Las sanciones de la ONU incluyen entidades no terroristas en su lista negra. Las justificaciones se basan en su vinculación financiera con grupos terroristas como Al-Qaeda y el ISIS.
Los universitarios de hoy son demasiado jóvenes para recordar el inicio de la guerra de Irak en marzo de 2003, lo que tiene implicaciones para la futura política exterior y cambia la forma en que debe enseñarse el conflicto.
La guerra acabó con la tiranía de Saddam Hussein y doblegó a Al Qaeda, pero se pagó un alto precio en sangre, se dejó un Irak roto, un Oriente Medio desestabilizado y una mala imagen para EE. UU.
Manuel Montero, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
El yihadismo surgió en los años 70 y se asentó una década después. Desde entonces, decenas de células han actuado en infinidad de países. La mayoría de los atentados yihadistas afectan a los países musulmanes y han causado la muerte de más de 210.000 personas
El golpe de Estados Unidos contra Ayman al-Zawahri deja el futuro de Al Qaeda en una encrucijada mientras el movimiento terrorista busca un nuevo líder.
Mientras los talibanes empiezan a reprimir las libertades básicas, muchos temen que Afganistán vuelva a ser un refugio para los terroristas, con consecuencias nefastas para los países occidentales.
La llegada al poder de los talibanes, como la aparición de Al-Qaeda, la emergencia del Estado Islámico y el caos en Yemen, Siria e Irak son resultado de largos procesos sociales y difícilmente pueden cambiarse con intervenciones extranjeras.
Aún no se conoce bien cuál es el proceso que conduce a una persona a usar la violencia con fines políticos y religiosos, pese a las múltiples teorías y estudios empíricos existentes.
El proceso de radicalización es un proceso complejo que no puede circunscribirse al cerebro, al comportamiento o el entorno. Se produce en la intersección de todos estos elementos.