El 16 de abril de 1866 representó una fecha histórica para la música española: se estrenaba en Madrid la primera sinfonía completa del compositor alemán Ludwig van Beethoven. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que ya desde comienzos del siglo XIX se percibía en España un interés manifiesto en la música del genio alemán. Al menos desde 1805 se constata documentalmente la audición de fragmentos de sus sinfonías en distintos escenarios de nuestro país.
¿Qué circunstancias favorecen la recepción positiva de la música el genio alemán en España? Ante todo debe mencionarse la renovación cultural fundamentada en los principios del idealismo alemán y del pensamiento krausista.
Las ideas de la filosofía idealista alemana significaron una renovadora perspectiva al reivindicar la libertad individual frente al Estado o la Iglesia. Una de las manifestaciones más conspicuas de dicho idealismo fue el krausismo, introducido en España por autores como Giner de los Ríos, quien abogaba por una formación educativa integral, que, en materia musical se traducía en la defensa de valores basados en la reflexión y el estudio frente al virtuosismo superficial. Así, se adoptaba el estilo clásico vienés como modelo digno de imitación y portador de elevados valores morales y estéticos.
Esto será crucial en el proceso modernizador de la música española. Después de todo, hasta ese momento la música clásica germánica había sido denominada despectivamente como “música sabia” en la prensa española de mediados del XIX.
Antecedentes
Antes de 1866 se celebraron conciertos públicos en los que se escucharon fragmentos aislados de las sinfonías del compositor de Bonn, pero no las sinfonías completas. Es el caso en 1846 de los dos primeros movimientos de la Primera Sinfonía, en 1849 de la “Marcha fúnebre” de la Tercera Sinfonía o en 1864 del “Andante” de la Quinta Sinfonía y el “Allegretto scherzando” de la Octava Sinfonía.
Este último movimiento vuelve a ser programado el 17 marzo de 1865 en el salón de actos del Conservatorio de Madrid por la orquesta de la Sociedad Artístico-Musical de Socorros Mutuos de Madrid, dirigida por Francisco Asenjo Barbieri y Jesús de Monasterio, dos de los principales protagonistas en la introducción de la música beethoveniana en España.
El 15 de febrero de 1966 el crítico Andrés Parera se quejaba amargamente desde las páginas de La España musical del desconocimiento “de las grandes sinfonías de Beethoven, Mozard, Haydn, etc., con las cuales tanto podríamos aprender” en la programación musical de Barcelona. Esto se achacaba a la ausencia de una Sociedad de Conciertos.
El estreno de la Séptima Sinfonía de Beethoven (1866)
Finalmente, en el Teatro Circo del Príncipe Alfonso de Madrid, y coincidiendo precisamente con el primer concierto de la recién inaugurada orquesta de la Sociedad de Conciertos, dirigida por Barbieri, tuvo lugar el estreno de la Séptima el 16 de abril de 1866 con una extraordinaria repercusión en el público y la prensa españoles de la época.
El estreno español de esta obra representó tal acontecimiento cultural que en la prensa se esforzaron por dar a conocer las biografías de los compositores, así como hacer análisis de las obras y su contexto histórico-musical.
Una de las reacciones más entusiastas vino de la mano de Emilio Arrieta, uno de los primeros grandes compositores españoles en pronunciarse ante este hecho histórico. Lo hizo en la publicación de un detallado artículo en las páginas de La Gaceta Musical de Madrid. En él se felicita por el notable entusiasmo que causan las obras maestras clásicas en España, si se compara con los populares autores operísticos, al afirmar que “los nombres de Haydn, Mozart, Beethoven y Meyerbeer, antes también desconocidos, son hoy igualmente tan populares como los de Rossini, Bellini, Donizetti y Verdi…”. Esto revela, en opinión del autor, un adelanto sustancial.
El estreno de la Séptima Sinfonía en España abrió el camino para el conocimiento sucesivo del resto de sinfonías del coloso germano: entre 1866 y 1876 se dieron a conocer otras siete de sus sinfonías, estrenándose posteriormente la Segunda y la Novena. Cabe asimismo afirmar que la difusión de dicho repertorio sinfónico de Beethoven se propagó, además de Madrid y Barcelona, a otras capitales españolas como Málaga, Granada, Coruña, Valencia, San Sebastián o Bilbao.
El estreno de la Novena Sinfonía de Beethoven (1882)
Otro de los momentos culminantes de la recepción beethoveniana en España tuvo lugar el 2 de abril de 1882 cuando se escuchó en Madrid por primera vez la Novena en el Teatro y Circo Príncipe Alfonso de Madrid por la Sociedad de Conciertos, dirigida por Mariano Vázquez. Tal fue la expectación que a los ensayos acudieron eminentes compositores españoles de la época como Arrieta, Monasterio, Zubiaurre, Barbieri o Chapí.
En general, la prensa madrileña recibió de manera positiva el estreno de la obra. Sin embargo, también hubo excepciones, como la protagonizada por el crítico anónimo del periódico La Época (2 de abril de 1882). Este alegó que Beethoven ya estaba en una época de decadencia cuando compuso la Novena, razón por la que cita las “aberraciones que en ella se notan”.
La repercusión del estreno en la vida musical del país fue tan profunda que algunos medios no dudaron en dedicar amplio espacio al acontecimiento. Aprovecharon la ocasión para plasmar circunstancias históricas y glosar las vivencias personales y vitales para comprender el nacimiento de la Novena.
Así por ejemplo, la revista Crónica de la Música dedicó casi exclusivamente un número especial a glosar el evento. Incluía en él no solo la crítica del concierto sino también un pormenorizado análisis a cargo del compositor Ildefonso Jimeno (5 de abril de 1882), para quien dicha obra transmite “grandeza de ideas sin rival”. De la Novena se escucharían aún tres audiciones más durante la temporada 1881-1882, “muy pocas” en opinión del crítico Mariano del Todo (17 de mayo de 1882). Para él “la novena sinfonía debe ser eterna en el oído del músico y del aficionado, porque cada vez que se oiga se encontrarán en ella nuevas bellezas”.
En definitiva, puede afirmarse que el proceso de aclimatación progresiva del público español a la música sinfónica del compositor alemán y la consiguiente creación de un auténtico mito, iniciado en los años 40 del Ochocientos, culminaría en 1927 con ocasión de la celebración del primer centenario del fallecimiento de Ludwig van Beethoven. Ese año se organizaron todo tipo de homenajes y las tres orquestas madrileñas de aquella época (Orquesta sinfónica de Madrid, Orquesta Filarmónica de Madrid y Orquesta Lassalle) se afanaron por dar a conocer al público madrileño el corpus orquestal completo de la obra de Beethoven.