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Cuando tenemos que elegir entre cuidar del planeta y cuidar de las personas

María está concienciada con el cuidado del medio ambiente y va al supermercado a comprar con sus propias bolsas, usa lo menos posible su coche, utiliza transporte público, recicla y compra electrodomésticos de alta eficiencia. Contribuye en todo lo que puede. Hoy ha vuelto del supermercado con algo de remordimiento porque estamos en febrero y ha comprado uva que no está de temporada en España y viene de Perú. Ella prefiere consumir productos locales y de temporada, pero su hija come poca fruta y con las uvas sabe que no tendrá problema.

¿Están fundados los remordimientos de María? En otro artículo ya comentábamos que el consumo local no es siempre más favorable para el medio ambiente. Sí lo es, en España, cuando es a la vez consumo local y de productos de temporada. La eficiencia del sector agrario español implica que las emisiones totales de gases de efecto invernadero y el consumo de agua (huella de carbono y huella de agua) vinculadas a la producción doméstica son menores que las de las frutas y verduras importadas. Aunque esto no es así si el consumo es local, pero de productos fuera de temporada.

En definitiva, en relación con el medio ambiente los remordimientos de María tienen base. Pero este no es el final de la historia.

La triple dimensión de la sostenibilidad

Disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero es una necesidad para luchar contra el cambio climático y sus consecuencias. Esa decisión de consumir la uva peruana o sustituirla por productos españoles y de temporada no solo afecta al medio ambiente. También tiene consecuencias en los otros ámbitos de la sostenibilidad: el económico y el social. Es decir, puede afectar a la generación de renta y empleo, tanto en nuestro país como en zonas deprimidas o en países en vías de desarrollo, y empeorar objetivos tan loables y necesarios como la reducción de la pobreza.

La sostenibilidad implica cuidar de las personas y del planeta. A veces, se producen sinergias y es posible hacer ambas cosas al mismo tiempo, mientras que en otras ocasiones se produce un conflicto de objetivos.

La posibilidad de que aparezcan sinergias y conflictos pone de manifiesto la necesidad de llevar a cabo un análisis conjunto de todas las dimensiones de la sostenibilidad: económica, social y ambiental.

El conflicto de objetivos

¿Cuándo se produce este conflicto de objetivos? Por ejemplo, cuando esas decisiones de consumo local y de temporada en las regiones ricas del planeta, como España, impactan en el medio ambiente y el desarrollo social de regiones pobres de donde provienen nuestras importaciones de productos agrarios o textiles.

Una de nuestras investigaciones ha evaluado conjuntamente el impacto de las decisiones de consumo de frutas y verduras sobre la huella de carbono, de agua y sobre el empleo.

Por ejemplo, sustituir el valor de todas las importaciones españolas de frutas y verduras por producción doméstica supondría una reducción de la huella de carbono y también de la huella hídrica, con la única excepción de las verduras fuera de temporada, donde las necesidades de agua escasa aumentarían a nivel global un 13 %.

Este es un resultado positivo de la sustitución de importaciones por consumo local y de cercanía. Sin embargo, en términos de empleo, esa decisión de consumo local supondría una disminución global del empleo de casi 800 mil puestos de trabajo. Además, estos puestos de trabajo estarían concentrados sobre todo en países en vías de desarrollo de América Latina y África.

En el programa Fashion victims (Salvados, La Sexta), Jordi Évole ponía en 2016 de relieve los bajos salarios y durísimas condiciones de trabajo del sector textil en países en vías de desarrollo. Hacia el final, preguntaba el entrevistador a una de estas trabajadoras qué les pediría a los consumidores de los países ricos. La respuesta era “que compren mucho, porque así tendremos trabajo y mejor sueldo”.

Necesidad de un análisis global integral

La solución para esta trabajadora no es dejar de comprar ese producto, pues en ese caso pierde su empleo. La solución necesariamente pasa por mejorar su salario y sus condiciones de trabajo. Normalmente, no existen soluciones sencillas a problemas complejos y la sostenibilidad económica, social y ambiental de nuestro planeta es un problema complejo producido por la actuación de millones de ciudadanos, cientos de miles de empresas, miles de regiones y ayuntamientos y un par de cientos de países.

Por un lado, el consumo responsable de María necesita disponer de una información veraz y lo más sencilla posible. Actualmente, existen etiquetados en este sentido (comercio justo, reciclado, libre de plástico, emisiones de CO₂). Pero estas etiquetas suelen hacer referencia solo a una dimensión y nuestra investigación sugiere que sería necesario un etiquetado más integral que incorpore todas las dimensiones de la sostenibilidad. Así, los supermercados podrían ofrecer cestas de consumo de frutas y verduras en cada temporada sostenible en las tres esferas mencionadas.

Además, la responsabilidad de María es limitada. Sus decisiones como consumidora y como ciudadana pueden contribuir a guiar a la economía por la senda de crecimiento sostenible. Pero necesita que el resto de los agentes responsables le ayuden.

La actuación como consumidoras de todas las Marías del mundo se diluirá como un azucarillo en un litro de agua si no va acompañada de políticas públicas y de la actuación de las empresas en el mismo sentido. Actuaciones como la propuesta de directiva sobre diligencia debida por parte del Parlamento de la Unión Europea en la que las empresas deben hacerse responsables del cumplimiento de objetivos relacionados con los derechos humanos y la huella de carbono a lo largo de toda su cadena global de la producción o el Índice de Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo van en la dirección adecuada.

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