Estados Unidos sigue retirando sus tropas de Afganistán mientras deja que los talibanes vuelvan a acercarse al poder de un país devastado por la guerra y la miseria. ¿Puede la comunidad internacional permanecer impasible ante gobiernos que laminan a su población civil o ante una amenaza posible para el orden internacional?
El Gobierno ha reconocido a 1 451 víctimas mortales y a 4 983 heridos en atentados terroristas producidos entre 1960 y 2020, aunque todo apunta a que la cifra es mayor. Conviene, no obstante, tener presente que las víctimas del terrorismo no son simples estadísticas.
Aún no se conoce bien cuál es el proceso que conduce a una persona a usar la violencia con fines políticos y religiosos, pese a las múltiples teorías y estudios empíricos existentes.
La prevención de los genocidios debe ser una prioridad de nuestra sociedad, tal como establece la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea, al garantizar el derecho a no sufrir discriminación por origen racial, étnico, o de religión, y la inviolabilidad de la dignidad humana.
Grupos violentos y extremistas emprenden de manera sistemática guerras de comunicación para erosionar de forma deliberada la cohesión social de las democracias liberales consolidadas. Aprovechan que las instituciones públicas han perdido el monopolio en la creación de mensajes hegemónicos y que los medios ya no desempeñan el papel de mediadores para comunicarse y dialogar de manera directa con la ciudadanía.