tag:theconversation.com,2011:/au/topics/tacto-69747/articlestacto – The Conversation2022-08-24T17:26:48Ztag:theconversation.com,2011:article/1891632022-08-24T17:26:48Z2022-08-24T17:26:48ZEl tacto y la vista están unidos antes de nacer<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/480620/original/file-20220823-5550-n22pm3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=10%2C10%2C7167%2C5367&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Respuesta a un estímulo táctil en el cerebro de un ratón en el que se han bloqueado las ondas retinianas (izquierda) y en un ratón control (derecha).</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.csic.es/en/node/3867771">IN, CSIC-UMH</a></span></figcaption></figure><p>¿Se imagina que cada vez que tocara algo –o que algo le tocara– tuviera una experiencia visual? Pues eso es precisamente lo que ocurre antes de nacer. <a href="https://www.science.org/doi/10.1126/science.abq2960">Nuestro laboratorio ha descubierto</a>, en ratones, que un estímulo táctil en el embrión puede activar simultáneamente las áreas de la corteza cerebral dedicadas al tacto y a la visión. En otras palabras, que los sentidos del tacto y de la vista están entremezclados antes del nacimiento.</p>
<h2>Separados al nacer</h2>
<p>Para procesar correctamente los estímulos procedentes del exterior nuestro cerebro necesita organizar por separado la información en circuitos neuronales específicos para cada modalidad sensorial. Como los pasajeros en una estación de tren, los estímulos sensoriales deben seguir las vías neuronales específicas para llegar a su destino. </p>
<p>Sin embargo, esto no ocurre así desde el principio. Nuestro equipo ha demostrado que las vías no emergen separadas, ya que en el cerebro en desarrollo un estímulo de una modalidad sensorial acaba llegando a múltiples destinos. Así, una estimulación táctil de los bigotes del embrión de ratón evoca una respuesta multimodal. Es decir, activa simultáneamente la corteza cerebral somatosensorial y visual. </p>
<p><a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/31048552/#">En un estudio anterior</a>, nuestro laboratorio había demostrado que el cerebro del embrión ya era capaz de procesar los estímulos táctiles. Sin embargo, queríamos determinar si los circuitos cerebrales procesan esta información por separado desde el nacimiento o si existe algún tipo de solapamiento con otras modalidades sensoriales. </p>
<p>Esta respuesta multimodal (que abarca más de un sentido) se observa en embriones de ratón en el último día de gestación, pero desaparece con el nacimiento y se convierte en unimodal. Este proceso ocurre durante una ventana temporal cercana al nacimiento en una estructura del cerebro denominada colículo superior. Continuando con el símil ferroviario, en esta estructura los sentidos se separan para seguir vías diferentes. </p>
<p>Pero ¿qué desencadena este cambio?</p>
<h2>En busca de una señal</h2>
<p>Como el sentido de la visión se desarrolla con retraso con respecto al del tacto, quisimos comprobar si las ondas de actividad que se originan en la retina podían ser las responsables de la separación de los circuitos. </p>
<p>Aunque los ratones no abren los ojos hasta la segunda semana posnatal, la retina empieza a tener actividad espontánea en forma de ondas desde la etapa embrionaria. Estas ondas de actividad neuronal se propagan por los circuitos cerebrales que en el futuro serán recorridos por las señales visuales del exterior. Pero su función, especialmente en el embrión, es poco conocida. </p>
<p>Utilizando técnicas farmacológicas y de imagen de calcio <em>in vivo</em>, hemos demostrado que las primeras ondas de actividad generadas espontáneamente en la retina son la señal que necesita el colículo para separar los circuitos. </p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/480338/original/file-20220822-65738-y969fl.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C7200%2C4890&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/480338/original/file-20220822-65738-y969fl.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C7200%2C4890&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/480338/original/file-20220822-65738-y969fl.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=408&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/480338/original/file-20220822-65738-y969fl.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=408&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/480338/original/file-20220822-65738-y969fl.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=408&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/480338/original/file-20220822-65738-y969fl.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=512&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/480338/original/file-20220822-65738-y969fl.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=512&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/480338/original/file-20220822-65738-y969fl.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=512&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Respuesta cortical a un estímulo táctil en ausencia de ondas de la retina (izquierda) y en un ratón control (derecha).</span>
<span class="attribution"><span class="license">Author provided</span></span>
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<p>En resumen, los sentidos del tacto y de la vista no son independientes por defecto, sino que necesitan la llegada de la actividad de la retina para separarse. De hecho, cuando bloqueamos específicamente esta primera fase de actividad retiniana, los circuitos somatosensorial y visual permanecen entremezclados durante un periodo que se prolonga hasta la fase posnatal. </p>
<p>Esta prolongación de la fase multimodal, provocada por el bloqueo transitorio de las primeras ondas de actividad de la retina, es suficiente para generar alteraciones permanentes en la vía visual, que previsiblemente tendrán consecuencias severas en la capacidad del animal para procesar estímulos visuales. </p>
<p>Por ejemplo, se ve alterada la segregación de la información de cada ojo, necesaria para el correcto procesamiento del campo visual, y el colículo superior mantiene una identidad mixta, y no separada en capas por modalidad como ocurre en un individuo sano. Una importante aportación de este trabajo, por tanto, es el descubrimiento de una ventana temporal limitada para la segregación de los sistemas visuales de los somatosensoriales, ya que cualquier retraso en esta segregación provoca cambios duraderos en la organización de los circuitos visuales. </p>
<h2>Una nueva función para una vieja estructura</h2>
<p>Este estudio arroja también datos fascinantes sobre el colículo superior, una estructura ancestral desde el punto de vista evolutivo. Como está muy conservada en vertebrados ha sido estudiada en distintas especies y su función se creía completamente descrita. </p>
<p>El colículo superior realiza una integración sensorimotora para mediar movimientos oculares y respuestas de orientación. Este estudio va más allá y revela que el colículo superior ejerce un control maestro durante las primeras etapas del desarrollo sobre la especificación cortical y la configuración de los circuitos sensoriales. </p>
<p>Por lo tanto, creemos que no se puede entender cómo se forman estructuras nuevas y complejas como la corteza cerebral sin tener en cuenta su relación con otras filogenéticamente más antiguas.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/189163/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Guillermina López-Bendito recibe fondos de European Research Council (ERC-2014-CoG-647012), the Spanish Ministry
of Science, Innovation and Universities (PGC2018-096631-B-I00), a Severo Ochoa Grant (SEV-2017-0723).</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Teresa Guillamon Vivancos no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Un estudio español publicado en ‘Science’ analiza cómo se activan las áreas del cerebro relacionadas con el tacto y la visión en embriones de ratón.Teresa Guillamon Vivancos, Investigador Postdoctoral, Neurodesarrollo, Instituto de Neurociencias (CSIC - UMH) Guillermina López-Bendito, Profesor Investigación CSIC, Instituto de Neurociencias (CSIC - UMH) Licensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1805142022-04-07T15:17:20Z2022-04-07T15:17:20Z¿Volverán los besos, los abrazos y las caricias con el fin de las mascarillas?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/456931/original/file-20220407-25-ul8962.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C11%2C7348%2C4891&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/little-boy-sitting-on-arms-his-640616341">Shutterstock / Koltsov</a></span></figcaption></figure><p>Los seres humanos somos seres sociales. Tenemos necesidad de compañía y de sentirnos vinculados, queridos y valorados. Nos gusta comunicar y compartir emociones y experiencias, dar y recibir afecto. Y apreciamos mucho los besos, abrazos, apretones de manos, etc.</p>
<p>O al menos así era hasta que llegó la pandemia de covid-19 y lo cambió todo. Incluidas las manifestaciones de afecto y el contacto físico. Cuando el SARS-CoV-2 irrumpió, para prevenir y evitar contagios, se dictaron medidas restrictivas como reducir el número de participantes en reuniones sociales, evitar y minimizar el contacto físico, guardar distancia de interacción y utilizar mascarilla. De un plumazo, se acabaron los besos y los abrazos.</p>
<p>Como consecuencia, nuestro bienestar socioemocional se vió perturbado. Con la pandemia, las emociones desagradables inundaron nuestra vida de incertidumbre, <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/34706409/">tristeza, miedo, enfado</a>, apatía, frustración, angustia, preocupación, desesperanza, inquietud… Y emociones agradables como la <a href="https://www.ine.es/ss/Satellite?L=es_ES&c=INECifrasINE_C&cid=1259953225445&p=1254735116567&pagename=ProductosYServicios%2FINECifrasINE_C%2FPYSDetalleCifrasINE">alegría</a>, la calma o el entusiasmo se volvieron más infrecuentes.</p>
<p>Y no solo eso. Mantener la distancia social ha tenido consecuencias sobre nuestro cerebro. Se ha demostrado que la falta de interacción social <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1364661320301406">afecta al razonamiento y a la memoria</a>, a la vez que reduce la conectividad de la materia blanca y la materia gris del cerebro.</p>
<p>Ahora que se anuncia una nueva <a href="https://www.sanidad.gob.es/profesionales/saludPublica/ccayes/alertasActual/nCov/documentos/Nueva_estrategia_vigilancia_y_control.pdf">Estrategia de vigilancia y control frente a la enfermedad</a> que aligera esas medidas restrictivas de interacción, puede ser buen momento para tomar conciencia de la trascendencia que el contacto físico tiene en nuestra salud mental, física y social. </p>
<h2>“Hambre de piel”</h2>
<p>En los dos últimos años hemos vivido dolorosas situaciones como hospitalizaciones, aislamiento social, muertes en soledad de seres queridos, duelos sin abrazos. Pero también falta de encuentros familiares y amistosos. </p>
<p>Estas circunstancias han propiciado que todos, en alguna medida, hayamos experimentado lo que se etiqueta como <em>“hambre de piel”</em>, que no es otra cosa que la necesidad de contacto físico interpersonal. Incluso hemos sufrido sentimientos de carencia afectiva y episodios puntuales de <a href="https://theconversation.com/no-es-lo-mismo-estar-solo-que-sentirse-solo-176049">soledad no deseada, emocional y social</a>.</p>
<p>Además, <a href="https://www.infocop.es/view_article.asp?id=19731&cat=44&fbclid=IwAR10xpf22C4ogA8PC-TSilq_uobbcChd4VDYkskPFqr3uMqI0lDc458_Lhs">la pandemia ha pasado factura al bienestar mental</a> y ha tenido un importante <a href="https://doi.org/10.5944/rppc.27569">impacto psicológico</a> en toda la población. Ha crecido, <a href="https://www.ine.es/ss/Satellite?L=es_ES&c=INECifrasINE_C&cid=1259953225445&p=1254735116567&pagename=ProductosYServicios%2FINECifrasINE_C%2FPYSDetalleCifrasINE">dicen las estadísticas</a>, el porcentaje de población que experimentó sensación de estar decaído o deprimido, con problemas para dormir y con poco interés o alegría por hacer las cosas. Simultáneamente, se han disparado la ansiedad, el estrés y las conductas suicidas.</p>
<h2>El contacto físico y el cuarteto de la felicidad</h2>
<p>El contacto físico es vital <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1878929317301962?via%3Dihub">desde que nacemos</a> (contacto piel con piel con la madre) hasta el día en que morimos (abrazo de despedida, caricias…). Las personas tenemos la capacidad de enviar, recibir e interpretar señales emocionales <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0149763408001723?via%3Dihub">a través del tacto</a>. </p>
<p>Necesitamos tocarnos, porque es un modo excelente de dar y recibir afectos de forma reciproca. No nos referimos a conductas sensuales o sexuales, sino a las que se producen en las relaciones con personas de la red social de convivencia, en las relaciones interpersonales cotidianas.</p>
<p>Durante la pandemia de covid-19, la mayoría de las personas se han visto privadas de los apretones de manos, los abrazos amistosos o las palmadas en la espalda, lo que puede provocar sentimientos de aislamiento y exclusión. Y se han sustituido por chocarse los codos o los puños, ponerse la mano en el corazón o juntar las palmas de la mano del saludo indio (namasté). Que, evidentemente, no tienen el mismo impacto emocional.</p>
<p>Y es que cada vez hay mayor evidencia de los efectos beneficiosos del tacto en distintos aspectos:</p>
<ul>
<li><p><strong>Físicos:</strong> <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S2666497621000655">reduce el cortisol</a> –la hormona del estrés–, nos relaja, mejora el sueño, mejora la <a href="https://www.cmu.edu/news/stories/archives/2014/december/december17_hugsprotect.html">respuesta inmune</a>, aminora el dolor, calma la frecuencia cardíaca y disminuye la presión arterial, entre otros beneficios.</p></li>
<li><p><strong>Emocionales:</strong> produce placer, reconforta, anima, consuela, genera alegría y <a href="https://www.psychologicalscience.org/news/releases/touch-may-alleviate-existential-fears-for-people-with-low-self-esteem.html">fortalece la autoestima</a>. También <a href="https://www.nature.com/articles/s41598-017-13355-7">disminuye la ansiedad, la tristeza y el miedo</a>.</p></li>
<li><p><strong>Sociales:</strong> enriquece la comunicación interpersonal, favorece la empatía y las conductas prosociales, <a href="https://psycnet.apa.org/doiLanding?doi=10.1037%2Fa0016108">propicia la expresión de afectos</a>, consolida lazos sociales y genera buen clima.</p></li>
</ul>
<p>Biológicamente, estos beneficios tienen que ver con la producción de ciertas <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/34837776/">hormonas y neurotransmisores</a> a las que se denomina “el cuarteto de la felicidad”. A saber: la endorfina (analgésico natural), la serotonina (estado de ánimo), la dopamina (mediadora del placer) y, especialmente, la oxitocina (hormona del amor, del abrazo y de los vínculos).</p>
<p>Tal es el provecho de los abrazos que reconfortan también los “abrazos altruistas” de personas desconocidas, como puede apreciarse en los abrazos a ucranianos por parte de voluntarios. De hecho es la base de la iniciativa solidaria de <a href="https://www.freehugscampaign.org/">“Abrazos Gratis” (<em>Free Hugs</em>)</a></p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/456924/original/file-20220407-15-lavbhq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/456924/original/file-20220407-15-lavbhq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/456924/original/file-20220407-15-lavbhq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/456924/original/file-20220407-15-lavbhq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/456924/original/file-20220407-15-lavbhq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/456924/original/file-20220407-15-lavbhq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/456924/original/file-20220407-15-lavbhq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/456924/original/file-20220407-15-lavbhq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/barcelona-spain-14-january-2018-action-1048857842">Shutterstock / Lestertair</a></span>
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<h2>El espacio virtual no es equiparable con el encuentro físico</h2>
<p>Aunque paralelamente a las restricciones directas y presenciales se ha producido un remarcable incremento de las ciberrelaciones y de los vínculos <em>online</em>, de momento el espacio virtual no es comparable con la presencia física. </p>
<p>La tecnología y la realidad virtual avanzan con humanoides, avatares, y la inmersividad en tres dimensiones, por lo que será preciso estar atentos a lo que nos depare el <a href="https://mobileworldcapital.com/metaverso-realidad-virtual/">metaverso</a>.</p>
<p>Entretanto, con la relajación de las restricciones de interacción que se anuncian en España a partir del día 19 de abril, tendremos oportunidad de recuperar el contacto físico perdido. Es cierto que, a raíz de lo vivido, algunas personas tienen todavía reparos a salir de casa y socializar, lo que se ha etiquetado como “síndrome de la cabaña”. Incluso hay quienes han desarrollado miedo irracional o fobia a ser tocados (<a href="https://theconversation.com/la-hafefobia-y-el-dilema-de-tocarnos-o-no-tocarnos-151878">hafefobia</a>).</p>
<p>Por suerte, parece que la mayoría hemos salido “ilesos” en este sentido y estamos deseando socializar con nuestra gente. </p>
<p>Sería estupendo si, tras la crisis vivida y habiendo tomado conciencia de la importancia que el contacto físico tiene en nuestro bienestar, ponemos especial cuidado en apreciar, saborear y agradecer estas manifestaciones. Si, desde ahora, nos tocamos siendo conscientes de lo beneficioso que es para la salud un abrazo sentido, un cálido apretón de manos, unos cariñosos besos o una leve caricia.</p>
<p>Más nos vale no dejar para mañana los abrazos, besos y caricias que podamos dar o recibir hoy.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/180514/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Inés Monjas Casares no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>La pandemia de covid-19 nos ha privado de muchas cosas, entre ellas de las manifestaciones de afecto y el contacto físico, que tantos beneficios para la salud física y mental tienen. Ahora que parece que las mascarillas dejarán de ser obligatorias, quizás podamos recuperarlos.Inés Monjas Casares, Profesora colaboradora honorífica en el Departamento de Psicología e investigadora sobre Psicología de la Educación., Universidad de ValladolidLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1545702021-03-15T20:23:20Z2021-03-15T20:23:20ZEl tacto, los ojos de la piel<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/389415/original/file-20210314-21-poe8do.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=8%2C8%2C5455%2C3628&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/water-drops-on-woman-skin-close-1122430757">Shutterstock / Eviart</a></span></figcaption></figure><p>Por cada cien artículos científicos escritos sobre la visión, hay solamente uno dedicado al tacto. Y eso que este sentido tiene bastante recorrido, tanto por su relación con el placer y el bienestar como con el dolor y la analgesia. </p>
<p>La sensación táctil descansa en la piel, el órgano más grande y más sensitivo de nuestro cuerpo. Incluso la córnea del ojo está recubierta de una piel modificada. </p>
<p>Sin embargo, el tacto no reside en la piel en sí. Asociados a la piel, distribuidos a diferentes profundidades y en localizaciones estratégicas, disponemos de unos 5 millones de <a href="https://www.nature.com/articles/d41586-018-07429-3">estructuras especializadas denominadas receptores</a>. Se trata de terminaciones de neuronas sensitivas que pueden encontrarse encapsuladas, formando discos o terminaciones nerviosas libres. </p>
<p>Estos receptores cutáneos no están alojados uniformemente por la superficie del cuerpo, sino que <a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fnbeh.2014.00054/full">hay regiones con una mayor densidad</a> y por tanto mayor sensibilidad. Las zonas más sensibles son la punta de la lengua, los labios, la punta de los dedos, el dorso de la mano y la cara. Solo en la yema de un dedo hay un centenar. </p>
<p>Cada vez que sentimos dolor, presión o calor, <a href="https://europepmc.org/article/NBK/nbk547656#free-full-text">estos receptores envían señales eléctricas o químicas a las neuronas</a>, que a su vez transmiten el mensaje a través de la médula espinal hasta regiones especializadas de la corteza cerebral, las áreas somatosensoriales. En realidad lo que detectan los sensores son variaciones del entorno, que solo originan un impulso nervioso si superan un determinado valor o umbral. Y es entonces cuando hablamos de estímulos. </p>
<h2>Frío, calor, caricias y dolor</h2>
<p>Los receptores sensoriales se pueden clasificar de distintas maneras. Lo más habitual es utilizar como criterio la naturaleza física del estímulo. Eso da lugar a diferenciar entre:</p>
<ul>
<li><p><strong>Mecanorreceptores</strong>, que son estimulados cuando se produce la deformación mecánica del receptor o de las células inmediatas.</p></li>
<li><p><strong>Termorreceptores</strong>, que se estimulan cuando detectan cambios en la temperatura.</p></li>
<li><p><strong>Nociceptores</strong>, estimulados por el daño potencial o efectivo en los tejidos, ya sea por mecanismos físicos o químicos. </p></li>
</ul>
<p>Existen <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/books/NBK10895/">varios tipos de <strong>mecanorreceptores</strong></a> con formas y tamaños adaptados a su función. </p>
<p>Tenemos los que rodean los folículos pilosos, que pueden detectar un roce ligero al tocar o peinar los cabellos. De notar un pellizco –o cualquier otro estiramiento de la piel– se ocupan los corpúsculos de Ruffini. Están también los corpúsculos de Pacini, en el tejido subcutáneo profundo, que detectan la consistencia, el peso de un objeto o la fuerza de un apretón de manos. Además de los corpúsculos de Meissner, en las papilas dérmicas (huellas dactilares), que detectan hendiduras y deslizamiento de objetos, las caricias. </p>
<p>Aunque los más apasionantes son sin duda las células de Merkel, una combinación de sistema nervioso y endocrino. Localizadas en la epidermis aportan comprensión de la estructura y la textura. Son los más sensibles y, junto con los Meissner, sirven para entender la escritura Braille. </p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/389416/original/file-20210314-17-1x1cp0h.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="Unas manos con ojos pintados se deslizan sobre un texto en Braille." src="https://images.theconversation.com/files/389416/original/file-20210314-17-1x1cp0h.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/389416/original/file-20210314-17-1x1cp0h.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=381&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/389416/original/file-20210314-17-1x1cp0h.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=381&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/389416/original/file-20210314-17-1x1cp0h.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=381&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/389416/original/file-20210314-17-1x1cp0h.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=479&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/389416/original/file-20210314-17-1x1cp0h.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=479&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/389416/original/file-20210314-17-1x1cp0h.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=479&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/blind-reading-text-braille-286117517">Shutterstock / Olga PRaktika</a></span>
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<h2>Un termómetro poco preciso</h2>
<p>En cuanto a los <strong>termorreceptores</strong>, son pobres indicadores de la temperatura absoluta, pero son muy sensibles a los cambios en la temperatura de la piel. </p>
<p>Aquí nos encontramos de nuevo a los receptores de Ruffini, pero en su faceta sensible al calor. Y aparece el receptor de Krause, sencillo y especializado en sensaciones frías. </p>
<p>Su organización es muy interesante, ya que los receptores fríos detectan principalmente temperaturas entre 10 y 32°C y los receptores cálidos responden al rango de temperatura aproximado de 23 a 46°C. Pero hay una zona neutra, entre 30 y 36°C donde no existe una sensación de temperatura apreciable. </p>
<p>Cuando la temperatura es inferior a 17°C entran en acción los nociceptores. Se encargan de trasmitir sensación de dolor relativa a temperaturas extremas, altas presiones y sustancias químicas que causan daño tisular. Disponen de diferentes vías de recepción que son compartidas por varios agentes. Por ejemplo, el nociceptor de daño por calor TRPV1 que se activa por encima de 40°C. <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC5326624/">También se activa con sustancias como la capsaicina</a>, responsable de la sensación picante del chile y otros alimentos. </p>
<h2>Próximos retos</h2>
<p>Ya sea por la importancia que tiene el control de la sensación de dolor, ya sea por su capacidad de informarnos del mundo externo –especialmente en niños, que lo palpan y lo chupan todo–, ya sea por su relación con el placer y el bienestar, debemos de ser conscientes del poder “oculto” del tacto a la hora de impulsar nuestro comportamiento y emociones. </p>
<p>Eso, y no perder de vista que el sentido del tacto es más confiable para el ser humano incluso más que la vista, ya que es la forma de certificar la existencia de algo. </p>
<p>En el futuro próximo, ser capaces de fabricar “piel electrónica”, es decir, un recubrimiento artificial que simule el tacto humano, contribuirá al desarrollo de la robótica y de una nueva generación de prótesis inimaginables hoy día.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/154570/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Pedro Luis Castro Alonso no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Por cada cien artículos científicos escritos sobre la visión, hay solamente uno dedicado al tacto. Y eso a pesar de que es más fiable que la vista, tiene un importante efecto analgésico y está ligado al placer.Pedro Luis Castro Alonso, Profesor de Biología Celular, Universidad de Las Palmas de Gran CanariaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1394852020-05-28T19:47:31Z2020-05-28T19:47:31Z¿Cómo se vive sin olfato?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/338361/original/file-20200528-51449-1hya7lm.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C789%2C3816%2C1480&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/pretty-girl-blue-eyes-blond-hair-730664479"> ABO PHOTOGRAPHY / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>La pregunta no tiene una respuesta fácil… ¡Depende! En primer lugar porque hay que tener en cuenta que los seres humanos no somos animales <em>tan</em> olfativos como los roedores, los insectívoros o los carnívoros. No tenemos más que pensar en un perro o en un ratón para hacernos una idea de auténticos campeones a la hora de oler el mundo. Nosotros, por el contrario, somos animales eminentemente visuales y auditivos. </p>
<p>De hecho, está claro que, si de repente perdiésemos la vista, tras asustarnos, ponernos como locos y pedir ayuda, iríamos (o nos llevarían) inmediatamente al médico, ¿verdad? Sin embargo, la media de tiempo transcurrido desde que se pierde el sentido del olfato hasta que se acude a un especialista ronda los dos años. ¡Dos años, nada menos! Un claro indicador de la importancia relativa de unos sentidos y otros para nuestra vida diaria.</p>
<p>Además, el olfato se puede perder ante situaciones tan normalizadas como tener un catarro o una alergia. En muchos casos esta pérdida es momentánea y de ahí que, en cierto modo, le restemos importancia. Solo empezamos a alarmarnos cuando el tiempo sin olfato ya es excesivo.</p>
<h2>Los sabores son, en realidad, olores</h2>
<p>Hablamos de un sentido que permite la detección de sustancias químicas en nuestro entorno. El olfato está muy vinculado al sentido del gusto, de manera que el primero informa sobre sustancias volátiles cuyo origen puede ser muy distante (por ejemplo, el humo de un fuego a varios kilómetros), y el segundo sobre lo que tenemos dentro de la boca. Además, se estima que el <em>sabor</em> (como diría la Máster Chef Samantha Vallejo-Nágera) <a href="https://flavourjournal.biomedcentral.com/articles/10.1186/s13411-015-0040-2">está influido en un 80-85% por el sentido del olfato</a> y solo en un 10-15% por el del gusto (a lo que se añade un 1-5% de tacto, esto es, las texturas de los alimentos). Así, simplificando mucho y si me permiten la licencia, los <em>sabores</em> de cada comida realmente son <em>olores</em>. </p>
<p>Solo existen siete sabores básicos -conocidos hasta ahora- que conforman el sentido del gusto propiamente dicho y que detectamos con nuestras papilas gustativas: dulce, salado, ácido, amargo, umami (proteína, tomate, caldo de carne…), amiláceo (pan, pasta, harina, galletas) y <a href="https://flavourjournal.biomedcentral.com/articles/10.1186/2044-7248-4-5">graso</a>. Los cinco primeros están perfectamente caracterizados, y los dos últimos son algo menos conocidos. </p>
<p>Pero fuera de estos siete patrones básicos, cada matiz del sabor de una fruta, de un vino, de un plato de comida casera, etc., es un olor. De hecho, en un estudio reciente se estipula que los seres humanos distinguimos nada menos que <a href="https://science.sciencemag.org/content/343/6177/1370">un billón de olores diferentes</a>. Por esta sencilla razón, cuando estamos resfriados y nuestro olfato está embotado, los alimentos “no nos saben a nada”.</p>
<h2>Alerta, peligro</h2>
<p>Hasta aquí, a priori, la pérdida del olfato no supondría un trastorno muy traumático, salvo para los profesionales y amantes del buen comer. Pero el olfato no solo se manifiesta cuando nos sentamos a la mesa. Así, estamos continuamente expuestos a los más diversos olores. Lo que pasa es que nuestros receptores olfativos se saturan y nos acostumbramos a esos olores que nos llegan de forma continuada, como el del sofá de casa. Sin embargo, si llega uno nuevo, lo percibimos perfectamente, sobre todo si es indicador de alguna señal de peligro. </p>
<p>En este sentido, muchos olores pueden resultar desagradables, como cuando pasamos al lado de un vertedero, o cuando entramos en el metro en hora punta. No es algo negativo, porque si así fuera evolutivamente ya habríamos perdido la capacidad de oler. Que podamos detectar el olor de un alimento en mal estado, la fuga de un producto tóxico, un incendio o algo putrefacto es, en realidad, una suerte. Porque nos pone en actitud defensiva o de huida ante <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0166432808007183?via%3Dihub">potenciales peligros</a>. Además, no es necesario “querer oler” para hacerlo: al respirar continuamente analizamos olores sin darnos cuenta.</p>
<p>Por supuesto, no todos los aspectos del olfato son “fastidiosos”. Oler también es fundamental para otras actividades cotidianas mucho más agradables, y no me refiero a los perfumes (aunque también). Todos conocemos perfectamente el olor de nuestra casa, de nuestra madre, de nuestros seres queridos: un olor personal, único. </p>
<h2>Olemos sin saber que olemos</h2>
<p>Además, los que trabajamos con el sistema nervioso sabemos que solo una pequeña parte de la percepción olfativa (la parte consciente) alcanza directamente la corteza cerebral tras pasar por una estructura previa llamada tálamo. El resto –la mayor parte de cualquier estímulo olfativo– llega a otras regiones encefálicas relacionadas con <a href="https://academic.oup.com/cercor/article/30/1/135/5432339">la memoria</a> y las emociones (el hipocampo y la amígdala) de una forma muy rápida y, además, inconsciente. </p>
<p>Dicho de otro modo, olemos sin saber que olemos. De ahí que las sensaciones percibidas por el olfato sean tan intensas y vívidas, o que disparen auténticos <em>flashes</em> de recuerdos. Así, ese olor personal, único e inconfundible de nuestra pareja nos traerá infinidad de recuerdos y emociones… ¡Y ya no les cuento si es de una expareja con la que nos hemos peleado! </p>
<p>Piensen en los infinitos ejemplos de nuestra vida cotidiana y nuestras experiencias: el olor de un vestido de nuestra madre (huele a mamá, huele a sus abrazos), el olor del campo en un día caluroso (huele a verano), el olor de una cazadora de cuero mezclado con tabaco (se parece al de papá cuando fumaba y venía de la calle), o el olor del pescado frito a última hora de la tarde (huele a infancia…, huele a esa frase de “David, sube a cenar”). No es de extrañar que a las personas viudas les cueste deshacerse de la ropa de sus parejas.</p>
<h2>El “drama” de la anosmia</h2>
<p>¿Y todo esto se lo pierden las personas sin olfato, anósmicas? Pues sí. Y ya no parece tan fácil vivir sin olfato, ¿verdad? Algo que le ocurre a una de cada veinte personas aproximadamente. En todo caso, las personas anósmicas quieren y recuerdan igual que lo puede hacer una persona ciega que no ve a sus seres queridos. Y deben tener precauciones adicionales con la comida en mal estado, como las personas sordas que no oyen una señal de alarma. Todo es relativo. </p>
<p>Claro está, la pérdida de olfato puede provocar <a href="https://www.uea.ac.uk/about/-/what-it-s-like-to-live-without-a-sense-of-smell">trastornos como depresión, ansiedad, sentimientos de aislamiento y dificultades para las relaciones personales</a>. No olvidemos que no solo estamos perdiendo un sentido, sino también un mecanismo de defensa, o la capacidad de evaluar “a qué olemos” (algo socialmente importante). </p>
<p>Por otra parte, tampoco es lo mismo perder el olfato que nacer sin olfato. La segunda opción es más, digamos, llevadera, como en el caso de los ciegos o los sordos de nacimiento. </p>
<p>En este sentido, les recomiendo el libro <em><a href="https://www.laie.es/llibre/nunca-sabras-a-que-huele-bagdad/9788449026119/673109">Nunca sabrás a qué huele Bagdad</a></em> (Marta Tafalla, 2010), que narra de forma autobiográfica la experiencia de una niña anósmica de nacimiento. En algún momento, la protagonista pide a su hermana que le describa con palabras cómo es cada olor. ¡No se imaginan lo difícil que es esto! ¿Cómo se puede describir un sentido sin usar palabras o asociaciones a ese mismo sentido? Y es que en el mundo de la sensorialidad no se cumple la cita de Alfred Tennyson: “Es mejor haber amado y perdido que nunca haber amado”.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/139485/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>David Díaz López no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Si un día perdiésemos la vista, acudiríamos de inmediato al médico. Sin embargo, el tiempo transcurrido desde que se pierde el sentido del olfato hasta acudir a un especialista ronda los 2 años.David Díaz López, Profesor Titular del Departamento de Biología Celular y Patología, Universidad de SalamancaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1154282019-04-21T20:04:49Z2019-04-21T20:04:49ZCómo cambia nuestro sentido del gusto a medida que envejecemos<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/270224/original/file-20190421-28087-15wlptr.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C6508%2C4664&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/senior-woman-eating-icecream-1107354410">Rawpixel.com / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>El gusto es un fenómeno complejo. En lugar de experimentar la sensación que produce a través de un solo sentido (como hacemos con la vista, por ejemplo), funciona gracias al trabajo conjunto de los cinco sentidos, que nos permiten apreciar y disfrutar de la comida y la bebida.</p>
<p>En primera instancia, la inspección visual que realizamos nos indica si debemos considerar consumir un determinado alimento. Después, al comer, el aroma y el sabor se combinan para que, al paladear, podamos percibir los diferentes matices. A su vez, la mezcla de ingredientes, texturas y temperaturas pueden producir un impacto mayor en nuestra experiencia gustativa. </p>
<p>Este trabajo en equipo significa que si por desgracia una persona perdiera alguno de los sentidos (especialmente el olfato o el gusto) su capacidad para disfrutar de la comida se podría ver afectada. Piense en la última vez que tuvo un resfriado o la nariz congestionada. <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2579627/">Es probable</a> que la pérdida temporal del olfato cambiase la manera en que saboreó la comida, redujera su apetito e incluso le empujase a comer de más para saciarse y verse satisfecho. </p>
<p><a href="https://academic.oup.com/jn/article/130/4/927S/4686631">Cuando nos hacemos mayores</a> tiene lugar una circunstancia parecida. La manera en que percibimos los sabores comienza a cambiar en torno a los 60 años, cuando la sensibilidad del sentido del olfato <a href="https://www.sciencedaily.com/releases/2018/12/181219115505.htm">empieza a disminuir</a> hasta llegar a los 70, momento en que el problema se agudiza. </p>
<h2>Sentidos colaborativos</h2>
<p>Tal y como hemos mencionado anteriormente, cuando nuestro sentido del olfato pierde efectividad y no es capaz de detectar y discriminar diferentes olores, <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2579627/">nuestra percepción gustativa se ve afectada</a>. La degradación de la sensibilidad del olfato que acompaña a la edad se debe a varios motivos, entre los que se incluyen la reducción del número de receptores olfatorios (encargados de reconocer diferentes moléculas que presentan olores distintos) situados en la parte trasera de la cavidad nasal y la cada vez menor regeneración de las células receptoras. </p>
<p>Otra razón por la que el sentido del gusto se ve deteriorado con la edad reside en los cambios en la estructura de las papilas gustativas, unos elementos rugosos que contienen receptores del gusto en la boca, la lengua y el paladar. </p>
<p>Un tipo de papilas, la fungiforme (que alberga una elevada cifra de receptores gustativos), disminuye tanto en cantidad como <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/23013608">en forma</a> (se cierra) a medida que envejecemos. Cuanto más abierta sea la papila, los químicos presentes en los alimentos tendrán más facilidad para entrar en contacto con los receptores, lo que hace posible saborearlos. Por el contrario, las papilas cerradas <a href="https://academic.oup.com/chemse/article/43/2/117/4718453">reducen la superficie</a> en la que los receptores y los ingredientes se pueden encontrar, lo que resulta en una percepción más pobre del gusto de la comida.</p>
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<h2>Los cambios en los sabores</h2>
<p>Masticar mal es otros de los factores que contribuyen a la escasa apreciación de los sabores. Debido al envejecimiento o a la salud oral deficiente, algunas personas pierden sus dientes y muchas de ellas recurren a las dentaduras postizas. Sin embargo, estas pueden influir negativamente en la efectividad de la masticación y la descomposición de la comida, especialmente si no han sido ajustadas correctamente.</p>
<p>En consecuencia, esto puede dificultar la disolución de los ingredientes en la saliva y reducir el contacto de estos con los receptores sensoriales que se encuentran en las papilas gustativas. </p>
<p>Asimismo, la secreción de saliva <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2579627/">puede disminuir</a> como resultado del envejecimiento, lo que significa que la cantidad de fluido que transporta la comida a los receptores es menor y los ingredientes no se disuelven con la misma facilidad, por lo que el sabor no se percibe completamente. </p>
<p>La salud general también juega un papel importante en el funcionamiento de nuestro sentido del gusto a cualquier edad. </p>
<h2>Otras causas y algunos remedios</h2>
<p>Las lesiones en la cabeza, las infecciones respiratorias, el <a href="https://www.macmillan.org.uk/information-and-support/coping/side-effects-and-symptoms/eating-problems/changes-in-taste.html">cáncer</a>, la radiación, la ingesta de <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2980431/pdf/0561142.pdf">medicamentos</a> y el contacto diario con elementos como el <a href="https://www.sciencedaily.com/releases/2014/03/140325094810.htm">tabaco</a> y las partículas dañinas pueden contribuir al desgaste del sentido del gusto, condición que se puede ver agravada con el tiempo, ya que según envejecemos aumenta nuestra exposición a estos factores.</p>
<p>No obstante, el gusto no disminuye para todos por igual. Las variaciones son diversas en función de las personas y del género, por lo que no todo el mundo muestra el mismo nivel de deterioro cuando alcanzan cierta edad. </p>
<p>Aunque llegar a algunas situaciones es inevitable, se pueden llevar a cabo acciones para, al menos, reducir la pérdida del gusto. </p>
<p>Los primeros pasos de nuestra investigación, por ejemplo, indican que mantener una dieta saludable, un estilo de vida activo y un consumo de bajo a moderado de los cincos sabores (dulce, ácido, salado, amargo y <em>umami</em>) podría ayudar a ralentizar los cambios en las papilas gustativas.</p>
<hr>
<p><em>Artículo traducido gracias a la colaboración de <a href="https://www.fundacionlilly.com/">Fundación Lilly</a></em>.</p>
<hr><img src="https://counter.theconversation.com/content/115428/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>La forma en que experimentamos el gusto puede cambiar drásticamente con el paso de los años, pero no todo se reduce a un solo sentido.Anita Setarehnejad, Senior Lecturer in Food Science and Technology, Cardiff Metropolitan UniversityRuth Fairchild, Senior Lecturer in Nutrition, Cardiff Metropolitan UniversityLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.