tag:theconversation.com,2011:/global/topics/sobrepeso-55369/articlessobrepeso – The Conversation2023-09-25T20:56:55Ztag:theconversation.com,2011:article/2088602023-09-25T20:56:55Z2023-09-25T20:56:55ZObesógenos: las sustancias químicas que nos engordan y están por todas partes<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/549526/original/file-20230921-20-h0jssg.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=482%2C120%2C7340%2C5203&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/fat-man-exercising-by-walking-burn-1979420852">BELL KA PANG/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Cuando oímos las palabras “obesidad” o “sobrepeso”, automáticamente pensamos en comida poco saludable y, como mucho, en sedentarismo. Pero hay otro factor tan poco conocido como omnipresente que nos puede estar provocando un aumento de peso a pesar de llevar una vida sana. </p>
<p>Porque en los últimos años se ha demostrado que determinados compuestos químicos presentes en el ambiente también pueden tener un papel en el desarrollo de sobrepeso u obesidad en la población. Llamados obesógenos, producen un aumento de la masa del tejido adiposo blanco o masa grasa solo con exponernos a ellos a través de la ingesta (dieta), por contacto o mediante inhalación de aire contaminado.</p>
<p>A día de hoy, en torno a <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/35395240/">50 productos químicos</a> han sido catalogados como obesógenos o potenciales obesógenos. Entre ellos están el famoso <a href="https://theconversation.com/es/topics/bisfenol-a-88125">bisfenol A</a>, los bifenilos policlorados, los ftalatos, los éteres de polibromodifenilos, las sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas, los parabenos, la acrilamida, los alquilfenoles, el dibutilestaño o algunos metales pesados como el cadmio y el arsénico. Forman parte de muchos productos que usamos diariamente (detergentes, alimentos, envases de plástico, ropa, cosméticos…), lo que complica evadir sus efectos. </p>
<h2>Alteraciones en el tejido adiposo, las hormonas y la microbiota</h2>
<p>¿Y cómo nos engordan? En realidad, estas sustancias no provocan obesidad por sí mismas, sino que promueven el exceso de peso mediante <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0006295222001095">diferentes mecanismos</a>. Por ejemplo, favorecen la proliferación y la diferenciación de adipocitos. O, dicho de otro modo, incrementan el número y tamaño de esas células encargadas de acumular grasa. </p>
<p>Tal aumento en el tejido adiposo blanco puede contribuir a la obesidad y las enfermedades metabólicas relacionadas mediante reacciones de inflamación y estrés oxidativo, susceptibles a su vez de provocar la acumulación de glucosa y de ácidos grasos en diversos órganos, especialmente el hígado.</p>
<p>Así mismo <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/37240215/">se ha observado</a> que la exposición a sustancias obesógenas puede alterar la acción de hormonas –como las sexuales o las tiroideas– relacionadas con la diferenciación de las células adiposas, la ganancia del peso y el metabolismo. </p>
<p>Y por si fuera poco, la <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0006295222001095">microbiota intestinal</a> también puede verse afectada por la acción de estos compuestos. Hablamos de millones de bacterias que regulan la absorción de lípidos, entre otras funciones, por lo que su deterioro puede provocar enfermedades metabólicas como la diabetes tipo 2 o la obesidad. </p>
<h2>El efecto de los obesógenos incluso antes de nacer</h2>
<p>Los potenciales efectos de los obesógenos varían según el momento en el que se produce la exposición. Las fases más vulnerables son las más tempranas de la vida: la etapa fetal y la primera infancia, cuando el desarrollo es muy rápido y coordinado. Por eso, la alteración de este proceso tan sensible puede tener un impacto en nuestra salud a largo plazo. </p>
<p>Es lo que explica la <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1111/j.1365-2796.2007.01809.x">Hipótesis de los Orígenes de la Salud y Enfermedad en el Desarrollo</a> (o hipótesis DOHaD). Según postula, el ambiente que rodea a una persona durante su desarrollo temprano puede provocar cambios fisiológicos que la hagan más vulnerable a ciertas enfermedades a lo largo de su vida. Dichas modificaciones pueden persistir incluso cuando el “estresor” ya no está presente.</p>
<p>¿Y esto puede suceder en el caso de la obesidad? Pues la <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/30044726/">evidencia científica</a> parece indicar que sí. La exposición a los citados tóxicos durante momentos críticos del desarrollo es capaz de promover <a href="https://www.genome.gov/es/genetics-glossary/Epigenetica">cambios epigenéticos</a>, o sea, modificaciones en el ADN que no afectan a la secuencia del mismo. Esto puede cambiar la expresión de los genes y, por consiguiente, las funciones de las células, lo que aumentaría la susceptibilidad de desarrollar obesidad y otras enfermedades metabólicas. </p>
<p>Pero aún hay más. En estudios realizados con animales se ha observado que estas modificaciones pueden ser <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/36060120/">transmitidas a las generaciones posteriores</a>. Es decir, los cambios se “heredan” de padres/madres a hijos/as.</p>
<h2>Estategias (individuales y colectivas) para evitarlos</h2>
<p>Sabiendo todo esto, ¿qué podemos hacer para <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/34409721/">eludir la exposición a los obesógenos</a>? Aunque, como hemos comentado, convivimos con ellos en nuestro día a día, algunas prácticas a nivel individual pueden ayudarnos a sortearlos. He aquí algunos consejos:</p>
<p>-No fumar.</p>
<p>-Disminuir el consumo de alimentos y bebidas envasados.</p>
<p>-Reducir el uso de plásticos, así como de ciertos cosméticos y lociones.</p>
<p>-Limitar el consumo de alimentos con pesticidas.</p>
<p>-Reciclar y reutilizar todo lo que podamos. </p>
<p>Por otro lado, las autoridades de salud pública y de medio ambiente deberían desarrollar <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/34409721/">estrategias políticas</a> para disminuir la exposición de la población a estas sustancias, también poniendo foco en las desigualdades sociales en salud. </p>
<p>Junto a esto, es necesario seguir investigando sobre los efectos de los obesógenos. Así se podrán tomar con conocimiento de causa las decisiones que nos afectarán a todos y todas, a los que estamos y a los que vendrán.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/208860/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Raquel Soler Blasco recibe fondos del Ministerio de Universidades, de la Unión Europea-Next generation EU y del Consejo General de Enfermería.
</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Sabrina Llop recibe fondos del Instituto de Salud Carlos III, Unión Europa, Generalitat Valenciana y CIBERESP</span></em></p>Ciertos compuestos químicos que forman parte de envases, cosméticos, detergentes o los propios alimentos pueden tener un papel en el aumento del sobrepeso o la obesidad de la población. Aquí explicamos cómo actúan y qué podemos hacer para evitarlos.Raquel Soler Blasco, Investigadora postdoctoral en Salud Ambiental, Universitat de ValènciaSabrina Llop, Investigadora postdoctoral Miguel Servet, FisabioLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2127242023-09-04T17:59:01Z2023-09-04T17:59:01ZBeber tres litros de agua al día probablemente no le ayude a adelgazar<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/545928/original/file-20230817-27-wts183.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=9%2C9%2C6067%2C4036&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Water is important for your health, but it can't boost weight loss.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/image-photo/healthy-liquid-beautiful-brunette-woman-drinking-1891473649">Prostock-studio/ Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>A menudo se afirma que, si se quiere perder peso, una de las cosas que hay que hacer cada día es beber mucha agua, e incluso algunos consejos de Internet sugieren que se beba hasta 4,5 litros. Se afirma que el agua ayuda a quemar calorías y a reducir el apetito, lo que a su vez conduce a la pérdida de peso.</p>
<p>Pero aunque a todos nos gustaría que perder peso fuera así de fácil, por desgracia hay pocas pruebas que respalden estas afirmaciones.</p>
<h2>Mito 1: el agua ayuda a quemar calorías</h2>
<p>Un <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/14671205/">pequeño estudio</a>, realizado con 14 adultos jóvenes, descubrió que beber 500 mililitros de agua aumentaba el gasto energético en reposo (la cantidad de calorías que nuestro cuerpo quema antes de hacer ejercicio) en un 24 % aproximadamente.</p>
<p>Aunque pueda parecer estupendo, este efecto sólo duró una hora. Y esto no se traduciría en una gran diferencia en absoluto. Para un adulto medio de 70 kg, sólo gastaría 20 calorías adicionales –un cuarto de galleta– por cada 500 ml de agua que bebiera.</p>
<p><a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/16822824/">En otro estudio</a> realizado con ocho adultos jóvenes sólo se observó un aumento del gasto energético cuando el agua estaba fría, con un modesto incremento del 4 % en las calorías quemadas. Esto puede deberse a que el cuerpo necesita emplear más energía para llevar el agua a la temperatura corporal, o a que el cuerpo necesita más energía para filtrar el mayor volumen de líquido a través de los riñones. Y de nuevo, este efecto sólo se observó durante aproximadamente una hora.</p>
<p>Así que, aunque científicamente podría ser posible, el aumento neto real de calorías quemadas es minúsculo. Por ejemplo, aunque bebiera 1,5 litros más de agua al día, ahorraría menos calorías de las que ingiere con una rebanada de pan.</p>
<p>También hay que tener en cuenta que todas estas investigaciones se realizaron en adultos jóvenes y sanos. Se necesita más investigación para ver si este efecto también se observa en otros grupos (como adultos de mediana edad y mayores).</p>
<h2>Mito 2: el agua con las comidas reduce el apetito</h2>
<p>Esta afirmación también parece sensata, en el sentido de que si el estómago está lleno de agua, al menos en parte, hay menos espacio para la comida, por lo que se acaba comiendo menos. </p>
<p>De hecho, varios estudios respaldan esta afirmación, sobre todo los realizados en <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2859815/#:%7E:text=As%C3%AD%2C%20cuando%20se%20combina%20con%20una,comida%20EI%20siguiendo%20la%20ingesti%C3%B3n%20de%20agua">adultos de mediana edad y mayores</a>. También es una de las razones por las que se recomienda a las personas que no se encuentran bien o tienen poco apetito <a href="https://www.ageuk.org.uk/bp-assets/globalassets/salford/forms/improve-your-food-and-drink-intake.pdf">no beber antes de comer</a>, ya que puede llevar a comer menos de la cuenta.</p>
<p>Pero en el caso de las personas que quieren perder peso, la ciencia es un poco menos directa.</p>
<p><a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/17228036/">Un estudio</a> demostró que los adultos de mediana y avanzada edad perdieron 2 kg. en un periodo de 12 semanas si bebían agua antes de las comidas, en comparación con las personas que no bebían agua con la comida. En cambio, los participantes más jóvenes (de entre 21 y 35 años) no perdieron peso, independientemente de que bebieran o no agua antes de las comidas.</p>
<figure class="align-center ">
<img alt="Un hombre mayor se sirve un vaso de agua para beber con la comida." src="https://images.theconversation.com/files/543196/original/file-20230817-23-mkx2vd.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/543196/original/file-20230817-23-mkx2vd.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/543196/original/file-20230817-23-mkx2vd.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/543196/original/file-20230817-23-mkx2vd.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/543196/original/file-20230817-23-mkx2vd.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/543196/original/file-20230817-23-mkx2vd.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/543196/original/file-20230817-23-mkx2vd.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="caption">El agua antes de las comidas sólo conduce a la pérdida de peso en algunos grupos.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/image-photo/old-man-hold-glass-bottle-water-1667533882">theshots.co/ Shutterstock</a></span>
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</figure>
<p>Pero como en el estudio no se utilizó el cegamiento (en el que la información que puede influir en los participantes se oculta hasta después de terminado el experimento), significa que los participantes pueden haber sido conscientes de por qué bebían agua antes de la comida. Esto puede haber llevado a algunos participantes a cambiar intencionadamente la cantidad que comían con la esperanza de que aumentaran sus posibilidades de perder peso. Sin embargo, esto no explica por qué el efecto no se observó en adultos jóvenes, por lo que será importante que futuros estudios investiguen a qué se debe.</p>
<p>El otro problema de muchos estudios de este tipo es que sólo se centran en si los participantes comen menos durante una de las comidas del día después de beber agua. Aunque esto podría sugerir la posibilidad de perder peso, existen <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/20736036/">muy pocas pruebas de buena calidad</a> que demuestren que la reducción del apetito en general conduce a la pérdida de peso con el tiempo. </p>
<p>Quizás esto se deba al impulso biológico de nuestro cuerpo de <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/28193517/">mantener su tamaño</a>. Por este motivo, en algunas zonas no se pueden hacer afirmaciones legales sobre alimentos que ayudan a <a href="https://www.cambridge.org/core/journals/proceedings-of-the-nutrition-society/article/satietyenhancing-products-for-appetite-control-science-and-regulation-of-functional-foods-for-weight-management/E4CCAE4C90A220994FD29C27FAE7F666">sentirse saciado durante más tiempo</a> con <a href="https://www.gov.uk/government/publications/nutrition-and-health-claims-guidance-to-compliance-with-regulation-ec-1924-2006-on-nutrition-and-health-claims-made-on-foods/nutrition-and-health-claims-guidance-to-compliance-with-regulation-ec-19242006#section-6">referencia a la pérdida de peso</a>. </p>
<p>Por lo tanto, aunque el agua pueda tener algunos efectos que quiten el apetito, puede que no provoque un cambio de peso a largo plazo, y posiblemente este se deba a la realización de cambios conscientes en la dieta.</p>
<h2>El agua no es suficiente</h2>
<p>Hay una razón bastante buena por la que el agua por sí sola no es terriblemente eficaz para <a href="https://www.cambridge.org/core/journals/proceedings-of-the-nutrition-society/article/eating-habits-and-appetite-control-a-psychobiological-perspective/0D0605739F5150D1A7C49420D75F3CDF">regular el apetito</a>. Si lo fuera, los humanos prehistóricos se habrían muerto de hambre. </p>
<p>Pero aunque el apetito y la saciedad –sentirse lleno y no querer volver a comer– no están perfectamente alineados con la capacidad de <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/20736036/">perder peso</a>, pueden ser un punto de partida útil. </p>
<p>Parte de lo que nos ayuda a sentirnos llenos es nuestro estómago. Cuando la comida entra en el estómago, activa receptores de estiramiento que, a su vez, provocan la liberación de hormonas que nos indican que estamos llenos.</p>
<p>Pero como el agua es un líquido, se vacía rápidamente del estómago, lo que significa que no nos llena. Y lo que es aún más interesante, debido a la forma del estómago, los líquidos pueden evitar cualquier alimento semisólido que se esté digiriendo en la parte inferior del estómago. Esto significa que el agua puede vaciarse rápidamente del estómago. Por lo tanto, aunque se consuma al final de una comida, no necesariamente prolongará la sensación de saciedad.</p>
<p>Si está intentando comer menos y perder peso, beber cantidades excesivas de agua puede no ser una buena solución. Pero hay pruebas que demuestran que cuando el agua se mezcla con otras sustancias (como <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/30166637/">fibra</a>, <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/0031938494903034">sopas</a> o salsas vegetales) puede retrasar la rapidez con la que el estómago vacía su contenido, lo que significa que se sentirá saciado durante más tiempo.</p>
<p>Aunque el agua no ayude a adelgazar directamente, sí puede ayudar a perder peso, ya que es la bebida más sana que podemos elegir. Cambiar las bebidas con alto contenido calórico, como los refrescos y el alcohol, por agua puede ser una forma sencilla de reducir las calorías que consume a diario, lo que puede ayudarle a perder peso.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/212724/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Duane Mellor no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>El agua sí puede tener un efecto indirecto en la pérdida de peso, sobre todo si sustituye a las bebidas hipercalóricas que muchos toman regularmente.Duane Mellor, Lead for Evidence-Based Medicine and Nutrition, Aston Medical School, Aston UniversityLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1895942022-11-09T11:39:17Z2022-11-09T11:39:17ZLa obesidad no es una cuestión estética, sino una enfermedad<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/494422/original/file-20221109-2908-y2eyjf.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=6%2C24%2C4083%2C2685&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/back-view-fat-woman-daydreaming-by-1176503860">Shutterstock / Creativa Images</a></span></figcaption></figure><p>Reivindicar las diferencias como reflejo de la diversidad humana es una práctica social deseable. Reivindicar las diferencias obviando los riesgos para la salud podría calificarse de práctica temeraria.</p>
<p>Basta pasear por las calles de una ciudad para darnos cuenta del peso que tiene la estética en nuestra forma de vida. Por todos lados nos encontramos imágenes de modelos con cuerpos delgados que, en muchas ocasiones, ni tan siquiera son reales. La sociedad nos empuja, especialmente a las mujeres, a cumplir con este canon estético que promete éxito social.</p>
<h2>Una cuestión de definiciones</h2>
<p>Al preguntarnos cuál es esa regla estética, encontramos que no está escrita. Se basa en una imagen corporal delgada que apenas admite margen para la diferencia. De hecho, una ligera desviación se penaliza duramente, tal y como han podido comprobar muchos personajes populares objeto de acoso en redes sociales.</p>
<p>El concepto de <a href="https://www.consaludmental.org/publicaciones/Guia-gordofobia.pdf">gordofobia</a> recoge este comportamiento. El Instituto Canario de Igualdad la define como el odio, rechazo y violencia que sufren las personas gordas por el hecho de serlo. En la práctica, es objeto de gordofobia cualquier persona que se sale de esos estrictos cánones estéticos no escritos.</p>
<h2>Los riesgos de la estética</h2>
<p>Una de las consecuencias de este culto a la delgadez son los denominados <a href="https://www.nimh.nih.gov/health/statistics/eating-disorders">Trastornos del Comportamiento Alimentario</a> (TCA). Estos incluyen, entre otros, anorexia nerviosa, bulimia nerviosa y <a href="https://theconversation.com/los-atracones-son-mas-frecuentes-que-la-anorexia-o-la-bulimia-pero-siguen-ocultos-193093">atracones</a>.</p>
<p>La población más afectada por los trastornos del comportamiento alimentario son los jóvenes y adolescentes, mayoritariamente mujeres. Según <a href="https://journals.lww.com/co-psychiatry/Abstract/2022/11000/Worldwide_prevalence_of_DSM_5_eating_disorders.3.aspx">estudios</a> en diferentes países, entre el 5.5 y el 17.9 % de las mujeres y entre el 0.6 y el 2.4 % de los hombre ha sufrido TCA antes de los 30 años.</p>
<p>Una persona con TCA tiene un <a href="https://journals.lww.com/co-psychiatry/Fulltext/2020/11000/Review_of_the_burden_of_eating_disorders_.3.aspx">riesgo de mortalidad</a> entre 2 y 5 veces mayor que sus congéneres. El <a href="https://jeatdisord.biomedcentral.com/articles/10.1186/s40337-022-00654-2">suicidio</a> es una de las causas principales. También supone una pérdida de calidad de vida y de años con buena salud.</p>
<h2>¿Aceptación de la diversidad o riesgo para la salud?</h2>
<p>En los últimos años estamos asistiendo a un movimiento reivindicativo de la diversidad corporal en respuesta a toda esta presión estética. Reclamar respeto frente a la “gordura”, aunque loable, no debe hacernos olvidar el riesgo para la salud que esta supone.</p>
<p>La Organización Mundial de la Salud define el sobrepeso y la obesidad como <a href="https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/obesity-and-overweight">“una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud”</a>. La herramienta que se suele utilizar para determinar ese exceso es el Índice de Masa Corporal (IMC). Un IMC por encima de 25 se considera sobrepeso y por encima de 30, obesidad.</p>
<p>IMC= Peso (kg) / Altura <sup>2</sup> (m)</p>
<p>Aunque ampliamente utilizado en estudios de poblaciones, el IMC tiene un uso limitado en personas individuales. No debe utilizarse en deportistas, niños, mujeres embarazadas o personas enfermas. Si se sospecha sobrepeso u obesidad debe acudirse a un nutricionista.</p>
<p>En estudios poblacionales se ha visto que el <a href="https://www.bmj.com/content/353/bmj.i2156">riesgo de mortalidad</a> depende del IMC. Este riesgo es mínimo entre valores de 20 y 24 en personas no fumadoras. Valores mayores y menores están asociados a un aumento en el riesgo de mortalidad.</p>
<p>El último análisis del estudio epidemiológico observacional más completo del mundo, el <a href="https://journals.plos.org/plosmedicine/article?id=10.1371/journal.pmed.1003198">Global Burden Disease (GBD)</a>, fue publicado en 2020. En él se muestra que un IMC mayor o igual a 25 causó 2.4 millones de muertes en el mundo en 2017 y 70.7 millones de <a href="https://www.who.int/data/gho/indicator-metadata-registry/imr-details/158">DALYs</a>. </p>
<p>Una DALY (<em>Disability Adjusted Life Years</em> por sus siglas en inglés) representa la pérdida del equivalente a un año de salud completa debido a enfermedad, discapacidad o muerte prematura. Las <a href="https://journals.plos.org/plosmedicine/article?id=10.1371/journal.pmed.1003198">enfermedades cardiovasculares</a> son la principal causa de pérdida de años de salud (DALYs) relacionada con un IMC elevado. Le siguen la diabetes y las enfermedades renales.</p>
<p>Un IMC alto también está relacionado con más de 450.000 <a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fnut.2022.918330/full">muertes por cáncer</a> en el mundo en 2019. De hecho, se considera que la obesidad es una de las causas de al menos 13 tipos diferentes de cáncer.</p>
<p>Otras <a href="https://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/353747/9789289057738-eng.pdf">patologías</a> asociadas a la obesidad son resistencia a la insulina, hipertensión, fallo cardíaco, infarto, cardiopatía isquémica, alteraciones del aparato muscular y esquelético o alteraciones de los niveles de colesterol sanguíneo.</p>
<p>Por todo esto, la Organización Mundial de la Salud recoge el sobrepeso y la obesidad como una <a href="https://icd.who.int/browse11/l-m/en#/http%3a%2f%2fid.who.int%2ficd%2fentity%2f1492142148">enfermedad</a> en su Clasificación Internacional de Enfermedades.</p>
<h2>¿Estética o salud?</h2>
<p>Según los rangos de IMC con mínimo riesgo de mortalidad (20 a 24), una mujer de 1.62 metros de estatura podría pesar entre 52.5 y 63 kg. Para un hombre de 1.76 metros, el intervalo sería de 62 a 74.3 Kg.</p>
<p>Estos amplios rangos de peso son difícilmente aceptables desde el punto de vista estético. Incluso el mínimo de los valores, que corresponde a un IMC de 20, podría no ser considerado como adecuado.</p>
<p>Por lo tanto, estamos sometidos a una enorme presión social para adecuar nuestra imagen corporal a la de unos cánones estéticos arbitrarios que han variado a lo largo de los siglos. Estos no tienen en cuenta el criterio más importante: el de la salud.</p>
<p>El dilema entre estética y salud, fuertemente influido por la sociedad y la industria, debe resolverse. Debemos abogar por la promoción de modelos estéticos asociados a la salud que favorezcan la motivación por estar sanos.</p>
<p>Las autoras del presente artículo suscribimos la aceptación de la diversidad humana en cualquiera de sus formas. Sin embargo, nuestra responsabilidad social nos impele a recordar que el sobrepeso y la obesidad son una enfermedad. Que sea difícil de tratar no la convierte en una enfermedad que haya que abrazar y olvidar.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/189594/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>Reivindicar las diversidad de los cuerpos como reflejo de la diversidad humana es una práctica social deseable. Pero no debemos olvidar que el sobrepeso y la obesidad son una enfermedad.Ana Belén Ropero Lara, Profesora Titular de Nutrición y Bromatología - Directora del proyecto BADALI, web de Nutrición. Instituto de Bioingeniería, Universidad Miguel HernándezMarta Beltrá García-Calvo, Profesora de Nutrición y Bromatología. Colaboradora del proyecto BADALI, web de Nutrición. Instituto de Bioingeniería, Universidad Miguel HernándezLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1861382022-07-03T19:15:38Z2022-07-03T19:15:38ZLas vacunas contra la covid-19 son fundamentales para todas las personas, sin importar su peso<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/472179/original/file-20220703-15-feojwu.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C5476%2C3645&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/jakarta-indonesiafebruary-2021-number-elderly-people-1921817720">Shutterstock / Wulandari Wulandari</a></span></figcaption></figure><p>Hace ya más de dos años que comenzó la pandemia de covid-19, y, desde entonces, más de <a href="https://coronavirus.jhu.edu/map.html">6 millones de personas</a> en todo el mundo han muerto a causa del virus SARS-CoV-2. La otra cara de la moneda es que en la actualidad contamos con una amplia gama de <a href="https://www.nhs.uk/conditions/coronavirus-covid-19/self-care-and-treatments-for-coronavirus/treatments-for-coronavirus/">tratamientos</a> y <a href="https://covid19.trackvaccines.org/agency/who/">vacunas</a> altamente efectivos que han ayudado a reducir la cantidad de casos graves.</p>
<p>Aun así, <a href="https://www.nature.com/articles/s41586-020-2521-4">algunas personas</a> tienen más probabilidades de enfermar gravemente o morir a causa del virus SARS-CoV-2 que otras. Nuestra investigación en este tema, realizada con anterioridad al comienzo de la vacunación contra la covid-19, mostró que la <a href="https://www.thelancet.com/journals/landia/article/PIIS2213-8587(21)00089-9/fulltext">obesidad</a> aumenta significativamente el riesgo de hospitalización o muerte por esta enfermedad.</p>
<p>La obesidad se clasifica mediante el índice de masa corporal (IMC). Es una simple medida de la grasa corporal que se calcula dividiendo el peso en kilos por la altura al cuadrado en metros. Una persona con un IMC inferior a 18,5 se considera con bajo peso; el rango de 18,5 a 25 se clasifica como peso saludable; por encima de 25, sobrepeso; y por encima de 30, obesidad.</p>
<p>Estos primeros resultados sobre los individuos más vulnerables se utilizaron para justificar y respaldar las políticas que priorizaban la vacunación de ciertos grupos de personas. Así ocurrió con aquellas que tenían un IMC mayor de 40, que fueron consideradas de <a href="https://www.gov.uk/government/publications/covid-19-vaccination-care-home-and-healthcare-settings-posters/covid-19-vaccination-first-phase-priority-groups">alto riesgo</a>. </p>
<p>Sin embargo, hasta la fecha no sabíamos si esta estrategia había funcionado y si se necesitan cambios para garantizar que las personas con mayor riesgo puedan acceder a las vacunas en las próximas campañas de refuerzo. </p>
<p>Algunas investigaciones realizadas antes de la pandemia mostraron que <a href="https://bmcpublichealth.biomedcentral.com/articles/10.1186/s12889-021-11736-2">las personas con obesidad tienden a vacunarse menos</a> contra la gripe estacional. Además, hay evidencias que sugieren que <a href="https://www.nature.com/articles/ijo2017131">estas vacunas</a> no funcionan igual de bien en individuos obesos, aunque las razones exactas no se entienden completamente. </p>
<p>En este sentido, nos preguntamos si las tasas de vacunación contra la covid-19 y su efectividad es diferente en personas con distinto peso corporal. Por tanto, formulamos un <a href="https://www.thelancet.com/journals/landia/article/PIIS2213-8587(22)00158-9/fulltext">nuevo estudio</a> publicado en The Lancet Diabetes & Endocrinology para investigar esta cuestión tan relevante. También estudiamos el riesgo de enfermedad severa después de la inmunización en todo el rango de peso corporal.</p>
<p>Para ello, utilizamos los registros de salud anónimos de más de 9 millones de personas mayores de 18 años en Inglaterra. Nuestros datos abarcaron desde el 8 de diciembre de 2020 (fecha de la primera vacuna administrada en el Reino Unido) hasta el 17 de noviembre de 2021. Durante este tiempo, se registraron 566 461 personas con SARS-CoV-2, de las cuales 32 808 fueron hospitalizadas y 14 389 fallecieron a consecuencia de la covid-19. </p>
<h2>Las eficacia de la vacuna es alta aunque disminuye ligeramente en personas con bajo peso</h2>
<p>Para investigar la efectividad de la vacuna, comparamos a las personas que fueron inmunizadas con individuos de la misma edad, sexo y otras características que no lo habían sido dentro del mismo grupo de IMC. Los resultados mostraron que las vacunas fueron altamente efectivas contra la enfermedad severa por covid-19 en todas las categorías de IMC, especialmente después de la segunda y tercera dosis.</p>
<p>Por ejemplo, después del segundo pinchazo, las personas vacunadas que presentaban un peso saludable, sobrepeso u obesidad tenían casi un 70 % menos de probabilidades de hospitalización por covid-19 en comparación con aquellas personas no inmunizadas con el mismo peso corporal. </p>
<p>Del mismo modo, los individuos vacunados en los grupos de peso saludable, sobrepeso y obesidad tenían entre un 60 % y un 74 % menos de probabilidades de morir por esta enfermedad que las personas no inmunizadas con el mismo IMC.</p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/471604/original/file-20220629-20-6ezm1g.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/471604/original/file-20220629-20-6ezm1g.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/471604/original/file-20220629-20-6ezm1g.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=392&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/471604/original/file-20220629-20-6ezm1g.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=392&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/471604/original/file-20220629-20-6ezm1g.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=392&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/471604/original/file-20220629-20-6ezm1g.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=493&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/471604/original/file-20220629-20-6ezm1g.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=493&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/471604/original/file-20220629-20-6ezm1g.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=493&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Adaptado de The Lancet Diabetes & Endocrinology - Hospitalización por covid-19 después de la vacunacion.</span>
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<p>Los resultados, sin embargo, indicaron que la efectividad podía ser menor en personas vacunadas con bajo peso. Estas tenían alrededor de un 50 % menos de probabilidades de ser hospitalizadas y alrededor de un 40 % menos de riesgo de morir que aquellos individuos no vacunados en el mismo rango de IMC. De todos modos, esas estimaciones de eficacia siguen siendo bastante buenas.</p>
<p>Además, las personas con bajo peso también fueron las menos propensas a inmunizarse. La proporción de no vacunados con bajo IMC fue mayor en todos los grupos de edad, mientras que el porcentaje de individuos completamente vacunados con la segunda o tercera dosis fue más alto entre el rango con sobrepeso y obesidad.</p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/471616/original/file-20220629-20-x31m2v.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/471616/original/file-20220629-20-x31m2v.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/471616/original/file-20220629-20-x31m2v.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=326&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/471616/original/file-20220629-20-x31m2v.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=326&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/471616/original/file-20220629-20-x31m2v.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=326&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/471616/original/file-20220629-20-x31m2v.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=410&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/471616/original/file-20220629-20-x31m2v.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=410&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/471616/original/file-20220629-20-x31m2v.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=410&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Porcentaje de vacunados en grupos de edad e índice de masa corporal.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.thelancet.com/journals/landia/article/PIIS2213-8587(22)00158-9/fulltext">source</a>, <span class="license">Author provided</span></span>
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<h2>Los vacunados con peso saludable están mejor protegidos frente a la covid grave</h2>
<p>También analizamos el riesgo de enfermedad severa por covid-19 sólo entre las personas que habían sido vacunadas con al menos una dosis. Aunque la inmunización redujo enormemente el número de casos graves, las personas con bajo peso y obesidad seguían teniendo un mayor riesgo de hospitalización o muerte por covid-19 que aquellas vacunadas con un peso saludable. Estas asociaciones son muy similares a <a href="https://www.thelancet.com/journals/landia/article/PIIS2213-8587(21)00089-9/fulltext">aquellas encontradas antes de la vacunación</a>.</p>
<p>Después de la tercera dosis, estas asociaciones se atenuaron y fueron menos concluyentes. La razón es que se registraron muy pocos casos (53 muertes y 381 ingresos hospitalarios), ya que no todas las personas en el momento del estudio habían podido acceder a esa tercera dosis. </p>
<p>Por tanto, es necesario que futuras investigaciones confirmen si estas asociaciones persisten después de las dosis de refuerzo. Además, nuestra investigación tampoco permitió explorar diferencias entre las distintas vacunas o entre las variantes del virus. Por ultimo, es necesario esclarecer los mecanismos por los cuales el peso corporal influye en la respuesta inmunitaria a la vacunación. </p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/471607/original/file-20220629-12-qe8rs4.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/471607/original/file-20220629-12-qe8rs4.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/471607/original/file-20220629-12-qe8rs4.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=221&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/471607/original/file-20220629-12-qe8rs4.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=221&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/471607/original/file-20220629-12-qe8rs4.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=221&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/471607/original/file-20220629-12-qe8rs4.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=278&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/471607/original/file-20220629-12-qe8rs4.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=278&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/471607/original/file-20220629-12-qe8rs4.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=278&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">De The Lancet Diabetes & Endocrinology - Riesgo de hospitalizacion y mortalidad por covid-19 despues de la 2 dosis.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.thelancet.com/journals/landia/article/PIIS2213-8587(22)00158-9/fulltext">source</a>, <span class="license">Author provided</span></span>
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<h2>Implicaciones de los resultados</h2>
<p>Estos hallazgos aportan nuevas evidencias que pueden ayudar a las personas a tomar la decisión correcta sobre si vacunarse o no. También pueden servir de información a los programas de vacunación actuales para establecer distintos grupos de prioridad de cara a las futuras dosis de refuerzo.</p>
<p>Las personas que tienen dos dosis reciben un alto nivel de protección contra la enfermedad grave de covid-19, independientemente de su peso corporal. Dada la ligera reducción en la efectividad de la vacuna en personas con bajo peso, es posible que se necesite incidir en este grupo para aumentar la tasa de vacunación en ellos.</p>
<p>Aunque se registró una cantidad reducida de casos graves de la enfermedad entre los individuos vacunados, aquellas personas en los grupos con bajo peso u obesidad presentaron un riesgo significativamente más alto de covid-19 severa en comparación con las de peso saludable. </p>
<p>Es necesario seguir impulsando políticas de salud publica que ayuden a las personas a mantener un peso saludable, lo cual puede traer numerosos beneficios. Uno de ellos podría ayudar a reducir la carga añadida que supone la enfermedad de covid-19 en la población vacunada.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/186138/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Nerys M Astbury recibe financiacion del NIHR Biomedical Research Centre Oxford, NIHR School of Primary Care Research, Diabetes Research and Wellness Foundation & Diabetes UK y actualmente es miembro electo del consejo de la Asociacion para el estudio de la Obesidad (ASO)</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Carmen Piernas recibio fondos de NIHR Applied Research Collaborations - Oxford (UK) durante esta investigacion. Actualmente es Investigadora Ramon y Cajal en la Universidad de Granada, con fondos del Plan Estatal de Investigación Científica y Técnica y de Innovación 2017-2020 (RYC2020-028818-I). Este estudio estuvo financiado por: Health Data Research UK (HDRUK) y Office for National Statistics, UK Research and Innovation. Tambien recibio fondos de NIHR Oxford Biomedical Research Centre (BRC) y NIHR Oxford and Thames Valley Applied Research Collaboration. </span></em></p>Nuestro estudio demuestra la altísima eficacia de la vacuna en toda la población, si bien protege mejor a las personas que presentan un peso saludable.Nerys M Astbury, Senior Researcher, Diet and Obesity, University of OxfordCarmen Piernas, University Research Lecturer, Nutrition, University of OxfordLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1821382022-06-08T17:13:07Z2022-06-08T17:13:07Z¿Tomamos peores decisiones con el frigorífico a rebosar?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/467142/original/file-20220606-22-i2nc19.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=16%2C8%2C5586%2C3713&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/man-looking-inside-fridge-full-food-1721248300">Shutterstock / Hryshchyshen Serhii</a></span></figcaption></figure><p>Los seres humanos evolucionamos en un entorno en el que la comida era escasa y había que esforzarse seriamente para conseguirla. Por eso, como la mayoría de los animales, estamos equipados con mecanismos fisiológicos rápidos, fuertes y redundantes para encontrar e ingerir alimentos. Por el contrario, los mecanismos responsables de detener la ingesta (y las visitas al frigorífico) son lentos y débiles.</p>
<p>Este desequilibrio es responsable de la <a href="https://www.science.org/doi/10.1126/science.280.5368.1371">altísima prevalencia de sobrepeso y obesidad en las sociedades desarrolladas modernas</a>, en las que la situación ha dado un giro radical y tenemos acceso casi libre a una cantidad ingente de comida. </p>
<h2>Para comer había que moverse y… ¡pensar!</h2>
<p>Pero disponer de comida en abundancia no solo altera el peso. Dado que comer regularmente es fundamental para la supervivencia, los animales salvajes invierten un alto porcentaje de su tiempo y energía en actividades destinadas a garantizarse el acceso a los alimentos. </p>
<p>Eso implica que la necesidad de encontrar comida les da a los animales numerosas oportunidades de <a href="https://doi.org/10.1016/j.tics.2019.01.003">involucrarse en actividades cognitivas en las que ejercitan su capacidad para aprender y tomar mejores decisiones</a>. Unas oportunidades que se esfuman cuando todo lo que hay que hacer para conseguir alimento es abrir la puerta del frigorífico.</p>
<p>El éxito en la búsqueda de alimento depende de la habilidad de los animales para extraer información sobre su entorno y utilizar esta información para guiar sus decisiones. Esta habilidad, a su vez, <a href="https://doi.org/10.1146/annurev.neuro.23.1.473">depende del sistema mesolímbico dopaminérgico</a> (o sistema de recompensa) y <a href="https://doi.org/10.1146/annurev.neuro.29.051605.113038">de la corteza prefrontal</a>.</p>
<h2>Efectos cognitivos de la disponibilidad de comida y mecanismos neurales</h2>
<p>Los efectos de la disponibilidad de la comida se han estudiado en numerosos trabajos, manipulando la dieta mediante la restricción calórica o el ayuno intermitente. Se ha encontrado evidencia de que ambas tienen importantes beneficios sobre la salud, aumentando la esperanza de vida y mejorando notablemente la calidad de la misma, tanto en humanos como en modelos animales.</p>
<p>Además, sabemos que las dietas restrictivas mejoran las funciones cognitivas, como la <a href="https://doi.org/10.1097/00001756-200507130-00019">memoria</a> y el <a href="https://doi.org/10.1038/npp.2012.268">aprendizaje</a>, y protegen de su deterioro durante la vejez. Por tanto, disponemos de evidencia clara de que una menor disponibilidad de comida puede contrarrestar los efectos negativos del sobrepeso y la obesidad. </p>
<p>Por otro lado, mientras los animales que comen a discreción desarrollan sobrepeso u obesidad, <a href="https://doi.org/10.1073/pnas.0912955107">si se les recondujese hacia una dieta más saludable mejoraría la validez y reproducibilidad de la investigación animal</a>.</p>
<p>En cuanto a los cambios en el sistema nervioso que están detrás de la mejoría del rendimiento cognitivo, se ha propuesto que las dietas restrictivas provocan <a href="https://doi.org/10.1007/s00018-012-1223-y">una respuesta moderada de estrés neuronal (denominada hormesis) que aumenta la plasticidad neuronal, la neurogénesis y la neuroprotección</a>. Como resultado, la función cerebral mejora y el sistema nervioso está mejor protegido contra las enfermedades neurodegenerativas.</p>
<p>Además de este efecto generalizado sobre el cerebro, es posible que las dietas restrictivas mejoren el rendimiento cognitivo modulando el funcionamiento del sistema mesolímbico dopaminérgico, que <a href="https://doi.org/10.1038/nrn1406">codifica y procesa la información relativa a las recompensas</a>.</p>
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<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/467407/original/file-20220607-26-mt8tvp.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/467407/original/file-20220607-26-mt8tvp.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=128&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/467407/original/file-20220607-26-mt8tvp.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=128&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/467407/original/file-20220607-26-mt8tvp.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=128&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/467407/original/file-20220607-26-mt8tvp.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=161&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/467407/original/file-20220607-26-mt8tvp.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=161&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/467407/original/file-20220607-26-mt8tvp.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=161&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="caption">Los animales que han de esforzarse para conseguir una cantidad limitada de comida (izquierda) están expuestos a numerosos episodios de aprendizaje en los que entrenan su sistema de recompensa. Por el contrario, los animales que comen a discreción (derecha) carecen de este incentivo, lo que repercute negativamente en el desarrollo y funcionamiento de su sistema de recompensa. Autor: Francisco Apenela.</span>
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<p>Esta información se utiliza para aprender y tomar decisiones que aumenten las posibilidades de supervivencia. De hecho, los animales tendemos a repetir las acciones que van seguidas de resultados positivos y a evitar aquellas que desencadenan resultados negativos. </p>
<h2>Limitaciones de nuestro conocimiento actual</h2>
<p>Los trabajos previos sobre la relación entre la alimentación, la actividad neural y el funcionamiento cognitivo tienen algunos puntos débiles. Primero, los animales son evaluados en tareas comportamentales simples, y no sabemos si las funciones ejecutivas, como la toma de decisiones, están afectadas.</p>
<p>Segundo, la mayoría de estas tareas están íntimamente relacionadas con la búsqueda de alimentos, y no sabemos si los efectos descritos se limitan a este tipo de comportamientos o tienen un carácter más general.</p>
<p>Tercero, la accesibilidad –si los animales tienen que ganarse el acceso a la comida con mucho o poco esfuerzo– ha sido ignorada casi por completo. </p>
<p>Cuarto, la investigación de los efectos fisiológicos de la disponibilidad de comida se ha centrado en los cambios a nivel molecular y celular. Todavía no sabemos cómo afectan la disponibilidad y accesibilidad de la comida a la actividad de las poblaciones neuronales en regiones cerebrales relevantes, y cómo estos efectos se traducen en diferencias en las funciones ejecutivas. Es importante saberlo, porque los circuitos neuronales son la unidad computacional del cerebro.</p>
<p>Finalmente, a pesar de la evidencia que muestra que <a href="https://doi.org/10.1016/j.cophys.2018.03.008">las dietas restrictivas afectan a machos y hembras de forma diferente</a>, las diferencias relacionadas con el sexo no han recibido la atención necesaria.</p>
<h2>No es sólo la cantidad de comida, también cómo se consigue</h2>
<p>Las ideas aquí expuestas son la base de un proyecto de investigación que estamos llevando a cabo en el <a href="https://cica.udc.gal/es/grupo/neurociencia-y-control-motor">grupo NEUROcom</a>, que es parte del Centro de Investigaciones Científicas Avanzadas (CICA) de la Universidade da Coruña.</p>
<p>El proyecto parte de la idea de que dar a los animales de experimentación la oportunidad de interactuar con su entorno de un modo más natural, haciéndoles esforzarse para conseguir una cantidad limitada de comida, tendrá un impacto significativo sobre el desarrollo de su sistema de recompensa. </p>
<p>Esto se verá reflejado en el modo en que éste representará los valores de los resultados conductuales y también en cómo esa información se utiliza para guiar las decisiones. Como resultado, esperamos que limitar la disponibilidad y la accesibilidad de la comida mejore el rendimiento en tareas de toma de decisiones, incluso cuando éstas no están relacionadas con la comida.</p>
<p>Entender la toma de decisiones es doblemente relevante. Por un lado, por su importancia en el día a día de la mayoría de especies animales, incluidos los seres humanos. Pero también porque, en nuestra especie, <a href="https://doi.org/10.1016/s1364-6613(00)01650-8">juega un papel decisivo en diferentes trastornos neuropsiquiátricos</a>. Conociendo los factores que modulan nuestra forma de decidir, estaremos más cerca de diseñar intervenciones terapéuticas eficaces.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/182138/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>José L. Pardo Vázquez recibe fondos de Ministerio de Ciencia e Innovación para desarrollar este proyecto de investigación (PID2019-108250RJ-I00). Además, recibe fondos del mismo ministerio a través de las Ayudas para Contratos Ramón y Cajal (RYC2019-026380-I).</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Francisco Javier Aguado Domínguez recibe fondos del "Programa para la Recualificación del Sistema Universitario Español", en la modalidad "Margarita Salas". Ministerio de Universidades (Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia. Financiado por la Unión Europea, Next Generation EU).</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Jennifer Paz Canosa recibe fondos del Programa Berce de apoyo a Investigadores Ramón y Cajal de la Universidade da Coruña. </span></em></p>Los seres humanos evolucionamos en un entorno en el que la comida era escasa y había que esforzarse para conseguirla. Nada que ver con la situación actual, en la que todos tenemos a mano comida en abundancia. Eso no solo afecta a nuestro peso: también se resienten las funciones cognitivas.José L. Pardo Vázquez, Investigador Ramón y Cajal, Universidade da CoruñaFrancisco Javier Aguado Domínguez, Investigador Postdoctoral "Margarita Salas", Universidade da CoruñaJennifer Paz Canosa, Estudiante del programa de Doctorado en Neurociencias, Universidade da CoruñaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1788232022-05-22T18:35:47Z2022-05-22T18:35:47ZPor qué deberíamos comer cinco veces al día<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/464275/original/file-20220519-11071-d6y5i3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C3882%2C2590&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/fruits-vegetables-nuts-crackers-arranged-on-242243698">Junpinzon / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>En los últimos años hemos aprendido que no solo importa qué comemos, sino cómo y cuán a menudo lo hacemos. En este sentido, nuestro equipo de investigación ha demostrado que <a href="https://academic.oup.com/ajcn/article/113/1/17/5936315?login=true">tanto la frecuencia de las comidas, como su regularidad se relacionan con un menor índice de masa corporal y una menor acumulación de grasa</a>.</p>
<p>Estos resultados coinciden con otros estudios epidemiológicos que también concluyen que comer 5 veces al día puede ser una estrategia para prevenir la obesidad. ¿Por qué? La respuesta es compleja, pero existen ciertos mecanismos que pueden explicarlo. </p>
<h2>1. Cuanto más tiempo pasamos sin comer, más hambre tendremos… y comeremos más</h2>
<p><a href="https://theconversation.com/que-mecanismos-regulan-el-apetito-el-hambre-y-la-saciedad-153930">El apetito y la saciedad se regulan de manera homeostática</a>, esto significa que cuanto más tiempo hemos pasado en ayunas, más hambre tendremos. Es inevitable: si hemos desayunado pronto y, por alguna razón, comemos más tarde de lo habitual, ingeriremos mucho más alimento de lo necesario. Esto se debe a que nuestros niveles de energía (y, sobre todo, de glucosa) serán tan bajos, que a la hora de sentarnos a la mesa, devoraremos. </p>
<p>En cambio, si repartimos la ingesta de energía y nutrientes a lo largo del día, el hambre solo será esa sensación que nos indique que tenemos que comer, sin más. Cabe señalar que la recomendación de realizar 5 tomas al día no se refiere a 5 comilonas, sino a tres comidas principales (desayuno, comida y cena) y dos pequeños <em>snacks</em>, uno a media mañana y otro a media tarde. </p>
<p>En esta recomendación también debemos incluir que la cena no sea copiosa y que se aleje, como mínimo, entre 2 y 3 horas de la hora que habitualmente nos vamos a dormir. Es muy importante que en las horas nocturnas, cuando deberíamos estar durmiendo, no comamos. El cuerpo no está programado fisiológicamente para gestionar nutrientes y energía en las horas de sueño.</p>
<h2>2. El organismo gestiona mejor las calorías y los nutrientes, sobre todo la glucosa</h2>
<p>En este sentido, los resultados de estudios experimentales sugieren que una frecuencia de 5 comidas al día se asocia con <a href="https://cdnsciencepub.com/doi/10.1139/y93-133">un mayor gasto calórico y una mayor tasa de utilización de las reservas de grasa</a>. Además, nuestro cuerpo va usando las calorías y los nutrientes conforme van llegando. Así, de cada ingesta, solo una pequeña parte de las calorías serán guardadas como reserva en el tejido adiposo.</p>
<p>En cambio, si hacemos menos comidas, pero más copiosas, almacenaremos una mayor parte de la energía sobrante. De ahí que una menor frecuencia de comidas se asocie con el sobrepeso y la obesidad. ¡No por comer menos veces al día nuestro cuerpo va a utilizar la energía de manera más eficiente!</p>
<p>En esta misma línea, <a href="https://www.nature.com/articles/s41598-019-56541-5">se ha demostrado que repartir la ingesta energética en pequeñas comidas durante el día está asociado con un mejor control de los niveles de glucosa después de comer.</a> Es decir, el organismo humano gestiona más eficazmente los carbohidratos cuando se ingieren en tomas repartidas que todos al mismo tiempo.</p>
<p>Recordemos que para utilizar la energía que nos aportan los carbohidratos (en forma de glucosa), necesitamos que el páncreas genere y secrete una hormona muy importante, la insulina. Si llega a nuestro torrente sanguíneo mucha glucosa a la vez, esto representará un sobresfuerzo para el páncreas, ya que deberá generar mucha más insulina. </p>
<p>Por una vez, no pasará nada, pero si se mantiene en el tiempo, a la larga puede generar alteraciones metabólicas. Por ello, a las personas con diabetes se les recomienda siempre que fraccionen su ingesta de carbohidratos. Así, logran un mejor control de esta patología. </p>
<h2>3. Una mayor frecuencia de comidas se asocia con un estilo de vida más saludable</h2>
<p>Por último, según indican los estudios, <a href="https://www.cambridge.org/core/journals/british-journal-of-nutrition/article/high-eating-frequency-is-associated-with-an-overall-healthy-lifestyle-in-middleaged-men-and-women-and-reduced-likelihood-of-general-and-central-obesity-in-men/A0A079076CF60DD0E918345DC33DD8AA">una mayor frecuencia de comidas se asocia con una dieta y un estilo de vida más saludables</a>. Aunque a ciencia cierta todavía no podemos explicar la relación causa-efecto, sí sabemos que la combinación de hacer 5 comidas al día y seguir una dieta saludable se relaciona con una menor incidencia de sobrepeso y obesidad. </p>
<p>Entonces, ¿cada cuánto debemos comer? Los estudios publicados indican que sería recomendable hacerlo cada 3 o 4 horas. Es importante insistir que comer con una cierta frecuencia no significa que hemos de comer más, sino que debemos repartir la ingesta calórica diaria. </p>
<p>Igualmente conviene recordar que si mantenemos un cierto ritmo en nuestros horarios de comida, evitaremos el picoteo. A veces se confunde frecuencia con picoteo, cuando la realidad es que este disminuye cuando existe una pauta de comidas adecuada a nuestro estilo de vida.</p>
<p>Pongamos un ejemplo (que cada cual debería ajustar a su costumbre horaria): si desayunamos a las 8:00, lo ideal sería tomar un pequeño <em>snack</em> a las 11:00, comer a las 14:00, merendar a las 17:00 y cenar a las 21:00. De esta manera, llegaremos siempre con el hambre justa para comer. Además, como hemos comentado, esta pauta ayudará a nuestro cuerpo a gestionar la energía y los nutrientes de la dieta de manera más eficiente, algo que a largo plazo nos ayudará a prevenir la obesidad. </p>
<p>Finalmente, cabe recordar que en cuestiones de alimentación y salud, todo suma. De nada sirve hacer 5 comidas al día si no tenemos en cuenta la calidad de la dieta o si nuestros horarios de comida son desestructurados, sin olvidar la importancia de mantenernos activos físicamente.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/178823/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>Diversos estudios confirman que seguir esa pauta en las ingestas diarias nos puede ayudar en la prevención del sobrepeso y la obesidad.Maria Fernanda Zeron Rugerio, Investigadora del Departamento de Nutrición, Ciencias de la Alimentación y Gastronomía, Universitat de BarcelonaMaria Izquierdo-Pulido, Catedrática del Departamento de Nutrición, Ciencias de la Alimentación y Gastronomía, Universitat de BarcelonaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1808962022-05-13T11:39:58Z2022-05-13T11:39:58ZLo integral es más saludable, pero no adelgaza<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/462729/original/file-20220512-25-bklgho.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C5885%2C3932&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/two-slices-bread-fresh-ears-wheat-590249378">Shutterstock / Axente Vlad</a></span></figcaption></figure><p>Que ayudan a ir al baño, adelgazan, tienen efecto saciante o retrasan el envejecimiento son solo algunas de las afirmaciones habituales sobre los alimentos integrales. ¿Pero qué son realmente y qué beneficios tienen para nuestra salud?</p>
<p>La palabra integral se aplica a los cereales, seudocereales (quinoa) y productos derivados. Significa que el grano está al completo, a diferencia de los cereales refinados, en los que se eliminan el salvado y el germen.</p>
<p>Desde el punto de vista legal, el uso de la palabra <em>integral</em> en el etiquetado de los alimentos en España solo está legislado para el pan. Tampoco la <a href="https://knowledge4policy.ec.europa.eu/health-promotion-knowledge-gateway/whole-grain_en">Comisión Europea</a> establece las condiciones que debe cumplir un alimento para poder decir que es integral.</p>
<h2>Cuándo se puede usar y cuándo no el adjetivo <em>integral</em></h2>
<p>En 2019, el <a href="https://www.boe.es/boe/dias/2019/05/11/pdfs/BOE-A-2019-6994.pdf">Real Decreto 308/2019</a> definió el pan integral como “pan elaborado con harina integral o de grano entero”. Por lo tanto, un pan integral debe estar elaborado exclusivamente con harina de ese tipo (100 %). De lo contrario, debe indicar el porcentaje de harina integral utilizada. De esta forma, un pan integral 50 % es aquel en el que la mitad de la harina es refinada.</p>
<p>Otras variantes, como el pan con semillas, el pan de centeno o el de espelta, no son necesariamente integrales. En estos casos, hay que leer bien el etiquetado y asegurarse de que todas las harinas que contienen son integrales. Hay que tener en cuenta que cuando no se indica la palabra integral, suele tratarse de cereal refinado.</p>
<p>En el resto de productos derivados de cereales, el uso de la palabra integral está sujeto a la discrecionalidad del fabricante. En la actualidad lo que nos encontramos es una amplia variabilidad. </p>
<p>En productos con pocos ingredientes, como copos o tortitas de cereales, es más habitual encontrar que todo el cereal que contiene es integral.</p>
<p>En otros productos con formulaciones más complejas, como las galletas, las barritas de cereales o muchos cereales de desayuno, el porcentaje de cereales integrales es variable. Por esta razón debemos insistir en leer el listado de ingredientes para saber cuántos cereales integrales llevan.</p>
<h2>¿Qué contienen los alimentos integrales?</h2>
<p>La fibra suele ser el nutriente más conocido de los cereales integrales y por eso es el que se suele resaltar en el etiquetado de los productos. Sin embargo, que un alimento lleve fibra, ya sea natural o añadida, no lo convierte en integral.</p>
<p>Como ya hemos dicho, el cereal integral conserva todas sus partes comestibles, incluidos el salvado y el germen. Por lo tanto, mantiene todos los nutrientes que se pierden en el refinado, que son parte de la fibra, las vitaminas y los minerales. Eso sí, la energía no cambia: las mismas calorías.</p>
<p>Comparando la harina integral con la harina blanca (refinada), encontramos que esta última tiene menos de la mitad de fibra que la otra. El refinado provoca, además, una disminución en la cantidad de vitaminas. Esta oscila entre un tercio en el caso del ácido fólico hasta alcanzar un 90 % para la vitamina B3. En cuanto a los minerales, las pérdidas son más de la mitad, llegando incluso al 80 % en el caso del magnesio y el zinc.</p>
<p>Siendo así, el enriquecimiento de los cereales refinados solo con fibra enmascara la importante pérdida de vitaminas y minerales. Por lo tanto, está claro que los alimentos integrales aportan más nutrientes que los refinados. </p>
<p>Ahora bien, esto no garantiza que sean alimentos saludables. Si llevan <a href="https://theconversation.com/sin-azucares-anadidos-cuando-tiene-sentido-usar-esta-etiqueta-y-cuando-no-169956">azúcares añadidos o libres</a>, grasas o <a href="https://theconversation.com/reducir-la-sal-de-nuestra-dieta-a-la-mitad-salvaria-millones-de-vidas-168953">sal</a> seguirán sin ser recomendables.</p>
<h2>Por qué los alimentos integrales son importantes para nuestra salud</h2>
<p>Una dieta baja en cereales integrales es el segundo factor de riesgo dietético de mortalidad en el mundo. Se estima que más de <a href="https://www.thelancet.com/article/S0140-6736(19)30041-8/fulltext">3 millones de muertes</a> al año se deben a una dieta baja en cereales integrales. De hecho, el <a href="https://academic.oup.com/ajcn/article/105/6/1462/4569801?login=false">riesgo de mortalidad</a> disminuye un 25 % al aumentar la ingesta de cereales de grano entero (integrales) hasta 100 g/día. Estos beneficios se pierden con los cereales refinados.</p>
<p>Según la institución internacional de referencia en materia de cáncer, el Fondo Mundial para la Investigación sobre Cáncer, existen “fuertes evidencias” de que el consumo de cereales de grano entero protege frente al <a href="https://www.wcrf.org/diet-activity-and-cancer/risk-factors/wholegrains-vegetables-fruit-and-cancer-risk/">cáncer colorrectal</a>. Además, como son ricos en fibra, podemos afirmar que el “consumo de alimentos con fibra dietética probablemente protege contra la <a href="https://www.wcrf.org/sites/default/files/Energy-Balance-and-Body-Fatness.pdf">ganancia de peso, el sobrepeso y la obesidad</a>”.</p>
<p>La Sociedad Española de Nutrición Comunitaria recomienda que las raciones diarias de cereales sean “<a href="https://www.nutricioncomunitaria.org/es/noticia/guia-alimentacion-saludable-ap">preferiblemente de grano entero y/o integrales</a>”. Pasta, arroz, bulgur, cuscús y pan integrales son alimentos de primera calidad nutricional que debemos potenciar para beneficio de nuestra salud.</p>
<p>Galletas, <em>snacks</em> de cereales, cereales de desayuno azucarados o barritas siguen sin ser recomendables, aunque sean integrales. Debemos tener cuidado también con la sal de los productos, incluido el pan integral.</p>
<p>A pesar de las importantes evidencias recogidas en este artículo, no podemos declarar que los alimentos integrales evitan el cáncer o adelgazan. Debemos insistir, como en otras ocasiones, en no transformar las conclusiones de los estudios en afirmaciones categóricas.</p>
<p>Un menor riesgo de mortalidad, de cáncer colorrectal, de sobrepeso y de obesidad son razones de mucho peso. Debemos preguntarnos si necesitamos alguna más para motivarnos a realizar este pequeño cambio en nuestra alimentación con tan grandes consecuencias.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/180896/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Ana Belén Ropero Lara no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Aumentar el consumo de cereales integrales disminuye el riesgo de mortalidad, de cáncer colorrectal, de sobrepeso y de obesidad.Ana Belén Ropero Lara, Profesora Titular de Nutrición y Bromatología - Directora del proyecto BADALI, web de Nutrición. Instituto de Bioingeniería, Universidad Miguel HernándezLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1807582022-05-02T16:16:06Z2022-05-02T16:16:06ZCómo luchar contra el sedentarismo en los centros educativos<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/460244/original/file-20220428-19-nwil4f.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=26%2C8%2C5964%2C3979&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/fat-boy-playing-smartphone-bedroom-night-1510402490">Shutterstock / Lemonsoup14</a></span></figcaption></figure><p>Constantemente escuchamos que el sedentarismo tiene efectos perjudiciales para nuestra salud, pero ¿sabemos realmente cuáles de nuestras actividades son consideradas sedentarias? </p>
<p>Lo que nos dicen la ciencia es que se trata de “<a href="https://www.sedentarybehaviour.org/sbrn-terminology-consensus-project/spanish-translation/">actividades realizadas por el individuo en posición sentada o inclinada con un gasto energético bajo mientras se está despierto</a>”. </p>
<p>Aunque es posible intuir cuáles son estas actividades, es importante que todo el mundo las identifique. Esto permitirá gestionar el tiempo que les dedicamos, reduciendo sus efectos perjudiciales.</p>
<p>Los comportamientos sedentarios forman parte de nuestras vidas y muchas actividades que realizamos diariamente son consideradas como sedentarias. Eliminarlas completamente es complejo, pero podemos reducir el tiempo que dedicamos a estos comportamientos. </p>
<p>La Organización Mundial de la Salud incluye en sus <a href="https://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/337004/9789240014817-spa.pdf?sequence=1&isAllowed=y">directrices sobre actividad física una serie de recomendaciones sobre hábitos sedentarios</a> y están adaptadas a los diferentes grupos de edad. </p>
<p>Para preescolar se publicaron <a href="https://iris.paho.org/bitstream/handle/10665.2/51805/9789275321836_spa.pdf?sequence=5&isAllowed=y">recomendaciones sobre el tiempo sedentario frente a la pantalla</a>. </p>
<p>Entre los 5 y 17 años se recomienda limitar el tiempo dedicado a actividades sedentarias y especialmente al uso de pantallas en el tiempo de ocio. </p>
<p>A partir de los 18 años se recomienda limitar el tiempo dedicado a actividades sedentarias y sustituirlo por un mayor tiempo dedicado a la actividad física. </p>
<p>Pero estas recomendaciones son generales y aún es necesario saber cómo actuar, especialmente con los menores y en los diferentes contextos en los que desarrollan sus actividades diarias.</p>
<h2>Cómo luchar contra el sedentarismo en los jóvenes</h2>
<p>La Red de Investigación en Comportamiento Sedentario (<a href="https://www.sedentarybehaviour.org">Sedentary Behaviour Research Network</a>) es una organización de investigadores y profesionales de la salud con interés sobre el impacto del comportamiento sedentario sobre la salud. </p>
<p>Acaba de publicar las <a href="https://ijbnpa.biomedcentral.com/articles/10.1186/s12966-022-01259-3">recomendaciones internacionales de comportamiento sedentario relacionado con la escuela en niños y jóvenes</a> y están disponibles en 19 idiomas. </p>
<p>Pretenden servir de ayuda para profesionales de la educación, la salud, la ciencia y sectores relacionados y así desarrollar acciones y políticas en beneficio de la salud y bienestar de los jóvenes.</p>
<p>¿En qué consisten <a href="https://www.sedentarybehaviour.org/wp-content/uploads/2022/03/SB_Recommendations_Spanish_final_version.pdf">estas recomendaciones y cómo pueden ponerse en práctica</a>?</p>
<p>Lo primero es conocer en qué consiste un día escolar saludable. </p>
<p>Debe incluir cortes de los periodos con largos comportamientos sedentarios a través de pausas activas. Es decir, hay que reducir el tiempo continuado en posición sentada o reclinada. </p>
<p>También debe incluir diferentes tipos de movimiento, limitando las tareas escolares sedentarias a un máximo de 10 minutos por día y por curso (Por ejemplo, 10 minutos en primero o 60 minutos en sexto). </p>
<p>El tiempo frente a pantallas de actividades relacionadas con la escuela debe incluir contenido importante. Igualmente, se ha de fomentar el aprendizaje con métodos alternativos en los que no sea necesario el uso de pantallas. Un ejemplo sería la realización de descansos de pantalla cada 30 minutos. </p>
<p>Asimismo, se recomienda cambiar actividades de aprendizaje sedentarias por actividades de aprendizaje que conlleven movimiento. Además, sustituir las actividades con pantallas por actividades sin pantallas promueve la salud y el bienestar de los jóvenes. Un ejemplo podría ser aprender contenidos en movimiento o a través de juegos que impliquen movimiento, tal y como pretenden los <a href="https://twitter.com/Activeclass2021">proyectos “Clase Activa”</a>.</p>
<p>Para que la puesta en práctica de estas recomendaciones sea posible, los autores sugieren basarse en cuatro recomendaciones básicas: </p>
<ol>
<li><p>Manejar el comportamiento sedentario. </p></li>
<li><p>Motivar el uso racional de las pantallas. </p></li>
<li><p>Convertir a las personas referentes para los jóvenes (padres, madres, educadores) en modelos de uso saludable y racional de las pantallas.</p></li>
<li><p>Monitorizar los signos de uso nocivo de las pantallas. </p></li>
</ol>
<p>Además, la Red de Investigación en Comportamiento Sedentario está a disposición de quienes deseen saber cómo poner en práctica estas recomendaciones.</p>
<p>En resumen, disponemos de unas nuevas recomendaciones de comportamiento sedentario específicas para la escuela y muchas oportunidades para desarrollarlas. El siguiente paso está en la mano de quienes deben ponerlas en práctica, que en definitiva podríamos decir que somos todos, solo que a diferentes niveles.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/180758/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Javier Brazo-Sayavera es miembro de la Red de Investigación sobre Comportamiento Sedentario (Sedentary Behaviour Research Network: <a href="http://sedentarybehaviour.org">http://sedentarybehaviour.org</a>)</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>José Francisco López-Gil es miembro de la Red Española por una Infancia Activa y Saludable (REIAS).</span></em></p>El sedentarismo tiene efectos nocivos sobre nuestra salud, pero detectar estas actividades y luchar contra ellas no es tan sencillo en algunos grupos de edad.Javier Brazo-Sayavera, Profesor del área de Educación Física y Deportiva, Universidad Pablo de OlavideJosé Francisco López-Gil, Investigador Post Doctoral Margarita Salas en el Centro de Estudios Sociosanitarios, Universidad de Castilla-La ManchaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1783392022-03-03T20:35:35Z2022-03-03T20:35:35ZPor qué la obesidad es un imán para otras enfermedades<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/449747/original/file-20220303-6135-qo2iwv.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C5%2C3865%2C2561&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/middleaged-overweight-man-wearing-cpap-mask-1391447132">Shutterstock / Stephen Barnes</a></span></figcaption></figure><p>Sin entrar en el debate de si la obesidad debe o no <a href="https://translational-medicine.biomedcentral.com/articles/10.1186/s12967-019-1919-y">considerarse una enfermedad</a>, y siendo conscientes de que <a href="https://www.cdc.gov/obesity/adult/causes.html">sus causas pueden ser múltiples</a>, nos enfrentamos a un verdadero problema de salud pública que aumenta tanto la morbilidad (enfermar) como la mortalidad (morir debido a ello). </p>
<p>Independientemente de lo que nos lleve a pasarnos del peso que se considera <a href="https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/obesity-and-overweight">dentro de lo normal</a>, esos kilos de más nos afectan de un modo u otro. Existen pruebas irrefutables de que la obesidad es un importante <a href="https://translational-medicine.biomedcentral.com/articles/10.1186/s12967-019-1919-y">factor de riesgo</a> para padecer otras enfermedades como hipertensión, dislipemia (alteración de la cantidad de lípidos en sangre, como el colesterol), diabetes, enfermedades cardiacas e infartos cerebrales, piedras en la vesícula, artrosis, ovario poliquístico, síndrome de apnea del sueño y algunos tipos de cáncer. Y nos hemos quedado cortos, pues se considera que la obesidad y el sobrepeso incrementan el riesgo y favorecen el desarrollo de <a href="https://translational-medicine.biomedcentral.com/articles/10.1186/s12967-019-1919-y">más de 200 enfermedades crónicas</a>.</p>
<p>Además, y desafortunadamente, desde el inicio de la pandemia debida al coronavirus se hizo patente el hecho de que la obesidad empeoraba la situación. Sí, desde hace años se conoce que <a href="https://www.nature.com/articles/ijo201262">las personas obesas son más vulnerables a las infecciones</a> y a las complicaciones derivadas de las mismas. En el caso concreto de la covid-19, y <a href="https://www.seedo.es/images/site/comunicados_medios/NP_Un_44_de_espan%C3%9Eoles_ha_aumentado_de_peso_durante_el_confinamiento_Ok.pdf">según un estudio de la Sociedad Española de Obesidad</a>, el 80% de las personas con manifestaciones severas por coronavirus en España eran obesas. </p>
<h2>La acumulación de grasa enferma al tejido</h2>
<p>¿A qué se debe que el ser obeso aumente el riesgo de contraer otras enfermedades? La investigación en biología celular, bioquímica y genética nos ayuda a responder. </p>
<p>La principales células responsables del almacenamiento de grasa en nuestro cuerpo son los adipocitos, que forman parte del llamado <a href="https://www.elsevier.es/es-revista-endocrinologia-nutricion-12-articulo-tejido-adiposo-heterogeneidad-celular-diversidad-S1575092213001411">tejido adiposo</a>. En este tejido también hay otros tipos celulares, como los linfocitos y los macrófagos del sistema inmune, y el buen estado de salud del tejido depende de que exista un equilibrio funcional entre todos los tipos de células.</p>
<p>Pues bien, en la base de la obesidad se encuentra la <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S073510971101312X?via%3Dihub">adiposopatía</a>, que podemos decir que es una alteración que se produce debido a que, <a href="https://www.cdc.gov/obesity/adult/causes.html">por diferentes causas</a>, ingerimos más calorías de las que gastamos. Esto da lugar a una alteración anatómica (deposición anormal de grasa) y funcional (inmune y hormonal) del tejido adiposo que puede causar o empeorar una enfermedad metabólica.</p>
<p>¿Y qué es una enfermedad metabólica? Sencillamente un daño debido a la alteración de nuestras vías metabólicas, como la del colesterol, la insulina y las hormonales, que a su vez dan lugar a enfermedades como arterioesclerosis, la hipertensión, la diabetes y un aumento de hormonas masculinas en mujeres y su disminución en hombres.</p>
<h2>La grasa se acumula donde no debe</h2>
<p>Cuando los adipocitos comienzan a acumular más grasa de lo normal también se produce deposición de grasa más allá de donde debería, por ejemplo, en el hígado y en el músculo. Junto a la adiposopatía, este hecho provoca una alteración en la secreción de hormonas, como la leptina, y de toda una serie de proteínas proinflamatorias, como las citoquinas.</p>
<p>Además, la obesidad da lugar a una deposición anormal de grasa alrededor del corazón. <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/34045020/">Un estudio reciente</a> realizado sobre casi 7 000 participantes ha puesto de manifiesto que el aumento de la grasa pericárdica se asocia con el riesgo de fallo cardiaco.</p>
<p>El aumento en la secreción de citoquinas debido a la obesidad no sólo reduce la capacidad de responder a la infección respiratoria causada por el coronavirus, sino que provoca que todo empeore. Más aún, la asociación de la obesidad con una <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S2530016420302123">disminución de la función inmune</a> hace que estos pacientes sean más susceptibles a todo tipo de infecciones. </p>
<p>En cuanto al tratamiento, en los obesos disminuye la respuesta a los antivirales y son menos eficaces las vacunas.</p>
<p>El novelista Charles Dickens dijo que “cuanto más engorda uno, más prudente se vuelve. Prudencia y barriga son dos cosas que crecen simultáneamente”. Visto lo visto, más vale que seamos prudentes y no hagamos crecer la barriga.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/178339/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Francisco José Esteban Ruiz recibe fondos para investigación de la Universidad de Jaén (PAIUJA-EI_CTS02_2019), de la Junta de Andalucía (BIO-302) y de la Fundación Alicia Koplowitz (convocatoria 2021). Es asesor científico de la asociación Síndrome STXBP1.</span></em></p>Desde hace años se conoce que las personas obesas son más vulnerables a las infecciones y a las complicaciones derivadas de las mismas. En el caso concreto de la covid-19, el 80% de las personas con manifestaciones severas por coronavirus eran obesas.Francisco José Esteban Ruiz, Profesor Titular de Biología Celular, Universidad de JaénLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1665582021-08-23T20:10:41Z2021-08-23T20:10:41ZSi el metabolismo no se ralentiza con la edad, ¿por qué ganamos peso?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/417373/original/file-20210823-17-ej9gmw.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C4500%2C2984&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">No culpe a su metabolismo por el aumento de peso en la mediana edad.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/male-on-weight-scale-check-diet-1087799819">Monthira/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Durante mucho tiempo se creyó que a partir de los 20 años el metabolismo disminuía drásticamente, lo que hacía más difícil perder peso y mantenerse en forma. Pero un <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/34385400/">estudio reciente</a> ha demostrado que nuestro metabolismo –también conocido como gasto energético– se mantiene relativamente estable entre los 20 y los 60 años, antes de disminuir a edades más avanzadas. </p>
<p>Los investigadores analizaron los estudios existentes sobre el gasto energético en 29 países diferentes. En total, examinaron los datos de unas 6 400 personas desde su nacimiento hasta los 95 años de edad. Cada trabajo estimaba el gasto energético mediante un método denominado <a href="https://doubly-labelled-water-database.iaea.org/dataOverview">agua doblemente etiquetada</a>. Los participantes beben un tipo de agua especial a la que se añade un marcador radiactivo seguro. El marcador identifica el hidrógeno y el oxígeno presentes en el agua, lo que permite a los investigadores seguir la rapidez con la que el cuerpo procesa ambos. </p>
<p>A continuación, se toman muestras de orina de cada persona para seguir la velocidad a la que ambos elementos han viajado por el cuerpo. Esto proporciona a los investigadores una medida precisa de la tasa metabólica de una persona, es decir, la cantidad de energía que utiliza en un día.</p>
<h2>Metabolismo estable hasta los 60</h2>
<p>El análisis demostró que el gasto energético (metabolismo) aumentó rápidamente desde el nacimiento hasta el primer año. Después, el gasto energético disminuía gradualmente hasta los 20 años, momento en el que se estabilizaba hasta los 60 años, incluso durante el embarazo. A partir de los 60 años es cuando el gasto energético comienza a descender. </p>
<p>Los resultados se cumplían incluso cuando los investigadores tuvieron en cuenta diferentes factores –como la actividad física y la composición corporal (cuánta grasa o músculo tenía una persona y cuánto pesaba)– que pueden afectar al metabolismo de una persona. </p>
<p>Este estudio se basa en nuestro conocimiento del metabolismo humano. Saber cómo puede (o no) cambiar nuestro metabolismo a lo largo de la vida puede ser importante para saber cómo se pueden tratar enfermedades como la obesidad, la diabetes, las cardiopatías e incluso algunos cánceres. </p>
<p>Un problema de las conclusiones del estudio es que no tuvieron en cuenta la ingesta de energía de una persona. Muchas personas siguen viendo cómo su peso aumenta a medida que envejecen, a pesar de que su metabolismo se mantiene relativamente igual a lo largo de su vida. Esto sugiere que el aumento de peso no es el resultado de un metabolismo más lento. Es más probable que se deba a la ingesta de más alimentos (energía) de los que nuestro cuerpo utiliza. </p>
<h2>Energía y aumento de peso</h2>
<p>El metabolismo se ve afectado por muchos factores, como la <a href="https://assets.publishing.service.gov.uk/government/uploads/system/uploads/attachment_data/file/339317/SACN_Dietary_Reference_Values_for_Energy.pdf">cantidad de alimentos que comemos</a>, la cantidad de actividad física que realizamos, el peso y si tenemos mucha musculatura. </p>
<p>El metabolismo también puede afectar a la forma de obtener energía de los alimentos. Por ejemplo, cuando <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2897177/">comemos más de lo que necesitamos</a>, es más probable que el cuerpo utilice los hidratos de carbono y las proteínas de estos alimentos como combustible y almacene la grasa, lo que provoca un aumento de peso. Tanto el aumento de peso como la obesidad están relacionados con la tasa metabólica, causada por comer más energía de la que utilizamos.</p>
<figure class="align-center ">
<img alt="Una familia sentada alrededor de una mesa comiendo." src="https://images.theconversation.com/files/417001/original/file-20210819-15-1e93mpt.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/417001/original/file-20210819-15-1e93mpt.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=431&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/417001/original/file-20210819-15-1e93mpt.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=431&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/417001/original/file-20210819-15-1e93mpt.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=431&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/417001/original/file-20210819-15-1e93mpt.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=541&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/417001/original/file-20210819-15-1e93mpt.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=541&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/417001/original/file-20210819-15-1e93mpt.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=541&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="caption">Es importante ser consciente de lo que se come, y de la cantidad.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/image-photo/big-multigenerational-family-dinner-process-top-1679988679">Soloviova Liudmyla/ Shutterstock</a></span>
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</figure>
<p>Con tantas cosas a tener en cuenta, puede ser difícil entender cuál es la mejor manera de controlar el peso. Por ello, los expertos han creado <a href="https://assets.publishing.service.gov.uk/government/uploads/system/uploads/attachment_data/file/339317/SACN_Dietary_Reference_Values_for_Energy.pdf">recomendaciones nacionales</a> sobre la cantidad de calorías que deben ingerir personas de diferentes edades y niveles de actividad. Estas recomendaciones se elaboran a partir de datos sobre el gasto energético, en lugar de la ingesta de energía. Esto se debe a que se considera que la medición del gasto es más precisa que la de la ingesta de energía, que normalmente se realiza pidiendo a las personas que informen de lo que comen diariamente. </p>
<p>Pero el problema de utilizar datos sobre el gasto energético es que estas recomendaciones se hacen utilizando un valor medio, por lo que lo que funciona para algunos puede no funcionar para todos. Por ejemplo, algunas personas que no son muy activas pueden necesitar comer menos de lo que recomiendan las directrices. Esta puede ser la razón por la que estamos viendo tal desajuste entre los niveles de gasto energético y la ingesta de energía declarada en los adultos británicos. De hecho, <a href="https://assets.publishing.service.gov.uk/government/uploads/system/uploads/attachment_data/file/485982/familyfood-2014report-17dec15.pdf">algunos estudios</a> sugieren que están comiendo muy por debajo de las recomendaciones diarias y, sin embargo, cada año vemos más personas <a href="https://www.nuffieldtrust.org.uk/resource/obesity">con sobrepeso y obesidad</a>. </p>
<p>La razón por la que la gente parece comer por debajo de las recomendaciones nacionales podría deberse a varios motivos. Por ejemplo, las investigaciones sobre la ingesta de energía muestran que algunos participantes pueden <a href="http://www.behaviouralinsights.co.uk/wp-content/uploads/2016/08/16-07-12-Counting-Calories-Final.pdf">informar mal</a> de cuánto comen diariamente en las encuestas. </p>
<p>La falta de información puede no ser el único problema. Incluso las aplicaciones que <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/30089491/">miden la ingesta de alimentos</a> en detalle también dan valores más bajos de la cantidad que la gente come en comparación con las recomendaciones. Esto puede hacer que parezca que la gente come menos de lo que necesita. Otros factores, como la cantidad de actividad y el tamaño del cuerpo, pueden afectar a la cantidad de energía que necesitamos. Es posible que las recomendaciones no tengan en cuenta estos aspectos de forma adecuada.</p>
<p>Lo prometedor de los datos de este estudio es que ha utilizado una medida más precisa del gasto energético con personas de todas las edades que otras investigaciones en el pasado. Este trabajo nos muestra que las necesidades energéticas no parecen cambiar drásticamente a lo largo de la vida de un adulto. Sus resultados pueden ser útiles para ajustar nuestras recomendaciones actuales sobre las necesidades energéticas. </p>
<p>Será clave adecuar las nuevas recomendaciones sobre la ingesta de energía a cómo pueden variar las necesidades de cada persona según sus niveles de actividad y su peso corporal. También será importante desarrollar mejores formas de personalizar las recomendaciones, para que cada persona pueda gestionar su peso de la forma más eficaz. </p>
<p>Sin embargo, hay muchas formas sencillas de prevenir el aumento de peso a lo largo de la vida. Mantener la actividad física y llevar una dieta saludable son importantes. Aunque puede haber un cierto margen de error, registrar la ingesta de alimentos a diario puede ayudar a controlar la cantidad que se come, y puede ser útil para saber en qué aspectos hay que reducir el peso si éste aumenta.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/166558/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Janet Cade preside el consejo de Dietary Assessment Ltd y ha desarrollado myfood24. En el pasado ha recibido financiación del Consejo de Investigación Médica del Reino Unido. Es secretaria de honor de la Asociación de Nutrición.</span></em></p>Probablemente, lo que nos hace ganar peso es comer más de lo que consume nuestro metabolismo.Janet Cade, Professor of Nutritional Epidemiology and Public Health, University of LeedsLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1631992021-06-29T21:43:53Z2021-06-29T21:43:53Z¿Se puede estar delgado y tener obesidad?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/408940/original/file-20210629-17-12dcjiz.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C5459%2C3618&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/young-man-measuring-his-body-fat-187584311">Shutterstock / Lolostock</a></span></figcaption></figure><p>¿Se ha planteado alguna vez que, a pesar de entrar en una talla pequeña, puede padecer obesidad? ¿Tener esta enfermedad es lo mismo que tener exceso de peso?</p>
<p>Estas preguntas han empezado a tomar validez en los últimos años, a medida que se ha <a href="https://www.nature.com/articles/s41366-021-00858-7">demostrado</a> que no todo es lo que parece en torno a la obesidad. </p>
<p>Si salimos a la calle preguntamos lo que considera la gente que es la obesidad, probablemente la mayor parte de las respuestas relacionarían esta enfermedad con un peso elevado. No sería descabellado pensarlo dado que esto es los que nos han contado los <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0025775301722221">estudios realizados hasta el momento</a>.</p>
<p>Sin embargo, la obesidad no siempre se correlaciona con un peso desmesurado. Es más, una persona con peso normal (veremos más adelante a lo que se denomina peso ‘normal’) e, incluso, un individuo delgado, puede considerarse obeso. </p>
<p>Como estas afirmaciones pueden parecer impactantes a simple vista, explicaremos cuáles son los índices que proponen las investigaciones más recientes para diagnosticar esta enfermedad. </p>
<h2>El polémico Índice de Masa Corporal</h2>
<p>En la década de los 90 del pasado siglo, la Organización Mundial de la Salud y un panel de expertos del Instituto Nacional de Salud norteamericano recomendaron el uso del <a href="https://www.seedo.es/images/site/documentos_interes/version_completa_POSICIONAMIENTO_SEEDO_16_05_2016.pdf">Índice de Quetelet</a>, también llamado Índice Masa Corporal (IMC), para definir diferentes niveles de obesidad.</p>
<p>Estos valores diagnósticos han perdurado con el paso del tiempo y, hasta ahora, se ha considerado al IMC como el método más universal para diagnosticar la obesidad. De hecho, algunas básculas electrónicas modernas tienen la capacidad de calcularlo según el resultado obtenido de dividir el peso de un individuo entre el cuadrado de su estatura.</p>
<p>El valor obtenido da una idea de la superficie corporal del sujeto medida en kg/m². Así, se considera que una persona presenta peso bajo cuando el IMC es menor a 18.5, tiene un peso normal si este se sitúa entre 18.5-24.9. El sobrepeso se considera cuando está entre 25-29.9 y por encima de 30 hablaríamos de obesidad.</p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/408938/original/file-20210629-26-zck7ir.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/408938/original/file-20210629-26-zck7ir.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/408938/original/file-20210629-26-zck7ir.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=538&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/408938/original/file-20210629-26-zck7ir.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=538&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/408938/original/file-20210629-26-zck7ir.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=538&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/408938/original/file-20210629-26-zck7ir.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=676&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/408938/original/file-20210629-26-zck7ir.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=676&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/408938/original/file-20210629-26-zck7ir.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=676&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">El índice de masa corporal (IMC) o el índice Quetelet es un valor derivado de la masa (peso) y la altura de una persona. El IMC se define como la masa corporal dividida por el cuadrado de la altura del cuerpo.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-vector/body-mass-index-bmi-quetelet-value-1235307109">Shutterstock / Naeblys</a></span>
</figcaption>
</figure>
<p>Sin embargo, <a href="https://www.nature.com/articles/s41366-021-00858-7">estudios científicos recientes</a> están empezado a extraer evidencias para demostrar que el uso de este popular valor podría tener los días contados. Esto ha sucedido porque este medidor, denominado ahora “diagnóstico clásico de la obesidad”, presenta limitaciones de uso.</p>
<p>Por ejemplo, un sujeto musculado tras largas horas en el gimnasio puede presentar un valor alto de IMC y, sin embargo, no tener obesidad manifiesta.</p>
<p>Otro ejemplo se observa en mujeres gestantes, en personas que sufren retención de líquidos o en niños y adolescentes. También puede darse en sujetos de baja estatura, en individuos de edad avanzada e, incluso, entre las diferentes razas y etnias.</p>
<h2>La grasa corporal, un valor clave</h2>
<p>Tal vez debamos dejar claro qué se considera obesidad. La <a href="https://www.seedo.es/index.php">Sociedad Española de Obesidad</a> la define como una enfermedad crónica caracterizada por un aumento de la masa grasa dentro de la composición corporal de un individuo.</p>
<p>Es decir, no se trata de evaluar el incremento del peso por encima de unos valores experimentalmente definidos, sino el contenido de masa grasa corporal.</p>
<p>Por término medio, se entiende que en el sexo masculino, la proporción de masa grasa normal se sitúa entre el 12 % y 20 %, mientras que en las mujeres se localiza entre el 20 % y 30 %. Cuando estos valores superan el 25 % en los hombres y el 33 % en las mujeres (independientemente del IMC), se considera que el individuo sufre obesidad.</p>
<p>A estas alturas deberíamos tener claro que la obesidad puede o no estar relacionada con un resultado elevado al subirse en una báscula. Pero lo verdaderamente cierto es que es la cantidad alta de grasa corporal la que marca la diferencia.</p>
<p>Por tanto, este dato debería ser el que realmente nos preocupara, dado que el exceso de grasa en nuestro cuerpo es un factor que aumenta el <a href="https://www.medigraphic.com/pdfs/revcubalnut/can-2017/can171l.pdf">riesgo de sufrir enfermedades</a> cardiovasculares.</p>
<p>En este sentido, para determinar la probabilidad de sufrir este tipo de enfermedades, también debemos fijarnos en el <a href="https://www.medigraphic.com/pdfs/revcubalnut/can-2017/can171l.pdf">lugar en el que esta grasa</a> se encuentra alojada en nuestro cuerpo.</p>
<p>Este es el motivo por el que han adquirido gran interés otras mediciones antropométricas que facilitarán la labor diagnóstica. Por ejemplo, el conocimiento del perímetro de la cintura, el índice cintura-cadera y el índice cintura-estatura ayudan a determinar de manera muy acertada el nivel de riesgo.</p>
<h2>Obesidad sin exceso de peso</h2>
<p>Ahora bien, volviendo al principio, ¿se podría considerar obesa a una persona con un peso normal? Como hemos visto, si atendiéramos solamente al IMC, no sería posible. </p>
<p>Pero si tenemos en cuenta otras investigaciones que no evalúan solamente el peso, sino también cómo se reparte en el cuerpo, sí habría posibilidad. Es decir, habría que identificar qué parte es masa magra y cuál grasa.</p>
<p>Por tanto, cualquier persona, sea cual sea su peso (y, por extensión, su IMC), podría padecer obesidad cuando la grasa excede las cantidades citadas. Se estima que hasta un 22 % de la población mundial podría ser obesa sin exceso de peso.</p>
<p>Estos datos indican que en la población existe un peligroso nivel de riesgo cardiometabólico escondido porque, basándonos en las viejas ideas extendidas, tendemos a pensar que, si nuestro peso es correcto, no debemos preocuparnos. Solo nos alarmamos cuando nos aprieta el famoso michelín.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/163199/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Antonio Fernando Murillo Cancho no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Cuando la báscula nos dice que tenemos un peso ‘normal’ consideramos que no podemos tener obesidad. Sin embargo, nuevos estudios afirman que podemos estar delgados y padecer esta enfermedad.Antonio Fernando Murillo Cancho, Profesor de Nutrición, Universidad de AlmeríaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1616272021-05-28T19:49:00Z2021-05-28T19:49:00ZCOVID-19: Joven y con obesidad, un blanco fácil para la enfermedad severa<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/402931/original/file-20210526-13-t5uojo.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C4992%2C3008&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><span class="source">Moal Olivier/Alamy Stock Photo</span></span></figcaption></figure><p>Desde el comienzo de la pandemia se ha venido observando que algunas personas infectadas por el coronavirus experimentan una enfermedad más grave, lo que aumenta sus posibilidades de ser hospitalizadas, ingresar en una unidad de cuidados intensivos (UCI) o morir. ¿Pero quiénes?</p>
<p>En principio, la edad es el mayor factor de riesgo para desarrollar COVID-19 grave o morir a causa de ella. A medida que envejecemos, un sistema inmunitario más débil y la existencia de patologías previas crónicas parecen influir en la forma en que nuestro organismo responde al virus. De hecho, más del 70% de las muertes atribuidas al COVID-19 en el Reino Unido corresponden a personas de 75 años o más.</p>
<p>Pero la raza, el sexo y la obesidad también han demostrado ser factores de riesgo de padecer COVID-19 grave. Y aunque no hay modo de cambiar nuestra edad, sexo o raza, con el sobrepeso sí tenemos cierto margen de actuación.</p>
<p>Cuando el primer ministro británico <a href="https://time.com/5872175/boris-johnson-weight-loss-coronavirus/">Boris Johnson</a> hizo pública la gravedad de su propia infección por COVID-19 lo atribuyó a que tenía “mucho sobrepeso” en aquel momento. </p>
<p>Tenía sobre la mesa varias investigaciones que mostraban que muchas más personas con sobrepeso u obesidad ingresaban en una UCI y necesitaban ventilación mecánica, en comparación con las personas sin sobrepeso ni obesidad. Además de un <a href="https://www.nature.com/articles/s41586-020-2521-4">estudio publicado en 2020 en <em>Nature</em></a> que mostraba que la obesidad aumentaba sustancialmente el riesgo de muerte por COVID-19. </p>
<p>La investigación utilizó como medida el índice de masa corporal (IMC), que se puede calcular dividiendo el peso (kg) entre la altura (cm) al cuadrado. Y llegó a la conclusión que los sujetos con el IMC más alto (más de 40) tenían un 92% más de riesgo de morir por COVID-19 en comparación con quienes podían presumir de un IMC saludable (18,5 hasta 25). </p>
<figure class="align-center ">
<img alt="A chart showing body mass index." src="https://images.theconversation.com/files/397041/original/file-20210426-21-12z9ecj.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/397041/original/file-20210426-21-12z9ecj.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=394&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/397041/original/file-20210426-21-12z9ecj.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=394&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/397041/original/file-20210426-21-12z9ecj.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=394&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/397041/original/file-20210426-21-12z9ecj.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=496&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/397041/original/file-20210426-21-12z9ecj.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=496&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/397041/original/file-20210426-21-12z9ecj.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=496&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
<figcaption>
<span class="caption">Índice de masa corporal.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/image-vector/body-mass-index-poster-woman-silhouettes-1908255625">Pikovit/Shutterstock</a></span>
</figcaption>
</figure>
<h2>Confinamiento, sobrepeso y COVID-19</h2>
<p>Claro que se trataba de casos extremos. La mayoría de las personas no tienen tanto sobrepeso. Es más, muchos de nosotros hemos estado inactivos durante los confinamientos y a lo sumo hemos ganado unos kilos de más. </p>
<p>La pregunta que surge de inmediato es: ¿podría este ligero exceso de peso aumentar también el riesgo de desarrollar COVID-19 grave? </p>
<p>Utilizando los registros sanitarios anónimos de casi 7 millones de personas de entre 20 y 99 años en Inglaterra, <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S2213858721000899">hemos analizado asociaciones entre el IMC y el riesgo de COVID-19 grave </a> en todo el rango de peso corporal para intentar dar con la respuesta.</p>
<p>Los datos revelaron que, de las 6 910 695 personas que tenían su peso registrado, 13 503 fueron ingresadas en el hospital con COVID-19, 1 602 necesitaron tratamiento en una UCI y 5 479 murieron de COVID-19 durante la primera oleada de la pandemia en el Reino Unido (enero-mayo de 2020). La mayoría de estas personas tenían más de 60 años (el 72% de los ingresos hospitalarios, el 56% de los ingresos en la UCI y el 93% de las muertes).</p>
<p>En cuanto al peso, el riesgo más bajo se encontraba entre los que tenían un IMC de 23. Por encima de esa medida, el riesgo aumentaba linealmente, en torno a un 5% más de riesgo de ingreso hospitalario, un 10% más de riesgo de ingreso en UCI y un 4% de muerte por cada unidad de aumento en el IMC.</p>
<figure class="align-center ">
<img alt="A graph showing a rising increase risk of death as BMI goes up." src="https://images.theconversation.com/files/397084/original/file-20210426-15-151klgu.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/397084/original/file-20210426-15-151klgu.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=436&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/397084/original/file-20210426-15-151klgu.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=436&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/397084/original/file-20210426-15-151klgu.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=436&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/397084/original/file-20210426-15-151klgu.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=548&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/397084/original/file-20210426-15-151klgu.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=548&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/397084/original/file-20210426-15-151klgu.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=548&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="caption"></span>
<span class="attribution"><span class="source">The Lancet Diabetes & Endocrinology</span></span>
</figcaption>
</figure>
<p><a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S2213858721000899">Nuestro análisis</a>, además, tuvo en cuenta varios factores que podrían influir en el riesgo, como la edad, el sexo, la raza y las patologías previas, incluida la diabetes de tipo 2. Las personas con un IMC inferior a 23, que incluye a las personas con bajo peso (IMC inferior a 18,5), también mostraron un riesgo mayor de ingreso hospitalario y muerte relacionados con la COVID-19. Esto podría estar relacionado con la fragilidad asociada a un bajo peso corporal, lo cual es bastante común en personas de edad muy avanzada.</p>
<h2>Los riesgos de ser joven y tener obesidad</h2>
<p>Por otro lado, la asociación entre el exceso de peso y el riesgo de COVID-19 grave fue mucho mayor en los jóvenes de 20 a 39 años, fue disminuyendo en los grupos de edad mayores de 60 años y tuvo un efecto nulo en las personas mayores de 80 años. </p>
<p>En concreto, el aumento del riesgo de hospitalización por cada incremento en el IMC para las personas de 20 a 39 años fue del 9%; para las de 40 a 59 años, del 8%; para las de 60 a 79 años, del 4%; y del 1% para las de 80 a 99 años.</p>
<p>Sin embargo, los más jóvenes generalmente experimentaron una enfermedad por COVID-19 mucho menos grave y tuvieron muchas menos probabilidades de morir en comparación con las personas mayores. Aun así, una persona joven con un IMC de 30 tendría un riesgo muchísimo mayor de padecer COVID-19 grave que una persona de la misma edad pero con un peso saludable.</p>
<p>Por otro lado, el riesgo asociado a un mayor IMC también fue mayor para las personas de raza negra en comparación con las de raza blanca. El aumento del riesgo de hospitalización por unidad de IMC para las personas de raza negra fue del 7% en comparación con el 4% para las personas de raza blanca. Y el aumento del riesgo de muerte en la raza negra fue del 8% frente al 4% en la raza blanca. Las asociaciones con otros grupos de raza no fueron concluyentes.</p>
<h2>Mil razones para perder peso</h2>
<p>Aunque no pudimos comprobar si perder peso puede ayudar a reducir el riesgo de enfermedad severa por COVID-19, sí que es posible que disminuya la probabilidad de desarrollar COVID-19 grave. Y ya de paso, perder peso también tiene muchos otros beneficios para la salud.</p>
<p>Sin embargo, dejar atrás los kilos sobrantes en muchos casos no es nada fácil. Por eso es necesaria una mayor inversión en programas efectivos que ayuden a la gente a conseguir un peso saludable. Una inversión rentable que ayudaría a reducir la gravedad de la COVID-19 y, en consecuencia, la carga sobre los sistemas sanitarios. Al mismo tiempo que haría descender el riesgo de padecer enfermedades cardíacas, diabetes de tipo 2 y algunos tipos de cáncer que se asocian también con el exceso de peso.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/161627/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Nerys M Astbury recibe financiación del National Institute of Health Research (NIHR) Biomedical Research Centre Oxford.
</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Carmen Piernas recibe fondos de National Institute for Health Research ARC. </span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Min Gao recibe fondos de China Scholarship Council. </span></em></p>El riesgo debido al aumento del índice de masa corporal es especialmente notable en las personas menores de 40 años y en la población negra.Nerys M Astbury, Senior Researcher, Diet and Obesity, University of OxfordCarmen Piernas, University Research Lecturer, Nutrition, University of OxfordMin Gao, PhD Candidate, Non-communicable Chronic Disease, University of OxfordLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1606562021-05-11T17:36:47Z2021-05-11T17:36:47ZInfancia y alimentación: ‘Por primera vez en la historia, la próxima generación tendrá menos esperanza de vida que la actual’<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/399964/original/file-20210511-24-1wwij47.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=8%2C8%2C5742%2C3819&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/little-boy-eating-unhealthy-food-he-1919726375">Shutterstock / Dejan Dundjerski</a></span></figcaption></figure><p><em>El 34% de la población infantil entre 8 y 16 años tiene sobrepeso u obesidad en Europa. Los niños y adolescentes europeos son cada vez más gordos, en particular en los países del sur. ¿Estamos ante la peste silenciosa del siglo XXI? La profesora e investigadora de la Universidad Pública de Navarra Idoia Labayen advierte que, por primera vez en la historia, la obesidad hará que la esperanza de vida disminuya en la próxima generación.</em></p>
<p><strong>¿Es la obesidad infantil la otra epidemia del siglo XXI?</strong></p>
<p>Sí, podemos afirmar que así es. En los últimos veinte años se ha repetido en incontables ocasiones que la obesidad infantil es una epidemia. De hecho, sabemos ya que la esperanza de vida de la próxima generación será menor que la nuestra debido, en gran parte, al sobrepeso y la obesidad. En el año 2000 ya lo advirtió la Organización Mundial de la Salud (OMS). Pero nada ha cambiado. Elaboramos diagnósticos, realizamos investigaciones, pero nada cambia. Y las cifras siguen aumentando.</p>
<p><strong>Los últimos estudios realizados por el grupo ELIKOS en colaboración con otros así lo demuestran. ¿Son tan malos esos resultados?</strong></p>
<p>Estamos preocupados. Las tasas de obesidad y sobrepeso se han triplicado. Realizamos primero un <a href="https://www.gasolfoundation.org/wp-content/uploads/2019/11/Informe-PASOS-2019-online.pdf">estudio con otras instituciones estatales</a> en las escuelas para conocer los hábitos de alimentación, el nivel de ejercicio físico y la prevalencia del sobrepeso y la obesidad infantil y adolescente. Después, el Gobierno de Navarra solicitó otro estudio, en una muestra representativa, para conocer los estilos de vida y la prevalencia de sobrepeso en los escolares navarros. Los resultados nos dicen que uno de cada tres niños de entre 8 y 16 años tiene exceso de peso. Los hábitos alimenticios son malos ya que se está perdiendo la dieta mediterránea y el nivel de actividad física es bajo. El 60% no cumple el mínimo de tiempo que recomienda la OMS, 60 minutos diarios en movimiento.</p>
<p><strong>En el norte de Europa las tasas de obesidad son menores</strong>.</p>
<p>Así es. Hemos participado en algunas investigaciones europeas, con adolescentes y población infantil, y las conclusiones son siempre las mismas. En Suecia, en Noruega, en Dinamarca la prevalencia del sobrepeso y la obesidad es más baja que en los estados mediterráneos. En España, Italia, Grecia los niveles son considerablemente mayores. Los del norte se mueven más y comen más fruta y verdura.</p>
<p><strong>El exceso de peso es nocivo a cualquier edad. En el caso de los más pequeños, ¿qué consecuencias tiene?</strong></p>
<p>El tejido adiposo de las personas con sobrepeso aumenta la cantidad de adipoquinas y citoquinas inflamatorias liberadas, sustancias que están implicadas en muchas de las manifestaciones clínicas de esta patología, como la diabetes, hipertensión arterial o enfermedad cardiovascular. Si esta situación comienza en edades tempranas de la infancia, las complicaciones asociadas a la obesidad también se manifestarán antes incluso de la vida adulta. De hecho, hemos detectado que están surgiendo perturbaciones en el hígado desde la edad infantil. Es lo que denominamos esteatosis hepática, esto es, acumulación excesiva de grasa en el hígado, lo que provoca problemas de salud importantes. El 35% de los niños diagnosticados con sobrepeso u obesidad han desarrollado la enfermedad. En esos niños se quintuplica la posibilidad de desarrollar una diabetes. Se multiplica también el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares. Si seguimos con esta tendencia, vamos a empezar a ver ya casos en personas jóvenes en pocos años.</p>
<p><strong>Han analizado las distintas causas detrás de esta tendencia. Los resultados de la investigación afirman que niñas y niños, en la actualidad, se mueven menos que antes.</strong></p>
<p>Sí, las conclusiones de nuestras investigaciones confirman que <a href="https://www.unavarra.es/sites/actualidad/contents/noticias/2020/10/20-10-06/la-actividad-fisica-en-menores-d.html">niños y adolescentes se mueven menos</a>. También se han reducido las horas de ejercicio físico en la propia escuela y han cambiado las costumbres en el tiempo de ocio, el tipo de actividad. Hoy en día juegan menos en los parques, practican deporte en grupos reducidos y las pantallas ocupan gran parte de su tiempo libre. Están sentados demasiado tiempo y no cumplen con la recomendación de la OMS de actividad física moderada o intensa durante una hora diaria.</p>
<p><strong>El descenso de la calidad de la alimentación también está relacionada con esta epidemia. ¿Dónde está la dieta mediterránea?</strong></p>
<p>Lo cierto es que la dieta mediterránea, admirada en todo el mundo, cada día se practica menos. El problema es multifactorial. Las costumbres familiares han cambiado. Los progenitores disponen de menos tiempo para dedicarle a la compra y a la cocina. Las mujeres trabajamos fuera y ya no nos quedamos en casa. Antes eran las madres las responsables de esa importante tarea y, en general, la alimentación era más sana. Este sería uno de los factores, pero no solo. Hace unas décadas los refrescos, bebidas azucaradas y precocinados no eran frecuentes en casa. Eran productos caros y apenas los consumíamos. Tomábamos como postre fruta o un yogur natural. Hoy son productos baratos, muy accesibles y hay una gran variedad en el mercado con una oferta muy atractiva.</p>
<p><strong>Creemos saber qué es lo que consumen nuestros hijos.</strong></p>
<p>Creo que hay mucho desconocimiento. No es fácil leer una etiqueta que nos permita entender los ingredientes de un producto. El azúcar, por ejemplo, tiene muchos y variados nombres. Los más pequeños consumen demasiado azúcar, mucho más de lo que necesitan. En los alimentos preparados el nivel de grasa es demasiado alto, tienen también mucha sal, sustancia que provoca más deseo de comer. La presencia de esos alimentos en nuestras casas ha aumentado porque, entre otras causas, el precio del producto fresco es más elevado. Los factores son muchos y variados pero todos empujan en una misma dirección: la calidad de la alimentación disminuye.</p>
<p><strong>Otro factor en la ecuación es la pobreza. A menos ingresos, ¿más sobrepeso y obesidad?</strong></p>
<p>Así es. Lo podemos comprobar en Navarra, País Vasco y La Rioja. Las conclusiones de un estudio reciente, realizado en centros escolares de estas comunidades, muestran un 40% de sobrepeso u obesidad infantil y adolescente entre las familias inmigrantes. En el caso de niños cuyos padres y madres son oriundos, se sitúa en un 25%. Este desfase nos obliga a reflexionar como sociedad. Se dan aquí varias circunstancias. Por un lado, los hábitos alimenticios no son buenos, pero además, los progenitores tienen unas jornadas laborales muy largas y estos niños y niñas muchas veces están solos en casa y ven mucha televisión. Por otro lado, el deporte hay que pagarlo en la mayoría de los casos, lo que provoca que descienda su nivel de ejercicio físico.</p>
<p><strong>Y llegó la pandemia de coronavirus. ¿Hay evidencias de que el problema de la obesidad infantil se ha agudizado en este último año?</strong></p>
<p>Sí, éramos conscientes de que la salud infantil era menor en las familias con menor nivel socioeconómico. Por ello, pusimos en marcha una segunda evaluación para medir las consecuencias del confinamiento.<a href="https://academica-e.unavarra.es/handle/2454/39489">Este estudio</a> evidencia el impacto negativo del confinamiento derivado de la pandemia en los niveles de actividad física y conductas sedentarias de la infancia. Se mueven todavía menos y dedican más tiempo a las pantallas. Efectivamente, el problema se ha agravado y, si no se ataja, tendrá consecuencias en el futuro.</p>
<p><strong>El problema está diagnosticado. ¿Qué medidas habría que tomar para encontrar una solución?</strong></p>
<p>Niñas y niños tienen que vivir en una sociedad sana. Por ello, hay que incentivar que aumente la actividad física y aumentar el consumo de alimentos saludables. Es un problema multifactorial que atañe a toda la sociedad. Estos hallazgos deben ser tomados en cuenta para poner en marcha estrategias de salud pública que garanticen a la población infantil el poder desarrollarse en un entorno sano que permita preservar su salud. Los niños deben moverse todos los días un mínimo de una hora y deben alimentarse bien, también todos los días.</p>
<hr>
<p><em><a href="https://traductordeciencia.es/por-primera-vez-en-la-historia-la-proxima-generacion-tendra-menos-esperanza-de-vida-que-la-actual/">Una versión</a> de esta entrevista se publicó en el blog de la UPNA, <a href="https://traductordeciencia.es/">Traductor de Ciencia</a>.</em></p>
<hr><img src="https://counter.theconversation.com/content/160656/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Idoia Labayen no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>La profesora e investigadora Idoia Labayen explica los riesgos de la obesidad infantil, que se encuentra en alza en los países mediterráneos debido a múltiples factores.Idoia Labayen, Profesora Titular de Universidad Ciencias de la Salud Área de Fisiología, Universidad Pública de NavarraLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1592872021-04-26T19:07:48Z2021-04-26T19:07:48ZLa importancia de un embarazo físicamente activo<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/397007/original/file-20210426-21-92jtsr.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=8%2C0%2C5742%2C3828&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/pregnancy-sport-fitness-people-healthy-lifestyle-1041661453">Shutterstock / Syda Productions</a></span></figcaption></figure><p>En opinión de <a href="https://www.uwo.ca/fhs/kin/about/faculty/mottola_m.html">Michelle Mottola</a>, investigadora de la Universidad de Western Ontario (Canadá), nuestra salud actual es seguramente un reflejo de lo que pasó en el útero de nuestras madres.</p>
<p>En efecto, el proceso de embarazo y parto puede resultar determinante para la vida futura de las madres y sus hijos. Son muchas las <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/31313499/">evidencias científicas</a> que confirman que el bienestar del entorno intrauterino, y por ende la calidad de vida de la mujer gestante, es en gran medida responsable de la futura salud de cada ser humano. Esto es así por la gran cantidad y calidad de modificaciones que este período ocasiona en todos los ámbitos del organismo femenino y también en la vida fetal. </p>
<p>Lamentablemente, los actuales estilos de vida (elevados niveles de estrés, sedentarismo, deficiente alimentación), junto con la actual situación de pandemia, generan ciertas complicaciones. Estas complicaciones incluyen alteraciones de carácter metabólico (excesiva ganancia de peso, diabetes gestacional) y cardiovasculares (hipertensión gestacional), pero también de orden locomotor (dolores articulares y musculares), incluso psíquicos y emocionales (ansiedad, depresión prenatal). Y no solo amenazan el deseado bienestar de la mujer gestante sino también la salud de su descendencia tanto a corto como a largo plazo. </p>
<p>¿Existe posibilidad de prevenir esta problemática? Son muchos los <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/26068707/">estudios</a> que demuestran que la <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/26135742/">actividad física moderada y regular</a> proporciona esa deseada calidad de vida durante el período gestacional, incluso más allá del mismo. Se puede decir que no existen dudas acerca de los numerosos beneficios de un embarazo activo, no sólo en relación a aspectos de <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/26704894/">carácter fisiológico</a>, sino también psíquicos y <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/29899050/">emocionales</a>.</p>
<p>De forma concreta, en cuanto a los conocidos como “resultados del embarazo”, el ejercicio físico moderado supervisado durante la gestación ha demostrado ser una excelente herramienta para el <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/24290112/">control de las excesivas ganancias de peso gestacionales</a> (un problema de difícil solución en los países desarrollados), generar una <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/22715981/">menor tasa de partos instrumentales y por cesárea</a>, <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/29529475/">acortar la duración total del parto</a>, reducir significativamente el riesgo de una <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/23365418/">diabetes gestacional</a>, <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/26704894/">hipertensión gestacional o macrosomía fetal</a> (fetos con peso excesivo). </p>
<p>Lo más interesante es que los beneficios de la implementación del ejercicio moderado y supervisado durante el embarazo pueden extenderse a la salud del nacido a largo plazo. Entre otras cosas <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32023833/">hemos comprobado</a> que en los hijos e hijas de madres con un embarazo activo se reduce significativamente el riesgo de sobrepeso y obesidad durante el primer año de vida del retoño. A ello habría que unir <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC5075987/">estudios</a>
que apuntan a una menor probabilidad de enfermedades crónicas, tanto en la gestante activa como en el vástago.</p>
<h2>Embarazo en movimiento</h2>
<p>Ante esta situación, la Universidad Politécnica de Madrid, junto con el Servicio de Ginecología y Obstetricia del Hospital Universitario Severo Ochoa de Leganés, han puesto en marcha el Proyecto titulado “<a href="https://www.upm.es/Investigacion?id=c5461066e17a8710VgnVCM10000009c7648a____&prefmt=articulo&fmt=detail">Un embarazo físicamente activo</a>”. Se trata de una iniciativa novedosa que intenta transmitir la idea de la actividad física moderada y regular como <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/33776798/">un elemento básico para la salud de la madre, el feto y el recién nacido</a>. Especialmente ante las importantes complicaciones que la actual situación de pandemia ha ocasionado y seguramente generará en el bienestar y calidad de vida de la mujer embarazada.</p>
<p>El proyecto incluye un Ensayo Clínico Aleatorizado que actualmente se desarrolla en el centro hospitalario, en el que también participan otros hospitales (Torrejón y Puerta de Hierro de Majadahonda, en Madrid, y Vall de Hebrón de Barcelona), así como centros privados (Clínica Zuatzu de San Sebastián). Pero además ofrece asesoramiento gratuito a las mujeres embarazadas para el desarrollo de actividad física autónoma, fortalecimiento del suelo pélvico, higiene postural, posiciones operativas recomendadas, etc. </p>
<p>Impulsado por el veterano Grupo de Investigación “Actividad Físico-deportiva en Poblaciones Específicas” (AFIPE) de la Universidad Politécnica de Madrid, parte un <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32613735/">programa-modelo universal</a> de ejercicio físico para mujeres gestantes que no presenten contraindicaciones de tipo obstétrico.</p>
<p>Se estructura en siete partes que intentan, desde el ejercicio físico moderado y supervisado, responder a todas las modificaciones impuestas por el complejo proceso de embarazo y parto: activación, resistencia aeróbica, fortalecimiento muscular, coordinación y equilibrio, flexibilidad y relajación, fortalecimiento de la musculatura del suelo pélvico y una charla final (puesta en común). El peso de cada elemento va fluctuando a lo largo del embarazo respondiendo a la lógica naturaleza del proceso de gestación.</p>
<p>Si bien los resultados del proyecto “Un embarazo físicamente activo” no serán observables de forma inmediata, las expectativas son ampliamente alentadoras. Para las mujeres gestantes, pero, sobre todo, para la salud de futuras generaciones.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/159287/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Ruben Barakat Carballo no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>La Universidad Politécnica de Madrid y el Hospital Severo Ochoa de Leganés ponen en marcha un proyecto pionero destinado a la mejora de la salud del futuro ser humano a través de un embarazo activo.Ruben Barakat Carballo, Catedrático de Educación Física y Deportiva., Universidad Politécnica de Madrid (UPM)Licensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1539302021-03-22T21:55:32Z2021-03-22T21:55:32Z¿Qué mecanismos regulan el apetito, el hambre y la saciedad?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/388164/original/file-20210307-13-tpchfv.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=16%2C0%2C5411%2C3613&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><span class="source">Priscilla du Preez / Unsplash</span></span></figcaption></figure><p>El control de qué comemos y cuándo lo hacemos es el resultado de una compleja interacción de numerosos factores. </p>
<p>El primer tipo de control que interfiere en esta decisión es homeostático. Esto quiere decir que sentimos hambre cuando llevamos mucho tiempo sin comer y viceversa. La estructura que lleva a cabo este control homeostático del apetito se encuentra en el hipotálamo. Aunque pequeña, se trata de una región del centro del cerebro que desempeña un importante papel en nuestro organismo. </p>
<h2>¿Cómo “surge” el hambre?</h2>
<p>Explicaremos con un ejemplo cómo y por qué surge el hambre. Pongámonos en situación: son las dos del mediodía y llevamos más de 5 horas sin llevarnos nada a la boca. Queremos comer. ¿Por qué? ¿Qué ha ocurrido para que tengamos esa sensación? </p>
<p>Lo que sucede es que el estómago ha empezado a sintetizar una hormona denominada ghrelina. Esta hormona viaja hasta el hipotálamo, donde activará un grupo de neuronas que sintetizan varias sustancias. Entre ellas, por ejemplo, el neuropéptido Y (NPY). En conjunto, éstas desencadenan la sensación de hambre. Nos indican y avisan de que debemos comer. Otra de las señales que intervienen en el aumento de la sensación de hambre es el nivel de glucosa en sangre, que en ese momento del día, también va a la baja. </p>
<h2>¿Por qué al comer nos saciamos?</h2>
<p>Por fin empezamos a comer. Poco a poco va apareciendo la sensación de saciedad gracias a sustancias liberadas en nuestro intestino como respuesta al contacto con los alimentos. Es el caso de la colecistocinina (CCK) o el péptido YY (PYY), entre otras. Su objetivo es inducir señales de saciedad en el hipotálamo para detenerla ingesta de alimentos que se está llevando a cabo. </p>
<p>Por su parte, conforme aumentan los niveles de glucosa plasmáticos, como consecuencia de la ingestión de alimentos, se secreta la insulina. La hormona también actúa sobre el hipotálamo para que éste favorezca la sensación de saciedad. Todo este sistema lo podemos imaginar como un exquisito engranaje de relojería que nos induce a tener apetito o a detener nuestra ingesta de alimentos. </p>
<p>La ingestión de alimentos no solo tiene un control a corto plazo, como se ha explicado anteriormente: también lo tiene a largo plazo. Aquí interviene otra hormona, la leptina. Esta se sintetiza en el tejido adiposo y tiene una acción anorexigénica, es decir, inhibe el apetito. De forma sencilla, cuando ganamos peso por incremento de tejido graso, aumenta la secreción de leptina, que llega al hipotálamo. Aquí, esta hormona disminuye la actividad de las neuronas que generan la sensación de hambre. Y al contrario: cuando perdemos peso, disminuyen los niveles de leptina y se activan las neuronas orexigéncias (o activadoras del apetito). ¿Por qué? Al fin y al cabo, se busca ingerir alimentos para aumentar las reservas de grasa. </p>
<p>Desde un punto de vista evolutivo y teniendo presente que hemos pasado miles de años con escasez de alimentos, es lógico pensar que la vía más eficiente sea la última que hemos descrito y no la primera. Por ello, generalmente, es mucho más difícil perder peso que ganarlo.</p>
<h2>El placer también interfiere en la conducta alimentaria</h2>
<p>El control del cuándo y cuánto comemos, por tanto, es el resultado de la compleja interacción de numerosos factores neuronales y hormonales, siendo el hambre una necesidad fisiológica que nos induce a comer porque nos falta energía.</p>
<p>No obstante, si la conducta alimentaria estuviera únicamente regulada por estos mecanismos, la mayoría de nosotros nos mantendríamos en un peso ideal. Comer sería, al fin y al cabo, una actividad similar a respirar o a ir al baño: una función necesaria pero simple y sin emoción. </p>
<p>Sin embargo, en la ingesta de alimentos existe otro protagonista crucial que es el control hedonista, es decir, el placer. Esto es lo que nos lleva a escoger qué comemos pero también a obviar las señales de saciedad del hipotálamo y hacer un hueco para el postre. Pensemos en las comidas y cenas navideñas. ¿No es cierto que, aunque nos sintamos muy llenos, siempre hay lugar para un trozo de turrón o un último polvorón? </p>
<p>Generalmente nos gustan más los alimentos dulces y salados y menos los alimentos amargos o ácidos. Esto tal vez se deba a que, tras miles de años de evolución, asociamos el sabor amargo con plantas que probablemente eran tóxicas. </p>
<p>Cuando tomamos una comida que nos gusta, como cuando realizamos cualquier actividad placentera, se activa en nuestro cerebro el sistema de recompensa, que forma parte del sistema dopaminérgico. Se ha observado en animales de experimentación que la ingesta de alimentos ricos en azúcar desencadena una potente liberación de dopamina, generando placer y deseo de consumir ciertos alimentos.</p>
<h2>Los factores psicológicos desempeñan un importante papel</h2>
<p>Sabemos que la comida puede ser un medio para intentar compensar nuestras emociones. Por eso, cuando nos sentimos solos, tristes, ansiosos o nerviosos, no es extraño que intentemos aliviar estas sensaciones comiendo. En tales situaciones, además, no solemos escoger unas hojas de lechuga. Es más probable que los productos elegidos sean más similares a chocolate, helados o patatas fritas. </p>
<p>Por si fuera poco, éstos activan con mayor intensidad nuestro centro de recompensa, induciéndonos a comer incluso cuando estamos satisfechos. La interacción entre los sistemas hedónico y homeostático es una de las razones por las que a veces nos cuesta tanto controlar cuándo, cuánto y qué comemos.</p>
<p>Hoy por hoy, aunque sus mecanismos se entienden cada vez mejor, aún no comprendemos la complejidad de la conducta alimentaria. Ahora bien, sí podemos proporcionar algunas pautas para tener una relación sana y satisfactoria con nuestra alimentación. </p>
<p>Entre ellas, ingerir alimentos de buena calidad, cocinados de forma simple y utilizando aceite de oliva virgen, que ayuda a aumentar las propiedades sensoriales de nuestra cocina. También tratar de acompañar nuestros platos con muchas verduras, legumbres y hortalizas. Además de sabor, nos proporcionan fibra, un nutriente clave para mantener nuestro “cerebro” saciado más tiempo.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/153930/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>Aunque sentir hambre sea una sensación común, en ella y en su oponente, la saciedad, interfieren multitud de factores, tanto físicos como emocionales.Maria Izquierdo-Pulido, Catedrática del Departamento de Nutrición, Ciencias de la Alimentación y Gastronomía, Universitat de BarcelonaMaria Fernanda Zeron Rugerio, Investigadora del Departamento de Nutrición, Ciencias de la Alimentación y Gastronomía, Universitat de BarcelonaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1569792021-03-17T20:33:03Z2021-03-17T20:33:03ZRecomendaciones nutricionales para la pandemia<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/389795/original/file-20210316-21-77xce2.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C1775%2C5721%2C3902&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/supermarket-shopping-face-mask-glovesman-buying-1781478671">Shutterstock / LADO</a></span></figcaption></figure><p>Hace tiempo que sabemos que presentar un peso elevado es un factor de riesgo de enfermedades no transmisibles. Entre ellas las enfermedades cardiovasculares (cardiopatías y accidentes cerebrovasculares), los trastornos del aparato locomotor (osteoartritis), algunos cánceres y la diabetes. Sin embargo, es ahora, en plena pandemia, cuando acumular kilos de más puede acarrearnos más problemas que nunca. </p>
<p>Un <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32409502/">estudio reciente dado a conocer en <em>The Lancet</em></a> concluye que la obesidad agrava el pronostico de covid-19 y el riesgo de sufrir la infección. Por un lado, porque presentar obesidad puede dificultar la respiración debido a que el peso ejerce una presión adicional en el diafragma. Pero también porque un exceso de grasa implica mayor probabilidad de padecer efectos más graves en la evolución de la infección del virus.</p>
<p>A su vez, el tipo de dieta puede ser crucial en la composición y <a href="https://www.endocrinologiapediatrica.org/revistas/P1-E22/P1-E22-S1079-A394.pdf">distribuión de la microbiota intestinal</a>. Estas variaciones pueden alterar la protección en infecciones, la inflamación de bajo grado y el sistema inmune, entre otras cosas.</p>
<p>Ante esta realidad, es fácil concluir que las personas con obesidad y diabetes tipo 2 deberían realizar un mejor control metabólico a fin de estar preparadas ante cualquier situación infecciosa y evitar una peor evolución clínica en caso de enfermedad vírica. Concretamente, sería recomendable realizar un muy buen control analítico de glucemias, vigilar el peso, elegir correctamente la dieta y practicar ejercicio.</p>
<h2>Qué y cuando comer en tiempos de covid-19</h2>
<p>A nivel nutricional, sobre todo durante la pandemia de covid-19, convendría tener en cuenta unas recomendaciones sencillas pero muy útiles a nivel de elección de la dieta, número de comidas y elección de alimentos dentro de cada grupo de alimentos.</p>
<ol>
<li><p><strong>Elección de la dieta</strong></p>
<p>La elección de una dieta es uno de los pilares básicos de cara al tratamiento de la obesidad y la diabetes mellitus tipo 2. Una dieta basada en el consumo de fruta y verdura, cereales integrales y aceites cardiosaludables, como la Dieta Mediterránea o la dieta DASH, puede ayudar a un buen control tanto de las glucemias como de los factores de riesgo cardiovascular. Concretamente, consumir múltiples productos vegetales, frutas y cereales integrales, unido al uso asiduo de aceite de oliva como grasa de cocción y aliño, contribuye a un buen control metabólico. </p></li>
<li><p><strong>Número de comidas y horario</strong></p>
<p>Según varios trabajos <a href="https://www.nature.com/articles/ijo2012229.pdf">publicados en la revista <em>Nature</em></a> no sólo es importante qué comemos, sino también cuándo lo hacemos. En modelos animales experimentales se ha comprobado que existe un reloj periférico en el tejido adiposo que funciona en consonancia con nuestros horarios, activando o desactivando genes que afectan a la ganancia o pérdida de peso. Además, este descontrol horario suele ir acompañado de valores elevados en los triglicéridos y colesterol, así cómo una mayor resistencia a la acción de la insulina, que ayuda a metabolizar los hidratos de carbono. </p>
<p>¿Y qué pasa si, en lugar de comer a cualquier hora, se restringe la alimentación a una franja de tan solo 9 horas diarias? Es la pregunta que se hicieron Amy T. Hutchison y sus colegas de la Universidad de Adelaida (Australia). Según explicaban en la revista <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1002/oby.22345"><em>Obesity</em></a>, ante esta forma de ayuno intermitente hay una rápida respuesta glicémica en personas con riesgo de diabetes tipo 2. </p></li>
<li><p><strong>Elección de alimentos</strong></p>
<p>Comer <strong>verduras</strong> aporta volumen (reduciendo el contenido calórico) y saciedad. Este grupo de alimentos se debe incluir en cada comida para que sean saludables y aporten fibra. Con esta pauta, se reduce la velocidad de absorción de los hidratos de carbono, lo que a su vez ayuda a reducir el índice glucémico (IG). Y evitamos acumular más grasas de la cuenta en nuestro cuerpo.</p>
<p>El IG es, según la American Diabetes Association, un valor que cuantifica la rapidez con la que un alimento puede elevar el nivel de glucosa en sangre.</p>
<p>En cuanto a las <strong>frutas</strong>, se recomiendan las frutas enteras, a ser posible de temporada. Conviene evitar el consumo aislado de fruta para evitar picos de glucemia. Además, se recomienda mezclar la fruta con alimentos proteicos, grasas saludables y/o alimentos ricos en fibra, por ejemplo un puñado de nueces. </p>
<p>Si hablamos de los <strong>alimentos proteicos</strong>, la dieta debe incluir abundantes legumbres (como mínimo un 50% del aporte proteico debería ser de origen vegetal), así como el consumo de pescado o marisco 2-4 veces por semana, sobre todo pescado azul pequeño rico en vitamina D. La proteína ingerida aumenta la respuesta de la insulina (segunda fase de secreción de la insulina) sin aumentar las concentraciones de glucosa plasmática.</p>
<p>En lo que incumbe a las <strong>grasas</strong>, conviene favorecer el consumo de monoinsaturadas (aceite de oliva, frutos secos…) y mantener una adecuada relación omega-6/omega-3. Eso supone moderar el consumo de alimentos ricos en omega-6 (aceite de girasol y sus elaboraciones) a la vez que incluimos alimentos ricos en omega-3 (nueces, lino, chía, vegetales de hoja verde, coles….)</p>
<p>Del grupo de los <strong>farináceos</strong> se deben elegir los integrales, intentando incluir fibra soluble en todas las comidas. Conviene llegar a los 2 gramos de fibra soluble en el desayuno (cereales tipo avena, nueces, frutos rojos…). Reducir el IG de cada comida reemplazando alimentos con un IG alto por alimentos con un IG bajo, o bien reducir el tamaño de la porción de hidratos de carbono en la cena, puede mejorar la hiperglucemia postpandrial en el caso de presentar diabetes tipo 2, según la revisión reciente publicada por <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7352659/">Dionysios Vlachos</a>. </p>
<p>¿Y qué hay de las proporciones? Basta tomar como referencia el plato de Harvard para elegir una buena distribución de los distintos tipos de alimentos recomendados anteriormente.</p></li>
</ol>
<figure class="align-center ">
<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/389526/original/file-20210315-23-c20591.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/389526/original/file-20210315-23-c20591.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=469&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/389526/original/file-20210315-23-c20591.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=469&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/389526/original/file-20210315-23-c20591.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=469&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/389526/original/file-20210315-23-c20591.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=590&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/389526/original/file-20210315-23-c20591.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=590&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/389526/original/file-20210315-23-c20591.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=590&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
<figcaption>
<span class="caption">Universidad de Harvard.</span>
</figcaption>
</figure>
<h2>El complemento perfecto: ejercicio físico</h2>
<p>Ante la situación de pandemia que afrontamos es importante realizar ejercicio físico con la máxima regularidad posible, sea en casa o en el exterior. El ejercicio físico mejora la capacidad respiratoria y a su vez establece conexiones de bienestar psicológico. </p>
<p>La actividad física necesaria para prevenir la obesidad se estima en unas <a href="https://journals.lww.com/acsm-msse/Fulltext/2020/11000/Exercise_for_Weight_Loss__Further_Evaluating.22.aspx">1000-2000 kcal extra a la semana</a>. Eso sí, siempre que sea de forma aeróbica, progresiva durante 30-60 minutos y que se pueda fraccionar en sesiones mínimas de 10 minutos. Conviene empezar por ejercicios de intensidad baja para poco a poco aumentarlos de manera progresiva hasta llegar al objetivo del 50-70% de FCM (siglas de frecuencia cardiaca máxima). Y realizar ejercicios de fuerza con cargas que permitan hacer entre 8-12 repeticiones (50-70% de fuerza máxima). </p>
<p>Los datos que se van obteniendo acerca del papel de la obesidad y enfermedades asociadas como la diabetes tipo 2 en covid-19 plantean la necesidad de unir esfuerzos para reducir esta enfermedad metabólica. Dada la gran prevalencia de este tipo de enfermedades, comprender el papel de la obesidad en la covid-19 debería convertirse en un objetivo prioritario.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/156979/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Marta Ros no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Hace tiempo que sabemos que el peso elevado es un factor de riesgo de enfermedades no transmisibles. Sin embargo, es ahora, en plena pandemia, cuando acumular kilos de más puede acarrearnos más problemas que nunca.Marta Ros, Profesora colaboradora, UOC - Universitat Oberta de CatalunyaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1564192021-03-03T19:23:00Z2021-03-03T19:23:00Z¿Blanca, beige o marrón? No toda la grasa corporal es mala<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/387555/original/file-20210303-19-1ypco46.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C485%2C5991%2C3502&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/man-touching-his-fat-belly-on-534563851">Shutterstock / BonNontawat</a></span></figcaption></figure><p>Cuando pensamos en el tejido adiposo, inevitablemente nos vienen a la mente los impopulares “michelines”, que a día de hoy percibimos como un problema. Sin embargo, debemos tener en cuenta que la capacidad de almacenar como depósitos de grasa el excedente de energía ingerida ha permitido la supervivencia de nuestra especie. Osea, que hay mucho que agradecerle.</p>
<p>El principal reservorio de grasa en nuestro cuerpo es el tejido adiposo blanco, pero existe también un tejido adiposo marrón. Este último tiene una función opuesta, ya que nos permite “quemar” la grasa almacenada, disipando la energía como calor. Eso lo convierte en una interesante diana en la lucha contra la obesidad y sus complicaciones.</p>
<h2>El tejido adiposo blanco: una reserva de energía para momentos de necesidad</h2>
<p>Los alimentos contienen nutrientes que nos proporcionan la energía (calorías) que nuestro cuerpo necesita para funcionar. Si ingerimos más calorías de las que gastamos no las desaprovechamos, sino que las convertimos muy eficientemente en grasa (triacilglicéridos) que almacenamos en unas células, los adipocitos, que forman el tejido adiposo blanco. </p>
<p>Este reservorio de grasa queda disponible para hacer frente a situaciones de escasez de alimentos, en las que podemos movilizar los triacilglicéridos almacenados para obtener la energía que necesitamos. Por eso la grasa aporta una ventaja evolutiva. O más bien la aportaba hasta hace poco. Porque en la época actual, y a diferencia de lo que ha venido ocurriendo a lo largo de miles de años de evolución, nos encontramos frente a una situación bastante diferente. </p>
<p>En estos momentos, la mayoría de individuos de nuestra especie tiene a su disposición una amplia oferta de alimentos, algunos excesivamente calóricos. Si a los frigoríficos y despensas a rebosar le sumamos que nuestro estilo de vida es cada vez más sedentario, la consecuencia inmediata es que acumulamos grasa en exceso y engordamos. </p>
<p>La grasa subcutánea –esto es, la de los michelines– más característica de las mujeres, es la menos problemática. El mayor riesgo para la salud se asocia a la grasa visceral, que es la que se deposita rodeando a órganos como el hígado, corazón o los intestinos. </p>
<p>Es importante resaltar también que el tejido adiposo no solo sirve como reservorio de energía. Los adipocitos blancos son capaces de producir y liberar a la sangre <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3982940/">sustancias bioactivas conocidas como adipocitoquinas</a>, con una importante función reguladora del metabolismo. El problema viene cuando acumulamos demasiada grasa en nuestros adipocitos, porque en ese momento la producción de adipocitoquinas se desregula. Como consecuencia, aumentan los procesos inflamatorios y la resistencia a la insulina, que son el detonante de diversas patologías.</p>
<p>Resumiendo, el acúmulo de grasa corporal en forma de sobrepeso u obesidad ha alcanzado a día de hoy dimensiones de pandemia, y van asociado a enfermedades cardiovasculares y a una larga lista de patologías, incluyendo diferentes tipos de cáncer e, incluso, un mayor riesgo de daño cognitivo.</p>
<h2>El tejido adiposo marrón: el tejido capaz de quemar la grasa</h2>
<p>Si bien el tejido adiposo blanco es el más abundante, existe otro tipo de tejido adiposo, el marrón. Se distingue porque, en respuesta al frío y otros estímulos, moviliza las reservas grasas y <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/9597749/">libera energía en forma de calor</a>. El proceso se conoce como termogénesis adaptativa, y resulta muy útil para mantener la temperatura corporal en animales, incluidos los hibernantes. Además, en pequeños mamíferos, la termogénesis adaptativa se pone en marcha también frente a la ingesta de dietas ricas en calorías, lo cual les ayuda a mantener el peso corporal. </p>
<p>En el caso de los humanos, durante muchos años se pensó que el tejido adiposo marrón era importante en recién nacidos para regular la temperatura corporal, pero que desaparecía en adultos. La sorpresa surgió hace poco más de una década, cuando se describió que <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/17473055/">los humanos mantenemos tejido adiposo marrón en edad adulta</a> que es capaz de activarse para generar calor, utilizando ácidos grasos y glucosa. </p>
<p>Este descubrimiento potenció la aparición de proyectos encaminados a identificar diferentes formas de activar la termogénesis en el tejido adiposo marrón para perder peso, mejorar la salud cardiovascular y pararle los pies a la diabetes. Uno de ellos fue el <a href="https://cordis.europa.eu/project/id/278373/reporting/es">proyecto europeo DIABAT</a>, que se desarrolló entre el 2011 y el 2015, en el que participaron centros de investigación de 12 países europeos, incluido nuestro grupo de Nutrigenómica y Obesidad de la Universidad de las Islas Baleares.</p>
<p>Las investigaciones continúan avanzando, y son múltiples las evidencias que apuntan a los beneficios de la grasa marrón. Por ejemplo, recientemente se ha publicado que la presencia de tejido adiposo marrón está relacionada con un menor riesgo cardiovascular. Y que podría mitigar las complicaciones asociadas a la obesidad, como la diabetes, hipertensión o <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/33398160/">niveles de lípidos elevados en sangre</a>.</p>
<h2>¿Y si pudiéramos convertir la grasa blanca en marrón?</h2>
<p>Aunque lo ideal es no acumular grasa en exceso, la buena noticia es que los depósitos de grasa blanca pueden convertirse en lo que ha venido a considerar un tercer tipo de grasa, la grasa beige. </p>
<p>La transformación forma parte de un proceso conocido como <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/23246573/">marronización</a>. Resulta interesante porque los adipocitos beige son un tipo de células similares a los adipocitos marrones. Como ellos, expresan la proteína UCP1 o termogenina, y por lo tanto pueden realizar termogénesis. Eso sí, están localizados dentro del tejido adiposo blanco. </p>
<p>La marronización del tejido adiposo blanco se puede inducir con estímulos adecuados, como la exposición al frío. Pero también con fármacos, con determinados nutrientes, e incluso con el ejercicio físico. Esta posibilidad es interesante porque con la conversión de grasa blanca en grasa beige se potenciaría la eliminación de los lípidos y glucosa circulantes. Y al incrementar de esta forma el gasto energético contribuiríamos a mantener el peso corporal y la salud metabólica. </p>
<p>Parece indiscutible que estamos ante un arma muy poderosa para combatir la epidemia mundial de <a href="https://www.who.int/features/factfiles/obesity/es/">obesidad</a> y de <a href="https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/diabetes">diabetes</a>.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/156419/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Paula Oliver Vara recibe fondos del Instituto de Investigación Sanitaria de las Islas Baleares (IdISBa).</span></em></p>La grasa de los michelines es el llamado tejido adiposo blanco, destinado a acumular energía para hacer frente a situaciones de escasez de alimento. Pero también está el tejido adiposo marrón, que libera energía cuando hace frío o nos ejercitamos.Paula Oliver Vara, Catedrática de Bioquímica y Biología Molecular. UIB, CIBEROBN, IdISBa, Universitat de les Illes BalearsLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1554022021-02-17T19:12:57Z2021-02-17T19:12:57ZPor qué con la pandemia urge más que nunca perder los kilos que nos sobran<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/384724/original/file-20210217-21-6bho81.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C8%2C5899%2C4369&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/dorset-uk-may-25-2020-obese-1740691814">Shutterstock / Amani A</a></span></figcaption></figure><p>La conocida cuesta de enero de este año -en cuanto a quitarse kilos se refiere- se unió al reto de afrontar la tercera ola de la pandemia. La razón es triple: la obesidad eleva en casi un 50% la probabilidad de infectarse por COVID-19, duplica la probabilidad de ser ingresado en un hospital y eleva en un 48% la mortalidad. Con esos datos, parece indiscutible que nunca ha sido tan necesario como ahora protegerse y volver al peso saludable. </p>
<p>Lo grave del asunto es que el número de obesos en el mundo se ha incrementado desde unos 100 millones en 1975 a 700 millones actualmente. Como contamos en el libro <a href="https://www.planetadelibros.com/libro-que-comes/318668">“¿QUÉ COMES? Ciencia y conciencia para resistir” (Planeta, 2020)</a>, la pandemia de coronavirus pasará a la historia, pero desaparecerá; la de obesidad parece que está aquí para quedarse.</p>
<p>La mejor evaluación del daño que hace el exceso de peso la proporciona el <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/28604169/">“Global Burden of Disease” (GBD-2017)</a>. En este estudio valoraron a 68,5 millones de niños y adultos en 195 países entre 1980 y 2015, y cuantificaron la carga de enfermedad relacionada con un alto índice de masa corporal (IMC). Concluyeron que nada menos que 4 millones de muertes anuales en el mundo se debían al alto IMC. </p>
<p>Aunque el <a href="https://journals.lww.com/nutritiontodayonline/fulltext/2015/05000/body_mass_index__obesity,_bmi,_and_health__a.5.aspx">IMC no es un indicador perfecto</a>, ya que puede elevarse en personas con mucha masa muscular, es el más usado y práctico. Se calcula dividiendo el peso (en kilos) entre la talla (en metros) elevada al cuadrado. Así, una persona que pese 80 kg y mida 1,70 m tendrá un IMC de 27,68 (porque 80 entre 1,7 al cuadrado es igual a 27,68). </p>
<p>Lo ideal es que el IMC esté aproximadamente en 22. El sobrepeso se define como un IMC superior a 25 y la obesidad, a 30. En el estudio GBD-2017, casi el 40% del exceso de muertes se daba en personas con sobrepeso u obesidad.</p>
<h2>Los culpables de la obesidad somos nosotros</h2>
<p>Podríamos seguir décadas hablando de genes y moléculas -buscando los culpables de la obesidad- mientras se constata lo mal que se están ejerciendo las acciones más básicas de prevención y salud pública. La paradoja es que en ningún otro país se ha investigado tanto en estos genes y moléculas como en EE.UU., que es donde más suben las tasas de obesidad mórbida. Uno de cada 12 estadounidenses ya es candidato a cirugía bariátrica –popularmente conocida como “reducción de estómago”–.</p>
<p>No hay que engañarse culpando a genes y moléculas. La rama no puede tapar el bosque. Lo que hay que hacer es comer menos (el mensaje que a ninguna industria alimentaria le interesa). Hace falta <a href="https://theconversation.com/por-que-nos-cuesta-tanto-cumplir-los-buenos-propositos-de-ano-nuevo-129811">fuerza de voluntad</a>. Empeño. Decisión libre. Control. Pero esto parece cada vez más difícil en una cultura dominada por un materialismo atroz y donde los ciudadanos son poco más que <em>minions</em> o títeres en manos de poderosos intereses comerciales de esas grandes corporaciones que venden <a href="https://www.nature.com/articles/s41562-019-0586-6">comida y bebida basura</a>.</p>
<p>El reto de superar la obesidad no es solo fisiológico, sino psicológico y cultural. Una cultura consumista y hedonista deja indefenso al ciudadano y propicia las conductas obesogénicas. Quizás falta decisión, valentía y radicalidad para confrontar en sus raíces un profundo déficit cultural. </p>
<p>Evidentemente nos estamos refiriendo a situaciones en que la obesidad no es consecuencia de una patología orgánica (por ej. un trastorno hipotalámico) o una enfermedad psiquiátrica (por ej. una bulimia nerviosa o un trastorno por atracones). Aquí no es sólo el ejercicio de la voluntad, sino que será necesario poner remedio a la enfermedad para solucionar la obesidad.</p>
<p>Otra excepción es cuando existen <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32213213/">trastornos depresivos,</a> y, sobre todo, trastornos de ansiedad, que dan lugar a sobreingestas o incluso atracones de comida que llevan a un estado de obesidad. En estos casos la resolución de la ansiedad será la única forma de atajar la obesidad. Evidentemente, estas son situaciones que explican sólo un pequeño porcentaje de los casos de obesidad.</p>
<h2>Informar sin estigmatizar</h2>
<p>Pero decir que en el siglo XXI el Homo sapiens ha dejado de alimentarse sabiamente y que los excesos se pagan, podría interpretarse como un ejercicio de crueldad equivalente a culpabilizar a las víctimas. ¿Se está estigmatizando a los obesos al decirles que quitarse ese sobrepeso pertenece a su libre albedrío? El estigma es dañino. Puede crear un círculo vicioso al aumentar la ansiedad y la depresión que a su vez podrá acompañarse de atracones. </p>
<p>Debe distinguirse el estigma –que sería toda representación o comentario peyorativo, despectivo o inculpador–, del derecho a poder decir la verdad científica. No se puede invocar el miedo al estigma para acallar la verdad científicamente demostrada. Siempre se puede decir la verdad con respeto, empatía y afecto. No se podría hacer educación nutricional si no se admitiese que los seres humanos somos libres y tenemos en nuestra voluntad las riendas de nuestra conducta.</p>
<p>Es preciso confrontar los determinantes económicos, sociales y culturales que han creado ambientes obesogénicos. Cierto. No todo es <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/30354042/">educación para cambiar conductas personales</a>. Pero tampoco todo es estructura y economicismo. Hay que actuar a ambos niveles (educación personal y acción de abogacía social). Siempre con respeto, tacto, empatía, sinergia y brindando el oportuno apoyo psicológico.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/155402/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>La pandemia de coronavirus pasará a la historia pero desaparecerá; la de obesidad está aquí para quedarse. Gran parte de la culpa la tienen el contexto cultural y la falta de acciones básicas de salud pública.Miguel A. Martínez González, Catedrático de Salud Pública, Universidad de NavarraFrancisca Lahortiga Ramos, Consultor Clínico, Universidad de NavarraLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1291522019-12-22T20:54:57Z2019-12-22T20:54:57ZVacaciones sin tocar los libros… ¿y también sin hacer deporte?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/308173/original/file-20191222-11951-1pq1aj1.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C2982%2C1989&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/group-elementary-children-racing-across-their-30529018">Shutterstock / Glenda</a></span></figcaption></figure><p>Llega la Navidad y los colegios e institutos se vacían. Los niños y jóvenes dejarán aparcada su mochila tras la puerta de su habitación y probablemente no la toquen hasta el día anterior a la vuelta a clase, aunque habrá alguna excepción. </p>
<p>Para eso están las vacaciones, para desconectar durante un par de semanas de los libros, deberes o clases extraescolares. Casi es necesario para afrontar el resto del curso con garantías de éxito. Tal vez, sí echarán de menos las clases de Educación Física, el contar con esas horas a la semana en las que practicar actividad deportiva saludable, además de aprender otras competencias acompañados por sus compañeros y su profesor. </p>
<p>Si los chicos y chicas están concienciados de mantener una actividad física y deportiva diaria, seguro que no se quedan tumbados en el sofá o frente a las pantallas todas las navidades.</p>
<h2>La Educación Física ya no es “gimnasia”</h2>
<p>Atrás quedaron los años en los que la “gimnasia” del colegio era considerada una asignatura “maría”, un descanso entre clase y clase para que unos jugaran con el balón y otras a la comba. </p>
<p>Hoy la situación es totalmente distinta. Invitaría a todo aquel que lo desee a visitar un centro educativo moderno, donde podrá observar cómo se imparten actualmente estas clases. Con seguridad se llevará una grata alegría al comprobar cómo se ha pasado de una educación tradicional, basada en la condición física y el rendimiento deportivo, a una Educación Física moderna, con la aplicación de metodologías activas y centradas en el alumno, en las cuales prima, entre otras cosas, la formación orientada a la salud, la iniciación deportiva educativa y saludable, la expresión e imagen corporal, juegos, ocio y recreación activos. </p>
<p>Este cambio ha venido propiciado por la <a href="https://books.google.es/books?hl=es&lr=&id=8wi3zhkqfosC&oi=fnd&pg=PA3&dq=beneficios+de+la+educaci%C3%B3n+f%C3%ADsica+&ots=dKoGivJTQw&sig=hZ4DgftkMei_zHd95C7IDxU2TGw#v=onepage&q=beneficios%20de%20la%20educaci%C3%B3n%20f%C3%ADsica&f=false">mejora de la formación del profesorado</a> desde la universidad, en las Facultades de Educación y Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, tanto en la formación inicial como en la formación continua. </p>
<p>Ahora lo que destaca en la profesión dentro de la Educación Física y la pedagogía deportiva son las buenas prácticas, y lo habitual es encontrarse con profesionales sobresalientes, con una formación y actitud dinámica, motivados, trabajadores y con gran preocupación por sus alumnos o jugadores. </p>
<p>El contexto deportivo es un <a href="https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2543127">ambiente excelente donde poder educar</a> a los jóvenes a través del juego limpio, igualdad, cooperación, etc. Aunque para conseguir estos objetivos, es requisito imprescindible aplicar un programa formativo bien diseñado y que incorpore explícitamente la enseñanza de valores, así como que el profesor que implemente este programa sea competente para ello. </p>
<p>Todos estos aspectos condicionan tanto el proceso como el resultado pedagógico, los aprendizajes y experiencias de los jóvenes, y, por tanto, también sus sentimientos y sensaciones.</p>
<h2>Mejorar las leyes educativas</h2>
<p>Actualmente, la ley educativa es la que es, y la sensación que tenemos la mayor parte de los docentes es que intentar cambiarla para mejorar el sistema educativo en España es como cuando el Quijote luchaba contra los molinos de viento. Todos los que estamos en las aulas, independientemente del nivel educativo, observamos elementos clave que sería necesario modificar o mejorar con muy poco esfuerzo. </p>
<p>Algunos de estos cambios no requieren de una mayor financiación, sino de una mejor planificación y organización de recursos humanos y materiales. Aunque si se mejora el presupuesto para educación e investigación es seguro que también se avanzaría hacia una sociedad más sabia, justa y con valores cívicos.</p>
<p>Entre las razones que justifican un mayor protagonismo de la educación corporal y deportiva en las aulas no solo se encuentran las más evidentes, como la salud de los escolares (control del sobrepeso y la obesidad en la población infantil y juvenil). Entre el 30-35 % de niños y jóvenes entre 2 y 17 años tienen sobrepeso u obesidad, siendo las regiones de Andalucía, Murcia, Islas Canarias y Baleares las que cuentan con mayores problemas, según <a href="https://www.mscbs.gob.es/estadEstudios/estadisticas/encuestaNacional/encuestaNac2017/ENSE2017_notatecnica.pdf">las estadísticas</a> de la Encuesta Nacional de Salud en España 2017. </p>
<h2>Prevención de enfermedades</h2>
<p>Asimismo, es vital la mejora del estado físico general de los niños y adolescentes, así como los beneficios de la práctica habitual de actividad física y deportiva con la salud, pues puede prevenir una serie de afecciones, entre las que se encuentran <a href="https://theconversation.com/que-ejercicio-es-el-mas-adecuado-en-cada-etapa-de-la-vida-110210">enfermedades</a> del corazón, la diabetes tipo 2 y algunos cánceres. </p>
<p>La Educación Física, si se enseña correctamente, con los recursos y metodologías adecuadas, educa de forma positiva los factores psicosociales (autoestima, autoconcepto físico, resiliencia, relación con amigos, etc.), sus capacidades de coordinación, equilibrio, agilidad o propiocepción, la expresión corporal, la cultura deportiva, o la capacidad de compartir tareas motrices o espacios, juegos deportivos y emociones con sus iguales. Que aprendan a resolver problemas o a trabajar de forma cooperativa por conseguir juntos un mismo objetivo. Todo para promover que los alumnos sean más autónomos, responsables, y también más activos.</p>
<h2>La OMS recomienda más actividad</h2>
<p>Tener a un niño de 3 a 11 años sentado durante cinco horas seguidas va contra natura y no se están favoreciendo comportamientos saludables. </p>
<p>Cuatro científicas pertenecientes a la Organización Mundial de la Salud (OMS) han publicado recientemente en <a href="https://www.thelancet.com/journals/langlo/article/PIIS2214-109X(18)30357-7/fulltext">The Lancet Global Health</a> los resultados del mayor estudio realizado hasta el momento en esta línea en el período 2001-2016 y con una muestra de 1,6 millones de jóvenes procedentes de 145 países. </p>
<p>El estudio demuestra que el 80 % de los adolescentes con edades comprendidas entre los 11 y los 17 años no realiza las actividades físicas diarias recomendadas por la OMS. Las tres principales conclusiones que se extraen del estudio son: </p>
<ol>
<li><p>La situación apenas ha mejorado en el periodo de tiempo analizado.</p></li>
<li><p>Las chicas realizan menos ejercicio, cuando los beneficios de practicarlo de forma habitual son similares para chicas que para chicos. </p></li>
<li><p>La obesidad se ha convertido ya en una epidemia global, afectando tanto a los países pobres como a los ricos.</p></li>
</ol>
<p>Si siguiéramos las recomendaciones de la OMS, los escolares “deberían realizar un mínimo de sesenta minutos de actividad física de intensidad moderada o intensa a diario”, y se observa que hay muchos niños y jóvenes que en su tiempo de ocio no realizan actividades físicas o deportivas. </p>
<p>Pero el aumento de cantidad de horas de clase debe estar acompañado de un incremento de calidad en los aprendizajes, pues con más tiempo educativo los alumnos pueden profundizar en sus conocimientos teóricos y prácticos, asimilando y desarrollando estilos de vida activos y saludables. </p>
<h2>Un mínimo de tres horas semanales</h2>
<p>Las últimas leyes educativas han mantenido la carga docente de la educación física en el currículo, a pesar del debate abierto entre los expertos, y en la sociedad en general, sobre la necesidad de ampliar el horario como mínimo a tres horas a la semana. </p>
<p>Este cambio sería un paso positivo, aunque no serían las condiciones ideales. De hecho, ya hay alguna comunidad autónoma que ha dado este paso, como Andalucía y otras que parecen seguir con esta iniciativa, pues tenemos noticias de que tanto la Comunidad Valenciana como el País Vasco también aprobarán medidas similares en un corto espacio de tiempo.
Pero ¿por qué no llegar a las cuatro horas de clase semanal de Educación Física?</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/129152/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Sixto González-Víllora no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>La Educación Física que se imparte en los colegios ya no es lo que muchos conocían como “gimnasia”. Esta actividad pretende otros objetivos más allá del deporte. La mala noticia es que, según la OMS, su práctica en los colegios es claramente insuficiente.Sixto González-Víllora, Profesor Titular de Universidad en Didáctica de la Educación Física y Deportes, Universidad de Castilla-La ManchaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1208182019-09-09T20:06:48Z2019-09-09T20:06:48ZLos barrios humildes necesitan más instalaciones deportivas: es cuestión de salud<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/286419/original/file-20190731-186809-sbrilj.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C5207%2C3460&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/man-work-out-dumbbells-gym-city-673107940?src=Rqh0nzwHJK_I075_uIXyZg-1-0&studio=1">Shutterstock/Bignai</a></span></figcaption></figure><p>La inactividad física y el sedentarismo causan alrededor de <a href="https://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/148114/9789241564854_eng.pdf">3,2 millones de muertes anuales</a> en todo el mundo. Estas son debidas, sobre todo, a enfermedades crónicas, en especial cardiovasculares. Por ello el sedentarismo se ha convertido en una preocupación de salud de gran relevancia.</p>
<p>Promover la práctica de actividad física entre la población es una de las prioridades estratégicas de las sociedades occidentales. Sin embargo, <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0091743511005226?via%3Dihub">numerosos estudios</a> han demostrado que existe un gradiente social en la práctica de actividad física. <a href="http://www.culturaydeporte.gob.es/servicios-al-ciudadano/estadisticas/deportes/encuesta-habitos-deportivos-en-espana.html">En España</a>, las poblaciones con mayor nivel socioeconómico muestran unos niveles de práctica de actividad física mayores (el 73,4 % son suficientemente activos) que quienes poseen niveles educativos medios o bajos (63,1 % y 38.8 %, respectivamente, son suficientemente activos). </p>
<p>Esta desigualdad también se expresa en la prevalencia de sobrepeso y obesidad. Por ejemplo, los <a href="http://madridsalud.es/wp-content/uploads/2019/01/AVANCE-ESTUDIO-SALUD-21-ENERO-2019.pdf">barrios madrileños</a> de menor nivel socioeconómico son los que muestran mayores niveles de estos problemas.</p>
<p>Para promover el ejercicio debemos tener en cuenta los recursos disponibles para los ciudadanos. La existencia de gimnasios, parques e instalaciones deportivas en el barrio <a href="https://pediatrics.aappublications.org/content/117/2/417?sso=1&sso_redirect_count=1&nfstatus=401&nftoken=00000000-0000-0000-0000-000000000000&nfstatusdescription=ERROR%3A+No+local+token">condiciona la práctica de actividad física</a> de la población residente. Sí, <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1111/obr.12818">también hay estudios</a> que muestran la existencia de desigualdades en la presencia de estos recursos. </p>
<p>Justo ese es el objeto de estudio de nuestra investigación. ¿Existen desigualdades socioeconómicas en la disponibilidad de instalaciones deportivas en los barrios de Madrid?</p>
<p>Nuestro estudio, publicado en la revista <a href="https://ij-healthgeographics.biomedcentral.com/articles/10.1186/s12942-019-0179-7"><em>International Journal of Health Geographics</em></a>, responde con firmeza esta pregunta: sí, las hay. </p>
<p>En nuestro trabajo analizamos el acceso a instalaciones deportivas desde los 125.427 portales residenciales de la ciudad de Madrid. La conclusión fue que en las zonas con menor nivel socioeconómico hay menos instalaciones deportivas privadas, que son las más recurrentes en la ciudad.</p>
<p>Para el estudio clasificamos las instalaciones en cuatro grupos: </p>
<ol>
<li><p>Instalaciones públicas. Incluyen las concesiones administrativas. </p></li>
<li><p>Gimnasios privados. </p></li>
<li><p>Gimnasios de bajo coste. </p></li>
<li><p>Instalaciones de uso por sesiones. Por ejemplo, pilates, electroestimulación y artes marciales. </p></li>
</ol>
<p>En las áreas de menor nivel socioeconómico las instalaciones deportivas públicas <em>aprueban</em> en las dos categorías. Estas son la accesibilidad (distancia a la instalación más cercana) y disponibilidad (número de instalaciones en un radio de 1 000 alrededor del portal).</p>
<p>Por el contrario, los resultados de todas las instalaciones privadas –que suponen el 90 % del total de las instalaciones deportivas de estas características en Madrid– siguen un mismo patrón. Los barrios con menor nivel socioeconómico tienen un menor número de centros deportivos a su alrededor que los barrios con mayor nivel.</p>
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<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/286411/original/file-20190731-186833-16zs6gs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/286411/original/file-20190731-186833-16zs6gs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/286411/original/file-20190731-186833-16zs6gs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/286411/original/file-20190731-186833-16zs6gs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/286411/original/file-20190731-186833-16zs6gs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=502&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/286411/original/file-20190731-186833-16zs6gs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=502&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/286411/original/file-20190731-186833-16zs6gs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=502&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
<figcaption>
<span class="caption"></span>
<span class="attribution"><span class="license">Author provided</span></span>
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</figure>
<h2>El reto de hacer ejercicio fuera de la M-30</h2>
<p>La zona más <em>privilegiada</em> en materia de instalaciones deportivas es la que se incluye dentro de la M-30. En las zonas del sur, como Villaverde o Usera, se genera un escenario de doble desigualdad: su población vive con un menor nivel socioeconómico y, a la vez, con una menor densidad de instalaciones deportivas. </p>
<p>Este escenario se extiende a los barrios de la zona sureste de Madrid, siguiendo el mismo patrón geográfico que la reducción de nivel socioeconómico. Solo las instalaciones de bajo coste presentan una sensible mayor presencia en estas zonas.</p>
<h2>Implicaciones y recomendaciones</h2>
<p>Vivir en áreas con un menor número de instalaciones deportivas hace que la práctica de ejercicio sea más difícil y menos variada. Además, la falta de competitividad entre empresas privadas empeora la calidad del servicio y aumenta su precio.</p>
<p>Por todo esto, es necesario aumentar el número de instalaciones deportivas en aquellas áreas más desfavorecidas. Estas deberían ser gratuitas o de bajo coste, ya que <a href="https://link.springer.com/article/10.1007%2Fs10198-011-0304-4">hay evidencia</a> de que los precios variables (como pago por sesión) suponen una barrera de acceso para las poblaciones con menor nivel socioeconómico.</p>
<h2>La importancia del estudio de las instalaciones deportivas</h2>
<p>Las instalaciones deportivas son fundamentales para promover la salud de una población. Estos lugares fomentan una práctica de ejercicio físico que es especialmente beneficiosa para la salud.</p>
<p>Además, la existencia de profesionales que guíen el ejercicio es un acicate para el inicio a la práctica de actividad física de ciudadanos inactivos. También un buen medio para la práctica de ejercicio de calidad, y la prevención de lesiones, algo importante en personas que comienzan a abandonar el sedentarismo.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/120818/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Manuel Franco ha recibido fondos del European Research Council </span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Luis Cereijo Tejedor no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>La inactividad física y el sedentarismo causan millones de muertes al año. La solución es realizar ejercicio, pero las zonas con menor nivel socioeconómico no lo tienen tan fácil como otras.Luis Cereijo Tejedor, Investigador en epidemiología de la actividad física y el deporte, Universidad de AlcaláManuel Franco, Associate professor, Universidad de AlcaláLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1223372019-09-05T19:57:19Z2019-09-05T19:57:19ZConocer las siete edades del apetito puede mejorar nuestra salud<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/291169/original/file-20190905-175673-ogjchn.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C5038%2C3361&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/three-generations-family-lunching-garden-summer-5886268"> Jack Frog / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>¿Come usted para vivir o vive para comer? Con la comida mantenemos una relación complicada, en la que influyen el coste, la disponibilidad e incluso la presión de nuestro entorno. </p>
<p>Pero hay una cosa que todos tenemos en común: el apetito, es decir, nuestro deseo de comer. </p>
<p>Es posible que el aumento del apetito tenga una dimensión física o psicológica; sin embargo, si bien es cierto que el hambre –el mecanismo de nuestro cuerpo que nos hace desear comida cuando necesita alimentarse– forma parte del apetito, no es el único factor que lo determina. Al fin y al cabo, muchas veces comemos sin tener hambre, y podemos saltarnos una comida aunque nos ruja el estómago. <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1053811918300144">Estudios recientes</a> han puesto de relieve que la abundancia de señales de comida –olores, sonidos, anuncios publicitarios– en nuestro entorno es una de las principales causas del exceso de consumo.</p>
<p>Nuestro apetito no es invariable, sino que experimenta cambios durante toda la vida, a medida que envejecemos. Sin embargo, puesto que las decisiones que tomemos en relación con los alimentos serán un factor determinante para la salud y el bienestar a lo largo de nuestra vida, es importante que adoptemos los hábitos correctos. Parafraseando a Shakespeare, podríamos decir que existen <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Como_gust%C3%A9is#Lenguaje">“siete edades” del apetito</a>, y conocer mejor esas fases nos ayudará a encontrar nuevas formas de afrontar los problemas de la alimentación deficiente y el exceso de consumo y, en particular, los consiguientes efectos sobre la salud, como, por ejemplo, la obesidad. </p>
<h2>Primer decenio, de los 0 a los 10 años</h2>
<p>En la primera infancia el cuerpo experimenta un rápido crecimiento. Los hábitos alimentarios adquiridos en las primeras etapas de la vida pueden arrastrarse a la edad adulta y, por tanto, hacer que un niño gordo pase a ser un adulto gordo. </p>
<p>Los temores relacionados con los alimentos pueden convertir la hora de la comida en una verdadera batalla para los padres de niños pequeños; sin embargo, poner en práctica una estrategia que favorezca la degustación y el aprendizaje, de forma reiterada y en un entorno positivo, puede ayudar a los niños a conocer alimentos a los que no están acostumbrados, pero que son muy importantes, como las verduras. </p>
<p>Los niños deberían poder ejercer ellos mismos algún tipo de control, en particular en lo que respecta al tamaño de las porciones. El hecho de que los padres les obliguen a “dejar el plato vacío” puede hacer que los hijos pierdan la capacidad de hacer caso a sus propias señales de apetito y hambre, lo que fomentará la sobrealimentación en etapas posteriores. </p>
<p>Cada vez se pide con más frecuencia a los gobiernos que <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/29164673">protejan a los niños y niñas pequeños de la publicidad de comida basura</a> –no solo en la televisión, sino también en las aplicaciones, las redes sociales y los videoblogs–, ya que la publicidad de determinados alimentos aumenta el consumo de estos y favorece el sobrepeso.</p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/216884/original/file-20180430-135803-ownmbw.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/216884/original/file-20180430-135803-ownmbw.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/216884/original/file-20180430-135803-ownmbw.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=399&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/216884/original/file-20180430-135803-ownmbw.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=399&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/216884/original/file-20180430-135803-ownmbw.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=399&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/216884/original/file-20180430-135803-ownmbw.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=501&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/216884/original/file-20180430-135803-ownmbw.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=501&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/216884/original/file-20180430-135803-ownmbw.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=501&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Es importante que los niños adquieran buenos hábitos alimentarios desde una edad temprana.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/image-photo/little-happy-cute-boy-eating-donut-632097335">Sharomka/Shutterstock</a></span>
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<h2>Segundo decenio, de los 10 a los 20 años</h2>
<p>En la adolescencia, el aumento del apetito y de la estatura impulsados por las hormonas indica la llegada de la pubertad y el paso de la infancia a la edad adulta. La relación que un adolescente mantiene con la comida durante este período decisivo determinará su estilo de vida en los años posteriores. Esto significa que las decisiones alimentarias que toman los adolescentes están estrechamente relacionadas con la salud de las generaciones que esos adolescentes procrearán en el futuro. Por desgracia, si no reciben orientación, los jóvenes pueden adoptar comportamientos alimenticios y preferencias de consumo que normalmente se asocian con consecuencias poco saludables.</p>
<p>Se necesitan más estudios para establecer el modo más eficaz de atajar la <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/24102966">creciente carga de hipernutrición y desnutrición</a>, en particular su <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/28384795">vínculo con la pobreza y la desigualdad social</a>. </p>
<p>En general, las mujeres jóvenes presentan una <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/29631269">mayor probabilidad de padecer deficiencias nutricionales</a> que los hombres jóvenes, debido a su biología reproductiva. Las adolescentes que se quedan embarazadas también corren un riesgo mayor, ya que su organismo está soportando su crecimiento junto con el del feto que crece dentro de ellas.</p>
<h2>Tercer decenio, de los 20 a los 30 años</h2>
<p>Cuando llegamos a la edad adulta joven, se producen cambios en el estilo de vida que pueden causar un aumento de peso, como, por ejemplo, asistir a la universidad, <a href="https://theconversation.com/the-numbers-show-that-marriage-does-make-men-fatter-80113">casarse</a> o vivir en pareja, y tener hijos. Una vez acumulada, la grasa corporal a menudo resulta difícil de perder: el cuerpo envía fuertes señales de apetito para comer cuando consumimos menos de lo que necesitamos, pero las señales para evitar que comamos en exceso son más débiles, lo que puede traducirse en un círculo de consumo excesivo. Existen muchos factores fisiológicos y psicológicos que hacen que la tendencia a comer en exceso resulte fácil de mantener a lo largo del tiempo. </p>
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<p>Una ámbito que recientemente ha despertado interés para la investigación es el desarrollo de la saciedad o la sensación de haber comido lo suficiente. Este resorte es útil cuando se intenta perder peso, ya que la sensación de hambre es una de las principales dificultades con las que tropezamos cuando intentamos comer menos de lo que el cuerpo nos dice que necesita, es decir, cuando queremos mantener un “déficit calórico”. </p>
<p>Los distintos alimentos envían señales diferentes al cerebro. Por ejemplo, no cuesta nada comerse una tarrina de helado, porque la grasa no envía al cerebro señales para que paremos de comer. En cambio, los alimentos ricos en proteínas, agua y fibra tienen la capacidad de hacernos sentir más llenos durante más tiempo. Colaborar con la industria alimentaria nos ofrece la oportunidad <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/26847622">de plantear el futuro de las comidas y los refrigerios</a> de manera beneficiosa.</p>
<h2>Cuarto decenio, de los 30 a los 40 años</h2>
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<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/216887/original/file-20180430-135817-1x5j1rt.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/216887/original/file-20180430-135817-1x5j1rt.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=900&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/216887/original/file-20180430-135817-1x5j1rt.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=900&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/216887/original/file-20180430-135817-1x5j1rt.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=900&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/216887/original/file-20180430-135817-1x5j1rt.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=1130&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/216887/original/file-20180430-135817-1x5j1rt.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=1130&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/216887/original/file-20180430-135817-1x5j1rt.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=1130&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="caption">Ensanchamiento en la edad madura.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/image-photo/overweight-90784256?src=JUZg8Ip4qgL6w1hmDDLmKQ-1-1">Umit Urdem/Shutterstock</a></span>
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<p>La vida laboral en la edad adulta plantea otras dificultades: no solo los borborigmos o sonidos abdominales, sino también los efectos del estrés, que, según se ha demostrado, <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/22647308">ocasiona cambios en el apetito y los hábitos alimentarios en el 80% de la población</a>. Esos efectos pueden consistir tanto en despertar un apetito voraz como en ocasionar una pérdida de apetito. Las diferentes estrategias para hacer frente a este problema despiertan gran interés: el fenómeno de la “adicción alimentaria” –la necesidad irresistible de consumir determinados alimentos, a menudo ricos en calorías– no se conoce bien, y muchos investigadores incluso <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/25205078">ponen en duda su existencia</a>. Hay otros rasgos de personalidad, como el perfeccionismo y la meticulosidad, que también pueden influir en la gestión del estrés y el comportamiento alimentario. </p>
<p>Estructurar el entorno de trabajo para reducir los hábitos alimentarios problemáticos, como las máquinas expendedoras de alimentos y refrigerios, es un reto que ha de afrontarse. Los empleadores deben esforzarse por subvencionar y promover una alimentación más saludable si quieren tener una mano de obra productiva y sana, prestando particular atención a la forma de gestionar el estrés y las situaciones que lo causan.</p>
<h2>Quinto decenio, de los 40 a los 50 años</h2>
<p>Somos animales de costumbres, y estamos muy poco dispuestos a cambiar nuestros hábitos aunque sepamos que hacerlo redunda en nuestro propio beneficio. </p>
<p>La palabra dieta procede del término griego <em>diaita</em>, que significa “régimen de vida, forma de vivir”. Sin embargo, queremos comer cuanto deseemos sin alterar nuestro estilo de vida, y, aun así, pretendemos tener un cuerpo y una mente saludables. </p>
<p>Según demuestran abundantes datos, una dieta incorrecta es uno de los principales <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/14972057">factores que contribuyen a una mala salud</a>. La Organización Mundial de la Salud destaca que el tabaquismo, la dieta poco saludable, la falta de actividad física y el problema de la bebida son los <a href="https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/noncommunicable-diseases">factores del estilo de vida que más repercuten en la salud y la mortalidad</a>. Es en estos años cuando los adultos deben cambiar su comportamiento en función de las necesidades de salud, pero con frecuencia los síntomas de la enfermedad son invisibles –por ejemplo, la hipertensión arterial o el alto nivel de colesterol–, y hay demasiadas personas que no toman medidas para solucionarlos.</p>
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<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/216886/original/file-20180430-135830-8oseyf.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/216886/original/file-20180430-135830-8oseyf.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/216886/original/file-20180430-135830-8oseyf.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/216886/original/file-20180430-135830-8oseyf.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/216886/original/file-20180430-135830-8oseyf.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/216886/original/file-20180430-135830-8oseyf.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/216886/original/file-20180430-135830-8oseyf.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="caption">Con la vejez, cobra más importancia comer bien y en cantidad suficiente; sin embargo, nuestro apetito a menudo decae.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/image-photo/senior-woman-eating-her-lunch-home-183498014">Kristo-Gothard Hunor/Shutterstock</a></span>
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<h2>Sexto decenio, de los 50 a los 60 años</h2>
<p>En esta franja de edad comienza la <a href="https://academic.oup.com/advances/article/6/4/452/4568676">pérdida progresiva de masa muscular</a>, que se sitúa entre el 0,5% y el 1% anual a partir de los 50, y continúa de manera constante a medida que avanzamos en edad. Este fenómeno se denomina <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4066461/">sarcopenia</a>. </p>
<p>Factores como la disminución de la actividad física, el hecho de consumir menos proteínas de las necesarias y la menopausia en las mujeres acelerán la disminución de la masa muscular. </p>
<p>Mantener una dieta saludable y variada y practicar actividad física es fundamental para reducir los efectos del envejecimiento; sin embargo, las personas de edad no están viendo satisfecha su necesidad de <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/29547523">alimentos más ricos en proteínas</a>, sabrosos y económicos. Los refrigerios ricos en proteínas podrían representar una oportunidad idónea para aumentar la ingesta total de proteínas en las personas mayores, pero actualmente hay pocos productos diseñados para satisfacer las necesidades y las preferencias de ese grupo de edad.</p>
<h2>Séptimo decenio, de los 60 a los 70 años y más</h2>
<p>Hoy en día, una importante dificultad que plantea el aumento de la esperanza de vida consiste en mantener la calidad de vida, pues, de lo contrario, nos convertiremos en una sociedad de personas muy ancianas y afectadas por la enfermedad o la discapacidad. </p>
<p>Es importante seguir una nutrición adecuada, ya que la vejez conlleva la falta de apetito y de hambre, lo que da lugar a una pérdida de peso involuntaria y una mayor fragilidad. La disminución del apetito también puede ser consecuencia de una afección concreta, como, por ejemplo, la enfermedad de Alzheimer. </p>
<p><a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/28267864">La alimentación es una experiencia social</a>, y hay factores como la pobreza, la pérdida de la pareja o un familiar, y el hecho de comer sin compañía, que afectan a la sensación de placer que se obtiene al comer. </p>
<p>Otros efectos de la vejez, como las dificultades para tragar, los problemas dentales y la pérdida de gusto y olfato (“<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Como_gust%C3%A9is#Lenguaje">sin dientes […], sin gusto</a>, dice Shakespeare”), también interfieren en el deseo de comer y en los beneficios que obtenemos de esa práctica. </p>
<p>Deberíamos recordar que, a lo largo de la vida, nuestra alimentación no constituye un mero combustible, sino una experiencia social y cultural que es motivo de disfrute. </p>
<p>Todos somos expertos en alimentación: es una actividad que practicamos a diario. Así pues, debemos esforzarnos por tratar cada comida como una oportunidad para disfrutar de nuestra alimentación y para aprovechar los efectos positivos que el consumo de los alimentos adecuados tiene en nuestra salud.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/122337/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Alex Johnstone recibe financiación de Medical Research Council, The University of Aberdeen, The Scottish Government, Biological Sciences Research Council, Economic and Social Research Council, Engineering and Physical Sciences Research Council, National Health Service Endowments award, Tennovus Charity, Chief Scientist Office y de la Comunidad Europea.</span></em></p>El apetito cambia a medida que envejecemos, con implicaciones para nuestra salud. Conocer esas implicaciones puede mejorarnos la vida.Alex Johnstone, Personal Chair in Nutrition, The Rowett Institute, University of AberdeenLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1195572019-08-07T20:47:23Z2019-08-07T20:47:23ZAyuno intermitente: ¿cuál es la fórmula más eficaz?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/284073/original/file-20190715-173325-16ti6u4.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=8%2C0%2C5651%2C3877&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/grey-alarm-clock-empty-plate-lunchtime-1053395300"> Yulia Furman / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>El ayuno intermitente es un tipo de dieta que limita la cantidad de tiempo en el que se permite comer. El atractivo de estas dietas es que no hace falta contar calorías ni ingerir determinados alimentos. Pero este método tiene tantas variantes que resulta difícil discernir cuál es la mejor. A continuación presentamos lo que dice la ciencia. </p>
<h2>La dieta 5:2</h2>
<p>Se trata de una variante popular del ayuno intermitente consistente en mantener una dieta muy hipocalórica (unas 500 kilocalorías) durante dos días a la semana (pueden ser dos días cualesquiera) y comer con normalidad los cinco días restantes.</p>
<p><a href="https://academic.oup.com/ajcn/article/108/5/933/5201451">Los estudios científicos han mostrado</a> que la dieta 5:2 permite perder peso y que también mejora varios marcadores de salud, como la reducción de los niveles de glucosa y colesterol en sangre. Pero, por lo general, esta dieta no resulta más eficaz para perder peso que los métodos dietéticos tradicionales. Esto se debe a que la dieta 5:2 reduce la ingesta de calorías en una medida similar a las dietas tradicionales. </p>
<p><a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3017674/">Hay datos que indican</a> que colocar de forma consecutiva los dos días en los que se ingieren muy pocas calorías puede mejorar la sensibilidad a la insulina —un marcador de riesgo de diabetes tipo 2— en mayor medida que la dieta clásica. Además, frente a la dieta tradicional, este método conlleva <a href="https://www.cambridge.org/core/journals/british-journal-of-nutrition/article/intermittent-v-continuous-energy-restriction-differential-effects-on-postprandial-glucose-and-lipid-metabolism-following-matched-weight-loss-in-overweightobese-participants/B165A5BA52A6B625B7A98067D3B2F39B">una reducción de los lípidos en sangre</a> (sustancias grasas que se encuentran en la sangre). </p>
<p>Una importante ventaja añadida de la dieta 5:2 es que en ella se pueden consumir alimentos durante el período de “ayuno”, lo que permite ingerir nutrientes fundamentales. Las dietas conllevan a menudo <a href="https://academic.oup.com/ajcn/article/105/4/913/4639146">pérdidas de masa ósea y muscular, además de la pérdida de grasa</a>, puesto que resulta difícil mantener una dieta equilibrada y, al mismo tiempo, reducir la ingesta de calorías. Este resultado puede echar por tierra los esfuerzos invertidos en perder peso a largo plazo, dado que el músculo es metabólicamente más activo (es decir, quema más calorías) que la grasa. Ingerir una cantidad suficiente de proteínas puede ayudar a <a href="https://academic.oup.com/ajcn/article/96/6/1281/4571449">frenar la pérdida de masa muscular</a> durante la dieta, con la ventaja añadida de reducir el apetito. </p>
<h2>Ayuno en días alternos</h2>
<p>Si bien la dieta 5:2 podría considerarse como una “intervención en el estilo de vida”, el ayuno en días alternos (<em>alternate-day fasting</em> o ADF) se usa más, por lo general, para perder peso rápidamente. El ayuno en días alternos también se conoce como “dieta del día siguiente” y exige que se alternen los días entre una alimentación sin restricciones y el consumo de muy pocas calorías. </p>
<p>La mayoría de los estudios sobre el ayuno en días alternos usa un criterio parecido a la dieta 5:2, que permite consumir una comida pequeña (normalmente unas 500 kilocalorías) en los días de “ayuno”. </p>
<p><a href="https://nutritionj.biomedcentral.com/articles/10.1186/1475-2891-12-146">La investigación ha mostrado</a> que el ayuno en días alternos puede lograr una importante pérdida de peso en un período de entre 8 y 12 semanas. Sin embargo, este ayuno plantea un grave problema, y es que el seguimiento de la dieta suele decaer. Los estudios a largo plazo han mostrado que, con el tiempo, se va aumentando la ingesta de calorías en los días de “ayuno”, lo que reduce el déficit calórico logrado y ralentiza el ritmo de la pérdida de peso. </p>
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<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/278104/original/file-20190605-40731-i80ss6.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/278104/original/file-20190605-40731-i80ss6.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=338&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/278104/original/file-20190605-40731-i80ss6.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=338&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/278104/original/file-20190605-40731-i80ss6.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=338&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/278104/original/file-20190605-40731-i80ss6.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=425&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/278104/original/file-20190605-40731-i80ss6.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=425&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/278104/original/file-20190605-40731-i80ss6.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=425&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="caption">En los días de ayuno normalmente se consume una comida pequeña.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/download/confirm/465568301?src=lCxowz6NmPYXnhemHs84ng-1-16&size=medium_jpg">Kyrylo Glivin/Shutterstock</a></span>
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</figure>
<p>Se han llevado a cabo <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/28459931">ensayos aleatorios controlados</a> (el criterio de referencia de los estudios clínicos) que muestran que el ayuno en días alternos no logra una mayor pérdida de peso ni más mejoras de la salud que las dietas tradicionales cuando la ingesta de calorías es la misma en ambos grupos. Con todo, el ayuno en días alternos normalmente da lugar a una mayor reducción de la ingesta de calorías que el método dietético tradicional, lo que debería traducirse en una mayor pérdida de peso en la fase inicial. Pero es poco probable que haya muchas personas dispuestas a practicar el ayuno en días alternos a largo plazo.</p>
<h2>Alimentación en tiempo restringido</h2>
<p>La alimentación en tiempo restringido (<em>time-restricted eating</em> o TRE) consiste en ayunar totalmente durante períodos prolongados (de 16 a 20 horas) y consumir todas las calorías periodos restringidos, que se suelen denominar “ventanas de alimentación”. </p>
<p>La variante más común de la alimentación en tiempo restringido utiliza una proporción entre el ayuno y la alimentación de 16:8 (16 horas de ayuno y 8 horas de alimentación). Muchas personas cumplen este ciclo saltándose el desayuno, de tal forma que retrasan su primera comida diaria hasta el mediodía y consumen todos los alimentos entre las doce del mediodía y las ocho de la tarde. </p>
<p>Según han mostrado algunos estudios, la ingesta de calorías en un período de 24 horas <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/25970668">se reduce cuando las personas se saltan el desayuno</a>. Pero la cantidad de calorías gastadas por la actividad física <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/26864365">también disminuye</a>, lo que compensará total o parcialmente el déficit calórico logrado al saltarse el desayuno. Así pues, omitir el desayuno no conllevará, por lo general, una pérdida de peso importante. Saltarse el desayuno también <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/28490511">reduce la eficacia</a> de la insulina para regular los niveles de glucosa en sangre después de la comida, lo que indica un efecto negativo en la sensibilidad a la insulina.</p>
<p>Pero hay un método alternativo a la alimentación en tiempo restringido que ha arrojado resultados prometedores. Un estudio reciente concluyó que ayunar a partir de las dos de la tarde <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/29754952">mejoraba la sensibilidad a la insulina</a> en un grupo de hombres prediabéticos. Este resultado podría deberse a una mayor capacidad natural para regular de manera eficaz los niveles de glucosa en sangre por la mañana, <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/24666537">debido a las variaciones diarias del metabolismo</a>. Así pues, limitar la ingesta de comida a una ventana de alimentación por la mañana y ayunar por la tarde puede ser una variante más saludable del método de alimentación en tiempo restringido. </p>
<h2>Y la ganadora es…</h2>
<p>Como ocurre con todas las dietas, el éxito vendrá determinado sobre todo por el seguimiento. Cuando lo que se busca es perder peso, el ayuno en días alternos es, probablemente, el que logrará resultados más inmediatos, pero para perder peso de manera sostenida a largo plazo tal vez sea de más ayuda el método 5:2, que es menos intenso. </p>
<p><a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3655529/">Se ha observado</a> que el seguimiento podría ser mayor en el método de alimentación en tiempo restringido, ya que a algunas personas les puede resultar más fácil limitar por completo la ingesta de alimentos que restringirla de forma severa. En este sentido, algunos estudios apuntan a que saltarse la cena puede ser más beneficioso para la salud que saltarse el desayuno. </p>
<p>Es importante señalar que la mayoría de los estudios sugiere que el ayuno intermitente <a href="https://theconversation.com/intermittent-fasting-is-no-better-than-conventional-dieting-for-weight-loss-new-study-finds-107829#">no resulta más eficaz que los métodos dietéticos tradicionales</a>. Pero los regímenes de ayuno intermitente que contemplan períodos de ayuno prolongados, como el método de la alimentación en tiempo restringido con ventanas de alimentación más breves y la dieta 5:2 con dos días consecutivos de ingesta de muy pocas calorías, pueden aportar beneficios añadidos para la salud.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/119557/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>David Clayton ha recibido fondos para investigación de la Fundación Británica de Nutrición.</span></em></p>Las dietas de ayuno intermitente son cada vez más populares. Aquí una guía de su eficacia.David Clayton, Lecturer in Nutrition and Exercise Physiology, Nottingham Trent UniversityLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1199382019-07-08T20:37:06Z2019-07-08T20:37:06Z¿Por qué hay gente que engorda aunque coma poco?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/283024/original/file-20190708-51258-1c0c7td.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C6166%2C4107&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/fat-thin-man-140709025?src=P_5ASXD2-xTXP79yBW6ukA-1-1&studio=1">Shutterstock/Undrey</a></span></figcaption></figure><p>Ganar o perder peso es, simplificando algo las cosas, el resultado de un balance entre adquisición y gasto de energía. El organismo adquiere la que asimila a partir del alimento ingerido. Y debido a las actividades que desarrolla también gasta energía, la pierde en forma de calor disipado.</p>
<p>Las actividades son muy variadas: unas son las necesarias para el normal funcionamiento de los sistemas orgánicos (actividades cardiacas, renales, nerviosas), entre las que se incluye el mantenimiento de la temperatura corporal. Otras están ligadas a la renovación y reparación de células y tejidos. Están, por otro lado, las responsables de la síntesis de nuevas estructuras. Por último, también las musculares implicadas en el ejercicio físico. Cuando la adquisición de energía supera al gasto, el organismo gana masa. Si el gasto es mayor que la asimilación de energía ocurre lo contrario.</p>
<p>Dicho de esa forma las cosas parecen muy sencillas. Aunque en estos asuntos nada es tan sencillo como pueda parecer, la adquisición de energía es un término relativamente simple. Hay dos factores principales a considerar: la cantidad de comida y su composición, que afecta a su contenido energético y a la facilidad o dificultad para digerirla y asimilarla. El gasto de energía tiene más complicaciones porque influyen diversos factores.</p>
<p>Si tenemos en cuenta cuáles son los determinantes de los elementos de adquisición y gasto energético, a nadie sorprende que el sobrepeso y la obesidad hayan alcanzado una gran prevalencia en las sociedades actuales. Hay mucha comida y, además, en general tenemos predilección por alimentos suculentos, de alto contenido energético y fácil absorción. En lo relativo al gasto tenemos una notable tendencia al sedentarismo y la inactividad física. Vivimos además en entornos de gran confort térmico: difícilmente nos encontramos en condiciones que obliguen al organismo a gastar mucha energía para mantener estable la temperatura corporal. </p>
<p>Las cosas parecen muy sencillas. Y sin embargo, no lo son tanto.</p>
<p>Todos conocemos personas que, aunque sean delgadas, no se privan a la hora de comer. Quienes engordamos con facilidad los contemplamos con envidia, conscientes de lo duro que resulta limitarse ante una buena mesa, no picar entre horas o sufrir corriendo por las calles, o pedaleando de manera desaforada encima de una bicicleta estática. Lo contrario también nos resulta conocido, personas que parecen no comer gran cosa y que, sin embargo, tienen excesivo peso.</p>
<p>¿Por qué ingiriendo similares cantidades de alimento y manteniendo parecidos niveles de actividad física unos estamos más gordos y otros más flacos? ¿A qué obedecen esas aparentes <em>incongruencias</em> metabólicas? Algunas pueden ser debidas a factores no tomados en consideración. Pero otro elemento importante a tener en cuenta es el factor genético, en especial por su incidencia sobre el metabolismo y, por ende, sobre el gasto energético.</p>
<h2>La obesidad se hereda</h2>
<p><a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/30677029">Un estudio publicado este año</a> comparó el genoma de 1600 personas muy delgadas, 2000 muy obesas y 10 400 de peso normal. Los resultados confirmaron que la obesidad es una condición heredable en un grado no muy alto pero importante. Para ser precisos, estimaron su heredabilidad en un 32 %.</p>
<p>La delgadez también es heredable, aunque en una medida ligeramente inferior, un 28 %. Esos porcentajes indican la proporción de la variabilidad del rasgo estudiado –obesidad o delgadez– en la población que es debida a factores hereditarios. </p>
<p>Han identificado, además, un conjunto de variantes genéticas ligadas a una condición, algunas de las cuales ya se conocían, y otras vinculadas con la opuesta. Por lo tanto, obesidad y delgadez, en parte al menos, también se heredan. Aunque esto, a algunos, no nos sirva de mucho consuelo.</p>
<hr>
<p><em>Una <a href="https://culturacientifica.com/2019/06/09/obesidad-y-delgadez-tambien-se-heredan/">versión</a> de este artículo fue publicada originalmente en el <a href="https://culturacientifica.com/">Cuaderno de Cultura Científica</a>, una publicación de la Cátedra de Cultura Científica de la <a href="https://www.ehu.eus/es/">UPV/EHU</a>.</em></p>
<hr><img src="https://counter.theconversation.com/content/119938/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Juan Ignacio Pérez Iglesias no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Aunque en nuestro peso influyen factores ambientales como la dieta y el ejercicio, los genes también condicionan nuestro estado físico.Juan Ignacio Pérez Iglesias, Catedrático de Fisiología, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko UnibertsitateaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1173852019-06-30T20:03:39Z2019-06-30T20:03:39ZEl exceso de peso en los niños españoles: un problema que no hemos sabido resolver<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/281639/original/file-20190627-76730-x9nunq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C4992%2C3031&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/obese-fat-boy-eat-potato-chip-389790538"> kwanchai.c / shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Con frecuencia vemos en prensa y televisión noticias sobre el “preocupante” problema de la obesidad infantil. Lamentablemente, esas noticias pasan y, tiempo después, son substituidas por otras similares. Mientras eso ocurre, los escolares españoles <a href="https://www.revespcardiol.org/es-content-articulo-S0300893212006409">siguen engordando</a>. Exactamente igual que los niños de Malta, Grecia e Italia. </p>
<p>No hay que ser un experto en salud pública ni ser catedrático de estadística para darse cuenta de que, ante tamaño problema, habrá consecuencias a medio y largo plazo sobre la salud de los ciudadanos. La obesidad se relaciona con numerosas enfermedades crónicas, desde las cardiovasculares y la diabetes al cáncer. </p>
<p>A todo esto hay que sumar que los que deberían hacer algo para prevenir ese exceso de peso no lo están haciendo bien. O incluso no están haciendo casi nada. Pondré algunos ejemplos para que el lector no tenga que limitarse a leer cifras y datos de encuestas.</p>
<p>Yo mismo guardo recortes de prensa sobre el “grave problema” del colesterol y la obesidad infantil. Son de 1991. Por aquella época, el gobierno español llevó a la más importante reunión sobre nutrición de la OMS-FAO en Roma un informe en el que afirmaba algo así como que “la población española tiende a alejarse de la dieta mediterránea” y que “algo hay que hacer al respecto”. </p>
<p>Desde entonces, el consumo de legumbre y de pan, por ejemplo, no ha dejado de caer en España, junto con cifras decepcionantes de ingesta de frutas y hortalizas, la base de la dieta mediterránea. Mucha reacción al respecto tampoco es que haya habido.</p>
<p>Sin embargo, <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC5902736/">numerosos estudios</a> realizados en Estados Unidos y en la misma Europa señalan a la dieta mediterránea como un estilo de vida saludable. De seguirse reduciría las cifras de obesidad, mejoraría drásticamente el número de casos de diabetes, regularía nuestro colesterol, reduciría el cáncer de mama, la hipertensión y la osteoporosis. </p>
<p>Pero lo cierto es que las instituciones españolas hace nada, o casi nada, para fomentar eficazmente en todos los ámbitos el consumo de frutas, hortalizas, legumbres, frutos secos y aceite de oliva virgen. Sobre todo en las escuelas donde es cierto que los menús de los comedores escolares han mejorado mucho. Eso sí, después décadas de abandono, de fritos sospechosos, de sanjacobos y croquetas. </p>
<p>Por el mismo precio intenten ustedes, adultos, seguir una dieta mediterránea en su lugar de trabajo. Si es estudiante, en su Universidad. O si tienen la poca fortuna de estar hospitalizados o de verse obligados a ir a vivir a una residencia de personas mayores. Lo cierto es que la dieta mediterránea, admirada en todo el mundo, cada día se practica menos en España. Desde las escuelas a las residencias. Y si no la comen los adultos, no podemos esperar que lo hagan los niños, especialmente con el acoso publicitario y social sobre las maravillas de la comida rápida, la hamburguesa y la pizza chiclosa.</p>
<h2>Culpables y soluciones</h2>
<p>No se molesten en buscar culpables: esa culpa la tenemos todos a la vez. Se trata de un problema social que requiere la implicación de todo el mundo, de todas las instituciones. </p>
<p>¿Ideas? </p>
<p>Que las consejerías correspondientes o el gobierno, de una vez incluyera obligatoriamente una asignatura o temas sobre salud y alimentación saludable en el currículo escolar. En los años 80 estuvo previsto y acabó en un cajón. </p>
<p>Que la actividad física en el entorno escolar fuera mejor y con más horas. Y que, por supuesto, los niños también la hicieran fuera del entorno escolar. Ni se imaginan la de niños que hacen como mucho dos o tres horas, las “obligatorias”, de “gimnasia” semanal en el colegio. Junto con tres horas diarias, o más, de pantallas, móviles y ordenadores. </p>
<p>Que los municipios prevean zonas deportivas suficientes y cercanas para los vecinos. </p>
<p>Que en el menú escolar alguien supervisara de verdad que lo que se dice y se firma en los contratos se lleva a cabo, y que donde pone “menestra de verdura” haya verdura de verdad y no cuatro guisantes esparcidos y tres trozos de zanahoria que el niño ni siquiera se come. </p>
<p>Que en los hospitales y centros de salud hubiera nutricionistas para aconsejar y hacer educación sanitaria sobre alimentación a las mujeres embarazadas o en lactancia, a los escolares y a los adultos. Todo el mundo sabe que se ahorrarían ingentes cantidades de dinero y recursos mediante la prevención, pero parece que la medicación es lo que se prima.</p>
<p>Seguir investigando y conociendo un problema tan complejo y difuso, que abarca a todas las clases sociales y regiones geográficas, es imprescindible. </p>
<p>Hoy, por cierto, solo tenemos estadísticas parciales y estudios demasiado genéricos. Nuestro propio grupo de investigación puede contar cómo hemos detectado bolsas de obesidad infantil de tremenda importancia en sitios como Madrid, teóricamente una región donde la obesidad es poco prevalente. También que cuando en esa localidad madrileña hemos propuesto un plan concreto de intervención al ayuntamiento, las autoridades han preferido ignorarlo para no causar “alarma social”. Ya saben lo de la avestruz.</p>
<p>Si de verdad nos interesa, como sociedad, la obesidad infantil, lo primero es entender que es un problema de todos, en todos los niveles. Y que es imprescindible tener un programa específico, trabajar para mejorar la situación y evaluar su eficacia. Suena a muy técnico, a pesado, a “deme tiempo”. Pero lo de la política, las buenas palabras y la inoperancia ya lo hemos probado y, créanme, con poco éxito.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/117385/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Jesús Román Martínez Álvarez no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Los jóvenes españoles están gordos. No es un tema nuevo, pero la inacción ha provocado que no solo no se solucione sino que vaya a peor.Jesús Román Martínez Álvarez, Prof. Dr. en el Grado de Nutrición y Dietética., Universidad Complutense de MadridLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1113112019-02-07T21:16:46Z2019-02-07T21:16:46ZCómo perder peso (y no volver a ganarlo)<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/257730/original/file-20190207-174857-1z0mpiv.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=20%2C0%2C4473%2C3226&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/man-overweight-symbolic-photo-beer-belly-437002414">Sharomka / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Perder peso es uno de los <a href="https://www.telegraph.co.uk/health-fitness/body/common-new-years-resolutions-stick/">propósitos de cada inicio de año</a> para mucha gente. Si este es su caso, es posible que le esté costando más de lo que pensaba.</p>
<p>Someterse a una dieta en la que se tienen que mirar con lupa las calorías ingeridas no es fácil en estos tiempos, en los que los alimentos de alto valor energético son atractivos (en gran parte, por su intenso sabor) y fáciles de encontrar. </p>
<p>Otro de los motivos por los que hacer dieta no es tarea sencilla se debe a la <a href="https://academic.oup.com/jcem/article/96/4/1114/2720862">rápida respuesta natural</a> de nuestro cuerpo cuando disminuimos las cantidades ingeridas, la cual provoca una sensación que les resultará familiar a aquellos que hayan experimentado un apetito voraz al hacer dieta. Por el contrario, nuestro organismo no emite ninguna respuesta <a href="https://www.cambridge.org/core/journals/british-journal-of-nutrition/article/single-day-of-mixedmacronutrient-overfeeding-does-not-elicit-compensatory-appetite-or-energy-intake-responses-but-exaggerates-postprandial-lipemia-during-the-next-day-in-healthy-young-men/A04D8A02F179B7BE99BFD1CDCBC09D21">cuando comemos más de lo que deberíamos</a>.</p>
<p>Si se para a pensarlo, es frecuente comer más durante las vacaciones o los fines de semana, amén de otras ocasiones especiales. Por ejemplo, si usted sale a comer a un buen restaurante de un país como Reino Unido, es mejor que sepa que el plato principal de un menú normalmente contiene más de la mitad de las calorías <a href="https://www.bmj.com/content/363/bmj.k4982">necesarias para todo el día</a>.</p>
<h2>¿Sobrealimentación? ¿Dónde?</h2>
<p>El <a href="https://www.cambridge.org/core/journals/british-journal-of-nutrition/article/single-day-of-mixedmacronutrient-overfeeding-does-not-elicit-compensatory-appetite-or-energy-intake-responses-but-exaggerates-postprandial-lipemia-during-the-next-day-in-healthy-young-men/A04D8A02F179B7BE99BFD1CDCBC09D21">reciente estudio</a> que hemos llevado a cabo mis colegas y yo muestra que nuestro organismo apenas detecta la sobrealimentación, ignorándola incluso en casos en los que se ingieren alimentos que generan un exceso de más de 1.000 calorías al día.</p>
<p>Los resultados de la investigación revelaron que consumir el 150% de las calorías diarias necesarias no supuso una variación en las ganas de comer de los participantes. Observamos sus niveles de apetito, así como los niveles de las hormonas que se encargan específicamente de regular el hambre. Para completar el estudio, comprobamos las cantidades de comida ingeridas a lo largo del día siguiente.</p>
<p>Lo que hallamos fue la incapacidad del organismo para tener en cuenta las calorías adicionales. Desde una perspectiva evolucionista se puede decir que tiene sentido, ya que nuestros antepasados habitaban entornos en los que el acceso a los alimentos era limitado, por lo que ingerían mucho más de lo necesario para poder sobrevivir hasta que encontrasen más comida. </p>
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<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/256361/original/file-20190130-42594-gt0gl.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/256361/original/file-20190130-42594-gt0gl.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=399&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/256361/original/file-20190130-42594-gt0gl.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=399&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/256361/original/file-20190130-42594-gt0gl.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=399&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/256361/original/file-20190130-42594-gt0gl.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=502&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/256361/original/file-20190130-42594-gt0gl.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=502&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/256361/original/file-20190130-42594-gt0gl.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=502&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="caption">Las investigaciones demuestran que los platos de muchos restaurantes contienen más calorías que los productos de comida rápida.</span>
<span class="attribution"><span class="source">Shutterstock</span></span>
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<p>Es importante ser consciente del consumo de calorías que realizamos. Al comer de más, aunque sea en contadas ocasiones, estamos ganando peso o interrumpiendo la pérdida. De hecho, las evidencias obtenidas nos recuerdan que el peso que aumentamos <a href="https://www.nejm.org/doi/full/10.1056/NEJM200003233421206">durante las vacaciones</a> nos acompañará durante todo el año, de la misma manera que <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1038/oby.2008.320">pasarnos con la comida los fines de semana</a> puede contrarrestar por completo la dieta que llevamos a cabo entre semana.</p>
<p>Sin embargo, podemos perder peso aun sabiendo lo sencillo que resulta sobrealimentarse. Es más, ser conscientes de ello puede ayudarnos a mejorar nuestra salud, ya que seguramente dispondremos de más información acerca de las opciones alimentarias más sanas.</p>
<h2>La importancia del ejercicio</h2>
<p>A pesar de la tendencia de nuestro cuerpo a engordar, llevar una dieta adecuada y adoptar unos hábitos saludables nos ayudarán a conseguir el objetivo de <a href="https://academic.oup.com/ajcn/article/82/1/222S/4863393">perder peso y mantenerlo posteriormente</a>.</p>
<p>Habitualmente, la gente pasa por alto la práctica de ejercicio, obsesionados por encontrar la “mejor dieta para perder peso”. Sin embargo, mantenerse activo es sumamente importante para adelgazar y, especialmente, para permanecer en el peso deseado durante un período de tiempo prolongado.</p>
<p>El ejercicio puede complementar los cambios en la dieta y ayudar a minimizar el aumento del apetito que provoca ponerse a régimen. Esto se debe a que el deporte no intensifica el hambre <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0195666314002438?via%3Dihub">de la manera en que lo hace la dieta</a>, a pesar de generar un déficit energético al perder peso. De hecho, realizar ejercicio de manera intensa <a href="https://www.cambridge.org/core/journals/proceedings-of-the-nutrition-society/article/creating-an-acute-energy-deficit-without-stimulating-compensatory-increases-in-appetite-is-there-an-optimal-exercise-protocol/18C055B7BFEDB0148FCE71A4B841FA6F">puede eliminar la apetencia</a> mientras aumenta la pérdida de energía.</p>
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<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/256363/original/file-20190130-108351-tsy4r4.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/256363/original/file-20190130-108351-tsy4r4.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/256363/original/file-20190130-108351-tsy4r4.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/256363/original/file-20190130-108351-tsy4r4.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/256363/original/file-20190130-108351-tsy4r4.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/256363/original/file-20190130-108351-tsy4r4.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/256363/original/file-20190130-108351-tsy4r4.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="caption">Dar el 100% en el gimnasio puede generar hábitos alimentarios más saludables.</span>
<span class="attribution"><span class="source">Shutterstock</span></span>
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<p>Los participantes de <em>The Biggest Loser</em>, programa de televisión estadounidense en el que compiten por ver quién pierde más peso, pusieron de manifiesto la importancia del ejercicio para mantenerse en el peso ideal una vez que se ha alcanzado. <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1002/oby.21986">El seguimiento realizado a los concursantes</a> durante los seis años posteriores a su participación reveló que solo mantuvieron su peso aquellos que habían incrementado su actividad física en un 160%, frente al 34% de los que volvieron a coger kilos.</p>
<h2>Mantenga la mente abierta</h2>
<p>Independientemente de la dieta que escoja, ha de saber que todas requieren un cierto grado de compromiso, por lo que debe ser flexible.</p>
<p>Por ejemplo, si le invitan a una celebración en la que hay abundancia de platos que, quizá, no le convengan, ser consciente de que su cuerpo no responderá de la manera en que usted desearía a una ingesta de calorías excesiva le permitirá evitar un consumo exagerado. Otra opción está en comer más alimentos saludables los días anteriores o posteriores al evento, así como aumentar el nivel de ejercicio para contrarrestar los excesos.</p>
<p>En definitiva, no deberíamos esperar a que el cuerpo nos envíe señales para saber que nos hemos pasado con la ingesta calórica; para compensar la tendencia de nuestro cuerpo a ganar peso, debería bastar con llevar una dieta y un estilo de vida saludables. Si somos conscientes de la necesidad de mantener unos hábitos sanos, seremos capaces de conseguir los objetivos que nos hemos propuesto para este año.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/111311/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Kevin Deighton ha recibido fondos de la Physiological Society, Nutrition Society, Ministry of Defence y Nutricia Research Foundation.</span></em></p>Nuestro cuerpo no sabe cuándo ha comido demasiado, pero el ejercicio puede ayudarnos.Kevin Deighton, Reader in Nutrition and Metabolism, Leeds Beckett UniversityLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.