tag:theconversation.com,2011:/global/topics/discurso-politico-59718/articlesdiscurso político – The Conversation2022-12-06T19:53:09Ztag:theconversation.com,2011:article/1955162022-12-06T19:53:09Z2022-12-06T19:53:09ZEl respeto y la educación de los parlamentarios como guardarraíl de la democracia<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/498999/original/file-20221205-16-sxrwq7.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=16%2C5%2C3726%2C2800&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Reciente sesión plenaria del Congreso de los Diputados de España.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.congreso.es/fotonoticias?p_p_id=fotonoticias&p_p_lifecycle=0&p_p_state=normal&p_p_mode=view&_fotonoticias_mvcPath=detalle&_fotonoticias_fotonId=4186">Congreso.es</a></span></figcaption></figure><p>Pocos politólogos lo indican en sus obras con tanta claridad como el australiano <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/John_Keane">John Keane</a>: España ocupa un lugar esencial en la historia del parlamentarismo. Nos lo recuerda en su obra <em><a href="http://www.johnkeane.net/wp-content/uploads/2015/02/dc_cs_spanish.pdf">Democracia y sociedad civil</a></em> de 1992, pero también en su apasionada <em><a href="https://books.google.es/books/about/Una_Breve_Historia_de_la_Democracia.html?id=S6bmzgEACAAJ&redir_esc=y">Breve historia de la democracia</a></em>, publicada en 2022. </p>
<p>Las asambleas parlamentarias que tuvieron lugar en el siglo XII en los reinos de León, Aragón, Castilla, Valencia y Cataluña inspiraron modelos de comunicación política que luego se exportarían a Portugal, Inglaterra, Irlanda, Austria, Brandenburgo, Escocia, Dinamarca, Holanda, Francia o Hungría. </p>
<p>Los parlamentos europeos sustituyeron a las asambleas medievales cuya función era meramente consultiva y, aunque el monarca de turno las convocara para dar difusión a determinadas informaciones, lo cierto es que fueron uno de los primeros ensayos y puestas en escena de un cuerpo deliberativo. Así lo sostengo en <a href="https://philpapers.org/rec/NAVCYD">esta publicación</a>.</p>
<h2>Gobernar a través de los discursos</h2>
<p>Quizás muchas personas no conozcan con detalle la historia de estas innovaciones institucionales en las que España ocupa un lugar destacado, pero la dignidad que reviste el Parlamento parece estar detrás del malestar político que provoca en la ciudadanía observar la pérdida del decoro en la vida parlamentaria. Después de todo, mediante la pluralidad de los discursos los parlamentarios tienen la oportunidad de ejercer una forma de gobierno a través de las ideas que apelan a la vida intelectual de la sociedad civil.</p>
<p>Recientemente, la presidenta del Congreso de los diputados, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Meritxell_Batet">Meritxell Batet</a>, ha cobrado un especial protagonismo a raíz de <a href="https://www.rtve.es/noticias/20221124/todos-partidos-apoyan-montero-ataque-vox/2409943.shtml">la escandalosa falta de autocontrol de una de las diputadas de Vox</a> cuando esta se dirigía a la ministra de Igualdad, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Irene_Montero">Irene Montero</a>. El reglamento del Congreso parece limitar la capacidad de la presidenta para sancionar conductas de clarísima violencia verbal y, según indica la prensa periódica, Batet se ha mostrado abierta a cualquier tipo de sugerencia para abordar estos casos. Aquí se resaltan algunas ideas desde el punto de vista de la filosofía política.</p>
<h2>El relato político</h2>
<p><a href="https://revistas.unav.edu/index.php/communication-and-society/article/download/37854/32098/">Investigaciones</a> actuales en comunicación política y comportamiento deliberativo nos advierten del perverso efecto de las <a href="https://revistas.usal.es/index.php/2172-9077/article/view/fjc-v22-22699/25902">narrativas políticas transmedia</a> pues, por sí solas y desprovistas de cualquier otro control, pueden catapultar a los protagonistas de sus tramas al éxito mediático sin que la sociedad civil pueda llevar a cabo una serena evaluación política y moral de las actuaciones en que aquellas se basen. </p>
<p>Según el argentino experto en teoría de la comunicación <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Carlos_Alberto_Scolari">Carlos Scolari</a>, un efecto de la expansión de las prácticas virales con que a menudo están asociadas las narrativas políticas transmedia es que estas terminan convirtiendo al ciudadano en un prosumidor, o sea, un híbrido: una especie de productor consumidor que colabora con sus aportaciones en la expansión transmedia. </p>
<p>Podríamos sacar conclusiones precipitadas a partir de este diagnóstico tales como que las narrativas políticas transmedia son ubicuas porque sumergen a representantes y representados en mundos narrativos y, como consecuencia de ello, su expansión es imparable y nada podemos hacer al respecto. </p>
<h2>La importancia de las normas democráticas no escritas</h2>
<p>La sensibilidad política de nuestra época se deja seducir en exceso por la <em>transmedia</em> <em>storytelling</em> cuando lo relevante aquí es el hecho de que el reglamento de la cámara no sea excesivamente riguroso a la hora de determinar las sanciones. Y no debería escandalizarnos. Salvando las distancias, hoy sabemos que las democracias sobreviven durante más tiempo cuando las constituciones se apuntalan con normas esenciales no escritas. Por ejemplo, en el caso de Estados Unidos, los politólogos <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Steven_Levitsky">Steven Levitsky</a> y<a href="https://en.wikipedia.org/wiki/Daniel_Ziblatt"> Daniel Ziblatt</a> han investigado dos normas clave de esta democracia durante gran parte del siglo XX: </p>
<ul>
<li><p>La tolerancia mutua, es decir, la disposición de los partidos rivales a aceptarse como adversarios legítimos.</p></li>
<li><p>Su contención o moderación a la hora de desplegar prerrogativas institucionales. </p></li>
</ul>
<p>Según los autores, respetar estas dos normas (democráticas) no escritas ayuda a ejercer un control sobre la vida partidista y, como resultado de ello, convierte a los partidos políticos en un guardarraíl de la democracia. </p>
<p>Quien ha leído <a href="https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/8361325.pdf"><em>Cómo mueren las democracias</em></a> sabe que estas normas democráticas no escritas no bastan por sí solas. Para ejercer la función de guardarraíl de la democracia es necesario disponer de un conjunto de indicadores claros acerca del comportamiento político autoritario. Solo así los partidos políticos pueden anticipar el impacto del autoritarismo, evitar alianzas fatídicas y establecer los acuerdos necesarios para robustecer la función (dialéctica) de la vida parlamentaria. </p>
<p>Levitsky y Ziblatt rinden homenaje así al español <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Jos%C3%A9_Linz">Juan José Linz</a>, testigo de la tragedia de la Guerra Civil. Trabajó como politólogo en la Universidad de Yale y fue él quien concibió el conjunto de indicadores rescatado en <em>Cómo mueren las democracias</em>. Ahora bien, cuando lo que se necesita saber no es tanto cómo evitar que muera una democracia sino cómo cultivarla, la pregunta que de inmediato nos podríamos formular es la de cómo y dónde se podrían encontrar las normas no escritas y los aprendizajes democráticos necesarios para revivirla. </p>
<p>Dar respuesta a esta pregunta exige elegir bien los enfoques teóricos seleccionados y dos obras publicadas en 2022 cumplen ese requisito. La primera de ellas trata de <a href="https://transversal.at/transversal/0916/carmona/es">hallazgos municipalistas</a> efectuados por la filósofa <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Montserrat_Galcer%C3%A1n">Monserrat Galcerán</a>, que explica por qué en democracia es necesario socializar las limitaciones de la propia acción de gobierno. La segunda es una obra de antropología política fruto de la investigación de <a href="https://www.lse.ac.uk/anthropology/people/mukulika-banerjee">Mukulika Banerjee</a> en torno a <a href="https://global.oup.com/academic/product/cultivating-democracy-9780197601860?cc=us&lang=en&">cómo se cultiva la democracia en la India.</a> </p>
<p>Estos dos enfoques pueden no solo revitalizar la democracia sino informar acerca de las normas (democráticas) no escritas que resultan clave para que los partidos políticos estén en disposición de funcionar como guardarraíl de la democracia.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/195516/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>María G. Navarro no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Es preferible insistir en la educación y el respeto de los parlamentarios en su trabajo diario que imponer normas o reglas rígidas para ordenar los debates en las Cámaras.María G. Navarro, Docente e investigadora. Departamento de Historia del Derecho y Filosofía Jurídica, Moral y Política, Universidad de SalamancaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1938992022-11-22T18:03:13Z2022-11-22T18:03:13ZLaboratorios contra la democracia<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/496696/original/file-20221122-15-6istkj.png?ixlib=rb-1.1.0&rect=2%2C5%2C1914%2C1072&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-vector/man-looking-crowd-above-symbol-totalitarianism-2156825035">Shutterstock / Pandagolik1</a></span></figcaption></figure><p>El <a href="https://www.v-dem.net/publications/democracy-reports/">informe sobre el estado de la democracia liberal de 2022</a> elaborado por el Instituto de investigación V-Dem de la Universidad de Gothenburg constata la existencia de un claro declive global en el apoyo a este sistema de gobierno que baja a los niveles de 1989. </p>
<p>Más del setenta por cierto de la población mundial vive bajo dictaduras y, aunque nos parezca mentira, lejos de aumentar, la movilización democrática y popular se mantiene en niveles bajos. </p>
<p>Seis de los veintisiete estados miembros de la Unión Europea están inmersos en procesos de autocratización. Existe además un ascenso en el apoyo popular a modelos autocráticos, la polarización ha aumentado vertiginosamente en los últimos diez años y algunos especialistas se preguntan si los líderes autocráticos no están siendo acaso más audaces para transmitir (mensajes de) legitimidad política.</p>
<p>En los últimos años, escribir contra la democracia se ha convertido en una actividad académica que suscita un gran seguimiento. Los laboratorios contra la democracia se articulan gracias a una extensa red de productores y consumidores. La sofisticada <em>urdimbre</em> o <em>entretrama</em>, como diría la pensadora mexicana y especialista en etnología <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Marcela_Lagarde">Marcela Lagarde </a>, incluye líneas de investigación, libros publicados por editoriales comerciales de gran prestigio, seminarios internacionales, <em>best sellers</em>, redes sociales y contenidos multimedia creados por periódicos y revistas.</p>
<p>El fenómeno de <a href="https://elpais.com/opinion/2022-10-18/politica-desintermediada.html">desintermediación política</a> al que se refería recientemente el politólogo español Ignacio Sánchez-Cuenca parece ser producto de algo más que un complejo sentimiento de desconfianza, o sus difusas tramas, en sociedades en las que el debate político se libra a través de redes sociales. </p>
<p>Podemos encontrar orientación en la filósofa <a href="https://www.newschool.edu/nssr/faculty/Nancy-Fraser/">Nancy Fraser</a> quien sostiene que para centrarnos en la política de interpretación de las necesidades de la ciudadanía en las sociedades del Estado del bienestar es necesario pergeñar un modelo de discurso social que nos sirva como herramienta de análisis. Y, por cierto, esta no es una herramienta cuyo acceso sea exclusivo de demócratas: es una herramienta utilizada por líderes y lideresas no democráticos que se imponen como legítimos. </p>
<h2>Recursos discursivos</h2>
<p>El modelo de discurso social de Fraser captura lo que ella denomina “medios de interpretación y comunicación socioculturales”. Dichos medios engloban lo que el filósofo español <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Quint%C3%ADn_Racionero">Quintín Racionero</a> denominó las tres grandes aproximaciones o perspectivas de naturalización de la racionalidad. </p>
<p>La primera de ellas la identificó con el estudio de la construcción e intercambio sociales del sentido (Pragmática); la segunda la relacionó con el análisis de los enfoques sistémicos que, haciendo uso de signos, producen discursos diferenciados (Semiología); e identificó la tercera perspectiva con la Hermenéutica, entendida como <a href="https://philpapers.org/archive/NAVEDI.pdf">la interpretación de los mensajes de acuerdo con los archivos generados por la memoria histórica</a>.</p>
<p>Los recursos discursivos de los que disponemos como ciudadanos incluyen: </p>
<ol>
<li><p>lenguajes y vocabularios oficialmente reconocidos y adecuados para presentar reivindicaciones; </p></li>
<li><p>paradigmas de argumentación aceptados para arbitrar reivindicaciones contradictorias; </p></li>
<li><p>convenciones narrativas para construir relatos individuales y colectivos, y modos de subjetivación. </p></li>
</ol>
<p>Fraser parece haber dejado claro que los medios de interpretación y comunicación socioculturales están también estratificados y organizados de manera congruente con la existencia de patrones sociales de dominación y subordinación.</p>
<h2>Argumentos <em>Contra la democracia</em></h2>
<p>Teniendo esto presente, analicemos cómo se construyen o, al menos, a qué se refieren algunos de los argumentos esgrimidos por <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Jason_Brennan">Jason Brennan</a> en su libro <em>Contra la democracia</em>, un superventas traducido a más de diez idiomas. </p>
<p>Brennan sostiene que la participación política corrompe intelectual y moralmente y que las libertades políticas no tienen demasiado valor instrumental o intrínseco. La política sería perjudicial para la mayoría de nosotros, según Brennan, quien no duda en afirmar que “cada vez se debería permitir participar a menos de nosotros.” </p>
<p>El autor asocia sus argumentos a la presunta evidencia obtenida a partir de investigaciones realizadas por especialistas como <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ilya_Somin">Ilya Somin</a>, <a href="https://en.wikipedia.org/wiki/Larry_Bartels">Larry Bartels</a>, <a href="https://en.wikipedia.org/wiki/John_Ferejohn">John Ferejohn</a> o informes elaborados en <a href="https://www.pewresearch.org/">Pew Research Center</a> que vendrían a corroborar la ignorancia política del votante estadounidense, su escasez de información sobre asuntos que han formado parte de una controversia política entre las élites durante importantes periodos de tiempo, cuando no su tendencia a ser “racionalmente irracional”. </p>
<p>El empleo que hace el filósofo de estos resultados, su alineación con argumentos dirigidos a describir la ausencia de creencias políticas significativas de los ciudadanos y su propósito último de defender modelos epistocráticos de sociedad constituyen un verdadero laboratorio (discursivo) contra la democracia.</p>
<p>Por motivos de salud democrática resulta urgente contraargumentar a Brennan y sus adalides teniendo a la vista los resultados de investigación obtenidos por la filósofa estadounidense <a href="https://lsa.umich.edu/philosophy/people/faculty/kldotson.html">Kristie Dotson</a> en el área de la epistemología de la ignorancia y, en particular, en torno al fenómeno de la <a href="https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/02691728.2013.782585?journalCode=tsep20">opresión epistémica</a>. </p>
<p>Resulta desconcertante que haya autores que, al hablar de la democracia en América, crean poder hacerlo sin mencionar una sola palabra sobre la <a href="https://www.youtube.com/watch?v=krfcq5pF8u8">XIII enmienda a la Constitución de EE. UU.</a> y la evolución de las libertades políticas tal y como nos urge a hacer <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Angela_Davis">Angela Y. Davis</a>, clásico del pensamiento político. ¿Por qué pueden tener éxito obras como <em>Contra la democracia</em>? Porque forman parte de un intrincado laboratorio global contra la democracia.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/193899/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>Escribir contra la democracia se ha convertido en una actividad académica muy demandada. Los laboratorios contra la democracia se articulan gracias a una extensa red de productores y consumidores.María G. Navarro, Docente e investigadora. Departamento de Historia del Derecho y Filosofía Jurídica, Moral y Política, Universidad de SalamancaJudith Santos García, Profesora de Filosofía , Universidad de SalamancaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1602342021-05-10T20:26:26Z2021-05-10T20:26:26Z¿La mentira cotiza al alza en el discurso político?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/399689/original/file-20210510-23-psrowb.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C368%2C5991%2C3619&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-illustration/artificial-smile-diplomat-pop-art-retro-534340714">Shutterstock / studiostoks</a></span></figcaption></figure><p>Se suele atribuir a Joseph Goebbels, el ministro de Propaganda de Adolf Hitler, la frase “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”. Un embeleco que se difunde masivamente no se transforma en verdad por mucho que se repita, pero sí puede adquirir tres cualidades persuasivas relevantes en la comunicación política: legitimidad pública, apariencia de veracidad y resonancia mediática. Esta última es esencial para controlar la agenda informativa de los medios de comunicación (<em>agenda-setting</em>) y crear marcos mentales (<em>framing</em>) que dirijan el debate en la esfera pública hacia determinados temas, en función de la estrategia del emisor. </p>
<p><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Nicol%C3%A1s_Maquiavelo">Nicolás Maquiavelo</a>, en su clásica obra <em>El Príncipe</em>, ya explicaba que una de las principales cualidades de un político para conquistar o conservar el poder era saber “simular, fingir y engañar”. Asumiendo que toda interpretación de la realidad es un proceso de subjetivización, Napoléon Bonaparte ya definía la verdad como “lo que se cree de todo corazón y con toda el alma”. </p>
<p>Esta idea entronca con los fundamentos del <em>marketing</em> político moderno. Este suele asociar la eficacia de los discursos políticos con el uso de mensajes más emocionales que racionales. Este tipo de mensajes persiguen consolidar o cambiar determinadas actitudes o percepciones con apelaciones al miedo, la ira, el desprecio o la sorpresa, aderezadas de hipérboles retóricas, desfiguraciones y una escenificación calculada. Hoy en día, se aplican, además, técnicas neurocomunicativas o de segmentación psicosocial basadas en el <em>big data</em>. </p>
<h2>Tolerancia pasiva ciudadana</h2>
<p>Recientemente, el periodista Rafa Latorre <a href="https://www.elmundo.es/opinion/columnistas/2021/04/27/6086dadd21efa049708b45ed.html">atribuía a la amnesia colectiva por qué tanta mentira</a>, medias verdades y distorsiones en el discurso político actual, que producen escenas maniqueas y delirantes, no recibía una tajante desaprobación por parte de los ciudadanos. Efectivamente, la rápida obsolescencia de los mensajes en medio de un flujo masivo de información, bulos y propaganda, consumidos compulsiva e irreflexivamente, sin espíritu crítico, a través de los dispositivos digitales, parece haber ayudado a extender y consolidar una actitud de desapego, de desmemoria o de pasiva tolerancia ciudadana con la falta de honestidad política. </p>
<p>La mentira y las <em>fake news</em> cotizan al alza porque el ambiente político populista, el modelo acrítico de consumo informativo, junto a la viralización emotiva y sensacionalista a través de las redes digitales, potencian dinámicas irracionales y viscerales en el debate político. </p>
<p>De hecho, el discurso de algunos líderes políticos se ha visto contagiado por la fuerte corriente populista que recorre el mundo tras la crisis de 2008, ahora agudizada por las consecuencias de la revolución digital y los efectos de la pandemia. Existe una tendencia hacia la polarización política, estimulada por la deslegitimación del sistema institucional por parte de los nuevos liderazgos o movimientos políticos, que cuestionan la hegemonía de los partidos y los medios de comunicación tradicionales. </p>
<h2>Crisis y distopía</h2>
<p>En medio de esta profunda crisis encadenada (sanitaria, económica, política, social, institucional, cultural e informativa), ha emergido un mundo virtual revolucionario, confuso y distópico en el que los emisores de información periodística, opinión y propaganda se han situado en el mismo plano. La discusión dentro de esta nueva y emergente esfera digital, caótica y hostil, está removiendo los cimientos de la democracia liberal, como nos cuenta <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Mar%C3%ADa_Lassalle">José Maria Lassalle</a> en su libro <a href="https://www.unebook.es/es/libro/ciberleviatan_259300"><em>Ciberleviatán</em></a> (2019). </p>
<p>En este disruptivo panorama de la comunicación digital, los engaños políticos y las <em>fake news</em> están contribuyendo a socavar algunos principios del buen periodismo mientras se consolida un nuevo paradigma desinformativo. </p>
<p>El viejo adagio informativo de <a href="https://en.wikipedia.org/wiki/C._P._Scott">Charles P. Scott</a> “Comments are free, but facts are sacred” (“Los comentarios son libres, pero los hechos son sagrados”), ha invertido su significado. Ahora, algunos emisores defienden el derecho, no a expresar sus opiniones, sino a que se respeten (aunque estén basadas en burdas mentiras) por el mero hecho de ejercer la libertad de expresión, como si fueran sagradas (verdaderas), mientras los hechos pueden ser sometidos a la libre interpretación.</p>
<p>Tal y como señalaba <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Hannah_Arendt">Hannah Arendt</a> en su libro <em>Verdad y mentira en la política</em> (1967): “La libertad de opinión es una farsa si no se garantiza la información objetiva y no se respetan los hechos mismos.” </p>
<h2>Momento clave</h2>
<p>Uno de los momentos más simbólicos y estridentes de esta nueva realidad desinformativa en las democracias occidentales ocurrió cuando la responsable de comunicación del presidente estadounidense Donald Trump, Kellyane Conway, <a href="https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-38718106">se refirió a “los hechos alternativos”</a> para justificar la cifra (irreal) de 720 000 asistentes en la toma de posesión del Trump en enero de 2016. Una cifra que contradecía los datos oficiales de medios de referencia como <em>The New York Times</em> o <em>The Washington Post</em>. </p>
<p>Trump, sin duda, es el caso más paradigmático en el uso de la desinformación o la mentira en el discurso político en las sociedades occidentales modernas. De forma pionera, ha utilizado <em>Twitter</em> para ocupar el espacio de debate público y obtener una inmensa proyección mediática gratuita. Durante su histriónica y esperpéntica carrera política, fue distinguido como uno de los mayores mentirosos del universo político norteamericano por la plataforma <a href="https://www.politifact.com/">PolitiFact</a>, que premió algunas de sus afirmaciones como “Lie of the Year” en 2015, 2017 y 2019. </p>
<h2>Éxito comunicativo</h2>
<p>Pero no debe olvidarse que, a pesar de todas sus mentiras, de todos sus patinazos dialécticos, exageraciones, medias verdades, su lenguaje racista, su mala educación y su deslegitimación del periodismo serio y profesional, Trump ha sido elegido como presidente por casi 63 millones de ciudadanos, y su gestión al frente de la Casa Blanca ha sido revalidada por <a href="https://ballotpedia.org/Election_results,_2020#Detailed_results">11 millones más</a>. </p>
<p>Por tanto, descontando sus supuestos logros como gestor, no se puede afirmar que la comunicación de Trump haya sido un fracaso; más bien al contrario, sus mentiras no han tenido coste político. Su estrategia, en cierto modo, ha funcionado. Y, de paso, ha elevado las audiencias de muchos medios que encontraron en las noticias sobre el personaje y sus mentiras una fuente de negocio.</p>
<h2>Versión española</h2>
<p>También en España, durante la pandemia, el gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias ha obviado los datos oficiales de organismos públicos, como el Instituto Nacional de Estadística, para rebajar con fuentes “alternativas” el número de fallecidos por Covid-19. Sánchez amparó también muchas de sus polémicas decisiones sanitarias en informes de un supuesto comité de expertos que nunca se dio a conocer. </p>
<p>Incluso el actual gobierno de Joe Biden llegó a <a href="https://www.state.gov/reports/2020-country-reports-on-human-rights-practices/spain/">criticar</a> la intimidación y ataques a periodistas incómodos en España. En este contexto, resulta preocupante la creación de un comité de desinformación dirigido desde Moncloa, cuyas funciones y objetivos no son transparentes, y que <a href="https://www.rsf-es.org/espana-rsf-advierte-de-que-el-plan-contra-la-desinformacion-del-gobierno-es-una-amenaza-potencial-contra-la-libertad-de-prensa/">ha generado mucha desconfianza entre medios de comunicación y asociaciones periodísticas</a>. También en Cataluña, el movimiento independentista ha utilizado de manera orquestada todo tipo de técnicas desinformativas y campañas de propaganda para legitimarse, mientras se acosa y se agrede a periodistas críticos, como ha denunciado <a href="https://www.rsf-es.org/espana-rsf-exige-que-cesen-las-agresiones-a-periodistas-en-cataluna-y-pide-responsabilidad-a-politicos-y-medios-para-rebajar-la-tension/">Reporteros sin Fronteras</a> </p>
<p>Así, pues, se está construyendo una nueva sociedad de la (des)información, en la que el uso masivo de la mentira política, en sus diferentes formatos propagandísticos, se ha institucionalizado como parte del juego político. </p>
<p>En uno de sus <a href="https://www.gartner.com/en/newsroom/press-releases/2017-10-03-gartner-reveals-top-predictions-for-it-organizations-and-users-in-2018-and-beyond">informes</a>, la consultora Gartner afirma que, en 2022, el público occidental consumirá más informaciones falsas que verdaderas. La búsqueda de la verdad en el debate político está siendo, pues, sustituida por el deseo de imponer una percepción a toda costa. Y cuando la honestidad política pierde valor frente a la posverdad y los ciudadanos reciben (y toleran) una información política engañosa, la democracia pierde calidad.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/160234/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Alberto Pena Rodríguez no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Los mensajes emocionales, los hechos alternativos, la preponderancia de la “percepción” sobre la realidad objetiva, han consolidado un discurso político en el que la mentira no suele penalizarse.Alberto Pena Rodríguez, Profesor Titular de Historia de la Propaganda, Universidade de VigoLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1576272021-05-05T18:17:28Z2021-05-05T18:17:28ZFrente a la posverdad, espíritu crítico<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/398614/original/file-20210504-13-20zqd1.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C4985%2C3525&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-vector/girl-looking-through-binoculars-pop-art-1364304653">Shutterstock / AVA Bitter</a></span></figcaption></figure><p>En los últimos años, la posverdad ha sido uno de los conceptos más analizados en los medios de comunicación de todo el mundo. Periodistas, especialistas en comunicación, filósofos y comentaristas varios han pasado por los platós discutiendo de qué va este fenómeno que está afectando la vida política y que amenaza a las democracias más firmes y respetadas, como Estados Unidos o Gran Bretaña, o democracias jóvenes como Argentina o España.</p>
<p>El Brexit es uno de los procesos donde se puede ver la distorsión que generan los bulos (<em>fake news</em>) y la posverdad. En su libro <em>Post-truth</em>, <a href="https://leemcintyrebooks.com/about-lee/">Lee McIntyre</a> cuenta que en las calles londinenses se paseaban los autobuses con propaganda a favor del quiebre con la Unión Europea en la que rezaban afirmaciones como “La Unión Europea utiliza los impuestos de los británicos para financiar las corridas de toros en España”.</p>
<p>Con estas estrategias, los partidarios del Brexit fueron convenciendo a la población de que la mejor opción era la salida de la UE; y así se reflejó en las urnas. Un proceso tan complejo como este no se explica sólo desde la arista de la posverdad, pero su contribución fue crucial.</p>
<h2>Diferencias entre bulos y posverdad</h2>
<p>Para adentrarnos un poco en el concepto de posverdad en sí, es importante afirmar que los bulos, o las noticias falsas, y la posverdad, no son lo mismo. Los primeros pueden ser una noticia o un dato verosímil, y que parece o podría ser cierta, pero no lo es. El acto de producir o compartir una noticia falsa no es necesariamente doloso: puede ser simplemente un error. </p>
<p>Diferenciar entre verdadero y verosímil es muy importante, ya que podemos encontrar informaciones que podrían ser verdad, que son creíbles, pero que no son verdad. Esto ayuda a confundir y dejarnos llevar por la verosimilitud de la información. En muchos casos también es mal periodismo, a partir de un periodista que afirma algo que no tiene ciertamente comprobado y, como los periodistas “velan” por la verdad informativa, se pueden transformar en fáciles comunicadores de noticias falsas.</p>
<p>Por otro lado, la posverdad es un proceso complejo en el que coinciden distintas acciones, y su principal requerimiento es la intención de desinformar por parte del emisor del mensaje. El rumor funciona similar a la posverdad, pero con la salvedad de que en el rumor predomina el error de la información, mientras con la posverdad predomina la intención de desinformar. No hay error, hay voluntad de engañar.</p>
<h2>Posverdad y poder</h2>
<p>El concepto de poder es fundamental para entender la posverdad, ya que el manipulador ejerce un poder sobre los manipulados por medio de la persuasión de sus palabras. Para que esto suceda, debe esconder sus intenciones personales y verdaderas detrás de una máscara. A esta máscara la llamaremos metáfora.</p>
<p>La metáfora es una herramienta lingüística que utilizamos constantemente. Su fin principal es dar nuevo sentido a un concepto original que se encuentra desgastado o muerto. Así lo manifiesta el filósofo <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Paul_Ricoeur">Paul Ricoeur</a> en su obra <a href="http://palimpsestes.fr/textes_philo/ricoeur/metaphore-vive.pdf"><em>La metáfora viva</em></a>: la utilización de metáforas funciona cuando el sentido mismo se encuentra desgastado y, para reforzarlo, requerimos a esta herramienta para que el concepto en sí no muera.</p>
<h2>Ocultar la intención</h2>
<p>Por ejemplo: imaginemos alguna de las clásicas frases hechas que se dicen cotidianamente pero que son utilizadas como metáfora. La frase “dar gato por liebre” es una común metáfora que se utiliza para expresar que alguien nos ha engañado. Para expresar ese sentimiento con más fuerza preferimos mencionar tal frase a decir sencillamente “me han engañado”.</p>
<p>Así como existen las metáforas para ilustrar conceptos muertos o desgastados (como en el ejemplo anterior, “me han engañado”, cuyo desgaste ha dado lugar a la metáfora de “dar gato por liebre”), la posverdad utiliza la herramienta de la metáfora para que la intención verdadera del emisor de tal desinformación se oculte detrás de un nuevo concepto. </p>
<p>Volviendo al ejemplo del Brexit, la frase expuesta en los buses sobre el dinero que iría hacia la tauromaquia en España es una metáfora de la expresión “Europa nos roba”, utilizada recurrentemente por los británicos en favor del Brexit. Al mismo tiempo, esta frase funciona como una metáfora de las verdaderas intenciones de los precursores de dicho movimiento político. Podríamos decir que la posverdad funciona aquí como una meta-metáfora de las intenciones finales de quienes apoyan el Brexit.</p>
<h2>La importancia del periodismo</h2>
<p>Es básica la importancia que tiene el periodismo –el buen periodismo– en la lucha contra la posverdad. Al ser una institución con acceso privilegiado a la información, a los mayores estratos del poder mundial, y con una capacidad especial en el manejo de los datos que suceden en la realidad mundial, el periodismo está obligado a dar batalla contra este mal y tratar de derribar las noticias falsas que se instalan en el ideario popular a través de los datos y de la información.</p>
<p>Pese a ser un efecto que parece imposible frenar, la sociedad dispone de un arma extremadamente poderosa: el espíritu crítico. Si a la hora de informarnos lo hacemos con el fin de buscar nueva información, y no de reafirmar nuestros pensamientos y sentimientos preexistentes, no hay posverdad ni poder manipulador que pueda derribar el poder del verdadero espíritu crítico de quien, a partir de esa información, va moldeando su pensamiento y su espíritu crítico. </p>
<p>Si la sociedad está abierta a repensar sus ideas leyendo o escuchando a personas que piensan distinto que uno, es imposible que la posverdad nos manipule y nos haga el daño que busca hacer.</p>
<p>Aunque no podamos creerlo, la clave está en nosotros. Hagámoslo posible.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/157627/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Agustín Joel Fernandes Cabal no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>La posverdad actúa como una máscara: tras ella se ocultan las verdaderas intenciones de las personas que la usan. Convierten en metáfora su verdad para dar un nuevo sentido a sus argumentos.Agustín Joel Fernandes Cabal, Investigador predoctoral, Universidade de Santiago de CompostelaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1371082020-04-29T21:06:42Z2020-04-29T21:06:42ZVerdades, mentiras y desinformaciones<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/330545/original/file-20200426-163072-1yec4ed.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C962%2C5486%2C2689&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/businessman-tellimg-lies-holding-crossed-finher-600001637"> NothingIsEverything / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Todos los seres humanos han mentido en algún momento de sus vidas. Si alguien les dice que nunca mintió, en ese preciso instante lo está haciendo. La mentira, que entenderemos como faltar a la verdad intencionadamente, parece ser característica exclusivamente humana. De ahí que tratar de prohibirla o erradicarla responda, como decía <a href="https://www.filco.es/hannah-arendt-destripar-mal/">Hannah Arendt</a> de las ideologías totalitarias, a un intento de transformar la naturaleza del ser humano.</p>
<p>No todas las mentiras nos parecen iguales. Estamos dispuestos a perdonar que un médico no diga la verdad a un paciente; que unos padres no digan a su hijo que es adoptado; que un abogado exagere para lograr la exculpación de su cliente; que no se diga a una amistad lo mal que le sienta el nuevo peinado, etc.</p>
<p>Pero aunque podamos hacer este tipo de clasificación entre mentiras más o menos buenas, todas tienen el propósito de conseguir alguna ventaja para quien las dice. Incluso si nos inclinamos por mentir a una amistad que nos pregunta qué tal le sienta el nuevo corte de pelo, lo hacemos tanto por evitarle el disgusto, como evitarnos decir algo desagradable, o su posible enojo.</p>
<p>El mentiroso obtiene una ventaja sobre aquél a quien miente, que consiste en el ocultamiento de una verdad que ese otro no posee. Ya <a href="http://www.filosofia.org/cla/pla/azf11007.htm">Platón</a> dejaba de manifiesto que prefería a un mentiroso antes que a alguien equivocado, <em>puesto que el embustero vale más, porque sabe lo que hace y hace lo que quiere,</em> es decir, conoce la verdad. Estar equivocado no es mentir y nadie está a salvo del error, como nadie está a salvo de ser engañado. Esto, dicho sea de paso, tiene un interesante corolario: se puede reducir la mentira, pero sólo al precio de incrementar la ignorancia.</p>
<p>Hay que añadir que, en esas mentiras que consideramos aceptables, se parte del supuesto de que quien miente sabe lo que le conviene a aquél a quien se le dice la mentira. El médico que no le dice la verdad al paciente, cree saber qué es lo que le conviene. El mentiroso cree que no nos conviene saber la verdad. Ésta es una idea peligrosa: otro, por regla general más poderoso, sabe lo que nos conviene mejor que nosotros mismos. Puede entenderse, entonces, que el poder haya empleado con regularidad la mentira para mantenerse.</p>
<h2>Posverdad o estupidez</h2>
<p>Hoy se dice que atravesamos la era de la <a href="https://www.theguardian.com/books/2017/may/19/post-truth-matthew-dancona-evan-davis-reiews"><em>posverdad,</em></a> con lo que se quiere dar a entender que interesa poco si lo que se dice es cierto. Otros autores, como <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Andr%C3%A9_Glucksmann">Glucksmann</a>, dirían que se trata más bien de estupidez, que consistiría en la incapacidad para mantener una relación con la verdad. Aparentemente, vivimos rodeados de lo que se han llamado <em>fake news</em> o noticias falsas. Se las ha definido como mentiras que tratan de hacerse pasar, o adoptan la forma, de <a href="https://science.sciencemag.org/content/359/6380/1094">verdaderas piezas de información</a> con el propósito de incrementar su capacidad de convencer.</p>
<p>No se trata de un fenómeno nuevo. Noticias falsas ha habido siempre. Algunas podían ser, simplemente, fruto de un error que se difundía con celeridad, sin que hubiera en su origen un intento consciente de ocultar la verdad. Otras eran elaboradas mentiras que buscaban beneficiar a quienes las difundían a costa de quienes las creían. La invención de la imprenta favoreció la proliferación este tipo de informaciones (en Alemania, en el siglo XVI, se las llamó <em>Flugschriften</em>, panfletos), como hoy la digitalización de la comunicación parece haber provocado su exponencial crecimiento.</p>
<p>De otro lado, cuando la realidad se hace amenazadora suelen proliferar. <a href="https://it.wikipedia.org/wiki/Giuseppe_Ripamonti">Ripamonte</a>, por ejemplo, cuenta cómo durante la plaga de <a href="https://openmlol.it/media/francesco-cusani/la-peste-di-milano-del-1630/274718">Milán de 1630</a> se pensaba que la enfermedad era propagada por emisarios del demonio (el mismo Demonio había sido visto en la ciudad). Algunos ciudadanos fueron identificados como tales y ejecutados públicamente, haciendo que las multitudes que asistían a las ejecuciones contribuyeran a aumentar el contagio.</p>
<p>Aunque los estudios no son concluyentes sobre el impacto que realmente tienen las <a href="https://www.cjr.org/analysis/fake-news-media-election-trump.php"><em>fake news</em></a> en nuestros días, la preocupación por su ubicuidad ha hecho que se ponga el acento, sobre todo, en los emisores o productores de las mismas. La lucha contra ellas se centra en perseguir a quienes las crean y difunden y en evitar que proliferen. Casi nunca, si es que se ha hecho alguna vez, se hace referencia a la responsabilidad del receptor que se las cree (como quienes en Milán creían verdaderamente que el Demonio y sus secuaces habían estado de visita por la ciudad).</p>
<h2>Mentiras y errores</h2>
<p>Tampoco es nueva esta táctica. En 1919 el juez del Tribunal Supremo de los Estados Unidos <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Oliver_Wendell_Holmes_(escritor)">Oliver Wendel Holmes</a> afirmaba, en la opinión dada sobre el <a href="https://www.law.cornell.edu/supremecourt/text/249/47">caso Schenck contra los Estados Unidos</a>, que ni la protección más estricta de la libertad de expresión protegería a un hombre que grita falsamente fuego en un teatro y causa pánico. Con lo que venía a decir que las mentiras que causan perjuicios no deben de ser permitidas o consideradas como libertad de expresión. Sin embargo, como se ha dicho, toda mentira puede causar un perjuicio a alguien (y un beneficio para el mentiroso). Incluso en nuestra mentira piadosa sobre el corte de pelo estamos ocasionando un perjuicio a quien, confiado en nuestra falsa opinión, hace el ridículo ante otras personas.</p>
<p>Y es que, salvo el mentiroso, nadie puede saber a ciencia cierta si se está mintiendo o si se está cometiendo un error. De ahí que <a href="https://www.wearecognitive.com/bbc-work/a-history-of-ideas-john-locke-on-toleration">John Locke</a>, por ejemplo, considerara absurdo torturar a alguien para que confesara una determinada religión, puesto que no hay manera de meterse en su cabeza y saber si su fe es verdadera.</p>
<p>¿Qué ocurre si quien grita fuego en un teatro lo hace convencido de que lo hay? Se trata de un error. Podríamos condenar a esta persona a indemnizar al teatro y a los otros espectadores porque ha cometido un error que ha causado pérdidas económicas, pero no por mentir. Como no podemos introducirnos en su cabeza y descubrir lo que realmente conoce, no hay manera de saber si mentía.</p>
<p>¿Acaso nada podemos decir de quienes dejándose llevar por el pánico salen del teatro ocasionando daños? ¿No tienen cierta responsabilidad? ¿No podemos exigirles que comprueben primero si realmente había fuego? Puede argumentarse que, en el caso de que lo hubiera, no es momento de ponerse a ello, ya que es primordial salvar la vida. Aunque la urgencia no puede eximirnos completamente de la responsabilidad por nuestros actos, lo que no es convincente es que castiguemos a quien gritó fuego y no a quienes salieron corriendo. Si el primero debió cerciorarse antes de gritar (no podemos saber si quería mentir o no), los segundos debieron hacer lo mismo antes de correr.</p>
<h2>Los responsables de la mentira</h2>
<p>Resulta, sin duda, una postura cómoda pedir que se nos proteja de la mentira. Nos libra de la tediosa tarea de tener que reflexionar sobre la información que nos llega y de tener que conceder autoridad y credibilidad a ciertas fuentes frente a otras. Se pretende eludir, así, toda responsabilidad si somos víctimas de una mentira. Cuando nos engañan no solemos considerarnos responsables por haber sido menos inteligentes que quien nos engañó. Aseveraba <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Fran%C3%A7ois_de_La_Rochefoucauld">La Rochefoucauld</a> que nadie se queja de su inteligencia. Queremos que se castigue a quien da gato por liebre. Pero no puede ser argumentando que mentía (no podemos saber si creía que era verdaderamente liebre, y tampoco podemos exigirle a él ese conocimiento y no a nosotros): se le ha de sancionar porque, en realidad, nos ha robado, ya que no le habríamos dado nuestro dinero de saber que lo que comprábamos era gato y no liebre.</p>
<p>Nos hace la vida más sencilla el que alguien tenga a bien evitar que llegue hasta nosotros algo que no sea la más depurada y prístina verdad. Lamentablemente, nadie tiene esa capacidad, puesto que nadie está a salvo del error o, por decirlo de otra manera, nadie posee la verdad, de la que <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/John_Langshaw_Austin">J. L. Austin</a> decía que es un ideal ilusorio.</p>
<p>Normalmente, han sido los poderosos los que ha pretendido monopolizar las verdades como medio de conservar el poder. El argumento desde el siglo XVII es, con pequeñas variaciones, siempre el mismo: <em>poder es saber</em>. El poderoso dice tener un conocimiento que los que obedecen no poseen y, por supuesto, está legitimado a acabar con cualquier forma de expresión que lo ponga en duda. De paso, también acaba con la política, que se basa en la opinión y no en la verdad.</p>
<p>Dejar en manos de otro el negocio de la verdad es una vía segura hacia la tiranía. Claro está que no podemos pretender comprobar la veracidad de todas las informaciones que nos llegan. ¿Quién podría, por sus propios medios, comprobar si la velocidad de la luz es en verdad la que dicen los físicos? Generamos redes de confianza para evitar tener que poner en duda todo. Si descubrimos que alguien en quien confiábamos nos engañó, podemos actuar en consecuencia y retirarle la credibilidad que le habíamos otorgado. Pero esto sigue exigiendo trabajo por nuestra parte.</p>
<p>Si preferimos la vía fácil de que alguien lo haga por nosotros, podemos tener la seguridad de que acabará mintiéndonos <em>por nuestro bien</em>, que es la más persistente y repetida mentira de la historia.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/137108/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Roberto Losada Maestre no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Si preferimos que alguien compruebe por nosotros qué es verdad y qué no, acabará mintiéndonos ‘por nuestro bien’, que es la más persistente y repetida mentira de la historia.Roberto Losada Maestre, Profesor de Teoría Política, Universidad Carlos IIILicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1289662019-12-29T20:29:37Z2019-12-29T20:29:37Z¿Por qué no confiamos en los políticos?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/308261/original/file-20191227-11919-joxbrh.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C5991%2C3997&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-vector/distrust-politics-red-card-candidate-pop-447678865"> Studiostoks / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Confiamos poco en la política, confiamos poco en la situación actual y las expectativas de futuro son similares. Si observamos los datos del <a href="http://www.cis.es/cis/opencms/ES/11_barometros/Indicadores_PI/documentos/tasPol.html">barómetro del CIS</a>, desde 1996 la desconfianza hacia la política es casi una situación permanente, solamente superada en momentos muy puntuales por otros aspectos como las expectativas.</p>
<figure class="align-center ">
<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/307511/original/file-20191217-58292-7v3fop.JPG?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/307511/original/file-20191217-58292-7v3fop.JPG?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=453&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/307511/original/file-20191217-58292-7v3fop.JPG?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=453&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/307511/original/file-20191217-58292-7v3fop.JPG?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=453&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/307511/original/file-20191217-58292-7v3fop.JPG?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=569&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/307511/original/file-20191217-58292-7v3fop.JPG?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=569&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/307511/original/file-20191217-58292-7v3fop.JPG?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=569&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
<figcaption>
<span class="caption"></span>
<span class="attribution"><span class="source">CIS</span></span>
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</figure>
<p>En el último CIS, publicado en noviembre de 2019, se observa que ninguno de los líderes políticos españoles llega al aprobado en la valoración de los ciudadanos y los niveles de confianza resultan similares. </p>
<p>Sin embargo, lo más llamativo son las motivaciones que nos llevan a las urnas: <a href="https://www.lavanguardia.com/politica/20191128/471928589255/cis-mas-mitad-espanoles-voto-evitar-ganaran-derechas-izquierdas.html">la mitad de los españoles votaron para evitar que ganara la derecha o la izquierda</a>. Cabe preguntarse en este contexto: ¿se está convirtiendo la comunicación política en una herramienta de polarización social? </p>
<h2>Tres premisas en la comunicación de campaña</h2>
<p>Tras tres procesos electorales en el mismo año, dos generales y unas autonómicas, los partidos se han centrado lógicamente en la comunicación de campaña, marcada por tres premisas: </p>
<ol>
<li><p>El discurso político se ha desligado de la política legislativa: vivimos en una democracia sentimental. En la campaña permanente los partidos buscan la emoción como vínculo, motivando que la opinión pública reaccione más ante la emoción que ante los hechos. Los discursos de las principales formaciones políticas son cada vez más “corporativos o institucionales” y las decisiones o las propuestas, menos trascendentes. </p>
<p>Retomando el CIS, tan solo el 6,3 % de los votantes reconocía votar en función de las propuestas. Un porcentaje poco interesante para los partidos en la construcción de sus estrategias de comunicación. Recordemos: la mitad del electorado decía movilizarse por razones ideológicas. `</p>
<p>En la construcción de las narrativas de los partidos, remarcar la diferencia respecto al adversario político es una herramienta valiosa para reafirmar la identidad del electorado. En esa reafirmación tampoco caben acciones que aun siendo positivas para la ciudadanía (pactos de gobierno), afecten al apoyo de su electorado. </p>
<p>A su vez, un relato poderoso refuerza las creencias y contribuye a que el electorado olvide con mayor facilidad los errores. </p>
<p>Esta tendencia tampoco parece cambiar cuando se constituyen los gobiernos. Las decisiones tienden a comunicarse desde la perspectiva partidista, e incluso se ficciona el relato si puede hacer daño a la reputación del gobierno. En 1992, el sociólogo Steve Tesich hacía alusión al concepto de “posverdad” al referirse a una sociedad que aceptaba la mentira en política, ya que esta servía para protegerles de algo más aterrador: la verdad. </p>
<p>En Europa, el brexit está siendo el mejor ejemplo de que las mentiras son muy válidas en la comunicación de campaña, aunque luego afecten al desarrollo de gobierno.</p>
<p>Los políticos de la “posverdad” son líderes capaces de crear narrativas que nieguen el cambio climático a pesar de las evidencias científicas. La política (opinión pública y narrativa de los medios) se ha <a href="https://grist.org/article/2010-03-30-post-truth-politics/">desconectado casi por completo</a> de la política legislativa.</p></li>
<li><p>La microsegmentación de audiencias ofrece perfiles muy precisos del electorado pero es un arma de doble filo que contribuye al refuerzo de las creencias, de la ideología, y por extensión, de la identidad política. </p>
<p>Se recurre al impacto fácil y rápido que motive la interacción y se utilizan en ocasiones <a href="https://theconversation.com/cuanto-ha-influido-la-propaganda-digital-en-las-elecciones-126979">campañas de propaganda negra</a> para desprestigiar al contrario. La microsegmentación es extensible también a la comunicación en otros medios. Los políticos terminan dirigiéndose únicamente a sus audiencias sin confrontar ni preocuparse por los discursos de otras formaciones ni sus potenciales consecuencias sociales. Lo vimos en el <a href="https://theconversation.com/10-n-quien-gano-el-debate-electoral-y-con-quien-pactaria-126372">debate electoral a cinco</a>. Pesó más el argumentario previo que la capacidad de improvisación: ningún político fue capaz de rebatir algunas de las mentiras que se compartieron en directo. </p></li>
<li><p>Los hiperliderazgos: los partidos tienden a ofrecer una única voz, una única referencia válida. Se minimizan las voces disidentes dentro del partido y el resto de miembros, bajo estrategia coral, refuerzan el mensaje del dirigente. Estos líderes son capaces de depurar los problemas de los partidos y resultan además difíciles de sustituir, circunstancia que propicia el populismo. </p></li>
</ol>
<h2>Responsabilidad social</h2>
<p>Falta finalmente cierta responsabilidad social en la política que vaya más allá de los objetivos partidistas, que busque el bienestar de la sociedad. La comunicación debe ser una herramienta al servicio de la política, una herramienta que aproxime las autoridades a la ciudadanía y nos ayude a entender los objetivos y propósitos de quienes nos gobiernan.</p>
<p>Si me permiten finalizar con algo de humor, seguramente el lector entenderá que, aunque su cuñado no sea de su agrado, al final es familia política y eso nos “motiva” a ser capaces de dialogar en la misma mesa que compartiremos. Así, sin gobierno en estos días, cabe preguntarse si como votantes en futuros procesos electorales debemos caer en las trampas ideológicas o evitar el “cuñadismo” político.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/128966/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Leticia Rodríguez Fernández no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Discursos cada vez más institucionales, decisiones comunicadas desde la perspectiva partidista y de impacto fácil, mentiras, negación de la evidencia e hiperliderazgos. Los políticos han caído en el populismo y el electorado cada vez confía menos en ellos.Leticia Rodríguez Fernández, Docente y directora del Grado en Comunicación Corporativa, Protocolo y Organización de Eventos, Universidad NebrijaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1270542019-11-17T20:49:57Z2019-11-17T20:49:57Z¿Qué nos enseña la retórica sobre el ‘procés’?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/301753/original/file-20191114-26229-1xe9qnt.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=6%2C0%2C4091%2C2727&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Protestas en Barcelona el 14 de octubre de 2019.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/barcelona-catalonia-spain-14-october-2019-1532756990">astonphoto / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Existe una concepción muy extendida de la Retórica que define a este “arte de la oratoria” como algo negativo (se suele utilizar esta palabra para describir discursos artificiosos o manipuladores). </p>
<p>Por esta razón, resulta necesario precisar, en primer lugar, que en este artículo se deja de lado dicha noción peyorativa y se asume la propuesta del teórico <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Kenneth_Burke">Kenneth Burke</a>, quien considera que esta disciplina, en realidad, debe ser entendida, estudiada y aplicada como una herramienta para construir espacios discursivos de encuentro y consenso. </p>
<p>Dicho esto, puede parecer paradójico realizar un análisis retórico de los discursos que construyen las diferentes interpretaciones sociales del conflicto/proceso catalán, ya que se trata de una realidad social con una fuerte polarización en la que, a simple vista, resulta difícil hallar lugares compartidos. </p>
<p>¿Por qué existe tal distanciamiento entre interpretaciones de una misma realidad social? ¿Es posible llegar al entendimiento? La respuesta a ambas preguntas reside en la Retórica. </p>
<h2>Construyendo discursos</h2>
<p>Cualquier persona que haya seguido mínimamente la actualidad política tendrá un parecer sobre la realidad catalana. Dicha opinión, como no puede ser de otra manera, se compondrá de múltiples variables, tendrá numerosos matices y, además, seguramente sea flexible, ya que habrá cambiado, más o menos, con el tiempo. </p>
<p>A dicha <em>opinión</em> aquí se la va a llamar “construcción discursiva de la realidad social catalana” por diferentes razones. En primer lugar, porque se asume que dicha interpretación de la realidad es necesariamente discursiva (al igual que la materia está conformada por átomos, la realidad social se conforma de discursos). </p>
<p>En segundo lugar, se habla de «construcción» porque, efectivamente, como indica <a href="http://www.tonosdigital.com/ojs/index.php/tonos/article/view/1887">la Retórica Constructivista postulada por David Pujante Sánchez</a>, dichos discursos moldean, no solo reflejan, cómo vemos el mundo que nos rodea. Así pues, se debe asumir el impresionante poder que tienen los discursos y dejar de pensar que son meros transmisores de una ideología, ya que los discursos <em>son</em> la ideología. De esta manera, quizás, podremos escapar de la jaula discursiva en la que nos hemos visto apresados. </p>
<h2>La gran sinécdoque</h2>
<p>Pues bien, si analizamos retóricamente la “construcción discursiva de la realidad social catalana” que han transmitido a través de los medios de comunicación de masas las diferentes fuerzas políticas, se observa que, por ejemplo, se ha estructurado mayoritariamente esta realidad social, en ambos bloques, mediante una estructura tropológica sinecdóquica. </p>
<p>Es decir, los discursos se han construido mediante una gran <a href="https://dle.rae.es/sin%C3%A9cdoque">sinécdoque</a> (figura retórica en la que se sustituye la <em>parte</em> por el <em>todo</em> o el <em>todo</em> por la <em>parte</em>). </p>
<p>Un ejemplo anecdótico pero representativo de dicha gran sinécdoque estructural lo encontramos en las construcciones discursivas, tantas veces repetidas durante las últimas semanas, con la que se han creado dos bloques parlamentarios en Cataluña. Estas son las denominaciones de “partidos constitucionalistas” para el grupo conformado por PSC (Partido Socialista de Cataluña), PPC (Partido Popular de Cataluña) y Ciutadans; y de “partidos independentistas”, para el grupo conformado por Esquerra Republicana, Junts per Catalunya, y las CUP (Candidatura de Unidad Popular). </p>
<p>¿Por qué hablamos de que hay una sinécdoque detrás de estas denominaciones? Porque, como se explicaba con anterioridad, existe en dichas construcciones discursivas una sustitución del todo por la parte. En el primero de los casos (los “partidos constitucionalistas”), se observa que se utiliza discursivamente la Constitución Española como un elemento capaz de describir la compleja realidad sociopolítica que defienden.</p>
<p>Esta expresión permite construir un “bloque único”, pese a las múltiples diferencias ideológicas que subyacen en una confluencia de este tipo. Así, con la expresión “partidos constitucionalistas” se construye discursivamente una idea de bloque “único” capaz de enfrentarse al otro bloque mediante la utilización de una sinécdoque en la que se sustituye el <em>todo</em> (los diferentes programas políticos de los partidos referidos) por la <em>parte</em> (la aparente defensa de la Constitución Española). </p>
<h2>La sustitución</h2>
<p>El conflicto, desde un punto de vista discursivo, es que una sinécdoque de este tipo implica una sustitución. Es decir, el <em>todo</em> al que hacíamos referencia desaparece en las construcciones discursivas. Las notables diferencias ideológicas de los partidos que conforman el bloque, así como su historia, se difuminan en favor de una supuesta unidad en la aparente defensa de la Constitución. Se crea así una fuerte polarización centrada en una supuesta pregunta cuya respuesta, aparentemente, solo puede ser “sí” o “no”. ¿El partido X defiende la Constitución Española? </p>
<p>Una estrategia retórica similar subyace debajo de la denominación de “partidos independentistas”. En este caso, el fin último de su actividad política (la independencia de Cataluña), que solo es una parte de su planteamiento programático, sustituye al todo, eludiendo así cuestiones en las que puede haber notables diferencias entre dichos partidos: ¿cómo conseguir dicha independencia?, ¿qué estado sería el resultante?, etc.</p>
<p>Ahora bien, como se afirmaba con anterioridad, estos son solo dos ejemplos de la gran estructura sinecdóquica que configura la construcción discursiva de la realidad social catalana. Se podría ilustrar dicha afirmación con otros muchos casos. </p>
<p>Por ejemplo, sería interesante estudiar cómo el mismo uso discursivo de la “Constitución Española” implica una referencia a una serie de artículos muy concretos (<a href="https://app.congreso.es/consti/constitucion/indice/titulos/articulos.jsp?ini=155&tipo=2">artículo 155</a>, por ejemplo), con lo que aquí habría una nueva sinécdoque en la que, en este caso, se sustituye el todo (la Constitución) por la parte (una serie de artículos que se centran en una unidad territorial del Estado Español). </p>
<p>O cómo los partidos en ambos ejecutivos realizan una construcción retórica similar al utilizar expresiones tales como “todos los españoles” o “el pueblo catalán”.</p>
<h2>Conclusión</h2>
<p>Detrás de todas y cada una de estas construcciones retóricas existe una sinécdoque de fondo en la que se sustituye la parte por el todo o el todo por la parte, lo que tiene importantes consecuencias sociodiscursivas. </p>
<p>Por un lado, la sustitución de la <em>parte</em> por el <em>todo</em> (por ejemplo, con la expresión «partidos constitucionalistas» o «independentistas») implica una simplificación de la realidad política en favor de la construcción discursiva de dos bloques enfrentados (con lo que resulta muy complicado establecer espacios comunes discursivos).</p>
<p>Por otro lado, la sustitución del <em>todo</em> por la <em>parte</em> (hablar del «pueblo catalán» o del «español») tiene importantes consecuencias cívicas, ya que mediante el uso de dichas sinécdoques se está silenciando/negando una parte del problema y, por consiguiente, una posible solución.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/127054/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Víctor Gutiérrez Sanz ha disfrutado de un contrato predoctoral financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades y cofinanciado por el Fondo Social Europeo. </span></em></p>Los discursos moldean, no solo reflejan, cómo vemos el mundo que nos rodea. ¿Qué podemos aprender de la retórica a la hora de hablar de Cataluña?Víctor Gutiérrez Sanz, Doctor en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada (especializado en Retórica y Análisis del Discurso), Universidad de ValladolidLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1203262019-08-01T20:06:58Z2019-08-01T20:06:58ZEn qué se parecen ciencia y democracia<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/286039/original/file-20190729-43130-174qyrv.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C9449%2C5315&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/peoples-raised-fist-air-fighting-sunlight-1187921329?src=8yd_Q_cfq4D5tGbjBtg7-w-1-6&studio=1">Shutterstock/otawa</a></span></figcaption></figure><p>Ciencia y democracia son conceptos que han contribuido al bien común tras un proceso cimentado en los pilares de la cultura grecolatina. Las dos han seguido sendas sinuosas, colindantes en ocasiones, a lo largo de la historia. Y ambas están en peligro.</p>
<p>Inspirados en un reciente <a href="https://cadenaser.com/programa/2019/06/27/hoy_por_hoy/1561605947_827996.html">texto de José María Izquierdo</a> lanzamos la siguiente pregunta: ¿sabemos en qué consiste de verdad la democracia? A veces resulta difícil aproximarse a la comprensión de un concepto mediante su observación directa. Por eso proponemos observar la democracia a través de su reflejo en el espejo de la ciencia.</p>
<p>Carl Sagan afirmaba que «<a href="https://www.planetadelibros.com/libros_contenido_extra/35/34361_El_mundo_y_sus_demonios.pdf">los valores de la ciencia y los valores de la democracia son concordantes, en muchos casos indistinguibles</a>». </p>
<p>Para sustentar este aserto, tomaremos los cuatro elementos que constituyen, según el sociólogo Robert K. Merton, el <em>ethos</em> característico de la ciencia. Es decir, el «<em>conjunto de rasgos y modos de comportamiento que conforman el carácter o la identidad</em>» de la ciencia como institución. A saber: <a href="https://www.worldcat.org/title/sociologia-de-la-ciencia-investigaciones-teoricas-y-empiricas-1/oclc/630370639">comunismo, universalismo, desinterés y escepticismo organizado</a>. </p>
<p>No discutimos su validez –no gozan de reconocimiento unánime entre los sociólogos de la ciencia–. Más bien los utilizamos, en pleno uso del método científico, para comparar ambas creaciones humanas, democracia y ciencia, asumiendo de partida cierta similitud entre los ethos de las dos.</p>
<h2>Comunismo</h2>
<p>El comunismo (también comunalismo y comunitarismo) en relación con el sistema científico no es el que entendemos como ideología política. Sí comparten la idea de la propiedad compartida, en el caso de la ciencia como institución basada en la colaboración social y cuyo producto, el conocimiento, debe ser compartido por el conjunto de la comunidad. </p>
<p>Con el libre intercambio de ideas –«y ciertamente lo requiere; sus valores son opuestos al secreto» afirmaba Carl Sagan– y con transparencia –«<em>mejor en casas acristaladas, a las que cualquiera se puede asomar</em>», en <a href="https://www.worldcat.org/title/es-necesaria-la-ciencia/oclc/802418041&referer=brief_results">palabras de Max Perutz</a>–. </p>
<p>Todo converge en la visión de progreso basado en el trabajo colaborativo, en la construcción conjunta. Frente al adanismo, consiste en ver y llegar más lejos a lomos del conocimiento y la experiencia de los antecesores, apoyados «en hombros de gigantes» –según el aforismo que suele atribuirse a Isaac Newton–. </p>
<p>Lo expuesto implica el reconocimiento y respeto hacia los resultados de la investigación de los colegas de profesión que han pasado los filtros de la propia ciencia, más allá de sus ideas y preferencias culturales, religiosas y políticas.</p>
<h2>Universalismo</h2>
<p>La ciencia es universal e impersonal, pues su ámbito es mundial. Sus resultados son patrimonio de la humanidad y afectan a todos a nivel global. </p>
<p>La ciencia actual no puede situarse al margen de la sociedad, ni huir de su legitimación. Requiere de la participación ciudadana, y también del escrutinio, examen y control público.</p>
<h2>Desinterés</h2>
<p>La ciencia y los científicos trabajan por el bien común, en beneficio de toda la sociedad, sin preferencias ni discriminaciones. La ciencia es un derecho de la ciudadanía –recogido como tal en el <a href="https://www.un.org/es/universal-declaration-human-rights/">artículo 27 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos</a>– y una obligación de las instituciones –mandatado, por ejemplo, en el <a href="https://www.boe.es/eli/es/c/1978/12/27/(1)">artículo 44 de la Constitución Española</a>–. </p>
<p>El desinterés está estrechamente vinculado con la integridad de quienes se dedican a la ciencia y su actitud sujetas al desprecio del fraude, la charlatanería, la artimaña y el engaño. </p>
<h2>Escepticismo organizado</h2>
<p>La ciencia es crítica, analítica. Trabaja con verdades que no son absolutas, pero siempre sujetas a revisión para su contraste. Cada nueva hipótesis, así como las declaraciones y pretensiones científicas, deben ser expuestas al escrutinio crítico antes de ser aceptadas.</p>
<h2>¿En qué consiste, de verdad, la democracia?</h2>
<p>A lo largo de su obra, Merton señala en repetidas ocasiones que el ethos de la ciencia «puede no ser acorde con el de la sociedad en general». Sin embargo, ya hemos visto lo que opina Carl Sagan al respecto de las similitudes entre ciencia y democracia.</p>
<p>El ejercicio de la política en democracia <a href="https://aeac.science/razones-y-politica-cientifica/">se basa en el intercambio y la discusión de las ideas, no en el debate</a>. En el ejercicio del razonamiento, en el contraste de las razones, en el discurso, en el logos. </p>
<p>Este intercambio está ligado a la libertad de pensamiento, de expresión y al respeto por las ideas ajenas. La tolerancia de los diferentes puntos de vista. Democracia es compartir respeto a los propios y a quien piensa diferente. Finalmente, como la ciencia, la democracia requiere de transparencia. </p>
<p>Como la ciencia, la democracia aspira a ser universal. El propio Merton considera que «el ethos de la democracia incluye el universalismo como principio rector preponderante». La política democrática debe abandonar cualquier elitismo experto, y está reñida con los intereses particulares. Tampoco puede situarse al margen de la sociedad, del escrutinio y control públicos, de la participación ciudadana, cuyo culmen son las urnas.</p>
<p>Ni qué decir tiene que también la dedicación al logro del bien común es propia de la verdadera democracia, en la que no hay lugar para el favoritismo, el nepotismo y la discriminación. Aunque, por otra parte, las normas de comunismo y desinterés parecen no casar bien con los postulados de la economía capitalista llevados a su extremo –si bien el propio Merton señala que el desinterés no debe equipararse con el altruismo ni la acción interesada con el egoísmo–.</p>
<p>La ciencia y la democracia <a href="https://www.huffingtonpost.es/fernando-broncano/la-ciencia-en-la-democrac_b_12298898.html">requieren controversias externas e internas</a>. «La ciencia <a href="https://culturacientifica.com/2014/08/28/la-ciencia-necesita-libertad/">prospera en entornos que toleran el pluralismo y el disenso</a>», y la democracia ha de propiciar dichos entornos. Para Sagan, «ambas exigen raciocinio suficiente, argumentos coherentes, niveles rigurosos de prueba y honestidad».</p>
<p>Este modo de pensar y actuar, científico y democrático, es incompatible con el etnocentrismo. Es un antídoto contra los etnonacionalismos y los fascismos, contra el supremacismo y los populismos xenófobos. Permite a ambas, democracia y ciencia, enfrentarse a dogmatismos, populismos demagógicos, totalitarismos y dictaduras. También a los bulos y al pensamiento irreflexivo –y la aplicación de este al ejercicio democrático del voto–.</p>
<p>Finalmente, la democracia es un derecho. Un derecho que se deriva de los deberes que toda persona tiene respecto a la comunidad, relacionados con la satisfacción del bienestar general en una sociedad democrática –<a href="https://www.un.org/es/universal-declaration-human-rights/">artículo 29 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos</a>–. Es más, en democracia, la ciudadanía es una obligación; <a href="https://ethic.es/entrevistas/fernando-savater/">la democracia nos impone la carga de ser ciudadanos</a>.</p>
<p>Algunos autores han cuestionado la obra de Merton, por considerar que los valores o principios forman parte de lo que debería ser la ciencia, no de lo que es. Su aplicación a un análisis comparativo de la democracia, quizás nos hace pecar de ingenuos, pero somos conscientes de lo prescriptivo de este análisis de lo que la democracia <em>debería ser</em>. </p>
<p>Parafraseando a <a href="https://www.worldcat.org/title/a-partir-de-ahora-el-combate-sera-libre/oclc/837117268&referer=brief_results">Rafael Barret</a>, podríamos decir que ciencia y democracia coinciden: “Ninguna en sí son buenas ni malas; son medios soberanos de hacer el bien, si el bien está en nosotros”.</p>
<p>Todo ha sido ya dicho –«<a href="https://www.worldcat.org/title/traite-du-narcisse-theorie-du-symbole-dandre-gide/oclc/901184204?referer=di&ht=edition">Toutes choses sont dites déjà; mais comme personne n'écoute, il faut toujours recommencer</a>»– pero lo que hemos pretendido es traer al ámbito del diálogo reflexivo el valor científico del análisis comparado y el potencial transformador de la memoria histórica.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/120326/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Jesús Rey Rocha es miembro de Asociación Española para el Avance de la Ciencia (AEAC) <a href="http://www.aec.science">www.aec.science</a></span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Emilio Muñoz Ruiz es miembro de ..
Asociación Española para el Avance de la Ciencia (AEAC) www aeac.science</span></em></p>Estos dos conceptos tienen más semejanzas de lo que parece. Además, ambos están en peligro.Jesús Rey Rocha, Investigador Científico en Ciencia, Tecnología y Sociedad. Instituto de Filosofía (IFS-CSIC)., Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS - CSIC)Emilio Muñoz Ruiz, Profesor de Investigación. Instituto de Filosofía del CSIC; Unidad de Investigación en Cultura Científica del CIEMAT., Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS - CSIC)Licensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1181392019-06-06T20:03:26Z2019-06-06T20:03:26ZPersuadir con la palabra: oratoria y neurociencia<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/277892/original/file-20190604-69079-ie2sxv.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=4%2C4%2C2991%2C2034&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Martin Luther King, Jr. pronunció alguno de los grandes discursos de la segunda mitad del siglo XX.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.flickr.com/photos/69562982@N02/35462491833">PatersonGreatFalls / Flkr</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-nd/4.0/">CC BY-ND</a></span></figcaption></figure><p>Actualmente, no existe en nuestra enseñanza una asignatura relacionada con la Oratoria, que enseñe a construir discursos persuasivos y a pronunciarlos en público. Esa labor correspondió durante siglos a la <a href="http://alfonsomartinjimenez.blogs.uva.es/publicaciones-en-internet/manual-compendio-de-retorica-2019/">Retórica</a>.</p>
<h2>Una enseñanza tradicional</h2>
<p>La Retórica formó parte de la enseñanza europea desde la Antigüedad hasta la consolidación del Romanticismo.</p>
<p>En sus orígenes, se ocupaba de todos los aspectos relacionados con el arte de hablar en público. Con el tiempo, se fue limitando a un simple tratado de las figuras retóricas, lo que condujo a su desprestigio.</p>
<p>Y en el Romanticismo se produjo un rechazo de la Retórica, que llevó a su desaparición de la enseñanza. Desde entonces, el término retórica se emplea despectivamente para referirse a un lenguaje vacío y falto de contenido.</p>
<p>Sin embargo, es mucho más que un simple tratado de figuras retóricas. Y en la actualidad se está tratando de recuperarla en su sentido original, pues sus normas siguen siendo muy útiles para hablar bien en público.</p>
<h2>Las operaciones retóricas</h2>
<p>La Retórica contempla cinco operaciones. Las tres primeras (la <em>invención</em>, la <em>disposición</em> y la <em>elocución</em>) enseñan a construir el discurso.</p>
<ol>
<li><p>La <em>invención</em> consiste en el hallazgo de las pruebas racionales y de los recursos emocionales.</p></li>
<li><p>La <em>disposición</em> distribuye esos hallazgos en las distintas partes del discurso.</p></li>
<li><p>Y la <em>elocución</em> adorna el discurso por medio de recursos estilísticos, de figuras retóricas y de tropos, haciéndolo más atractivo.</p>
<p>La activación de esas tres operaciones permite escribir un discurso perfectamente argumentado, estructurado y adornado.</p>
<p>Una vez que el discurso está escrito, se activan las dos restantes operaciones retóricas: la <em>memoria</em> y la <em>acción</em> o <em>pronunciación</em>:</p></li>
<li><p>La <em>memoria</em> da consejos que ayudan a memorizar el discurso, para pronunciarlo como si se estuviera improvisando.</p></li>
<li><p>Y la <em>acción</em>/<em>pronunciación</em> facilita normas para su exposición ante el auditorio. La <em>acción</em> se relaciona con la vestimenta, la postura del cuerpo y el empleo de los gestos y de la mirada por parte del orador, y la <em>pronunciación</em> con el uso de su voz. Los gestos deben adecuarse siempre a la voz y al contenido del discurso, reforzando su significado.</p></li>
</ol>
<h2>Las partes del discurso</h2>
<p>La Retórica establecía también las partes del discurso: el <em>exordio</em>, la <em>narración</em>, la <em>argumentación</em> y la <em>peroración</em>.</p>
<p>• El <em>exordio</em>, o inicio del discurso, intenta provocar la atención y la curiosidad de los oyentes, incluye un breve resumen del tema del discurso e intenta influir emocionalmente en el auditorio.</p>
<p>• La <em>narración</em> es un relato breve de los hechos que se juzgan o comentan.</p>
<p>• La <em>argumentación</em> es la parte más racional del discurso, en la que el orador expone los argumentos favorables a su causa y trata de refutar los de la parte contraria.</p>
<p>• Y la <em>peroración</em> o epílogo resume lo expuesto y hace uso nuevamente de recursos emocionales, para ganarse afectivamente al auditorio.
Así pues, los recursos emocionales se situaban en el inicio y en el final del discurso, y la parte racional en su parte central.</p>
<h2>Retórica y neurociencia: razón y emoción</h2>
<p>La moderna neurociencia ha refrendado la intuición de la Retórica sobre las partes del discurso.</p>
<p>Los neurocientíficos han mostrado cómo tomamos decisiones en la vida normal.</p>
<p>En un primer momento, y como ha explicado <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ant%C3%B3nio_Dam%C3%A1sio">Antonio Damasio</a>, las emociones nos ayudan a descartar algunas posibilidades, reduciendo el número de opciones.</p>
<p>Posteriormente, entra en juego la razón, que sopesa la larga lista de pros y contras de las opciones seleccionadas. Esta lista suele ser larga y equilibrada, y por sí sola nunca nos llevaría a tomar una decisión.</p>
<p>Finalmente, vuelven a aparecer las emociones, haciendo que nos inclinemos por una postura determinada.</p>
<p>Si no fuera por las emociones, que aparecen al principio y al final del proceso, no podríamos tomar decisiones.</p>
<p>Esa distribución coincide con las partes del discurso retórico.</p>
<p>El discurso comienza con el <em>exordio</em>, que intenta influir emocionalmente en el auditorio. Le siguen después dos partes racionales, la <em>narración</em> y la <em>argumentación</em>, en la que se exponen los hechos y los argumentos. Y, finalmente, se recurre otra vez a las emociones en la <em>peroración</em>, para animar a los oyentes a que tomen su decisión.</p>
<p>Por lo tanto, <a href="http://www.revistaretor.org/pdf/retor0401_jimenez.pdf">las partes del discurso retórico se ajustan estrictamente a los procesos de toma de decisiones descritos por la neurociencia</a>.</p>
<h2>Retórica y neuronas espejo</h2>
<p>El reciente descubrimiento de las <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Neurona_especular">neuronas espejo</a> confirma la importancia que la Retórica otorga a la <em>acción</em>/<em>pronunciación</em>.</p>
<p>Las neuronas espejo son unas neuronas motoras que no solo se activan cuando realizamos una acción, sino también cuando vemos a otras personas realizarla. Y eso nos permite comprender de forma sencilla e inconsciente las intenciones de los demás.</p>
<figure class="align-right ">
<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/277890/original/file-20190604-69095-za762e.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/277890/original/file-20190604-69095-za762e.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=600&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/277890/original/file-20190604-69095-za762e.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=600&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/277890/original/file-20190604-69095-za762e.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=600&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/277890/original/file-20190604-69095-za762e.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=754&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/277890/original/file-20190604-69095-za762e.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=754&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/277890/original/file-20190604-69095-za762e.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=754&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
<figcaption>
<span class="caption">Las neuronas espejo nos permiten entender las emociones ajenas.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-vector/brain-mirror-431776579">Advent /Shutterstock</a></span>
</figcaption>
</figure>
<p>Al ver a otras personas realizar un movimiento, se activan en nuestro cerebro las neuronas espejo que se activarían si nosotros mismos realizáramos ese movimiento, pero sin llegar físicamente a realizarlo. Así entendemos la intención que nosotros mismos tendríamos si hiciéramos ese movimiento, comprendiendo las intenciones de los demás.</p>
<p>Las neuronas espejo también nos permiten entender las emociones ajenas.</p>
<p>Al ver a una persona triste o alegre, se activan en nuestro cerebro las neuronas espejo que se activarían si nosotros mismos estuviéramos tristes o alegres, y eso nos permite comprender el estado de ánimo de la otra persona.</p>
<p>En su libro <a href="https://books.google.es/books?id=C5RHgLTPmlwC&lpg=PP1&hl=es&pg=PP1#v=onepage&q&f=false"><em>Las neuronas espejo</em></a>, Marco Iacoboni explica cómo funcionan las neuronas espejo en relación con la oratoria.</p>
<p>Los gestos bien empleados ayudan al orador a expresar lo que quiere comunicar, y también ayudan a que su audiencia le entienda.</p>
<p>Cuando vemos los gestos de un orador, se activan en nuestro cerebro las neuronas espejo que se activarían si fuéramos nosotros mismos quienes los hiciéramos. Así comprendemos sin esfuerzo lo que el orador quiere decir con sus gestos.</p>
<p>El descubrimiento de las neuronas espejo ha demostrado la gran importancia que tienen los gestos para potenciar el contenido del discurso, <a href="http://www.revistaretor.org/pdf/retor0401_jimenez.pdf">como ha defendido siempre la <em>acción</em>/<em>pronunciación</em> de la Retórica</a>.</p>
<h2>La recuperación de la Retórica</h2>
<p>Las normas de la Retórica tradicional siguen siendo perfectamente válidas en la sociedad actual. Hablar en público y persuadir es necesario en muchas actividades y profesiones (docencia, abogacía, política, relaciones públicas, publicidad, actividad empresarial…).</p>
<p>Sin embargo, el rechazo romántico de la Retórica supuso que se dejara de enseñar algo tan fundamental como es <a href="http://alfonsomartinjimenez.blogs.uva.es/publicaciones-en-internet/manual-hablar-en-publico-normas-retoricas-elementales-2019/">hablar bien en público</a>.</p>
<p>La recuperación de la <a href="http://alfonsomartinjimenez.blogs.uva.es/publicaciones-en-internet/manual-compendio-de-retorica-2019/">Retórica</a>, cuya validez ha sido refrendada por la neurociencia, solucionaría fácilmente esa carencia.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/118139/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Alfonso Martín Jiménez no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Hablar bien en público y persuadir son las razones de ser de la Retórica, una enseñanza menospreciada desde el Romanticismo. Recuperar la Retórica, cuya validez ha sido refrendada por la neurociencia, solucionaría las carencias expresivas actuales.Alfonso Martín Jiménez, Catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, Universidad de ValladolidLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1159252019-04-24T10:14:58Z2019-04-24T10:14:58ZInflar el suflé o el ‘Arte nuevo’ del discurso político<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/270692/original/file-20190424-19307-agg9vm.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=31%2C37%2C1865%2C962&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Cada candidato tiene un estilo discursivo diferente.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="http://www.rtve.es/noticias/elecciones/generales/debates/">Rtve.es</a></span></figcaption></figure><p>Desde aquel famoso mensaje de Charles de Gaulle “<a href="https://youtu.be/_NXU2fQLnd4">La France n’est pas seule</a>” (18 de junio de 1940) o “<a href="https://youtu.be/vP4iY1TtS3s">I have a dream</a>” de Martin Luther King (28 de agosto de 1963) hasta, por ejemplo, la célebre frase de Julio Anguita: “<a href="https://youtu.be/OVvsbVibMvQ">La resignación ha dormido la conciencia</a>” (23 de febrero de 1999) o el <a href="https://youtu.be/R6lKEtrH2xU">tan coreado</a>: “<a href="https://en.wikipedia.org/wiki/S%C3%AD_se_puede">Sí, se puede</a>”, adaptación del “<a href="https://youtu.be/Fe751kMBwms">Yes, we can</a>”, muchos han sido los mensajes políticos que a lo largo de la historia se han oído, y muchos los estudiosos que han profundizado en los entresijos de la oratoria. </p>
<figure>
<iframe width="440" height="260" src="https://www.youtube.com/embed/vP4iY1TtS3s?wmode=transparent&start=0" frameborder="0" allowfullscreen=""></iframe>
<figcaption><span class="caption">Discurso de Martin Luther King Jr. - <em>I have a dream</em>.</span></figcaption>
</figure>
<p>Un arte. Todo un arte de la seducción. Se trata de llegar a la conciencia del oyente, de conseguir su aquiescencia y su voto. Y más si se trata de elaborar y difundir -pronunciar- un discurso político, o mejor, un discurso electoral.</p>
<h2>El lenguaje discursivo público</h2>
<p>Aristóteles y Platón, Varrón con su gramática y Nebrija después, Port Royal, el estructuralismo y el generativismo, Saussure y Chomsky, han dedicado páginas a dilucidar la función del lenguaje –social, sin ninguna duda–, su intencionalidad y su finalidad. </p>
<p>El objetivo del lenguaje discursivo transmitido de forma pública consiste en emitir una información para convencer al receptor en ese acto comunicativo que constituye el discurso político. Un discurso que suele tratar de cuestiones de interés para los ciudadanos como integrantes de una sociedad y que, por lo tanto, ha de ser argumentativo y deliberativo, o sea, que adopte decisiones para ofrecer al público de una manera cohesionada y coherente.</p>
<p>Podríamos preguntarnos, ¿qué pretenden nuestros oradores? Ni más ni menos que modificar los conocimientos del interlocutor o hacerle reaccionar en una determinada orientación. </p>
<p>Pero… ¿y si no puede convencer? <a href="http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/instituciones-oratorias--0/html/fffbc2d6-82b1-11df-acc7-002185ce6064_42.html">Quintiliano afirmaba</a> que el dominio de la oratoria consiste en acto y no en efecto y <a href="http://www.cervantesvirtual.com/portales/retorica_y_poetica/ciceron/">Cicerón insistía en la elocuencia</a>. Ambos preconizaban el “ars bene dicendi”, definición que, como podemos comprobar, no se aleja mucho de la que ofrece actualmente la Real Academia Española: arte de bien decir, de dar al lenguaje escrito o hablado eficacia bastante para deleitar, persuadir o conmover. </p>
<p>Para llegar a ese momento de emoción y de empatía hay un largo trabajo. Conviene diseñar una urdimbre que dé peso y solidez al discurso. Desde la sombra se trabaja la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ret%C3%B3rica#Inventio_(o_invenio)"><em>inventio</em></a>, la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ret%C3%B3rica#Dispositio"><em>dispositio</em></a> y la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ret%C3%B3rica#Elocutio"><em>elocutio</em></a> hasta llegar a la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ret%C3%B3rica#Actio"><em>actio</em></a>: se pone en marcha la maquinaria para elaborar y seleccionar ideas, materiales que sigan una línea determinada, con elementos probatorios y refutatorios que marquen el esquema básico del discurso, incluso el de la descalificación de los argumentos del rival.</p>
<p>Y todo ello dispuesto de forma estructurada: hay que “ganarse” al público hasta el final, seducirlo. </p>
<p>Disponemos de la “artillería” lingüística, el cargamento de numerosas figuras retóricas que conceden al discurso un aspecto singular: repeticiones, preguntas o interpelaciones al auditorio (del que se espera aplauso), una implicación fingida para que el “yo” del orador quede enmascarado en un “vosotros” comprometido… La ironía adquiere papel predominante si se trata de desacreditar al adversario, al que van dirigidos las famosas expresiones peyorativas casi insultantes y ofensivas.</p>
<p>A la hora de pronunciar el discurso, el orador ha de estar alerta y prestar especial atención a la expresión en todas sus facetas posibles. Apariencia, modulación de la voz y lenguaje corporal deberán ir en consonancia con el contenido. </p>
<h2>El discurso en los debates</h2>
<p>Nuestros políticos lo tienen muy estudiado, sobre todo después de ver los dos debates televisados. </p>
<p>Pablo Casado, con una imagen muy estudiada, enhebra expresiones negativas de gran repercusión, salpicadas con alguna que otra frase histórica, combinando el “yo” con un “nosotros” entre futuro y presente: “queremos hablar menos”, “aprobaremos una ley que consagre la libertad de elección”. </p>
<p>Sin embargo, Albert Rivera ataca a sus rivales con un lenguaje muy expresivo lleno de carga peyorativa. De aspecto algo más inquieto que sus rivales, sus gestos se aproximan a aspavientos que abarcan el estrado: dirige movimientos a un lado y a otro y fija el punto de visión de frente.</p>
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<figcaption><span class="caption">Cinco momentos del debate del 22 de abril en RTVE.</span></figcaption>
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<p>Por su parte, Pedro Sánchez es más contenido en sus expresiones y ademanes: rotundo y decidido, se gira desde la palestra modulando la voz a la vez que marca los tiempos de silencio, sin movimientos grandilocuentes ni rictus faciales agresivos. Domina un discurso en tono impersonal para involucrar a la gran mayoría de asistentes y usa el plural cuando desea arrancar el compromiso colectivo. </p>
<p>Por el contrario, Pablo Iglesias, con gesto fruncido y algo ceñudo, a veces sermonea y otras regaña, y marca su discurso con una primera persona insistente.</p>
<h2>El orador se hace responsable</h2>
<p>Partimos del siguiente principio: todo discurso emitido por un orador es asumido por él y se hace responsable del enunciado. </p>
<p>Nos consta que la política ha sido siempre conocida como un espectáculo de masas, un teatro, hablar mucho, decir poco, “marear la perdiz"… En resumidas cuentas, practicar lo que los franceses denominan la ”<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Lengua_de_madera">langue de bois</a>“: lengua de madera, de cartón piedra, vender humo o inflar el suflé.</p>
<p>No es reprobable dicha actitud si tanto emisor como receptor, orador político y público, conocen las reglas del juego –casi pactado y establecido– y las aceptan entre ellos. De esta manera, no hay ni trampa ni cartón, nadie se lleva a engaño ni cree que le están dando gato por liebre.</p>
<p>El político que se presenta ante sus correligionarios se dirige con el claro y firme propósito de asegurar su voto, de ahí que durante el periodo electoral los protagonistas de las elecciones –los políticos– se enfrenten verbalmente, haciendo uso de la persuasión y de la polémica como técnicas retóricas. </p>
<p>El candidato, preocupado por causar una buena impresión entre los votantes, busca acreditar la imagen del "yo” al mismo tiempo que apela al “otro”, ya sea para realzar su posición o para lograr alguno de estos tres objetivos que definen el discurso político: hacer que el ciudadano vote, que vote a X y que no vote a Y.</p>
<p>Detectamos pues cómo expresan sus ideas embelleciendo y maquillando el lenguaje con sinónimos, con opiniones propias y ajenas, con rodeos o circunloquios…, alambicamiento incomprensible y oscuro para la gran mayoría:“la lengua de madera, el suflé”. </p>
<p>Y si no convence… ¡¡confunde!!</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/115925/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>María Pilar Úcar Ventura no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Podríamos preguntarnos, ¿qué pretenden nuestros oradores? Ni más ni menos que modificar los conocimientos del interlocutor o hacerle reaccionar en una determinada dirección.María Pilar Úcar Ventura, Profesora adjunta de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales, Departamento de Traducción e Interpretación y Comunicación Multilingüe, Universidad Pontificia ComillasLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1022322018-10-08T22:30:30Z2018-10-08T22:30:30ZNuestro placentero lenguaje político<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/233921/original/file-20180828-86141-1499roq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=5%2C0%2C1911%2C1077&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">grunge</span> </figcaption></figure><p>Piense en la palabra más compleja que conozca. ¿Ya la tiene? Seguramente, la palabra que ha elegido es una de esas largas, esdrújula o sobreesdrújula; una cuyo significado hay que buscar en el diccionario de la RAE y que en escasas ocasiones emplea. Responda ahora: ¿Es usted político? Si lo es, olvide su palabra elegida: nunca podrá pronunciarla en público.</p>
<p>Desde el inicio de la política parlamentaria hasta nuestros días, existe una relación inversa entre la complejidad del lenguaje político y el volumen de la audiencia. A medida que el sufragio universal se extendía el lenguaje se vulgarizaba. Pero esto no solo tiene que ver con el paulatino abandono de la democracia censitaria; esta democracia elitista tenía un enemigo más poderoso que los movimientos obreros: los medios de comunicación de masas. </p>
<p>En la política censitaria, el carácter aristocrático de los políticos no solo presuponía un mayor conocimiento de éstos sobre los asuntos públicos. Es cierto que la formación de las clases acomodadas, en principio, las hacia más aptas para gestionar los designios de la nación. Pero esta no era su cualidad más destacada. Estos ciudadanos disfrutaban de un privilegio mucho más escaso: disponían del tiempo necesario para poder dedicarse a la política.</p>
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<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/239309/original/file-20181004-52674-6pp88u.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/239309/original/file-20181004-52674-6pp88u.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=345&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/239309/original/file-20181004-52674-6pp88u.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=345&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/239309/original/file-20181004-52674-6pp88u.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=345&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/239309/original/file-20181004-52674-6pp88u.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=434&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/239309/original/file-20181004-52674-6pp88u.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=434&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/239309/original/file-20181004-52674-6pp88u.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=434&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="caption">Declaración de independencia de los Estados Unidos (John Trumbull, 1800).</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="http://wikioo.org/paintings.php?refarticle=8Y3KGZ&titlepainting=Declara%C3%A7%C3%A3o%20de%20independ%C3%AAncia&artistname=John%20Trumbull">Wikioo</a></span>
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<h2>Tiempo para la política</h2>
<p>Informarse, reflexionar, formarse, debatir, deliberar… Estas actividades inherentes a la política requieren de un tiempo que pocos poseían entonces. Esta actividad reservada a un grupo selecto permitió que se mantuviera el carácter elitista del lenguaje político. Bien formados y con tiempo, los miembros de la clase política podían mantener sesudos debates cuya terminología escapaba al entendimiento de la mayoría. Un escenario propicio para la prensa elitista, un modelo periodístico de escasa circulación pero con alta influencia en las esferas de poder.</p>
<p>Fueron muchos los teóricos y políticos liberales que pronto advirtieron el peligro que los medios de masas suponían para la política, pues favorecían al más popular por encima del más apto. Una pesadilla aristocrática que fue consolidándose a medida que <em>los concursos de popularidad</em> se extendían. Los políticos, esos seres tan extraordinariamente capacitados, veían cómo unos neófitos con más fama que mérito les sustituían. Este relevo traía consigo un nuevo lenguaje en el que era más importante acertar con la palabra adecuada que conocer su significado. </p>
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<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/239312/original/file-20181004-52691-t53bet.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/239312/original/file-20181004-52691-t53bet.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/239312/original/file-20181004-52691-t53bet.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/239312/original/file-20181004-52691-t53bet.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/239312/original/file-20181004-52691-t53bet.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/239312/original/file-20181004-52691-t53bet.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/239312/original/file-20181004-52691-t53bet.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="caption">Estatua de Ricardo I Corazón de León frente al palacio de Westminster, sede del parlamento Británico.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://pixabay.com/es/londres-parlamento-westminster-1812935/">Pixabai</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/">CC BY</a></span>
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<p>Con la implantación del sufragio universal y la irrupción de los movimientos obreros y la prensa de partido, el lenguaje político cambió de nuevo. No solo se actualizó su campo léxico con palabras antes nunca pronunciadas que dotaron de nuevos significados a la política. También se simplificó su contenido. La menor formación de los obreros y el poco tiempo del que disponían no permitían la deliberación política demasiado compleja en fondo y forma. Por eso, los partidos obreros contaban con un buen número de militantes que <em>traducían</em> la realidad a sus votantes. Un trabajo que remataba la prensa de partido, que reducía el alambicado lenguaje de la elite a unos términos más comprensibles que no requiriesen de una compleja reflexión que, a su vez, exigía un tiempo del que no disponían. </p>
<p>Superada la prensa de elite y de partido, los medios de comunicación tomaron el control de la producción de información. El lenguaje periodístico impregnó todo tipo de actividad y la política no fue una excepción. Esta presencia aumentó con la llegada de dos nuevos medios de comunicación: la radio y, más tarde, la todopoderosa televisión. Todo un reto para la política, que tuvo que adaptarse al nuevo lenguaje: el audiovisual. Esos viejos políticos de sesudos y aburridos discursos se enfrentaron al reto de entretener. No hay que olvidar que la televisión no se pensó como un medio de información, sino de entretenimiento… CNN mediante. </p>
<h2>La construcción del marco</h2>
<p>Contrariamente a lo que cabría esperar, el aumento de los niveles de educación y conocimiento de los ciudadanos no trajo consigo una mejora del lenguaje político. Y no solo por la distancia que separaba a las democracias representativas de aquellas elites liberales. En este modelo participativo más formal que reflexivo, el lenguaje político queda en manos de unos pocos actores políticos, principalmente los medios de comunicación. Éstos dictan las normas que debe seguir la política: breve, ágil, espectacular y entretenida. </p>
<p>La construcción del discurso político, el lenguaje y significados con los que se define a cada uno de los <em>issues</em>, no es un tema baladí. La constante fricción entre los medios y los políticos por su control es una buena muestra de su importancia; una competición a la que en la última década se han unido los ciudadanos mediante lo que Cosenza llama <em>mediactivismo</em>. </p>
<p>Sin recurrir a la reinterpretación de <a href="https://www.marxists.org/espanol/gramsci/">Gramsci</a> o los análisis de <a href="http://sedici.unlp.edu.ar/discover?query=Ernesto+Laclau&submit=">Laclau</a> y <a href="https://theconversation.com/profiles/chantal-mouffe-234254">Mouffe</a> (siempre olvidamos a los Lau, Entman, Edelman… ¡por no hablar de <a href="https://www.foucault.info/">Foucault</a>!), el lenguaje define una visión de la realidad. Aquello de lo que usted tiene noticia, incluso aquello que busca intencionadamente en internet, le condena a pensar como lo hace. La comunicación es una sofisticada maquinaria creativa capaz de producir las palabras exactas que apuntalen su visión del mundo; de provocar un refuerzo de sus ideas y posiciones que, casi inevitablemente, perpetuarán su comportamiento político. </p>
<p>Piense nuevamente y trate de dilucidar las diferencias entre los siguientes pares de términos: maternidad subrogada y vientre de alquiler; cambio climático y calentamiento global; prostitución y violencia contra la mujer; independencia y secesión; rebaja de impuestos y bonificación fiscal; racionalización del gasto y austeridad. </p>
<p>Seguramente ha pensado que la mayor parte de estos pares hacen referencia a un mismo hecho. ¿He acertado? También es posible que crea más precisa una de las dos formas para definir esa realidad. Muy probablemente he acertado de nuevo. No es un truco ni es usted tan predecible, es solo que ha adoptado un marco como propio. </p>
<p>Los marcos son los significados que atribuye a un término, a un concepto; todo aquello que le evoca. Son producto de un proceso lento y progresivo, de carácter acumulativo, que su cerebro completa a lo largo de su vida. Una tupida red de significados que construyen una serie de campos semánticos que le dicen cómo se define cada una de las palabras que percibe, también las políticas. Tenga en cuenta que para determinar el significado de un <em>issue</em> político no es basta con el diccionario de la Real Academia. </p>
<p>Estas redes de significados, obviamente, no son el resultado de una casualidad sino de una causalidad: es fruto de la imposición de la visión de la realidad de un actor político frente a otro. Se trata de la construcción de una hegemonía discursiva, en términos más <em>gramscianos</em>, a la que contribuyen notablemente los medios de comunicación (mucho más que los políticos). Una guía para que los ciudadanos adecuen su comportamiento a lo que <em>se espera de ellos</em>, y que mediatiza todo aquello por lo que debemos alegrarnos, indignarnos, conformarnos… </p>
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<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/239314/original/file-20181004-52674-qfyynw.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/239314/original/file-20181004-52674-qfyynw.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=398&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/239314/original/file-20181004-52674-qfyynw.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=398&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/239314/original/file-20181004-52674-qfyynw.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=398&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/239314/original/file-20181004-52674-qfyynw.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=501&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/239314/original/file-20181004-52674-qfyynw.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=501&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/239314/original/file-20181004-52674-qfyynw.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=501&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="caption">Cúpula del Reichstag, sede del parlamento Alemán.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://pixabay.com/es/arquitectura-reichstag-alemania-654153/">Pixabay / Angelo_Giordano</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/">CC BY</a></span>
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<h2>Nuestro placentero refuerzo</h2>
<p>¿Estamos atrapados en estos marcos? La persistencia de estos esquemas mentales no solo depende del lenguaje que utilizan los políticos y, principalmente, los medios. A pesar de la potencia expresiva de la televisión y de la repetida letanía de los políticos, algunos autores como <a href="https://georgelakoff.com/">Lakoff</a> (o el propio Gramsci) han simplificado el método para escapar de ellos: el conflicto. </p>
<p>El único medio para construir el discurso político es el conflicto, entendido como la fricción entre los distintos actores políticos que intentan imponer un concepto o introducir un nuevo significado a uno existente. Esto provoca una elaboración y reelaboración permanente del discurso político y, por tanto, la quiebra de hegemonía que determina la realidad política. </p>
<p>Se trata de un proceso de construcción en el que ahora, gracias a los medios y canales no convencionales, acuden los ciudadanos. Ya sea de manera individual o colectiva, también lo hacen mediante el conflicto. Sin adoptar como propios los significados del otro y tratando de redefinir los marcos. En esta tarea son esenciales los nuevos espacios menos institucionalizados y controlados que, a su vez, se ven incapaces de amortiguar completamente el poder y la potencia de propagación de los medios convencionales. </p>
<p>En este punto llegamos nuevamente al origen. ¿Dedica mucho tiempo a la información y deliberación política? ¿Dispone de ese tiempo? Quizás podría tener más tiempo si lo piensa bien, pero, ¿tiene el suficiente interés para encontrarlo? Seguramente no, y ese el problema. Otras muchas cosas de su día a día requieren mayor atención y, seguramente, sean más satisfactorias que la política. </p>
<p>Sin embargo, la construcción de un lenguaje político más complejo requiere de tiempo e interés. Y cuando hablamos de lenguaje estamos hablando de la realidad política. Esa que en gran medida determina su comportamiento político.</p>
<p>Es necesario acudir a distintas fuentes, confrontar visiones, completar informaciones, reflexionar… revisar los significados que almacenamos en nuestro cerebro. Solo de este modo, cuando percibamos la realidad que nos rodea, que no es otra que la que nos revelan, sabremos cómo actuar. Un esfuerzo que no solo requiere una gran inversión de tiempo, también hay que estar preparados para lo incómodo que puede ser. ¿Estamos dispuestos a cambiar de opinión? Aceptar que uno puede estar equivocado siempre es difícil.</p>
<p>Piense nuevamente. ¿Cuántos medios y canales distintos emplea para informarse y recabar opiniones políticas? ¿Sus contenidos difieren mucho de sus opiniones actuales y pasadas? ¿Qué autores lee para obtener claves que le ayuden a entender mejor la realidad política? ¿El enfoque de esos autores difieren mucho de sus opiniones y de los medios que habitualmente consulta? Podríamos arriesgarnos, y lo haremos.</p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/239149/original/file-20181003-52681-1r3hgq2.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/239149/original/file-20181003-52681-1r3hgq2.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/239149/original/file-20181003-52681-1r3hgq2.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/239149/original/file-20181003-52681-1r3hgq2.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/239149/original/file-20181003-52681-1r3hgq2.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/239149/original/file-20181003-52681-1r3hgq2.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/239149/original/file-20181003-52681-1r3hgq2.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/239149/original/file-20181003-52681-1r3hgq2.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">¿Cuántos medios y canales distintos emplea para informarse y recabar opiniones políticas? ¿Sus contenidos difieren mucho de sus opiniones actuales y pasadas? ¿Qué autores lee para obtener claves que le ayuden a entender mejor la realidad política? ¿El enfoque de esos autores difieren mucho de sus opiniones y de los medios que habitualmente consulta?</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/newspapers-computer-folded-rolled-papers-magazines-1191412774?src=-_3jK3yBhcBQd3w3xNBWXg-1-32">Shutterstock / Photo Kozyr</a></span>
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<p>Probablemente usted se encuentra cómodamente atrapado en un circuito informativo. Aunque se considera una persona bien informada, y lo está, solo percibe una parte de la realidad. Ello se debe a una rutina que se inicia desde el comienzo del día con alguna tertulia radiofónica de fondo, la consulta de los titulares en una <em>app</em> de su móvil y un mal gesto si los <em>otros</em> han metido un gol a los <em>suyos</em>. A lo largo del día su cerebro procesa todo tipo de estímulos, que acepta y rechaza en función de sus posiciones previas. Un sesgo suficientemente estudiado y que se conoce como <em>disonancia cognitiva</em>. </p>
<p>Además de la vulgarización del lenguaje político, la red de significados, el permanente conflicto entre las fuerzas hegemónicas, etc., su cerebro le tenía preparada otra trampa. En la lucha entre lo racional y emocional, no se equivoque: su cerebro prefiere ahorrar tiempo y esfuerzos. Por ello, en vez de someter a juicio cada uno de los estímulos informativos que recibe, suele desechar aquellos que son contrarios. Dicho de otro modo, nuestra rutina informativa refuerza plácidamente nuestras posiciones políticas. Que nos den la razón siempre es algo satisfactorio y es difícil resistirse y evitarlo, pero no imposible.</p>
<p>El tiempo, ese recurso tan escaso, sigue siendo el factor más determinante para la política. Empujados por el interés, solo con un importante esfuerzo podremos escapar del lenguaje político de los nuestros y ampliar nuestro campo léxico. Únicamente realizando esta inversión conseguiremos trascender a la realidad política prefijada y decidir, de una manera más racional, si aquello que definíamos como bueno y malo lo es realmente. </p>
<p>Afortunadamente, hoy día no hace falta ponerse una bata de seda, abrir un buen Chardonnay y leer a la luz de la chimenea hasta caer rendido. Las fuentes de información y su circulación se han incrementado y es más sencillo que hace dos siglos poder redefinir esos marcos con los que desciframos la realidad. Aunque siempre puede estar tentado por consumir esas cómodas píldoras informativas, si ha llegado hasta aquí, más de 1600 palabras después, está en el buen camino.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/102232/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Rubén Sánchez Medero no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Dedicando el tiempo necesario y prestando el suficiente interés conseguiremos decidir de manera racional si aquello que consideramos bueno y malo lo es realmente.Rubén Sánchez Medero, Profesor de Ciencia Política, Universidad Carlos IIILicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/991272018-10-07T20:53:16Z2018-10-07T20:53:16ZEfectos negativos de la moralización en la política<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/239496/original/file-20181005-72113-asjrys.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C5168%2C3430&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/text-moral-on-cubes-249927778">Shutterstock / TypoArt BS</a></span></figcaption></figure><p>La moral impregna cada vez más nuestra política. Debates morales que parecían haber salido del debate político han vuelto con fuerza (pensemos en el aborto o en la reciente polémica en torno a la prostitución). La moral está además cada vez más presente en la evaluación a la que sometemos a nuestros representantes. Sus preferencias morales concretas o sus rasgos de carácter parecen pesar más en la evaluación de su desempeño que su capacidad para diseñar e implementar medidas <a href="https://elpais.com/elpais/2018/09/30/opinion/1538327826_235457.html">efectivas</a>. </p>
<p>La creciente moralización de la política parece una dinámica deseable. Quizás a la política le venga bien tener una marcada agenda moral. Quizás eso acabe por fortalecer la integridad de nuestros políticos, reduciendo los preocupantes niveles de corrupción en la gestión pública. </p>
<p>Después de todo, en otros ámbitos la <a href="http://journals.sagepub.com/doi/10.1111/1467-9280.00139">moralización</a> ha funcionado como herramienta para cambiar conductas y hábitos perniciosos, así que quizás pueda funcionar también para enmendar nuestra maltrecha política. Quizás incluso pueda defenderse que una <a href="https://www.elconfidencial.com/cultura/2018-03-08/sanchez-cuenca-superioridad-moral-izquierda-entrevista_1531958/">determinada ideología política</a> tiene mejores credenciales morales -y que por esa razón deberíamos preferirla. </p>
<p>Sin embargo, cuando atendemos a algunos hallazgos empíricos recientes, hay buenas razones para que nos preocupemos por la progresiva moralización que se empieza a vislumbrar en nuestra esfera pública. </p>
<p>En lo que sigue voy a presentar algunos de esos hallazgos. Mi objetivo es convencer al lector de que un debate político moralizado en exceso puede dañar nuestra convivencia democrática. </p>
<h2>La moral como objeto de estudio</h2>
<p>La moral, durante siglos territorio exclusivo de teólogos y filósofos, ha pasado a ser un <a href="http://www.oxfordscholarship.com/view/10.1093/acprof:oso/9780199582143.001.0001/acprof-9780199582143">ámbito de investigación</a> para <a href="http://www.joshua-greene.net/moral-tribes/">multitud de científicos sociales</a>. </p>
<p>Aunque todavía no podemos explicar muchos de los pliegues que caracterizan nuestra vida moral, algunos hallazgos empiezan a emerger de forma nítida. El avance es lento, pero pueden afirmarse ya algunas cosas con bastante certeza. </p>
<p>Podemos afirmar, por ejemplo, que sin ciertas normas morales básicas –de reciprocidad, de evitación del daño físico directo o de igualdad en el reparto– sería imposible estabilizar ciertos intercambios cooperativos que son vitales para la pervivencia de cualquier grupo. </p>
<p>Desde hace tiempo sabemos que nuestra moral, esa compleja amalgama de prácticas, hábitos, normas, emociones y constructos simbólicos, contribuye a minimizar los efectos adversos del egoísmo. Pero empezamos también a entender que nuestra moral es un arma de doble filo. Además de servir para unir y cohesionar, tiene un potencial tremendo para iniciar el conflicto, el antagonismo y la violencia entre grupos que abrazan valores morales opuestos.</p>
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<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/239494/original/file-20181005-72113-1h63oje.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=6%2C0%2C4018%2C4012&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/239494/original/file-20181005-72113-1h63oje.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=600&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/239494/original/file-20181005-72113-1h63oje.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=600&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/239494/original/file-20181005-72113-1h63oje.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=600&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/239494/original/file-20181005-72113-1h63oje.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=754&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/239494/original/file-20181005-72113-1h63oje.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=754&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/239494/original/file-20181005-72113-1h63oje.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=754&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-illustration/business-team-coordination-political-bipartisan-support-498814963">Shutterstock / Lightspring</a></span>
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<h2>Dos formas de moralizar la política</h2>
<p>El potencial divisivo de la moral para nuestra convivencia política ha comenzado a explorarse recientemente. Se empiezan a vislumbrar dos formas básicas de división moral dentro de una comunidad política. </p>
<p><strong>La primera</strong> tiene que ver con el perfil moral de los distintos grupos dentro de una comunidad política. La moral puede dividir porque los grupos políticos abrazan valores morales distintos.</p>
<p>En varios estudios empíricos, <a href="http://people.stern.nyu.edu/jhaidt/">Jonathan Haidt</a> ha constatado que los liberales americanos (usualmente demócratas) y los conservadores (republicanos) perciben de modo distinto el <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/19379034">mundo moral</a>). </p>
<p>La evidencia facilitada por Haidt indica que los liberales dan más peso a valores como la autonomía individual y la justicia, mientras que los conservadores se identifican más con valores que tienen que ver con el respeto de la autoridad, la pertenencia al grupo o la pureza de ciertas prácticas y relaciones. Estos dos perfiles morales explicarían parte de las agendas políticas de ambos partidos. </p>
<p>Los liberales tienden a priorizar asuntos de justicia, redistribución o protección de la autonomía de ciertos colectivos desfavorecidos. </p>
<p>Los conservadores, en cambio, privilegian asuntos relacionados con la moral sexual y reproductiva, con la pertenencia a una determinada comunidad y con el respeto de la autoridad. </p>
<p>Estos perfiles morales divergentes podrían en principio coexistir de modo armonioso. Los liberales podrían pensar que los conservadores simplemente abrazan valores distintos y que en última instancia los valores de ambos grupos son igualmente respetables. Y lo mismo podrían pensar los conservadores. La evidencia nos indica, sin embargo, que esa tolerancia resulta una quimera. </p>
<p>Ambos grupos políticos (liberales y conservadores) perciben el perfil moral del otro grupo de forma peculiarmente estereotipada. Sin duda exageran el compromiso del otro grupo con sus propios valores (como sucede con cualquier estereotipo), pero lo más interesante es que <em>tanto los liberales como los conservadores</em> creen que el otro grupo político no valora los ideales morales del grupo <a href="https://righteousmind.com/about-the-book/reviews/u%C3%AD">opuesto</a>. Parece que las dos facciones políticas creen que el otro grupo tiene un claro interés en destruir los valores morales propios. </p>
<p><strong>La segunda</strong> forma en que una comunidad política puede dividirse por cuestiones morales tiene que ver con el modo en que concebimos nuestros valores. Abrazamos nuestros ideales morales con gran convicción y esa convicción puede erosionar el debate político. </p>
<p>Durante mucho tiempo muchos filósofos y algunos psicólogos han proclamado que solemos concebir nuestras opiniones morales en clave objetivista o universalista. Creemos que esas opiniones son correctas en virtud de algún hecho externo y que su corrección no varía de un contexto a <a href="https://books.google.es/books/about/Ethics.html?id=0ym2XdujHsMC&redir_esc=y">otro</a>. </p>
<p>La realidad, sin embargo, es mucho más <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S001002770700176X?via%3Dihub">compleja</a>. Algunas personas reconocen que podrían estar equivocadas sobre casi cualquier cuestión moral. Otras conciben sus opiniones morales de forma marcadamente absolutista. Creen que solo hay una postura correcta en un debate moral y que alguien (normalmente el otro) debe estar equivocado. Y para la gran mayoría de nosotros el objetivismo y el relativismo es una cuestión de grado, que depende de lo que se <a href="https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/09515089.2011.633751">esté</a> <a href="https://link.springer.com/article/10.1007/s13164-009-0013-4">debatiendo.</a></p>
<p>El modo en que percibimos nuestra posición moral parece tener importantes consecuencias prácticas. En relación con el tema que nos ocupa, que una comunidad política esté conformada por más o menos absolutistas morales puede afectar a la convivencia dentro de la comunidad. Y puede hacerlo al menos de tres formas distintas. </p>
<p>Parece que existe una correlación robusta entre una marcada convicción moral sobre un determinado asunto y una mayor disposición a mostrarse intolerante con quienes expresan opiniones morales <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/18685130">contrarias</a>. </p>
<p>También sabemos que resulta muy difícil acordar un mecanismo de mediación para resolver un desacuerdo moral cuando las personas implicadas tienen fuertes <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/15982112">convicciones morales</a> (cuando se conciben como universalistas u objetivistas). </p>
<p>Esto contrasta con aquellos desacuerdos morales entre quienes no muestran una fuerte convicción moral. En esos casos parece que resulta fácil acordar un <a href="https://www.researchgate.net/publication/231583261_On_being_loud_and_proud_Non-conformity_and_counter-conformity_to_group_norms">mecanismo para resolver el conflicto</a>. </p>
<p>Por último, también sabemos que la participación política puede depender significativamente de cómo perciban los ciudadanos sus compromisos morales. La percepción objetivista de la propia posición moral parece ir de la mano de una mayor participación en <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/22435846">movimientos sociales o cívicos</a>. Y algunos sugieren que el comportamiento electoral también podría verse influido por una<a href="https://www.researchgate.net/publication/227693911_Moral_and_Religious_Convictions_and_Intentions_to_Vote_in_the_2008_Presidential_Election"> mayor o menor convicción moral</a>.</p>
<h2>Polarización política y moral - una hipótesis exploratoria</h2>
<p>Los percepción estereotipada de los compromisos morales de otros grupos políticos y las consecuencias negativas derivadas de un excesivo objetivismo o absolutismo moral sugieren una hipótesis sobre el reciente incremento de la polarización política. </p>
<p>Quizás parte de la intolerancia y el odio político que observamos en la actualidad pueda explicarse por la conjunción de los dos factores anteriores. </p>
<p>Por un lado, cada vez más gente cree que el otro grupo político tiene como objetivo fundamental atacar sus valores morales. Esta percepción desviada de las motivaciones morales del otro grupo político quizás explique parte de la intolerancia y la discriminación que venimos observando <a href="https://www.eldiario.es/piedrasdepapel/polarizacion-partidista-discriminacion-politica_6_580301983.htm">en épocas recientes</a>. </p>
<p>Por otro lado, incluso si la mayoría de los ciudadanos son capaces de adoptar una posición tolerante sobre ciertos debates morales, cabe la posibilidad de que algunas dinámicas sociales profusamente estudiadas (<em><a href="https://www.press.uchicago.edu/ucp/books/book/chicago/U/bo27527354.html">social sorting</a></em>, <em><a href="https://global.oup.com/academic/product/going-to-extremes-9780195378016?cc=es&lang=en&">echo chambers</a></em>, etc.) fomenten una actitud absolutista y objetivista en ciertos grupos dentro de cada partido, con las consecuencias negativas que citamos arriba: el grupo de absolutistas morales quizás muestre más intolerancia y menos capacidad para el compromiso y la negociación con el adversario político. En la medida en que los absolutistas morales son más activos y visibles dentro de cada partido, cabe esperar que la agenda política se oriente con el fin de satisfacer sus intereses.</p>
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<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/239500/original/file-20181005-72133-vf850q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/239500/original/file-20181005-72133-vf850q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/239500/original/file-20181005-72133-vf850q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/239500/original/file-20181005-72133-vf850q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/239500/original/file-20181005-72133-vf850q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/239500/original/file-20181005-72133-vf850q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/239500/original/file-20181005-72133-vf850q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/hiking-trail-signs-send-mixed-signals-1134919769">Shutterstock / Pam Joy</a></span>
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<h2>No hay recetas mágicas</h2>
<p>¿Qué podemos hacer para minimizar la incipiente polarización moral dentro de nuestra política? </p>
<p>Como en cualquier problema social complejo, no parece que haya una única solución que nos permita atajar los efectos negativos descritos arriba. Podemos, no obstante, esbozar algunos puntos fijos que deben tenerse en cuenta antes de diseñar posibles intervenciones. </p>
<p>De entrada, debemos recordar que el debate moral es esencial para una democracia sana, y como tal lo valoramos. Los efectos indeseables de esta polarización moral, por tanto, no deberían corregirse limitando la expresión de ideales morales en la esfera pública. </p>
<p>Tampoco parece que podamos atenuar la distancia moral entre las facciones políticas apelando a un ideal moral más general. Las minorías absolutistas de cada partido son muy activas, como dijimos arriba, y parece plausible suponer que esas minorías lucharán para que su universo moral sea el que defina el contenido de <a href="https://www.cambridge.org/core/books/democracy-and-moral-conflict/B51C7B8FEADD0229F1DDB4D3B83A6AB9">cualquier regla de tolerancia</a>. </p>
<p>Seguramente, y con esto acabo, las intervenciones más plausibles sean indirectas. </p>
<p>Será fundamental no favorecer demasiada homogeneidad dentro de los partidos políticos y articular los contextos de interacción de su militancia de tal modo que ciertas dinámicas perniciosas resulten menos habituales. </p>
<p>Aunque conviene asumir que la política tiene un foco moral que seguirá atrayendo el interés de muchos absolutistas, pueden hacerse muchas cosas dentro de los partidos (a nivel organizativo y de cultura política) para que las dinámicas que favorecen a los radicales sean menos frecuentes. </p>
<p>Igualmente, parece plausible suponer que más información sobre la posición moral real de la militancia de cada grupo político puede ayudar a reducir la percepción estereotipada que apuntamos arriba. </p>
<p>Son consejos generales, ciertamente, que más bien apuntan hacia un posible marco de análisis que debería ayudar a formular soluciones más concretas, encaminadas a minimizar el creciente partidismo. </p>
<p>Pero quizás estamos en ese momento en el que apuntar hacia el problema y sus posibles causas ya resulta un avance importante. Habrá que seguir moviéndose.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/99127/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Antonio Gaitán Torres enseña e investiga sobre aspectos filosóficos y aplicados de nuestro pensamiento moral.
Actualmente es Profesor Visitante Doctor en la Universidad Carlos III de Madrid
</span></em></p>La creciente moralización de la política parece deseable porque podría fortalecer la integridad de los políticos, reduciendo la corrupción. Pero un debate político moralizado en exceso puede dañar nuestra convivencia democrática.Antonio Gaitán Torres, Profesor Visitante Doctor, Universidad Carlos IIILicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1043312018-10-04T21:57:36Z2018-10-04T21:57:36Z¿Democracia representativa o democracia directa?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/239117/original/file-20181003-52660-hr5itw.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C9%2C6026%2C4651&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">La escuela de Atenas, Rafael Sanzio.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Raffael_058.jpg?uselang=es">Wikimedia</a></span></figcaption></figure><p>Las democracias son sistemas de gobierno basados en el principio moral de la igualdad política de los ciudadanos. En palabras de <a href="https://politicalscience.yale.edu/news/robert-dahl-sterling-professor-emeritus-political-science-passes-away">Robert Dahl</a>, significa que la vida, la libertad y la felicidad de una persona no deben ser consideradas intrínsecamente superiores o inferiores a las de cualquier otra.</p>
<p>También significa que cada adulto tiene derecho a tomar las decisiones sobre aquello que corresponda a su mejor interés, bien sea en el ámbito privado como en el ámbito público. </p>
<p>En otras palabras, todo adulto debe ser considerado como igualmente cualificado para participar en la vida política, en el proceso de toma de decisiones colectivas. Esta es la consideración de la democracia como ideal de gobierno. </p>
<p>Una consideración distinta recae en la democracia como práctica efectiva de gobierno, sus instituciones reales, sus condiciones sociales y económicas, así como sus imperfecciones y contradicciones con los ideales. </p>
<p>A continuación, distinguiremos dos grandes tipos de democracia real: la representativa y la directa. ¿Cuál de los dos es mejor? </p>
<p>Esta pregunta no tiene una respuesta simple y válida para cualquier sociedad y época. Más bien, la respuesta dependerá del tipo de sociedad y de gobierno que se pueda y se quiera implantar. </p>
<p>Las democracias contemporáneas son representativas, en las cuales los gobernantes toman las decisiones en nombre de los ciudadanos tras un proceso electoral. Sin embargo, en otros tiempos han existido democracias directas, donde los ciudadanos mismos han tomado las decisiones de gobierno sin necesidad de elegir representantes.</p>
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<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/239111/original/file-20181003-52669-uozfrp.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/239111/original/file-20181003-52669-uozfrp.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/239111/original/file-20181003-52669-uozfrp.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/239111/original/file-20181003-52669-uozfrp.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/239111/original/file-20181003-52669-uozfrp.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/239111/original/file-20181003-52669-uozfrp.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/239111/original/file-20181003-52669-uozfrp.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="caption">Una asamblea (Landsgemeinde) del cantón suizo de Glaris, en 2006.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Landsgemeinde_Glarus_2006.jpg">Wikimedia</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/">CC BY-SA</a></span>
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<h2>Democracias directas</h2>
<p>La Grecia y la Roma clásicas son los ejemplos más conocidos de democracias directas. Sus instituciones políticas se organizaban alrededor de una asamblea, donde todos los ciudadanos podían participar y decidir de forma colectiva los asuntos de gobierno. </p>
<p>También ciudades-estado como Venecia y Florencia, entre los siglos XII y XIV, fueron democracias directas, así como un conjunto de pequeñas sociedades en Escandinavia o en los Alpes, también en la baja Edad Media.</p>
<p>Además de la asamblea, compartían otras características comunes, como un volumen de población reducido, recursos económicos comunes o colectivos, una desigualdad reducida, un grupo numeroso de hombres libres (lo que hoy llamaríamos clases medias). </p>
<p>Sin embargo, eran democracias exclusivas y excluyentes, sin participación de las mujeres, los esclavos o los extranjeros. Ni tampoco existía la pretensión de que pudieran incorporarse a la vida política. </p>
<p>Por último, pero no menos importante, todas estas sociedades fueron sustituidas o derrotadas por estados o imperios más fuertes y más capaces.</p>
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<span class="caption">Carteles electorales en las calles de Alicante en diciembre de 2015.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/alicante-spaindecember-5-2015-political-campaign-349842587">Shutterstock / Olaf Speier</a></span>
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<h2>Democracias representativas</h2>
<p>La representación de la voluntad de los ciudadanos define a las democracias contemporáneas, a la vez que incluye un elemento no igualitario y por ello controvertido. Las personas que ocupan los cargos de gobierno toman las decisiones en nombre de los ciudadanos, pues ocupan estos cargos por elección, por el voto popular. Esta realidad es tan fuerte y está tan asentada que parece natural. </p>
<p>Sin embargo, podría accederse a los cargos por otros métodos: sorteo (como ocurre en las mesas electorales), herencia (como en las monarquías), examen (como en puestos de trabajo en la administración), cooptación (como en los partidos políticos) o por rotación (como en las comunidades de propietarios). Cada método conlleva unas consecuencias particulares, que condicionan quién puede acceder y qué tipo de relación establece con los gobernados. </p>
<p>Pues bien, las elecciones suponen un elemento desigualitario, ya que sólo acceden al cargo unas pocas personas (las elegidas), las cuales no tendrán las mismas características personales y sociales que los representados. Es decir, ni los parlamentos ni los plenos municipales son una muestra fidedigna de la diversidad social. No son sociedades en miniatura de la sociedad o de la población a la cual gobiernan, ni pueden serlo. </p>
<h2>“No nos representan”</h2>
<figure class="align-left ">
<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/239125/original/file-20181003-52663-mhtim1.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/239125/original/file-20181003-52663-mhtim1.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=399&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/239125/original/file-20181003-52663-mhtim1.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=399&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/239125/original/file-20181003-52663-mhtim1.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=399&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/239125/original/file-20181003-52663-mhtim1.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=502&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/239125/original/file-20181003-52663-mhtim1.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=502&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/239125/original/file-20181003-52663-mhtim1.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=502&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="caption">Puerta del Sol (Madrid) el 20 de mayo de 2011.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Movimiento_15-M#/media/File:Puertadelsol2011.jpg">Wikimedia / fotogracción.org</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/">CC BY-SA</a></span>
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<p>En palabras de <a href="http://as.nyu.edu/politics/directory.bernard-manin.html">Bernard Manin</a>, las democracias contemporáneas se basan en el principio de la distinción entre representantes y representados. Por ello, surge un ideal que compense este elemento desigualitario: la similitud y la proximidad. Expresiones y protestas como “No nos representan!”, dirigida a los parlamentarios, manifiestan que existe una distancia entre la voluntad de los ciudadanos y de los políticos. </p>
<p>Si queremos que los diputados, senadores o concejales sean indistinguibles socialmente de los ciudadanos, entonces no podrían celebrarse elecciones, sino sorteos. El azar se encargaría de que cualquier persona tuviera las mismas oportunidades de formar parte de las instituciones. Una asamblea suficientemente grande sería entonces una buena muestra de la composición de la sociedad. </p>
<h2>La dualidad de la democracia</h2>
<p>Por tanto, las democracias tienen dos caras. Por un lado, existe el derecho de voto universal e igualitario (cada ciudadano tiene un voto, así como puede también presentarse como candidato para ser votado). Por el otro, una parte y solo una parte de los ciudadanos puede ocupar los cargos de gobierno, un elemento desigualitario. </p>
<p>La conjunción de las dos caras confiere un equilibrio suplementario, pues las sociedades combinan también una realidad jerárquica, desigual, con otra basada en el convencimiento y el respeto a la condición igual de los ciudadanos. La dualidad favorece que tanto los humildes como las élites apoyen las reglas del juego. </p>
<p>Además, las elecciones otorgan otra ventaja, pues no predeterminan qué rasgos debe tener un político para ser elegido.
Salvo la riqueza y los recursos económicos, no existe a priori un elemento universal que ofrezca más opciones para ocupar un cargo público. Puede ser la oratoria, puede ser la capacidad de dirigir, el apellido, la imagen, la trayectoria profesional o bien cualquier otra calidad que los electores aprecien.</p>
<h2>La representación</h2>
<figure class="align-right ">
<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/239124/original/file-20181003-52695-1r3n0ar.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/239124/original/file-20181003-52695-1r3n0ar.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=843&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/239124/original/file-20181003-52695-1r3n0ar.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=843&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/239124/original/file-20181003-52695-1r3n0ar.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=843&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/239124/original/file-20181003-52695-1r3n0ar.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=1060&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/239124/original/file-20181003-52695-1r3n0ar.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=1060&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/239124/original/file-20181003-52695-1r3n0ar.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=1060&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="caption">Inauguración de los Estados generales de 1789 en Versalles.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Estados_generales_de_Francia#/media/File:Ouverture_des_%C3%89tats_g%C3%A9n%C3%A9raux_de_1789_%C3%A0_Versailles.jpg">Wikimedia</a></span>
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<p>¿Cuál es el origen de la representación? Fueron los padres de las constituciones liberales del Reino Unido, Francia y Estados Unidos, hacia finales del siglo XVIII y principios del XIX, quienes establecieron las bases. Una forma radicalmente contraria a la democracia directa. </p>
<p>Diseñaron unas instituciones desigualitarias (o aristocráticas, en palabras de la época) para una sociedad desigual, donde no existiría un derecho universal al sufragio activo (voto) y pasivo (ser votado). </p>
<p>Desde entonces, los regímenes liberales han evolucionado y se han transformado en democracias, sin perder por ello la representación y la elección de cargos públicos. </p>
<p>Así puede comprenderse mejor el sentido de las elecciones. Su doble condición, a la vez igualitarias y desigualitarias, les permite adaptarse a los cambios: de la representación ejercida por un parlamento de notables (siglos XVIII, XIX), a otra ejercida por los miembros de los partidos (siglo XX) y en la actualidad por políticos de confianza, que se dirigen a una audiencia de electores (siglo XXI). </p>
<p>Los representantes se reservan un margen considerable de libertad de acción, gracias al cual las instituciones son más eficaces para abordar los problemas e intereses en juego. A la vez, los ciudadanos mantienen un grado de influencia porque las elecciones se celebran con regularidad, no es posible manipular el resultado y existe libertad de opinión pública.</p>
<h2>El ideal democrático</h2>
<p>En resumen, no existe una sola forma de realizar el ideal democrático, sino distintas. Las democracias directas y las representativas reúnen las variedades existentes y responden a formas opuestas de organizar el gobierno. </p>
<p>Las democracias directas reservaban un máximo de oportunidades a los ciudadanos para tomar las decisiones colectivas. </p>
<p>Las democracias representativas mantienen la capacidad de tomar las decisiones en manos de los gobernantes, pero bajo el control igualitario del sufragio universal.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/104331/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Jordi Calvet Crespo no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Las democracias contemporáneas son representativas, surgidas de un proceso electoral. Sin embargo, en otros tiempos han existido democracias directas, en las que los ciudadanos tomaban las decisiones sin necesidad de elegir representantes. ¿Qué sistema es el más adecuado?Jordi Calvet Crespo, profesor de Ciencia Política, Universitat de BarcelonaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.