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¿Está cambiando la pandemia la ciencia y la manera de comunicarla?

Se cumplen dos años del comienzo de la pandemia del SARS-CoV-2 y la COVID-19. La ciencia nunca había sido tan prolífica, ni tan mediática, durante tanto tiempo ni con tanta intensidad, una realidad que puede influir en cómo se desarrollan algunos cambios –que ya venían produciéndose o que surgen de nuevas– en la comunicación de la ciencia. La pandemia no solo está cambiando la ciencia sino también nuestra forma de contarla.

Los conceptos Comunicación-Divulgación-Periodismo cada día se relacionan más y tienen fronteras más difusas. Es importante saber diferenciarlos, pero los tres tienen un punto común especialmente relevante: la integridad y la responsabilidad ante la información que se transmite.

¿Cómo se ha contado la pandemia? ¿Qué medios ha utilizado la comunidad científica? ¿Qué papel ha jugado el periodismo y los medios de comunicación? ¿Cómo ha recibido y manejado la información la sociedad? ¿Cómo está participando la ciudadanía? Responder éstas y otras preguntas precisaría no de un artículo, sino de un libro completo.

Con idea de poner sobre la mesa sólo una pequeña base de conocimiento para la reflexión y el debate, se pueden citar diez cuestiones que han tenido especial protagonismo en el proceso de generación y comunicación de la ciencia en estos dos últimos años.

1. Ciencia exprés

La investigación científica no sólo se ha multiplicado, también se ha acelerado. Más necesidades, más urgencia, más financiación y más apoyo político han ayudado a que la ciencia pueda ‘correr’ más de lo normal. La comunidad científica ha producido muchísimo, las revistas científicas han batido récords de publicación, se han reescrito las reglas de difusión del conocimiento y los medios de comunicación han dedicado a la ciencia y la salud más tiempo y espacio que nunca.

Esta carrera científica ha tenido muchas ventajas –el ejemplo más claro son las vacunas– y algunos inconvenientes, ya que las prisas no son siempre buenas consejeras. Ha habido investigaciones por debajo de los mínimos exigibles, publicaciones indeseadas –y retractadas– y periodismo poco responsable. Nada nuevo, pero con mayor magnitud, con el término ‘infoxicación’ como compañero de viaje.

Por encima de los errores, que suelen citarse más, ha habido muchos y buenos aciertos. La ciencia ha triunfado, pero queda la duda de si hemos logrado comprenderla mientras nos pasaba por encima.

2. Percepción social de la ciencia y la pandemia

¿Hemos asimilado de manera correcta lo que supone la pandemia y la información que nos ha ido llegando? Probablemente no, o al menos no todo lo bien que deberíamos.

Más allá de lo buena, regular o mala que haya podido ser la comunicación de crisis, la manera en que asumimos e interpretamos la realidad define nuestra manera de actuar. Encuestas como la de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (Fecyt) o la del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) han ido midiendo nuestros conocimientos y actuaciones a lo largo de la pandemia, mostrando la percepción social sobre las medidas preventivas, las vacunas y las decisiones tomadas, entre otras. Porque tan importante es estudiar la pandemia en sí como las consecuencias sociales que deja y su influencia sobre nuestra manera de pensar y comportarnos.

Las ciencias sociales, tan necesarias y a veces tan olvidadas, tienen una nueva oportunidad de hacerse más visibles.

3. ¿Crisis de confianza?

Uno de los temas más interesantes en los dos últimos años es la citada percepción individual y social. ¿Comprendemos la ciencia, su método y su forma de presentarse? Más allá de que la cultura científica pueda mejorarse en España, nos hemos dado de bruces con la ciencia durante la pandemia.

Que la ciencia sea un buen camino para solucionar problemas no quiere decir que siempre logre solucionarlos, ni que sea infalible, ni que presente dogmas inamovibles que nos permitan ajustarnos a un guion inmutable. Todo lo contrario: como hemos visto a la tremenda estos dos últimos años, las explicaciones que nos da la ciencia para tratar de comprender el mundo pueden cambiar, lo cual no significa que no debamos confiar en ella.

Estudiar la posible crisis de confianza de la sociedad, no sólo en los resultados que muestra la ciencia sino también en las políticas que surgen de interpretar esos resultados y tomar decisiones, ayudará a facilitar una mejor relación entre ciencia, política y sociedad.

4. Ciencia más allá de la pandemia

El coronavirus se lo ha comido casi todo. Los avances han sido increíbles en el último año y medio, pero también ha habido falta de avances, incluso retrocesos, en ámbitos científicos y sanitarios no directamente relacionados con la pandemia o ajenos a ella. Muchos científicos dejaron durante meses –comprensiblemente– sus estudios para ayudar en las investigaciones sobre el coronavirus, por lo que posibles avances en muchos ámbitos han podido quedar frenados o ‘aparcados’.

No sólo se trata de personas (que por supuesto), sino de inversión. La financiación de la ciencia se ha focalizado lógicamente en el SARS-CoV-2 y la covid-19 y ha podido dejar en stand-by otras áreas que también necesitan inversión. Habrá que seguir de cerca en los próximos años si este parón en algunas áreas de la ciencia y de la sanidad permite recuperar la actividad y los objetivos previos.

5. Preprints

En estos dos últimos años los artículos publicados por revistas científicas del área biomédica y sanitaria se han multiplicado, una tendencia que ya se observaba claramente en los primeros meses de 2020. El SARS-CoV-2 y la covid-19 han protagonizado la mayoría de artículos, y los medios de comunicación han disparado la atención que les prestan.

Este hecho ya genera tensiones ante la necesidad de hallar novedades, estar al día y cribar la información útil. Pero, además, la pandemia ha traído una novedad en este proceso: los llamados preprint, artículos científicos publicados sin que hayan recibido aún la revisión y el aval de la comunidad científica, también se han multiplicado en el ámbito biomédico. Estos artículos pueden ser muy útiles para la comunidad científica, pero cuando llegan a los medios de comunicación –y de ahí al público– la cosa se complica, ya que pueden generar ruido y desinformación. De hecho, las prepublicaciones son un reflejo extremo de lo que pueden ser los artículos científicos: no todo lo que se publica tiene por qué contarse contarse. Leer ciencia en tiempos de infodemia es todo un reto.

6. Ciencia y comunicación online

La pandemia nos ha alejado de la gente, por mucho que las pantallas nos permitieran mantener cierta cercanía. Una de las maneras clásicas para comunicar ciencia entre la comunidad investigadora, los congresos y reuniones, ha estado más de un año desaparecida y aún no ha recuperado la normalidad. Durante meses, la actividad presencial en centros de investigación y universidades se redujo drásticamente. La formación de estudiantes y profesionales ha perdido el cara y cara, dificultando la clásica transmisión de conocimientos y, a la vez, generando alternativas.

La comunicación, el periodismo y la divulgación, al igual que la ciencia, necesitan del contacto entre personas, entre quien emite el mensaje y quien lo recibe, para desarrollar todo su potencial. ¿Es peor la ciencia sin contacto directo entre quienes la hacen? Puede, pero también es indudable que las nuevas tecnologías –algún día dejaremos de llamarlas así– facilitan procesos y algo que las nuevas generaciones demandan más: rapidez y sencillez. En el equilibrio entre lo presencial y lo telemático reside la clave, pero nadie sabe aún la fórmula mágica.

7. Divulgación ciudadana

Internet y las redes sociales son un buen caldo de cultivo para que todo el mundo disponga de un canal en el que contar la ciencia. Esto ya existía, pero en cuestión de meses el número de personas que informaban sobre la pandemia se disparó: blogs, Twitter, Twitch, Youtube… Profesionales de la Medicina, personas con conocimientos científicos e incluso gente sin formación inicial al respecto han aprovechado este altavoz para divulgar sobre la pandemia, con mayor o menor fortuna.

Esta labor ha sido muchas veces útil y acertada. Pero también ha habido casos en los que este intento de divulgación no ha sido apropiado y ha generado ruido y desinformación. Cuando se trata de expertos en algún tema, cuidado con el reverso tenebroso de la ‘todología’ (personas que hablan de casi cualquier tema sin controlarlo), y prudencia ante una sobreexposición mediática, que puede ser contraproducente.

El reto de acercar más y mejor la ciencia a la sociedad es cada día más relevante. Involucrar a la gente, el destino final, es fundamental.

8. Periodismo científico

Los medios de comunicación, tanto los especializados como los generalistas, han focalizado la información sobre la pandemia, que durante muchos meses ha ocupado casi todo el tiempo y el espacio. La ciencia nunca ha estado tan presente en el periodismo. Hablar de “el periodismo” en general es muy complicado, porque siempre hay ejemplos buenos y malos. Pero si la pandemia nos ha dejado algo es la confirmación de que se hace muy buen periodismo científico en España. Podemos y hasta debemos sacar pecho de la calidad de medios como la Agencia SINC o Materia Ciencia (El País), por citar sólo dos ejemplos destacados.

Por otro lado, la pandemia ha impulsado una especialización exprés de muchos periodistas que hasta el momento no habían escrito de salud o ciencia. Este fenómeno podría relanzar los contenidos científicos en los medios, pero también podría quedarse en burbuja pasajera. No olvidemos que la precariedad sigue siendo una característica del periodismo de base en España.

La buena relación entre comunidad científica y periodistas, quizá mejor y más cercana que nunca, es una oportunidad para, con recursos y responsabilidad, facilitar que las cosas se hagan muy bien. El mal periodismo siempre existirá, pero preocupa que cruzar líneas rojas que no deben sobrepasarse esté cada vez más asumido.

9. Redes sociales

Su relevancia en el proceso de información y comunicación es indudable desde hace años. Son más que un mero canal y sirven para comunicar, divulgar e incluso hacer periodismo, no sólo para transmitirlo. La inmediatez que las caracteriza y la dificultad de ofrecer contexto en plataformas como Twitter puede lastrar su uso, pero más que nunca durante la pandemia se ha visto que en diferentes redes sociales se encuentran, si se sabe buscar y cribar, las mejores pistas para estar informado.

Muchos científicos, médicos, periodistas y divulgadores han comunicado diariamente en sus redes sociales sobre la evolución de la pandemia, las últimas investigaciones y los temas más candentes, fortaleciendo una conexión directa con la gente –conviene analizar diferencias entre gente joven y mayor– de la que el periodismo también ha podido aprovecharse.

Pero las redes sociales, que no generan una gran confianza, son también un reflejo de la infoxicación global generada, con tanta información disponible que es casi imposible aprehenderla y asimilarla, y además pueden generar una visión distorsionada de la realidad. Los bulos se mueven en redes sociales como pez en el agua.

10. Bulos

Es uno de los mayores problemas de la comunicación en lo que va de siglo. ¿Cómo detectarlos? ¿Cómo frenarlos? La comunidad de fact checkers, personas y entidades que se encargan de comprobar la veracidad de las informaciones y de desmentirlas cuando son falsas, se ha graduado en estos dos últimos años. La primera ola de la pandemia fue un caldo de cultivo tremendo. El problema es de gran magnitud: es difícil identificar todos los bulos, cuesta que los desmentidos calen y suena casi imposible detener la difusión de mentiras.

Ser escéptico de entrada, tratar de comprobar fuentes, no compartir informaciones dudosas y promover el pensamiento crítico de las personas son algunos consejos interesantes.

10+1. ¿Ciencia desigual?

Un apunte extra: en momentos de crisis hay más riesgo de que se generen desigualdades y de que las ya existentes se agraven. La ciencia, como cualquier disciplina, no es ajena a ellas y la pandemia ha puesto sobre la mesa desigualdades sobradamente conocidas en los ámbitos social, económico, cultural… Sin olvidar otras, la más conocida es la brecha de género que afecta a las mujeres. Como en tantos aspectos, las científicas lo tienen a veces más difícil que los científicos, y una de las consecuencias es que las mujeres tienden a ser menos protagonistas al contar la ciencia.

Si de las crisis pueden surgen nuevas oportunidades de cambio, estamos ante otro buen momento para tratar de mitigar el impacto de la pandemia en la carrera de las científicas y avanzar hacia una equidad real.

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