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Grupo de adolescentes sonrientes.

Aprender a ligar, algo que aún no se enseña en la escuela

Comenzar el proceso de acercamiento y seducción de la persona que nos interesa no es sencillo. Durante la adolescencia, motivados por los cambios hormonales, las normas sociales o los modelos aprendidos, los chicos y chicas sienten el impulso de experimentar con esta tarea.

Entre empujones –no demasiado bruscos–, codazos, palmetadas, besos robados o algunas burlas, comienza un proceso que es tan sutil como ambiguo. Una especie de juego que consigue provocar un acercamiento y, con suerte, un primer contacto físico con la persona objeto de interés.

La reciprocidad o no de los sentimientos e intereses y la interpretación que los y las adolescentes hagan de estas situaciones será lo que determine qué pasa después.

Un reto de aprendizaje

A lo largo de los años de adolescencia y juventud, el mundo social cambia. Se produce un distanciamiento de la familia. Se amplía el grupo de amigos y las relaciones que se dan en él se hacen más complejas. Los amigos y amigas íntimas toman más importancia y surgen las primeras parejas.

Iniciarse en este último tipo de relación supone para los chicos y chicas un reto. Deben poner en práctica las habilidades y competencias necesarias para la gestión social de la intimidad, algo que es novedoso para ellos.

Cómo acercarse a la otra persona, qué decir, cómo reaccionar, qué sentir o cómo gestionarlo forma parte de un guion sentimental que, aunque sigue convenciones sociales en cierto modo intuitivas, son desconocidas para la juventud, que se deja llevar por los modelos que ha visto o vivido.

Series, películas, libros, canciones y, sobre todo, su grupo de amigos y amigas van a condicionar las expectativas sobre estas primeras relaciones y el modo de actuar de los adolescentes.

Conseguir el éxito y desarrollar relaciones ajustadas y de buena calidad supondrá un logro no solo a nivel individual, con importantes efectos sobre el bienestar personal, sino también a nivel social. Mejorará su posición y éxito social e, incluso, aumentará su popularidad dentro del grupo.

Riesgos asociados a las primeras parejas

La inexperiencia de los chicos y chicas cuando comienzan el proceso de acercamiento sentimental, además de un reto, supone un factor de riesgo. Los empujones o codazos iniciales pueden interpretarse como una muestra de interés si quien los recibe resulta igualmente interesado. Pero si no es así, probablemente se interpreten como algo molesto y agresivo.

No saber cómo actuar o cuáles son las claves para conseguir cierto éxito en los primeros contactos sitúa a los y las adolescentes ante el riesgo de incorporar comportamientos rudos o violentos durante el proceso de ensayo-error que supone demostrarle a otra persona el interés que se tiene por ella.

El riesgo aumenta si existe una falta de competencias sociales y relacionales o si enfrentan variables de riesgo como la normalización de la violencia en su contexto, la experiencia previa en comportamientos de bullying o cyberbullying, o la mala gestión de redes sociales.

El papel de la escuela

¿Cómo aprenden entonces los chicos y chicas a afrontar esta tarea?, ¿quién les enseña las competencias necesarias para abordarla con éxito y minimizando riesgos?, ¿cuáles son las claves para iniciar este proceso de cortejo de manera satisfactoria?

Elegir y saberse elegido supone un reto importante para los protagonistas de estas relaciones. Los estudios han demostrado que es necesario un proceso formativo que acompañe y guíe a los y las adolescentes para construir relaciones de calidad sobre la base de comportamientos ajustados y actitudes de igualdad y respeto.

Se han identificado algunas habilidades básicas para la construcción de una relación:

  • Conocer los propios intereses y necesidades: qué busco en mi pareja, qué siento, por qué me siento así…

  • Reconocer la mutualidad o contexto de negociación que supone la pareja: qué necesita mi pareja, cómo combinar sus sentimientos con los propios, qué digo y qué entiende la otra persona…

  • Ser capaz de identificar y gestionar las emociones que se generan en este contexto: cómo resolver un conflicto, por qué una situación concreta me hace sentirme de esa manera, cómo expresar lo que siento…

Estas capacidades son especialmente importantes en la actualidad. Vivimos un momento histórico en el que las nuevas tecnologías maximizan las oportunidades de contacto y estas primeras relaciones sentimentales se consolidan en un contexto complejo y público que determina lo que es aceptable y deseable.

Desde una mirada psicoeducativa, se apuesta por propuestas que van más allá del tradicional enfoque de prevención de la violencia en las relaciones sentimentales.

Aprender a iniciar y establecer parejas de calidad, aprender a ligar, requiere de intervenciones que permitan desarrollar una buena gestión de la competencia relacional para la vida íntima. Al mismo tiempo, se sigue trabajando en la identificación de los factores de riesgo que aumentan la probabilidad de implicación en dinámicas violentas. Y, en este proceso formativo, la escuela es un contexto privilegiado para actuar.

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