En las empresas de seguros, el uso de métodos estadísticos y la recolección masiva de datos siempre han formado parte del negocio. Pero ahora pueden extraer información valiosa de fuentes antes imposibles. Todo gracias al análisis de datos avanzando, potenciado por tecnologías como el machine learning, las redes sociales, el cloud computing y los dispositivos inteligentes.
A la hora de emplear el big data en el negocio asegurador, se pueden recoger, por ejemplo, los siguientes tipos de datos:
Datos biométricos que proporcionan las pulseras inteligentes destinadas al rendimiento deportivo.
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Datos sobre la geolocalización para observar la peligrosidad de las rutas que toma el asegurado.
Los hábitos en internet de un cliente para diseñar productos específicos.
Las reclamaciones fraudulentas anteriores para establecer modelos predictivos.
Su uso ha acarreado una serie de cambios a la hora de tomar decisiones en dos importantes ámbitos: el análisis y la tarificación de los riesgos y la detección del fraude.
Análisis y tarificación de riesgos
La gestión de riesgos es uno de los factores más importantes para una empresa aseguradora. Les permite determinar las primas de las pólizas.
La gran mayoría de aseguradoras estudian al detalle la información proporcionada por el cliente y la cruzan con datos de terceros. Estos ofrecen información más fiable y objetiva (la entregada por el asegurado puede ser interesada).
El objetivo es establecer una tarificación más acorde con la realidad y tomar mejores decisiones en el proceso de suscripción. El uso de las tecnologías de análisis de datos incluso empieza a hacer posible la gestión (y cuantificación) de riesgos en tiempo real.
Algunas compañías de seguros, principalmente en los de automóvil, hogar y salud, están empezando a sacar provecho al uso de los datos telemáticos, tecnología portátil (smartwatch, pulseras de actividad diaria, etc.) para rastrear a sus clientes con el objetivo de predecir y calcular riesgos.
Mediante el uso de modelos predictivos, las aseguradoras pueden identificar si hay mayor probabilidad de que sus clientes participen en un accidente o de que su coche sea robado. Combinan sus datos de comportamiento con datos de factores exógenos, como las condiciones de la carretera o previsiones meteorológicas. Un uso similar se puede observar en la rama de la salud y el seguro de vida, debido al creciente uso de tecnología portátil.
Por todo esto, muchas empresas han declarado la muerte del seguro tradicional para adoptar el llamado seguro interactivo. Este exige que los beneficiarios utilicen móviles o wearables como pulseras y relojes que registran todas sus actividades físicas.
Los rastreadores de actividad pueden controlar los comportamientos y hábitos de los usuarios y proporcionar evaluaciones continuas de sus niveles de actividad. Por este motivo que muchas aseguradoras ofrecen servicios extra y descuentos basados en el uso de estos dispositivos.
Para acceder a una póliza, los clientes deben someterse a seguimientos de los datos de salud y actividad de sus dispositivos cuantificadores (móviles, relojes inteligentes o pulseras). Es el principio de una era tan maravillosa como potencialmente peligrosa en la que convergen salud, tecnología y privacidad.
Los fraudes más comunes
Los fraudes en los seguros son las actividades ilícitas de los asegurados para apropiarse de beneficios o indemnizaciones que no les corresponden. Las aseguradoras ponen en marcha protocolos de actuación cuando sospechan de un fraude. Su personal especializado se encarga individualmente de cada caso.
Las alarmas saltan por motivos tan sencillos como que el siniestro se produzca justo después de contratar la póliza o justo antes de que expire, que suceda a horas anormales o en zonas no habitadas, que exista un patrón común a varios siniestros o que el relato del asegurado sea demasiado confuso o contradictorio.
Es frecuente que la reclamación tenga lugar unos días antes de que venza la póliza de hogar o poco después de contratarla, que no se aporten comprobantes originales y que se presente documentación excesiva que la entidad no haya solicitado. Los historiales con una elevada siniestralidad y las informaciones vagas e imprecisas en la narración de los hechos son también sospechosos.
Alrededor del 75 % de los fraudes que detectan las aseguradoras tienen que ver con los seguros de coche. Los casos de intento de estafa por falsos atropellos son bastante populares en todos los países. En España el gran vencedor de los fraudes es el vulgarmente conocido como “cuponazo cervical” (la simulación de un esguince cervical supuestamente ocasionado por un accidente).
Comprobar la veracidad de la lesión no es sencillo. Lo único que sufre el paciente es un dolor intenso en el cuello, algo muy subjetivo. Si un médico considera que de verdad existe ese dolor, es probable que la compañía indemnice al afectado.
En los últimos años, el fraude en los seguros del hogar ha aumentado. Los principales siniestros que se han registrado como fraudulentos son los relacionados con incendios, con inclemencias del clima y con daños al contenido de la vivienda.
Incluso las coberturas de robo son susceptibles de sufrir fraudes. Los clientes simulan que alguien ha entrado en su casa y les ha robado algún elemento de valor o dinero. Las aseguradoras requieren que se denuncie a la policía, pero aún así, hay quien intenta simular un allanamiento para cobrar la indemnización.
Los casos más comunes de estafas a los seguros de salud son los de aquellos que fingen secuelas o daños irreversibles causados por un accidente que les incapacitan para realizar tareas diarias. Reclaman indemnizaciones millonarias. La mayoría de estos casos acaban por descubrirse cuando la aseguradora consigue pruebas de que a la víctima no le ocurre absolutamente nada de lo que describe.
Mecanismos para detectarlos
Según los informes de ICEA, por cada euro que las aseguradoras destinan a combatir el fraude, se ahorran pagar 45 euros en indemnizaciones de partes fraudulentos. Una gran rentabilidad que impulsa las investigaciones de siniestros que se producen en extrañas circunstancias o cuyas víctimas son asegurados que sufren siniestros con mucha frecuencia.
La contratación de detectives privados suele dar sus frutos, porque se descubren casos claros de fraude que no se podrían demostrar de otra manera. Los más llamativos los hemos visto muchas veces en televisión, en grabaciones de personas que llevan una vida normal e incluso hacen deporte cuando, por otro lado, le dicen a la aseguradora que apenas pueden moverse a causa de un accidente.
En este sentido, las redes sociales están sirviendo de gran ayuda a las compañías. Muchas personas delatan sus mentiras cuando publican fotografías de fiesta o en el gimnasio cuando en su parte de accidente alegan inmovilidad. En estos casos, los peritos y especialistas de las aseguradoras ejercen un papel de investigadores policiales para intentar destapar los fraudes, aunque no siempre lo consiguen.
Privacidad y nuevas trampas
En conclusión, la evolución de estas tecnologías ha beneficiado de forma significativa al sector seguro. Pero, por otro lado, también ha generado nuevos riesgos. En concreto los del seguro interactivo, relacionados con la privacidad y el fraude.
Por un lado, puede cometerse fraude al utilizar un hardware que permita registrar datos de actividad falsos en un dispositivo wearable que recoja información de la actividad física.
Por otro lado, los seguros de vida interactivos también pueden conllevar riesgos para la privacidad del paciente. Grupos de defensa del consumidor se han preguntado si con este nuevo sistema las empresas pueden utilizar los datos para seleccionar a los clientes más rentables y aumentar la cuota a quienes no registran tanta actividad física o no mantienen lo que se considera hábitos saludables.