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Covid-19: Ocho aprendizajes tras un año de escuela recluida

Durante muchos años estaremos estudiando cómo nos afectó la pandemia: su inesperado y radical impacto, la resistencia y dificultad para superarla, el devastador efecto en la economía, la situación social marcada por la desigualdad que se dibujó y otras secuelas tan graves como profundas.

Y, lógicamente, el marco educativo emerge como un espacio de singular relevancia por el alcance y las hondas cicatrices dejadas. Muchas de las verdades bien asentadas se han visto trastocadas y, en no poca proporción, transformadas.

En este sentido, en la enseñanza se están observando dos direcciones opuestas. Una, que advierte del retroceso observado en el proceso de innovación que se estaba consolidando en los últimos años. Y, otra, por el contrario, que muestra el cambio que muchas escuelas y docentes han puesto en marcha para poder atender a los escolares con suficiente garantía de calidad y equidad.

Estar confinados o reducidos a un grupo burbuja no formaba parte del imaginario de ningún docente hace apenas un año. Ha hecho falta mucha creatividad, energía y sentido del compromiso pedagógico para que los obstáculos se puedan convertir en retos.

La escuela ante la innovación

Nuestra investigación “Anatomía del cambio educativo: la escuela ante el reto de la innovación”, en consonancia con esto, se ha visto obligada a girar en una buena parte de sus propósitos iniciales y nos hemos centrado, en un primer estudio, en analizar cómo la pandemia de la Covid-19 está afectando a las iniciativas innovadoras de Andalucía.

Los primeros datos nos confirman esas dos perspectivas antes aludidas: retroceso y retorno a posturas muy convencionales y simplificadas de enseñanza o, por el contrario, adopción de medidas innovadoras que promuevan un aprendizaje sólido y acorde con los tiempos que vivimos, marcados por la complejidad, el acceso a la información y la diversidad.

Nuevas iniciativas para tiempos nuevos

En esta breve aportación nos centraremos en el segundo relato: lo que hemos aprendido de una escuela “recluida” que se resiste a ser reducida. Muchas han sido las iniciativas que han activado:

  1. Participación de la familia. Más allá de la intención de que sea la familia la que sustituya al profesorado haciendo de vigilante y tutor casero en las tareas escolares, hemos visto aulas y centros preocupados por aprovechar y promover el capital cultural familiar de forma que la implicación del contexto doméstico otorgue espacio y funcionalidad a los conocimientos que se están trabajando en el ámbito escolar.

    Se insta a los padres y madres a que, con su colaboración, se pueda hacer un uso práctico de los contenidos para que se empleen en situaciones distintas y cotidianas de forma que se generen unas competencias funcionales más allá del consabido “relleno de fichas y lecciones”.

    Evitar el aparcamiento frente al televisor para fomentar tareas y experiencias culturalmente relevantes es uno de los logros que esta pandemia está poniendo de relieve. La implicación familiar así entendida está mostrando el potencial formativo que tiene el contacto entre dos contextos que, en demasiadas ocasiones, han vivido de espalda.

  2. La inevitable presencia de los dispositivos digitales. Si bien es verdad que algunas de estas herramientas estaban ya presentes en las clases, la pandemia ha subrayado su protagonismo.

    Y, además, muchas experiencias muestran un uso no solo instrumental y repetitivo del tipo consulta y responde. Ahora, comprobamos cómo se realizan producciones que luego se comparten y abren a los demás: vídeos, presentaciones, álbumes digitales, etc.

    La creatividad y la elaboración original en función de una información plural y diversa se ha abierto camino y viene a mostrar que la repetición mecánica y memorística tiene poca sintonía con una sociedad conectada, abierta y con acceso digital a diversas fuentes de contenidos e información.

    Unido a estos recursos y herramientas dispuestos en la red también encontramos plataformas, repositorios, redes, etc., que poco a poco ganan un terreno anteriormente ocupado muy mayoritariamente por el libro de texto.

    La información y su tratamiento didáctico así dispuesto salva, en alguna media, el riesgo del vagabundeo digital o la atención a falsos datos o información sesgada. Competencia que la escuela necesita promover, pues no vale salir de la información cerrada en un manual para caer en un laberinto de imprevistos resultados. Muchos de estos recursos didácticos están ayudando en esa dirección.

  3. Relacionar contenidos para fomentar un conocimiento relevante. El abultado currículo actual hace que cualquier aprendizaje se caracterice por la superficialidad y la ocasionalidad.

    Además, esa fragmentación academicista impide atender a cuestiones estimulantes y significativas para los estudiantes. Y en momentos de la crudeza que vivimos, encontramos centros que han visto en la interdisciplinariedad o globalización (integración curricular) una manera de hacer el aprendizaje más atractivo y cercano al mundo que viven los escolares a la vez que pueden reducir los contenidos más repetitivos e inútiles gracias a las conexiones entre materias.

  4. Dinámicas de clase basadas en procesos activos. Con la intención de favorecer la motivación y otorgar protagonismo a los estudiantes, observamos que planteamientos como el trabajo por proyectos, aula invertida, “gamificación” y otras metodologías afines a las pedagogías emergentes se están abriendo paso y consolidando como estrategias estables en muchas de nuestras aulas, lo que está impulsando un cambio metodológico ya ampliamente demandado.

  5. Abrir las aulas, otros escenarios donde aprender. Tras el confinamiento, ha llegado el momento para los “grupos burbuja” y la reclusión en el aula para impedir contagios. Un aislamiento tan doloroso como incómodo. Muchos centros han reactivado los espacios abiertos (entorno, huerto, jardines, patio, etc.) como escenarios llenos de posibilidades para aprender de forma segura y saludable.

    Vemos, una vez más, el retorno del aula abierta y el escenario natural como un lugar lleno de estímulos y oportunidades.

  6. Evaluar, mucho más que calificar. Este espinoso tema también está ofreciendo avances y transformaciones. Son muchas las experiencias que están asumiendo una evaluación formativa que ofrece apoyo durante el proceso con objeto de promover buenos resultados. No basta con esperar al final para comprobar el rendimiento. Ahora se revisa y orienta a lo largo de la experiencia para que se muestre el aprendizaje según distintas evidencias: carpetas de trabajo, exposiciones, intercambio de producciones o rúbricas han llegado para llenar un espacio anteriormente limitado por el memorismo expuesto en un examen.

  7. El equipo docente para dar respuesta a las necesidades pedagógica. El tradicional hastío que provocan las repetitivas y formales reuniones docentes han dado paso a una franca colaboración entre iguales.

    Atender a las inmediatas demandas educativas y compartir conocimiento profesional son una realidad que ha cobrado presencia en abundantes grupos de docentes dispuestos a prestarse ayuda con objeto de dar respuesta a los innumerables requerimientos que esta insólita situación ha provocado.

    Los convencionales encuentros se superan por formatos más informales, pero de mayor funcionalidad: grupos de WhatsApp, redes ocasionales, etc. Un ejemplo de apoyo mutuo que contiene el germen de una colaboración profesional sincera.

  8. Autonomía pedagógica de centro. Dada la particular forma en que la pandemia se muestra en cada caso, observamos cómo los centros educativos están incorporando respuestas singulares y adaptadas a sus necesidades. Si la homogeneidad había sido un descriptor de nuestras escuelas, hoy la diversidad está siendo la realidad más repetida.

Los grandes escollos sin solventar

No obstante, también estamos encontrando algunos escollos que deben ser tenidos en consideración. Entre los más repetidos podemos considerar el negocio oportunista de plataformas, programas y otros mercachifles que al calor de la urgente necesidad de nuevos recursos se ofrecen como una solución mágica que antes buscan el beneficio comercial o mediático que una sincera preocupación por la mejora de la enseñanza.

Por otro lado, si la diversidad es una realidad, la desigualdad que a veces le acompaña no es menos cierta. Así, la escuela confinada nos ha puesto ante un espejo que muestra que la igualdad de oportunidades habita aun muy lejos de nuestras aulas y nuestros escolares.

El cambio y la innovación educativa implican asumir un reto que en muchas ocasiones expone al profesorado a situaciones que les es muy difícil aceptar.

La intensificación laboral, así como la incertidumbre, se configuran en este prolongado periodo de tiempo como algo complicado de mantener. La entrega sin medida es encomiable pero no exigible. Hace falta que la educación y su mejora, si la queremos hacer mantenible, ocupen un mayor espacio en la agenda y los presupuestos oficiales

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