En 2018, por primera vez en la historia, los mayores de 64 años superaron a la población menor de cinco. Esta transición demográfica hacia una sociedad más longeva plantea preguntas fundamentales que van más allá del simple aumento de la esperanza de vida.
¿Estamos preparados para una población cada vez más longeva? ¿Cómo deben adaptarse nuestras economías y políticas para enfrentar el reto demográfico y aprovechar las oportunidades de este cambio estructural?
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Un cambio en el paradigma económico y social
La transición demográfica es una realidad que afecta a todos los aspectos de la vida social y económica. Una mayor esperanza de vida constituye sin duda un logro para la humanidad, pero también exige una adaptación profunda de las estructuras económicas y sociales.
Con menos personas en edad de trabajar y más personas jubiladas, las economías enfrentan presiones significativas sobre el gasto público, especialmente en pensiones y atención sanitaria. Además, el envejecimiento plantea desafíos relacionados con la inclusión social, el edadismo y la equidad intergeneracional, ya que las generaciones más jóvenes podrían cargar con un peso financiero mayor si no se implementan cambios adecuados.
A pesar de que estas cuestiones son cruciales, faltan datos y herramientas de medición que ayuden a comprender cómo los países están abordando este desafío. Hasta ahora, la mayoría de los análisis sobre el envejecimiento se han centrado en indicadores aislados, como la proporción de personas mayores o las tasas de dependencia, sin ofrecer una visión completa y multidimensional de la preparación de los países para enfrentar esta transición.
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Capturando la complejidad de la longevidad
Aquí es donde entra en juego el Senior Economy Tracker (SET), un nuevo índice que permite evaluar cómo se adaptan los países al reto demográfico, proporcionando medidas que permiten analizar la evolución temporal y la comparativa entre países.
Las medidas existentes a menudo se quedan cortas a la hora de capturar la complejidad de la longevidad. La mayoría de los índices disponibles (por ejemplo, el Active Aging Index de la Organización Mundial de la Salud) ofrecen una perspectiva limitada al enfocarse en un solo aspecto, como la salud o el empleo, lo que impide una comprensión integrada de los desafíos y oportunidades que plantea el envejecimiento poblacional.
El SET, en cambio, abarca cuatro dimensiones clave –demográfica, institucional, macroeconómica e individual– para proporcionar una visión más completa y holística de cómo los países están gestionando el reto de la longevidad.
Este nuevo índice, desarrollado por investigadores de la Universidad Pontificia Comillas en colaboración con Ageingnomics (Fundación Mapfre), toma en consideración la proporción de personas mayores en una sociedad, la capacidad de las instituciones para apoyar el envejecimiento saludable, la inclusión económica de los mayores en el mercado laboral y la calidad de vida general de esta población.
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¿Qué países lideran el reto demográfico?
Al aplicar el SET a 27 países europeos durante el período 2010-2021, hemos encontrado diferencias significativas en las estrategias y niveles de preparación para abordar los efectos socioeconómicos del reto demográfico. Así, los países nórdicos, como Dinamarca y Suecia, están a la vanguardia de la adaptación a la transición demográfica.
Estos países han adoptado un enfoque integrado, combinando políticas efectivas de envejecimiento activo con sistemas de bienestar sólidos que apoyan tanto a los mayores como a las generaciones más jóvenes. Esta preparación avanzada se refleja en altas puntuaciones en todas las dimensiones evaluadas por el SET.
Por el contrario, muchos países de Europa del Este, como Rumanía y Bulgaria, se encuentran rezagados, con desafíos significativos en términos de infraestructura institucional, participación económica de los mayores y calidad de vida. Estos países muestran la necesidad urgente de reformas políticas y económicas que aborden las carencias en sus sistemas de apoyo y promuevan un envejecimiento más activo y saludable.
El dividendo de longevidad
Una de las principales conclusiones del SET es que la longevidad no tiene que ser un peso sino más bien una oportunidad. El concepto de dividendo de longevidad se refiere a los beneficios económicos y sociales que pueden obtenerse si las sociedades logran maximizar las contribuciones de las personas mayores, no solo como consumidores, sino también como trabajadores, mentores y voluntarios.
Según el investigador Andrew Scott, fomentar un envejecimiento activo y saludable podría transformar lo que hoy vemos como un coste en una fuente de crecimiento económico y bienestar social.
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Sin embargo, para que este dividendo sea posible, se requiere un esfuerzo coordinado entre gobiernos, empresas e individuos. Los países que lideran en el SET han demostrado que es esencial fomentar la formación continua, adaptar los lugares de trabajo para incluir a trabajadores mayores y promover hábitos de vida saludables desde una edad temprana.
En este sentido, al proporcionar un marco integral y fácil de interpretar, el SET facilita el desarrollo de intervenciones políticas más efectivas, fomenta la toma de decisiones informadas y aumenta la conciencia pública sobre la importancia de adaptarse a los cambios demográficos.