Mientras el mundo rural pierde población, el urbano se congestiona cada vez más. La única solución es implantar medidas que estabilicen las salidas del campo y atraigan urbanitas a los pueblos.
En los terrenos gestionados por comunidades se llevan a cabo actividades con componentes económicos, sociales y ambientales, como el cultivo ecológico de setas y la producción de carne de razas autóctonas.
Las explotaciones de mayor tamaño tienen una producción más homogénea y continua a precios más competitivos. Para que las pequeñas puedan sobrevivir y competir, es preciso que la sociedad valore y demande sus productos.
La propiedad y el control local de los proyectos puede facilitar su aceptación y maximizar los beneficios locales, generando riqueza en entornos tradicionalmente empobrecidos.
Incrementar la movilidad rural con sistemas de transporte flexibles podría ayudar a compensar la retirada de dotaciones e infraestructuras de los pueblos, pero su despliegue es todavía muy limitado.
La España olvidada es ejemplo de resiliencia, resistencia, alternativa y transformación. Trabajemos juntos y juntas cara a la reconstrucción: solo así progresaremos sin dejar a nadie atrás.
La masificación de las ciudades es la consecuencia de la despoblación del campo. Pero existen problemas a ambos lados: tanto el mundo urbano como el rural deben adaptarse a los cambios.
Las nuevas tecnologías pueden generar perdedores. En el mundo rural, debe garantizarse que sean inclusivas, dotando a sus habitantes de competencias digitales y evitando la marginación.
Muchos pueblos de menos de 2.000 habitantes carecen de sistemas de depuración y, por tanto, incumplen la normativa sobre tratamiento de aguas residuales.
Los hogares españoles destinan a transporte más del 13% de sus gastos totales, un porcentaje solo por encima del que emplean en vivienda y alimentación.
Se necesitan políticas públicas y medidas fiscales que favorezcan a quienes decidan desarrollar sus actividades económicas y sus proyectos de vida en la denominada España vaciada.
Una mejora de la regulación de los caminos y un conocimiento más profundo de los derechos ciudadanos respecto a su uso podrían aumentar la importancia social de este tipo de vías.
La España rural interesa poco a los políticos, aunque en los últimos años se ha comenzado a hablar del problema de la despoblación. Pero agricultura y ganadería siguen sin ser temas de agenda electoral por el escaso peso del voto en estas zonas.