tag:theconversation.com,2011:/us/topics/mary-shelley-61522/articlesMary Shelley – The Conversation2022-11-27T18:07:57Ztag:theconversation.com,2011:article/1938912022-11-27T18:07:57Z2022-11-27T18:07:57ZFrankenstein y los traumas de la ciencia<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/495973/original/file-20221117-20952-81htdn.png?ixlib=rb-1.1.0&rect=258%2C43%2C809%2C540&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">El actor Peter Cushing interpretando al doctor Frankenstein para las películas de la Hammer.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:FRANKENSTEIN.jpg">Wikimedia Commons</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/">CC BY-SA</a></span></figcaption></figure><p>Un canto del poeta griego <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/P%C3%ADndaro">Píndaro</a> relata cómo un médico más hábil de lo corriente burló los límites de la naturaleza al resucitar a un hombre muerto. </p>
<p>Frankenstein, el personaje más aclamado de Mary Shelley, se ve arrastrado por la misma corriente transgresora hasta el punto de hacer realidad el antiguo sueño de la alquimia: infundir vida a la materia muerta. El científico moderno crea un monstruo, pero ese monstruo es su propio reflejo.</p>
<h2>La soledad del laboratorio</h2>
<p>Victor Frankenstein se separó de su familia y se encerró durante años en esa celda de aislamiento llamada “laboratorio” para <em>fabricar</em> un ser vivo. Olvidado de sus amigos (no escribe a sus parientes), olvidado incluso de su propia naturaleza (no come, no duerme, no se distrae ni se relaja), empujado por un delirio frenético y un impulso obsesivo, el químico moderno logra superar las metas de los viejos alquimistas. </p>
<p>En la soledad del laboratorio cobra vida un gigante condenado a la soledad: sin parentesco con nada ni lazos con nadie, el monstruo es apto para vivir en las montañas desérticas pero no en los valles que habitan las personas.</p>
<p>En el mismo instante en que la materia revive con éxito, Frankenstein huye aterrorizado de su laboratorio. Ni siquiera él puede aceptar el producto de una violación de las fronteras de la vida. A partir de aquí la novela muestra por qué la victoria del científico es a la vez la derrota del hombre.</p>
<h2>La mirada de las mil yardas</h2>
<p>Empieza la soberbia descripción del colapso nervioso de Frankenstein, un trastorno depresivo del que no habrá vuelta atrás. Shelley utiliza expresiones como “melancolía”, “desconsuelo”, “fiebres nerviosas”, “crisis de desesperación” o “ataques de ansiedad”. Se trata de un diagnóstico muy preciso de eso que el siglo XX llamó <em>shell-shock</em>, y que ahora solemos llamar “<a href="https://theconversation.com/el-coste-psicologico-de-tener-que-combatir-en-la-guerra-179428">trastorno de estrés postraumático</a>”.</p>
<figure class="align-right zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/495975/original/file-20221117-16464-ep47l8.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/495975/original/file-20221117-16464-ep47l8.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/495975/original/file-20221117-16464-ep47l8.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=782&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/495975/original/file-20221117-16464-ep47l8.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=782&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/495975/original/file-20221117-16464-ep47l8.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=782&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/495975/original/file-20221117-16464-ep47l8.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=982&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/495975/original/file-20221117-16464-ep47l8.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=982&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/495975/original/file-20221117-16464-ep47l8.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=982&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">Ilustración de la edición revisada de 1831 de <em>Frankenstein o el moderno prometeo</em>, cuando el doctor descubre el resultado de su ‘obra’.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Frankenstein,_or_the_Modern_Prometheus_(Revised_Edition,_1831)_(page_6_crop).jpg">Wikimedia Commons</a></span>
</figcaption>
</figure>
<p>Por ejemplo: Frankenstein no soporta oír las palabras “filosofía natural” sin sentir náuseas. Le asquea la charla de sus profesores de química. No puede pisar su laboratorio sin repugnancia. No ve nada ni siente nada (la suya es la mirada de las mil yardas de <a href="https://www.youtube.com/watch?v=nOgcbIYBFjI">los soldados traumatizados por las guerras</a>). </p>
<p>El problema del sabio moderno es que tiene éxito, y su castigo es que no haya castigo. Frankenstein sigue viviendo, pero solo para ver cómo todo lo que ama muere por su culpa. Mueren su hermano y su amigo, mueren su esposa y su padre, víctimas de un monstruo que no produjo la naturaleza, sino el hombre intentando dominarla.</p>
<p>Así que sigue adelante en calidad de hombre inerte y siempre en fuga. Huye a las soledades del Mont Blanc, a las islas casi desiertas de Escocia, a los océanos de hielo inexplorado del extremo norte. Donde no hay castigo, el castigo es seguir viviendo una vida en ruinas, con el trauma y con la herida.</p>
<h2>La locura de Heracles</h2>
<p>Frankenstein hurgó en la tierra de un cementerio, profanó cadáveres, vio la labor de los gusanos en los ojos y los muslos de los jóvenes, se enterró junto a los muertos. Así fue recogiendo los “materiales” para crear su enorme criatura. Para encontrar la vida, Frankenstein tuvo que explorar la muerte. También Heracles lo hizo.</p>
<p>Heracles era un hijo bastardo de Zeus. Su madrastra, la diosa Hera, que lo odiaba, lo colocó al servicio de Euristeo. Este le ordenó cumplir las tareas (<a href="https://arteyarquitectura.wordpress.com/tag/los-doce-trabajos-de-hercules/">los doce trabajos de Hércules</a>) que labran su fama. </p>
<figure class="align-right zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/495977/original/file-20221117-21-vjwdeq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/495977/original/file-20221117-21-vjwdeq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/495977/original/file-20221117-21-vjwdeq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=902&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/495977/original/file-20221117-21-vjwdeq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=902&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/495977/original/file-20221117-21-vjwdeq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=902&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/495977/original/file-20221117-21-vjwdeq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=1134&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/495977/original/file-20221117-21-vjwdeq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=1134&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/495977/original/file-20221117-21-vjwdeq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=1134&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">Crátera de la locura de Heracles.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Museo_Arqueol%C3%B3gico_Nacional_-_11094_-_Cr%C3%A1tera_de_la_locura_de_Heracles_01.jpg">Museo Arqueológico Nacional / Antonio Trigo Arnal</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/">CC BY-SA</a></span>
</figcaption>
</figure>
<p>Heracles ha domesticado las aguas; ha sometido las tierras a las formas y escalas humanas; ha vencido al león de Nemea; ha asaltado a los pájaros del cielo; ha llegado a los confines del mundo conocido buscando las manzanas doradas de las <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Hesp%C3%A9rides">Hespérides</a>; ha sacado del subsuelo neblinoso y putrefacto al <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Cerbero">perro de la muerte</a>. Una vez completados estos trabajos, quiere volver a casa. Ahí comienza la acción de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Heracles_(Eur%C3%ADpides)">la tragedia homónima de Eurípides</a>.</p>
<p>Ya en Tebas, en un ataque de locura y furia en el que revive en su mente los horrores que ha visto y perpetrado, Heracles, creyéndose inmerso todavía en los trabajos, asesina a su mujer y a sus hijos. Ahora sí ha terminado la carrera febril. Lo ha perdido todo. Ha alcanzado el límite de lo que un mortal puede resistir. El héroe que ha escrito sus proezas en el cielo seguirá viviendo, pero solo como un espectro o una sombra de sí mismo.</p>
<h2>Solo los dioses tienen alas</h2>
<p>La novela de Shelley sugiere que la ciencia ha de someterse a los límites de la vida. De darse incompatibilidad entre vida y ciencia, la vida debe prevalecer sobre la ciencia. El cristianismo llamó <em>curiositas</em> al deseo desmedido de saber, y Mary Shelley rescata la palabra (<em>ardent curiosity, senseless curiosity</em>). </p>
<p><a href="https://books.google.es/books?id=jpnVfWswd1UC&hl=es&source=gbs_book_other_versions">Se ha dicho</a> que <em>Frankenstein</em> podría leerse como una obra de epistemología comparada, pues la ciencia moderna aparece junto a otros modos de conocimiento, fundamentalmente la poesía, los cuales no solo no destruyen la vida, sino que la celebran y la perfeccionan. Comparar no deja de ser una forma de acotar, por lo que la novela ofrecería un ejercicio de crítica a la obliteración de la vida por la ciencia. </p>
<p>La venganza del monstruo conduce a Frankenstein al Polo Norte. Un barco lo salva de sucumbir durante el peregrinaje suicida a través de los hielos en busca de su criatura. Pero incluso en esta situación terminal, Frankenstein continúa alentando las empresas sobrehumanas. “¡Les pido que sean superiores a los hombres!”, les dice a los exploradores oceánicos en el momento en que desean detener su viaje y poner rumbo al sur. La arenga heroica es ignorada. ¿Por qué? Porque la empresa de la ciencia es un atrevimiento glorioso, desde luego, siempre que no olvide que solo los dioses tienen alas.</p>
<h2>Una advertencia</h2>
<p>El relato de Frankenstein está enmarcado en la narración de Robert Walton, un navegante que investiga la soledad del océano Ártico. A pesar de su anhelo de conocimiento, Walton no deja de escribir cartas a su hermana, por lo que, aun en alta mar, sigue atado a la tierra. </p>
<p>Esta sabiduría terrestre, compatible con los afectos, la fecundidad y la dicha, toma la palabra al final de la novela. Aquí descubrimos que el narrador no es solamente el transcriptor de una historia macabra, sino el oyente de una advertencia que desde el libro salta afuera. Los barcos de la ciencia deben poner rumbo al sur, es decir, al sol, la casa y la tierra. Desencallada por fin de los bloques de hielo, la embarcación de Walton regresa a Inglaterra.</p>
<p>Por su parte, el monstruo ha anunciado que él mismo cancelará la transgresión que él mismo es: prenderá el fuego de la pira que lo haga cenizas para siempre, pues de nada sirve un corazón artificial que no tiene una razón para vivir; de nada vale esquivar la muerte si no se le encuentra un sentido a la vida.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/193891/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Aida Míguez Barciela no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>En ‘Frankenstein’, Mary Shelley explora las consecuencias desgraciadas que tiene para el científico cumplir el sueño de la alquimia: dar vida a la materia muerta.Aida Míguez Barciela, Profesora de Filosofía, Universidad de ZaragozaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1701282021-10-31T19:49:36Z2021-10-31T19:49:36ZCómo usar la historia de Frankenstein para enseñar ciencias<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/428478/original/file-20211026-25-9fgs8e.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C5056%2C3456&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/bari-italy-11142020-book-frankenstein-mary-1857139054">Shutterstock / r Claudia Longo</a></span></figcaption></figure><p>¿Es posible utilizar una novela escrita hace más de 200 años como recurso para la enseñanza de las ciencias? Evidentemente, nuestra respuesta es afirmativa. ¿Y es posible hacer innovación docente con esta misma novela? Sí, lo es. </p>
<p>Más de dos siglos después de su primera edición, la novela <em>Frankenstein o el moderno Prometeo</em>, de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Mary_Shelley">Mary Shelley</a>, continúa estando extraordinariamente vigente. Aunque muchas personas pueden explicar a grandes rasgos el argumento central, no son tantas las que conocen los detalles de la novela, y muchas incluso confunden el nombre del científico con el del afamado monstruo al que da vida. </p>
<p>Muy resumidamente, cuenta la historia de Víctor Frankenstein y su obsesión por el secreto de la vida y la muerte. Después de crear una criatura viviente a partir de órganos y partes de cuerpos saqueados de los cementerios, Víctor se asusta y huye, abandonándola a su suerte. La criatura se dedica a observar secretamente a distintas personas y aprende a hablar y a leer; sin embargo, cuando se acerca a los seres humanos, su apariencia aterradora hace que huyan despavoridos o que reaccionen agresivamente, lo que agrava su soledad. Esta frustración hace que regrese con su creador y le pida que haga otra criatura similar, para así conocer el amor y la compañía. Frankenstein se niega al principio. Luego accede pero pronto se arrepiente; y así, la tragedia continúa golpeándole. En un arrebato de rabia, la criatura mata al hermano menor de Víctor; luego asesinará a su prometida. Creador y criatura huyen persiguiéndose hacia el Polo Norte y finalmente mueren los dos. </p>
<h2>Mitos literarios y ciencia</h2>
<p>Esta novela permite analizar la relación entre literatura y ciencias; cómo los escenarios de la ficción pueden plantear preguntas sobre controversias actuales; y cómo se puede analizar históricamente el emplazamiento de una obra literaria en el espíritu de su tiempo –con las profundas conexiones entre la historia, la filosofía de la ciencia, los estudios sobre género, la bioética y las ciencias de la salud. </p>
<p>En este sentido, es imprescindible volver a la novela original de 1818 (y su edición corregida de 1831), entender el género epistolar y sumar al debate alguna de las películas, entre ellas <a href="https://www.imdb.com/title/tt0021884/?ref_=fn_al_tt_1"><em>Frankenstein</em></a> (J. Whale, 1931), <a href="https://www.imdb.com/title/tt0026138/?ref_=fn_tt_tt_6"><em>The Bride of Frankenstein</em></a> (J. Whale, 1935), <a href="https://www.imdb.com/title/tt0072431/?ref_=fn_tt_tt_4"><em>Young Frankenstein</em></a> (M. Brooks, 1974), <a href="https://www.imdb.com/title/tt0109836/?ref_=fn_tt_tt_2"><em>Mary Shelley’s Frankenstein</em></a> (K. Branagh, 1994) y <a href="https://www.imdb.com/title/tt1976009/?ref_=nv_sr_srsg_3"><em>Victor Frankenstein</em></a> (P. McGuigan, 2015).</p>
<p>La referencia al <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Prometeo">mito de Prometeo</a> es obvia y está presente ya en el título, pero la historia de Frankenstein también tiene conexiones con el mito de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Golem">Gólem</a>, con <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Fausto_(Goethe)"><em>Fausto</em></a> de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Johann_Wolfgang_von_Goethe">Goethe</a> y con <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/El_extra%C3%B1o_caso_del_doctor_Jekyll_y_el_se%C3%B1or_Hyde"><em>Dr. Jekyll y Mr. Hyde</em></a> de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Robert_Louis_Stevenson">Stevenson</a>. </p>
<p>Además, la novela se ha convertido en un mito por sí misma: una historia simbólica que expone verdades sobre la existencia humana. Son justamente éstas –y las preguntas relacionadas que se plantean– las que permiten utilizar a <em>Frankenstein</em> como recurso en la enseñanza de las ciencias. </p>
<h2>La dimensión ética</h2>
<p>En primer lugar, la novela permite discutir cuestiones éticas de la investigación y analizar críticamente lo sucedido con Víctor Frankenstein y otros progresos tecnocientíficos. Estos avances están cambiando sustancialmente la vida humana, pero no siempre van acompañados de una reflexión ética. La novela puede ayudar al estudiante de ciencias a apreciar el desafío de determinar los límites y responsabilidades en diversos escenarios como la tecnología de la reproducción asistida, la prolongación médica de la vida, el uso de órganos y tejidos humanos, los trasplantes, la creación de inteligencia artificial, la clonación, y la edición y la terapia génica mediante la técnica CRISPR. </p>
<p>Para ello, se puede comparar la narrativa de <em>Frankenstein</em> con noticias periodísticas o artículos científicos, y analizar cómo y dónde se produjeron los avances en una determinada investigación, qué impacto tuvieron en la salud humana, cómo fueron recibidos en su momento por la sociedad y si tuvieron consecuencias no deseadas. </p>
<h2>La investigación supervisada</h2>
<p>También se pueden identificar los aspectos del proceso de investigación que se ven insuficientemente protegidos en el experimento de Frankenstein y debatir hasta qué punto estos límites dependen del contexto y cómo han surgido históricamente. </p>
<p>Además, la novela permite pensar en los riesgos asociados con la investigación solitaria y sin supervisión, ya que Víctor Frankenstein no comparte sus preocupaciones con nadie, se aleja de su mentor al comenzar con los experimentos y permanece en soledad incluso cuando se desencadena la tragedia. </p>
<h2>Estereotipos</h2>
<p>Por último, puede ser interesante examinar los estereotipos del “científico loco” y de “la ciencia sin límites” que se comparten en múltiples referencias artísticas y literarias, y los diferentes matices que pueden encontrarse en estas representaciones. </p>
<p>En definitiva, <em>Frankenstein</em> es una buena herramienta para reflexionar sobre los riesgos que pueden tener algunas investigaciones sin caer en una lectura moralista del bien y el mal, sino fomentando una reflexión ética que tenga en cuenta su complejidad.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/170128/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>La revisión del mito de Prometeo que Mary Shelley popularizó hace 200 años sigue estando vigente y es muy útil para enseñar ciencias.Irene Cambra Badii, Profesora e Investigadora. Cátedra de Bioética, Universitat de Vic – Universitat Central de CatalunyaElena Guardiola Pereira, Investigadora asociada. Facultad de Medicina. Universitat de Vic-Universitat Central de Catalunya, Universitat de Vic – Universitat Central de CatalunyaJosep-Eladi Baños Díez, Rector de la Universitat de Vic - Universitat Central de Catalunya. Catedràtic en Farmacologia, Universitat de Vic – Universitat Central de CatalunyaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1116892019-02-19T22:18:15Z2019-02-19T22:18:15ZEl primer vampiro moderno tenía colmillos normales y murió de un disparo… hace justo 200 años<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/259537/original/file-20190218-56236-e9dc2b.png?ixlib=rb-1.1.0&rect=215%2C0%2C1468%2C1074&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">No, Dracula no es el padre de todos los vampiros. </span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Dracula.png">TRANSYLVANIA / Wikimedia Commons</a></span></figcaption></figure><p>Ahora que se cumplen 200 años de una de las obras germinales de la tradición vampírica, <em>El vampiro: el cuento</em>, de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/John_William_Polidori">John William Polidori</a>, podemos afirmar que <a href="https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5830818">el vampiro es un mito inmortal</a>, eterno, adaptable, proteico; un mito que sigue vivo, como corresponde a su esencia. La influencia que este ser ha ejercido se ha dejado notar no solo en <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Categor%C3%ADa:Novelas_de_vampiros">producciones literarias</a>, <a href="https://www.indiewire.com/2017/03/best-vampire-shows-buffy-dark-shadows-1201792032/">televisivas</a> y <a href="https://www.imdb.com/list/ls021766543/">cinematográficas</a>, sino también en <a href="https://www.youtube.com/watch?v=yTZDuPe6kFI">anuncios publicitarios</a>, <a href="https://www.pixfans.com/los-helados-de-la-generacion-de-los-80/">helados</a>, camisetas, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Vampiros_en_la_historieta">cómics</a>, <a href="https://www.imdb.com/list/ls076311989/">dibujos animados</a>, medicinas, útiles de cocina… </p>
<p>Tal vez su esencia demuestre que tanto su origen como su influencia es más humana de lo aparente e inicialmente concebido.</p>
<h2><em>El vampiro</em>: un mito que trasciende sus propios orígenes</h2>
<p>De manera genérica, es patente que los mitos superan sus propios orígenes. Durante el siglo XIX el vampiro se había convertido en un personaje más de la estética romántica. El médico del poeta Lord Byron, John William Polidori, publicó su relato <em>El vampiro</em> en 1819, inspirándose en su protector y reflejando las tensas relaciones entre ambos. </p>
<figure class="align-left zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/259539/original/file-20190218-56208-h3fb6m.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/259539/original/file-20190218-56208-h3fb6m.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/259539/original/file-20190218-56208-h3fb6m.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=953&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/259539/original/file-20190218-56208-h3fb6m.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=953&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/259539/original/file-20190218-56208-h3fb6m.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=953&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/259539/original/file-20190218-56208-h3fb6m.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=1197&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/259539/original/file-20190218-56208-h3fb6m.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=1197&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/259539/original/file-20190218-56208-h3fb6m.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=1197&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">Edición original de ‘El vampiro’, de 1819.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://es.m.wikipedia.org/wiki/Archivo:Houghton_EC8.P7598.819va_(A)_-_Vampyre,_1819.jpg">EC8.P7598.819va (A), Houghton Library, Harvard University / Wikimedia Commons</a></span>
</figcaption>
</figure>
<p>La obra traza el retrato de un vampiro aristócrata, frío, distinguido y canalla: Lord Ruthven, y constituyó un primer molde del moderno vampiro. Y el que el mito haya ido más allá de su creación lo demuestra el hecho de que de entre toda la cohorte de seres vampíricos, a saber, seres elusivos, aristócratas decrépitos, féminas asertivas, jóvenes inmersos en la cultural postmoderna… se ha perdido el verdadero origen en favor de la tradición más polisémica.</p>
<p>Dicha tradición se ha ido moldeando a lo largo de los siglos. Así, uno de los rasgos más característicos, los colmillos, no siempre han estado presentes, en contra de lo que todos podamos pensar. Los primeros vampiros literarios no poseían este elemento. La descripción que Polidori hace de Lord Ruthven no se refiere en ningún momento a sus dientes. Otra de las características propias de este vampiro es que muere de un disparo, con lo que este ser sí que se ve afectado por las armas de fuego.</p>
<h2>El origen de la leyenda</h2>
<p>En la prolífica producción surgida a la sombra del vampiro se refleja el conflicto de este ser, aunándose de manera indisoluble la tradición oral folclórica con la creación literaria. Desde entonces, existe una numerosa literatura vampírica, siendo <em>El vampiro</em> la obra en la que éste adquiere una prominencia literaria y que está comúnmente aceptada como la primera historia de su género (el mismo año de su edición fue traducida al alemán y al francés). </p>
<p>Debemos a John William Polidori el primer esbozo de lo que será la <a href="https://search.proquest.com/openview/d0c1c21cd68ba6a82bf9564ddc330858/1?pq-origsite=gscholar&cbl=18750&diss=y">imagen clásica del vampiro literario, aquella del aristócrata villano, enigmático y, sobre todo, perverso y fascinante para las mujeres</a>. Todo lo contrario de lo que era en realidad el “pequeño Doctor Polly–Dolly”, como malévolamente solía llamarlo Lord Byron, el auténtico inspirador de su Lord Ruthven. Este vampiro gozaba en su papel de parásito amoral, depredador y destructor moral de la sociedad en general y de la gente con la que entraba en contacto en particular.</p>
<p>Sobre lo que pudo suceder en <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Villa_Diodati">Villa Diodati</a> en el verano de 1816, una mansión situada en las proximidades de Ginebra curiosamente visitada antes por Milton, se ha hecho mucha literatura. Allí se reunieron <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Lord_Byron">Lord Byron</a>, el poeta que ya se veía rodeado de una estela de diabólico romanticismo, <a href="https://www.bl.uk/collection-items/the-diary-of-dr-john-william-polidori">el doctor John William Polidori</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Mary_Shelley">Mary Shelley</a>, su hermanastra <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Claire_Clairmont">Claire Clairmont</a> y <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Percy_Bysshe_Shelley">Percy Bysshe Shelley</a>. Se han realizado algunas películas acerca de este grupo de personas y la supuesta naturaleza escandalosa de los sucesos de Villa Diodati tan dispares como <a href="https://www.imdb.com/title/tt0091142/?ref_=nv_sr_3"><em>Gothic</em></a> (1986), de Ken Russell, <a href="https://www.imdb.com/title/tt0093840/?ref_=nv_sr_2"><em>Remando al viento</em></a> (1988), de Gonzalo Suárez, con Hugh Grant en el papel de Lord Byron y Liz Hurley en el de Claire, y <a href="https://www.imdb.com/title/tt0095280/?ref_=nv_sr_1"><em>Haunted Summer</em></a> (1988), de Ivan Passer.</p>
<figure>
<iframe width="440" height="260" src="https://www.youtube.com/embed/92U3orszabY?wmode=transparent&start=0" frameborder="0" allowfullscreen=""></iframe>
<figcaption><span class="caption">Tráiler de <em>Remando al viento</em>, de Gonzalo Suárez.</span></figcaption>
</figure>
<p>Debido a la humedad y a la incesante lluvia se vieron obligados a permanecer durante días en la casa. En sus reuniones tocaban todos los temas, especialmente los literarios. Disponían de varios libros sobre fantasmas, entre ellos el mítico <em>Phantasmagoriana, ou Recueil d’Histoires d’Apparitions, de Spectres, Revenants, Fantômes, etc</em> –una antología alemana de cuentos de terror publicada por Jean–Baptiste–Benoît Eyriès en 1812–, por lo que terminaron desafiándose a escribir un relato de esta clase en el menor tiempo posible. </p>
<p>Todos aceptaron el reto. Sin embargo, nada más que dos de ellos cumplieron su palabra: <a href="https://theconversation.com/frankenstein-cumple-200-anos-convertido-en-mito-global-104907">Mary Shelley, al crear la novela <em>Frankenstein</em></a>, y Polidori con <em>El vampiro</em>.</p>
<p>Esta última apareció publicada en abril de 1819 en <em>The New Monthly Magazine</em>, cuando su autor lo había olvidado por completo, al considerarla menor. Al principio se creyó que lo había escrito el mismo Lord Byron, dado que los editores utilizaron un recurso publicitario que así invitaba a suponerlo, aunque en los ejemplares no se hubiera incluido el nombre del autor.</p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/259588/original/file-20190218-56220-12sffea.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/259588/original/file-20190218-56220-12sffea.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/259588/original/file-20190218-56220-12sffea.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=263&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/259588/original/file-20190218-56220-12sffea.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=263&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/259588/original/file-20190218-56220-12sffea.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=263&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/259588/original/file-20190218-56220-12sffea.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=331&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/259588/original/file-20190218-56220-12sffea.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=331&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/259588/original/file-20190218-56220-12sffea.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=331&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">Primeras líneas de <em>El vampiro</em>, publicado por The New Monthly Magazine (Nº 63, Vol 11. 1 de abril de 1819) cuya autoría fue atribuida a Lord Byron.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://ia800407.us.archive.org/33/items/NewMonthlyMagazine1819A/New_Monthly_Magazine.pdf">Archive.org</a></span>
</figcaption>
</figure>
<p><em>El vampiro</em> es considerado por muchos el primer relato de este género, porque ofrece todas las características básicas del monstruo: la inmortalidad, el dominio en su provecho de las debilidades humanas hasta conducirlas a la autodestrucción, un desprecio absoluto por todo lo humano, la fascinación diabólica sobre las mujeres y los hombres, que utiliza como elemento de conquista, supervivencia y destrucción. </p>
<p>Otra de las novedades del relato hemos de verla en que el mal no es castigado, ya que, como sucede con el Diablo, con quien se le relaciona de manera automática, siempre escapa nada más causar las tragedias irreparables al destruir a las criaturas con una crueldad propia de los avernos. </p>
<p>Pero existe una peculiaridad de este vampiro que no pareció calar en sus representaciones posteriores, y no es otra que el hecho de que todo aquel que se veía favorecido por el diabólico ser acababa destruido en uno u otro sentido; o lo que es lo mismo, todo lo que tocaba era corrompido. Así, este vampiro goza destruyendo, corrompiendo, frente a vampiros como Drácula, que gozan con la ingesta de sangre.</p>
<figure>
<iframe width="440" height="260" src="https://www.youtube.com/embed/7i4Ade2NunY?wmode=transparent&start=0" frameborder="0" allowfullscreen=""></iframe>
<figcaption><span class="caption">Tráiler de <em>Drácula, de Bran Stoker</em>, de Francis Ford Coppola.</span></figcaption>
</figure>
<h2>La proyección</h2>
<p>La figura del no muerto, del <em>un-dead</em> como lo calificaría Bram Stoker en su magistral producción en los estertores del siglo decimonónico, es esencial para entender la transgresión que supone el ser <em>polidoriano</em> (permítasenos el término), atentando y desafiando a la Naturaleza y al Creador, siendo eterno, succionando el bíblico fluido vital, y postulándose como Dios en cuanto alberga la capacidad de crear vida.</p>
<p><em>El vampiro</em> supone la piedra sobre la que se edificaría la tradición literaria posterior, que a su vez consiguió devenir en la actual. Lord Ruthven será el primer referente para las consiguientes obras paradigmáticas, presentando un ser multiforme con una increíble capacidad de adaptación, prueba inequívoca de su inmortalidad.</p>
<p>Pero no olvidemos que el vampiro hunde sus orígenes en el <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Inconsciente_colectivo">inconsciente colectivo jungiano</a>; en ese sentido representa los deseos, sueños y quimeras humanos de trascender esta vida. Pero esas esperanzas se convertirán en su pesadilla más horrenda, una pesadilla que no se ha separado del ser humano, dado que habita el reino de las sombras, de la oscuridad, de la noche.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/111689/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Francisco Javier Sánchez-Verdejo Pérez no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Ni colmillos, ni estacas en el corazón. El vampiro creado por John William Polidori, inspirándose en la personalidad de su colega Lord Byron, era mucho más humano que la leyenda posterior.Francisco Javier Sánchez-Verdejo Pérez, Profesor Ayudante Doctor Departamento de Lenguas Extranjeras, UNED - Universidad Nacional de Educación a DistanciaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1063112018-12-26T00:11:13Z2018-12-26T00:11:13ZFrankenstein: los experimentos reales que inspiraron la ciencia ficción<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/243772/original/file-20181104-83629-1n4wfb3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=35%2C0%2C2959%2C2151&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Los experimentos de Giovanni Aldini con cadáveres. </span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://wellcomecollection.org/works/ev95hgj9?query=L0023895&page=1">Wellcome Collection</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/">CC BY-SA</a></span></figcaption></figure><p>El 17 de enero de 1803, un joven llamado George Forster fue <a href="https://www.exclassics.com/newgate/ng464.htm">condenado a la horca por asesinato</a> en la prisión de Newgate en Londres. Después de la ejecución, como sucedía a menudo, su cuerpo fue llevado ceremoniosamente por toda la ciudad hasta el Royal College of Surgeons (Real Colegio de Cirujanos), donde se iba a diseccionar públicamente. Sin embargo, lo que realmente sucedió fue bastante más impactante que una simple disección. Forster iba a ser electrizado.</p>
<p>Los experimentos fueron llevados a cabo por el filósofo italiano Giovanni Aldini, sobrino de Luigi Galvani, quien descubrió la “<a href="http://www.cecs.cl/educacion/index.php?section=fisica&classe=28&id=50">electricidad animal</a>” en 1780, y dio nombre a la teoría del galvanismo. Con Forster tendido en una mesa frente a ellos, Aldini y sus ayudantes comenzaron a experimentar. El periódico <em>The Times</em> lo contó así:</p>
<blockquote>
<p>Primero aplicaron el procedimiento en la cara: la mandíbula del criminal fallecido comenzó a temblar, los músculos del rostro se retorcieron terriblemente y se abrió un ojo. Posteriormente, la mano derecha se levantó y se apretó, y las piernas y los muslos se pusieron en movimiento.</p>
</blockquote>
<p>Algunos testigos creyeron que “el miserable estaba a punto de ser devuelto a la vida”.</p>
<p>Para cuando Aldini experimentó con Forster, la idea de que existía una relación particularmente íntima entre la electricidad y los procesos vitales tenía al menos un siglo de antigüedad. Isaac Newton <a href="http://www.newtonproject.ox.ac.uk/view/texts/normalized/NATP00051">especuló sobre esto</a> a principios del siglo XVIII. En 1730, el tintorero y astrónomo inglés Stephen Gray demostró el principio de la conductividad eléctrica. Gray dejó a un <a href="https://books.google.co.uk/books?id=geTQAQAAQBAJ&lpg=PA168&ots=pDcPRGSXpj&dq=stephen%20gray%20suspended%20orphans&pg=PA168#v=onepage&q&f=false">niño huérfano colgando de unos cordones de seda</a> y colocó un tubo cargado positivamente cerca de sus pies, creando una carga negativa en ellos. Debido a su aislamiento eléctrico, esto a su vez creó una carga positiva en las otras extremidades del niño, haciendo que un plato de hoja de oro que habían dejado a mano fuera atraído hacia sus dedos.</p>
<p>En Francia, en 1746, Jean Antoine Nollet entretuvo a la corte en Versalles haciendo que una compañía de 180 miembros de la guardia real saltara simultáneamente cuando la carga de <a href="https://www.sciencehistory.org/distillations/magazine/leyden-jar-battery">una botella de Leyden</a> (un dispositivo de almacenamiento eléctrico) atravesó sus cuerpos.</p>
<p>Aldini llevó a cabo sus experimentos en Forster para defender las teorías de su tío <a href="https://www.academia.edu/10267364/Luigi_Galvani_and_the_Debate_on_Animal_Electricity">contra los ataques de oponentes</a> como <a href="http://museovirtual.csic.es/salas/magnetismo/biografias/volta.htm">Alessandro Volta</a>. Aunque Volta afirmaba que la electricidad “animal” era producida por el contacto de los metales en lugar de ser una propiedad del tejido vivo, otros filósofos naturales habían recibido las ideas de Galvani con entusiasmo. Alexander von Humboldt <a href="https://books.google.co.uk/books?id=XTk2_iYk_HEC&lpg=PA12&ots=7kozvFjCEX&dq=humboldt%20animal%20tissues&pg=PA11#v=onepage&q&f=false">experimentó con baterías</a> hechas completamente de tejido animal. Johannes Ritter incluso realizó experimentos eléctricos <a href="https://www.jstage.jst.go.jp/article/revpolarography/54/2/54_2_99/_pdf">en sí mismo</a> para explorar cómo la electricidad tenía efecto en las sensaciones.</p>
<figure class="align-left zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/242243/original/file-20181025-71023-1jhvznv.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/242243/original/file-20181025-71023-1jhvznv.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/242243/original/file-20181025-71023-1jhvznv.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=753&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/242243/original/file-20181025-71023-1jhvznv.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=753&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/242243/original/file-20181025-71023-1jhvznv.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=753&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/242243/original/file-20181025-71023-1jhvznv.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=947&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/242243/original/file-20181025-71023-1jhvznv.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=947&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/242243/original/file-20181025-71023-1jhvznv.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=947&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">El actor Boris Karloff como el monstruo de Frankenstein, 1935.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://en.wikipedia.org/wiki/File:Frankenstein%27s_monster_(Boris_Karloff).jpg">Wikimedia</a></span>
</figcaption>
</figure>
<p>La idea de que la electricidad estuviese realmente relacionada con la vida y que pudiese usarse para traer de vuelta a los muertos era ciertamente familiar en los círculos en los que se movía la joven Mary Wollstonecraft Shelley, la autora de <em>Frankenstein</em>. El poeta inglés, y amigo de la familia, Samuel Taylor Coleridge estaba fascinado por las conexiones entre la electricidad y la vida. Escribiéndole a su amigo, el químico Humphry Davy, después de escuchar que estaba dando conferencias en la Royal Institution de Londres, <a href="http://inamidst.com/coleridge/letters/letter397">le contó cómo</a> sus “músculos motrices hormigueaban y se contraían con la noticia, como si los hubieras puesto al descubierto y estuvieras impregnando de zinc las fibras mas burlonas”.</p>
<p>El mismo Percy Bysshe Shelley, que se convertiría en el marido de Wollstonecraft en 1816, fue otro <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC1279684/">entusiasta de la experimentación galvánica</a>.</p>
<h2>Conocimiento vital</h2>
<p>Los experimentos de Aldini con los muertos generaron una considerable atención. Algunos comentaristas se burlaron de la idea de que la electricidad pudiese devolver la vida, y declararon que Aldini podría “<a href="http://rsnr.royalsocietypublishing.org/content/roynotesrec/63/3/263.full.pdf">hacer que los muertos cortaran alcaparras</a>”. Otros se tomaron el tema muy en serio. El profesor Charles Wilkinson, quien asistió a Aldini en sus experimentos, <a href="https://books.google.co.uk/books?id=IpM5AAAAcAAJ&dq=%E2%80%9Can%20energising%20principle%2C%20which%20forms%20the%20line%20of%20distinction%20between%20matter%20and%20spirit%2C%20constituting%20in%20the%20great%20chain%20of%20the%20creation%2C%20the%20intervening%20link%20between%20corporeal%20substance%20and%20the%20essence%20of%20vitality.%E2%80%9D&pg=PA298#v=onepage&q&f=false">argumentó que</a> el galvanismo era “un principio estimulante, que forma la línea distintiva entre materia y espíritu, constituyendo, en la gran cadena de la creación, el vínculo intermedio entre la sustancia corporal y la esencia de la vitalidad”.</p>
<p>En 1814, el cirujano inglés John Abernethy hizo la misma demanda en la <a href="https://books.google.co.uk/books?id=d3lJAAAAYAAJ&printsec=frontcover&dq=john+abernethy&hl=en&sa=X&ved=0ahUKEwjV99TW0KHeAhUCU1AKHRbkAbw4ChDoAQguMAE#v=onepage&q=john%20abernethy&f=false">conferencia anual de Hunterian</a> en el Royal College of Surgeons. Su charla provocó un <a href="https://books.google.co.uk/books?id=9xYFAAAAMAAJ&printsec=frontcover&dq=william+lawrence+abernethy&hl=en&sa=X&ved=0ahUKEwiMh7Oe0aHeAhUFJVAKHbRICXAQ6AEIWzAJ#v=onepage&q=william%20lawrence%20abernethy&f=false">violento debate</a> con su compañero cirujano William Lawrence. Abernethy afirmó que la electricidad era (o era como) la fuerza vital, mientras que Lawrence negaba que hubiera necesidad de invocar una fuerza vital para explicar los procesos de la vida. Tanto Mary como Percy Shelley conocían este debate: Lawrence era su médico.</p>
<p>Cuando <em>Frankenstein</em> se publicó en 1818, sus lectores ya estaban familiarizados con la idea de que la vida pudiese crearse o restaurarse con electricidad. Apenas unos meses después de la aparición del libro, el químico escocés Andrew Ure llevó a cabo sus propios experimentos eléctricos en el cuerpo de Matthew Clydesdale, que había sido ejecutado por asesinato. <a href="http://scienceonstreets.phys.strath.ac.uk/new/Galvanisation.html">Cuando el hombre fue electrizado</a>, Ure escribió: “todos los músculos de su rostro proyectaron simultáneamente una terrorífica mueca; la rabia, el horror, la desesperación, la angustia y las sonrisas más espantosas se unieron en una horrible expresión en el rostro del asesino”.</p>
<p>Ure informó que los experimentos fueron tan horripilantes que “varios de los espectadores se vieron obligados a abandonar el apartamento y un caballero se desmayó”. Es tentador especular sobre cuánto tuvo Ure en mente la reciente novela de Mary Shelley mientras realizaba sus experimentos. Su propio relato de ellos fue escrito con intención de resaltar los elementos más escabrosos.</p>
<p><em>Frankenstein</em> puede parecer una fantasía para la mirada moderna, pero para su autora y lectores originales no tenía nada de fantástico. Así como todo el mundo sabe hoy en día qué es la inteligencia artificial (IA), los lectores de Shelley conocían las posibilidades de la vida eléctrica. Y así como la inteligencia artificial invoca una serie de respuestas y debates ahora, también lo hizo entonces la perspectiva de la vida eléctrica, y la novela de Shelley.</p>
<p>La ciencia que hay detrás de <em>Frankenstein</em> nos recuerda que las discusiones actuales tienen una larga historia, y que los términos de nuestros debates ahora están en muchos sentidos determinados por ella. Fue durante el siglo XIX cuando la gente comenzó a pensar en el futuro como un lugar diferente, hecho de ciencia y tecnología. Novelas como esta, en las que los autores construyeron su futuro a partir de los ingredientes de su presente, fueron un elemento importante en esa nueva forma de pensar sobre el mañana.</p>
<p>Pensar en la ciencia que hizo que <em>Frankenstein</em> pareciera tan real en 1818 podría ayudarnos a considerar más detenidamente las maneras en que pensamos ahora sobre las posibilidades y los peligros de nuestros futuros presentes.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/106311/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Iwan Morus recibe financiación de AHRC como parte del proyecto Unsettling Scientific Stories.</span></em></p>‘Frankenstein’ puede parecer una fantasía hoy en día, pero para su autora y sus lectores originales no había nada fantástico en su argumento.Iwan Morus, Professor of History, Aberystwyth UniversityLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1049072018-10-29T23:41:45Z2018-10-29T23:41:45ZFrankenstein cumple 200 años convertido en mito global<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/242576/original/file-20181027-7053-kpgf9.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=20%2C13%2C2189%2C1668&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Boris Karloff, mítico intérprete del monstruo de Frankenstein, en el rodaje de 'La novia de Frankenstein'.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Karloff-whale-mescall-bride_opt2.jpg">Universal Studios</a></span></figcaption></figure><p><a href="https://canal.uned.es/video/5b46313cb1111f782b8b4567">Cuando se cumplen 200 años de la publicación de la primera edición de <em>Frankenstein</em></a>, la obra maestra de Mary W. Shelley, puede decirse que el mito creado por la escritora británica está más vivo que nunca. <a href="https://www.efe.com/efe/espana/politica/mendez-de-vigo-alerta-un-gobierno-frankenstein-sin-presupuestos/10002-3630983">Ningún ámbito de la realidad sociopolítica</a>, ideológica, cultural, científica, etc., que nos rodea se escapa a las referencias de la criatura monstruosa y, al mismo tiempo, humana, demasiado humana, generada en el “taller de inmunda creación” de Víctor Frankenstein. </p>
<h2>El mito ha superado a la obra</h2>
<p>Los mitos tienen el poder y la capacidad de ir más allá de las obras o las leyendas que los crean o contribuyen a su expansión. En este sentido, el relato de la criatura de Frankenstein, el gran mito moderno por excelencia, ha sepultado a la artífice que le insufló vida literaria, a la obra en la que se cuenta su triste historia, y hasta al propio personaje de Víctor Frankenstein, de cuyo nombre se apropia. Precisamente, una de las características más significativas de la trama de la novela de Mary Shelley es que la criatura nunca recibe un nombre por parte de su creador. </p>
<p>Este es un indicio fundamental de la tragedia del monstruoso ser, sin madre y abandonado por su padre, circunstancias vinculadas a la situación emocional en la que se hallaba Mary en el momento de escribir la obra. En aquel tiempo, la futura autora se encontraba exiliada del afecto familiar y unida al egocéntrico Percy Shelley, desentendido del cuidado de los hijos de la pareja. En última instancia, en la joven Mary se refleja el conflicto de la mujer escritora de su tiempo, aunándose de manera indisoluble la creación biológica con la literaria.</p>
<p>Obsesionada por ser fiel a la herencia intelectual de sus famosos progenitores, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Mary_Wollstonecraft">Mary Wollstonecraft</a> y <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/William_Godwin">William Godwin</a>, Mary Shelley, que contaba con 18 años cuando comienza a escribir la novela (de lo que ella misma se maravilla en el prefacio a la edición posterior de 1831), da pie a la creación de un mito único en la historia. En su gestación no interviene ningún elemento divino (como en la mayoría de los mitos de la Antigüedad), con raíces en los ritos comunales o folclóricos (como, por ejemplo, las leyendas de vampiros), ni tampoco femenino. Es producto de la creación artificial y científica del “estudiante de artes impías” frente a la primera y perturbadora visión de la criatura monstruosa a la que acaba de dar vida en su laboratorio. Así definió la propia Mary al personaje que luego sería Víctor Frankenstein al narrar la ensoñación que daría origen a la escritura de su obra inmortal.</p>
<p>Por supuesto, Mary Shelley, como no podría ser de otra forma, no crea su historia de la nada: en la escritura de <em>Frankenstein</em> se entremezclan, directa o indirectamente, otros ingredientes mitológicos de variadas procedencias. </p>
<p>Así encontramos el de la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Tule_(mitolog%C3%ADa)">Última Thule</a>, el legendario paraíso en el Polo Norte que busca Walton, el narrador de la novela, otro transgresor del orden natural al igual que Víctor Frankenstein. También el relato de <a href="http://cadenaser.com/programa/2017/05/10/ser_historia/1494417587_446176.html">Fausto</a>, cultivado por Marlowe y Goethe, tan ansioso de alcanzar la sabiduría como para establecer un pacto con el diablo. O<a href="https://sobreleyendas.com/2008/02/05/el-golem/"> el del Golem</a>, el hombre artificial invocado por rabinos judíos mediante arcanas fórmulas cabalísticas. Asimismo, se percibe la historia de Satán, <a href="https://www.revistadelibros.com/articulos/el-paraiso-perdido-de-john-milton">que Mary leyó en <em>El paraíso perdido</em> de John Milton</a> (1667), poema épico esencial para entender el entramado ideológico de <em>Frankenstein</em>, encabezado por una cita de dicha obra y en cuyo devenir proliferan huellas de ella. Y, en última instancia, encontramos <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Narciso_(mitolog%C3%ADa)">ecos de Narciso</a>, pues el monstruo de Frankenstein constituye una suerte de horripilante anti-Narciso, cuya espantosa visión produce terror en sí misma y en quien lo contempla.</p>
<figure class="align-center ">
<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/242678/original/file-20181029-76384-9tiqd3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/242678/original/file-20181029-76384-9tiqd3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=342&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/242678/original/file-20181029-76384-9tiqd3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=342&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/242678/original/file-20181029-76384-9tiqd3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=342&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/242678/original/file-20181029-76384-9tiqd3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=430&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/242678/original/file-20181029-76384-9tiqd3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=430&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/242678/original/file-20181029-76384-9tiqd3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=430&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
<figcaption>
<span class="caption"><em>Eco y Narciso</em>, de John William Waterhouse.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:John_William_Waterhouse_-_Echo_and_Narcissus_-_Google_Art_Project.jpg">Wikimedia Commons</a></span>
</figcaption>
</figure>
<h2>El moderno Prometeo</h2>
<p>Finalmente, y este es el aspecto más importante para entender el trasfondo mitológico de la obra, con frecuencia se olvida que su título se presenta incompleto en la mayoría de ediciones, pues el original es <em>Frankenstein o el moderno Prometeo</em>, refiriéndose al titán filantrópico que robó el fuego del rayo de Zeus para dárselo a los hombres. <a href="https://redhistoria.com/mito-de-prometeo/">Prometeo fue castigado cruelmente por su afrenta</a>, condenado a ver devoradas sus entrañas por un buitre durante el día en el paisaje helado del Caúcaso, regenerándose por la noche en un ciclo de despiadado sufrimiento. Este personaje fue representado en las variantes clásicas de <em>Prometheus pyrphoros</em> (“portador del fuego”) de Hesiodo y Esquilo, y de <em>Prometheus plasticator</em> (“el que moldea o insufla vida”) de Ovidio. </p>
<figure class="align-right ">
<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/242601/original/file-20181028-7071-1974a1p.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/242601/original/file-20181028-7071-1974a1p.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=749&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/242601/original/file-20181028-7071-1974a1p.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=749&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/242601/original/file-20181028-7071-1974a1p.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=749&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/242601/original/file-20181028-7071-1974a1p.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=942&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/242601/original/file-20181028-7071-1974a1p.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=942&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/242601/original/file-20181028-7071-1974a1p.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=942&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
<figcaption>
<span class="caption">El mito de Prometeo, pintado por José de Ribera.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://es.m.wikipedia.org/wiki/Archivo:Prometeo_(Jos%C3%A9_de_Ribera).jpg">Wikimedia Commons</a></span>
</figcaption>
</figure>
<p>Prometeo se convierte en emblema revolucionario en el periodo romántico, aunando esa doble vertiente de transgresor de los dictatoriales designios divinos, por una parte, y de creador e inspirador de lo humano, por la otra. </p>
<p>La vertiente revolucionaria se percibe, por ejemplo, en el poema <em>Prometheus</em>, de lord Byron (1816; el año en que comenzó la composición de <em>Frankenstein</em>), y en la irrepresentable tragedia <em>Prometeo desencadenado</em> del propio Percy Shelley (1820). </p>
<p>La figura prometeica es esencial para entender la transgresión de Víctor Frankenstein, que atenta contra la Naturaleza, entendida como principio femenino, para crear su monstruoso hombre artificial, irónicamente destinado a convertirse en el fundador de una raza de seres superiores.</p>
<p><em>Frankenstein</em> supone el punto de partida de una mirada moderna acerca de la monstruosidad, alejada de los presupuestos de carácter eminentemente religioso de tiempos anteriores. La lectura que se llevó a cabo de la edición de 1831 de la obra constituye el comienzo de numerosas recreaciones del mito en la época victoriana, sobre todo desde una perspectiva gótica. </p>
<p>Sin <em>Frankenstein</em> no habrían existido obras como <em>Grandes esperanzas</em> de Dickens (1861), <em>Dr. Jekyll y Mr. Hyde</em> de Stevenson (1886), <em>El retrato de Dorian Gray</em> de Oscar Wilde (1890-91), <em>La isla del Dr. Moreau</em> de H. G. Wells, <em>Drácula</em> de Bram Stoker (1897), <em>El corazón de las tinieblas</em> de Joseph Conrad (1902), y tantas otras. Serían todas ellas paradigmas de la consolidación de la proyección mítica que, en palabras de Mary Shelley, legaría al mundo su “espantosa progenie”, siempre proteica y multiforme. </p>
<p>En lo que respecta a la monstruosidad y sus consecuencias, <em>Frankenstein</em> sería ya de manera inevitable un referente obligado firmemente anclado en el inconsciente colectivo, ese lugar donde habitan los sueños y anhelos de lo humano. Y también sus pesadillas y ansiedades más profundas.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/104907/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Antonio Ballesteros González no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Hace 200 años, Mary Shelley escribió la historia de un creador y su terrorífica obra: ‘Frankenstein’. Hoy en día el relato del moderno Prometeo se ha convertido en un mito universal.Antonio Ballesteros González, Catedrático de Filología Inglesa, UNED - Universidad Nacional de Educación a DistanciaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.