Menu Close

Somníferos: instrucciones de uso

Si tiene problemas para conciliar el sueño, tomar medicamentos no debería ser su primera opción. Haga ejercicio regularmente, reduzca su ingesta de café (y otras bebidas con cafeína) después de mediodía, haga cenas ligeras, disminuya el uso de aparatos electrónicos antes de ir a la cama –y mientras está en ella–, practique meditación e intente tener un dormitorio silencioso y oscuro dedicado principalmente al descanso.

Pero ¿qué puede hacer si después de haberlo probado todo, no consigue dormir? Muchos recurrirán a los medicamentos en busca de ayuda. No obstante, navegar entre las distintas opciones que existen y dar con una que sea efectiva, segura y sin riesgo de crear dependencia puede ser difícil.

Debemos evitar el uso habitual y continuado de medicamentos que favorecen el sueño, ya que su eficacia inicial disminuye rápidamente durante las primeras semanas, y la dependencia y los efectos secundarios que provocan se vuelven problemáticos. Sin embargo, muy a corto plazo, los medicamentos sí que tienen cabida. Desafortunadamente, se suele abusar de ellos, sobre todo las personas mayores.

Benzodiacepinas

Las benzodiacepinas son fármacos como el Valium y, aunque también se utilizan para tratar la ansiedad, se recetan principalmente como somníferos.

Sus efectos, entre los que se incluye la relajación muscular, se logran potenciando el efecto del ácido gamma-aminobutírico (GABA), un neurotransmisor inhibitorio que funciona en todo el cerebro. En raras ocasiones, algunas personas experimentan los efectos contrarios, es decir, sobreexcitación y aumento de la ansiedad.

Puesto que las benzodiacepinas son agentes depresores de la función cerebral (del sistema nervioso central), sus efectos se suman a los de otros depresores, como el alcohol, los antihistamínicos sedantes y otros analgésicos opioides como la oxicodona. Esto puede resultar muy peligroso puesto que, al combinarlos, puede provocar una insuficiencia respiratoria, un coma o incluso la muerte.

La dependencia psicológica y fisiología puede aparecer tras solo unos pocos días en ciertas personas o tras unas semanas en la mayoría. Lamentablemente, ya hay demasiados adictos.

Es importante destacar que la eficacia para inducir el sueño desaparece después de unas pocas semanas. Además, puede llegar a ser muy difícil dejar de tomar benzodiacepinas ya que el insomnio —y a menudo la ansiedad— regresan. La duración de los síntomas que presenta la abstinencia está relacionada con el período de tiempo durante el que se consumieron.

Dejar de tomarlas de forma repentina después de un uso prolongado puede ser peligroso, ya que puede presentar reacciones graves de abstinencia, como crisis epilépticas. Por ello, es el médico el que debe controlar la interrupción del consumo de estos fármacos.

Fundamentalmente, se requiere una reducción gradual de la dosis, así como apoyo y asesoramiento, para paliar el aumento temporal del insomnio y la ansiedad.

Entre los efectos secundarios encontramos el embotamiento de la función cognitiva, deterioro de la memoria y mayor riesgo de sufrir accidentes, especialmente inestabilidad y caídas en personas de edad avanzada.

Las benzodiacepinas solo deben utilizarse durante un período de dos a cuatro semanas, o de forma intermitente, y únicamente complementando a una correcta higiene del sueño (es decir, practicando las medidas que figuran en el primer párrafo).

El temazepam y el lorazepam son elecciones razonables entre las muchas benzodiacepinas disponibles en el mercado. Esto se debe a que tienen un inicio más rápido y la duración de sus efectos es más corta, con el fin de evitar el efecto resaca al día siguiente.

Fármacos Z (hipnóticos)

La zopiclona y el zolpidem son similares en su farmacología y efectos a las benzodiacepinas. Estos fármacos, sujetos a prescripción médica, también aumentan la acción depresora del GABA en la actividad cerebral y tienen los mismos riesgos relacionados con la sedación excesiva y la dependencia.

Los comportamientos y síntomas extraños —por ejemplo, las alucinaciones y el sonambulismo que pueden resultar peligrosos— son más probables que con el uso de benzodiacepinas.

Los somníferos no deben usarse sistemáticamente. from www.shutterstock.com

Antihistamínicos

Los antihistamínicos clásicos, conocidos como sedantes, producen somnolencia a través de sus propiedades depresoras del sistema nervioso central.

Estos fármacos no están sujetos a prescripción médica y se pueden adquirir en cualquier farmacia. Algunos ejemplos son la difenhidramina, la doxilamina y la prometazina.

Pueden llegar a ser una buena opción a corto plazo para aquellos cuyas alergias interrumpen su sueño, como ocurre con la alergia al polen. No obstante, existe el riesgo de desarrollar dependencia al utilizarlos para dormir.

Estos fármacos tienen numerosos efectos secundarios, como sequedad bucal, visión borrosa, estreñimiento, confusión, mareos y retención urinaria en hombres con problemas de próstata. Todos estos efectos se agravan en personas de edad avanzada.

Por el contrario, los antihistamínicos no sujetos a prescripción utilizados normalmente para tratar la alergia al polen no son sedantes y, por lo tanto, no es probable que causen somnolencia.

Analgésicos

Cualquier medicamento opioide, actualmente sujetos a prescripción médica, causará somnolencia (dependiendo de la dosis) puesto que también son depresores del sistema nervioso central. A pesar de que la codeína, el tramadol, el tapentadol, la morfina y la oxicodona nos dejarán adormilados, se desaconseja su uso para tratar el insomnio.

Es mejor reservar estos potentes fármacos y utilizarlos prudentemente para aliviar el dolor, dado el grave riesgo de dependencia y sobredosis. Las personas mayores son más sensibles a los efectos depresores del sistema nervioso central y también al estreñimiento.

Melatonina

Nuestros ciclos de sueño dependen de una hormona llamada melatonina, que es segregada cíclicamente por una glándula de nuestro cerebro. La melatonina administrada oralmente induce el sueño en algunas personas, pero no es tan eficaz como otros sedantes.

No obstante, un reciente estudio australiano examinó la melatonina de personas con problemas para conciliar el sueño a causa de la segregación tardía de la melatonina en sus cerebros. Los sujetos presentaban dificultades para dormir y despertar a horas adecuadas, lo que impedía su correcto funcionamiento.

Tomar melatonina (0,5 mg) una hora antes de ir a la cama y someterse a una intervención conductual (como aprender a meditar) ayudó a los participantes a dormir. A su vez, también mejoró los problemas que frecuentemente acompañan a este problema, como son el mal humor, la ansiedad y la dificultad para concentrarse.

En Australia (y España), se necesita prescripción médica para adquirir melatonina.

Se recomienda evitar el consumo de alcohol puesto que interfiere con el sueño, reduciendo cualquier efecto de la melatonina. Normalmente se tolera bien, aunque algunas personas experimentan dolor de espalda. También es efectiva con otros tipos de trastornos del sueño no relacionados con la segregación tardía de melatonina. Habitualmente se prescribe una dosis de segregación controlada de 2 mg una o dos horas antes de acostarse.

Antipsicóticos

Los fármacos antipsicóticos se han utilizado cada vez más para tratar el insomnio.

Normalmente utilizada a dosis bajas, la quetiapina puede inducir el sueño, pero conlleva una significativa carga de posibles efectos nocivos. Estos incluyen taquicardia, agitación, presión arterial baja e inestabilidad. Por tanto, la quetiapina no es apropiada para tratar problemas comunes del sueño.

Antidepresivos

Los antidepresivos generalmente se recetan a una dosis baja para tratar el insomnio, pero las pruebas que respaldan su eficacia (a pesar del amplio uso) son de baja calidad y existe el riesgo de sufrir efectos secundarios, como confusión, sequedad bucal y visión borrosa.

Hierbas y medicamentos complementarios

Las hierbas medicinales como la valeriana, la lavanda, la pasiflora, la manzanilla, el lúpulo y la hierba gatera son ampliamente conocidas por su relación con el sueño saludable. Sin embargo, las investigaciones que respaldan su eficacia son más bien limitadas.

Están surgiendo numerosos fármacos nuevos que están siendo probados para tratar el insomnio, por lo que habrá más opciones disponibles en el futuro.

De momento, es importante recordar que ninguna de las opciones mencionadas anteriormente carece de efectos secundarios, y que la mayoría generarán dependencia si se utilizan durante un largo período de tiempo, lo que significa que dormir sin ellos será aún más difícil que antes.

Mejore su higiene del sueño y, si no le ha dado resultado, hable con su médico sobre qué lo mantiene despierto, ya que podrá recetarle la medicación que mejor se adapte a usted para un uso a corto plazo.

This article was originally published in English

Want to write?

Write an article and join a growing community of more than 180,900 academics and researchers from 4,919 institutions.

Register now