Con motivo de la Semana Mundial del Agua, un evento organizado por el Instituto Internacional del Agua de Estocolmo, recordamos la urgente necesidad de gestionar este recurso de manera adecuada en un escenario de cambio climático que puede poner en riesgo la seguridad hídrica y alimentaria muchas poblaciones.
Sequía en el pantano de La Llosa del Cavall en Sant Llorenç de Morunys, Lleida.
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Sequías ha habido y habrá siempre, pero podemos evitar sus impactos más severos con planes de gestión, cuidando ríos, lagos y acuíferos y ajustando el consumo doméstico y de sectores como el agrícola.
Ambiente veraniego en el paseo marítimo de la playa de Levante en Benidorm (España) el 1 de abril de 2023.
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España lleva sumida en una sequía meteorológica desde enero de 2022 y este año no ha llovido prácticamente entre diciembre y marzo. ¿Es una consecuencia del cambio climático?
Los estadounidenses -especialmente los que viven en zonas afectadas por la sequía- recurren a la pintura para dar a su césped ese brillo verde perfecto.
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Los planes especiales de sequía, actualmente en revisión, recogen diferentes acciones destinadas a situaciones de prealerta, alerta y emergencia. Aunque sin una adecuada gobernanza, su aplicación puede ser lenta, ineficaz o imposible.
Cada día tomamos decisiones sobre el agua sin tener en cuenta todo lo que ha pasado hasta llegar a nuestros grifos. Los recursos hídricos son críticos para el desarrollo social y económico incluso en regiones donde son relativamente abundantes.
Inundación en el distrito de Sunamganj (Bangladesh) en junio de 2022.
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Tanto la falta como el exceso de lluvias acentúan los problemas de acceso al agua potable, salubridad y seguridad alimentaria de las regiones más vulnerables del planeta. Desarrollar sistemas de alerta temprana es fundamental para reducir su impacto.
Las enfermedades infecciosas como la covid-19 encabezan la lista de preocupaciones sanitarias.
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La población humana se ha duplicado en 48 años, y el empeoramiento del cambio climático ha hecho que el mundo se enfrente a graves riesgos sanitarios, desde las enfermedades infecciosas hasta el hambre y el estrés térmico.
Recreación de un sistema de siembra de agua.
Rocío Espín y Sergio Martos
Los bajos caudales de los ríos y las altas temperaturas de sus aguas obligan a reducir la actividad de las centrales, que necesitan agua para generar electricidad y alimentar los sistemas de refrigeración.
La escasez de agua en el viejo continente, la más intensa de los últimos siglos, se debe a la expansión del anticiclón de las Azores. Sus efectos cada vez son más patentes.
La iglesia del embalse de Sau, en Cataluña, emerge debido a la falta de precipitaciones.
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Las altas temperaturas registradas desde mayo han aumentado la evapotranspiración, acentuando el estrés hídrico en toda Europa. El 47 % del continente está en prealerta por sequías y el 17 %, en alerta.
Un suelo con menos agua puede afectar a la seguridad alimentaria del continente y hace que aumente el riego incluso en regiones donde antes no se necesitaba. Es indispensable aplicar medidas de adaptación al cambio climático.
Un embalse de Lleida fotografiado el 3 de junio de 2022.
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El mundo es cada vez más cálido: la temperatura ya ha subido de media a nivel global 1,1 ℃ y seguirá aumentando mientras no cesen las emisiones de gases de efecto invernadero.
Río Zapardiel a su paso por Medina del Campo (Valladolid, España).
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Muchos ríos mediterráneos desaparecen transitoriamente debido a la escasez de lluvias, pero otros mueren debido a la sobreexplotación de los acuíferos.
Contaminación en el río Ebro a su paso por la provincia de Zaragoza.
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Estas estrategias tienen como objetivo mejorar la seguridad hídrica, mitigar los efectos del calentamiento global en los recursos hídricos y adaptar su gestión a sus impactos.
Torre de la Iglesia de San Román de Sau inundada por el embalse de Sau, Tavartet, Cataluña, España.
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