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¿Son los gigantes tecnológicos los nuevos alcaldes de su ciudad?

Nuevos actores globales como Google, Apple, Facebook y Amazon (los denominados GAFA), o Airbnb y Tesla están redefiniendo aspectos clave como el trabajo, la movilidad, el ocio o incluso la forma de vida. Nuestras ciudades son los campos de prueba de un sinfín de innovaciones. Se espera que aproximadamente el 70% de la población mundial viva en ciudades en 2050 y que el 95% de todo el crecimiento de la población urbana se concentre en los países en vías de desarrollo.

Apple, Google, Amazon y Facebook tienen una fuerza laboral combinada de más de 400.000 personas y una capitalización de mercado combinada de 2'3 billones de dólares, aproximadamente el PIB de Francia. Sin embargo, lejos de demonizarlos por su excesivo poder, ¿sabemos cómo contribuyen a nuestra experiencia urbana?

No hay duda de que tras los grandes gurús tecnológicos hay experimentos urbanos. Belmont es una ciudad futurista en el suroeste de Arizona, concebida con una “visión de vanguardia” por Bill Gates.

Oakland, en California, es otro campo de experimentación social, en el que otro emprendedor de Silicon Valley, Sam Altman, se ha implicado para analizar los efectos sociales que conlleva garantizar una renta básica mínima a sus residentes.

Pero más allá de estos ejercicios de acupuntura urbana, lo que es importante es saber quién está al frente de las decisiones que definen el día a día de nuestras ciudades. Nuestra experiencia cotidiana nos lleva a oscilar sin transición aparente entre la realidad digital y la analógica, entre lo físico y lo virtual. Y eso, unido a la rapidez e impacto de los cambios, hace que saber quién manda en nuestras urbes sea una obligación. Aquí se avanzan algunas iniciativas:

Apple, o cómo interactuar en la ciudad

Apple está construyendo paradigmáticas tiendas en las que han redefinido la experiencia de “ir de compras”. De la transacción a la excitación de adentrarse en un espacio-evento en el que siempre pasa algo auspiciado por free wifi. Lo que allí pasa es algo similar a la recreación de una plaza pública con control de acceso. Un lugar en el que se espera un repertorio de interacciones entre las que, por supuesto, no se descarta la compra.

Apple Michigan Avenue, en Chicago. foster and Partner

Así, la nueva tienda en Carnegie Library, Washington DC, que se abrirá en breve bajo la atenta mirada de Foster + Partners, ocupará el espacio antes reservado a los usuarios de dicha biblioteca, que ahora podrán olfatear el aroma del último iPhone mientras miran qué pasa en el escenario.

Google, el primer vecindario del mundo construido con datos

Sidewalk Toronto es la entidad que aglutina a Waterfront Toronto (agencia gubernamental) y Sidewalk Labs, perteneciente a Alphabet, es decir, Google. Una entidad que tiene como objeto la creación de una comunidad residencial y comercial mixta en la costa este de Toronto, en Canadá. Una ciudad bien elegida, como diría el economista y urbanista Richard Florida al hablar de los territorios más aptos para la innovación, porque en ella se dan las tres tes: tecnología, tolerancia y talento.

Sidewalk Labs Quayside project. SideWalkToronto

Y desde hace tiempo Toronto acumula una clase creativa culturalmente diversa, en un clustercluster altamente tecnológico, dato que no ha pasado desapercibido para ubicar allí la primera ciudad “de internet hacia arriba”. El miedo por la apropiación de datos de todos los residentes parece mitigarse, ya que recientemente se ha anunciado que se entregarán a una organización independiente, llamada Civic Data Trust. Mientras tanto, el mundo sigue la iniciativa con fascinación.

Uber, la movilidad como servicio y el futuro del trabajo

Cuando Uber anunció que se iba a poner a repartir comida de Uber Eats mediante drones, todos alzamos la vista al cielo. El advenimiento de la conducción sin conductor es hoy por hoy una realidad, y Uber uno de sus grandes exploradores. En el cuartel general de Pittsburgh, situado en Robotics Row junto a las sedes de otras compañías de robótica, el edificio de Uber aparece discreto desde el exterior. De sus proximidades entran y salen constantemente unos 200 coches Volvo de alta tecnología, equipados con cámaras LIDAR giratorias de 360 grados, recogiendo datos y acumulando unidades de prueba con pasajeros reales de Uber.

Uber, en línea con lo que se está investigando en Países Bajos, China o Suiza, trabaja con opciones de transporte público autónomo, transbordadores eléctricos sin conductor con capacidad de hasta nueve personas, y también autobuses sin conductor, opciones que podrían redefinir el tráfico en nuestros días, y sobre todo el diseño de nuestras ciudades.

En todo esto hay cambios importantes sin aparente conexión entre sí. La proximidad de un inmueble a un nodo de transporte público como valor en alza, y la reducción de las fuentes de ingresos de los Ayuntamientos son dos de ellos, pero también la transformación del futuro del trabajo, de conductor a gestor de la movilidad…

Las propiedades inmobiliarias, ya sean oficinas o viviendas, se empiezan a valorar al alza cuanto más cerca están de un nodo de transporte público.

A su vez, los gobiernos locales están empezando a ver que sus hasta ahora garantizados ingresos por impuestos de circulación, multas de tráfico y estacionamiento, pueden verse reducidos dramáticamente. Si los millennials ya no quieren tener coche, y la movilidad es un servicio básico como la electricidad, hay que explorar nuevas oportunidades en las que la ciudadanía debe implicarse.

Fachada de la primera tienda Amazon Go en Seattle (EE UU), el día de su inauguración en diciembre de 2016. Wikimedia Commons / SounderBruce, CC BY-SA

Las “Olimpiadas” de Amazon

El gigante del comercio electrónico utiliza su sede de Seattle como laboratorio en el que testar desde nuevos modelos de comercio minorista a opciones de logística, como Amazon Go, Pickup Storefront, etc. Y mientras lo ha estado haciendo, se ha fraguado a la vista de todos un proceso de selección al más puro estilo olímpico.

La candidatura para ser la segunda sede de Amazon, el HQ2, como se ha venido a llamar, se ha decidido hace unos días. Tras casi un año de incertidumbre, durante el que el alcalde de Frisco (Texas) prometía construir el 40% de una ciudad sin terminar una vez que Amazon se asentara allí, o el de Stonecrest (Georgia), que estaba dispuesto a que la ciudad se llamara Amazon, o el de Nueva Jersey, que ofrecía bajada de impuestos, la sede ha ido salomónicamente a parar a Crystal City (Norte de Virginia) y a Long Island (Nueva York). Una dualidad que se justifica nuevamente, en relación con las tres T´s antes mencionadas.

Definitivamente, soplan vientos de cambio. Hubo un tiempo en que los gobiernos invertían en infraestructuras y los ciudadanos tenían voz en los problemas locales. Ahora Apple nos dice cómo interactuar en la ciudad, Google controla nuestros datos, Uber redefine el transporte como servicio, y Amazon si una ciudad es apta o no para albergar su sede. ¿Son estas empresas nuestros nuevos alcaldes?

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