El inobjetable triunfo electoral de Milei y su proyección mediática atraen todos los focos. Pero el fantasma de una crisis de gobernabilidad recorre Argentina.
Los partidos populistas, sobre todo en España e Italia, explotan al máximo las emociones de los electores, especialmente en las redes sociales, donde estas fuerzas políticas destacan.
La actual contraola democrática durará mientras existan alternativas viables al modelo democrático, y las élites que cuestionan la democracia ganen elecciones y se perpetúen en el poder.
Tanto el color azul como el rojo parecen reforzar predisposiciones conservadoras y progresistas. El color tiene una importancia muy marcada a la hora de influir en nuestro comportamiento.
Las descalificaciones entre los políticos llevan a que los ciudadanos pierdan la confianza en la política en sí misma. Además, el juego de acusaciones cruzadas entre ellos los hace cada vez más dependientes de los medios de comunicación.
La reciente renovación de los cuatro magistrados del Tribunal Constitucional que elige el Congreso de los Diputados evidencia una vez más la necesidad de pactos entre los principales partidos que se traduce en un “sistema de cuotas” en función de la fuerza parlamentaria de cada uno de ellos.
Cuando el sistema democrático de un país no hace lo suficiente por cuidar el medio ambiente son las plataformas ciudadanas las que tienen que arrimar el hombro. La ciudadanía debe implicarse, pero también los partidos políticos como uno de sus objetivos constitucionales.
¿Hasta qué punto tenemos una percepción errónea sobre los partidos ajenos y
sus seguidores? Los datos de la Encuesta Nacional de Polarización del Grupo Especial de Investigación CEMOP demuestran que existe una brecha de percepción, de una falsa polarización, más presente entre los votantes de izquierda.
La inmensa mayoría de los ciudadanos, sobre todo los más jóvenes, considera que el cambio climático constituye uno de los problemas más serios en la actualidad. Sin embargo, los partidos políticos que articulan sus ideas en torno a las preocupaciones medioambientales no consiguen atraer muchos votantes. ¿Por qué?
No es descabellado pensar que los estallidos de violencia negacionista de los últimos días guarden relación con el aumento de la polarización afectiva en la opinión pública española. Hay razones para estar preocupados.
La crisis del coronavirus debe ayudar a reflexionar sobre la actual crisis política y a revertir algunas tendencias preocupantes relacionadas con la calidad de la democracia.
¿Por qué nos cuesta tanto elaborar un análisis racional, desapasionado y no partidista de las tradiciones, creencias y valores que adoptamos los grupos humanos?
El recurrente déficit de la Seguridad Social, el vaciado de la “hucha” de las pensiones, las manifestaciones y las discusiones sobre su revalorización invitan a hacernos ciertas preguntas.
El sufragismo y las cuotas han hecho mucho por el avance femenino en política. Pero en el resto de ámbitos, el techo de cristal sigue siendo una realidad.
Profesor Titular de Universidad. Investigador del Instituto Universitario para el Análisis Económico y Social (IAES) y de la Cátedra de Responsabilidad Social Corporativa. Decano de la Facultad de Ciencias Económicas, Empresariales y Turismo, Universidad de Alcalá