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Dos escolares con mochila, niño y niña, sentados en la hierba con cara de hastío.

Cómo ayudar a los estudiantes con el síndrome postvacacional

Las vacaciones están llegando a su fin y los estudiantes se preparan para un nuevo curso. A la alegría por volver a encontrarse con sus compañeros y compañeras, y al entusiasmo por conocer a su nuevo docente o las ganas de estrenar la mochila nueva o el estuche que nos acabamos de comprar, en ocasiones se unen ciertos nervios.

Para muchos alumnos y alumnas la vuelta al colegio significa retomar una rutina que han perdido y enfrentarse a las dificultades que tanta ansiedad les ha generado el curso anterior, por no hablar de aquellos que no han pasado al siguiente curso.

El inicio de curso es especialmente delicado para los escolares que tienen un diagnóstico de trastorno del desarrollo y están considerados dentro de la escuela como alumnado con necesidades específicas de apoyo educativo. Para la mayoría de este alumnado la vuelta al colegio no produce las mismas emociones positivas que para el resto.

Olvidar contenidos y hábitos

El largo período vacacional de la época estival permite a los niños y niñas olvidar muchos de los contenidos aprendidos y perder los hábitos creados durante el curso.

Para la mayoría de los escolares, retomar estos hábitos es cuestión de semanas, pero para aquellos que presentan algún trastorno del desarrollo retomar esta rutina es un reto más complicado, especialmente aquellos que tiene pautada una medicación con “vacaciones terapeuticas”.

Retomar esta medicación no tiene resultados inmediatos, y los primeros meses de colegio se hacen cuesta arriba.

Recuperar hábitos de sueño

Un buen hábito de sueño es fundamental para que se produzca aprendizaje y es uno de los factores más alterados durante el verano. Unas semanas antes de comenzar las clases es recomendable recuperar los hábitos de sueño de forma paulatina.

La semana anterior al inicio deben acostarse media hora antes cada día y adelantar la hora de levantarse. Los padres pueden poner una tarea a primera hora que obligue a levantarse.

Por ejemplo, pueden ir a realizar la compra de los libros a primera hora en vez de por la tarde. Si los padres trabajan, pueden poner una actividad a primera hora que los obligue a tener un motivo para levantarse.

Comienzo paulatino

Una vez comenzadas las clases, los docentes deben incorporar los hábitos deseados de forma paulatina, teniendo en cuenta la realidad de cada uno de sus pupilos. Es bueno hacer un trabajo las semanas anteriores identificando a aquellos alumnos y alumnas que presentan un diagnóstico para adaptar el aula y el método a las características del grupo.

Se recomienda hablar con los padres para conocer qué hábitos se han mantenido y cuáles se deben recuperar. De esta manera se podrá saber qué emociones están presentes en su alumnado en el comienzo del curso.

Una actividad que favorece este comienzo paulatino es comenzar el día sentándose en círculo con un bastón de la palabra y plantear preguntas sobre lo que sienten al iniciar el curso.

Estas actividades son beneficiosas, además de para que el docente conozca a su alumnado, para que este último tenga la oportunidad de expresar lo que siente y tratar en el transcurso del curso académico conflictos en el aula.

Preparación desde el primer día de vacaciones

Una buena preparación de la vuelta al colegio no comienza las semanas antes del inicio, sino el primer día de vacaciones. El último día de clase, los estudiantes presentan cansancio acumulado durante el curso y ganas de descansar, pero tienen unos hábitos y unas rutinas que no conviene perder.

Es importante que el cerebro descanse y permitirle aburrirse, pues el aburrimiento ayuda a mejorar la creatividad y el desarrollo cognitivo. También es normal que cambien los patrones del sueño, puesto que la duración de los días es mayor que en invierno.

Lo que no debe cambiar es la rutina de hacer cosas, los propósitos a realizar. Estos propósitos deben ser escogidos por los propios menores, consensuándolos con sus padres y madres. Es útil establecer unos horarios y responsabilidades sobre dichas tareas, aunque estemos de vacaciones.

Los campamentos, un buen método

Los campamentos de verano, urbanos y deportivos son un buen aliado en este sentido.

En ellos se adquiere responsabilidad y autonomía y reducimos el tiempo de uso de los dispositivos electrónicos. Y aún más fundamental: les ayudan a no perder los hábitos, a tener propósitos y trabajar las relaciones sociales, un aspecto muy relevantes en algunos trastornos del desarrollo.

¿Cuadernillos de verano?

Es habitual que padres y madres compren al inicio del verano cuadernos de actividades para que sus hijos e hijas no se olviden de los conocimientos adquiridos durante el curso.

Unas horas de trabajo diario no son perjudiciales en el largo período estival, pero hay que tener en cuenta la realidad de cada alumno y de sus padres.

Si presenta un trastorno del desarrollo es posible que haya tenido que esforzarse mucho durante el curso. Por ello, dedicar las vacaciones a realizar más de lo mismo genera frustración y hastío hacia el aprendizaje.

Que los padres presionen para que realicen las tareas puede generar estrés familiar. Una recomendación para trabajar contenidos académicos disfrutando en familia son los juegos de mesa, especialmente aquellos pedagógicamente creados para mejorar procesos cognitivos.

Lo verdaderamente recomendable, en todos los casos, es que padres e hijos pasen tiempo juntos, realizando actividades con las que disfrute toda la familia. De esta forma generaremos vínculos familiares y mejoraremos la comunicación entre padres e hijos.

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