Menu Close
Ana Simoneta Rubido, María Benjumea, y Juan M. Zafra. TELOS

Encuentros TELOS: educación y emprendimiento, claves para el futuro


Cristina Monge, politóloga y profesora de Sociología de la Universidad de Zaragoza, resume la tercera sesión del Primer Encuentro Intergeneracional por el Futuro organizado por TELOS y Talento para el Futuro, con María Benjumea, fundadora y CEO de Spain StartUp y South Summit, y Ana Simoneta Rubido, Global legal and Public Affairs specialist en OEI, junto con Juan M. Zafra, director de TELOS.


Un diálogo en el que una comienza preguntándole a la otra “¿Por dónde queréis que tiremos?” y la otra dice “por muchos sitios, pero empezamos por donde quieras” es un diálogo de verdad. Y eso es lo que protagonizaron en la tercera sesión del Primer Encuentro Intergeneracional por el Futuro María Benjumea y Ana Simoneta Rubido, junto con Juan Zafra.

En tan solo un cruce de miradas entre los tres se puso de manifiesto que los temas a tratar iban a ser casi todos. Porque si se habla de educación, se acaba debatiendo de empleo, no se puede obviar el paro, aparece la consabida precariedad y junto a ella el emprendimiento y su relación con el tejido empresarial, y un amplio etcétera de cuestiones que podrían parecer propias de los jóvenes de este siglo XXI, pero que María Benjumea se encargó de inmediato de aclarar que son los debates de siempre y que surgen de las preocupaciones de siempre. “Soy una startapera de 67 años” –presentó credenciales– “y las preocupaciones que tenía cuando era de la edad de Ana eran las mismas, especialmente cómo paliar la desconexión entre la formación que se recibe en el sistema educativo y lo que luego necesitas en ‘el sitio a donde vas’”.

Lo que no está tan claro es si, cuando María tenía esos 20 años, existían entidades como Talento para el Futuro capaces de implicar a más de 1 000 jóvenes para entender lo que les preocupa y ayudar a identificar propuestas y escenarios de futuro.

No obstante, si algo queda claro durante la conversación es que antes y ahora se parte de una misma concepción: cualquier sociedad –y dicen sociedad, no sistema educativo– tiene que tener como fin formar a la persona de manera integral (contenidos, actitudes, habilidades…), para lo que hay que trabajar con toda la comunidad. Es cierto que el papel de los docentes es especial, pero el desafío es de todos. María Benjumea, desde la experiencia, añade un dato nada desdeñable, la velocidad: “Esto es una asignatura pendiente desde siempre, pero ahora es más retador porque los tiempos son mucho más rápidos. Nuestra mayor preparación es tener la capacidad de seguir adaptándonos al cambio para reciclarnos permanentemente”.

Ilustración: Enrique Flores

Educación entendida como experimentación e información

En la terminología de hoy, Ana y los jóvenes de Talento para el Futuro le llaman a esto “potencial de desarrollo humano”, aquello que permite que una persona esté en las mejores condiciones posibles para afrontar las transformaciones que le toque vivir, que en las sociedades actuales, como sabemos, son múltiples y muy veloces.

A lo largo de la conversación van emergiendo no pocas anécdotas personales y datos biográficos –algo que es más extraño que ocurra en diálogos entre hombres–, y Ana introduce un elemento fundamental: “Yo he tenido la suerte de venir a Madrid y entrar en un entorno de asociacionismo, Erasmus, viajes, innovación, etc., pero no todo el mundo tiene estas oportunidades”. Ana dice de sí misma que es de las que contesta sí a todo lo que le proponen y eso enriquece mucho, pero es consciente de que esta actitud no es unánime en el conjunto de la sociedad. De ahí que considere importante que se trabaje desde la escuela. Una escuela entendida como un espacio de experimentación y, lo más importante, “un lugar para fallar”.

O, como dice María, un lugar que ayude a descubrir habilidades. Ella lo vivió así: “Yo era la menor de diez hermanos, el más cercano a mí guapísimo y listísimo, a años luz mío, porque yo no tenía ninguna de las habilidades habituales. Sin embargo, con el tiempo descubrí que tenía otras. Es fundamental reconocer que cada cual tiene distintas habilidades y potenciarlas con un mensaje claro de que podemos hacerlo. El desarrollo de habilidades es lo que va a permitir que crezcas. La educación en mayúsculas son los mensajes que recibimos y la disposición para empezar a hacer, porque ahí es donde ves que efectivamente, puedes hacer”.

Conforme el diálogo avanza los puntos de contacto entre dos mujeres a las que separan cuarenta años exactos van emergiendo. Si Ana (27) habla de la educación como ese espacio de experimentación y error, María (67) coincide con ella y amplía el foco: “La educación no es el sitio en el que te formas, sino la información que recibimos. Todo eso nos educa”. Si toda esa información –que es como decir el conjunto de la sociedad, porque qué es la sociedad sino un espacio de comunicación– nos está educando, en efecto, necesitamos un sitio para experimentar, fallar y aprender. Y ese sitio, como recuerda Ana, es amplio: “El cambio en la educación no es solo la formación reglada. Hay veces que es una charla, una inspiración, un proyecto o una vivencia”.

¿Crear conocimiento o encontrar empleo?

“Separamos universidad y FP por un lado y la educación básica por otro”, aclara Ana. Respecto a la última, su inquietud es “pensar cómo convertir los centros educativos en espacios de aprendizaje con nuevas metodologías, con el profesorado y la autonomía de los centros como elementos clave”. “Nos estamos enfrentando a retos del siglo XXI con sistemas educativos del XIX”, sentencia Ana.

No está tan claro, sin embargo, el rol de la universidad. Ana formula en voz alta la duda que acecha tanto a familias como a estudiantes a la hora de elegir una carrera. Si bien se asume que las profesiones científico-técnicas están asociadas a una formación específica, ¿qué ocurre con las ciencias sociales, mucho más versátiles en las posibles salidas profesionales? Lo que lleva inmediatamente a la cuestión de fondo: ¿La Universidad tiene como objetivo formar para el empleo o es un espacio para investigar, crear conocimiento y plantear una formación integral, más allá de las derivadas profesionales?

María Benjumea no dudó en contestar estas dudas sobre las esencias de la educación universitaria, porque tampoco son nuevas de hoy. “Es clave la experiencia de haber pasado por la universidad, especialmente en aquellas universidades en las que coincides con gente muy diversa, y mucho más si son centros globales, donde te encuentras con diversidad de culturas, de enfoques… Esa es la parte más importante”.

Para María la clave es una cuestión de actitud. Aprender permanentemente. Pasar de la cultura de “como he estudiado esto, tengo derecho a trabajar en esto” a un escenario en permanente cambio que exige adaptación y por lo tanto formación continua. “Los jóvenes”, añade María Benjumea, “han de ser conscientes de lo que buscan las empresas y que en muchos casos no encuentran”. Esto, según ella, se debe a que los mensajes que recibimos no son correctos, y demandamos mucho pero nos comprometemos poco, porque en el fondo, según ella, vivimos en sociedades acomodadas donde se ha creado una cultura de la demanda, pero no tanto del esfuerzo.

Con ánimo totalmente provocador, lanza una pregunta: si en el año 2011, en plena crisis, los datos del paro juvenil que daban las cifras oficiales –en torno al 52 por ciento– hubieran sido ciertos, ¿no habría habido una revolución? No tardó en llegar el comentario desde el público: “La hubo. Fue el 15M. Pero en una sociedad democrática y efectivamente, acomodada, esa revolución fue pacífica y llegó donde llegó”.

El debate sobre la credibilidad de las cifras de paro juvenil sirvió para refrescar la sesión, hacerse algunas que otras preguntas fundamentales y acabar coincidiendo en que efectivamente, el nivel de bienestar alcanzado por las sociedades occidentales ha podido tener, en ocasiones, ese factor acomodaticio de esperar a que alguien, en algún lado, resuelva algo. Nada más lejano del espíritu de esta conversación.

Want to write?

Write an article and join a growing community of more than 182,400 academics and researchers from 4,942 institutions.

Register now