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21-M: Por qué no debería darnos pereza leer poesía (pero nos da)

¿A cuántas personas conoce que leen poesía regularmente? Fuera de círculos literarios o académicos, cuando la palabra poesía aparece en una conversación no suele contar con muchos adeptos. Si alguien comenta que le gusta, inmediatamente se le mira como a un ser extraño. Una sensación corroborada por los datos: un 1,1% de los libros editados en España en 2016 (927 para ser exactos) fueron de poesía, categoría que ni siquiera existe por sí sola sino unida a la del teatro. Por otro lado, si analizamos la presencia de la poesía en revistas o programas culturales en televisión, comprobaremos que es francamente escasa.

Cómo se enseña poesía

¿Por qué esta poca presencia de la poesía en nuestro día a día? ¿Por qué este rechazo? En el ámbito universitario, por ejemplo, cuando preguntamos a los estudiantes su actitud hacia la poesía, la respuesta más habitual es que es difícil y no se entiende. Y, cuando se indaga sobre el motivo, el origen de esa sensación parece venir del aburrimiento que les provocaron las lecturas propuestas en la educación secundaria.

A pesar de que en esta etapa educativa los profesores tienen libertad para proponer y orientar literariamente al estudiante, los textos elegidos suelen ser muy canónicos: grandes figuras del pasado, métricas complejas, figuras retóricas. Y, si preguntamos a este colectivo, comprobaremos que los miedos y los prejuicios están muchas veces ya ahí, en los eslabones que deberían entusiasmar a las nuevas generaciones.

El arte de componer

Pero ¿a qué nos referimos cuando hablamos de “poesía”? El término viene del griego poiein (crear) y forma parte del título del texto fundacional de los estudios literarios: la Poética de Aristóteles, considerada el «arte de componer o escribir». No guarda una relación directa con lo que hoy entendemos por poesía, término que corresponde a lo que entonces era la lírica, una composición cantada, acompañada de una lira, que servía para expresar sentimientos y pasiones. Curiosamente, la lírica no estaba incluida en las formas que Aristóteles establece.

Tendrían que transcurrir muchos años para conseguir que el género lírico entrara dentro de los grandes grupos establecidos. Charles Batteux lo definió desde el punto de vista temático y del propósito del emisor: mientras la épica y el drama imitaban las acciones y costumbres, la lírica cantaba las emociones y pensamientos. A partir de este momento, la teoría literaria hablará ya de tres géneros literarios.

El romanticismo, siguiendo la interpretación de Friedrich Schlegel, considerará la lírica como subjetiva, el drama como objetivo y la épica (o narrativa) como una mezcla de los dos.

Poesía sin verso, versos sin poesía

La tradición lírica ha desplegado esta forma a través del «verso», la mínima unidad de un poema, que en el mundo grecolatino venía condicionado por el ritmo, la medida y la cadencia. Esta forma de expresarse y la métrica han pasado a ser elementos indisociables de la poesía.

Pero las cosas no son nunca tan simples. No toda la poesía es lírica, ya que no faltan ejemplos de verso no lírico (épico, narrativo, dramático o expositivo), ni toda la poesía es en verso, como la prosa lírica. Sin embargo, esta tradición es la que predomina en la educación y estas características son las que el ciudadano corriente recuerda: la poesía habla de cosas demasiado subjetivas y el lenguaje con el que se expresa es difícil.

El género ideal para el siglo XXI

Lamentablemente son pocos los que conocen la poesía más de vanguardia o la poesía actual. A diferencia del arte contemporáneo, del que nadie medianamente culto se atreve a decir que «no lo entiende», parece que la poesía cubista, futurista, dadaísta, etc. sea excesivamente complicada, justamente por ir a la contra del canon más tradicional, también considerado difícil.

Este bucle demuestra que en realidad hay un gran desconocimiento sobre la poesía actual o hasta incluso la del siglo XX. Y el remedio a estos prejuicios está en hacerla más visible. Porque la poesía es mucho más de lo que el ciudadano conoce y porque puede ser un género ideal para el convulso siglo XXI.

La poesía como introspección

La poesía es un género que puede despertar emociones y puede promover la reflexión sobre la persona en relación con el mundo. Los temas, como en la novela, el teatro o el ensayo, son infinitos. Pero el pretexto será tanto más interesante cuanto más cercano sea al lector. Esto no quiere decir que hable de sus preocupaciones de cada día, sino que responde a las grandes preguntas que cualquier ser humano se formula.

Cuando alguien descubre que aquel pequeño conjunto de palabras le ayuda a vivir más plenamente, releerá el poema mil veces. De alguna manera aquellos versos son una forma de meditación porque el goce no se produce por el conocimiento de una historia externa (como habitualmente sucede con la novela) sino por un ahondamiento en uno mismo.

La poesía como enigma a resolver

Otro elemento que contribuye a este proceso interior es la brevedad: cuantas menos palabras contenga, más importante es el espacio blanco en que se mueven. Ese aislamiento convierte aquellos versos en una pequeña pieza artística en la que el lector tiene que jugar su papel: el desciframiento personal del mensaje. Ello requiere concentración mental y creatividad. Y no todas las personas están dispuestas a trabajar para conseguir este goce.

La poesía es sobretodo un acto íntimo en el que se nos plantean interrogantes que nos hacen pensar. Como dijo Joan Brossa en el poema titulado «Preludio», el lector es un intérprete:

Estos versos, como

una partitura, no son más

que un conjunto de signos para

descifrar. El lector del poema

es un ejecutante.

Porque la poesía es también música. Y hoy en día los poetas nos llegan a través de recitales a los cuales asisten muchos jóvenes o musicalizaciones. Solo con la palabra o acompañados de música de cualquier estilo, facilitan la comprensión y la adhesión a las metáforas y su relación con el mundo que nos rodea. Ello nos demuestra que la poesía sigue viva y los creadores siguen ejerciendo su función: decir cosas sobre la vida y el mundo para emocionar y hacer pensar.

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