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Manifestante en apoyo de la decisión de la UE de reconocer al presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Juan Guaido, como presidente interino del país. Caracas, 2 de febrero de 2019. Ruben Alfonzo / Shutterstock

La ayuda humanitaria, factor clave en la crisis de Venezuela

Aquellos que no estén familiarizados con la acción humanitaria quizás piensen que ayuda es todo y que es bienvenida venga de donde venga. Quizás les sorprenda y les interese saber que está regulada perfectamente por normas y resoluciones.

La Resolución A/RES/46/182 de la 78ª sesión plenaria de Naciones Unidas de 19 de diciembre de 1991 indica que ayuda es todo lo que comprende esas condiciones que aparecen recogidas en dicha resolución y que solo puede ser referido a ellas.

Se define como Acción Humanitaria (AH) al conjunto diverso de acciones de ayuda a las víctimas de desastres (catástrofes naturales, epidemias y conflictos armados o emergencias complejas), cuya magnitud supera la capacidad de respuesta de las autoridades nacionales. Implica no solo la provisión de productos y servicios básicos para la subsistencia, sino también, especialmente en situaciones de conflicto, la protección de las víctimas y sus derechos fundamentales a través del trabajo en la defensa de los derechos humanos (advocacy), el testimonio, las demandas, la presión política (lobby) y el acompañamiento.

Los principios que rigen esa ayuda son claros:

  • Universalidad: cualquier víctima de un desastre natural o humano debe ser socorrida, independientemente de toda diferencia política, étnica o de otro tipo,

  • Humanidad: trata de adoptar todas las medidas posibles para evitar o aliviar el sufrimiento humano provocado por conflictos o calamidades,

  • Independencia: las organizaciones humanitarias deben desempeñar sus funciones sobre la base de sus propias decisiones,

  • Neutralidad: trata sobre la abstención de todo acto que, en cualquier situación conflictiva, pueda interpretarse como favorable a una de las partes implicadas o en detrimento de la otra,

  • Imparcialidad: principio por el que la ayuda humanitaria debe proporcionarse a las víctimas en función de sus necesidades, no en función de cualquier otro criterio que suponga discriminación por raza, sexo, o ideología política.

Mucho más que paquetes y tiritas

La ayuda humanitaria es mucho más que repartir paquetes o poner tiritas. Se pretende precisamente salvar vidas, curar enfermedades y aliviar el dolor de las víctimas.

Las personas que bajo protección de Naciones Unidas (Resolución A/RES/717129) trabajan en este campo son profesionales altamente cualificados y las organizaciones para las que trabajan realizan una evaluación previa de la situación, un diagnóstico que pone de relieve a los más vulnerables, mujeres y niños.

Además, trabajan con buenas prácticas, transparencia y rendición de cuentas, y basan sus actuaciones en condiciones de calidad construidas por consenso durante años a base de trabajo y esfuerzo a nivel internacional.

Los mecanismos para poner en marcha una ayuda humanitaria ocurren cuando el gobierno legítimo de un país entiende que la situación supera sus capacidades y solicita ayuda internacional. En el caso de que no haya gobierno, esta ayuda humanitaria la impulsan los organismos de Naciones Unidas que tienen competencias en este asunto.

Asumir los acuerdos internacionales

Esa ayuda debe cumplir los acuerdos internacionalmente asumidos en la Declaración de París sobre la Eficacia de la Ayuda al Desarrollo, los Principios de Ayuda Humanitaria de Naciones Unidas y el Consenso Europeo sobre Ayuda Humanitaria.

Hemos visto recientemente ejemplos que parecen apoyarse en una base que nada tiene que ver con la ayuda humanitaria. La crisis económica, político-institucional y sociosanitaria que sufre Venezuela tiene efectos muy graves en la población que precisan atención. Conviene precisar que muchas organizaciones ya están en el país trabajando en el acceso de medicamentos y alimentos desde hace tiempo.

Sin embargo, es necesario aportar el dato de INFORM, tal y como cita el IECAH, en el que Venezuela aparece en el año 2019 en el puesto 64 como país con riesgo medio de crisis humanitaria con un índice de 4,5, mientras que Colombia tiene un índice de 5,5, lo que le sitúa en riesgo alto.

Los medios se han volcado en la situación venezolana, y la posible distribución de ayuda humanitaria se utiliza como un instrumento para generar una legitimidad paralela. De esta forma se contravienen las normas internacionales y se genera más división, tensión y violencia entre la población.

Un inmigrante venezolano se corta el pelo en Bogotá, Colombia, donde la alcaldía está ayudando a los refugiados venezolanos con vacunas, atención médica y otros servicios. AP Photo/Fernando Vergara

Injerencia política

Aplicar la falsedad de la ayuda humanitaria a cuestiones que no lo son, si bien no es nada nuevo – ha sido utilizado muchas veces en la Historia–, es un hecho gravísimo que implica la utilización de los principios que la rigen con la finalidad de realizar injerencia política.

Es de extrema gravedad que se utilice la simbología, nomenclatura y conceptos propios del humanitarismo para otros intereses. Es irresponsable y las consecuencias son terribles, generando que el trabajo de años de organizaciones y trabajadores humanitarios sea visto como algo sometido a sospecha. Los que sufrirán las consecuencias a corto, medio y largo plazo, serán, como siempre, los más débiles.

Es necesario siempre el diálogo, luchar por la prevención de conflictos y por la búsqueda de la paz civil, no militar, tal y como refieren las Directrices de Oslo. Existen mecanismos nacionales e internacionales perfectamente habilitados para ello.

Decir que se trabaja en este sentido y actuar de otra manera escondiéndose detrás de la llamada “ayuda humanitaria” transmite mensajes erróneos a la población. Esto es algo que forma parte del aprendizaje de los errores del pasado, y ha de hacernos reflexionar sobre acciones que no buscan el bienestar de un pueblo, sino el control de los recursos de la población a cualquier precio.

Vivimos un momento social internacional en el que acuerdos, principios, normas, leyes y resoluciones que hasta ahora eran estables y suponían un punto de partida, se rompen o parecen cumplirse a criterio de los intereses de determinados líderes políticos. Utilizando la ayuda humanitaria también, algo que como sociedad no nos podemos permitir y no debemos consentir. Algo que, por supuesto, no puede ni debe hacerse en nombre de la ayuda humanitaria.

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