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El ‘efecto arrastre’ del año electoral en España

Un buen número de parcelas de poder se disputan el domingo 28 de mayo en ayuntamientos y comunidades autónomas españolas. La cita adquiere especial relevancia si se tiene en cuenta que son consideradas, no sin razones, como la antesala de las elecciones generales presuntamente previstas para final de año.

Con tanta profusión de encuestas que inundan los medios, los datos demoscópicos basados en muestras representativas darán paso a una foto fija y real del voto, no solo de las intenciones del voto. Podrá hablarse ya sobre datos reales, si bien la naturaleza local y autonómica de los comicios añade un componente que puede distorsionar la proyección nacional de los resultados.

Los principales partidos políticos se hallan, desde enero, inmersos en la precampaña. Desde sus cuarteles generales, las estrategias se han puesto en marcha para “calentar” debidamente el ambiente. Las elecciones son una confrontación, y de ahí las habituales metáforas de cariz belicista que se utilizan tanto internamente dentro de esos equipos como en los medios de comunicación que las cubren.

En política se gana o se pierde poder, nunca se empata. En este caso, con unos comicios a la vuelta de la esquina que determinarán en buena parte el futuro gobierno de España, los tintes dramáticos del enfrentamiento de mayo se acentúan. Esa proximidad temporal resulta un condicionante presente en el ambiente colectivo, en la atmósfera moral que las rodea.

Los efectos sobre el votante

Nunca está de más, sin embargo, recordar la naturaleza de las elecciones del próximo mes de mayo y sus efectos sobre el voto o, mejor dicho, sobre el votante. No es lo mismo votar a quienes van a regir un ayuntamiento, donde se acentúa el factor de la cercanía de los ciudadanos a los problemas concretos que vive, que a aquellos que lo van a hacer desde instancias más lejanas, sean gobiernos autonómicos o el nacional. Hay, asimismo, territorios donde históricamente la transversalidad del voto que recogen candidatos con carisma y tirón transgrede las fronteras ideológico-políticas.

Es el PSOE quien se juega más, dado que preside nueve de las doce comunidades autónomas en juego. Tan solo en Murcia y la Comunidad de Madrid defiende el PP sus posiciones. En el ámbito local, de los 8 000 ayuntamientos en liza, el PSOE ha de defender 22 329 concejales frente a los 20 235 del PP y 15 alcaldías frente a 8 del PP en las 30 poblaciones con mayor número de habitantes del país.

Se vislumbran batallas con pronóstico incierto en importantes alcaldías como Barcelona, Valencia, Sevilla, Bilbao y Pamplona, o en comunidades de distinto signo político como la Valenciana, Madrid, Aragón e Islas Baleares.

El sistema electoral proporcional y la concurrencia de otros partidos implica que no solo habrá que tener en cuenta el número de concejales y parlamentarios conseguidos, sino también la política posterior de alianzas para constituir ayuntamientos y gobiernos autonómicos. La cuestión de las alianzas, presentes y futuras, será un factor relevante a la hora de gestionar las campañas. El hecho de con quién se ha pactado en el último mandato o la declaración de con quién se piensa pactar en el próximo interesa y mucho al electorado y promete ser un tema de discusión recurrente entre los distintos partidos y candidatos.

Hay tantos puestos en juego que habrá que prestar atención a una amplia variedad de escenarios posibles. En el ámbito más estrictamente político general, está la cuestión del reparto de votos entre PP y Vox en el ámbito de la derecha, y entre PSOE y Unidas Podemos y sus confluencias en la izquierda.

¿Quién parte con ventaja?

Debido a su amplia implantación territorial, socialistas y populares parten con cierta ventaja en este tipo de comicios. Las crecientes rencillas y disputas entre los dos socios del gobierno de España pueden cobrarse víctimas entre sus electorados habituales y provocar fluctuaciones de voto. Asimismo, la estrategia de moderación impulsada por Feijóo en el PP en sus pasos hacia el centro político puede indirectamente favorecer a Vox si los de Abascal saben manejarla a su favor.

Si los márgenes son estrechos, determinar quién ha ganado las municipales y las autonómicas puede no resultar una tarea fácil, especialmente cuando se requiere muchas veces de pactos posteriores para investir al alcalde o al presidente. En todo caso, de cara a las elecciones generales de fin de año, los resultados de mayo no pueden no tener impacto, especialmente entre un PSOE y un PP que aspiran a gobernar España en la próxima legislatura.

Quienes consigan más parcelas de poder se verán moralmente reforzados y, a sensu contrario, los perdedores deberán reactivar el posible desánimo que cunda entre sus propias filas. Ya ha ocurrido en ocasiones anteriores y, aunque esos precedentes no sean de obligado cumplimiento posterior, se instalan en el subconsciente colectivo y pueden producir el efecto arrastre.

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