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Portada del disco ‘Dime que no es verdad’, de Ana María Drack. Apple Music

Ana María Drack y sus versos para la mujer en transición

La década de los setenta en España parecía pertenecer a una sociedad resquebrajada y amordazada por la lenta agonía del franquismo.

Sin embargo, destellos de luz comienzan a aparecer desde diferentes campos, entre ellos las canciones de las jóvenes cantautoras que formaban parte de una escena donde la reivindicación y la protesta hacia la situación social y política era palpable.

Será en este ambiente donde mujeres como Ana María Drack (1943) se den a conocer como intérpretes y compositoras, equiparándose a sus colegas varones y poniendo voz a la mujer de la Transición. Una mujer independiente, libre, que cree en la igualdad de expresión sin distinciones para hombres y mujeres.

Guiada por estos ideales, Ana María Drack publica cuatro discos: Despacio (1972) con la discográfica Philips, Dime que no es verdad (1973) con GMA, Enhorabuena (1976) y Está prohibido (1978), ambos con RCA. La búsqueda de libertad y respeto hacia su propuesta fue el motivo del casi constante cambio de discográfica y de su posterior retiro de la vida musical para dedicarse de pleno a su faceta de escritora.

No caben dudas de que su voz serena que defiende un cambio tranquilo no terminaba de encajar con los estereotipos de un mercado discográfico de marcado sesgo androcéntrico, donde se aceptaba a la mujer sumisa (como herencia de los años de dictadura), a la que exhibía su sexualidad (como parte del “destape” de moda) e, incluso, a la que presentaba unos ideales de extrema izquierda (como la “rara” de la sociedad).

Voz del cambio y para el cambio

Esta cantante ilicitana constituye una voz particular dentro de los cambios que se suceden en ese momento en nuestro país. A pesar de no considerarse feminista (como lo refleja en alguna entrevista de la época) ni de buscar una insurrección, sus canciones son muestra de un pensamiento que busca un cambio desde lo cultural.

En sus letras encontramos crítica social, reprobación hacia los medios de poder y, muy especialmente, la exposición de una nueva forma de ser mujer. Un breve recorrido por las canciones donde esa búsqueda se hace más evidente permite acercarse a una poética que engloba los ideales de su época, pero que mira más allá de la simple conquista de derechos a corto plazo.

Según sus canciones, entre las premisas que configuran a la mujer de los setenta se encuentra la libertad interior o personal que le permite decidir sobre la relación de pareja.

‘No quiero ser tu amante’, de Ana María Drack.

Así, por ejemplo, en “No quiero ser tu amante” presenta metáforas de libertad (como “bañarme cara el viento”, “buscar hasta cansarme”, “salir fuera del tiempo” o, explícitamente, “probar mi libertad”) para reafirmarse en la idea de no ser la amante comprensiva.

La ausencia del hombre no deja a la mujer en suspenso, ella se permite dejar de esperarlo (“se cansó de esperarte” dice en uno de los versos) y buscar su libertad, no como sucede en numerosas canciones de la época donde la mujer debe aguardar el regreso del amado (como la célebre “Penélope” de Serrat) o esperar ansiosa a que el hombre le exprese su amor (como en la no menos popular “Te quiero, te quiero” de León y Alguero, cantada por Nino Bravo).

‘No quiero tener amores’, de Ana María Drack.

Otra premisa es la igualdad de expresión para hombres y mujeres, que Drack reivindica en su canción “No quiero tener amores” de su segundo disco. Aquí podemos destacar versos como “mi verdad tendrán que oírla” o “pues merezco por derecho lo que el hombre me ha negado”. La segunda de las oraciones se puede interpretar también, desde una visión más amplia, como una referencia a todo aquello de lo que se ha privado a las mujeres durante siglos. Asimismo, al enfocarla como un tema de amor, es relevante en cuanto a la libertad de la mujer a la hora de decidir con quién quiere estar.

Las mujeres, sujetos activos de la sociedad

Esto es una muestra del cambio de conciencia que las mujeres de su generación experimentaron en relación con su rol en las relaciones de pareja. Con el fin de la dictadura, a mitad de los setenta, recuperan el derecho a voto y su situación mejora en términos de acceso a la educación y de igualdad ante la ley. Al mismo tiempo, gracias al acceso a los métodos anticonceptivos pueden decidir si quieren o no ser madres. Esto, ligado a su inmersión en el trabajo asalariado, hace que adquieran una posición más activa como sujetos dentro de la sociedad, incluida su capacidad para escuchar canciones que hablan de una mujer diferente al modelo en el que fueron educadas.

Esta posición activa también la encontramos en la versión que realiza la artista de “Te doy una canción” del cantautor cubano Silvio Rodríguez en su último disco. Aquí, Drack modifica frases: “se abre una puerta” es sustituida por “y abro una puerta”, y “creen que lo digo todo” se transforma en “ven, te lo digo todo”. Son alteraciones significativas porque suponen un cambio de sujeto y el hecho de asumir un rol activo en lo que sucede. De este modo, ahora es ella la que ostenta el poder de la mirada y la creación de significados.

‘Te doy una canción’, de Silvio Rodríguez, en la versión de Ana María Drack.

Igualmente, son interesantes canciones como “Mujer prohibida”, del segundo disco, donde expone a una mujer separada, tema casi tabú por aquel entonces o “¿Con quién estarás mañana?”, del tercer disco, en la que hace una crítica hacia la mujer objeto. Drack pone sobre la mesa temas difíciles en aquel momento, pudiendo servir de altavoz para esas mujeres de la época que, al escuchar sus canciones, se sentían identificadas y veían alternativas posibles a lo que vivían y sentían.

‘¿Con quién estarás mañana?’, de Ana María Drack.

Conclusiones

En definitiva, Ana María Drack es muestra de una mujer que logró posicionarse dentro del mercado español durante la década de los setenta con una propuesta en la que exponía la búsqueda de un cambio tranquilo. Sin embargo, la falta de libertad y acato por parte del mercado discográfico del momento acabó propiciando su retirada de la música en la década siguiente.

Su interés radica en el hecho de que, a través de su voz intimista, expresa las preocupaciones de una década y confiere un altavoz a una nueva forma de ser mujer en la transición. Ella forma parte de una generación de mujeres que adoptaron un rol activo como intérpretes y compositoras, alzando su voz por aquello en lo que creían y demostrando, desde un punto de partida cultural, que un cambio sí era posible.

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