tag:theconversation.com,2011:/es/topics/evolucion-56501/articlesevolución – The Conversation2024-03-26T18:58:13Ztag:theconversation.com,2011:article/2263372024-03-26T18:58:13Z2024-03-26T18:58:13ZDescubren un paraíso de islas sin mar: el Archipiélago Montano del Sudeste de África<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/583856/original/file-20240324-30-x46heu.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Euphorbia mlanjeana en Monte Ribaue, Mozambique.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Euphorbia_sp._on_Mount_Ribaue_(10208476246).jpg">Tom Rulkens</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/">CC BY-SA</a></span></figcaption></figure><p>Dos décadas de expediciones, en las que han participado un centenar de científicos de todo el mundo, <a href="https://www.nature.com/articles/s41598-024-54671-z#Fig1">han desvelado los secretos </a> de un paraíso de la biodiversidad hasta ahora desconocido: el archipiélago Montano del Sudeste. Es la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ecorregi%C3%B3n">ecorregión</a> más reciente y la más amenazada de África. Alberga decenas de especies endémicas que crecen en islas rodeadas por un océano de hierba.</p>
<h2>Los primeros paraísos de la biodiversidad</h2>
<p>Hay un lugar en el mundo donde todas las fuerzas de la naturaleza convergen y crean un entorno tan único que hay más animales que en ningún otro lugar del planeta. Sobre un océano lleno de arrecifes de coral se elevan volcanes cubiertos de selvas tropicales y los ecosistemas se entrelazan para crear una biodiversidad inigualable. Es Insulindia, el <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Archipi%C3%A9lago_malayo">archipiélago malayo</a>, la tierra de las veinticinco mil islas que, entre 1854 y 1862, exploró <a href="https://theconversation.com/alfred-russel-wallace-el-naturalista-que-llevo-a-darwin-a-acelerar-la-publicacion-de-el-origen-de-las-especies-217981">Alfred Russel Wallace</a> y donde hizo algunos de los descubrimientos científicos más importantes de su tiempo.</p>
<p>Wallace viajaba en un infatigable afán por demostrar cómo la geografía afecta a las áreas de distribución de las especies, condiciona sus orígenes y su multiplica diversidad. Mientras, desde su casa de Downe, otro naturalista, <a href="https://theconversation.com/darwin-el-cientifico-que-nos-bajo-del-pedestal-111448">Charles Darwin</a>, recopilaba la infinidad de evidencias y argumentos que sostendrían la publicación en 1859 de <em>El origen de las especies</em>, el libro que trastocó conceptualmente el mundo. Siempre que embarcaba en una expedición, Darwin <a href="https://muse.jhu.edu/article/685426/pdf">llevaba consigo un ejemplar de <em>El paraíso perdido</em> de John Milton</a>. </p>
<h2>Sin la mano de Dios</h2>
<p>Fue en las islas Galápagos donde ocurrió la némesis de Darwin, el viraje desde una timorata mentalidad religiosa a otra abiertamente heterodoxa en la que la herencia biológica <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Analog%C3%ADa_del_relojero">reemplazaba la mano del relojero divino</a>. Galápagos, un paraíso perdido en medio del Pacífico que, a los ojos del joven naturalista, apareció como un laboratorio de la evolución.</p>
<p>Aunque en su travesía de cinco años el <em>Beagle</em> permaneció tan solo cinco semanas en las Galápagos, a este lugar está dedicada aproximadamente una cuarta parte de las notas y del libro de campo de Darwin. Había encontrado uno de los paraísos primigenios de la evolución, y allí mismo comenzó a arrojar por la borda el cargamento creacionista de Milton.</p>
<p>Teniendo en mente el asombro que Wallace y Darwin sintieron en sus respectivos paraísos insulares, se entiende mejor el que han debido experimentar los naturalistas que acaban de describir un nuevo paraíso de islas sin mar.</p>
<h2>El Archipiélago Montano del Sudeste de África</h2>
<p><em>South East Africa Montane Archipelago</em> (SEAMA), este es su nombre. El paisaje de la nueva <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ecorregi%C3%B3n">ecorregión</a> lo protagonizan treinta oteros graníticos, algunos de los cuales superan los 3 000 m de altitud. Son <em>inselberg</em> o “montes isla”, colinas aisladas que dominan la llanura, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Batolito">batolitos</a> formados hace entre 600 y 125 millones de años. Hoy, en las treinta colinas sobreviven los bosques tropicales montanos perennifolios más grandes (el <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Monte_Mabu">monte Mabu</a>) y más pequeños (el <a href="https://allianceearth.org/mount-lico/">monte Lico</a>) del sur de África. Más arriba en la colina, por encima de estos bosques primigenios, prosperan prados subalpinos biológicamente únicos.</p>
<p>En África, las montañas suelen albergar <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Relicto_(biolog%C3%ADa)">bosques relictos</a> (último refugio de especies), <a href="https://royalsocietypublishing.org/doi/10.1098/rstb.2004.1533">restos de un amplio cinturón forestal</a> del <a href="https://espanol.libretexts.org/Educacion_Basica/Biologia/05%3A_Evoluci%C3%B3n/5.25%3A_Era_Cenozoica">Terciario</a>. Antes de la elevación y del <a href="https://www.science.org/doi/10.1126/science.1112964">aumento progresivo de la aridez</a> de las mesetas orientales, el bosque se extendía por la mayor parte del continente. </p>
<h2>Islas en el cielo</h2>
<p>Durante el <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Oligoceno">Oligoceno temprano</a>, a medida que el clima mundial se enfriaba, las selvas tropicales panafricanas comenzaron a fragmentarse. Esto provocó una reducción significativa de los bosques durante todo el Mioceno. La fragmentación de los bosques produjo las “islas en el cielo” que albergan la biodiversidad única que vemos hoy. Gran parte del bosque original en África oriental quedó confinado en estos <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/brv.12644">parches montañosos aislados</a> que persistieron gracias a las <a href="https://www.eltiempo.es/noticias/meteopedia/precipitacion-orografica">lluvias orográficas</a>.</p>
<p>Inmersas en esos pequeños bosques confinados, limitadas por su baja capacidad de dispersión, algunas especies quedaron atrapadas en los refugios de las tierras altas. Allí <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S003101821630061X?via%3Dihub">los vientos alisios, cargados de humedad</a>, mantenían un clima relativamente estable. </p>
<p>Las <a href="https://www.science.org/doi/10.1126/science.1112964">fluctuaciones climáticas posteriores, a lo largo del Cenozoico tardío</a>, dificultaron el flujo genético, la migración de genes, entre individuos de una misma especie pero que se encontraban en montañas adyacentes. Así que cada una de estas islas de roca se <a href="https://link.springer.com/article/10.1023/A:1018356506390">constituyó en un centro evolutivo</a> que favoreció la especiación alopátrica (causada por la presencia de una barrera geográfica). Así hasta establecer los hábitats únicos, ricos en especies endémicas: reptiles, anfibios, mamíferos, cangrejos y mariposas que ahora caracterizan los sistemas montanos africanos.</p>
<figure class="align-right zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/584030/original/file-20240325-20-huqu6s.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/584030/original/file-20240325-20-huqu6s.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/584030/original/file-20240325-20-huqu6s.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=800&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/584030/original/file-20240325-20-huqu6s.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=800&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/584030/original/file-20240325-20-huqu6s.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=800&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/584030/original/file-20240325-20-huqu6s.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=1006&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/584030/original/file-20240325-20-huqu6s.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=1006&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/584030/original/file-20240325-20-huqu6s.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=1006&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Ejemplos de endemismos en SEAMA.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.nature.com/articles/s41598-024-54671-z/figures/5">Nature</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/">CC BY</a></span>
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<h2>La riqueza del paraíso</h2>
<p>Los 3.300 km² sobre los que se extiende esta pequeña ecorregión albergan 30 especies de mariposas estrictamente endémicas, que solo existen en el Archipiélago Montano; seis especies de cangrejos de agua dulce; 11 especies de anfibios; 22 nuevas especies de reptiles, entre ellas, un nuevo y diminuto camaleón pigmeo (<em>Rhampholeon maspictus</em>); cuatro nuevas especies de mamíferos y 117 especies de plantas estrictamente endémicas. </p>
<p>Es un número notablemente alto para un área geográfica tan limitada, y con toda probabilidad aumentará cuando se incorpore el muestreo de algunos grupos de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Cript%C3%B3gama">criptógamas</a> (vegetales sin semilla) e invertebrados que requieren el análisis de grupos de taxónomos especializados.</p>
<p>El <a href="https://link.springer.com/article/10.1186/1741-7007-6-54">componente endémico</a> en su conjunto es una consecuencia del aislamiento de los oteros, separados desde el Terciario del resto de los bosques panafricanos por las inmensas llanuras cubiertas de sabanas, un mar de hierba cuya aridez estacional impide el desarrollo de biomas forestales.</p>
<h2>Amenazas</h2>
<p>Pero no todo son buenas noticias. A pesar de ser de importancia mundial para la biodiversidad y de los esfuerzos de los gobiernos de Malawi y Mozambique, la ecorregión se encuentra gravemente amenazada. Desde que los científicos comenzaron sus estudios hace veinte años, las montañas, que sucumben bajo la presión de la agricultura de tala y quema, la caza y la demanda de combustible y madera, han perdido una quinta parte de su extensión de selva tropical, casi la mitad en algunos casos, una de las tasas de <a href="https://www.nature.com/articles/s41586-021-03728-4">deforestación más altas de África</a>.</p>
<p>De no cambiar la tendencia, la nueva ecorregión, un Edén de la biodiversidad, puede convertirse, como el de Milton, en un paraíso perdido más. Las estirpes condenadas a millones de años de soledad no tienen una segunda oportunidad sobre la Tierra.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/226337/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Manuel Peinado Lorca es miembro del Grupo Federal de Biodiversidad del PSOE y del Consejo de Dirección de la Agencia Europea de Medio Ambiente.</span></em></p>Los secretos de un paraíso hasta ahora desconocido: la ecorregión del Archipiélago Montano del Sudeste de África, islas rocosas rodeadas por un mar de hierba.Manuel Peinado Lorca, Catedrático emérito. Director del Real Jardín Botánico de la Universidad de Alcalá, Universidad de AlcaláLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2244752024-02-28T16:35:55Z2024-02-28T16:35:55ZUna mutación genética hizo que perdiéramos la cola<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/578582/original/file-20240228-30-7z0yk8.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=7%2C0%2C5299%2C3532&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption"></span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/whitefaced-capuchin-cebus-capucinus-beautiful-bronw-1058885300">David Havel / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>¿Cómo y cuándo perdimos la cola? Cómo sucedió esa importante pérdida comienza a descifrarse. Un equipo de científicos estadounidenses acaba de identificar la mutación genética que pudo haber eliminado las colas del linaje que condujo a los homínidos (nuestros antepasados) y a los simios antropomorfos: la mutación de un gen que se produjo en un único individuo hace unos veinte millones de años. </p>
<h2>Con y sin cola</h2>
<p>La evolución de las especies de primates los divide en <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Hominoidea">hominoideos</a>, un grupo que incluye gorilas, chimpancés y humanos, y no hominoideos, que tienen cola y son parientes primates más lejanos de los humanos. </p>
<p>La pérdida de la cola es uno de los principales cambios evolutivos anatómicos producidos a lo largo del linaje que condujo a los humanos y a los simios antropomorfos. <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/25684562/">Jugó un papel clave en el bipedismo humano</a>, cuya aparición evolutiva <a href="https://www.raichlen.arizona.edu/DavePDF/PontzerEtAl2014.pdf">coincidió con la pérdida de la cola</a>.</p>
<p>Durante aproximadamente quinientos millones de años, nuestros ancestros lucían una cola. Como los peces, <a href="https://www.nytimes.com/2014/06/12/science/a-long-ago-ancestor-a-little-fish-with-incipient-jaws.html">la usaban para nadar</a> por los mares del Cámbrico. Mucho más tarde, cuando evolucionaron hasta convertirse en primates, las colas les ayudaron a mantener el equilibrio mientras corrían de rama en rama por las selvas del Eoceno. <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/15660398/">Pero hace aproximadamente 25 millones de años, las colas desaparecieron</a>.</p>
<h2>Darwin relacionó el coxis con una cola rudimentaria</h2>
<p>Charles Darwin fue el primero en reconocer este cambio en nuestra anatomía ancestral, cuando sorprendió a sus lectores victorianos al afirmar que descendíamos de primates caudados. Darwin observó que, aunque los humanos y los simios carecen de una cola visible, comparten un pequeño conjunto de vértebras que se extienden más allá de la pelvis. Esta <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/15660398/">estructura, conocida como coxis</a>, es el hueso propio de los vertebrados que carecen de cola, formado por la unión de las últimas vértebras y articulado por su base con el hueso sacro. “<a href="http://darwin-online.org.uk/content/frameset?pageseq=230&itemID=F1452.2&viewtype=side">No puedo dudar de que es una cola rudimentaria</a>”, escribió en <em>El origen de las especies</em>.</p>
<p>Este dramático cambio anatómico tuvo un profundo impacto en nuestra evolución. Los músculos de la cola de nuestros antepasados evolucionaron hasta convertirse en una almohadilla muscular que cruzaba la pelvis. Cuando hace unos millones de años los antepasados de los humanos se levantaron y caminaron sobre dos piernas, ese lecho musculoso estaba listo para soportar el peso de los órganos erguidos propios de la marcha bípeda.</p>
<p>Desde que Darwin publicó <em>El origen de las especies</em>, los paleoantropólogos han encontrado fósiles que arrojan algo de luz sobre esta transformación. </p>
<p>Los <a href="https://en.wikipedia.org/wiki/Purgatorius"><em>Purgatorius</em></a>, el género que agrupa a cuatro especies extintas consideradas los primates más antiguos, que <a href="https://en.wikipedia.org/wiki/Evolution_of_primates">datan de hace 66 millones de años</a>, tenían colas completas que probablemente usaban para mantener el equilibrio en los árboles. Hoy en día la mayoría de los primates vivos, como los lémures y casi todos los monos, siguen teniendo cola. Pero <a href="https://bio.libretexts.org/Bookshelves/Introductory_and_General_Biology/General_Biology_1e_(OpenStax)/5%3A_Biological_Diversity/29%3A_Vertebrates/29.7%3A_The_Evolution_of_Primates">cuando los simios aparecieron en el registro fósil</a>, hace unos 20 millones de años, ya eran rabones.</p>
<h2>Más de 30 genes implicados</h2>
<p><a href="https://doi.org/10.1038/s41586-024-07095-8">Un nuevo estudio publicado en <em>Nature</em></a> explica cómo sucedió esa pérdida. Sus autores han identificado la mutación genética que pudo haber eliminado las colas del linaje que condujo a los homínidos y a los simios antropomorfos. </p>
<p>Para comprender cómo los simios y los humanos perdieron la cola, los investigadores analizaron cómo se forma la cola en otros animales. En las primeras etapas del desarrollo embrionario se activan los genes maestros que sirven de manual de instrucciones para que diferentes partes de la columna se diferencien en unidades reconocibles como el cuello y la región lumbar. En el otro extremo del embrión emerge un primordio caudal, en cuyo interior se desarrolla una cadena especial de vértebras, músculos y nervios.</p>
<p>Los investigadores han identificado más de treinta genes implicados en el desarrollo de la cola en varias especies, desde el largo apéndice de una iguana hasta el muñón que, semejante al de los linces, lucen los <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Gato_manx">gatos manx</a>. Todos esos genes también están activos en otras partes del embrión en desarrollo.</p>
<h2>La mutación en el gen TBXT</h2>
<p>La hipótesis de partida del nuevo estudio era que nuestros antepasados perdieron la cola cuando las mutaciones alteraron uno o más de estos genes. Para buscarlas, compararon el ADN de seis especies de simios rabones con nueve especies de monos caudados. Finalmente, descubrieron una mutación compartida por simios y humanos (pero que faltaba en los monos caudados) en el <a href="https://en.wikipedia.org/wiki/T-box_transcription_factor_T">gen TBXT</a>.</p>
<p>TBXT fue uno de los primeros genes descubiertos por los científicos hace ahora un siglo. En 1923, la genetista rusa Nadezhda Dobrovolskaya-Zavadskaya irradió ratones macho con rayos X y luego les permitió reproducirse. <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/11548413/">Descubrió que algunos de ellos habían sufrido una mutación</a> que provocó que a algunos de sus descendientes les crecieran colas retorcidas o más cortas. Experimentos posteriores demostraron que la mutación estaba en el gen TBXT.</p>
<p>La mutación que señala el artículo de <em>Nature</em> está provocada por un trozo móvil de ADN, el <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Retrotranspos%C3%B3n">retrotransposón</a> AluY, que consta de 300 <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%B3digo_gen%C3%A9tico">letras genéticas</a> insertadas en un <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Intr%C3%B3n">intrón</a>, un trozo de ADN no codificado del gen TBXT. Este tramo de ADN, que es prácticamente idéntico en humanos y simios, está inserto exactamente en el mismo lugar de sus respectivos genomas.</p>
<h2>Estudio en ratones</h2>
<p>Para testar la hipótesis de que la mutación estaba implicada en la desaparición de la cola, los investigadores manipularon genéticamente ratones para insertarles la mutación TBXT que portamos los humanos. Muchos de los animales no desarrollaron cola. A otros solo les creció un muñón.</p>
<p>La nueva investigación sugiere que esa mutación afectó aleatoriamente a un simio hace unos veinte millones de años, provocando que le creciera un muñón en lugar de una cola, o quizá ninguna. Sin embargo, contra toda lógica, el animal sin cola sobrevivió e incluso prosperó, transmitiendo la mutación a su descendencia. Con el tiempo, la forma mutante de TBXT se convirtió en norma en los simios y humanos actuales.</p>
<p>Los científicos sostienen que la mutación TBXT no es la única razón por la que nos crece un coxis en lugar de una cola, porque, aunque los ratones con los que experimentaron produjeron varios tipos de colas modificadas, el coxis de todos los humanos es casi siempre idéntico. Por tanto, debe haber otros genes que mutaron más tarde ayudando a producir una anatomía uniforme entre los homínidos.</p>
<h2>La vida sin cola es más difícil</h2>
<p>Incluso aunque los genetistas estén empezando a explicar cómo desapareció la cola, por qué ocurrió un evento de esa naturaleza todavía sigue siendo un enigma desconcertante. </p>
<p>Dado que los primeros simios eran más grandes que los monos, su mayor tamaño habría hecho que fuera más fácil que se cayeran de las ramas y más probable que las caídas fueran fatales. Por tanto, es difícil explicar por qué los simios faltos de una cola que les ayudara a mantener el equilibrio no sufrieron una desventaja evolutiva significativa.</p>
<p>Perder la cola también podría haber acarreado otros peligros, porque los investigadores han descubierto también que la mutación TBXT no sólo acorta las colas, sino que a veces también causa defectos en la médula espinal. Y, sin embargo, de alguna manera, perder una cola resultó ser una gran ventaja evolutiva.</p>
<p>Esa es la siguiente pregunta que plantea el nuevo descubrimiento: ¿cuál fue la ventaja?</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/224475/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Manuel Peinado Lorca es miembro del Grupo Federal de Biodiversidad del PSOE</span></em></p>Hace 20 millones una mutación genética afectó aleatoriamente a un simio, provocando que le creciera un muñón en lugar de una cola, o quizá ninguna. Aquel individuo sobrevivió, y también su descendencia.Manuel Peinado Lorca, Catedrático emérito. Director del Real Jardín Botánico de la Universidad de Alcalá, Universidad de AlcaláLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2049772024-02-22T19:33:17Z2024-02-22T19:33:17ZLos verdaderos efectos del azúcar, a la luz de la evolución<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/577023/original/file-20240221-26-1haedq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=112%2C9%2C6118%2C4128&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption"></span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/girl-on-healthy-diet-refuses-add-2195844401">frantic00 / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>El azúcar se ha convertido en uno de los <a href="https://theconversation.com/el-azucar-es-veneno-o-no-177504">principales “villanos”</a> de los tiempos modernos: reducirla al máximo de la alimentación es un objetivo prioritario, mientras no esté presente de forma natural en los alimentos. La <a href="https://iris.who.int/bitstream/handle/10665/154587/WHO_NMH_NHD_15.2_spa.pdf">Organización Mundial de la Salud</a> recomienda que el consumo en forma de azucares libres no debe pasar de 10 % de la ingesta calórica diaria total, tanto en adultos como en niños, <a href="https://www.fao.org/3/ac911s/ac911s.pdf">y además sugiere una reducción por debajo del 5 % de la ingesta calórica (unos 25 gramos al día)</a>. </p>
<h2>Depende de cómo los tomemos</h2>
<p><a href="https://theconversation.com/es-malo-el-azucar-todo-depende-de-sus-apellidos-134490">Estos azúcares libres son los azúcares (refinados o sin refinar)</a> añadidos a los alimentos y las bebidas por el fabricante, el cocinero o el consumidor, a los que hay que sumar los naturalmente presentes en la miel, los jarabes, los jugos de frutas y los concentrados de jugos. De ahí que el estudio de su consumo sea un tema tan relevante en los últimos años.</p>
<p>Sin embargo, aún muchas investigaciones omiten la forma de ingesta –es decir, si son libres o intrínsecos–, lo que podría justificar los datos contradictorios entre ellas. Es cierto que los expertos enfatizan la importancia de evitar los azúcares libres, pero la falta de consideración en algunos trabajos puede contribuir a la discrepancia en los resultados. </p>
<p><a href="https://jamanetwork.com/journals/jama/article-abstract/2174010">Diana Thomas, del Center for Quantitative Obesity Research, en Nueva Jersey</a>, ha señalado esta omisión. Una situación que afecta, por ejemplo, a la <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0002916523289972">prueba de tolerancia a la glucosa</a>, al colesterol y a los triglicéridos: <a href="https://ora.ox.ac.uk/objects/uuid:8e6a38e8-c2c6-49a0-88f8-d011e3ab2c85">a veces no hay cambios en estos parámetros y otras veces sí</a>. </p>
<p>Ante esta indefinición, las pautas a lo largo de las últimas décadas <a href="https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/10408398.2012.691574">han sido también discrepantes</a>, ya que a veces se aconsejaba que la ingesta de azúcar no debía exceder el 5 % del requerimiento energético, mientras que otras recomendaciones implican que incluso el 25 % del total de energía podía provenir sin problemas de ese ingrediente de la dieta. El gran estudio esclarecedor no se ha dado todavía, pero examinar la cuestión con el prisma de la evolución nos puede dar una pista para encontrar la verdad.</p>
<h2>Adaptados a las frutas frescas</h2>
<p>La <a href="https://www.annualreviews.org/doi/abs/10.1146/annurev.ecolsys.31.1.315">fisiología evolutiva</a> explora cómo han cambiado los organismos a lo largo de los tiempos para mejorar su aptitud y supervivencia. Sus hallazgos llevan a pensar que la evolución adaptó genéticamente la fisiología metabólica de nuestros ancestros para lidiar con el azúcar intrínseco de las frutas frescas, ya que el azúcar libre era inexistente. </p>
<p>En la era del Mioceno, hace entre 24 y 5 millones de años, <a href="https://www.nejm.org/doi/10.1056/NEJM198501313120505">las frutas eran el componente principal en la dieta de los homínidos</a>. Según el experto italiano <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S2405457718303930">Riccardo Baschetti</a>, cuatro hallazgos clave aportan una perspectiva evolutiva al debate sobre el azúcar:</p>
<ul>
<li><p><strong>Vaciamiento gástrico y azúcares intrínsecos.</strong> La velocidad con la que los alimentos abandonan el estómago es crucial para regular los niveles de azúcar en la sangre, puesto que pasan al intestino y son absorbidos por el organismo. La glucosa y la sacarosa intrínseca en la comida <a href="https://physoc.onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1113/jphysiol.1968.sp008410">se vacían de manera similar</a>.</p></li>
<li><p><strong>Adaptación evolutiva a las frutas frescas.</strong> Se manifiesta en el vaciamiento, <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0016508583802327">que se vuelve más pausado a medida que la concentración de glucosa aumenta</a>. Según se ha comprobado, <a href="https://www.mdpi.com/2072-6643/14/17/3594">este fenómeno se ajusta perfectamente</a> al rango calórico de los azúcares totales presentes en las frutas frescas, que han sido la base de la alimentación humana durante millones de años. La adaptación evolutiva sugiere que nuestro sistema gastrointestinal está diseñado para gestionar eficazmente el amplio rango calórico de las frutas, contribuyendo así a mantener estable la glucosa en la sangre.</p></li>
<li><p><strong>Impacto de las grandes cantidades de frutas frescas.</strong> <a href="https://journals.physiology.org/doi/abs/10.1152/ajpregu.1979.236.5.R254">Dentro del rango de 0.2 a 1.0 kcal/ml</a>, se ha observado que duplicar el volumen de una comida de glucosa no altera significativamente la tasa de vaciamiento. Esto implica que la ingesta de grandes cantidades de frutas frescas no afectó la homeostasis –el equilibrio y la estabilidad interna– de la glucosa en nuestros antepasados, y que la fisiología gastrointestinal humana está adaptada para manejar eficientemente incluso grandes cantidades de frutas frescas, sin afectar negativamente la regulación de la glucosa.</p></li>
<li><p><strong>Los desconocidos azúcares libres.</strong> A medida que la concentración calórica supera 1.0 kcal/ml, se observa una entrega más rápida de calorías al intestino delgado. Este cambio ocurre justo por encima de la concentración calórica más alta en las frutas frescas, sugiriendo que los azúcares libres pueden considerarse <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC1296979">alimentos genéticamente desconocidos</a>. La introducción de la agricultura, hace unos 10 000 años, es demasiado reciente a nivel evolutivo para que el <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0002916523275462">genoma humano se haya adaptado completamente a este cambio</a>.</p></li>
</ul>
<h2>Otro recién llegado: la sal</h2>
<p>También hay que tener en cuenta el papel que juega la sal, cuyo uso era desconocido para nuestros antepasados <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1002/dmrr.539">hasta hace unos 5 000 años</a>. Fue solo a partir de entonces cuando los humanos empezaron a emplearla en grandes cantidades para preservar los alimentos. Sin embargo, nuestros sistemas fisiológicos tampoco han tenido suficiente tiempo para adaptarse a este aumento en su consumo.</p>
<p>En la actualidad, sabemos que el exceso de sal es <a href="https://theconversation.com/por-que-todos-deberiamos-reducir-el-consumo-de-sal-182870">perjudicial para la salud</a>. Pero no solo es un factor de riesgo para la <a href="https://theconversation.com/la-mejor-dieta-para-cuidar-nuestro-corazon-210470">hipertensión</a>, sino que también <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S1521691803001070">acelera la absorción de azúcares en el intestino</a>, lo que podría explicar <a href="https://www.cambridge.org/core/journals/british-journal-of-nutrition/article/association-between-dietary-sodium-intake-adiposity-and-sugarsweetened-beverages-in-children-and-adults-a-systematic-review-and-metaanalysis/E0EA07983B68910F0485160F08858C2E">la conexión entre las bebidas azucaradas y la diabetes tipo 2</a>.</p>
<p>Esta relación se debe a que el consumo de bebidas gaseosas azucaradas tiende a ir de la mano con una disminución en la ingesta de vegetales y leche, alimentos naturalmente bajos en sal, y un mayor consumo de comida rápida y alimentos ultraprocesados, ricos en ese condimento. </p>
<p>La cantidad de sal presente en los ultraprocesados contribuye a que una pequeña porción pase inevitablemente a través del consumo de bebidas azucaradas, acelerando de manera poco saludable la absorción de azúcares y promoviendo <a href="https://www.nature.com/articles/s41574-021-00627-6">la obesidad</a>.</p>
<p>De hecho, <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S000291652327971X">algunos estudios</a> han reflejado que esta asociación está mediada por la sal en la dieta, pero omitieron mencionar el efecto perjudicial de ese ingrediente en la absorción de azúcares. Tales vínculos nos brindan perspectivas valiosas sobre cómo nuestras elecciones alimenticias pueden afectar nuestra salud de manera integral. </p>
<h2>Aviso a los navegantes científicos</h2>
<p>Necesitamos que se realice un estudio donde se tenga en cuenta tanto el azúcar como la sal, lo que estaría en consonancia con la fisiología evolutiva, y confirmar lo que muchos ya creen: que el azúcar intrínseco es inofensivo y el azúcar libre es perjudicial. Como decíamos, <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S2405457718303930">Riccardo Baschetti</a> ya ha marcado la pauta de cómo realizar este estudio. Solo falta que alguien, con un proyecto sin conflicto de interés, pueda llevarlo a cabo.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/204977/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Jose Miguel Soriano del Castillo no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>La fisiología de nuestros antepasados estaba perfectamente ajustada al rango calórico de las frutas frescas, lo que explica los efectos nocivos de los azúcares añadidos.Jose Miguel Soriano del Castillo, Catedrático de Nutrición y Bromatología del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública, Universitat de ValènciaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2219552024-02-08T17:25:09Z2024-02-08T17:25:09ZLecciones de la evolución para mejorar nuestra relación con las bacterias<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/573010/original/file-20240202-19-rh39fw.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=30%2C15%2C4998%2C3332&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Bacterias cultivadas en una placa de Petri.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/macro-photography-colorful-wild-growing-bacteria-787549987">Fortgens Photography / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>La última vez que acudí a urgencias fue para acompañar a una persona cercana a la que se le había diagnosticado covid-19. Después de una considerable espera, fue atendida. Al volver, me contó estupefacta que la doctora le había prescrito antibióticos para un virus. Los antibióticos no funcionan frente a una infección viral: lo único que hacen es atacar a las bacterias de nuestro cuerpo. </p>
<p>La falta de una visión integral de las relaciones con nuestra microbiota lleva a que <a href="https://theconversation.com/nuevas-y-poderosas-razones-para-utilizar-los-antibioticos-de-forma-responsable-199699">se receten antibióticos de manera indiscriminada</a>. La propia población ha normalizado su uso, lo que está acelerando la resistencia a estos medicamentos por parte de ciertas bacterias. Y al mismo tiempo, los microorganismos esenciales para nuestra salud sufren daños colaterales a los que no se les presta la suficiente atención. </p>
<p>La responsabilidad recae, en parte, en una percepción sesgada de la ciencia que deriva de las teorías evolucionistas. Estamos acostumbrados a ver las interacciones entre seres vivos como relaciones de competencia, regidas por la ley de la selección natural. Este mecanismo pone el acento en el valor del egoísmo y la autosuficiencia, pues quienes sobreviven y pasan sus genes a la siguiente generación son los “más fuertes”. Pero la historia de la vida esconde interacciones fundamentales que implican una colaboración entre especies a distintos niveles.</p>
<h2>¿Somos egoístas?</h2>
<p>Uno de los textos más importantes en la historia de la genética evolutiva es <a href="https://www.nature.com/articles/529462a"><em>El gen egoísta</em></a>, del biólogo y divulgador británico Richard Dawkins. Este libro a menudo ocupa el puesto número uno en las listas de lecturas recomendadas del plan de estudios para cualquier científico de ciencias de la vida. El valor de la obra de Dawkins en la historia de la biología es incontestable, pero el concepto presente en su título transmite precisamente la idea de que la evolución existe por la capacidad de los genes –o bien, de especies y poblaciones– de velar por su propio interés.</p>
<p>Al mismo tiempo, la teoría de la evolución más aceptada en la actualidad es la síntesis evolutiva moderna o neodarwinismo, que integra los principios de la evolución de las especies de <a href="https://es.khanacademy.org/science/ap-biology/natural-selection/natural-selection-ap/a/darwin-evolution-natural-selection">Darwin</a> con la teoría de la herencia genética de <a href="https://www.bbc.com/mundo/noticias-56719582">Mendel</a>. Esta teoría se podría resumir en que los cambios evolutivos provienen de la competencia entre organismos independientes. De nuevo, la idea de que sobreviven los más aptos.</p>
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Leer más:
<a href="https://theconversation.com/es-tan-moderno-el-concepto-de-evolucion-como-creemos-220811">¿Es tan moderno el concepto de evolución como creemos?</a>
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<p>De esta manera, los científicos han imaginado la vida como una cuestión de autorreplicación de cada especie, que supuestamente afronta los desafíos evolutivos y medioambientales por sí sola. En este contexto, las únicas interacciones relevantes entre especies serían aquellas que implican eliminarse mutuamente. Otras relaciones de cooperación, como las mutualistas, han quedado relegadas a un segundo plano.</p>
<h2>La otra historia de la vida</h2>
<p>Ya a finales del siglo XX, <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/11541392/">las investigaciones de Lynn Margulis</a> mostraban al mundo el papel fundamental de la simbiosis en la historia evolutiva del planeta. Su teoría endosimbiótica explicaba, entre otras cosas, cómo las células procariotas evolucionaron hacia eucariotas –las que forman animales, plantas y hongos– por asimilación de ciertas bacterias. Estas células adquirieron la capacidad de realizar procesos metabólicos que originalmente solo existían en esas bacterias, <a href="https://pathsocjournals.onlinelibrary.wiley.com/doi/epdf/10.1002/path.1711690203">convirtiéndose en organismos simbiontes favorecidos por la selección natural</a>.</p>
<p>La investigación de Margulis subraya la importancia de la relación entre las comunidades microbianas y otros seres vivos, como los humanos. A lo largo de toda la historia evolutiva, esas interacciones han modificado el devenir de la vida en la Tierra, hasta el punto de que todo organismo está compuesto por una variedad de seres vivos que cohabitan con él, un ensamblaje de especies bautizado como <a href="https://academic.oup.com/femsre/article/32/5/723/2398937">“holobionte”</a>.</p>
<p>Todos somos holobiontes, incluidos los seres humanos, ya que establecemos relaciones simbióticas con microorganismos que forman su propio ecosistema en nuestro cuerpo. De hecho, se cree que las personas tenemos <a href="https://www.tandfonline.com/doi/full/10.3109/03014460.2013.807878">más células microbianas que humanas</a>. Estas llevan a cabo funciones esenciales relacionadas con el metabolismo e, incluso, <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/23384445/">influyen en nuestros estados de ánimo</a>.</p>
<h2>Una consecuencia de nuestra inconsciencia</h2>
<p>La teoría neodarwinista dominante no solo ha sido cuestionada por Margulis: también la deja en evidencia el estudio de la <a href="https://www.nature.com/articles/nrg2386">transferencia genética horizontal (HGT)</a>. Merced a <a href="https://theconversation.com/la-carrera-cientifica-contra-las-bacterias-multirresistentes-195218">este fenómeno</a>, el material genético no se mueve a través la transmisión del ADN desde los progenitores a su descendencia, sino entre organismos relacionados. La HGT ha contribuido, por ejemplo, a entender la patogénesis (conjunto de procesos que se suceden para causar una enfermedad) de ciertas bacterias, pues es la razón principal de que se propague <a href="https://journals.sagepub.com/doi/10.1177/0300985813511131">la resistencia a los antibióticos</a>.</p>
<p>A través de mecanismos como la HGT, las bacterias que son más resistentes a causa de las mutaciones intercambian material genético con las demás rápidamente. Ante una amenaza externa como un antibiótico, las bacterias resistentes no solo se protegen a sí mismas, sino también a sus vecinas. Y el mal uso de los antibióticos contribuye a la progresiva aparición de estas “superbacterias”.</p>
<p>En 2016, <a href="https://amr-review.org/">un estudio</a> estimó que en 2050 las muertes anuales causadas por estos patógenos se acercará a los 10 millones. El desarrollo de las “superbacterias” es uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo. Algunos científicos avisan que estamos ante <a href="https://www.csic.es/es/actualidad-del-csic/superbacterias-la-pandemia-silenciosa">una pandemia silenciosa</a>. </p>
<p>Conocer a fondo el funcionamiento de estas interacciones con nuestros microorganismos y darles visibilidad en los discursos evolucionistas a todos los niveles educativos nos ayudaría a enfrentarnos al problema.</p>
<h2>Luz en la oscuridad</h2>
<p>De alguna manera, la idea de la supervivencia del más apto postulada por Darwin se ha malinterpretado en las sociedades modernas. Pero los hallazgos de muchas investigadoras e investigadores han ido más allá para desvelar la otra historia de la vida, demostrando que solo existimos gracias a las interacciones con otras especies. </p>
<p>Y antes de finalizar, nos gustaría compartir la historia de un pequeño calamar hawaiano llamado <em>Euprymna scolopes</em>, muy ilustrativa de lo que hemos explicado.</p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/571432/original/file-20240125-15-9dsnim.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/571432/original/file-20240125-15-9dsnim.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/571432/original/file-20240125-15-9dsnim.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=600&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/571432/original/file-20240125-15-9dsnim.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=600&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/571432/original/file-20240125-15-9dsnim.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=600&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/571432/original/file-20240125-15-9dsnim.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=754&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/571432/original/file-20240125-15-9dsnim.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=754&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/571432/original/file-20240125-15-9dsnim.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=754&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">El calamar ‘Euprymna scolopes’.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://journals.plos.org/plosbiology/article?id=10.1371/image.pbio.v12.i02">Chris Frazee and Margaret McFall-Ngai / PLoS Biology</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/">CC BY</a></span>
</figcaption>
</figure>
<p>Cuando es adulto, este molusco desarrolla un órgano bioluminiscente con el que imita el reflejo de la luna en el fondo del mar, lo que le permite confundir a sus depredadores. Sin embargo, ese órgano sólo es adquirido <a href="https://journals.plos.org/plosbiology/article?id=10.1371/journal.pbio.1001783">si las crías entran en contacto con una especie específica de bacteria</a>: <em>Vibrio fischeri</em>. Nuestro calamar tiene que encontrar al microorganismo en el agua del mar para que esta colaboración se produzca exitosamente.</p>
<p>Gracias a esa bacteria, <em>Euprymna scolopes</em> puede existir.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/221955/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Eduardo Rodríguez Batista recibe fondos de la Agencia Canaria de Investigación, Innovación
y Sociedad de la Información de la Consejería de Economía, Conocimiento y
Empleo y por el Fondo Social Europeo (FSE)</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Marta Sansón no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>La idea imperante es que la evolución es una lucha de todos contra todos. Pero, en realidad, cada organismo es al mismo tiempo una comunidad de seres vivos donde prima la cooperación. La microbiota humana es un buen ejemplo de ello.Eduardo Rodríguez Batista, Investigador predoctoral en Biodiversidad y Conservación, Universidad de La LagunaMarta Sansón, Profesora de Botánica Marina, Universidad de La LagunaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2224392024-01-31T16:02:40Z2024-01-31T16:02:40ZLa llegada de Homo sapiens al norte de Europa sucedió hace 45 000 años, según nuevos hallazgos<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/572470/original/file-20240131-21-3ue2ey.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C5%2C1920%2C1431&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Vista de las nuevas excavaciones frente a lo que queda actualmente de la Ilsenhoehle bajo el castillo de Ranis. Foto de Karen Ruebens. Esta obra está bajo licencia CC BY-NC-ND 4.0</span> <span class="attribution"><a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/">CC BY-NC-ND</a></span></figcaption></figure><p>El periodo comprendido entre hace 50 000 y 40 000 asignificó una transformación biológica y cultural crucial para los humanos en el norte de la actual Europa: fue la época en que los grupos locales de neandertales fueron sustituidos por los de nuestra propia especie, <em>Homo sapiens</em>. </p>
<p>Aún se desconocen las razones exactas de esta sustitución, pero los recientes avances en arqueología y el estudio de biomoléculas, junto con descubrimientos arqueológicos, aportan nuevos datos esclarecedores sobre la dispersión hacia el norte del continente europeo de los primeros grupos de <em>Homo sapiens</em>. </p>
<p>Nuestra investigación <a href="https://www.nature.com/articles/s41559-023-02303-6">publicada hoy en <em>Nature</em></a> ha aprovechado al máximo estas nuevas técnicas, abriendo un nuevo capítulo en nuestra comprensión de cómo los humanos modernos llegaron a habitar el noroeste de Europa, territorio hasta entonces ocupado por los neandertales.</p>
<h2>Ranis: ¿un misterio de la Edad de Piedra?</h2>
<p>En la década de 1930, en el yacimiento de Ilsenhöhle, en Ranis (Turingia, Alemania), Werner M. Hülle descubrió una gran cantidad de materiales arqueológicos, entre ellos herramientas de piedra vinculadas a la transición entre el Paleolítico medio (neandertal) y el Paleolítico superior (<em>Homo sapiens</em>). Este periodo cultural de la industria de herramientas de piedra –conocido como Lincombiano-Ranisiano-Jerzmanowskiano (LRJ)– puede rastrearse por todo el centro y noroeste de Europa, desde Chequia hasta Gran Bretaña. </p>
<p>Hülle no logró identificar restos humanos en las capas del LRJ de Ranis. La mala conservación de los huesos en muchos otros yacimientos en los que se habían encontrado estas herramientas provocó un fuerte debate sobre si habían sido fabricadas por neandertales o por los primeros <em>Homo sapiens</em>.</p>
<p>Pero nuestro equipo excavó de nuevo el yacimiento de Ranis entre 2016 y 2022. Fue un trabajo realizado por un equipo de investigación internacional, dirigido por <a href="https://www.college-de-france.fr/fr/chaire/jean-jacques-hublin-paleoanthropologie-chaire-statutaire">Jean-Jacques Hublin</a>, <a href="https://www.eva.mpg.de/human-origins/staff/mcpherro/">Shannon McPherron</a>, <a href="https://denkmalpflege.thueringen.de/">Tim Schüler</a> y <a href="https://www.uf.phil.fau.de/das-team/dr-marcel-weiss/">Marcel Weiss</a>. En el transcurso de nuestros trabajos, localizamos con éxito las zanjas de la excavación de Hülle y hallamos nuevos depósitos de herramientas LRJ remanentes a una profundidad de casi 8 metros. </p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/572276/original/file-20240130-15-tnyeid.JPG?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/572276/original/file-20240130-15-tnyeid.JPG?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/572276/original/file-20240130-15-tnyeid.JPG?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=369&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/572276/original/file-20240130-15-tnyeid.JPG?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=369&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/572276/original/file-20240130-15-tnyeid.JPG?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=369&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/572276/original/file-20240130-15-tnyeid.JPG?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=464&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/572276/original/file-20240130-15-tnyeid.JPG?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=464&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/572276/original/file-20240130-15-tnyeid.JPG?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=464&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">Excavar las capas de LRJ a 8 metros de profundidad en Ranis fue un reto logístico y requirió un elaborado andamiaje para sostener la zanja. Marcel Weiss, licencia: CC-BY-ND 4.0.</span>
<span class="attribution"><a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-nd/4.0/">CC BY-ND</a></span>
</figcaption>
</figure>
<h2>Identificación de restos humanos antiguos</h2>
<p>Gracias a la nueva excavación recuperamos unos 1 800 fragmentos óseos. Sin embargo, debido a la gran fragmentación, sólo se pudo identificar la especie a la que pertenecieron de alrededor del 10 % del material encontrado. </p>
<p>Para aumentar la tasa de identificación, tomamos muestras de fragmentos óseos previamente no identificables tanto de las excavaciones nuevas como de las antiguas, y utilizamos nuevos métodos proteómicos (análisis de proteínas antiguas) para proporcionar nuevas identificaciones de especies. </p>
<p>Fue una grata sorpresa cuando identificamos restos humanos, tanto de nuestras nuevas excavaciones como de las de la década de 1930: por primera vez en la historia de la arqueología se habían identificado con seguridad restos humanos de una capa de LRJ. Una nueva evaluación visual de los fragmentos óseos de la década de 1930 elevó a trece el número total de fragmentos humanos identificados.</p>
<p>El análisis del ADN antiguo identificó todos estos fragmentos humanos como <em>Homo sapiens</em>. A continuación, una serie de dataciones directas por radiocarbono los ha situado con seguridad en torno a <a href="https://doi.org/10.1038/s41586-023-06923-7">hace 45 000 años</a>.</p>
<h2>Los primeros humanos, cazadores resistentes al clima</h2>
<p>Los fósiles humanos se encontraron junto a restos óseos de renos, bisontes, rinocerontes lanudos, zorros árticos, lobos y glotones, lo que sugiere un entorno extremadamente frío. Las estimaciones de temperatura obtenidas a partir de los isótopos de oxígeno de los dientes de caballo lo confirmaron, sugiriendo unas condiciones climáticas subárticas, similares a las de la tundra <a href="https://doi.org/10.1038/s41559-023-02318-z">del noroeste de la Rusia actual</a>. </p>
<p>Mientras que algunos huesos de animales presentaban claras huellas de haber sido descuartizados por humanos, <a href="https://doi.org/10.1038/s41559-023-02303-6">gran parte del material mostraba claros signos de haber sido consumido por hienas</a>. Tanto los análisis arqueológicos como los datos extraídos directamente de los restos humanos muestran una dieta basada en grandes herbívoros –especialmente renos y caballos– y centrada en la médula ósea, altamente nutritiva. También se identificaron marcas de corte en carnívoros, incluidos lobos, lo que sugiere que sus pieles se utilizaban para combatir el frío.</p>
<p>También pudimos comparar nuestras identificaciones de especies según el estudio de los huesos con las desveladas por las <a href="https://communities.springernature.com/posts/dirt-dna-sieving-through-history">muestras de ADN de sedimentos antiguos</a>. Así, encontramos un aumento del ADN de carnívoros en capas con más restos de herbívoros y material que había sido consumido por carnívoros. </p>
<p>En conclusión, está claro que la cueva de Ranis fue utilizada de forma intermitente por hienas, osos hibernantes y pequeños grupos pioneros de <em>Homo sapiens</em> resistentes al clima. </p>
<h2>Nuevos conocimientos sobre la presencia humana en el noroeste de Europa</h2>
<p>Nuestro trabajo marca un cambio significativo en la comprensión de las incursiones iniciales de <em>Homo sapiens</em> en las llanuras del noroeste de Europa hace 47 500 años, que tuvieron lugar en condiciones climáticas de frío extremo. Se desplazaban en pequeños grupos, compartían su entorno y sus emplazamientos con grandes carnívoros, como las hienas, y fabricaban puntas de piedra de gran finura. </p>
<p>El breve uso de la cueva de Ranis por pequeños grupos de <em>Homo sapiens</em> contrasta con las pruebas del mismo periodo de su presencia más prolongada e intensiva en <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0047248421001263">la cueva de Bacho Kiro</a>, en Bulgaria. Esto demuestra que sólo estamos empezando a comprender la dinámica de asentamiento de las primeras dispersiones de <em>Homo sapiens</em> en Europa, así como sus interacciones con grupos de neandertales locales. </p>
<p>Con un nuevo conjunto de herramientas analíticas a nuestra disposición, y con grandes cantidades de material óseo disponible para su estudio –tanto procedente de nuevas excavaciones como de colecciones de museos ya existentes–, estamos entrando en una nueva y apasionante fase de la investigación arqueológica sobre la coexistencia de nuestra especie con los neandertales.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/222439/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Geoffrey Smith recibe fondos de Max Planck Society.</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Dorothea Mylopotamitaki recibe financiación del programa de investigación e innovación Horizonte 2020 de la Unión Europea en virtud del acuerdo de subvención Marie Skłodowska-Curie número 861389 - PUSHH.</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Karen Ruebens recibe fondos de Max Planck Society. </span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Marcel Weiss recibe fondos de Max Planck Society.</span></em></p>Nuevos descubrimientos de fragmentos óseos en la cueva alemana de Ranis prueban la presencia de los primeros ‘Homo sapiens’ adaptados al frío en el norte de Europa, territorio ocupado por los neandertales, hace 45 000 años.Geoffrey Smith, Researcher, University of KentDorothea Mylopotamitaki, Doctorante, Centre interdisciplinaire de recherche en biologie (CIRB), Collège de FranceKaren Ruebens, Researcher, Paléaoanthropologie, CIRB, Collège de FranceMarcel Weiss, Friedrich-Alexander-Universität Erlangen-NürnbergLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2208112024-01-23T18:01:55Z2024-01-23T18:01:55Z¿Es tan moderno el concepto de evolución como creemos?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/570589/original/file-20240122-19-u5tn5d.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C4278%2C2939&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/silhouettes-animals-on-golden-cloudy-sunset-412654252">BoxerX/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Todos hemos escuchado hablar de Charles Darwin y de la trascendencia científica y sociológica que supuso su propuesta de evolución. Estoy convencida de gozar de un masivo respaldo intelectual si le cuelgo a Darwin la medalla a la figura más revolucionaria del siglo XIX. Él fue el brillante responsable, no sólo de estructurar científicamente el proceso evolutivo, sino de atribuir a la selección natural su motor de funcionamiento.</p>
<p>Sin embargo, no todo lo que comúnmente se atribuye a Darwin (y a otros teóricos evolutivos) salió de sus neuronas. Si escrutamos con detenimiento escritos del pasado, podemos comprobar cómo el concepto de evolución estaba latente desde mucho antes de que el joven Darwin se embarcara en el Beagle. </p>
<p>De hecho, ha rondado la mente humana desde hace milenios.</p>
<h2>Concepción sorprendentemente antigua</h2>
<p>Sorprende descubrir cómo la idea de que el tiempo y los elementos pueden cambiar las especies vivas ya estaba implícita en uno de los escritos más antiguos de la humanidad: la <em><a href="https://ia801002.us.archive.org/15/items/La_Epopeya_de_Gilgamesh/Gilgamesh.pdf">Epopeya de Gigalmesh</a></em>. En tabillas encontradas en la neoasiria Nínive se narra la fascinante historia sumeria del rey de Uruk (2650 a.C.), aunque lo que aquí interesa es el relato de fondo: cómo un dramático diluvio acabó con los animales y plantas existentes y cómo surgieron especies nuevas. </p>
<p>En el Antiguo Egipto, esta idea avanza más. Ya no se habla de “segunda creación” sino de “continua creación”. En textos encontrados en pirámides de la V y VI dinastías, en maderas de sarcófagos del Imperio Medio o en papiros del <em>Libro de los Muertos</em> del Imperio Nuevo, esta idea está masivamente presente, al igual que la de que los fósiles son marcas de seres vivos desaparecidos.</p>
<p>Todo ello permeó a la Antigua Grecia y lo recoge Anaximandro de Mileto, considerado el <a href="https://studylib.es/doc/9178093/01.-el-nacimiento-del-pensamiento-cient%C3%ADfico-by-carlo-rov...">primer observador “racional” del mundo natural</a>. Si bien su obra <em>Sobre la Naturaleza</em> (s. VI a.C.) se ha perdido, gracias a Laercio, Plutarco y Censorino sabemos que Anaximandro defendía un origen no divino del hombre, al que consideraba surgido de otras especies. De hecho, aunque lo explica de forma mítica, afirmó que el hombre procede del pez. </p>
<p>Años después, el “modernísimo” <a href="https://www.academia.edu/36192840/Guthrie_Historia_de_la_filosof%C3%ADa_griega_vol_III_Siglo_V_Ilustraci%C3%B3n">Empédocles nos sorprendía</a> considerando que el cambio que experimentan las especies con el tiempo es un proceso natural y sin una causa final. Esta idea, que hoy se continúa explicando en contextos donde aún cuesta asimilar que la evolución no es ni teológica ni teleológica, lo dijo este visionario presocrático ¡en el siglo VI antes de Cristo! </p>
<p>Curiosamente, <a href="https://www.jstor.org/stable/4341872">su visión “cambiante” de las especies la cuestiona dos siglos después Aristóteles</a>, como también la de que los seres vivos se habrían originado “por casualidad”. Muy al contrario, defiende la causalidad (los seres han sido diseñados con un propósito) y rechaza la explicación egipcia de los fósiles sin ofrecer alternativa.</p>
<h2>Seres en transformación constante</h2>
<p>Coincidiendo en el tiempo, el taoísmo de la Antigua China rechaza explícitamente el fijismo de las especies biológicas y las considera en estado de “transformación constante”, desarrollando características diferentes en respuesta a ambientes distintos. Esto, muy parecido a lo que hoy entendemos como “adaptación al medio”, fue recogido por Zhuangzi hace la friolera de 27 siglos. </p>
<p>Como tantas otras cosas de la extraordinaria sabiduría de los griegos, las ideas de Empédocles sobre el origen natural de los seres vivos se difundieron a Roma. Cicerón recoge las de Tito Lucrecio Caro (s. I) en <em>De rerum Natura</em> donde, además, afirma que todos están relacionados entre sí (lo que hoy entendemos como el origen filogenético común de todas las especies).</p>
<p>Un par de siglos después, San Agustín apuesta por el despliegue diferencial de las “semillas de vida” a lo largo del tiempo, liberando al Génesis de una interpretación literal. Por cierto, San Agustín no solo fue un visionario en este aspecto: se adelantó 16 siglos a Einstein cuando afirmó que “el universo no nació <em>en</em> el tiempo, sino <em>con</em> el tiempo”.</p>
<h2>La lucha por la existencia</h2>
<p>Pero sigamos con el relato temporal, porque lo de Al Jahiz, en el s. IX, es ya de un explícito total. En su bellamente ilustrado <em>Libro de los animales</em> <a href="https://digital.csic.es/handle/10261/61700">habla, literalmente, de la “lucha por la existencia”</a>. En sus textos, apoyados y desarrollados por Alhacén, se entrelee el concepto de supervivencia de los más aptos y se especifica la transmisión a la descendencia de los caracteres seleccionados. </p>
<p>Dicho de otra manera, habla claramente de evolución aunque equivocándose al considerar como motor evolutivo a la herencia de los caracteres adquiridos (como también haría Lamarck siglos después).</p>
<h2>Con el arca de Noé y Platón dimos un paso atrás</h2>
<p>Pero ¿por qué desaparecieron estas ideas de la cultura occidental? ¿Qué o quién puso una venda en los ojos a la vieja Europa hasta el siglo XVIII?</p>
<p>Exceptuando las ideas taoístas, que no contactaron con nuestras fronteras hasta muchos siglos después, podemos hablar de la confluencia de dos circunstancias básicas. Por una parte, la idea del diluvio universal de los escritos mesopotámicos, si bien es “reciclada” por la Torah judía y la Biblia cristiana, incluye la aparición de un personaje que lo cambia todo: Noé. Con su famosa y atiborrada arca, posibilita la supervivencia de las especies ofreciendo una justificación mítica al inmovilismo tipológico que arraigó en el pensamiento escolástico.</p>
<p>Pero el verdadero antihéroe del evolucionismo es el gran Platón, <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1369848613001222?via%3Dihub">en palabras del gran teórico evolucionista Ernst Mayr</a>. Su esencialismo ha impregnado las mentes occidentales durante siglos y es el responsable de la consideración de las diferentes formas de vida como entes inmutables. De hecho, la idea de que el cambio es solo apariencia deformada de una realidad suprasensible imperecedera sigue pesando como una losa en muchos contextos de nuestra sociedad.</p>
<p>A pesar del lúcido descubrimiento de Darwin de la selección natural como motor evolutivo; a pesar de las contribuciones de genética, biología molecular y genética de poblaciones; y a pesar de las contribuciones de científicos de primerísimo nivel para construir la brillante teoría sintética de la evolución que transformó radicalmente el pensamiento humano, muchas afirmaciones actuales hacen que nos sigamos tirando de los pelos por culpa de Platón…</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/220811/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>A. Victoria de Andrés Fernández no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Si escrutamos con detenimiento escritos del pasado, podemos comprobar cómo el concepto de evolución ha estado latente mucho antes de que el joven Darwin se embarcara en el ‘Beagle’.A. Victoria de Andrés Fernández, Profesora Titular en el Departamento de Biología Animal, Universidad de MálagaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2178262023-12-12T18:31:27Z2023-12-12T18:31:27ZEstrellas de mar: de no tener cabeza a tener solo cabeza<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/565314/original/file-20231212-27-e28tnl.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=7%2C100%2C4625%2C3305&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">shutterstock</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/most-beautiful-mediterranean-sea-star-underwater-1088267795">Vojce/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Las estrellas y los erizos de mar forman parte de <a href="https://theconversation.com/yorkicystis-el-extrano-antepasado-de-las-estrellas-de-mar-que-perdio-su-esqueleto-179494">uno de los grupos más enigmáticos de seres vivos</a>: los equinodermos. Un estudio publicado recientemente los convierte en criaturas todavía más enigmáticas. Al menos, si las contemplamos con nuestros ojos humanos.</p>
<p>La inmensa mayoría de los animales, nosotros incluidos, somos bilaterales: nuestra simetría divide el cuerpo en dos mitades casi idénticas. En otras palabras, estamos organizados sobre la base de un eje anteroposterior y otro dorsoventral. Hacia finales del siglo pasado se descubrió que los genes que controlan la formación de estos ejes durante el desarrollo son los mismos en todos los animales bilaterales. Es decir, el mecanismo que determina qué región va a ser anterior, media o posterior es el mismo en una mosca y en un ser humano. </p>
<p>Una organización bilateral parece la más lógica en animales que tienen un tubo digestivo y se desplazan en una dirección determinada. Lo razonable es que alrededor del extremo anterior, donde está la boca, se concentren los órganos de los sentidos y los centros nerviosos. En pocas palabras, que se desarrolle una cabeza. </p>
<p>Esta es la razón por la que nos resultan fascinantes los equinodermos. Sus ancestros eran bilaterales con todas sus ventajas, cabeza incluida. Sin embargo, en algún momento de su evolución perdieron esta característica y desarrollaron una organización pentámera. Dejaron de tener un único plano de simetría para contar con nada menos que cinco, dispuestos alrededor de un eje oral-aboral, el eje que pasa por la boca y por el lado opuesto del cuerpo. </p>
<p>Esta innovación evolutiva se refleja en el desarrollo de los equinodermos: su larva es bilateral, pero tras una metamorfosis compleja adquiere la simetría pentámera.</p>
<p>La organización pentámera, sin eje anteroposterior ni centros nerviosos, implica la ausencia de una cabeza. O, al menos, esto se creía hasta ahora. <a href="https://doi.org/10.1038/s41586-023-06669-2">Un artículo recientemente publicado en la revista <em>Nature</em> </a> sugiere lo contrario de lo que se pensaba. Los equinodermos no sólo tienen cabeza, sino que no tienen nada más. Son cabezas sin cuerpo.</p>
<h2>Cuatro hipótesis, todas inválidas</h2>
<p>Hasta ahora se habían formulado cuatro hipótesis para explicar cómo el eje presente en todos los animales bilaterales pudo transformarse en los cinco planos de simetría de los equinodermos. Estos modelos eran la bifurcación, circularización, duplicación y el apilamiento.</p>
<p>Un equipo de biólogos de la Universidad de Stanford (EE UU) propone en su artículo un modelo nuevo y diferente, que supone una nueva concepción de cómo evolucionaron los equinodermos. </p>
<p>Su estrategia consistió en seleccionar una serie de marcadores genéticos típicos del eje anteroposterior de los bilaterales. Estos han sido conservados a lo largo de la evolución, por lo que es interesante saber dónde se expresan en un animal pentámero. Entre los 36 marcadores seleccionados los había de la región más anterior del cuerpo, de la media y de la posterior. También se incluyeron los genes del complejo <em>Hox</em>, que son fundamentales en la organización del eje de todos los animales bilaterales. </p>
<p>La técnica utilizada fue la tomografía de ARN aplicada a los pequeños estados juveniles de una estrella de mar abundante en la costa de California, <em>Patiria miniata</em>. Esta avanzada técnica molecular consiste en seccionar brazos de la estrella en tres planos diferentes: a lo largo del eje del brazo, en un plano horizontal y de forma transversal. En las distintas secciones fue detectada la expresión de los diferentes marcadores. </p>
<p>El sorprendente resultado obtenido fue que los genes más anteriores se expresaban en la línea media de los brazos, y los más posteriores en sus márgenes laterales. Como la línea media de los brazos está ocupada por los surcos ambulacrales, en los que se localizan los pequeños pies con los que las estrellas de mar se desplazan, este nuevo modelo de organización se ha denominado ambulacral-anterior.</p>
<h2>Un resultado inesperado</h2>
<p>Que el centro de los brazos corresponda a la parte anterior de los demás animales y los márgenes a la posterior, no era un resultado esperado. Pero menos todavía lo fue la ausencia de marcadores típicos del tronco de los animales bilaterales. </p>
<p>En el ectodermo de la estrella de mar solo se expresa uno de los trece genes del complejo <em>Hox</em>, <em>Hox1</em>, y lo hace en el margen de los brazos, lo que corresponde a la zona posterior de su cuerpo. Dicho de otra forma, lo más posterior que encontramos en el cuerpo de la estrella corresponde al límite posterior de la cabeza de los vertebrados. El cuerpo de la estrella de mar se corresponde con nuestra cabeza, pero no hay evidencia molecular de que haya nada semejante a un tronco.</p>
<p>Queda por comprobar si estos resultados son exclusivos de las estrellas de mar o, como parece muy probable, son aplicables a todos los equinodermos. Si se confirma esto, se trataría de una concepción completamente novedosa de la forma en que los equinodermos reorganizaron su eje bilateral y construyeron su cuerpo. Una constatación final que nos confirma este estudio: la biología, y en particular la evolución, mantiene intacta su capacidad de asombrarnos.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/217826/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Ramón Muñoz-Chápuli Oriol no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Hasta ahora había cuatro hipótesis sobre cómo los equinodermos dejaron de tener una simetría bilateral como la nuestra. Un estudio reciente añade una nueva posibilidad todavía más extraña.Ramón Muñoz-Chápuli Oriol, Catedrático de Biología Animal (jubilado), Universidad de MálagaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2179812023-11-27T23:16:50Z2023-11-27T23:16:50ZAlfred Russel Wallace, el naturalista que llevó a Darwin a acelerar la publicación de ‘El origen de las especies’<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/560170/original/file-20231117-29-bpw60h.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C5%2C3800%2C2838&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">El Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) inauguró el 2 de noviembre la exposición 'Alfred Russel Wallace (1823-1913). Biogeografía y Evolución'.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.mncn.csic.es/es/Comunicaci%C3%B3n/el-mncn-celebra-el-bicentenario-del-nacimiento-del-naturalista-alfred-russel-wallace">Victor Evstatieff / MNCN</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/">CC BY-SA</a></span></figcaption></figure><p>Los antiguos griegos y romanos pensaban que en las latitudes ecuatoriales, las llamadas zonas tórridas o tropicales, era difícil la vida, si no imposible. Sus referentes eran los veranos cálidos y secos del Mediterráneo y los desiertos africanos. Para su sorpresa, tras la emergencia del Nuevo Mundo y la penetración en las Indias Orientales, los europeos comprobaron que en los trópicos la vida no sólo era posible, sino que allí se desplegaba en toda su energía, variedad y riqueza. </p>
<p>Hoy día la mayoría de los <em>hotspots</em> de la biodiversidad se encuentran en esas regiones que los sabios de la antigüedad consideraban inhabitables.</p>
<p>Equivocarse es cuestión de tiempo. Y tener razón guarda relación con el lugar desde donde se enuncia una teoría o el sitio que ocupa quien la enuncia. De manera
que el tiempo y el espacio importan para la vida y también para la ciencia. </p>
<p>De todo ello dan cuenta los trabajos y los días de <a href="https://press.princeton.edu/books/hardcover/9780691233796/radical-by-nature">Alfred Russel Wallace (1823-1913)</a>, uno de esos científicos portentosos e injustamente postergados al que el Museo Nacional de Ciencias Naturales de España le dedica una maravillosa <a href="https://www.mncn.csic.es/es/visita-el-mncn/exposiciones/alfred-russel-wallace-1823-1913-biogeografia-y-evolucion">exposición</a> que podrá visitarse hasta el 1 de septiembre de 2024.</p>
<h2>Una carta a Darwin aceleró la publicación de <em>El origen de las especies</em></h2>
<p>Cuando en la primavera de 1858 Charles Darwin recibió en su mansión de Down House una carta (con un pequeño ensayo manuscrito) desde las islas Molucas describiendo la selección natural, aceleró la publicación de <a href="https://tradart.es/el-origen-de-las-especies-mediante-seleccion-natural/"><em>El origen de las especies</em></a> (1859). </p>
<figure class="align-right zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/560467/original/file-20231120-23-uztu79.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/560467/original/file-20231120-23-uztu79.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/560467/original/file-20231120-23-uztu79.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=585&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/560467/original/file-20231120-23-uztu79.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=585&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/560467/original/file-20231120-23-uztu79.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=585&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/560467/original/file-20231120-23-uztu79.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=735&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/560467/original/file-20231120-23-uztu79.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=735&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/560467/original/file-20231120-23-uztu79.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=735&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">La rana voladora, ilustración de <em>El archipiélago malayo</em> (1869)</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://es.wikipedia.org/wiki/The_Malay_Archipelago">Wikimedia commons</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/">CC BY</a></span>
</figcaption>
</figure>
<p>Su teoría coincidía en lo sustantivo con la de aquel lejano corresponsal, un naturalista viajero que había estado anteriormente en el Amazonas recogiendo insectos y estudiando las especies de primates y que ahora estaba explorando esa región del mundo llena de islas, volcanes, especias y especies que inmortalizó en <a href="https://laertes.es/libro/viaje-al-archipielago-malayo/"><em>El archipiélago malayo</em></a> (1869), uno de los mejores libros de viajes de todos los tiempos.</p>
<h2>La línea de Wallace y las Galápagos</h2>
<p>Alfred Russel Wallace dibujó allí la hoy llamada <a href="https://www.youtube.com/watch?v=mhCO34z3qmw">línea de Wallace</a>, la frontera entre la fauna euroasiática y la oceánica. Las especies evolucionaban y se distinguían unas de otras adaptándose al medio, el mismo fenómeno que Darwin había observado en las islas Galápagos con sus distintos pinzones.</p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/560464/original/file-20231120-21-npvaxe.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/560464/original/file-20231120-21-npvaxe.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/560464/original/file-20231120-21-npvaxe.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=377&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/560464/original/file-20231120-21-npvaxe.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=377&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/560464/original/file-20231120-21-npvaxe.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=377&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/560464/original/file-20231120-21-npvaxe.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=474&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/560464/original/file-20231120-21-npvaxe.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=474&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/560464/original/file-20231120-21-npvaxe.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=474&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">La línea de Wallas.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://en.wikipedia.org/wiki/File:Wallace-line1.jpg">Wikimedia commons</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/">CC BY</a></span>
</figcaption>
</figure>
<p>Wallace era un agrimensor reconvertido en entomólogo de campo, un autodidacta con inquietudes sociales, ajeno a los círculos eruditos. En varios sentidos, un excéntrico. </p>
<p>Darwin, por el contrario, era un desahogado <em>gent</em>, formado en Cambridge y que vivía <em>apartado</em> en su mansión en el condado de Kent, un naturalista con gran prestigio, medios y contactos entre las élites victorianas y académicas. Su correspondencia, que supera las <a href="https://www.darwinproject.ac.uk/">14 000 cartas</a>, le situaba en el centro de operaciones de una red global. No en vano, Janet Browne tituló el segundo volumen de su gran biografía del padre del evolucionismo <a href="https://press.princeton.edu/our-authors/browne-janet"><em>The power of place</em></a>.</p>
<hr>
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<em>
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Leer más:
<a href="https://theconversation.com/el-crimen-de-charles-darwin-201015">El 'crimen' de Charles Darwin</a>
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<hr>
<h2>El papel de Wallace en la biogeografía</h2>
<p>La historia suele situar a Wallace en un lugar secundario en la teoría de la evolución, aunque suele concederle más protagonismo en el nacimiento de la <a href="https://www.sciencedirect.com/topics/agricultural-and-biological-sciences/biogeography">biogeografía</a>, la distribución espacial de la vida. Esta disciplina también resultó del esfuerzo colectivo y las observaciones de muchos otros protagonistas, como el prusiano Alexander von Humboldt o el neogranadino Francisco José de Caldas, pioneros de la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Geobot%C3%A1nica">fitogeografía</a>. </p>
<p>Las polémicas sobre la prioridad de los descubrimientos son tan frecuentes en la historia de la ciencia como la distribución social y geográfica del mérito y la capacidad. La latitud también ha sido un factor determinante a la hora de asignar reconocimiento y originalidad.</p>
<p>Pero Wallace no sólo estudió cómo el medio modifica a los seres vivos. También observó cómo los seres vivos alteran el medio, el efecto de las especies invasoras y singularmente la actividad humana sobre el territorio. </p>
<h2>La acción del ser humano</h2>
<p>Wallace denunció ya entonces que en Ceilán (hoy Sri Lanka) los suelos estaban sufriendo una erosión irreparable a causa de la deforestación y los cultivos de café.</p>
<p>El poder de nuestra especie para intervenir sobre el medio se ha multiplicado exponencialmente en los últimos 150 años. </p>
<p>En honor de aquel explorador intrépido hoy se llama <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Wallacea#/media/Archivo:Map_of_Sunda_and_Sahul.png">Wallacea</a> a esa región formada por un laberinto de islas que se derrama entre Borneo y Nueva Guinea. Es todo un síntoma que hasta allí hubieran viajado años atrás los argonautas de la primera circunnavegación, los buscadores de las especias, el tesoro de las Molucas.</p>
<p>Resulta que el verdadero tesoro era la <a href="https://www.penguin.co.uk/books/26016/the-diversity-of-life-by-edward-o-wilson-illus-amy-bartlett-wright-maps-charts-and-graphs-by-george-ward/9780140291612">biodiversidad</a>. </p>
<p>Los archipiélagos que exploró Wallace poseen una riqueza faunística única en el planeta, los vestigios de especies que no pudieron cruzar las aguas tras la subida del nivel del mar. Aislados por fosas marinas infranqueables, se conservan allí especies endémicas de aspecto prehistórico, como los <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Varanus_komodoensis">dragones de Komodo</a> y esos pequeños primates de ojos enormes llamados tarseros. En nuestros días, las plantaciones de palma de aceite y coco están arruinando estas reservas naturales, tal y como ocurre en otros bosques tropicales. </p>
<p>En el espacio leemos el tiempo, un hecho que ha marcado la biología evolutiva, la geología, la paleontología y la paleogeografía, entre otras disciplinas científicas. </p>
<p>De alguna manera, en esos <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Tristes_tr%C3%B3picos">tristes trópicos</a> residen el pasado y el futuro de la vida en este planeta.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/217981/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Juan Pimentel no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Alfred Russel Wallace fue un científico portentoso e injustamente postergado a quien ahora el Museo Nacional de Ciencias Naturales le dedica una maravillosa exposición.Juan Pimentel, Investigador del Departamento de Historia de la Ciencia, Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS - CSIC)Licensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2159032023-10-30T13:18:42Z2023-10-30T13:18:42Z¿Por qué las mujeres menstrúan y otros muchos animales no?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/556068/original/file-20231026-22-ym9sr3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=480%2C53%2C6646%2C4370&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption"></span> </figcaption></figure><p>La <a href="https://theconversation.com/es/topics/menstruacion-58763">menstruación</a> es un fenómeno muy raro en la naturaleza. Sin embargo, las mujeres menstrúan alrededor de <a href="https://www.nhs.uk/conditions/periods/fertility-in-the-menstrual-cycle/">480 veces en la vida</a>.
Solo experimentan este proceso algunas <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32129461/">hembras de mamíferos</a>: además del <em>Homo sapiens</em>, ciertos primates no humanos, determinados murciélagos, la musaraña elefante y el ratón espinoso egipcio. Como le ocurre a nuestra especie, su útero se prepara por defecto a la llegada de un potencial embrión y, si no llega, se autodestruye con la menstruación.</p>
<p>Pero en la mayoría de las hembras de los mamíferos, la reproducción está regulada por el ciclo estral, que explicaremos más adelante. Entonces, ¿por qué algunos animales desarrollaron esa rareza llamada menstruación? Veamos cuáles son las diferencias entre ambos mecanismos biológicos.</p>
<h2>Así se prepara el ovulo para la fecundación</h2>
<p>Durante la preparación para el apareamiento y el embarazo, el cuerpo femenino experimenta diversos cambios fisiológicos. La ovulación, que implica la liberación de un óvulo de un folículo ovárico maduro, es inducida por un aumento en la producción de estrógenos, que estimulan la liberación de la llamada hormona luteinizante.</p>
<p>En especies con ciclo menstrual, la ovulación es cíclica y no depende del entorno. Esto se atribuye a una dieta omnívora, que proporciona una fuente continua de energía a través de frutas, insectos y pequeños vertebrados. Como resultado, las hembras que menstrúan no están condicionadas por señales de apareamiento y pueden reproducirse en <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/29789322/">cualquier época del año</a>.</p>
<p>En cambio, la ovulación de las especies con ciclo estral se desencadena por factores ambientales, como la nutrición, la temperatura, la lluvia, la luz o la estimulación mecánica durante el coito. Esto ocurre en una ventana de tiempo específica llamada “estro” o “celo”. </p>
<h2>Decidualización: el útero acoge la llegada del embrión</h2>
<p>Después de la ovulación, el folículo ovárico que liberó el óvulo se transforma en el denominado cuerpo lúteo. Este produce progesterona, una hormona crucial para que pueda producirse la implantación del embrión.</p>
<p>En el caso de los animales que menstrúan, el endometrio –la capa más interna del útero– se prepara para la implantación embrionaria sin que la hembra esté embarazada. Este proceso se llama <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/22057551/">decidualización espontánea</a> y es inducido por el cuerpo lúteo. </p>
<p>De hecho, la progesterona promueve la diferenciación –es decir, la especialización– de células estromales endometriales en células estromales deciduales. Estas últimas secretan moléculas que mantienen el cuerpo lúteo en funcionamiento y atraen a las células asesinas NK, células inmunitarias que promueven una extensa remodelación de los vasos sanguíneos del endometrio. Así se facilita la implantación del embrión y <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/29789322/">se evita su rechazo</a> por el sistema inmune de la hembra.</p>
<p>Todo esto no pasa en las especies con ciclo estral, donde la decidualización es inducida por los mismos embriones cuando comienzan a invadir el endometrio.</p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/556311/original/file-20231027-27-mudpgm.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/556311/original/file-20231027-27-mudpgm.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/556311/original/file-20231027-27-mudpgm.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=344&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/556311/original/file-20231027-27-mudpgm.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=344&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/556311/original/file-20231027-27-mudpgm.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=344&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/556311/original/file-20231027-27-mudpgm.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=432&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/556311/original/file-20231027-27-mudpgm.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=432&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/556311/original/file-20231027-27-mudpgm.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=432&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">Ciclo menstrual. Adaptado y traducido de ‘A missing piece: the spiny mouse and the puzzle of menstruating species’. Nadia Bellofiore et al. Journal of Molecular Endocrinology, 2018.</span>
<span class="attribution"><a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/">CC BY</a></span>
</figcaption>
</figure>
<h2>Apareamiento y fecundación</h2>
<p>En casi todas las especies que experimentan ciclo menstrual, el apareamiento es continuo y no depende ni de factores externos ni del estado reproductivo de las hembras. En cambio, las hembras con ciclo estral solo son receptivas durante el estro, una o más veces al año. </p>
<p>En ambos casos, cuando se produce la fecundación, el óvulo fecundado por el espermatozoide empieza un proceso de división celular hasta llegar al estadio embrional de <a href="https://www.uco.es/organiza/departamentos/anatomia-y-anat-patologica/embriologia/MyWeb_e/blastocisto.html">blastocisto</a>. Mientras tanto, el embrión se desplaza del oviducto al útero, donde podrá implantarse en un endometrio ya decidualizado (en las especies con ciclo menstrual) o tras inducir la decidualización (en las especies con ciclo estral). </p>
<h2>Placentas invasivas y superficiales</h2>
<p>El embrión se implanta en el endometrio a través una capa de células, el trofoblasto, que posteriormente formará la placenta. </p>
<p>Si la hembra experimenta ciclo menstrual, la invasión del trofoblasto es profunda, lo que da como resultado una placenta que atraviesa el epitelio uterino y los vasos sanguíneos maternos. </p>
<p>En algunas especies de ciclo estral, este proceso puede ser superficial; es decir, no hay invasión de los vasos sanguíneos maternos, ni siquiera del epitelio uterino. Curiosamente, este tipo de placentas son evolutivamente más modernas y permiten el <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC5033709/">mismo intercambio de gases y nutrientes</a> que las invasivas.</p>
<p>Mientras que ciertas especies de ciclo estral pueden desarrollar placentas invasivas –por ejemplo, los roedores–, ninguna de los animales menstruantes cuenta con una placentación superficial.</p>
<h2>¿Una ventaja evolutiva?</h2>
<p>¿Y a qué se deben todas estas diferencias? <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/29530426/">Un estudio</a> sobre la evolución de la menstruación defiende que las especies con decidualización espontánea tienen una mayor capacidad de supervivencia y una mayor probabilidad de generar descendencia. Se han propuesto dos teorías para explicar esta ventaja evolutiva.</p>
<p>La <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/22057551/">primera hipótesis</a> se basa en la invasión excesiva del trofoblasto que da inicio a la placentación. La respuesta del útero a esta invasión “bárbara” sería la decidualización. Gracias a este proceso, las células deciduales, conectadas por uniones estrechas, forman una especie muralla defensiva. </p>
<p>Adicionalmente, con la ayuda de las células asesinas NK, producen factores que no solo limitan la invasión del embrión, sino que además inducen la muerte de células embrionarias que evaden las defensas de su ejercito. Sin decidualización, la invasión sería aún más profunda y produciría daños irreversibles al útero. </p>
<p>Según <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/20422011/">la segunda teoría</a>, las células deciduales serían capaces de detectar embriones cromosómicamente anómalos que no consiguen establecer conexiones con el suministro sanguíneo materno. Con la menstruación, estas células se desprenden, eliminando embriones anómalos y evitando una inversión materna inútil en embarazos problemáticos. </p>
<p>A fin de cuentas, la menstruación es una ventaja evolutiva a favor de los genes maternos, que intentan limitar la transferencia excesiva de recursos al feto, y en contra de los genes fetales, que intentan extraer tanto como sea posible de la madre para asegurar <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/8115596/">su propagación</a>.</p>
<h2>Coda: el inicio de un nuevo ciclo</h2>
<p>Cuando no hay embarazo, sin el embrión y su placenta, no se producen las hormonas necesarias para <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/B9780128012383643969">el mantenimiento del cuerpo lúteo</a> y la producción de la progesterona. Si esta hormona falta, el endometrio de las especies con ciclo estral simplemente se reabsorbe. </p>
<p>Sin embargo, la ausencia de progesterona en las hembras menstruantes provoca una reacción inflamatoria que induce la descomposición de la matriz del tejido endometrial, provista de numerosos vasos sanguíneos. La integridad estructural del armazón uterino se pierde y la sangre de las arteriolas endometriales es expulsada en la cavidad uterina. Es lo que conocemos como <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/29789322/">menstruación</a>. </p>
<p>Entender por qué, a nivel evolutivo, algunas especies han desarrollado la menstruación como estrategia reproductiva es útil para conocer mejor nuestra fisiología, sentar las bases para desmentir bulos sobre la menstruación y fomentar la investigación sobre <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/29530426/">patologías femeninas</a>.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/215903/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Federica Marinaro recibe fondos del Ministerio de Ciencia e Innovación (España). </span></em></p>Solo un puñado de hembras de mamíferos, incluido el ser humano, experimentan el ciclo menstrual. Algunos expertos apuntan a que es una ventaja evolutiva, ya que aumentaría las posibilidades de tener descendencia.Federica Marinaro, Investigadora Postdoctoral en Reproducción Animal, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)Licensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2148872023-10-03T16:43:42Z2023-10-03T16:43:42Z¿Por qué el comportamiento homosexual es tan común en mamíferos?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/551771/original/file-20231003-21-bhysm1.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C121%2C4256%2C2535&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/two-monkey-friends-on-tree-110270648">Hung Chung Chih / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Resulta sorprendente que el comportamiento sexual entre individuos del mismo sexo haya sido observado en más de 1 500 especies animales, abarcando una amplia gama de grupos taxonómicos. Estas especies incluyen desde invertebrados –como insectos, arañas, equinodermos y nematodos– hasta vertebrados –como peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos–. Se trata de un fenómeno que desafía las explicaciones convencionales de la reproducción y plantea importantes interrogantes sobre su función y evolución en el mundo natural.</p>
<p>Quizá por eso ha atraído la atención de diversas disciplinas académicas, entre las que se incluye la zoología y la biología evolutiva. El comportamiento sexual entre individuos del mismo sexo se define como cualquier conducta momentánea, que normalmente se realiza con un miembro del sexo opuesto, pero que, en su lugar, se dirige hacia individuos del mismo sexo. A pesar de no contribuir directamente a la reproducción, este tipo de comportamiento sexual representa un misterio desde una perspectiva evolutiva.</p>
<p>Nuestro grupo de investigación ha explorado la evolución del comportamiento sexual entre individuos del mismo sexo en mamíferos en un estudio que acaba de publicarse <a href="https://doi.org/10.1038/s41467-023-41290-x">en la revista <em>Nature Communications</em></a>.</p>
<p>El comportamiento sexual entre individuos del mismo sexo parece ser una tendencia común en los mamíferos. Hasta ahora se ha registrado en aproximadamente el 5 % de las especies y el 50 % de las familias, y lo practican con similar prevalencia machos y hembras. </p>
<p>Según los datos disponibles, este comportamiento no se distribuye aleatoriamente entre los linajes de mamíferos, sino que tiende a ser más prevalente en algunos grupos, especialmente en los primates, donde se ha observado en al menos 51 especies, desde lémures hasta simios. </p>
<p>En algunas especies, este comportamiento es ocasional y se manifiesta solo en circunstancias muy específicas. Sin embargo, en el 40 % de las especies el comportamiento homosexual es una actividad moderada o incluso frecuente durante la temporada de apareamiento. </p>
<p>Estos hallazgos despiertan preguntas fascinantes sobre la biología y evolución de la sexualidad en el reino animal.</p>
<h2>Una forma de reforzar relaciones sociales</h2>
<p>Nuestro estudio ha hecho un descubrimiento intrigante al revelar vínculos significativos entre el comportamiento sexual entre individuos del mismo sexo en mamíferos y sus patrones de comportamiento social. </p>
<p>Nuestro análisis constató que las especies que exhiben comportamiento social más desarrollado, tanto en machos como en hembras, tienen una mayor probabilidad de manifestar estas interacciones sexuales entre individuos del mismo sexo. Estos resultados apoyan la hipótesis de que esta conducta sexual se ha visto favorecida evolutivamente como una forma de establecer, mantener y reforzar relaciones sociales que pueden aumentar los vínculos y la alianza entre miembros de un mismo grupo.</p>
<p>Este análisis comparativo filogenético también halló una relación entre esta conducta sexual y la violencia intrasexual –entre individuos del mismo sexo–, pero solo en el caso de los machos. Las especies cuyos machos son más violentos tienen mayor probabilidad de que dichos machos exhiban este comportamiento sexual durante algún momento de su vida.</p>
<p>El estudio sugiere, por tanto, que el comportamiento sexual entre individuos del mismo sexo exhibido por mamíferos no humanos es una adaptación que desempeña un papel importante en el mantenimiento de las relaciones sociales en ambos sexos y la mitigación de los conflictos principalmente entre machos.</p>
<h2>Cuidado con extrapolar a seres humanos</h2>
<p>En cualquier caso, enfatizamos la necesidad de cautela, ya que estas asociaciones podrían deberse a otros factores. Además, los resultados no excluyen otras hipótesis sobre la evolución del comportamiento sexual entre individuos del mismo sexo, que requieren más investigación. </p>
<p>También es importante señalar que los resultados no deben utilizarse para explicar la evolución de la orientación sexual en los seres humanos. Esto es debido a que el estudio se centró en el comportamiento sexual entre individuos del mismo sexo definido como cortejo a corto plazo o interacciones de apareamiento, en lugar de como una preferencia sexual más permanente. </p>
<p>Por último, debemos tener en cuenta que el comportamiento sexual solo se ha estudiado detenidamente en una minoría de especies de mamíferos. Esto implica que nuestra comprensión de la evolución del comportamiento sexual entre individuos del mismo sexo en los mamíferos podría cambiar a medida que se investiguen más especies en el futuro.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/214887/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>El comportamiento homosexual es muy común en la naturaleza, sobre todo en mamíferos y, en especial, en primates. Un análisis filogenético intenta dilucidar el origen y función de este fenómeno.José María Gómez Reyes, Chair professor, Estación Experimental de Zonas Áridas (EEZA - CSIC)Adela González Megías, Universidad de GranadaMiguel Verdú, Universitat de ValènciaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2043862023-09-05T15:50:53Z2023-09-05T15:50:53Z¿Por qué bailamos? Neuroclaves de un impulso irresistible<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/546369/original/file-20230905-19-7ldjye.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C8%2C3000%2C1989&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/group-energetic-friends-dancing-night-club-267308225">Pressmaster / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Cuatro de la tarde en un café cualquiera hace algunos días. Diversos perfiles de solitarios <em>freelancers</em> y trabajadores en remoto intentan concentrarse en sus tareas frente a la pantalla de sus portátiles. Luchan contra su instinto de caer rendidos a esta hora de la siesta. Mientras, quienes siguen de vacaciones disfrutan de sus cafés con hielo y su larga sobremesa. El calor aprieta fuera con sus últimos coletazos, pese a que “la vuelta al cole” ya se respira en el ambiente. </p>
<p>De pronto, los distintivos y galopantes acordes de <a href="https://www.youtube.com/watch?v=0CFuCYNx-1g"><em>Superstition</em>, de Stevie Wonder</a>, comienzan a invadir la estancia. De manera totalmente involuntaria, todas y todos los presentes comienzan a marcar el ritmo con los pies o con el bolígrafo que sostienen en la mano. Sus cabezas marcan el compás y algunos –menos acomplejados– incluso se balancean rítmicamente en sus sillas. </p>
<h2>Bebés con mucho ritmo</h2>
<p>No pueden controlarlo; hay canciones y ritmos que nos invitan irremediablemente a movernos. Los humanos (salvo en ciertas condiciones clínicas) tenemos ese instinto que nos hace ponernos a bailar con determinada música, aunque sea luchando con el pudor que este mismo hecho nos genera.</p>
<p>Pero ¿por qué? ¿Qué pasa en nuestro cerebro en esos momentos? “Instintivo” es, probablemente, el mejor término que nos viene a la cabeza para definir la experiencia. Y es que parece que nuestro sistema esté perfectamente engranado para permitir y promover este movimiento irrefrenable. El hecho de que <a href="https://journals.plos.org/plosone/article/file?id=10.1371/journal.pone.0097680&type=printable">los bebés ya sean capaces de sincronizar sus movimientos a un ritmo externo a los tres meses de vida</a> parece indicar cómo de innata es esta capacidad. </p>
<h2>Arrastrados por el <em>groove</em></h2>
<p>Efectivamente, tanto cuando vemos a otras personas bailar como cuando nos exponemos a ciertos tipos de música, se desencadena en nuestro cerebro una respuesta que nos incita a ponernos en movimiento. Investigadores del <a href="https://musicinthebrain.au.dk/"><em>Center for Music in the Brain</em> (Universidad de Aarhus, Dinamarca)</a> han propuesto recientemente un interesante marco teórico para ella. Concretamente, sugieren que procesamos primero la información sonora y ponemos atención a sus diferentes características (activando, fundamentalmente, la corteza auditiva). Aquí, el ritmo y la percepción del pulso son piezas clave en relación con el baile. </p>
<p>Ciertos estilos musicales y determinadas canciones poseen unas características sonoras que desencadenan una respuesta agradable (a través de la activación del sistema de recompensa, como las cortezas orbitofrontal y cingulada) que nos empuja a bailar. En concreto, nos hace activar regiones de preparación de movimientos, como la corteza premotora y el área suplementaria motora. Esta sensación es lo que se conoce como <a href="https://www.birmingham.ac.uk/research/lcahm/projects/psychology-cognitive-philosophy-groove.aspx"><em>groove</em></a>.</p>
<p>Si al sentir este <em>groove</em> decidimos dejarnos llevar, pondremos en marcha todo el sistema de control motor, incluyendo aquellas regiones que han automatizado o aprendido movimientos o coreografías en el pasado, como el cerebelo o los ganglios basales, un conjunto de núcleos en la base interna del cerebro con multitud de funciones cruciales para el aprendizaje o el procesamiento emocional. <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0149763423001665">Los científicos concluyen también</a> que todo este sistema en cadena se ve retroalimentado por el propio baile, lo cual propicia que sigamos sintiendo placer por el hecho de bailar y queramos continuar haciéndolo. </p>
<h2>Y… ¿sirve para algo?</h2>
<p>Pero, como pasa con la música, hay una segunda pregunta que los investigadores de campos como la neurociencia, la psicología o la antropología se plantean. ¿Por qué hemos mantenido un comportamiento que, a primera vista, no parece suponer ninguna ventaja evolutiva? ¿Cómo es que hemos refinado este sistema cerebral para una actividad que podría parecer simplemente recreativa?</p>
<p>Se ha dicho que el arte, en sus diferentes formas de expresión –incluyendo el baile–, <a href="https://nyaspubs.onlinelibrary.wiley.com/doi/epdf/10.1111/nyas.13420">provee a los individuos con herramientas</a> para mejorar su éxito, encontrar una pareja sexual, incrementar su experiencia afectiva o incrementar la cohesión y la comunicación social.</p>
<p>De hecho, algunos autores apoyaban la teoría de que la danza habría evolucionado conjuntamente con la música como una forma de <a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fnhum.2016.00064/full">protolenguaje</a>, y que su sentido evolutivo radicaba en sus <a href="https://www.nyu.edu/about/news-publications/news/2021/october/why-do-humans-dance--new-research-fellowship-explores-the-evolut.html#:%7E:text=And%20what%20can%20dance%20teach,also%20learn%20to%20move%20rhythmically.">funciones comunicativas</a>. </p>
<p>Sin embargo, estudios y revisiones recientes van más allá y han llegado a la conclusión de que puede que <a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fnhum.2016.00485/full">el baile y la percepción rítmica evolucionaran por separado a la música y el lenguaje</a>. Esta teoría se basa, entre otras nociones, en las <a href="https://nyaspubs.onlinelibrary.wiley.com/doi/epdf/10.1111/nyas.13420">múltiples funciones biológicas, sociales y psicológicas</a> sobre las que la danza reporta importantes beneficios para los humanos. </p>
<p>En concreto, hay evidencias de que bailar cumple importantes funciones cognitivas y comportamentales y que nos ayudaría de las siguientes maneras:</p>
<ul>
<li><p>A nivel atencional, <a href="https://link.springer.com/chapter/10.1057/9780230379213_4">permitiéndonos entrar en un estado de atención focalizada denominado <em>flow</em></a>, ya sea durante el baile o durante la observación de otros individuos bailando.</p></li>
<li><p>Mejorando el procesamiento de experiencias emocionales básicas y <a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fnhum.2015.00404/full">ayudando en la regulación de nuestro estado de ánimo</a>, como ha sido <a href="https://www.science.org/doi/pdf/10.1126/science.1231059">descrito para la música</a>.</p></li>
<li><p>Promoviendo <a href="https://www.researchgate.net/publication/247515592_Exploring_Common_Ground_Comparing_the_Imagery_of_Dancers_and_Aesthetic_Sport_Performers">procesos imaginativos</a>, tanto en los bailarines como en la audiencia. </p></li>
<li><p>Mejorando la comunicación interpersonal, ya que puede <a href="http://aum.dartmouth.edu/%7Elarry/music1052008/readings/Mithen_etal_response06.pdf">añadir contenido y ayudar en la comunicación no verbal</a>.</p></li>
<li><p>Ayudando en procesos de <a href="https://www.tandfonline.com/doi/epdf/10.1080/00224491003599744?needAccess=true&role=button">selección sexual, expresión de sexualidad y construcción de intimidad</a> entre los individuos. </p></li>
<li><p>Mejorando la <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4650190/pdf/rsbl20150767.pdf">cohesión social</a> y la confianza, lo que podría haber ayudado a formar los primeros grandes grupos sociales. </p></li>
</ul>
<p>Es importante destacar, en cualquier caso, que éste es un campo aún poco explorado desde un punto de vista científico y sistemático. Futuros estudios nos ayudarán a seguir entendiendo las funciones y efectos del baile en nuestro cerebro y su sentido evolutivo.</p>
<h2>Una conducta ancestral</h2>
<p>Para concluir, el baile ha acompañado a las sociedades humanas al menos <a href="https://www.researchgate.net/publication/273474028_Dance_and_the_brain_A_review">desde hace 1,8 millones de años</a>, aunque es difícil datar su origen de manera exacta debido a su naturaleza inmaterial. </p>
<p>Actualmente, las convenciones sociales nos hacen ser un poco pudorosos o pensar que es un arte limitado a los profesionales o una herramienta de cortejo moderno. Sin embargo, las evidencias científicas apuntan a que es una conducta <em>innata</em> o natural que puede ayudarnos a comunicarnos con nuestros semejantes, a regular nuestro estado de ánimo, a mejorar nuestra condición física o a expresar nuestra sexualidad. </p>
<p>Así que ahora podemos sentirnos acompañadas y acompañados por todas estas reflexiones y conocimientos la siguiente vez que suene <a href="https://www.youtube.com/watch?v=n3qQtSRmHxo"><em>Don’t stop ‘til you get enough</em> de Michael Jackson</a> y se nos vayan los pies solos hacia la pista de baile.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/204386/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Lucía Vaquero Zamora recibe fondos de la European Research Executive Agency (REA) a través de su beca conseguida dentro del programa de financiación Marie Sklodowska-Curie Actions (otorgada para la realización del proyecto "Social Media Artistic tRaining in Teenagers (SMART)", Grant Agreement ID: 101063319).</span></em></p>¿A quién no se le han movido los pies al ritmo de cierta música? El impulso de bailar está firmemente programado en nuestro cerebro y podría ayudarnos a socializar, a regular el estado de ánimo, a expresar nuestra sexualidad…Lucía Vaquero Zamora, Investigadora Postdoctoral en Neurociencia Cognitiva, Universidad Complutense de MadridLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2035902023-05-24T17:21:56Z2023-05-24T17:21:56ZLas mujeres tienen un sistema inmune más robusto, pero eso también puede pasarles factura<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/523455/original/file-20230428-570-7wjm4k.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C6720%2C4466&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/unhappy-sad-young-indian-female-plaid-2083513399">Prostock-studio / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Una cueva en cualquier lugar de Europa, África o Asia hace unos 100 000 o 200 000 años. Grupos de unos treinta <em>Homo sapiens</em> se refugian en cavernas donde tratan de mantener el fuego encendido permanentemente, para protegerse del frío y de los animales. Durante aquellos tiempos, las principales causas de muerte eran accidentes de caza, infecciones o desastres naturales. En el caso de las mujeres, debían añadirse las complicaciones durante un parto.</p>
<h2>El Neolítico, caldo de cultivo para las infecciones</h2>
<p>Hace unos 10 000 años, con la revolución agrícola, se desarrollan asentamientos y, posteriormente, aldeas y ciudades de hasta miles de habitantes. En estas urbes premodernas se hacinan familias con múltiples hijos, animales, basura, restos orgánicos… y todo ello sin sistemas de limpieza ni alcantarillado. </p>
<p>Surge así un gran caldo de cultivo para la transmisión de infecciones persona-persona o animal-persona, bien por contacto directo o por vía aérea a través de los aerosoles y gotas respiratorias. </p>
<p><a href="https://www.pnas.org/doi/10.1073/pnas.0909606106">Entonces, las causas de muerte predominantes</a> eran, pues, las epidemias producidas por agentes patógenos altamente contagiosos: gripe, viruela, neumonías, tuberculosis, cólera, tifus, sarampión, polio, peste… Y así ha sido durante miles de años, tanto en adultos como en niños. Incluso ahora, <a href="https://www.sanidad.gob.es/estadEstudios/estadisticas/estadisticas/estMinisterio/mortalidad/informacionAnual.htm">el 69 % de la mortalidad de niños de menos de cinco años se debe a las infecciones</a>.</p>
<p>En este contexto, no sería de extrañar que aquellas mujeres y sus descendientes contaran con unas defensas más potentes y tuvieran mayor probabilidad de supervivencia, gracias a la selección natural darwiniana de los más aptos. Así se favorecería la reproducción de la especie.</p>
<h2>Mejor preparadas frente al VIH, los tumores malignos, la covid…</h2>
<p>Pero ¿es realmente el sistema inmune femenino más robusto? El sexo viene definido por las características cromosómicas, órganos reproductivos y niveles de hormonas esteroideas del individuo. Es distinto al género, que incluye comportamientos y actividades determinadas por la sociedad. </p>
<p>El sexo contribuye a crear diferencias fisiológicas y anatómicas que influyen en la exposición, reconocimiento, eliminación y transmisión de microorganismos. Por su parte, el género puede reflejar comportamientos que influyen en la exposición a microorganismos y el acceso a sistemas de salud.</p>
<p>De cualquier forma, algunos hechos confirman la distinta respuesta inmune en mujeres:</p>
<ul>
<li><p>En infecciones agudas por VIH, el virus alcanza <a href="https://www.prn.org/index.php/progression/article/women_and_hiv_49">una carga viral 40 % menor en las pacientes femeninas que en los hombres</a>.</p></li>
<li><p><a href="https://www.saludymedicina.org/post/cancer-los-hombres-duplican-el-riesgo-de-morir-por-la-enfermedad">Los varones tienen el doble de probabilidades de fallecer por tumores malignos</a>.</p></li>
<li><p>Las respuestas a vacunas como la gripe <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4157517/#:%7E:text=Females%20develop%20higher%20antibody%20responses,vaccines%20than%20their%20male%20counterparts.">son al menos dos veces más potentes en mujeres</a>.</p></li>
<li><p>La mortalidad por covid-19 en las primeras olas <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/34242273/">fue muy superior en los hombres</a> frente a las pacientes femeninas, a pesar de presentar cifras similares de carga viral.</p></li>
</ul>
<h2>La otra cara de la moneda</h2>
<p>En general, las mujeres adultas producen una respuesta inmune innata y adaptativa más intensa que los varones. Esto permite una eliminación más rápida de microbios, una mayor eficacia de las vacunas… pero también acarrea <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/27546235/">una mayor susceptibilidad a las enfermedades autoinmunes</a>: el 80 % de <a href="https://theconversation.com/enfermedades-autoinmunes-cuando-el-enemigo-es-uno-mismo-183406">estas patologías</a> les afectan a ellas.</p>
<p>Entre las enfermedades autoinmunes más frecuentes en el sexo femenino, <a href="https://www.researchgate.net/publication/323397239_Why_women_or_why_not_men_sex_and_autoimmune_diseases/fulltext/5a940a3da6fdccecff06340e/Why-women-or-why-not-men-sex-and-autoimmune-diseases.pdf">nos encontramos con las siguientes</a>: </p>
<figure class="align-center ">
<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/522322/original/file-20230421-18-563gjz.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/522322/original/file-20230421-18-563gjz.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=687&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/522322/original/file-20230421-18-563gjz.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=687&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/522322/original/file-20230421-18-563gjz.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=687&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/522322/original/file-20230421-18-563gjz.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=863&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/522322/original/file-20230421-18-563gjz.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=863&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/522322/original/file-20230421-18-563gjz.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=863&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
<figcaption>
<span class="caption"></span>
<span class="attribution"><span class="license">Author provided</span></span>
</figcaption>
</figure>
<p>¿Y a qué se debe esta incidencia tan desigual? Varios mecanismos fisiológicos <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7980266/">pueden explicarlo</a>:</p>
<ul>
<li><p><strong>Diferencias en las hormonas sexuales</strong>. Los estrógenos, la progesterona y la prolactina (hormonas sexuales femeninas) parecen aumentar la actividad del sistema inmune, mientras que los andrógenos (hormonas sexuales masculinas) podrían disminuirla.</p></li>
<li><p><strong>Inactivación anormal del cromosoma X</strong>, responsable de la síntesis de múltiples proteínas implicadas en la respuesta inmune. En las mujeres, que tienen dotación cromosómica XX, uno de estos cromosomas es “silenciado” de forma aleatoria en las primeras fases embrionarias. Pero un 15 % de sus genes podrían escapar a esta desactivación, lo que se ha relacionado con la aparición de linfocitos autorreactivos y de algunas enfermedades autoinmunes.</p></li>
<li><p><strong>Interacción de las bacterias intestinales con determinadas células inmunes.</strong> Esta podría alterar el desarrollo normal de tejidos linfoides y modular así el sistema inmune.</p></li>
<li><p><strong>Factores ambientales</strong>, como uso de cosméticos o exposición al sol.</p></li>
<li><p><strong>Mayores niveles de anticuerpos y de autoanticuerpos</strong>, es decir, anticuerpos dirigidos contra células y tejidos del propio organismo. </p></li>
</ul>
<h2>A más anticuerpos, más enfermedades autoinmunes</h2>
<p>A colación de este último punto, varios datos sugieren efectivamente una relación causal entre el aumento de anticuerpos y la aparición de enfermedades autoinmunes, que ha sido observada no solo en mujeres, sino también en varones con <a href="https://www.mayoclinic.org/es-es/diseases-conditions/klinefelter-syndrome/symptoms-causes/syc-20353949#:%7E:text=El%20s%C3%ADndrome%20de%20Klinefelter%20es%20una%20afecci%C3%B3n%20gen%C3%A9tica%20que%20afecta,una%20menor%20producci%C3%B3n%20de%20testosterona.">síndrome de Klinefelter</a> (con un cromosoma X extra, es decir, XXY). </p>
<p>Concretamente, el posparto es un momento en el que se incrementan tanto los niveles de anticuerpos como la aparición de dolencias autoinmunes o brotes de estas. Además, parece existir una asociación entre el número de hijos y el riesgo de sufrir algunas patologías como la artritis reumatoide y las tiroiditis autoinmunes.</p>
<p>Otro hecho que respalda este vínculo es que la administración de <a href="https://www.cancer.gov/espanol/publicaciones/diccionarios/diccionario-cancer/def/rituximab">rituximab</a>, un tratamiento biológico para bloquear los linfocitos B productores de anticuerpos, parece retrasar la aparición de artritis reumatoide en pacientes predispuestas.</p>
<p>Y, por último, los propios estrógenos aumentan la producción de anticuerpos por los linfocitos.</p>
<p>Por tanto, la selección natural darwiniana habría potenciado cualquier mecanismo que reduzca el riesgo de infecciones en las madres y sus hijos, y entre ellos, una mayor respuesta inmune. Sin embargo, esto conlleva la contrapartida de aumentar el riesgo de padecer enfermedades autoinmunes.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/203590/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>El poderoso escudo contra las infecciones con que dotó la evolución a las mujeres explica también su mayor predisposición a sufrir enfermedades autoinmunes.M Berta Sáez Gutiérrez, Rectora. Inmunología, Universidad San JorgeJosé Velilla Marco, Profesor extraordinario Departamento Medicina y Psiquiatría. Facultad de Medicina y Cirugía, Universidad de ZaragozaLuis Sáez Comet, Médico Especialista en Medicina Interna, Profesor Asociado de la Facultad de Medicina de Zaragoza, Universidad de ZaragozaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2051042023-05-17T16:46:13Z2023-05-17T16:46:13ZSorprendentes animales marinos desvelan claves sobre la evolución del sistema nervioso<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/525371/original/file-20230510-17-1agubm.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=55%2C55%2C1535%2C934&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption"> Los ctenóforos son animales planctónicos excepto algunas especies que viven sobre el sustrato. </span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.flickr.com/photos/100617112@N07/15465066887/in/photostream/">Flickr. Oceanogràfic València</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/">CC BY-SA</a></span></figcaption></figure><p>El origen del sistema nervioso, ese conjunto de células que nos permiten relacionarnos con el medio, sigue siendo un misterio. Así de claro. </p>
<p>Las esponjas, los animales más simples, no tienen nada parecido. Sin embargo, animales muy primitivos como medusas y pólipos ya tienen un sistema nervioso completo, con órganos sensoriales, neuronas, sinapsis y neurotransmisores. </p>
<p>A día de hoy seguimos sin conocer qué hizo posible el desarrollo de nuestro sistema nervioso, algo que marca una diferencia esencial entre animales y otros organismos complejos, como plantas y hongos. El sistema nervioso es lo que nos permite ser activos en las tareas de detectar el alimento, capturarlo y evitar convertirnos en alimento de otros animales. </p>
<p>Lo que sí parecía estar claro es que surgió en el ancestral de todos los animales <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Eumetazoa">Eumetazoos</a>, caracterizados precisamente por poseer sistema nervioso además de músculos y una cavidad digestiva. Se daba por hecho que había aparecido una única vez en la evolución. </p>
<p>Pero esta idea se ha puesto en cuestión recientemente. Un grupo de animales, los ctenóforos, poseen un sistema nervioso tan peculiar que incluso podrían, al menos en parte, no ajustarse al modelo clásico establecido por Santiago Ramón y Cajal y universalmente aceptado. Se trata de un hallazgo insólito.</p>
<h2>Los sorprendentes ctenóforos y su extraño sistema nervioso</h2>
<p>En varios trabajos científicos recientes, el último aparecido hace pocos días, se muestra que los <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ctenophora">ctenóforos</a>, animales muy abundantes en los mares de todo el mundo, tienen un sistema nervioso muy diferente al del resto de los animales. Y esto ha llevado a proponer que su origen se produjo de forma independiente y paralela al del resto de los Eumetazoos.</p>
<p>Los ctenóforos son animales fascinantes. Su nombre (<em>cteno</em>= peine, <em>phoros</em>=llevar) se debe a las bandas de células ciliadas que recorren el cuerpo. Estas bandas, por un fenómeno de refracción, <a href="https://www.youtube.com/watch?v=ZXJ_9f0Wqys">producen irisaciones que recorren el cuerpo</a>. Los ctenóforos se consideraban evolutivamente próximos a los cnidarios (medusas y pólipos). Sin embargo, <a href="https://www.nature.com/articles/nature13400">cuando en 2014 se publicó por primera vez el genoma de un ctenóforo</a>, las sorpresas fueron sensacionales. </p>
<p>El genoma de los ctenóforos mostraba muchas peculiaridades. En particular, los genes relacionados con el desarrollo y funcionamiento del sistema nervioso no aparecían o no se expresaban en las neuronas, y tampoco se encontraron los neurotransmisores habituales. Los autores de este artículo ya adelantaron la idea de que el sistema nervioso de los ctenóforos habría tenido un origen independiente al de los demás animales.</p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/524581/original/file-20230505-15-qxlqc9.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/524581/original/file-20230505-15-qxlqc9.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/524581/original/file-20230505-15-qxlqc9.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=700&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/524581/original/file-20230505-15-qxlqc9.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=700&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/524581/original/file-20230505-15-qxlqc9.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=700&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/524581/original/file-20230505-15-qxlqc9.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=880&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/524581/original/file-20230505-15-qxlqc9.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=880&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/524581/original/file-20230505-15-qxlqc9.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=880&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">Mnemiopsis leidyi, el ctenóforo cuyo sistema nervioso ha sido descrito en detalle.</span>
<span class="attribution"><span class="source">Steven G. Johnson - CC BY-SA 3.0</span></span>
</figcaption>
</figure>
<p>Ese artículo generó una gran polémica, ya que parecía difícil entender que algo tan complejo como el sistema nervioso hubiera aparecido en dos linajes animales independientes. Muchos rechazaron esta posibilidad, pero recientemente se han publicado más trabajos que parecen señalar en la misma dirección o, al menos, insisten en las diferencias fundamentales entre los sistemas nerviosos de los ctenóforos y el resto de animales. </p>
<p>Un grupo de biólogos de las universidades de Oxford, Bergen y Jena] publicó en 2021 <a href="https://doi.org/10.1016/j.cub.2021.09.005">un estudio más detallado del sistema nervioso de un ctenóforo</a>, confirmando que sus neuronas utilizan péptidos como neurotransmisores y mostrando que las neuritas, proyecciones neuronales, forman anastomosis entre sí, constituyendo una compleja red. Lo que no se sabía era la forma en que las neuronas conectaban unas con otras, o con células sensoriales.</p>
<h2>Neuronas que forman una red continua</h2>
<p>Esta cuestión <a href="https://www.science.org/doi/10.1126/science.ade5645">acaba de ser revelada por otra investigación</a> dirigida por Maike Kittelmann, de la Universidad de Oxford. </p>
<p>El estudio de la larva del ctenóforo <em>Mnemiopsis leidyi</em>, mediante reconstrucción 3D de un número ingente de imágenes de microscopía electrónica, ha demostrado que las neuronas del sistema nervioso subepitelial (SNS) que recorre la superficie del cuerpo forman un sincitio, una red continua, y carecen de sinapsis. </p>
<p>Recordemos que las sinapsis son las estructuras fundamentales que utilizan las neuronas para transmitir el impulso nervioso. El equipo no sólo mostró evidencias estructurales de la continuidad neuronal. Cuando inyectaron un trazador fluorescente en una de las dos primeras células del embrión, solo la mitad del cuerpo se volvió fluorescente, pero la red nerviosa subepitelial del otro lado del cuerpo también mostró fluorescencia, probando que se había transportado la molécula fluorescente a través de la continuidad entre las neuronas. </p>
<p>Además del sistema nervioso subepitelial, los ctenóforos tienen otras neuronas más profundas, cuyas prolongaciones contactan estrechamente con el SNS, pero de nuevo sin sinapsis. Sí que se observaron sinapsis en las proyecciones de las células sensoriales hacia el SNS, y en proyecciones del SNS hacia las células ciliadas de los peines. Salvo estos casos, el sistema nervioso de esta larva de ctenóforo se caracteriza por funcionar en su mayor parte sin sinapsis, algo totalmente impensable hasta ahora. </p>
<p>Quedan muchas preguntas por responder. ¿Cómo actúan las neuronas subepiteliales? Se apunta la posibilidad de que funcionen como una especie de sistema neuroendocrino, liberando péptidos al medio que actúan localmente. </p>
<p>¿Y cómo se desarrolla el sistema nervioso subepitelial? ¿Se mantienen las conexiones a medida que las neuronas se dividen o se establecen conexiones entre neuronas independientes? Y sobre todo, ¿es esto lo habitual? Hasta ahora solo se ha estudiado un grupo de neuronas de una larva. ¿Se mantiene la red en el adulto? ¿Y en otras especies de ctenóforos?</p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/524583/original/file-20230505-25-on08c7.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/524583/original/file-20230505-25-on08c7.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/524583/original/file-20230505-25-on08c7.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/524583/original/file-20230505-25-on08c7.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/524583/original/file-20230505-25-on08c7.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/524583/original/file-20230505-25-on08c7.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/524583/original/file-20230505-25-on08c7.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/524583/original/file-20230505-25-on08c7.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">Las diferencias entre los sistemas nerviosos de los ctenóforos y el resto de los animales (Eumetazoos) sugieren que su origen se produjo dos veces en la evolución.</span>
</figcaption>
</figure>
<h2>Recordemos a Camillo Golgi y Santiago Ramón y Cajal</h2>
<p>Hay un hecho curioso que no ha pasado inadvertido para los autores del estudio. A finales del XIX competían dos visiones acerca de la estructura de nuestro sistema nervioso. La teoría reticular, defendida entre otros por <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Camillo_Golgi">Camillo Golgi</a>, afirmaba que las neuronas formaban una red continua. En cambio, los trabajos de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Santiago_Ram%C3%B3n_y_Cajal">Ramón y Cajal</a> mostraron que las neuronas eran células independientes que establecían conexiones sinápticas. </p>
<p>Golgi y Cajal compartieron el premio <a href="https://www.nobelprize.org/prizes/medicine/1906/speedread/">Nobel en 1906</a>, aunque la propuesta de Cajal fue la universalmente aceptada. Resulta llamativo que el sistema nervioso subepitelial de los ctenóforos nos proporcione un inesperado ejemplo de sistema reticular como el propuesto por Golgi… Más de un siglo después.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/205104/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Ramón Muñoz-Chápuli Oriol no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>El sistema nervioso de los ctenóforos es una rareza de primer orden. Recientes estudios sugieren que su origen fue independiente al del resto de los animales y que no se ajusta al modelo establecido por Ramón y Cajal.Ramón Muñoz-Chápuli Oriol, Catedrático de Biología Animal (jubilado), Universidad de MálagaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2011062023-05-16T19:44:38Z2023-05-16T19:44:38ZCómo los peces evolucionaron para caminar y se convirtieron en humanos<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/513360/original/file-20230303-364-lrpoda.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=26%2C0%2C5916%2C3341&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Representación en 3D del tiktaalik, un pez caminante extinguido.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-illustration/tiktaalik-extinct-walking-fish-evolution-fourlegged-2174506489">Shutterstock / Dotted Yeti</a></span></figcaption></figure><p>Cuando uno piensa en la evolución humana, es muy probable que se imagine a chimpancés explorando antiguos bosques o a los primeros humanos pintando mamuts lanudos en las paredes de las cavernas. Pero los humanos, junto con los osos, los lagartos, los colibríes y el <em>Tyrannosaurus rex</em>, <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/B9780128118160000130">somos en realidad peces de aletas lobuladas</a>. </p>
<p>Puede parecer extraño, pero la prueba está en nuestros <a href="https://www.cell.com/cell/fulltext/S0092-8674(21)00089-1?_returnURL=https%3A%2F%2Flinkinghub.elsevier.com%2Fretrieve%2Fpii%2FS0092867421000891%3Fshowall%3Dtrue">genes</a>, nuestra <a href="https://www.bbc.co.uk/news/health-13278255">anatomía</a> y en los <a href="https://www.dailysabah.com/life/history/fish-fossils-found-in-china-shed-light-on-human-evolution-researchers">fósiles</a>. Pertenecemos a un grupo de animales llamados <a href="https://ucmp.berkeley.edu/vertebrates/sarco/sarcopterygii.html">sarcopterigios</a> terrestres, pero los enormes cambios evolutivos han oscurecido nuestro aspecto. </p>
<p>Pensamos que los peces son nadadores expertos, pero en realidad han desarrollado la capacidad de “caminar” <a href="https://www.pnas.org/doi/10.1073/pnas.1118669109">al menos cinco veces</a>. Algunas especies <a href="https://www.practicalfishkeeping.co.uk/fishkeeping-news/new-fish-walks-on-land-using-its-fins-like-legs/#:%7E:text=Pero%20ahora%2C%20gracias%20a%20una,en%20r%C3%ADo%20mountain%20biotope%20aquaria.">tiran de sí mismas hacia delante</a> utilizando aletas delanteras bien desarrolladas, mientras que otras “caminan” por el fondo oceánico.</p>
<p>Nuestro antepasado sarcopterigio desarrolló pulmones y otros mecanismos para respirar aire, extremidades óseas y una columna vertebral más fuerte antes de aventurarse en tierra firme. Estas adaptaciones no sólo fueron útiles en entornos acuáticos, sino que permitieron a nuestros antepasados explorar tierra firme: eran “preadaptaciones” para la vida en tierra.</p>
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<iframe width="440" height="260" src="https://www.youtube.com/embed/FLh4ODMBGJE?wmode=transparent&start=0" frameborder="0" allowfullscreen=""></iframe>
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<p>La transición del agua a la tierra fue uno de los <a href="https://elifesciences.org/articles/77156">acontecimientos más significativos en la evolución de los vertebrados</a>. Puede que empezara como una forma de escapar de los depredadores, pero el paisaje que descubrieron nuestros antepasados ya era <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0960982221010289">rico en plantas</a> como musgos, colas de caballo y helechos, así como artrópodos (cienpiés) <a href="https://bmcbiol.biomedcentral.com/articles/10.1186/1741-7007-2-1">que habían colonizado la tierra</a> millones de años antes.</p>
<h2>No estamos solos</h2>
<p>Caminar evolucionó en los peces varias veces de forma independiente, lo que lo convierte en un ejemplo de convergencia evolutiva (rasgos similares que evolucionan de forma independiente, <a href="https://www.researchgate.net/figure/The-convergent-evolution-of-wings-in-vertebrates_fig2_40853763">como las alas en murciélagos y en aves</a>). Sin embargo, la evolución de la marcha en los peces es poco frecuente. Existen más de 30.000 especies de peces tal y como las conocemos hoy en día (no en el sentido evolutivo), de las cuales sólo un puñado puede “caminar”.</p>
<p>Los sarcopterigios se diferencian de otros tipos de peces en varios aspectos importantes. Por ejemplo, nuestras aletas (extremidades) tienen <a href="https://www.ucl.ac.uk/museums-static/obl4he/vertebratediversity/lobefinned_fishes.html">soportes óseos y lóbulos musculares</a> que nos permiten desplazarnos por tierra. </p>
<p>Se cree que esta adaptación fue crucial para la evolución de los tetrápodos (anfibios, mamíferos, reptiles y aves) durante nuestra transición del agua a la tierra en el Devónico Tardío, hace unos 375 millones de años. Muchos de los genes implicados en la formación de extremidades y dedos en los tetrápodos también se encuentran en <a href="https://www.nature.com/articles/s41586-021-03198-8">sarcopterigios acuáticos como el pez pulmonado</a> (<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Dipnoi">Dipnoi</a>), lo que indica que estos rasgos evolucionaron en nuestro antiguo antepasado común. </p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/512861/original/file-20230301-26-huit6f.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="Pez celacanto sobre fondo blanco" src="https://images.theconversation.com/files/512861/original/file-20230301-26-huit6f.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/512861/original/file-20230301-26-huit6f.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=300&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/512861/original/file-20230301-26-huit6f.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=300&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/512861/original/file-20230301-26-huit6f.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=300&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/512861/original/file-20230301-26-huit6f.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=377&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/512861/original/file-20230301-26-huit6f.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=377&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/512861/original/file-20230301-26-huit6f.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=377&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">El pez celacanto aún existe en los mares tropicales.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/image-illustration/coelacanth-fish-over-white-thought-be-250440307">Catmando/Shutterstock</a></span>
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<p>No sabemos qué especie era este antepasado, pero probablemente <a href="https://www.nature.com/articles/nature12027">se parecía al celacanto</a>, que cuenta con un rico registro fósil y es un “fósil viviente” que hoy habita en el océano Índico occidental e Indonesia.</p>
<p>Los peces sarcopterigios que caminan se han extinguido, como <a href="https://www.britannica.com/animal/Tiktaalik-roseae"><em>Tiktaalik</em></a>, o han evolucionado tanto que ya no los reconocemos como peces (tetrápodos). </p>
<p>Un ejemplo de pez vivo que camina es el saltarín del fango (de la familia <a href="https://eol.org/pages/52568894">Oxudercidae</a>). Estos peces viven en manglares y marismas y utilizan sus aletas pectorales para caminar por tierra. Estas aletas les ayudan a escapar de los depredadores acuáticos, a buscar comida (consumen materia orgánica en el fango) e incluso a relacionarse en tierra buscando pareja.</p>
<p>Otro ejemplo es el siluro caminante (<em>Clarias batrachus</em>), que utiliza sus aletas pectorales para desplazarse por tierra, lo que le ayuda a escapar de los estanques que se secan y a encontrar nuevos hábitats. </p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/511216/original/file-20230220-20-zznvjk.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/511216/original/file-20230220-20-zznvjk.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/511216/original/file-20230220-20-zznvjk.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/511216/original/file-20230220-20-zznvjk.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/511216/original/file-20230220-20-zznvjk.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/511216/original/file-20230220-20-zznvjk.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/511216/original/file-20230220-20-zznvjk.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/511216/original/file-20230220-20-zznvjk.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">El siluro caminante es una especie de siluro de agua dulce que respira aire.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/image-photo/walking-catfish-species-freshwater-airbreathing-jharkhandindiaaugust-1540567526">bajaphotos/Shutterstock</a></span>
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<h2>¿Cómo evolucionaron por primera vez los genes relacionados con la marcha?</h2>
<p>La raya pequeña (<em>Leucoraja erinacea</em>) es un pez cartilaginoso emparentado con las rayas y los tiburones (a diferencia de los peces óseos, incluidos los sarcopterigios). Es otro pez que “camina” bajo el agua con aletas como patas, imitando los movimientos de los animales terrestres.</p>
<p>La raya pequeña es de gran interés para los científicos que investigan la evolución de la locomoción porque evolucionó caminando con aletas independientemente de los sarcopterigios. Sin embargo, hasta ahora, la genética que subyace a la marcha de la raya pequeña era difícil de estudiar debido a la falta de datos de calidad.</p>
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<p>Eso cambió hace poco, cuando investigadores de Seúl y Nueva York <a href="https://elifesciences.org/articles/78345">utilizaron tecnología punta</a> para construir un ensamblaje de alta calidad del genoma de la raya pequeña. Los científicos descubrieron que sólo utiliza diez músculos para caminar con las aletas, mientras que los tetrápodos suelen emplear 50 músculos para mover sus extremidades. </p>
<p>Una gran pregunta sobre la evolución de los vertebrados es: ¿qué genes son importantes para desarrollar los músculos que permiten caminar? Para averiguarlo, el equipo analizó qué genes estaban activos en los nervios que controlan los músculos de las extremidades (nervios motores) en un ratón, un pollo y una raya pequeña. </p>
<p>Descubrieron patrones similares de expresión génica en los nervios motores que ayudan al funcionamiento de estos músculos. Así que los peces que caminan pueden haber seguido varios caminos evolutivos diferentes, pero este reciente estudio sugiere un mecanismo genético común.</p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/511214/original/file-20230220-14-o3x2gl.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="El pez se impulsa hacia delante con las aletas por el barro" src="https://images.theconversation.com/files/511214/original/file-20230220-14-o3x2gl.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/511214/original/file-20230220-14-o3x2gl.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/511214/original/file-20230220-14-o3x2gl.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/511214/original/file-20230220-14-o3x2gl.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/511214/original/file-20230220-14-o3x2gl.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/511214/original/file-20230220-14-o3x2gl.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/511214/original/file-20230220-14-o3x2gl.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Hay 32 especies vivas de saltabarros.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/image-photo/mudskippers-amphibious-fish-they-family-oxudercidae-1787831792">Polbkt/Shutterstock</a></span>
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</figure>
<h2>Los humanos evolucionaron para ser los mejores caminantes</h2>
<p>A finales del Triásico, hace unos 201 millones de años, tanto los dinosaurios como los mamíferos habían desarrollado una excelente capacidad para correr. Los humanos perfeccionaron estas facultades locomotoras, <a href="https://www.nature.com/articles/srep36275">desarrollando numerosas adaptaciones</a> que nos convierten en una de las especies corredoras más eficientes y capaces del planeta.</p>
<p>Estas adaptaciones incluyen un <a href="https://www.nature.com/articles/s41598-021-84847-w">tendón de Aquiles</a> en forma de resorte que ayuda a almacenar energía, una zancada larga y un centro de gravedad equilibrado, y la sudoración para refrescarse. Estas adaptaciones nos permiten correr largas distancias con gran resistencia, aunque a baja velocidad. </p>
<p>Nuestros antepasados utilizaban <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4939291/#:%7E:text=As%20running%20from%20a,one%20feature%20of%20this%20evolution.">las carreras para cazar</a>, para escapar de los depredadores y para buscar comida. Ha modelado nuestra anatomía, fisiología y cultura. Y <a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fpsyg.2021.624783/full">muchos estudios demuestran</a> que caminar y correr son cruciales para nuestro bienestar y salud física.</p>
<p>Ha habido un largo camino desde el origen de la marcha en nuestros antepasados parecidos a los peces que colonizaron la tierra por primera vez. Pero caminar y correr siguen siendo una parte fundamental de nuestras vidas y de nuestro éxito evolutivo.</p>
<hr>
<p><em>Artículo traducido gracias a la colaboración con <a href="https://www.fundacionlilly.com/">Fundación Lilly</a></em>.</p>
<hr><img src="https://counter.theconversation.com/content/201106/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Chris Organ no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Cuando uno piensa en la evolución humana, es muy probable que se imagine a chimpancés colgados de los árboles. Pero los humanos, junto con los osos, los lagartos, los colibríes y el Tyrannosaurus rex, somos en realidad peces de aletas lobuladas.Chris Organ, Assistant Professor of Evolutionary Biology, University of ReadingLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2046302023-05-14T19:11:02Z2023-05-14T19:11:02Z¿Sienten los cangrejos? ¿Y las plantas? La consciencia no es exclusiva del ser humano<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/525620/original/file-20230511-23-a9ij93.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C976%2C4795%2C2203&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/big-hermit-crab-on-tropical-island-151371971">gillmar/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>La <a href="https://theconversation.com/ultimas-noticias-sobre-la-consciencia-humana-el-gran-misterio-de-la-ciencia-190788">consciencia</a> es la capacidad de experimentar el mundo. Las sensaciones que proporcionan los sentidos, las emociones, los pensamientos y las voliciones constituyen ejemplos de experiencias conscientes. Y esto abarca desde ver el cielo azul u oler una rosa hasta sentir dolor o alegría.</p>
<p>Pero ¿quién es consciente? Yo lo soy, de eso estoy seguro. El resto de seres humanos tienen un comportamiento muy similar al mío y forman parte de la misma especie. Por tanto, no encuentro ninguna razón para afirmar que no experimenten el mundo igual que yo.</p>
<p>Este argumento se puede extender fácilmente al resto de mamíferos. Todos estamos estrechamente emparentados, tenemos cerebros, cuerpos e incluso comportamientos muy similares. ¿Por qué negaríamos entonces que ellos también son conscientes? </p>
<p>Afirmar que un perro lo es simplemente significa que no sólo su cerebro procesa la información visual, sino que <em>ve</em>; que no sólo procesa información relacionada con una herida, sino que <em>siente</em> dolor. Todo aquel que tenga un perro conoce la emoción tan intensa que <em>sienten</em> cuando su dueño vuelve a casa tras un día de trabajo. La palabra <em>sentir</em> hace referencia a la experiencia consciente. </p>
<figure class="align-center ">
<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/525623/original/file-20230511-22-q7n6ev.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/525623/original/file-20230511-22-q7n6ev.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/525623/original/file-20230511-22-q7n6ev.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/525623/original/file-20230511-22-q7n6ev.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/525623/original/file-20230511-22-q7n6ev.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/525623/original/file-20230511-22-q7n6ev.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/525623/original/file-20230511-22-q7n6ev.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
<figcaption>
<span class="caption"></span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/adorable-young-purebred-boxer-puppy-dog-1735393418">Zadranka/Shutterstock</a></span>
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<h2>Aves y peces sintientes</h2>
<p>De nuevo podemos hacer un salto similar y conceder la capacidad de experimentar el mundo a todos los vertebrados. O, al menos, a muchos de ellos. Algunas aves (como los cuervos o los loros) <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/27298365/">tienen mayor densidad de neuronas que el cerebro humano</a>, presentan conductas muy complejas y demuestran una gran inteligencia.</p>
<p>En la <a href="https://fcmconference.org/img/CambridgeDeclarationOnConsciousness.pdf">Declaración de Cambridge de 2012</a>, un conjunto de neurocientíficos expertos en consciencia cristalizó un consenso al afirmar que, como mínimo, todos los mamíferos y las aves son conscientes.</p>
<p>No costaría ir más allá y otorgar esta facultad a otros vertebrados como los peces. Incluso hay indicios de que <a href="https://www.pnas.org/doi/10.1073/pnas.2208420120">algunos podrían tener autoconsciencia</a>, un tipo de experiencia que consiste en sentir que el individuo constituye un ser independiente del medio ambiente y de otros seres. Antes esta percepción sólo se consideraba presente en un puñado de animales considerados por algunos como “superiores”.</p>
<h2>El salto a los cangrejos, los abejorros, los pulpos… ¿y las plantas?</h2>
<p>El siguiente paso es más difícil de dar. Supone un duro golpe para la autoestima humana conceder a los invertebrados algo que hace apenas unas décadas se consideraba exclusivo de nuestra especie. Sin embargo, hay evidencias que indican que crustáceos como <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/27374025/">los cangrejos</a>, insectos como <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/35881793/">los abejorros</a> y cefalópodos como <a href="https://shackletonbooks.com/ciencia/156-metazoos.html">los pulpos</a> también tienen la capacidad de experimentar el mundo. Concretamente, de sentir dolor.</p>
<p>En <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/27374025/">un experimento famoso</a>, un grupo de investigadores escogió como objeto de estudio al cangrejo ermitaño, que usa varios tipos de conchas para refugiarse, con preferencia por unas sobre otras. Los científicos infligieron descargas eléctricas en la concha del crustáceo y vieron cuánto tardaba el cangrejo en abandonarla. </p>
<p>Cuando el animal estaba protegido por una concha que no le gustaba, tan solo aguantaba unos calambrazos. Pero si se encontraba en una de sus “casas” favoritas, los soportaba una y otra vez, negándose a abandonarla.</p>
<p>Es cierto que un comportamiento de huida en respuesta a un estímulo doloroso no implica consciencia. Por ejemplo, cuando cogemos una taza que está ardiendo, se produce un reflejo: la soltamos antes de empezar a abrasarnos. Ha habido un comportamiento en ausencia de consciencia. ¿No será esto lo que observamos en el cangrejo ermitaño? </p>
<p>Pues no. El hecho de resistir más descargas eléctricas cuando está en su concha favorita indica que tiene en cuenta los pros y los contras de la situación. Hace una valoración y toma una decisión. También apunta a que se está produciendo una integración al nivel del sistema nervioso entre fuentes de información tan diferentes como el dolor y la valoración de su refugio. <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32830051/">Muchos científicos</a> consideran que esto es una evidencia de que no se trata de un reflejo, <a href="https://www.wellbeingintlstudiesrepository.org/animsent/vol7/iss32/1/">sino de que el cangrejo siente dolor</a>.</p>
<p>Abriendo aún más el abanico, incluso las plantas presentan comportamientos –se comunican entre sí, aprenden de experiencias previas, se defienden de amenazas…– que no dudaríamos de calificar de inteligentes en caso de darse en animales. ¿Viene esa conducta acompañada de experiencia subjetiva? Esta es la <a href="https://www.wellbeingintlstudiesrepository.org/animsent/vol8/iss33/1/">hipótesis que plantean investigadores de la Universidad de Murcia</a>. No afirman que las plantas sean conscientes, sino que vale la pena explorar tal posibilidad.</p>
<h2>Dos hipótesis sobre el origen de la consciencia</h2>
<p>Seamos ahora un poco más conservadores. Quizás no todos los invertebrados sean conscientes. Pero al menos algunos cangrejos, abejas y cefalópodos parece que sí. El linaje evolutivo de los pulpos se separó del nuestro hace más de 500 millones de años. ¿Cómo es posible que ellos también posean este atributo? Sólo caben dos posibilidades:</p>
<p><strong>1.</strong> La consciencia está ahí desde el principio: es una característica inherente a los animales.</p>
<p><strong>2.</strong> Es una propiedad de los sistemas nerviosos complejos, desarrollados mediante vías evolutivas totalmente independientes (caso de los cefalópodos y vertebrados). Esta hipótesis implicaría que sólo aquellos animales dotados de sistemas nerviosos que alcanzan cierto nivel de complejidad serían conscientes.</p>
<p>Hasta que no haya una teoría de la consciencia que explique su naturaleza más fundamental y sea capaz de inferir qué características necesita un sistema físico para ser consciente, no podremos afirmar con cierta seguridad qué organismos lo son y cuáles no. </p>
<p>No obstante, la comunidad científica no duda en otorgar esta facultad a todos los mamíferos y algunas aves. Algunos expertos van más allá y también se la atribuyen a todos los vertebrados y la mayoría de invertebrados.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/204630/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Sergio Escamilla Ruiz no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>La comunidad científica ha llegado al consenso de que todos los mamíferos y algunas aves poseen la capacidad de experimentar el mundo. Algunos van más allá y sospechan que podría extenderse a los peces, los invertebrados e incluso a las plantas.Sergio Escamilla Ruiz, Investigador predoctoral en Neurociencias, Universidad Miguel HernándezLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2042902023-05-11T13:57:36Z2023-05-11T13:57:36ZLas chapuzas en el ‘diseño’ de la especie humana<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/525374/original/file-20230510-8663-rp5h5c.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=214%2C558%2C3923%2C2085&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/vatican-city-italy-december17-2022-vault-2238962033">Gush Photography / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Decía <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Sigmund_Freud">Sigmund Freud</a> que dos hallazgos científicos afectaron dramáticamente a la psicología del ser humano: que <a href="https://aeac.science/actividad/copernico/">la Tierra no es el centro del universo</a> y que llevamos sobre la faz del planeta solo un pequeñísimo lapso de todo el tiempo transcurrido desde <a href="https://www.uv.es/ivorra/Historia/Historia_Antigua/BigBang.htm">su formación</a>, hace 4 500 millones de años. Todo existía sin nosotros. </p>
<p>Pero hay que añadir un batacazo más: no somos perfectos, nuestra especie dista mucho de estar bien “diseñada”. </p>
<h2>El aparato reproductor masculino es un apaño evolutivo</h2>
<p>El aparato reproductor masculino es un claro ejemplo de lo mal diseñados que estamos. No parece ser muy inteligente u óptimo tener un órgano tan sensible totalmente expuesto. Sería mucho mejor tenerlo bien resguardado como lo están los pulmones o el corazón. </p>
<figure class="align-right zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/525592/original/file-20230511-31-7w8lnm.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/525592/original/file-20230511-31-7w8lnm.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/525592/original/file-20230511-31-7w8lnm.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=900&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/525592/original/file-20230511-31-7w8lnm.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=900&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/525592/original/file-20230511-31-7w8lnm.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=900&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/525592/original/file-20230511-31-7w8lnm.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=1131&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/525592/original/file-20230511-31-7w8lnm.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=1131&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/525592/original/file-20230511-31-7w8lnm.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=1131&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption"></span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/male-genitals-close-statue-apollo-2059129052">Shutterstock / Vladyslav Porkhun</a></span>
</figcaption>
</figure>
<p>El problema es que nuestros gametos masculinos, <a href="https://web.archive.org/web/20050812024206/http://www.nature.com/nature/journal/v436/n7052/full/436770a.html">los espermatozoides</a>, no se desarrollan de manera correcta a la temperatura de nuestro cuerpo (36,5ºC), y la solución para bajar un poco esa temperatura ha sido la que todos conocemos. </p>
<p>Otros organismos, que no son de sangre caliente, como por ejemplo <a href="http://www.ranapedia.com/reproduccion-de-las-ranas/">las ranas</a>, tienen los órganos reproductores masculinos bien resguardados y protegidos. Incluso en algunos organismos de sangre caliente, como <a href="https://www.elephant-world.com/es/reproduccion-de-los-elefantes/">los elefantes</a>, están a buen recaudo sin que haya supuesto un perjuicio para los gametos masculinos.</p>
<h2>Los dolores de espalda</h2>
<p>La columna vertebral es sin duda otro ejemplo de lo mal diseñados que estamos. ¿Quién no ha tenido en su vida uno o varios <a href="https://theconversation.com/cinco-cosas-que-deberia-saber-sobre-el-dolor-de-espalda-196756">problemas de espalda</a>? </p>
<p>En el resto de mamíferos que caminan a cuatro patas las vértebras se disponen horizontalmente, formando un arco, que sustenta de manera eficiente el resto de estructuras del cuerpo del animal. </p>
<p>Sin embargo, en los humanos nuestra condición bípeda hace que nuestras vertebras se dispongan literalmente formando una columna en disposición vertical. Esta disposición hace que las vértebras inferiores tengan que soportar un gran peso y fuerzas varias. Y es la razón de que los problemas lumbares en nuestra especie sean la regla y no la excepción.</p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/525590/original/file-20230511-29-saii54.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/525590/original/file-20230511-29-saii54.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/525590/original/file-20230511-29-saii54.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=338&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/525590/original/file-20230511-29-saii54.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=338&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/525590/original/file-20230511-29-saii54.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=338&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/525590/original/file-20230511-29-saii54.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=424&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/525590/original/file-20230511-29-saii54.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=424&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/525590/original/file-20230511-29-saii54.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=424&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption"></span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-illustration/spinal-cord-vertebral-column-human-skeleton-1899023602">Shutterstock / Magic mine</a></span>
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</figure>
<h2>Un punto ciego en los ojos</h2>
<p>El <a href="https://eprints.ucm.es/id/eprint/14823/1/Puell_%C3%93ptica_Fisiol%C3%B3gica.pdf">ojo humano</a> es también un ejemplo de chapuza evolutiva. La retina está cubierta de <a href="https://sebbm.es/rincon-del-aula/los-fotorreceptores-esas-fascinantes-celulas/">fotorreceptores</a> que captan la información lumínica que el nervio óptico posteriormente manda a nuestro cerebro. El problema es que en el punto en que el nervio óptico cruza la retina no hay fotorreceptores, lo que hace que todos tengamos un punto ciego en cada ojo. </p>
<p>Esto no ocurre en otras especies con ojos similares a los nuestros, como por ejemplo los pulpos, ya que el ojo de tipo cámara se ha generado de manera alternativa dos veces en el curso de la evolución. En <a href="https://octonation.com/facts-about-octopus-eyes-and-vision/#">los ojos del pulpo</a> las fibras del nervio óptico están detrás de la retina, por lo que no necesitan atravesarla por ningún punto en su camino al cerebro, y los pulpos, a diferencia de nosotros, no tienen punto ciego.</p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/525594/original/file-20230511-22-zqk21z.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/525594/original/file-20230511-22-zqk21z.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/525594/original/file-20230511-22-zqk21z.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=398&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/525594/original/file-20230511-22-zqk21z.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=398&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/525594/original/file-20230511-22-zqk21z.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=398&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/525594/original/file-20230511-22-zqk21z.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=500&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/525594/original/file-20230511-22-zqk21z.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=500&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/525594/original/file-20230511-22-zqk21z.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=500&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">Ojo de un pulpo.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/octopus-vulgaris-cuvier-1797-cephalopod-octopodidae-1712309590">Shutterstock / Osman Temizel</a></span>
</figcaption>
</figure>
<h2>La garganta y el atragantamiento</h2>
<p>Otro de los ejemplos más sonados de mal diseño de nuestro cuerpo es el de la garganta humana. Una de las primeras causas de muerte no natural de personas sanas en nuestra especie es el atragantamiento. El año pasado en España <a href="https://opra.info/atragantamiento/">murieron el doble de personas por atragantamiento</a> que por <a href="https://www.dgt.es/comunicacion/notas-de-prensa/1.145-personas-fallecieron-en-siniestros-de-trafico-durante-2022/#:%7E:text=En%202022%20se%20produjeron%201.042,y%20previo%20a%20la%20pandemia.">accidente de coche</a>. </p>
<p>Los conductos que llevan alimentos y aire se mezclan de manera muy peligrosa en algunos puntos de nuestro organismo, y la faringe es el punto más crítico. </p>
<p>Normalmente el agua y los alimentos viajan desde el exterior al esófago y el aire a la traquea. Pero algunas veces algo falla, y los alimentos van hacia la traquea bloqueando el flujo de aire, lo que puede desencadenar consecuencias fatales como la muerte por asfixia. No estamos bien diseñados, por ejemplo, para <a href="https://www.agenciasinc.es/Reportajes/Como-algunas-fiestas-navidenas-pueden-acabar-en-urgencias">comer uvas a gran velocidad</a>.</p>
<h2>La expedición de Magallanes y la vitamina C</h2>
<p>De los aproximadamente 250 marineros que partieron con Magallanes y Elcano, solo 18 completaron la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Expedici%C3%B3n_de_Magallanes-Elcano">circunnavegación de la Tierra</a> hace ya más de 500 años. Uno de los grandes problemas durante la travesía fue el escorbuto, una enfermedad que sobreviene tras largas temporadas sin consumir alimentos frescos. </p>
<figure class="align-right zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/525599/original/file-20230511-17-vacnf7.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/525599/original/file-20230511-17-vacnf7.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/525599/original/file-20230511-17-vacnf7.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=670&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/525599/original/file-20230511-17-vacnf7.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=670&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/525599/original/file-20230511-17-vacnf7.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=670&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/525599/original/file-20230511-17-vacnf7.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=843&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/525599/original/file-20230511-17-vacnf7.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=843&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/525599/original/file-20230511-17-vacnf7.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=843&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">Placa conmemorativa en Sanlúcar de Barrameda con los nombres de los hombres que retornaron a la ciudad tras la primera circunnavegación.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Ceramica-Sanlucar_Barrameda_1%C2%AA_circunnavegaci%C3%B3n_mundial.jpg">Wikimedia Commons / Armando-Martin</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/">CC BY-SA</a></span>
</figcaption>
</figure>
<p>La no ingesta de vitamina C hace que sus niveles bajen y no podamos sintetizar una proteína, el colágeno, que es esencial para mantener y regenerar muchos de nuestros tejidos. Nuestro organismo tiene la <a href="https://www.metabolismo.biz/web/vitamina-c/">ruta de síntesis de la vitamina C</a>, pero está incompleta. Eso explica por qué no podemos producirla y tenemos que consumirla en alimentos frescos. Algo que no les sucede a los gatos, que son capaces de sintetizar su propia vitamina C por lo que no sufren nunca la enfermedad del escorbuto. </p>
<h2>Evolución y no diseño inteligente</h2>
<p>Estos son sólo algunos ejemplos de diseño poco inteligente en nuestro organismo, pero la lista es ingente: <a href="https://theconversation.com/por-que-es-tan-doloroso-el-parto-200296">el canal del parto</a>, la multitud de huesos en pies relativamente poco flexibles, el mecanismo de coagulación de la sangre, el codo de niñera, el genoma humano, etc.</p>
<p>Podemos explicar muy bien nuestra especie como resultado de procesos evolutivos que están muy lejos de un diseño inteligente. En el <em>Homo sapiens</em> han actuado las mismas fuerzas que en cualquier otra especie que haya existido o exista: <a href="https://www.mncn.csic.es/es/comunicacion/blog/evolucion-por-seleccion-sexual-segun-darwin-la-vigencia-de-una-idea">selección natural</a>, <a href="https://www.genome.gov/es/genetics-glossary/Deriva-genetica">deriva génica</a>, <a href="https://theconversation.com/entre-neandertales-y-sapiens-hubo-sexo-pero-poco-amor-191131">hibridación</a>, etc. </p>
<p>Somos el resultado de procesos no determinísticos que ocurrieron, pero pudieron no haber ocurrido. Y, se siente, pero no tenemos un papel relevante en el proceso evolutivo. Todo lo contrario, somos, como tantas otras especies, fruto del azar.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/204290/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Marcial Escudero no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>El aparato reproductor masculino, la columna vertebral y la garganta, tan vulnerable a atragantamientos, son errores de “diseño” de nuestra especie que muestran que somos fruto del azar, como tantas otras especies.Marcial Escudero, Profesor Titular del Departamento de Biología Vegetal y Ecología, Universidad de SevillaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2022572023-04-20T18:11:36Z2023-04-20T18:11:36ZLos humanos modernos también llevamos ADN denisovano, un homínido arcaico que ocupó Siberia<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/521816/original/file-20230419-16-5b2c34.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C390%2C1433%2C1403&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Reconstrucción del aspecto de una joven denisovana a partir de análisis del ADN de restos de este homínido.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.eurekalert.org/multimedia/713417">Maayan Harel</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/">CC BY-SA</a></span></figcaption></figure><p>El ADN que poseemos viene a partes iguales de nuestro padre y nuestra madre. Pero, además, nuestras células aún contienen material genético de antepasados que ocuparon la Tierra hace cientos de miles de años. </p>
<p>Al igual que todas las demás especies, somos hijos e hijas de la evolución. Heredamos y legamos a nuestra descendencia <a href="https://www.csic.es/es/actualidad-del-csic/el-estudio-del-cromosoma-y-revela-antiguas-hibridaciones-entre-los-neandertales">genes de especies humanas arcaicas, como los neandertales, y también los denisovanos</a>, un grupo de homínidos que ocupó Siberia y parte de Asia, y se cruzó con nuestros antepasados hace 50 000 años.</p>
<p>Entre otras cosas, <a href="https://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0254175">se ha encontrado evidencia de que los denisovanos vivían a gran altura en el Tíbet</a>, y ellos eran los portadores de un gen que nos ayuda a las personas modernas a hacer frente a elevaciones similares.</p>
<h2>La madre que compartimos: la “Eva mitocondrial”</h2>
<p>¿Cómo llega a nosotros este material genético arcaico?</p>
<p>En la <a href="https://www.youtube.com/watch?v=_5OvgQW6FG4">fecundación</a>, el óvulo y el espermatozoide se fusionan en uno solo. La combinación del material genético de ambos será el ADN del individuo que nazca, su propia huella genética. Pero un hecho que suele olvidarse es que las <a href="https://www.genome.gov/es/genetics-glossary/Mitocondria">mitocondrias</a>, orgánulos presentes en todas las células, provienen únicamente del óvulo. Vienen directamente de nuestras madres, sin combinarse con material genético del padre. </p>
<p>Gracias a ese ADN mitocondrial podemos viajar atrás en el tiempo, por el <em>linaje materno</em> . </p>
<p><a href="https://evolution.berkeley.edu/relojes-moleculares/">Los relojes moleculares</a> son ciertos genes que nos permiten medir la tasa de cambios (o mutaciones) que han sufrido a lo largo de los tiempos. <em>Contando</em> cambios, es posible saber la antigüedad de un individuo y establecer relaciones entre especies antiguas y actuales.</p>
<p>Gracias a los relojes moleculares y al ADN mitocondrial sabemos que todos los seres humanos vivos tenemos una misma antepasada. La llamada <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Eva_mitocondrial">Eva mitocondrial</a> fue una mujer (<em>Homo sapiens</em>) africana que vivió hace unos 200 000 años. Ella era la portadora de las mitocondrias de las que descienden todas las personas de la población humana actual. </p>
<p>Llevamos en nuestro ADN mitrocondrial el eco de esa primera mujer. </p>
<h2>El linaje del <em>Homo sapiens</em></h2>
<p>La especie humana comenzó en África hace unos tres millones de años. Desde los <em><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Lucy">Australopithecus</a></em> hasta los <em>Homo sapiens</em> ha habido muchos humanos de especies distintas, entre ellos los neandertales y los denisovanos. </p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/519704/original/file-20230405-16-i30zeg.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/519704/original/file-20230405-16-i30zeg.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/519704/original/file-20230405-16-i30zeg.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=282&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/519704/original/file-20230405-16-i30zeg.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=282&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/519704/original/file-20230405-16-i30zeg.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=282&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/519704/original/file-20230405-16-i30zeg.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=355&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/519704/original/file-20230405-16-i30zeg.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=355&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/519704/original/file-20230405-16-i30zeg.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=355&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Mapa de la migración de <em>Homo sapiens</em>, <em>Homo erectus</em> y <em>Homo neanderthalensis</em></span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://es.m.wikipedia.org/wiki/Archivo:Spreading_homo_sapiens_la.svg">NordNordWest / Wikimedia Commons</a></span>
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<p>La <a href="https://genotipia.com/pgh/">secuenciación del genoma humano, que permite conocer la secuencia del conjunto de todos los genes</a>, ha permitido, entre otras cosas, estudiar y comparar la genética del hombre moderno con nuestros antepasados. En la actualidad, y gracias a técnicas modernas de secuenciación, se han podido obtener los genomas de especies arcaicas y extintas de homínidos, como las mencionados anteriormente. </p>
<p>En 2021, se conocían las secuencias de los genes de 23 humanos arcaicos (18 neandertales, cuatro denisovanos y una mujer descendiente de madre neandertal y padre denisovano). </p>
<p>Ambas especies interaccionaron con los hombres modernos, <em>Homo sapiens</em>, ya que el 2 % de los genomas de los no africanos proviene de los hombres de Neandertal. </p>
<p>Además, el 5 % de los genomas de las poblaciones de Oceanía se remonta a los hombres denisovanos, y la presencia de esta especie arcaica aun se puede detectar en el genoma de las poblaciones asiáticas actuales. Esta presencia en el genoma del hombre actual además permite conseguir información muy valiosa sobre la biología de nuestro origen.</p>
<p>El <em>Homo neanderthalensis</em> es un caso particular, puesto que <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1002/ajpa.21569">no se ha encontrado su ADN mitocondrial</a> en el <em>Homo sapiens</em>. Actualmente hay varias hipótesis para explicar esto, pero el hecho es que sí tenemos genes neandertales. Por ejemplo, en Europa el aporte de los genes neandertales al color de la piel llega hasta un 70 %. Buscando variaciones en los genomas de los cazadores-recolectores del Mesolítico (hace unos 10 000 años) se ha encontrado que el <a href="https://www.nature.com/articles/nature12960">color de piel más claro en los europeos actuales no era muy frecuente hasta el Neolítico (unos 5 000 años antes de nuestra era</a>). </p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/521817/original/file-20230419-28-4p6gj1.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="Reconstrucción de un hombre de Neandertal." src="https://images.theconversation.com/files/521817/original/file-20230419-28-4p6gj1.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/521817/original/file-20230419-28-4p6gj1.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/521817/original/file-20230419-28-4p6gj1.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/521817/original/file-20230419-28-4p6gj1.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/521817/original/file-20230419-28-4p6gj1.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/521817/original/file-20230419-28-4p6gj1.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/521817/original/file-20230419-28-4p6gj1.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Reconstrucción de un hombre de Neandertal.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/22-july-2022-neanderthal-museum-germany-2202340853">frantic00 / Shutterstock</a></span>
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<h2>El dedo de una niña de Denísova</h2>
<p>En 2010 se secuenció el ADN mitocondrial proveniente de un dedo de una niña, encontrado en las <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Cuevas_de_Den%C3%ADsova">cuevas de Denísova</a>, en Siberia (Rusia). Esto permitió la identificación de un nuevo homínido: el hombre de Denísova. La sorpresa fue que el 17 % de su genoma era ADN neandertal, por lo que ambas especies se cruzaron en algún momento de la evolución. Esto se confirmó cuando se secuenció un trozo de hueso de otro <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Denny_(Denisova_11)">individuo que vivió hace unos 90 000 años</a>. Este individuo era especial, puesto que su padre era denisovano y su madre neandertal: encontramos el primer individuo híbrido de estas dos especies. Esto podría indicar que la relación entre estas dos especies no era algo puntual. </p>
<p>El análisis de los genes que determinan los grupos sanguíneos indican que tanto los neandertales como los denisovanos tuvieron origen africano. </p>
<p>También es interesante la presencia de una variante del gen del <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Factor_Rh">factor Rh</a> en neandertales que <a href="https://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0254175">sólo se ha encontrado en algunos individuos de Oceanía</a>, dando pistas sobre posibles cruces con <em>Homo sapiens</em> antes de su expansión hacia el sureste asíatico. </p>
<p>Ese mismo estudio sugiere que la poca variabilidad genética de los neandertales los haría más propensos a ciertas enfermedades. Su extinción pudo venir determinada por problemas genéticos, que les hicieron más propensos a infecciones virales y a una baja tasa de reproducción. </p>
<h2>Svante Pääbo, el padre de la paleogenética</h2>
<p>Todos estos estudios han sido importantes para la comunidad científica. Una de las caras más representativas de este campo es la de <a href="https://theconversation.com/svante-paabo-y-la-vida-secreta-de-las-especies-191819">Svante Pääbo</a>, cuyos aportes a la genética evolutiva humana han sido de vital importancia. Tanto es así que en 2022 recibió el Premio Nobel de Fisiología o Medicina “por sus descubrimientos sobre los genomas de homínidos extintos y la evolución humana”.</p>
<p>La posibilidad de estudiar el ADN arcaico significó una revolución para entender el origen de nuestra especie. Somos híbridos, el resultado de cruces producidos millones de años atrás, cuando ni siquiera existíamos.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/202257/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Delphine Pott recibe fondos de la fundación Alexander von Humboldt (Alemania). </span></em></p><p class="fine-print"><em><span>José Mora Perujo no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Los “humanos” anatómicamente modernos se cruzaron con los denisovanos en su travesía tras salir de África. Este hecho hizo que, muy probablemente, poseamos en nuestro material genético restos tanto de neandertales como de denisovanos.José Mora Perujo, Investigador predoctoral - Biología Molecular y Bioquímica., Universidad de MálagaDelphine Pott, Postdoctoral fellow, University of TübingenLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2036922023-04-16T18:41:38Z2023-04-16T18:41:38ZUn gen “robado” a las bacterias nos dio el sentido de la vista<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/520786/original/file-20230413-24-8wh1nm.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=4%2C9%2C3213%2C2311&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Cuando las células fotorreceptoras captan un fotón, mandan una señal al cerebro. </span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-illustration/optic-nerve-section-brain-seen-side-2141765233">Naeblys / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>¿Conoce el libro <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/El_relojero_ciego"><em>El relojero ciego</em></a> de Richard Dawkins? Quizás no sea tan famoso como su gran éxito <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/El_gen_ego%C3%ADsta"><em>El gen egoísta</em></a>, pero es una buena lectura si le interesa el tema de la evolución de los seres vivos. </p>
<p>En su primera parte, Dawkins se dedica a explicar la solución a uno de los asuntos que más inquietaba a Charles Darwin: el origen evolutivo de algo tan complejo como <a href="https://theconversation.com/es/topics/ojos-92480">el ojo</a> a partir de la acumulación progresiva de pequeños cambios heredables. En sus páginas explica cómo los diferentes animales han resuelto de diversas maneras ese problema, desde el órgano de visión del calamar hasta el de los seres humanos.</p>
<p>Un reciente <a href="https://www.pnas.org/doi/10.1073/pnas.2214815120">artículo</a> publicado por el grupo de Matthew Daugherty, profesor de la Universidad de California en San Diego, explica el origen evolutivo de uno de esos “pequeños cambios”. Y paradójicamente podría ser definido como un “<a href="https://www.science.org/content/article/ancient-gene-stolen-bacteria-set-stage-human-sight">gran robo</a>”. </p>
<h2>El vaivén del retinal y el retinol</h2>
<p>Hace más de 500 millones de años, el ancestro de todos los vertebrados integró en su genoma un gen de una bacteria gracias a un proceso de transferencia genética horizontal. Ese gen evolucionó y dio lugar a la proteína de unión al retinoide interfotorreceptor (IRBP por sus siglas en inglés).</p>
<p>¿Para qué sirve la proteína IRBP? Nuestros ojos pueden sentir la luz gracias a unas células fotorreceptoras que contienen una molécula fotosensible llamada cis-retinal. Cuando un fotón incide sobre ella, experimenta una serie de cambios que la transforman en trans-retinal y luego en retinol. Entonces, la célula fotorreceptora manda una señal al cerebro. </p>
<p>En ese momento, el retinol debe reciclarse. Para ello sale de la célula fotorreceptora y es empaquetado en la IRBP con destino a una célula del epitelio pigmentado de la retina, donde vuelve a convertirse en retinal. Desde allí, es empaquetado otra vez en la IRBP y viaja hasta la célula fotorreceptora con el fin de ser reutilizado. </p>
<p>Resumiendo, la IRBP es un “mensajero” que lleva el retinal o el retinol a sus respectivos destinos. Sin IRBP no habría reciclaje ni, por tanto, visión. De hecho, <a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fncel.2020.577935/full">algunas retinopatías están asociadas con la disminución de los niveles de esa proteína</a>.</p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/520511/original/file-20230412-16-wktfms.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/520511/original/file-20230412-16-wktfms.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/520511/original/file-20230412-16-wktfms.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=576&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/520511/original/file-20230412-16-wktfms.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=576&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/520511/original/file-20230412-16-wktfms.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=576&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/520511/original/file-20230412-16-wktfms.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=724&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/520511/original/file-20230412-16-wktfms.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=724&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/520511/original/file-20230412-16-wktfms.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=724&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Figura adaptada a partir de la publicada en el artículo de Kalluraya et al. PNAS, 2023.</span>
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<p>En el caso de los invertebrados, el proceso es muy distinto. La molécula fotosensible cis-retinal cambia a trans-retinal gracias a la luz azul. Y se recicla cuando la luz naranja transforma el trans-retinal otra vez en cis-retinal. Es decir, las moléculas fotosensibles no necesitan abandonar la célula fotorreceptora. El camino evolutivo del mecanismo molecular de la visión es completamente distinto entre invertebrados y vertebrados.</p>
<h2>En busca del origen bacteriano</h2>
<p>El peculiar parecido entre el gen que codifica para la IRBP humana y un gen que se encontraba en bacterias se conocía desde el año 2001, <a href="https://theconversation.com/la-revolucion-del-proyecto-genoma-humano-cumple-dos-decadas-155321">cuando fue secuenciado el genoma humano</a>. Sin embargo, se pensaba que podría ser algún tipo de error en el análisis o una contaminación de la muestra con ADN bacteriano.</p>
<p>Matthew Daugherty no pensaba lo mismo. Lo que hizo su grupo fue buscar genes semejantes en el genoma de otras especies de vertebrados que no estuviera en otros grupos animales. Eso podría indicar un “salto” desde las bacterias a los animales. </p>
<p>Es el caso del gen para la IRBP. Está presente en todos los vertebrados, desde la lamprea marina hasta los simios. Y las proteínas más parecidas a ella son las peptidasas bacterianas, cuya función consiste en reciclar otras proteínas mediante <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Prote%C3%B3lisis">proteolisis</a>. Gracias a este proceso, la peptidasa es capaz de degradar una proteína para reutilizar sus aminoácidos en la síntesis de nuevas proteínas. </p>
<p>Cuando el gen bacteriano se transfirió al ancestro de los vertebrados sufrió una serie de modificaciones, que le hicieron perder su actividad proteolítica a cambio de ganar la función de unirse al retinal y el retinol. </p>
<p>Una de las transformaciones fue una doble duplicación del gen. La peptidasa bacteriana es una proteína de 295 aminoácidos con un solo dominio funcional. ¿Qué significa eso? Las proteínas funcionan como herramientas, así que imaginemos que la peptidasa bacteriana fuera una navaja de una sola hoja. Con la doble duplicación pasó a tener 1 247 aminoácidos y cuatro dominios. Es decir, se transformó en una navaja suiza con cuatro herramientas distintas.</p>
<p>Así que tenemos una pieza más del rompecabezas que explica la formación del ojo, pero también plantea unos cuantos enigmas más. ¿Cuál fue el proceso de esa transferencia horizontal de genes entre una bacteria y el ancestro de los vertebrados? ¿Por qué solo afectó a las células involucradas en la visión? </p>
<p>Como suele suceder en ciencia, cuando respondes una pregunta aparecen otras cien.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/203692/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Manuel Sánchez Angulo no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Según un nuevo estudio, un gen de origen bacteriano pone en marcha el “baile” molecular que posibilita la visión humana.Manuel Sánchez Angulo, Miembro de la Sociedad Española de Microbiología. Profesor Titular de Microbiología, Universidad Miguel HernándezLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2010152023-04-05T17:53:52Z2023-04-05T17:53:52ZEl ‘crimen’ de Charles Darwin<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/519055/original/file-20230403-22-41973a.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C11%2C2586%2C1761&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Imagen de uno de los reptiles analizados en el viaje del Beagle del libro 'The zoology of the voyage of H.M.S.'. Beagle.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:The_zoology_of_the_voyage_of_H.M.S._Beagle_(Reptiles_Pl._10)_BHL14062234.jpg">Biodiversity Heritage Library</a></span></figcaption></figure><p>Charles Darwin (1809-1882) figura entre los científicos más importantes de la historia de la ciencia, y no podía dejar de estar presente en mi libro de correspondencias <a href="https://www.planetadelibros.com/libro-querido-isaac-querido-albert/367712"><em>Querido Isaac, querido Albert</em></a>. Su gran obra, aquella por la que es y será recordado, desvela que las especies han variado a lo largo del tiempo, y desencadenó procesos que afectaron a algo tan básico como nuestras ideas acerca de la relación que liga a nuestra especie, <em>Homo sapiens</em>, con otras formas de vida animal que existen o han existido en la Tierra.</p>
<h2>Encajar el rompecabezas de la naturaleza</h2>
<p><a href="http://darwin-online.org.uk/content/frameset?viewtype=text&itemID=F391&pageseq=18">Darwin</a> defendió que la vida es como un árbol, de cuyas raíces comunes han ido brotando diferentes ramas; esto es, especies (emparentadas por su conexión con el tronco común) que con el paso del tiempo continúan diversificándose, dando origen a otras “ramas” bajo la presión de determinados condicionamientos (entre ellos –esto Darwin no lo supo– las mutaciones genéticas que espontáneamente se producen). </p>
<p>Después de afanarse por encajar en una gran síntesis las piezas (botánica, zoología, taxonomía, anatomía comparada, geología, paleontología, cría domestica de especies, biogeografía….) del gigantesco rompecabezas que es la naturaleza, y estimulado por la noticia de que Alfred Wallace había llegado a conclusiones similares, aunque no tan sustanciadas, en noviembre de 1859 publicó un libro que forma parte del tesoro más precioso del que dispone la humanidad: <a href="https://es.wikisource.org/wiki/El_origen_de_las_especies"><em>El Origen de las Especies</em></a>. Pero el camino que lo llevó a su teoría y libro no fue ni fácil ni breve.</p>
<h2>El pinzón que cambió el mundo</h2>
<p>Un momento fundamental de ese camino fue cuando en marzo de 1837, mientras estudiaba las aves recogidas por Darwin en las Galápagos –una de las <a href="https://web.archive.org/web/20071112123628/http://www.aboutdarwin.com/voyage/voyage01.html">últimas paradas del Beagle</a>, el bergantín en el que había partido el 27 de diciembre de 1831 en un viaje de cinco años que cambiaría su vida–, <a href="https://www.neh.gov/humanities/2014/septemberoctober/feature/the-english-birdman-who-helped-darwin">John Gould</a>, un taxónomo de la <a href="https://www.zsl.org/">Zoological Society</a>, identificó varias especies de pinzón terrestre cuyos picos se habían adaptado para comer insectos, cactus o semillas. </p>
<p>Gould pensó entonces que estas variedades de pinzones probablemente vivían cada una en islas diferentes, pero no podía asegurarlo porque Darwin no las había etiquetado con la indicación del lugar en que las recogió. </p>
<p>Las indicaciones de Gould dieron pie a Darwin para considerar si las semejanzas entre los pinzones de las diferentes islas no serían restos de un antepasado común. Semejantes datos llevaron a Darwin a atreverse con la idea que le rondaba la cabeza: que las especies no son estables. </p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/518757/original/file-20230331-24-50563x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/518757/original/file-20230331-24-50563x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/518757/original/file-20230331-24-50563x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=453&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/518757/original/file-20230331-24-50563x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=453&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/518757/original/file-20230331-24-50563x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=453&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/518757/original/file-20230331-24-50563x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=569&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/518757/original/file-20230331-24-50563x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=569&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/518757/original/file-20230331-24-50563x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=569&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Pinzones de Darwin o pinzones de las Galápagos. Dibujados por Darwin en 1845 en el Diario de investigaciones de la historia natural y geología de los países visitados durante el viaje del H.M.S. Beagle alrededor del mundo, comandado por el capitán Fitz Roy, R.N.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Pinz%C3%B3n_de_Darwin#/media/Archivo:Es-Darwin's_finches.jpeg">Wikimedia commons</a></span>
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<h2>La carta de Darwin: “Es como confesar un crimen”</h2>
<p>En una carta que Darwin envió el 11 de enero de 1844 al botánico <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Joseph_Dalton_Hooker">Joseph Dalton Hooker</a> expresó con claridad sus pensamientos:</p>
<blockquote>
<p>“Me impresionó tanto la distribución de los organismos de las Galápagos […] y […] el carácter de los mamíferos fósiles de América […], que decidí reunir a ciegas toda suerte de hechos que pudieran tener que ver de alguna forma con lo que son las especies. He leído montones de libros de agricultura y horticultura, y no he parado de recoger datos. Por fin han surgido destellos de luz, y estoy casi convencido (totalmente en contra de la opinión con la que empecé) de que las especies no son (es como confesar un crimen) inmutables. El Cielo me libre del disparate de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Jean-Baptiste_Lamarck">Lamarck</a> de ‘una tendencia al progreso’, ‘adaptaciones debidas a la paulatina inclinación de los animales’, etc…, pero las conclusiones a las que he llegado no son muy diferentes de las suyas, aunque sí lo son por completo los instrumentos del cambio. Creo que he descubierto (¡esto es presunción!) la simple forma por medio de la cual las especies devienen exquisitamente a adaptarse a varios fines”. </p>
</blockquote>
<p>“Es como confesar un crimen”, decía.</p>
<h2>Evolucionan, pero ¿cómo?</h2>
<p>Ahora bien, una cosa era reconocer que las especies cambian y otra identificar algún mecanismo para que sucediera esto. En otras palabras, era necesaria una teoría que diese sentido a la evolución; no bastaba con las observaciones que realizó durante el viaje en el Beagle, ni lo que luego aprendió sobre los cambios producidos por la selección artificial de animales domésticos.</p>
<p>Darwin encontró la clave en las ideas del economista <a href="https://economipedia.com/definiciones/thomas-malthus.html">Thomas Robert Malthus</a>, tal y como éste las había expuesto en su ensayo de 1826 <a href="https://www.sustanciainfinita.com/wp-content/uploads/2018/09/ENSAYO-Thomas-Malthus-Ensayo-sobre-el-principio-de-la-poblaci%C3%B3n.pdf"><em>Ensayo sobre el Principio de la Población</em></a>. </p>
<p>En su <a href="https://blogs.upm.es/nosolotecnica/2013/10/23/autobiografia-charles-darwin/">autobiografía</a>, Darwin explicó lo que significó para él aquella obra: </p>
<blockquote>
<p>“En octubre de 1838, es decir, 15 meses después de haber iniciado mi indagación sistemática, leí por casualidad el libro de Malthus sobre la población, y como, debido a mi larga y continua observación de los hábitos de los animales y las plantas, me hallaba bien preparado para darme cuenta de la lucha universal por la existencia, me llamó la atención enseguida que, en esas circunstancias, las variaciones favorables tenderían a preservarse, y las desfavorables a ser destruidas. El resultado de ello sería la formación de nuevas especies”.</p>
</blockquote>
<p>La puerta que le conduciría a su teoría del origen de las especies queda así abierta definitivamente.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/201015/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>José Manuel Sánchez-Ron no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>En una carta dirigida al botánico Joseph Dalton, Charles Darwin confesó su crimen: había encontrado una explicación a la evolución de las especies que resquebrajaba los cimientos de la religión.José Manuel Sánchez-Ron, Profesor emérito de Física Teórica. Historiador de la Ciencia. Académico de la RAE, Universidad Autónoma de MadridLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2026882023-04-02T16:49:34Z2023-04-02T16:49:34ZCuando el ornitorrinco perdió su estómago<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/518558/original/file-20230330-18-qusf2t.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=5%2C11%2C3888%2C2779&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/tasmania-platypus-eating-worm-615165578">Shutterstock / John Carnemolla</a></span></figcaption></figure><p>Los ornitorrincos exhiben una combinación fascinante de caracteres de reptiles y mamíferos. Tienen pelo, mamas y tres huesecillos auditivos, caracteres exclusivos de los mamíferos, pero también un pico parecido al de un pato, una cola aplanada de castor y patas palmeadas.</p>
<p>Los machos tienen en las patas traseras una garra dotada de un veneno similar al de los reptiles. Las hembras no solo ponen huevos, sino que la segmentación de sus óvulos es típicamente reptiliana (<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Segmentaci%C3%B3n_(zoolog%C3%ADa)">meroblástica</a>), no holoblástica como en los demás grupos de mamíferos. Como <a href="https://theconversation.com/el-extrano-pene-cuadruple-de-los-equidnas-151111">los equidnas</a>, son monotremas, lo que significa “agujero único” debido a su abertura externa común para los sistemas urogenital y digestivo.</p>
<figure class="align-right zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/517729/original/file-20230327-490-v6jimm.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/517729/original/file-20230327-490-v6jimm.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/517729/original/file-20230327-490-v6jimm.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=588&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/517729/original/file-20230327-490-v6jimm.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=588&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/517729/original/file-20230327-490-v6jimm.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=588&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/517729/original/file-20230327-490-v6jimm.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=739&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/517729/original/file-20230327-490-v6jimm.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=739&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/517729/original/file-20230327-490-v6jimm.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=739&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">Esquema del aparato digestivo de un ornitorrinco.</span>
</figcaption>
</figure>
<p>Todo eso se ve por fuera, pero si se mira dentro de un ornitorrinco se observa otra característica extraña: la garganta conecta directamente con los intestinos. No hay cámara intermedia que secrete <a href="https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.3109/00365529209095998">ácidos gástricos y enzimas digestivos</a>. </p>
<p>Es decir, el ornitorrinco no tiene estómago.</p>
<p>Si es un mamífero vertebrado, ¿por qué carece de estómago? La respuesta está en los genes.</p>
<h2>Origen y evolución del estómago</h2>
<p>El estómago es una porción ensanchada del intestino, un sello distintivo de la evolución de los vertebrados mandibulados (gnatóstomos). Representó una innovación anatómica caracterizada por la presencia de glándulas secretoras de ácidos y pepsina y <a href="https://royalsocietypublishing.org/doi/epdf/10.1098/rspb.2013.2669">evolucionó por primera vez hace unos 450 millones de años</a>.</p>
<p>El estómago permitió a nuestros ancestros digerir proteínas más grandes, ya que los potentes ácidos gástricos descomponen las macromoléculas y potencian las acciones de las <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Pepsina">peptidasas</a>, que las disgregan. Ahora bien, muchos animales se las arreglan bastante bien sin estómago.</p>
<p>Desde que en 1805 <a href="https://books.google.com/books?hl=en&lr=&id=riNwQ-t6-B0C&oi=fnd&pg=PA1&ots=_SJl76pr00&sig=Qi7KYg4fwykT2sgXy0-kFj7XpRk">Cuvier</a> observara por primera vez que algunos grupos de peces carecían de estómago, en los últimos 200 años se ha demostrado que, al menos en dieciocho ocasiones distintas, muchos <a href="https://royalsocietypublishing.org/doi/10.1098/rspb.2013.2669">vertebrados han perdido el estómago</a>. Entre ellos se cuentan, además de los ornitorrincos, los extraños peces pulmonados y agnatos, pero también una cuarta parte de las casi 30 000 especies de teleósteos, el grupo que incluye a la mayoría de los peces.</p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/517736/original/file-20230327-28-bi2555.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/517736/original/file-20230327-28-bi2555.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/517736/original/file-20230327-28-bi2555.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=650&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/517736/original/file-20230327-28-bi2555.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=650&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/517736/original/file-20230327-28-bi2555.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=650&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/517736/original/file-20230327-28-bi2555.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=817&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/517736/original/file-20230327-28-bi2555.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=817&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/517736/original/file-20230327-28-bi2555.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=817&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Filogenia de los monotremas. Los monotremas pertenecen a la subclase Prototheria, que se separó de la línea terápsida que condujo a los terios (Theria), la otra subclase de mamíferos que se caracterizan porque, a diferencia de los prototerios, el embrión no se desarrolla en el interior de un huevo, sino en el interior del útero materno. Los terios aparecieron durante el Cretácico, hace unos 120 millones de años (Ma) los cuales, se escindieron posteriormente (-90 Ma) en marsupiales (Marsupialia) y euterios (Placentalia). Monotremas y terios se escindieron filogenéticamente hace 166 millones de años. Modificado a partir de Warren et al. 2008.</span>
</figcaption>
</figure>
<p>En <a href="https://www.nature.com/articles/nature06936">los ornitorrincos</a> y en los <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Gnathostomata">peces mandibulados</a> la agastria va acompañada por la desaparición de los genes (<a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/gene/495">Atp4A</a> y <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/gene/496">Atp4B</a>) que codifican la producción de la <a href="https://www.cun.es/diccionario-medico/terminos/bomba-protones">bomba de protones gástrica</a>, la enzima <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/ATPasa">ATPasa</a> que activa la producción de ácido clorhídrico en el estómago. También han perdido muchos de los <a href="http://dx.doi.org/10.1371/journal.pone.0032852">genes Pg</a> codificadores de los <a href="https://www.cancer.gov/espanol/publicaciones/diccionarios/diccionario-cancer/def/pepsinogeno">pepsinógenos</a>, los precursores de las pepsinas, las enzimas estomacales que descomponen las proteínas.</p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/517738/original/file-20230327-564-jix57.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/517738/original/file-20230327-564-jix57.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/517738/original/file-20230327-564-jix57.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=601&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/517738/original/file-20230327-564-jix57.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=601&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/517738/original/file-20230327-564-jix57.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=601&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/517738/original/file-20230327-564-jix57.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=755&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/517738/original/file-20230327-564-jix57.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=755&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/517738/original/file-20230327-564-jix57.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=755&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">Izq. Relaciones filogenéticas de los linajes existentes de cordados. Los signos más y menos representan la presencia (+) o ausencia (-) de glándulas gástricas. Dcha. Esquema evolutivo del fenotipo estomacal en gnatóstomos. Los signos más y menos representan la presencia (+) o ausencia (-) de los genes codificadores de las bombas gástricas (4A/4B) y de los pepsinógenos (Pg). El signo de interrogación significa la ausencia de datos disponibles. Modificado a partir de Castro et al. 2014.</span>
</figcaption>
</figure>
<p>En conclusión, como en otros muchos casos, la <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/30413698/">pérdida de genes acarrea cambios en la variabilidad fenotípica</a>. La simplificación del intestino por pérdida de la cámara gástrica ha ocurrido varias veces en la evolución de los vertebrados como resultado de la pérdida de genes claves en el proceso de digestión ácido-péptica.</p>
<h2>¿Por qué perder el estómago?</h2>
<p>Por el momento la ciencia no tiene respuesta. Si tenemos en cuenta que la elusión estomacal afecta al proceso digestivo, cabe especular con que parte de la respuesta esté en la dieta.</p>
<p>Una primera hipótesis es que la desaparición o inhibición de los genes que codifican la producción de pepsinógenos trajera como consecuencia derivada la eliminación de las bombas gástricas de las primitivas cámaras estomacales.</p>
<p>Los animales desarrollan conjuntos muy diferentes <a href="https://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0032852">de genes codificadores de pepsinógeno</a> para digerir las proteínas de sus dietas específicas. Quizás los ancestros de las especies sin estómago cambiaran a una dieta diferente que hizo que estas enzimas resultaran fisiológicamente inútiles. Con el tiempo, se acumularon mutaciones debilitantes hasta que acabaron por perderse.</p>
<p>Se pueden observar indicios de este proceso en animales con estómago. Para digerir las proteínas de la leche, muchos mamíferos recién nacidos usan el <a href="https://www.ensembl.org/Mus_musculus/Gene/Summary?g=ENSMUSG00000046213;r=3:107118609-107129048;t=ENSMUST00000029504">gen Cym</a> que codifica una enzima gástrica, la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Quimosina#:%7E:text=La%20quimosina%20es%20producida%20por,cadena%20kappa%20de%20la%20case%C3%ADna.">quimosina</a>, destinada a romper la cadena fosfoproteica de la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Case%C3%ADna">caseína</a>. En los humanos, el gen se encuentra como <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Pseudog%C3%A9n">pseudogén</a>, es decir, <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/2210384/">nunca se expresa</a> porque nuestra leche es relativamente pobre en proteínas.</p>
<p>Los pepsinógenos funcionan mejor en ambientes ácidos, por lo que, en el caso de desaparecer, ya no se necesitaría una cámara ácida. Como las bombas gástricas necesitan una gran cantidad de energía para mantener la acidez estomacal, si dejan de ser necesarias se perderán porque eso representa una ventaja evolutiva.</p>
<figure class="align-center ">
<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/517748/original/file-20230327-1567-s9gvsk.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/517748/original/file-20230327-1567-s9gvsk.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=302&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/517748/original/file-20230327-1567-s9gvsk.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=302&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/517748/original/file-20230327-1567-s9gvsk.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=302&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/517748/original/file-20230327-1567-s9gvsk.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=379&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/517748/original/file-20230327-1567-s9gvsk.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=379&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/517748/original/file-20230327-1567-s9gvsk.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=379&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
<figcaption>
<span class="caption">Lámina de 1799 que acompañaba a la primera descripción de Ornithorhynchus anatinus.</span>
</figcaption>
</figure>
<p>Una segunda hipótesis alternativa es que la desaparición de la necesidad de mantener un ambiente ácido en el tracto digestivo convirtiera en superflua la elaboración de cámaras gástricas y, como consecuencia, la desaparición o inhibición de los genes codificadores de pepsinógenos.</p>
<p>Todas las especies agástricas viven en el agua (o, como el equidna, tienen antepasados acuáticos). Muchos de esos animales ingieren muchos crustáceos y corales, cuyas conchas son ricas en carbonato cálcico, una sustancia que neutraliza la acidez del estómago, y otros artrópodos con exoesqueleto de quitina, un polímero muy estable a los ácidos.</p>
<p>¿Para qué acidificar el estómago si la dieta deshace inmediatamente el proceso? Las energéticamente costosas bombas gástricas resultarían superfluas, por lo que pronto se perderían. Y sin un ambiente ácido, los genes del pepsinógeno también resultan inútiles, por lo que harían lo propio.</p>
<p>Más allá de la especulación, una cosa está clara: muchos animales se las arreglan bien sin estómago, cuya pérdida, de acuerdo con la <a href="https://en.wikipedia.org/wiki/Dollo's_law_of_irreversibility">ley de Dollo</a>, es un proceso evolutivo irreversible y más aún si tenemos en cuenta que hay soluciones alternativas. El intestino tiene sus propias enzimas que destruyen las proteínas. Las gargantas de algunos peces como las remoras, los catostómidos succionadores, los bagres o el <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Carassius_auratus">popular pez dorado</a> de los acuarios domésticos tienen un juego adicional de <a href="https://en.wikipedia.org/wiki/Pharyngeal_teeth#cite_note-Ref_-1">dientes faríngeos</a> que ayudan a descomponer lo que ingieren.</p>
<p>Uno de los primeros nombres latinos del ornitorrinco fue <em>Ornithorhynchus paradoxus</em>. Durante el medio siglo transcurrido desde la primera descripción del ornitorrinco en 1799 y la publicación de <em>El Origen de las especies</em> de Darwin, el ornitorrinco soportó innumerables intentos de negar o mitigar su verdadera mezcla de caracteres asociados a diferentes grupos de vertebrados. La naturaleza precisaba de categorías netas definidas por la sabiduría divina. Un animal no podía, a la vez, poner huevos y alimentar a su prole con glándulas mamarias.</p>
<p>Se equivocaban. El ornitorrinco no es un error de la creación divina: es una maravilla de la evolución.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/202688/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Manuel Peinado Lorca es miembro del Grupo Federal de Investigación del PSOE</span></em></p>Durante la evolución, grupos filogenéticamente tan distantes como los ornitorrincos y miles de peces perdieron el estómago. Cabe plantear dos hipótesis genético-nutricionales para explicarlo.Manuel Peinado Lorca, Catedrático de Universidad. Director del Real Jardín Botánico de la Universidad de Alcalá, Universidad de AlcaláLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1966862023-03-28T17:13:34Z2023-03-28T17:13:34ZEncontramos microorganismos más raros que un billete a la Luna<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/517256/original/file-20230323-20-ed4rr4.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C1917%2C1080&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">_Legendrea loyezae_, un ciliado muy raro que vive en los sedimentos sin oxígeno de los lagos</span> <span class="attribution"><span class="source">James Weiss</span>, <span class="license">Author provided</span></span></figcaption></figure><p>Es más probable viajar a la Luna que encontrar el microorganismo con tentáculos conocido como <em>Legendrea loyezae</em>. <a href="https://solarsystem.nasa.gov/news/890/who-has-walked-on-the-moon/#:%7E:text=Neil%20Armstrong%20and%20Edwin%20%22Buzz,Harrison%20Schmitt%20(Apollo%2017)">Entre 1968 y 1972 el programa Apolo</a> de la NASA envió a la Luna a 24 personas. En cambio, solo cuatro en todo el mundo han visto <em>Legendrea loyezae</em> desde que se descubrió en 1908 <a href="https://doi.org/10.1016/j.protis.2022.125912">hasta nuestro hallazgo</a>. </p>
<p>Teniendo en cuenta el coste de un viaje a la Luna no es de extrañar que el número de personas enviadas a tan remoto lugar sea bajo. Pero un vistazo al mundo microscópico no requiere un presupuesto de millones de dólares. Solo hace falta un microscopio y alguien dispuesto a sentarse frente a él. </p>
<p>Nuestros recientes descubrimientos han traído a la luz <a href="https://www.bournemouth.ac.uk/news/2022-09-30/discovery-new-microscopic-species-expands-tree-life">20 nuevas especies</a> de microorganismos y aproximadamente otras cien que se consideran raras debido al bajo número de veces que se han encontrado en la historia de la microbiología. </p>
<p>Cada espécimen que encontramos y examinamos para aislar su ADN añade otra pieza al <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1434461022000578?via%3Dihub">rompecabezas de la evolución</a>. Dicho rompecabezas ayuda a los científicos a descifrar cómo funcionan los microorganismos en la naturaleza, qué genes están involucrados en la bioquímica celular, o a añadir nuevas ramas al árbol de la vida. </p>
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<p>El motivo por el que tan pocos investigadores han encontrado estos raros microorganismos es fundamentalmente debido a la falta de muestreos de los ecosistemas donde habitan. La mayoría de los equipos de investigación toman muestras puntuales, generalmente en una sola ocasión y lugar. </p>
<p>Nuestro método es distinto. En los últimos dos años hemos tomado más de mil muestras en sistemas acuáticos de lo más variopinto: lagos y estanques en Varsovia (Polonia); sedimentos marinos en el Mar del Norte; en las costas de Italia y Portugal, y en arroyos calcáreos en Dorset (Reino Unido), entre otros muchos. Nuestra búsqueda y muestreos son intensos, pero el esfuerzo merece la pena. Hemos observado más de 500 especies de microorganismos, muchas de las cuales son bien conocidas pero otras se consideran extraordinariamente raras y algunas son totalmente nuevas. </p>
<h2>La microbiología es la historia humana</h2>
<p>La vida en la Tierra apareció en el agua en forma de organismos microscópicos unicelulares, <a href="https://link.springer.com/book/10.1007/978-3-030-59979-9">permaneciendo así</a> durante miles de millones de años. Algunos de estos organismos unicelulares evolucionaron y dieron lugar a formas más complejas mediante diversos mecanismos de asociación con otros microorganismos, y finalmente dieron origen a <a href="https://link.springer.com/book/10.1007/978-3-030-59979-9">toda la vida visible que nos rodea</a>. Otros <a href="https://global.oup.com/ukhe/product/one-plus-one-equals-one-9780198758129?cc=&lang=en&q=archibald">apenas han cambiado</a> y han mantenido su naturaleza unicelular. Pero, aunque parezca mentira, la mayoría de los organismos que habitan nuestro planeta hoy en día siguen siendo microscópicos. Los microorganismos se encuentran en todo nuestro alrededor, hallándose en cualquier hábitat, desde charcos hasta océanos, y todavía nos queda mucho por averiguar.</p>
<p>Los <a href="https://global.oup.com/academic/product/the-origin-and-early-evolution-of-life-9780198525332?cc=gb&lang=en&">primeros depredadores</a> de la Tierra también fueron microorganismos y es así como se iniciaron las simbiosis para dar lugar a formas más complejas. </p>
<p>Pero los microorganismos, a su vez, sirven de alimento para especies más grandes como ocurre, por ejemplo, con el krill y otro zooplancton en los océanos. Si los organismos en la parte inferior de esta cadena alimenticia desaparecieran, todas <a href="https://link.springer.com/book/10.1007/978-3-030-59979-9">las demás partes</a> por encima colapsarían también. </p>
<p>Si pudiésemos comprimir los miles de millones de años de la historia de la Tierra en uno solo, la vida permanecería exclusivamente microscópica hasta finales de octubre. Los humanos aparecerían en los últimos 30 minutos del año, y no nos daríamos cuenta de la existencia de los microorganismos hasta tres segundos antes del nuevo año. </p>
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<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/491682/original/file-20221025-23-wflr31.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/491682/original/file-20221025-23-wflr31.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=510&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/491682/original/file-20221025-23-wflr31.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=510&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/491682/original/file-20221025-23-wflr31.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=510&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/491682/original/file-20221025-23-wflr31.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=641&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/491682/original/file-20221025-23-wflr31.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=641&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/491682/original/file-20221025-23-wflr31.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=641&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="caption">El árbol de la vida relaciona los organismos entre sí.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/image-vector/phylogenetic-tree-phylogeny-evolutionary-classification-outline-2022624131">VectorMine/Shutterstock</a></span>
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<p>El árbol de la vida muestra cómo los organismos están relacionados unos con otros. Mirándolo se puede observar fácilmente que la mayor parte de la vida en la Tierra continua siendo microscópica, con seres pluricelulares como animales, plantas y hongos, restringidos a un pequeño racimo dentro del grupo eucariota. A diferencia de los otros dos grupos (arqueas y bacterias), los eucariotas almacenan su ADN en el núcleo celular. </p>
<h2>Una rareza microscópica</h2>
<p>Pero volvamos a <em>Legendrea loyezae</em>. Este microorganismo se ubica dentro de los Ciliados, en la rama de los eucariotas. El oxígeno es letal para <em>Legendrea loyezae</em>, y cuenta con tentáculos retráctiles para atrapar sus presas. </p>
<p>Los ciliados se pueden hallar allí donde exista agua, incluso en las finas películas acuosas en los suelos y hasta en lugares donde no hay oxígeno. Aunque los ciliados dependen totalmente del agua, algunos pueden formar estructuras protectoras que les permiten permanecer inactivos cuando hay sequía o no hay suficiente humedad en el ambiente. Los ciliados están compuestos de una sola célula pero son increíblemente diversos. Además, también tienen estrategias de caza interesantes: algunos se especializan en comer filamentos de cianobacterias, que succionan como espaguetis. Otros tienen un estilo de vida sedentario, como <em>Vorticella</em>, que posee un tallo para adherirse a las superficies sumergidas. </p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/491672/original/file-20221025-19-pmscyu.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/491672/original/file-20221025-19-pmscyu.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/491672/original/file-20221025-19-pmscyu.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=338&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/491672/original/file-20221025-19-pmscyu.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=338&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/491672/original/file-20221025-19-pmscyu.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=338&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/491672/original/file-20221025-19-pmscyu.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=424&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/491672/original/file-20221025-19-pmscyu.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=424&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/491672/original/file-20221025-19-pmscyu.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=424&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption"><em>Vorticella</em>, ciliado que posee un pedúnculo para adherirse a las superficies.</span>
<span class="attribution"><span class="source">James Weiss</span>, <span class="license">Author provided</span></span>
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<p>Algunas especies de ciliados forman relaciones permanentes con otros grupos de organismos, lo que se conoce como simbiosis. Por ejemplo, hay ciliados que albergan <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S1434461010000738">algas unicelulares</a> en su interior, alimentándose del azúcar que producen en la fotosíntesis. A cambio, los ciliados protegen a las micro algas de virus (sí, incluso las algas pueden contraer infecciones virales) y de ser ingeridas por otros organismos. </p>
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<span class="caption"><em>Loxodes rostrum</em>, un ciliado con algas verdes endosimbióticas.</span>
<span class="attribution"><span class="source">James Weiss</span>, <span class="license">Author provided</span></span>
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<p>Los ciliados pueden encontrarse formando comunidades de alta densidad de población, especialmente en ambientes bien oxigenados. Pero otros están presentes en cantidades tan pequeñas que encontrarlos es como buscar mil agujas en un pajar del tamaño del Monte Everest. Y ese es nuestro objetivo.</p>
<p>Nuestra finalidad es encontrar tantas de estas especies raras e insólitas como nos sea posible. Para conseguirlo, nos servimos del conocimiento de la ecología de dichas especies, lo que nos da la pista para encontrarlas. Si sabemos que un determinado microorganismo prefiere vivir en hábitats oscuros y sin oxígeno, no perdemos tiempo en buscarlo en la superficie del agua, donde hay mucho oxígeno y luz. Encontrar cuatro ejemplares de <em>Legendrea loyezae</em> nos llevó cientos de horas al microscopio, sin mencionar gastos en fisioterapia para mitigar los dolores de cuello y espalda. </p>
<h2>Por qué son importantes los microorganismos</h2>
<p>Es fácil sentirse lejano de algo que no se ve, y a los microorganismos, debido a su diminuto tamaño, no se les ve en nuestra vida cotidiana. Pero los microorganismos han sido protagonistas de algunos de los descubrimientos científicos más importantes de la historia. Desgraciadamente, también cobran vidas cuando <a href="https://microbiologysociety.org/why-microbiology-matters/what-is-microbiology/microbes-and-the-human-body/microbes-and-disease.html">infligen enfermedades en las personas</a>, animales y plantas, o cuando alcanzan floraciones masivas en el mar que acaban con los cultivos de almejas, gambas, u ostras. </p>
<p>Pero no podríamos vivir sin ellos. Los microorganismos son <a href="https://doi.org/10.1038/463293c">responsables de la supervivencia</a> de nuestros ecosistemas y de su recuperación después de daños ambientales como la contaminación o el cambio climático. Son fundamentales en la producción de alimentos, antibióticos y otros medicamentos, ayudan a limpiar nuestras aguas residuales y mejoran la fertilidad de los suelos agrícolas. </p>
<p>Así que explorar el mundo microscópico bien vale el dolor de espalda.</p>
<hr>
<p><em>Artículo traducido gracias a la colaboración con <a href="https://www.fundacionlilly.com/">Fundación Lilly</a></em>.</p>
<hr><img src="https://counter.theconversation.com/content/196686/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>Los microbios son tan diminutos que los humanos no pueden verlos sin un equipo especial. Pero el descubrimiento de 20 nuevas especies ayudará a los científicos a trazar el árbol evolutivo de la vida.Genoveva Esteban, Professor of Microbial Ecology, Bournemouth UniversityJames Weiss, Researcher, Microbiology, Bournemouth UniversityLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2002962023-03-15T14:25:14Z2023-03-15T14:25:14Z¿Por qué es tan doloroso el parto?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/515459/original/file-20230315-14-dn7wua.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=24%2C6%2C3981%2C2666&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/young-woman-give-childbirth-hospital-background-1096667360">Shutterstock / PixieMe</a></span></figcaption></figure><p>Es asombroso comprobar lo fácil que le resulta parir a las hembras de mamíferos. Sin ginecólogos, sin matronos, sin paritorios, sin epidural y, aparentemente, sin apenas esfuerzo… Y todo ello en un tiempo récord y omitiendo los manifiestos signos de dolor que acompañan a los partos humanos.</p>
<p>Ante esta manifiesta desigualdad caben dos posibilidades: o el umbral del dolor de nuestra especie es muy bajo o nuestro parto es muy complicado. </p>
<p>Pues bien, las mujeres no tenemos nada de flojas. Muy al contrario, rayamos a veces el heroísmo. La respuesta es que el parto humano es uno de los procesos más peligrosos, arriesgados y críticos por los que tiene que pasar nuestra especie e implica uno de los dolores más intensos que existen en la naturaleza. Tanto es así que llegó a poner en jaque la propia supervivencia de nuestro linaje evolutivo y casi impidió que llegáramos a existir como especie.</p>
<p>La causa estriba en una confrontación de intereses entre <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/17925047/">dos tendencias evolutivas</a> y se remonta muy atrás en nuestro linaje.</p>
<h2>Primera circunstancia: nos pusimos de pie</h2>
<p>Analicemos cualquier hembra de mamífero pariendo y centrémonos en cómo son las caderas de la madre. Su anchura es, proporcionalmente al tamaño del animal, mucho mayor que la nuestra. Y no me refiero a lo que llamamos, coloquialmente, “anchura de caderas” (es decir, la distancia entre cadera izquierda y derecha) sino a la anchura ventro-dorsal, esto es, a la distancia desde el pubis al sacro. En los humanos, este segmento es sustancialmente más reducido y la causa hay que buscarla en esos antecesores que se pusieron, por primera vez, en pie. </p>
<p>El paso de la cuadrupedia a la bipedestación supuso ventajas espectaculares. La liberación de las extremidades anteriores, junto con la aparición del pulgar oponible, posibilitaron la manipulación directa del entorno (con sus revolucionarias implicaciones biológicas y culturales). Además, la elevación en altura amplió el campo visual, aumentando exponencialmente las posibilidades de detectar peligrosos depredadores y potenciales presas. </p>
<p>Ambas circunstancias multiplicaron la eficacia biológica de nuestros ancestros y toda novedad evolutiva que contribuyese a estabilizar una posición erguida sería seleccionada positivamente. Así se reorientó nuestra cadera: los ileones se hicieron más dorsales (abandonando la posición lateral característica de los cuadrúpedos) y los isquiones se acortaron sustancialmente. </p>
<p>Todo ello contribuyó, tanto a mantener mejor el peso que se le vino encima a la cadera, como a desplazar el centro de gravedad y procurar estabilidad a una bipedestación mucho más inestable que la equilibrada marcha a cuatro patas.</p>
<h2>Segunda circunstancia: nos hicimos cabezones</h2>
<p>Hay un segundo elemento que entra en escena: la progresiva encefalización de nuestro linaje evolutivo. No hay “invento” natural más ventajoso que nuestro cerebro. Sus hemisferios telencefálicos son capaces de generar artificialmente todas las herramientas y ventajas adaptativas del resto de especies juntas. </p>
<p>Es evidente que la selección natural favoreció en los homínidos todo lo que supusiese un aumento de la encefalización. </p>
<h2>El resultado del choque de tendencias evolutivas</h2>
<p>Analicemos esta conflictiva situación.
Se superponen dos tendencias evolutivas con consecuencias anatómicamente enfrentadas: cráneos cada vez más grandes pasando a través de pelvis cada vez más estrechas. Es lo que <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1002/ajpa.1113">Washburn</a> denominó dilema obstétrico (pero sustituyendo el “ser o no ser” de Hamlet, por “más listos o más derechos”). </p>
<p>Resultado: mientras nuestros parientes simios tienen espacio suficiente para atravesar el canal del parto holgadamente, los bebés humanos pasan por una circunstancia realmente conflictiva para nacer. </p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/513956/original/file-20230307-16-3frmra.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/513956/original/file-20230307-16-3frmra.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/513956/original/file-20230307-16-3frmra.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=299&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/513956/original/file-20230307-16-3frmra.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=299&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/513956/original/file-20230307-16-3frmra.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=299&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/513956/original/file-20230307-16-3frmra.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=375&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/513956/original/file-20230307-16-3frmra.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=375&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/513956/original/file-20230307-16-3frmra.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=375&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Vista posterior del cráneo del neonato en el canal de parto. Anatomía comparada entre <em>Pan troglodytes</em> (izquierda) y <em>Homo sapiens</em> (derecha). Entre la pelvis de la hembra de chimpancé y el cráneo del neonato, en el plano correspondiente a su distancia interparietal mayor, queda espacio libre (en negro). A la derecha vemos el encaje de máximo ajuste entre la pelvis de la madre y la cabeza del niño en el canal del parto.</span>
<span class="attribution"><a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/">CC BY-SA</a></span>
</figcaption>
</figure>
<p>La imagen indica cómo la viabilidad del proceso de expulsión de la cría de chimpancé no estaría afectada por limitaciones estructurales relevantes. Por el contrario, en la imagen de la derecha, el encaje es ajustadísimo. Los 9-10 centímetros que, de media, tiene la distancia biparietal del cráneo de un neonato tiene que pasar por un canal óseo de unos 10-13 cm, promedio del canal de parto de una mujer. </p>
<p>Los huesos, además, están rodeados de partes blandas, lo que reduce al mínimo la holgura del espacio disponible. </p>
<p>Afortunadamente, el pequeño cráneo no está fusionado completamente aún. La existencia de las fontanelas permite su deformación, favoreciendo el tortuoso paso a través del canal del parto. </p>
<p>Pero a pesar de la secreción placentaria de relaxina (que ablanda la sínfisis del pubis y otros ligamentos de la cadera <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/16254028/">por regulación de la deposición de colágeno</a>), la situación es, pues, mucho más traumática en nuestra especie que en la de nuestros parientes simios.</p>
<h2>¿Cómo afecta todo ello al dolor?</h2>
<p>El dolor del parto tiene doble procedencia. Por una parte, la cabeza del neonato presiona la musculatura del útero materno, produciendo un proceso isquémico (falta de oxígeno) que <em>duele</em> (como duelen las anginas de pecho, donde la isquemia afecta al músculo cardíaco). </p>
<p>A este dolor se le une el generado por las distensiones del peritoneo visceral y el suelo pélvico, mucho más desarrollado en <em>Homo sapiens</em>. En cuadrupedia, la gravedad presiona las vísceras contra la panza. Al ponernos de pie, el paquete visceral se desplaza hacia la zona pélvica y aquí fue donde se produjo el refuerzo muscular. </p>
<p>A pesar de no poder cuantificar objetivamente este dolor en las diferentes especies de mamífero por razones obvias, sí que es razonable establecer una correlación entre la intensidad del dolor y la fuerza de las presiones intervinientes en el proceso. A mayor encajamiento, mayor dificultad de paso, mayor presión y, consecuentemente, mayor debe ser el dolor.</p>
<p>En nuestra especie, el encaje es casi absoluto y la presión, máxima. <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1002/evan.1360040506">Rosenberg y Trevathan</a> afirman que muchos de los problemas obstétricos de <em>Homo sapiens</em> se deben a la combinación de una pelvis más estrecha y una cabeza más grande que en otras especies. De hecho, entre las causas más frecuentes de no progresión de parto estaría la <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1002/evan.1360040506">desproporción pélvico-fetal</a>, tanto absoluta como relativa.</p>
<p>Aunque nuestro avance cultural haya desarrollado la práctica de cesáreas que impiden “reventar de dolor” (casi literalmente), está más que justificada la absoluta envidia con la que contemplamos a nuestras “primas peludas” alumbrando a sus <em>monerías</em> de criaturas.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/200296/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>A. Victoria de Andrés Fernández no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Es asombroso comprobar lo fácil que le resulta parir a las hembras de mamíferos. ¿Por qué el parto humano es entonces tan doloroso? Fundamentalmente por dos razones evolutivas: nos pusimos de pie y nos creció la cabeza.A. Victoria de Andrés Fernández, Profesora Titular en el Departamento de Biología Animal, Universidad de MálagaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1984672023-02-26T20:44:53Z2023-02-26T20:44:53ZAlfred Russel Wallace: un naturalista injustamente olvidado<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/512241/original/file-20230224-2179-7jtilj.png?ixlib=rb-1.1.0&rect=11%2C0%2C1905%2C1077&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Retrato de Alfred Russel Wallace fechado en 1912 y de autoría desconocida.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Alfred_Russel_Wallace_1912.jpg">Wikimedia Commons / Datenbank Tripota</a></span></figcaption></figure><p>En el año 2009 se cumplieron 200 años del nacimiento de <a href="https://theconversation.com/darwin-el-cientifico-que-nos-bajo-del-pedestal-111448">Charles Darwin</a>, una efeméride que se celebró por todo lo alto junto con el 150 aniversario de su obra <em>El origen de las especies</em>. Este 2023 se cumplen dos siglos del nacimiento de otro naturalista británico que también sentó las bases de la teoría de la evolución pero que, sin embargo, ha sido injustamente olvidado: <a href="http://people.wku.edu/charles.smith/index1.htm#gsc.tab=0">Alfred Russel Wallace</a>. </p>
<p>Wallace llegó al mundo en Gales en 1823, en el seno de una familia de clase media con dificultades económicas, por lo que no pudo completar sus estudios y a los 19 años tuvo que colocarse como aprendiz de la construcción. Su hermano mayor lo contrató luego como agrimensor –similar a los topógrafos actuales–. </p>
<p>Finalmente, encontró un empleo en Leicester para enseñar agrimensura y cartografía. Allí conoció a Henry Walter Bates, un naturalista dos años más joven que él, aprendiz de calcetero y aficionado a la entomología. Se hicieron amigos y concibieron un fantástico proyecto: viajar al Amazonas para explorar, colectar insectos y financiar la aventura con la venta de ejemplares exóticos.</p>
<h2>Adversidades en el Brasil</h2>
<p>En 1848 los dos jóvenes amigos (25 y 23 años) se embarcaron rumbo al Brasil, donde comenzaron sus exploraciones. Wallace se dirigió al norte, a la cuenca del río Negro, mientras que Bates exploraba el sur de la cuenca amazónica (allí descubrió el llamado <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Mimetismo_batesiano">mimetismo batesiano</a>). </p>
<p><a href="https://www.nature.com/articles/d41586-022-04507-5">Las dificultades que encontró Wallace fueron terribles</a>. Enfermó varias veces y estuvo a punto de morir. Tras recuperarse de unas fiebres, descubrió que sus ayudantes se habían bebido toda la cachaça –bebida alcohólica brasileña– que guardaba para preservar los especímenes. Muchos ejemplares fueron devorados por las hormigas. </p>
<p>Su hermano menor, Herbert, que se había unido a la expedición en 1849, contrajo la fiebre amarilla y falleció dos años después. A pesar de todo, Wallace continuó con la empresa durante cuatro años, visitando regiones y contactando con poblaciones desconocidas para los occidentales. </p>
<p><a href="https://www.nature.com/articles/d41586-022-04508-4">Wallace sentía un gran respeto hacia el conocimiento natural de los nativos y confiaba en sus observaciones</a>. Constató cómo los grandes ríos de la cuenca amazónica constituían barreras entre cuatro regiones caracterizadas por tipos concretos de fauna.</p>
<figure class="align-right ">
<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/506428/original/file-20230125-7866-v08xom.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/506428/original/file-20230125-7866-v08xom.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=878&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/506428/original/file-20230125-7866-v08xom.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=878&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/506428/original/file-20230125-7866-v08xom.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=878&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/506428/original/file-20230125-7866-v08xom.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=1103&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/506428/original/file-20230125-7866-v08xom.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=1103&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/506428/original/file-20230125-7866-v08xom.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=1103&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="caption">Alfred Russel Wallace, London Stereoscopic and Photographic Company.</span>
</figcaption>
</figure>
<p>Por fin, en 1852, Wallace se embarcó en el mercante Helen con destino a Inglaterra, no sin antes tener que lidiar con las autoridades brasileñas, que habían confiscado su inmensa colección. Tres semanas después, en plena travesía, el barco se incendió y los tripulantes tuvieron que abandonarlo. Wallace solo pudo salvar su reloj, algo de ropa y dos cuadernos de notas. Contempló impotente, desde una lancha de salvamento, como se quemaban su maravillosa colección, sus documentos y los animales vivos que transportaba en jaulas. Cuatro años de trabajo quedaron convertidos en humo y ceniza. </p>
<p>Diez días más tarde otro navío británico rescató a los náufragos, y Wallace pisó por fin Inglaterra tras casi tres meses en el mar. En ese momento juró no volver a embarcarse. Juramento que, afortunadamente para la ciencia, no cumplió.</p>
<h2>Nuevas exploraciones y una idea revolucionaria</h2>
<p>Durante un tiempo Wallace vivió de las 200 libras del seguro que cobró tras el naufragio. Escribió dos libros sobre sus expediciones y dio algunas conferencias. Gracias a sus detallados mapas de la cuenca del río Negro, la Sociedad Geográfica del Reino Unido le otorgó en 1854 una subvención para emprender expediciones por Indonesia y Malasia. </p>
<p>Durante seis años recolectó ejemplares y realizó observaciones que le permitieron tres logros trascendentales. Su libro <em>El archipiélago Malayo</em> se convirtió en uno de los diarios de exploración más populares del siglo XIX. Sus datos biogeográficos demostraron la existencia de una frontera muy precisa entre la fauna asiática y la de Oceanía, desde entonces conocida como la línea de Wallace.</p>
<figure class="align-right ">
<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/506430/original/file-20230125-18-hb5t6q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/506430/original/file-20230125-18-hb5t6q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=379&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/506430/original/file-20230125-18-hb5t6q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=379&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/506430/original/file-20230125-18-hb5t6q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=379&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/506430/original/file-20230125-18-hb5t6q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=476&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/506430/original/file-20230125-18-hb5t6q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=476&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/506430/original/file-20230125-18-hb5t6q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=476&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="caption">Linea de Wallace.</span>
</figcaption>
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<p>En tercer lugar, Wallace tuvo la intuición de que existía en la naturaleza un proceso de selección que generaba cambios en las especies a lo largo del tiempo. En 1858 envió a Darwin un manuscrito sobre esta idea (<em>Sobre la tendencia de las variedades a diferenciarse indefinidamente del tipo original</em>). Wallace conocía y admiraba la obra de Darwin y quería pedirle opinión y consejo acerca de su propuesta.</p>
<p>Darwin quedó anonadado al recibir el escrito de Wallace, ya que llevaba veinte años elaborando su propia teoría de la evolución por selección natural y todavía no había publicado su famoso libro. Confesó a sus amigos su dilema, ya que estaba en juego el reconocimiento de esta teoría. </p>
<p>Finalmente dejó el asunto en manos de Hooker y Lyell, quienes decidieron presentar en la Sociedad Linneana de Londres una comunicación conjunta compuesta por el manuscrito de Wallace y extractos de un ensayo escrito años antes por Darwin. Este recopiló el material que había reunido y en 1859 publicó <em>El origen de las especies por medio de la selección natural</em>, quedando su nombre ligado para siempre a la teoría evolutiva y a la historia de la ciencia.</p>
<h2>Más infortunios tras su regreso</h2>
<p>Wallace pudo haber reclamado que su manuscrito hubiera sido publicado sin su conocimiento, pero se sintió honrado por compartir méritos con una figura tan reconocida como Charles Darwin. También es de justicia reconocer que Darwin había acumulado muchísima información empírica a favor de su teoría. </p>
<p>Wallace regresó a Inglaterra en 1862, visitó a Darwin –con quien mantuvo una extensa y amistosa correspondencia–, dio conferencias y publicó artículos sobre sus exploraciones y descubrimientos. Sin embargo, los problemas económicos volvieron a acosarle. Había formado una familia, había hecho algunas inversiones desafortunadas, y tuvo que volver a su antiguo trabajo como agrimensor. </p>
<p>Para poder publicar su obra más importante, <em>The geographical distribution of animals</em>, tuvo que pedir un adelanto a la editorial. Este libro constituye la base de la moderna biogeografía. El propio Darwin tuvo que intervenir para que recibiera finalmente, en 1881, una pensión del gobierno británico.</p>
<p>La difícil vida de Wallace probablemente activó su sentido social y humanitario. Participó en debates sobre la reforma agraria, propugnó la nacionalización de la tierra y escribió sobre el socialismo, el sufragio femenino y contra el militarismo y la deforestación. También desarrolló ideas espiritualistas e investigaciones sobre el espiritismo que no fueron bien acogidas entre sus colegas científicos, más materialistas. Incluso criticó la obligatoriedad de la vacunación contra la viruela al tiempo que defendía medidas para mejorar la higiene y la sanidad pública. </p>
<p>Estas inclinaciones tardías probablemente influyeron en que se fuera difuminando poco a poco la fama y el legado del que fue reconocido como uno de los más grandes naturalistas del siglo XIX. Pero, sin duda, el conjunto de su obra merece un recuerdo en su 200 aniversario.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/198467/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Ramón Muñoz-Chápuli Oriol no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>El 8 de enero se cumplió el 200 aniversario del nacimiento de Alfred Russel Wallace, quien contribuyó de forma trascendental a la ciencia natural y fue un ejemplo de perseverancia y compromiso social.Ramón Muñoz-Chápuli Oriol, Catedrático de Biología Animal (jubilado), Universidad de MálagaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1981892023-01-26T18:00:11Z2023-01-26T18:00:11Z¿Es el coronavirus un ser vivo?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/505589/original/file-20230120-6022-bdkood.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C1%2C1278%2C952&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Partículas del virus SARS-CoV-2 (en amarillo) dentro de los endosomas de una célula epitelial nasal muy infectada.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.flickr.com/people/niaid/">National Institute of Allergy and Infectious Diseases (NIAID)</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/">CC BY-SA</a></span></figcaption></figure><p>La cuestión de si los virus son seres vivos ha cobrado enorme interés tras el impacto mundial de la covid-19. Una perspectiva evolutiva puede dar la respuesta. </p>
<p>En los libros de texto <a href="https://www.pearson.com/se/Nordics-Higher-Education/subject-catalogue/biology/Brock-Biology-of-Microorganisms-Madigan.html">los virus</a> son seres inertes. No cumplen los criterios que definen a un ser vivo. El coronavirus, entre ellos, no es un organismo celular, con metabolismo, crecimiento y desarrollo, homeostasis, respuesta a estímulos y al medio. Solo cumple dos características básicas en la definición: evoluciona y se reproduce, aunque, <a href="https://www.nature.com/articles/nrmicro1858">al no tener ribosomas propios</a>, necesita la maquinaria del hospedador celular, por ejemplo un ser humano, para reproducirse. </p>
<p>Con estas indicaciones, los virus, especialmente el coronavirus, ¿no son seres vivos? </p>
<p>A pesar de lo que digan los libros de texto, no hay consenso científico a la hora de incluirlos en el árbol de la vida. Una publicación reciente de los investigadores <a href="https://www.researchgate.net/scientific-contributions/Hugh-M-B-Harris-2052801678">Hugh Harris</a> y Colin Hillen en <a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fmicb.2020.604048/full#B80"><em>Frontiers in Microbiology</em></a> lo hace patente. </p>
<h2>Son extremadamente simples</h2>
<p>Desde la <a href="https://journals.asm.org/doi/pdf/10.1128/br.36.2.135-145.1972">descripción del primer virus del tabaco</a> por el científico <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Dmitri_Ivanovski">Dmitri Ivanovsky</a> en 1892, se han descrito más de 9 000 especies de virus en detalle, aunque se estima que hay millones de tipos en el ambiente. Y todos son extremadamente simples. <a href="https://journals.asm.org/doi/full/10.1128/MMBR.00061-19">Están formados</a> por material genético (ARN o ADN), una cápsida proteica y, en algunos casos, también una cubierta de lípidos. </p>
<p>A diferencia de las células, los virus no poseen genes comunes a todos ellos, por lo que no es posible averiguar <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7157450/">su árbol filogenético global</a>, es decir, las relaciones familiares entre ellos y su ascendencia común, al menos basado exclusivamente en material genético. </p>
<p>Aunque no haya consenso en la comunidad científica sobre la naturaleza viva o inerte de los virus, sí lo hay en afirmar que <a href="https://www.nature.com/articles/s41579-019-0205-6">son polifiléticos</a>, es decir, tienen varios <a href="https://theconversation.com/la-evolucion-es-un-hecho-tan-indiscutible-como-que-la-tierra-no-es-plana-162135">orígenes evolutivos</a>, y esto supone un problema añadido para encontrar esa filogenia global, así como para darles un lugar en el árbol de la vida.</p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/505595/original/file-20230120-18-2v8d0u.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/505595/original/file-20230120-18-2v8d0u.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/505595/original/file-20230120-18-2v8d0u.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=600&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/505595/original/file-20230120-18-2v8d0u.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=600&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/505595/original/file-20230120-18-2v8d0u.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=600&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/505595/original/file-20230120-18-2v8d0u.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=754&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/505595/original/file-20230120-18-2v8d0u.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=754&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/505595/original/file-20230120-18-2v8d0u.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=754&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Micrografía electrónica de transmisión de partículas del virus SARS-CoV-2, aisladas de un paciente.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.flickr.com/photos/niaid/49645402917/in/photostream/">NIAID</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/">CC BY</a></span>
</figcaption>
</figure>
<h2>¿Cuándo aparecieron en la Tierra? ¿De dónde vienen?</h2>
<p>Los virus pudieron aparecer <a href="https://www.tandfonline.com/doi/full/10.4161/mge.22797">incluso antes que las células</a>; pueden ser el resultado de la <a href="https://www.tandfonline.com/doi/full/10.4161/mge.22797">reducción o degeneración de células</a>, que se simplificaron para adaptarse al parasitismo. </p>
<p>Si fuera así, serían <a href="https://www.tandfonline.com/doi/full/10.4161/mge.22797">posteriores al primer organismo celular</a> y anteriores a LUCA, el antepasado común más reciente de los organismos celulares, es decir, el antepasado común más reciente de los tres dominios existentes a día de hoy: bacteria, arquea y eucariota. </p>
<p>También existe la hipótesis del escape o de la vagancia que postula el origen de los virus como consecuencia de la evolución de genes que rompieron su papel en el interior de las células para adoptar por su cuenta una <a href="https://journals.asm.org/doi/full/10.1128/mBio.00978-16">existencia parasitaria</a>. </p>
<p>Sea cual fuera su origen, está íntimamente ligado con la evolución de la vida en la Tierra, y en concreto con la <a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fmicb.2020.604048/full#B39">evolución de la vida celular</a>. Ninguna de las tres hipótesis por sí sola puede explicar por completo su aparición.</p>
<h2>Una cuestión filosófica: ser o no ser</h2>
<p>En realidad, la inclusión o no de los virus entre los organismos vivos es una cuestión, al menos parcialmente, filosófica, ya que depende de la definición de ser vivo que queramos considerar. </p>
<p>Para la <a href="https://astrobiology.nasa.gov/research/life-detection/about/#:%7E:text=The%20NASA%20definition%20of%20life,Organic%20Life%20in%20Planetary%20Systems.">NASA, la vida</a> es un sistema químico autosuficiente capaz de evolución darwiniana. Esta definición, incluyendo la autosuficiencia, excluye a los virus, ya que no son capaces de replicarse por ellos mismos, necesitan la maquinaria del hospedador. </p>
<p>El biólogo evolutivo <a href="https://www.richarddawkins.com/">Richard Dawkins</a> definió la vida como el resultado de la supervivencia no aleatoria de variables aleatorias replicadoras. Esta definición de Dawkins claramente incluiría a los virus entre los seres vivos. </p>
<p>Patrick Forterre, investigador del Instituto Pasteur de París (Francia), es un ferviente <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S1369848616300085">defensor de la naturaleza viva de los virus</a>. Ha propuesto definir un organismo vivo como un conjunto de órganos integrados (moleculares o celulares) que producen individuos que evolucionan a través de la selección natural.</p>
<h2>El punto de vista evolutivo les da la vida</h2>
<p>Desde un punto de vista evolutivo y ecológico, los virus son seres vivos, o al menos los imitan muy bien. </p>
<p>Los virus, como vemos que ocurre con el coronavirus, están <a href="https://www.tandfonline.com/doi/full/10.4161/mge.22797">sujetos a evolución</a> y a selección natural de manera extraordinariamente parecida a cualquier otro ser vivo. Los virus (huéspedes) y las células (hospedadores) coevolucionan como fruto de su relación antagonista. </p>
<p>Los diferentes virus se pueden agrupar en especies o tipos de virus (o al menos unidades evolutivas discretas) que están además <a href="https://journals.asm.org/doi/full/10.1128/MMBR.00061-19">sujetos a clasificación taxonómica</a> y sistemática en categorías superiores (género, familia, etc.). Y todos ellos contienen material genético con el que podemos <a href="https://www.nature.com/articles/nrmicro1858">inferir filogenias</a> o árboles de la vida. Al igual que el resto de los seres vivos, los virus almacenan su información genética en estos ácidos nucleicos y comparten un mismo (o muy similar) código genético. </p>
<p>Se reproducen, aunque no por sí mismos, como ocurre con otros organismos parásitos como las <a href="https://royalsocietypublishing.org/doi/full/10.1098/rstb.2009.0036">bacterias endoparásitas</a>.</p>
<h2>Un porcentaje del material genético humano es de origen vírico</h2>
<p>Los virus han evolucionado y coevolucionado con la vida celular participando en eventos horizontales de transferencia de material genético regular con sus anfitriones celulares, probablemente desempeñando un papel fundamental en <a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fmicb.2020.604048/full#B48">la evolución celular</a>. </p>
<p>Sin ir muy lejos, se estima que un porcentaje muy significativo del material genético humano es de origen vírico. </p>
<p>Si el origen (u orígenes) de los virus es inseparable de la evolución de la vida celular, ¿cómo podemos entonces excluirlos del árbol de la vida? </p>
<p>Todo esto lleva a concluir que el coronavirus está, al menos desde un punto de vista evolutivo, tan vivo como usted y como yo.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/198189/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Marcial Escudero no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>¿Son los virus seres vivos? La cuestión sigue abierta y es de especial interés debido al impacto mundial que ha tenido la covid-19.Marcial Escudero, Profesor Titular del Departamento de Biología Vegetal y Ecología, Universidad de SevillaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1969582023-01-15T18:06:01Z2023-01-15T18:06:01ZLa base científica del éxito de los perfumes<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/504177/original/file-20230112-34767-9wzimt.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C4249%2C2705&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/childrens-nose-protrudes-through-torn-hole-1612212475">Shutterstock / Shchus</a></span></figcaption></figure><p>Acaban de terminar las Navidades, un periodo lleno de celebraciones de lo más variopintas, algunas religiosas y otras paganas, unas formales y otras desmelenadas. </p>
<p>Cada uno, según creencias, costumbres, educación, estado de ánimo y tradición familiar, elige aquellas actividades con las que más se identifica o que más le apetecen. Pero nadie se libra de la publicidad mediática de finales de diciembre y principios de enero.</p>
<p>¿Se han preguntado alguna vez por qué los anuncios navideños son, masivamente, de perfumes? </p>
<h2>Anuncios cortados por el mismo patrón</h2>
<p>La finalidad fundamental de la publicidad es persuadir al receptor para que consuma un determinado producto. Las empresas invierten en anuncios tanto para dar a conocer sus artículos como para destacarlos en relación a otros parecidos que puedan existir en el mercado. No obstante, si la publicidad no consigue su objetivo, esto es, si el producto no se vende, se deja de invertir en él o se cambia de estrategia. Si, por el contrario, se vende como rosquillas, la empresa concluirá que la inversión ha resultado rentable. </p>
<p>Pero ocurre un fenómeno muy curioso: habiendo miles de productos de diferente naturaleza y categoría para regalar en Navidad, el bombardeo publicitario se centra masivamente (por no decir en exclusiva) en la industria del perfume. Más llamativo aún: existiendo tanto recurso publicitario creativo, con tanta táctica distinta y tanto método novedoso y original, los anuncios de perfumes son todos prácticamente idénticos.</p>
<p>Está claro que estamos ante una fórmula que resulta netamente rentable, pero… ¿por qué?</p>
<p>Probablemente porque existe una base biológica en todo ello. Y es extraordinariamente potente.</p>
<h2>La evolución del olfato en el ser humano</h2>
<p>El olfato es un sentido bastante peculiar en el <em>Homo sapiens</em>. En principio, parece poco trascendente, sobre todo si nos comparamos con otros mamíferos. Un perro, por ejemplo, estructura el conocimiento de su universo receptivo en función de los olores que percibe. La configuración de <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/29504772/">su mundo es, fundamentalmente, olfativa</a>.</p>
<p>Nuestra especie, por el contrario, procede de un linaje evolutivo donde han convergido dos fenómenos muy interesantes. Por una parte, nuestros ojos han pasado de tener una localización física originalmente lateral a situarse frontalmente, lo que permite que las áreas de visión de ambos ojos se superpongan. Esto, que <em>a priori</em> pudiese parecer poco importante, ha sido de lo más revolucionario: nos ha permitido la visión estereoscópica, <a href="https://books.google.es/books?hl=es&lr=&id=8CaQDwAAQBAJ&oi=fnd&pg=PR7&dq=(1995)+The+visual+brain+in+action+(Oxford+UP,+Oxford).&ots=Pt6AbgnBDf&sig=0DxlSt9UlTz237YcWGIcBAh8as0&redir_esc=y#v=onepage&q=(1995)%20The%20visual%20brain%20in%20action%20(Oxford%20UP%2C%20Oxford).&f=false">lo que implica que nuestra corteza visual puede procesar la profundidad y la distancia a las que están situados los objetos</a>. </p>
<p>A ello se le ha unido el hecho de que la zona del cerebro encargada de procesar esta información (la corteza cerebral) se ha incrementado extraordinariamente, alcanzando un altísimo grado de complejidad. </p>
<p>La consecuencia de todo ellos es que nuestra percepción del entorno es fundamentalmente visual. Reconocemos nuestra realidad por imágenes y no por olores. Cuando identificamos a alguien, lo hacemos por sus facciones y rasgos físicos (lo cual es muy de agradecer, especialmente si comparamos esta metodología con la seguida por los perros para reconocerse entre ellos). De hecho, parece ser que hemos ido <a href="https://journals.plos.org/plosbiology/article?id=10.1371/journal.pbio.0020005">perdiendo importantes receptores genéticos de olores de una manera simultánea al aumento de la complejidad de nuestra recepción visual</a>.</p>
<p>No obstante, y a pesar de la extraordinaria importancia que en los primates ha alcanzado la visión, el olfato sigue estando muy presente (<a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/25968962/">especialmente en los jóvenes</a>). Aunque no tengan la importancia relativa que presentan en otros mamíferos, los lóbulos olfativos no han desaparecido. Siguen ahí, “tapados” por nuestros gigantescos hemisferios cerebrales. </p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/504406/original/file-20230113-22-s61obo.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/504406/original/file-20230113-22-s61obo.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/504406/original/file-20230113-22-s61obo.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=338&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/504406/original/file-20230113-22-s61obo.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=338&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/504406/original/file-20230113-22-s61obo.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=338&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/504406/original/file-20230113-22-s61obo.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=424&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/504406/original/file-20230113-22-s61obo.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=424&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/504406/original/file-20230113-22-s61obo.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=424&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-illustration/olfactory-system-sensory-used-smelling-olfaction-1919928332">Shutterstock / Design_Cells</a></span>
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<h2>¿Cómo funciona nuestro olfato?</h2>
<p>De los cinco sentidos, el olfato es el que posee el mecanismo molecular más complejo, ya que <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/16732427/">comprende cientos de proteínas</a> receptoras que le permiten detectar y discriminar miles de olores.</p>
<p>Cuando olemos, no es el receptor sensorial del olfato el que envía información al cerebro, como hacen los ojos o los oídos. Es el propio tejido nervioso el que <em>sale fuera</em> a <em>buscar</em> el estímulo químico. De hecho, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Olfato#/media/Archivo:Head_Olfactory_Nerve_Labeled-es.png">las neuronas del bulbo olfatorio atraviesan la placa cribosa, una estructura llena de perforaciones en el techo de la cavidad nasal (el hueso criboso del etmoides)</a>. Y proyectan sus terminaciones directamente en el epitelio olfativo de la cavidad nasal.</p>
<p>Una vez alcanzada la corteza olfativa, la información olorosa sigue un doble rumbo. Por una parte, se transmite a la corteza órbitofrontal, responsable del procesamiento consciente de la información (dándonos una “información razonada” de la molécula que olemos). </p>
<p>Pero paralelamente existe una segunda vía de transmisión de la sensación olfativa que dirige la información hacia diferentes núcleos del sistema límbico, como la amígdala y el hipocampo. Si recordamos que la primera está relacionada con la emoción y el segundo con la memoria y el aprendizaje, entenderemos por qué el olor también se procesa de una manera más instintiva y primitiva. De hecho, los olores son estímulos con una potencialidad importantísima de evocar emociones o generar sensaciones. Y están estrechamente relacionados con los afectos, los recuerdos o los sentimientos.</p>
<p>Pese a que los humanos no confiamos en la olfacción como primera fuente de información de la naturaleza de nuestro entorno, sí que utilizamos la información quimiosensitiva para responder de dos formas muy básicas: sintiéndonos atraídos o repugnados. Los olores nos acercan o nos alejan de los estímulos de una manera automatizada y poco racional, afectando a nuestra conducta e <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/35997908/">interviniendo en nuestro deseo sexual</a>.</p>
<p>Aunque el conocimiento de las bases científicas de la fisiología olfativa es de muy reciente desarrollo, los efectos de los aromas en la conducta humana se conocen desde el inicio de los tiempos. De hecho, todas las civilizaciones han utilizado los perfumes como estrategia para aumentar el atractivo personal y en las excavaciones arqueológicas abundan frascos de esencias y perfumes. Las artes para seducir han sido siempre prioritarias para el ser humano.</p>
<p>Bucólicos, macarras, sofisticados, pijos, intelectuales, idealistas… A todos nos encanta resultar atractivos. Lo sabe perfectamente la industria del perfume, que mantiene su formato publicitario universal pero adaptando las estéticas a las diferentes personalidades. Y se pone las botas a costa de nuestro <em>ego</em>.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/196958/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>A. Victoria de Andrés Fernández no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Habiendo miles de productos de diferente naturaleza y categoría para regalar en Navidad, el bombardeo publicitario se centra masivamente en la industria del perfume. Y puede tener una explicación científica.A. Victoria de Andrés Fernández, Profesora Titular en el Departamento de Biología Animal, Universidad de MálagaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.