tag:theconversation.com,2011:/ca/topics/alimentacion-saludable-80496/articlesalimentación saludable – The Conversation2024-02-19T20:53:27Ztag:theconversation.com,2011:article/2204692024-02-19T20:53:27Z2024-02-19T20:53:27ZNo podemos aumentar el número de neuronas de nuestro cerebro, pero sí ayudar a que estén mejor conectadas<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/576601/original/file-20240219-28-d4z3wf.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=752%2C45%2C5370%2C2882&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption"></span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-illustration/active-nerve-cells-3d-rendering-764353078">Giovanni Cancemi/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Los <em>trekkies</em> o amantes de la serie y las películas de <em>Star Trek</em> conocemos muy bien una de las frases más repetidas en todas ellas: “El espacio, la última frontera…”. Pero antes de profundizar en los secretos del espacio nos quedan muchas otras fronteras por explorar dentro nosotros mismos, como el sistema nervioso central. Un sistema sobre el que últimamente se están desmontando importantes mitos, entre ellos los relacionados con la formación de nuevas neuronas y nuevas conexiones neuronales.</p>
<h2>Las neuronas mueren si se quedan aisladas</h2>
<p>Hace años que se discute sobre si en el cerebro maduro se pueden generar nuevas neuronas o esta capacidad desaparece tras los primeros años del desarrollo. Está claro que durante el desarrollo embrionario se producen neuronas de más y <a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fncel.2014.00396/full">que muchas perecen en este proceso debido a que no pueden establecer las relaciones adecuadas con otras neuronas u otras células</a>. Después de todo, la interacción entre las neuronas es esencial para su supervivencia, si se quedan aisladas, mueren.</p>
<p>Otro de los aspectos clave es que las neuronas son muy sensibles a los cambios. Por eso <a href="https://link.springer.com/referenceworkentry/10.1007/978-3-540-29678-2_3910">mueren ante traumatismos severos o procesos inflamatorios asociados a traumas, enfermedades autoinmunes o a las infecciones</a>. Por otro lado, también son muy sensibles a las deficiencias en el uso de la energía celular. De ahí que <a href="https://www.nature.com/articles/s41580-019-0173-8">enfermedades degenerativas como el párkinson o enfermedades mitocondriales produzcan la muerte neuronal</a>. </p>
<p>Ante todo este panorama, la posibilidad de que podamos algún día regenerar las neuronas perdidas en algún traumatismo o infección, así como restaurar la pérdida de función debida a degeneraciones mitocondriales, supondría una enorme mejora clínica para millones de personas. </p>
<h2>Hay células madres cerebrales, pero no pueden regenerar todo el cerebro</h2>
<p>Aunque no estamos del todo seguros de que haya una neurogénesis clara en el ser humano adulto, recientemente se han encontrado ciertos <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC9563325/pdf/cells-11-03002.pdf">“nichos”</a> que parecen albergar células con capacidad para convertirse en neuronas maduras. No obstante, estos nichos parecen estar localizados en zonas muy específicas del cerebro, por lo que su capacidad para regenerar todo el cerebro es nula. Y, como ocurre en otros nichos de células madre, la capacidad regenerativa disminuye con la edad, aunque en algunas personas a menor velocidad que en otras.</p>
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Leer más:
<a href="https://theconversation.com/superancianos-con-superneuronas-por-que-hay-cerebros-que-desafian-el-paso-del-tiempo-195853">Superancianos con superneuronas: ¿por qué hay cerebros que desafían el paso del tiempo?</a>
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<p>Cosa distinta es la <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/books/NBK557811/">neuroplasticidad</a>, es decir, la capacidad para establecer nuevas conexiones entre neuronas. Esta capacidad está regulada por factores fisiológicos como el embarazo, durante el cual la neuroplasticidad se acelera. </p>
<p>No es de extrañar, por ejemplo, que la nutrición afecte a la neuroplasticidad <a href="https://www.cambridge.org/core/journals/development-and-psychopathology/article/abs/early-life-nutrition-and-neural-plasticity/5DF67902F6A685E7DCF81C4B4C259670">incluso a edades tempranas o incluso durante el desarrollo embrionario</a>. Diversos estudios han demostrado que <a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fnbeh.2017.00019/full">el consumo de alimentos ultraprocesados y fácilmente digeribles afecta negativamente a la neuroplasticidad</a> mientras que el consumo de alimentos no procesados, especialmente verduras, <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/29141966/">ricos en polifenoles promueve una mayor capacidad neuronal para mantener y establecer nuevas interacciones</a>. </p>
<p>Por ello no resulta nada raro que múltiples estudios hayan mostrado una relación entre la calidad de la <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC8392499/pdf/cells-10-02084.pdf">microbiota intestinal asociada a la calidad de los nutrientes y la capacidad de las neuronas para mantener y establecer nuevas conexiones</a>. En este efecto, <a href="https://www.frontiersin.org/journals/neurology/articles/10.3389/fneur.2023.1149618/full">un perfil de inflamación crónica asociado a la neurodegeneración</a> establece la relación clara entre nutrición desequilibrada y pérdida de capacidad neuronal.</p>
<h2>Evitar a toda costa la pérdida de conexión entre neuronas</h2>
<p>Por el momento, sabemos que <a href="https://doi.org/10.1016/j.neuron.2011.05.001">la generación de nuevas neuronas es limitada en los adultos y decae con la edad</a>. Por tanto, los mecanismos para mantener las neuronas funcionales durante el mayor tiempo posible son los que deberían ser el blanco de terapias para prevenir una más que segura pandemia de enfermedades neurodegenerativas asociadas al incremento de personas mayores.</p>
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Leer más:
<a href="https://theconversation.com/la-pandemia-ha-puesto-al-envejecimiento-en-el-punto-de-mira-170038">La pandemia ha puesto al envejecimiento en el punto de mira</a>
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<p>Cada vez tenemos más claro que la deficiencia cognitiva o el alzhéimer asociados a la edad son multifactoriales y que <a href="https://doi.org/10.1016/j.conb.2011.01.002">la pérdida de conexión entre las neuronas es clave para que éstas mueran y desaparezcan</a>. Por tanto, la preservación de las conexiones o sinapsis entre las neuronas mantiene a éstas funcionales y, en consecuencia, bloquea o enlentece el progreso de la neurodegeneración. </p>
<p>En todo este proceso, no solo la acumulación de proteínas mal plegadas tanto fuera como dentro de las células desempeña un importante papel. También es esencial la actividad de las células de glía, que mantienen la actividad neuronal, su metabolismo y la eliminación de residuos a la vez que controlan procesos inflamatorios. </p>
<p>Así, los diferentes tipos de células gliales –astrocitos, oligodendrocitos y microglía– están ganando cada vez <a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fcell.2020.611269/full">más protagonismo en la preservación de las neuronas</a>, en la neuroplasticidad, y puede que también en su regeneración en los pocos nichos donde se mantiene esta capacidad en el adulto. Uno de estos papeles estelares de la glía en el proceso de degeneración neuronal tiene que ver con el proceso inflamatorio o <a href="https://translationalneurodegeneration.biomedcentral.com/articles/10.1186/s40035-020-00221-2">neuroinflamatorio</a>, que cada vez gana más importancia. </p>
<p>Si bien hay mucho interés en inducir la regeneración neuronal para prevenir las enfermedades neuronales asociadas al envejecimiento, más importancia debería tener prevenir el daño neuronal. Y para ello, la ciencia ha demostrado ya que <a href="https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/1028415X.2023.2298098">la nutrición</a>, <a href="https://academic.oup.com/biomedgerontology/article/78/1/1/6652555?login=false">los niveles de antioxidantes en sangre</a>, <a href="https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/13814788.2019.1635113">los hábitos de vida</a>, <a href="https://www.mdpi.com/1422-0067/23/6/3245">la actividad física</a>, <a href="https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/03007995.2023.2260741">la actividad social</a> y <a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fnagi.2023.1305790/full">reducir la inflamación crónica</a> y los factores que la afectan son terapias muy efectivas. </p>
<p>Ya lo decía <a href="http://www.classicahispalensia.es/docencia/84-juvenal-satira-10-j-solis-2017">Juvenal en su Sátira X</a>: “<em>Orandum est ut sit mens sana in corpore sano</em>” casi previendo, aún sin saber lo que era una neurona, que mantener la capacidad cognitiva depende mucho de seguir una vida con buena nutrición, actividad física y social y hábitos de vida sanos.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/220469/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Guillermo López Lluch es miembro de la Sociedad Española de Biología Celular, la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular, la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, la Society for Free Radical Research y presidente de la International Coenzyme Q10 Association. Las investigaciones realizadas por el autor están financiadas por fondos públicos provenientes del Gobierno de España o del Gobierno Autonómico de Andalucía</span></em></p>Generar neuronas nuevas en un cerebro maduro no es fácil. Lo que sí es posible es favorecer que se formen nuevas conexiones entre neuronas con una dieta rica en verduras que evite los ultraprocesados.Guillermo López Lluch, Catedrático del área de Biología Celular. Investigador asociado del Centro Andaluz de Biología del Desarrollo. Investigador en metabolismo, envejecimiento y sistemas inmunológicos y antioxidantes., Universidad Pablo de OlavideLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2166782023-12-13T06:44:44Z2023-12-13T06:44:44Z¿Tiene alguna ventaja beber leche de yegua? Esto dice la ciencia<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/564991/original/file-20231211-19-snp3q3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=48%2C0%2C4532%2C3393&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Un potro mamando de su madre.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/young-horse-feeding-on-mothers-milk-2297581491">Scenic Corner/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Contaba el poeta romano Juvenal que Popea, la mujer de Nerón, viajaba con una legión de burras para lavarse con su leche. Se dice también que, en el antiguo Egipto, Cleopatra se bañaba en leche de la misma procedencia para mantener su piel suave y tersa, y que Isabel de Baviera (más conocida como Sissi Emperatriz) la utilizaba en sus rituales de belleza. </p>
<p>En nuestros días, otra leche equina, la de yegua, ha recogido el testigo del prestigio y está ganando popularidad en Europa por sus supuestas bondades terapéuticas. ¿Tiene justificación? ¿Qué dice la ciencia sobre sus propiedades?</p>
<h2>Muy popular en Asia, empieza a abrirse paso en Europa</h2>
<p>Este alimento es un viejo conocido en algunos países asiáticos, como Mongolia, Rusia, China, Kazajistán o Uzbekistán. Históricamente, se ha utilizado <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1002/9780813821504.ch7">para tratar enfermedades, mejorar el sistema inmune y proporcionar vitalidad</a>.</p>
<p>Al margen de esos usos medicinales, la leche de yegua también ha servido a menudo como sustituto de la leche materna, dadas las similitudes en su composición. Y al presentar una baja respuesta alérgica en niños con alergia a la proteína de la leche de vaca, es potencialmente útil como alternativa a la leche de fórmula.</p>
<p>Hoy, su consumo se está extendiendo en nuestro entorno, sobre todo en forma de leche en polvo (liofilizada), como suplemento alimenticio o, incluso, como ingrediente de cosméticos para aquellos que confían en sus beneficios para la piel. Bebida, la leche de yegua es dulce y ligera, aunque no resulta común encontrarla en formato líquido.</p>
<h2>Diferencias con las leches de otros animales</h2>
<p>Una búsqueda rápida en internet mostrará una larga lista de webs que promocionan las “propiedades terapéuticas” de la leche de yegua. Destacan su contenido en ácidos grasos, minerales, vitaminas y aminoácidos esenciales. Pero esto no es exactamente lo que dice la ciencia.</p>
<p>Para empezar, es importante tener en cuenta que todos los tipos de leche, incluida la de vaca, contienen <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0956713514000607">grasa (y ácidos grasos), lactosa, proteínas, aminoácidos esenciales, vitaminas y minerales</a> en mayor o menor medida, además de muchos otros compuestos. </p>
<p>Los aminoácidos son unidades estructurales de las proteínas (como los eslabones de una cadena) y se pueden clasificar como no esenciales y esenciales, en función de si el organismo puede o no producirlos. Por ello, los alimentos ricos en aminoácidos esenciales son imprescindibles para un correcto funcionamiento del metabolismo. Y aunque es cierto que las proteínas de la leche de yegua los contienen, también se encuentran en cualquier otro tipo de leche. </p>
<p>Por otro lado, los ácidos grasos son un tipo de molécula que conforma la mayor parte de lípidos (o grasas) que consumimos a través de alimentos como lácteos, carne o aceite. La leche de yegua (al igual que la humana) se caracteriza por tener un bajo contenido en grasa: entre un 0,3 y un 2 %. Las leches de vaca y oveja, por ejemplo, contienen de 3 a 5 % y entre 5 y 9 %, respectivamente. </p>
<p>Además, la grasa de esta leche presenta una composición muy diferente a la de otros animales. Al ser monogástrico (no rumiante), el sistema digestivo del caballo absorbe y acumula en la leche una mayor cantidad de ácidos grasos omega-3 (principalmente ácido linolénico) y omega-6 (ácido linoleico, sobre todo). Imprescindibles para el buen funcionamiento del organismo, estos ácidos grasos se obtienen necesariamente a través de la dieta, lo que habla en favor de la leche de yegua. </p>
<p>Por contra, también hay que señalar que presenta un bajo contenido tanto en grasa total como en otros ácidos grasos omega-3 de gran interés, como el EPA y el DHA. Esto limita su atractivo como fuente de ácidos grasos beneficiosos.</p>
<p>En cuanto a vitaminas y <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0889157523005033">minerales</a>, la leche de yegua incorpora un contenido generalmente escaso, con excepción de la vitamina C y el hierro.</p>
<h2>Propiedades saludables en estudio</h2>
<p>Según la legislación europea, para declarar una propiedad saludable en un alimento es necesaria la aprobación de la <a href="https://european-union.europa.eu/institutions-law-budget/institutions-and-bodies/search-all-eu-institutions-and-bodies/european-food-safety-authority-efsa_es">Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA por sus siglas en inglés)</a>. Y esto solo ocurre cuando hay suficientes evidencias científicas que lo avalen. </p>
<p>Hoy por hoy, no existe ninguna propiedad saludable autorizada para la leche de yegua, por lo que declaraciones habituales como que “mejora el sistema inmune” o que “aumenta la vitalidad” ni están verificadas ni se justifican desde un punto de vista científico. </p>
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Leer más:
<a href="https://theconversation.com/sigue-siendo-leche-la-leche-184753">¿Sigue siendo leche la leche?</a>
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<p>Por supuesto, esto no significa que no posea virtudes, pero a día de hoy no existen suficientes pruebas al respecto. Y aunque estudios recientes han demostrado un potencial beneficio frente a <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0022030217306501">la diabetes tipo 2</a>, <a href="https://academic.oup.com/femsle/article/363/2/fnv234/2600020?login=true">el cáncer</a> o <a href="https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/09637480802249082">las afecciones cutáneas</a>, estos trabajos son aún preliminares y muy escasos. </p>
<p>En cuanto a las declaraciones de propiedades terapéuticas, la legislación europea no autoriza manifestar que un alimento prevenga, trate o cure una enfermedad, por lo que afirmaciones en este sentido tampoco están justificadas.</p>
<p>En definitiva, aunque la leche de yegua posee un bajo contenido en grasa, proteína, minerales y vitaminas en comparación con la mayoría de leches que consumimos –incluida la de vaca–, contiene elementos de gran interés para la nutrición humana, como ácidos grasos omega-3 y omega-6. Aún queda un largo recorrido de investigación para demostrar sus prometedoras cualidades saludables.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/216678/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Ana Blanco Doval recibe fondos del Departamento de Educación del Gobierno Vasco (programa predoctoral). </span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Luis Javier Rodríguez Barron y Noelia Aldai no reciben salarios, ni ejercen labores de consultoría, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del puesto académico citado.</span></em></p>La leche de yegua está ganando popularidad en Europa por las propiedades saludables que se le atribuyen, aunque no todas esas virtudes han sido avaladas por la ciencia.Ana Blanco Doval, Investigadora predoctoral en Ciencias de los Alimentos, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko UnibertsitateaLuis Javier Rodríguez Barron, Catedrático de Tecnología de Alimentos e Investigador Principal del Grupo Lactiker - Calidad y Seguridad de Alimentos de Origen Animal, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko UnibertsitateaNoelia Aldai, Investigadora Senior, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko UnibertsitateaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2182622023-12-06T20:54:00Z2023-12-06T20:54:00ZLas semillas de los dátiles esconden un tesoro de compuestos saludables<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/563591/original/file-20231205-25-3zb8uc.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=35%2C0%2C5946%2C3961&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/fresh-dates-palm-seed-core-2229771451">Lussin/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><blockquote>
<p>¿Alguna vez has mirado con atención la semilla de un dátil? En el Corán, Alá menciona las diversas partes de esta semilla –el ‘qiṭmīr’, el ‘fatīl’ y el ‘naqīr’– para ilustrar sus áreas más energéticas. La próxima vez que rompas el ayuno de Ramadán comiendo dátiles, no tires el hueso apresuradamente. Míralo bien, recuerda las suras que lo mencionan, y la pequeña semilla sostenida entre tus dedos te ayudará a tener una sensación de tranquilidad y devoción que solo puede surgir tras reflexionar sobre los versos del Corán. </p>
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<p>Este <a href="https://ourramadanblog.wordpress.com/tag/date-pit">consejo místico</a>, con el que se alecciona a los practicantes musulmanes a meditar en torno a la humilde semilla (o “hueso”, coloquialmente hablando) del dátil, nos hace reparar en el valor intrínseco de tantos residuos alimentarios que descartamos a diario sin considerar su potencial valor nutricional y terapéutico. </p>
<p>Aprovecharlos y transformarlos adecuadamente no solo contribuiría a la sostenibilidad ambiental, <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0306919210001132?casa_token=vA33Oy76_vQAAAAA:GyFkcWaTIFUeefiO4nLj-QfHn-oQQ1evPLUusGLQ95EeFEYsL-1dXzbmjjwSSkfUOz7MSDkmwYo">reduciendo la emisión de gases de efecto invernadero y la contaminación del agua</a>, sino que también podría generar sustanciales ingresos <a href="https://link.springer.com/article/10.1007/s12649-021-01467-1">a agricultores y empresas agroalimentarias</a>.</p>
<p>Sabemos que muchos subproductos alimentarios contienen nutrientes valiosos y compuestos bioactivos que <a href="https://www.mdpi.com/2077-0472/13/8/1559">pueden ser recuperados para su uso en la alimentación animal o incluso humana</a>. Y este es precisamente el caso de la semilla de palma datilera, un recurso excepcional en cuanto a sus potenciales aplicaciones.</p>
<h2>Un amplio abanico de usos tradicionales</h2>
<p>En su zona de origen, <a href="https://www.herbazest.com/es/hierbas/datiles#:%7E:text=Las%20semillas%20de%20d%C3%A1til%20se,son%20alimento%20para%20el%20pollo">estas semillas se han usado</a> como forraje para alimentar animales de granja (camellos, caballos, ovejas y cabras). Para ello, se sumergen en agua antes de ser utilizadas. </p>
<p>También les han encontrado no pocas utilidades como materia prima. Junto con otras partes de la palma datilera, constituyen un apreciado combustible casero, y combinadas con subproductos de maíz, se emplean en el norte de África para fabricar tableros aislantes. Su aceite, de color amarillo verdoso, es aprovechado para elaborar jabones y productos cosméticos.</p>
<p>Y por si fuera poco, tras ser secadas, tostadas y molidas, con el polvo resultante se elabora un <a href="https://jpacr.ub.ac.id/index.php/jpacr/article/view/475">producto similar al café</a>, pero libre de cafeína y muy aromático.</p>
<h2>Cóctel de nutrientes</h2>
<p>Al margen de estos usos tradicionales, estas semillas se han revelado como una fuente valiosa de nutrientes que podrían aportar beneficios significativos para la salud humana. Aunque consumidas en menor medida que la pulpa, son una excelente fuente de energía debido a su significativo contenido de grasas “buenas”, proteínas y carbohidratos complejos.</p>
<p>Vayamos por partes. En primer lugar, su grasa –si bien constituye una pequeña proporción del peso total– es de naturaleza saludable. Los ácidos grasos más abundantes contenidos en las semillas de dátil <a href="https://www.mdpi.com/2223-7747/12/2/226">pertenecen al grupo de cadena corta</a> (proporcionan energía rápida), aunque también contienen otros de cadena larga: ácidos oleico (omega-9) y linoleico (omega-6). Ambos son conocidos <a href="https://www.pileje.es/revista-salud/omega-3-6-y-9-acidos-grasos-necesarios-para-el-organismo">por sus beneficios para la salud cardiovascular y su contribución al equilibrio lipídico</a>.</p>
<p>En segundo lugar, las semillas de palma datilera contienen en torno al 9-10 % de proteínas. Estas incluyen <a href="https://www.cambridge.org/core/journals/fruits/article/abs/protein-and-amino-acid-profiles-of-tunisian-deglet-nour-and-allig-date-palm-fruit-seeds/EA8B2C7FFD09C0895AFF471BE43B9158">una amplia variedad de aminoácidos esenciales</a>, compuestos indispensables para la renovación y mantenimiento adecuado de todas las estructuras corporales.</p>
<p>Su óptimo valor nutricional también se basa en su <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0308814607012654">contenido en fibra dietética</a>, cuya ingesta ayuda a mantener a raya enfermedades como diabetes, hipercolesterolemia, hiperlipidemia, hipertensión, enfermedad coronaria y obesidad. Hay, adicionalmente, claras evidencias de que su fibra dietética podría tener un importante <a href="https://phcog.com/article/view/2019/15/63/494-499">uso terapéutico</a> contra los cánceres de próstata y testículo. </p>
<p>Por último, los huesos de dátil
<a href="https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.3109/09637486.2011.598851">constituyen una fuente significativa de minerales esenciales</a> como potasio, magnesio, fósforo, zinc y calcio. Estos nutrientes desempeñan un papel crucial en el mantenimiento de la salud ósea y la función muscular, así como en la regulación de la presión arterial.</p>
<h2>Alta bioactividad</h2>
<p>Pero es que, además de los nutrientes básicos, estas semillas contienen compuestos bioactivos, cuya ingesta conlleva abundantes beneficios. Entre ellos, <a href="https://www.mdpi.com/2223-7747/12/2/226">destacan los compuestos fenólicos</a>, de alto potencial antioxidante. Consumirlos puede ayudar a combatir el estrés oxidativo en el organismo y reducir así el riesgo de enfermedades crónicas derivadas de procesos inflamatorios, como la hipertensión, el cáncer o las dolencias cardiovasculares y neurodegenerativas.</p>
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Leer más:
<a href="https://theconversation.com/los-frutos-secos-deliciosos-aliados-para-combatir-el-deterioro-cognitivo-210648">Los frutos secos, deliciosos aliados para combatir el deterioro cognitivo</a>
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<p>Por otro lado, existe una amplia gama de bioactividades inherentes a las semillas tratadas. Tanto su actividad antioxidante –eliminadora de radicales libres–, como antibacteriana es notable, <a href="https://www.cabdirect.org/globalhealth/abstract/20193086838">según se ha demostrado tras analizar once variedades de palma datilera</a>.</p>
<h2>Infusión contra el alzhéimer</h2>
<p>Y, recientemente, se ha descubierto que la antes citada infusión de semilla de dátil, rica en flavonoides, <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1111/jfbc.14017?casa_token=6j3K4HrZEi4AAAAA:iRVVp_zwwms0WBrb_uM2j7E4Tt1j7aMlafCgFjcDFcBtPbPmzH94OefxA07FtqeqRMvIqSYMzH0g3hA">ejerce un efecto antialzhéimer superior al del café</a>. Esta bebida reduciría la producción de proteínas Aβ, que es el componente principal de las placas amiloides, los depósitos extracelulares encontrados en el cerebro de las personas con alzhéimer. Se recomienda hacer estudios más detallados para saber si consumirla regularmente puede retrasar la progresión de esta enfermedad en personas vulnerables o en las primeras etapas de la dolencia.</p>
<p>En definitiva, cuando coma dátiles, antes de arrojar las semillas distraídamente al cubo de la basura, sostenga una de ellas unos segundos entre los dedos y medite en torno al potencial nutricional y saludable que desaprovechamos a diario en forma de desperdicios alimentarios.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/218262/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>José Luis Guil Guerrero ha recibido fondos de la Junta de Andalucía para realizar investigaciones relacionadas con recursos alimentarios de uso marginal.</span></em></p>Los “huesos” de los dátiles, que normalmente no se consumen, contienen un filón de sustancias beneficiosas: grasas saludables, fibra, proteínas… Incluso se acaba de descubrir que consumirlos en forma de infusión podría proteger frente al alzhéimer.José Luis Guil Guerrero, Catedrático de Tecnología de Alimentos, Universidad de AlmeríaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2148142023-11-06T15:14:33Z2023-11-06T15:14:33ZGuía para elegir los yogures más saludables<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/557738/original/file-20231106-15-xeyiuo.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=183%2C98%2C7995%2C5236&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/white-yogurt-jar-on-wooden-table-2313319373">Jiri Hera/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Una gran variedad de yogures de todos los colores y sabores copan el lineal de los productos refrigerados. Y entre ellos, cuidado, nos encontramos también los mal llamados “yogures” vegetales. ¿Cómo identificar entre tanta oferta cuáles son, desde un punto de nutricional, los mejores? </p>
<h2>Naturalmente sanos</h2>
<p>La receta básica de un yogur es leche y fermentos lácticos producidos por la acción de las bacterias <em>Lactobacillus delbrueckii subsp. bulgaricus</em> y <em>Streptococcus thermophilus</em>, <a href="https://www.boe.es/buscar/doc.php?id=BOE-A-2014-4515">como marca la normativa en España</a>. Cuando se utilizan otros microorganismos (por ejemplo, <em>Lactobacillus casei</em>), el producto ya no puede llamarse yogur, sino leche fermentada. </p>
<p>El alimento genuino lo podemos preparar en casa con una sencilla yogurtera y es tan fácil como añadir una cucharada de yogur a la leche. En unas horas, esta deja de ser líquida y adquiere la consistencia propia de un yogur. Un apunte: no descartemos el líquido que queda por encima porque contiene nutrientes.</p>
<p>De esta manera tenemos el yogur “natural”, de sabor ácido y con una composición nutricional similar a la de la leche. Ambos forman parte de una <a href="https://www.nutricioncomunitaria.org/es/noticia/guia-alimentacion-saludable-ap">dieta saludable</a> por su aporte de proteínas de alta calidad y calcio.</p>
<h2>Una rica fuente de calcio</h2>
<p>El calcio es importante para numerosos procesos celulares, no solo para nuestros huesos. La coagulación sanguínea, la obtención de energía a partir de los nutrientes, los músculos y los dientes necesitan este mineral. El que está presente en los lácteos se absorbe muy bien, por lo que deberían seguir siendo su fuente principal en nuestra dieta.</p>
<p>El inconveniente nutricional de los productos derivados de la leche es que la mayoría de sus <a href="https://www.who.int/publications/i/item/9789240061668">grasas son saturadas</a>, y tomar muchas supone un riesgo para nuestra salud, especialmente por enfermedad coronaria. Debido a esta razón, es recomendable que las personas en riesgo de patología cardiovascular consuman lácteos desnatados.</p>
<p>Pero ¿son los yogures mejores que la leche? Se puede decir que presentan ciertas ventajas nutricionales. La fermentación favorece la digestión y la absorción en nuestro intestino de las proteínas, el calcio e incluso la lactosa que contienen. Eso sí, un vaso de leche equivale a dos yogures.</p>
<p>Además, son mejor asimilados por quienes presentan <a href="https://medlineplus.gov/spanish/ency/article/000276.htm#:%7E:text=La%20lactosa%20es%20un%20tipo,suficiente%20cantidad%20de%20esta%20enzima.">intolerancia a la lactosa</a>. Estas personas no tienen suficiente lactasa, la enzima que digiere la lactosa, lo que provoca diversos síntomas intestinales. Los fermentos lácticos del yogur producen una pequeña parte de lactasa, que ayuda a digerir ese tipo de azúcar.</p>
<h2>Mejor evitar yogures griegos y enriquecidos con proteínas</h2>
<p>Volviendo a los que podemos comprar en el súper, la mayoría tienen sabor dulce por los azúcares, purés de frutas o edulcorantes que incorporan. Ninguna de estas opciones es recomendable. Los dos primeros aportan <a href="https://theconversation.com/sin-azucares-anadidos-cuando-tiene-sentido-usar-esta-etiqueta-y-cuando-no-169956">azúcares libres</a>, que <a href="https://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/154587/WHO_NMH_NHD_15.2_spa.pdf">aumentan el riesgo de sufrir obesidad, sobrepeso y enfermedades</a>. En cuanto a los <a href="https://theconversation.com/sustituir-el-azucar-por-edulcorante-no-es-tan-bueno-para-la-salud-como-parece-186306">edulcorantes</a>, la <a href="https://www.who.int/publications/i/item/9789240073616">Organización Mundial de la Salud</a> no los recomienda para el control del peso o para reducir el riesgo de enfermedades.</p>
<p>Otra opción son los yogures de tipo “griego”, que llevan nata para hacerlos más cremosos. Este añadido aumenta la cantidad de grasa y grasa saturada del yogur. Conclusión: incluso en su versión natural, no son los mejores.</p>
<p>Y desde hace un tiempo también podemos encontrar cada vez más yogures enriquecidos con proteínas. Aunque puedan ser útiles en situaciones muy concretas, en general, solemos tomar más proteínas de las necesarias, lo que puede suponer un riesgo para nuestra salud.</p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/557742/original/file-20231106-252894-ca7aiz.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/557742/original/file-20231106-252894-ca7aiz.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/557742/original/file-20231106-252894-ca7aiz.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=338&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/557742/original/file-20231106-252894-ca7aiz.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=338&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/557742/original/file-20231106-252894-ca7aiz.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=338&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/557742/original/file-20231106-252894-ca7aiz.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=424&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/557742/original/file-20231106-252894-ca7aiz.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=424&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/557742/original/file-20231106-252894-ca7aiz.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=424&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Ni los yogures griegos ni los yogures con proteínas deben consumirse de manera asidua.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/camera-inside-kitchen-fridge-handsome-man-1802265544">Gorodenkoff/Shutterstock</a></span>
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<h2>Desconfíe de los reclamos “saludables”</h2>
<p>Luego están los yogures que anuncian importantes beneficios: desde que ayudan a nuestra salud digestiva hasta que activan las defensas. La mayoría de estos mensajes son, como poco, exagerados, y no corresponden con la evidencia científica, según la <a href="https://food.ec.europa.eu/safety/labelling-and-nutrition/nutrition-and-health-claims/eu-register-health-claims_en">Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA</a>).</p>
<p>De hecho, muchos de los efectos reales se deben a vitaminas y minerales añadidos. De esta manera se puede decir, por ejemplo, que un yogur contiene vitamina D o B6 que “contribuyen al funcionamiento normal del sistema inmunitario”. En otras ocasiones, los efectos se atribuyen a la presencia de bacterias específicas y la EFSA considera que no han sido suficientemente demostrados.</p>
<p>La única excepción son los yogures con fitosteroles. La EFSA autoriza a que se pueda decir que estos compuestos añadidos a cualquier alimento contribuyen a <a href="https://eur-lex.europa.eu/legal-content/ES/TXT/PDF/?uri=CELEX:02012R0432-20210517">mantener los niveles normales de colesterol sanguíneo</a> o, incluso, a <a href="https://eur-lex.europa.eu/legal-content/ES/TXT/PDF/?uri=CELEX:02010R0384-20140711">reducirlos</a>.</p>
<p>Claro que la reducción tampoco es milagrosa: entre un 7 y un 12.5 % dependiendo de la cantidad de fitosteroles que se tomen. Además, sus <a href="https://www.mdpi.com/2072-6643/13/8/2810">efectos finales</a> sobre la prevención de enfermedades cardiovasculares aún están por demostrar.</p>
<h2>“Yogures” vegetales: de yogur, nada</h2>
<p>Estos mal llamados “yogures” son bebidas vegetales a las que se les ha añadido fermentos lácticos. Están elaboradas con agua y cantidades pequeñas de soja, avena, coco, arroz o almendras (entre el 2 y el 15 %). El resultado son alimentos con escaso valor nutricional que poco o nada tienen en común con la leche, salvo que suelen llevar vitaminas y minerales añadidos para parecerse a esta.</p>
<p>Los pseudoyogures resultantes no suelen llevar esos nutrientes añadidos, por lo que no deberían sustituir a los lácteos genuinos. Es cierto que no contienen lactosa, pero hay una gran oferta de yogures sin este componente en el mercado.</p>
<h2>Entonces, ¿cuál me llevo a casa?</h2>
<p>Para elegir bien, debemos mirar la tabla de nutrientes y el listado de ingredientes. Nos tenemos que fijar en la cantidad de grasa y azúcares por cada 100 gramos de yogur. Lo recomendable es que ninguno de los dos sea mayor de 5 gramos. En cuanto a los ingredientes, debemos asegurarnos de que no aparece la palabra “edulcorante/s”. </p>
<p>En definitiva, los yogures lácteos “auténticos” son básicos en nuestra alimentación por su aporte de nutrientes importantes. Sin embargo, la presencia de componentes que añaden azúcares, edulcorantes o grasa (nata) empeoran su calidad nutricional.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/214814/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Ana Belén Ropero Lara no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>El yogur es una fuente saludable de calcio y otros nutrientes, pero no todos los que venden en el supermercado resultan igual de recomendables. Atentos, sobre todo, a la lista de ingredientes añadidos.Ana Belén Ropero Lara, Profesora Titular de Nutrición y Bromatología - Directora del proyecto BADALI, web de Nutrición. Instituto de Bioingeniería, Universidad Miguel HernándezLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2125662023-10-12T20:57:09Z2023-10-12T20:57:09ZNuevo hallazgo: la dieta cardiosaludable que también disminuye el riesgo de aborto<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/550914/original/file-20230928-19-luj1p0.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C5760%2C3819&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/pregnant-woman-healthy-eating-vegetables-fruit-442442554">NDAB Creativity / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Es bien sabido que la alimentación repercute en numerosos aspectos de nuestra salud. Y si hablamos de parejas infértiles que se someten a las técnicas de reproducción asistida, parece que este factor puede influir decisivamente en el desarrollo del embarazo. </p>
<p>Es la principal conclusión de un estudio recientemente publicado en la revista <a href="https://jamanetwork.com/journals/jamanetworkopen/fullarticle/2808489"><em>JAMA Network Open</em></a>. En concreto, los investigadores implicados en el trabajo hemos observado que el riesgo de aborto disminuía entre el 13 y el 15 % en las mujeres que más siguieron <a href="https://jamanetwork.com/journals/jama/fullarticle/2529628">las recomendaciones dietéticas de la Asociación Americana del Corazón (AHA, por sus siglas en inglés)</a> antes de la gestación.</p>
<p>La dieta de la AHA prioriza el consumo de frutas, verduras, cereales integrales, pescado, mariscos, nueces y legumbres, al tiempo que limita la ingesta de bebidas azucaradas, sodio, carne procesada y grasas saturadas.</p>
<p>Para llegar a este resultado, los integrantes del grupo de investigación Alimentación, Nutrición, Desarrollo y Salud Mental (<a href="https://www.iispv.cat/es/grup/alimentacio-nutricio-desenvolupament-i-salut-mental-anut-dsm-2-2/">ANUT-DSM</a>) de la Universitat Rovira i Virgili estudiamos la evolución de 612 mujeres de entre 18 y 45 años sometidas a los principales tratamientos de infertilidad: la inyección intrauterina (IUI) y la fertilización in vitro (FIV). Las pacientes completaron más de 1 500 ciclos, 804 de IUI y 768 de FIV.</p>
<h2>Un mal creciente y universal</h2>
<p>La infertilidad, definida como la incapacidad de concebir después de doce meses o más entre parejas que no utilizan anticonceptivos, es un problema creciente en todo el mundo: actualmente afecta <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/27365525/">aproximadamente al 15 %</a> de las parejas que intentan concebir. Según el último informe mundial del <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32699900/">International Committee Monitoring Assisted Reproductive Technologies</a>, esto se traduce en que el número total de ciclos efectuados con tecnologías de reproducción asistida ha aumentado casi el 20 % entre 2011 y 2020. </p>
<p>Tales datos nos hacen pensar que el ascenso de la infertilidad se debe a factores ambientales –como el estrés, la obesidad, el tabaquismo o la dieta– más que a causas genéticas u otros condicionantes no modificables. </p>
<h2>El omega-3 podría marcar la diferencia</h2>
<p>Aunque la evidencia científica ya indicaba que determinados <a href="https://academic.oup.com/humupd/article/23/4/371/3065333">alimentos o nutrientes</a> podían mejorar los resultados de los tratamientos de infertilidad en las mujeres, se desconocía en profundidad cuál era su verdadero papel. Hablamos de los <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S2161831322007323?via%3Dihub">patrones dietéticos</a>, expresión más certera para describir los componentes de nuestra dieta. Porque no nos alimentamos de nutrientes o comidas aisladas: lo hacemos de conjuntos de productos que presentan cantidades específicas de nutrientes, los cuales pueden crear sinergias entre ellos.</p>
<p>En principio, no podemos realizar recomendaciones dietéticas para la población general solo a partir de nuestro estudio. No obstante, sus resultados nos muestran que seguir una dieta variada y equilibrada, sin restringir algunos alimentos abundantes en omega-3, parece estar relacionado con menores probabilidades de sufrir un aborto. </p>
<p>De hecho, otro trabajo de nuestro grupo, realizado con la misma población, ya asociaba los productos con altas cantidades de omega-3 –principalmente ácido docosahexaenoico (DHA) y el ácido eicosapentaenoico (EPA)– a un <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/35364062/">aumento en las probabilidades de embarazo</a>. El DHA y el EPA se encuentran en muchos alimentos, pero el pescado azul y el marisco los contienen en mayor medida.</p>
<p>Quizá por ello, la dieta vegetariana, que prescinde de esa comida rica en omega-3 procedente del mar, no presenta el beneficio demostrado con otras dietas menos restrictivas e igualmente cardiosaludables. Y en esta categoría entrarían, <a href="https://jamanetwork.com/journals/jamanetworkopen/fullarticle/2808489">además de las recomendaciones de la AHA, la dieta mediterránea y otras similares</a> también descritas en el artículo publicado.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/212566/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Albert Salas Huetos no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Según un estudio, la dieta recomendada por la Asociación Americana del Corazón disminuye significativamente el riesgo de perder el embarazo en las mujeres que siguen tratamientos de reproducción asistida. El omega-3 podría ser una de las claves.Albert Salas Huetos, Profesor Lector en Medicina Preventiva y Salud Pública, Universitat Rovira i VirgiliLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2144082023-09-28T17:35:28Z2023-09-28T17:35:28ZCuando se gasta la pila: qué es el peligroso síndrome de deficiencia energética relativa en el deporte<p>Alcanzar un rendimiento óptimo es la meta de muchos deportistas. Sin embargo, existe un enemigo silencioso que puede socavar sus esfuerzos e, incluso, poner en peligro su salud: el síndrome de deficiencia energética relativa en el deporte (también conocido como RED-S, por sus siglas en inglés). Los afectados pueden concentrarse tanto en alcanzar sus objetivos que pasan por alto las señales de advertencia.</p>
<p>Como su nombre sugiere, aparece como consecuencia de un desequilibrio prolongado entre la ingesta de alimentos y el gasto de energía. Es decir, el deportista no consume la cantidad suficiente de calorías para respaldar las demandas de su actividad. Esta carencia puede deberse a una restricción dietética voluntaria, una ingesta insuficiente o un aumento en el gasto energético debido al entrenamiento. </p>
<p>Además, el RED-S se ceba en todos los niveles y disciplinas: <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S1538544222001110">puede afectar a entre un 15 % y un 80 % de los practicantes</a> en función de la modalidad deportiva.</p>
<h2>Una larga lista de consecuencias</h2>
<p>Las primeras luces rojas se encendieron en 1992, cuando empezó a circular el concepto de <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/26111876/">la tríada femenina</a>. Esta etiqueta agrupa tres alteraciones interrelacionadas: los trastornos alimentarios, la menstruación irregular y la pérdida ósea. Más tarde, apareció el concepto de baja disponibilidad de energía (LEA, por sus siglas en inglés) y, en 2014, el Comité Olímpico Internacional (COI) reconoce el RED-S como entidad clínica diferenciada. Aunque está vinculado a la LEA, sus efectos se hacen notar más a largo plazo.</p>
<p>El último consenso realizado por el <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/37752011/">COI</a>, que acaba de ser publicado, ofrece una larga lista de perjuicios para la salud derivados del RED-S. Entre ellos se citan los siguientes:</p>
<ul>
<li><p>Alteraciones hormonales (pérdida de la menstruación, libido baja).</p></li>
<li><p>Debilitamiento óseo y susceptibilidad de fracturas por estrés.</p></li>
<li><p>Incontinencia urinaria.</p></li>
<li><p>Trastornos del sueño.</p></li>
<li><p>Función muscular reducida. </p></li>
<li><p>Afectación del sistema inmunitario.</p></li>
<li><p>Trastornos depresivos o alimentarios. </p></li>
<li><p>Disminución de las habilidades cognitivas. </p></li>
</ul>
<p>El rendimiento deportivo también se resiente con una respuesta reducida al entrenamiento, un tiempo de reacción más lento, un bajo estado de ánimo, menor fuerza muscular, disminución de la potencia…</p>
<h2>Deportistas más vulnerables</h2>
<p>A pesar de que este síndrome no discrimina y puede afectar a personas de cualquier edad, género y nivel de habilidad, algunas prácticas o características aumentan el riesgo de sufrirlo:</p>
<ul>
<li><p>Deportes de resistencia: las personas que hacen triatlón, ciclismo o carreras de larga distancia están en mayor riesgo debido al alto gasto energético sostenido durante largos periodos de tiempo.</p></li>
<li><p>Presión por perder kilos: disciplinas donde el peso corporal es un factor importante, como la gimnasia, el ballet o las artes marciales, a menudo pueden fomentar restricciones dietéticas poco saludables.</p></li>
<li><p>El factor de la edad: <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/37327126/">adolescentes y jóvenes</a> también pueden ser vulnerables, debido a que sus cuerpos, en pleno crecimiento, requieren más energía para el desarrollo corporal y el rendimiento atlético.</p></li>
</ul>
<h2>Lo que se sabe hoy sobre el RED-S</h2>
<p>¿Y cómo se puede esquivar el “zarpazo” del RED-S? Las últimas investigaciones, también descritas en el consenso del COI, proporcionan algunas pistas:</p>
<ul>
<li><p>Déficit de carbohidratos: la baja disponibilidad de estos nutrientes acelera el desarrollo del síndrome, ya que está asociada a una mala salud ósea o la disminución de hierro.</p></li>
<li><p>Entrenamiento excesivo: se han detectado síntomas coincidentes entre el RED-S y <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3435910/">el síndrome de sobreentrenamiento</a>. Este sobreviene cuando no hay una recuperación adecuada después de sesiones físicas intensas y repetitivas. Puede incluir fatiga, disminución del rendimiento y, por tanto, susceptibilidad a sufrir lesiones. Por ejemplo, <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/33101190">se ha observado que el entrenamiento de los ciclistas</a> puede mejorar parámetros como los niveles de testosterona o la capacidad aeróbica, pero también empeorar marcadores relacionados con el RED-S. </p></li>
<li><p>Evolución temporal: la evidencia científica aún está emergiendo y por tanto se desconoce en buena medida cuál es su proceso de desarrollo. </p></li>
<li><p>Salud mental: dado que este síndrome también puede estar relacionado con preocupaciones sobre el peso y la imagen corporal, el apoyo psicológico es fundamental. </p></li>
</ul>
<h2>Medidas de actuación</h2>
<p>Lo prioritario es reducir los comportamientos asociados <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/37752004/">tanto a la LEA como al RED-S</a>. Las iniciativas educativas para evitar la obsesión por el peso corporal o la delgadez, especialmente en atletas jóvenes y de subélite, son importantes en este aspecto.</p>
<p>En segundo lugar, hay que redoblar los esfuerzos para identificar precozmente los síntomas con instrumentos de cribado como entrevistas, cuestionarios, evaluación de los marcadores, etc.</p>
<p>Y por último, los tratamientos clínicos buscarán el reequilibrio energético entre las calorías que se gastan y las exigencias de la actividad física realizada. Con este objetivo, pueden realizarse modificaciones en la carga de entrenamientos y proporcionar asistencia psicológica.</p>
<p>Que tanto los deportistas como los profesionales sanitarios conozcan bien el RED-S resulta clave para que no aparezcan los primeros síntomas. La salud debe ser la mayor prioridad, así que una buena atención y un enfoque integral será esencial para alcanzar un éxito sostenible en el deporte.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/214408/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Daniel Sanjuán Sánchez no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Gastar más energía de la que consumimos cuando practicamos deporte puede tener, a la larga, serias consecuencias en la salud.Daniel Sanjuán Sánchez, Fisioterapeuta y personal docente investigador en la Facultad de Ciencias de la Salud en Universidad San Jorge, profesor asociado en la Facultad de Enfermería y Fisioterapia en la Universitat de Lleida. Miembro del grupo de investigación iPhysio, Universidad San JorgeLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2104702023-09-28T11:29:02Z2023-09-28T11:29:02ZLa mejor dieta para cuidar nuestro corazón<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/548237/original/file-20230914-29-b7q2cq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=754%2C125%2C5236%2C3835&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/healthy-food-heart-on-green-background-1660787551">Helena Nechaeva/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Cada año, <a href="https://www.paho.org/es/campanas/dia-mundial-corazon-2022">el Día Mundial del Corazón</a> nos recuerda que debemos cuidar de este órgano fundamental para la vida. De apenas 300 gramos de peso, bombea cinco litros de sangre por minuto. Esta sangre lleva los nutrientes y recoge los desechos de una actividad diaria frenética.</p>
<p>Los trastornos que afectan al corazón y a los vasos sanguíneos, las llamadas <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/books/NBK535419/#:%7E:text=Cardiovascular%20disease%2C%20also%20known%20as,PAD">enfermedades cardiovasculares</a>, son la <a href="https://www.who.int/es/health-topics/cardiovascular-diseases#tab=tab_1">principal causa de mortalidad</a> en todo el mundo. Se cobran 17,9 millones de vidas al año.</p>
<p>Entre las numerosas patologías clasificadas <a href="https://www.who.int/es/health-topics/cardiovascular-diseases#tab=tab_1">en este grupo de dolencias</a>, las más mortales son la cardiopatía isquémica y los accidentes cerebrovasculares. Los <a href="https://www.who.int/es/health-topics/cardiovascular-diseases#tab=tab_1">principales factores de riesgo</a> modificables son la inactividad física, el consumo de tabaco y el alcohol y el tema que aquí nos ocupa, las dietas poco saludables. El <a href="https://www.bmj.com/content/364/bmj.l1042">sobrepeso y la obesidad</a> también suponen un riesgo.</p>
<h2>Placas fatídicas en los vasos sanguíneos</h2>
<p>La <a href="https://www.msdmanuals.com/es/professional/trastornos-cardiovasculares/arteriosclerosis/aterosclerosis">aterosclerosis</a>, la hipertensión y la diabetes están detrás de la mayoría de las enfermedades cardiovasculares. La primera es el proceso por el cual se forman placas de ateroma en los vasos sanguíneos, compuestas de grasa, tejido conectivo, células y calcio. Dichas placas se acumulan debajo de la capa que recubre los vasos sanguíneos y, una vez formadas, resultan difíciles de eliminar.</p>
<p>Con el tiempo, estas formaciones pueden crecer y estrechar los vasos, obstruyendo el flujo sanguíneo. Así surge el riesgo de que se rompan o que se generen coágulos, con consecuencias potencialmente fatales.</p>
<p>¿Podemos hacer algo para evitar que aparezcan las placas de ateroma? Sí, mucho. Tomar la menor cantidad posible de <a href="https://www.who.int/publications-detail-redirect/9789240061668">grasas saturadas y grasas trans</a> es un buen comienzo. Con esto reducimos el riesgo de enfermedad coronaria y mortalidad.</p>
<p>Las grasas trans están en todos aquellos alimentos procesados que llevan aceites o grasas parcialmente hidrogenados. Los podemos detectar consultando la lista de ingredientes. Suelen ser productos de bollería o precocinados de baja calidad.</p>
<p>Por su parte, las grasas saturadas las encontramos en carne, lácteos, chocolates, salsas, aceite de coco o de palma. Por esta razón se recomienda disminuir el consumo de carne, especialmente las rojas y las procesadas, y los lácteos enteros (incluido el queso). En cuanto al resto de alimentos en esa lista, mejor eliminarlos de nuestra dieta.</p>
<h2>Contra la hipertensión, menos sal y más potasio</h2>
<p>La probabilidad de muerte por enfermedad cardiovascular aumenta con una <a href="https://medlineplus.gov/spanish/highbloodpressure.html">presión arterial</a> elevada. Mayor consumo de sal y menor consumo de potasio están asociados con <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0735109719386929?via%3Dihub">más riesgo de sufrir hipertensión</a> y <a href="https://www.nejm.org/doi/pdf/10.1056/NEJMoa2109794?articleTools=true">problemas cardiovasculares</a>.</p>
<p>Deberíamos <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/books/NBK519328/">reducir a la mitad la sal</a> que tomamos, que no es solo la que añadimos a la comida. De hecho, la mayoría proviene de los <a href="https://www.mdpi.com/2072-6643/13/10/3410">alimentos procesados</a>. Está incluso en productos dulces.</p>
<p>Los alimentos procesados que más sal contienen son las salazones, los embutidos, las salsas y los aperitivos. Pero también hay mucha en alimentos tan consumidos como el pan o el queso.</p>
<p><a href="https://www.nejm.org/doi/pdf/10.1056/NEJMoa2109794?articleTools=true">El aumento en la ingesta de potasio</a> puede ayudar a disminuir la presión arterial y, como consecuencia, reducir el riesgo de enfermedad cardiovascular. Este mineral se encuentra principalmente en <a href="https://badali.umh.es/articulo-declaracion-nutricional/35/con-potasio">alimentos</a> naturales como frutas, verduras, legumbres y frutos secos.</p>
<h2>Los verdaderos beneficios de la fibra</h2>
<figure class="align-right zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/548238/original/file-20230914-25-b7q2cq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/548238/original/file-20230914-25-b7q2cq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/548238/original/file-20230914-25-b7q2cq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=588&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/548238/original/file-20230914-25-b7q2cq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=588&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/548238/original/file-20230914-25-b7q2cq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=588&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/548238/original/file-20230914-25-b7q2cq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=738&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/548238/original/file-20230914-25-b7q2cq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=738&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/548238/original/file-20230914-25-b7q2cq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=738&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Las legumbres contienen más fibra que cualquier otro alimento.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://unsplash.com/es/fotos/BJXiSrrCvA8">Süheyl Burak/Unsplash</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/">CC BY</a></span>
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<p>La <a href="https://theconversation.com/la-fibra-no-es-magica-pero-si-saludable-sobre-todo-en-confinamiento-133721">fibra</a> tiene numerosos efectos beneficiosos para nosotros, aunque no tan milagrosos como nos hacen creer las campañas de publicidad. Lo cierto es que las personas que más toman este nutriente tienen <a href="https://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(18)31809-9/fulltext">menor riesgo</a> de mortalidad por cualquier causa, incluida por enfermedad cardiovascular, incidencia de enfermedad coronaria, infarto y fallecimiento por infarto.</p>
<p>Podemos encontrar fibra en <a href="https://badali.umh.es/articulo-declaracion-nutricional/34/con-fibra">alimentos</a> de origen vegetal, y siempre es mejor tomarla de alimentos naturales. Las legumbres son las que más contienen, seguidas de cereales integrales, frutos secos, frutas y verduras.</p>
<h2>Otros alimentos cardiosaludables</h2>
<p>En cuanto a otros componentes de la dieta, un amplio <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S2161831322013126">trabajo</a> reciente ha revisado muchos estudios en los que relaciona los diferentes tipos de alimentos con el riesgo de muerte por causas cardiovasculares.</p>
<p>Los resultados muestran que las personas que tomaron gran cantidad de cereales integrales, frutas, verduras y frutos secos durante un largo tiempo tenían menor riesgo de muerte por causas cardiovasculares.</p>
<p>Por cada 10 gramos de más de cereales integrales que las personas comían al día, el riesgo disminuía un 4 %. Por el contrario, la ingesta de carne roja o procesada suponía aumentarlo: un 1.8 % más por cada 10 gramos que añadían a su dieta diaria.</p>
<h2>Viva la dieta mediterránea</h2>
<p>En 2013 se publicó un artículo que dio la vuelta al mundo y puso en primer plano los beneficios de la <a href="https://www.nejm.org/doi/full/10.1056/nejmoa1800389">dieta mediterránea</a>. Hasta ese momento, tenían poca credibilidad.</p>
<p>Este trabajo se llevó a cabo en España en personas mayores con alto riesgo cardiovascular. La conclusión fue que seguir este tipo de alimentación protegía frente al riesgo de problemas cardiacos.</p>
<p>La dieta mediterránea incluye un consumo elevado de frutas, verduras, legumbres, frutos secos, pescado y aceite de oliva virgen. Por el contrario, limita mucho la ingesta de carnes rojas y procesadas, bebidas carbonatadas y/o azucaradas, repostería comercial y grasas que no sean aceite de oliva.</p>
<h2>Cuestión de hábitos saludables</h2>
<p>Podemos hacer mucho para reducir el riesgo de que nuestro corazón enferme. Mejorar nuestra alimentación es fundamental y para ello debemos centrarnos en alimentos naturales como los cereales integrales, frutas, verduras, legumbres, frutos secos y, como principal grasa, el aceite de oliva virgen.</p>
<p>Evitar el alcohol, dejar de fumar y realizar diariamente <a href="https://journals.lww.com/acsm-msse/fulltext/2019/06000/physical_activity,_all_cause_and_cardiovascular.22.aspx">actividad física</a> son los otros hábitos que nos ayudan a cuidar de nuestro corazón.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/210470/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>La mala dieta es un importante factor de riesgo para desarrollar una enfermedad cardiovascular. Evitar ciertos alimentos e incluir otros (frutas, verduras, legumbres, frutos secos, aceite de oliva…) nos ayudará mantener un corazón sano y en plena forma.Ana Belén Ropero Lara, Profesora Titular de Nutrición y Bromatología - Directora del proyecto BADALI, web de Nutrición. Instituto de Bioingeniería, Universidad Miguel HernándezMarta Beltrá García-Calvo, Profesora de Nutrición y Bromatología. Colaboradora del proyecto BADALI, web de Nutrición. Instituto de Bioingeniería, Universidad Miguel HernándezSilvia Guillén García, Cardiologa, Universidad Miguel HernándezLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2132912023-09-26T18:45:59Z2023-09-26T18:45:59ZComer gambas, champiñones o insectos ayuda a hacer la digestión, pero ¿es necesario?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/549985/original/file-20230925-25-778pgq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=278%2C64%2C5875%2C4009&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/spanish-style-shrimp-oil-ajillo-1764989366">norikko/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Casi todos hemos escuchado eso de que conviene tomar mucha fibra. Tradicionalmente se recomienda la fibra procedente de legumbres, frutas y verduras. Sin embargo, un <a href="https://medicine.wustl.edu/news/fiber-from-crustaceans-insects-mushrooms-engages-immune-system-to-promote-digestion/">estudio reciente</a> subraya los beneficios de consumir asiduamente crustáceos, insectos y champiñones para mejorar las digestiones, aprovechando la fibra que contienen. ¿De verdad aportan algo diferente?</p>
<h2>¿Qué es la fibra alimentaria?</h2>
<p>Empecemos por aclarar qué es y qué hace exactamente la fibra en nuestro organismo.</p>
<p>Una posible definición de la <a href="https://europepmc.org/article/med/10548024">fibra alimentaria</a> sería el conjunto de carbohidratos que forman parte de los alimentos y, aunque no pueden ser hidrolizados por las enzimas digestivas de nuestro cuerpo, sufren una fermentación parcial en el microbioma del intestino y el colon. Este material glucídico e indigerible por nuestro cuerpo <a href="https://www.eufic.org/en/whats-in-food/article/what-is-dietary-fibre-and-is-it-beneficial">abunda en las plantas, incluyendo verduras, semillas y frutas</a>. </p>
<p>Dentro de esta fibra alimentaria se han distinguido dos grandes grupos: la fibra insoluble y la soluble. </p>
<ul>
<li><p>La <strong>fibra insoluble</strong> es la que está formada por grandes polisacáridos como celulosa o almidón, resistentes a la digestión. Estos polisacáridos retienen poca agua y son poco fermentables por los microorganismos del intestino, aunque son los más populares. Cumplen una función importante evitando que las heces se adhieran a la pared intestinal y disminuyendo su consistencia, lo que mejora el tránsito intestinal. </p></li>
<li><p>La <strong>fibra soluble</strong>, está formada por otros componentes también indigeribles como inulina, pectinas, gomas o pequeñas cadenas de azúcares que mantienen atrapadas muchas moléculas de agua. Esa capacidad hace que aumenten el volumen de las heces y disminuyan su consistencia, lo que evita el estreñimiento y favorece el tránsito intestinal. </p></li>
</ul>
<h2>Efectos de la fibra alimentaria para la salud.</h2>
<p>El hecho de que se ingieran sustancias que nuestras enzimas digestivas no pueden digerir y que ayudan a mantener las heces hidratadas y menos duras produce muchos efectos beneficiosos. </p>
<p>Estos efectos incluyen evitar el estreñimiento, <a href="https://www.niddk.nih.gov/health-information/informacion-de-la-salud/enfermedades-digestivas/diverticulosis-diverticulitis#:%7E:text=La%20diverticulosis%20es%20una%20afecci%C3%B3n,esta%20afecci%C3%B3n%20como%20enfermedad%20diverticular.">la diverticulosis o formación de protuberancias en el tubo digestivo</a> que pueden inflamarse llegando a producir diverticulitis. Y al disminuir el tiempo en el que las heces y su contenido pueden afectar a las células del epitelio que reviste el intestino, también previenen la aparición de cáncer de colon o de recto. </p>
<p>Otra ventaja interesante de consumir fibra es que reduce la incorporación de azúcares como <a href="https://foodandnutritionresearch.net/index.php/fnr/article/view/544">la glucosa al torrente sanguíneo</a>, a la vez que disminuye la incorporación de <a href="https://www.mdpi.com/2072-6643/11/5/1155">colesterol o triglicéridos a la sangre</a>. Dos consecuencias clave en un momento en que la diabetes, la obesidad y el síndrome metabólico están a la orden del día. </p>
<h2>¿Sólo hay fibra alimentaria en las plantas?</h2>
<p>Recientemente se ha puesto el foco en otras fuentes de polímeros de azúcares indigeribles por nuestras enzimas digestivas que pueden ser considerados como fibra alimenticia y que se encuentran tanto en hongos como en animales como los crustáceos o los insectos. </p>
<p>Si atendemos a la definición de que la fibra alimentaria, la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Quitina">quitina</a>, presente en la pared celular de los hongos y en el exoesqueleto de los artrópodos, es un polímero de glucosas que no puede ser degradada por nuestras enzimas intestinales y <a href="https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/19490976.2020.1810530">que puede ser utilizada por las bacterias en procesos metabólicos</a>. </p>
<p>Un reciente estudio indica que <a href="https://medicine.wustl.edu/news/fiber-from-crustaceans-insects-mushrooms-engages-immune-system-to-promote-digestion/">comer crustáceos, insectos y champiñones puede ayudar a hacer mejor la digestión</a>. Esta supuesta ayuda se debe a que estos alimentos contienen cantidades importantes de quitina, que actúa como fibra nutricional. Pero nada más allá de esta propiedad. </p>
<p>Otros estudios han demostrado que la combinación de <a href="https://www.nature.com/articles/s43016-023-00728-7">quitina y de ácidos grasos omega-3</a> induce cambios en la composición de la microbiota y posiblemente efectos positivos en la salud humana. E incluso se ha establecido que la ingesta de quitina podría ayudar a pacientes con problemas cardiovasculares a <a href="https://www.nature.com/articles/s41598-022-12920-z">controlar los niveles de glucosa en sangre tras las comidas</a>. </p>
<p>Por ahora la literatura científica no ha aportado nada que nos haga pensar que la ingesta del exoesqueleto de crustáceos e insectos, o de hongos, como fuente de fibra alimenticia sea más sana o más efectiva que la fibra procedente de verduras, frutas o semillas. Por tanto, podríamos considerar a estos organismos como una fuente más de fibra, <a href="https://www.mdpi.com/1422-0067/23/12/6761">con efectos prebióticos, ya que modifica la población bacteriana en el intestino</a> pero sin ninguna propiedad extraordinaria frente a otras fibras de origen vegetal.</p>
<p>En cuestión de nutrición, existen miles de fórmulas que se proponen como “saludables”. No obstante, los beneficios de una buena nutrición no dependen de un solo elemento sino del equilibrio de alimentos, de los componentes que necesitamos para las funciones de nuestras células y órganos y de los que producen efectos positivos sobre la salud. </p>
<p>Con una alimentación variada y y rica en verdura, frutas y semillas, los suplementos alimenticios procedentes de insectos, crustáceos u hongos son innecesarios.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/213291/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Guillermo López Lluch es miembro de la Sociedad Española de Biología Celular, la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular, la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, la Society for Free Radical Research y presidente de la International Coenzyme Q10 Association. Las investigaciones realizadas por el autor están financiadas por fondos públicos provenientes del Gobierno de España o del Gobierno Autonómico de Andalucía</span></em></p>Un reciente estudio indica que comer crustáceos, insectos y champiñones puede ayudar a hacer mejor la digestión Se debe a que estos alimentos contienen cantidades importantes de quitina, que actúa como fibra alimentaria.Guillermo López Lluch, Catedrático del área de Biología Celular. Investigador asociado del Centro Andaluz de Biología del Desarrollo. Investigador en metabolismo, envejecimiento y sistemas inmunológicos y antioxidantes., Universidad Pablo de OlavideLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2133892023-09-15T11:25:24Z2023-09-15T11:25:24ZAceite de oliva a precio de oro (líquido): es el momento de explorar otras opciones saludables<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/548481/original/file-20230915-19-w44cgz.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=129%2C8%2C5389%2C3466&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/man-pouring-cooking-oil-bottle-into-723414961">Africa Studio/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Está en boca de todos: <a href="https://efe.com/portada-espana/2023-09-12/el-aceite-de-oliva-y-el-azucar-son-los-alimentos-mas-inflacionistas-del-ultimo-ano/">el precio del aceite de oliva virgen extra (AOVE) está disparado</a>. Y lo peor es que las previsiones son que <a href="https://efeagro.com/precio-aceite-oliva-seguira-su-escalada/">va a seguir aumentando</a>. Nunca como ahora el término “oro líquido” había sido más preciso. ¿Tenemos que resignarnos a pagar precios desorbitados si queremos consumir el producto de la mejor calidad? Lamentablemente, sí. Pero eso no significa que no podamos emplear otros aceites disponibles en el mercado para diferentes aplicaciones culinarias.</p>
<h2>Las cuatro categorías de aceites del olivar</h2>
<p>El AOVE es la joya de la corona. Pero dentro de los aceites procedentes del olivar, existen otras posibilidades que podemos considerar. En el mercado podemos <a href="https://theconversation.com/desenmaranando-la-madeja-de-los-diferentes-aceites-de-oliva-190799">encontrar cuatro categorías de aceites elaborados a partir de la aceituna</a>: AOVE, oliva virgen (AOV), oliva (común) y orujo de oliva. Cada uno de ellos tiene sus propias particularidades y pueden ser empleados para diferentes usos. </p>
<p>Por ejemplo, si queremos aprovechar mejor las características del AOVE es recomendable utilizarlo en crudo, como en ensaladas, aliños y tostadas. En cambio, el aceite de orujo es una fantástica opción para freír, <a href="https://oriva.es/wp-content/uploads/2021/05/caracterizacion-eval-comp-bioactivos-resumen.pdf">como demostraron nuestros compañeros del Instituto de la Grasa-CSIC</a> y bastante más económico que sus otros tres hermanos.</p>
<p>Pero además de los aceites del olivar, existen otras alternativas que podemos considerar en nuestra cocina. Entre ellos están los aceites de girasol, girasol alto-oleico, colza, maíz, lino, soja, palma, aguacate, nuez, coco, avellana, etc. Algunos son más conocidos y más fáciles de conseguir. Aunque también es cierto que algunos resultan más saludables que otros.</p>
<h2>En qué fijarse para saber si un aceite es saludable</h2>
<p>La composición química de los aceites es la clave. Su contenido en ácidos grasos saturados, mono y poliinsaturados, así como la presencia de componentes menores con actividad antioxidante, antiinflamatoria y reductora del colesterol, nos dicen qué aceite es más beneficioso para la salud. Sin embargo, la legislación alimentaria no obliga a declarar la presencia de estos compuestos (excepto los ácidos grasos saturados), por lo que para el consumidor resulta muy complicado diferenciar en función de la calidad nutricional.</p>
<p>Por ese motivo, en el Instituto de la Grasa <a href="https://www.mdpi.com/2072-6643/15/9/2127">hemos desarrollado un sistema de puntuación</a> con el fin de clasificar los aceites y grasas comestibles según su valor nutricional. Para ello, tuvimos en cuenta las recomendaciones de organismos internacionales como la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), la Administración de Alimentos y Medicamentos estadounidense (FDA) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) para la ingesta de algunos de los componentes que contribuyen a las propiedades nutricionales de los aceites, como los ácidos grasos, los tocoferoles (vitamina E), los esteroles y los polifenoles.</p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/548324/original/file-20230914-1223-10akks.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/548324/original/file-20230914-1223-10akks.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/548324/original/file-20230914-1223-10akks.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=216&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/548324/original/file-20230914-1223-10akks.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=216&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/548324/original/file-20230914-1223-10akks.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=216&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/548324/original/file-20230914-1223-10akks.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=272&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/548324/original/file-20230914-1223-10akks.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=272&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/548324/original/file-20230914-1223-10akks.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=272&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">Puntuación de la calidad nutricional de los aceites elaborada por los autores.</span>
<span class="attribution"><a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/">CC BY</a></span>
</figcaption>
</figure>
<p>A partir de esa calificación, elaboramos un <em>ranking</em> clasificatorio de los aceites y grasas. No fue ninguna sorpresa encontrar que <a href="https://malnutridos.com/2023/05/16/una-nueva-clasificacion-de-la-calidad-nutricional-de-aceites-y-grasas/">el AOV puntuaba en primer lugar con 100 puntos, mientras que el aceite de coco se situaba en el último lugar</a>. El resto de aceites y grasas se encontraban entre ellos. Pensamos que la utilización de este sistema de puntuación facilita a los consumidores saber qué aceites son más saludables y tomar decisiones sobre su adquisición. Solo tienen que acudir a la tabla que les mostramos y ver la puntuación del aceite que quieren comprar.</p>
<h2>Qué aceites son los más sanos más allá del AOV</h2>
<p>Si nos fijamos en la tabla, los siguientes aceites mejor puntuados después del AOV son el de aceite de lino y los aceites de oliva común y orujo de oliva, con 86 puntos. El obtenido de lino se sitúa en una posición tan alta porque, aunque no es rico en ácido oleico (el ácido graso característico del aceite de oliva), sí lo es en ácido alfa-linolénico (ALA), el omega-3 de origen vegetal. </p>
<p>Más abajo, encontramos los aceites de girasol alto-oleico, śesamo, aguacate y chía, todos ellos ricos en ácido oleico o ALA. El resto de opciones siguen siendo saludables pero no tanto como los mencionados anteriormente. Los únicos que no recomendaríamos serían los que tienen puntuaciones inferiores a 50, pues son grasas animales y vegetales con un alto contenido en ácidos grasos saturados y muy pocos componentes menores que contribuyan a su valor nutricional.</p>
<p>Por cierto, si se lo estaba preguntando, desde el punto de vista de la salud, el AOVE y el AOV son equivalentes. Eso se debe a que el apellido “extra” hace referencia solo a sus características sensoriales, como aroma y sabor, y a la acidez. <a href="https://theconversation.com/desenmaranando-la-madeja-de-los-diferentes-aceites-de-oliva-190799">Ninguno de estos atributos contribuye a su calidad nutricional</a>.</p>
<h2>Los preparados grasos</h2>
<p>Probablemente debido al elevado precio del AOVE, están apareciendo en los supermercados preparados grasos, que tradicionalmente se empleaban en hostelería. Se trata de mezclas de aceites en distintas proporciones que consiguen una buena calidad nutricional, presentan una resistencia a la temperatura muy razonable y son bastante eficientes. </p>
<p>Habitualmente, llevan el aditivo E-900 (dimetilpolisiloxano), que actúa como antiespumante. Este ingrediente, muy útil para frituras, ha sido recientemente investigado por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), <a href="https://www.efsa.europa.eu/es/efsajournal/pub/6107?etrans=es">sin encontrar ningún problema para la salud a las concentraciones autorizadas</a>.</p>
<p>En conclusión, el AOVE resulta muy costoso para algunas familias y podría ser un desperdicio emplearlo para según qué aplicaciones culinarias en las que no se aprovechan sus virtudes. Aunque existen otras alternativas, en muchas ocasiones a los consumidores les cuesta tomar decisiones porque no tienen información suficiente. Ahí es donde nuestra puntuación de valor nutricional de los aceites y grasas alimentarias puede ser de gran ayuda para encontrar un compromiso entre calidad, sabor y precio.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/213389/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>Un nuevo sistema de puntuación permite identificar la calidad nutricional de los distintos aceites disponibles en el mercado. Y aunque el AOVE no tiene rival, algunas alternativas –como el orujo de oliva o el de lino– son más baratas y bastante saludables.Javier Sánchez Perona, Científico Titular del CSIC y Profesor Asociado de la Universidad Pablo de Olavide, Instituto de la Grasa (IG - CSIC)Aída García González, Investigador Doctor / Compuestos bioactivos, nutrición y salud, Universidad Pablo de OlavideLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2117932023-09-13T20:10:10Z2023-09-13T20:10:10ZProteína de origen animal o vegetal: ¿cuál es mejor?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/547504/original/file-20230911-21-4hqsuu.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=285%2C58%2C3503%2C2526&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/chief-dressed-white-holding-tray-roasted-86300563">Evgeny Litvinov/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Cuando hablamos de proteínas, nos referimos a un nutriente fundamental en la alimentación humana. No en balde, la <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/15413335/">palabra</a> proviene del término griego <em>proteios</em>, que quiere decir “primero”, de primera importancia o principal. Sin ellas, no podríamos realizar <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/31432235/">funciones básicas</a> como construir estructuras, regular procesos químicos como los que desempeñan las hormonas, defendernos de enfermedades y transportar sustancias vitales.</p>
<p>Las proteínas pueden clasificarse según su fuente en animales y vegetales, pero ¿cuál es más beneficiosa de las dos? La respuesta corta es que <a href="https://doi.org/10.1016/j.tifs.2020.01.011">ambas son adecuadas y recomendables para seguir una dieta saludable y equilibrada</a>, puesto que la mayoría de veces resultan más importantes el resto de componentes del alimento. El problema radica en que doblamos el consumo de comida de origen animal y no llegamos a las cantidades recomendadas de productos ricos en proteína vegetal.</p>
<h2>¿En qué se diferencian?</h2>
<p>En términos generales, el <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6492513/">consumo de proteína para una persona adulta debe ser como mínimo de 0,8 gramos por cada kilogramo de peso corporal al día</a>. Y como puede verse en los ejemplos de esta tabla, hay gran variedad de alimentos ricos en ese nutriente:</p>
<p>De todos modos, hay diferencias. La primera proviene de los <a href="https://theconversation.com/proteinas-los-complejos-espaguetis-en-3d-que-construyen-la-vida-191284">componentes básicos de las proteínas</a>, unas moléculas llamadas aminoácidos. Hay veinte distintos y se dividen en esenciales (el cuerpo no los sintetiza y deben ser obtenidos a través de la alimentación) y no esenciales (nuestro organismo puede producirlos). </p>
<p>Pues bien, las proteínas animales contienen todos los aminoácidos esenciales, mientras que la mayor parte de fuentes proteicas vegetales no. Aunque ese déficit puede subsanarse combinando alimentos, como legumbres con cereales: ¿quién no le ha echado arroz a las lentejas?</p>
<p>Además, el <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32699048/">consumo de proteína vegetal está asociado con una disminución del riesgo de mortalidad</a> por cualquier causa debido a sus efectos beneficiosos sobre factores de riesgo cardiometabólico, como el perfil lipídico, la presión arterial y la regulación de la glucemia. Al contrario, los mismos estudios apuntan a que la ingesta elevada de proteína animal se asocia a un mayor riesgo de mortalidad, especialmente cuando procede de ciertos alimentos como la carne roja o la procesada. </p>
<p>Esto podría deberse a que, por lo general, los alimentos ricos en proteína de origen vegetal incluyen otros nutrientes beneficiosos para la salud como la fibra o la vitamina E. No ocurre así en el caso de las opciones con mayor contenido de proteína animal, a menudo asociadas a compuestos perjudiciales como el sodio y las grasas saturadas o trans. En cualquier caso, lo <a href="http://dx.doi.org/10.1016/j.clnu.2016.09.024">importante es que se combinen los dos tipos de proteínas</a> y que la dieta sea lo más variada posible.</p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/547505/original/file-20230911-16-4ih6d9.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/547505/original/file-20230911-16-4ih6d9.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/547505/original/file-20230911-16-4ih6d9.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/547505/original/file-20230911-16-4ih6d9.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/547505/original/file-20230911-16-4ih6d9.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/547505/original/file-20230911-16-4ih6d9.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/547505/original/file-20230911-16-4ih6d9.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/547505/original/file-20230911-16-4ih6d9.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/selection-food-weight-loss-copy-space-543841321">Oleksandra Naumenko/Shutterstock</a></span>
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<h2>Una dieta ecorresponsable</h2>
<p>Actualmente existe una <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/25898027/">escasez de proteínas</a> de buena calidad debido al rápido aumento de la población mundial y a los limitados recursos naturales. Normalmente, la producción de alimentos de origen animal tiene un <a href="https://www.theccc.org.uk/wp-content/uploads/2020/01/Land-use-Policies-for-a-Net-Zero-UK.pdf">impacto medioambiental</a> varias veces mayor que la de vegetales. </p>
<p>Por ello, aunque la carne es una excelente fuente de proteína, la promoción de la salud y la educación sobre los beneficios de las proteínas vegetales podría ser una de las estrategias para animar a la población a realizar un cambio hacia una <a href="https://www.researchgate.net/publication/344099797_The_public_health_rationale_for_promoting_plant_protein_as_an_important_part_of_a_sustainable_and_healthy_diet">dieta más sostenible</a>.</p>
<p>En este sentido, también hay que tener en cuenta que <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1751731120301452">no tiene el mismo impacto la ganadería intensiva que la extensiva</a>, ya que la segunda, al aprovechar los pastos y pastizales, es mucho más sostenible. Y además debe considerarse que un producto de origen vegetal producido en la otra parte del mundo puede producir una mayor <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/29853680/">huella de carbono</a> que una porción de carne de vacuno de proximidad, fundamentalmente debido al gasto en combustible que acarrea el transporte. </p>
<p>Aunque los alimentos de origen vegetal tienen un menor impacto en el medio ambiente, esto no quiere decir que sea conveniente excluir la proteína animal de la dieta. Y mucho menos eliminar o reducir drásticamente la ganadería, dadas las consecuencias económicas y sociales que tendría tanto a nivel local como global.</p>
<h2>¿Y por cuál me decanto entonces?</h2>
<p>En resumen: a pesar de que la proteína de origen animal es más completa, la vegetal es una alternativa totalmente segura. Eso sí, en el caso de decida adoptar una dieta estrictamente vegetariana, asegúrese de combinar las fuentes vegetales para obtener todos los aminoácidos esenciales.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/211793/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Irene Gracia Rubio recibe fondos del Instituto de salud Carlos III a través de un contrato Sara Borrell. </span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Carmen Rodrigo Carbó, Itziar Lamiquiz Moneo, Rocío Mateo Gallego y Sofía Pérez Calahorra no reciben salarios, ni ejercen labores de consultoría, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del puesto académico citado.</span></em></p>Más que la fuente de proteínas en sí, lo que marca la diferencia son el resto de componentes del alimento, más perjudiciales en el caso de los productos de origen animal. El impacto al medio ambiente también debe tenerse en cuenta.Carmen Rodrigo Carbó, Investigadora predoctoral grupo dislipemias primarias, Universidad de ZaragozaIrene Gracia Rubio, Investigadora Postdoctoral en el grupo de Dislipemias Primarias, Universidad de ZaragozaItziar Lamiquiz Moneo, Profesor ayudante doctor de Neuroanatomia e investigador de la unidad de lípidos del Miguel Servet , Universidad de ZaragozaRocío Mateo Gallego, Profesora en el Grado de Nutrición H. y Dietética (Dpto. de Enfermería y Fisiatría), Universidad de ZaragozaSofía Pérez Calahorra, Doctora en Ciencias de la salud. Profesora en Grado de Enfermería. Investigadora postdoctoral IIS Aragón y Universidad de Zaragoza., Universidad de ZaragozaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2122852023-08-31T18:53:59Z2023-08-31T18:53:59Z¿Son más saludables los alimentos “ricos en fibra” que venden en los supermercados?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/545586/original/file-20230830-15-32gbd7.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=8%2C16%2C2687%2C1790&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/beautiful-young-woman-shopping-cereal-bulk-285807476">Vladyslav Starozhylov/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Elegir un producto de entre todos los que abarrotan los lineales de los supermercados puede ser difícil. El color, las imágenes y cualquier texto que figura en los envases influye en la decisión. Destacar la presencia o ausencia de uno o varios nutrientes en un producto es una de las maneras de llamar nuestra atención (rico en fibra, sin grasa, etc).</p>
<p>Estos reclamos se denominan <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0950329322001094">declaraciones nutricionales</a> e influyen en nuestra percepción de los alimentos y en la decisión de compra. La creencia de que un alimento con declaraciones nutricionales es saludable, o mejor que uno que no las lleva, puede ser una forma de decantar la balanza.</p>
<h2>En busca de la verdad tras los reclamos publicitarios</h2>
<p>La <a href="https://theconversation.com/es/topics/fibra-99647">fibra</a> es uno de los nutrientes más utilizados en estos reclamos y, al margen de sus beneficios demostrados, está rodeada de todo un imaginario que le atribuye muchas otras virtudes. Esto viene provocado por numerosas campañas de publicidad dirigidas, mayoritariamente, a las mujeres. Ya sea con vientres planos, cuerpos esbeltos o de muchas otras formas, nosotras somos su principal objetivo.</p>
<p>Los <a href="https://www.mdpi.com/2072-6643/12/10/2943">productos hechos de cereales</a> (cereales de desayuno, pan, galletas, etc.) son los que más utilizan los reclamos sobre la fibra para llamar nuestra atención. Curiosamente, también los usan muchos sustitutos veganos de carne, probablemente como valor añadido frente a esta, que nunca contiene dicho nutriente.</p>
<p>En este punto, la pregunta es obvia. ¿Son realmente saludables todos esos productos que hacen declaraciones sobre la fibra? ¿Resultan mejores que los que no las anuncian? Para responder a estas preguntas, los autores de este artículo hemos llevado a cabo <a href="https://www.mdpi.com/2072-6643/15/16/3656">un estudio</a>.</p>
<h2>Ricos en fibra sí, pero también en sal, grasa y azúcares libres</h2>
<p>Pero antes que nada, expliquemos brevemente cómo hicimos esta investigación. Para calificar un producto como saludable no vale con que algún experto lo diga, sino que hay que aplicar criterios validados. Uno de los más sencillos es el <a href="https://www.paho.org/es/perfil-de-nutrientes">modelo de perfil de nutrientes</a> de la Organización Panamericana de la Salud y de la oficina regional de la Organización Mundial de la Salud en las Américas.</p>
<p>Además, para llegar a conclusiones válidas, es necesario analizar muchos productos de cada tipo. Pues bien, al aplicar esos criterios a más de 2 300 productos a la venta en España, los resultados fueron sorprendentes. Cerca del 90 % de los alimentos analizados que hacen reclamos sobre la fibra no son saludables porque tienen mucha sal, grasa, <a href="https://theconversation.com/es-malo-el-azucar-todo-depende-de-sus-apellidos-134490">azúcares libres</a>, grasas saturadas o llevan <a href="https://theconversation.com/sustituir-el-azucar-por-edulcorante-no-es-tan-bueno-para-la-salud-como-parece-186306">edulcorantes</a>.</p>
<p>Con semejante proporción de opciones insanas, podría parecer innecesario compararlos con los que no hacen declaraciones sobre la fibra. Sin embargo, merece la pena fijarnos en los nutrientes de manera individual.</p>
<h2>Beneficios irrelevantes</h2>
<p>Para comparar nutricionalmente esos dos tipos de productos es necesaria la estadística. Esta determina si las diferencias encontradas son reales (significativas) o son producto del azar. Así, aplicando test estadísticos, encontramos muchas distinciones significativas entre los productos con reclamos sobre la fibra y los que no los hacen.</p>
<p>Sin embargo, aquí es necesaria una vuelta de tuerca más. Aunque las diferencias sean significativas, su importancia nutricional puede resultar escasa. Por ejemplo, las galletas con declaraciones sobre la fibra aportan 18 kcal menos por cada 100 gramos que las otras, lo que no va a tener efecto en la dieta de las personas que las consuman.</p>
<p>Que los cereales de desayuno “ricos en fibra” contengan un 15 % más de proteínas tampoco mejorará nutricionalmente sus vidas. Por lo tanto, se hace necesario un criterio extra, que es el que figura en el <a href="https://eur-lex.europa.eu/legal-content/ES/TXT/PDF/?uri=CELEX:02006R1924-20141213">reglamento de la Comisión Europea sobre las declaraciones nutricionales</a>. Aquí se indica que el cambio debe ser al menos del 30 % para cualquier nutriente, excepto del 25 % para la sal.</p>
<p>Al aplicarlo, las diferencias entre productos con reclamos sobre la fibra y los que no los llevan son escasas. La más importante es que todos los tipos de alimentos analizados tienen más fibra. Esto se debe a que utilizan más cereales integrales y otros compuestos específicos (distintos tipos de fibra, inulina, celulosa, hemicelulosa, gomas, mucílagos, etc.).</p>
<p>Apenas hay cuatro cambios más con relevancia. Dos de ellos apuntan hacia una mejora nutricional: las galletas y el pan tostado y productos similares tienen menos grasas saturadas. Sin embargo, los otros dos señalan hacia un empeoramiento: el pan industrial y los sustitutos de carne contienen más grasa.</p>
<h2>Atentos a los nutrientes que realmente importan</h2>
<p>Sabemos que los reclamos que destacan algún nutriente afectan a nuestra percepción de los alimentos. Así, las declaraciones sobre la fibra nos pueden hacer creer que esos productos son mejores que el resto. Tras analizar un montón de ellos, nuestra conclusión es que, más allá de la fibra, ni son mejores, ni son saludables.</p>
<p>Por lo tanto, aunque nos suponga un mayor esfuerzo, debemos consultar la tabla nutricional y los ingredientes. De esta forma podremos centrar nuestra atención en lo que realmente importa: las grasas, las grasas saturadas, los azúcares y la sal. Intentar elegir aquellos productos con el menor contenido de estos nutrientes debe ser nuestro objetivo.</p>
<p>Si queremos fibra, es preferible comer frutas, verduras, legumbres, pastas y panes integrales. Nos aportarán este y otros muchos nutrientes esenciales para nosotros.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/212285/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>Asociamos la fibra con salud y no nos equivocamos. Por eso muchos alimentos procesados proclaman a los cuatro vientos que la contienen. Esto nos lleva a pensar que los productos en los que se destaca la presencia de este nutriente son saludables. ¿Estamos en lo cierto?Ana Belén Ropero Lara, Profesora Titular de Nutrición y Bromatología - Directora del proyecto BADALI, web de Nutrición. Instituto de Bioingeniería, Universidad Miguel HernándezFernando Borrás Rocher, Profesor Bioestadística Facultad Medicina, Universidad Miguel HernándezMarta Beltrá García-Calvo, Profesora de Nutrición y Bromatología. Colaboradora del proyecto BADALI, web de Nutrición. Instituto de Bioingeniería, Universidad Miguel HernándezLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2093432023-08-02T16:58:43Z2023-08-02T16:58:43ZEl tomate, un alimento redondo<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/539957/original/file-20230728-21-ec65bv.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C5128%2C3741&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/colorful-tomatoes-150989213">Shebeko / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>De pequeña no me gustaba el tomate. De haber sabido que el nombre viene de <em>tomatl</em>, que en azteca significa “fruto con ombligo”, igual lo hubiera mirado con mejores ojos. Hasta que un día, siendo un poco más mayor, me vi forzada por las circunstancias a probar un jugoso y dulce tomate. ¡Menos mal! ¡Lo que me había perdido todo este tiempo! Desde entonces lo incluyo en mi dieta casi cada día en distintas formas. Como deberíamos hacer todos, y les voy a contar por qué.</p>
<h2>El color importa</h2>
<p>El tomate es botánicamente una fruta –aunque se consuma como hortaliza–, redonda, con ombligo y de color rojo. Y es precisamente esta última característica lo que lo convierte en un alimento muy interesante a nivel nutricional. </p>
<p>En general, una dieta equilibrada y saludable debería incluir alimentos –sobre todo, frutas y verduras– multicolores. El cromatismo de los vegetales viene dado por unas sustancias, los <a href="https://theconversation.com/por-que-son-tan-importantes-los-polifenoles-para-la-salud-175158">polifenoles</a> y los <a href="https://theconversation.com/los-carotenoides-de-las-plantas-y-sus-beneficios-para-la-piel-195387">carotenoides</a>, que cubren el espectro desde el amarillo (del limón) al morado (de la berenjena, por ejemplo). </p>
<p>Pues bien, el tomate es rojo porque contiene gran cantidad de estos compuestos, aunque hay distintas variedades con diferentes colores que tienen mezclas distintas de polifenoles y carotenoides.</p>
<p>Al margen de su aspecto, se trata de un alimento estable, pues puede estar en la nevera entre una y dos semanas sin que sus propiedades se alteren. Hay una excepción: si está abierto, no es recomendable tenerlo más de 24 horas en refrigeración. Además, a nivel culinario, es un producto muy versátil, pues se puede comer de mil formas, crudo o cocido, en platos fríos o calientes. Y está buenísimo.</p>
<h2>Bocados de salud cardiovascular</h2>
<p>Volvamos ahora a sus beneficios para la salud. En este aspecto, lo más destacable es que –más allá de aportarnos vitaminas y minerales, esenciales para el normal funcionamiento del organismo– el tomate nos ayuda a prevenir las enfermedades cardiovasculares.</p>
<p>Estas patologías, <a href="https://www.who.int/es/health-topics/cardiovascular-diseases#tab=tab_1">la principal causa de muerte en el mundo</a>, normalmente son causadas por un cúmulo de grasa en las arterias, lo que se llama aterosclerosis. El consumo de tomate, ya sea crudo, en salsa o en sofrito, mejora el perfil lipídico (colesterol y triglicéridos) y disminuye la concentración de compuestos inflamatorios relacionados con la aparición y progresión de la aterosclerosis. </p>
<h2>Aún mejor cocinado con aceite de oliva</h2>
<p>Como hemos visto anteriormente, los compuestos bioactivos potencialmente responsables de los efectos beneficiosos del tomate son los polifenoles y los carotenoides. Y estos se absorben más cuando el tomate se consume cocido con una base de grasa, en el contexto de la <a href="https://theconversation.com/es/topics/dieta-mediterranea-60018">dieta mediterránea</a>.</p>
<p>En este sentido, parece que los efectos antiinflamatorios y antioxidantes del consumo de tomate <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/26999197/">son mayores cuando se consume cocido con aceite de oliva</a>, que es precisamente cuando se asimilan más los citados compuestos. </p>
<p>También se ha observado que las personas con diabetes –con más posibilidades de sufrir enfermedades cardiovasculares– <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7352372/">tienen una menor carga aterosclerótica y, por tanto, un menor riesgo cardiovascular</a> cuando consumen mayores cantidades de tomate, independientemente de la forma de cocinarlo o presentarlo en el plato. </p>
<p>¿Y lo mejor de todo? El <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7464847/">licopeno</a>, que también ejerce un efecto antiinflamatorio y antioxidante. Casi exclusivo del tomate, es uno de los pocos compuestos en los alimentos que se absorbe mejor si nuestro protagonista está triturado, como en el gazpacho o el salmorejo, o cocido, como en un sofrito o en salsa de tomate. </p>
<p>Por todo lo dicho, podemos afirmar que el tomate, especialmente cocido o con aceite, es un alimento redondo. ¡Y con ombligo!</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/209343/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Gemma Chiva-Blanch no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Está rico, se conserva bien y puede prepararse de múltiples formas. Pero es que, además, el tomate es un valioso aliado para mantener nuestra salud cardiovascular.Gemma Chiva-Blanch, Profesora de Nutrición, UOC - Universitat Oberta de CatalunyaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2093442023-07-23T19:36:51Z2023-07-23T19:36:51ZMarchando una de aperitivos, tapas y alcohol: así afectan los excesos del verano a nuestra dieta<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/538516/original/file-20230720-25-c5urrt.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=311%2C44%2C5616%2C3892&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/lunch-cold-beer-spanish-outdoor-cafe-2155209133">barmalini/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Han llegado las vacaciones para unos y se sienten muy cercanas para otros. Las terrazas se llenan de vida social que, irremediablemente, va asociada a comer y beber. Con ello se pone fin a los meses de esfuerzo de la “operación bikini”.</p>
<p>Bebidas y aperitivos son los más solicitados. Ya sea para refrescarse del calor intenso o para acompañar el alivio de la noche. La consecuencia es que al final de las vacaciones, muy probablemente, haya aumentado nuestro peso.</p>
<p>Y es que los aperitivos y las bebidas alcohólicas no son meros espectadores en nuestra mesa, sino que aportan kilocalorías. Un exceso de kilocalorías al cabo del día se acumula en forma de grasa y nos lleva a aumentar de peso. Además, contienen niveles elevados de otros nutrientes que no son recomendables.</p>
<h2>Alcohol y refrescos: cuanto menos, mejor</h2>
<p>Entre los adultos es habitual el consumo de bebidas alcohólicas (vino, cerveza, vermut, destilados), que cuentan con una gran aceptación y arraigo social, por ejemplo, en la cultura española. Pero estas bebidas aportan lo que se llaman kilocalorías vacías, porque <a href="https://theconversation.com/asi-afecta-el-alcohol-a-la-calidad-de-la-dieta-206105">no contienen nutrientes beneficiosos</a>.</p>
<p>Debido a su metabolismo en nuestro cuerpo, el <a href="https://theconversation.com/el-alcohol-tu-amante-bandido-209559">alcohol</a> se convierte en más kilocalorías que otros nutrientes como las proteínas, los hidratos de carbono o la fibra. La cantidad final depende de la graduación de la bebida alcohólica: a más grados, mayor porcentaje de alcohol y más kilocalorías.</p>
<p>Por poner un ejemplo, un tercio de cerveza o una copita de vino generan las mismas kilocalorías que media tostada con tomate. Lo que no aportan esos tragos son los hidratos de carbono, las proteínas o la fibra de la tostada, ni las vitaminas y los minerales.</p>
<p>Lo único que contienen es alcohol, una sustancia que genera dependencia y cuyo consumo está asociado a más de <a href="https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/alcohol">200 enfermedades y trastornos</a>. Entre ellos, problemas mentales y del comportamiento, traumatismos y enfermedades no transmisibles, como el cáncer.</p>
<p>El alcohol es responsable de unas <a href="https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/alcohol">tres millones de muertes</a> al año en el mundo y más de <a href="https://pnsd.sanidad.gob.es/profesionales/publicaciones/catalogo/catalogoPNSD/publicaciones/pdf/2021_Monografia_Alcohol_consumos_y_consecuencias.pdf">15 000</a> en España. Se estima que 741 300 <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/34270924/">nuevos casos de cáncer</a> se debieron al alcohol en 2020 en el mundo. De ellos, 103 100 fueron por consumo moderado y 41 300 por consumo bajo. Y es que <a href="https://pnsd.sanidad.gob.es/profesionales/publicaciones/catalogo/catalogoPNSD/publicaciones/pdf/2021_Monografia_Alcohol_consumos_y_consecuencias.pdf">no existe un nivel de consumo de alcohol libre de riesgo</a>.</p>
<p>La alternativa habitual a las bebidas alcohólicas son los refrescos. Estos son bebidas azucaradas, que también se presentan en la versión sin azúcar, cero o <em>light</em>. Seguro que al lector no le sorprende si decimos que ese <a href="https://theconversation.com/es-malo-el-azucar-todo-depende-de-sus-apellidos-134490">azúcar añadido</a> es un peligro para nuestra salud.</p>
<p>Además, si ha estado atento a las noticias científicas de los últimos dos meses, tampoco le sorprenderá que no recomendemos las bebidas cero. Estas tienen <a href="https://theconversation.com/los-edulcorantes-entran-en-el-nutri-score-206355">edulcorantes</a> que están resultando ser unos pobres sustitutos para el azúcar.</p>
<p>Y es que se ha demostrado que no sirven para <a href="https://www.who.int/news/item/15-05-2023-who-advises-not-to-use-non-sugar-sweeteners-for-weight-control-in-newly-released-guideline">perder peso</a>, ni tan siquiera para mantenerlo. Además, su uso prolongado podría suponer un <a href="https://www.who.int/news/item/15-05-2023-who-advises-not-to-use-non-sugar-sweeteners-for-weight-control-in-newly-released-guideline">riesgo para la salud</a>. De hecho, uno de ellos, el <a href="https://www.who.int/es/news/item/14-07-2023-aspartame-hazard-and-risk-assessment-results-released">aspartamo</a>, ha vuelto a ser noticia estos días.</p>
<p>La Agencia Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (IARC) acaba de publicar su informe sobre este edulcorante. En él evalúa todas las evidencias que hay hasta el momento y concluye que el aspartamo es <a href="https://www.who.int/es/news/item/14-07-2023-aspartame-hazard-and-risk-assessment-results-released">“posiblemente carcinogénico”</a> para humanos (Grupo 2B). Esta clasificación viene a decir que ya hay algunas pruebas de que puede provocar cáncer, aunque aún son pocas. Así que no es de extrañar que en los próximos años nos encontremos con más estudios que añadan certeza a lo que ahora es una posibilidad.</p>
<p>Entonces, ¿cuál es la bebida saludable? El agua. <a href="https://theconversation.com/es-una-alternativa-saludable-beber-agua-con-gas-esto-dice-la-ciencia-206363">El agua con gas</a> es otra opción, aunque para que hidrate igual debemos beber la misma cantidad que de agua normal. La cerveza 0.0 o sin alcohol no está mal y aporta menos kilocalorías que la versión con alcohol.</p>
<h2>Un picoteo rico en sal y grasa</h2>
<p>Patatas tipo <em>chips</em>, aceitunas o frutos secos suelen acompañar a las bebidas y también aumentan el cómputo diario de kilocalorías. Al ser compartidos, tocamos a poco, pero la adición de “unos pocos” puede llegar a sumar “mucho”, especialmente de <a href="https://theconversation.com/reducir-la-sal-de-nuestra-dieta-a-la-mitad-salvaria-millones-de-vidas-168953">sal</a> y grasa. Esto se añade al exceso que ya hay de estos dos nutrientes en nuestra dieta y el peligro que suponen para nuestra salud.</p>
<p>En ocasiones, preferimos comer o cenar a base de tapas. Si leemos la carta, nos encontraremos que ensaladillas, embutidos, croquetas, patatas fritas, <em>pescaíto</em> o marisco fritos son muy frecuentes. De nuevo, estos alimentos también son muy ricos en grasas y sal, para que nos sepan sabrosos.</p>
<p>Por el contrario, en las cartas no suele haber ni rastro de alimentos vegetales como cereales, legumbres, verduras o frutas. Y si los hay, no solemos elegirlos. La consecuencia es que el consumo de los nutrientes beneficiosos para nuestra salud es muy escaso.</p>
<h2>El disfrute no está reñido con la salud</h2>
<p>A pesar del negro panorama, no todo está perdido. Primero debemos decidir cuál es nuestro objetivo y, según eso, hacer los cambios. Si nuestra prioridad es la salud, la compañía será nuestro mayor disfrute. Y si lo que queremos es que el peso no se dispare, podemos seguir estos consejos:</p>
<ul>
<li><p>Tener en cuenta que todas las bebidas (excepto el agua) y aperitivos aportan kilocalorías.</p></li>
<li><p>Tomar menos bebidas alcohólicas, azucaradas o con edulcorantes.</p></li>
<li><p>Reducir las tapas o aperitivos fritos y elegir los cocinados a la plancha (verduras, sardinas, calamares, sepia), pero sin añadir sal.</p></li>
<li><p>Tratar de tomar menos salsas, quesos curados y embutidos.</p></li>
<li><p>Compensar en las otras comidas con frutas, verduras, cereales y legumbres.</p></li>
</ul>
<p>Y es que disfrutar de la compañía y las vacaciones no debería estar reñido con cuidar de nuestra salud.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/209344/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>En verano aumenta la vida social y, con ella, el consumo de alcohol o refrescos y el picoteo de aperitivos y tapas que suman kilocalorías, grasa y sal a nuestro organismo. Esto no solo se traduce en un aumento de peso, sino también en un perjuicio para nuestra salud.Ana Belén Ropero Lara, Profesora Titular de Nutrición y Bromatología - Directora del proyecto BADALI, web de Nutrición. Instituto de Bioingeniería, Universidad Miguel HernándezMarta Beltrá García-Calvo, Profesora de Nutrición y Bromatología. Colaboradora del proyecto BADALI, web de Nutrición. Instituto de Bioingeniería, Universidad Miguel HernándezLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2098912023-07-18T17:43:11Z2023-07-18T17:43:11Z¿Tenemos que cambiar nuestra alimentación durante las olas de calor?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/538004/original/file-20230718-27-em1ayv.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=264%2C66%2C7084%2C4737&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/tomato-soup-on-wooden-table-top-749628076">nelea33/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Con la llegada del buen tiempo, el aumento de las horas de luz y las vacaciones, nuestro ritmo de vida cambia inevitablemente y, con ello, nuestra alimentación. Esto se agudiza con las olas de calor, que pueden producir una disminución del apetito y <a href="https://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(18)30434-3/fulltext">suponen un estrés para nuestro cuerpo</a>. Pero esos casi obligados cambios también constituyen una oportunidad para nutrirnos mejor.</p>
<h2>Un menú ligero e hidratante</h2>
<p>Lo más recomendable es seguir una dieta variada y equilibrada, con un <a href="https://theconversation.com/como-hacer-la-dieta-mediterranea-aun-mas-saludable-para-las-personas-y-el-planeta-197655">patrón mediterráneo</a>. Preferiblemente, nuestras ingestas a lo largo del día deben ser ligeras y frescas: debemos evitar las comidas muy copiosas y ricas en grasas o excedernos en el consumo de proteínas de grandes animales. </p>
<p>La carne de vaca y cordero, por ejemplo, contiene proteínas muy complejas y completas pero que a nuestro sistema digestivo le cuesta digerir. Este proceso necesita mucha energía, que <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/books/NBK236229/">se disipa en forma de calor</a>. Se sabe que la temperatura interna del organismo puede subir hasta 2 ºC una hora después de tomar una comida con abundantes grasas y/o proteínas complejas. Es conveniente, pues, buscar alimentos con un buen perfil nutricional que se lo pongan fácil a nuestro cuerpo. </p>
<p>Pero no solo de pan vive el hombre: también elegiremos los alimentos que tengan más agua; o, al menos, que en su cocinado no la pierdan tanto. Una buena idea sería elaborar platos que se puedan comer crudos o con la mínima preparación posible.</p>
<p>Pocos grupos alimentarios pueden ser consumidos sin cocinar, ¿verdad? Efectivamente, priorizaremos en el menú las verduras y frutas. Podemos acompañarlas de cereales (arroz, pasta) integrales, legumbres como opción proteica de preferencia, huevos, pescado y carne (preferiblemente de ave). </p>
<p>Así, el gazpacho, las sopas o cremas frías de verduras pueden ser grandes aliados en nuestra dieta durante los días de calor sofocante. También es muy buena idea tomar salpicones, crudités de zanahoria o pimiento, ensaladas de legumbres… </p>
<p>Los platos principales pueden ser simples guisos de carne que ayudan a retener agua haciendo la carne más jugosa, pescados a la brasa o un sencillo huevo cocido para acompañar a nuestras verduras. Y de postre, frutas de temporada como melón, sandía, mango, nectarinas, etcétera.</p>
<h2>¿Comer frío o caliente?</h2>
<p>Esa es la cuestión (aunque no la más relevante). La comida ingerida muy fría parece a simple vista la mejor opción frente al calor: no hay sensación más refrescante que las primeras probaditas a un helado. Sin embargo, <a href="https://link.springer.com/article/10.1007/s40279-017-0842-8">la ciencia nos dice</a> que los alimentos a temperaturas muy bajas pueden ser contraproducentes en nuestra búsqueda de una temperatura corporal agradable. </p>
<p>En condiciones normales, nuestra temperatura interna oscila entre los 36,5 y los 37 ºC, por lo que un helado debe atemperarse y calentarse antes de iniciar su viaje por el intestino, gastando energía extra. </p>
<p>Podemos aprender de algunas culturas de zonas desérticas que cuentan entre sus costumbres beber tés e infusiones. En este caso, es una buena idea, porque generan fácilmente sudor, lo que refrescará la piel y mejorará la sensación térmica. Pero tampoco resulta imprescindible: con tomar las bebidas o la comida del tiempo será más que suficiente.</p>
<h2>¿Es suficiente beber agua para hidratarnos?</h2>
<p>El agua es esencial para la vida y la recomendación de <a href="https://efsa.onlinelibrary.wiley.com/doi/epdf/10.2903/j.efsa.2010.1459">los expertos de la Unión Europea</a> sigue siendo consumir entre 2 y 2,5 litros de agua diarios en población general, incluyendo la presente en los alimentos y prestando especial atención a niños y ancianos. En tiempo de mucho calor, sudamos y transpiramos más, por lo que esa cantidad de agua podría no ser suficiente para contrarrestar la pérdida de minerales y electrolitos. </p>
<p>Puede ser un buen recurso hacer pequeñas ingestas de frutas o verduras (tomate, pepino) ricas en ese líquido vital durante el día. Además, podemos añadir al agua saborizantes naturales, como algo de fruta triturada (fresas, frambuesa, naranja) o unas gotas de lima o limón que la vuelvan más apetecible. Lo que no es aconsejable es consumir muchos zumos o refrescos, ya que sus excesivos azúcares pueden aumentar también la temperatura de nuestro cuerpo. </p>
<p>Por otra parte, <a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fphys.2023.1179844/full">un 15 % de los adultos</a> utiliza las bebidas alcohólicas como primera opción para contrarrestar el calor. Sin embargo, uno de los efectos negativos del alcohol es la dilatación de nuestros vasos sanguíneos. Esto aumenta la temperatura de la piel y, con ello, la sensación subjetiva de calor.</p>
<p>Las olas de calor son un reto que genera la necesidad de adaptarse al clima de diversas formas. La alimentación rica en frutas y verduras, ligera y fresca, será igual de importante que mantenerse hidratado y protegido de los rayos solares.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/209891/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Carmen González Vázquez no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>En estos días de récords de temperaturas conviene priorizar en nuestro menú los alimentos ligeros y con mucha agua, principalmente frutas y verduras, que sirvan para complementar nuestra correcta hidratación.Carmen González Vázquez, Profesora en el Grado en Nutrición Humana y Dietética, UNIR - Universidad Internacional de La Rioja Licensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2087162023-07-11T18:10:56Z2023-07-11T18:10:56ZEn la variedad está la salud: por qué hay que evitar las dietas basadas en un solo alimento<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/535528/original/file-20230704-19-jl0zhr.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C6193%2C3895&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/fresh-watermelon-slices-on-yellow-bright-2192423301">LeviaUA / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Las monodietas, también conocidas como dietas monotróficas o dietas de un solo alimento, hoy prometen esa imagen corporal y salud ideal encumbrada en las redes sociales, pero en realidad <a href="https://revista.nutricion.org/index.php/ncdh/article/view/210/176">tienen siglos de tradición</a>. </p>
<p>Por ejemplo, el poeta inglés Lord Byron popularizó en el siglo XIX la dieta del vinagre, un método para disminuir el apetito que le dejó en los huesos. Sus <a href="https://journals.sagepub.com/doi/10.1177/0957154X19888623">efectos adversos ya habían salido a la luz</a> en 1733, cuando el médico Pierre Desault publicó el caso clínico de una mujer francesa, llamada Mademoiselle Lapaneterie, que falleció un mes después de seguir esa nociva práctica.</p>
<h2>De la dieta de la manzana a la de la sandía</h2>
<p>Sin ir más lejos, <a href="https://www.mdpi.com/2673-4168/2/2/11/htm">muchos de estos regímenes restringidos han gozado de predicamento</a> durante los últimos 50 años. En Japón, en la década de 1970, apareció la dieta de la manzana, que supuestamente desintoxicaba el cuerpo y favorecía la pérdida de peso con rapidez. Por esos mismos años, la dieta del limón –conocida como la “dieta maestra de limpieza”– prometía eliminar las sustancias tóxicas del organismo mediante el consumo exclusivo de ese cítrico, jarabe de arce y pimienta de cayena. </p>
<p>La dieta del pomelo y el huevo también empezó a reclutar adeptos en Estados Unidos por entonces. Celebridades como Elvis Presley, Brooke Shields y Jennifer Aniston han puesto rostro a este procedimiento para adelgazar. Después tomaron el testigo la dieta de la patata (en los ochenta en Europa), la de la sandía (en los noventa en Estados Unidos) o la de la banana (principios del siglo XXI en Australia).</p>
<h2>Un sinfín de efectos negativos</h2>
<p>Actualmente, siguen en boga numerosas dietas monotróficas –<a href="https://theconversation.com/dieta-del-pomelo-la-peligrosa-moda-que-nacio-en-hollywood-hace-cien-anos-197258">la del pomelo</a>, la de los cacahuetes, la del arroz, etcétera-, que prometen resultados muy rápidos. Pero ¿son saludables y seguras? La respuesta corta es no.</p>
<p>En primer lugar, al basarse en un solo alimento o grupo reducido de alimentos, estas dietas son simples y poco variadas, lo que limita la ingesta de calorías y nutrientes. Y aunque hay poca evidencia empírica, la ciencia sí <a href="https://journals.healio.com/doi/10.3928/19382359-20191015-01">ha demostrado</a> que <a href="https://www.mdpi.com/2072-6643/11/1/85">pueden causar malnutrición</a>, anemia, osteoporosis, toxicidad de nutrientes y catabolismo (destrucción) muscular. </p>
<p>Otros problemas asociados a estas prácticas son desórdenes gastrointestinales como estreñimiento y diarrea, fatiga y estados de ánimo exacerbados, así como trastornos alimentarios y de la ingestión de comida. </p>
<p>Para más inri, se promocionan como una forma rápida de adelgazar, cuando la disminución de la masa corporal se debe a la merma de agua y músculo, en lugar de la pérdida de grasa. Y al ser restrictivas, resultan difíciles de seguir a largo plazo.</p>
<p>Por todas las razones anteriores, es importante consultar con un profesional de la salud antes de emprender cualquier cambio significativo en nuestra dieta. Los expertos en nutrición han expresado su preocupación sobre los efectos de estas opciones poco variadas y recomiendan evitarlas. </p>
<h2>Opciones saludables y sostenibles</h2>
<p>Aunque hay quien encuentre beneficios en las monodietas, los regímenes saludables y sostenibles son aquellos que incluyen una variedad de alimentos nutritivos en proporciones adecuadas. Es importante considerar que <a href="https://www.mdpi.com/2072-6643/12/2/334">no existe un tipo de alimentación perfecto</a> para todas las personas del mundo. En última instancia, dependerá de las necesidades individuales y de la disponibilidad de comida.</p>
<p>Entre las opciones respaldadas científicamente se encuentra <a href="https://www.mdpi.com/2072-6643/14/14/2956">la dieta mediterránea</a>, basada en el consumo de alimentos ricos en fibra, grasas saludables como el aceite de oliva y los frutos secos, pescado y verduras. Ha demostrado ser efectiva para perder peso y prevenir enfermedades crónicas en países europeos y africanos que lindan con el mar Mediterráneo, <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC9526822/%5D">aunque también puede ser adaptada en otras regiones del mundo</a>.</p>
<p>Otra alternativa interesante es la dieta DASH (siglas de <em>Dietary Approaches to Stop Hypertension</em>), enfocada en el consumo de frutas y verduras, cereales integrales, proteínas magras y grasas saludables. Un estudio publicado en el <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/35577747/"><em>Journal of the Academy of Nutrition and Dietetics</em></a> encontró que los participantes que la siguieron perdieron más peso que quienes hicieron una dieta típica de América del Sur.</p>
<p>También es una opción sana y sostenible la dieta nórdica, propia de los países del norte de Europa, que se basa en alimentos locales y de temporada como pescado, bayas, cereales integrales y verduras. <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC8270004/">Está demostrado</a> que puede favorecer la reducción de la inflamación y el riesgo de enfermedades crónicas.</p>
<p>Por último, la dieta asiática tradicional, enfocada en el consumo de arroz, pescado, verduras y té verde, <a href="https://foodandnutritionresearch.net/index.php/fnr/article/view/478">se ha asociado</a> con una menor incidencia de enfermedades crónicas y una menor tasa de obesidad.</p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/534817/original/file-20230629-12044-wd2gpg.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/534817/original/file-20230629-12044-wd2gpg.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/534817/original/file-20230629-12044-wd2gpg.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/534817/original/file-20230629-12044-wd2gpg.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/534817/original/file-20230629-12044-wd2gpg.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/534817/original/file-20230629-12044-wd2gpg.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/534817/original/file-20230629-12044-wd2gpg.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/534817/original/file-20230629-12044-wd2gpg.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">Caracterización y efectos en la salud de las monodietas, y sus alternativas saludables.</span>
<span class="attribution"><span class="license">Author provided</span></span>
</figcaption>
</figure>
<p>En general, <a href="https://www.fao.org/3/ca6640en/CA6640EN.pdf">las dietas saludables y sostenibles</a> priorizan los alimentos vegetales y los cereales integrales y están basados en patrones alimentarios tradicionales que enfatizan la utilización de productos locales y de temporada. Cabe recordar que cualquier régimen controlar el peso corporal o destinado a tratar alguna patología debe ser personalizada y supervisada por dietistas-nutricionistas y, en algunos casos, requiere control médico.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/208716/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>Ni la dieta del pomelo, ni la de la manzana, la del arroz o la de los cacahuetes. Ninguna es recomendable desde el punto de vista nutricional y pueden causar desde anemia o desnutrición a cambios de humor exacerbados.Nadia San Onofre Bernat, PDI Food & Health Lab -Valencia University // Associate professor al Máster de Nutrición y Salud de la UOC, Universitat de ValènciaEva María Trescastro López, Contratada Doctora. Doctora en Salud Pública. Dietista-Nutricionista, Universidad de AlicanteJose Miguel Soriano del Castillo, Catedrático de Nutrición y Bromatología del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública, Universitat de ValènciaMª Inmaculada Zarzo Llobell, Estudiante de Doctorado en Medicina, Universitat de ValènciaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2078502023-07-03T16:47:25Z2023-07-03T16:47:25ZComer rápido: ganar tiempo a costa de la salud<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/534329/original/file-20230627-29-dyqd8t.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=55%2C167%2C6222%2C3968&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/one-woman-working-on-laptop-eating-2171905557">Simona pilolla 2 / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>El ritmo de vida actual hace que con frecuencia robemos tiempo a cuestiones tan fundamentales como la alimentación. A menudo desayunamos algo rápido de camino al trabajo o comemos a toda velocidad para ganar un rato que nos permita ser más productivos o sentir que mejoramos la conciliación de nuestra vida laboral y personal.</p>
<p>Más allá de otras reflexiones en torno a esta cultura de la prisa, es interesante poner en una balanza el tiempo y la salud y detenerse unos minutos a valorar las posibles consecuencias de comer demasiado rápido. ¿Ha experimentado alguna vez un exceso de gases? ¿Suele tener digestiones pesadas? ¿Cuánto tiempo hace que no presta atención a sus sensaciones de hambre y saciedad?</p>
<h2>Excedente de gases</h2>
<p>En lo que se refiere al primer problema, la deglución excesiva de aire durante y entre las comidas se denomina <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/31402544/">aerofagia</a>. Puede provocar desde una leve incomodidad y sensación de pesadez e hinchazón hasta dolor y distensión abdominal (un aumento objetivo y visible del diámetro abdominal tras la ingesta de alimentos). </p>
<p>El contenido normal de gas en el tubo digestivo cuando estamos en ayunas es de aproximadamente 200 mililitros. Si esta cantidad aumenta de forma importante, los mecanismos fisiológicos para su expulsión pueden volverse muy molestos. Ese volumen depende del equilibrio entre la ingesta y la producción de <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/26095329/">gas</a> y su eliminación, en forma de eructos, flatulencias o a través de su consumo por la <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/27545449/">microbiota intestinal</a>.</p>
<p>Uno de los principales factores de aumento tanto de la ingesta de aire como de la producción de gas es comer rápido, aunque también pueden contribuir el consumo de chicles, el tabaquismo o las alteraciones de la citada microbiota.</p>
<h2>Sobreesfuerzo digestivo</h2>
<p>Por otro lado, al comer deprisa el tiempo de masticación disminuye y los alimentos llegan al estómago prácticamente enteros, lo que hace necesaria una mayor producción de jugos gástricos para poder digerirlos de forma adecuada. Esto, que exige además un mayor esfuerzo metabólico, causa la molesta sensación de pesadez e indigestión que acompaña a las comidas exprés. </p>
<p>Otro aspecto que puede verse influido si no masticamos lo suficiente –y no permitimos, por tanto, la acción de las enzimas orales– es la absorción de alimentos en el intestino delgado. Entonces, y a pesar de los esfuerzos del estómago por compensar este déficit, la comida puede alcanzar el intestino sin estar lo suficientemente digerida. </p>
<h2>No llega la señal de parar</h2>
<p>Si nos centramos ahora en las mencionadas sensaciones de hambre y saciedad, tendremos que hacer referencia al eje intestino cerebro, ya que este último órgano es el responsable de enviar las señales que orquestan el proceso de digestión, por un lado, y la necesidad de buscar alimento o ayunar, por el otro. </p>
<p>Dos hormonas, la <a href="https://theconversation.com/insulina-y-leptina-el-tira-y-afloja-de-lo-que-comemos-186490">leptina</a> y la grelina, regulan respectivamente la saciedad y el hambre. Una vez que vemos, olemos y comenzamos a ingerir un alimento, la primera tarda entre 20 y 30 minutos en activarse. Cuando comemos muy rápido, ingerimos cantidades que superan nuestras necesidades energéticas reales, dado que la leptina no tiene tiempo de avisarnos de que ya estamos saciados. </p>
<p>Si aún no ve la balanza tiempo-salud claramente inclinada, varios estudios muestran <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/30621124/">relación entre la velocidad a la que comemos y los factores de riesgo cardiovascular</a>, los niveles elevados de triglicéridos y el incremento de posibilidades de padecer síndrome metabólico (que aumentan hasta en un 59 %) o <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/29440054/">desarrollar sobrepeso y obesidad, especialmente en población diabética</a>.</p>
<p>Merece la pena <a href="https://theconversation.com/alimentacion-consciente-por-que-es-importante-concentrarnos-en-lo-que-comemos-y-como-lo-comemos-184883">detenerse un poco</a>, sentarse y disfrutar de un pausado desayuno o una tranquila comida. Mastique despacio y preste atención a su saciedad. Invierta tiempo y gane salud.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/207850/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>Aerofagia, indigestión, aumento del riesgo de obesidad o síndrome metabólico… Comer a toda prisa altera los ritmos normales del sistema digestivo y, como mínimo, puede producir molestias.Esther Martínez Miguel, Directora del Grado en Enfermería. Facultad de Ciencias de la Vida y de la Naturaleza, Universidad NebrijaSilvia Gómez Senent, Médico de Aparato Digestivo. Profesora en el Grado de Enfermería, Universidad NebrijaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2072272023-06-12T19:26:32Z2023-06-12T19:26:32Z¿Hipertensión en la infancia? Sí, existe, y además es un problema creciente<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/530574/original/file-20230607-27-wyv9v0.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=28%2C42%2C4551%2C2775&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/doctor-measuring-blood-pressure-little-girl-1170236431">Roman Zaiets/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Hasta hace poco se pensaba que el <a href="https://theconversation.com/es/topics/sindrome-metabolico-114951">síndrome metabólico</a> (un conjunto de al menos tres componentes de riesgo cardiovascular que incluyen alto nivel de glucosa, colesterol, triglicéridos en sangre y presión alta) era una patología que afectaba exclusivamente a los adultos. Pero en 2017, la Academia Americana de Pediatría <a href="https://doi.org/10.1542/peds.2017-1603">alertó</a> de su presencia en edad infantil y adolescente.</p>
<p>Más recientemente, el Grupo de Trabajo de la Sociedad Europea de Cardiología también <a href="https://doi.org/10.1093/eurheartj/ehac328">ha emitido un informe</a> acerca de la importancia que el síndrome metabólico –y en particular la hipertensión– está cobrando entre los niños, niñas y jóvenes de este continente. </p>
<h2>Cuestión de (malos) hábitos</h2>
<p>Aunque en algunos casos la tensión alta puede tener un origen genético, relacionado con alteraciones hormonales o con enfermedad renal, el incremento de su prevalencia parece ir en paralelo al aumento de la obesidad, <a href="https://revista.nutricion.org/PDF/Transicion-nutricional.pdf">la transición alimentaria</a> (el paso de las dietas tradicionales a la dieta globalizada) y el sedentarismo. Los estudios epidemiológicos apuntan en esta dirección, poniendo de relieve que este problema tiene mucho que ver con los hábitos de vida.</p>
<p>En España, por ejemplo, la presión arterial elevada afectaba al 3,17 % de los niños y al 3,05 % de las niñas en edad escolar en 2013. Pero estas cifras, que nuestro grupo de investigación <a href="http://www.epinut.org.es/">EPINUT</a> de la Universidad Complutense <a href="https://www.revespcardiol.org/es-asociacion-entre-adiposidad-corporal-presion-articulo-S0300893212005556?redirect=true">publicó en la <em>Revista Española de Cardiología</em></a>, se han incrementado en dos puntos porcentuales durante la última década. </p>
<p>Así, de acuerdo a una <a href="https://www.eljardindeloscuriosos.com/libro/1475/el-sindrome-metabolico-en-la-poblacion-infantil-y-juvenil-espanola/">nueva investigación</a> también efectuada por nosotros, la prevalencia de hipertensión alcanza en 2022 al 5,3 % de los niños y niñas entre 9 y 16 años. En este último estudio, que contó con el apoyo de la Fundación Alimentación Saludable y de la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación, se han obtenido resultados que muy claramente dejan de manifiesto las principales causas asociadas a este problema.</p>
<h2>La dieta y el sueño, factores clave</h2>
<p>Algunos números ponen negro sobre blanco que la condición nutricional tiene mucho que ver. Por ejemplo, la presión arterial sistólica promedio aumenta de 99,2 mmHg en los escolares con normopeso hasta 135,8 mmHg en los obesos. Y pasa de 107,57 mmHg en los sujetos sin grasa abdominal a 111,51 mmHg en aquellos cuyo perímetro de la cintura dividido entre su estatura sobrepasa el valor de 0,5, indicativo de adiposidad visceral. </p>
<p>Siguiendo con las cifras, un índice de masa corporal (que se calcula dividiendo el peso en kg por el cuadrado de la estatura en metros) de obesidad multiplica por tres el riesgo se ser hipertenso, mientras que un porcentaje de grasa por encima del percentil 97 duplica las posibilidades de tener la presión alta.</p>
<p>Dormir menos de lo necesario es otro factor implicado. En el estudio se comprobó que un descanso insuficiente (menos de 8 horas de sueño) multiplicaba por 1,5 el riesgo de que los menores padecieran presión arterial elevada. La restricción del sueño tiene consecuencias perniciosas porque, entre otros efectos hormonales, aumenta la concentración de cortisol y grelina a la vez que disminuye la <a href="https://theconversation.com/insulina-y-leptina-el-tira-y-afloja-de-lo-que-comemos-186490">leptina</a>, provocando mayor sensación de hambre durante el día.</p>
<h2>Medidas de prevención</h2>
<p>En la parte positiva, la calidad de la dieta (no tanto la cantidad de alimentos ingeridos) tiene un papel protector sumamente importante. Así, entre los niños y niñas que seguían una alimentación de óptima calidad de acuerdo al <a href="https://www.nutricionprecision.com/kidmed-2019-actualizacion-del-cuestionario-kidmed-36.html#">índice KIDMED</a> (que evalúa el grado de adhesión al patrón mediterráneo) ninguno era hipertenso. Entre aquellos otros clasificados con un nivel de calidad dietética media, la tasa de afectados fue del 4,7 %. Y este valor se duplicó (8,1 %) en los escolares cuya dieta se puntuó como de baja calidad. </p>
<p>La actividad física también resulta muy beneficiosa para prevenir la hipertensión infantil: seguir las <a href="https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/physical-activity">recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud</a> (que establecen el mínimo en una hora de practica intensa), o hacer deporte extraescolar tres veces a la semana, disminuyen el riesgo en torno a un 20 %.</p>
<h2>La importancia de una detección temprana</h2>
<p>Aunque la prevalencia de la hipertensión en la infancia y adolescencia no presenta todavía cifras alarmantes, sí que está aumentando de manera paulatina. Por esa razón conviene identificarla cuanto antes. </p>
<p>Los valores límite de presión arterial sistólica y diastólica para los adultos (130/80 mmHg) no son aplicables en los menores de 16 años. Durante el crecimiento, los valores de normalidad van aumentando y varían en función del tamaño corporal. Por ello, el diagnóstico debe hacerse mediante tablas que tengan en cuenta el sexo, la edad y el percentil de estatura.</p>
<p>La Sociedad Europea de Hipertensión (ESH), la Sociedad Europea de Cardiología (ESC) y la Asociación Española de Pediatría recomiendan usar las tablas contenidas en <a href="https://doi.org/10.1542/peds.2017-1904"><em>The Fourth Report on the Diagnosis, Evaluation and Treatmen of High Blood Pressure in Children and Adolescent</em></a>, que se publicó en 2004. Dicha normativa, conocida coloquialmente como <em>Fourth Report</em>, fue actualizada con el respaldo de la Academia Americana de Pediatría (APS) en una <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/28827377/">Guía Clínica</a> publicada en 2017. Su aplicación distingue tres niveles de riesgo y establece criterios más protectores para el cribado, manejo y tratamiento de la hipertensión pediátrica.</p>
<p><a href="https://www.aeped.es/sites/default/files/documentos/12_hipertension_art_final_0.pdf">Son ya muy abundantes los estudios</a> que relacionan la presión arterial elevada en la infancia con la hipertensión, el daño orgánico y otras enfermedades asociadas en edad adulta. Sin duda, es una condición infradiagnosticada y no hay datos sobre el riesgo que asumirán en el futuro los niños hipertensos no tratados.</p>
<p>Por ello, aunque la toma de la presión arterial sea un tanto complicada en los niños (el manguito del tensiómetro debe adaptarse al tamaño del brazo y el efecto de “bata blanca” es frecuente) y su clasificación requiera un poco de tiempo (medida de la estatura, manejo de las tablas…), debe ser un protocolo a incluir en los controles pediátricos habituales en atención primaria. Prevenir es siempre la mejor opción.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/207227/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>María Dolores Marrodán Serrano no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>La presión elevada en niños es un factor de riesgo para sufrirla de mayores, junto a otras enfermedades asociadas. Comer y dormir mal son sus principales desencadenantes.María Dolores Marrodán Serrano, Directora del Grupo de Investigación EPINUT (Epidemiología Nutricional), Universidad Complutense de MadridLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2064252023-05-30T18:22:55Z2023-05-30T18:22:55Z¿Es siempre bueno el colesterol “bueno”?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/529031/original/file-20230530-15-p28r4x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C119%2C6655%2C4280&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-illustration/cholesterol-blood-vessels-atherosclerosis-disease-3d-1945709770">Corona Borealis Studio/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><blockquote>
<p>¿Quieres que te guise un chicharrón? ¿Un pedazo de jamón? / ¿O prefieres pollo frito, mi amorcito? / No, muy sabroso el chicharrón, tu pollito y tu jamón. / Pero ahorita nada de eso, cariñito. </p>
</blockquote>
<p>La red social TikTok ha convertido en viral esta canción titulada, cómo no, <a href="https://www.youtube.com/watch?v=HH34JREKmZE"><em>El colesterol</em></a>. Y es que si su autor, Fito Olivares, ganó el partido al colesterol, nosotros también podemos. </p>
<p>Quizá no entendamos los valores que nos muestran las analíticas de sangre, pero sí sabemos que hay dos cifras a las que prestar atención: al colesterol “bueno” (HDL) y al colesterol “malo” (LDL). Pero ¿por qué los llamamos así? ¿Está tan clara esa asignación de papeles? Vayamos por partes. </p>
<h2>La doble cara de un lípido imprescindible</h2>
<p>El <a href="https://theconversation.com/es/topics/colesterol-75787">colesterol</a> es un lípido (grasa) presente en todas las células del cuerpo e indispensable para el organismo. Entre otras funciones, es precursor de los ácidos biliares (necesarios para digerir los alimentos), las hormonas sexuales (testosterona en los hombres, progesterona y estrógenos en las mujeres) y las hormonas tiroideas. </p>
<p>Aunque la mayor parte se sintetiza en el hígado, también se obtiene por la ingesta de alimentos como el huevo, las carnes rojas o los lácteos. </p>
<p>Y ahora conozcamos a los dos contendientes del combate. En un lado del ring tenemos al HDL, del inglés <em>high density lipoprotein</em> (lipoproteína de alta densidad). Lo llamamos colesterol “bueno” porque transporta el colesterol desde otras partes del organismo de vuelta al hígado para eliminarlo. Por eso, niveles altos de HDL se relacionan con un efecto protector ante las enfermedades cardiovasculares. </p>
<p>En el lado opuesto del cuadrilátero, el LDL –de <em>low density lipoprotein</em> (lipoproteína de baja intensidad)– está encasillado como “malo” porque su exceso se acumula en las arterias, formando placas de ateroma. Si estas placas se asientan en las arterias del corazón, pueden provocar anginas de pecho o infartos, y si se acumulan en las del cerebro, <a href="https://theconversation.com/vivir-para-contar-un-ictus-148843">ictus</a>. </p>
<p>Poca broma con esto, como le decían al actor español Javier Cámara en un famoso spot de televisión sobre un lácteo que aseguraba bajar las cifras de colesterol “malo”. </p>
<h2>En su justa medida</h2>
<p>Hasta ahora, los <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0031302518305129?casa_token=nWe4E5DwW34AAAAA:HOO17Gv_azXwPjloMLdfWbEtkoCwq3B9eh8bf8xXY80v7mktIpfEKFBSzrmwBG0LcDQ-CNE6RzE">estudios</a> han sido unánimes al respecto: disminuir los niveles de LDL y aumentar los de HDL reduce el riesgo cardiovascular. </p>
<p>Según la <a href="https://fundaciondelcorazon.com/prevencion/riesgo-cardiovascular/colesterol.html">Fundación Española del Corazón</a>, para personas sin enfermedad cardiovascular ni factores de riesgo, las cifras normales serían un LDL menor a 160 mg/dl y un HDL superior a 40 mg/dl. </p>
<p>Una buena opción para seguir estas recomendaciones es practicar la <a href="https://theconversation.com/es/topics/dieta-mediterranea-60018">dieta mediterránea</a>. Es más, se estima que este tipo de alimentación, basado en el consumo de frutas, verduras y grasas saludables, aumenta un <a href="https://www.revespcardiol.org/es-la-mayor-adherencia-un-patron-articulo-S0300893214006125?redirect=true">10 % el colesterol</a> HDL o “bueno”.</p>
<h2>Giro de guión: cuando el “bueno” se convierte en el “malo”</h2>
<p>No obstante, <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0002914921011875">nuevos estudios</a> ponen hasta cierto punto en cuestión la “bondad” del HDL. O, al menos, le ponen un límite. </p>
<p>Según los resultados de estas investigaciones, niveles superiores a 80 mg/dl no solo no disminuyen las posibilidades de enfermedad cardiovascular, sino que las aumentan. El resto de sistemas del organismo también pueden verse afectados: un <a href="https://jamanetwork.com/journals/jamacardiology/article-abstract/2800308">estudio</a> realizado en Australia encontró que la población con cantidades altas de HDL tenían un riesgo 33 % mayor de sufrir fracturas óseas. </p>
<p>El <a href="https://www.scientificamerican.com/article/too-much-good-cholesterol-can-harm-the-heart/">mecanismo</a> que produce estos efectos no está claro, pero hay dos opciones plausibles sobre la mesa:</p>
<ul>
<li><p>Por un lado, se plantea que la estructura molecular del HDL se modifica e impide eliminar el excedente de colesterol del organismo cuando presenta niveles altos. </p></li>
<li><p>Por el otro lado, podría ser que, en cantidades muy elevadas, las cantidades totales de colesterol –la suma de HDL y LDL– alcancen la zona de riesgo. </p></li>
</ul>
<h2>¿Hay manera de controlarlo?</h2>
<p>Pero ojo, tener el colesterol HDL por las nubes es poco frecuente (lo experimenta menos del 7 % de la población) y extraordinariamente raro solo por llevar un estilo de vida saludable. Existen patologías orgánicas, tales como el hipertiroidismo, el alcoholismo o la cirrosis, candidatas a producirlo. </p>
<p>Además, <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/35039162/#:%7E:text=A%20high%20HDL%2DC%20level,%2C%20hypertension%2C%20smoking%2C%20triglycerides%2C">los estudios más recientes</a> asocian los niveles altos de HDL con un mayor riesgo de muerte cardiovascular entre los hombres, pero no entre las mujeres sin enfermedad de las arterias coronarias. ¿Será el estrógeno un factor protector? </p>
<p>Para contradecir décadas de evidencia que confirman una relación inversa entre el colesterol HDL y el riesgo de enfermedad cardiovascular, necesitamos muchas más investigaciones y que las futuras guías de práctica clínica, si lo consideran, tomen cartas en el asunto. </p>
<p>Poco podemos hacer a nivel individual para controlar nuestras cifras de HDL. Mientras la ciencia avanza, sigamos trabajando en mantener el LDL bajo ayudándonos de la dieta mediterránea, siguiendo un estilo de vida saludable y dejando que los medicamentos para bajar el colesterol “malo” (hipolipemiantes) sigan en el <a href="https://www.asistenciamedicolegal.com/single-post/estos-son-los-10-medicamentos-m%C3%A1s-recetados-en-el-mundo"><em>ranking</em> de los 10 fármacos más recetados</a> en el mundo.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/206425/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Teresa Sufrate Sorzano no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Recientes investigaciones apuntan a que niveles excesivamente elevados de HDL (el colesterol “bueno”) pueden ser peligrosos para el 7 % de la población que los presentan. ¿Por qué se produce esta anomalía? ¿Puede controlarse?Teresa Sufrate Sorzano, Enfermera del Servicio Riojano de Salud y Profesora Asociada, Universidad de La RiojaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2043082023-05-11T10:47:57Z2023-05-11T10:47:57ZMantequilla frente a margarina: ¿cuál es mejor?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/524880/original/file-20230508-119062-gfcgkp.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=90%2C81%2C5373%2C3383&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/slice-bread-butter-top-view-sandwiches-2146305525">279photo Studio / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Probablemente, el emperador francés Napoleón III nunca llegó a imaginar el revuelo que iba a ocasionar en el futuro la publicación en 1860 de un concurso para obtener un producto de valor nutricional similar a la mantequilla, de fácil conservación y, sobre todo, más barato.</p>
<p>Su objetivo era hacer llegar este alimento a las clases sociales bajas y a los soldados en un momento en que la elevada demanda y, consecuentemente, su precio lo hacían inaccesible para gran parte de la población.</p>
<p>El concurso lo ganó el químico francés <a href="https://quimicafacil.net/infografias/biografias/hippolyte-mege-mouries/">Hippolyte Mège-Mouriès</a>, que desarrolló la margarina. El producto consistía en una emulsión realizada a partir de grasa de vacuno, caseína y agua, fundamentalmente. </p>
<p>Su nombre proviene del ácido margánico presente en la grasa animal. Después se descubriría que en realidad era una mezcla de dos ácidos grasos saturados: el ácido palmítico y el esteárico. Así pues, la idea de Mège-Mouriès era conseguir un producto lo más parecido a la mantequilla utilizando grasas con características nutricionales y organolépticas similares a las de esta.</p>
<h2>De las primeras margarinas a los productos actuales</h2>
<p>La composición de la mantequilla se ha mantenido prácticamente inalterada desde su origen. Se obtiene batiendo la crema, la leche entera o una mezcla de ambas para conseguir una emulsión en agua que contenga alrededor del 80 % de grasa.</p>
<p>El caso de la margarina es diferente: la utilización de otras fuentes grasas y la evolución de la tecnología de fabricación ha hecho que este alimento sí haya sufrido cambios importantes.</p>
<p>Resulta, por tanto, difícil hablar de margarina como un producto único; sería más correcto hablar de “margarinas”, en plural. La variación en aspecto, composición y propiedades nutricionales es notable entre ellas.</p>
<p>La mayoría de las <a href="https://www.sciencedirect.com/topics/food-science/margarine">margarinas actuales</a> se obtienen a partir de aceites vegetales como el de girasol, maíz, soja o algodón. Estos aceites son sometidos a un proceso denominado hidrogenación, que consiste en eliminar parcial o totalmente los dobles enlaces químicos que contienen con el objetivo de conseguir un alimento sólido, de aspecto similar a la mantequilla. </p>
<h2>¿De dónde viene la mala fama de las margarinas?</h2>
<p>En los años 70 y 80 del siglo pasado, este procesado producía margarinas con alto contenido en <a href="http://badali.umh.es/assets/documentos/pdf/artic/grasa-trans.pdf">grasas trans</a>, que después se relacionaron con un aumento del riesgo de enfermedades o eventos cardiovasculares.</p>
<p>La mayoría de las grasas trans que consumimos provienen de alimentos procesados como las patatas fritas, los quesos de untar o la bollería, aunque los lácteos no procesados –como la propia mantequilla– también contienen cantidades no desdeñables.</p>
<p>Hace tiempo, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) <a href="https://www.fao.org/3/i1953s/i1953s.pdf">ya advirtió</a> del problema para la salud que acarreaba consumir en exceso grasas saturadas, mayoritarias en mantequilla y algunas margarinas. </p>
<p><a href="https://www.fesnad.org/resources/files/Publicaciones/Consenso_sobre_las_grasas_y_aceites_2015.pdf">Las sociedades de nutrición españolas</a>, por su parte, también han publicado documentos de consenso que aconsejan la limitación en el consumo de grasas saturadas y trans. Fue en esta etapa cuando las margarinas se ganaron la fama de ser productos perjudiciales para la salud.</p>
<p>Como respuesta a este problema, administraciones de Europa y otros países han <a href="https://www.aesan.gob.es/AECOSAN/web/noticias_y_actualizaciones/noticias/2019/grasas_trans.htm">actualizado</a> la normativa, limitando el contenido en grasas trans. Distintos estudios llevados a cabo por la agencia española de Seguridad Alimentaria y Nutrición <a href="https://www.aesan.gob.es/AECOSAN/docs/documentos/nutricion/Informe_AGT2015.pdf">muestran</a> una disminución importante en el contenido de dicho componente en la mayoría de los alimentos industriales a lo largo del tiempo. </p>
<h2>Similitudes y diferencias</h2>
<p>Mantequilla y margarina presentan algunas características que aconsejan limitar su consumo. Ambas poseen una densidad energética similar: cantidades pequeñas aportan altas cantidades de energía. </p>
<p>Otro cantar es la composición o perfil graso. La mantequilla contiene alrededor de un 65 % de grasa saturada y el resto como monoinsaturada, mientras que la margarina posee un 20 % de grasa saturada, 40 % monoinsaturada y 40 % poliinsaturada. Además, este último alimento no contiene colesterol.</p>
<p>Sustituir las grasas saturadas por mono y poliinsaturadas supone reducir las cifras de colesterol plasmático total y las de LDL-colesterol (el conocido como colesterol malo). Por añadidura, la ingesta de grasas trans se relaciona con la disminución del HDL-colesterol (colesterol bueno). </p>
<p>La realidad, sin embargo, es que no disponemos de una evidencia firme de que consumir margarina en lugar de mantequilla disminuya el riesgo de sufrir un accidente cardiovascular.</p>
<p>En cuanto al resto de nutrientes, la mantequilla aporta calcio, fósforo, magnesio y vitaminas A y E, generalmente en mayores cantidades que las margarinas tradicionales.</p>
<h2>No todo es blanco o negro</h2>
<p>Atendiendo a la composición nutricional, la margarina tiene ventajas en cuanto a su impacto en las enfermedades cardiovasculares, mientras que el perfil de la mantequilla la haría más aconsejable para individuos hipertensos, por sus contenidos en calcio y fósforo.</p>
<p>No obstante, como ya se ha comentado, las margarinas y, en menor medida, las mantequillas actuales son alimentos complejos con composiciones nutricionales muy diferentes. En cualquier caso, el etiquetado nutricional nos permitirá informarnos sobre las diferencias entre los productos. Así comprobaremos que se comercializan margarinas complementadas en otros nutrientes, con un perfil mucho más saludable.</p>
<p>En general, una margarina sólida en barra contiene más grasa saturada que una untable, por lo que estas últimas son una <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC5480968/">buena opción</a> para cuidar el corazón. Aun así, las ingestas de ambos alimentos deben ser moderadas.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/204308/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>José Luis Sierra Cinos no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Teniendo en cuenta que ambos alimentos son muy diferentes (y que deben consumirse con moderación), actualmente se comercializan margarinas complementadas con otros nutrientes y un perfil más saludable.José Luis Sierra Cinos, Profesor del departamento de Nutrición y Ciencia de los alimentos. Facultad de Farmacia UCM , Universidad Complutense de MadridLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2043182023-05-03T16:31:10Z2023-05-03T16:31:10ZEn qué consiste el efecto segunda comida<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/523771/original/file-20230502-26-aqllwd.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=98%2C36%2C3348%2C2232&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/healthy-eating-diet-people-concept-close-300552908">GroundPicture / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Rara vez se escucha hablar de la fibra en esta época de dietas hiperproteicas, antioxidantes, sin gluten y sin lactosa promovidas por los <em>influencers</em> de las redes sociales. Sin embargo, la fibra es uno de los componentes de los alimentos con más beneficios probados, más allá de facilitar el tránsito intestinal. Y esto incluye un efecto de nombre misterioso, el “efecto segunda comida”.</p>
<p>Pero ¿qué es exactamente la fibra? La <a href="https://doi.org/10.17226/6252">definición oficial</a> nos dice que es la parte comestible de los alimentos vegetales resistente a la digestión y absorción en el intestino delgado, con fermentación completa o parcial en el intestino grueso. Es decir, que está en los alimentos de origen vegetal y no la digerimos en el intestino delgado (como ocurre con los nutrientes), pero alimenta a nuestras bacterias.</p>
<p>Hace más de 40 años, unos <a href="https://pdf.sciencedirectassets.com/782868/1-s2.0-S0002916582X35069/1-s2.0-S0002916523159600/main.pdf">investigadores británicos</a> observaron que si en el desayuno daban pan o lentejas a personas sanas, los niveles de glucosa (azúcar) en sangre subían menos con las lentejas, que tienen más fibra. Y si después se les daba a todos la misma comida, los que habían desayunado lentejas tenían menos glucosa en sangre. Como las subidas elevadas de glucosa aumentan el riesgo de diabetes tipo 2, esta capacidad de la fibra es muy importante: es el “efecto segunda comida”.</p>
<h2>Los metabolitos de fermentación, pan bendito para el cuerpo</h2>
<p>El siguiente paso era saber por qué ocurría esto. Al principio, se pensó que solo se debía al índice glucémico, que tiene que ver con la rapidez con la que absorbemos el azúcar de un alimento (las lentejas o el pan, aunque no tienen azúcar como el de nuestro azucarero, contienen almidón, que en nuestro cuerpo se rompe en azúcar). Sin embargo, posteriormente se vio que el “efecto segunda comida” tenía que ver con nuestra microbiota.</p>
<p>Al final de nuestro intestino grueso, en el colon, vive una gran población de bacterias: nuestra <a href="https://theconversation.com/cuidar-la-microbiota-esta-de-moda-pero-cual-es-la-forma-idonea-de-alimentarla-178321">microbiota colónica</a>. Estas bacterias se alimentan de restos de los alimentos que no hemos digerido, generando los compuestos que denominamos metabolitos de fermentación. Y como antes hemos dicho que la fibra no se digiere, cuando llega íntegra hasta el colon le sirve a la microbiota para generar estos metabolitos.</p>
<p>En el año 2006, unos <a href="https://doi.org/10.1093/ajcn/83.4.817">investigadores italianos</a> fueron los primeros en estudiar esta fermentación y relacionarla con el efecto segunda comida. Proporcionaron a un grupo de personas tres desayunos diferentes, que tenían fibra con distintos índices glucémicos y capacidad para ser fermentadas por la microbiota. Y lo que observaron fue que lo más importante para que la glucosa bajara después del almuerzo no era el índice glucémico, sino que la fibra se pudiera fermentar.</p>
<p>Tomar fibra, por tanto, aporta alimento a nuestras bacterias que, a cambio, nos devuelven los metabolitos de fermentación. Y estos metabolitos ayudan a que la glucosa no nos suba demasiado, no solo en ese momento, sino también en la siguiente comida. </p>
<p>Por cierto, que la fibra en la cena también hace que la glucosa después de desayunar <a href="https://doi.org/10.1093/ajcn/83.4.817">no suba tanto</a>. Algo que contradice esa idea tan extendida de que es conveniente excluir los carbohidratos de la cena. </p>
<h2>Toma fibra y tardarás más en tener hambre</h2>
<p>Esta regulación del azúcar en sangre después de varias comidas es muy importante para la salud, pero no es algo que percibamos. Sin embargo, el efecto segunda comida tiene otra cara positiva que sí podemos notar, y que se relaciona con otra propiedad de la fibra. Se trata de su capacidad para aumentar la saciedad debida a que, cuando tomamos fibra, el estómago tarda más en vaciarse. </p>
<p>En 1997 <a href="https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/07315724.1997.10718708">un grupo de militares estadounidenses</a> recibieron zumo de naranja, la mitad de ellos enriquecido en pectina (un tipo de fibra) y la otra mitad sin enriquecer. A las cuatro horas, a todos les daban un helado. Y una hora después de tomar el helado, los que por la mañana habían bebido el zumo con fibra se sentían mucho más saciados.</p>
<p>Es decir que tomar fibra en una comida hace que lleguemos a la siguiente con menos hambre. Esto también forma parte del efecto segunda comida. </p>
<h2>¿Y los polifenoles?</h2>
<p>Vamos a incluir unos nuevos actores en esta historia: los polifenoles. Son compuestos de los alimentos que <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/21142013/">viajan con la fibra</a> y que sirven también de alimento a nuestra <a href="https://www.scopus.com/inward/record.uri?eid=2-s2.084875953344&doi=10.1089%2fars.2012.4581&partnerID=40&md5=94dbd062145b9691b7d8e8380f067cd4">microbiota colónica</a>. Los nuevos metabolitos que generan tienen varios efectos beneficiosos, siendo el más conocido su capacidad antioxidante.</p>
<p>Pues bien, se está estudiando si los polifenoles contribuyen al efecto segunda comida. En concreto, un estudio con el residuo que queda en la industria tras obtener zumo de naranja mostró que, si se daba en el desayuno a hombres con sobrepeso, estos tenían <a href="https://doi.org/10.3390/nu9020130">menos glucosa e insulina en sangre después de la comida</a>. Lo más interesante es que ese residuo era una mezcla de fibra y polifenoles.</p>
<p>Hoy sabemos que los polifenoles y la fibra <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/21142013/">viajan juntos al colon</a> donde, además, la presencia de uno estimula la fermentación del otro, y viceversa. Por eso para muchos de sus efectos es difícil saber cuál se debe a la fibra y cuál a los polifenoles. Pero puede que las investigaciones nos muestren pronto que los polifenoles forman parte del efecto segunda comida. </p>
<p>Así que, aunque quedan aspectos por investigar, sabemos que la fibra tiene muchas más funciones que la del tránsito. Consumir suficiente (al menos 30 gramos al día) nos asegura que en la siguiente comida tendremos menos hambre y nuestra subida de glucosa será menor, lo que reduce el riesgo de sobrepeso y diabetes tipo 2. Actualmente, la mayoría estamos muy lejos de alcanzar esas recomendaciones, por lo que este es un buen momento para empezar a aumentar nuestro consumo de fibra. </p>
<hr>
<p><em>Este artículo ha sido escrito con la colaboración de Maylis Renard, estudiante de AgroParisTech, actualmente en prácticas en el Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición (ICTAN-CSIC).</em></p><img src="https://counter.theconversation.com/content/204318/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Jara Pérez Jiménez recibe fondos en la actualidad de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología/Ministerio de Ciencia e Innovación. </span></em></p>Tomar fibra aporta alimento a nuestras bacterias que, a cambio, nos devuelven los metabolitos de fermentación. Y estos metabolitos ayudan a que la glucosa no nos suba demasiado en esa comida, ni tampoco en la siguiente.Jara Pérez Jiménez, Doctora en Ciencia y Tecnología de los Alimentos. Científico Titular en el Departamento de Metabolismo y Nutrición del ICTAN-CSIC, Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición (ICTAN - CSIC)Licensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2021872023-04-25T10:44:56Z2023-04-25T10:44:56Z¿Los productos ecológicos son saludables?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/522515/original/file-20230424-20-1zns3x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C269%2C5615%2C3430&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/basket-organic-vegetables-58493290">Goodluz / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Cada vez disponemos de más alimentos ecológicos (eco, orgánicos o bio) a nuestro alcance. En general, percibimos que llevar ese adjetivo los hace más beneficiosos para la salud que los convencionales. Pero ¿es en realidad ecológico sinónimo de saludable?</p>
<h2>Bio por todas partes</h2>
<p>De manera muy simplificada, la <a href="https://www.mapa.gob.es/es/alimentacion/temas/produccion-eco/">producción ecológica</a> tiene como principal objetivo producir alimentos a partir de sustancias y procesos naturales, prescindiendo de productos químicos.</p>
<p>Lo ecológico está de moda entre quienes se preocupan por la salud y pueden permitírselo. De hecho, el <a href="https://www.mordorintelligence.com/industry-reports/organic-food-and-beverages-market">mercado</a> de este tipo de productos está en alza y su crecimiento parece imparable.</p>
<p>Fruta, verdura y cereales son ya habituales entre los alimentos ecológicos. Cada vez es mayor la presencia también de productos procesados. Entre ellos nos podemos encontrar galletas, cereales de desayuno, tortitas de cereales, pan tostado, así como bebidas, “yogures” y postres vegetales.</p>
<h2>Preocupados por el medio ambiente y la salud</h2>
<p>La preocupación por el medio ambiente y el bienestar de los animales son dos de las principales <a href="https://www.annualreviews.org/doi/10.1146/annurev-publhealth-031816-044437">razones</a> esgrimidas para elegir alimentos ecológicos, pero también <a href="https://www.mdpi.com/2072-6643/12/6/1881">lo es la salud</a>.</p>
<p>A estos alimentos se les suele atribuir menor riesgo de <a href="https://academic.oup.com/oncolo/article/20/4/372/6399002">cáncer</a>. Pero además, el consumidor cree que tienen <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0950329313000141">menos grasa</a> y <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0195666316308212">calorías</a> que los convencionales, así como <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0950329313000141">mayor contenido de fibra</a>.</p>
<h2>No están claros los beneficios para la salud</h2>
<p>Sin embargo, los posibles beneficios para la salud de los alimentos ecológicos están aún en estudio. Los <a href="https://www.mdpi.com/2072-6643/12/1/7">ensayos clínicos</a> realizados a corto plazo no han dado resultados favorables. Y tampoco disponemos de estudios a largo plazo.</p>
<p>Es cierto que los alimentos ecológicos están asociados a menor incidencia de varias <a href="https://www.mdpi.com/2072-6643/12/1/7">patologías</a> como infertilidad, alergias, síndrome metabólico o diabetes tipo 2. Algunos investigadores apuntan a que la <a href="https://www.mdpi.com/2072-6643/12/1/7">ausencia de pesticidas y el menor contenido de metales pesados</a> podría estar detrás de estos beneficios. Pero también podrían deberse a que los <a href="https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/10408398.2017.1394815">consumidores de productos ecológicos</a> suelen seguir una dieta y un estilo de vida más saludables, tienen un índice de masa corporal menor y son más activos físicamente.</p>
<p>El tema de las diferencias nutricionales es aún controvertido. Algunos <a href="https://www.annualreviews.org/doi/10.1146/annurev-publhealth-031816-044437">estudios</a> muestran que los cultivos ecológicos tienen más antioxidantes, minerales y vitaminas. Sin embargo, otros trabajos <a href="https://ehjournal.biomedcentral.com/articles/10.1186/s12940-017-0315-4">no han encontrado diferencias</a> y hay serias dudas respecto a la importancia nutricional de las diferencias encontradas.</p>
<h2>Entonces, ¿son los productos ecológicos saludables?</h2>
<p>En base a nuestros propios <a href="https://www.mdpi.com/2072-6643/15/8/1876">resultados</a>, la respuesta es que, en conjunto, no lo son. Un 80 % de los más de 1 800 productos procesados “eco” que hemos analizado no se pueden considerar saludables. De hecho, casi el 60 % de los productos son altos en <a href="https://theconversation.com/sin-azucares-anadidos-cuando-tiene-sentido-usar-esta-etiqueta-y-cuando-no-169956">azúcares libres</a> y el 41 % contienen demasiada grasa.</p>
<p>Al comparar con los productos convencionales, los ecológicos presentan algunas mejoras nutricionales. Sin embargo, son tan pequeñas que resultan irrelevantes.</p>
<p>Lo que sí hemos observado es que, para algunos tipos de alimentos, hay mayor oferta de la versión saludable en la alternativa ecológica. Por ejemplo, los cereales de desayuno que como ingredientes solo tienen cereales suelen ser ecológicos y son saludables. Por el contrario, en las versiones convencionales abundan los azúcares, la sal y las grasas añadidos. </p>
<p>No le ocurre lo mismo a las galletas orgánicas, que suelen ser productos de gran aporte calórico, con muchos azúcares añadidos y grasa. El pan tostado y productos similares están muy cargados de sal, ecológicos o no. Y los azúcares que aportan todas las bebidas, los “yogures” y los postres vegetales son, en su mayoría <a href="https://theconversation.com/sin-azucares-anadidos-cuando-tiene-sentido-usar-esta-etiqueta-y-cuando-no-169956">libres</a>.</p>
<h2>Declaraciones nutricionales y fortificación</h2>
<p>Si ya de por sí los alimentos ecológicos se perciben como saludables, el uso de reclamos publicitarios del tipo “sin azúcar”, “con fibra” o similares puede potenciar esta impresión. Son las denominadas <a href="https://theconversation.com/light-sin-azucar-o-sin-grasa-la-letra-pequena-de-los-alimentos-152695">declaraciones nutricionales</a>, y es curioso observar que los productos ecológicos utilizan estos <a href="https://www.mdpi.com/2072-6643/15/8/1876">reclamos</a> con mayor frecuencia que los convencionales. </p>
<p>Una de las estrategias para hacer al producto más atractivo es la fortificación o adición de vitaminas y minerales. Pero no es el caso de los ecológicos, ya que apenas están suplementados con vitaminas. En cuanto a minerales, solo lo están algunas bebidas vegetales ecológicas, con calcio y en menor proporción que las convencionales.</p>
<p>Esta escasa fortificación con vitaminas y minerales de las bebidas, los “yogures” y los postres vegetales es importante, porque pretenden sustituir a los lácteos. Sin embargo, si no se suplementan no pueden cubrir las mismas necesidades nutricionales que estos.</p>
<p>En conclusión, desde el punto de vista nutricional, los productos procesados ecológicos no son saludables por el mero hecho de incorporar las etiquetas eco, orgánico o bio. Como con cualquier otro producto, antes de comprarlo hay que fijarse en los ingredientes y leer la información nutricional del paquete.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/202187/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>Cada vez encontramos más alimentos ecológicos a nuestro alcance. En general, percibimos que estos son más saludables que los convencionales. Pero ¿es en realidad ecológico sinónimo de saludable?Ana Belén Ropero Lara, Profesora Titular de Nutrición y Bromatología - Directora del proyecto BADALI, web de Nutrición. Instituto de Bioingeniería, Universidad Miguel HernándezFernando Borrás Rocher, Profesor Bioestadística Facultad Medicina, Universidad Miguel HernándezMarta Beltrá García-Calvo, Profesora de Nutrición y Bromatología. Colaboradora del proyecto BADALI, web de Nutrición. Instituto de Bioingeniería, Universidad Miguel HernándezLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1980892023-04-02T16:53:00Z2023-04-02T16:53:00ZEl descubrimiento de la tiamina o vitamina B1: una aventura científica<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/518410/original/file-20230330-16-8tm80s.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=6%2C4%2C1396%2C982&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Arriba a la izquierda, Umetaro Suzuki, pionero en el descubrimiento de la tiamina (vitamina B1) a partir del salvado de arroz, con un grupo de estudiantes en una fotografía anónima fechada en la década de 1890 en Japón.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Jisuido_housemates.jpg">Wikimedia Commons</a></span></figcaption></figure><p>Hace unos años decía en mis clases –medio en broma, medio en serio– que las vitaminas no son para supersticiosos (hay 13), pero sí para mentirosos. La palabra “vitamina” es un neologismo formado por el latín <em>vita</em> (vida) y amina, puesto que cuando pusieron nombre a este tipo de nutriente se pensaba que todas sus variedades contenían <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Amina#:%7E:text=Algunos%20representantes%20importantes%20son%20la,a%20pescado%2C%20y%20el%20EDTA.">aminas</a> (compuestos derivados del amoniaco). Hoy sabemos que algunas no las tienen. </p>
<p>Actualmente, las vitaminas se clasifican en liposolubles o solubles en grasa (A, D, E y K) e hidrosolubles (solubles en agua, las restantes). Dentro de este último grupo, la primera en ser descubierta fue la tiamina o vitamina B1, aunque la enfermedad que produce su deficiencia ya se conocía en China como mínimo hace unos 4 600 años bajo el nombre de <em>chiao-ch'i</em>. <a href="https://mednexus.org/doi/abs/10.5555/cmj.0366-6999.50.04.p324.01">Era mencionada en el <em>Nei-Ching</em></a>, una de las obras más famosas de la medicina tradicional china. </p>
<p>El hallazgo moderno de la tiamina, entre finales del siglo XIX y principios del XX, fue una de las aventuras científicas más excitantes en el campo de la nutrición, como veremos más adelante. </p>
<h2>La enfermedad de los ricos en Japón</h2>
<p>En Japón, hasta el siglo XVII, esta vitamina se obtenía principalmente de un arroz sin pulir de característica tonalidad amarilla. Como no había que llevarlo al molino, era más barato, pero entonces perdía el color blanco, apreciado en las mesas de las familias más acomodadas.</p>
<p>En realidad, el proceso de la molienda eliminaba la vitamina. Así que lo que para unos era símbolo de estatus social, para otros significaba la aparición de una enfermedad: el temible beriberi, cuyo nombre probablemente proviene de la palabra cingalesa <em>beri</em> (“debilidad”).</p>
<p><a href="https://nyaspubs.onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1111/nyas.14536">Esta dolencia se clasifica en dos tipos principales: húmedo y seco</a>. También existe una forma hiperaguda y extremadamente letal denominada en Japón <em>shoshin</em>, proveniente de las palabras japonesas <em>sho</em>, que significa “daño agudo”, y <em>shin</em>, “corazón”. </p>
<p>El beriberi húmedo produce hinchazón y complicaciones cardíacas, a menudo con pérdida del sentido del tacto, del dolor o de la temperatura. En la variante seca no existe inflamación, pero sí una pérdida progresiva de las citadas sensaciones, además de los movimientos. Al final, el afectado padece una atrofia de los músculos de las extremidades paralizadas y experimenta un síndrome de desgaste general. </p>
<p>Hoy sabemos que una dieta equilibrada basta para librarnos del beriberi, ya que <a href="https://fundaciondelcorazon.com/nutricion/nutrientes/846-vitamina-b1-tiamina.html">la tiamina está presente en alimentos</a> como las carnes, los huevos, los pescados, los cereales integrales (trigo y arroz), el hígado y otras vísceras. </p>
<p>También debemos tener en cuenta que al ser una vitamina termosensible, los procesos de cocción o cualquier otro tratamiento térmico de la comida pueden disminuir sus niveles. Además, la presencia de los taninos, como es caso del café y el té, incluso llegan a inactivar su función. </p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/518409/original/file-20230330-190-h7po05.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/518409/original/file-20230330-190-h7po05.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/518409/original/file-20230330-190-h7po05.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=709&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/518409/original/file-20230330-190-h7po05.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=709&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/518409/original/file-20230330-190-h7po05.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=709&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/518409/original/file-20230330-190-h7po05.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=891&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/518409/original/file-20230330-190-h7po05.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=891&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/518409/original/file-20230330-190-h7po05.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=891&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Imágenes de varios pacientes pediátricos de beriberi en Sanghai en una publicación médica de 1936.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://mednexus.org/doi/epdf/10.5555/cmj.0366-6999.50.04.p324.01">Chinese Medical Journals, 1936</a></span>
</figcaption>
</figure>
<h2>Tras la pista de los marinos enfermos</h2>
<p>Los primeros acercamientos científicos al beriberi fueron realizados por el cirujano naval japonés <a href="https://link.springer.com/chapter/10.1007/978-94-007-2199-9_11">Takaki Kanehiro</a>. Durante cinco años, desde 1875, Kanehiro vivió en Inglaterra para ampliar sus estudios. Allí observó que los síntomas de la dolencia eran menos frecuentes entre los integrantes de la armada británica, frente a la japonesa, y lo relacionó por primera vez con la dieta. </p>
<p>Ya en su país, el cirujano nipón se enteró de que, tras realizar un viaje de 272 días, más del 60 % de los soldados de un buque de guerra habían contraído la enfermedad. De acuerdo con lo aprendido en Europa, suministró raciones de leche en polvo y carne a los tripulantes de otro barco que iba a hacer el mismo viaje y durante los mismos días.</p>
<p>Cuando el buque regresó, la sintomatología era menor entre la tripulación. Esto permitía establecer una posible vinculación con los alimentos nitrogenados, teniendo en cuenta que las vitaminas no habían sido descubiertas todavía. </p>
<figure class="align-left zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/518407/original/file-20230330-18-fg5ade.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/518407/original/file-20230330-18-fg5ade.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/518407/original/file-20230330-18-fg5ade.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=800&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/518407/original/file-20230330-18-fg5ade.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=800&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/518407/original/file-20230330-18-fg5ade.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=800&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/518407/original/file-20230330-18-fg5ade.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=1005&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/518407/original/file-20230330-18-fg5ade.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=1005&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/518407/original/file-20230330-18-fg5ade.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=1005&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">Retrato de Christiaan Eijkman en 1923.</span>
</figcaption>
</figure>
<h2>De las gallinas a la elucidación de la estructura química</h2>
<p>La estancia del fisiólogo neerlandés <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Christiaan_Eijkman">Christiaan Eijkman</a> en la isla de Java (Indonesia) entre 1886 y 1897 fue providencial para terminar de resolver el misterio. Eijkman detectó que las gallinas alimentadas con arroz desprovisto de cáscara desarrollaban polineuritis (uno de los síntomas del beriberi), algo que no les ocurría a las que consumían arroz sin descascarillar. <a href="https://www.nobelprize.org/prizes/medicine/1929/summary/">Dicho descubrimiento le valió el Premio Nobel en Fisiología o Medicina en 1929</a>. </p>
<p>A partir de ahora, los acontecimientos se precipitan. El también neerlandés <a href="https://www.karger.com/Article/Abstract/343109">Gerrit Grinjs</a> descubrió que el almidón tenía la capacidad de producir la misma enfermedad en las aves. En 1910, el científico japonés <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Umetaro_Suzuki">Umetaro Suzuki</a> anunciaba en una revista de su país que había extraído con éxito una sustancia soluble en el agua del salvado del arroz, a la que llamó ácido abérico. El estudio no tuvo repercusión en Occidente, a lo que contribuyó que su traducción al alemán eliminara del texto que se trataba de un nutriente nuevo. </p>
<figure class="align-left zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/518408/original/file-20230330-24-5bc6m2.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/518408/original/file-20230330-24-5bc6m2.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/518408/original/file-20230330-24-5bc6m2.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=879&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/518408/original/file-20230330-24-5bc6m2.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=879&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/518408/original/file-20230330-24-5bc6m2.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=879&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/518408/original/file-20230330-24-5bc6m2.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=1105&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/518408/original/file-20230330-24-5bc6m2.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=1105&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/518408/original/file-20230330-24-5bc6m2.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=1105&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">Robert R. Williams sintetizó por primera vez la tiamina en 1936.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.invent.org/inductees/robert-r-williams">Invent.org</a></span>
</figcaption>
</figure>
<p>No obstante, un año más tarde, el <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC1512869/pdf/jphysiol02546-0049.pdf">científico polaco Casimir Funk</a> aísló la misma sustancia en la cáscara del arroz. El compuesto fue cristalizado en 1926 por el bioquímico neerlandés Barend Coenrad Petrus Jansen y su colega W. F. Donath, mientras que en 1936 el británico <a href="https://history.rcplondon.ac.uk/inspiring-physicians/sir-rudolph-albert-peters">Sir Rudolph Albert Peters</a> elucidaba bioquímicamente su importancia en el metabolismo oxidativo. Ese mismo año, <a href="https://www.invent.org/inductees/robert-r-williams">Robert R. Williams</a> sintetizaba por primera vez la tiamina.</p>
<h2>Adiós al beriberi</h2>
<p>Las consecuencias de este descubrimiento fueron drásticas. Por ejemplo, la mortalidad por beriberi pasó en Japón de 20 personas por 100 000 en 1899 a 0,5 por 100 000 en 1959.</p>
<p>Hoy en día, la deficiencia de esta vitamina solo se presenta de manera puntual en casos clínicos, tanto en su forma <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC5851725/">húmeda</a> y <a href="https://jmedicalcasereports.biomedcentral.com/articles/110.1186/1752-1947-4-409">seca</a> como en la variante <a href="https://www.hindawi.com/journals/cric/2014/878915/"><em>shoshin</em></a>. También aparece en pacientes con <a href="https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/08897077.2021.1915917">desnutrición energético-proteica, asociada a un alto consumo de alcohol</a>.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/198089/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Jose Miguel Soriano del Castillo no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>A finales del siglo XIX y principios del XX, una concatenación de observaciones sagaces y brillantes experimentos desembocaron en el hallazgo de la primera vitamina: la tiamina o vitamina B1.Jose Miguel Soriano del Castillo, Catedrático de Nutrición y Bromatología del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública, Universitat de ValènciaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2009252023-03-27T19:20:05Z2023-03-27T19:20:05ZComedores selectivos: un trastorno alimentario que a menudo pasa inadvertido<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/517649/original/file-20230327-518-mu4wn5.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=8%2C8%2C5842%2C3900&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/no-vegan-diet-concept-teen-girl-1632720067">Shutterstock / Tatyana Soares</a></span></figcaption></figure><p>Raúl, de 35 años, ha acudido a la comida de navidad de su empresa. Cuando comienzan a servir los entrantes, no prueba nada. El plato principal es carne con patatas fritas, pero Raúl deja la carne intacta en el plato. Finalmente, llega el postre (variado) y nuestro protagonista se lleva una bola de helado a la boca. </p>
<p>En resumen: de un menú de seis o siete platos, Raúl solo ha dado cuenta de la mitad. Cuando le preguntan, admite que hay alimentos que no le gustan o que no tiene costumbre de comer. ¿Qué le ocurre a Raúl? ¿Está a dieta? Pero entonces no se habría decidido por la bola de helado ni por las patatas…</p>
<p>Quizá usted haya conocido otras personas con un comportamiento similar. Si les hiciéramos una entrevista a sus padres, probablemente nos dirían que desde pequeño era “muy especial” con la comida. A lo mejor su dieta ha consistido básicamente en chocolate y patatas hasta la adolescencia o la etapa adulta. </p>
<h2>Un menú muy limitado</h2>
<p>Raúl padece un trastorno restrictivo de la alimentación, un problema aún poco conocido. En España también se usa el término “comedor selectivo” y fue incluido por primera vez en el el manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (<a href="https://www.eafit.edu.co/ninos/reddelaspreguntas/Documents/dsm-v-guia-consulta-manual-diagnostico-estadistico-trastornos-mentales.pdf">DSM V</a>) con el nombre en inglés de <a href="https://asociacionestima.org/tca/arfid/"><em>avoidant/restrictive food intake disorder</em> (ARFID)</a>. </p>
<p>Quienes lo sufren se caracterizan por elegir específica y estrictamente ciertos alimentos, guiados sobre todo por sus características sensoriales (color, forma y, especialmente, textura). </p>
<p>Esta restricción es tan exagerada que en el menú diario de los afectados <a href="https://www.webconsultas.com/dieta-y-nutricion/trastornos-alimentarios/sindrome-del-comedor-selectivo-11364">apenas tienen cabida entre 5 y 10 alimentos</a>. Además, experimentan aversión por incorporar productos diferentes, lo que interfiere en el día a día del paciente con este diagnóstico. </p>
<h2>¿En qué se diferencia de los otros trastornos alimentarios?</h2>
<p>En primer lugar que este comienza en la primera infancia, y con más frecuencia en niños que en niñas. Su tasa de prevalencia <a href="https://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0717-92272020000200171&script=sci_arttext#B27">se sitúa en una horquilla muy amplia, entre el 1,5 % a 23 %</a>. Los comedores selectivos <a href="https://kidshealth.org/es/parents/arfid.html">siguen siéndolo en la etapa adulta</a>, aunque lo suelen camuflar bastante bien en su entorno menos próximo. </p>
<p>Pero la principal diferencia con otros trastornos más conocidos (como la <a href="https://kidshealth.org/es/parents/arfid.html">anorexia nerviosa</a>) es que la decisión que rige la ingesta de unos u otros alimentos no atiende a las calorías ni tiene que ver con la preocupación por el propio aspecto físico. Y precisamente este rasgo obstaculiza la detección del problema en la mayoría de casos. </p>
<p>Cuando una persona viene a terapia por padecer un trastorno de conducta alimentaria, generalmente la voz de alarma viene de fuera, porque quien lo padece no es consciente de su gravedad. <a href="https://www.proquest.com/openview/d7619f2e8377b7b4034f9f9390a6147e/1?pq-origsite=gscholar&cbl=31418">Son las personas de su entorno</a>, como sus familiares, quienes piden ayuda al notar que existe un comportamiento anómalo con la comida.</p>
<p>En cambio, el comedor selectivo puede pasar fácilmente inadvertido al atribuirse erróneamente su comportamiento a una simple cuestión de gustos o capricho. <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6235623">Y eso supone un retraso en el diagnóstico y en el tratamiento</a>. </p>
<h2>Causas y consecuencias</h2>
<p><a href="https://doi.org/10.3390/nu12113385">Algunos estudios</a> que han explorado los factores de riesgo de este trastorno lo han vinculado con problemas emocionales, de apego y de ansiedad. También <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1002/eat.22602">se ha encontrado</a> que el temperamento del niño (por ejemplo, una tendencia a la impulsividad o a la hiperactividad) puede provocar su aparición en etapas tempranas.</p>
<p><a href="https://doi.org/10.1186/s40337-022-00578-x">Trabajos más recientes</a> han propuesto una predisposición genética. Específicamente, se ha vinculado con la presencia de un polimorfismo en un gen, diferente al encontrado en los análisis genéticos de otros trastornos de la conducta alimentaria. </p>
<p><a href="https://doi.org/10.1192/bja.2018.48">Otros estudios</a> han demostrado que los adultos diagnosticados como comedores selectivos presentan una mayor tendencia a tener problemas de crecimiento, hormonales y deficiencias nutricionales. </p>
<p>En cuanto a las consecuencias psicológicas, podemos comparar este trastorno a una fobia. Imaginemos a alguien con miedo a las tormentas; un miedo tan agudo que cuando hay tormenta no puede salir de casa ni hacer cosas con otras personas. A veces, incluso basta con que piense que puede haberla para que su estado de ánimo se altere y aparezca la ansiedad anticipatoria. Ya no disfruta de las cosas: solo está pensando en cuándo empezarán los truenos y relámpagos.</p>
<p>Ahora, imaginemos que esa persona viviera en un lugar donde caen tormentas al menos tres veces al día. Pues así es la convivencia con la ansiedad de una persona con un trastorno de la conducta alimentaria. Para esa evitar desazón, su tendencia natural será sortear las situaciones donde pueda aparecer. ¿Y qué significa eso? Que los afectados limitan su contacto social. </p>
<p>Así pues, el problema del trastorno restrictivo de la alimentación no es únicamente la ansiedad que provoca el hecho de enfrentarse al momento de comer. Además, tiene consecuencias que pueden llevar a la depresión o la ansiedad social, <a href="https://www.redalyc.org/pdf/2819/281921796001.pdf">igual que les ocurre a quienes padecen trastorno de conducta alimentaria en general</a>. </p>
<h2>¿Qué podemos hacer?</h2>
<p>En la actualidad existen <a href="https://afebac.com/guias-y-manuales-tca/">diversos planes de concienciación y prevención</a> de los trastornos de la conducta alimentaria. Sin embargo, el origen y tratamiento del trastorno selectivo aún no se han definido suficientemente. Se requiere más investigación e intervención para entender mejor las causas, los síntomas y las posibles actuaciones clínicas cuando nos encontramos con un caso como el de Raúl, que no se dejaba la comida en el plato por capricho.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/200925/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>Quienes sufren el trastorno restrictivo de la alimentación están condicionados por el impulso de comer solo ciertos alimentos, una especie de fobia que no tiene que ver con la dieta o la preocupación por el aspecto físico.María J. García-Rubio, Codirectora de la Cátedra VIU-NED de Neurociencia global y cambio social - Miembro del Grupo de Investigación Psicología y Calidad de vida (PsiCal) - Profesora de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Internacional de Valencia, Universidad Internacional de ValenciaBegoña Albalat Peraita, Psicología General Sanitaria, Universidad Internacional de ValenciaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2004782023-03-16T16:18:21Z2023-03-16T16:18:21ZOmega-3: cúanto hay que tomar y qué alimentos son los mejores para obtenerlo<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/515473/original/file-20230315-14-gk368.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C5463%2C3071&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/sardines-street-during-saint-anthony-feast-1105744652">Shutterstock / Jose y yo Estudio</a></span></figcaption></figure><p>Es bien sabido que una dieta equilibrada y un estilo de vida saludable son los mejores antídotos contra <a href="https://www.who.int/es/health-topics/cardiovascular-diseases#tab=tab_1">las enfermedades cardiovasculares</a>. Y uno de los factores que más influyen en la salud del corazón y los vasos sanguíneos es la composición de los ácidos grasos en la dieta, sobre los que se lleva estudiando más de un siglo. </p>
<p>En los años 70 se sugirió por primera vez que un déficit en ácidos grasos poliinsaturados (AGPI), como el ácido eicosapentaenoico (EPA) y el ácido docosahexaenoico (DHA), <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/5442775/">estaban asociados con una mayor prevalencia de esas enfermedades</a>. En efecto, las investigaciones demostraron que los habitantes de países con gran consumo de pescado rico en AGPI omega-3 (los citados EPA y DHA) sufrían menos trastornos cardiovasculares. </p>
<p>La población inuit de Groenlandia <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/4102857">confirmaba esta relación</a>: a pesar de seguir una dieta alta en grasa, con una mayor concentración de EPA, presentaban un menor riesgo de ateroesclerosis y enfermedades cardiovasculares.</p>
<h2>Fundamentales para la vida humana</h2>
<p>¿Y por qué son tan importantes los ácidos grasos omega-3? En lo que se refiere al EPA, resulta fundamental para el desarrollo y funcionamiento del cerebro (regulación de la señal celular y riego sanguíneo neuronal), la visión y la síntesis de las prostaglandinas, moléculas que juegan un papel importante en la actividad antiinflamatoria del omega-3. </p>
<p>Por su parte, el DHA desempeña un papel básico en la proliferación, migración y diferenciación de las células neuronales. Además, forma parte de las membranas de las neuronas y permite que la señal entre estas células sea más eficaz. También ejerce una <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/22332096">acción beneficiosa sobre el aprendizaje y la memoria y en el mantenimiento del sistema inmunitario</a>.</p>
<p>Y por si fuera poco, los ácidos grasos omega-3 <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/25062404/">tienen efectos antiarrítmicos y antitrombóticos</a>. En primer lugar, contribuyen a reducir los latidos irregulares del corazón al estabilizar eléctricamente la contracción del músculo cardíaco. Y en segundo lugar, reducen los niveles de tromboxano A2 (un potente agregante de plaquetas) y mantienen los de prostaciclina (inhibidora de la acción plaquetaria en el endotelio, tejido que recubre el interior de los vasos sanguíneos y el corazón). De esta manera, disminuye el riesgo de trombosis.</p>
<p>Por lo tanto, consumir alimentos con alto contenido en omega 3 <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/22051327/">ha demostrado</a> tener un efecto positivo sobre el nivel de lípidos en sangre. Reduce los niveles de triglicéridos en plasma, disminuye la presión arterial, mejora la resistencia a la insulina y aumenta la estabilidad plaquetaria. De todo ello se desprende que es muy recomendable incluir pescado y marisco de manera frecuente en nuestra dieta.</p>
<h2>Sin consenso en las recomendaciones</h2>
<p>Pero ¿qué cantidad de omega-3 debemos tomar? Los expertos no han llegado a un acuerdo:</p>
<ul>
<li><p><a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/21812367/">La Organización Mundial de la Salud aconseja</a> una ingesta de entre 250 y 2 000 miligramos (mg) al día.</p></li>
<li><p><a href="https://www.heart.org/en/healthy-living/healthy-eating/eat-smart/fats/fish-and-omega-3-fatty-acids">la Asociación Americana del Corazón (AHA) sugiere</a> tomar pescado (fundamentalmente graso) al menos 2 veces por semana. Implicaría un aporte medio de unos 3 gramos de omega-3 a la semana o 400 mg/día. </p></li>
<li><p>La <a href="https://www.nutricioncomunitaria.org/es/noticia/objetinos-nutricionales-senc-2011">Sociedad Española de Nutrición Comunitaria recomienda</a> consumir entre el 1 % y el 2 % de la ingesta total en forma de ácidos grasos omega-3. Eso se traduce en 0,3 g/día de DHA y entre 0,5 y 1 g/día de la combinación de EPA y DHA. Las cifras se adaptan a los hábitos de la población española, que de promedio incluye una ración de pescado por semana en su alimentación. La cantidad se eleva a dos raciones semanales en el segmento de los españoles que se encuentran en el percentil 75 de consumo de este alimento.</p></li>
<li><p>Por último, <a href="https://www.efsa.europa.eu/en/efsajournal/pub/1461">la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria considera idóneo</a> ingerir 250 mg de DHA al día. </p></li>
</ul>
<h2>Lo mejor: el pescado azul</h2>
<p>En cualquier caso, para alcanzar estas recomendaciones <a href="https://www.taylorfrancis.com/chapters/mono/10.1201/b13959-54/omega-3-fatty-acids-william-harris-paul-coates-coates-paul-marc-blackman-marc-blackman">se debe priorizar el consumo de pescado azul</a>, preferentemente de tamaño pequeño: arenque, caballa, boquerón, sardina, etc. Así evitamos ingerir demasiados contaminantes como mercurio y dioxinas, más presentes en especies grandes de pescado graso como el atún y el pez espada. </p>
<p>Otro aspecto que debemos tener en cuenta cuando comamos pescado es que su contenido en omega-3 <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/19087364/">también depende de la composición de los alimentos que toma el propio pez</a>. </p>
<p>Por ejemplo, <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/19087364/">los ejemplares de piscifactoría generalmente contienen niveles más altos de EPA y DHA</a> que los capturados mediante pesca salvaje debido a las diferencias en su alimentación. El contenido en omega-3 que presenta el pescado salvaje proviene del fitoplancton, que contribuye a la adaptación de las especies a las aguas frías. Sin embargo, varía en función de la especie, su localización, la estación del año y la disponibilidad de dicho fitoplancton. </p>
<h2>Consumo insuficiente</h2>
<p><a href="https://www.fen.org.es/publicacion/valoracion-nutricional-de-la-dieta-espanola-de-acuerdo-al-panel-de-consumo-alimentario">Los últimos estudios</a> han puesto de manifiesto que el consumo de pescado y marisco ha disminuido casi un 30 % en los últimos años en España, por ejemplo. De hecho, <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/36771269https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/36771269">más de la mitad de la población toma menos ácidos grasos omega-3 de los recomendados</a>. </p>
<p>Así mismo es necesario concienciar a la población sobre el consumo de omega-3 junto con algunos nutrientes esenciales relacionados con la metionina y el ciclo de metilación, una ruta metabólica fundamental en la fisiología celular. Hablamos concretamente del ácido fólico, la vitamina B-12 y la colina, ya que desempeñan un papel clave en la regulación de la homocisteína plasmática, un aminoácido cuyos niveles elevados se asocian a accidentes cerebrovasculares, cardiopatía isquémica, deterioro cognitivo y demencia. </p>
<p>Probablemente, algunos de los efectos positivos asociados a la ingesta adecuada de omega-3 comentados anteriormente <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/36771269">no pueden producirse correctamente sin asegurar un adecuado estado nutricional de otros micronutrientes</a>. </p>
<p>En resumen, se recomienda tomar entre 250 miligramos y 1 gramo de ácidos omega-3 al día. El consumo de pescado (preferiblemente graso) es una buena forma de obtenerlo, aunque también se puede adquirir en forma de suplementos alimenticios, combinados con ciertos nutrientes. No obstante, su ingesta en cantidades más altas debe hacerse bajo la supervisión de un profesional de la salud.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/200478/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>Consumir alimentos ricos en ácidos omega-3, preferentemente pescados azules, está asociado con un menor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares. Pero ¿cuál es la cantidad adecuada?Teresa Partearroyo, Profesor Titular de Nutrición y Bromatología, Universidad CEU San PabloAlejandra Carretero Krug, Associate professor, Universidad CEU San PabloAna Maria Puga Giménez de Azcárate, Profesora Adjunta de Nutrición y Bromatología, Universidad CEU San PabloAna Montero Bravo, Profesora Titular. Grupo USP-CEU de Excelencia “Nutrición para la vida (Nutrition for life)”, ref: E02/0720, Departamento de Ciencias Farmacéuticas y de la Salud, Facultad de Farmacia, Universidad San Pablo-CEU, CEU Universities, Universidad CEU San PabloGregorio Varela Moreiras, Catedrático de Nutrición y Bromatología, Universidad CEU San PabloMaria de Lourdes Samaniego Vaesken, Profesora titular, Universidad CEU San PabloLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2008622023-03-13T18:09:43Z2023-03-13T18:09:43Z¿Influye el envase de los alimentos en los hábitos nutricionales de los niños y niñas?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/514298/original/file-20230308-20-8cy682.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C3819%2C2549&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://unsplash.com/es/fotos/umyvrlx0ma8">Pete Wright / Unsplash.com</a></span></figcaption></figure><p>Es común ver a niños y niñas que acompañan a sus padres a comprar al supermercado. Lo que es una actividad cotidiana se convierte en un momento divertido cuando los envases de alimentos, llenos de formas, colores y dibujos, llaman la atención y entretienen a los más pequeños. </p>
<p>Esa atracción que genera el empaquetado de los productos de alimentación en los menores no es algo fortuito, sino consecuencia de una estrategia de <em>marketing</em> que busca su efectividad en un sector muy saturado y competitivo. </p>
<p>La hipotética efectividad de este tipo de estrategias suscita una pregunta que apunta hacia una preocupación crucial de nuestras sociedades: ¿qué ocurre cuando son los productos menos saludables los que hacen uso de estas técnicas? ¿Se podrían estar fomentando hábitos de consumo insanos? </p>
<p>En definitiva, ¿se está contribuyendo a incrementar los problemas futuros de sobrepeso y obesidad en tiempos donde la tasa de obesidad no para de aumentar en todo el mundo (había 38,9 millones de niños y niñas obesos en 2020, <a href="https://www.who.int/news/item/06-05-2021-the-unicef-who-wb-joint-child-malnutrition-estimates-group-released-new-data-for-2021">según la OMS</a>) </p>
<h2>Estrategias para atraer pequeños consumidores</h2>
<p><a href="https://www.mdpi.com/2072-6643/11/4/875">Estudios previos</a> demuestran que los diferentes elementos que hay en el envase, y que consiguen llamar la atención infantil, pueden repercutir en un aumento de deseo de compra y consumo, que a la postre puede decantar la adquisición de los padres (lo que se ha denominado “poder de insistencia” de los niños). </p>
<p>Estos componentes son, entre otros, los colores, los dibujos con o sin licencia, el apego a la marca y envases identificados con ella, los famosos, las promociones, el nombre y el tamaño del producto, los mensajes publicitarios y el etiquetado. </p>
<p>Pero ¿son todos los envases de alimentos dirigidos a los niños igual de atractivos? ¿Hay algunos reclamos que impactan más que otros? ¿Qué sucede cuando se combinan elementos que trabajan la persuasión, controlados por la empresa, y otros obligados que advierten sobre características nutricionales del alimento?</p>
<p>Estas preguntas nos las formulamos varios investigadores de la <a href="https://www.uloyola.es/">Universidad Loyola</a>. Para responderlas, <a href="https://www.researchgate.net/publication/365893043_The_effect_of_food_packaging_elements_on_children%27s_food_choices_and_intake_A_systematic_review">decidimos realizar una revisión sistemática</a> de los estudios publicados sobre el tema. </p>
<p>Analizamos 20 trabajos experimentales que medían el efecto de diferentes elementos del envase sobre dos aspectos del comportamiento de los niños: la elección o preferencia y la ingesta. Comparando resultados, conseguimos llegar a una serie de conclusiones, que se resumen a continuación. </p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/514884/original/file-20230313-14-6vpalg.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/514884/original/file-20230313-14-6vpalg.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/514884/original/file-20230313-14-6vpalg.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=458&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/514884/original/file-20230313-14-6vpalg.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=458&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/514884/original/file-20230313-14-6vpalg.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=458&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/514884/original/file-20230313-14-6vpalg.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=575&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/514884/original/file-20230313-14-6vpalg.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=575&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/514884/original/file-20230313-14-6vpalg.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=575&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption"></span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/little-cute-girl-enjoys-having-fun-1055008871">Shutterstock / duchic</a></span>
</figcaption>
</figure>
<h2>Los dibujos de series, un reclamo eficaz</h2>
<p>Aunque es un campo de estudio creciente, todavía hay bastante desconocimiento sobre el poder del empaquetado. La mayoría de los estudios analizados se centran en análisis individuales de los elementos del envase; faltan investigaciones que exploren el efecto conjunto. </p>
<p>Es decir, en presencia de diferentes combinaciones de características, no sabemos con exactitud cuáles son las que promueven que el niño se decida finalmente por el alimento. </p>
<p>Sí existen <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/24583854/">pruebas</a> bastantes sólidas acerca de la influencia que tiene el uso de dibujos, especialmente personajes de series infantiles. Estos favorecen la elección y el consumo del alimento en cuestión. </p>
<p>No se puede decir lo mismo sobre la utilización de promociones. Los <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/26409642/">estudios revisados</a> no encuentran evidencias sobre su eficacia en los niños y niñas. </p>
<p>Respecto a otros elementos –colores llamativos, aparición de celebridades (como <em>influencers</em>), nombres de productos atractivos, marcas, imágenes de sugerencia de presentación…–, se ha demostrado su influjo sobre las <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/22450261/">elecciones y preferencias</a> de la población infantil, aunque no sobre su impacto en un mayor consumo. </p>
<p>De todos modos, la evidencia que sostiene estos resultados no es muy numerosa, por lo que se requieren más estudios para sustentar esas afirmaciones.</p>
<p>Cabe añadir que tales efectos en la elección y el consumo se ven influidos por variables sociodemográficas (ingresos, género, edad o índice de masa corporal), el grado de salubridad del producto o las intervenciones sociales (antipublicidad o nivel educativo del menor). </p>
<p>Por ejemplo, los niños se sienten más atraídos por las celebridades dedicadas al deporte que las niñas, y el empaquetado con fuerte identidad de marca incita más al consumo a niños con mayor índice de masa corporal. </p>
<h2>¿Tiene influencia el etiquetado nutricional?</h2>
<p>A pesar de que la <a href="https://eur-lex.europa.eu/legal-content/EN/ALL/?uri=celex%3A32011R1169">legislación europea</a> centra gran parte de sus esfuerzos en regular los reclamos nutricionales y el tipo de información que debe suministrarse en el envase, no existe evidencia científica suficiente para confirmar que tenga algún efecto moderador en las elecciones de alimentos infantiles. </p>
<p>Este hecho es preocupante, pues ese <a href="https://theconversation.com/guia-rapida-para-entender-el-etiquetado-de-los-alimentos-y-la-letra-pequena-154973">etiquetado</a> nace con el objetivo de informar al consumidor sobre si un alimento es sano o no. Si no influye finalmente a la hora de escoger un producto, este tipo de políticas públicas debería combinarse con otras que buscaran contrarrestar el efecto de otras técnicas persuasivas como las indicadas anteriormente.</p>
<p>Obviamente, con ello no se va a resolverse del todo una mala alimentación. El problema del sobrepeso y de la obesidad hay que enmarcarlo en entornos donde intervienen diversas causas como el sedentarismo, <a href="https://theconversation.com/cuando-los-precios-suben-el-consumo-de-alimentos-ultraprocesados-aumenta-y-perdemos-salud-188166">el elevado precio de los alimentos frescos</a> o el exceso de comida rápida. </p>
<p>Sin embargo, no podemos desdeñar la contribución que las técnicas de persuasión aplicadas al empaquetado pueden tener sobre las elecciones de alimentos poco saludables en los menores. </p>
<p>Las administraciones han realizado numerosos esfuerzos centrados en regular <a href="https://eur-lex.europa.eu/legal-content/EN/TXT/?uri=CELEX:32012R1047">la información nutricional</a> o la publicidad dirigida al público infantil. Pero estos no son los únicos elementos que deberían tenerse en cuenta si se quiere influir en los comportamientos de compra en el punto de venta.</p>
<p>Quizás sea hora de considerarlo en el diseño de políticas públicas que busquen mejorar los hábitos alimenticios de las familias. Hay mucho en juego.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/200862/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>Los dibujos, los colores, los mensajes y otros reclamos de los envases podrían decantar las preferencias de los menores por ciertos productos. Y a menudo no son los más saludables.Rafael Ángel Araque Padilla, Profesor Titular del Área de Comercialización e investigación de mercados, Universidad Loyola AndalucíaAlazne Arraztio Córdoba, Ayudante de Investigación y Profesora en Dpto. Gestión Empresarial, Universidad Loyola AndalucíaMaría José Montero-Simó, Catedrática en Comercialización e Investigación de Mercados, Universidad Loyola AndalucíaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.