Decía el flautista francés Jean Pierre Rampal que “la flauta es realmente el sonido de la humanidad, el sonido del hombre que fluye, completamente libre de su cuerpo, casi sin intermediarios. Tocar la flauta no es tan directo como cantar, pero es casi lo mismo”.
Esta idea de que la musicalidad es una capacidad exclusivamente humana ya había sido propuesta también por la etnomusicología sin mucho éxito. Sin embargo, estudios recientes sobre neurociencia y psicología evolutiva parecen darles la razón.
En la actualidad, existen varias teorías que explican la evolución de la música a partir de la habilidad de producir lenguaje en el sentido de que ambos, el lenguaje y la música, favorecen la interacción social.
Tradición musical paleolítica
Siendo los seres humanos sociales por naturaleza, no debería extrañarnos hallar instrumentos en diferentes yacimientos prehistóricos, desde el Paleolítico al Neolítico. Entre ellos, encontramos flautas, clarinetes, silbatos, trompas de caracola o bramaderas. Y podría haber otros, incluidos de percusión, que no se hayan podido identificar todavía.
Cuando aún los neandertales ocupaban algunas partes de Europa, hace más de 40 000 años, se produjo un gran desarrollo y dispersión del arte figurativo. Y junto al arte, la música. Sin embargo, determinar qué es un instrumento musical en contextos arqueológicos tan antiguos no es tarea sencilla.
En 1995 se dio a conocer la flauta de Divje Babe, en Eslovenia, la más antigua de Europa. Se trataba del fémur de un joven oso de las cavernas que tenía agujeros espaciados en partes opuestas. Estaba junto a los restos de una hoguera, por lo que no se dudó de su funcionalidad como flauta.
Sin embargo, cuando el paleontólogo Cajus Diedrich examinó ésta y otras flautas concluyó que eran en realidad huesos mordidos por carnívoros.
También en la década de 1990, en Alemania, en las excavaciones de Vogelherd y Hohle Fels, en el valle del Jura de Suabia, se hallaron ocho flautas que, en esta ocasión, no ofrecen dudas.
La más antigua se realizó a partir del hueso radio de un buitre leonado, encontrada en el mismo nivel que una estatuilla femenina realizada en marfil. Sobre hueso, también existe otra tallada sobre el radio de un cisne.
Flauta de mamut
Pero es la fabricada sobre marfil de mamut de la cueva de Geissenklösterle la que evidencia una tradición musical al inicio del Paleolítico superior.
Dicha flauta ejemplifica una manufactura sabia y cuidada ya que, a diferencia de los huesos de aves, el marfil es completamente macizo y su longitud es menos predecible que la de los huesos. Sin embargo, es un material muy duro y elástico al mismo tiempo. Y se puede trabajar con útiles de piedra. Esto permitió al artesano que la realizó elegir sus dimensiones y sus cualidades tonales.
Para su análisis, se llevó a cabo una reconstrucción siguiendo escrupulosamente sus características, primero en madera de saúco y posteriormente también en marfil. Todo el proceso de reconstrucción puede verse actualmente descrito en el Museo Prehistórico de Blaubeuren (Alemania).
El sonido de la flauta encontrada se produce en la boquilla. No era necesario usar una lengüeta para hacerla sonar, por lo que son claramente flautas más que gaitas o trompetas. Era el labio de la flauta, alguno de ellos con forma de “V” el que dividía el flujo de aire, al estilo de las flautas dulces modernas, permitiendo tocar cualquier melodía.
Conciertos arqueomusicológicos
Para probarla, se contó con la flautista Anna Friederike Potengowski, que se dedica a la investigación arqueomusicológica. El resultado de su experimento, el álbum Edge of time (Delphian Records, 2017), recoge música realizada a partir de reconstrucciones de instrumentos de viento, franceses y alemanes, del Paleolítico, junto al percusionista Georg Wieland Wagner.
Gracias a ellos, sabemos que las flautas paleolíticas producían una música rica y diversa en cuanto a la calidad de los tonos.
Pero las flautas de Jura de Suabia no son las únicas. Encontramos otros ejemplos en veinticinco yacimientos del Paleolítico superior europeo donde tubos perforados de diferentes materiales han sido considerados flautas. La mayoría son únicamente fragmentos y un 37 % de ellos proceden de la cueva francesa de Isturitz (Saint Martin d’Arberoue).
Todas fueron recuperadas de estratos arqueológicos en los que también había restos de líticos variados, así como restos de fauna quemada y sin quemar junto a otros restos orgánicos. Esto sugiere que la música, en este caso con flautas, formaba parte de la vida cotidiana.
Lugar de encuentro
El profesor Nicholas Conard, director del Instituto de Prehistoria de la universidad de Tubinga, defiende que la presencia de flautas en valles próximos sirve para argumentar relaciones sociales entre los grupos de estas regiones.
Al inicio del Paleolítico superior, en Europa central, se desarrollaron cuatro nuevas líneas de arte simbólico: adornos personales, arte figurativo, elementos míticos como el humano con cabeza de león y la música. Para Conard, todo ello constituye una especie de cohesionador cultural, promoviendo una identidad compartida.
Este desarrollo exponencial del mundo simbólico coincidió con el momento en el que los neandertales ya se encontraban en baja densidad. Por este motivo, algunos autores sugerimos que debieron incorporarse a la rápida expansión de las nuevas expresiones simbólicas, siendo uno más de los factores que facilitó su asimilación por parte de los sapiens. Entonces, ya contaban con una importante tecnología lítica, adornos personales, practicas mortuorias e, incluso, evidencias anatómicas de la adquisición del lenguaje.
Relacionar la expresión musical con otras formas de arte nos permite afirmar que nos encontramos ante contextos plenamente humanos. Y confirmar así, en palabras de Rampal, que “la flauta es realmente el sonido de la humanidad”.