La historia de la Universidad Central de Venezuela se inicia con la fundación del Colegio Santa Rosa de Lima por Antonio González de Acuña en 1673, el cual fue inaugurado el 29 de agosto de 1696 por Diego Baños Sotomayor. Irónicamente, en la capilla del seminario se declaró la Independencia de Venezuela el 5 de Julio de 1811, y fue en esa misma institución donde se formaron muchos de los redactores y firmantes del acta. Actualmente este recinto sirve de Palacio Municipal de Caracas.
En estos 288 años de historia universitaria (1721-2009), la Universidad, algunas veces, ha gozado de autonomía plena; otras veces, los regímenes políticos se han reservado el derecho de designar las autoridades, y no ha faltado época en que la Universidad se haya visto obligada a suspender sus actividades. El cierre más prolongado de sus funciones docentes ocurrió durante la dictadura gomecista, al decretarse la clausura por diez años (1912-1922).
En la actualidad, mantiene una matrícula estudiantil que ronda los 54.222 estudiantes de pregrado y 8.317 estudiantes de postgrado, con 8.601 profesores de los cuales 3.811 son jubilados; 8.372 empleados profesionales, administrativos de los cuales 3.858 son jubilados, y 2.883 obreros de los cuales 1.679 están jubilados, distribuidos en 9 Facultades en Caracas, 2 Facultades en Maracay, 5 Núcleos de estudios supervisados y 12 Estaciones Experimentales en diferentes regiones del país, conforman la comunidad ucevista.
Es importante resaltar el papel rector de la UCV en el quehacer académico de la nación, y de su contribución en la formación de los profesionales del país, de sus aulas han egresado más de ciento cincuenta mil profesionales que contribuyen al desarrollo de nuestra patria: Por mucho que se cuestione su funcionamiento y sus directrices docentes, las irritantes y mezquinas pugnas políticas y las cifras del presupuesto, la UCV merecerá siempre el respeto y el agradecimiento de la sociedad venezolana.
En este artículo de la revista Telos, el autor hace un recorrido por los lenguajes de la escritura en soportes electrónicos, que coexiste con las escrituras de siempre, ahora también trastocadas por ceros y unos.
If anyone can convince the Maduro government and the Venezuelan opposition to come together to fight COVID-19, it’s the Pope. But the Church’s power to negotiate an emergency deal is limited.
Cuando los líderes de las democracias débiles usan las redes sociales para conectarse con sus electores, las personas se sienten escuchadas. Pero Twitter no les dará a los ciudadanos lo que necesitan.
Maduro’s landslide May 20 re-election marks the official death of democracy in Venezuela. Dozens of nations worldwide have declared the vote illegitimate, and the US imposed new sanctions.
Venezuela – once known for its friendly people, oil wealth and beauty queens – ranks 102nd of 156 countries surveyed in this year’s World Happiness Report, which measures well-being worldwide.
The Venezuelan government has just announced that it will hold a presidential election by the end of April. Despite pervasive hunger and discontent, democracy still doesn’t stand a chance.
Venezuela’s opposition has called a 48-hour strike to stop the Maduro government from rewriting the nation’s constitution. But grassroots democracy may not be able to save the Bolivarian Republic.
The president has fled the country. An activist has died in jail. A military coup is afoot. Fake news is dividing Venezuelans, making a peaceful end to its profound crisis ever less likely.
When leaders of weak democracies use social media to connect with their constituents, people feel heard. But Twitter responses won’t give citizens what they need.
More than any other, Venezuela is a country of Cuba’s making. But its own national tragedy is too deep for most citizens to mourn Fidel Castro’s death.
In a time of hunger and violence, Venezuela’s proposed peace talks are narrowly focused on power distribution. But where’s the seat for the countries citizens?