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El presidente en funciones Pedro Sánchez se retira tras una declaración sobre la exhumación del ex dictador Francisco Franco, en Madrid, el 24 de octubre de 2019. PIERRE-PHILIPPE MARCOU / AFP

El PSOE frente a la historia: el legado de la II República

Cuatro elecciones legislativas en cuatro años, y dos de ellas en 2019, es lo nunca visto en la historia de la democracia española. El jefe de gobierno socialista, Pedro Sánchez, está en un callejón sin salida después de haber fracasado en su búsqueda de apoyos para tener una mayoría parlamentaria.

Efectivamente, el que registró la moción de censura (1 de junio de 2018) contra el antiguo jefe de gobierno, Mariano Rajoy, no ha conseguido encontrar los apoyos necesarios para su consolidación en el poder. ¿Por qué?

La emergencia de nuevos partidos, aunque no es la única razón, por supuesto, ha complicado bastante el paisaje político en una España que está saliendo progresivamente de la crisis provocada por el pinchazo de la burbuja inmobiliaria.

Bajo el gobierno de Rajoy, España vio nacer el movimiento de los Indignados organizados en una manifestación tan masiva como extraordinaria el 15 de mayo de 2011. Reivindicaban una “verdadera democracia” y querían luchar contra la corrupción y contra la puesta en marcha de una política de austeridad.

El fin del bipartidismo

El bipartidismo, representado por los dos grandes partidos, PSOE y PP, con más partidarios y votos desde la victoria del socialista Felipe González después de la Transición democrática, está en dificultades a causa de la aparición de nuevos partidos políticos.

Del movimiento de los Indignados nació un nuevo partido de izquierdas, Podemos, liderado por Pablo Iglesias desde 2014. El impacto fue inmediato ya que el mismo año consiguió que entraran cinco diputados en el Parlamento Europeo. Un choque sin precedentes para el PP y el PSOE, víctimas del desafecto social en una sociedad que pide más democracia y más transparencia.

El líder de Podemos, Pablo Iglesias, en un mitin en Barcelona el 24 de abril de 2019. Lluis Gene/AFP

En las elecciones legislativas de 2015, detrás de los partidos políticos tradicionales PP y PSOE, Podemos terminó como tercera fuerza política, seguido de Ciudadanos, un partido de centro-derecha, rival del PP, pero también, seguramente, socio necesario.

Recientemente, un nuevo partido ha hecho más denso todavía el panorama político español. Se trata de Vox, un partido de extrema derecha, algo inédito en el país desde el fin del franquismo. Consiguió entrar en el parlamento a base de un discurso patriótico anti inmigración y contra el separatismo catalán.

Recordemos que en su búsqueda de apoyos Sánchez había intentado acercarse a los independentistas catalanes antes de ser acusado de romper la unidad nacional por los partidos PP y Ciudadanos que habían llamado a una marcha ciudadana contra esta “traición” .

Los seguidores del partido de extrema derecha Vox exhiben una bandera de España de 1.000 m² en la playa de El Sardinero en Santander el 2 de noviembre. Ander Gillenea/AFP

El PSOE y las nacionalidades

Históricamente, ¿cuál fue la postura adoptada por el PSOE en cuanto a la cuestión de la autonomía de las regiones? Y, por otro lado, ¿ese acercamiento de Sánchez con los nacionalistas es, al final, un caso aislado en la historia del partido?

Probablemente no. Recordemos que antes que él otros miembros del PSOE tendieron la mano a los independentistas, como José Luis Rodríguez Zapatero, que habló incluso de “nación catalana”, o Felipe González, que defendió la autodeterminación en el Congreso de Suresnes (Francia) en 1974.

Pero volvamos más lejos aún, en 1932, para hablar del primer estatuto de autonomía de Cataluña, obtenido bajo la Segunda República presidida por Manuel Azaña, siendo Juan Negrín el último jefe de gobierno.

La Constitución de la Segunda República había zanjado la polémica cuestión de la organización territorial al elegir un sistema de Estado integral que reconocía la autonomía de las municipalidades y de las regiones.

Monumento a Juan Negrín, médico y político, jefe de Estado español entre 1937 y 1945 (en el exilio). Odynny/Wikimedia

A lo largo de su historia, el PSOE defendió y denunció también los abusos del derecho a la autodeterminación. Negrín se enfrentó a la oposición de los independentistas vascos y catalanes a causa del control del gobierno sobre los bancos y las normas establecidas para las importaciones y exportaciones. En 1937, aplicó medidas para racionalizar y centralizar las tareas financieras con el objetivo de restablecer la autoridad del Estado. Azaña y Negrín denunciaron varias veces el oportunismo de los separatistas en tiempos de guerra ya que sus movilizaciones fragilizaban mucho la unidad de las fuerzas republicanas frente al avance franquista.

Pero, a pesar de esta aparente unidad en la lucha frente a los separatistas, la guerra de España no había borrado las tensiones internas del PSOE. Desde 1933, se dividía en dos corrientes distintas según la orientación ideológica y la gestión del partido que defendían.

Se oponían en este contexto la tendencia caballerista (partidarios de Largo Caballero), revolucionaria, que defendía una conquista proletaria del poder, mientras que la tendencia prietista, (partidarios de Indalecio Prieto, entre ellos Negrín) era más centrista y pro republicana.

El final de la guerra no hizo más que aplazar el estallido de las divisiones internas en el PSOE e incluso continuaron en el exilio y en la clandestinidad durante el periodo franquista. El conflicto acabó, mientras estaba llegando a su fin la dictadura, entre históricos del PSOE del exilio liderados por Rodolfo Llopis y renovadores del PSOE del interior liderados por González, el cual fue reconocido finalmente por la Internacional Socialista.

Volver a empezar

Organizada por el franquismo, la Transición democrática no fue aprovechada por los socialistas para recuperar la República tan defendida por Negrín, antes y después de la dictadura.

En el siglo XXI, ¿qué queda de este republicanismo sofocado por décadas de dictadura?

Está claro que no ha muerto. Lo demuestra el manifiesto por la Tercera República firmada por escritores, periodistas, historiadores, etc. Es más, diferentes manifestaciones ciudadanas también reclamaban un referéndum sobre la monarquía en 2014, poco antes del acceso al trono de Felipe VI, hijo de Juan Carlos I, que había recibido su corona del dictador.

Estas manifestaciones sobrevinieron después de un cambio crucial en la relación que España mantenía hasta hacía poco tiempo con su pasado. En España, el año 2006 fue declarado año de “memoria histórica” por la ley 24/2006 bajo el gobierno de Zapatero. Entró en vigor el 27 de diciembre de 2007. De forma casi simbólica, en un año conmemorativo, 70 años después del estallido de la guerra de España, el gobierno echaba luz en las huellas de un pasado del cual hacía falta sacar lecciones.

Algunos meses después fue aprobada, en el XXXVII Congreso del PSOE del 4 al 6 de julio de 2008, la rehabilitación de treinta y seis miembros expulsados en 1946, entre ellos Negrín. El 24 de octubre de 2009, su nieta, Carmen Negrín Fetter, recibía el carné de militante del PSOE de su abuelo.

Inauguración de una placa conmemorativa dedicada a Juan Negrín por su nieta, Camille Negrin Fetter, en el parque que lleva el nombre del político, en Gijón, Asturias, en 2009. Xabeldiz/Flickr, CC BY-NC-ND

La historia de Negrín interroga pues sobre la ideología y el porvenir de un PSOE que nunca ha parecido tan debilitado. Lo mismo le está pasando a la izquierda, más fragmentada todavía después del anuncio de la candidatura a las elecciones del 10-N de la coalición de izquierdas Más País de Iñigo Errejón, antiguo número 2 de Podemos.

Conocer la historia de Negrín ayuda a entender el presente, pero sobre todo arroja luz sobre la imagen que la sociedad y los políticos tienen de él y de su relación con esta parte de la historia. Un pasado que no pasa tan fácilmente. Hace apenas unos días, casi 44 años después de su muerte, la exhumación de Franco, ordenada por el gobierno de Sánchez, fue aprobada por el Supremo y llevada a cabo a pesar del recurso de la familia del dictador. Por su parte, Vox y otros fieles franquistas hablan de profanación.

El PSOE, ahora y siempre, se dobla, pero no se rompe. Sánchez, inmerso en una lucha interminable para conquistar el poder, está en realidad en una situación parecida a la de los políticos de ayer: en busca de unión, pero divididos en la elección de una estrategia al servicio de los intereses de una sociedad a la que deben representar. Pero esta fractura supera lo puramente político y los dirigentes de mañana tendrán que tener en cuenta las sensibilidades de una sociedad en plena introspección.

This article was originally published in French

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