, la capacidad de predecir el envejecimiento aparente del cerebro ofrece oportunidades para realizar intervenciones tempranas y personalizadas. Además, el cálculo de la edad cerebral podría desempeñar un papel esencial en la identificación de candidatos para ensayos clínicos, facilitando la evaluación de terapias neuroprotectoras y antienvejecimiento.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/222068/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Adriana Castro Zavala no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Las avanzadas técnicas de neuroimagen permiten determinar si nuestro cerebro se conserva bien o tiene más achaques de los atribuibles a la edad que marca el carnet de identidad. Saberlo sirve para predecir, por ejemplo, el riesgo de sufrir demencia.Adriana Castro Zavala, Neurocientífica, Universidad de MálagaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2224472024-02-01T19:07:42Z2024-02-01T19:07:42ZNeuralink: lo que hay detrás y el futuro de implantes cerebrales como el creado por Elon Musk<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/572785/original/file-20240201-27-dz0q7b.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=156%2C117%2C8154%2C5540&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/bci-brain-computer-interface-chip-embedded-1997563814">Sergey Novikov/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>El mundo acaba de conocer que una de las múltiples empresas de Elon Musk, Neuralink, ha implantado un <em>chip</em> cerebral en, al menos, un paciente. Del paciente se desconoce casi todo, salvo que podría padecer una parálisis por lesión en la médula espinal, o quizá por ELA. </p>
<p>Después de varios años en desarrollo, y de diversas pruebas insertando un dispositivo similar en animales como cerdos o monos, Neuralink lo ha probado en humanos, objetivo último y prioritario de todos los desarrollos de estimulación intracraneales. </p>
<h2>Telepatía, uno entre tantos</h2>
<p>Elon Musk ha llamado a este dispositivo <em>Telepathy</em> (Telepatía, en español), comunicando, con una potente metáfora, lo que permitirán este tipo de implantes cerebrales. Musk no duda que la telepatía será un hecho, y anuncia que el paciente podrá hacer llamadas telefónicas, manejar un ordenador o comunicarse sin mover sus propios músculos, que se hallan comprometidos. Lo hará, sencillamente,_ pensando_.</p>
<p>Pero lo que presenta ahora Elon Musk no es nada nuevo desde el punto de vista del desarrollo científico. Nada que los investigadores no conocieran ya. Nada que otras empresas no hayan desarrollado y probado en muchos, cientos, de laboratorios de todo el mundo. </p>
<h2>Los dispositivos intracerebrales que ya están en uso</h2>
<p>La inserción de electrodos intracerebrales es una técnica que tiene décadas de recorrido y se está utilizando, desde hace tiempo, en el tratamiento de diversos trastornos, desde los más puramente neurológicos hasta los psiquiátricos o de la mente. </p>
<p><a href="https://academic.oup.com/brain/article/146/11/4456/7224420">La neurocirugía con inserción de dispositivos de estimulación de y/o de atenuación o inhibición neurológica se usa ya regularmente y de forma exitosa para casos de párkinson, temblores</a>, distonías, epilepsia, síndrome de Tourette (trastorno que se caracteriza por la presencia de tics y movimientos repetidos indeseados), y para el trastorno obsesivo-compulsivo. </p>
<p>También se recurre a <a href="https://www.nature.com/articles/s41598-023-46300-y"><em>chips</em> intracraneales en casos de depresión, dolor crónico, adicciones,</a> e incluso demencia y <a href="https://theconversation.com/neuroestimulacion-para-adelgazar-esta-es-su-base-cientifica-171312">obesidad</a>. </p>
<h2>Ensayos de telepatía</h2>
<p>Ya se han realizado con éxito, utilizando electrodos similares, interesantes experimentos de “telepatía” que tratan de “leer” la actividad cerebral y traducirla en órdenes. </p>
<p>Un total de 29 personas dieron su consentimiento para un extraño experimento: mientras les operaban en el cerebro para tratar su epilepsia, escucharon en el quirófano <em>Another Brick on the Wall</em>, de Pink Floyd. Mientras ocurría, se grabaron las ondas cerebrales, la actividad eléctrica de las regiones del cerebro sintonizadas con el tono, el ritmo, la armonía y la letra de la canción. Diez años después, en el laboratorio, <a href="https://academic.oup.com/brain/article/146/11/4456/7224420">los investigadores de la Universidad de Berlín que idearon la investigación</a> revisaron las grabaciones y decodificaron. Anteriores trabajos ya habían conseguido crear un sistema capaz de discernir entre estilos musicales leyendo solo las ondas cerebrales. Pero con Pink Floyd dieron un paso más: a partir de las grabaciones, pudieron leer frases completas de la canción totalmente reconocibles.</p>
<p>También son numerosos los ejemplos de experimentos como el anterior, la mayoría aún con carácter experimental, que han demostrado tener éxito en<a href="https://www.medicalnewstoday.com/articles/brain-body-linking-microchip-helps-paralyzed-man-regain-movement-in-arm"> pacientes con distintos tipos de parálisis</a>. </p>
<h2>Afectar a las neuronas con impulsos eléctricos</h2>
<p>Las neuronas, nuestras principales células cerebrales, son básicamente dispositivos electroquímicos. Para comunicarse entre sí utilizan sustancias químicas. De ahí que mediante la farmacología podamos intervenir, de manera más o menos directa, en trastornos que afectan al cerebro, como la depresión.</p>
<p>Pero para que la química funcione, las neuronas tienen que activarse. La actividad química no tendría lugar sin las corrientes eléctricas que generan y recorren las propias neuronas. Por eso podemos también alterar su funcionamiento mediante impulsos eléctricos. Podemos pensar en “reestablecer” la corriente, resetearnos o cambiar de onda con pulsos eléctricos que traten la depresión o el dolor, por ejemplo. Tratamientos con pulsos eléctricos para lo mismo que hasta este momento se usan fármacos. </p>
<p>Existen varias formas de hacer esto, y algunas son poco o nada invasivas (no se meten dentro del cerebro), como la<a href="https://www.dovepress.com/advancements-in-transcranial-magnetic-stimulation-research-and-the-pat-peer-reviewed-fulltext-article-NDT"> estimulación magnética transcraneal</a> o la colocación de electrodos en el cuero cabelludo. Pero no son tan precisas como estimular directamente el cerebro. Ganamos precisión y, sin duda, efectividad, si nos metemos “dentro” de la cabeza, si conectamos los electrodos directamente en el cerebro.</p>
<h2>Volver a leer un libro</h2>
<p>La estimulación cerebral profunda y el registro directo de la actividad cerebral están dando saltos de gigante en los últimos años. Y esto se debe a una confluencia fortuita de factores. </p>
<p>Para empezar, los enormes avances en inteligencia artificial (IA). Gracias a estos algoritmos, que aprenden de la experiencia y que mejoran en sus ajustes en sucesivos ensayos, la estimulación cerebral profunda y la lectura de la actividad cerebral intracerebral están consiguiendo hitos antes inimaginables. </p>
<p><a href="https://www.nature.com/articles/s41591-023-02638-4">La revista <em>Nature</em> recogió recientemente un interesante estudio con cinco pacientes con graves problemas cognitivos de atención y memoria</a>, fruto de una lesión en las conexiones fronto-estriatales del cerebro. Tras estimular una parte del tálamo (núcleo central lateral), mejoraban visiblemente. Por fin podían leer libros o ver películas sin perder el hilo. </p>
<p>Los algoritmos de IA necesitaron semanas para aprender a proporcionar la descarga eléctrica en el momento y la medida justos, pero el esfuerzo mereció la pena. Tanto, que algún paciente pidió que no le apagaran el dispositivo, algo que era necesario para el control experimental.</p>
<p>Hace unos meses se publicaron dos artículos en <em>Nature</em>
que mostraban cómo <a href="https://www.nature.com/articles/s41586-023-06377-x">pacientes con ELA avanzado</a>, o <a href="https://www.nature.com/articles/s41586-023-06443-4">con parálisis por otras causas,</a>, podían volver a hablar. Un dispositivo intracerebral leía su actividad en diversas áreas, entre ellas las del habla, y lo traducía a sonidos que emitía un altavoz, que además emulaba su voz original. </p>
<p>En un futuro no inmediato podremos “ver” directamente <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0893608023006470">lo que imagina un paciente, algo en lo que se está trabajando</a>. Y suma y sigue. Y todo esto, al margen de Musk y su Neuralink.</p>
<h2>Elon Musk y las puertas del dinero</h2>
<p>Pero hay otro factor que sin duda está contribuyendo a los enormes avances que estamos viviendo en los últimos años, y aquí sí que tiene mucho que ver Elon Musk. No ha descubierto la pólvora con Telepatía, pero sí está incentivando la competencia empresarial y una gran inversión económica para mejorar los productos con los que podemos estimular y leer la actividad cerebral. </p>
<p>Su dispositivo actual es inalámbrico, y se disimula muy bien una vez insertado, dos avances importantes para el bienestar de los pacientes. Además, su empresa ha desarrollado un método de implantación mediante cirugía robotizada, lo que reduce considerablemente el riesgo de errores humanos. </p>
<p>Lo indiscutible es que Elon Musk proporciona mucha visibilidad. Todo el mundo está pendiente de lo que hace o dice el magnate. Por eso, que Elon Musk se haya embarcado en esta aventura hace que esta tecnología sea conocida y se convierta en un foco de atención social. Y esto puede ser muy beneficioso.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/222447/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Manuel Martin-Loeches Garrido recibe fondos del Ministerio de Ciencia e Innovación a través del programa de Proyectos de Generación de Conocimiento. </span></em></p>Neuralink acaba de presentar Telepatía, el primer implante cerebral que ha probado en un humano con éxito. No es el único ni el primero. Elon Musk no está loco. Esto es lo que hay detrás y el futuro en la investigación de los chips implantados en el cerebro.Manuel Martin-Loeches Garrido, Catedrático de Psicobiología, Universidad Complutense de MadridLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2208572024-01-29T13:41:56Z2024-01-29T13:41:56ZLa multitarea: ¿aliada o enemiga de la vorágine diaria?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/571613/original/file-20240126-19-nrdago.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=68%2C34%2C5665%2C3768&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/deadline-multitask-tired-sad-girl-stressed-1628361199">Prostock-studio / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><blockquote>
<p>Tengo muchas cosas que hacer. He vuelto de vacaciones y la mesa está atestada de documentos para firmar y el correo, lleno de mensajes “urgentes”. Encima, mi hijo y mi hija están a punto de cumplir años, lo que supone organizarles sus fiestas. Cuando intento ordenar las tareas en mi cabeza, rápidamente me invade este pensamiento: “Quiero crecer personal y laboralmente y ver crecer a mis hijos de forma consciente, pero no me da la vida para tanto”.</p>
</blockquote>
<p>Quizá muchos lectores se han sentido identificados. ¿Cuál es la solución? Convertirnos en una “persona multitarea”, capaz de realizar dos o más tareas de forma simultánea y efectiva, como si de una máquina se tratase. De hecho, hace algunos años se acuñó el concepto <a href="https://dialnet.unirioja.es/servlet/tesis?codigo=109234">aprendizaje multitarea</a> (<em>multitasking learning</em>). </p>
<p>El planteamiento es el siguiente: si organizo la agenda con unos diez o doce quehaceres diarios, no solo podré cumplir todas las obligaciones y propósitos, sino también haré cosas que me gustan. Así me sentiré productiva. El resultado satisface tanto el componente conductual (realizar las actividades o tareas) como el emocional (al ser eficaz me siento mejor). </p>
<h2>Quien mucho abarca…</h2>
<p>Ahora bien, intentar abarcarlo todo tiene un coste. Implica que nuestra protagonista vaya de un lado a otro llamando a proveedores del trabajo, o a la responsable de organizar las fiestas de cumpleaños. Que en el atasco desde el colegio a casa se coma un bocadillo mientras pregunta a sus hijos cómo les ha ido su día, con la atención y otras funciones cognitivas totalmente divididas.</p>
<p>Con distintas variantes, es la realidad que viven muchas personas en pleno 2024. De hecho, el estilo de vida de la mayoría de la población en los países desarrollados se caracteriza, entre otros aspectos, por la multitarea. </p>
<p>Pero ¿qué ocurre cuando acarrea demasiado desgaste físico y emocional?
Múltiples estudios concluyen que conlleva <a href="https://doi.org/10.1002/smi.2496">una respuesta de estrés agudo</a>, en el mejor de los casos.</p>
<p>Y ahora surge otra pregunta: si el estrés aparece cuando sentimos una amenaza (estresor) por algo que sucede o puede llegar a suceder, ¿dónde estaría el estresor en este caso? Con la multitarea no hay un desencadenante concreto que active la respuesta de estrés, sino que este resulta de <a href="https://doi.org/10.1080/17437199.2022.2071323">la combinación de cognición, emoción y conducta</a> asociada, siguiendo con el ejemplo de arriba, con cada una de las tareas de esa larga y exigente lista.</p>
<h2>¿Qué ocurre en el cerebro?</h2>
<p>A nivel cerebral, la multitarea también es un factor con el que no se contaba, digamos, hace veinte años. Originalmente, el término –<em>multitasking</em> en inglés– fue acuñado pensando en las máquinas, y no en los humanos. Solo después, autores pioneros como el psiquiatra <a href="https://en.wikipedia.org/wiki/Edward_Hallowell_(psychiatrist)">Edward M. Hallowell</a> estudiaron las implicaciones cognitivas de la multitarea en el trabajo. Algunos expertos concluyeron que <a href="https://appliedpsychologydegree.usc.edu/blog/benefits-of-multitasking">era una herramienta útil para incrementar la productividad</a> de tareas mecánicas básicas, siempre y cuando se den ciertos factores. </p>
<p>Sin embargo, la era digital ha echado por tierra esa conclusión. Los expertos han puesto de relieve que las pantallas ya absorben un alto porcentaje de nuestra cognición diariamente. Vivimos en una permanente multitarea. </p>
<p>Por ejemplo, el neurocientífico francés Michel Desmurget advierte en su ensayo <a href="https://www.planetadelibros.com/libro-la-fabrica-de-cretinos-digitales/318310"><em>La fábrica de cretinos digitales</em></a> que nos enfrentamos a un comportamiento contra natura: el cerebro –que rige, planifica, organiza y manda a los distintos órganos del cuerpo– no está diseñado biológicamente para ello. </p>
<p>La mutitarea ya no sería una solución, sino el problema. Según un informe de la <a href="https://www.apa.org/topics/research/multitasking">American Psychological Associattion</a>, nos hace perder hasta el 40 % del tiempo productivo mientras pasamos de una actividad a otra.</p>
<p>¿Y qué daños puede provocar en el cerebro? Otros estudios recientes, <a href="https://neuroscience.stanford.edu/news/why-multitasking-does-more-harm-good">muchos de ellos realizados en la Universidad de Standford</a>, demuestran que este órgano se deteriora cuando interfiere en las conexiones cerebrales dedicadas a la capacidad atencional, como las vías ventral y dorsal del complejo parieto-occipital.</p>
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<em>
<strong>
Leer más:
<a href="https://theconversation.com/diez-minutos-de-terror-anatomia-de-un-ataque-de-panico-200476">Diez minutos de terror: anatomía de un ataque de pánico</a>
</strong>
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</p>
<hr>
<p>Más concretamente, intentar realizar varias cosas a la vez <a href="https://link.springer.com/article/10.1007/s10339-021-01029-2">reduce la velocidad de procesamiento y reacción e incrementa el número de errores</a> en tareas que requieren un nivel medio-alto de atención. Los investigadores <a href="https://sitn.hms.harvard.edu/flash/2020/stop-multitasking-on-your-phone-media-multitasking-may-lead-to-attention-lapses-and-poor-memory/">también han comprobado</a> que acarrea problemas de memoria y lapsus inexplicables.</p>
<p>En definitiva, más sombras que luces.</p>
<h2>Entonces, ¿qué podemos hacer para llegar a todo?</h2>
<p>Ahora que somos conscientes de tales efectos, podemos contrarrestarlos recuperando el proceso según el cual nuestro sistema sigue una secuencia fija de pasos cognitivos para realizar una tarea antes de plantearse realizar otra, y así sucesivamente. Es lo que se llama <a href="https://upcommons.upc.edu/bitstream/handle/2117/189580/tema_4.__procesos_cognitivos_basicos-5313.pdf?sequence=28">procesamiento serial</a>, algo olvidado con la multitarea. </p>
<p>Las estrategias que ayudan a planificarnos (preparar las comidas para toda la semana en una sola sesión o <em>batch cooking</em>, llevar una agenda semanal…) e incrementan la claridad mental y la estabilidad del foco atencional (<em>mindfulness</em>) son grandes aliadas en este cometido. </p>
<p>También se recomienda llevar a cabo mucho trabajo personal en terapia analizando nuestras creencias sobre la autorrealización, las expectativas sociales, la exigencia, la autoestima y el concepto de nosotros mismos, entre otros factores. La clave es la aceptación: ser conscientes de nuestras limitaciones y de que no podemos llegar a todo supone un alivio y evita recurrir a la multitarea, reduciendo así los niveles de estrés.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/220857/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>María J. García-Rubio no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>No podemos multiplicarnos, pero el mundo contemporáneo nos exige prestar atención a demasiados asuntos al mismo tiempo. Y eso tiene puede tener consecuencias a nivel anímico y cognitivo.María J. García-Rubio, Profesora de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Internacional de Valencia - Codirectora de la Cátedra VIU-NED de Neurociencia global y cambio social - Miembro del Grupo de Investigación Psicología y Calidad de vida (PsiCal), Universidad Internacional de ValenciaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2209692024-01-26T13:34:24Z2024-01-26T13:34:24Z¿Por qué el cuerpo humano no tiene toma de tierra?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/571433/original/file-20240125-21-h9x84d.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=22%2C0%2C4306%2C3319&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/man-struck-by-lightning-194422364">lassedesignen/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>En el cuerpo humano no existe una toma de tierra. Es decir, no hay ninguna localización donde se registre un “0 voltios”.</p>
<p>La toma de tierra es obligatoria en la mayoría de las instalaciones eléctricas, y también en la mayoría de los electrodomésticos, desde neveras hasta hornos eléctricos. La toma de tierra permite la descarga de la corriente eléctrica hacia la tierra de manera segura y que la máquina no se estropee si hay una sobrecarga. </p>
<p>Podemos vivir sin ello. De eso, hay pruebas. Pero ayudaría tenerlo, porque carecer de toma de tierra implica que no tenemos una referencia clara para medir la actividad eléctrica del corazón, de los músculos o del cerebro.</p>
<p>La razón por la que no tenemos toma de tierra es porque el cuerpo humano tiene la particularidad de ser, al mismo tiempo, generador y un conductor de electricidad. Somos biológicamente eléctricos. </p>
<p>Por un lado, las células del corazón, las de los músculos y las del cerebro son excitables, funcionan como fuentes generadoras de electricidad. Pero es que, además de generarla, nuestros tejidos son capaces de conducir a las mil maravillas la corriente eléctrica.</p>
<p>Debido a estos dos factores, en cualquier parte del cuerpo existe un potencial eléctrico (voltaje) distinto de cero. </p>
<h2>Un gran potencial</h2>
<p>La fuente generadora eléctrica más importante del cuerpo humano son las fibras musculares y las neuronas. <a href="https://www.monografias.com/trabajos107/actividad-electrica-del-corazon-ecg-desfibrilacion/actividad-electrica-del-corazon-ecg-desfibrilacion">La actividad eléctrica del músculo cardiaco</a>, el corazón, es la que más se mide rutinariamente en los electrocardiogramas. Los impulsos eléctricos generados por el miocardio estimulan el latido (contracción) del corazón.</p>
<p><a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/2439296/">El potencial eléctrico que generan los tejidos se puede registrar en puntos muy alejados de la fuente</a>. Por ejemplo, el <a href="https://www.electricity-magnetism.org/es/que-es-un-dipolo-electrico/">dipolo</a> que se forma en las paredes del corazón genera un potencial eléctrico que se puede registrar en las muñecas y los pies. </p>
<p>Así, en cualquier parte de nuestro organismo hay actividad eléctrica, resultado de la suma de los potenciales lejanos que emanan de cada dipolo.</p>
<h2>Si nos atraviesa un rayo</h2>
<p>Nuestro cuerpo, ya lo hemos avanzado, <a href="https://books.google.es/books?hl=es&lr=&id=Ix7aN9Hsy_IC&oi=fnd&pg=PA1&dq=Plonsey+R,+Barr+RC,+Bioelectricity.+A+quantitative+approach,+New+York,+USA:+Kluwer+Academic,+2000.&ots=DoNA7Uaoob&sig=UbUkCsomgXoLJjk_4TtlYYPPbQU#v=onepage&q&f=false">es un buen conductor de electricidad</a>. Todos los tejidos, en mayor o menor medida, son conductivos. Los huesos y la grasa son peores conductores que los músculos, pero también son capaces de transmitir la electricidad. Esto se ve claramente cuando un rayo alcanza de lleno a una persona y toda la corriente del rayo atraviesa el cuerpo de esa persona.</p>
<p>Existe otro factor a tener en cuenta: <a href="https://www.semanticscholar.org/paper/A-Review-on-Noises-in-EMG-Signal-and-its-Removal-Arul/c591fca8f3ad1e7c09a27b5fb2fd6742da7b65cf">el cuerpo es también una antena receptora capaz de captar ruido de fuentes electromagnéticas</a>. Con el inconveniente de que este “ruido” afecta a las mediciones. Los electrodos de un registro captan señales de fuentes de ruido como el generado en la interfaz electrodo-piel, el ruido de <a href="https://academia-lab.com/enciclopedia/acoplamiento-capacitivo/">acoplamiento capacitivo</a>, el ruido de los componentes electrónicos o el de los artefactos de la respiración a las que pueden estar conectados si necesitan ventilación mecánica. </p>
<p>En resumen, el cuerpo produce actividad eléctrica (por ser un generador de electricidad) y capta ruido (por ser una antena), que se pueden registrar en cualquier parte del cuerpo (por ser un conductor de electricidad). Y todo esto hace que no se registren 0 voltios en ninguna parte del cuerpo, incluso cuando la persona está completamente relajada.</p>
<h2>¿Cómo se soluciona el problema de la toma de tierra?</h2>
<p>No se puede conocer <em>a priori</em> cuál es el potencial en cada parte del cuerpo, y este potencial puede variar de sitio en sitio. Esto supone un problema práctico evidente: al no existir un potencial de referencia constante y conocido, la medición de la actividad eléctrica de un músculo (o del corazón y el cerebro) no es trivial. Por ejemplo, no se puede medir la actividad eléctrica del corazón colocando un simple electrodo sobre el tórax puesto que este electrodo registraría electricidad no sólo del corazón, sino de otros músculos y de fuentes de ruido.</p>
<p><a href="https://www.delsys.com/downloads/TUTORIAL/semg-detection-and-recording.pdf">La estrategia habitual para resolver el problema de la “referencia a tierra” </a> es detectar la señal colocando dos electrodos en configuración bipolar. En la configuración bipolar, la señal se registra en dos localizaciones del cuerpo distintas (mediante dos electrodos, E1 y E2), después se resta (VE2 - VE1), y por último se amplifica esta diferencia de potencial. </p>
<p>Gracias a esta amplificación diferencial, el problema de la “referencia a tierra” desaparece, puesto que cualquiera que sea este potencial de referencia, al ser común a ambos electrodos, se elimina al hacer la resta de los potenciales captados por los dos electrodos (VE2 - VE1).</p>
<p>El electrocardiograma (EGG) es una de las pruebas más útiles y realizadas en la actualidad. Que en el cuerpo humano no exista una toma de tierra no ha impedido que la actividad eléctrica de nuestras células se pueda detectar de un modo fiable. Solo necesitamos utilizar varios electrodos situados sobre la piel. Así que podemos estar tranquilos (a menos que nos caiga un rayo).</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/220969/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Javier Rodriguez-Falces no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Somos generadores y conductores de electricidad. Sin embargo, en el cuerpo humano no existe un “0 voltios” , incluso cuando la persona está completamente relajada.Javier Rodriguez-Falces, Profesor Titular de Universidad del Departamento de Ingeniería Eléctrica, Electrónica y Comunicación. Área de especialización: Ingeniería Biomédica, Universidad Pública de NavarraLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2190422023-12-21T08:26:46Z2023-12-21T08:26:46ZEl cerebro tiene su propia wifi: comunicaciones inalámbricas del sistema nervioso<p>Muchos lectores seguramente conocerán las sinapsis, que podríamos definir como la forma de comunicación “por cable” entre las neuronas. Pocos, sin embargo, habrán oído hablar de las conexiones “sin cable” o <em>wireless</em> en el sistema nervioso. </p>
<p>Yo me encontré con ellas después de años de estudio, al escuchar la charla de una colega neurocientífica que investiga a los gusanos. Y me quedé boquiabierta. </p>
<p>Les pondré un símil. Imagínense que son extraterrestres infiltrados en el planeta Tierra que tratan de entender cómo nos comunicamos los humanos a distancia. Llevan años siguiendo las conexiones por cable de los teléfonos fijos, pero, de pronto, se enteran de que los terrícolas también podemos intercambiar información sin necesidad de cables con teléfonos móviles, tabletas, ordenadores… </p>
<p>Se quedarían tan boquiabiertos como yo. Preguntándose cómo demonios no se enteraron antes. Prefiriendo no saber. De pronto, me di cuenta de que la tarea de entender cómo se conectan las neuronas se complicaba considerablemente. </p>
<h2>Un cerebro muy cableado (o no tanto)</h2>
<p>Parece que el sistema nervioso usa comunicaciones tanto por cable como inalámbricas. Las primeras son las citadas sinapsis, que encontramos descritas en cualquier libro de texto. Santiago Ramón y Cajal predijo su existencia y las mencionó <a href="https://www.nobelprize.org/uploads/2018/06/cajal-lecture.pdf">en su discurso del Nobel en 1906</a>. Fue el neurocientífico británico <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Charles_Scott_Sherrington">Charles S. Sherrington</a> quien las bautizó ese mismo año recalcando su “probable importancia fisiológica”. </p>
<p>Como ocurre con internet, donde la información a veces viaja por fibra óptica, la sinapsis también incorpora un cableado de fibras. En este caso, lo que conecta la neurona que emite y la que recibe son los axones y las dendritas. Pero este sistema no es continuo: casi siempre, entre el final de un cable y el inicio del siguiente hay una minúscula distancia, apenas unos nanómetros (un nanómetro es la millonésima parte de un milímetro). Entonces, se necesita que un mensajero químico –el neurotransmisor– salve la diminuta distancia. </p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/566711/original/file-20231219-23-3hv10x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/566711/original/file-20231219-23-3hv10x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/566711/original/file-20231219-23-3hv10x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=396&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/566711/original/file-20231219-23-3hv10x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=396&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/566711/original/file-20231219-23-3hv10x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=396&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/566711/original/file-20231219-23-3hv10x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=498&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/566711/original/file-20231219-23-3hv10x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=498&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/566711/original/file-20231219-23-3hv10x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=498&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Los impulsos nerviosos salvan los diminutos espacios (sinapsis) entre neurona y neurona gracias a los neurotransmisores.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-illustration/synapse-neuron-cells-sending-electrical-chemical-377204860">adike/Shutterstock</a></span>
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<p>Este sistema de comunicación es bastante privado. Es decir, siguiendo el símil con internet, aquí es difícil que nos intercepten el mensaje. Las sinapsis son, hasta donde sabemos, la principal forma de comunicación de las neuronas y en la que nos hemos centrado los científicos hasta ahora. </p>
<p>Por contra, en la comunicación sin cables –llamada a veces comunicación no sináptica o extrasináptica– no hay conexión por fibras. Aunque se ha estudiado mucho menos, sabemos que el mensajero químico puede viajar grandes distancias por el espacio entre las células. </p>
<p>El camino que recorren los mensajeros <em>wireless</em> es tortuoso y no da garantías de privacidad: aquí es más fácil que el mensaje sea hackeado.</p>
<h2>Primeros conectomas</h2>
<p>Hay un gusano con nombre casi impronunciable que nos está enseñando mucho sobre las conexiones inalámbricas y, en general, sobre cómo funciona el sistema nervioso: el <em>Caenorhabditis elegans</em> (abreviadamente, <em>C. elegans</em>). Mide aproximadamente un milímetro y era el protagonista de la conferencia a la que me refería al principio del artículo.</p>
<p>Quizá alguien se sorprenda de que un gusano diminuto esté enseñándonos cómo se comunican nuestras neuronas. Pero la ciencia básica es así: recuerden que aprendimos mucho sobre herencia genética gracias a <a href="https://theconversation.com/mendel-y-darwin-una-relacion-enigmatica-186318">Mendel</a> y unas plantas de guisante. Y que hemos averiguado mucho sobre nuestro cerebro gracias al calamar.</p>
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Leer más:
<a href="https://theconversation.com/neuroplasticidad-el-extraordinario-poder-de-nuestro-cerebro-para-transformarse-y-repararse-197731">Neuroplasticidad: el extraordinario poder de nuestro cerebro para transformarse y repararse</a>
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<p>El primer conectoma, el mapa de todas las conexiones de las neuronas de un organismo, <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4360118/">se publicó en el <em>C. elegans</em> en 1986</a>. Los investigadores describieron todas las conexiones por cable de las neuronas: es como seguir los fideos en un plato de espaguetis y generar un mapa. Este gusano cuenta con algo más de 300 neuronas (es un plato muy pequeño), por lo que no es casual que fuera el elegido para inaugurar este campo científico. </p>
<p>Bastante después se pudo generar el mapa de las conexiones en animales más complejos, como <a href="https://www.virtualflybrain.org/#td-block-1">la mosca</a> o la <a href="https://mapzebrain.org/home">larva del pez cebra</a>. <a href="https://www.humanconnectome.org/">El conectoma del cerebro humano</a> tardará mucho, si es que llegamos a verlo algún día. Nosotros tenemos unos 100 000 millones de neuronas: ¡un plato inmenso de espaguetis! </p>
<h2>Llegan los mapas de las conexiones inalámbricas</h2>
<p>Hasta ahora, todos los conectomas eran mapas de las conexiones por cable. Pero dos grupos de científicos acaban de publicar el primer inventario de todos los nexos <em>wireless</em> en el <em>C. elegans</em>. De nuevo, nuestro gusano lleva la delantera.</p>
<p>Las investigaciones se fijaron en un tipo concreto de conexiones, las que utilizan unas moléculas llamadas neuropéptidos (similares a las proteínas) como mensajero químico. Se cree que modulan la función de otras conexiones. <a href="https://www.nature.com/articles/d41586-023-03619-w">El primer grupo de expertos</a> predijo el mapa de nexos inalámbricos basándose en la expresión de genes en la neuronas. Y comprobaron que es sorprendentemente diferente al entramado de conexiones por cable o sinapsis.</p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/566926/original/file-20231220-15-n9d4zq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/566926/original/file-20231220-15-n9d4zq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/566926/original/file-20231220-15-n9d4zq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=385&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/566926/original/file-20231220-15-n9d4zq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=385&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/566926/original/file-20231220-15-n9d4zq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=385&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/566926/original/file-20231220-15-n9d4zq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=483&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/566926/original/file-20231220-15-n9d4zq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=483&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/566926/original/file-20231220-15-n9d4zq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=483&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<p>Los autores del <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0896627323007560?via%3Dihub">segundo artículo</a> usaron optogenética, una técnica que <a href="https://theconversation.com/desenredando-el-cableado-de-nuestras-cabezas-199996">permite encender o apagar las células nerviosas</a> y estudiaron qué les pasaba a sus vecinas. Tras analizar más de 23 433 pares de neuronas vieron que la comunicacion inalámbrica tiene mucho más importancia de lo que se pensaba hasta ahora. Al menos en el gusano, parece que la red <em>wireless</em> es tan necesaria, compleja y diversa como el sistema por cables. </p>
<p>Sabemos que la comunicación sin cables no es solo cosa de gusanos: también se ha encontrado, por ejemplo, <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/20347870/">en el cerebro de ratas y ratones</a>. Aunque su relevancia en el cerebro humano aún está por investigar, quizá podrían ser muy importantes para entender cómo funciona nuestro sistema nervioso y cómo aparecen ciertas enfermedades. Y también qué ocurre cuando tomamos medicamentos o fármacos, pues pueden llegar a nuestro sistema nervioso y hackear nuestras conexiones inalámbricas. </p>
<p>Ya veremos en unos años a dónde nos llevan el gusano y el resto de animales que utilizamos en la investigación del sistema nervioso. Y es que, al final, para ciertas cosas, tampoco somos tan diferentes.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/219042/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Monica Folgueira Otero no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Hasta ahora, los científicos han estudiado cómo se comunican las neuronas a través de sus ramificaciones y sinapsis, los diminutos espacios que las separan. Pero el primer mapa de las conexiones “sin cables” en un ser vivo puede cambiar la comprensión de nuestro sistema nervioso.Monica Folgueira Otero, Profesora Contratada Doctora- Área Biología Celular, Universidade da CoruñaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2181512023-12-13T10:01:12Z2023-12-13T10:01:12ZPor qué nos cuesta cada vez más leer un texto largo<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/561819/original/file-20231127-25-tpyzgi.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C4425%2C2923&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/girl-cell-phone-books-304379273">Golden Dayz/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>¿Le ha pasado recientemente que le cuesta concentrarse en una lectura larga, que le lleve más de 10 minutos? ¿Se encuentra a menudo saltando de tarea en tarea, o de ventana en ventana en el ordenador, cuando apenas lleva tres párrafos leídos de un texto? ¿Le cuesta encontrar la tranquilidad mental para concentrarse en una novela?</p>
<p>Vivimos inmersos en un uso constante de ordenadores, móviles y tabletas. <a href="https://www.fundaciontelefonica.com/cultura-digital/publicaciones/sociedad-digital-en-espana-2023/780/">Los móviles</a> se usan para acceder a contenido audiovisual (vídeos, podcasts), navegar por internet (incluyendo redes sociales), juegos, compras y servicios financieros. Los españoles, por ejemplo, pasamos de media <a href="https://datareportal.com/reports/digital-2023-spain">5,45 horas al día conectados a la red</a>.</p>
<p>Todo ello tiene una influencia en nuestro cerebro. Nos estamos acostumbrando a un tipo de atención denominada “de abajo a arriba” (<em>bottom-up</em>). En este tipo de atención son las emociones, suscitadas por los contenidos digitales, las que disparan nuestra atención. Es decir, no dirigimos de forma voluntaria la atención (lo que se denominaría <em>top-down</em>: de arriba abajo), sino que estos medios “atrapan” nuestra atención sin que la hayamos dirigido de forma consciente. </p>
<p>Obviamente el impacto depende del contenido. No es lo mismo hacer uso de herramientas digitales que han sido diseñadas y testadas para mejorar procesos cognitivos como la atención, la memoria, la planificación, las habilidades matemáticas (un uso muy minoritario)… que el uso anteriormente descrito. </p>
<p>¿Cuál es el problema de acostumbrarnos a esta forma de atender? El problema es que dificulta que seamos capaces de atender a tareas menos atractivas a priori, o que requieren un procesamiento más pausado como leer, analizar información o estudiar. </p>
<h2>La multitarea digital</h2>
<p>Una característica de los contenidos multimedia es la “multitarea”: pasamos de contenido y cambiamos entre informaciones sin procesarlas pausadamente. Un modo de leer que <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7943608/">impacta de forma negativa en el rendimiento escolar</a>. Además, crea dependencia ya que, a nivel cerebral, <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7366946/">se activan áreas implicadas en las adicciones</a>. Es decir, estos contenidos nos “enganchan” en detrimento de otras tareas. </p>
<p>Para más <em>inri</em>, todo esto también está afectando a nuestra calidad de sueño (lo que tiene una alta relación con nuestra capacidad de atención). </p>
<h2>Descansar peor, concentrarse menos</h2>
<p>Estamos acostumbrados a estar constantemente conectados a estos dispositivos, incluso cuando vamos a dormir. Esto es un error, pues se ha demostrado que la luz de las pantallas confunde a nuestro cerebro haciéndole “pensar” que es de día. Ello impide que generemos melatonina, la hormona que nos ayuda a conciliar el sueño. <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3768102/">El sueño es fundamental</a> para estabilizar la memoria y para rendir atencionalmente al día siguiente.</p>
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Leer más:
<a href="https://theconversation.com/asi-afectan-las-preocupaciones-a-nuestro-sueno-151602">Así afectan las preocupaciones a nuestro sueño</a>
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<p>No es baladí que estén aumentando <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6430174/">las dificultades atencionales entre la población</a>. Para mantener la concentración necesitamos no estar constantemente conectados a la red. Por eso se plantea el debate en los centros laborales y en las aulas escolares sobre prohibir o limitar el uso de los dispositivos. </p>
<h2>Contrarrestar el efecto multitarea</h2>
<p>Todo esto nos lleva a plantear una serie de recomendaciones para mejorar nuestra concentración y permitirnos procesar información de forma más pausada.</p>
<ol>
<li><p>Disminuir el tiempo de exposición a las pantallas, desconectando los dispositivos cuando requerimos concentración. No deben a acceder a las mismas los menores de dos años. Después se debe limitar el tiempo de uso priorizando los contenidos educativos. </p></li>
<li><p>Realizar actividades al aire libre y actividades en la naturaleza también ha demostrado tener beneficios sobre la atención e incluso <a href="https://journals.sagepub.com/doi/10.1177/00139160021972793">sobre el rendimiento intelectual general</a>. </p></li>
<li><p>Realizar actividad física no sólo tiene <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0166432812005402">efectos positivos</a> en la salud física sino en la mental, <a href="https://www.casadellibro.com.co/libro-neuropsicologia-de-la-atencion-las-funciones-ejecutivas-y-la-memoria/9788490770269/2385520">incidiendo especialmente</a> en la atención, la memoria, la autorregulación y el estado de ánimo. </p></li>
<li><p>Potenciar una correcta higiene del sueño, disminuyendo la cantidad de estimulación de forma progresiva a la hora de acostarse. </p></li>
<li><p>Alimentarse de forma equilibrada sin descuidar el consumo de antioxidantes y minerales, ya que <a href="https://www.casadellibro.com.co/libro-neuropsicologia-de-la-atencion-las-funciones-ejecutivas-y-la-memoria/9788490770269/2385520">son fundamentales en el rendimiento intelectual</a>. </p></li>
<li><p>Realizar <a href="https://psycnet.apa.org/doiLanding?doi=10.1037%2Fa0012735">actividades disuasorias</a> como <a href="https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/13674679908406332">la meditación, escuchar música o la lectura</a>.</p></li>
<li><p>Preparar el ambiente para centrar nuestra atención. Por ejemplo, tener espacios diferenciados de trabajo, eliminar elementos que estén a la vista y que no necesitemos en ese momento. Usar temporizadores para la realización de las tareas y realizar breves pausas o descansos. También es recomendable realizar primero las actividades que requieren más esfuerzo a nivel de atención, para finalizar con las que suponen menor esfuerzo. Nuestra atención tiende a decaer a medida que nos fatigamos. Por último, ir aumentando de forma progresiva nuestros tiempos de concentración. </p></li>
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<p>Recuperar la capacidad de concentración es posible si nos lo proponemos y tenemos en cuenta estos consejos sencillos.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/218151/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Teresa Rossignoli Palomeque no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>El uso continuado del móvil y el ordenador y el cambio frecuente de tarea y contenido hacen que nuestra atención la dirijan las emociones en lugar de nuestra voluntad.Teresa Rossignoli Palomeque, Personal docente investigador. Líder del proyecto STap2Go: plataforma de cribado e intervención de atención y funciones ejecutivas, Universidad NebrijaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2130272023-11-30T18:06:25Z2023-11-30T18:06:25Z¿Sabemos cómo afectan las nuevas tecnologías al cerebro de los menores? No es tan fácil averiguarlo<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/560758/original/file-20231121-23-9so2xf.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=167%2C87%2C4937%2C3440&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/penang-malaysia-january-14-2020-little-1615987360">Raymond Vong Photography/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Marta tiene trece años. Se pasa horas en Instagram, viendo perfiles de famosas modelos, sus secretos de belleza y sus “dietas milagro”. Le gusta mucho el mundo de la moda. Pero ver estos <em>reels</em> siempre le hace concienciarse de lo que come y cómo se ve su cuerpo. Hace un mes, su hermana le pasó un vídeo de TikTok de una psicóloga que habla sobre autoestima, salud mental, y <em>body positivity</em>. Aunque al principio, no reparó mucho en ello, le gustó y decidió seguir esa cuenta. </p>
<p>Poco a poco, Marta se ha dado cuenta de que algunas de las cosas que se comentan en esos vídeos le están despertando un espíritu crítico que antes no tenía. Ahora, es capaz de ver desde un punto de vista diferente las publicaciones relacionadas con el mundo de la belleza. Además, ha descubierto una comunidad de gustos e intereses similares, con la que está aprendiendo a ser crítica frente a las tendencias de belleza impuestas en la sociedad. </p>
<h2>No es cuestión de blanco o negro</h2>
<p>Parece claro que las nuevas tecnologías, y las redes sociales en concreto, no tienen un carácter positivo o negativo en sí mismas, sino infinidad de posibilidades de uso. Dependiendo del empleo concreto que les demos a estas plataformas tendrán unos efectos u otros en nuestro cerebro. En la literatura científica, el sobreuso de <em>smartphones</em> y redes sociales se ha visto asociado tanto a efectos perjudiciales como beneficiosos sobre la cognición y la salud mental.</p>
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Leer más:
<a href="https://theconversation.com/el-acceso-a-internet-debe-ampliar-el-mundo-de-los-ninos-no-limitarlo-213902">El acceso a internet debe ampliar el mundo de los niños, no limitarlo</a>
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<p>Entre los primeros, se han descrito <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC8204720/pdf/fpsyt-12-669042.pdf">problemas de atención y autoestima, y un mayor riesgo de desarrollar depresión y ansiedad</a>. Y, al mismo tiempo, también se ha visto que las redes sociales <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6904320/pdf/day056.pdf">promueven la interacción social, la creatividad y el bienestar general</a>.</p>
<h2>Problemas metodológicos</h2>
<p>Pero ¿cómo podríamos investigar el uso que las personas dan a estas herramientas, para entender sus efectos cerebrales, sin vulnerar su privacidad? Desafortunadamente, la caracterización de los efectos de esas tecnologías no es trivial y debe basarse en medidas indirectas, lo que implica cierta falta de control y objetividad en las observaciones. </p>
<p>En vez de recoger datos reales cuantificables (a través de una aplicación, por ejemplo), debemos confiar en información sobre la experiencia subjetiva de los participantes de nuestros estudios (a través de cuestionarios). Esto añade dificultades a la hora de interpretar, comparar y extrapolar los resultados. </p>
<p>Para empezar, los trabajos que se han realizado hasta la fecha se centran en estudiar variables que no son exactamente iguales de una investigación a otra. Así, utilizan medidas y terminologías muy diferentes para referirse a cuestiones similares. Por ejemplo: <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6830442/?report=printable">“tiempo delante de una pantalla”</a>, <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC8916658/pdf/pone.0260637.pdf">“uso de <em>smartphones</em>”</a>, <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC8668323/pdf/fpsyt-12-737178.pdf">“exposición a medios digitales”</a> o <a href="https://eprints.whiterose.ac.uk/140927/3/Integrative%20review%20BMJ.%20FINALvised%20Paper.pdf">“uso de redes sociales”</a>, entre otros. </p>
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Leer más:
<a href="https://theconversation.com/razones-para-retrasar-el-uso-del-movil-proteger-la-salud-mental-217048">Razones para retrasar el uso del móvil: proteger la salud mental</a>
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<p>¿No estaría el uso de móviles contenido dentro del “tiempo delante de una pantalla”, por ejemplo? ¿Cómo se distinguen los efectos de estar frente al televisor o el ordenador de los de consumir tiempo con un teléfono inteligente? ¿Y cómo distinguimos la actividad concreta que se realiza cuando tenemos un <em>smartphone</em> en la mano sin dejar de proteger la privacidad de las personas?</p>
<p>Además, el uso tan universalizado de estas tecnologías es relativamente reciente. Por tanto, carecemos de suficientes estudios longitudinales, es decir, con datos recogidos durante varias décadas de un numeroso grupo de personas. Este tipo de investigación sería la que podría informarnos sobre los efectos a largo plazo del uso y sobreuso de estas herramientas. Tendremos que esperar un tiempo y hacer el esfuerzo de seguir un mismo grupo de participantes por muchos años para entenderlos mejor.</p>
<h2>Cómo medir el riesgo de adicción</h2>
<p>Por último, uno de los temas más candentes actualmente es <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0306460321000307?ref=pdf_download&fr=RR-2&rr=8297d883ab7c1a7b">el riesgo de adicción asociado con estas tecnologías</a>. Para valorar si existe o no un comportamiento adictivo, la medida primordial parece ser el tiempo de uso. Sin embargo, la mayoría de las aplicaciones, redes sociales y sitios web están diseñados, específicamente, <a href="https://www.linkedin.com/pulse/real-reason-why-social-media-keeps-us-hooked-pablo-lopez/">para mantener nuestra atención focalizada en sus contenidos y alargar el tiempo que invertimos en ellas</a>. El estado de absorción que causan estos medios nos dificulta la tarea de estimar de forma subjetiva esa duración. Y una medición objetiva nos lleva al problema inicial de vulneración de la privacidad e intimidad de los sujetos de estudio.</p>
<p>Con estos retos en mente, parece evidente que entender los beneficios y riesgos del uso de las nuevas tecnologías sobre el cerebro está acompañado por obstáculos difícilmente superables. Sin embargo, es importante comprender que las herramientas digitales no son buenas o malas <em>per se</em>. Tienen un enorme potencial en los dos sentidos. Depende de nosotros cómo decidamos utilizarlas y cómo de críticos queremos ser con las actividades y contenidos que consumimos <em>online</em>. </p>
<p>Además, aunque sea un proceso lento, seguiremos aprendiendo sobre las bondades y perjuicios de estas herramientas sobre nuestra cognición y nuestra salud mental. Sólo así podremos poner en marcha protocolos preventivos y educativos para usar estas plataformas de una manera saludable.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/213027/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Lucía Vaquero Zamora recibe fondos de la European Research Executive Agency (REA) a través de su beca conseguida dentro del programa de financiación Marie Sklodowska-Curie Actions (otorgada para la realización del proyecto "Social Media Artistic tRaining in Teenagers (SMART)", Grant Agreement ID: 101063319).</span></em></p>Desde el punto de vista de la neurociencia, varios obstáculos (metodológicos, de privacidad…) impiden saber con exactitud qué consecuencias acarrea el tiempo dedicado a las pantallas.Lucía Vaquero Zamora, Investigadora Postdoctoral en Neurociencia Cognitiva, Universidad Complutense de MadridLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2169122023-11-14T18:35:09Z2023-11-14T18:35:09Z¿Por qué los hijos de alcohólicos desarrollan adicciones? El papel de los traumas infantiles<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/559270/original/file-20231114-23-vdogwd.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=83%2C0%2C6392%2C4474&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://theconversation.com/drafts/216458/edit">Romolo Tavani/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Durante décadas se ha puesto el acento en la transmisión familiar de los trastornos adictivos, como en el alcoholismo, sin caer en la cuenta de que <a href="https://editorialcirculorojo.com/del-tratamiento-del-alcoholismo-y-de-su-recuperacion-una-guia-para-profesionales-de-la-sanidad/">transmisión familiar no es lo mismo que transmisión hereditaria</a>. </p>
<p>La asociación entre las experiencias traumáticas sufridas por los jóvenes criados en una familia donde uno de los progenitores tenía problemas por el alcohol y el desarrollo posterior de diferentes trastornos psiquiátricos, incluido el alcoholismo, <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0145213415002665?via%3Dihub">ha sido objeto de diversas investigaciones</a>.</p>
<p>Obviamente, en estos jóvenes confluyen diferentes <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/33157482/">factores que pueden explicar el elevado riesgo para la adicción al alcohol</a>. Por un lado, están los factores hereditarios relacionados con la respuesta al alcohol. Por otro, que en estos jóvenes también aparecen diversos trastornos mentales que incrementan, de forma indirecta, el riesgo para el alcoholismo, como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) o los trastornos depresivos. </p>
<p>En tercer lugar, por su historia familiar, este grupo de población tiene entre 2 y 13 veces más riesgo de haber sufrido experiencias traumáticas durante la infancia o la adolescencia (especialmente abusos emocionales).</p>
<p>Los <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/37464047/">hallazgos sobre el papel que desempeñan las experiencias adversas tempranas</a> (EAT) sobre el desarrollo posterior de diferentes trastornos son muy consistentes al poner de manifiesto una relación causa-efecto para los trastornos depresivos, los de ansiedad, el trastorno por estrés postraumático, los trastornos de la conducta alimentaria y las conductas adictivas. </p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/559399/original/file-20231114-17-yu6o27.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/559399/original/file-20231114-17-yu6o27.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/559399/original/file-20231114-17-yu6o27.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=344&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/559399/original/file-20231114-17-yu6o27.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=344&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/559399/original/file-20231114-17-yu6o27.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=344&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/559399/original/file-20231114-17-yu6o27.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=432&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/559399/original/file-20231114-17-yu6o27.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=432&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/559399/original/file-20231114-17-yu6o27.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=432&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">El cerebro límbico es donde residen las estructuras cerebrales encargadas de la expresión emocional, como la amígdala y el núcleo accumbens. Ahora bien, el cerebro límbico está sometido a las influencias del cerebro racional, en este caso la corteza prefrontal, que lo modula para adecuar las expresiones emocionales al contexto.</span>
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</figure>
<h2>Así cambia el cerebro con las experiencias adversas</h2>
<p>Han sido muchos los trabajos que han mostrado la relación entre haber sido objeto de abusos durante la infancia y el riesgo de desarrollar trastornos mentales. Sin embargo, han sido principalmente los estudios de neuroimagen cerebral los que nos han aportado las claves para entender los mecanismos neurobiológicos subyacentes.</p>
<p>En nuestra opinión, los tres mecanismos que concitan mayor consenso entre los investigadores son los que vinculan la experiencia traumática con el retraso madurativo de la corteza frontal, con la disfunción del sistema límbico y con la alteración del eje del estrés (eje hipotálamo-hipófisis-adrenal o eje HHA). </p>
<h2>Traumas infantiles y maduración de la corteza frontal</h2>
<p>Las <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/36276329/">experiencias traumáticas experimentadas durante la infancia y la adolescencia</a> provocan cambios en la estructura y funcionamiento de vías y áreas cerebrales de la corteza frontal (en concreto de la denominada corteza prefrontal) que dificultan el control de la conducta. Eso conduce al incremento de conductas disruptivas, trastornos de la personalidad, TDAH y trastornos adictivos.</p>
<p>La corteza prefrontal es un área cerebral de gran tamaño, con enorme importancia a la hora de explicar el control conductual, la personalidad e incluso las capacidades cognitivas. Su maduración no finaliza hasta alcanzar 25 años de edad. Los procesos cognitivos necesarios para controlar y autorregular la propia conducta no podrían llevarse a cabo sin su participación, de manera que estamos ante una de las áreas más relevantes a la hora de poder adaptar nuestra conducta a las situaciones y realizar operaciones cognitivas complejas.</p>
<p>La corteza prefrontal tiene importantes conexiones con una gran cantidad de regiones cerebrales, tanto corticales como subcorticales, como por ejemplo el sistema límbico. Por eso influye en él y se ve influida por una gran cantidad de informaciones provenientes de muy diversas regiones, resultando imprescindible para la correcta gestión de la conducta y de nuestros recursos cognitivos.</p>
<p>Un enlentecimiento en su maduración, ocasionado por el estrés asociado a las EAT, provocaría importantes dificultades para llevar a cabo la inhibición de conductas poco aceptables (como las que implican aceptar límites) y el control de la agresividad. Pero también dificultaría nuestra capacidad para planificar, solucionar problemas, memorizar, desarrollar ideas y tener capacidad de autoconciencia.</p>
<p>Esta región cerebral está especialmente vinculada a la percepción y expresión de emociones, así como a la capacidad de motivación del ser humano. De ahí que <a href="https://www.mdpi.com/2227-9067/10/2/365">este enlentecimiento madurativo impida el adecuado control emocional</a>, al no poder ejercer un correcto control inhibitorio sobre el sistema límbico.</p>
<h2>Traumas infantiles y disfunción del sistema límbico</h2>
<p>Las <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32169412/">EAT también inducen cambios en el sistema límbico</a>, bien de forma directa sobre el propio sistema, o bien de manera indirecta a través de la relación de la corteza frontal y el sistema límbico.</p>
<p>Esta disfunción del sistema límbico (amígdala y núcleo accumbens) se traduce en un claro déficit en el control emocional, especialmente de las emociones negativas (tristeza, ansiedad, vergüenza, ira o culpa). Dichas alteraciones facilitan la aparición de trastornos depresivos y de personalidad, así como un mayor riesgo para el desarrollo de conductas adictivas, en combinación con las alteraciones derivadas de la afectación de la corteza prefrontal.</p>
<p>Además, las experiencias traumáticas favorecen que los estímulos que se han condicionado con el alcohol (como bares, olores, sabores, latas de cerveza, etc.) capten la atención del joven traumatizado, haciéndolos más deseables para el sujeto. Esto <a href="https://link.springer.com/article/10.1007/s11469-023-01097-9">influye en el desarrollo de las conductas adictivas</a>.</p>
<h2>El trauma infantil como factor perturbador del eje hipotálamo-hipófisis-adrenal</h2>
<p>Diversos estudios han señalado que <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32002927/">la alteración de este eje</a> está asociada a una mayor respuesta estresante ante estímulos externos relacionados con el estresor, de tal manera que se exacerba la respuesta de alerta y de alarma a través de la activación del cortisol. </p>
<p>Un estado de alarma es el que nos encontramos en los trastornos por estrés y el trastorno por estrés postraumático. En este último caso, la persona reacciona de forma angustiosa cuando se expone o surgen algunas de las señales que se condicionaron con la experiencia traumática (la paliza, la violación, o los insultos y humillaciones que con frecuencia se repiten en los casos de abusos emocionales). </p>
<p>Volver a experimentar estas situaciones, semanas o años después, provoca conductas de evitación para soslayar el malestar asociado a ella, con el consiguiente aislamiento. No es infrecuente que estas personas experimenten depresiones o agorafobia como consecuencia de sus elevados niveles de estrés y de su importante aislamiento.</p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/559402/original/file-20231114-21-rkligq.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/559402/original/file-20231114-21-rkligq.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/559402/original/file-20231114-21-rkligq.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=335&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/559402/original/file-20231114-21-rkligq.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=335&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/559402/original/file-20231114-21-rkligq.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=335&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/559402/original/file-20231114-21-rkligq.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=421&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/559402/original/file-20231114-21-rkligq.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=421&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/559402/original/file-20231114-21-rkligq.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=421&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Diversas condiciones que actúan como factores de riesgo para desarrollar adicción al alcohol en hijos/as de personas con adicción a esta sustancia.</span>
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<p>En definitiva, las experiencias adversas tempranas provocan, por un lado, un deficiente control emocional, y por otro, una mayor respuesta emocional hacia señales relacionadas con el estresor (que recuerdan la experiencia de abuso). Y eso se traduce en que las personas se sienten más atraídas por los estímulos asociados al alcohol.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/216912/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>Los factores hereditarios, la aparición de trastornos mentales y las experiencias traumáticas durante la infancia o la adolescencia hacen que la descendencia de personas con alcoholismo sea más proclive a desarrollar problemas de adicción.Gabriel Rubio Valladolid, Catedrático de Psiquiatría, Universidad Complutense de MadridFrancisco López-Muñoz, Profesor Titular de Farmacología y Vicerrector de Investigación y Ciencia, Universidad Camilo José CelaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2173852023-11-12T22:08:03Z2023-11-12T22:08:03ZAsí cambia el cerebro preadolescente con la depresión<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/558818/original/file-20231110-19-823vex.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=218%2C84%2C5389%2C3648&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/sad-woman-sitting-alone-against-brick-143592541">Prixel Creative/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>La depresión, un trastorno que puede afectarnos en cualquier momento de nuestra vida, muestra su rostro más complejo en el paso de la infancia a la adolescencia, la llamada preadolescencia, un período de intensos cambios y desafíos. Esta etapa de la vida, marcada por una transformación significativa tanto en el plano físico como emocional, es también un momento crítico en el desarrollo cerebral, el cual puede verse alterado si se sufren trastornos mentales como la depresión. </p>
<p>Entender los cambios que ocurren en el cerebro preadolescente, y cómo la depresión puede influir en ellos, es esencial para poder abordar este trastorno de manera efectiva. Durante la preadolescencia, el cerebro no solo crece en tamaño, sino que también experimenta una reorganización sustancial en sus conexiones neuronales, una reestructuración fundamental para el desarrollo de habilidades cognitivas (atención, memoria, toma de decisiones, aprendizaje social, etc.) y emocionales. </p>
<p>Sin embargo, cuando la depresión interviene, puede perturbar este delicado proceso, afectando a áreas clave del cerebro responsables de los procesos emocionales y cognitivos antes indicados. Estos cambios no solo tienen un impacto inmediato en el bienestar durante el momento en el que se padece la depresión: también pueden estar relacionados con problemas de salud mental en la vida adulta. </p>
<h2>Desarrollo del cerebro con la edad</h2>
<p>El cerebro humano <a href="https://www.nimh.nih.gov/health/publications/espanol/el-cerebro-de-los-adolescentes-7-cosas">se desarrolla</a> de manera continua desde la concepción hasta la mediana edad. Pero el período de mayor crecimiento y cambio ocurre durante la infancia y la adolescencia. </p>
<p>En general, se considera que el cerebro alcanza la madurez completa entre los 25 y los 30 años. Sin embargo, algunas partes del cerebro, como la corteza prefrontal, continúan su desarrollo hasta los 40 años. </p>
<p>En la preadolescencia el cerebro <a href="https://www.nimh.nih.gov/health/publications/espanol/el-cerebro-de-los-adolescentes-7-cosas">aún no está completamente formado</a>. Por los cambios que se producen en este periodo, nuestro órgano pensante se vuelve altamente susceptible tanto a lo que nos rodea y a nuestro mundo interior como al desarrollo de alteraciones neurológicas. Y tal y como se suele decir de un modo coloquial, podemos ser más propensos a que se nos crucen los cables, o sea, a que cambie nuestra conectividad cerebral. </p>
<h2>Depresión y trastorno depresivo mayor</h2>
<p>No olvidemos que el más común <a href="https://www3.paho.org/hq/index.php?option=com_content&view=article&id=7305:2012-dia-mundial-salud-mental-depresion-trastorno-mental-mas-frecuente&Itemid=0&lang=es#gsc.tab=0">entre todos los trastornos mentales</a> es la depresión, considerada por sus cifras como <a href="https://sid-inico.usal.es/noticias/la-depresion-la-pandemia-del-siglo-xxi/">una auténtica pandemia</a>. Según la Organización Mundial de la Salud (<a href="https://www.who.int/es">OMS</a>), 280 millones de personas en todo el mundo padecían depresión en 2020, con un aumento de un 25 % con respecto a 2019, siendo una de las principales causas de discapacidad. </p>
<p>La prevalencia de la depresión es mayor en las mujeres que en los hombres, y <a href="https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/depression">aumenta con la edad</a>. Así, aproximadamente un 2,5 % de los niños y adolescentes sufren depresión. En los adultos jóvenes el porcentaje se incrementa hasta un 5 %, pasa a un 7 % en los adultos de mediana edad y llega hasta el 10 % entre las personas mayores.</p>
<p>La <a href="https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/depression">depresión</a> se caracteriza por un estado de ánimo deprimido, valga la redundancia. Es decir, se pierde el interés o el placer de disfrutar en las actividades que más nos gustaban, hay cambios en el apetito o el peso, tenemos problemas tanto para concentrarnos como para dormir, nos fatigamos, sufrimos sentimientos de culpa o inutilidad y podemos llegar a pensar habitualmente sobre la muerte y el suicidio.</p>
<p>Cuando la cosa se agrava, llega el <a href="https://medlineplus.gov/spanish/ency/article/000945.htm">trastorno depresivo mayor</a>, también conocido como depresión clínica. Se da cuando nuestro estado de ánimo nos provoca sentimientos persistentes de tristeza y pérdida de interés en prácticamente todo, incluidas nuestras actividades favoritas y, sin duda, nos afecta a la forma en la que pensamos, sentimos y actuamos. En ese caso, no hay que dudar en buscar ayuda profesional.</p>
<h2>Preadolescencia, trastorno depresivo mayor y conectividad</h2>
<p>Si bien se han llevado a cabo numerosos estudios en los que se ha identificado una conectividad anormal asociada con trastornos mentales en adultos, se sabe bastante menos sobre la base biológica del trastorno depresivo en edades más tempranas. </p>
<p>El “estándar de oro” para su diagnóstico es el manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (<a href="https://www.inmens.es/articulo/dsm-manual-diagnostico-estadistico-trastornos-mentales">DSM</a>). Pero los estudios hasta ahora realizados consideran su fiabilidad y consistencia como “<a href="https://www.abstractsonline.com/pp8/#!/10892/presentation/40468">cuestionable</a>” (desde el punto de vista estadístico) cuando dos o más evaluadores califican las respuestas.</p>
<p>Con el fin de detectar la posible existencia de cambios en la conectividad del cerebro durante su desarrollo antes de la edad adulta, así como su relación con el trastorno depresivo mayor, se acaba de presentar <a href="https://www.abstractsonline.com/pp8/#!/10892/presentation/40468">un estudio científico</a> muy interesante en el que se han relacionado datos de neuroimagen con test cognitivos en 1 429 participantes sanos y 353 participantes diagnosticados con depresión, todos de entre 9 y 10 años de edad.</p>
<p>Aplicando un <a href="https://www.pnas.org/doi/10.1073/pnas.2216399120">nuevo y potente algoritmo</a> computacional a las resonancias cerebrales de cada sujeto, los investigadores obtuvieron 98 regiones de interés y calcularon la conectividad funcional entre ellas con <a href="https://www.pnas.org/doi/10.1073/pnas.2117234119">otro nuevo algoritmo</a>, también muy potente.</p>
<p>Los <a href="https://www.abstractsonline.com/pp8/#!/10892/presentation/40468">resultados</a> mostraron patrones interrumpidos de conectividad funcional en preadolescentes con trastorno depresivo mayor en comparación con el grupo de control. Estas alteraciones se observaron tanto a nivel del cerebro completo como dentro de tres grandes redes neuronales con funciones específicas: (i) la red que actúa en procesos como la autorreflexión, la memoria y la planificación futura (la red por defecto); (ii) la red que funciona cuando tomamos decisiones, resolvemos problemas y que participa en el control de los impulsos (la red de ejecución central), y (iii) la red que detecta lo que percibimos de nuestro entorno, lo filtramos y nos hace responder ante lo inesperado (la red de relevancia).</p>
<p>Las alteraciones de estas tres redes neuronales podrían tener consecuencias significativas en los preadolescentes. Así, la alteración de la <a href="https://www.psychologytoday.com/us/basics/default-mode-network">red por defecto</a> implica que los preadolescentes podrían experimentar dificultades en la introspección y en la comprensión de sus propios estados mentales y de sus emociones. Esto podría llevar a problemas de autoestima y dificultades en la planificación de tareas o eventos futuros. Además, la alteración en esta red podría afectar a la capacidad de recordar experiencias pasadas y aprender de ellas, lo que es esencial durante la preadolescencia, una etapa clave para el desarrollo de la identidad personal.</p>
<p>Si está alterada la <a href="https://www.sciencedirect.com/topics/psychology/central-executive-network">red de ejecución central</a>, los preadolescentes podrían tener dificultad en la toma de decisiones racionales y en el pensamiento crítico, además de volverse más impulsivos o, por el contrario, indecisos.</p>
<p>Y si también se trastoca la <a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fnhum.2023.1133367/full">red de relevancia</a>, los preadolescentes podrían volverse menos sensibles a los estímulos de su entorno o, por el contrario, sentirse abrumados por la información que les llega y, manifestar dificultades para concentrarse y respuestas inadecuadas también en situaciones de interacción social.</p>
<p>En conclusión, y dado que existen modificaciones en la actividad y en la conectividad cerebrales inducidas por trastornos depresivos mayores en edades muy tempranas, su conocimiento es muy útil para conseguir identificar y tratar la depresión lo antes posible, con el fin de evitar consecuencias negativas a largo plazo y favorecer una mejor salud mental en la edad adulta.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/217385/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Francisco José Esteban Ruiz recibe fondos para investigación de la Universidad de Jaén (PAIUJA-EI_CTS02_2023), de la Junta de Andalucía (BIO-302) y de la Fundación Alicia Koplowitz (convocatoria 2021). Es asesor científico de la asociación Síndrome STXBP1.</span></em></p>Durante la preadolescencia, el cerebro no solo crece en tamaño, sino que también reorganiza sus conexiones neuronales. Si en ese momento crítico sufrimos una depresión, puede generarnos problemas de salud mental serios en la vida adulta.Francisco José Esteban Ruiz, Profesor Titular de Biología Celular, Universidad de JaénLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2148102023-11-06T13:26:23Z2023-11-06T13:26:23ZEl cerebro humano no busca la verdad: una explicación científica a por qué mentimos<p>El cerebro humano no busca la verdad, lo que busca es quedar bien. Su estudio nos ha llevado a los expertos a conclusiones que incomodan, pero ayudan a entendernos mejor a nosotros mismos.</p>
<h2>Toda la verdad (o no)</h2>
<p>El cerebro humano es una maravilla de la naturaleza. Ha sido capaz de llevarnos a la Luna, y no tardará mucho en hacerlo a Marte. La humanidad ha conseguido explorar los confines del mundo, del sistema solar, del universo, y entenderlos en profundidad. Sí, el cerebro humano es prodigioso. Es, sin duda, lo que nos convierte en la especie más inteligente del planeta. Pero no es perfecto. Es el mismo cerebro que, cuando fabrica aviones tan grandes como el Airbus A380, con una capacidad para más de 500 pasajeros y una ingeniería exquisita, omite el número 13 de la fila de butacas porque “da mala suerte”. </p>
<p>Para entender por qué esto es así hay que conocer toda la verdad sobre nuestro cerebro. Y esto implica constatar que los procesos que subyacen a nuestras decisiones son en su gran mayoría –si no todos– inconscientes. </p>
<h2>El libre albedrío no es tan libre</h2>
<p>En la década de 1970, el psicólogo <a href="https://academic.oup.com/brain/article-abstract/106/3/623/271932">Benjamin Libet demostró que eso que llamamos libre albedrío no era como lo habíamos pintado</a>. Unos electrodos colocados en el lugar oportuno de la cabeza de sus participantes le permitieron descubrir que el cerebro iniciaba las acciones un tiempo antes de que fueran conscientes de estar tomando la decisión de llevarlas a cabo.</p>
<p>Cuando tomamos una decisión creemos haber sopesado pros y contras, y haber madurado nuestra respuesta. Pero los experimentos demuestran que, normalmente, no sabemos exactamente qué nos ha llevado a tomar una decisión. </p>
<p>Lo habitual, de hecho, es que las razones para hacer lo que hacemos las encontramos a posteriori; es decir, justificamos nuestros actos una vez realizados. </p>
<p>Las evidencias muestran, además, que nuestras decisiones las defendemos por encima de todo, aunque no sepamos qué nos llevó a ellas. </p>
<p>A esta forma de ser de nuestro cerebro se le llamó “el intérprete”. Con esta denominación, el experto en el estudio de la mente <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Michael_Gazzaniga">Michael Gazzaniga</a> resaltó que el cerebro está continuamente interpretando la realidad, encontrando una razón de ser para todas las cosas. Pero también que le da igual si su interpretación es verdad o no: le basta con que sea satisfactoria, aparentemente buena. </p>
<h2>El cerebro humano busca quedar bien</h2>
<p>Gazzaniga lo descubrió al <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0010945270800107?via%3Dihub">estudiar pacientes con el cerebro escindido</a>, es decir, dividido quirúrgicamente en dos hemisferios separados como consecuencia de un tratamiento contra ataques epilépticos recurrentes. </p>
<p>Cada hemisferio percibe y actúa sobre una mitad del mundo. El izquierdo percibe principalmente lo que está a nuestra derecha, mientras que lo que está a nuestra izquierda lo procesa el derecho. Igualmente, el hemisferio izquierdo maneja la mano derecha, y el derecho la izquierda. </p>
<p>Cuando hablamos, además, lo hacemos principalmente con el hemisferio izquierdo, por lo que con el cerebro dividido es como si tuviéramos dos personas, una que habla y otra que no pronuncia ni una palabra. </p>
<p>En los experimentos de Gazzaniga, cuando el hemisferio derecho del paciente veía un objeto y se le pedía que eligiera una imagen relacionada con el mismo, la mano izquierda cogía la imagen correcta. En cuanto al hemisferio izquierdo, el que habla, observaba la acción sin tener la más mínima idea de por qué esa era la imagen correcta. Pero cuando se preguntaba al paciente que por qué había cogido esa imagen, su hemisferio izquierdo respondía inventándose una razón. Nunca acertaba, ya que ignoraba totalmente la verdadera, pero estaba empeñado en dar una explicación, por descabellada que fuera. </p>
<p>Este mecanismo resultó ser muy humano, y no solo propio de personas con el cerebro escindido. Toda la humanidad funciona así en su realidad más cotidiana.</p>
<p>Es interesante destacar que el intérprete nunca decía “no sé”. Decir “no sé” no parece la respuesta más humana, aunque en principio sea la más razonable. Y esto es así especialmente cuando se trata de justificar nuestros actos. </p>
<h2>Estrategias para persuadir</h2>
<p>La verdad no es lo más importante, sino quedarse satisfecho con una explicación más o menos creíble, aceptable. Aceptable para uno mismo y para los demás, aunque no sea cierta. Como dicen <a href="https://sites.google.com/site/hugomercier/">Hugo Mercier</a> y <a href="https://www.dan.sperber.fr/">Dan Sperber</a>, <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/21447233/">las estrategias de razonamiento de nuestra especie no evolucionaron para llegar a la verdad</a>, sino para persuadir a otros de que llevamos razón. </p>
<p>La explicación a todo esto, <a href="https://www.planetadelibros.com/libro-de-que-nos-sirve-ser-tan-listos/380534">como explico en mi último libro</a>, está en que <a href="https://theconversation.com/afecta-el-aislamiento-a-nuestro-cerebro-136027">nuestro cerebro es hipersocial</a>. Se hizo grande no para llevarnos a la Luna, sino para afrontar los grandes retos de vivir en sociedad, de convivir con un número elevado de individuos con los que a veces cooperamos y a veces competimos. </p>
<p>En estas circunstancias, lo habitual es que no podamos permitirnos perder tiempo, sino tomar decisiones rápidas y eficaces, de manera automática, sopesando multitud de razones a la vez. De la mayoría seremos poco o nada conscientes, porque serlo exigiría mucho tiempo y esfuerzo. No importa, ya encontraremos la forma de justificarnos si algo de lo que hemos hecho parece poco correcto a ojos de los demás. Para eso está el intérprete: para preservar a toda costa algo tan valioso como nuestra autoestima.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/214810/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Manuel Martin-Loeches Garrido no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Mentimos continuamente, y es posible que ni siquiera sepamos que lo hacemos tanto. Los estudios del cerebro humano explican cómo el cerebro no busca la verdad y justifica sus actos por encima de todo.Manuel Martin-Loeches Garrido, Catedrático de Psicobiología, Universidad Complutense de MadridLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2156072023-10-15T22:11:04Z2023-10-15T22:11:04ZUn avance monumental: el primer atlas de las células del cerebro humano<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/553855/original/file-20231015-27-ty3830.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=29%2C0%2C2964%2C1878&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption"></span> </figcaption></figure><p>El cerebro, esa intrincada red de casi cien mil millones de neuronas y otro tanto de células no neuronales –astrocitos y oligodendrocitos, entre otros–, ha cautivado y desafiado a la comunidad científica durante siglos. </p>
<p>Para entender cómo los circuitos neuronales permiten que nos emocionemos con el olor de un perfume, sintamos empatía o mostremos comportamientos complejos como la creatividad o la toma de decisiones éticas, primero debemos comprender la estructura y la función de los diferentes tipos de células cerebrales y su relación. </p>
<p>Claro que, como podrán imaginar, identificar tantos miles de millones de células cerebrales es todo un reto científico y tecnológico, más aún si queremos caracterizar cada tipo de célula en particular. Pues bien, este monumental esfuerzo <a href="https://www.science.org/doi/10.1126/science.adl0913">se acaba de llevar a cabo</a> con éxito.</p>
<h2>Al fin un censo de las células cerebrales</h2>
<p>Para poder hacer realidad un proyecto tan ambicioso, en 2017 se creó la red de investigación para el censo de células cerebrales, llamada <a href="https://biccn.org/">BICCN</a> (por sus siglas en inglés). Esta red engloba a más de treinta laboratorios de diversas disciplinas. Su objetivo es identificar, caracterizar y mapear cada tipo de célula del cerebro en humanos, primates no humanos y ratones. </p>
<p>Los estudios de la BICCN, gracias al empleo de las tecnologías más avanzadas que hasta ahora solo se aplicaban a modelos animales, han dado sus primeros frutos: han revelado la composición celular detallada del cerebro humano, tanto adulto como durante su desarrollo. Los hallazgos se detallan en una serie de <a href="https://www.biccn.org/science/human-and-nhp-cell-atlas">veinticuatro artículos científicos</a>, en su mayoría publicados en las prestigiosas revistas <a href="https://www.science.org/toc/science/382/6667"><em>Science</em></a> y <a href="https://www.science.org/toc/sciadv/9/41"><em>Science advances</em></a>. </p>
<p>Y lo han hecho en tres diferentes niveles de estudio: el <a href="https://www.science.org/doi/10.1126/science.adf0805">transcripcional</a>, que nos indica la función de las células a través de la expresión de sus genes; el <a href="https://www.science.org/doi/10.1126/science.adf5357">epigenético</a>, que nos revela cómo se activan o desactivan estos genes por la edad y por factores ambientales; y el nivel <a href="https://www.science.org/doi/10.1126/science.adf6484">funcional</a>, que se refiere, por ejemplo, a si las neuronas excitan o inhiben a otras neuronas.</p>
<p>La integración de estos resultados muestra que, como cabía esperar, además de la variación entre regiones cerebrales, también la hay entre los cerebros de cada persona. Es decir, no existe un único prototipo de cerebro humano, sino un amplio rango genético y de respuesta al ambiente, tanto en individuos sanos como en diferentes estados de enfermedad.</p>
<h2>Dos atlas y dos análisis comparativos</h2>
<p>La enorme y compleja investigación a nivel de análisis de células individuales ha proporcionado resultados interesantísimos. En primer lugar se han generado dos atlas: <a href="https://www.science.org/doi/10.1126/science.add7046">uno</a> de células individuales del cerebro humano adulto, y otro de células individuales de primates no humanos también adultos (<a href="https://www.science.org/doi/10.1126/sciadv.adh1914">macacos</a> y <a href="https://www.science.org/doi/10.1126/sciadv.adk3986">titíes</a>).</p>
<p>Asimismo, se han presentado dos análisis comparativos, <a href="https://www.science.org/doi/10.1126/science.ade9516">uno</a> de células individuales entre cerebros humanos y de primates no humanos, y otro entre células individuales durante el desarrollo del cerebro tanto <a href="https://www.science.org/doi/10.1126/science.adf0834">en humanos</a> como en <a href="https://www.science.org/doi/full/10.1126/science.adf3786">primates</a> no humanos. </p>
<p>Finalmente, se han analizado y modelizado la <a href="https://www.science.org/doi/10.1126/science.adf6484">función</a> y la <a href="https://www.science.org/doi/10.1126/sciadv.adf3771">distribución</a> de los tipos celulares neuronales humanos y su comparación con los de <a href="https://www.science.org/doi/10.1126/science.adf0805">ratón</a>. Como dirían en mi tierra: “Casi ná”.</p>
<h2>Descripción detallada de más de tres millones de células</h2>
<p>Entre los resultados más importantes destaca la descripción detallada de más de tres millones de células cerebrales a nivel individual (entre las que se incluyeron más de dos millones de neuronas) de casi cien zonas diferentes del cerebro humano adulto. </p>
<figure class="align-right zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/553769/original/file-20231014-29645-x8s58y.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/553769/original/file-20231014-29645-x8s58y.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/553769/original/file-20231014-29645-x8s58y.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=800&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/553769/original/file-20231014-29645-x8s58y.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=800&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/553769/original/file-20231014-29645-x8s58y.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=800&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/553769/original/file-20231014-29645-x8s58y.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=1005&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/553769/original/file-20231014-29645-x8s58y.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=1005&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/553769/original/file-20231014-29645-x8s58y.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=1005&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">Representación abstracta de la diversidad celular en el cerebro.</span>
<span class="attribution"><span class="source">Ecke rBehrens/ Institute Salk</span>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/">CC BY-NC-SA</a></span>
</figcaption>
</figure>
<p><a href="https://www.science.org/doi/10.1126/science.add7046">Los hallazgos</a> indican que el cerebro no es nada homogéneo. Aunque todas las células del cerebro comparten el mismo ADN, cada una de ellas usa diferentes genes en distintas cantidades. Eso da lugar a un nivel de <a href="https://www.science.org/doi/10.1126/science.adf6812">diversidad y especialización celular absolutamente asombroso</a>. Cada área cerebral contiene un conjunto específico de tipos de células y en diferentes estados funcionales. Además de ayudarnos a entender cómo funciona el cerebro, conocerlos será de una gran utilidad clínica en relación con enfermedades cuya alteración cerebral puede ser diferente según la persona que lo sufra, como los tumores cerebrales, la epilepsia o la esclerosis múltiple, por citar algunas.</p>
<p>Curiosamente, las neuronas más singulares se encuentran en la corteza visual primaria (V1), que se ha convertido en el epicentro de fascinantes descubrimientos sobre cómo interpretamos y percibimos el mundo visual que nos rodea. Esta región cerebral no es solo un procesador de imágenes, sino también un mosaico impresionante de células que, en conjunto, crean el rico tapiz de nuestra experiencia visual, permitiéndonos discernir formas, colores y movimientos con asombrosa precisión.</p>
<p>Este trabajo sienta las bases para entender cómo las variaciones en la estructura celular pueden influir en nuestra capacidad para procesar información y realizar diversas funciones cognitivas.</p>
<h2>Pequeñas pero significativas diferencias con nuestros parientes cercanos</h2>
<p>Más aún, <a href="https://www.science.org/doi/10.1126/science.ade9516">otra investigación</a> revela también sorpresas en las células del cerebro humano cuando las comparamos con las de nuestros parientes más cercanos, los chimpancés y los gorilas. Aunque compartimos con ellos una estructura celular cerebral básica, nuestras neuronas utilizan diferentes genes para conectarse y formar circuitos en el cerebro. Este detalle indica que pequeños cambios en las conexiones neuronales podrían impulsar evolutivamente nuestras capacidades cognitivas, tales como el razonamiento complejo y la creación de lenguajes avanzados. </p>
<p>Sumándose a estos resultados, el equipo desveló una interesante similitud neuronal entre chimpancés y gorilas, pese a que los chimpancés y los humanos comparten un ancestro más inmediato. Esto pone de relieve la excepcionalidad de la biología cerebral que nos hace humanos, desplegando un abanico de posibilidades como la invención de herramientas, la composición de majestuosas sinfonías y la percepción de la delicada sensibilidad en la poesía.</p>
<h2>Implicaciones en trastornos del desarrollo como el autismo</h2>
<p>En relación con el estudio del desarrollo de la corteza cerebral humana, que se despliega a través de nuestra etapa prenatal y continúa durante muchos años tras el nacimiento, <a href="https://www.science.org/doi/10.1126/science.adf0834">se han analizado</a> minuciosamente más de 700.000 células provenientes de 169 muestras de tejido de 106 donantes. </p>
<p>Así, se han podido establecer cómo se desarrollan y se diferencian diversas células en el cerebro, incluyendo las neuronas que se encargan de emitir señales eléctricas, aquellas que las regulan, las células gliales que son las “cuidadoras” del entorno neuronal, y las células que conforman nuestros vasos sanguíneos cerebrales, siendo todas ellas piezas fundamentales en el majestuoso puzzle de nuestra maquinaria cerebral.</p>
<p>En cuanto a las implicaciones que estos hallazgos tienen en trastornos del desarrollo como el autismo, este trabajo nos presenta una perspectiva de cómo pequeños cambios en esta compleja danza de desarrollo celular pueden llevar a condiciones que afectan profundamente a la interacción social y comunicativa. Por ejemplo, al entender más acerca de cómo las neuronas y las células gliales se desarrollan y se comunican entre sí, podemos comenzar a desentrañar los misterios de por qué, en algunas personas, este proceso difiere y cómo esto puede impactar en la forma en la que perciben e interactúan con el mundo. </p>
<p>Por si fuera poco, el estudio ilumina las sutiles pero significativas diferencias en la expresión génica entre niñas y niños respecto al autismo, proporcionando un prisma a través del cual poder examinar por qué este trastorno muestra diferentes tasas de incidencia y manifestación entre géneros.</p>
<p>Independientemente de la enorme valía de cada uno de los resultados publicados, el esfuerzo interdisciplinar aquí demostrado permite avanzar hacia el objetivo común de conocer el desarrollo y el funcionamiento del <a href="https://theconversation.com/el-cerebro-que-nos-hace-humanos-y-diferentes-140187">cerebro que nos hace humanos</a>. Además de abrir las puertas a una nueva era de investigación en el origen de las enfermedades neurológicas.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/215607/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Francisco José Esteban Ruiz recibe fondos para investigación de la Universidad de Jaén (PAIUJA-EI_CTS02_2023), de la Junta de Andalucía (BIO-302) y de la Fundación Alicia Koplowitz (convocatoria 2021). Es asesor científico de la asociación Síndrome STXBP1.</span></em></p>La red de investigación BICCN acaba de revelar la composición celular detallada del cerebro humano, tanto adulto como durante su desarrollo.Francisco José Esteban Ruiz, Profesor Titular de Biología Celular, Universidad de JaénLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2128232023-10-06T12:44:31Z2023-10-06T12:44:31Z¿Por qué nos “acordamos” de cosas que nunca sucedieron? Así se crean los falsos recuerdos<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/552518/original/file-20231006-15-3xjs63.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=212%2C45%2C3541%2C2109&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/investigation-officer-showing-murder-suspect-victim-1169300518">Motortion Films/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><blockquote>
<p>“Nuestras memorias son constructivas, reconstructivas. La memoria trabaja… como una página de Wikipedia: tú puedes entrar y cambiarla, pero otras personas también pueden hacerlo”.</p>
<p><strong>Elizabeth Loftus.</strong></p>
</blockquote>
<p>El 22 de septiembre de 1969, apenas unos días antes de cumplir los nueve años, la pequeña Susan Nason fue asesinada en una pequeña localidad del estado de California. Veintiún años después, <a href="https://books.google.es/books/about/Sins_of_the_Father.html?id=isMI_iK3BSsC&redir_esc=y">este caso resurgió estruendosamente</a> en los medios de comunicación. </p>
<p>Eileen Franklin, una amiga de la infancia de Susan, afirmó a finales de 1989 que había recuperado recuerdos relacionados con el asesinato que se encontraban reprimidos en su mente. Implicaban a su padre, George Franklin, como el responsable del atroz crimen. Las consecuencias de esta declaración, profusamente detallada, fueron devastadoras para este hombre, que pasó varios años en la cárcel. Pero en 1996, <a href="https://wc.arizona.edu/papers/91/3/04_3_m.html">las dudas sobre la validez del testimonio de su hija condujeron a su absolución</a>. </p>
<p>En la década de los 90, este polémico caso, junto la aparición de testimonios de personas que decían recordar traumas de la infancia en el contexto de psicoterapias, concentró el interés de los científicos que investigan la fiabilidad de los recuerdos, especialmente en el ámbito judicial.</p>
<h2>Recordar en exceso</h2>
<p>Habitualmente tendemos a considerar que la memoria falla cuando olvidamos algo. Sin embargo, no solo puede incurrir en omisiones, sino que también es capaz de alterar la integridad de los recuerdos existentes. Se conocen como <a href="https://journals.sagepub.com/doi/pdf/10.1177/0081246313484236">“falsos recuerdos”</a> y/o “falsos reconocimientos”, y resultan tan comunes como los fastidiosos olvidos que experimentamos. </p>
<p>A veces, estas distorsiones se limitan a pequeños detalles sin importancia, como confundir quién nos comentó que iban a subirnos el sueldo o el sabor concreto de la tarta de nuestro cumpleaños. Pero lamentablemente, también pueden tener graves consecuencias en la vida de las personas, tal y como hemos podido comprobar con el asesinato de Susan Nason.</p>
<h2>¿Por qué generamos falsos recuerdos?</h2>
<p>Una de las creencias más extendidas sobre la psicología humana es que nuestra memoria <a href="https://theconversation.com/que-pasaria-si-pudieramos-recordarlo-absolutamente-todo-204560">funciona como un dispositivo de registro literal y exhaustivo</a> que almacena las experiencias en tiempo real. Para acceder a un recuerdo, simplemente activaríamos nuestra base de datos mental y “reproduciríamos” las experiencias almacenadas. </p>
<p>Pero como ya afirmó el científico británico <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Frederic_Bartlett">Frederic Bartlett</a> en 1932, los recuerdos no son meras “réplicas literales” de la realidad. Más bien son el tejido de narrativas que evolucionan y se simplifican con el paso del tiempo. En ese proceso, la memoria no reproduce simplemente una experiencia, sino que la “reconstruye” mediante una compleja amalgama de ingredientes. Esta amalgama abarca tanto los hechos reales como las interpretaciones personales de los hechos. Ambos se entrelazan en la narración para construir una historia coherente de nuestra vida. </p>
<p>Esta naturaleza reconstructiva de la memoria guarda relación con la generación de falsos recuerdos. Al experimentar un evento, grabamos selectivamente aquellos aspectos de la escena que nos impactan, motivan o emocionan y, con ellos, montamos la “película” de ese hecho. No retenemos todos los detalles, sino tan solo fragmentos, que se conectan con información relacionada.</p>
<p>Cuando evocamos ese recuerdo, la memoria reconstruye la experiencia combinando fragmentos de vivencias similares. Y, en paralelo, rellena las lagunas mediante inferencias derivadas de nuestra experiencia previa en situaciones análogas. </p>
<h2>La aportación de Elisabeth Loftus</h2>
<p>En 1974, <a href="https://blogs.uoc.edu/epce/es/dra-elizabeth-loftus-mayor-experta-mundial-en-el-estudio-de-los-falsos-recuerdos/">Elisabeth Loftus</a>, destacada investigadora de la memoria de la Universidad de California, lideró <a href="https://www.simplypsychology.org/loftus-palmer.html">un estudio pionero en este campo de investigación</a>. </p>
<p>Después de presentar vídeos cortos de accidentes de tráfico a varios grupos de estudiantes, se pidió a los participantes que estimaran “a ojo” la velocidad de los vehículos en el momento del siniestro. Los investigadores preguntaron usando verbos que, de manera implícita, podían sugerir distintas velocidades: “aplastar”, “golpear”, “rozar”, etc. </p>
<p>Los resultados revelaron una influencia significativa de la “fuerza” de los verbos en las estimaciones de velocidad. Dichas valoraciones eran más elevadas cuando se utilizó un verbo como “aplastar” en comparación con, por ejemplo, “rozar”. </p>
<p>Además, cuando se les interrogó algunos días después sobre si se acordaban de haber observado cristales rotos en los vídeos, los miembros del grupo “aplastar” afirmaron recordarlos con el doble de frecuencia que los integrantes del grupo “rozar”. El caso era que esos cristales no salían en las grabaciones.</p>
<h2>No tengo más preguntas, señoría</h2>
<p>Poder influir en la memoria introduciendo información sesgada en las preguntas a un testigo puede ser extremadamente dañino. En países como Estados Unidos se han registrado cifras alarmantes de individuos condenados por delitos que no cometieron, como consecuencia de distorsiones en los recuerdos de los testigos o, incluso, como resultado directo de la aplicación de técnicas de interrogación inapropiadas.</p>
<p>En una de sus famosas charlas TED, titulada <a href="https://www.ted.com/talks/elizabeth_loftus_how_reliable_is_your_memory?language=es"><em>La ficción de la memoria</em></a>, Elisabeth Loftus nos cuenta cómo en algunos de sus experimentos consiguió implantar recuerdos falsos en personas adultas. Por ejemplo, fue capaz de convencerles de que se habían perdido en un centro comercial cuando eran niños, simplemente proporcionando detalles inventados sobre ese supuesto (y falso) suceso.</p>
<p><a href="https://link.springer.com/article/10.3758/BF03196318#:%7E:text=Over%20three%20interviews%2C%20subjects%20thought,complete%20or%20partial%20false%20memories.">Otros estudios</a> han logrado sembrar pseudorecuerdos utilizando fotografías manipuladas en las que las personas aparecían dando un paseo en globo aerostático cuando eran niños, aunque nunca hubiera ocurrido algo así. </p>
<p>Es importante destacar que algunas técnicas psicológicas <a href="https://news.osu.edu/hypnosis-may-give-false-confidence-in-inaccurate-memories/">como la hipnosis</a> han resultado muy efectivas para convencer a las personas de que recuerden acontecimientos de sus vidas que jamás han experimentado. Probablemente se explica porque la hipnosis fomenta la imaginación, que también es una fuente de inspiración para los falsos recuerdos. ¡Cuántas veces confundimos la realidad con algo que simplemente nos hemos imaginado! </p>
<p>Otro problema añadido de la sugestión hipnótica es que aumenta artificialmente la confianza en los recuerdos generados, lo que hace todavía más probable que se tome como real lo que tan solo ocurrió en nuestra imaginación. </p>
<h2>¿Es realmente tan defectuosa nuestra memoria?</h2>
<p>Por supuesto que no. A pesar de sus imperfecciones, la memoria humana exhibe una notable capacidad de adaptación y, en general, funciona de manera eficaz en la mayoría de las situaciones. Su naturaleza netamente productiva y reconstructiva desempeña un papel esencial al ayudarnos a comprender el entorno que nos rodea, integrar nuestras experiencias y mantenernos actualizados en un mundo en constante cambio.</p>
<p>Sin embargo, esta afirmación no implica que debamos pasar por alto el hecho de que <a href="https://theconversation.com/cuantos-arcos-tiene-la-puerta-de-alcala-la-memoria-de-los-objetos-cotidianos-184854">nuestros recuerdos son potencialmente frágiles</a>, maleables y susceptibles de ser distorsionados por muchos factores. Pese a todo ello, y como ya nos decía Platón, no nos faltan motivos para presumir de tan maravilloso don.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/212823/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Antonio Prieto Lara recibe fondos de UNED-SANTANDER. </span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Pedro Raúl Montoro Martínez recibe fondos del Ministerio de Ciencia e Innovación de España.</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Julia Mayas Arellano no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Frágil y maleable, muestra memoria es capaz de montar falsas “películas” que pasan por recuerdos reales. Y lo que es peor: también pueden implantárnoslos.Julia Mayas Arellano, Profesora Titular de Psicología Básica de la UNED, UNED - Universidad Nacional de Educación a DistanciaAntonio Prieto Lara, Profesor ayudante doctor, Departamento de Psicología Básica I, UNED - Universidad Nacional de Educación a DistanciaPedro Raúl Montoro Martínez, Profesor Titular del Departamento de de Psicología Básica I, UNED, Madrid, UNED - Universidad Nacional de Educación a DistanciaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2133972023-09-27T07:02:33Z2023-09-27T07:02:33ZCómo entrenar la mente para vencer la pereza mental<p>En la sociedad actual, en la que se valoran los retornos inmediatos, es justo decir que el cortoplacismo está de moda. Vivimos en una era de tecnología donde la globalización y la interconexión social sin precedentes están cambiando la forma en que vivimos y nuestras relaciones sociales, incluidas nuestras <a href="https://jamanetwork.com/journals/jamapsychiatry/fullarticle/2749480">relaciones con nosotros mismos</a>.</p>
<p>En este contexto, la búsqueda de un éxito rápido parece ser la norma social, mientras que el trabajo duro y la dedicación sostenidos en el tiempo parecen menos atractivos y más desagradables. <a href="https://journals.sagepub.com/doi/abs/10.1177/09760911221113449">Cada vez más jóvenes desean volverse <em>influencers</em></a>, una <a href="https://theconversation.com/los-jovenes-dedican-siete-horas-diarias-al-ocio-digital-y-quieren-ser-influencers-182482">aspiración</a> que se ve mediada por los deseos de inmediatez y la falta de compromiso con metas a largo plazo.</p>
<p>Queremos cambios, anhelamos más, pero a menudo nos falta la motivación para triunfar. El cortoplacismo predice <a href="https://www.cell.com/heliyon/pdf/S2405-8440(22)01399-8.pdf">nuestra falta de satisfacción e involucración con nuestro propio trabajo</a>. Teniendo esto en cuenta, vale la pena considerar cómo estos factores pueden afectar significativamente a nuestra salud mental y nuestras capacidades cognitivas.</p>
<h2>La trampa de la gratificación instantánea</h2>
<p>Hoy en día, pasar tiempo en redes sociales como TikTok, Instagram, Twitch, Twitter, etc., se ha convertido en la más común de nuestras adicciones. El flujo constante de imágenes y contenidos nos atrapa y libera “endorfinas” u hormonas del placer en el cerebro. Un placer que conlleva un coste.</p>
<p>En efecto, nuestros adolescentes están experimentando serias <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0191886919305719?via%253Dihub">alteraciones en su autoestima</a> y salud mental a consecuencia del uso de redes sociales. Los jóvenes que superan las 3 horas de uso al día se encuentran <a href="https://jamanetwork.com/journals/jamapsychiatry/fullarticle/2749480">en particular riesgo</a>. Además, nuestros malos hábitos digitales no solo pasan factura a nuestra salud mental, sino <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/29499467/">también a la física</a>.</p>
<h2>Efectos sobre la salud cognitiva</h2>
<p>Nuestros hábitos de consumo digital pueden ser, además, un factor importante en nuestra salud cognitiva, que se refiere a nuestra agudeza mental y capacidad para procesar información y tomar decisiones informadas. La paradoja aquí es que esta estimulación constante puede conducir a una <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6502424/">falta de estimulación mental real</a>.</p>
<p>En consecuencia, podemos ver <a href="https://ir.ua.edu/bitstream/handle/123456789/1370/file_1.pdf?sequence=1&isAllowed=y">efectos negativos</a> en nuestra atención, nuestra memoria, o nuestra <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6502424/">baja tolerancia a situaciones que no nos brindan una recompensa inmediata</a>. </p>
<p>Incluso podemos observar consecuencias sobre nuestra capacidad para tratar con los demás y <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7366944/?trk=article-ssr-frontend-pulse_x-social-details_comments-action_comment-text">entender sus emociones</a>. Todo ello, acompañado de posibles alteraciones en nuestra propia <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6502424/">estructura cerebral</a>.</p>
<p>Tampoco ayuda la preocupante emergencia de la inteligencia artificial en contextos educativos. A pesar de sus potenciales ventajas, algunas evidencias ya apuntan a que puede <a href="https://www.nature.com/articles/s41599-023-01787-8">contribuir negativamente a nuestra voluntad de tomar decisiones propias</a>.</p>
<p>Sin duda, el reto al que nos enfrentaremos en los próximos años consistirá en alcanzar un equilibrio entre el alivio cognitivo que nos ofrecerá la inteligencia artificial y la falta de actividad mental positiva que puede suponer <a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/frai.2022.908261/full">para nuestro neurodesarrollo</a>.</p>
<h2>El entrenamiento mental como solución compensatoria</h2>
<p>Al dejar que los dispositivos tecnológicos piensen por nosotros, perdemos la oportunidad de estimular nuestro cerebro con actividades enriquecedoras que mantengan nuestra mente ágil y dispuesta. Aprender a tomar nuestras propias decisiones, y saber hacerlo sin esperar un beneficio inmediato, es toda una inversión en nuestra futura capacidad de resolución de problemas.</p>
<p>La buena noticia, sin embargo, es que tanto la motivación como nuestras capacidades cognitivas son habilidades que se pueden desarrollar y fortalecer.</p>
<p>El objetivo del entrenamiento mental es desafiar periódicamente nuestras capacidades mentales. A través del entrenamiento cognitivo continuo, podemos superar la pereza mental y cambiar nuestro pensamiento a corto plazo. Esto incluye la participación en acertijos, actividades de resolución de problemas y el aprendizaje continuo.</p>
<p>En efecto, la evidencia nos confirma que nuestro cerebro es un órgano asombroso con una increíble <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/27477628/">capacidad para adaptarse y cambiar</a> en función de nuestras experiencias y aprendizaje. Sabemos que <a href="https://www.nature.com/articles/s41598-021-91867-z">nuestros mayores pueden beneficiarse de estos hábitos</a>, y más aún <a href="https://jamanetwork.com/journals/jamanetworkopen/fullarticle/2807450">si lo combinamos con ejercicio físico</a>. Y los más pequeños, también; podemos ver que los niños que entrenan sus capacidades atencionales <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/29471185/">dejan de necesitar recompensas inmediatas</a>, con efectos positivos en su vida adulta.</p>
<p>En un mundo de desafíos y oportunidades diarios, nuestra motivación para implicarnos en tareas que no resulten en una satisfacción inmediata es crucial.</p>
<p>Estos hallazgos muestran cómo nuestras acciones y elecciones diarias pueden afectar nuestra salud mental y nuestra capacidad para enfrentar desafíos con sabiduría y determinación.</p>
<h2>Más allá de las ‘apps’ de entrenamiento mental</h2>
<p>El entrenamiento cognitivo implica no solo la resolución de crucigramas o acertijos, sino también la adquisición continua de nuevas habilidades y conocimientos. Esto podría incluir leer un libro, aprender un nuevo idioma, o practicar un instrumento.</p>
<p>Por ejemplo, sabemos que <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7438867/">el entrenamiento musical conlleva importantes beneficios</a>, tanto en relación a nuestras capacidades mentales como a <a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fnins.2019.01080/full">tolerar la demora de la gratificación</a>.</p>
<p>Curiosamente, no es solo cuestión de cómo nos entrenamos, sino con quién y para qué. En este sentido, el compromiso con los demás facilita que nos impliquemos en metas a largo plazo, ignorando la ausencia de recompensas inmediatas. Ya desde la infancia, observamos que <a href="https://journals.sagepub.com/doi/abs/10.1177/0956797619894205">los niños que cooperan entre sí para conseguir un objetivo conjunto toleran mejor la demora de la gratificación</a>.</p>
<p>Además, nuestros propios valores o nuestra motivación de partida son fundamentales a la hora de experimentar los beneficios del entrenamiento cognitivo. También desde edades muy tempranas, <a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fpsyg.2019.01649/full">si creemos en nuestra capacidad de autocrecimiento es más probable que toleremos mejor la falta de inmediatez</a>.</p>
<h2>El papel de la automotivación frente a la pereza mental</h2>
<p>Para superar la tentación de la gratificación instantánea de las redes sociales y otros estímulos rápidos, debemos cultivar nuestra paciencia ante las recompensas a largo plazo.</p>
<p>Una buena estrategia es centrarnos en el proceso, no en las recompensas. Comprometernos con una nueva actividad resultará menos frustrante y más placentero si no evaluamos constantemente nuestro progreso y nuestros resultados.</p>
<p>Si solo repetimos acciones que nos proporcionen recompensas inmediatas, huyendo del esfuerzo cognitivo, caeremos con facilidad en la “pereza mental” y la falta de motivación.</p>
<p>Pero tenemos una oportunidad de cambiar esta dinámica. A través del entrenamiento mental continuo, buscando desafíos cognitivos y desarrollando nuestras capacidades, podemos fortalecer nuestra mente para afrontar la vida con mayor claridad y fortaleza.</p>
<hr>
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<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/538010/original/file-20230718-27-qyquvs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/538010/original/file-20230718-27-qyquvs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=112&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/538010/original/file-20230718-27-qyquvs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=112&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/538010/original/file-20230718-27-qyquvs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=112&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/538010/original/file-20230718-27-qyquvs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=141&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/538010/original/file-20230718-27-qyquvs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=141&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/538010/original/file-20230718-27-qyquvs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=141&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="caption"></span>
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<p><em>Este artículo forma parte de una colaboración con Becas Santander, una iniciativa global que ofrece becas, programas y contenidos gratuitos para adultos de cualquier edad. Más información en <a href="https://www.becas-santander.com/">https://www.becas-santander.com</a>.</em></p>
<hr><img src="https://counter.theconversation.com/content/213397/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Miguel Burgaleta recibe fondos del Ministerio de Ciencia e Innovación y del programa Serra-Húnter de la Generalitat de Catalunya. </span></em></p><p class="fine-print"><em><span>David Gallardo-Pujol recibe fondos de la Agencia Estatal de Investigación (AEI), la Agència de Gestió d'Ajuts Universitaris i de Recerca (AGAUR) y la Fundació la Marató.</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Laura Viñals Vilà recibe fondos de la Agencia Estatal de Investigación (AEI), Agència de Gestió d'Ajuts Universitaris i de Recerca (AGAUR) i Fundació Bosch i Gimpera</span></em></p>¿Se están volviendo nuestras mentes perezosas por exceso de estimulación? Entrenarnos en la gratificación a largo plazo nos puede ayudar a la salud cognitiva.Miguel Burgaleta, Lector en Psicología, Universitat de BarcelonaDavid Gallardo-Pujol, Profesor Agregado de Diferencias Individuales y Personalidad, Universitat de BarcelonaLaura Viñals Vilà, Coordinadora de Investigación del IDLab-UB, Universitat de BarcelonaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2141732023-09-22T12:20:59Z2023-09-22T12:20:59Z‘Jamais vu’: la ciencia detrás de lo contrario al ‘déjà vu’<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/549763/original/file-20230914-26-8pawc1.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=457%2C46%2C5763%2C4100&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/image-photo/adult-asian-man-think-something-while-2050509011">Cornelius Krishna Tedjo/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>La experiencia del <em>déjà vu</em>, que ocurre cuando creemos erróneamente que una situación novedosa ya sucedió antes, nos deja una espeluznante e incómoda sensación. Pero no es más que una ventana al funcionamiento de nuestro sistema de memoria.</p>
<p>Según nuestras investigaciones, el fenómeno se produce cuando la parte del cerebro que detecta la familiaridad se desincroniza con la realidad. El déjà vu es la señal que alerta de esta rareza: es una especie de <a href="https://www.newscientist.com/article/2101089-mystery-of-deja-%20vu-explained-its-how-we-check-our-memories">“comprobación de hechos” para el sistema de memoria</a>.</p>
<p>Lo opuesto al <em>déjà vu</em> se conoce como <em>jamais vu</em>. Y se experimenta cuando algo que nos debería resultar familiar nos parece irreal o novedoso. En nuestra <a href="https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/09658211.2020.1727519">reciente investigación</a>, que <a href="https://improbable.com/ig/winners/#ig2023">acaba de ganar un premio Ig Nobel de literatura</a>, analizamos el mecanismo que subyace a este fenómeno. Y todo apunta a que es la repetición la que puede hacer que las cosas nos resulten erróneamente extrañas e inusuales. </p>
<p>El <em>jamais vu</em> puede consistir en mirar una cara familiar y <a href="https://link.springer.com/referenceworkentry/10.1007/978-0-387-79948-3_1167">que, de repente, nos parezca extraña o desconocida</a>. Los músicos lo sufren momentáneamente cuando se pierden en un pasaje musical muy familiar. Y puede que a usted le haya pasado yendo a un lugar conocido y desorientándose, o viéndolo con “ojos nuevos” sin motivo aparente. </p>
<p>La experiencia <a href="https://psycnet.apa.org/fulltext/2003-00782-006.html">resulta aún más inquietante que el <em>déjà vu</em></a>. Cuando se pide a la gente que la describa en cuestionarios sobre experiencias de la vida cotidiana, escribe relatos como: </p>
<blockquote>
<p>“Mientras respondo mis exámenes, escribo una palabra correctamente, por ejemplo ‘apetito’, pero sigo mirando la palabra una y otra vez porque tengo dudas de que pueda estar mal”.</p>
</blockquote>
<p>En la vida cotidiana, el <em>jamais vu</em> puede ser provocado por la repetición o la mirada fija, pero no tiene por qué. A uno de nosotros, a Akira, le ha pasado conduciendo por la autopista, lo que le ha obligado a detenerse en el arcén para que su desconocimiento de los pedales y el volante se “restableciera”. Por suerte, en la naturaleza es raro.</p>
<h2>Palabras que se vuelven extrañas de tanto repetirlas</h2>
<p>No sabemos mucho sobre el <em>jamais vu</em>, y por eso decidimos empezar a estudiarlo en el laboratorio. Partíamos de que si le pides a alguien que repita algo una y otra vez, a menudo se da cuenta de que carece de sentido y empieza a sentirse confuso.</p>
<p>En un primer experimento, 94 estudiantes universitarios se dedicaron a escribir repetidamente la misma palabra. Lo hicieron con doce palabras diferentes que iban desde algo tan común como <em>door</em> (“puerta”) a términos menos comunes como <em>sward</em> (“barba”). </p>
<p>Pedimos a los participantes que copiaran la palabra lo más rápido posible. Y les invitamos a parar si comenzaban a sentirse extraños o aburridos, pero también si les dolía la mano. Detenerse porque las cosas empezaban a parecer extrañas fue la opción más elegida, y cerca del 70 % se detuvo al menos una vez por sentir eso que definimos como <em>jamais vu</em>. Esto solía ocurrir al cabo de un minuto aproximadamente (33 repeticiones), y normalmente con palabras conocidas.</p>
<p>En un segundo experimento utilizamos sólo el artículo <em>the</em> (“el/la”), pensando que era la palabra más común. En esta ocasión, el 55 % de las personas dejaron de escribir por motivos que coincidían con nuestra definición de <em>jamais vu</em> (pero después de 27 repeticiones). </p>
<p>La gente describió sus experiencias con frases que iban desde “las palabras pierden su significado cuanto más las miras” hasta “parecía perder el control de la mano”. Aunque nuestra favorita es: </p>
<blockquote>
<p>“De repente no parecía correcto, casi da la sensación de que no es realmente una palabra pero alguien me ha engañado haciéndome creer que lo es.” </p>
</blockquote>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/548389/original/file-20230914-9125-llzb2a.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="Imagen de papel con la palabra 'el' una y otra vez." src="https://images.theconversation.com/files/548389/original/file-20230914-9125-llzb2a.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/548389/original/file-20230914-9125-llzb2a.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=600&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/548389/original/file-20230914-9125-llzb2a.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=600&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/548389/original/file-20230914-9125-llzb2a.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=600&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/548389/original/file-20230914-9125-llzb2a.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=754&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/548389/original/file-20230914-9125-llzb2a.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=754&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/548389/original/file-20230914-9125-llzb2a.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=754&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">Intenta escribir ‘la’ 33 veces.</span>
<span class="attribution"><span class="source">Christopher Moulin</span>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/">CC BY</a></span>
</figcaption>
</figure>
<p>Tardamos unos 15 años en redactar y publicar este trabajo científico. Empezamos en 2003 porque tuvimos la corazonada de que la gente se sentía rara al escribir repetidamente una palabra. Uno de nosotros, Chris, se había dado cuenta de que las líneas que le habían pedido que escribiera repetidamente como castigo en la escuela secundaria le hacían sentir extraño, como si no fuera real.</p>
<p>Tardamos 15 años porque no éramos tan listos como creíamos. La idea no era tan original y novedosa. En 1907, una de las figuras fundadoras anónimas de la psicología, <a href="https://en.wikipedia.org/wiki/Margaret_Floy_Washburn">Margaret Floy Washburn</a>, ya había publicado un <a href="https://www.jstor.org/stable/1412411">experimento</a> con uno de sus estudiantes que mostraba la “pérdida de poder asociativo” en palabras que se miraban fijamente durante tres minutos. Las palabras se volvían extrañas, perdían su significado y se fragmentaban con el tiempo. </p>
<h2>Perspectivas más profundas</h2>
<p>La única novedad que hemos aportado es la idea de que las transformaciones y pérdidas de sentido en la repetición van acompañadas de un sentimiento particular: el <em>jamais vu</em>. El <em>jamais vu</em> es una señal de que algo se ha vuelto demasiado automático, demasiado fluido, demasiado repetitivo. Nos ayuda a “salir” de nuestro procesamiento actual. De hecho, la sensación de irrealidad no es más que una manera de comprobar la realidad. </p>
<p>Es lógico que esto suceda. Nuestros sistemas cognitivos deben ser flexibles, permitirnos dirigir nuestra atención hacia donde sea necesario en lugar de perdernos en tareas repetitivas durante demasiado tiempo.</p>
<p>Apenas estamos empezando a comprender el <em>jamais vu</em>. Las principales explicaciones científicas vienen de la “saturación” –la sobrecarga de una representación hace que pierda el sentido– y del llamado <a href="https://psycnet.apa.org/record/1969-00199-001">efecto de transformación verbal</a>. Consiste en que repetir una palabra una y otra vez activa a los llamados “vecinos”, de modo que se empieza escuchando la palabra “tres” en bucle una y otra vez, pero luego los oyentes dicen oír “estrés”, por ejemplo. </p>
<p>Por último, nos sentimos halagados por haber sido galardonados con el premio Ig Nobel de literatura. Los ganadores de estos premios aportan obras científicas que “hacen reír y luego hacen pensar”. Esperemos que nuestro trabajo sobre el <em>jamais vu</em> inspire más investigaciones y conocimientos aún mayores en un futuro próximo.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/214173/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>¿Alguna vez ha visto una cara conocida y de repente le ha parecido inusual o desconocida? Es posible que haya sufrido un caso de ‘jamais vu’.Akira O'Connor, Senior Lecturer in Psychology, University of St AndrewsChristopher Moulin, Professor of cognitive neuropsychology, Université Grenoble Alpes (UGA)Licensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2116972023-09-21T17:28:36Z2023-09-21T17:28:36ZQué es la cirugía en paciente despierto y qué revela sobre el funcionamiento de nuestro cerebro<p>A ED, un mecánico francés de 35 años, le detectaron un tumor en su lóbulo frontal derecho. Se trata de una región crítica para el control de los movimientos del lado izquierdo del cuerpo, pero también está asociada a procesos cognitivos como las funciones ejecutivas o el procesamiento emocional. La solución era extirpar el tumor mediante cirugía. </p>
<p>En una consulta previa le preguntaron al paciente cómo le gustaría que fuera su vida después de la intervención. “Quiero continuar hablándole a mi pareja en español –ella es española– y relacionarme con mi familia como lo hago ahora. También me encantaría poder seguir trabajando de mecánico de motos en Fórmula 1”, respondió cogiendo la mano de su pareja. </p>
<p>El neurocirujano anotó la respuesta y planificó la operación con el equipo médico para preservar lo que ED consideraba una parte fundamental de su vida. Lo intentarían mediante la llamada cirugía en paciente despierto.</p>
<h2>Identificando las zonas críticas</h2>
<p>Como su nombre indica, la persona intervenida con esta técnica es despertada en el transcurso del procedimiento quirúrgico. Es posible porque el cerebro no tiene nociceptores (receptores especializados en la detección del dolor) y, por lo tanto, no “duele”. Solo es necesario anestesiar los huesos, músculos, piel y tejido que lo rodea.</p>
<p>Un equipo multidisciplinar –neurocirujano/a, neuropsicólogo/a, anestesiólogo/a, neuroradiólogo/a, profesional de enfermería…– trabaja al unísono. El paciente responde a las preguntas del neuropsicólogo, que utiliza una serie de test validados para comprobar cómo le está afectando la intervención. Por ejemplo: “¿Puede nombrar el objeto que le muestro en la lámina?” “¿Puede decirme qué emoción representa la mirada que se encuentra aquí representada?” “¿Puede mover los dedos de su mano izquierda?”…</p>
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<figcaption><span class="caption">Un paciente toca la guitarra mientras es sometido a una intervención para extraerle un tumor.</span></figcaption>
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<p>Durante esta evaluación, el neurocirujano <a href="https://link.springer.com/chapter/10.1007/978-3-030-54879-7_21">va mapeando e identificando mediante estimulación eléctrica</a> las estructuras y vías de comunicación (axones) de la corteza y las estructuras subcorticales (situadas por debajo de la corteza).</p>
<p>Porque importa extirpar el tumor cerebral, claro, pero también que luego el paciente continúe hablando y emocionándose al ver un familiar o al contemplar una puesta de sol, que vuelva a trabajar en lo que le gusta, que siga recordando… Se trata de intervenir respetando al máximo esas áreas críticas, así como las principales conexiones cerebrales. La óptima colaboración entre neurocirujano y neuropsicólogo, <a href="https://www.frontiersin.org/journals/oncology/articles/10.3389/fonc.2017.00176/full">como demuestran los estudios al respecto</a>, resulta esencial en este empeño.</p>
<h2>Neuromitos desbancados</h2>
<p>Actualmente se espera que cada vez haya más equipos especializados en cirugía de paciente despierto que evalúen no sólo procesos como la atención, la flexibilidad cognitiva, la lectura, la escritura, el habla, la cognición espacial o el movimiento, sino también las emociones complejas. </p>
<p>En este sentido, son interesantes los avances que se están realizando en el campo de la <a href="https://theconversation.com/ponerse-en-la-piel-de-los-demas-se-puede-entrenar-209337">cognición social</a>, concepto que engloba la capacidad para comprender y atribuir estados mentales –creencias, deseos, intenciones, emociones…– tanto en nosotros mismos como en los demás. </p>
<p>En combinación con datos aportados por estudios de lesiones cerebrales y neuroimagen, la estimulación cerebral efectuada durante este tipo de intervenciones ha permitido hacer <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/28416459/">importantes hallazgos</a> sobre el funcionamiento de nuestro cerebro. Gracias a ellos, hoy sabemos que algunos paradigmas asentados en neurociencia están obsoletos:</p>
<ol>
<li><p>No existe un hemisferio cerebral <a href="https://theconversation.com/ni-la-creatividad-esta-a-la-derecha-ni-la-logica-a-la-izquierda-el-neuromito-de-los-hemisferios-cerebrales-203598">vinculado exclusivamente al lenguaje, al procesamiento visoespacial o a las emociones</a>, sino que todo el cerebro se compone de regiones necesarias para ese procesamiento cognitivo y emocional, aspecto muy relacionado con la <a href="https://theconversation.com/neuroplasticidad-el-extraordinario-poder-de-nuestro-cerebro-para-transformarse-y-repararse-197731">neuroplasticidad</a>. Ninguno de los dos hemisferios tiene, pues, preponderancia absoluta sobre el otro; ambos operan como una unidad. Sin embargo, es importante destacar que la actividad cerebral no presenta simetría (como se observado en <a href="https://www.researchgate.net/publication/282659402_Asymmetry_of_the_Brain_Development_and_Implications/figures?lo=1">estudios de resonancia magnética</a>) y que puede variar considerablemente de una persona a otra. </p></li>
<li><p>En cirugía de paciente despierto, el procesamiento cognitivo, las emociones y la conducta de la persona intervenida dependen no sólo de la estimulación de la sustancia gris (cuerpo de las neuronas) sino también de que se preserven las fibras nerviosas que conforman la llamada sustancia blanca. Éstas forman <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32078778/">una red distribuida</a> por todo el cerebro que actúa como si fuera un entramado de cables, conectando unas estructuras con otras. Nuestro comportamiento depende que se active apropiadamente este complejo mapa neural, que no es otra cosa que nuestro <a href="https://www.consejomexicanodeneurociencias.org/post/human-connectome-project-el-mapa-m%C3%A1s-extenso-de-las-conexiones-del-cerebro-humano">conectoma</a>. Por ello es fundamental que se localicen y se respeten durante la operación las vías de conexiones básicas para los procesos cognitivos complejos: el fascículo infero-fronto-occipital, el fascículo arcuato…</p></li>
</ol>
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<p>Y volviendo al caso de ED, la cirugía eliminó el 90 % del tumor, incluyendo sus áreas más agresivas, mientras se preservaron la función motora, el lenguaje, la función ejecutiva y la cognición social del paciente. ED continuó disfrutando de su pareja y familia, comunicándose en los dos idiomas que sabía y disfrutando del trabajo que había soñado durante toda su vida.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/211697/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Isabel María Martín Monzón no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Gracias a esta técnica de cirugía cerebral, el paciente puede interactuar y responder preguntas en el transcurso de la operación. El objetivo es minimizar los daños en zonas críticas del cerebro, pero también sirve como herramienta de investigación neurocientífica.Isabel María Martín Monzón, Profesora Titular Área de Psicobiología. Facultad de Psicología. Universidad de Sevilla, Universidad de SevillaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2104712023-09-18T21:25:21Z2023-09-18T21:25:21ZAsí “hackean” las drogas nuestro cerebro<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/545107/original/file-20230828-264243-w3t8x3.png?ixlib=rb-1.1.0&rect=210%2C30%2C2341%2C1402&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Nuestro cerebro es más vulnerable de lo que pensamos</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.canva.com/">www.canva.com</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/">CC BY-NC-SA</a></span></figcaption></figure><p>Capaz de dominar nuestra voluntad, la drogadicción es uno de los grandes problemas de salud a los que nos enfrentamos. Por ejemplo, el <a href="https://www.emcdda.europa.eu/publications/european-drug-report/2023_en">último informe</a> del Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías señala que entre los consumidores de cocaína que inician tratamiento, aproximadamente el 50 % lo había hecho previamente, lo que revela la elevada tasa de recaída en su consumo.</p>
<p>Esto no sólo ocurre con drogas duras como la cocaína o <a href="https://theconversation.com/la-plaga-del-fentanilo-asi-actua-esta-droga-devastadora-205139">los opiáceos, hoy tristemente de actualidad</a>. Muchos fumadores intentan dejar el tabaco varias veces y la tentación siempre está ahí. Y lo mismo les ocurre a quienes sufren alcoholismo: corren el riesgo de dejarse llevar en una fiesta o en una reunión de amigos y volver a beber.</p>
<p>Todas estas personas tienen algo en común: están enfermas porque su cerebro ha sido engañado, o <em>hackeado</em>, por las drogas.</p>
<h2>Los mecanismos de memoria, vulnerables ante las drogas</h2>
<p>Nuestro cerebro cuenta con mecanismos naturales para aprender y memorizar lo que necesita para sobrevivir. Busca, reconoce y almacena recompensas y cualquier pista relacionada que nos ayude a encontrarlas. En esta tarea, debe poner en funcionamiento no solo el aprendizaje y la memoria, sino también las emociones.</p>
<p>Gracias a esta capacidad, a lo largo de la evolución hemos podido recordar las rutas de los animales que cazábamos, las bayas que no eran venenosas o, más recientemente, en qué supermercado venden el chocolate que nos gusta.</p>
<p>Las drogas toman estos engranajes, conocidos como mecanismos de <a href="https://theconversation.com/neuroplasticidad-el-extraordinario-poder-de-nuestro-cerebro-para-transformarse-y-repararse-197731">neuroplasticidad</a>, y los alteran, los corrompen. Este <em>hackeo</em> se traduce en cambios cerebrales más o menos duraderos. Por su culpa, algunas personas no pueden resistir las ganas de buscar y tomar droga, aunque les suponga tiempo y esfuerzo, les siente mal y arruine su vida personal. </p>
<p>La droga se convierte en el centro de su existencia y tiene prioridad frente a recompensas como la comida, el sexo, el deporte u otras actividades sociales.</p>
<h2>Desde la primera vez</h2>
<p>Las modificaciones cerebrales empiezan ya desde la primera vez que se prueba la droga y se intensifican durante los periodos en los que deja de tomarse. Al final, la persona adicta no puede olvidar ni el contexto en el que consumía (lugar, gente, situaciones…) ni la sensación desagradable al parar de hacerlo. Por eso es tan habitual que recaiga.</p>
<p>Uno de los mecanismos que ayuda a mantener la estabilidad de la memoria, incluida la <em>hackeada</em> por las drogas, es el desarrollo de las llamadas redes perineuronales (PNN). Son una especie de malla que rodea a algunas de nuestras neuronas, evitando que se pierdan conexiones ya formadas y favoreciendo la estabilidad de los circuitos cerebrales al dificultar la formación de conexiones nuevas.</p>
<p>Cuando estas redes se hacen fuertes, resulta más difícil que se produzcan cambios neuronales y las memorias son más estables. Por contra, su debilidad abre una fase de inestabilidad neuronal que permite al cerebro adquirir nueva información.</p>
<p>Las PNN se ubican en varias regiones del cerebro, y algunas de ellas integran el conocido como “circuito de la adicción”. De dicho circuito forman parte la corteza prefrontal, el estriado, la amígdala, el hipocampo, el área tegmental ventral y el cerebelo. Precisamente, nuestro grupo de investigación en la UJI lleva más de una década recogiendo <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/33192350/">pruebas</a> de la importancia del cerebelo en la drogadicción.</p>
<h2>¿Cómo alteran las drogas a las PNN?</h2>
<p>Esta pregunta es más difícil de responder de lo que parece, ya que depende de muchos factores: ¿de qué estupefaciente se trata? ¿Qué región estamos estudiando? ¿En qué momento del historial de consumo nos estamos fijando? ¿Al principio de la abstinencia o cuando se recae? </p>
<p>Los científicos están indagando en la cuestión. Así, <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/28322980/">un estudio</a> con ratas de la Universidad Estatal de Washington (EE UU) mostró que el consumo voluntario de cocaína hace que esas redes sean más robustas en el hipotálamo. Por su parte, <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/20592718/">otro trabajo</a> de la Universidad Libre de Ámsterdam (Países Bajos) probó que tomar heroína reduce la expresión de algunos componentes de las PNN en la corteza prefrontal, tras tres semanas de abstinencia.</p>
<p>En esta línea, una reciente <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/33388819/">investigación</a> realizada por nuestro grupo de investigación, también con roedores, arroja nueva luz sobre el asunto. </p>
<p>Al principio, inmediatamente después del consumo de cocaína, las PNN del cerebelo se vuelven tenues: es la forma que tiene la cocaína de <em>hackear</em> la plasticidad de esa región y promover cambios en los circuitos de la memoria. Pero conforme pasa el tiempo, sobre todo durante los periodos de abstinencia, las mallas se fortalecen de tal forma que las modificaciones cerebrales se consolidan. Esto facilita recordar durante grandes periodos de tiempo el contexto y las sensaciones asociadas a la droga, lo que favorece las recaídas. </p>
<h2>Fijadoras de recuerdos</h2>
<p>Una manera de averiguar la función de las redes perineuronales en la drogadicción es eliminarlas. Para ello existe una enzima bacteriana, la condrotinasa ABC, que podemos administrar directamente en el cerebro. Cuando la inyectamos en el cerebelo durante la fase de abstinencia, las ratas con un historial de abuso de cocaína recaen en el consumo, aun sin PNN. Pero el interés por la droga disminuye y dejan de buscarla mucho antes que los animales control. </p>
<p>Este resultado nos hace pensar que las PNN contribuyen a mantener a largo plazo las memorias originales relacionadas con la drogadicción, porque estabilizan los cambios cerebrales que se producen en los circuitos de la memoria. Sin ellas, el recuerdo de todo aquello que nos atrae de las drogas es más inestable, y su afán por buscarla menos persistente. </p>
<p><a href="https://repositori.uji.es/xmlui/handle/10803/687882">Ésta</a> y otras investigaciones en neurociencia podrían propiciar, en el futuro, la creación de nuevas terapias que eviten las recaídas y ayuden a las personas adictas. Que, no lo olvidemos, están enfermas.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/210471/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Aitor Sánchez Hernández recibe fondos para realizar sus investigaciones de:
Grant PGC2018-095980-B-I00/MCI/AEI/FEDER, UE funded by MCIN/AEI/10.13039/501100011033 and, as appropriate, by “ERDF A way of making Europe”, by the “European Union” or by the “European Union NextGenerationEU/PRTR”.
Grant PID2021-128852NB-I00, UE funded by MCIN/AEI/10.13039/501100011033 and, as appropriate, by “ERDF A way of making Europe”, by the “European Union” or by the “European Union NextGenerationEU/PRTR”.
Grant BES-2016-076353 funded by MCIN/AEI/ 10.13039/501100011033 and, as appropriate, by “ESF Investing in your future” or by “European Union NextGenerationEU/PRTR”.
Grant AICO 2021/215 funded by Conselleria de Innovación, Universidades, Ciencia y Sociedad Digital and, by “ESF Investing in your future.
Grant UJI-B2020-12 funded by Universitat Jaume I.
</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Marta Miquel Salgado-Araujo recibe fondos de:
Grant PGC2018-095980-B-I00/MCI/AEI/FEDER, UE funded by MCIN/AEI/10.13039/501100011033 and, as appropriate, by “ERDF A way of making Europe”, by the “European Union” or by the “European Union NextGenerationEU/PRTR”.
Grant PID2021-128852NB-I00, UE funded by MCIN/AEI/10.13039/501100011033 and, as appropriate, by “ERDF A way of making Europe”, by the “European Union” or by the “European Union NextGenerationEU/PRTR”.
Grant AICO 2021/215 funded by Conselleria de Innovación, Universidades, Ciencia y Sociedad Digital and, by “ESF Investing in your future.
Grant UJI-B2020-12 funded by Universitat Jaume I.
</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Patricia Ibáñez Marín recibe fondos para realizar sus investigaciones de:
Grant PGC2018-095980-B-I00/MCI/AEI/FEDER, UE funded by MCIN/AEI/10.13039/501100011033 and, as appropriate, by “ERDF A way of making Europe”, by the “European Union” or by the “European Union NextGenerationEU/PRTR”.
Grant PID2021-128852NB-I00, UE funded by MCIN/AEI/10.13039/501100011033 and, as appropriate, by “ERDF A way of making Europe”, by the “European Union” or by the “European Union NextGenerationEU/PRTR”.
Grant AICO 2021/215 funded by Conselleria de Innovación, Universidades, Ciencia y Sociedad Digital and, by “ESF Investing in your future.
Grant ACIF/2019/109 funded by Conselleria de Innovación, Universidades, Ciencia y Sociedad Digital and, by “ESF Investing in your future.
Grant UJI-B2020-12 funded by Universitat Jaume I.
</span></em></p>Las drogas son capaces de manipular los mecanismos cerebrales de la memoria para que buscarlas y consumirlas se conviertan en el objetivo prioritario del drogadicto. Ocurre así.Aitor Sánchez Hernández, Personal vinculado a la investigación en el Área de Psicobiología, Universitat Jaume IMarta Miquel Salgado-Araujo, Catedrática de Psicobiología. Investigadora principal del Grupo Addiction & Neuroplasticity, Universitat Jaume IPatricia Ibáñez Marín, Estudiante de doctorado en el Área de Psicobiología, Universitat Jaume ILicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.