tag:theconversation.com,2011:/global/topics/obesidad-55367/articlesobesidad – The Conversation2024-03-20T11:57:35Ztag:theconversation.com,2011:article/2237572024-03-20T11:57:35Z2024-03-20T11:57:35ZLas personas con obesidad van a otro ritmo (metabólico)<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/582758/original/file-20240319-30-g7ebam.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=756%2C0%2C4691%2C3488&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption"></span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/young-tired-plus-size-woman-girl-1811225719">Oleggg/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Prácticamente todos los procesos fisiológicos de nuestro organismo siguen un ritmo circadiano, lo que implica que nuestra fisiología presenta variaciones que se repiten con un periodo de alrededor de 24 horas. Y el metabolismo energético, esa “gestión de la energía” necesaria en el organismo, no es una excepción. Sus ritmos también se van reajustando gracias al ciclo diario de luz/oscuridad y a los propios ritmos de comportamiento que seguimos en el día a día. </p>
<p>De hecho, es bien sabido que alterar los horarios de las comidas, como les ocurre con frecuencia a los <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/30343445/">trabajadores por turnos</a>, puede tener <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32984881/">consecuencias negativas sobre el metabolismo</a>. Por ejemplo, este desorden en la ingesta podría derivar en un aumento de peso o en el desarrollo de enfermedades de tipo metabólico como la diabetes. </p>
<p>Pero no solo comer a deshoras puede hacernos engordar más de la cuenta. Adoptar unos hábitos diarios poco saludables, como exponernos a la luz a horas inadecuadas, tener un patrón de sueño desordenado o dormir menos de lo necesario, también nos puede hacer ganar excesivo peso. Y lo más importante: puede alterar nuestra <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/36280789/">salud metabólica</a>. </p>
<h2>El ritmo del metabolismo</h2>
<p>Son múltiples los actores del metabolismo energético que se encuentran bajo el mando del sistema circadiano y que pueden, además, verse influidos por el ciclo de sueño-vigilia. Por ejemplo, la secreción del <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7240781/">cortisol</a> presenta un ritmo circadiano claro, con un pico de concentración en sangre a primeras horas de la mañana. La <a href="https://www.nature.com/articles/s41574-023-00927-z">grelina</a> (la hormona que nos hace sentir apetito) y la <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/9589680/">leptina</a> (la que nos hace sentir saciados) también se segregan siguiendo este patrón circadiano que se modifica con la pérdida o ganancia de peso, aunque la ingesta/ayuno y el sueño/vigilia sean importantes en su regulación. </p>
<p>La <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/31599135/">hormona del crecimiento</a>, que igualmente está implicada en el metabolismo, se segrega fundamentalmente cuando estamos dormidos, y su secreción está vinculada al sueño de ondas lentas. La <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/35008644/">melatonina</a>, que a los humanos nos prepara para dormir, se segrega por la noche en condiciones de oscuridad y, además, también parece influir en el metabolismo de la glucosa y de los lípidos.</p>
<p>Como consecuencia de la naturaleza circadiana de todos estos procesos, el gasto energético, que, en cierto modo, es el producto de todo ello, <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/31013492/">también sigue un ritmo circadiano</a> que, además, puede verse afectado por el sueño. En general, nuestro metabolismo consume más energía durante el día que durante la noche, independientemente de que estemos dormidos o despiertos. Además, durante el sueño también consumimos menos energía que durante la vigilia. </p>
<p>Por todo esto, no es de extrañar que cuando alteramos nuestros hábitos de ingesta y nuestros patrones de sueño, bien sea por horarios laborales o como consecuencia de adoptar hábitos poco saludables, el patrón circadiano del gasto energético y los perfiles de secreción de hormonas también se desorganicen. La <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/31013492/">consecuencia</a> de todo ello puede ser, precisamente, la aparición de sobrepeso, obesidad o de alteraciones metabólicas como la diabetes tipo 2. </p>
<h2>¿Cómo son los ritmos de la obesidad?</h2>
<p>Entonces, ¿son los ritmos circadianos de las personas con obesidad distintos a los de las personas sin sobrepeso? Pues precisamente esta pregunta se la hicieron <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1002/oby.23940">Andrew W. McHill y su equipo</a>. </p>
<p>Para responderla sometieron a 30 personas a un protocolo que permitió evaluar el ritmo circadiano de su metabolismo energético. ¿Cómo? En el laboratorio, simularon “días” de menos de 24 horas, distribuyendo uniformemente los periodos de luz y de oscuridad, así como las oportunidades para dormir, las comidas y los periodos de actividad física y reposo. De esta forma, pudieron identificar el patrón circadiano, aislándolo de los efectos del ciclo de sueño-vigilia, de la ingesta o del nivel de actividad física.</p>
<p>A continuación, clasificaron a los participantes en función de su índice de masa corporal (que no es más que el peso dividido por la altura, en metros, elevada al cuadrado). Así se dieron cuenta de que aquellos participantes con un índice de masa corporal saludable presentaban el momento de menor gasto energético durante la noche, tanto si estaban en fase de reposo en ese momento como si estaban haciendo ejercicio. Sin embargo, aquellos participantes con obesidad (con índices de masa corporal elevados) tenían su momento de menor gasto energético durante el día. </p>
<p>Demostrar esta diferencia en el ritmo circadiano del gasto energético en personas con obesidad abriría la puerta, según los autores del trabajo, al desarrollo de tratamientos personalizados de la obesidad que tengan en cuenta, precisamente, sus características circadianas. Tratamientos que tengan en cuenta, en definitiva, el ritmo con el que funciona su metabolismo.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/223757/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>María Ángeles Bonmatí Carrión ha recibido fondos de Fundación Séneca y Ministerio de Educación y Ciencia. Así como también del Ministerio de Economía y Competitividad, Instituto de Salud Carlos III a través de CIBERFES (CB16/10/00239); Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades; además de la Agencia Estatal de Investigación, a través de Rti2018-093528-B-I00 y Call H2020-Sc1-Bhc-2018-2020 (Grant Agreement 825546, Diabfrail-Latam), cofinanciado por Feder. Además, ha recibido fondos de la Sociedad Española del Sueño.</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>María de los Ángeles Rol de Lama recibe fondos del Ministerio de Ciencia Innovación y Universidades y la Agencia Estatal de Investigación (PID2022-136577OB-I00), financiado por MCIN/AEI/10.13039/501100011033, FEDER, UEy por “ERDF A way of making Europe”, por European Union NextGenerationEU/PRTR”, de la Unión Europea (Call H2020-sc1-BHC-2018-2020, Grant agreement 825546, Diabfrail-Latam), y del Ministerio de Economía y Competitividad, mediante el Instituto de Salud Carlos III (CIBERFES, CB16/10/00239), todos ellos cofinanciados con Fondos FEDER. Es socia fundadora de Kronohealth SL (2017), empresa de base tecnológica participada por la Universidad de Murcia (spin-off) .</span></em></p>En general, nuestro metabolismo consume más energía durante el día que durante la noche, independientemente de que estemos dormidos o despiertos. Además, durante el sueño también consumimos menos energía que durante la vigilia. ¿Por qué?María Ángeles Bonmatí Carrión, Investigadora postdoctoral CIBERFES y profesora colaboradora UMU, Universidad de MurciaMaría de los Ángeles Rol de Lama, Catedrática de Universidad. Directora del Laboratorio de Cronobiología. IMIB-Arrixaca. CIBERFES., Universidad de MurciaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2215282024-03-17T21:39:42Z2024-03-17T21:39:42ZLuces y sombras de los nuevos fármacos contra la obesidad<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/581268/original/file-20240312-24-qtbh73.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=9%2C999%2C6183%2C3148&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption"></span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/ozempic-insulin-injection-pen-cartridge-diabetics-2403932691">Caroline Ruda / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Muchos medios lo publicitan como el fármaco de moda de Hollywood o el milagro contra la obesidad, mientras que otros se centran en los problemas de desabastecimiento por un uso inadecuado. El Ozempic y otros medicamentos de acción similar para tratar la obesidad han sido coronados como el <a href="https://www.science.org/content/article/breakthrough-of-the-year-2023">avance científico de 2023 por la revista <em>Science</em></a>. ¿Son ciertas las maravillas que se cuentan de ellos?</p>
<p>Antes que nada, dejemos claro que <a href="https://espanol.ozempic.com/porque-ozempic/como-funciona-ozempic.html">Ozempic</a> es el nombre comercial que le ha puesto la compañía farmacéutica danesa Novo Nordisk a su gallina de los huevos de oro: la semaglutida, principio activo que se comercializa también como <a href="https://espanol.rybelsus.com/">Rybelsus</a> y <a href="https://ec.europa.eu/health/documents/community-register/2022/20220106154093/anx_154093_es.pdf">Wegoby</a>. Este último está aprobado en toda Europa, pero de momento solo se dispensa en Dinamarca, Suecia, Alemania y Reino Unido. A España se prevé que llegue a a finales de 2024 o principios de 2025. </p>
<h2>Una plaga global</h2>
<p>El revuelo tiene su porqué. Según la Organización Mundial de la Salud, la prevalencia mundial de la <a href="https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/obesity-and-overweight">obesidad casi se triplicó entre 1975 y 2016</a>, con el consiguiente aumento de enfermedades asociadas como la diabetes tipo 2, las dolencias coronarias y ciertos tipos de cáncer. </p>
<p>Nuestra sociedad y nuestro sistema de salud necesita desarrollar armas y estrategias para combatirla. Y aunque la línea preferente sigue siendo la prevención con hábitos saludables –actividad física y dieta–, la búsqueda de tratamientos farmacológicos se encuentra en pleno auge.</p>
<h2>Arsenal de fármacos</h2>
<p>Actualmente disponemos de <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/books/NBK220174/">tres tipos de medicamentos antiobesidad, con sus correspondientes mecanismos de acción</a>. Unos reducen la absorción de calorías de la dieta, otros se centran en el sistema nervioso central y, finalmente, están los que actúan desde diferentes frentes al mismo tiempo, como la reducción del apetito, la mejora del control glucémico o el aumento de la sensación de saciedad. </p>
<p>Los compuestos pertenecientes a la última categoría originalmente se diseñaron como antidiabéticos. Hablamos de los inhibidores del cotransportador de glucosa y sodio (glifocinas) y, sobre todo, de los análogos de las incretinas o incretinomiméticos, los más eficaces para tratar la obesidad hasta la fecha. </p>
<h2>¿La revolución contra la obesidad?</h2>
<p>También conocidos como agonistas del receptor del péptido similar al glucagón 1 (GLP-1), los <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3047973/">incretinomiméticos</a> son medicamentos inyectables, aunque algunos ya se administran por vía oral. Aumentan la secreción de insulina, inhiben la liberación de glucagón (lo que favorece el control glucémico) y suprimen el apetito. Esto produce la liberación de la insulina dependiente de la glucosa y una reducción de los niveles de glucosa en sangre después de las comidas. </p>
<p>El primer fármaco de este grupo, la exenatida (<a href="https://ec.europa.eu/health/documents/community-register/2006/2006112015328/anx_15328_es.pdf">Byetta</a>), se comercializó en España en 2006 y desde entonces le han seguido ocho principios activos más. <a href="https://www.drugs.com/drug-class/incretin-mimetics.html">Algunos de los más populares</a> son la liraglutida (Victoza), la dulaglutida (Trulicity) o la ya citada semaglutida (Ozempic, Rybelsus y Wegoby).</p>
<p>Si ya llevan casi 20 años en el mercado, ¿por qué se habla ahora tanto de ellos? La razón <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7910956/">es el reciente descubrimiento de su eficacia para combatir la obesidad</a>. Se observó que, además de los efectos positivos en el control glucémico, los pacientes en tratamiento para la diabetes mellitus tipo II reducían considerablemente su peso con estos medicamentos supresores del apetito.</p>
<p>La verdadera revolución de la semaglutida radica en que fue el primer principio activo en recibir aprobación para tratar la obesidad, a pesar de que tanto la <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC8468399/">liraglutida</a> como <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/37952131">la exenatida</a> ya se usaban de manera no oficial para ese fin.</p>
<h2>Ventajas añadidas</h2>
<p>Más allá de la pérdida de peso y del control de la glucemia, cada día aparecen investigaciones que revelan nuevos beneficios de estos fármacos, como <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/37952131/">la reducción de la presión arterial, factor de riesgo cardiaco</a>. </p>
<p>Los resultados <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/35650449/">también sugieren</a> que protegen al hígado, al riñón y contra el deterioro cognitivo asociado a la edad, incluyendo la enfermedad de Alzheimer. O que la acción saciante (<em>anticraving</em>) de la semaglutida <a href="https://www.bloomberg.com/news/articles/2023-12-08/wegovy-causa-revuelo-por-uso-potencial-para-alcoholismo">podría aplicarse en el tratamiento del alcoholismo</a>, posibilidad que ha generado debate entre los expertos.</p>
<h2>Más difícil de encontrar que una aguja en un pajar</h2>
<p>Como dijo Bernard Shaw, no hay nada más peligroso que ser demasiado popular. Esto se aplica a la situación actual de la semaglutida. La expectación levantada por los medios de comunicación, las redes sociales y el boca a boca ha disparado la popularidad de este fármaco de tal forma que su fabricante tiene problemas para satisfacer la demanda actual. </p>
<p>La Agencia Española del Medicamento, por ejemplo, ha admitido que <a href="https://diariofarma.com/2023/09/10/la-aemps-pide-suministrar-analogos-del-glp-1-para-evitar-desabastecimiento">el uso de Ozempic en clínicas de adelgazamiento privadas ha agravado la falta de suministro</a>.</p>
<p>La escasez comenzó con la promoción de sus propiedades adelgazantes por celebridades como Kim Kardashian. Esta publicidad viral ha obligado a los pacientes que lo necesitan para tratar su diabetes a deambular de farmacia en farmacia con la esperanza de encontrarlo. <a href="https://es.euronews.com/salud/2023/10/31/varios-hospitalizados-por-el-uso-de-inyecciones-falsas-de-ozempic-para-adelgazar">Las inyecciones falsas de Ozempic están a la orden del día</a>.</p>
<h2>No es un fármaco inocuo</h2>
<p>En este punto, es importante advertir de que la semaglutida no es la panacea contra la obesidad, y de que su administración no resulta inocua. Al igual que cualquier medicamento, <a href="https://www.diabetes.co.uk/diabetes-medication/incretin-mimetics.html">puede producir efectos secundarios</a> como náuseas, vómitos y diarrea.</p>
<p>Aunque también se han notificado casos pancreatitis aguda y cáncer de páncreas, <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC9280733/">los datos disponibles no avalan</a> que aumente el riesgo de sufrir esas enfermedades. Sin embargo, desde julio de 2023 <a href="https://www.ema.europa.eu/en/news/ema-statement-ongoing-review-glp-1-receptor-agonists">la Agencia Europea del Medicamento (EMA) está revisando la seguridad del Ozempic</a> por su relación con pensamientos suicidas.</p>
<p>Al margen de las reacciones adversas graves, también hay que tener en cuenta sus posibles efectos estéticos. Así, después de perder peso rápidamente con la semaglutida, hay quien experimenta <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/38268718/">notables cambios en su rostro</a>: pérdida del volumen facial, aumento de la flacidez y un aspecto demacrado. Es la llamada “cara de Ozempic”, y algunos pacientes incluso valoran someterse a tratamientos de medicina estética para corregirlo.</p>
<h2>¿Qué pasa cuándo dejamos de tomar semaglutida?</h2>
<p>Todo comienzo tiene su final. En el caso del Ozempic, éste llega cuando el paciente ha alcanzado su peso meta o no tolera las náuseas que le produce el medicamento. ¿Se mantiene después el peso o hay un “efecto yo-yo”? A este respecto, <a href="https://dom-pubs.onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/dom.14725">un estudio publicado en 2022</a> reveló que después de un año los pacientes recuperaban dos tercios de los kilos pérdidos.</p>
<p>Estos datos dejan en evidencia que la semaglutida no es el milagro contra la obesidad con que a veces se anuncia. Sin embargo, sí puede ser un aliado terapéutico para mejorar la eficacia de las modificaciones en la nutrición y el estilo de vida, que son la piedra angular del tratamiento contra el exceso de peso.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/221528/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>La semaglutida, principio activo del Ozempic y otros fármacos similares, acapara titulares por su eficacia para perder peso y los problemas de abastecimiento. Esto es lo que se sabe de sus propiedades y sus efectos adversos.Francisco Les, Senior Lecturer in Pharmaceutical Sciences, Universidad San JorgeCristina Moliner Langa, Lecturer, Universidad San JorgeLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2164682024-01-04T21:00:12Z2024-01-04T21:00:12ZCompuestos obesógenos: no solo nos engorda lo que comemos<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/567733/original/file-20240103-15-qhcmbv.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=52%2C130%2C8388%2C5644&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Muchos envases de plástico contienen este tipo de compuestos contaminantes.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/plastic-waste-food-packaging-1055238923">Marina Onokhina/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>La obesidad se ha convertido en una de las principales amenazas para la salud pública, sobre todo en los países desarrollados. <a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fped.2020.581461/full?gclid=CjwKCAjwq-WgBhBMEiwAzKSH6IK5RANde0fFDMpDmMrTKPvJZ-VgdxNqZn2af6cdSI_DaC7RKkMPSRoCztMQAvD_BwE">Diversos factores favorecen su aparición</a> –incluyendo los genéticos, que explican uno de cada cinco casos–, pero también hay desencadenantes ambientales. </p>
<p>Entre estos últimos, tienen un papel muy relevante la dieta y el sedentarismo. Sin embargo, cada vez hay más datos que apoyan la idea de que la contaminación puede influir en la aparición de la obesidad, al afectar al desarrollo del individuo, sobre todo, en las primeras etapas de su vida. </p>
<h2>¿Qué son y dónde se encuentran los obesógenos?</h2>
<p>Los obesógenos son <a href="https://academic.oup.com/endo/article/161/3/bqaa024/5739626">aquellos compuestos que pueden inducir una acumulación excesiva de grasa en el cuerpo</a>. Derivados de la industria química, están en el aire, el agua, los productos de limpieza, los cosméticos o incluso en los alimentos y sus envoltorios o envases plásticos. </p>
<p>La lista de estas sustancias <a href="https://academic.oup.com/edrv/article/36/6/E1/2354691">no para de aumentar</a> a medida que se estudian en profundidad los efectos nocivos de los distintos subproductos y residuos industriales. Estos son los principales:</p>
<ul>
<li><p>El <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1111/fcp.12300"><strong>bisfenol A</strong></a> es uno de los obesógenos más extendidos y mejor estudiados. Está presente en <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1382668914000313?casa_token=XvKvPMBgRjcAAAAA:sv4yY_ISjCjke3hW3u_iG5pf9JeQaoqCRfiPbIkHwAiwtUUNNg1Ue69e_oD764w3cRbfmtmUqA">múltiples productos de uso diario</a>, como envases de plástico, tiques de compra, tuberías y neumáticos. Y aunque no se considera un contaminante persistente –se degrada más rápido que otros compuestos y de forma natural–, podemos encontrarlo habitualmente en el aire, el agua o la comida. Esto <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1382668914000313?casa_token=XvKvPMBgRjcAAAAA:sv4yY_ISjCjke3hW3u_iG5pf9JeQaoqCRfiPbIkHwAiwtUUNNg1Ue69e_oD764w3cRbfmtmUqA">facilita que nos expongamos a ellos</a>. </p></li>
<li><p>También pertenecen a la categoría de obesógenos no duraderos los <strong>ftalatos</strong>, presentes <a href="https://www.nature.com/articles/nrendo.2016.186">en envases alimentarios, juguetes, envoltorios de medicamentos y los propios fármacos</a>. Como ocurre con el bisfenol A, entran en nuestro organismo por inhalación (del aire que respiramos), por ingestión (de los alimentos que comemos) o por absorción a través de la piel (cremas de aplicación tópica).</p></li>
<li><p>A diferencia de los dos anteriores, otros obesógenos no se degradan tan rápidamente y pueden permanecer en el medio como contaminantes durante décadas. Un conocido ejemplo son los <strong>parabenos</strong>, compuestos químicos que <a href="https://www.mdpi.com/1660-4601/19/23/16268">suelen incluir los productos de la industria farmacéutica y cosmética</a>. </p></li>
<li><p><a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/B9780128000953000110">La <strong>tributiltina</strong></a>, menos común en nuestro día a día que los anteriores, es un obesógeno que se ha usado a menudo como preservante de la madera por sus propiedades antifúngicas y acaricidas. <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0025326X21002368?casa_token=YKr8AYJ6E-EAAAAA:fHFtXi-J3jPVB5eFk2vHWXYbz0Z_TB7WEdUoY26lCZYAqXfMZtRH4jlndFCWuP9FLPNZZwtWBA">Perdura durante años en medios acuáticos</a>. </p></li>
<li><p>Otro ejemplo clásico de contaminante persistente es el <strong>DDT</strong>, <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0048969705001749?casa_token=YUoKB4LqUFYAAAAA:ItYm71QWGZrXC6pSXAeBxLIth0eKBKo02g5LwmwyxDXn3zL1SHyqnvPIrvA437Wj-f6-NotHnQ">que se utilizó extensamente en la segunda mitad del siglo XX como pesticida</a>. Prohibido en los años 70, su larga vida media y su degradación en otros compuestos derivados <a href="https://ehp.niehs.nih.gov/doi/full/10.1289/ehp.0900785">siguen convirtiéndolo en un contaminante digno de atención</a>, dados sus efectos en las generaciones que han sido expuestas. No solo está relacionado con la obesidad, sino también con <a href="https://link.springer.com/article/10.1007/BF01057414">enfermedades cardiacas</a>, <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0160412019303903">la diabetes tipo 2</a> y <a href="https://www.jstor.org/stable/40965986">el cáncer</a>. Aunque el DDT es un caso ampliamente estudiado, se sabe que otros pesticidas como las <strong>dioxinas</strong> <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0013935120311762">pueden producir efectos similares</a>. </p></li>
<li><p>Y, por último, tenemos los derivados de la combustión incompleta de compuestos orgánicos: carbón, petróleo, gasolina, basura orgánica, etc. Conocidos como hidrocarburos aromáticos policíclicos o <strong>PAH</strong> (siglas del término inglés Polycyclic Aromatic Hydrocarbons), aumentan el riesgo de contraer enfermedades metabólicas, <a href="https://ehjournal.biomedcentral.com/articles/10.1186/s12940-022-00890-8">como la obesidad</a> y <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S001393511830344X?casa_token=O0x4H7CVc2QAAAAA:25zu-D1egOXpmWzSalZbAxLf80gUEEJb8HElbZNADOTzrdPF8Y4IdFkuNG2UH3WGpaCe5udxBA">la diabetes</a>, y también tardan en desaparecer del ambiente.</p></li>
</ul>
<h2>¿Qué mecanismos nos hacen engordar?</h2>
<p>Todos estos contaminantes generan kilos de más <a href="https://academic.oup.com/endo/article/161/3/bqaa024/5739626">alterando el funcionamiento del organismo a distintos niveles</a>, como veremos a continuación.</p>
<p>Por un lado, pueden inducir un aumento en el número y el tamaño de los adipocitos, es decir, de las células encargadas de almacenar la grasa. Esto supone una mayor capacidad de acumular dicha grasa en condiciones de exceso energético, como cuando ingerimos alimentos hipercalóricos. Y por otro lado, son capaces de alterar la capacidad del organismo para regular sus niveles de glucosa (azúcar) en sangre, reduciendo la capacidad de respuesta de determinados tejidos a la insulina. </p>
<p>Además, pueden afectar a los sistemas de regulación del apetito y de la sensación de saciedad, favoreciendo un mayor consumo de alimentos. También alteran el sistema hormonal y favorecen la aparición de procesos inflamatorios. Todo ello produce, en definitiva, <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC9206156/">un desequilibrio en la salud metabólica del individuo</a> que puede dar lugar al desarrollo no solo de la obesidad, sino de otras patologías como la diabetes tipo 2 o enfermedades cardiacas.</p>
<p>Aparte de estas perturbaciones metabólicas, endocrinas e inflamatorias, que afectan a lo largo de toda la vida adulta, cada vez hay evidencias más claras de que los obesógenos tienen así mismo el potencial de alterar el modo en que <a href="https://clinicalepigeneticsjournal.biomedcentral.com/articles/10.1186/s13148-020-00952-z">nuestros genes se expresan durante las primeras etapas de vida, incluso durante la gestación</a>. Estos cambios epigenéticos <a href="https://www.degruyter.com/document/doi/10.1515/reveh-2018-0059/html">pueden predisponer a la obesidad desde etapas muy tempranas del desarrollo</a> (obesidad infantil) y producir modificaciones que pasen de padres a hijos.</p>
<h2>El impacto de los obesógenos en la salud mundial</h2>
<p>Con el aumento de la industrialización a nivel global, la presencia creciente de obesógenos en el medio ambiente puede favorecer la extensión de la obesidad –y las patologías metabólicas relacionadas con ella– más allá de los países desarrollados, donde estas enfermedades ya causan un altísimo impacto en la salud de sus ciudadanos. </p>
<p>Sumar lo que sabemos sobre este factor de riesgo a la influencia de la contaminación en el desarrollo del cáncer, enfermedades respiratorias y patologías alérgicas, así como a los datos científicos sobre el calentamiento global, debe servir de acicate para perseguir un modo de vida más saludable y respetuoso con el medio ambiente. </p>
<p>Tengamos muy presente el grave impacto de la contaminación en la salud del planeta, en la nuestra propia y en la de las generaciones futuras.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/216468/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Bruno Ramos Molina recibe fondos del Instituto de Salud Carlos III y de la Fundación Séneca</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>María Ángeles Núñez Sánchez es beneficiaria de una ayuda postdoctoral financiada por Roche en el programa "Stop Fuga de Cerebros" y de un proyecto financiado por la Fundación Séneca en el programa Jóvenes Líderes en Investigación (Ref. 22080/JLI/22).</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Antonio J. Ruiz Alcaraz, Maria Suárez Cortés, María Antonia Martínez Sánchez y Virginia Esperanza Fernández-Ruiz no reciben salarios, ni ejercen labores de consultoría, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del puesto académico citado.</span></em></p>Presentes por doquier, ciertos compuestos químicos son capaces de alterar el funcionamiento de nuestro organismo y producir obesidad. Explicamos cuáles son los más frecuentes y cómo actúan.Antonio J. Ruiz Alcaraz, Profesor de Inmunología de la Universidad de Murcia e investigador del Grupo de Inmunidad Innata del IMIB, Universidad de MurciaBruno Ramos Molina, Investigador Principal del Grupo de Obesidad y Metabolismo del IMIB y Profesor de Bioquímica, Universidad de MurciaMaría Ángeles Núñez Sánchez, Investigadora Postdoctoral, Grupo de Obesidad, Diabetes y Metabolismo, Instituto Murciano de Investigación Biosanitaria (IMIB), Instituto Murciano de Investigación Biosanitaria (IMIB) María Antonia Martínez Sánchez, Estudiante Predoctoral Depto. de Bioquímica y Biología Molecular B e Inmunología. Nutricionista en el grupo de Obesidad y Metabolismo en el IMIB, Universidad de MurciaMaria Suárez Cortés, Matrona. Profesora Asociada Académica del Departamento de Enfermería de la Universidad de MurciaVirginia Esperanza Fernández-Ruiz, Profesora de Enfermería. Enfermera y Dietista-Nutricionista de la Unidad de Nutrición del Hospital Clínico Universitario Virgen de la Arrixaca, Universidad de MurciaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2184162023-12-11T20:15:59Z2023-12-11T20:15:59ZAgresiones verbales y físicas a personas con obesidad: una realidad preocupante<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/562532/original/file-20231129-23-ehk2ew.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=4%2C41%2C985%2C624&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Andrey_Popov/Shutterstock</span> </figcaption></figure><p>Una de las escenas más terribles de <em>It</em>, tanto en la novela de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/It_(novela)">Stephen King</a> como en la adaptación a la gran pantalla de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/It_(pel%C3%ADcula_de_2017)">Andy Muschietti</a>, no está protagonizada por el payaso asesino Pennywise. El terror más profundo no procede del espacio exterior, sino del ser humano. </p>
<p>En un momento de la historia, Ben, un chico con obesidad infantil, es atormentado por un grupo de abusones liderado por el psicópata Henry. No contento con proferir al pobre Ben insultos como <em>fatboy</em> o <em>fatfuck</em> (prefiero no traducir los términos por lo ofensivos que son), Henry decide grabar su nombre con una navaja en la tripa del muchacho acosado mientras el resto de la pandilla le sujeta para que no se mueva. Por fortuna, Ben consigue zafarse en un arranque de valentía y escapa a un bosque cercano.</p>
<h2>El estigma del peso</h2>
<p>La obesidad es una enfermedad que afecta a <a href="https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/obesity-and-overweight">650 millones de personas en todo el mundo</a>. Lo que inicialmente era un problema de salud se ha acabado convirtiendo también, por desgracia, en un <a href="https://www.hsph.harvard.edu/obesity-prevention-source/obesity-consequences/#:%7E:text=The%20High%20Cost%20of%20Excess%20Weight&text=No%20less%20real%20are%20the,overweight%20does%20not%20decrease%20mortality.">problema social</a>. </p>
<p>En psicología hablamos de <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1038/oby.2008.636">“estigma del peso”</a> (traducción de la expresión en inglés de “<em>weight stigma</em>”) para referirnos a las situaciones de discriminación que sufren las personas con obesidad. </p>
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Leer más:
<a href="https://theconversation.com/los-medios-de-comunicacion-pueden-aumentar-o-reducir-la-gordofobia-197697">Los medios de comunicación pueden aumentar o reducir la gordofobia</a>
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<p>Este tipo de actitudes están <a href="https://www.washingtonpost.com/health/overweight-discrimination-common-harmful/2021/06/11/2946c538-c88c-11eb-afd0-9726f7ec0ba6_story.html">muy extendidas</a>. Los estudios parecen indicar que la razón fundamental de los prejuicios hacia ese colectivo es la creencia extendida de que controlar nuestro peso depende enteramente de la <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4782717/">fuerza de voluntad</a>.</p>
<p>Sin embargo, la ciencia ha puesto de manifiesto que la obesidad es una enfermedad muy compleja y <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/9497171/">multifactorial</a>. Es decir, influyen muchas variables en su desarrollo y mantenimiento (genéticas o metabólicas, por ejemplo) que escapan de nuestro control en numerosas ocasiones. Aunque, obviamente, el <a href="https://jamanetwork.com/journals/jamanetworkopen/fullarticle/2805328">estilo de vida</a> contribuye.</p>
<p>A pesar de las evidencias empíricas, gran parte de la sociedad sigue pensando que el exceso de peso se debe a que las personas afectadas por él son <a href="https://psycnet.apa.org/record/2020-02990-013">vagas, comen demasiado o hacen poco ejercicio</a>. Estas ideas distorsionadas influyen en el retrato que se hace de los personajes con obesidad en los <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1038/oby.2007.635">medios de comunicación</a>. </p>
<p>Tomemos como ejemplo la película <em><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/La_ballena">La ballena</a></em>. En ella, un personaje con obesidad severa, interpretado por Brendan Fraser con un traje protésico o <em>fat suit</em> –el maquillaje negro puede acabar con la reputación del <a href="https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-49749913">presidente de Canadá</a>, pero en el caso del film solo quedó en <a href="https://www.hollywoodreporter.com/movies/movie-news/darren-aronofsky-the-whale-fat-suit-criticism-1235280523/">agria polémica</a>–, no puede evitar dejar de comer compulsivamente hasta acabar con su propia vida (perdón por el <em>spoiler</em>).</p>
<h2>Un mal muy extendido</h2>
<p>Esta imagen tan estereotipada se acaba traduciendo muchas veces en conductas como las que describíamos al inicio de este artículo al mencionar <em>It</em>. El uso de epítetos para calificar a la gente por su peso o las agresiones físicas son experiencias cotidianas para las personas con obesidad.</p>
<p>Para que el lector se haga una idea de la magnitud del problema, un <a href="https://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0142715">estudio realizado en Italia</a> en el que participaron 947 menores de entre 6 y 14 años encontró que el 44,4 % de los sujetos con obesidad severa experimentaron agresiones verbales, en comparación con el 10,1 % de los niños con un peso saludable y el 20,6 % de los participantes con sobrepeso. </p>
<p>En lo que respecta a las agresiones físicas, las cifras siguen siendo igual de escalofriantes: el 21 % de los niños con obesidad grave había sufrido este tipo de violencia, frente al 5,4 % de los menores con peso normal y el 8,7 % de quienes tenían sobrepeso.</p>
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Leer más:
<a href="https://theconversation.com/se-puede-prevenir-el-acoso-escolar-indicadores-para-la-deteccion-precoz-201334">¿Se puede prevenir el acoso escolar? Indicadores para la detección precoz</a>
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<p>En la Universidad Nacional de Educación a Distancia (<a href="https://www.uned.es/universidad/inicio.html">UNED</a>), junto con varios colegas del <a href="https://www.sspa.juntadeandalucia.es/servicioandaluzdesalud/el-sas/servicios-y-centros/informacion-por-centros/16490">Hospital Universitario Virgen de Valme</a> y de la <a href="https://www.upo.es/portal/impe/web/portada/index.html">Universidad Pablo de Olavide</a>, hemos adaptado recientemente en España un instrumento para medir este tipo de comportamientos ofensivos. </p>
<p>Por fortuna, pudimos contar con la colaboración de una de las autoras de la <a href="https://www.stonybrook.edu/">Universidad Stony Brook</a>, en Nueva York, que desarrolló el cuestionario <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/26402044/">WRAQ</a> (siglas de <em>Weight Related Abuse Questionnaire</em>). Esta escala permite medir de una forma sencilla tanto agresiones verbales (insultos o motes denigrantes) como físicas (golpes o zancadillas) relacionadas con el peso y no con otro motivo, como la etnia o la religión. </p>
<h2>Problemas de la conducta alimentaria</h2>
<p>Aparte de constatar una triste realidad, mediciones como el WRAQ muestran que las agresiones por el peso está relacionadas con <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/25636523/">problemas de la conducta alimentaria</a>. </p>
<p>De hecho, nosotros hemos encontrado unos resultados muy similares en España, como reflejamos en el <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1471015323001277">artículo que acabamos de publicar en <em>Eating Behaviors</em></a>. Estos datos sugieren que puede haber una <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/24997407/">retroalimentación muy peligrosa</a>. Es decir, los abusos verbales y físicos pueden generar problemas como <em>binge eating</em> (el “trastorno por atracón” descrito de manera bastante escabrosa en <em>La ballena</em>), que a su vez puede causar dificultades para controlar el peso.</p>
<p>Así que poca broma con el asunto. Como acabamos de ver, estas agresiones verbales y físicas pueden perpetuar un ciclo de obesidad-estrés-problemas de la conducta alimentaria-aumento del sobrepeso que, además de no hacer gracia a nadie, hacen la vida muy difícil a personas que no han hecho absolutamente nada para tener que sufrir tanto.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/218416/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Alejandro Magallares no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Las actitudes agresivas hacia las personas que padecen obesidad es una triste y frecuente realidad. Además, se han detectado problemas de alimentación entre quienes sufren este tipo de violencia.Alejandro Magallares, Profesor Titular del Departamento de Psicología Social y de las Organizaciones, UNED - Universidad Nacional de Educación a DistanciaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2058682023-11-22T19:29:15Z2023-11-22T19:29:15ZEnvejecimiento y obesidad, claves de una relación difícil<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/561161/original/file-20231122-29-8hzf7g.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=404%2C24%2C7775%2C4279&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/funny-man-fitness-exercise-workout-home-2332231029">Andrey_Popov/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Llegar a los 122 años, como la francesa <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Jeanne_Calment">Jeanne Calment</a> (1875-1997), parece prácticamente impensable, e incluso asusta. Pero lo cierto es que las cifras que manejamos en relación con el envejecimiento demográfico son alarmantes. Para 2050, <a href="https://www.un.org/es/global-issues/ageing#:%7E:text=Se%20estima%20que%20el%20n%C3%BAmero,a%20426%20millones%20en%202050.">se espera que se triplique la población de más de 80 años</a>. En España, uno de los países más longevos del mundo, se prevé que al llegar a la actual edad de jubilación, 65 años, <a href="https://ourlifeplan.co.uk/rising-age-of-retirement/">sus habitantes tengan una esperanza de vida de 28 años más</a>. </p>
<p>Este aumento constante de la longevidad supone un desafío que engloba factores económicos, sociales, estructurales, políticos, médicos y científicos. Tanto es así que, de 2016 a 2020, la OMS estableció una <a href="https://www.who.int/publications/i/item/9789241513500">“estrategia global y un plan de acción para envejecimiento y salud”</a>. </p>
<p>Naciones Unidas también declaró la <a href="https://www.decadeofhealthyageing.org">“Década del Envejecimiento Saludable”</a> desde 2020 a 2030, una especie de plataforma colaborativa y global destinada a afrontar esta realidad cercana y asegurar la atención continuada a los mayores. En parte, porque sabemos que los cuidados temporales y paliativos de la salud ya no son suficientes para cubrir las necesidades de la población senior.</p>
<h2>El desafío de envejecer con salud</h2>
<p>Mantener una buena salud en etapas tardías de la vida se ve, además, afectado por los riesgos derivados de las enfermedades metabólicas asociadas a la edad. Desafortunadamente, las cifras que manejamos en relación con la obesidad son también preocupantes: se espera que, en pocos años, <a href="https://www.nejm.org/doi/full/10.1056/NEJMsa1909301">uno de cada dos adultos sea una persona obesa</a>. </p>
<p>Este escenario desalentador se agrava al constatar que el exceso de grasa corporal aumenta las posibilidades de sufrir comorbilidades –dolencias asociadas– como enfermedad cardiovascular, diabetes y cáncer. Es, por tanto, incuestionable que el ritmo acelerado de envejecimiento, junto con el crecimiento de la obesidad, representan una seria amenaza para la salud global. </p>
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<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/527683/original/file-20230523-17-w0efx3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=93%2C69%2C5008%2C3307&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/527683/original/file-20230523-17-w0efx3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/527683/original/file-20230523-17-w0efx3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/527683/original/file-20230523-17-w0efx3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/527683/original/file-20230523-17-w0efx3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/527683/original/file-20230523-17-w0efx3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/527683/original/file-20230523-17-w0efx3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/elderly-retired-woman-gray-hair-engaged-2049651398">Vaillery/Shutterstock</a></span>
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<p>En este punto de encuentro, la coexistencia de obesidad y sarcopenia –la pérdida de masa y fuerza muscular característica de personas mayores– cobra especial relevancia. Se llama obesidad sarcopénica y aumenta las probabilidades de que las personas mayores padezcan <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7253580/pdf/fendo-11-00332.pdf">enfermedades metabólicas, comorbilidades, caídas, discapacidades, enfermedades psicológicas y muerte</a>.</p>
<p>Un grupo de investigadores del <a href="https://www.food.imdea.org/">Instituto Madrileño de Estudios Avanzados IMDEA Alimentación</a> y el <a href="https://www.nia.nih.gov/">Instituto Nacional de Envejecimiento en Estados Unidos</a> acabamos de publicar un <a href="https://www.science.org/doi/10.1126/scitranslmed.adh1175">artículo de opinión colaborativo</a> indicando cuáles son los aspectos fundamentales que permitirán avanzar en las investigaciones interdisciplinares en envejecimiento y obesidad.</p>
<h2>El lugar donde se acumula la grasa y la edad importan</h2>
<p>Uno de los mensajes fundamentales es que la relación del envejecimiento y la mortalidad con la obesidad y la distribución de la grasa corporal no es simple, ni mucho menos lineal. De hecho, sabemos que cambia según la localización del tejido adiposo o grasa corporal. </p>
<p>Por ejemplo, el aumento de la adiposidad visceral (en el abdomen) constituye un fuerte indicador de mortalidad. Por el contrario, el incremento de la subcutánea se asocia <a href="https://dom-pubs.onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/dom.13050">con una disminución del riesgo</a>. En cuanto al tejido adiposo intermuscular, que también aumenta con la edad, <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4758353/">sí se vincula a un mayor peligro de fallecimiento</a>.</p>
<p>Otro factor determinante es la edad. Aunque la obesidad reduce la esperanza de vida de los individuos jóvenes y acelera el envejecimiento prematuro, <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4911707/">sabemos</a> que mantener la grasa corporal en edades avanzadas predice <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC9115768/">un aumento de la supervivencia</a>. Y del mismo modo, <a href="https://theconversation.com/uno-de-cada-cuatro-mayores-esta-en-riesgo-de-desnutricion-y-eso-los-hace-mas-fragiles-200658">la pérdida de peso no intencionada</a> en personas mayores <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4134405/">está vinculada con un mayor riesgo de morir</a>.</p>
<p>En nuestro artículo quisimos poner de manifiesto que no existen estudios específicos que determinen de manera directa el efecto de la edad sobre la obesidad. Además, animamos a la comunidad científica y las instituciones al desarrollo de trabajos que permitan seguir de forma individualizada esta patología en el tiempo, de tal modo que nos permitan esclarecer los entresijos de esa relación dinámica.</p>
<h2>Reducir la ingesta energética puede alargar la vida</h2>
<p>Desde el punto de vista biológico y fisiológico sabemos desde hace una década que ciertos procesos celulares, moleculares y neuroendocrinos modulan los procesos del envejecimiento. Se conocen como los <em>hallmarks</em> (algo así como “señas de identidad”) del envejecimiento y <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0092867422013770">han sido revisados recientemente</a>. </p>
<p>También sabemos que muchos de esos procesos son similares en la obesidad, como el daño por estrés oxidativo, la inflamación o la desregulación de los procesos de reciclaje celular o autofagia. La existencia de estos mecanismos comunes abre la puerta a pensar que estrategias utilizadas frente a la obesidad puedan a su vez ralentizar el envejecimiento y preservar la salud, o viceversa. </p>
<p>En este sentido, los cambios en hábitos alimenticios y la práctica de ejercicio físico se convierten en la primera línea de actuación. Intervenciones que reducen la ingesta energética, como la <a href="https://theconversation.com/comer-menos-podria-ayudarnos-a-vivir-mas-y-mejor-177284">restricción calórica</a> o el <a href="https://theconversation.com/es/topics/ayuno-intermitente-73641">ayuno intermitente</a>, han demostrado su potencial para extender la esperanza de vida en la mayoría de organismos con los que se ha experimentado. </p>
<p>Es muy interesante resaltar que esos beneficios fisiológicos se han observado incluso <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC5990470/">en ausencia de pérdida de peso</a> <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6221135/">o a pesar de volver a ganarlo</a>. </p>
<p>En este sentido, bajar los kilos no se enmarca como el objetivo primordial en las investigaciones que llevamos a cabo en el área del envejecimiento. De hecho, sabemos que ciertas intervenciones antienvejecimiento <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2538685">son capaces de aumentar la esperanza de vida en animales cuando éstos están alimentados con dietas ricas en grasas</a>, pero que no parece ocurrir lo mismo cuando el contexto alimenticio es estándar. Estas investigaciones ponen de nuevo de manifiesto la intrincada relación que existe entre ambos procesos.</p>
<h2>¿Y qué pasa con el ejercicio?</h2>
<p>Esa complejidad también se observa cuando se añade el ejercicio a la ecuación. Aunque de forma general la actividad física se asocia a un aumento de longevidad, <a href="https://core.ac.uk/reader/148230684?utm_source=linkout">múltiples estudios con animales</a> no han logrado conectar ambos parámetros de una forma estadísticamente significativa. </p>
<p>En cualquiera de los casos, la idea de “toda actividad y a cualquier edad suma” es la que tiene que predominar. Sus beneficios sobre la salud son incuestionables.</p>
<p>Además de los cambios en el estilo de vida, existen <a href="https://theconversation.com/como-y-cuando-se-debe-tratar-la-obesidad-con-farmacos-185157">diversos tratamientos farmacológicos para combatir la obesidad</a>. Entre ellos, los fármacos que imitan la acción de una hormona liberada por el intestino, conocida como GLP-1, están demostrando una eficacia admirable. </p>
<p>Las investigaciones recientes apuntan a que el tratamiento con <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC8947838/">estos fármacos modulan los <em>hallmarks</em> del envejecimiento</a>, llegando incluso a <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC8172568">revertir ciertos procesos del envejecimiento cerebral de animales</a>. No obstante, hasta la fecha no se ha demostrado que aumenten la longevidad.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/205868/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Alberto Díaz-Ruiz recibe fondos de:
- Comunidad de Madrid-Talento Grant (2018-T1/BMD-11966)
- Agencia Española de Investigación (AEI /10.13039/501100011033)
- Ramon y Cajal Award, Spanish Ministry of Science and Innovation (MCIN) (RYC2021-033751-I)
- RETOS Projects Program of MCIN (PID2019-106893RA-I00)
- Asociación Española contra el Cáncer AECC (IDEAS222846DIAZ).
- Fundación Ramón Areces (CIVP21S13338)</span></em></p>Nos encaminamos hacia una sociedad cada vez más obesa y envejecida, pero aún queda mucho por descubrir sobre cómo interaccionan esos dos factores a nivel fisiológico.Alberto Díaz-Ruiz, Jefe de Grupo, Laboratorio de Gerontología Celular y Molecular, IMDEA ALIMENTACIÓNLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2150142023-11-19T21:52:02Z2023-11-19T21:52:02ZCómo detectar y tratar la diástasis abdominal, un problema frecuente en mujeres embarazadas<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/560158/original/file-20231117-27-sg052g.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=982%2C43%2C4630%2C3699&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/hands-physiotherapist-checking-diastasis-recti-on-2094676414">Jordi Mora/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Al común de los mortales puede resultarle un concepto desconocido, pero seguro que muchas mujeres embarazadas que nos lean tienen por lo menos una ligera idea de lo que hablamos. ¿Ha notado un pequeño abultamiento en torno al ombligo, sobre todo al incorporarse? ¿Se ha fijado si sus músculos rectos del abdomen (los famosos “cuadraditos” que se extienden desde el hueso pubis hasta la parte inferior del tórax) están inusualmente separados?</p>
<p>Entonces podría tener diástasis abdominal, un problema que va mucho más allá de lo estético y que no es exclusiva de gestantes: esta alteración de la pared abdominal también se da en deportistas y pueden sufrirla los hombres.</p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/560159/original/file-20231117-19-2b7ial.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/560159/original/file-20231117-19-2b7ial.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/560159/original/file-20231117-19-2b7ial.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=292&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/560159/original/file-20231117-19-2b7ial.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=292&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/560159/original/file-20231117-19-2b7ial.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=292&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/560159/original/file-20231117-19-2b7ial.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=367&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/560159/original/file-20231117-19-2b7ial.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=367&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/560159/original/file-20231117-19-2b7ial.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=367&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Abdomen normal (izquierda) y abdomen con diástasis (derecha).</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-vector/diastasis-recti-3d-medical-vector-illustration-1334343155">medicalstocks/Shutterstock</a></span>
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<h2>¿En qué consiste?</h2>
<p>La diástasis abdominal es una separación de los músculos rectos del abdomen a lo largo de la línea alba. Esta línea es un tejido fascial conectivo, una especie de malla interna muy rica en colágeno que discurre verticalmente por la mitad del abdomen y mantiene unida su musculatura en la zona media del cuerpo.</p>
<p>Si aumenta el volumen o la presión abdominal, esa fascia se distorsiona, pierde elasticidad y hace que <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/34424636/">los rectos del abdomen se separen</a>, alterando la posición de los órganos pélvicos (la vejiga, el útero y el recto).</p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/560021/original/file-20231116-17-4lxqoq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/560021/original/file-20231116-17-4lxqoq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/560021/original/file-20231116-17-4lxqoq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=448&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/560021/original/file-20231116-17-4lxqoq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=448&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/560021/original/file-20231116-17-4lxqoq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=448&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/560021/original/file-20231116-17-4lxqoq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=562&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/560021/original/file-20231116-17-4lxqoq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=562&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/560021/original/file-20231116-17-4lxqoq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=562&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Diástasis Abdominal: Abombamiento de la línea alba por aumento de presión.</span>
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<p><a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/34363190/">El principal factor de riesgo es el embarazo</a>, y tienen más probabilidades de sufrir diástasis las mujeres multíparas (que han dado a luz más de una vez). También favorecen su aparición el aumento repentino de peso, la obesidad abdominal, el ejercicio inadecuado o la edad.</p>
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Leer más:
<a href="https://theconversation.com/actividad-fisica-para-gente-ocupada-el-entrenamiento-intervalico-y-los-aperitivos-de-movimiento-198688">Actividad física para gente ocupada: el entrenamiento interválico y los aperitivos de movimiento</a>
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<p>Nos enfrentamos a una diástasis abdominal cuando se manifiesta una separación de más de <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/29494833/">2,5 centímetros</a> entre los músculos rectos del abdomen en uno o más puntos a lo largo de la línea alba. Podemos encontrar esta separación a partir de 4,5 cm por encima y/o por debajo del ombligo. Y, aunque puede detectarse en reposo, es más evidente al realizar un esfuerzo abdominal. </p>
<h2>¿Hasta qué punto debe preocupar a las embarazadas?</h2>
<p>La diástasis abdominal en el embarazo es fisiológica –es decir, normal– debido al aumento del tamaño del bebé, y suele recuperarse de forma espontánea tras las primeras 6-8 semanas posparto. Sin embargo, se calcula que entre el <a href="https://www.elsevier.es/es-revista-cirugia-espanola-36-congresos-xxiii-reunion-nacional-cirugia-140-sesion-pared-abdominal-6679-comunicacion-reparacion-supraponeurotica-de-diastasis-de-80434">30 y 70 % de las gestantes la presentarán</a> pasados incluso tres meses tras dar a luz. De ahí que sea recomendable hacerse una revisión tras el período de cuarentena, para asegurarse de que se ha recuperado bien la función del abdomen.</p>
<h2>¿Cómo se detecta?</h2>
<p>Habitualmente podemos comprobarlo nosotros mismos en casa, tumbados o tumbadas boca arriba. En esta posición, debemos aumentar la presión en el abdomen, tosiendo o realizando un ejercicio abdominal. Si al hacerlo podemos introducir dos dedos o más en horizontal en la línea media del abdomen, o si aparece una protuberancia en el centro de dicha línea, deberíamos acudir al fisioterapeuta para confirmar el diagnóstico. Aunque este sea el test más habitual, <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/22810966/">la ecografía resulta más fiable</a>.</p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/560022/original/file-20231116-29-hrh5a3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/560022/original/file-20231116-29-hrh5a3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/560022/original/file-20231116-29-hrh5a3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=610&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/560022/original/file-20231116-29-hrh5a3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=610&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/560022/original/file-20231116-29-hrh5a3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=610&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/560022/original/file-20231116-29-hrh5a3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=767&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/560022/original/file-20231116-29-hrh5a3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=767&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/560022/original/file-20231116-29-hrh5a3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=767&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Diástasis abdominal: separación de los rectos del abdomen.</span>
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<h2>¿Qué consecuencias tiene para la salud?</h2>
<p>Actualmente se habla mucho del <em>core</em>: así se llama al conjunto de músculos abdominales, lumbares y pélvicos que trabajan de forma conjunta para estabilizar la postura, coordinar la respiración y permitir un movimiento eficaz. </p>
<p>El músculo más profundo del abdomen es el transverso. Conocido también como faja abdominal, se encarga de amortiguar las presiones cuando realizamos un esfuerzo. Un aumento del volumen abdominal puede producir una pérdida o disminución de dicha función, lo que repercutirá negativamente en la correcta gestión de las presiones intraabdominales. Y además empeorará la calidad de la línea alba, que experimenta un sobreestiramiento. Esto es lo que produce la separación de los rectos del abdomen.</p>
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Leer más:
<a href="https://theconversation.com/si-tengo-una-lesion-debo-acudir-al-fisioterapeuta-o-al-osteopata-213772">Si tengo una lesión, ¿debo acudir al fisioterapeuta o al osteópata?</a>
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<p>No solo es un problema estético. Al disminuir la integridad de la pared abdominal, el control mecánico y la funcionalidad también se ven alterados. Esto modifica la biomecánica del tronco, lo que puede provocar inestabilidad pélvica y cambios en la postura, generando <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/27324871/">dolor lumbar crónico y, a veces, también pélvico</a>. Además, la diástasis abdominal es un factor de riesgo importante para desarrollar <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/2149203/">una hernia abdominal, debido al deterioro de ese tejido.</a></p>
<h2>Cómo prevenirla y tratarla</h2>
<p>En la mayoría de los casos, la diástasis puede tratarse con ejercicio terapéutico pautado y personalizado por un fisioterapeuta, normalmente especializado en suelo pélvico.</p>
<p>Hasta hace pocos años, el tratamiento de elección eran unos ejercicios abdominales llamados <a href="https://theconversation.com/ayudan-a-adelgazar-y-a-reducir-la-cintura-los-ejercicios-hipopresivos-177109">hipopresivos</a>, inventados por el doctor belga Marcel Caufriez en los años ochenta. Consiste en colocar el cuerpo en una posición de autoelongación (como si quisiéramos “crecer” a lo alto, en una postura erguida) y, manteniendo ciertas posiciones específicas, hacer apneas después de haber exhalado todo el aire mientras se abren las costillas. </p>
<p>Pese a sus amplios beneficios, la evidencia científica actual reconoce que el ejercicio <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/35908286/">hipopresivo</a> con apertura de costillas no genera cambios en la línea alba ni disminuye la diástasis abdominal.
En cambio, los ejercicios de <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/30839304/">fuerza de <em>core</em> sí ayudan a cerrarla</a>, siempre y cuando la presión esté controlada. </p>
<p>Estos <a href="https://www.youtube.com/watch?v=xk7YRxyGUKo">ejercicios de fuerza</a> suelen comenzar con ejercicios de mantenimiento de posiciones y, conforme va aumentando el control muscular de los pacientes, se progresa hacia movimientos cada vez más intensos y complejos para el abdomen. </p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/559614/original/file-20231115-25-tusfxo.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/559614/original/file-20231115-25-tusfxo.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/559614/original/file-20231115-25-tusfxo.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/559614/original/file-20231115-25-tusfxo.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/559614/original/file-20231115-25-tusfxo.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/559614/original/file-20231115-25-tusfxo.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/559614/original/file-20231115-25-tusfxo.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/559614/original/file-20231115-25-tusfxo.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">Ejercicio de plancha dinámica para fortalecer el abdomen.</span>
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</figure>
<p>También se ha visto que los ejercicios especificos de <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/24268942/">fortalecimiento del musculo transverso</a> del abdomen y de la musculatura profunda del <a href="https://www.youtube.com/watch?v=bMKPi0pIcG8">suelo pélvico</a> benefician el cierre de la diástasis abdominal, sobre todo en mujeres posparto. </p>
<p>En cuanto a la <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/34363190/">prevención</a>, es importante controlar los factores de riesgo manteniendo un buen tono tanto en la musculatura profunda del abdomen como en la del suelo pélvico. Además, se recomienda realizar ejercicio moderado y controlado durante el embarazo y evitar ganar demasiados kilos durante este periodo. </p>
<p>Por último, es importante el control postural y evitar realizar esfuerzos en los que aumente la presión abdominal de forma abrupta, sin olvidar que los aumentos repentinos de peso y la obesidad aumentan las papeletas de sufrir este problema.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/215014/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>Esto es lo que debemos hacer para prevenir y corregir esta alteración de la pared abdominal. El embarazo es el principal factor de riesgo, aunque también puede producirse por exceso de peso o un ejercicio inadecuado.Beatriz Carpallo Porcar, Docente en los grados de Fisioterapia y Enfermería de la Universidad San Jorge. Investigadora sobre Condición Post Covid en el Instituto de Investigación Sanitaria de Aragón., Universidad San JorgePaula Cordova Alegre, Personal docente - investigador en los grados de fisioterapia y enfermeria de la Universidad San Jorge, Universidad San JorgeLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2161322023-11-07T18:10:35Z2023-11-07T18:10:35ZOzempic, el medicamento de moda contra la obesidad: ¿de verdad es una revolución?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/558020/original/file-20231107-19-tk9qiz.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=168%2C93%2C6062%2C4054&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/ozempic-insulin-injection-pen-cartridge-diabetics-2373173849">Natalia Varlei/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>En el último año hemos visto cómo el Ozempic ha ganado una enorme popularidad para tratar la obesidad en todo el mundo. Promocionado por actores e <em>influencers</em> a través de las redes sociales, su fama ha generado una alta demanda e, incluso, <a href="https://www.aemps.gob.es/informa/la-aemps-actualiza-las-recomendaciones-para-evitar-o-paliar-problemas-de-suministro-con-los-medicamentos-analogos-del-glp-1/">escasez de suministro</a> en algunos países. ¿Tiene sentido el revuelo que ha levantado? ¿Para quién está de verdad indicado? </p>
<h2>¿Por qué adelgaza?</h2>
<p>Denominado de forma genérica semaglutida, este fármaco es una incretina comercializada exclusivamente por el laboratorio danés <a href="https://www.novonordisk.es/">Novo Nordisk</a> bajo los nombres comerciales de Ozempic, Rybelsus y Wegovy. </p>
<p>Para explicar su funcionamiento tenemos que remontarnos a las investigaciones desarrolladas en la primera mitad del siglo XX. Con ellas se demostró que la administración oral de glucosa producía una mayor liberación de insulina que si ésta se hacía a una dosis equivalente por vía intravenosa. <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32119/">Fue en el laboratorio dirigido por el profesor W. Creutzfeldt</a> donde se descubrió, en los años setenta, la existencia de ciertos péptidos responsables de este efecto. Se les otorgó el rango de hormonas bajo la denominación de incretinas.</p>
<p>Las incretinas endógenas, como el GLP-1 (péptido similar al glucagón 1) y el GIP (péptido insulinotrópico dependiente de glucosa), se producen en las células intestinales L y K, respectivamente. Estas hormonas se liberan en el intestino tras la ingesta de alimentos y actúan directamente sobre sus receptores específicos. </p>
<p>Su diana principal es el páncreas, estimulando la liberación de insulina e inhibiendo la de otra hormona: el glucagón. Así consiguen regular los niveles de glucosa en la sangre, aunque también actúan en otros órganos. Esto hizo de las incretinas un importante recurso terapéutico en el tratamiento de la diabetes tipo 2 y, a posteriori, de la pérdida de peso.</p>
<p>En concreto, Ozempic es un análogo del GLP-1 que originariamente fue desarrollado, como otros de su mismo grupo, para tratar la diabetes tipo 2. Ahora también se ha convertido en un valioso recurso contra la obesidad. De hecho, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA), <a href="https://www.fda.gov/news-events/press-announcements/fda-approves-new-drug-treatment-chronic-weight-management-first-2014">en 2021</a>, y la Agencia Europea de Medicamentos (EMA), <a href="https://www.ema.europa.eu/en/medicines/human/EPAR/wegovy">en 2022</a>, autorizaron una nueva indicación de este fármaco para adultos con obesidad, sobrepeso o comorbilidades asociadas.</p>
<p>Este efecto se debe a que atraviesa <a href="https://theconversation.com/al-rescate-de-un-cerebro-enfermo-209850">la barrera hematoencefálica</a> y actúa en las redes nerviosas centrales que regulan la ingesta de alimentos. Así consigue disminuir el apetito y ralentizar el vaciado gástrico, lo que prolonga la sensación de saciedad y reduce las ganas de comer. </p>
<p>Además, Ozempic puede mejorar la sensibilidad a la insulina. Esto ayuda a quienes tienen resistencia a esta hormona, hecho muy común en la obesidad y la diabetes tipo 2. También conviene recordar otras acciones favorables sobre la presión arterial, la inflamación y los lípidos plasmáticos.</p>
<h2>¿Qué riesgos tiene?</h2>
<p>Como cualquier otro medicamento, Ozempic no está exento de efectos adversos. La información disponible hasta el momento describe como efectos indeseados más comunes los que se producen a nivel gastrointestinal. Entre ellos se incluyen náuseas, vómitos, diarrea, flatulencia, dispepsia e hipoglucemia. </p>
<p>Se debe tener especial precaución al prescribirlo en pacientes con retinopatía diabética e informar sobre el riesgo potencial de tumores de células C de tiroides y de pancreatitis. </p>
<p>Ozempic y Wegovy se administran por vía subcutánea una vez por semana con muy buena biodisponibilidad. Es decir, la cantidad de fármaco que llega inalterada a la sangre es casi del 90 %. Novo Nordisk también produce semaglutida para administrarlo por vía oral (Rybelsus), pero ofrece una biodisponibilidad reducida.</p>
<h2>¿Para quién estaría indicado?</h2>
<p>Actualmente, <a href="https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/obesity-and-overweight">el número de personas obesas en el mundo va en aumento</a>, hasta el punto de considerarse una pandemia. Esta patología conlleva asociadas otras enfermedades, como hipertensión arterial o diabetes tipo 2. Por ello, <a href="https://www.diariomedico.com/medicina/partir-de-un-5-10-de-perdida-de-peso-las-complicaciones-de-la-obesidad-remiten.html">la pérdida de entre el 5 % y el 10 % del peso corporal</a> es imprescindible para disminuir los riesgos de desarrollar estas comorbilidades. </p>
<p>Con ese objetivo, la FDA y la EMA han aprobado la administración subcutánea de semaglutida para reducir y mantener el peso en adultos con obesidad o sobrepeso o que sufran al menos una de las patologías relacionadas, como hipertensión arterial, diabetes tipo 2 o colesterol elevado. </p>
<p>En todo caso, este tratamiento siempre es el complemento a una dieta baja en calorías y un aumento de la actividad física. Es decir, debe llevar asociados cambios de hábitos en estos dos ámbitos de nuestra vida.</p>
<h2>Solo con receta</h2>
<p>En la actualidad, <a href="https://theconversation.com/como-y-cuando-se-debe-tratar-la-obesidad-con-farmacos-185157">las opciones terapéuticas para perder kilos</a> son escasas, por lo que el impacto positivo de Ozempic ha despertado un gran interés en la comunidad médica y entre la población en general. Sin embargo, es inútil tratar de luchar frente a la obesidad si los hábitos dietéticos o la falta de actividad física que la desencadena no se corrigen. En España, por ejemplo, este fármaco se dispensa sólo con receta médica y habitualmente en la diabetes de tipo 2.</p>
<p>Según el grupo de expertos que ha elaborado el <a href="https://www.aemps.gob.es/medicamentosUsoHumano/informesPublicos/docs/2023/IPT-148-Wegovy-semaglutida.pdf">Informe de Posicionamiento Terapéutico</a>, la pérdida de peso con Ozempic después de 60-68 semanas se detiene o se estabiliza. Si se retira el tratamiento, el paciente puede volver a ganar los kilos perdidos. Eso significa que se requeriría un uso continuado para mantener estable esa reducción, aunque desconocemos si existen efectos adversos a largo plazo.</p>
<p>El “fármaco milagro” con el que se consigue perder peso de forma rápida y sin ningún esfuerzo no existe. En la obesidad es imprescindible la supervisión médica; lo contrario resulta ser un autoengaño y un riesgo para la salud.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/216132/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>María Josefa García Barrado no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Originalmente indicado para personas con diabetes, este fármaco produce importantes pérdidas de peso provocando sensación de saciedad. En todo caso, siempre tiene que administrarse como complemento a la dieta y el ejercicio y con receta médica.María Josefa García Barrado, Profesora titular de Farmacología, Facultad de Medicina, Universidad de SalamancaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2088602023-09-25T20:56:55Z2023-09-25T20:56:55ZObesógenos: las sustancias químicas que nos engordan y están por todas partes<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/549526/original/file-20230921-20-h0jssg.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=482%2C120%2C7340%2C5203&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/fat-man-exercising-by-walking-burn-1979420852">BELL KA PANG/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Cuando oímos las palabras “obesidad” o “sobrepeso”, automáticamente pensamos en comida poco saludable y, como mucho, en sedentarismo. Pero hay otro factor tan poco conocido como omnipresente que nos puede estar provocando un aumento de peso a pesar de llevar una vida sana. </p>
<p>Porque en los últimos años se ha demostrado que determinados compuestos químicos presentes en el ambiente también pueden tener un papel en el desarrollo de sobrepeso u obesidad en la población. Llamados obesógenos, producen un aumento de la masa del tejido adiposo blanco o masa grasa solo con exponernos a ellos a través de la ingesta (dieta), por contacto o mediante inhalación de aire contaminado.</p>
<p>A día de hoy, en torno a <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/35395240/">50 productos químicos</a> han sido catalogados como obesógenos o potenciales obesógenos. Entre ellos están el famoso <a href="https://theconversation.com/es/topics/bisfenol-a-88125">bisfenol A</a>, los bifenilos policlorados, los ftalatos, los éteres de polibromodifenilos, las sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas, los parabenos, la acrilamida, los alquilfenoles, el dibutilestaño o algunos metales pesados como el cadmio y el arsénico. Forman parte de muchos productos que usamos diariamente (detergentes, alimentos, envases de plástico, ropa, cosméticos…), lo que complica evadir sus efectos. </p>
<h2>Alteraciones en el tejido adiposo, las hormonas y la microbiota</h2>
<p>¿Y cómo nos engordan? En realidad, estas sustancias no provocan obesidad por sí mismas, sino que promueven el exceso de peso mediante <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0006295222001095">diferentes mecanismos</a>. Por ejemplo, favorecen la proliferación y la diferenciación de adipocitos. O, dicho de otro modo, incrementan el número y tamaño de esas células encargadas de acumular grasa. </p>
<p>Tal aumento en el tejido adiposo blanco puede contribuir a la obesidad y las enfermedades metabólicas relacionadas mediante reacciones de inflamación y estrés oxidativo, susceptibles a su vez de provocar la acumulación de glucosa y de ácidos grasos en diversos órganos, especialmente el hígado.</p>
<p>Así mismo <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/37240215/">se ha observado</a> que la exposición a sustancias obesógenas puede alterar la acción de hormonas –como las sexuales o las tiroideas– relacionadas con la diferenciación de las células adiposas, la ganancia del peso y el metabolismo. </p>
<p>Y por si fuera poco, la <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0006295222001095">microbiota intestinal</a> también puede verse afectada por la acción de estos compuestos. Hablamos de millones de bacterias que regulan la absorción de lípidos, entre otras funciones, por lo que su deterioro puede provocar enfermedades metabólicas como la diabetes tipo 2 o la obesidad. </p>
<h2>El efecto de los obesógenos incluso antes de nacer</h2>
<p>Los potenciales efectos de los obesógenos varían según el momento en el que se produce la exposición. Las fases más vulnerables son las más tempranas de la vida: la etapa fetal y la primera infancia, cuando el desarrollo es muy rápido y coordinado. Por eso, la alteración de este proceso tan sensible puede tener un impacto en nuestra salud a largo plazo. </p>
<p>Es lo que explica la <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1111/j.1365-2796.2007.01809.x">Hipótesis de los Orígenes de la Salud y Enfermedad en el Desarrollo</a> (o hipótesis DOHaD). Según postula, el ambiente que rodea a una persona durante su desarrollo temprano puede provocar cambios fisiológicos que la hagan más vulnerable a ciertas enfermedades a lo largo de su vida. Dichas modificaciones pueden persistir incluso cuando el “estresor” ya no está presente.</p>
<p>¿Y esto puede suceder en el caso de la obesidad? Pues la <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/30044726/">evidencia científica</a> parece indicar que sí. La exposición a los citados tóxicos durante momentos críticos del desarrollo es capaz de promover <a href="https://www.genome.gov/es/genetics-glossary/Epigenetica">cambios epigenéticos</a>, o sea, modificaciones en el ADN que no afectan a la secuencia del mismo. Esto puede cambiar la expresión de los genes y, por consiguiente, las funciones de las células, lo que aumentaría la susceptibilidad de desarrollar obesidad y otras enfermedades metabólicas. </p>
<p>Pero aún hay más. En estudios realizados con animales se ha observado que estas modificaciones pueden ser <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/36060120/">transmitidas a las generaciones posteriores</a>. Es decir, los cambios se “heredan” de padres/madres a hijos/as.</p>
<h2>Estategias (individuales y colectivas) para evitarlos</h2>
<p>Sabiendo todo esto, ¿qué podemos hacer para <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/34409721/">eludir la exposición a los obesógenos</a>? Aunque, como hemos comentado, convivimos con ellos en nuestro día a día, algunas prácticas a nivel individual pueden ayudarnos a sortearlos. He aquí algunos consejos:</p>
<p>-No fumar.</p>
<p>-Disminuir el consumo de alimentos y bebidas envasados.</p>
<p>-Reducir el uso de plásticos, así como de ciertos cosméticos y lociones.</p>
<p>-Limitar el consumo de alimentos con pesticidas.</p>
<p>-Reciclar y reutilizar todo lo que podamos. </p>
<p>Por otro lado, las autoridades de salud pública y de medio ambiente deberían desarrollar <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/34409721/">estrategias políticas</a> para disminuir la exposición de la población a estas sustancias, también poniendo foco en las desigualdades sociales en salud. </p>
<p>Junto a esto, es necesario seguir investigando sobre los efectos de los obesógenos. Así se podrán tomar con conocimiento de causa las decisiones que nos afectarán a todos y todas, a los que estamos y a los que vendrán.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/208860/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Raquel Soler Blasco recibe fondos del Ministerio de Universidades, de la Unión Europea-Next generation EU y del Consejo General de Enfermería.
</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Sabrina Llop recibe fondos del Instituto de Salud Carlos III, Unión Europa, Generalitat Valenciana y CIBERESP</span></em></p>Ciertos compuestos químicos que forman parte de envases, cosméticos, detergentes o los propios alimentos pueden tener un papel en el aumento del sobrepeso o la obesidad de la población. Aquí explicamos cómo actúan y qué podemos hacer para evitarlos.Raquel Soler Blasco, Investigadora postdoctoral en Salud Ambiental, Universitat de ValènciaSabrina Llop, Investigadora postdoctoral Miguel Servet, FisabioLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2082082023-09-04T17:58:58Z2023-09-04T17:58:58Z¿Comemos con los ojos? Ver fotografías de alimentos también puede producir saciedad<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/544222/original/file-20230823-19-df2rt1.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=296%2C89%2C5694%2C3898&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/photo-shooting-food-on-mobile-phone-2160915375">Rinik/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Actualmente, uno de los mayores desafíos a los que se enfrenta la humanidad es la obesidad, que ha adquirido tintes de epidemia: <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/34906346/">se estima que 650 millones</a> personas están afectadas a nivel mundial. Uno de los principales motivos es que <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/35879462">consumimos más calorías de las que necesitamos</a>. Y buena parte de ellas proceden de alimentos poco saludables, a los que es difícil resistirse.</p>
<h2>Comer por comer</h2>
<p>De hecho, cada vez más gente basa su alimentación en el placer que le produce, y no por necesidad fisiológica. Este fenómeno, que se conoce como hambre o apetito hedónico, sucede cuando el deleite generado por la comida sobrepasa la sensación de saciedad, provocando un gran estimulo del apetito –a veces compulsivo– que altera nuestras conductas alimentarias. Además, se sabe que <a href="https://theconversation.com/no-es-falta-de-voluntad-nuestra-predisposicion-a-almacenar-energia-es-la-principal-culpable-de-la-obesidad-210307">los alimentos ricos en grasas y azúcares potencian este mecanismo</a>. </p>
<p>El hambre se define como el ansia o la necesidad urgente de comer. Sin embargo, la regulación del apetito y el comportamiento alimentario es un proceso muy complejo donde interaccionan dos tipos de factores: internos, controlados por señales hormonales y moleculares del intestino, el tejido adiposo o el <a href="https://theconversation.com/lo-que-pensamos-y-sentimos-afecta-a-la-microbiota-y-viceversa-192960">eje cerebro-intestino</a>; y externos, basados principalmente en el <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/4886532/">aprendizaje</a> producido por las señales generadas al ingerir el alimento. </p>
<p>En este segundo caso intervienen elementos tanto emocionales, culturales y sociales como la pura búsqueda de placer. Sentimos <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/29226823/">un gozo subjetivo al comer</a>: disfrutamos con la presentación de un plato, un aroma o una textura. Incluso nos agradan los colores que vemos o los sonidos que produce su ingesta. Las <a href="https://www.elsevier.es/es-revista-endocrinologia-diabetes-nutricion-13-articulo-influencia-multisensorial-sobre-conducta-alimentaria-S2530016417302537">percepciones sensoriales</a> van a reforzar ese placer, aumentando la probabilidad de repetir. </p>
<h2>Hambre a la vista</h2>
<p>El sentido de la vista participa directamente en este mecanismo. Se sabe que mirar una comida o su fotografía es suficiente <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/18045735/">para iniciar el proceso fisiológico de la alimentación</a>: aumenta la salivación, activa la secreción de ácido gástrico, bilis y enzimas digestivas e incluso fomenta la liberación de hormonas como la insulina, la colecistoquinina o la grelina a la sangre. Pero ante todo, desata el deseo por llevarse el manjar a la boca. </p>
<p>En definitiva, lo que percibimos por los ojos, aunque sea solo su representación, influye directamente en nuestra conducta alimentaria. De hecho, un <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/26644270/">reciente metaanálisis</a> concluyó que la exposición a las señales visuales de la comida tiene los mismos efectos efectos que la comida real o los estímulos olfativos. </p>
<p>En esta misma línea, varios estudios han demostrado cómo percibir imágenes de alimentos –incluyendo la forma, color, tamaño de la porción y presentación– activa las áreas del cerebro involucradas en la <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/15703257/">percepción del gusto y el procesamiento de recompensas</a>, afectando directamente a la regulación del <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/29226823/">apetito y la saciedad</a>.</p>
<h2>Dese un atracón (solo) digital</h2>
<p>Internet, y especialmente las redes sociales, ponen constantemente delante de nuestros ojos imágenes de platos muy apetitosos y con apariencia impecable. Y esto, unido a la facilidad actual de acceso a la comida, <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/26791177/">podría estar agravando los problemas de la obesidad</a> a los que nos enfrentamos. </p>
<p>Pero este bombardeo también podría convertirse en un aliado para controlar la conducta alimentaria, como han demostrado <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/36528255/">Tjark Andersen y sus colaboradores</a>. <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/26432045/">Algunos autores</a> incluso han sugerido de manera preliminar que el consumo de retratos de alimentos aumenta la saciedad. ¿Cómo es esto posible? </p>
<p>Piense en un alimento que le apetezca mucho, busque fotos de él en internet y, mientras las mira, imagine que se lo come. Así engañará al cerebro al estimular las mismas áreas que se activarían con, pongamos, una chocolatina real.</p>
<p>Estas son las conclusiones <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/36528255">de un estudio reciente</a>, según el cual ver imágenes repetidas (unas treinta veces) e imaginar un alimento aumenta la saciedad y reduce el deseo de ser consumido cuando se compara con la experiencia de los participantes que visualizaron la foto solamente tres veces. Experimentos anteriores <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/21148388/">apuntaban en la misma dirección</a>.</p>
<p>En definitiva, y a la espera de nuevos estudios que lo ratifiquen, podríamos hallarnos ante una novedosa estrategia dietética con impacto positivo a largo plazo sobre el control del peso y las conductas alimentarias. Entonces, la expresión “comer con los ojos” dejaría de ser una simple metáfora.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/208208/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>El simple hecho de mirar imágenes de comida nos abre el apetito y activa los resortes fisiológicos de la ingesta, pero, como sugieren recientes estudios, también podría quitarnos las ganas de comer.Sofía Pérez Calahorra, Doctora en Ciencias de la salud. Profesora en Grado de Enfermería. Investigadora postdoctoral IIS Aragón y Universidad de Zaragoza., Universidad de ZaragozaCarmen Rodrigo Carbó, Investigadora predoctoral grupo dislipemias primarias, Universidad de ZaragozaItziar Lamiquiz Moneo, Profesor ayudante doctor de Neuroanatomia e investigador de la unidad de lípidos del Miguel Servet , Universidad de ZaragozaRocío Mateo Gallego, Profesora en el Grado de Nutrición H. y Dietética (Dpto. de Enfermería y Fisiatría), Universidad de ZaragozaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2103072023-07-31T13:32:05Z2023-07-31T13:32:05ZNo es falta de voluntad: nuestra predisposición a almacenar energía es la principal culpable de la obesidad<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/539268/original/file-20230725-18-q4kc9e.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C4218%2C2941&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">shutterstock</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/overweight-guy-take-hard-food-like-377376718">Lucky Business/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>El sobrepeso y la obesidad suponen un problema global que afecta a <a href="https://www.who.int/activities/controlling-the-global-obesity-epidemic">centenares de millones de personas en todo el mundo</a>. Y la explicación no es tan simple como una falta generalizada de voluntad y autocontrol: hay raíces biológicas más profundas que contribuyen al problema.</p>
<p>Partamos de la base de que nuestros ancestros evolucionaron a partir de unas condiciones en las que el acceso a la comida era limitado. La alimentación de los homínidos dependía de la capacidad para recolectar y para cazar. Esto implicaba mantener una actividad nómada dependiente de dónde crecían ciertas plantas comestibles y de los movimientos de las manadas de animales que cazaban. </p>
<p>Por otro lado, gran parte de nuestra historia transcurre en cuatro épocas de glaciaciones en las que carecer de nutrientes podía ser relativamente común. Así que nuestro organismo se adaptó a la ingesta de alimento en época de abundancia y a ayunos más o menos prolongados en épocas de carestía. Y lo hizo almacenando <a href="https://www.annualreviews.org/doi/10.1146/annurev-nutr-080508-141048">energía en forma de grasa con vistas a los momentos de escasez</a>. </p>
<p>Este sería un rasgo maravilloso de nuestra especie si no fuera porque ya no hay manadas de animales a los que perseguir, ni tampoco tenemos que dar largas caminatas en busca vegetales y frutas. La agricultura y la ganadería lo han cambiado todo. El esfuerzo que necesitamos hacer para alimentarnos se limita a ir a una tienda o supermercado, abrir el frigorífico, poner la sartén con comida en el fuego o, incluso, calentar el plato de comida en un microondas en apenas un minuto. </p>
<p>Si a todo ello le sumamos la pandemia de sedentarismo que sufrimos, llegamos a una situación en la que ingerimos mucho más de lo que nuestro organismo necesita a la vez que consumimos demasiado poco. El resto lo hace nuestra biología, que tiende a almacenar “por si las moscas”. </p>
<h2>Con los ultraprocesados, el estómago apenas trabaja</h2>
<p>Pero aún hay más. Con la facilidad para procesar alimentos gracias a la industria agroalimentaria, cada vez ingerimos nutrientes con mayor capacidad de absorción, por lo que nuestro estómago ni siquiera tiene porqué hacer grandes esfuerzos para convertirlos en nutrientes fácilmente asimilables a través del intestino. </p>
<p>Estos alimentos ultraprocesados contienen altas cantidades de azúcares, grasas y sales. Y su ingesta, <a href="https://www.bmj.com/content/379/bmj-2022-071767">incluso por parte de la madre durante la gestación</a>, ha sido considerada un riesgo para desarrollar sobrepeso y obesidad. </p>
<p>De hecho, <a href="https://www.fertstert.org/article/S0015-0282(17)30223-6/fulltext">los estudios identifican como principales causantes del incremento de la obesidad a dietas hipercalóricas, generalmente muy baratas, y la reducción de la actividad física</a>. </p>
<h2>Un ciclo vicioso</h2>
<p>No se trata solo de una cuestión estética: hay mucho en juego, especialmente la salud. El gran problema de la obesidad radica en el desequilibrio que produce en todo el organismo, sobrecargando la regulación metabólica. De hecho, <a href="https://www.mdpi.com/1422-0067/24/12/9818">uno de sus más conocidos efectos es la diabetes tipo 2</a>, que reduce la respuesta a la insulina incrementando así la glucemia en sangre. Esto, a su vez, <a href="https://www.diabetes.org.uk/guide-to-diabetes/complications">aumenta el riesgo de sufrir infartos, problemas circulatorios, neuronales, renales, inflamatorios y visuales entre otros</a>. </p>
<p>Otro de sus efectos más claros consiste en la <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0033062023000518?via%3Dihub">sobrecarga del sistema cardiovascular, que acaba produciendo fallo cardiaco</a>. Ni que decir tiene que el desequilibrio producido por la obesidad también conduce a respuestas anómalas del sistema inmunitario que provocan <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0889855323000389">deficiencias frente a las infecciones víricas y bacterianas</a>. </p>
<p>A esto se le suma que a veces existen defectos hormonales como por ejemplo la <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1046/j.1467-789x.2001.00017.x">reducción de los niveles de leptina, la hormona que controla el apetito, y de los sistemas que la regulan</a>. Esto puede aumentar la sensación de hambre y hacernos <a href="https://www.nature.com/articles/ijo2013126">ingerir un exceso de alimentos, aunque no los necesitemos</a>. Sin olvidar el importante papel de la <a href="https://www.jstage.jst.go.jp/article/cpe/15/1/15_1_1/_article">leptina en el control de múltiples procesos, desde el crecimiento hasta el ciclo menstrual o el sistema inmunitario</a>.</p>
<p>Por ello, <a href="https://bmcpediatr.biomedcentral.com/articles/10.1186/s12887-020-1982-9">sobrealimentar a los niños desde muy pequeños puede llevar a un desequilibrio en la sensación de hambre que conduce al sobrepeso y a la obesidad</a> sin que se den cuenta. Esas cucharaditas forzadas de papillita en exceso pueden estar generando un gran problema. </p>
<h2>Los hábitos de vida importan, y mucho</h2>
<p>Por tanto, si conocemos que nuestro organismo está predispuesto a almacenar grasa fácilmente, y que los sistemas de regulación de la ingesta se pueden descompensar sobrealimentando en la infancia e incluso durante la gestación, no podemos obviar que poniendo algo de nuestra parte ayudamos a controlar la situación. Sin que eso suponga ignorar <a href="https://www.cdc.gov/genomics/resources/diseases/obesity/obesedit.htm">que existen problemas de obesidad relacionados con el complejo sistema genético que controla el metabolismo</a>. </p>
<p>Cuando no existen esos problemas genéticos, si mejoramos los hábitos alimenticios de los niños, además de los hábitos de lo padres, e incrementamos la actividad física, simplemente por una cuestión de termodinámica, la cantidad de grasa se adaptará a las necesidades del organismo. Podemos estar predispuestos genéticamente a ser obesos, pero también podemos intentar controlar los sistemas que regulan la acumulación de grasa en nuestro cuerpo controlando la ingesta y el gasto calórico. </p>
<p>No olvidemos la cantidad de efectos perjudiciales que producen el sobrepeso y la obesidad, desde problemas de motilidad y estructura ósea a metabólicos, inmunitarios e incluso cognitivos. No es desdeñable hacer un esfuerzo. </p>
<p>Una ingesta más moderada y de mayor calidad nutricional siempre ayudará, sea cual sea nuestra predisposición genética.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/210307/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Guillermo López Lluch es miembro de la Sociedad Española de Biología Celular, la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular, la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, la Society for Free Radical Research y presidente de la International Coenzyme Q10 Association. Las investigaciones realizadas por el autor están financiadas por fondos públicos provenientes del Gobierno de España o del Gobierno Autonómico de Andalucía</span></em></p>El sobrepeso y la obesidad afectan a centenares de millones de personas en todo el mundo. Y la explicación no es tan simple como una falta generalizada de voluntad y autocontrol: hay raíces biológicas más profundas.Guillermo López Lluch, Catedrático del área de Biología Celular. Investigador asociado del Centro Andaluz de Biología del Desarrollo. Investigador en metabolismo, envejecimiento y sistemas inmunológicos y antioxidantes., Universidad Pablo de OlavideLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2090962023-07-10T20:07:10Z2023-07-10T20:07:10Z¿Son los edulcorantes nocivos para la salud?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/536250/original/file-20230707-15-x62shn.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C41%2C4000%2C2616&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/choice-sweetener-tablets-regular-sugar-alternative-1015372144">ADragan / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Las últimas publicaciones científicas sobre el <a href="https://www.nature.com/articles/s41591-023-02223-9">peligro del eritritol</a> y el <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/37323037/">aspartamo</a>, así como la <a href="https://www.who.int/news/item/15-05-2023-who-advises-not-to-use-non-sugar-sweeteners-for-weight-control-in-newly-released-guideline">ineficacia de los edulcorantes sobre el control de peso</a>, han generado cierta alarma en la sociedad sobre el consumo de estos productos.</p>
<p>El mensaje principal de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de la comunidad médica y científica es que debemos acostumbrarnos a reducir el dulzor de nuestra dieta para evitar desarrollar problemas cardiovasculares, caries y sobrepeso. </p>
<p>Las <a href="https://www.who.int/publications/i/item/9789241549028">recomendaciones actuales</a> abogan por no superar el 10 % de energía diaria de azúcares libres e, idealmente, el 5 %. Esto implica consumir no más de 200 kcal –o 50 gramos por cada 2 000 kcal diarias– de azúcares añadidos a alimentos y bebidas, así como de azúcares naturalmente presentes en siropes, miel, zumos y purés de fruta.</p>
<h2>¿Es segura la ingesta de edulcorantes artificiales?</h2>
<p>Cualquier edulcorante, tanto de origen natural como artificial, que hoy se usa en alimentación ha sido aprobado por la <a href="http://www.efsa.europa.eu/en/topics/topic/sweeteners">Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA)</a>. Esto garantiza que es seguro, siempre y cuando no se sobrepasen los límites tolerables. </p>
<p>Sin embargo, varias investigaciones han hecho dudar sobre sus riesgos para la salud en las últimas décadas. Algunos de estos <a href="https://journals.sagepub.com/doi/10.1177/0394632015586134">estudios</a> reportaron un aumento significativo de cáncer de vejiga en ratas tras la ingesta de altas dosis de sacarina. Tiempo después se comprobó que el metabolismo de ese producto es específico de la especie y que los tumores se debían a un mecanismo no aplicable en humanos.</p>
<p>Otros <a href="https://www.who.int/publications/i/item/9789240046429">trabajos</a> realizados en personas concluyen que no existe asociación entre diversos tipos de cáncer y el consumo de edulcorantes artificiales como el aspartamo, el acesulfamo potásico o el ciclamato de sodio. Actualmente están aprobados en las dosis recomendadas por las agencias de seguridad alimentaria europea y estadounidense. </p>
<p>Este uso incluye su adición como ingrediente en medicamentos y productos de higiene bucal o alimentarios, excepto los que ingieren bebés y niños pequeños. No obstante, basándose en nuevas evidencias, la OMS está reevaluando el caso del <a href="https://www.reuters.com/business/healthcare-pharmaceuticals/whos-cancer-research-agency-say-aspartame-sweetener-possible-carcinogen-sources-2023-06-29/">aspartamo</a>.</p>
<p>Aunque hay nuevos edulcorantes sobre los que tenemos menos información, podemos confiar en que, en las dosis adecuadas y en ausencia de enfermedades metabólicas específicas, tomar los productos aprobados para el consumo humano no implica riesgos para la salud.</p>
<h2>¿Pueden ayudar a controlar la diabetes, el apetito y el peso?</h2>
<p>Por otra parte, los edulcorantes han ido ganando terreno en el ámbito de las dietas para perder peso y para la diabetes, ya que no aportan calorías y poseen un mayor poder endulzante que la sacarosa (azúcar).</p>
<p>Hasta la reciente opinión de la <a href="https://www.who.int/news/item/15-05-2023-who-advises-not-to-use-non-sugar-sweeteners-for-weight-control-in-newly-released-guideline">Organización Mundial de la Salud</a>, donde se afirma que no ayudan a controlar el peso corporal, otras publicaciones científicas concluían que, en general, <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/31928558/">sí pueden resultar una buena estrategia nutricional</a> en este tipo de dietas, aunque no todas las personas responden por igual. En concreto, su éxito depende de que se consuman como parte de una dieta equilibrada y un estilo de vida saludables.</p>
<p>Esto podría explicar los resultados incongruentes citados en la <a href="https://www.who.int/publications/i/item/9789240046429">revisión de la OMS</a> entre los ensayos clínicos controlados y los estudios observacionales. En estos últimos, los sujetos de investigación no están condicionados a seguir una dieta de sustitución completa del azúcar, cosa que sí sucede en muchos de los ensayos clínicos. </p>
<p>Otro factor podría ser que en los estudios poblacionales suelen incluirse personas que ya padecen una patología de base. Eso hace difícil dilucidar el efecto propio de los edulcorantes frente al de las enfermedades subyacentes.</p>
<h2>Nuevos resultados e investigaciones en marcha</h2>
<p>La Unión Europea ha financiado, dentro del programa Horizonte 2020, el <a href="https://sweetproject.eu/">estudio SWEET</a>, cuyo objetivo es revisar la evidencia sobre beneficios y riesgos del uso de edulcorantes. </p>
<p>El consorcio europeo SWEET, que está coordinado por la Universidad de Liverpool y cuenta con 29 socios entre universidades, hospitales, centros tecnológicos y empresas, ha investigado durante los últimos años algunos edulcorantes y potenciadores del dulzor (EyPD) más allá de la sacarina y el aspartamo.</p>
<p>Ahora se comienzan a publicar los primeros resultados, como los del <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0195666323000685">estudio Bebidas</a>, liderado por la Universidad de Navarra. Este examinaba el impacto agudo de tres mezclas de EyPD sobre la respuesta glucémica, el consumo de comida y las sensaciones de apetito y seguridad después de tomar un desayuno rico en hidratos de carbono.</p>
<p>Comparado con un grupo de control de sacarosa, todas las mezclas de EyPD consiguieron reducir el pico de insulina tras el consumo del desayuno. Además, dos de ellas (estevia Reb A-taumatina y sucralosa-Ace-K) también redujeron el pico de glucosa, lo que supone un beneficio para la salud. Así pues, el estudio concluyó que las respuestas a una comida rica en carbohidratos después de consumir bebidas edulcoradas con estevia o sucralosa mejoraron frente a la sacarosa. </p>
<p>Actualmente, el consorcio SWEET está llevando a cabo la segunda fase de ensayos clínicos a corto y medio plazo, donde se examina el efecto de mezclas de EyPD en productos sólidos. Como parte de estos ensayos, la Universidad de Navarra lidera el estudio Yogures para dilucidar el impacto de dos EyPD incorporados a un yogur tipo griego sobre marcadores de salud, sensaciones corporales y aceptación entre el público. Este estudio continuará abierto hasta septiembre del 2023. Seguiremos informando.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/209096/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Santiago Navas Carretero recibe fondos de Gobierno de Navarra y del programa Europeo Horizon 2020. </span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Eva Almirón Roig recibe fondos del Gobierno de Navarra y del programa Europeo Horizon 2020. Ha colaborado como miembro experto del International Life Sciences Institute, entre 2018-2020. </span></em></p>Existe cierto desconcierto sobre los verdaderos efectos de edulcorantes como el eritritol, la estevia o el aspartamo, y si realmente ayudan a perder peso o controlar la diabetes. Esto es lo que se sabe hasta el momento.Santiago Navas Carretero, Associate research scientist. Miembro del CIBERobn (Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición), Universidad de NavarraEva Almirón Roig, Investigadora en Conducta Alimentaria, Universidad de NavarraLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2068002023-06-04T20:11:20Z2023-06-04T20:11:20ZCuanto más rápido perdemos peso, más rápido lo recuperamos: ¿verdadero o falso?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/529940/original/file-20230604-64885-87apke.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=432%2C0%2C5106%2C3890&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/top-view-pretty-slim-woman-measure-1038003868">VGstockstudio/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Cuando una persona decide que ha llegado el momento de perder peso, suele mostrarse ansiosa por ver resultados rápidos. A veces porque se aproxima algún acontecimiento en el que le preocupa lucir figura, y otras porque pretende aliviar problemas de salud o molestias cuanto antes. </p>
<p>Pero las directrices de los expertos suelen recomendar una pérdida de peso más lenta para el tratamiento de la obesidad. Una pauta que coincide con la opinión generalizada de que la pérdida rápida de peso se recupera también más rápidamente. </p>
<p>En general, se considera que perder peso lentamente es mejor para la salud y más sostenible. Pero ¿gana realmente la carrera de la pérdida de peso la lentitud y la constancia? ¿O la pérdida de peso rápida es igual de eficaz y segura?</p>
<p>Antes de nada, definamos ambos conceptos. Se considera pérdida de peso lenta <a href="https://www.betterhealth.vic.gov.au/health/healthyliving/weight-loss-a-healthy-approach">deshacerse de 0,5 a 1 kilogramo cada semana</a>. Por el contrario, hablamos de <a href="https://medlineplus.gov/ency/patientinstructions/000885.htm#:%7E:text=Rapid%20weight%20diet%20is,a%20week%20over%20several%20weeks.">pérdida de peso rápida</a> cuando perdemos más de 1 kilo a la semana durante varias semanas.</p>
<h2>¿Qué dicen los estudios sobre la pérdida rápida de peso?</h2>
<p>Hace unos años, científicos de la Universidad de Melbourne (Australia) llevaron a cabo un <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/25459211/">estudio</a> basado en 200 personas asignadas al azar a una pérdida de peso rápida o lenta –12 semanas frente a 36 semanas–. Su objetivo era común para todos: conseguir una reducción de peso del 15 %. </p>
<p>El grupo de adelgazamiento rápido siguió una dieta muy hipocalórica con sustitutivos de las comidas –como batidos, barritas y sopas– tres veces al día. Al grupo de pérdida de peso lenta se le aconsejó seguir la <a href="https://www.eatforhealth.gov.au/guidelines/australian-guide-healthy-eating">Guía Australiana de Alimentación Saludable</a> con el objetivo de ingerir 500 calorías menos de las que utilizaban como energía (creando un déficit calórico) cada día. También utilizaron uno o dos sustitutos de comida al día.</p>
<p>Alrededor del 50 % del grupo de pérdida de peso lenta y el 81 % del grupo de pérdida de peso rápida consiguieron perder un 12,5 % o más de peso durante este tiempo. </p>
<p>Tras esta fase inicial, los que habían perdido un 12,5 % o más se sometieron a una dieta de mantenimiento del peso durante aproximadamente 2,75 años. A los tres años, el 76 % de los del grupo de pérdida de peso lenta y el mismo porcentaje de los del grupo de pérdida de peso rápida habían recuperado el peso perdido. Es decir, según esa investigación daba igual si habían perdido peso lenta o rápidamente. </p>
<p>Sin embargo, en otro <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S2405844020308513#bib17">estudio</a> realizado en 101 mujeres posmenopáusicas se observó que la pérdida rápida de peso daba mejores resultados que el grupo de pérdida lenta de peso a los tres años. </p>
<h2>La báscula no lo es todo</h2>
<p>Claro que, para valorar si conviene perder peso de forma lenta o rápida, hay otros factores a tener en cuenta aparte de la pérdida de peso. Entre ellos, los cambios en la composición corporal y la densidad mineral ósea.</p>
<p>En ellos se fijó hace poco un gran <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32576318/">metaanálisis</a> norteamericano e iraní. Combinando los resultados de todos los estudios anteriores sobre el tema constató que, aunque el número de kilos perdidos era similar en ambos enfoques, la pérdida de peso lenta produjo mejores resultados que la rápida en lo que respecta al metabolismo o a la cantidad de calorías que quemamos en reposo. </p>
<p>De entrada, no hubo diferencias en la cantidad de masa libre de grasa o masa muscular perdida entre los grupos de pérdida de peso lenta y rápida. Sin embargo, la pérdida de peso lenta se tradujo en una mayor reducción de la masa grasa y, por tanto, en una mejor relación entre grasa y músculo.</p>
<p>Para colmo, la pérdida de peso rápida provoca <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S2405844020308513#bib17">el doble de pérdida ósea</a> y expone a la persona a un mayor riesgo de huesos frágiles u osteoporosis.</p>
<h2>¿Alta en proteínas, baja en grasas o alta en carbohidratos?</h2>
<p>Las investigaciones demuestran que no importa qué tipo de dieta de macronutrientes se siga: dieta moderada o alta en proteínas, dieta baja o alta en carbohidratos, dieta baja o alta en grasas. Todos los enfoques dietéticos consiguen <a href="https://www.nejm.org/doi/full/10.1056/NEJMoa0804748">resultados de pérdida de peso</a> similares. </p>
<p>Lo mismo puede decirse de otras estrategias de moda para reducir las calorías de la dieta, como el ayuno intermitente. Las <a href="https://www.nejm.org/doi/full/10.1056/NEJMoa2114833">investigaciones</a> han demostrado que este tipo de dietas no consiguen mejores resultados de pérdida de peso que cualquiera de sus predecesoras. Esto se debe a que nuestro cuerpo es extremadamente bueno en <a href="https://theconversation.com/whats-the-weight-set-point-and-why-does-it-make-it-so-hard-to-keep-weight-off-195724">protegerse contra la pérdida de peso</a>. </p>
<p><div data-react-class="Tweet" data-react-props="{"tweetId":"1646507592527806469"}"></div></p>
<h2>Cuando quiera perder peso considere…</h2>
<p><strong>Su metabolismo</strong></p>
<p>Cuando perdemos grandes cantidades de peso, nuestra tasa metabólica en reposo –la energía que quemamos en reposo– disminuye. Mantener alta la tasa metabólica en reposo es esencial para no engordar. Desafortunadamente, una vez que disminuye, la tasa metabólica en reposo no vuelve al nivel que tenía antes de la dieta. Ni siquiera <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1002/oby.21538">después de recuperar peso</a>.</p>
<p>Sin embargo, las investigaciones han confirmado que <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32576318/">la pérdida de peso lenta</a> preserva la tasa metabólica en reposo en comparación con la pérdida de peso rápida. Y lo mismo sucede con un programa de pérdida de peso <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S2161831323002867?via%3Dihub">que incluya ejercicio</a> en lugar de uno que se centre únicamente en la dieta.</p>
<p><strong>Efectos secundarios</strong></p>
<p>Aunque las dietas restrictivas pueden lograr resultados rápidos, los estudios sugieren que pueden tener efectos adversos. Esto incluye un <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/16350561/">mayor riesgo de cálculos biliares</a>, función inmunitaria deficiente, fatiga y una <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32613096/">disminución de la densidad ósea</a>. Estas dietas restrictivas no siempre satisfacen las necesidades nutricionales. </p>
<p><strong>Sostenibilidad</strong></p>
<p>Muchas dietas de adelgazamiento rápido restringen o excluyen alimentos necesarios para la salud a largo plazo. A menudo se prohíben los hidratos de carbono, obviando que los carbohidratos integrales son una fuente esencial de nutrición que ayuda a perder peso y a <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0002822301001948">prevenir enfermedades</a>. Incluir sustitutivos de las comidas como parte de una dieta restrictiva tampoco es sostenible durante mucho tiempo. </p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/525836/original/file-20230512-15-gwsojg.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="rodajas de manzana en un plato junto a una lista de alimentos ingeridos y calorías" src="https://images.theconversation.com/files/525836/original/file-20230512-15-gwsojg.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/525836/original/file-20230512-15-gwsojg.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/525836/original/file-20230512-15-gwsojg.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/525836/original/file-20230512-15-gwsojg.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/525836/original/file-20230512-15-gwsojg.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/525836/original/file-20230512-15-gwsojg.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/525836/original/file-20230512-15-gwsojg.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">La restricción de alimentos puede provocar deficiencias nutricionales y empeorar la salud.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.pexels.com/photo/apple-slices-beside-a-calorie-counting-form-12499375/">Pexels/Spencer Stone</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/">CC BY</a></span>
</figcaption>
</figure>
<h2>¿La conclusión?</h2>
<p>Independientemente de nos deshagamos de los kilos que nos sobran, es muy difícil mantener la pérdida de peso en el tiempo. Nuestros cuerpos trabajan para mantener el peso alrededor de un <a href="https://theconversation.com/whats-the-weight-set-point-and-why-does-it-make-it-so-hard-to-keep-weight-off-195724">punto de ajuste</a>, activando una serie de <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4766925/">cambios fisiológicos</a> dentro del cuerpo para garantizar que recuperamos el peso que perdemos. Esto proviene de nuestros antepasados cazadores-recolectores, cuyos cuerpos desarrollaron esta respuesta de supervivencia para adaptarse a periodos de privación cuando escaseaba la comida. </p>
<p>El éxito de la pérdida de peso a largo plazo se reduce a: </p>
<p><strong>1.</strong> Seguir programas basados en la evidencia y en lo que sabemos sobre la ciencia de la obesidad.</p>
<p><strong>2.</strong> Perder peso bajo la supervisión de profesionales sanitarios cualificados.</p>
<p><strong>3.</strong> Realizar cambios graduales en el estilo de vida –dieta, ejercicio y sueño– para asegurarnos de adquirir hábitos de salud que duren toda la vida.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/206800/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Nick Fuller trabaja para la Universidad de Sydney y ha recibido financiación externa para proyectos relacionados con el tratamiento del sobrepeso y la obesidad. Es autor y fundador del programa Interval Weight Loss.</span></em></p>Cuando una persona decide que ha llegado el momento de perder peso, suele mostrarse ansiosa por ver resultados rápidos. Pero los expertos suelen recomendar adelgazar de manera más lenta. ¿Son ambas opciones igual de eficaces y seguras?Nick Fuller, Charles Perkins Centre Research Program Leader, University of SydneyLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2049522023-06-01T16:57:59Z2023-06-01T16:57:59Z¿Qué ha pasado con el síndrome X?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/529011/original/file-20230530-5447-d5un5v.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=288%2C84%2C5365%2C3098&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/red-cross-mark-x-wrong-sign-2186271797">The KonG/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Hace unos años que se bautizó con el enigmático nombre de <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3385776/">síndrome X</a> al conjunto de alteraciones metabólicas que aumentaban el riesgo de enfermar del corazón, o incluso morir. Las alteraciones descritas incluían hipertensión arterial, obesidad abdominal, resistencia a la insulina e inflamación crónica.</p>
<p>Como el riesgo de confundirlo con otra enfermedad llamada síndrome del cromosoma X era algo factible, en 1998 la Organización Mundial de la Salud (<a href="https://apps.who.int/iris/handle/10665/66040">OMS</a>) lo renombró como <a href="https://www3.paho.org/hq/index.php?option=com_content&view=Article&id=6715:2012-&lang=es#gsc.tab=0">síndrome metabólico</a>. Y tres años después se dieron a conocer <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/11368702/">criterios</a> menos invasivos para su detección. </p>
<p>Posteriormente, la Federación Internacional de Diabetes (<a href="https://www.idf.org/e-library/consensus-statements/60-idfconsensus-worldwide-definitionof-the-metabolic-syndrome.html#:%7E:text=The%20metabolic%20syndrome%20is%20a,cholesterol%20and%20high%20blood%20pressure">IDF</a>) actualizó esos criterios, estipulando que se diagnosticara el síndrome metabólico si se cumplían tres de los cinco criterios siguientes:</p>
<ol>
<li><p>Presencia de grasa acumulada en las arterias que aumenta la probabilidad de obstrucción, concretamente un nivel de triglicéridos superior a 150 mg/dL.</p></li>
<li><p>Disminución del colesterol de alta densidad (HDL) o colesterol “bueno”, denominado así porque ayuda al organismo a eliminar las otras formas de colesterol del torrente sanguíneo. Concretamente, los niveles preocupantes estarían por debajo de 40 mg/dL en hombres y de 50 mg/dL en mujeres.</p></li>
<li><p>Presión arterial elevada (presión sistólica mayor de 130 mmHg y diastólica por encima de 85 mmHg).</p></li>
<li><p>Aumento de la glucosa en ayuno (hiperglucemia) por encima de 100 mg/dL, que puede dañar a vasos sanguíneos que abastecen de sangre a órganos vitales.</p></li>
<li><p>Presencia de obesidad abdominal, medida por la circunferencia de cintura. Está relacionada con los depósitos de grasa visceral y se destaca como un factor de mayor riesgo para generar complicaciones metabólicas y clínicas en población adulta. Pero también está empezando a aparecer a niveles preocupantes en la población <a href="https://doi.org/10.1007/s13679-019-00357-x">infantil</a>.
En la población europea, se consideran de riesgo valores por encima de 94 cm en hombres y de 80 cm en mujeres. En la población asiática y latina, los límites se sitúan en 90 cm en hombres y 80 cm en mujeres.</p></li>
</ol>
<h2>Cómo evitar caer en las redes del síndrome metabólico</h2>
<p>Hay cuatro recomendaciones básicas que pueden ayudar a mantener alejado al síndrome metabólico (o a revertirlo, si es que ya lo padecemos).</p>
<p>La primera no es otra que elegir alimentos saludables. La <a href="https://doi.org/10.3945/jn.115.218487">dieta mediterránea</a> constituye una excelente opción, al aumentar el consumo de vegetales, frutas, cereales integrales y legumbres altos en fibra y micronutrientes. Es conveniente elegir grasas de tipo vegetal, además de moderar el consumo de carnes rojas o procesadas, bebidas azucaradas, cereales refinados, sal, azúcar y alcohol.</p>
<p>En segundo lugar, debemos evitar fumar, ya que el <a href="https://doi.org/10.1111/j.1753-4887.2011.00446.x">tabaco</a> induce hiperglucemia y resistencia a la insulina, a la vez que eleva los niveles de triglicéridos y reduce el colesterol bueno. </p>
<p>La actividad física es otro factor protector fundamental, debido a que disminuye la <a href="https://www.nature.com/articles/s41598-019-41935-2">grasa corporal</a> y mejora la condición física, así como la capacidad de proveer oxigeno a los músculos. Además, disminuye el riesgo de <a href="https://journals.lww.com/acsm-csmr/fulltext/2008/05000/Physical_Activity_to_Combat_Chronic_Diseases_and.4.aspx">enfermedades crónicas</a>, reduce la presión arterial, disminuye las alteraciones de los lípidos sanguíneos y mejora la resistencia a la <a href="https://doi.org/10.3390/nu11071652">insulina</a>. </p>
<p>¿Cuánto <a href="https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/physical-activity">ejercicio</a>? Si hacemos caso a la OMS, convendría realizar entre 150 y 300 minutos semanales de actividades intensas o moderadas. Basta con desplazarnos en bicicleta en lugar de usar el coche, bailar o practicar otros ejercicios a través de plataformas digitales o nadar tres veces en semana.</p>
<p>El cuarto elemento a tener en cuenta es el <a href="https://doi.org/10.1111/obr.12915">estrés</a>. Las actividades en el terreno laboral han mostrado tener mayor asociación con la prevalencia del síndrome, seguidas de la tensión emocional y los acontecimientos cotidianos. Para contenerlo podemos intentar hacer respiraciones largas y profundas, dormir lo suficiente y ajustar los horarios de manera realista. </p>
<h2>Alimentos antioxidantes y antiinflamatorios</h2>
<p>Incorporar alimentos con propiedades antioxidantes y antiinflamatorias a la dieta ayuda a prevenir el síndrome metabólico. En concreto, hay estudios que confirman que los <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/28661446/">polifenoles</a> presentes en la <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0223523419310554">aceitunas y en el aceite de oliva</a> ayudan a controlar la presión arterial, así como los niveles de glucosa y lípidos de la sangre. </p>
<p>Otro ingrediente interesante es la cebolla, rica en un flavonoide llamado <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1002/ptr.7144">quercitina</a> que posee propiedades antioxidantes, antiinflamatorias y cardioprotectoras, ayudando también a combatir el síndrome metabólico.</p>
<p>En cuanto a las hierbas aromáticas, se ha comprobado que el <a href="https://bmccomplementmedtherapies.biomedcentral.com/articles/10.1186/s12906-020-02937-0">carvacrol</a> presente en el orégano y el tomillo puede ayudarnos a dar un alto a la diabetes, al evitar que la glucosa se eleve. </p>
<p>Otro alimento ampliamente recomendado es el <a href="https://link.springer.com/article/10.1007/s11154-013-9270-8">ajo</a>, que contiene compuestos organosulfurados antioxidantes que disminuyen la hipercolesterolemia y la hiperglucemia.</p>
<p>Por su parte, el consumo de <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0955286307000794?casa_token=JUI3M4J6SIAAAAAA:pndoANgKeRBWzugua8zF2yUPgEwV4JOVD8F7aNvcK98B9NrDdwsJ0htiXyfJ_XldV9F3XZfMq3k">fibra</a> –procedente de cereales integrales, vegetales, frutas y legumbres– contribuye a mejorar la microbiota del intestino, la regulación de la glucosa, el perfil lipídico, la presión arterial y a mantener a raya a los marcadores inflamatorios.</p>
<p>Lo que está claro es que, con respecto al síndrome metabólico, no hace falta preocuparse sino ocuparse y tomar medidas. Aunque a veces ayuda a reducirlo seguir un <a href="https://revistabiomedica.org/index.php/biomedica/article/view/4684">tratamiento farmacológico</a> prescrito por el especialista para disminuir la glucosa (atorvastatina, pravastatina…) y las grasas en sangre (atorvastatina, pravastatina, bezafibrato, fenofibrato…), lo que da mejores resultados es realizar cambios en el <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0953620515001028">estilo de vida</a>.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/204952/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Artículo realizado en colaboración con Dr. Sergio Sánchez-Enríquez; Dra. Zuamí Villagrán; Dr. Edgar Alfonso Rivera León. División de Ciencias Biomédicas. Centro Universitario de los Altos. Universidad de Guadalajara. México.
</span></em></p>Al conjunto de alteraciones metabólicas que aumentaban el riesgo de enfermar del corazón, o incluso morir, se le denominó en su origen síndrome X. Combatir el estrés, mantenernos activos y la dieta mediterránea ayudan a evitar caer en sus redes.Yesica Sughey González Torres, Profesor e Investigador en Nutrición, Universidad de GuadalajaraLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2061052023-05-25T17:14:05Z2023-05-25T17:14:05ZAsí afecta el alcohol a la calidad de la dieta<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/527975/original/file-20230524-21-eos8cu.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=23%2C0%2C7649%2C5006&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/waiter-filling-wine-glass-yuong-elegant-2224125545">Dragon Images/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>El consumo de alcohol está estrechamente vinculado al consumo de alimentos. Todos recordamos el antiguo remedio casero de beber un vasito de alcohol antes de comer para abrir el apetito. ¿Era solo una costumbre o realmente tenía algún fundamento científico? </p>
<h2>Los efectos del alcohol en el apetito</h2>
<p>Efectivamente, el consumo de bajas cantidades de alcohol promueve el apetito y puede estimular la <a href="https://doi.org/10.1016/j.physbeh.2010.01.012">ingesta de alimentos</a>. Se conoce que, tras su consumo, no se generan las correctas señales de saciedad en el sistema nervioso que modulan la ingesta de alimentos a corto plazo, aumentando la ingesta calórica total.</p>
<p>Por el contrario, el <a href="https://doi.org/10.1016/j.physbeh.2010.01.012">consumo excesivo de alcohol mantenido en el tiempo</a> suele acompañarse de pérdida del apetito y malnutrición en el individuo, debido a las alteraciones fisiológicas que produce el alcoholismo.</p>
<h2>¿Qué aporta el alcohol a la dieta?</h2>
<p>El alcohol es una sustancia altamente calórica que aporta en torno a 7 kilocalorías por cada gramo de etanol: una lata de cerveza o una copa de vino, por ejemplo, contienen cerca de 120 calorías. No obstante, se trata de <a href="http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/pmc5513692/">“calorías vacías”</a>, dado que no incluyen un aporte adicional relevante de otros macronutrientes, vitaminas o minerales.</p>
<p>La industria alcoholera, principalmente la del vino, ha puesto mucho interés en difundir su riqueza en polifenoles, sustancias que destacan por sus propiedades antioxidantes. Sin embargo, del total de la ingesta media de <a href="https://scielo.isciii.es/pdf/renhyd/v21n4/2174-5145-renhyd-21-04-320.pdf">polifenoles en la dieta española</a> solo un 8-9 % proviene del vino y un 2 % de la cerveza. Por ejemplo, una naranja o una manzana aportarían concentraciones similares de polifenoles a las de una ingesta comparable de vino tinto, y la ingesta media de pan de nuestra dieta la duplicaría. </p>
<p>También ha recibido mucha publicidad un tipo particular de polifenol, <a href="https://doi.org/10.1017/S0007114507882997">el resveratrol, ya que el vino constituye su fuente más importante en la dieta</a> (más del 98 %). Sin embargo, se cuestiona fácilmente su eficacia ya que, para alcanzar la <a href="https://doi.org/10.3945/an.115.011627">dosis preventiva</a> de esta sustancia (1 g/día), habría que beber nada menos que 550 litros de vino tinto o 1 300 litros de cerveza.</p>
<h2>Consumo de alcohol y dieta equilibrada</h2>
<p>Con frecuencia el consumo moderado de alcohol se incluye como un componente característico en algunas dietas equilibradas, e incluso aparece representado en pirámides alimenticias como la de la <a href="https://doi.org/10.1016/j.recesp.2013.04.026">dieta mediterránea</a>.</p>
<p>Sin embargo, <a href="https://doi.org/10.1093/aje/kwj050">se ha comprobado</a> que cuanto mayor es la cantidad de consumo de alcohol, peor es la calidad de la dieta. Esto hace <a href="https://doi.org/10.1159/000084173">referencia</a>, en términos generales, a un menor consumo de fruta y productos lácteos, y a un incremento en el consumo de productos animales (carne, pescado y huevos) en comparación con los abstemios. </p>
<p>Además, en los consumidores de grandes cantidades de alcohol se reduce <a href="https://doi.org/10.1093/alcalc/agac009">la ingesta de carbohidratos y de fibra</a>, lo que puede tener consecuencias negativas sobre el proceso de digestión, entre otros aspectos.</p>
<p>También se observan diferencias según <a href="https://doi.org/10.1080/10408398.2013.841118">el tipo de bebida alcohólica</a>. Los consumidores preferentes de cerveza y licores suelen seguir patrones dietéticos de peor calidad que los abstemios. Respecto al vino, sólo se ha observado mejor calidad de dieta en el norte de Europa y Estados Unidos, mientras que en los países mediterráneos no se encuentran diferencias.</p>
<h2>¿Existe algún patrón de consumo de alcohol asociado a la dieta mediterránea?</h2>
<p>La dieta mediterránea está considerada como un <a href="https://doi.org/10.1136/bmj.a1344">modelo de dieta saludable</a>, principalmente por sus beneficios en la <a href="https://doi.org/10.1001/jamanetworkopen.2021.22277">reducción de la mortalidad</a> y su vinculación con un <a href="https://doi.org/10.1136/bmj.a1344">mejor estado de salud general</a>. Tradicionalmente se ha incluido en este modelo dietético el consumo moderado de vino tinto durante las comidas.</p>
<p>Sin embargo, en el caso concreto de España, <a href="https://doi.org/10.1111/j.1530-0277.2011.01559.x">se ha observado</a> que las personas que consumen alcohol en las comidas siguen en menor medida las guías de alimentación saludable, que se fundamentan en los puntos principales de la dieta mediterránea clásica. </p>
<p>Otro <a href="https://doi.org/10.1016/j.numecd.2014.04.003">estudio nacional reciente</a>, que evaluaba el seguimiento de la dieta mediterránea en función de los patrones de consumo de alcohol en una muestra representativa de la población adulta española, demostró que el “patrón mediterráneo de consumo de alcohol” no formaba parte de la consideración actual de dieta mediterránea.</p>
<h2>¿Consumir alcohol supone un riesgo de obesidad?</h2>
<p>A pesar de los numerosos estudios que han analizado el efecto del consumo de alcohol en la obesidad, la evidencia científica es inconsistente. Aunque no está demostrado que el consumo de alcohol lleve asociada una ganancia de peso por sí mismo, una compensación insuficiente de su aporte energético sin reducir el consumo de alimentos o incrementar la actividad física puede derivar en un <a href="https://doi.org/10.3390/nu13092927">desequilibrio calórico</a> en el organismo. Como consecuencia, los consumidores serían más propensos al aumento de peso corporal.</p>
<p>Por lo tanto, si se va a consumir alcohol, se debe tener en cuenta que solo aporta calorías vacías que repercuten en nuestro equilibrio calórico, incrementando la ingesta total de energía. Además, el consumo de alcohol, en especial si se realiza en cantidades elevadas, se asocia a una dieta de peor calidad que favorece el consumo de alimentos ricos en proteínas y grasas en detrimento de las frutas y las verduras. </p>
<p>Teniendo en cuenta que constituye un factor de riesgo para numerosas enfermedades y que cualquier cantidad de alcohol aumenta la probabilidad de tener cáncer, es sensato seguir la recomendación de la Organización Mundial de la Salud: “Alcohol, cuanto menos, mejor”.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/206105/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Iñaki Galán Labaca recibe fondos del Instituto de Salud Carlos III. Es miembro de la Sociedad Española de Epidemiología y de la Asociación Madrileña de Salud Pública.</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Julia Fontán Vela no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Consumir alcohol solo aporta calorías vacías que repercuten en nuestro equilibrio calórico, incrementando la ingesta total de energía. Y suele asociarse a una dieta de peor calidad.Julia Fontán Vela, Graduada en Biotecnología y Epidemiología. Área: factores de riesgo de enfermedades crónicas, Instituto de Salud Carlos IIIIñaki Galán Labaca, Médico epidemiólogo. Área: factores de riesgo de enfermedades crónicas, Instituto de Salud Carlos IIILicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2038452023-04-27T14:22:03Z2023-04-27T14:22:03ZDescubierto un gen que protege frente a la obesidad: ¿qué implicaciones tiene?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/523209/original/file-20230427-22-yy6olz.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C130%2C6043%2C3914&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/childhood-obesity-concept-boy-school-bag-2181549273">shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Según la <a href="https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/obesity-and-overweight">Organización Mundial de la Salud</a>, la obesidad es una epidemia global. Además, se asocia con numerosas enfermedades como <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/20335542/">los trastornos cardiovasculares, la diabetes, la hipertensión y algunos tipos de tumores</a>. Nos enfrentamos, pues, a un gran problema de salud, especialmente en algunos grupos de población donde se observa un incremento alarmante, como en <a href="https://theconversation.com/es/topics/obesidad-infantil-72897">el caso de la obesidad infantil</a>.</p>
<p>La buena noticia es que <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/28387720/">este mal se puede prevenir</a>. Nuestro estilo de vida, alimentación y grado de sedentarismo determinan en gran medida la probabilidad que sufrirla. Sin embargo, no todo es consecuencia de los factores ambientales: nuestra genética también influye. </p>
<p>En las últimas décadas, <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/25673413/">grandes consorcios de investigadores internacionales han estudiado</a> genéticamente centenares de miles de personas y han estimado que nuestros genes contribuyen un 20 % en la determinación del índice de masa corporal. Esta medida clínica se calcula dividiendo los kilogramos de peso por el cuadrado de la estatura en metros.</p>
<p>Y aunque se han identificado cerca de un centenar de genes implicados en la obesidad, solo se conocen un <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/25673413/">2,7 % de los responsables de su desarrollo</a>. Por tanto, se necesitan aún muchos estudios para poder explicar las interacciones complejas entre nuestro ADN, los factores ambientales y la acumulación excesiva de grasa corporal.</p>
<h2>La variación genética que predispone a la delgadez</h2>
<p>Recientemente, un estudio colaborativo entre el <a href="https://www.food.imdea.org/">Instituto Madrileño de Estudios Avanzados IMDEA Alimentación</a> y el <a href="https://www.cnio.es/">Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO)</a> ha identificado un <a href="https://genomebiology.biomedcentral.com/articles/10.1186/s13059-022-02798-5">nuevo gen que influye en la determinación del peso corporal</a>.</p>
<p>En los humanos, el <a href="https://www.nature.com/articles/35057062">99,9 % de los genes son idénticos</a>, pero hay pequeñas variaciones que explican las diferencias entre unos y otros. Dichas variaciones producen distintos colores de ojos, estaturas o probabilidades de desarrollar enfermedades. </p>
<p>En el trabajo antes citado, estudiamos casi 800 individuos con la información de su peso e índice de masa corporal. También conocíamos su porcentaje de grasa y de masa muscular, los perímetros de cintura y cadera y otras características metabólicas. Se trataba de analizar 48 variaciones en sus genes relacionados con la <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/21157483/">nutrición celular</a>, mecanismo mediante el cual las células intercambian materia y energía con el medio.</p>
<p>Los resultados mostraron por primera vez que una variación en el gen llamado <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/gene/57600">FNIP2</a> era más frecuente en personas delgadas. FNIP2 está localizado en el cromosoma 4 y codifica para una proteína relacionada con la respuesta celular a los nutrientes; en concreto, la proteína que interactúa con la foliculina 2.</p>
<p>Las personas portadoras de la variante genética presentaban menor índice de masa corporal, menor peso y una disminución de una serie de parámetros relacionados con la obesidad. La variación está presente en un 60 % de la población europea y en un 30 % de la africana, y el lugar del genoma donde se encuentra se ha conservado a lo largo de la escala evolutiva. Esto último delata su importancia, ya que implica que todos los mamíferos lo tienen. </p>
<h2>Ratones transgénicos con menos grasa corporal</h2>
<p>Posteriormente, creamos ratones modificados genéticamente. Tras introducir la variante en su genoma, observamos que estos animales acumulaban entre un 10 % y un 15 % menos de grasa. Hay que destacar que no presentaban ninguna otra alteración, ni problema, ni diferencia. </p>
<p>El resultado es muy impactante, porque basta un cambio puntual en el genoma de ratón para replicar lo observado en la población humana.</p>
<p>Cuando los investigadores analizamos los posibles mecanismos subyacentes, hallamos que los niveles de expresión de FNIP2 eran elevados en las personas delgadas. La presencia de la variante propicia, a su vez, que este gen se exprese más. Esto puede llegar a tener un papel muy relevante en un futuro, porque es susceptible de ser utilizado en intervenciones nutricionales de precisión. </p>
<h2>Alimentación a medida para mejorar la salud</h2>
<p>Cambiar nuestra genética, las letras que conforman nuestro ADN, es complicado. Sin embargo, la expresión de un gen sí puede llegar a ser modificable mediante una determinada dieta, suplemento nutricional o fármaco. Esto abre la puerta a la implantación de estrategias nutricionales para luchar contra la obesidad.</p>
<p>La <a href="https://www.food.imdea.org/precision-nutrition-programs">nutrición de precisión</a> es una disciplina surgida a partir de la <a href="https://www.nature.com/articles/35057062">secuenciación del genoma humano</a>. Se ha popularizado con el desarrollo de las tecnologías <em>ómicas</em>, esas que analizan a gran escala los genes, las <a href="https://theconversation.com/proteoma-un-mapa-para-combatir-enfermedades-y-saber-de-que-esta-hecha-nuestra-comida-178565">proteínas</a> o el <a href="https://theconversation.com/metabolomica-la-nueva-ciencia-de-pescar-las-moleculas-que-delatan-enfermedades-190844">metabolismo</a>. </p>
<p>Implica que las recomendaciones nutricionales son personalizadas y están basadas en las características individuales, tanto genéticas como de estilo de vida. El objetivo final es optimizar la salud y la calidad de vida de la población.</p>
<p>Este descubrimiento no solo supone un importante avance en la comprensión de los componentes genéticos de la obesidad. Además, puede tener importantes implicaciones tanto en el tratamiento como en la prevención del exceso de grasa corporal y otras alteraciones metabólicas mediante el desarrollo y la aplicación de la nutrición de precisión.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/203845/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>Este importante hallazgo no solo permite conocer mejor los mecanismos bioquímicos de la obesidad, sino que también abre la puerta a desarrollar tratamientos que favorezcan la expresión del gen identificado.Lara P. Fernández Álvarez, Investigadora Senior, IMDEA ALIMENTACIÓNAna Ramírez de Molina, Directora, IMDEA ALIMENTACIÓNLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2040672023-04-19T16:56:31Z2023-04-19T16:56:31ZEl ayuno durante el mes de Ramadán mejora la salud metabólica<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/521848/original/file-20230419-28-cdi7lt.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=53%2C0%2C6000%2C3997&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/close-muslim-man-praying-while-eating-2130232250">Drazen Zigic / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>El ayuno o <em>sawn</em> durante el mes del Ramadán es uno de los cinco pilares de la religión musulmana. Consiste en no comer ni beber (ni siquiera agua) desde la salida del sol hasta su puesta. Eso implica que la ingesta de líquidos y comida es exclusivamente nocturna. Por lo tanto, se puede considerar una forma de ayuno intermitente.</p>
<p>¿Cuánto dura el ayuno? No es fijo. El Ramadán se celebra en el noveno mes del calendario islámico y, al ser un calendario lunar, la fecha de celebración del Ramadán va cambiando cada año. En España, el período de ayuno puede ser de unas 10 horas si el Ramadán es en invierno y de unas 15 horas cuando tiene lugar en verano.
Es obligatorio para todos los musulmanes excepto para los niños, los ancianos, las mujeres embarazadas y lactantes, las personas enfermas y las personas que tienen que hacer largos viajes.</p>
<h2>Ayunar 16 horas mejora la composición corporal</h2>
<p>El Ramadán es una de las formas de ayuno intermitente mas estudiadas. Hablamos de un patrón de ingesta de alimentos que alterna periodos de ayuno, sin ingerir alimentos o con una reducción significativa de calorías, con periodos de ingesta de alimentos sin restricciones. La forma de ayuno intermitente mas habitual es <a href="https://www.nature.com/articles/s41574-022-00638-x">ayunar durante 16 horas y comer en un intervalo de 8 horas</a>. Que es justo lo que se hace durante el Ramadán.</p>
<p>Durante las últimas cuatro décadas se han llevado a cabo numerosos estudios sobre los efectos del ayuno del Ramadán en la salud. Las investigaciones muestran que, al igual que en otras situaciones de ayuno, tras el Ramadán se produce <a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fnut.2020.625240/full">una mejoría de la composición corporal</a>. Esta consiste en una disminución del peso, del porcentaje de grasa corporal y del índice de masa corporal. Y es mayor en individuos con sobrepeso u obesidad. </p>
<p>Los cambios corporales se deben fundamentalmente a dos razones. Por un lado, la restricción en la ingesta calórica, ya que se pasa de un patrón de 3-4 comidas diarias a uno de 2 comidas por la noche. Y por otro, la adaptación del metabolismo, que hace que se quemen mas grasas para la obtención de la energía necesaria para el funcionamiento del organismo. </p>
<p>Además, al igual que en otras situaciones de ayuno intermitente, también se produce una disminución de los niveles de colesterol total y colesterol LDL, de la glucemia en ayunas, de la presión arterial y un aumento de la sensibilidad a la insulina. Todas estas adaptaciones al ayuno se consideran <a href="https://www.mdpi.com/2072-6643/14/3/489">beneficiosas desde el punto de vista metabólico</a>.</p>
<h2>Bajan la depresión y la ansiedad</h2>
<p>Los efectos del ayuno durante el Ramadán sobre la salud mental han sido menos analizados. En varios estudios se han medido los niveles de depresión, ansiedad y estrés mental de los participantes antes y después del mes de Ramadán, tanto en individuos con problemas de salud mental como en personas sanas. </p>
<p>Se ha comprobado que tras el Ramadán estos niveles son inferiores en las personas enfermas y no se modifican en los sujetos sanos. De ahí se deduce que el Ramadán puede tener efectos positivos en individuos con depresión, estrés y ansiedad. </p>
<p>¿Pero por qué? Parece que tiene que ver con que, durante el ayuno del Ramadán, por los cambios en los horarios de alimentación, se producen modificaciones en los ritmos circadianos día/noche. Afectan sobre todo a la liberación de hormonas como la leptina y la grelina, que regulan la saciedad y el apetito, pero también participan en la regulación de nuestro estado emocional. Eso justificaría <a href="https://ejnpn.springeropen.com/articles/10.1186/s41983-023-00623-9">los efectos beneficiosos del ayuno del Ramadán en la salud mental</a> . </p>
<p>No obstante, estos estudios tienen una limitación importante, ya que el Ramadán implica otros muchos cambios en el estilo de vida. Se modifica la alimentación pero también la duración del sueño y sus horarios, la exposición a la luz, los niveles de ejercicio y los patrones de relaciones sociales. Todos esos elementos pueden afectar al humor de las personas.</p>
<h2>Riesgo de deshidratación e hipoglucemias</h2>
<p>El ayuno del Ramadán, en general se considera seguro, especialmente para personas sin problemas de salud. No obstante, puede tener algunos riesgos. El más habitual es la deshidratación, especialmente en los climas calurosos y cuando el Ramadán tiene lugar en verano. Esa deshidratación puede <a href="https://www.researchgate.net/publication/224976873_Hydration_and_performance_during_Ramadan">reducir temporalmente el rendimiento físico y cognitivo</a>. Sin embargo, es raro que ocurran episodios de deshidratación extrema, ya que tras la rotura del ayuno se suelen ingerir niveles adecuados de líquidos. </p>
<p>Sobre todo en los primeros días del Ramadán se pueden producir episodios de jaquecas así como posibles hipoglucemias, especialmente en personas con diabetes. </p>
<p>Otros problemas relacionados con el Ramadán son la dificultad para seguir los tratamientos farmacológicos, ya que se altera el horario de las comidas. Y también la reducción en la cantidad de horas de sueño, ya que se acuestan más tarde para romper el ayuno al final del día (Iftar) y se levantan antes para realizar <a href="https://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(09)61506-3/fulltext">la primera comida (Suhoor)</a>.</p>
<p>Es importante indicar que todos estos cambios y efectos sobre la salud son transitorios y desaparecen en torno a las dos semanas tras la finalización del ayuno.</p>
<h2>Durante el Ramadán se consumen menos calorías pero más azúcares</h2>
<p>Es indudable que el Ramadán afecta a los hábitos dietéticos. Debido a la diversidad de culturas y patrones dietéticos que existen en los diferentes países practicantes del Ramadán es difícil llegar a unas conclusiones claras. A pesar de todo, los estudios muestran tres patrones claros y diferentes a los del resto del año. </p>
<p>En primer lugar, el desplazamiento de los horarios de comidas a la noche. El Suhoor, considerado como el desayuno, aporta el 30-40 % de las calorías del día y en el Iftar se consumen el 60-70 % de las calorías restantes. A veces, entre estas dos comidas se sirve una sopa, con el fin de tratar de seguir un patrón de 3 comidas diarias. </p>
<p>En segundo lugar hay una ingesta de platos tradicionales, propios de la cultura árabe, y muchos de ellos solo se consumen durante el Ramadán. Finalmente, <a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fnut.2021.689788/full">las comidas se realizan en familia</a>. </p>
<p>Un estudio realizado hace una década muestra que <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4270674/">durante el Ramadán se siguen cuatro grandes patrones dietéticos</a>:</p>
<ol>
<li><p>Uno parecido a la dieta occidental rico en comida rápida, aperitivos salados, nueces, patatas, pescado, pollo, chocolates y zumos. </p></li>
<li><p>El segundo sería un patrón alto en colesterol y con un elevado consumo de comida basura azucarada y salada, con muchos encurtidos y dulces. </p></li>
<li><p>El tercero sería una dieta parecida a la mediterránea, con abundantes verduras, aceite de oliva, lácteos, frutas frescas y desecadas, dátiles, carnes rojas, té y café. </p></li>
<li><p>Finalmente, estaría la dieta típica del Ramadán en la que se come <em>halim</em> (guiso de trigo, cebada, carne y a veces lentejas), sopas, legumbres, porridges (con avena, semillas, frutos secos y frutas desecadas mezcladas con yogur, leche o agua), dátiles, grano entero, bebidas azucaradas y dulces árabes.</p></li>
</ol>
<p>Esta diversidad de patrones dietéticos dificulta conocer cómo afectan las modificaciones dietéticas del Ramadán a las ingestas de macronutrientes (hidratos de carbono, grasas y proteínas) y de micronutrientes (vitaminas y minerales). Aunque las investigaciones llevadas a cabo en este sentido muestran datos divergentes, parece claro que, aunque no se produce ningún déficit nutricional importante, hay una menor ingesta de calorías, un mayor consumo de azúcares y de fibra.</p>
<p>En definitiva, todo indica que el ayuno del Ramadán es bueno para nuestra salud metabólica y tiene pocos efectos perjudiciales. Además de que sus efectos fisiológicos y nutricionales acaban cuando termina el mes de ayuno.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/204067/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Francisco Manuel Martin Bermudo recibe fondos para sus investigaciones del Gobierno de España o del Gobierno Autonómico de Andalucía.
Además es miembro de la Sociedad Europea para el Estudio de la Diabetes y de la Sociedad Española de Diabetes</span></em></p>El ayuno del Ramadán es una de las formas más antiguas de ayuno intermitente. ¿Es bueno para la salud física? ¿Y para la salud mental? ¿Implica una nutrición deficitaria temporal?Francisco Manuel Martin Bermudo, Catedrático de Nutrición y Bromatología, Universidad Pablo de OlavideLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2035142023-04-12T19:14:07Z2023-04-12T19:14:07Z¿El ejercicio ayuda a perder peso?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/520016/original/file-20230410-360-sibdtw.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&rect=2%2C0%2C1914%2C1273&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><span class="source">Alteredsnaps / Pexels </span>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/">CC BY-SA</a></span></figcaption></figure><p>No es de extrañar que el ejercicio sea una de las primeras cosas a las que recurrimos cuando decidimos que ha llegado la hora de perder peso. Nos apuntamos al gimnasio y nos comprometemos a dar más paseos con el perro, creyendo que si hacemos suficiente ejercicio la báscula nos dará alguna alegría.</p>
<p>Como era de esperar, muchos de nosotros nos desanimamos cuando seguimos esta rutina durante meses y no vemos ningún cambio en la báscula. Por eso me preguntan con frecuencia: ¿el ejercicio ayuda a perder peso, o es solo la dieta? La respuesta, advierto, no es sencilla. </p>
<h2>Para perder peso sin hacer dieta hay que sudar mucho</h2>
<p>Durante los <a href="https://journals.physiology.org/doi/abs/10.1152/ajplegacy.1954.177.3.544">últimos 70 años</a> ha habido muchos <a href="https://www.nature.com/articles/ncpendmet0554">estudios</a> dedicados a examinar el papel que desempeña el ejercicio en el control del peso. Las <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/17904936/">investigaciones</a> recientes sobre el tema han concluido que el ejercicio por sí solo tiene un impacto mínimo en la pérdida de peso.</p>
<p>Entre ellas se incluye un <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/17904936/">metaestudio que, tras examinar todos los estudios relevantes en el área</a>, encontró que aquellos que utilizaron solo el ejercicio perdieron un peso mínimo en comparación con aquellos que hicieron ejercicio a la vez que redujeron su ingesta de energía.</p>
<p>Otra <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/30003901">investigación</a> de 2018 descubrió que era poco probable que se produjera una pérdida de peso sustancial cuando los participantes seguían las directrices mínimas que rigen la actividad física. Es decir, <a href="https://www.health.gov.au/topics/physical-activity-and-exercise/physical-activity-and-exercise-guidelines-for-all-australians">150 minutos</a> de actividad física moderada o 75 minutos de actividad física vigorosa cada semana. </p>
<p>Para conseguir una pérdida de peso significativa sin hacer dieta, el volumen total de ejercicio debía ser significativamente superior a los niveles mínimos recomendados. Concretamente, hace falta realizar unos 60 minutos de actividad física moderada al día para lograr <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/10896648/">una pérdida de peso significativa</a>.</p>
<p>Pero ojo, antes de borrarse del gimnasio tenga en cuenta que un importante número de investigaciones confirma que es vital centrarse en el ejercicio como parte de cualquier programa de pérdida de peso.</p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/517338/original/file-20230324-18-mrvf27.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="Mujer utilizando una banda de ejercicios" src="https://images.theconversation.com/files/517338/original/file-20230324-18-mrvf27.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/517338/original/file-20230324-18-mrvf27.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/517338/original/file-20230324-18-mrvf27.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/517338/original/file-20230324-18-mrvf27.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/517338/original/file-20230324-18-mrvf27.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/517338/original/file-20230324-18-mrvf27.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/517338/original/file-20230324-18-mrvf27.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">El ejercicio es una parte vital de la pérdida y el mantenimiento del peso, a pesar de que no funcione de forma aislada.</span>
<span class="attribution"><span class="source">Pexels / Gustavo fring</span>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/">CC BY-SA</a></span>
</figcaption>
</figure>
<h2>El ejercicio ayuda a mantener el peso a largo plazo</h2>
<p>El ejercicio <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/10896648/">mejora nuestra composición corporal</a> y evita el deterioro muscular. Nuestra tasa metabólica –la cantidad de energía que quemamos en reposo– está determinada por la cantidad de músculo y grasa que tenemos, y el músculo es metabólicamente más activo que la grasa, lo que significa que quema más kilojulios.</p>
<p>Confiar únicamente en la dieta para perder peso reducirá el músculo junto con la grasa corporal, ralentizando su metabolismo. Por lo tanto, es esencial asegurarse de que se ha incorporado el ejercicio suficiente y adecuado en su plan de pérdida de peso para mantener sus reservas de masa muscular.</p>
<p>También es importante incorporar ejercicios de resistencia para aumentar la fuerza. Esto no implica ir al gimnasio todos los días: basta con dos días a la semana, incluso en la comodidad de nuestra propia casa. </p>
<p>En concreto, el entrenamiento de resistencia de volumen moderado (tres series de diez repeticiones de ocho ejercicios) es <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1111/sms.14237">tan eficaz como el entrenamiento de resistencia de gran volumen</a> (cinco series de diez repeticiones de ocho ejercicios) para mantener la masa magra y el músculo cuando se sigue una dieta que incorpora una restricción calórica moderada.</p>
<p>Los estudios también demuestran que la actividad física y el ejercicio tienen un efecto sustancial en la prevención de la recuperación de peso tras la pérdida de peso. Un <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/17413092/">estudio a más largo plazo</a> descubrió que quienes mantenían niveles altos de ejercicio (gastando más de 10 500 kilojulios o 2 500 calorías cada semana, por ejemplo caminando 75 minutos al día) mantenían una pérdida de peso significativamente mayor que los participantes que hacían menos ejercicio. </p>
<h2>El ejercicio tiene beneficios generales para la salud</h2>
<p>Antes de empezar a ver los resultados del ejercicio en la báscula, experimentamos los numerosos beneficios para la salud física y mental que conlleva el ejercicio.</p>
<p>Incluso niveles bajos de ejercicio <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/34755078/">reducen</a> las probabilidades de <a href="https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.3810/psm.2011.05.1898">desarrollar enfermedades</a> como las cardiopatías y la diabetes de tipo 2. Incluso si no perdemos peso, hacer ejercicio ya nos sienta bien porque <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/34755078/">mejora la mayoría de los marcadores de riesgo de diabetes y cardiopatías asociados a la obesidad</a>.</p>
<p>Una persona físicamente activa con obesidad puede considerarse <a href="https://theconversation.com/can-you-be-overweight-and-healthy-182219">metabólicamente sana</a> si mantiene buenos niveles de presión arterial, colesterol e insulina. Existen <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/2795824/">pruebas</a> que demuestran que el riesgo de muerte prematura asociado a la obesidad se <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/7707596/">reduce o elimina en gran medida</a> con niveles de forma física de moderados a altos.</p>
<p>Además de mejorar la salud, el ejercicio regular tiene otros <a href="https://www.mdpi.com/1660-4601/19/9/4981">beneficios físicos</a>, como el aumento de la fuerza y la movilidad. También reduce los niveles de estrés, e incluso niveles bajos de ejercicio combaten los <a href="https://journals.sagepub.com/doi/pdf/10.1177/1359105307071741">síntomas depresivos</a>, mejoran el <a href="https://link.springer.com/article/10.1007/s40279-017-0769-0">estado de ánimo</a> y favorecen un mejor sueño. Y de paso, la mejora del estado de ánimo nos ayuda a gestionar mejor la dieta, al permitirnos elegir alimentos más sanos y evitar la ingesta impulsiva de alimentos. </p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/517339/original/file-20230324-14-qz4ve3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="Corredor se detuvo a respirar en puente" src="https://images.theconversation.com/files/517339/original/file-20230324-14-qz4ve3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/517339/original/file-20230324-14-qz4ve3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/517339/original/file-20230324-14-qz4ve3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/517339/original/file-20230324-14-qz4ve3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/517339/original/file-20230324-14-qz4ve3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/517339/original/file-20230324-14-qz4ve3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/517339/original/file-20230324-14-qz4ve3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">El ejercicio tiene multitud de beneficios aparte del mantenimiento del peso.</span>
<span class="attribution"><span class="source">Shutterstock</span></span>
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<h2>¿La conclusión?</h2>
<p>El ejercicio ayuda a perder peso y evita que volvamos a engordar. Es uno de los pilares fundamentales del control de peso a largo plazo. Pero cuidado, porque no conseguiremos nuestros objetivos de pérdida de peso únicamente con la actividad física. La dieta y el sueño son igualmente importantes</p>
<p>Para animarse a hacer más ejercicio, elija algo que le guste. Asegúrese de incluir variedad, ya que hacer siempre la misma rutina diaria es una forma segura de aburrirse y abandonar.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/203514/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>El Dr. Nick Fuller trabaja para la Universidad de Sydney y ha recibido financiación externa para proyectos relacionados con el tratamiento del sobrepeso y la obesidad. Es autor y fundador del programa Interval Weight Loss.
</span></em></p>El ejercicio le ayudará a perder peso y evitará que vuelva a engordar. Pero cuidado: no le ayudará a conseguir sus objetivos de pérdida de peso de forma aislada, es decir, sin acompañarlo de una dieta adecuada.Nick Fuller, Charles Perkins Centre Research Program Leader, University of SydneyLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2008522023-03-22T10:11:01Z2023-03-22T10:11:01Z¿Puede haber galletas sanas?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/516638/original/file-20230321-28-bteb7l.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=8%2C8%2C5982%2C3979&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/homemade-cookie-oat-flakes-nuts-quinoa-1317486170">Shutterstock / Erhan Inga</a></span></figcaption></figure><p>En general, las galletas tienen un alto contenido de azúcares libres y grasas saturadas. Se consideran, por tanto, alimentos poco saludables. Incluirlas demasiado a menudo en nuestra dieta puede ser un factor de riesgo para desarrollar diabetes tipo II, obesidad y alzhéimer a lo largo de la vida. </p>
<figure class="align-right zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/516637/original/file-20230321-28-ribj47.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/516637/original/file-20230321-28-ribj47.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/516637/original/file-20230321-28-ribj47.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=849&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/516637/original/file-20230321-28-ribj47.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=849&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/516637/original/file-20230321-28-ribj47.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=849&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/516637/original/file-20230321-28-ribj47.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=1067&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/516637/original/file-20230321-28-ribj47.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=1067&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/516637/original/file-20230321-28-ribj47.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=1067&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Pirámide de la Alimentación Saludable SENC 2015.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.nutricioncomunitaria.org/es/noticia/piramide-de-la-alimentacion-saludable-senc-2015">SENC</a></span>
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</figure>
<p>Por eso están situadas en la cúspide de la <a href="https://www.nutricioncomunitaria.org/es/noticia/piramide-de-la-alimentacion-saludable-senc-2015">Pirámide de la Alimentación Saludable de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria</a>, lo que significa que solo deben consumirse ocasionalmente.</p>
<p>Actualmente, más de 1 600 millones de personas (de 15 años o más) en el mundo tienen <a href="https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/obesity-and-overweight">sobrepeso u obesidad</a>. Se prevé que esta cifra aumente a 2 300 millones para 2050. En la UE, aproximadamente <a href="https://www.servimedia.es/noticias/59-adultos-uno-cada-tres-ninos-tienen-sobrepeso-u-obesidad-europa/3377189">el 60 % de los adultos y el 20 % de los niños en edad escolar presentan ese insano exceso de kilos</a>.</p>
<h2>Galletas respetuosas con nuestro hígado</h2>
<p>El aumento dramático de la obesidad, el estilo de vida sedentario y la elevada ingesta de alimentos insanos son responsables, en gran medida, del aumento de la incidencia de la <a href="https://theconversation.com/obesidad-e-higado-graso-como-puede-protegernos-una-microbiota-intestinal-saludable-158823">enfermedad del hígado graso no alcohólico</a>. Esta dolencia tiene su origen en los desequilibrios de la utilización de nutrientes como los que suelen aportar las galletas y afectan a entre el 15 % y el 30 % de la población.</p>
<p>El problema es que consumir demasiados azúcares libres y grasas saturadas puede alterar el funcionamiento del sistema inmunológico, que influye a su vez en la absorción, acumulación y utilización de las grasas en el organismo.</p>
<p>¿Tendría entonces algún sentido añadir a la palabra “galletas” el adjetivo “sanas”? La mayoría de los profesionales relacionados con los alimentos y salud no lo creen así en ningún caso. Por eso suele causar sorpresa saber que sí cabe la posibilidad de elaborar galletas con beneficios para la salud, siempre que incluyan determinados ingredientes. </p>
<p>En concreto, hablamos de incorporar harinas de granos y semillas, por ejemplo, como la quinoa y chía, que favorecen un uso más saludable de los nutrientes en el organismo. Sin embargo, en las tiendas y supermercados las encontramos en muy baja proporción, lo que sugiere que su inclusión atiende más al <em>marketing</em> que a verdaderas consideraciones sobre la salud de los consumidores.</p>
<h2>Hacia una nutrición de precisión</h2>
<p>Antes de “entrar en harina”, no debemos olvidar que ciertos factores psicológicos y sociales impulsan el consumo de galletas. Esto hace que las enfermedades hepáticas puedan agravarse según las circunstancias del consumidor: son muy importantes aspectos como la educación, los ingresos, el entorno o, incluso, la calidad de la vivienda. Adquiere gran relevancia quién va a comerlas y en qué condiciones va a hacerlo.</p>
<p>El conjunto de estas consideraciones ha dado lugar a <a href="https://food4imnut.com/">investigaciones sobre la formulación e ingredientes de las galletas y otros alimentos a base de cereales: la inmunonutrición</a>. </p>
<p>En estos estudios se reflejan los cambios que está experimentando la ciencia de la nutrición: antes, la intención era aportar nutrientes adecuados a toda la población, mientras que ahora se tienen en cuenta las características particulares del consumidor y su estado de salud. Es lo que se ha dado en llamar <a href="https://www.food.imdea.org/precision-nutrition-programs">“nutrición de precisión”</a>. </p>
<p>De todos modos, no es fácil predecir el efecto de las galletas a partir de su perfil nutricional, pues está muy condicionado por la estructura que los nutrientes confieren a la galleta, aspecto al que se ha prestado muy poca atención. Tampoco hay que olvidar que forman parte de una dieta variable a la que acompañan otros alimentos. </p>
<h2>Enriquecidas con chía y quinoa</h2>
<p>Teniendo en cuenta todo esto, ¿cómo se plantearía la elaboración de galletas saludables? Sus harinas (especialmente las integrales) aportan nutrientes de calidad y otros componentes naturales que modifican la función del sistema inmunológico. Esto significa que podríamos regular a través de ellas la absorción excesiva de grasas y azúcares y su utilización por el organismo. </p>
<p>Para llevarlo a la práctica, <a href="https://food4imnut.com/">en nuestras investigaciones</a> sustituimos parcialmente azúcares libres, harina y grasas por harina integral de quinoa con fibra de chía. Pues bien, el consumo de estas galletas especiales no solo invirtió la tendencia a ganar peso de los voluntarios, sino que aumentó su metabolismo y, por consiguiente, la “quema” de grasas y azúcares. Todos estos efectos se producen por cambios específicos en el sistema inmunológico y no requieren control estricto sobre la dieta. </p>
<p>Además, la nueva receta con ingredientes de quinoa y chía también es respetuosa con la flora microbiana y su actividad en nuestro sistema digestivo. Esto es importante, porque varios microorganismos son responsables de eliminar las grasas y azúcares que ingerimos. <a href="https://theconversation.com/sirven-los-probioticos-para-tratar-el-sindrome-metabolico-174343">Mantenerlos en buen estado ayuda a prevenir la obesidad</a>. </p>
<p>Por todo lo explicado anteriormente, las galletas podrían constituir un alimento idóneo en determinadas dietas, seguirían cumpliendo su papel social y ayudarían a prevenir ciertos desequilibrios nutricionales. Y esto no se está considerando de manera significativa en la producción de esa gama de alimentos.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/200852/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>José Moisés Laparra Llopis recibe fondos del Plan Nacional de I+D+i del Gobierno de España</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Claudia Monika Haros recibe fondos de Ministerio de Ciencia e Innovación.</span></em></p>Incorporando ciertos ingredientes como quinoa y chía es efectivamente posible elaborar galletas ayuden a combatir la obesidad y las enfermedades vinculadas a ella.José Moisés Laparra Llopis, Investigador en Inmunonutrición Molecular en Cáncer, IMDEA ALIMENTACIÓNClaudia Monika Haros, Científica en el Área de Ciencia y Tecnología de Alimentos, Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos (IATA -CSIC)Licensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2009562023-03-19T22:07:23Z2023-03-19T22:07:23ZAtracones emocionales: cuando asaltamos la nevera para aliviar el malestar psicológico<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/515800/original/file-20230316-26-fzynav.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=27%2C0%2C4562%2C3034&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/young-hungry-brunette-girl-overeating-junk-250554517">Shutterstock / Fotos593</a></span></figcaption></figure><p>El termino alemán <em>Kummerspeck</em> es una de esas palabras, como las españolas sobremesa y vergüenza ajena, difíciles de traducir a otros idiomas. Proviene de <em>kummer</em>, pena, tristeza, y <em>speck</em>, tocino o panceta. O sea, significaría algo así como <em>penapanceta</em> y actualmente es utilizada por algunos psicólogos <a href="https://hyperbole.es/2020/04/el-sindrome-de-kummerspeck-kummerspeck-syndrom/">para definir los atracones emocionales</a>, tan frecuentes hoy en día. </p>
<p>¿A qué nos referimos exactamente? Todos nos podemos identificar con esas situaciones en las que el estrés, la ansiedad o la carga de trabajo acumulada influyen, casi siempre de forma negativa, en nuestra dieta. Cuando un mal día acaba con un ataque indiscriminado a la nevera. Y no para atiborrarnos de fruta o verdura, precisamente.</p>
<p>Podríamos hablar de <a href="https://www.mundopsicologos.com/articulos/alimentacion-emocional-que-es-y-como-controlarla">alimentación emocional</a>, entonces, como aquel proceso en el que nuestro estado de ánimo genera conductas alimentarias que pueden dañar nuestra salud.</p>
<h2>En busca de recompensas inmediatas</h2>
<p>Esto se debe a que nuestro cerebro busca una recompensa inmediata frente a los déficits emocionales. Alimentos como los que contienen elevadas cantidades de azúcares, sodio o grasas, o potenciadores del sabor como el <a href="https://www.uoc.edu/portal/es/news/actualitat/2017/088-umami-glutamato.html">glutamato monosódico</a> son capaces de enviar mensajes de satisfacción casi inmediatos a nuestra mente. Estos compuestos aumentan, además, la sensación de apetito.</p>
<p>Las causas que provocan <em>hambre emocional</em> son muy variadas. Saber el origen del problema es la mejor forma de comenzar a resolverlo. He aquí algunas situaciones que pueden desencadenarlo:</p>
<ul>
<li><p>Conflictos personales, discusiones con seres queridos y problemas familiares o de pareja. Estas circunstancias pueden generar un vacío emocional importante que se intenta llenar mediante alimentación emocional.</p></li>
<li><p>Estrés, situaciones en las que el trabajo o las obligaciones provocan un agotamiento de los recursos mentales. Especialmente <a href="https://medlineplus.gov/spanish/ency/article/003211.htm">el estrés crónico</a>, que perdura y genera un desgaste emocional intenso, hasta el punto de provocar el <a href="https://theconversation.com/el-sindrome-de-estar-quemado-la-proxima-pandemia-195968">síndrome de estar quemado</a>.</p></li>
<li><p>Aburrimiento, que nos hace darle vueltas a las cosas y pensar en exceso. Múltiples estudios relacionan la desmotivación que surge del hastío con la necesidad de buscar estímulos. <a href="https://repositori.uji.es/xmlui/handle/10234/155725">La ingesta de alimentos</a> puede generar el neurotransmisor dopamina, que compensa esa sensación de vacío.</p></li>
<li><p>La ansiedad y otras patologías mentales como la depresión <a href="https://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0718-48082007000200005&script=sci_arttext&tlng=en">están íntimamente ligadas con la sobrealimentación emocional</a>. El vacío que generan se intenta llenar con la satisfacción inmediata de la alimentación. En muchas ocasiones se convierte en un círculo vicioso, pues tras el atracón viene el remordimiento y el malestar.</p></li>
</ul>
<p>Esta conducta en alza contribuye a agravar un problema de salud global. <a href="https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/obesity-and-overweight">Según la Organización Mundial de la Salud</a>, la obesidad se ha triplicado desde 1975. En 2016 había un 39 % de adultos con sobrepeso, cifra que sigue aumentando y que a menudo está en el origen de las llamadas <a href="https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/noncommunicable-diseases">enfermedades crónicas no transmisibles</a>: trastornos vasculares, cánceres asociados al sedentarismo, enfermedades respiratorias y diabetes.</p>
<h2>Primer paso: identificar el problema</h2>
<p>¿Y cómo podemos evitar este tipo de conductas? El primer paso es reconocer cuáles son las causas y los motivos que nos llevan al atracón emocional. Ser capaces de distinguir qué tipo de hambre estamos padeciendo puede ser una buena forma de comenzar:</p>
<ul>
<li><p>El hambre emocional aparece de forma repentina y nos fuerza a darle una solución urgente. Además, es selectiva: demanda unos tipos concretos de alimentos. Y normalmente, como hemos visto, poco saludables. Este tipo de apetito no genera sensación de saciedad, o sea, seguimos comiendo aunque ya no necesitemos alimento. Finalmente, nos deja una sensación de malestar, de culpabilidad, siempre un sentimiento negativo.</p></li>
<li><p>El hambre fisiológica es paulatina, va creciendo gradualmente y puede esperar. No demanda urgencia para saciarla. Atiende a una gama mucho más amplia de alimentos, no es tan “caprichosa”. En el momento en el que se cubren las necesidades, dejamos de comer. La sensación final es de satisfacción, sin sentimientos de culpa.</p></li>
</ul>
<h2>Maniobras de distracción</h2>
<p>Además de reconocer la situación que estamos viviendo, podemos buscar alternativas a esos comportamientos:</p>
<ul>
<li><p>Practicar ejercicio: <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0214916817300670">la actividad física</a> disminuye los niveles de grelina y aumenta las concentraciones de leptina, hormonas directamente relacionadas con el apetito.</p></li>
<li><p>Regular el descanso puede ayudarnos a controlar nuestras emociones y disminuir el apetito emocional.</p></li>
<li><p>Debemos adquirir hábitos de alimentación adecuados. Nuestro cerebro <a href="https://es.ara.cat/misc/cerebro-mejor-aliado-perder-regimen_1_1363232.html#:%7E:text=El%20cerebro%20tarda%20unos%2020,de%20lo%20que%20hemos%20comido">tarda más de 20 minutos</a> en percibir que nuestro estómago está lleno. <a href="https://theconversation.com/alimentacion-consciente-por-que-es-importante-concentrarnos-en-lo-que-comemos-y-como-lo-comemos-184883">Comer lentamente nos ayuda a ser conscientes</a> de lo que nos llevamos a la boca y a sentirnos satisfechos antes.</p></li>
<li><p>Finalmente, acudir a un profesional puede ayudarnos a regular nuestra ansiedad y estrés. Puede ser un guía para reconocer cuales son nuestras necesidades, pues nosotros mismos a veces no somos conscientes del problema.</p></li>
</ul><img src="https://counter.theconversation.com/content/200956/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Iván Fernández Suárez no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>La ansiedad, la depresión o el mero aburrimiento pueden despertar un tipo de hambre que no tiene que ver con nuestras necesidades fisiológicas y que demanda alimentos poco saludables. ¿Cómo podemos hacerle frente?Iván Fernández Suárez, Profesor en el máster en Prevención de Riesgos Laborales. Consultor PRL para Fraternidad Muprespa. Grupo de investigación TR3S-i, Trabajo Líquido y Riesgos Emergentes en las Sociedad de la Información., UNIR - Universidad Internacional de La Rioja Licensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1983142023-03-09T17:19:55Z2023-03-09T17:19:55ZDe qué depende que las campañas de prevención de salud funcionen (o no)<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/514173/original/file-20230308-16-khb6j1.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C8%2C5888%2C3910&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/education-power-when-selecting-food-health-2145872727">Hryshchyshen Serhii. / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>“La salud no lo es todo, pero sin ella, todo lo demás es nada”, decía el filósofo Arthur Schopenhauer. Ciertamente, la salud es un estado de equilibrio del organismo pleno y un bien preciado que debemos cuidar. Además de <a href="https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/human-rights-and-health">un derecho fundamental</a> de los seres humanos que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ampara a nivel global.</p>
<p>Para articular e implementar estas acciones resulta fundamental la salud pública, que garantiza el derecho a la salud y la mejora de la calidad de vida en todos los grupos poblacionales. Para cumplir sus objetivos recurre a estrategias basadas en la educación en salud, la promoción de estilos de vida saludables o la prevención y control de enfermedades, entre otras.</p>
<p>Si había alguna duda respecto a su importancia, la crisis sanitaria derivada de la pandemia del SARS-CoV-2 puso de relieve la importancia de contar con un sistema de salud pública sólido y eficaz que permita dar respuesta a necesidades presentes y futuras de la sociedad.</p>
<h2>Poco éxito combatiendo la obesidad</h2>
<p>En el marco español actual, se han establecido un total de diecisiete indicadores en la <a href="https://www.mdsocialesa2030.gob.es/agenda2030/documentos/mapa-indicadores.pdf">agenda 2030 para el desarrollo sostenible</a>. Concretamente, en el ámbito de la salud, se establece como objetivo garantizar una vida sana y <a href="https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/health/">promover el bienestar de todos a todas las edades</a>. Un objetivo que abarca muchos aspectos.</p>
<p>Para lograrlo se han puesto en marcha acciones sanitarias, sectoriales y transversales relacionadas con la promoción de un estilo de vida saludable o el control de enfermedades transmisibles y factores de riesgo. Entre ellas medidas de higiene personal y colectiva, otras dirigidas a mejorar la salud mental y otras orientadas a reducir el consumo de sustancias tóxicas y otras adicciones.</p>
<p>¿Qué hace que unas triunfen y otras fracasen? Un caso de estudio es el de la reducción de la obesidad y el sedentarismo tanto en la población adulta como en la población infantil. Ambas han sido objeto de muchas campañas de prevención y concienciación, como <a href="https://www.aesan.gob.es/AECOSAN/web/nutricion/seccion/estrategia_naos.htm">la Estrategia NAOS</a> o la campaña <a href="http://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/67876/WHO_NMH_NPH_PAH_03.1_spa.pdf;jsessionid=64DDB0E56C585FD494C16E793A9B27A2?sequence=1">Muévete por la Salud</a>. </p>
<p>Sin embargo, el impacto en la sociedad ha sido contradictorio. Si bien es cierto que algunas de estas iniciativas han sido exitosas en cuanto a la promoción de hábitos saludables, otras no han logrado un cambio de conducta consolidado. Quizás el problema es que estas campañas a macroescala muchas veces no cuentan con el apoyo de todos los agentes implicados. </p>
<p>En el caso del consumo de sustancias como el tabaco o el alcohol, pese a las múltiples campañas puestas en marcha se observa que la edad de inicio en el consumo se mantiene estable. El motivo puede estar relacionado con el conocido efecto <em>boomerang</em>, un fenómeno que genera la respuesta contraria a la deseada. Por ejemplo, en el caso de los jóvenes, puede existir un rechazo o desconfianza sobre la objetividad que algunas campañas de prevención transmiten.</p>
<h2>Casos de éxito</h2>
<p>Las campañas de vacunación y prevención de enfermedades en España están muy implantadas y cuentan con programas de vacunación sistemáticos y campañas específicas, sobre todo en la etapa infantil. En la actualidad, enfermedades como la poliomelitis, la difteria, el tétanos, el sarampión, la rubéola o la meningitis se han logrado reducir. Sin embargo, quedan algunos desafíos pendientes, como por ejemplo la mejora de los indicadores de vacunación en la adolescencia, en la edad adulta o en minorías culturales. </p>
<p>Desde 1985, la salud pública aborda igualmente la promoción y el cuidado de la salud mental de la población. Cabe destacar que, <a href="https://www.sanidad.gob.es/estadEstudios/estadisticas/estadisticas/estMinisterio/SIAP/Salud_mental_datos.pdf">según datos recientes</a>, el 6,7 % de la población adulta presenta algún síntoma de ansiedad y el 4,1 % padece síntomas depresivos. </p>
<p>Diversas estrategias implantadas han contribuido a mejorar la atención en salud mental en España, como la estrategia de prevención del suicidio, el programa de atención a la salud mental de personas con discapacidad o el programa de atención a la salud mental de personas mayores. En la actualidad, el <a href="https://www.sanidad.gob.es/organizacion/sns/planCalidadSNS/docs/saludmental/PLAN_ACCION_SALUD_MENTAL_2022-2024.pdf">plan de salud mental 2022-24</a> tiene como objeto la promoción, prevención, atención y recuperación de la salud mental de las personas. </p>
<p>Las acciones futuras recogidas por el sistema de salud público español se centran en aumentar campañas de vigilancia y detección temprana de las enfermedades transmisibles, además de realizar campañas masivas y a gran escala de vacunación contra el virus del papiloma humano. También supone un reto mejorar las prácticas en la prevención de enfermedades no transmisibles y reducir los factores de riesgo, especialmente del cáncer.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/198314/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Lucía Sagarra Romero no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>A pesar de las múltiples campañas puestas en marcha para combatir la obesidad, la concienciación de la sociedad es mínima. Y algo parecido pasa con las campañas que tratan de reducir el consumo de alcohol. ¿Por qué?Lucía Sagarra Romero, Profesora contratada doctora en el Área de Ciencias de la Salud, Universidad San JorgeLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1976972023-01-24T18:57:21Z2023-01-24T18:57:21ZLos medios de comunicación pueden aumentar o reducir la gordofobia<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/505541/original/file-20230120-14-c38rdx.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=18%2C9%2C6107%2C4074&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/overweight-couple-doing-sport-exercises-together-1538451803">Shutterstock / New Africa</a></span></figcaption></figure><p>La obesidad no es simplemente el resultado de un estilo de vida inadecuado: es un problema complejo y multifactorial. Sus causas están relacionadas con la biología y el comportamiento, pero también con cambios fisiológicos, enfermedades, estrés… Y todos estos cambios se enmarcan un contexto cultural, medioambiental, económico y social concreto.</p>
<p>Esto implica que la obesidad no es una cuestión de responsabilidad individual, sino de la población en general. Y debería abordarse como tal. De hecho, la OMS ha subrayado recientemente que la prevención y la gestión efectivas del sobrepeso requieren un enfoque integrado, que implique <a href="https://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/42330/WHO_TRS_894.pdf?sequence=1&isAllowed=y">acciones en todos los sectores de la sociedad</a>.</p>
<p>Además de los efectos negativos en la salud de las personas afectadas, muchas veces son víctimas de estigma o gordofobia, que <a href="https://apps.who.int/iris/handle/10665/353613">causa su exclusión y marginación, y da lugar a desigualdades</a>.</p>
<p>La gordofobia está alimentada por la creencia de que las personas que se perciben con exceso de peso son perezosas y glotonas, y que no tienen fuerza de voluntad ni autodisciplina para mantenerse delgadas. Según esta opinión, la obesidad sería simplemente una elección de quienes la sufren, y es únicamente responsabilidad de ellos evitarla.</p>
<h2>Una nueva narrativa sobre la obesidad</h2>
<p>Coincidiendo con el Día Mundial de la Obesidad de 2020, se publicó un <a href="https://www.nature.com/articles/s41591-020-0803-x">estudio</a> sobre las causas y consecuencias del estigma de peso y la importancia de abordarlo no solo como un asunto de salud pública, sino también como de derechos humanos y sociales. Los autores tenían como objetivo novedoso abordar la brecha existente entre las narrativas estigmatizantes en torno a la obesidad y los conocimientos científicos actuales sobre los mecanismos de regulación del peso corporal.</p>
<p>Según dicho estudio, las pruebas científicas demuestran que regular el peso no depende únicamente de la voluntad personal, sino que existen factores biológicos, genéticos y ambientales que contribuyen de forma decisiva. Sin embargo, en las campañas de salud pública, en el discurso político, en los medios de comunicación e incluso en la literatura científica se sigue señalando como principal causa de la obesidad a la responsabilidad individual. Esta narrativa desempeña un papel importante en la expresión del estigma social y refuerza los estereotipos basados en el peso.</p>
<p>Por ello, es necesario un esfuerzo conjunto de todas las partes interesadas –incluidos profesionales sanitarios, investigadores, responsables políticos, pacientes y medios de comunicación– para establecer una nueva narrativa que <a href="https://www.intramed.net/contenidover.asp?contenidoid=93217&pagina=1">cambie el papel de las personas con obesidad de villanas a víctimas y elimine el estigma y la discriminación por el peso</a>.</p>
<h2>La influencia de los medios de comunicación</h2>
<p>Los medios ocupan una posición privilegiada para acceder a la mayoría de la población y tienen la capacidad de influir y condicionar la percepción que tiene el público sobre la gravedad de las enfermedades. </p>
<p>Se ha demostrado que informar de manera más objetiva y pedagógica sobre las dolencias contribuye a que se comprenda mejor cómo tratarlas. Por el contrario, si las informaciones son deficientes pueden confundir, crear ansiedad y <a href="https://revista.profesionaldelainformacion.com/index.php/EPI/article/view/epi.2019.mar.05/43211">propiciar que la población tome decisiones equivocadas</a>. La forma en que los medios representan la obesidad es, por lo tanto, importante para aumentar o reducir el estigma hacia las personas con sobrepeso.</p>
<p>Esta influencia mediática se enmarca dentro del proceso de construcción social de la realidad, según el cual los medios no solo informan, sino que <a href="https://www.cuadernosdeperiodistas.com/las-rugosidades-de-la-piel-la-construccion-de-imagenes-sociales-en-los-medios/">construyen la realidad</a> e influyen en las opiniones y actitudes del público. De esta manera, los medios modelan nuestra percepción del mundo y nos hacen partícipes de su forma de entenderlo.</p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/505542/original/file-20230120-24-bdkood.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/505542/original/file-20230120-24-bdkood.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/505542/original/file-20230120-24-bdkood.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=393&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/505542/original/file-20230120-24-bdkood.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=393&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/505542/original/file-20230120-24-bdkood.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=393&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/505542/original/file-20230120-24-bdkood.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=494&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/505542/original/file-20230120-24-bdkood.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=494&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/505542/original/file-20230120-24-bdkood.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=494&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption"></span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/body-shame-cyber-bullying-bad-behavior-722420185">Shutterstock / Tero Vesalainen</a></span>
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</figure>
<h2>Contra la gordofobia en los medios</h2>
<p>La imagen que ofrecen los medios de comunicación de la obesidad a menudo transmite prejuicios que perpetúan el estigma. Lo hacen mediante el uso de encuadres, imágenes y lenguaje que tratan el sobrepeso como un problema de responsabilidad personal <a href="https://www.elsevier.es/es-revista-endocrinologia-diabetes-nutricion-13-avance-resumen-el-estigma-obesidad-su-impacto-S2530016422000301">más que debido a factores sociales</a>.</p>
<p>Un tratamiento correcto de las informaciones puede contribuir a la eliminación de la gordofobia. Para ello, son útiles las guías que han elaborado diversas organizaciones y colectivos.</p>
<p>La OAC (Obesity Action Coalition) ha editado una <a href="https://www.obesityaction.org/about/for-media/media-guidelines/">publicación</a> que recoge diversas pautas y ofrece una galería de imágenes libres de prejuicios que pueden utilizar los periodistas.</p>
<p>Otra de las <a href="https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/informe_gordofobia-aspecto_fisico_1_1_1.pdf">guías de referencia</a> es la que ha publicado en Argentina el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo.</p>
<p>En tercer lugar, en el estudio de 2020 mencionado más arriba se incluye una <a href="https://www.kcl.ac.uk/research/obesity-pledge">declaración conjunta de consenso</a>, elaborada por 36 expertos internacionales, con recomendaciones para eliminar los prejuicios sobre el peso.</p>
<p>Entre las recomendaciones recogidas en estas guías, destaca la de no reproducir estereotipos que asocian la gordura con la falta de ejercicio, malnutrición y ausencia de voluntad, ni los que asocian la gordura con la enfermedad o la delgadez con la buena salud.</p>
<p>También es preciso evitar toda ridiculización de las personas debido a sus características físicas y evitar describir el peso corporal con terminología y lenguaje que puedan resultar ofensivos. Se trata de situar a las personas antes que a la enfermedad y no etiquetarlas.</p>
<p>En definitiva, dado el papel fundamental de los medios en la percepción del público, es necesario su compromiso para ofrecer una imagen justa, precisa y no estigmatizante de la obesidad.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/197697/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Idoia Camacho Markina no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>La gordofobia se alimenta de la creencia de que las personas con exceso de peso son perezosas y glotonas, y que no tienen fuerza de voluntad ni autodisciplina para mantenerse delgadas. Pero la obesidad es responsabilidad de la sociedad.Idoia Camacho Markina, Profesora de Formación de Portavoces y Periodismo Especializado, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko UnibertsitateaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1970772023-01-16T18:04:52Z2023-01-16T18:04:52ZCómo influyen la personalidad y la situación socioeconómica en la obesidad<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/503818/original/file-20230110-17-1yc9hb.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=17%2C0%2C5734%2C3828&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/man-big-belly-obesity-disease-overeating-2129063003">Shutterstock Potashev Aleksandr</a></span></figcaption></figure><p>La alimentación no es solo nutrición: es también un acto social. Basta pensar en cuántas comidas familiares, de amigos o de negocios tenemos al año. Eso implica que este acto (comer) puede verse influido por factores psicológicos individuales como el grado de extroversión o la mayor o menor tendencia a la sociabilidad. </p>
<p>Pero además, en gran medida, la situación socioeconómica también influye en qué, dónde y con quién comemos.</p>
<h2>¿El riesgo de obesidad depende de la personalidad?</h2>
<p>El modelo de personalidad más ampliamente utilizado es el conocido como <a href="https://twitter.com/ManuelRuizAdame/status/1406148458596208640?s=20&t=qUIi1w1z0Riu9WwOE7dqdQ"><em>Big five</em></a>. Como su propio nombre indica, considera que la personalidad puede explicarse mediante <a href="https://psicologiaymente.com/personalidad/5-grandes-rasgos-de-personalidad">5 grandes factores</a> (OCEAN, según sus siglas en inglés)</p>
<p>· Apertura (<em><strong>O</strong>penenss</em>)</p>
<p>· Responsabilidad (<em><strong>C</strong>onciousness</em>)</p>
<p>· Extraversión (<em><strong>E</strong>xtraversion</em>)</p>
<p>· Conformidad (<em><strong>A</strong>greableness</em>) </p>
<p>· Neuroticismo (<em><strong>N</strong>euroticism</em>) </p>
<p>De todos ellos, el factor <a href="https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/08870446.2015.1082561">neuroticismo</a> es el que acumulaba hasta ahora <a href="https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/08870446.2015.1082561">más evidencias</a> de estar relacionado con un aumento del riesgo de problemas de peso. En el otro extremo, un alto nivel del factor <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/jopy.12143">responsabilidad</a> parece tener una función protectora sobre el aumento de peso y nos aleja de las dietas poco saludables.</p>
<h2>Las mujeres más obesas que los hombres</h2>
<p>No obstante, buscar la relación entre personalidad y riesgo de obesidad sin considerar el perfil socioeconómico tiene poco sentido. Por eso los autores de este artículo nos propusimos hacer un estudio que también <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1002/pmh.1575">tuviera en cuenta las características demográficas y económicas del individuo</a>. Para ello utilizamos una muestra de 6.562 personas de las olas 5 y 6 del Estudio Longitudinal Inglés del Envejecimiento (<a href="https://www.elsa-project.ac.uk/">ELSA</a>, por sus siglas en inglés). </p>
<p>¿<a href="https://twitter.com/ManuelRuizAdame/status/1606583308418023424?s=20&t=Qi6tBk1e_oodMPF8dFQY5A">Qué encontramos</a>? Según el análisis estadístico realizado, un alto nivel del factor responsabilidad hace menos probable la obesidad. Por el contrario, cuanto más altos son los niveles en conformidad y apertura a nuevas experiencias, mayor tendencia a la obesidad.</p>
<p>En cuanto a la relación entre otras variables demográficas y obesidad, en la muestra británica llegamos a varias conclusiones:</p>
<ul>
<li><p>A mayor edad, la tendencia a la obesidad es menor.</p></li>
<li><p>Las mujeres tienden más a ser obesas que los hombres (un 2,6 % más).</p></li>
<li><p>Las personas de familias numerosas tienden más a la obesidad . La probabilidad sube un 2,5 % más por cada miembro adicional de la familia.</p></li>
</ul>
<p>Los estilos de vida también influyen en el exceso de peso. El estudio indica que la obesidad es menos probable entre fumadores y bebedores, pero más probable entre personas sedentarias, como era de esperar.</p>
<h2>Los empleados y los jubilados, menos obesos</h2>
<p>Del estudio también se desprende que el nivel educativo alto reduce el riesgo de ser obesos en un 4,4 %. Unos ingresos elevados en el hogar se asocian asimismo con menos probabilidad de obesidad: entre las familias de altos ingresos el riesgo es menor.</p>
<p>Estar empleado y estar jubilado reducen la probabilidad de ser obeso en un 33 % y un 48 % respectivamente. Por otro lado, cuando se analizó la relación entre factores de personalidad y situación laboral, el único factor que mostró un claro efecto fue la conformidad: aquellos con mayor nivel de conformidad y que estaban activos laboralmente mostraron más riesgo de ser obesos. En la población jubilada, la conformidad y la apertura a nuevas experiencias también eran factores de riesgo.</p>
<p>Por el contrario, como ya avanzamos, la responsabilidad reduce el riesgo de desarrollar obesidad, con un efecto más intenso en hombres que en mujeres. </p>
<p>En cuanto al factor neuroticismo, su influencia resultó ser moderada y en diferente sentido en función del sexo: incremento del riesgo de obesidad para hombres y reducción en el caso femenino.</p>
<h2>Los costes de la obesidad</h2>
<p>Estudiar todas las dimensiones de la obesidad es importante porque hablamos de un trastorno metabólico asociado a un aumento importante de la tasa de mortalidad así como a otras alteraciones que llevan a <a href="https://jamanetwork.com/journals/jamainternalmedicine/fullarticle/485135">una mayor resistencia a la insulina, diabetes tipo 2, hipertensión e hipercolestirolemia</a>. De hecho, hay cálculos de que el ahorro de tratar la obesidad es <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/1467-6494.00127">comparable al de otras enfermedades crónicas como las coronarias o la diabetes</a>.</p>
<p>Y no solo nos sale caro a nivel sanitario: la obesidad tiene costes sociales importantes. Por ejemplo, los relativos a pérdidas de productividad como el <a href="https://ijbnpa.biomedcentral.com/articles/10.1186/1479-5868-8-98">absentismo</a> por enfermedad y el <a href="https://journals.lww.com/joem/Abstract/2008/01000/Obesity_and_Presenteeism__The_Impact_of_Body_Mass.12.aspx">presentismo</a> (reducción de rendimiento por no poder trabajar en su total capacidad), ambos <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/1733119/">más elevados en personas obesas</a>. Además de que hay más <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/j.1467-789X.2008.00472.x">muertes prematuras</a> entre los obesos. </p>
<p>El estudio que hemos llevado a cabo muestra que hay variables demográficas como el sexo, la edad o el tamaño de la unidad familiar que, unidos a los factores de personalidad, reducen o aumentan la probabilidad de que se desarrolle sobrepeso y obesidad. Pero también ciertos condicionantes económicos como el nivel de ingresos que afectan a lo que nos llevamos a la boca. Sin olvidar el estilo de vida. </p>
<p>En cualquier caso debemos subrayar que este estudio no permite alcanzar explicaciones a las correlaciones y probabilidades encontradas. Hay que recordar que correlación no implica causalidad.</p>
<p>Lo que sí parece indiscutible es que analizar estas variables conjuntamente ayudará a combatir con más eficacia un problema de salud pública tan grave que la Organización Mundial de la Salud lo ha bautizado como <a href="https://www.who.int/activities/controlling-the-global-obesity-epidemic">globesidad</a> (epidemia de obesidad mundial).</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/197077/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>Ciertos rasgos de la personalidad nos pueden hacer engordar. Pero al analizar los factores que contribuyen a la obesidad también hay que tener en cuenta factores socioeconómicos.Manuel Ruiz-Adame Reina, Profesor de Economía - Dpto Economía Aplicada. Actualmente: Visiting Research Fellow en Trinity College Dublin, Universidad de GranadaAlessio Gaggero, Profesor Ayudante Doctor. Departamento de Métodos Cuantitativos para la Economía y la Empresa, Universidad de GranadaModou Diop, Profesor en el Departamento de Economía Aplicada, Universidad de GranadaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1948572022-11-23T17:48:32Z2022-11-23T17:48:32ZPara mantener a raya la obesidad, el color de los michelines importa<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/497018/original/file-20221123-18-j3phnc.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=17%2C11%2C3861%2C2553&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/fat-creases-back-close-1844421322">Shutterstock / MikhailOS</a></span></figcaption></figure><p>Qué mal nos sabe decir a los abuelos durante una comida que ya no podemos ni con un huevo frito más. “¡Pero abuela, que no es mi culpa, es la <a href="https://theconversation.com/insulina-y-leptina-el-tira-y-afloja-de-lo-que-comemos-186490">leptina</a>!” Mi justificación para no dejar reluciente el plato es la hormona vinculada a la sensación de saciedad, que también se revela como una aliada para combatir la <a href="https://theconversation.com/es/topics/obesidad-55367">obesidad</a> mediante un proceso fisiológico que implica un curioso cambio de color.</p>
<p>Para entender cómo funciona, empecemos por el principio. La grasa procedente de los alimentos se acumula en células especializadas, los adipocitos, que forman el tejido adiposo. Pero cuando ese almacenamiento es excesivo se produce lo que comúnmente llamamos obesidad. </p>
<p>Entonces no solo observamos un aumento de volumen y peso en el individuo, sino que además su tejido adiposo deja de funcionar correctamente. El metabolismo de los adipocitos comienza a dañarse y se desencadenan diversos procesos fisiológicos perjudiciales; entre ellos, <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/33356944/">procesos inflamatorios</a>.</p>
<p>La función de ese tejido no es solo la de almacenar: también actúa como principal fuente de energía en situaciones de demanda. Por añadidura, hablamos de un tejido <em>vivo</em>, capaz de secretar señales que actúan en órganos como el páncreas o el sistema nervioso. </p>
<p>Entre estas señales se encuentra la citada leptina, una hormona que, tras la ingesta de alimentos, viaja desde el tejido adiposo por el torrente sanguíneo hasta nuestro cerebro y activa la señal para no comernos ese huevo de más. </p>
<p>Solo con esto podemos hacernos una idea de qué mecanismos se encuentran alterados en el desarrollo de la obesidad. Pero ¿y si la leptina cambiase además el color nuestra grasa para hacerla menos perjudicial?</p>
<h2>Tres colores tiene la grasa</h2>
<p>Cuando decimos que el tejido adiposo está <em>vivo</em>, es que de verdad está vivo y coleando. Y el color aquí importa. Porque el tejido adiposo se clasifica, según la apariencia y actividad de sus células, en blanco y marrón. Este último es muy común en los recién nacidos, pero se pierde con el crecimiento. </p>
<p>El tejido marrón es el más eficaz <a href="https://theconversation.com/la-estufa-interior-de-los-bebes-163050">en quemar grasa y liberar la energía almacenada en forma de calor</a>. Para ello utiliza mitocondrias y se rodea de muchos vasos sanguíneos capaces de regular la temperatura en todo el cuerpo.</p>
<p>La comunidad científica ha demostrado la existencia en adultos de un tipo intermedio de adipocitos entre estas dos subdivisiones: los adipocitos <em>beis</em>, parientes muy cercanos del tejido adiposo marrón. Lo interesante es que los adipocitos pueden cambiar de un tipo a otro según el estímulo que reciban, un proceso que ha sido denominado <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32872317/"><em>browning</em> o “pardeamiento”</a>. </p>
<p>El gran interés entre investigadores por esta transformación reside en que los adipocitos beis poseen mayor capacidad para quemar las grasas almacenadas y liberar energía en forma de calor que los blancos. Entre otros motivos, <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/25594176">porque expresan un mayor número de mitocondrias en su interior</a>. Y estas, como hemos visto anteriormente, son cruciales para la función del tejido adiposo marrón.</p>
<p>El pardeamiento se basa en una serie de cambios llevados a cabo por ciertas proteínas en el interior de los adipocitos, las cuales dirigen las rutas que deben tomar azúcares como la glucosa, como de si de una autovía se tratase. <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/33249043/">Muchas de ellas se encargan de activar o bloquear la presencia de otras</a> mediante cambios en la información que transmiten a nuestro ADN. </p>
<p>Estos <em>supercontroladores</em> reciben en biología molecular el nombre de “factores de transcripción” y son esenciales para multitud de procesos fisiológicos y órganos tan vitales como el corazón.</p>
<h2>Las cerillas moleculares para quemar grasa</h2>
<p>¿Y cómo sabe entonces mi michelín que tiene que cambiar de color? </p>
<p>La grasa se autocontrola. Uno de los estímulos que reciben los adipocitos es el de la señal de leptina que ellos mismos producen para alertar a nuestro cerebro de que paremos de comer. La hormona activa conexiones nerviosas que regresan a la grasa para indicarle que ahora le toca almacenar y quemar lo ingerido. </p>
<p>Si este <em>feedback</em> se recibe correctamente, como un bumerán, la leptina pone en marcha el proceso de pardeamiento en los adipocitos, que cambian de blanco a beis mediante la activación de factores de transcripción como el denominado PPARβ/δ. </p>
<p>Cuando esta proteína se activa, se une al ADN y dirige la información para que los procesos de oxidación, almacenaje de lípidos o los procesos inflamatorios en el interior de las células estén controlados. Entonces <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/33924880/">comienzan a aparecer los adipocitos beis</a>. Encargados de oxidar lípidos con mayor eficacia, permiten que la grasa almacenada se localice en zonas preparadas para ello. Es importante que órganos tan vitales como el hígado o el corazón no acumulen lípidos en su interior o a su alrededor, ya que la función principal de sus células no es la de almacenar grasa.</p>
<p>Potenciar el proceso está en nuestras manos: una buena alimentación o el ejercicio físico ayudan a que la sensibilidad de estas conexiones sea mayor y que nuestro tejido adiposo mantenga esa capacidad de transformación. </p>
<p>Cuando no podamos comer más, también habrá que explicarles a nuestros abuelos que el color de los michelines importa, y que la leptina se está ocupando de ello.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/194857/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Lorena Mazuecos Fernández-Pacheco recibe fondos como investigadora postdoctoral para la excelencia científica en el marco del Plan Propio de I+D+i de la Universidad de Castilla-La Mancha, cofinanciados por el Fondo Social Europeo. </span></em></p>La leptina, hormona responsable de la sensación de saciedad, también pone en marcha un mecanismo para transformar la grasa blanca en beis, más saludable. Hacer ejercicio y seguir una buena dieta favorecen esta metamorfosis.Lorena Mazuecos Fernández-Pacheco, Doctora en Ciencias de la Salud. Investigadora Postdoctoral, Universidad de Castilla-La ManchaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1902442022-11-14T18:13:24Z2022-11-14T18:13:24ZLa fórmula para desayunos y meriendas infantiles sanos y sostenibles<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/494418/original/file-20221109-13-fjlwnd.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=6%2C19%2C4221%2C3048&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/baby-hand-picking-fruits-1104484364">Shutterstock / laura81</a></span></figcaption></figure><p>La Organización Mundial de la Salud y el International Obesity Task Force llevan años alertando de un <a href="https://www.analesdepediatria.org/es-obesidad-infantojuvenil-una-enfermedad-heterogenea-articulo-S1695403311002529">incremento sostenido y gradual del sobrepeso y la obesidad infantil</a>.</p>
<p>En concreto España tiene una de las prevalencias de obesidad infanto-juvenil más significativas de Europa, según el <a href="https://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/353747/9789289057738-eng.pdf">Informe Regional Europeo de Obesidad 2022</a>. A ello se le suma que la dieta a estas edades no es precisamente la más adecuada, de acuerdo con el <a href="https://www.aesan.gob.es/AECOSAN/docs/documentos/nutricion/observatorio/Informe_Aladino_2019.pdf">informe ALADINO</a>. </p>
<p>Si además tenemos en cuenta lo importante que es mitigar el impacto ambiental de las dietas, todo anima a realizar un cambio global urgente y apostar desde la infancia por patrones alimentarios que garanticen la salud individual y planetaria. </p>
<h2>El desayuno y la merienda también cuentan</h2>
<p>En la etapa escolar es importante realizar 4 ó 5 ingestas moderadas al día adaptadas a cada niño o niña respetando la sensación de hambre-saciedad expresada. De ahí que a esta edad se recomiende desayunar y merendar bien. Sin embargo, tanto niños como <a href="https://www.mdpi.com/2072-6643/13/8/2500/htm">adolescentes</a> acostumbran a saltarse estas comidas.</p>
<p>Si nos centramos en el contenido del desayuno y la merienda, entre los escolares es bastante común abusar de los productos ultraprocesados y los azúcares libres en detrimento de los alimentos frescos. Para que estas ingestas sean más saludables y sostenibles, se recomienda planificar todas las comidas priorizando la fruta fresca, los frutos secos, los cereales integrales, las verduras y las legumbres. </p>
<p>La abundancia de alimentos de origen vegetal es un rasgo característico de la dieta mediterránea. Y debe ir acompañada de una reducción del consumo de productos de origen animal, especialmente carnes rojas y procesadas. </p>
<h2>“Sí” a la fruta y la verdura</h2>
<p>Según los estudios de la dieta en población infantil, la mayoría de los niños y niñas en edad preescolar consumen cantidades inferiores a las recomendadas de verduras y frutas. La tendencia se puede intentar cambiar con acciones como éstas:</p>
<ul>
<li><p>Involucrar a las niñas y niños en la cocina <a href="https://www.mdpi.com/1660-4601/18/20/10824">facilita la aceptación de los alimentos</a>.</p></li>
<li><p>“Predicar con el ejemplo” tiene buenos resultados en la promoción del consumo de frutas y verduras. <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6313371/">Se ha demostrado</a> que los miembros de la familia y las personas más cercanas a los niños y niñas son sus referentes. Por tanto, si siguen hábitos alimentarios saludables se transmitirán de manera natural.</p></li>
<li><p>Ofrecer variedad de verduras y frutas de temporada como refrigerio ayuda a cumplir las recomendaciones de ingesta de estos alimentos <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3743731/">desde edades tempranas</a> .</p></li>
</ul>
<h2>Sostenible además de saludable</h2>
<p>Aunque hasta hace unos años en la etapa escolar solo se hablaba de alimentación saludable, ahora es necesario añadir el adjetivo sostenible. Eso implica que, en lugar de poner el foco solo en qué comemos, también prestamos atención a cómo comemos.</p>
<p>La dieta mediterránea no solo ofrece una alternativa capaz de garantizar el adecuado aporte de nutrientes y de prevenir las enfermedades crónicas no transmisibles: también tiene bajo impacto ambiental.</p>
<p>Algunos ejemplos de posibles desayunos y meriendas saludables son: </p>
<ul>
<li><p>Macedonia de fruta de temporada con frutos secos y tostada de pan integral con aceite de oliva y romero.</p></li>
<li><p>Bocadillo integral con pisto de verduras, piñones y bonito.</p></li>
<li><p>Bebida vegetal o leche con canela y tostada de pan integral con paté vegetal o humus.</p></li>
<li><p>Bizcocho casero integral de zanahoria y almendra con una pieza de fruta de temporada.</p></li>
<li><p>Yogur natural con avena y fruta de temporada.</p></li>
</ul>
<p>Podemos conseguir que ambas comidas sean sostenibles teniendo en cuenta los siguientes criterios:</p>
<ul>
<li><p>Temporalidad: elegir productos de temporada ya que son más económicos, sostenibles y añaden variabilidad a la dieta.</p></li>
<li><p>Origen: priorizar alimentos de producción local, lo más cercano posible a nuestra residencia (radio de 100 kilómetros).</p></li>
<li><p>Envases de alimentos: evitar los batidos y zumos en tetrabrick (en general, <a href="https://theconversation.com/sin-azucares-anadidos-cuando-tiene-sentido-usar-esta-etiqueta-y-cuando-no-169956">evitar los zumos, que son poco saludables</a>). Prescindir también de los paquetes individuales de frutos secos o cereales para minimizar envases de un solo uso y priorizar los envases reutilizables. La compra de alimentos a granel es una alternativa sostenible que permite adquirir solo las cantidades necesarias, sin tener que aceptar los formatos estandarizados (en kilogramos o litros de productos). </p></li>
</ul>
<p>Otro factor clave en temas de alimentación saludable y sostenible es la técnica culinaria empleada. Así lo explicita el reciente informe del comité científico de la <a href="https://www.aesan.gob.es/AECOSAN/docs/documentos/seguridad_alimentaria/evaluacion_riesgos/informes_comite/INFORME_RECOMENDACIONES_DIETETICAS.pdf">Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición</a>, que recomienda cocinar empleando electrodomésticos de bajo impacto ambiental. Es decir, microondas u olla a presión. Además de ahorrar tiempo y energía, estas opciones permiten cocinar en grandes cantidades que, posteriormente, se pueden congelar.</p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/494396/original/file-20221109-24-rrfgm6.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/494396/original/file-20221109-24-rrfgm6.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/494396/original/file-20221109-24-rrfgm6.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/494396/original/file-20221109-24-rrfgm6.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/494396/original/file-20221109-24-rrfgm6.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/494396/original/file-20221109-24-rrfgm6.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/494396/original/file-20221109-24-rrfgm6.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/494396/original/file-20221109-24-rrfgm6.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption"></span>
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<p><em>Figura1. Recomendaciones para una alimentación saludable y sostenible. (Adaptado de <a href="https://www.bda.uk.com/uploads/assets/539e2268-7991-4d24-b9ee867c1b2808fc/a1283104-a0dd-476b-bda723452ae93870/one%20blue%20dot%20reference%20guide.pdf">The Association of UK Dietitians One Blue Dot, 2020</a> y <a href="https://scientiasalut.gencat.cat/bitstream/handle/11351/3695/peque%C3%B1os_cambios_comer_mejor_2018_cas.pdf?sequence=5">Agencia de Salud Pública de Catalunya, 2019</a>).</em></p>
<h2>Aprovechar mejor que tirar</h2>
<p>Tampoco hay que perder de vista las medidas para reducir el desperdicio alimentario. Alrededor de un tercio de los alimentos que se producen en el mundo se pierde o se desperdicia. </p>
<p>A reducir ese porcentaje ayudaría realizar compras conscientes (comprando solo lo necesario), hacer un correcto almacenaje de los alimentos asegurando la rotación de productos y controlar las fechas de caducidad de los alimentos. </p>
<p>Practicar una cocina de aprovechamiento, representada en las clásicas croquetas, también reduce la cantidad de comida que tiramos.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/190244/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>A ciertas edades, conviene desayunar y merendar cada día. Sobre todo si se siguen ciertas pautas saludables y sostenibles como incluir frutas de temporada, frutos secos y cereales integrales, huyendo de alimentos envasados.Anna Bach Faig, Profesora Estudios de Ciencias de la Salud, UOC - Universitat Oberta de CatalunyaAlicia Aguilar Martínez, Associate professor, UOC - Universitat Oberta de CatalunyaNadia San Onofre Bernat, Associate professor al Máster de Nutrición y Salud de la UOC, UOC - Universitat Oberta de CatalunyaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1895942022-11-09T11:39:17Z2022-11-09T11:39:17ZLa obesidad no es una cuestión estética, sino una enfermedad<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/494422/original/file-20221109-2908-y2eyjf.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=6%2C24%2C4083%2C2685&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/back-view-fat-woman-daydreaming-by-1176503860">Shutterstock / Creativa Images</a></span></figcaption></figure><p>Reivindicar las diferencias como reflejo de la diversidad humana es una práctica social deseable. Reivindicar las diferencias obviando los riesgos para la salud podría calificarse de práctica temeraria.</p>
<p>Basta pasear por las calles de una ciudad para darnos cuenta del peso que tiene la estética en nuestra forma de vida. Por todos lados nos encontramos imágenes de modelos con cuerpos delgados que, en muchas ocasiones, ni tan siquiera son reales. La sociedad nos empuja, especialmente a las mujeres, a cumplir con este canon estético que promete éxito social.</p>
<h2>Una cuestión de definiciones</h2>
<p>Al preguntarnos cuál es esa regla estética, encontramos que no está escrita. Se basa en una imagen corporal delgada que apenas admite margen para la diferencia. De hecho, una ligera desviación se penaliza duramente, tal y como han podido comprobar muchos personajes populares objeto de acoso en redes sociales.</p>
<p>El concepto de <a href="https://www.consaludmental.org/publicaciones/Guia-gordofobia.pdf">gordofobia</a> recoge este comportamiento. El Instituto Canario de Igualdad la define como el odio, rechazo y violencia que sufren las personas gordas por el hecho de serlo. En la práctica, es objeto de gordofobia cualquier persona que se sale de esos estrictos cánones estéticos no escritos.</p>
<h2>Los riesgos de la estética</h2>
<p>Una de las consecuencias de este culto a la delgadez son los denominados <a href="https://www.nimh.nih.gov/health/statistics/eating-disorders">Trastornos del Comportamiento Alimentario</a> (TCA). Estos incluyen, entre otros, anorexia nerviosa, bulimia nerviosa y <a href="https://theconversation.com/los-atracones-son-mas-frecuentes-que-la-anorexia-o-la-bulimia-pero-siguen-ocultos-193093">atracones</a>.</p>
<p>La población más afectada por los trastornos del comportamiento alimentario son los jóvenes y adolescentes, mayoritariamente mujeres. Según <a href="https://journals.lww.com/co-psychiatry/Abstract/2022/11000/Worldwide_prevalence_of_DSM_5_eating_disorders.3.aspx">estudios</a> en diferentes países, entre el 5.5 y el 17.9 % de las mujeres y entre el 0.6 y el 2.4 % de los hombre ha sufrido TCA antes de los 30 años.</p>
<p>Una persona con TCA tiene un <a href="https://journals.lww.com/co-psychiatry/Fulltext/2020/11000/Review_of_the_burden_of_eating_disorders_.3.aspx">riesgo de mortalidad</a> entre 2 y 5 veces mayor que sus congéneres. El <a href="https://jeatdisord.biomedcentral.com/articles/10.1186/s40337-022-00654-2">suicidio</a> es una de las causas principales. También supone una pérdida de calidad de vida y de años con buena salud.</p>
<h2>¿Aceptación de la diversidad o riesgo para la salud?</h2>
<p>En los últimos años estamos asistiendo a un movimiento reivindicativo de la diversidad corporal en respuesta a toda esta presión estética. Reclamar respeto frente a la “gordura”, aunque loable, no debe hacernos olvidar el riesgo para la salud que esta supone.</p>
<p>La Organización Mundial de la Salud define el sobrepeso y la obesidad como <a href="https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/obesity-and-overweight">“una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud”</a>. La herramienta que se suele utilizar para determinar ese exceso es el Índice de Masa Corporal (IMC). Un IMC por encima de 25 se considera sobrepeso y por encima de 30, obesidad.</p>
<p>IMC= Peso (kg) / Altura <sup>2</sup> (m)</p>
<p>Aunque ampliamente utilizado en estudios de poblaciones, el IMC tiene un uso limitado en personas individuales. No debe utilizarse en deportistas, niños, mujeres embarazadas o personas enfermas. Si se sospecha sobrepeso u obesidad debe acudirse a un nutricionista.</p>
<p>En estudios poblacionales se ha visto que el <a href="https://www.bmj.com/content/353/bmj.i2156">riesgo de mortalidad</a> depende del IMC. Este riesgo es mínimo entre valores de 20 y 24 en personas no fumadoras. Valores mayores y menores están asociados a un aumento en el riesgo de mortalidad.</p>
<p>El último análisis del estudio epidemiológico observacional más completo del mundo, el <a href="https://journals.plos.org/plosmedicine/article?id=10.1371/journal.pmed.1003198">Global Burden Disease (GBD)</a>, fue publicado en 2020. En él se muestra que un IMC mayor o igual a 25 causó 2.4 millones de muertes en el mundo en 2017 y 70.7 millones de <a href="https://www.who.int/data/gho/indicator-metadata-registry/imr-details/158">DALYs</a>. </p>
<p>Una DALY (<em>Disability Adjusted Life Years</em> por sus siglas en inglés) representa la pérdida del equivalente a un año de salud completa debido a enfermedad, discapacidad o muerte prematura. Las <a href="https://journals.plos.org/plosmedicine/article?id=10.1371/journal.pmed.1003198">enfermedades cardiovasculares</a> son la principal causa de pérdida de años de salud (DALYs) relacionada con un IMC elevado. Le siguen la diabetes y las enfermedades renales.</p>
<p>Un IMC alto también está relacionado con más de 450.000 <a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fnut.2022.918330/full">muertes por cáncer</a> en el mundo en 2019. De hecho, se considera que la obesidad es una de las causas de al menos 13 tipos diferentes de cáncer.</p>
<p>Otras <a href="https://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/353747/9789289057738-eng.pdf">patologías</a> asociadas a la obesidad son resistencia a la insulina, hipertensión, fallo cardíaco, infarto, cardiopatía isquémica, alteraciones del aparato muscular y esquelético o alteraciones de los niveles de colesterol sanguíneo.</p>
<p>Por todo esto, la Organización Mundial de la Salud recoge el sobrepeso y la obesidad como una <a href="https://icd.who.int/browse11/l-m/en#/http%3a%2f%2fid.who.int%2ficd%2fentity%2f1492142148">enfermedad</a> en su Clasificación Internacional de Enfermedades.</p>
<h2>¿Estética o salud?</h2>
<p>Según los rangos de IMC con mínimo riesgo de mortalidad (20 a 24), una mujer de 1.62 metros de estatura podría pesar entre 52.5 y 63 kg. Para un hombre de 1.76 metros, el intervalo sería de 62 a 74.3 Kg.</p>
<p>Estos amplios rangos de peso son difícilmente aceptables desde el punto de vista estético. Incluso el mínimo de los valores, que corresponde a un IMC de 20, podría no ser considerado como adecuado.</p>
<p>Por lo tanto, estamos sometidos a una enorme presión social para adecuar nuestra imagen corporal a la de unos cánones estéticos arbitrarios que han variado a lo largo de los siglos. Estos no tienen en cuenta el criterio más importante: el de la salud.</p>
<p>El dilema entre estética y salud, fuertemente influido por la sociedad y la industria, debe resolverse. Debemos abogar por la promoción de modelos estéticos asociados a la salud que favorezcan la motivación por estar sanos.</p>
<p>Las autoras del presente artículo suscribimos la aceptación de la diversidad humana en cualquiera de sus formas. Sin embargo, nuestra responsabilidad social nos impele a recordar que el sobrepeso y la obesidad son una enfermedad. Que sea difícil de tratar no la convierte en una enfermedad que haya que abrazar y olvidar.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/189594/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>Reivindicar las diversidad de los cuerpos como reflejo de la diversidad humana es una práctica social deseable. Pero no debemos olvidar que el sobrepeso y la obesidad son una enfermedad.Ana Belén Ropero Lara, Profesora Titular de Nutrición y Bromatología - Directora del proyecto BADALI, web de Nutrición. Instituto de Bioingeniería, Universidad Miguel HernándezMarta Beltrá García-Calvo, Profesora de Nutrición y Bromatología. Colaboradora del proyecto BADALI, web de Nutrición. Instituto de Bioingeniería, Universidad Miguel HernándezLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.