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Un nuevo mundo nace y EEUU ya no es su líder

La canciller alemana Angela Merkel, en el centro, habla con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en la polémica Cumbre de líderes del G7 en Canadá en junio. AP/Jesco Denzel/German Federal Government

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Desde retirarse de tratados hasta menospreciar a aliados para comenzar guerras comerciales, las medidas impulsivas del presidente Donald Trump están alterando de forma drástica el orden mundial vigente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Pero incluso antes de las posiciones beligerantes de Trump sobre política exterior, EEUU ya estaba perdiendo, poco a poco, su papel de principal potencia en los asuntos internacionales.

Al final de la Guerra Fría comenzó un cambio de poder entre las naciones del mundo que se ha ido acelerando durante este siglo. No es tan sencillo como decir “Estados Unidos está en decadencia”, pues realmente sigue siendo un país poderoso. Pero ha ido perdiendo poder durante este tiempo, tal y como expuse en el volumen Great Decisions 2018 (Grandes decisiones de 2018) de la Foreign Policy Association. El poder de otros países ha crecido, y ahora tienen capacidad y voluntad de liderar los asuntos internacionales al margen de los deseos de Estados Unidos.

Secretaria de Estado Madeleine Albright dijo: ‘Somos una nación imprescindible.’ Joe Marquette/AP

Soy investigador y profesor de política exterior que ha estudiado la acción exterior de EEUU durante muchas administraciones. Y creo que esta tendencia global supone el fin de la “excepcional nación” que los estadounidenses creyeron ser desde su fundación, y el fin de una era que comenzó hace 70 años en la que ellos dominaron el mundo. Ya no son esa nación «indispensable» loada por la exsecretaria de Estado Madeleine Albright a finales del siglo pasado.

El fin de la Pax Americana

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, EEUU ha sido el actor principal del mundo y ha liderado la creación de nuevas organizaciones internacionales como las Naciones Unidas, la OTAN, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

La diplomacia estadounidense ha sido fundamental para llegar a acuerdos internacionales sobre comercio, medio ambiente, seguridad regional y control de armas. Los estadounidenses podían, sin faltar a la realidad, decir (y así lo hicieron) que estaban en el centro de las “normas fundamentales del orden mundial”.

Pero esa época ha terminado.

No solo China y Rusia le disputan el puesto de principal potencia a EEUU; cada vez son más los países que influyen en la economía y en la seguridad y reivindican una posición independiente de la norteamericana.

Los partidos políticos estadounidenses no se han hecho cargo de este gran cambio. Hasta que lo asuman, la acción global de su país posiblemente será menos efectiva o incluso contraproducente.

¿Quién está al mando?

Los cambios de poder son cada vez más visibles. En Oriente Medio, EEUU ha tenido durante décadas la esperanza de aislar a Irán como un paria y debilitar al régimen hasta su caída.

Hoy, ese objetivo es inimaginable, aunque el consejero de Seguridad Nacional John Bolton siga pensando que nada ha cambiado.

Irán es, y seguirá siendo, una potencia cada vez más fuerte e influyente en la región, que defiende y promueve sus intereses y compite con el régimen saudí.

Los rusos están en la región de Oriente Medio para quedarse, y cuentan para ello con la baza de mantener una larga relación con la familia del dictador sirio.

Turquía, una potencia regional en crecimiento, actúa cada vez con más independencia de los deseos de EEUU, su aliado en la OTAN, y juega su propio papel en el contexto de poder de la región.

EEUU propició estas nuevas dinámicas con su desastrosa decisión estratégica de invadir Irak en 2003 —desastrosa porque apartó de forma permanente a un líder regional que equilibraba el poder de Irán—.

El fracaso en la creación de un Irak estable avivó los conflictos religiosos y políticos de la región y dejó sin eficacia los posteriores esfuerzos de EEUU por influir en las dinámicas actuales de la zona, tal y como demuestran las continuas políticas fracasadas en Siria.

Jefe de tripulación de un helicóptero del ejército de EEUU en Afghanistan. Capt. Brian Harris, ejército de EEUU, via AP

EEUU han fracasado en Asia tras décadas condenando y tratando de contener el creciente poder chino.

No ha podido evitar que haya surgido una China potente que en la actualidad tiene un papel casi tan poderoso en la economía mundial como Estados Unidos.

China ha mantenido el modelo autoritario para el crecimiento económico, ha armado las islas artificiales de la China Meridional y ha construido una base militar en Yibuti.

China ha creado nuevas organizaciones multilaterales para tratar sobre seguridad y para financiar con préstamos nuevas infraestructuras, unos acuerdos a los que EEUU no ha querido sumarse.

Además, China ha desarrollado un programa global de financiación —la iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda— y ha asumido un papel de fuerte liderazgo a nivel mundial en relación con el cambio climático.

A esto hay que sumar la expansión de su influencia política y económica en África y Latinoamérica.

EEUU no puede frenar el crecimiento económico de China ni es capaz de contener su poder. China está cambiando las reglas del juego, le guste o no a EEUU.

Asia se empodera

En otra zona de Asia, los nipones están caminando hacia un renovado nacionalismo. Japón ha eliminado los límites de gasto en defensa para promover el desarrollo de su ejército frente al creciente poder de China.

Corea del Norte actúa cada vez más como una potencia regional y ha logrado un encuentro directo con el presidente de EEUU con solo ofrecer un compromiso general de desnuclearización. La perspectiva de una Corea unificada crearía otro importante centro de poder regional en el Pacífico Norte.

Otros países, como Filipinas y Australia, invierten sobre seguro al mejorar sus relaciones bilaterales con China.

Por su parte, la India tiene una creciente presencia económica y militar en el océano Índico y en el Sudeste Asiático.

Estados Unidos tampoco podrá contener el crecimiento de Rusia, cuyo gobierno envenena a sus ciudadanos en el extranjero y asesina a disidentes en su propio país. Al mismo tiempo, está reconstruyendo su ejército y entrometiéndose en las elecciones de otros países. El régimen ruso está amenazando a sus vecinos más cercanos y participando activamente en Oriente Medio.

El presidente Vladimir Putin reivindica los intereses y el papel de Rusia en el mundo, como cualquier otra gran potencia. Rusia está reequilibrando el poder de Estados Unidos de forma consciente y activa, con cierto éxito.

El poder militar, el as en la manga de Estados Unidos a nivel mundial, ya no es una herramienta tan útil como lo fue en otros tiempos.

Aunque EEUU sigue siendo la única potencia internacional capaz de desplegarse en cualquier parte del mundo, ya no está tan claro que esa capacidad sea suficiente para mantener con solidez su liderazgo. Son pocas las victorias militares claras, la guerra del Golfo de 1991 fue una excepción. El despliegue incesante de EEUU en Afganistán deja cierto olor a Vietnam, por su incapacidad para resolver la guerra civil de ese país.

Mientras, los ejércitos de otros países están demostrando su eficacia y actuando con independencia de EEUU, tal y como demuestran las operaciones de Turquía e Irán en Siria.

Marcando distancias

La transición a esta nueva era está resultando difícil para los responsables políticos de Estados Unidos.

La política exterior del “America First” (América Primero) de Trump se basa en la opinión de que el país debe defender sus intereses actuando solo, evitando o retirándose de los acuerdos multilaterales sobre comercio, economía, diplomacia o seguridad.

Trump elogia el fuerte liderazgo nacionalista de los países autoritarios, al tiempo que critica, por su debilidad, el liderazgo democrático de sus aliados.

Como respuesta, muchos de los aliados se están distanciando de EEUU. Y otros están dispuestos a actuar también de forma nacionalista y tajante.

Los líderes de Rusia y Turquía estrechan lazos. AP/Mikhail Klimentyev, Sputnik, Kremlin Pool

Algunos conservadores, como el senador John McCain, defienden un enfrentamiento con Rusia y un fortalecimiento de las alianzas tradicionales de Estados Unidos, especialmente con la OTAN.

Otros, como John Bolton, exigen un cambio de régimen en potencias autoritarias como Irán.

Los liberales y muchos demócratas critican a Trump por alejar a aliados tradicionales como Canadá, Francia y Alemania mientras entabla relaciones con dictadores.

Los responsables políticos que alguna vez fueron críticos con las políticas de confrontación ahora condenan a Trump por no enfrentarse a Rusia y China.

Si llegase un nuevo presidente a la Casa Blanca no restauraría el orden mundial reciente. Los cambios subyacentes en las relaciones de poder mundial ya han debilitado ese orden.

Una política exterior neoconservadora junto con una intervención unilateral del ejército estadounidense, que es la opción preferida por John Bolton, solo aceleraría el cambio global.

Los internacionalistas liberales como Hillary Clinton también fracasarían, porque el resto del mundo ya no acepta la premisa de que Estados Unidos es «indispensable» y «excepcional».

Barack Obama pareció admitir la realidad cambiante, pero siguió defendiendo que solo EEUU podría liderar el orden internacional.

Estados Unidos deberá aprender las nuevas normas y participar de una forma diferente en un mundo que va hacia un nuevo equilibrio de poder, en el que otros países tienen recursos y planes que EEUU ni controla ni puede controlar.

This article was originally published in English

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