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Manifestantes antimascarillas, antivacunas y antitest de covid en Londres en agosto de 2020. Shutterstock / T Salci

El escepticismo ante las vacunas: un reto en la era de la covid-19

En los últimos años se ha observado una mayor reticencia a la vacunación, acompañado por un incremento en el número de nuevos casos de enfermedades infecciosas prevenibles a través de estas herramientas. Algunas de las cuales ya habían sido controladas o eliminadas, como el sarampión o la polio. Como consecuencia, en 2019 la Organización Mundial de la Salud (OMS) identificó la “reticencia vacunal” como una de las diez amenazas más importantes para la salud global. Hoy el mundo afronta la pandemia de covid-19 causada por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2, con millones de personas infectadas. De momento no se dispone de una vacuna aprobada para combatirlo.

La pandemia de covid-19 ha hecho resurgir el debate sobre la importancia y necesidad de contar con vacunas que sean fiables, altamente efectivas y de rápido desarrollo. Con la posible aprobación de dos vacunas prometedoras, que reportan una eficacia del 90 % y el 94 % durante estudios de fase tres, es importante conocer el nivel de reticencia vacunal, tanto en la sociedad como en grupos de alto riesgo, como los profesionales de la salud y las personas mayores.

La OMS, a través de su Strategic Advisory Group of Experts (SAGE), definió la reticencia vacunal como “el retraso en la aceptación o el rechazo de las vacunas a pesar de su disponibilidad”.

Este fenómeno se manifiesta como un continuo que se extiende desde tener una simple duda, pasando por el retraso a ponerse una o más vacunas, hasta el rechazo total a la vacunación. Esta reticencia es diferente dependiendo de la población estudiada y de factores socioculturales como la religión, que pueden influir en la decisión de vacunar.

En un estudio realizado en la ciudad de Barcelona sobre la reticencia a la vacunación sistemática infantil, se observó que alrededor del 25 % de los profesionales de pediatría de atención primaria mostraba reticencias hacia las vacunas, y de ellos más de la mitad (un 60 %) manifestaron confiar más en aquellas vacunas con mayor tiempo de existencia y aplicación, que en aquellas más nuevas.

El continuo de aceptación o rechazo de las vacunas depende tanto de la confianza en los profesionales de la salud, en el sistema de salud, o en la ciencia, como del contexto sociocultural y político.

En otro estudio reciente realizado en 19 países, publicado en Nature Medicine, solo el 32 % de los participantes (4 286 de 13 426) aceptaría vacunarse [de COVID-19] “si fuera recomendada por su empleador y estuviera comprobada su seguridad y efectividad por el gobierno.” Y otras experiencias globales realizadas en profesionales de la salud y estudiantes universitarios muestran también entre un 13 % y un 60 % de dudas ante una posible vacuna de covid-19. Estos datos son especialmente alarmantes, ya que los profesionales sanitarios asumen un enorme protagonismo en relación a la decisión de vacunar, ya que por una lado son la fuente de información más consultada por las familias y, por otro, sus convicciones y actitudes son factores determinantes en la decisión de las familias.

Aunque las tasas de reticencia a vacunarse con una posible vacuna de covid-19 varían y aún faltan datos para entender mejor la situación, existe una necesidad clara: hay que aumentar la confianza en las vacunas y en su proceso de desarrollo.

En este sentido, es necesario resaltar la importancia de comunicar bien el proceso de desarrollo de una vacuna desde sus estadios iniciales, pasando por los estudios de eficacia y seguridad a que están sometidos, hasta la implementación de las campañas de vacunación. Es importante explicar bien que las vacunas están sometidas a procesos de evaluación muy rigurosos, incluyendo su aprobación por una agencia reguladora, y que este estándar se mantendrá para la vacuna de covid-19 que esté disponible.

Para poder controlar de manera efectiva la actual pandemia será necesario contar con una amplia disponibilidad de la vacuna así como afrontar las posibles reticencias. Además, será imprescindible realizar un esfuerzo especial para, por un lado, informar y trabajar con los profesionales sanitarios decisivos en la atención a las familias y, por otro, incluir aquellas poblaciones más vulnerables como migrantes en situación irregular, personas usuarias de drogas, personas sin techo o personas viviendo en peligro de exclusión social.

Los esfuerzos y las políticas para frenar esta pandemia serán exitosos únicamente si son inclusivos de aquellas personas que a menudo son olvidadas por la sociedad. Una vez que tengamos la vacuna aprobada, hacer que llegue a todas las personas será uno de los grandes retos para el mundo entero.

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