El terror de los ciudadanos tras los atentados del 11-S facilitó su complacencia hacia las violaciones de derechos por parte de sus países. Forzados a decidir entre libertad o seguridad, consintieron la cesión de derechos fundamentales propios y ajenos en aras de sentirse seguros. Y el abuso se normalizó.
Al concatenarse casualmente, las contingencias más nimias orientan el rumbo colectivo de nuestras vidas. La serie ‘Cuando el polvo se asienta’ aborda esa decisiva interacción social y aquí se la presenta interpretando el uso que hace Leibniz del mito de Sexto.
Amira Jadoon, United States Military Academy West Point et Andrew Mines, George Washington University
Se trata de uno de las cuatro organizaciones terroristas más mortíferas del mundo y, tras un largo período de crisis, reaparece ahora para intentar demostrar que los talibanes afganos son incapaces de proporcionar seguridad a la población.
Mientras los talibanes empiezan a reprimir las libertades básicas, muchos temen que Afganistán vuelva a ser un refugio para los terroristas, con consecuencias nefastas para los países occidentales.
El Gobierno ha reconocido a 1 451 víctimas mortales y a 4 983 heridos en atentados terroristas producidos entre 1960 y 2020, aunque todo apunta a que la cifra es mayor. Conviene, no obstante, tener presente que las víctimas del terrorismo no son simples estadísticas.
Un estudio con universitarios navarros en el que participaron víctimas de ETA demuestra la importancia de mantener viva la memoria para deslegitimar la violencia y prevenir la radicalización.
Pablo García Varela, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
Son varios los factores que explican por qué el País Vasco tuvo una mayor incidencia de consumo de heroína en los años 80. En este contexto, ETA aprovechó ciertos errores para instalar en el imaginario colectivo la posibilidad de una conspiración a gran escala.
El 1 de enero de 2021 se consumó la salida del Reino Unido de la UE. Prácticamente en el último momento lograron acordarse, a grandes rasgos, los términos de la separación. Pero la negociación no parece cerrada todavía.
Hace 155 años seis exoficiales del Ejército confederado fundaron en Tennessee el Ku Klux Klan, la primera organización terrorista de la Edad Contemporánea.
La violencia no fue producto de la Transición, sino de quienes se oponían a ella: algunos policías de “gatillo fácil” y bandas terroristas como ETA. Pero la joven democracia consiguió consolidarse.
La intolerancia religiosa también existió en la Antigüedad, incluso en sociedades politeístas como la griega y la romana donde convivían varias creencias. Los casos de Sócrates e Hipatia de Alejandría así lo demuestran.
La crisis de la covid-19 ha desplazado de la agenda pública algunos de los problemas de seguridad más complejos que se han experimentado en las últimas décadas en Europa. Los atentados de Francia nos envían un recordatorio cruel: el terrorismo islamista sigue siendo un problema de gran magnitud.
Aún no se conoce bien cuál es el proceso que conduce a una persona a usar la violencia con fines políticos y religiosos, pese a las múltiples teorías y estudios empíricos existentes.
El proceso de radicalización es un proceso complejo que no puede circunscribirse al cerebro, al comportamiento o el entorno. Se produce en la intersección de todos estos elementos.
Grupos violentos y extremistas emprenden de manera sistemática guerras de comunicación para erosionar de forma deliberada la cohesión social de las democracias liberales consolidadas. Aprovechan que las instituciones públicas han perdido el monopolio en la creación de mensajes hegemónicos y que los medios ya no desempeñan el papel de mediadores para comunicarse y dialogar de manera directa con la ciudadanía.
La mayoría de los neozelandeses ve la inmigración como beneficiosa para su país, pero el radicalismo nacionalista ha formado parte del ecosistema durante mucho tiempo.