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ilustración de una resonancia cerebral con dibujos de virus.

Daños neurológicos de la COVID-19

El virus de la COVID-19 sigue guardando secretos, a pesar del gran esfuerzo investigador que se está realizando.

Cada día aparece un nuevo síntoma o un nuevo efecto. Y siguen existiendo lagunas en el conocimiento de los medios a través de los que se transmite el virus, la inmunidad que genera, las secuelas que deja o la capacidad de contagio de los pacientes asintomáticos.

Pero entre las dudas y nuevas preguntas que surgen a medida que se avanza en el conocimiento del SARS-CoV-2, queremos centrarnos en la posibilidad de que pueda afectar al sistema nervioso.

Los virus de la familia de los coronavirus pueden afectar al sistema nervioso

Contamos con el conocimiento obtenido en investigaciones realizadas durante anteriores epidemias causadas por coronavirus como el MERS-CoV y el SARS-CoV-1. Sus resultados muestran que los coronavirus pueden afectar al sistema nervioso por diversos mecanismos. Entre ellos se incluyen:

  1. Las afectaciones neurológicas como encefalopatías o ictus, consecuencia de la respuesta hiper-inflamatoria y de hiper-coagulación inducida por el virus;

  2. La encefalitis producida por la invasión directa del sistema nervioso central;

  3. Las complicaciones postinfección relacionadas con la respuesta inmune.

Contribución de la neurología española

El estudio Albacovid es el mayor realizado hasta la fecha sobre la aparición de síntomas neurológicos en pacientes de COVID-19. Sus resultados muestran que de 841 pacientes ingresados por COVID-19 en dos hospitales de Albacete durante el mes de marzo, más de la mitad manifestaron síntomas neurológicos.

¿Podría el virus llegar al cerebro?

La presencia de los virus de la familia de los coronavirus en el sistema nervioso central (concretamente en el cerebro) parece indicar que son capaces de romper la defensa cerebral constituida por la barrera hematoencefálica. Ésta protege al cerebro de la entrada de patógenos a través del torrente sanguíneo.

Sabemos que uno de los principales efectos del SARS-CoV-2 se manifiesta a través de procesos inflamatorios (la denominada ‘tormenta de citoquinas’) principalmente en el sistema respiratorio. Pero también afecta a otros órganos, incluyendo el sistema nervioso.

Se sabe también que durante la enfermedad neurológica, los tejidos del cerebro, incluidos los vasos sanguíneos y la sangre, se destruyen. Esto conduce a una inflamación y debilitamiento de la barrera sangre-cerebro, alterando su permeabilidad. Y el proceso empeora cuando existe una inflamación externa al cerebro.

Ambos procesos (inflamación fuera del cerebro y debilitamiento de la barrera hematoencefálica) podrían crear las condiciones idóneas para el asalto del SARS-CoV-2 al cerebro.

Se ha informado de casos que cumplen los criterios para ser considerados casos plausibles de encefalitis resultante de infección del sistema nervioso central por el SARS-CoV-2. Pero son casos muy raros, y es importante señalar que los estudios científicos disponibles hasta el momento sugieren que este virus solo raramente puede producir una verdadera encefalitis o meningoencefalitis asociadas a una evidencia de invasión viral directa del sistema nervioso central.

A día de hoy se ha detectado el virus SARS-CoV-2 en diversos órganos, pero no en el cerebro. Es decir, no se ha confirmado la invasión directa del sistema nervioso central.

Efectos a largo plazo y aviso a (jóvenes) navegantes

Por el momento no se conocen bien todos los efectos que los coronavirus pueden producir en el cerebro, sus consecuencias en las funciones cognitivas, y la reversibilidad o irreversibilidad de las mismas. Pero hay que tener en cuenta los efectos neurológicos que el virus puede provocar a largo plazo, incluso en personas infectadas actualmente asintomáticas.

En estas personas no se observan síntomas externos evidentes (por ejemplo respiratorios, febriles o inflamatorios). Pero podría darse la circunstancia de que entre estos pacientes “asintomáticos” se encuentren casos en que los posibles efectos que a corto plazo permanecen ocultos podrían producir cuadros neurológicos.

Estos cuadros pueden incluir deterioros cognitivos a nivel de memoria o navegación espacial. O trastornos psiquiátricos causados directamente por la infección viral. Podrían también desembocar en el desarrollo de otras patologías.

Finalmente, podría verse seriamente afectado el sistema nervioso periférico, y como consecuencia los sistemas locomotor y respiratorio, así como a los órganos de los sentidos.

El cerebro podría convertirse en un reservorio del virus. Es decir, el virus podría persistir en el cerebro sin manifestar una enfermedad neurológica aparente. Aunque como se ha visto en otros casos, estos virus pueden finalmente estar involucrados en enfermedades tan graves como la esclerosis o el síndrome de Guillain-Barré.

En definitiva, la supuesta asintomatología de algunos infectados podría estar encubriendo efectos neurológicos que podrían aparecer a largo plazo y ser graves.

Una campaña: Educación en valores

Recordemos las campañas de la Dirección General de Tráfico en España cuando se implantó el carnet por puntos, en tiempos en que los accidentes de tráfico graves aumentaban sin cesar. Esta contribución es un modesto clamar, un concienciado grito de aviso a navegantes por los mares de la inconsciencia sobre los efectos de la COVID-19 y la irresponsabilidad en la aplicación de las medidas para ponerle freno.

En prácticamente todos los países del mundo se han implantado medidas de distanciamiento social y confinamiento para hacer frente a la pandemia. Medidas que han limitado algunos de nuestros derechos, delimitando la frontera entre éstos y nuestras obligaciones para con los demás.

El individualismo, el egoísmo y la irresponsabilidad no consiguen detener la propagación del virus. Por el contrario, la facilitan. Frente a ellos, abogamos por la respuesta colectiva y responsable de la comunidad como único medio para su derrota.

Las medidas epidemiológicas que adoptamos y la respuesta colectiva, responsable y solidaria están destinadas no solo a proteger colectivamente a los seres humanos y ciudadanos que somos, sino también individualmente a las personas que seremos en un futuro no muy lejano.

Estas evidencias deberían contribuir a que seamos capaces de medir los riesgos que contraemos personalmente y, por extensión, los que hacemos contraer a nuestros conciudadanos. Hay que trabajar en aras de la responsabilidad, a la vez que en pro de la inteligibilidad. Es una cuestión de actitud, de educación, de inteligencia, de cultura… en suma, de justicia social, y, por ello, objetivo de un nuevo contrato social.

Precisamente respecto a la educación, una invocación al último libro del neurocientífico español Francico Mora. Su titulo ‘Neuroeducación y lectura’ y su contenido son un alegato al apasionante mundo de la lectura. Por responsabilidad, ante la covid-19 leamos más, hablemos con prudencia y bebamos con mesura.


Una versión de este artículo fue publicada en la web de la Asociación Española para el Avance de la Ciencia (AEAC).

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