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Propagación del coronavirus (COVID-19) en África (abril 2020). Mapa de calor del Center for Systems Science and Engineering (CSSE) de la Universidad John Hopkins.

Claves del impacto económico del coronavirus en África

Aunque con semanas de retraso, la pandemia del coronavirus se ha extendido rápidamente por el continente africano.

Actualmente (a 16 de abril de 2020), los cuatro países con más casos comunicados son Sudáfrica (2.506), Argelia (2.160), Egipto (2.505) y Marruecos (2.024) y sólo quedan dos países que no hayan comunicado casos de contagio (todavía): Lesoto y las islas Comoras.

Teniendo en cuenta la disparidad poblacional africana, con países de 200 millones de habitantes (como Nigeria) frente a países de menos de un millón (como Cabo Verde) una mirada al número de casos por cada millón de habitantes nos proporciona una dimensión diferente de los afectados por la pandemia (o quizá de los mejor preparados en términos de detección del virus), situando a islas Mauricio, Seychelles, Yibuti, Cabo Verde y Túnez a la cabeza de casos comunicados (Figura 1: Casos confirmados).

Se comenta con frecuencia que entre los factores que pueden jugar a favor de los países africanos destaca el contar con una población mayoritariamente joven, que según los patrones del comportamiento en otras regiones es menos vulnerable al coronavirus. Se otorga además a África una ventaja de partida por la mayor experiencia en gestión de epidemias.

Sin embargo, buena parte de la población africana cuenta con patologías previas (malaria, tuberculosis o VIH, por ejemplo) y otros condicionantes (como la malnutrición, los campos de refugiados y el acceso al agua). Es cierto igualmente que el tiempo de anticipación y de preparación frente a la pandemia ha sido mayor para los países africanos, pero también lo es que las infraestructuras sanitarias de los países son muy deficientes.

Incluso en los países mejor preparados, como es el caso de Sudáfrica, y a pesar del confinamiento decretado por el presidente Cyril Ramaphosa el pasado 23 de marzo, el sistema sanitario se encuentra bajo amenaza de colapso.

Previsiones para el continente y vectores de impacto: ¿el trienio perdido?

En marzo, la Comisión Económica para África de Naciones Unidas (UNECA) apuntó una caída del crecimiento económico africano del 3,2% al 1,8% para el año 2020 a consecuencia de la pandemia. El 22 de marzo, en la petición de emergencia firmada por los ministros de finanzas africanos y dirigida a la Comunidad Internacional, se decía además que sobre la base de los resultados de pronósticos ya realizados sobre una selección de países (Marruecos, Senegal, Etiopía, Sudáfrica, Ghana y Costa de Marfil, entre otros), en el escenario más optimista los países africanos reducirían entre 2 y 3 puntos porcentuales el crecimiento de su Producto Interior Bruto (PIB) en 2020. En algunos de los estudios realizados, se pronosticaron caídas más duras, de tasas negativas de hasta dos dígitos, sobre todo para los países africanos exportadores de petróleo.

Estos pronósticos vienen a frenar abruptamente la senda de crecimiento económico en la que se encontraban la mayoría de países africanos. Es más, durante el año 2019, varias economías africanas habían despuntado como las de mayor crecimiento económico del mundo (Figura 2).

Fuente: elaboración propia a partir de FMI-WEO.

Al igual que la década de los años 80 fue considerada para África la “década perdida” por el deterioro de las economías y de la calidad de vida de los africanos, África podría afrontar de nuevo ahora un período varios años perdidos. Es pronto para anticipar la duración, pero es posible afirmar que antes de dos o tres años sería complicada la recuperación de los niveles actuales de crecimiento. Estaríamos, por tanto, ante un “trienio perdido” para muchas economías africanas.

Los canales o vectores de impacto económico de la pandemia del coronavirus sobre los países africanos no serán de igual incidencia. Cuatro son los más importantes:

1. Caída de la demanda y los precios de petróleo

El descenso de la demanda mundial de petróleo es para un importante número de países africanos el principal factor de impacto de la crisis del coronavirus. Aunque los países africanos representan apenas un 9% de la producción mundial de petróleo, este escenario de caída de los precios afecta de pleno a los exportadores africanos, que deberán frenar su producción para ajustarla al nuevo escenario de demanda mundial.

Además de Nigeria, principal productor de crudo continental (con una producción por encima de los 2.000 barriles diarios en 2018), los efectos negativos serán significativos para el resto de exportadores: Angola, Argelia, Libia, Egipto y Congo, entre otros. Para algunos de ellos, como es el caso de Nigeria, los ingresos del crudo representan la mayoría de los ingresos por exportaciones (el 95% en el caso de Nigeria), por lo que la vulnerabilidad fiscal es muy elevada.

El impacto del derrumbe de los precios del crudo será especialmente importante no sólo para los grandes productores, sino además para aquellos países africanos para los que las rentas del petróleo (la diferencia entre el valor del petróleo en términos de precios mundiales y los costes de producción) son importantes en relación al tamaño de su economía. Este es el caso de países como Libia, República del Congo, Sudán del Sur y Guinea Ecuatorial, que desde esta perspectiva podrían ver su crecimiento económico incluso más reducido que los grandes exportadores (Figura 4):

Otro factor negativo a tener en cuenta es la disminución de la entrada de dólares en los países exportadores de crudo. Esta escasez de divisas tiende a devaluar las monedas nacionales. Este es, por ejemplo, el caso del naira nigeriano, que aunque oficialmente mantiene un tipo de cambio fijo, se está depreciando en el mercado negro, donde ya es difícil obtenerlo desde el inicio de la pandemia. El problema de la escasez de dólares es que muchos sectores y empresas necesitan a su vez divisas para pagar los inputs de sus productos, por lo que el “efecto petróleo” acaba contagiándose a otros sectores de negocio.

2. El descenso de las remesas de emigrantes

El descenso de las entradas de ingresos en los países africanos por la caída de las remesas es un canal adicional que impactará negativamente sobre el crecimiento del PIB de la mayoría de los países africanos.

El parón económico de los países europeos, así como el incremento del desempleo (temporal o permanente) provoca de forma automática el descenso de las remesas enviadas por la diáspora africana hacia sus familias. A pesar de que los ministros de Finanzas africanos han anunciado una suspensión temporal de las tasas aplicadas a las remesas, los efectos sobre las rentas de las familias y su capacidad de gasto van a ser muy importantes. Países como las islas Comoras, Lesoto, Gambia, Liberia y Cabo Verde reciben proporcionalmente la mayor cantidad de remesas y sufrirán más este impacto

3. El impacto sobre el turismo

El sector turístico, en expansión en los últimos 20 años, afronta una recesión sin precedentes. La Organización Mundial del Turismo (OMT) ha pronosticado una caída de las llegadas de turistas de entre el 20% y el 30% a nivel mundial a consecuencia de la pandemia. Aunque los países africanos no están entre los principales destinos turísticos mundiales, el turismo ha sido para África un sector en auge y una importante fuente de creación de empleo, muy por encima de la de otros sectores, como el industrial.

El crecimiento “robusto” del sector turístico en África hasta 2020 se ha debido en buena parte a la recuperación del turismo en Túnez y el continuado crecimiento de Marruecos, principal foco de atracción en el norte de África. También contribuyen a explicar esta tendencia el mayor número de visitantes en algunos países de África Subsahariana, sobre todo en los Estados insulares (islas Mauricio, Seychelles, Comoras y Cabo Verde) y otros como Kenia y Uganda. Esta tendencia continental contrasta, sin embargo, con la del sector turístico en Sudáfrica, la gran potencia turística continental, que pierde fuerza frente a la competencia de otros destinos más baratos en África Oriental.

Según datos de la OMT el continente africano recibió 67 millones de turistas en el año 2018, con un incremento del 7% respecto al año anterior, siendo la contribución del turismo al PIB africano de aproximadamente el 9% y suponiendo el 7% del empleo total. Los mayores receptores de turismo internacional en África son Marruecos, Sudáfrica y Túnez, que de forma conjunta absorben más del 46% del total de entradas de turistas internacionales (Figura ), seguidos de Zimbabue, Costa de Marfil, Uganda, Kenia y Mauricio.

Figura 6. Mayores receptores de turismo internacional en África, 2019 (en % sobre el total africano),

elaboración propia a partir de OMT-UNWTO, 2019.

Aunque no constituyen grandes potencias turísticas, las economías más dependientes del turismo son Seychelles, Cabo Verde, Santo Tomé y Príncipe y Gambia, donde este sector aporta de forma directa a su economía un 25,7%, 17,7%, 10,6% y 8,2%, respectivamente (Figura 7). De forma indirecta, la contribución del PIB puede llegar incluso al 67% para Seychelles y al 46% para Cabo Verde. Estos países son los que, en términos relativos, más sufrirán el impacto negativo del coronavirus. Además, las pérdidas en las aerolíneas continentales van a ser muy significativas para los países que poseen las compañías más potentes, como son Etiopía en primer lugar, seguido de Marruecos, Egipto, Kenia y Túnez.

La comparativa conjunta de los países más vulnerables en tres vectores de impacto del coronavirus en África (rentas del petróleo, ingresos por remesas e ingresos del turismo) nos permite señalar un grupo de países más vulnerables. Destaca el caso de Egipto y Túnez, que sufrirán el efecto combinado de los tres vectores, al tiempo que países como Nigeria, Sudán del Sur, Lesoto, Gambia, Cabo Verde y Marruecos son vulnerables a dos factores, sea petróleo/remesas, o petróleo/turismo.

4. Otros efectos económicos: comercio y cadenas globales de valor

La UE y China son los principales socios comerciales de los países africanos. Debido a la suspensión de la actividad económica en estos países y la caída generalizada de la demanda, en el año 2020 se reducirán las exportaciones africanas de la mayoría de los productos con destino a estos países. Esta caída de la demanda está produciendo a su vez un descenso de los precios de algunos metales clave para la producción industrial china (como el aluminio o el cobre), al tiempo que el parón de la producción económica está interrumpiendo las cadenas globales de valor. En Kenia, por ejemplo, se están destruyendo toneladas de flores que tenían como destino ser exportadas a los mercados europeos y que no tienen salida en los mercados regionales africanos.

Figura 11. Principales socios comerciales de África, 2018 (exportaciones).

UNCTAD.

Al igual que sucede en Europa o EEUU, la fuerte dependencia de las economías africanas de los mercados exteriores se observa también en el suministro de los productos más necesarios para la lucha contra el coronavirus. Todos los países africanos son importadores netos de medicamentos y productos sanitarios, que además provienen en gran parte de países muy afectados por la pandemia (sobre todo la UE y la India).

Como en otros países del mundo, en África se están propiciando cambios productivos y en Sudáfrica, por ejemplo, los fabricantes de máscaras para el sector minero y agrícola están empezando a fabricar máscaras sanitarias.

Otras consecuencias económicas posibles incluyen el probable cambio en las prioridades de las inversiones de los países africanos durante el segundo semestre del 2020, probablemente en detrimento de inversiones en infraestructuras o la lucha contra otras epidemias. Para Naciones Unidas, además, el coronavirus va a tener como consecuencia un deterioro de las estadísticas en los países africanos, donde la mayoría de la recolección de datos es física.

Crecimiento exponencial de casos

La llegada tardía de la pandemia al continente africano había generado una expectativa de que el continente podría estar más protegido que otras regiones del mundo. Sin embargo, el crecimiento de casos registrados está siendo exponencial y, por tanto, es de esperar que para el año 2020 se vaya a producir el fin de ciclo económico expansivo del continente y una nueva situación en la que las economías afrontarán una intensa recesión económica, con perspectivas de recuperación que no serán cortoplacistas.

El impacto económico se va a producir de forma más intensa en los colectivos más vulnerables. Esto es, los que dependen de la economía informal para su subsistencia diaria (según la Organización Internacional del Trabajo, el 66% del total de la población en África Subsahariana), los que viven en peores condiciones en las ciudades más congestionadas, los habitantes en el medio rural aislado y sin acceso a agua o infraestructuras sanitarias, las mujeres –grandes protagonistas del comercio intrafronterizo– y los confinados en campos de refugiados, entre otros, sufrirán los peores efectos de la pandemia.

Los principales vectores o canales de impacto del COVID-19 sobre las economías africanas van a afectar de forma desigual a los países y algunos sufrirán de forma combinada varios de ellos. El factor de impacto aparentemente más relevante para África, esto es, la caída de los precios del crudo, tendrá sin embargo un efecto ambiguo sobre el continente.

Pesadillas económicas

Para los países exportadores de petróleo (como Nigeria, Libia, Argelia, Angola, Congo y Sudán del Sur, entre otros) la caída de los precios y la escasez de divisas es una pesadilla económica, pero para la mayoría de países africanos, importadores netos de petróleo, el contexto de precios bajos es beneficioso y puede ayudar a equilibrar los déficits comerciales.

En el ámbito político, los líderes africanos están reclamando ayuda internacional para la lucha contra la pandemia. Algunos países están poniendo en marcha estímulos fiscales y moratorias en pagos de impuestos (como Nigeria, Cabo Verde y Egipto), pero los subsidios de emergencia para la población, el fortalecimiento de los sistemas sanitarios y la compra de equipamiento necesitan de recursos financieros adicionales que difícilmente pueden afrontar los países africanos sin asistencia externa.

La suspensión temporal de los pagos de intereses de la deuda externa (que ya ha sido reclamada por los ministros de Finanzas africanos) y paquetes extraordinarios de ayuda procedentes de países o instituciones internacionales (como la UE o el paquete de rescate que prepara el G20) son soluciones indispensables ante las limitadas capacidades de los mecanismos nacionales de financiación africanos. También se ha solicitado la contribución de la comunidad internacional al nuevo fondo continental puesto en marcha por la Unión Africana.

En este contexto de desajustes comerciales e interrupción de las cadenas globales de valor, parece cobrar especial relevancia el Área de Libre Comercio Continental Africana (AfCFTA por sus siglas en inglés), proyecto estrella de la Unión Africana, en vigor desde 2019 y cuyo régimen comercial sin aranceles estaba previsto para el próximo 1 de julio.

Se espera que esta fecha se retrase, lo que tiene cierto sentido por la urgencia de dedicar todos los recursos financieros y humanos disponibles a afrontar la pandemia (y no a las cuestiones arancelarias). Sin embargo, puede estar igualmente condicionado por los intereses proteccionistas de varios países africanos que vienen de antes de la pandemia, lo que no sería tan positivo.

De una forma u otra, lo que es cierto es que los líderes africanos están enfatizando la necesidad de implementar el AfCFTA como instrumento clave para la sustitución de los proveedores internacionales por productos y proveedores africanos. Sin embargo, y para que esto suceda, se han de producir importantes cambios productivos que permitan a los países producir lo que otros vecinos demandan.

¿Cambios geopolíticos?

La actual pandemia está favoreciendo en este sentido el inicio de la producción de productos sanitarios a nivel africano. Sin embargo, para que el AfCFTA sirva para fortalecer las cadenas de valor regionales y contribuya a incrementar el comercio intra-africano –que se encuentra entre los más bajos del mundo–, se requiere no sólo retórica política sino además transformaciones económicas y mejora en la red de infraestructuras.

Finalmente, en un momento de creciente importancia estratégica de África en el mundo, con actores internacionales que llevan más de una década en pugna por mantener o incrementar su relevancia económica y estratégica en el continente, está por ver si las consecuencias económicas de la pandemia traerán cambios geopolíticos.

La presencia de China podría verse fortalecida como proveedor indispensable de material sanitario durante esta crisis y lo cierto es que la UE, inmersa en sus propios problemas de lucha contra la pandemia, está siendo lenta en llevar a la práctica acciones concretas de solidaridad con África.

La nueva estrategia para África de la Comisión Europea, anunciada para el próximo noviembre, podría brindar una nueva oportunidad de recuperar la influencia económica y política perdida en el continente, pero los líderes africanos reclaman medidas inmediatas y no promesas de futuro.


Una versión de este artículo fue publicada originalmente en la web del Real Instituto Elcano, colaborador de contenido de The Conversation España.


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