tag:theconversation.com,2011:/ca/topics/probiotico-99952/articlesprobiótico – The Conversation2023-09-27T20:12:32Ztag:theconversation.com,2011:article/2135672023-09-27T20:12:32Z2023-09-27T20:12:32ZLo que sabemos del papel de la microbiota en el autismo y cómo puede mejorar los tratamientos<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/550225/original/file-20230926-29-731qkn.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=275%2C112%2C5475%2C3716&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/lonely-little-girl-home-autism-concept-1022253304">Africa Studio/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>En los últimos 16 años, el autismo ha llegado <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1002/aur.2696">a triplicar su incidencia</a>, lo que plantea un colosal reto y muchos interrogantes a la comunidad científica. Se estima que, actualmente, alrededor de uno de cada cien niños recibe un diagnóstico de <a href="https://theconversation.com/es/topics/tea-66566">trastorno del espectro autista (TEA)</a>, con una prevalencia cuatro veces mayor en los varones que en las niñas. </p>
<p>El TEA engloba distintas variantes de la enfermedad. Algunos afectados presentan desafíos intelectuales y de comunicación tan pronunciados que requieren cuidados de por vida, mientras que otros muestran síntomas más sutiles. </p>
<p>En cualquier caso, y aunque pueden asomar a lo largo de toda la vida, los primeros indicios de autismo suelen emerger en los primeros dos años de vida. A menudo coexiste con otros trastornos neurológicos o psiquiátricos, como la hiperactividad y el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (<a href="https://theconversation.com/el-tdah-en-la-infancia-como-ayudar-desde-casa-y-desde-la-escuela-192430">TDAH</a>).</p>
<h2>Una amalgama de desencadenantes</h2>
<p>Y si complejas son las manifestaciones del autismo, aún lo son más sus potenciales causas. Se cree que están relacionadas con una interacción de múltiples factores, incluyendo mutaciones genéticas, componentes biológicos y factores ambientales. A pesar de esto, en las últimas décadas han surgido teorías especulativas que carecen de evidencia científica sólida. </p>
<p>Lo que los estudios sí han demostrado es que hay un componente hereditario, con un peso que puede oscilar entre el 40 % y el 90 %. Se han identificado más de <a href="https://pediatricneurologybriefs.com/articles/10.15844/pedneurbriefs-34-13">cien genes</a> y regiones genómicas asociadas con el TEA, aunque no hay un solo gen común a todas las personas que lo sufren. </p>
<p>A pesar de estos avances en la comprensión de la enfermedad, es importante destacar que solo alrededor de un tercio de los casos se pueden vincular directamente a factores genéticos. Un ejemplo de esto es que ser padre a una edad avanzada aumenta la probabilidad de tener un hijo con autismo. Se debe a que los espermatozoides pueden acumular mutaciones genéticas adicionales relacionadas con el envejecimiento. </p>
<p>Además, las infecciones contraídas por la madre durante el embarazo pueden desencadenar una respuesta inflamatoria que genera niveles elevados de una molécula de señalización inflamatoria llamada <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1074761321004969">interleucina-17a</a> (IL-17a). Ese proceso no solo es capaz de afectar el desarrollo cerebral del feto, sino también de perturbar el equilibrio del microbioma materno, los microorganismos que habitan en el cuerpo de la madre. </p>
<p>Los <a href="https://www.mdpi.com/2218-1989/12/8/720">estudios realizados en roedores</a> han revelado alteraciones en el sistema inmunológico, cambios en el metabolismo del triptófano (un aminoácido esencial) y modificaciones en la comunicación entre neurotransmisores como el ácido gamma-aminobutírico (GABA) y el glutamato en el cerebro. Tanto las bacterias <em>Lactobacillus</em> como <em>Bifidobacterium</em> fueron eficaces para reducir el daño neuronal producido el exceso de glutamato, una característica autista desarrollada por los ratones. Y en estudios clínicos se observó que la <a href="https://www.nature.com/articles/s41398-020-0692-2">bumetanida</a> (un diurético) podría regular la relación GABA/glutamato en el cerebro y reducir la gravedad de los síntomas autistas en niños pequeños con TEA.</p>
<h2>El protagonismo de las bacterias intestinales, bajo la lupa</h2>
<p>Actualmente, la microbiota intestinal –la comunidad de microorganismos que coloniza nuestro intestino– se ha convertido en un campo de investigación crucial en el estudio del autismo. Los científicos han descubierto conexiones significativas entre el TEA y la incidencia de trastornos gastrointestinales, que afectan a entre el 30 y el 50 % de los pacientes, así como cambios en la composición de su microbiota intestinal. </p>
<p>Investigaciones que analizaron muestras de ADN en las heces detectaron la presencia de ciertas bacterias, como las de los <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1672022919300634?via%3Dihub">géneros <em>Clostridium</em> o <em>Desulfovibrio</em></a>, en grupos de niños que padecían problemas gastrointestinales y TEA. Además, se ha demostrado que los filos <a href="https://www.mdpi.com/2072-6643/12/3/792"><em>Bacteroidetes</em>, <em>Firmicutes</em> y <em>Actinobacteria</em></a> son más abundantes en los niños con autismo que en los controles. </p>
<p>La pregunta surge por sí sola: ¿puede influir la alteración de la ecología microbiana intestinal en la disfunción del desarrollo neurológico? Investigaciones en ratones han proporcionado pistas valiosas en esta dirección. Así, la administración de una especie de bacteria llamada <a href="https://doi.org/10.1016/j.neuron.2018.11.018"><em>Lactobacillus reuteri</em></a> logró revertir algunos de los comportamientos asociados al TEA en los animales de laboratorio. </p>
<p>Otros ensayos se han centrado en los efectos de <a href="https://www.ibroneuroscience.org/article/S0306-4522(22)00341-4/fulltext">trasplantar la microbiota fecal</a> recogida de niños con autismo a ratones, lo que produjo cambios sugerentes de autismo en el comportamiento de los roedores. Y en estudios clínicos, treinta niños con TEA que tomaron todos los días, durante tres meses, una mezcla de probióticos compuesta por cepas de <a href="https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/1028415X.2017.1347746"><em>Lactobacillus acidophilus</em>, <em>Lactobacillus rhamnosus</em> y <em>B. longum</em></a> experimentaron mejoras en sus habilidades de comunicación, sociabilidad y conciencia. </p>
<p>Otro experimento consistió en administrar <a href="https://www.mdpi.com/2072-6643/11/4/820"><em>Lactobacillus plantarum</em> PS128</a> a un grupo de 36 niños durante cuatro semanas. Aunque no se observaron mejoras significativas en las puntuaciones de conducta según diversas escalas de diagnóstico, los investigadores sí identificaron una reducción de la ansiedad, la hiperactividad y los comportamientos de confrontación y desafío. </p>
<h2>¿Nuevas terapias en el horizonte?</h2>
<p>El tratamiento del autismo se basa en un enfoque integral que abarca terapias de diversos tipos (conductuales, educativas y del habla), medicamentos psiquiátricos y dietas específicas. No obstante, hasta la fecha, no existe una aprobación médica para abordar directamente sus síntomas fundamentales, como las dificultades en la comunicación social y los comportamientos repetitivos.</p>
<p>Entender la relación entre la microbiota intestinal y el cerebro promete cambiar el panorama. En el futuro, quizá podamos diseñar intervenciones que combinen la dieta con probióticos o prebióticos, de manera no invasiva, para modular el microbioma de los afectados por TEA. Aunque no proporcionaría una “cura”, podría mejorar los síntomas, que es lo que la mayoría de las familias afectadas busca.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/213567/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Sonia Villapol no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Recientes hallazgos revelan que la presencia o ausencia de determinadas bacterias de la microbiota influyen en los síntomas que sufren los niños con TEA. Esto podría abrir la puerta al uso de prebióticos y probióticos con fines terapéuticos.Sonia Villapol, Assistant Professor, Houston Methodist Research InstituteLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1947652022-11-27T18:12:12Z2022-11-27T18:12:12ZUna bacteria que heredamos de nuestra madre es un nuevo alimento<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/495965/original/file-20221117-25-6q2h5m.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&rect=8%2C0%2C2777%2C1841&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Imagen de leche materna vista con microscopio.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:A_microscopy_image_of_a_sample_of_human_breast_milk.JPG">Wikimedia Commons / Amangeldyurazov</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/">CC BY-SA</a></span></figcaption></figure><p>Desde hace años sabemos que la leche materna no es estéril. En el calostro y en la leche de madres sanas se ha llegado a identificar cientos de especies bacterianas distintas, que normalmente acaban en el sistema digestivo de su descendencia. </p>
<p>Como consecuencia, la microbiota es distinta según los bebés se alimenten con leche materna o con leche artificial. La de los primeros es rica en bifidobacterias y lactobacilos, mientras que los que toman biberón tienen una comunidad bacteriana más diversa en la que abundan <em>Escherichia coli</em>, <em>Clostridium</em> y bacteroides. </p>
<p>Además, se ha comprobado que las bacterias que se aíslan de la leche de la madre y de las heces del bebé son semejantes. Cerca del 30 % de las bacterias que colonizan el intestino del bebé durante los primeros meses de vida vienen de la leche materna y otro 10 % de la piel de la madre, concretamente de la piel alrededor del pezón. </p>
<p>Pues bien, una de las bacterias omnipresentes en la leche materna,
<em>Akkermansia muciniphila</em>, tiene efectos tan beneficiosos sobre la salud que podría convertirse en un nuevo alimento si se consigue producir a nivel industrial.</p>
<h2>El primer probiótico y el primer prebiótico</h2>
<p>La leche materna es, por tanto, el primer probiótico que tomamos en nuestra vida. Y como ayuda también a alimentar a los propios microorganismos del bebé, actúa simultáneamente como un auténtico prebiótico. </p>
<p>Entre los componentes más abundantes de la leche materna destacan los oligosacáridos, moléculas compuestas por unos pocos azúcares que los bebés no pueden digerir al principio. ¿Para qué sirven entonces? Muy sencillo: aumentan la población de bifidobacterias en el intestino del bebé y son predominantes durante los cuatro primeros meses de vida. Algunas de estas bifidobacterias tienen unas enzimas específicas y únicas, capaces de descomponer esos azúcares de la leche materna y usarlos como nutriente. Y lo mismo ocurre con <em>Akkermansia</em>, algunos de estos oligosacáridos son muy similares a los que constituyen la mucina, el nutriente principal de esta bacteria. De ahí su importancia.</p>
<p>Pero aún hay más: estos oligosacáridos actúan también como antiadhesivos antimicrobianos que previenen que los microbios patógenos como <em>Streptococcus pneumoniae</em> se unan a la superficie de la mucosa del intestino del bebé. De este modo disminuyen el riesgo de infección. La alimentación con leche materna protege, además, de la aparición de diarreas y de enterocolitis en el recién nacido, y se ha asociado a una reducción del riesgo de padecer inflamaciones intestinales.</p>
<p>La relación simbiótica entre los microbios del bebé y la composición de la leche de la madre parece innegable. Y ambos han evolucionado de forma conjunta a lo largo de millones de años para hacer al bebé más saludable, especialmente reforzando sus defensas. ¡Apasionante! </p>
<h2><em>Akkermansia muciniphila</em>, una bacteria “buena”</h2>
<p><em>Akkermansia muciniphila</em> es una bacteria gram negativa anaerobia estricta que forma parte de la microbiota natural en personas sanas. Fue aislada por primera vez en 2004 en muestras de heces humanas, aunque no es exclusiva de nuestra especie. </p>
<p>El nombre de <em>Akkermansia</em> hace honor al microbiólogo holandés Antoon Akkermans, en reconocimiento a su contribución a la ecología microbiana. <em>Muciniphila</em> (que es la especie) significa «amante del moco», ya que esta bacteria se alimenta casi exclusivamente del moco que recubre el intestino. Es ahí donde más abunda, principalmente en el intestino grueso, aunque también habita en la cavidad oral, el páncreas, los conductos biliares, la vesícula biliar y el apéndice. Es una bacteria comensal, es parte de la microbiota natural en personas sanas. Representa hasta el 4 % de la microbiota fecal total desde los primeros años de vida hasta que somos ancianos, se ha aislado incluso en muestras de individuos centenarios.</p>
<p><em>Akkermansia muciniphila</em> produce ácidos grasos de cadena corta que pueden desempeñar un papel importante en la salud y el estado inflamatorio del huésped. Esta bacteria también parece estar relacionada con <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6163243/">el aumento del grosor de la mucosa intestinal</a>, lo que mejora la función de la barrera intestinal. A lo que se suma que otros estudios han revelado su papel antiinflamatorio en el entorno intestinal. Por otro lado, se han demostrado los efectos beneficiosos de _ A. muciniphila_ en diferentes estudios, como el papel protector contra agentes patógenos, propiedades antitumorales, reducción de la inflamación, mejora de la permeabilidad intestinal y potenciación de la respuesta inmunitaria. Todo esto podría explicar por qué la presencia de <em>A. muciniphila</em> se ha <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0944501322002853?via%3Dihub">asociado con un intestino sano</a>. </p>
<p>Por el contrario, su escasez podría favorecer varios estados patológicos, como la colitis ulcerosa y la enfermedad de Chron. Las personas con apendicitis aguda presentan también una cantidad reducida de esta bacteria, menor cantidad cuánto más grave es la apendicitis. Y algo similar ocurre con la obesidad, la enfermedad del hígado graso y la diabetes. Alteraciones en la presencia y abundancia de esta bacteria también se ha asociado con hipertensión, inflamación, epilepsia, <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0944501322002853?via%3Dihub">problemas metabólicos</a>, autismo, esclerosis lateral amiotrófica, cáncer, psoriasis, enfermedades alérgicas, párkinson, etc.</p>
<p>Curiosamente, la bacteria pasteurizada, pero también las proteínas aisladas de la membrana externa de la bacteria, son más eficientes que las bacterias vivas viables para aliviar estos problemas de salud. Por lo tanto, los productos bacterianos elaborados a partir de <em>A. muciniphila</em> o las proteínas que secreta podrían convertirse en nuevas herramientas terapéuticas contra las enfermedades metabólicas e inflamatorias crónicas.</p>
<h2>La bacteria alimento</h2>
<p>En septiembre de 2021, <em>Akkermansia muciniphila</em> pasteurizada fue la <a href="https://eur-lex.europa.eu/legal-content/ES/TXT/PDF/?uri=OJ:L:2022:028:FULL&from=ES">primera bacteria aprobada como alimento</a> por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria. En realidad, no es un probiótico, ya que la bacteria no se administra viva, sino muerta, pasteurizada.</p>
<p>La forma tradicional de cultivar en el laboratorio esta bacteria es el caldo de infusión de cerebro y corazón suplementado con mucina porcina en condiciones de anaerobiosis. La forma de obtener gran cantidad de la bacteria para la preparación de este “alimento” parece ser “secreto industrial”, de momento.</p>
<p>Aunque son necesarios nuevos estudios clínicos para confirmar su efecto beneficioso en la salud y para entender los mecanismos moleculares que hay detrás, <em>Akkermansia muciniphila</em> es un buen ejemplo de esas bacterias intestinales beneficiosas de las que tenemos mucho que aprender.</p>
<hr>
<p><em>Una versión de este artículo <a href="https://microbioblog.es/akkermansia-muciniphila-la-bacteria-que-heredamos-de-nuestra-madre-un-nuevo-alimento">fue publicada originalmente</a> en el blog del autor, <a href="https://microbioblog.es/">microBIO</a>.</em></p>
<hr><img src="https://counter.theconversation.com/content/194765/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Ignacio López-Goñi no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Una de las bacterias omnipresentes en la leche materna,
Akkermansia muciniphila, tiene efectos tan beneficiosos sobre la salud que podría convertirse en un nuevo alimento si se consigue producir a nivel industrial.Ignacio López-Goñi, MIembro de la SEM (Sociedad Española de Microbiología) y Catedrático de Microbiología, Universidad de NavarraLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1931152022-11-16T16:09:21Z2022-11-16T16:09:21ZLo que comemos siendo bebés condiciona nuestra salud futura<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/495051/original/file-20221114-14-cdgcyl.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=20%2C51%2C6858%2C3935&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/little-cute-child-celebrating-her-first-1921661870">Shutterstock / Kaewmanee jiangsihui</a></span></figcaption></figure><p>La llegada de un nuevo miembro a la familia siempre es una fuente de felicidad y de nuevas preocupaciones, entre ellas cómo proporcionarle la mejor alimentación posible. En los primeros momentos de la vida, esta decisión es relativamente sencilla puesto que la lactancia materna o, en su defecto, las fórmulas de inicio son las únicas alternativas posibles. </p>
<p>Desde el punto de vista científico, tanto la <a href="https://www.who.int/es/health-topics/breastfeeding#tab=tab_1">Organización Mundial de la Salud</a> como las diferentes sociedades pediátricas recomiendan la utilización de lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses de vida, siempre que sea posible y la madre desee amamantar. ¿Hay justificación para ese empeño?</p>
<h2>Leche y microbiota</h2>
<p>Además de los nutrientes, la leche humana es fuente de otros componentes bioactivos, como las inmunoglobulinas o los oligosacáridos. Y, aunque es menos conocido, contiene también bacterias que pasan de la madre al lactante, entre ellas las bifidobacterias. </p>
<p>Para intentar reproducir este efecto <em>natural</em>, y parecerse lo máximo posible a la leche materna, algunas fórmulas de inicio han optado por enriquecer sus productos con oligosacáridos de la leche materna (HMO) y es frecuente encontrar fórmulas de continuación con microorganismos probióticos.</p>
<p>La mayoría de las bacterias que tenemos en el organismo viven en el intestino, principalmente en el colon. Los primeros microorganismos llegan al tracto digestivo del recién nacido en <a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fmicb.2020.02099/full">el momento del parto</a> y comienzan a establecer una microbiota intestinal que irá evolucionando a medida que el tubo digestivo va madurando. A diferencia de lo que ocurre en los adultos, que tienen un composición bacteriana más estable y variada, en los recién nacidos la microbiota es bastante simple y en evolución. </p>
<p>Mientras los niños están lactando, su intestino está poblado <a href="https://www.mdpi.com/1422-0067/22/7/3382">principalmente por bifidobacterias</a>.</p>
<p>Varios factores ambientales, como la edad gestacional, el tipo de parto, el modo de alimentación del lactante, el uso de antibióticos, el consumo de prebióticos y probióticos o la dieta materna, tienen capacidad de influir sobre el establecimiento de la microbiota intestinal del bebé. </p>
<p>No es baladí: resulta que las alteraciones en la microbiota intestinal, denominadas disbiosis, se han relacionado con un mayor riesgo de sufrir alteraciones en el correcto funcionamiento del sistema inmunológico, <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1931312815001626?via%3Dihub">como el asma o la alergia</a>. Además de con trastornos metabólicos, <a href="https://www.nature.com/articles/s41598-018-32080-3">como la obesidad o la diabetes</a>. </p>
<p>Algunas de estas patologías pueden persistir a lo largo de la vida, por lo que un correcto manejo de la microbiota en edades tempranas (y una dieta adecuada) es esencial para la promoción de la salud futura del niño. </p>
<h2>¿Y después qué?</h2>
<p>A partir de los 6 meses, la leche materna puede ser insuficiente para garantizar todas las necesidades nutricionales del bebé, por lo que es necesaria la introducción de nuevos alimentos. La alimentación complementaria representa una etapa crucial en la que se debe alcanzar un equilibrio para garantizar los requerimientos energéticos y nutricionales del niño, permitiéndole que tenga un desarrollo adecuado a su edad y teniendo en cuenta su limitada capacidad digestiva. </p>
<p>En relación al tiempo, <a href="https://journals.lww.com/jpgn/Fulltext/2008/01000/Complementary_Feeding__A_Commentary_by_the_ESPGHAN.21.aspx">la Sociedad Europea de Gastroenterología Pediátrica Hepatología y Nutrición (ESPGHAN)</a> establece que la introducción de alimentos complementarios no debe producirse antes de las 17 semanas, ni retrasarse más allá de las 26. </p>
<p>Lo que cuesta más no es saber cuándo empezar sino qué alimentos incluir. Qué productos se han de incorporar en la dieta, en qué momento hacerlo o qué textura es la más adecuada son cuestiones que nos abren un amplio repertorio de posibilidades. Desde el campo de la investigación en nutrición sería estupendo poder recomendar un <em>patrón ideal</em>. Sin embargo, es posible que no tenga demasiado sentido buscar una dieta estándar que sirva para todos ya que cada uno es diferente. </p>
<h2>Existen tantas dietas como personas</h2>
<p>¿Y qué pasa con la microbiota intestinal cuando los alimentos sólidos entran en escena? Es una pregunta clave. </p>
<p>En un trabajo llevado a cabo por nuestro grupo de investigación en los últimos años se ha descrito el cambio de la alimentación de casi 100 niños <a href="https://www.mdpi.com/2072-6643/14/8/1664">desde el momento del nacimiento hasta los 3 años de edad</a>. A pesar de que, como se comentó previamente, existe una alta variabilidad en los patrones dietéticos, también hay características comunes. </p>
<p>Nuestros resultados confirman que el periodo de destete supone un paso clave para la transición de la microbiota intestinal y para la promoción de <a href="https://doi.org/10.1016/j.foodres.2022.111994">patrones dietéticos más afines a la dieta mediterránea a la edad de 1 y 2 años</a>. Hemos observado que aquellos niños que a los 6 meses de edad tienen un consumo de energía moderado y han introducido los vegetales en su dieta tienen mayor probabilidad de un patrón dietético de tipo mediterráneo. Estos alimentos son fuente de fibras o hidratos de carbono complejos, como la inulina, oligofructosa o el almidón resistente, que sirven de “alimento” para que crezcan determinados grupos bacterianos como los Clostridios, que podrían ser beneficiosos para la futura salud del recién nacido. </p>
<p>Un trabajo pionero, en el que se comparó la microbiota de niños europeos que vivían en ciudades y de niños africanos de una zona rural, puso de manifiesto que posiblemente el exceso de azúcar, grasa animal y alimentos densos en calorías en los países industrializados esté cambiando la actividad metabólica de la microbiota. </p>
<p>De hecho, la microbiota de los niños de Burkina Faso, que consumían básicamente una dieta rica en cereales, les permitía extraer más energía de los polisacáridos complejos generando <a href="https://www.pnas.org/doi/full/10.1073/pnas.1005963107">compuestos con acciones antiinflamatorias</a>. Y menos inflamación, claro, implica mejor salud.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/193115/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Sonia González Solares recibe fondos del Plan Nacional para la investigación </span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Miguel Gueimonde Fernández recibe fondos de la Agencia Estatal de Investigación </span></em></p>Las primeras comidas sólidas que tomamos cuando somos bebés condicionan en gran medida nuestra salud adulta. A más grasas y azúcares, más inflamación, asma y problemas metabólicos.Sonia González Solares, Profesor Titular de la Universidad de Oviedo. Investigadora del grupo dieta microbiota humana y salud del ISPA, Universidad de OviedoMiguel Gueimonde Fernández, Investigador Científico, Instituto de Productos Lácteos de Asturias (IPLA - CSIC) Licensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1862192022-09-29T20:22:56Z2022-09-29T20:22:56Z¿Pueden las bacterias influir en nuestro estado de ánimo? Hablemos (seriamente) de los psicobióticos<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/486323/original/file-20220923-15006-1bz36l.png?ixlib=rb-1.1.0&rect=11%2C8%2C1905%2C937&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-vector/large-intestine-active-beneficial-bacteria-1744421873">Shutterstock / logistock</a></span></figcaption></figure><p>-Doctor, no me siento bien desde hace meses, tengo ansiedad, me cuesta concentrarme.</p>
<p>-¿Y cómo se siente su intestino?</p>
<p>-Disculpe, ¿qué tiene que ver una cosa con la otra?</p>
<p>-Mucho, déjeme que le cuente…</p>
<p>Quizá haya escuchado alguna vez que nuestro cerebro y nuestro intestino están conectados. El concepto <a href="https://www.youtube.com/watch?v=0aUwADMjxD4"><em>eje intestino-cerebro</em></a> describe un concepto fisiológico que integra todas las señales neuronales, endocrinas, nutricionales e inmunológicas entre un sistema y otro. Ya sabemos la importancia del <a href="https://theconversation.com/microbiota-como-funciona-y-como-afecta-a-nuestra-salud-185832">microbioma</a> para que el aparato digestivo funcione correctamente. Sin embargo, es ahora cuando comenzamos a descubrir las relaciones entre el sistema nervioso central y el gastrointestinal.</p>
<p>Ciertas enfermedades neurológicas y del comportamiento <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/33394083/">se han asociado</a> a un aumento de la permeabilidad intestinal y al paso de compuestos inflamatorios (llamados citoquinas) y neuromoduladores al torrente sanguíneo, y de ahí a nuestro cerebro. De hecho, <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/29903615/">algunas bacterias son capaces de producir dopamina, serotonina o norepinefrina</a>, claves en procesos fisiológicos, de memoria, aprendizaje y comportamiento. </p>
<p>Así pues, la alteración de la microbiota intestinal puede modificar nuestra conducta y se ha asociado a trastornos nerviosos centrales, como el autismo, la depresión o los comportamientos de ansiedad. </p>
<h2>¿Qué son y cómo actúan?</h2>
<p>El término <em>psicobiótico</em> <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/23759244/">fue acuñado en 2013</a> por un grupo de investigadores del Centro farmacéutico Alimentario de Cork (Irlanda). Lo definieron como “un organismo vivo que, cuando se ingiere en cantidades adecuadas, produce un beneficio para la salud de los pacientes que padecen enfermedades psiquiátricas”.</p>
<p>Por lo tanto, los psicobióticos se diferencian de los probióticos en que, debido a sus propiedades, los primeros influirían directamente en esa comunicación bidireccional entre el cerebro y el intestino. Hoy en día es un término controvertido ya que, según algunos autores, <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/27793434/">debería ampliarse a cualquier intervención que tenga un efecto psicológico a través de cambios en el microbioma intestinal</a>, como el deporte o la dieta.</p>
<p>¿Cómo mandarían estos microorganismos mensajes al cerebro? Se postulan tres grandes líneas de acción. </p>
<ol>
<li><p>A través de la producción de neurotransmisores (o sus precursores), que viajarían desde el intestino hasta el cerebro a través del nervio vago. Curiosamente, casi la mitad de la dopamina del cuerpo humano (conocida como <em>la hormona del placer</em>) <a href="https://academic.oup.com/jcem/article/82/11/3864/2866142">está producida por los microorganismos</a> que habitan en nuestro intestino. </p></li>
<li><p>Mediante la modulación del principal sistema de respuesta neuroendocrina al estrés: <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/19319993/">el eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal (HPA)</a>. Su desregulación e inflamación es patente <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/23612048/">en personas con depresión, esquizofrenia o bipolaridad</a>. El <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/12433005/">estrés crónico</a>, por ejemplo, activa este eje, y, en el caso de una hiperactividad prolongada, podría generar daños cerebrales debido a una inflamación crónica. Los psicobióticos, a través de mediadores y el refuerzo de la barrera intestinal, ayudarían a atenuar el HPA y disminuir la neuroinflamación. <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/28512033/">Estudios en ratones con estrés crónico confirman esta hipótesis</a>.</p></li>
<li><p>Finalmente, los psicobióticos podrían interactuar directamente con nuestro sistema inmunitario, produciendo ácidos grasos de cadena corta. Estos compuestos regulan la función de unos centinelas cerebrales (la microglía), que actúa frente a infecciones y daños en el tejido nervioso. Sin embargo, su disfunción debida a estrés crónico, dieta o sueño inadecuado puede desencadenar neuroinflamación, aumentando la susceptibilidad a futuras enfermedades neurodegenerativas.</p></li>
</ol>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/486321/original/file-20220923-15006-t1qt1j.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/486321/original/file-20220923-15006-t1qt1j.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/486321/original/file-20220923-15006-t1qt1j.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=310&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/486321/original/file-20220923-15006-t1qt1j.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=310&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/486321/original/file-20220923-15006-t1qt1j.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=310&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/486321/original/file-20220923-15006-t1qt1j.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=389&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/486321/original/file-20220923-15006-t1qt1j.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=389&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/486321/original/file-20220923-15006-t1qt1j.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=389&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/belly-second-brain-human-body-relation-2123700926">Shutterstock / laurence soulez</a></span>
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<h2>¿Y hasta qué punto son eficaces?</h2>
<p>Pues depende de cuál escojamos y del problema a tratar. Sería un error pensar que si me tomo cualquier psicobiótico me va a ayudar a disminuir el estrés, dormir mejor o mejorar el estado de ánimo.</p>
<p>Cada psicobiótico (al igual que un probiótico) tiene <em>nombre y apellidos</em> que les otorgan unas características concretas, un código de números y letras (a la que llamamos <em>cepa</em>) que la diferencia de otros organismos pertenecientes a la misma especie. </p>
<p>Por hacer un símil, todos los perros pertenecen a la misma especie (<em>Canis familiaris</em>), pero existen múltiples razas (cepas en nuestro caso) con características muy dispares. Por lo tanto, no es de extrañar que encontremos en la literatura científica resultados contradictorios en cuanto a la eficacia de los psicobióticos en estudios clínicos.</p>
<p>Las cepas psicobióticas más relacionadas con la salud mental son las pertenecientes al género <em>Lactobacillus, Bifidobacterium, Lactococcus y Streptococcus</em>. Su uso ha demostrado, en general, <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/30566363/">resultados satisfactorios</a> en <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/30882244/">ansiedad</a>, calidad del sueño, estrés y <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/33658952/">depresión</a>. </p>
<p>Sin embargo, recientes revisiones y <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/29197739/">metaanálisis</a> han mostrado que sus efectos son más notables cuanto <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/33652962/">mayor nivel de ansiedad</a> o depresión haya inicialmente. De hecho, diversos estudios muestran que ciertas cepas <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/27865949/">no producen efectos</a> cuando se administran a una población sana. </p>
<p>También es importante destacar que es erróneo relacionar una mayor eficacia con tomar una mayor cantidad o una amplia combinación de cepas. Esto no solamente pasa en patologías como la ansiedad o la depresión, sino que <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32274669/">también se ha visto</a> en otras tan distintas como la dermatitis atópica, el síndrome del intestino irritable o la enterocolitis necrotizante. Por ello, la elección de un probiótico o psicobiótico debería basarse principalmente en su evidencia clínica antes que en la carga de producto que nos ofrezcan. </p>
<h2>¿Qué nos depara el futuro en el campo de los psicobióticos?</h2>
<p>Afortunadamente comenzamos a dilucidar el mecanismo de acción de los psicobióticos. Los estudios sobre su eficacia clínica ya comienzan a analizar el porqué de su efecto y su relación con el eje intestino-cerebro. Estamos viviendo una época de auge en este campo y como consumidores buscamos activamente alternativas <em>naturales</em> para mantener nuestra salud mental, sobre todo tras los trastornos emocionales y conductuales derivados de la covid-19. </p>
<p>La búsqueda en internet de probióticos que puedan mejorar la ansiedad y estrés se ha disparado en los últimos años, pero debemos ser cautos. Estos productos pueden ayudar, pero nunca reemplazar un estilo de vida saludable o el control por parte de un profesional sanitario.</p>
<p>Como hemos comentado anteriormente, la efectividad de los psicobióticos depende de sus características, y estas deben ponerse a prueba en estudios clínicos. Solamente así podremos afirmar si tienen o no un efecto significativo en determinadas poblaciones y comprender su mecanismo de acción.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/186219/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>Se llaman psicobióticos a los microorganismos que, tras ingerirlos en cantidades adecuadas, pueden ejercer un efecto beneficioso en nuestra salud mental. No obstante, aún hay mucho que averiguar sobre sus verdaderos efectos.Vicente Andreu Fernández, Director del Instituto de Investigación Biosanitaria de la Universidad Internacional de Valencia, Universidad Internacional de ValenciaElisabet Navarro Tapia, Coordinadora del Máster de Epidemiología y Salud Pública de la Universidad Internacional de Valencia, Universidad Internacional de ValenciaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1743432022-01-18T20:58:17Z2022-01-18T20:58:17Z¿Sirven los probióticos para tratar el síndrome metabólico?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/440054/original/file-20220110-17-n9p6hm.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=14%2C7%2C4977%2C2986&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/intestines-gut-bacteria-on-blackboard-384682516">Shutterstock / T. L. Furrer</a></span></figcaption></figure><p>Nos hemos habituado a que nos receten probióticos ante situaciones de estreñimiento o diarrea, para recuperar la composición saludable de la microbiota intestinal. Lo que casi nadie sabe es que los probióticos también podrían ayudarnos a pararle los pies a la obesidad, la diabetes y otros trastornos relacionados con el llamado “síndrome metabólico”.</p>
<h2>Mantener y repoblar la microbiota intestinal saludable</h2>
<p>Los probióticos, por definición, son microorganismos vivos/viables que al ingerirlos en cantidades adecuadas (normalmente en alimentos/suplementos) <a href="https://microbialcellfactories.biomedcentral.com/articles/10.1186/s12934-020-01426-w">buscan producir efectos beneficiosos en el hospedador (persona que los ingiere)</a>. De hecho, el uso de probióticos como Lactobacillus o Bifidobacterium para el tratamiento de diferentes afectaciones gastrointestinales es una práctica común. </p>
<p>En este sentido, existen evidencias científicas solidas que respaldan el uso de estas cepas bacterianas para el <a href="https://www.aafp.org/afp/2017/0801/p170.html">tratamiento de la diarrea o el estreñimiento, así como complemento de tratamientos antibióticos</a>. De esta manera, los probióticos ayudarían al <a href="https://www.aafp.org/afp/2017/0801/p170.html">mantenimiento y la recuperación de la composición de la microbiota intestinal saludable (eubiosis)</a>, la cual se ve afectada en las mencionadas situaciones. </p>
<h2>El “órgano olvidado”</h2>
<p>La microbiota intestinal hace referencia a la compleja comunidad de microorganismos (principalmente bacterias) que vive en nuestro intestino. De hecho, se le ha llegado a considerar el <a href="https://academic.oup.com/nutritionreviews/article/70/suppl_1/S10/1921335">“órgano olvidado”</a> dada la cantidad de microorganismos que la conforman (se cree que puede llegar a los 2 kg). </p>
<p>La importancia de la microbiota intestinal se debe a que, en situaciones fisiológicas, <a href="https://www.mdpi.com/2076-2607/7/1/14">participa de forma relevante</a> en la digestión y aprovechamiento de alimentos, síntesis de ciertas vitaminas, la regulación del sistema/respuesta inmune o en la producción de metabolitos bioactivos. Para ello, es necesario que su composición (riqueza y variedad de microorganismos) sea la adecuada. </p>
<p>De hecho, diversos factores como patrones dietéticos inadecuados (ricos en grasas y/o azúcares), estilos de vida sedentarios o el estrés <a href="https://www.wageningenacademic.com/doi/10.3920/BM2013.0097?url_ver=Z39.88-2003&rfr_id=ori:rid:crossref.org&rfr_dat=cr_pub%20%200pubmed">afectan negativamente a dicho equilibrio, produciendo la disbiosis</a>. En determinadas circunstancias, la riqueza y variedad de la microbiota se altera, mientras que la <a href="https://www.nature.com/articles/s41467-020-18871-1">abundancia de microorganismos concretos cambia</a> (principalmente aumentan los microrganismos que en exceso pueden resultar nocivos).</p>
<h2>Microbiota intestinal y síndrome metabólico</h2>
<p>Diferentes estudios han demostrado que la disbiosis está presente (bien como causa o como consecuencia) en las alteraciones que conforman el síndrome metabólico. Por ejemplo, habitualmente <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/obr.13394">la microbiota de individuos obesos se caracteriza por tener una menor diversidad en comparación a la de individuos delgados</a>. Además, la microbiota de personas obesas obtiene una mayor cantidad de energía de componentes de alimentos no digeribles, además de producir intermediarios proinflamatorios que afectan a diferentes órganos y tejidos (tejido adiposo e hígado, entre otros) <a href="https://www.scielo.br/j/aem/a/BSbTcQJmZnHZPC4GWSLhGbS/?lang=en">produciendo alteraciones metabólicas</a>. </p>
<p>Del mismo modo, se ha descrito que la microbiota de pacientes con enfermedades cardiovasculares presenta un <a href="https://www.thelancet.com/journals/ebiom/article/PIIS2352-3964(20)30024-4/fulltext">mayor ratio de Firmicutes/Bacteroidetes y una menor abundancia de bacterias productoras de butirato (ácido graso de cadena corta con efecto antinflamatorio)</a>. </p>
<p>En el caso de la diabetes, la inflamación y alteración de la integridad intestinal propias de la disbiosis estarían relacionadas con el desarrollo tanto de la <a href="https://www.mdpi.com/2077-0383/8/11/1843">diabetes de tipo 1</a> (alterando la inmunidad adaptativa y la permeabilidad intestinal y favoreciendo la autoinmunidad contra las células β del páncreas) como de la <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0955286318303073?via%3Dihub">diabetes de tipo 2</a> (el aumento de mediadores proinflamatorios alteraría el metabolismo de la glucosa, produciendo resistencia a la insulina). </p>
<p>También se han visto cambios de la composición de la microbiota en <a href="https://journals.physiology.org/doi/full/10.1152/ajpgi.00118.2019?rfr_dat=cr_pub++0pubmed&url_ver=Z39.88-2003&rfr_id=ori%3Arid%3Acrossref.org">individuos con enfermedad del hígado graso</a>, considerada la manifestación hepática propia del síndrome metabólico. En este caso, la microbiota se caracterizaría por tener menor diversidad microbial y abundancia de Bacteroidetes, así como una presencia mayor de bacterias productoras de etanol. </p>
<h2>Utilidad de probióticos en alteraciones del síndrome metabólico</h2>
<p>Considerando la relación existente entre la disbisosis y las alteraciones propias del síndrome metabólico, modular la composición de la microbiota intestinal mediante el uso de probióticos podría ser una estrategia terapéutica a tener en cuenta.</p>
<p>Por ejemplo, se ha visto que la administración de una mezcla de probióticos (Lactobacillus acidophilus La5 y Bifidobacterium lactis Bb12) reduce el peso corporal, así como los niveles de transaminasas y de colesterol total y LDL <a href="https://www.journalofdairyscience.org/article/S0022-0302(14)00701-2/fulltext">en pacientes con enfermedad de hígado graso no alcohólico</a>. </p>
<p>Del mismo modo, la administración de probióticos de una sola cepa (Bifidobacterium breve B-3) ha mostrado reducir el tejido adiposo blanco y los niveles plasmáticos de hemoglobina glicosilada (marcador que se utiliza para el diagnóstico de diabetes/prediabetes) <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4463018/">en pacientes con sobrepeso</a>.</p>
<p>Se han descrito efectos similares en otro estudio donde pacientes obesos fueron sometidos a una dieta hipocalórica suplementada con queso enriquecido en un probiótico (Lactobacillus plantarum TENSIA). En este caso, la reducción producida por la dieta hipocalórica en el índice de masa corporal y la presión arterial fueron todavía mayores en <a href="https://nutritionj.biomedcentral.com/articles/10.1186/1475-2891-12-138">los sujetos que recibieron el probiótico</a>. Estos resultados sugieren que los probióticos podrían servir tanto en la prevención como en el tratamiento (como intervención complementaria) de las alteraciones relacionadas con el síndrome metabólico. </p>
<p>En cuanto a los <a href="https://www.mdpi.com/2076-2607/8/8/1148">mecanismos de acción implicados</a> en los efectos anteriormente mencionados, se ha descrito que los probióticos pueden aumentar la riqueza/variedad microbial saludable, reducen el crecimiento de bacterias patógenas, regulan el control del apetito (a través del eje intestino-cerebro), mejoran la integridad/función de barrera intestinal (reduciendo la inflamación) y regulan el metabolismo de la glucosa y los lípidos.</p>
<p>En resumen, la evidencia disponible indica que el uso de probióticos puede ser de interés para algo más que el tratamiento del estreñimiento o la diarrea. En este sentido, investigar posibles combinaciones de bacterias probióticas podría resultar en tratamientos más efectivos. Para ello, la bioinformática y la metagenómica podrían ser herramientas útiles. </p>
<p>Del mismo modo, también podría resultar de interés investigar sobre los posibles beneficios de los <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0924224420307172">parabióticos (probióticos no-viables) y los postbióticos (metabolitos producidos por bacterias probióticas)</a> en la prevención y/o tratamiento de las alteraciones previamente mencionadas. De hecho, la utilización de estos tratamientos solventaría una de las limitaciones del uso de los probióticos, que es la de administrar microorganismos vivos. </p>
<p>Finalmente, cabe destacar que los estudios/resultados mencionados anteriormente sugieren que el consumo habitual de alimentos que contienen probióticos (tales como yogur, chucrut, kimchi o kombucha) podría ser recomendable para la prevención de las alteraciones relacionadas con el síndrome metabólico.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/174343/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>Que nos receten probióticos en caso de diarrea, para combatir el estreñimiento o para contrarrestar el daño que produce un tratamiento con antibióticos sobre la flora intestinal es muy común. Pero sirven para mucho más, entre otras cosas para ponerle freno a la obesidad.Iñaki Milton Laskibar, Investigador Postdoctoral en Cardiometabolic Nutrition Group, IMDEA Alimentación. Investigador en Centro de Investigación Biomédica en Red de la Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (CiberObn), Universidad del País Vasco / Euskal Herriko UnibertsitateaAlfredo Martínez Hernández, Director de Precision Nutrition and Cardiometabolic Health Research Program y Cardiometabolic Nutrition Group, IMDEA ALIMENTACIÓNLaura Isabel Arellano García, Estudiante Nutrición y Salud, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko UnibertsitateaMaría Puy Portillo, Catedrática de Nutrición. Centro de Investigación Biomédica en Red de la Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (CIBERobn), Universidad del País Vasco / Euskal Herriko UnibertsitateaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1620072021-08-10T19:02:15Z2021-08-10T19:02:15ZMonodosis con probióticos para paliar la desnutrición infantil en poblaciones desfavorecidas<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/412254/original/file-20210720-23-18l2yy1.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C4493%2C2984&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/little-latin-child-sitting-on-big-1494514244">Shutterstock / Ruslana Iurchenko</a></span></figcaption></figure><p>En muchos países, la <a href="https://www.who.int/features/qa/malnutrition/es/">malnutrición infantil</a>, tanto por carencia como por ingesta inadecuada, ocurre en familias con escasos recursos económicos.</p>
<p>Por eso, nueve grupos de investigación de Argentina, Colombia, España, Guatemala, Nicaragua, México y Perú, coordinados desde el CSIC, desarrollaron el proyecto ProInfant. Con este trabajo pretendían desarrollar alimentos vegetales con funcionalidad probiótica para poblaciones infantiles latinoamericanas desnutridas.</p>
<h2>Conozcamos a los probióticos y a las bacterias lácticas</h2>
<p>Los <a href="http://www.fao.org/3/a0512s/a0512s.pdf">probióticos</a> están cada vez más presentes en los medios de comunicación. Son <a href="https://semipyp.es/wiki/">microorganismos</a> vivos que, cuando se administran en cantidades adecuadas, confieren un beneficio a la salud del consumidor. En nuestra cesta de la compra podríamos tener dos tipos de probióticos: <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32293557/">lactobacilos</a> y bifidobacterias. </p>
<p>Estas bacterias producen ácido láctico a partir de la glucosa que ellas necesitan para vivir. Por eso se llaman bacterias lácticas. Se considera que algunas son seguras para el consumo humano y animal, por lo que la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria) ha elaborado la llamada <a href="https://www.efsa.europa.eu/es/topics/topic/qualified-presumption-safety-qps">lista QPS</a>, que especifica las especies que se pueden utilizar para elaborar alimentos y piensos.</p>
<p>La evidencia para crear esta lista se basa en que consumimos bacterias lácticas, desde que nacemos, de forma habitual y desde hace mucho tiempo. Sobre todo las bifidobacterias, que se encuentran en la leche materna.</p>
<p>Además, también están presentes en diversas comidas. Por ejemplo, se encuentran de forma natural en las materias primas, tanto de origen animal como vegetal, y son las responsables de la fermentación láctica de algunos alimentos. </p>
<p>De hecho, en <a href="https://www.elprobiotico.com/tema/actualizate/historia-probioticos/">todas las civilizaciones</a> hay referencias de alimentos fermentados que aún perduran y que podemos explorar para aislar nuevas bacterias lácticas con potencial probiótico. Esto es precisamente lo que se ha realizado en el proyecto ProInfant. </p>
<h2>Alimentos ancestrales para aislar bacterias lácticas</h2>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/412248/original/file-20210720-17-10oeu9j.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/412248/original/file-20210720-17-10oeu9j.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/412248/original/file-20210720-17-10oeu9j.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=292&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/412248/original/file-20210720-17-10oeu9j.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=292&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/412248/original/file-20210720-17-10oeu9j.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=292&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/412248/original/file-20210720-17-10oeu9j.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=367&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/412248/original/file-20210720-17-10oeu9j.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=367&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/412248/original/file-20210720-17-10oeu9j.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=367&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Maiz para Champús, una bebida fermentada tradicional de Colombia elaborada a base de maíz. En la foto se muestra el maíz tras ser sometido a un tratamiento térmico.</span>
<span class="attribution"><span class="source">Fotografía: Francia E. Valencia García, Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia</span></span>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/412236/original/file-20210720-13-1pmr79q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/412236/original/file-20210720-13-1pmr79q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/412236/original/file-20210720-13-1pmr79q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=800&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/412236/original/file-20210720-13-1pmr79q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=800&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/412236/original/file-20210720-13-1pmr79q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=800&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/412236/original/file-20210720-13-1pmr79q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=1005&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/412236/original/file-20210720-13-1pmr79q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=1005&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/412236/original/file-20210720-13-1pmr79q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=1005&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Calabaza de jícaro (Nicaragua): la pulpa de la calabazar del árbol jícaro tras un proceso de secado y fermentación es consumida por poblaciones desfavorecidas de Nicaragua.</span>
<span class="attribution"><span class="source">Fotografía: Lesbia L. Hernández Somarriba, Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua</span>, <span class="license">Author provided</span></span>
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<figure class="align-right zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/412244/original/file-20210720-23-1pzi8jv.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/412244/original/file-20210720-23-1pzi8jv.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/412244/original/file-20210720-23-1pzi8jv.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=800&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/412244/original/file-20210720-23-1pzi8jv.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=800&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/412244/original/file-20210720-23-1pzi8jv.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=800&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/412244/original/file-20210720-23-1pzi8jv.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=1005&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/412244/original/file-20210720-23-1pzi8jv.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=1005&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/412244/original/file-20210720-23-1pzi8jv.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=1005&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Huauzontle es un pseudocereal consumido de México desde tiempos prehispánicos.</span>
<span class="attribution"><span class="source">Fotografía: Adrián Hernández Mendoza, Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo, Sonora, México</span></span>
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<span class="caption">Chicha de 7 semillas es una bebida fermentada elaborada con harinas de diferentes cereales, pseudocereales, legumbres, y hiervas aromáticas elaborada según usos tradicionales mantenidos por comunidades de Perú.</span>
<span class="attribution"><span class="source">Fotografía: Nilda D. Montes Villanueva, Universidad Católica Sedes Sapientiae, Lima, Perú</span></span>
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<p>Este proyecto se propuso aislar estas bacterias utilizando materias primas vegetales y <a href="https://www.cbd.int/abs/doc/protocol/nagoya-protocol-es.pdf">alimentos tradicionales</a> de alto poder nutritivo de Colombia, Nicaragua, México y Perú. Son, en su mayoría, bebidas fermentadas que se producen de forma artesanal por pequeños productores. Muchos de ellos se consumen localmente desde tiempos ancestrales.</p>
<p>El grupo de investigación de Colombia ha estudiado dos bebidas fermentadas: “Masato de arroz” y “Champús” (de maíz). También ha trabajado con otra materia prima fermentada, el “Almidón agrio” (de yuca).</p>
<p>Por su parte, en Nicaragua, se ha explorado la “Pulpa de Jícaro”, que es la semilla del fruto (que tiene forma de calabaza) de un árbol. Esta se utiliza para elaborar harina que se consume en poblaciones desfavorecidas. </p>
<p>En México se ha trabajado con el pseudocereal “Huauzontle” (similar a la quinoa), consumido desde tiempos prehispánicos. También con “Aguamiel de agave”, la savia que se obtiene del <em>agave pulquero</em> tras su recolección para la elaboración de pulque (otra bebida fermentada tradicional de este país). </p>
<p>Por último, en Perú se trabajó con dos bebidas fermentadas: “Chicha de siete semillas”, que se elabora a partir de harinas de diversas variedades de maíz, cereales, pseudocereales, leguminosas y plantas aromáticas, y el “Masato de yuca”. </p>
<h2>Hoja de ruta para seleccionar un potencial probiótico</h2>
<p>A partir de estos alimentos, los grupos de investigación de cada país han generado su propia colección de bacterias lácticas. Asimismo, han iniciado la caracterización probiótica en estos aislados.</p>
<p>Este proyecto buscaba potenciales probióticos capaces de paliar carencias nutricionales y reducir comorbilidades asociadas frecuentemente a la malnutrición, como diarreas e infecciones respiratorias, en niños malnutridos. </p>
<p>Para ello, compartieron protocolos para evaluar la capacidad de lactobacilos para producir vitaminas, contrarrestar la actividad de patógenos causantes de infecciones, sobrevivir a transito gastrointestinal y determinar su capacidad de interaccionar con la microbiota intestinal de niños.</p>
<p>Finalmente, se abordaron cuestiones tecnológicas relacionadas con la supervivencia de las cepas que permitiera la generación de un suplemento probiótico.</p>
<h2>Monodosis con probióticos para niños malnutridos</h2>
<p>Tras la aplicación de esta hoja de ruta, se seleccionó una cepa que se depositó en la <a href="https://www.uv.es/uvweb/coleccion-espanola-cultivos-tipo/es/coleccion-espanola-cultivos-tipo-1285872233521.html">Colección Española de Cultivos Tipo</a> (CECT). </p>
<p>Gracias a la colaboración de la empresa ADM-Biopolis S.A. (en Valencia), esta cepa se ha producido y envasado en cantidad suficiente (más de 5 000 sobres monodosis) para demostrar su eficacia en un estudio de intervención con niños malnutridos de Guatemala.</p>
<p>El próximo paso será demostrar que tienen un efecto positivo par la salud. Hasta ahora, habíamos hablado de “potenciales probióticos” porque hay que comprobar su eficacia en la población objetivo (niños malnutridos) y para una diana específica (en este caso, para reducir la frecuencia o duración de diarreas infantiles).</p>
<p>El objetivo es demostrar que la cepa <a href="https://digital.csic.es/handle/10261/229325">Lactobacillus plantarum CECT 9435</a> reducirá la frecuencia o duración de episodios de diarrea de niños malnutridos. Para ello, se administrará diariamente durante 4 meses, con dosis de mil millones de bacterias añadidas a un alimento vegetal tradicional (atole) suplementado con leche. Otro grupo de niños recibirá el mismo alimento pero sin probiótico.</p>
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<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/412237/original/file-20210720-23-in71vk.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/412237/original/file-20210720-23-in71vk.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=195&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/412237/original/file-20210720-23-in71vk.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=195&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/412237/original/file-20210720-23-in71vk.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=195&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/412237/original/file-20210720-23-in71vk.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=245&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/412237/original/file-20210720-23-in71vk.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=245&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/412237/original/file-20210720-23-in71vk.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=245&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="caption">Sobres monodosis que contienen probiótico Lactobacillus plantarum CECT 9435. / Patricia Ruas Madiedo (Instituto de Productos Lácteos de Asturias – CSIC)</span>
<span class="attribution"><span class="license">Author provided</span></span>
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</figure>
<p>Con este proyecto queremos demostrar que trabajando de forma conjunta desde la ciencia y la tecnología, podemos encontrar soluciones para mejorar la salud de los niños.</p>
<p>Entonces, será el momento en el que las autoridades locales o los gobiernos de cada país, coordinen sus esfuerzos para que esta solución llegue a quienes realmente lo necesitan, las poblaciones más desfavorecidas.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/162007/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Patricia Ruas Madiedo recibe fondos de investigación, mediante concurrencia competitiva, de Agencias Públicas de Financiación a través de Planes Regionales, Nacionales o Europeos de Investigación Científica,Técnica y de Innovación. </span></em></p>Un estudio, todavía en marcha, ha aislado bacterias probióticas de alimentos tradicionales vegetales para paliar problemas de salud en poblaciones infantiles latinoamericanas desfavorecidas.Patricia Ruas Madiedo, Investigadora Científica, Instituto de Productos Lácteos de Asturias (IPLA - CSIC) Licensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1604152021-05-19T06:39:18Z2021-05-19T06:39:18Z¿Existen dietas específicas para reducir los síntomas de la enfermedad de Crohn?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/401204/original/file-20210518-23-1opgzt8.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C5451%2C3833&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/woman-suffers-pain-appendix-acute-appendicitis-1757866424">Shutterstock / Alona Siniehina</a></span></figcaption></figure><p>La enfermedad de Crohn (EC) es una enfermedad inflamatoria que afecta, fundamentalmente, a la zona final del intestino delgado y al intestino grueso. Pero también puede manifestarse en otras localizaciones a lo largo de todo el tubo digestivo. </p>
<p>Se trata de una patología crónica de carácter intermitente. Entre los síntomas más frecuentes encontramos dolor abdominal, pérdida de peso, fiebre, anemia, diarrea y sangrado. Además, aumenta el riesgo de sufrir obstrucciones intestinales y cáncer de colon. </p>
<p>Con motivo del Día Mundial de la Enfermedad de Crohn nos preguntamos si existen dietas específicas que ayuden a disminuir los síntomas provocados por esta afección. Aunque no hay una solución definitiva, hay algunas dietas con una evidencia científica más extensa. </p>
<h2>El enigma del origen del Crohn</h2>
<p>Sus causas no se conocen en detalle. Sin embargo, parece importante una <a href="https://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(16)31711-1/fulltext">respuesta inmune inapropiada</a> frente a las bacterias intestinales (la microbiota) en individuos especialmente sensibles. </p>
<p>Esta activación inmune dispara un círculo vicioso con inflamación de la mucosa intestinal, que aumenta su permeabilidad, lo que favorece la invasión de bacterias y agudiza la inflamación y el daño.</p>
<p>Aunque tiene una base genética, los factores ambientales son igualmente importantes. De hecho, la incidencia de la enfermedad aumenta con el modo de vida occidental. Esto sucede incluso entre personas inmigrantes en cuyos países de origen la incidencia es mucho menor. </p>
<p>Entre los factores ambientales, encontramos que la <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/29018271/">dieta es un elemento fundamental</a>, ya que influye en la composición de la microbiota y determina el carácter aislante de la mucosa.</p>
<p>Los estudios sobre la influencia de los componentes de la dieta frecuentemente presentan discrepancias entre los resultados obtenidos con animales de laboratorio y los datos clínicos. De hecho, estos últimos aún no son suficientemente robustos. </p>
<p>Existen péptidos y aminoácidos con propiedades antiinflamatorias (triptófano, glutamina y cisteina o derivados de la soja y leche), que se han probado en animales pero los ensayos en humanos con estos compuestos aún son limitados. </p>
<h2>Dulces, grasas, vitaminas e inflamación</h2>
<p>En cuanto a las evidencias que se han encontrado a lo largo de los años, encontramos una fuerte correlación entre los bajos niveles en sangre de vitamina D y la Enfermedad de Crohn. A pesar de ello, son necesarios más estudios para demostrar la efectividad de la administración de suplementos vitamínicos.</p>
<p>Por su parte, existen más evidencias sobre el efecto negativo de una <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6034142/">dieta alta en grasas</a>. Particularmente, colesterol, grasas animales, ácidos grasos trans y ácido linoleico, un ácido graso poliinsaturado omega-6 precursor de moléculas con propiedades proinflamatorias. </p>
<p>Por el contrario, observaciones epidemiológicas revelaron una baja incidencia de la inflamación digestiva en los esquimales, cuya dieta es rica en pescado azul. Estos pescados (ricos en ácidos grasos omega-3) y aceites como el de oliva presentan efectos antiinflamatorios. De esta forma, se consideran potencialmente útiles para el tratamiento de la EC, tal y como se ha demostrado en animales de experimentación. </p>
<p>Aunque estos resultados son buenos, los que se han <a href="https://www.nature.com/articles/s41575-018-0022-9">realizado en humanos</a> son contradictorios. Por eso, se necesitan más estudios para generar un consenso respecto a las recomendaciones sobre estos alimentos para los pacientes de Crohn.</p>
<p>Por último, con respecto al efecto de los dulces, tampoco hay <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6034142/">resultados concluyentes</a>.</p>
<h2>¿Probióticos o prebióticos?</h2>
<p>Los pacientes de EC muestran una microbiota menos variada que el resto de la población. Tienen menos niveles de bacterias beneficiosas y cantidades incrementadas de otras perjudiciales. </p>
<p>Los prebióticos son fibras vegetales especializadas que estimulan el crecimiento de las bacterias beneficiosas en el intestino. Por su parte, los probióticos son diferentes, ya que contienen organismos vivos, generalmente cepas específicas de bacterias, que se añaden directamente a la población de microbios sanos en el intestino.</p>
<p>En la mayoría de los casos, la administración de estos probióticos no produce un efecto duradero en los pacientes. Pero este objetivo puede obtenerse suministrando prebióticos, es decir, sustancias que estimulan selectivamente a las bacterias beneficiosas. </p>
<p>Ciertos prebióticos han demostrado ser capaces de restaurar de este modo la integridad de la mucosa y reducir la inflamación. De hecho, se ha observado que la fibra <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1550413121001777">disminuye la probabilidad de sufrir brotes de EC</a>.</p>
<h2>Mejores dietas para la enfermedad de Crohn</h2>
<p>La mayoría de los pacientes con Crohn emplean algún tipo de <a href="https://academic.oup.com/ibdjournal/article/26/2/181/5610412">dieta</a> cuando se ven afectados por un brote inflamatorio. Muchas veces se trata de dietas no respaldadas científicamente. Por eso, es fundamental conocer cuáles son <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/24107394/">las más estudiadas en ensayos clínicos</a>:</p>
<ul>
<li><p><strong>Nutrición enteral.</strong> En esta dieta, los pacientes obtienen el 100 % de su alimentación en forma líquida durante entre 4 y 12 semanas. Sus efectos positivos han quedado demostrados, especialmente en pacientes pediátricos. Sin embargo, en adultos su aplicación es incómoda y es difícil conseguir su fidelización.</p></li>
<li><p><strong>Dieta específica en carbohidratos.</strong> Esta fue formulada inicialmente para el tratamiento de la EC en niños y se denomina también la “dieta del plátano”. Requiere ingerir frutas, además de derivados lácteos, carne y verduras, evitando los cereales. Todo ello con el fin de reequilibrar la microbiota intestinal. Los estudios aún son escasos, especialmente en adultos, pero han dado buenos resultados.</p></li>
<li><p><strong>FODMAP.</strong> Esta palabra es un acrónimo de “Fermentable Oligo-, Di-, Mono y Polyols”. Una dieta baja en FODMAP (es decir, baja en trigo, cebollas, judías, frutas y sorbitol) parece reducir algunos de los síntomas de la EC, aunque no la inflamación. </p>
<p>Como estos alimentos son importantes moduladores del microbioma intestinal (la mayoría o todos los prebióticos son FODMAPS), además de una importante fuente de vitaminas y minerales, su restricción puede ocasionar déficits nutricionales, por lo que su uso debería ser limitado y bajo supervisión médica.</p></li>
<li><p><strong>Dieta semivegetariana.</strong> Dado que la alta ingesta de carne y grasas parecen contribuir al desarrollo de la EC, diversos autores han propuesto una dieta semivegetariana. </p>
<p>Los estudios en apoyo de esta hipótesis han dado resultados ambivalentes y son aún muy escasos como para poder considerarla como alternativa. Lo mismo puede decirse de otras dietas como la paleolítica que, además, pueden inducir estados carenciales importantes, sin que su aportación a la solución de la EC haya sido probada.</p></li>
</ul>
<p>En definitiva, los hábitos alimentarios pueden estimular o paliar la gravedad de los síntomas de la enfermedad de Crohn, aunque son sólo un factor más en su desarrollo. Es necesario seguir investigando para determinar cuáles son los más beneficiosos para estos pacientes.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/160415/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>La enfermedad de Crohn es una afección inflamatoria crónica con manifestaciones intermitentes. Con motivo de su Día Mundial, repasamos las dietas con más evidencia científica para paliar los síntomas.Raquel Abalo Delgado, Catedrática de Farmacología, Universidad Rey Juan CarlosJosé Antonio Uranga, Profesor de Biología Celular e Histología, Universidad Rey Juan CarlosLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1560692021-03-23T19:50:44Z2021-03-23T19:50:44ZVerdades y mentiras de las dietas antinflamatorias<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/390876/original/file-20210322-21-1b6gtzo.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C735%2C4421%2C2426&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/diet-change-healthy-lifestyle-concept-having-277748333">Shutterstock / Lightspring</a></span></figcaption></figure><p>Si hacemos una búsqueda en Google de los términos “dieta antiinflamatoria” encontramos cerca de 600.000 entradas que anuncian que, siguiéndolas a pies juntillas, enfermaremos menos y nos sentiremos mucho mejor. </p>
<p>Pero, ¿qué hay de verdad en dichas dietas? Vamos a intentar aclarar qué alimentos de la dieta habitual pueden ayudarnos realmente a controlar la inflamación.</p>
<h2>¿Qué similitud guardan una sardina y una nuez?</h2>
<p>Tanto una sardina como una nuez son alimentos ricos en ácidos grasos poliinsaturados (PUFAs). Es decir, los populares Omega 3 y Omega 6. Se trata de grasas “saludables”, micronutrientes del metabolismo de lípidos a los que se atribuyen, entre otras, propiedades antiinflamatorias. </p>
<p>¿Pero es cierto? Parece ser que sí. Existen numerosos estudios que hacen referencia a cómo el consumo de alimentos ricos en Omega 3 y Omega 6, como el <a href="https://www.mdpi.com/1660-3397/17/6/374">pescado azul</a> y <a href="https://www.mdpi.com/2076-3921/8/8/302">ciertos frutos secos</a>, pueden prevenir o mejorar enfermedades de origen metabólico. Concretamente la diabetes tipo 2, ciertas enfermedades inflamatorias intestinales y algunos tipos de cáncer.</p>
<p>Por otro lado, diversas investigaciones revelan que <a href="https://www.cambridge.org/core/journals/nutrition-research-reviews/article/abs/food-pyramid-for-subjects-with-chronic-pain-foods-and-dietary-constituents-as-antiinflammatory-and-antioxidant-agents/9B883820D42C03CAC0029BB554AAECBF">lo más recomendable para nuestra salud es moderar el consumo de carne</a>, como se hace en la <a href="https://www.mdpi.com/1660-4601/16/17/3011">dieta mediterránea</a>. En este caso se aplica la premisa de que “no es el veneno el peligroso, sino la dosis”. </p>
<p>Sobre todo, el consumo de derivados cárnicos ultraprocesados con gran cantidad de grasa –salchichas y embutidos– se ha relacionado un mayor desarrollo de enfermedades inflamatorias. Paralelamente, un gran número de estudios sugiere que sustituir la ingesta de carne por una cantidad equivalente de pescado puede producir una reducción significativa en el riesgo de padecer enfermedades oncológicas relacionadas con la inflamación, como es el caso del <a href="https://www.mdpi.com/2072-6643/13/1/172/htm">cáncer de hígado o el de colon</a>. </p>
<h2>La máxima “cinco al día”</h2>
<p>Esta conocida frase se refiere a la promoción y recomendación de las autoridades sanitarias y entidades afines de todo el mundo de consumir un mínimo de <a href="https://www.5aldia.org/">5 raciones o porciones de frutas y hortalizas cada día</a>. Sin embargo el mensaje no termina de calar, y el consumo actual diario en el mundo occidental está muy por debajo de esas cantidades. </p>
<p>El fomento del consumo de frutas y hortalizas o verduras es muy importante, sobre todo en el ámbito escolar, para crear las bases de una alimentación saludable en las futuras generaciones. </p>
<p>Las frutas y vegetales no sólo son primordiales en la dieta por su óptimo contenido en macro y micronutrientes. También ayudan a prevenir múltiples enfermedades gracias a su contenido en <a href="https://www.mdpi.com/1422-0067/21/16/5642/htm">compuestos bioactivos</a>. Compuestos con un enorme potencial antiinflamatorio y protector del metabolismo, así como de la oxidación a nivel celular. </p>
<p>Los ejemplos de fitoquímicos bioactivos de origen vegetal son múltiples: tenemos el ácido clorogénico (café, alcachofa), los flavonoides como la quercetina, o las procianidinas o taninos de las frutas y las bayas (manzana, uva, granada, etc.). Asimismo, los encontramos en las bebidas o infusiones (té, yerba mate), o en procesados, cómo el licopeno del tomate, entre otros. </p>
<p>Las evidencias hasta la fecha refuerzan el hecho de que la dieta juega un papel importante en <a href="https://www.cambridge.org/core/journals/british-journal-of-nutrition/article/associations-between-dietary-inflammatory-index-and-inflammatory-markers-in-the-asklepios-study/AD98038AC36FADFEA73270B0ABED18FF#">la modulación del estado inflamatorio del organismo</a>.</p>
<h2>Alimentos y microbiota</h2>
<p>La proporción de microorganismos beneficiosos y perjudiciales de la microbiota intestinal <a href="https://www.bmj.com/content/361/bmj.k2179.long">está directamente relacionada con los hábitos dietéticos</a>. Así, dependiendo de los alimentos que ingiramos, estos favorecerán el crecimiento de las poblaciones de las bacterias beneficiosas o de las perjudiciales para la salud. </p>
<p>Por ejemplo, una dieta rica en fibra promueve el crecimiento de bacterias beneficiosas que usan dicha fibra como fuente de alimento. Sin embargo, las dietas ricas en grasas saturadas y en productos ultraprocesados reducen la proporción de las poblaciones microbianas beneficiosas y potencian el crecimiento de especies más patogénicas. </p>
<p>Eso conduce a un desequilibrio microbiano conocido como “disbiosis”, que contribuye al desarrollo de procesos inflamatorios crónicos intestinales. Incluso puede ser detonante de ciertas enfermedades metabólicas relacionadas como la obesidad, la diabetes o el hígado graso.</p>
<h2>El yogur se vendía en la farmacia</h2>
<p>El yogur es un alimento beneficioso para la salud porque aporta microorganismos (probiótico) que modulan nuestra microbiota intestinal. Así es como ayuda a mantener la homeostasis y reduce los procesos inflamatorios. No es de extrañar por tanto que, aunque hoy en día los podamos encontrar en el lineal de refrigerados de cualquier supermercado, inicialmente los yogures se vendieran en las farmacias como remedio para los problemas de estómago e intestino.</p>
<p>No obstante, hay que tener en cuenta que estos productos lácteos pueden dar lugar a problemas digestivos en ciertas poblaciones, como es el caso de los individuos intolerantes a la lactosa. Además de que conviene evitar el consumo de aquellos que presentan un alto contenido en azúcar refinado.</p>
<h2>Los cereales, mejor integrales</h2>
<p>Debido a su alto contenido en fibra, los cereales integrales son beneficiosos tanto para aliviar el estreñimiento como para mantener una microbiota sana en el tracto gastrointestinal. </p>
<p>En general, las dietas ricas en fibra vegetal se relacionan con una menor incidencia de obesidad y enfermedades metabólicas asociadas como la diabetes y el hígado graso, e incluso una menor prevalencia de varios tipos de cáncer. </p>
<p>El consumo de dietas ricas en fibra también se ha asociado con un potencial efecto antiinflamatorio. Por ejemplo, un estudio realizado en pacientes con enfermedad renal crónica demostró que un aumento en la ingesta de fibra está asociada con una <a href="https://www.kidney-international.org/article/S0085-2538(15)55290-3/fulltext">disminución de los niveles de proteína C reactiva (un marcador de inflamación) y un menor riesgo de mortalidad</a>.</p>
<p>En definitiva, una buena dieta antiinflamatoria sería aquella que favorezca la homeostasis de la microbiota comensal del organismo. Eso implica que debe incluir probióticos como el yogur y prebióticos como la fibra. Pero también pescado azul y productos frescos de origen vegetal que proporcionen una serie de compuestos bioactivos con funciones antiinflamatorias, antioxidantes y promotoras de una correcta salud metabólica. </p>
<p>No parece casualidad que coincida con la descripción de la dieta mediterránea equilibrada, a la que sin duda deberíamos seguir teniendo como referente.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/156069/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Bruno Ramos Molina recibe fondos del Instituto de Salud Carlos III. </span></em></p><p class="fine-print"><em><span>DIEGO ÁNGEL MORENO FERNÁNDEZ recibe fondos de Fundación Seneca - Agencia Regional de Ciencia y Tecnología de la Región de Murcia - Proyecto Ref. 20855/PI/18 .</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Antonio J. Ruiz Alcaraz, Maria del Pilar García Peñarrubia, María Antonia Martínez Sánchez y María Concepción Martínez-Esparza Alvargonzález no reciben salarios, ni ejercen labores de consultoría, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del puesto académico citado.</span></em></p>Una buena dieta antiinflamatoria debe incluir probióticos como el yogur y prebióticos como la fibra. Pero también pescado azul y productos frescos de origen vegetal.Antonio J. Ruiz Alcaraz, Profesor de Inmunología de la Universidad de Murcia e investigador del Grupo de Inmunidad Innata del IMIB, Universidad de MurciaBruno Ramos Molina, Investigador Principal IMIB y Profesor Colaborador Honorario de Bioquímica, Universidad de MurciaDiego Ángel Moreno Fernández, Investigador Científico de OPIs en CEBAS-CSIC, Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (CEBAS-CSIC)María Antonia Martínez Sánchez, Estudiante doctorado Depto. de Bioquímica y Biología Molecular B e Inmunología, Universidad de MurciaMaría Concepción Martínez-Esparza Alvargonzález, Profesora Titular de Inmunología, Universidad de MurciaMaria del Pilar García Peñarrubia, Catedrática de Inmunología, Universidad de MurciaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1550082021-02-11T20:53:49Z2021-02-11T20:53:49ZAsí es como tus bacterias y microbios pueden salvarte de enfermedades como el COVID-19<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/383407/original/file-20210209-19-fg4zpx.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=5%2C1%2C917%2C514&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Los microbios que viven dentro de ti que son esenciales para combatir las amenazas, incluido el virus que causa COVID-19.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.gettyimages.com/detail/photo/intestinal-microbiome-medical-concept-royalty-free-image/1196631894?adppopup=true">Dr_Microbe/iStock/Getty Images Plus</a></span></figcaption></figure><p>Puede que no lo sepas, pero tienes un ejército de microbios viviendo dentro de ti que son esenciales para combatir las amenazas, incluido el virus que causa COVID-19.</p>
<p>En las últimas dos décadas, los científicos han aprendido que nuestros cuerpos albergan más células bacterianas que las humanas.</p>
<p>Esta comunidad de bacterias que vive dentro y sobre nosotros – llamada microbioma – se asemeja a una empresa, en la que cada especie de microbio realiza trabajos especializados, pero todos trabajan para mantenernos saludables.</p>
<p>Uno de los trabajos de las bacterias en nuestro intestino, es equilibrar la respuesta de nuestro sistema inmune contra otras bacterias y virus que si causan enfermedad (los llamamos pátogenos). Las bacterias entrenan el sistema inmune y aseguran que la respuesta sea efectiva contra pátogenos pero no tan violenta como para causar daños colaterales al huésped (usted!)</p>
<p>Las bacterias de nuestro intestino pueden provocar una respuesta inmunitaria eficaz contra virus que no solo infectan el intestino, como <a href="http://doi.org/10.3390/v10020096">el norovirus</a> <a href="http://doi.org/10.1126/science.1258025">y el rotavirus</a>, sino también los que infectan los pulmones, como <a href="https://doi.org/10.1073/pnas.1019378108">el virus influenza, causante de la gripe</a>.</p>
<p>Los microbios intestinales hacen este trabajo enviando señales químicas a las células del sistema inmune para que produzcan potentes proteínas antivirales que finalmente eliminan <a href="https://doi.org/10.1016/j.cell.2020.04.022">las infección</a>.</p>
<p>De manera que una persona que carece de estas bacterias intestinales no tendrá una respuesta inmune eficaz en contra de virus invasores. Como resultado, es posible que las infecciones no se controlen y afecten negativamente nuestra salud.</p>
<p><a href="https://scholar.google.com/citations?user=4y55zc0AAAAJ&hl=en">Soy una microbióloga</a> fascinada por las formas en que las bacterias contribuyen a que estemos saludables.</p>
<p><a href="https://www.umassmed.edu/nutrition/melody-trial-info/">Un enfoque importante de mi investigación</a> es descubrir cómo los alimentos que consumimos en nuestra dieta afecta las bacterias beneficiosas que residen en nuestros intestinos y mantienen un sistema inmune efectivo.</p>
<p><a href="https://doi.org/10.1101/2021.01.05.20249061">Mi trabajo más reciente se centra en el vínculo</a> entre nuestro microbioma y la gravedad de COVID-19. Mi objetivo es descubrir cómo podemos mejorar el microbioma intestinal con terapias nutricionales para evocar una respuesta inmune competente – no solo para eliminar SARS-CoV-2 - sino para otros patógenos y enfermedades afectando el sistema inmunitario.</p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/377078/original/file-20210104-21-gqunkx.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/377078/original/file-20210104-21-gqunkx.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/377078/original/file-20210104-21-gqunkx.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=429&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/377078/original/file-20210104-21-gqunkx.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=429&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/377078/original/file-20210104-21-gqunkx.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=429&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/377078/original/file-20210104-21-gqunkx.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=539&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/377078/original/file-20210104-21-gqunkx.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=539&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/377078/original/file-20210104-21-gqunkx.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=539&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Los microbios intestinales beneficiosos envían señales químicas a las células del sistema inmune para que produzcan potentes proteínas antivirales.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.gettyimages.com/detail/illustration/good-bacteria-and-bad-bacteria-royalty-free-illustration/611994628?adppopup=true&uiloc=thumbnail_same_series_adp">chombosan/iStock/Getty Images Plus</a></span>
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<h2>¿Cómo las bacterias de su cuerpo lo mantienen saludable?</h2>
<p>Nuestra defensa inmunológica es parte de una respuesta biológica compleja contra patógenos dañinos, como virus o bacterias.</p>
<p>Sin embargo, debido a que nuestros cuerpos están habitados por billones de bacterias, virus y hongos en su mayoría beneficiosos, la activación de nuestra respuesta inmune está estrictamente controlada para sólo ser activada contra microbios dañinos.</p>
<p>Nuestras bacterias son compañeras espectaculares que ayudan diligentemente a preparar las defensas de nuestro sistema inmunológico para combatir infecciones.</p>
<p>Un estudio seminal encontró que los ratones tratados con antibióticos que eliminan las bacterias del intestino, tienen una respuesta inmune debilitada.</p>
<p>Estos animales tienen bajos números de glóbulos blancos encargados de combatir virus, además de una producción deficiente de anticuerpos - proteínas vitales para <a href="https://doi.org/10.1073/pnas.1019378108">combatir una infección viral</a>.</p>
<p><a href="https://doi.org/10.1371/journal.pone.0184976">En otro estudio</a>, grupo de ratones fueron alimentados con la bacteria <em>Lactobacillus</em>, comúnmente utilizadas como probióticos en alimentos fermentados (por ejemplo: yogurt). Los investigadores observaron que los ratones tratados con estas bacterias presentaban síntomas leves después de ser infectados con el virus de influenza, mientras que los animales sin <em>Lactobacillus</em> presentaban síntomas muy graves. Particularmente se observó que los ratones tratados con <em>Lactobacillus</em> no perdieron peso y sólo tuvieron un daño pulmonar leve en comparación con los ratones no tratados.</p>
<p>Del mismo modo, otros investigadores han encontrado que el tratamiento de ratones con <em>Lactobacillus</em> protege contra diferentes <a href="https://doi.org/10.1038/srep04638">subtipos de</a><a href="https://doi.org/10.1371/journal.ppat.1008072">influenza</a> y el virus sincitial respiratorio humano – <a href="https://doi.org/10.1038/s41598-019-39602-7">la principal causa de la bronquiolitis viral y neumonía en niñas y niños</a>.</p>
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<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/377079/original/file-20210104-15-4sj7z4.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/377079/original/file-20210104-15-4sj7z4.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/377079/original/file-20210104-15-4sj7z4.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/377079/original/file-20210104-15-4sj7z4.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/377079/original/file-20210104-15-4sj7z4.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/377079/original/file-20210104-15-4sj7z4.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/377079/original/file-20210104-15-4sj7z4.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="caption">Alimentos fermentados como el kimchi, vinagre y yogurt contienen probióticos benecifiosos.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.gettyimages.com/detail/photo/fermented-food-sampler-royalty-free-image/899304124?adppopup=true">marekuliasz/iStock/Getty Images Plus</a></span>
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<h2>Enfermedades crónicas y microbios</h2>
<p>Los pacientes con enfermedades crónicas que incluyen diabetes tipo 2, obesidad y enfermedades cardiovasculares exhiben un sistema inmunológico hiperactivo que no reconoce un estímulo inofensivo y está vinculado a un microbioma intestinal alterado.</p>
<p>En estas enfermedades crónicas, el microbioma intestinal carece de bacterias que activen <a href="https://doi.org/10.1126/science.1198469">las células inmunes</a> que mantienen una respuesta inmune controlada para tolerar los billones de bacterias inofensivas viviendo en nuestro cuerpo.</p>
<p>Esta alteración del microbioma intestinal también se observa <a href="https://doi.org/10.1073/pnas.1002601107">en bebés que nacen por cesárea</a>, personas que consumen una <a href="https://doi.org/10.1038/nature12820">dieta</a> deficiente y <a href="https://doi.org/10.1038/nature11053">personas de la tercera edad</a>.</p>
<p>En Estados Unidos, 117 millones de personas – aproximadamente la mitad de la población adulta – <a href="https://health.gov/our-work/food-nutrition/2015-2020-dietary-guidelines/guidelines/">padecen diabetes tipo 2, obesidad, enfermedades cardiovasculares o una combinación de ellas</a>. Eso sugiere que la mitad de los adultos estadounidenses tienen un ejército de microbiomas defectuoso.</p>
<p>La investigación en mi laboratorio se enfoca en identificar las bacterias intestinales que son críticas para crear un sistema inmunológico equilibrado, que combate las infecciones bacterianas y virales que amenazan la vida, mientras tolera las bacterias beneficiosas del microbioma.</p>
<p>Debido a que la dieta afecta la diversidad de bacterias en el intestino, <a href="https://www.umassmed.edu/nutrition/melody-trial-info/">los estudios de mi laboratorio estamos investigando cómo la dieta puede usarse</a> como terapia para enfermedades crónicas.</p>
<p>Usando diferentes alimentos, las personas pueden cambiar su microbioma intestinal a uno que impulse una respuesta inmunológica saludable.</p>
<p>Una fracción de los pacientes infectados con SARS-CoV-2, el virus que causa la enfermedad COVID-19, desarrollan complicaciones graves que requieren hospitalización en unidades de cuidados intensivos.</p>
<p>¿Qué tienen en común muchos de esos pacientes? <a href="https://www.cdc.gov/mmwr/volumes/69/wr/mm6912e2.htm">Avanzada edad</a> y las enfermedades crónicas relacionadas con la dieta como la obesidad, la diabetes tipo 2 y las enfermedades cardiovasculares.</p>
<p><a href="http://doi.org/10.1016/j.jada.2008.12.019">Las personas Afroamericanas y comunidades latinas se ven afectadas de manera desproporcionada por la obesidad, la diabetes tipo 2 y las enfermedades cardiovasculares</a>, todas ellas relacionadas con una mala nutrición. Por tanto, no es una coincidencia que <a href="https://www.cdc.gov/mmwr/volumes/69/wr/mm6933e1.htm">estos grupos hayan sufrido más muertes por COVID-19</a> en comparación con el resto de la población del país. Este es el caso no solo en Estados Unidos sino también en <a href="https://www.washingtonpost.com/world/europe/blacks-in-britain-are-four-times-as-likely-to-die-of-coronavirus-as-whites-data-show/2020/05/07/2dc76710-9067-11ea-9322-a29e75effc93_story.html">Reino Unido</a>.</p>
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<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/377080/original/file-20210104-19-193c73w.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/377080/original/file-20210104-19-193c73w.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=399&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/377080/original/file-20210104-19-193c73w.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=399&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/377080/original/file-20210104-19-193c73w.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=399&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/377080/original/file-20210104-19-193c73w.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=502&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/377080/original/file-20210104-19-193c73w.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=502&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/377080/original/file-20210104-19-193c73w.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=502&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="caption">En varios países, las minorías han sufrido más muertes por COVID-19 en comparación con el resto de la población.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.gettyimages.com/detail/news-photo/alice-gaskins-holds-sign-that-says-this-virus-is-killing-news-photo/1215626113?adppopup=true">Blake Nissen/Boston Globe via Getty Images</a></span>
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<h2>Descubriendo microbios que predicen la gravedad de COVID-19</h2>
<p>La pandemia de COVID-19 me ha inspirado a explorar el papel del microbioma intestinal en la respuesta inmune agresiva y fuera de control contra la infección del SARS-CoV-2.</p>
<p>Mis colegas y yo hemos planteado la hipótesis de que los pacientes críticamente enfermos con COVID-19 que también padecen de enfermedades crónicas como obesidad, diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares exhiben un microbioma intestinal alterado que agrava <a href="https://theconversation.com/exercise-may-help-reduce-risk-of-deadly-covid-19-complication-ards-136922">el síndrome de dificultad respiratoria aguda</a>.</p>
<p>Se cree que el síndrome de dificultad respiratoria aguda, una lesión pulmonar potencialmente mortal, en pacientes con SARS-CoV-2 se desarrolla a partir de una <a href="http://doi.org/10.1016/j.cytogfr.2020.05.003">respuesta exagerada y letal del sistema inmune</a> llamada <a href="https://theconversation.com/blocking-the-deadly-cytokine-storm-is-a-vital-weapon-for-treating-covid-19-137690">tormenta de citocinas</a> <a href="http://doi.org/10.1016/S2213-2600(20)30216-2">que causa una inundación incontrolada</a> <a href="http://doi.org/10.1016/S2213-2600(20)30216-2">de células inmunitarias en los pulmones</a>.</p>
<p>En estos pacientes, su propia respuesta inmune inflamatoria incontrolada, en lugar del virus en sí, causa <a href="http://doi.org/10.1007/s00134-020-05991-x">la lesión pulmonar grave y fallas multiorgánicas</a> que conducen a la muerte.</p>
<p>Varios estudios <a href="https://doi.org/10.1016/j.trsl.2020.08.004">publicados recientemente</a> han identificado un microbioma intestinal alterado en pacientes con COVID-19.Falta la identificación de bacterias específicas dentro del microbioma que podrían predecir la gravedad de COVID-19.</p>
<p>Para abordar esta pregunta, mis colegas y yo reclutamos pacientes hospitalizados por COVID-19 con síntomas graves y moderados.</p>
<p>Recolectamos muestras de heces y saliva para determinar si las bacterias en el intestino y el microbioma oral podrían predecir la gravedad del padecimiento.</p>
<p>La identificación de marcadores de microbioma que pueden predecir los resultados clínicos de la enfermedad es clave para determinar los pacientes que necesitan tratamiento urgente.</p>
<p><a href="https://doi.org/10.1101/2021.01.05.20249061">Demostramos</a>, en un artículo que aún no ha sido revisado por otros expertos, que la composición del microbioma intestinal puede predecir la gravedad del COVID-19 con más certeza que las características clínicas del paciente usadas comúnmente en los hospitales.</p>
<p>Específicamente, identificamos que la presencia de una bacteria en las heces – llamada <em>Enterococcus faecalis</em> – puede predecir la gravedad de la enfermedad caused por el coronavirus. <em>Enterococcus faecalis</em> ha sido asociado con <a href="https://doi.org/10.1016/S0002-9440(10)61172-8">inflamación</a> <a href="https://doi.org/10.1053/j.gastro.2011.05.035">crónica</a>.</p>
<p><em>Enterococcus faecalis</em> recolectado de heces se puede cultivar fuera del cuerpo en laboratorios clínicos. Por lo tanto, determinar la presencia y abundancia de <em>Enterococcus faecalis</em> podría ser una forma rentable, rápida y relativamente fácil de identificar a los pacientes que probablemente necesiten más cuidados e intervenciones terapéuticas urgentes para mejorar sus posibilidades de supervivencia.</p>
<p>Pero aún no está claro a partir de nuestra investigación cuál es la contribución del microbioma alterado en la respuesta inmune a la infección por SARS-CoV-2.</p>
<p>Un estudio reciente ha demostrado que <a href="https://doi.org/10.1101/2020.12.11.416180">la infección de COVID-19 desencadena un desequilibrio en las células inmunitarias</a> llamadas <a href="https://doi.org/10.1111/imr.12170">células T reguladoras que son fundamentales para el equilibrio inmunológico</a>.</p>
<p>Las bacterias del microbioma intestinal son responsables de <a href="https://doi.org/10.7554/eLife.30916.001">la activación adecuada</a> de esas <a href="https://doi.org/10.1038/nri.2016.36">células</a> <a href="https://doi.org/10.1126/science.1198469">T reguladoras</a>.</p>
<p>Por lo tanto, los investigadores como yo debemos tomar muestras repetidas de heces, saliva y sangre del paciente durante un período de tiempo más prolongado para aprender cómo el microbioma alterado observado en los pacientes con COVID-19 puede modular la gravedad de la enfermedad, quizás alterando el desarrollo de la T células reguladoras.</p>
<p>Como científica latina que investiga las interacciones entre la dieta, el microbioma y la inmunidad, debo enfatizar la importancia de mejores políticas para mejorar el acceso a alimentos frescos (vegetales, frutas), que conducen a un microbioma más saludable.</p>
<p>Si bien una dieta de buena calidad no puede prevenir la infección por SARS-CoV-2, si puede tratar las enfermedades crónicas relacionadas con su gravedad.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/155008/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Ana Maldonado-Contreras recibe apoyo financiero del Helmsley Charitable Trust y su trabajo ha sido apoyado por la American Gastroenterological Association. Es becaria de The Charles A. King Trust Postdoctoral Research Fellowship y miembro de del comité de diversidad de la American Gastroenterological Association.
</span></em></p>Puede que no lo sepas, pero tienes un ejército de microbios viviendo dentro de ti que son esenciales para combatir las amenazas, incluido el coronavirus.Ana Maldonado-Contreras, Assistant Professor of Microbiology and Physiological Systems, UMass Chan Medical SchoolLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.