Primer día del primer año del grado universitario. Acudimos a nuestra facultad llenos de ilusión y expectativas sobre esta nueva etapa vital: las personas que conoceremos, las experiencias que viviremos y, por supuesto, lo que esperamos aprender.
Que la etapa universitaria sea satisfactoria depende de muchos factores, pero uno de los más importantes es la actitud del propio estudiante. Esta puede ser pasiva, cuando esperamos recibir de parte del docente toda la información relativa a la asignatura y nos limitamos a escuchar; o activa, cuando somos conscientes de que para aprender hay que poner de nuestra parte.
¿Cómo ejercemos este papel activo y qué peso tiene en la transición a la universidad?
Forjando la arquitectura del pensamiento
Sabemos que acudir a clase no es la única manera de aprender. Si no podemos (o no queremos) ir a clase, podemos pedir al menos una tutoría donde se nos indique un itinerario de aprendizaje, solicitando al profesor una reunión en su despacho para aclarar las dudas y exponerle nuestras inquietudes y problemas de estudio.
Somos libres de estudiar autónomamente todas las lecturas obligatorias y optativas (seguramente más de 200 páginas) y resumirlas y esquematizarlas, elaborando las ideas. Pero si esto nos da pereza, hay un atajo efectivo para sacar buena nota: tomar apuntes. De esta manera, contaremos con una síntesis (entre 40 y 80 folios) de las lecturas, realizada por un experto, que además es el profesor que nos va a evaluar.
Redactar y estructurar notas es forjar la arquitectura del pensamiento. Como intervienen distintas áreas cerebrales (motora, visual y cognitiva), se registran con mayor permanencia datos en la memoria por varias vías y códigos.
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Una narración cohesionada de la asignatura
Tomar apuntes supone asistir a clase a diario para no perder contenido sustancial de un programa cohesionado y coherente. Nos permite seguir la “trama de la historia”, la narración de esa asignatura, como una serie o película, de principio a fin.
El acto de tomar apuntes indica que estamos presentes y escuchando activamente. Evitamos distracciones, porque, al tiempo que redactamos, estamos analizando críticamente lo que oímos y pensando en cómo escribirlo. Esto nos ayuda a establecer conexiones entre temas y sirve como material de revisión posterior.
Y ojo: fotografiar, grabar vídeos o audio en aula sin consentimiento es ilegal. Las plataformas de apuntes fomentan prácticas poco éticas y no son fiables, pues el docente cambia y revisa sus apuntes.
Para rentabilizar al máximo el esfuerzo de tomar notas en clase, a continuación propongo algunos de mis consejos básicos:
1. Los apuntes no son un ‘dictado’
No hay que copiar todas las palabras que dice el o la docente. Evitemos transcribir cada palabra como en un dictado. Usar abreviaturas nos da más tiempo para pensar mientras escribimos.
Es mejor reformular las frases y resumir las ideas principales, con nuestras propias palabras, parafraseando lo escuchado: así ganamos habilidad para sintetizar contenidos. Esta práctica nos hará ágiles para explicar ideas difíciles, porque estaremos fortaleciendo nuestros circuitos neuronales para, por ejemplo, escuchar y argumentar en un debate, además de oxigenar y activar vocabulario creando nuevas asociaciones de ideas y sinapsis.
La escritura creativa y la lectura de literatura, en especial poesía, ayuda a ganar sinónimos y vocablos nuevos. La letra no entra con sangre, sino con ritmo. Cervantes, Sor Juana Inés de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, Quevedo, Góngora, Espronceda, Bécquer, Machado, Rubén Darío, Vicente Aleixandre, César Vallejo, Borges, Cernuda, Dámaso Alonso, Lezama Lima, Octavio Paz, Juana de Ibarbourou, Alejandra Pizarnik… son buenos exponentes de un uso culto y rico de la lengua española.
2. Diferenciar lo fundamental de lo accesorio
Escribir notas implica usar pensamiento abstracto, que se forma entre los 12 y los 15 años, y operaciones cognitivas de gran magnitud. Según la Taxonomía de Bloom, son HOTS (high order thinking skills en inglés), actividades que exigen de nosotros una mayor implicación y más compleja, aumentando nuestra inteligencia. (Y que se contraponen a LOTS, low order thinking skills o actividades de orden inferior, que meramente repiten o reproducen). Formular en nuestras propias palabras nos ayuda a discriminar información y distinguir lo superfluo (ejemplos, comparaciones, repeticiones o anécdotas) de lo fundamental (definiciones, casos y tipologías).
Resulta muy útil el aprendizaje cooperativo digital de la destreza escrita: por ejemplo, hoy en día ya se pueden crear textos síncronamente en Google Docs, lo que modifica las metodologías tradicionales y la noción de autor único (como en el caso de los artículos de Wikipedia).
3. La forma importa: seamos ordenados
Debemos dar coherencia a nuestras notas con un formato claro que nos permita distinguir el valor de cada elemento. Además de escribir la fecha y el título del tema, seamos lógicos en la jerarquización de elementos, ideas y párrafos en correlación con la estructura del discurso.
Para ello, podemos emplear diferentes colores, grafías, títulos, subrayados o negritas. Podemos rodear con un círculo o resaltar los puntos más importantes y marcar lo que no entendemos para aclararlo después de la clase leyendo o preguntando al docente.
4. Revisar los apuntes: el toque imprescindible
Según la curva del olvido de Ebbinghaus, 24 horas tras la clase nuestro cerebro habrá olvidado más de la mitad de lo que recordábamos al final de esta. Quien no haya tomado notas, habrá olvidado todo en una semana. En cambio, quien sí las toma y las revisa tres veces, recuerda casi todo incluso una semana después.
Ese borrador debe revisarse ese mismo día para consolidarse, y volverlo a revisar en diferentes momentos. Este estudio secuenciado garantiza una mejor fijación y recuperación de contenidos. Nada de atracones la noche antes del examen.
5. Ponernos a prueba
Comprobemos, al salir de una clase, si somos capaces de escribir un resumen de las ideas principales (una hoja al menos, por ambas caras). Un primer recuerdo exitoso de la información mejora nuestra capacidad para recuperar esa información más tarde (será menos probable que la olvidemos). Anotemos los detalles que no hemos podido retener, identifiquemos las lagunas, lo que no sabemos.
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6. Ampliar información e incluir referencias
Al anotar, conviene dejar márgenes o espacios para complementar con lectura independiente; releer y ampliar permite personalizar y profundizar en la información. No basta con saber repetir: hay que comprender, estudiar razonando y ser capaz de recrear el contenido tiempo después.
Resulta esencial incluir todas las referencias. Si citamos directamente a una persona o fuente, escribámoslo en un color diferente o resaltémoslo: un dato concreto objetivo no equivale a una opinión, que es algo subjetivo. Es obligatorio citar la fuente original de información, añadiendo los detalles bibliográficos (números de página, título, sitios web, noticias o imágenes, incluso si están generadas con IA).
7. ¿Qué pienso yo de todo esto?
Encuentro muy recomendable incluir en los apuntes nuestros propios pensamientos e ideas. Así fomentamos el pensamiento libre y crítico. Por ejemplo, la práctica del diario emocional puede entrenarnos y darnos soltura.
El diario emocional nos permite dar voz a nuestra corriente de pensamiento y sentimientos de manera libre y artística, verbalizando emociones con nuestro propio estilo. No hay que temer soltar la propia voz.
Pocos llegan a la universidad sabiendo simplificar, abreviar, usar símbolos y estructurar: así que paciencia, ¡se aprende haciendo!