Leer obras literarias, especialmente si es con la guía de un crítico o un experto, ayuda a expandir la mente, reflexionar y desmenuzar los mensajes, separando “las voces de los ecos”.
A medida que la pandemia ha ido creciendo, lo ha hecho también un vocabulario técnico poco accesible para la mayoría de los ciudadanos de a pie. Sin embargo, varias herramientas de libre acceso están disponibles para que podamos entender la terminología más complicada sobre el virus y sus consecuencias.
Dickens se preocupó por la seguridad de sus hijos cuando la difteria estalló en Francia. En una carta recién descubierta escribió acerca de cómo la verdad era difícil de encontrar.
Doctora en matemáticas por la Universidad de Harvard, esta prestigiosa analista ha hecho de los datos y los algoritmos un arma de activismo social. Es una voz autorizada para cuestionar el constante uso de de modelos matemáticos para analizar el momento presente.
Los medios de desinformación son aquellas webs que se disfrazan de medios serios para difundir contenidos falsos. El gobierno acaba de poner en marcha un mecanismo contra la desinformación aprobado por el Consejo de Seguridad Nacional. Pero, ¿cómo distinguirlos de un medio serio? Conozca algunas características que los ponen en evidencia de manera muy clara.
Las redes sociales han propagado bulos sobre el Covid-19. Ser conscientes de las vulnerabilidades de nuestro pensamiento fomenta el escepticismo y nos protege de posibles engaños y manipulaciones.
Lo que publican cambia con el tiempo, según la coyuntura, arman nueva propaganda; amplifican mensajes creados por otros, y su material y método varia según la red.
Como servicio al público, capaz de contribuir a la formación de audiencias críticas y bien informadas, el periodismo puede jugar un papel fundamental en el diálogo entre ciencia, política y sociedad para contrarrestar los efectos nocivos de la desinformación, las teorías de conspiración y los movimientos anticiencia y antivacunas.
El auge de aplicaciones como Twitter, Facebook o Instagram ha dado origen a una nueva era en la difusión de información sanitaria. Los datos que publican son muy útiles para la investigación médica.
Los adultos de más de 50 años son responsables en un 80 % de la difusión de noticias falsas en Twitter y los mayores de 65 las ven en Facebook siete veces más que los usuarios de menos edad.
Parece que a mayor edad, más vulnerable se es a esta forma de engaño.
Las redes sociales fomentan una relatividad absoluta en la que la verdad puede ser personalizada a gusto de cada usuario. Contra esta interpretación excesivamente subjetiva de la verdad clamaba Umberto Eco en sus últimos escritos.
Inés Alegre, IESE Business School (Universidad de Navarra) and Josep Valor, IESE Business School (Universidad de Navarra)
El menor dogmatismo y la mayor capacidad de cuestionar las creencias de uno mismo, más acentuados en los liberales que en los conservadores, tiene una traducción directa en la capacidad de discernir noticias falsas de las verdaderas.
Organizaciones internacionales detectaron a mediados de junio más de 6 000 noticias falsas desde el inicio de la pandemia. En España, los bulos pasaron de un 32,5 % un mes antes de la crisis a un 67,5 % un mes después. Muy pocos autores han sido identificados.
Mientras centenares de científicos en todo el mundo se afanan por encontrar vacunas para la COVID-19, los movimientos antivacunas pueden poner en peligro su credibilidad.
Profesor e investigador en el Máster de Comunicación y Educación en la Red y el Máster de Periodismo Transmedia, UNED - Universidad Nacional de Educación a Distancia