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Manifestación de apoyo a Ucrania en Tiflis, la capital georgiana, el 1 de marzo de 2022. Vano Shlamov / AFP

Guerra rusa en Ucrania: lecciones del precedente georgiano

El 24 de febrero, el ejército ruso entró ilegítimamente en Ucrania desde el este, el norte y el sur. Una de las principales razones que Vladimir Putin adujo en su discurso a la nación para esta ofensiva fue la necesidad de proteger a los habitantes de las dos repúblicas secesionistas de Donetsk y Lugansk, que durante años han estado fuera del control del Gobierno de Kiev. Un Gobierno que, por otra parte, Moscú considera una marioneta en manos de Occidente.

Si sustituimos Donetsk y Lugansk en la frase anterior por Abjasia y Osetia del Sur, y Kiev por Tiflis, casi volvemos a la situación de agosto de 2008, cuando Rusia libró una guerra con Georgia y reconoció la independencia de sus dos entidades escindidas.

¿Qué lecciones se pueden extraer de este precedente para entender la crisis actual?

Un déjà vu

Empecemos con un breve recordatorio.

La URSS estaba compuesta por quince repúblicas socialistas. Cada una de estas repúblicas contaba con entidades de diversos rangos, el más alto de los cuales era la república autónoma.

Cuando se desmanteló la Unión, las quince repúblicas socialistas que la constituían –Rusia, los tres Estados bálticos, Bielorrusia, Ucrania y Moldavia en la parte europea; Armenia, Azerbaiyán y Georgia en el Cáucaso; y cinco Estados en Asia Central– se convirtieron en Estados independientes, dentro de las fronteras que habían tenido durante la URSS.

En la época soviética, Georgia era una república socialista. Osetia del Sur, poblada por osetios, un pueblo distinto de la mayoría de los georgianos, era una república autónoma dentro de Georgia. Con la desintegración de la URSS, proclamó una independencia que no fue reconocida por Tiflis (la capital georgiana).

Zviad Gamsakhurdia, al frente de Georgia desde 1990, aplicó una política nacionalista que rápidamente privó a Osetia del Sur de los elementos de su relativa autonomía respecto a Tiflis.

Boris Yeltsin y Zviad Gamsakhurdia en 1991. AFP

Las tensiones entre georgianos y osetios condujeron a un conflicto armado en la primavera de 1991. Con la elección de Eduard Shevardnadze como presidente de Georgia en marzo de 1992 y el despliegue de una fuerza de mantenimiento de la paz, compuesta por georgianos, osetios y rusos, el conflicto se estabilizó.

Mientras tanto, en la región de Abjasia, también una república autónoma dentro de la República Socialista de Georgia durante la URSS, estalló un conflicto similar entre abjasios y georgianos en agosto de 1992. También en este caso, Rusia se impuso como “mediadora” y las tres partes acordaron desplegar una triple fuerza de paz y desarmar la zona del conflicto. Sin embargo, la guerra continuó durante varios meses hasta la firma de un nuevo alto el fuego el 14 de mayo de 1994.

Así, a principios de la década de 1990, a pesar de la nueva independencia de Georgia, Rusia pudo desplegar tropas en el territorio y mantener una presencia militar, bajo la apariencia de misiones de mantenimiento de la paz. Pero en la cumbre de la OSCE celebrada en Estambul en 1999, Georgia y Rusia acordaron cerrar permanentemente las bases militares rusas situadas en territorio georgiano. Los soldados rusos abandonaron finalmente estas bases en noviembre de 2007.

Crisis política

En 2003 y 2004, Georgia experimentó una crisis política –la Revolución de las Rosas– como resultado de la cual el presidente Shevardnadze fue sustituido por Mikheil Saakashvili, quien entonces intentó que Georgia entrara en la OTAN y en la Unión Europea.

En Moscú, este giro de los acontecimientos fue percibido como un golpe de Estado organizado por Occidente para destituir a Shevardnadze y poner al frente del Gobierno georgiano a un presidente decididamente orientado hacia las estructuras euroatlánticas (diez años después, se haría la misma lectura de los acontecimientos del Maidán en Ucrania). En su momento, el representante ruso ante la OTAN, Dmitri Rogozin, llegó a afirmar abiertamente que si Georgia obtenía una perspectiva real de adhesión a la Alianza, las repúblicas de Osetia y Abjasia proclamarían inmediatamente su independencia.

Señal que marca la frontera entre Osetia del Sur y Georgia. Vano Shlamov / AFP

En agosto de 2008, tras varios enfrentamientos entre osetios y georgianos, estalló un nuevo conflicto. El ejército georgiano avanzó en territorio osetio hasta que Rusia intervino militarmente y se enfrentó a las tropas georgianas. El ejército ruso bombardeó varias ciudades georgianas cerca de la frontera con Osetia y destruyó rápidamente la mayor parte de la fuerza naval de Tiflis y sus defensas antiaéreas. El 12 de agosto de 2008, los abjasios también lanzaron una ofensiva contra las tropas georgianas en la región del desfiladero de Kodori.

14 días después del inicio de las hostilidades, Rusia reconoció la independencia de Osetia del Sur y Abjasia. A continuación, Moscú retiró a sus soldados del resto del territorio georgiano. Sin embargo, el ejército ruso siguió presente en los territorios de Osetia y Abjasia.

Esta guerra en Georgia permitió al Kremlin alcanzar varios objetivos. En primer lugar, al atacar las bases militares, la fuerza aérea y la marina de Georgia, Rusia debilitó considerablemente las capacidades militares de Tiflis. La campaña también sirvió como prueba de las relaciones entre la OTAN y Georgia. La guerra de 2008 puso fin a la posibilidad de que Tiflis entrara en la OTAN en un futuro próximo.

Rusia se ha ganado finalmente el derecho a tener una base militar y tropas estacionadas permanentemente en cada una de las nuevas repúblicas. Por lo tanto, su presencia militar en Georgia está asegurada.

Similitudes entre Georgia y Ucrania

Se pueden establecer muchos paralelismos entre las guerras de Georgia y Ucrania. En ambos casos, Rusia intervino en el territorio de las antiguas repúblicas soviéticas legitimando sus intervenciones por la necesidad de defender la seguridad de las poblaciones consideradas favorables a Moscú frente al gobierno de turno.

Desde el punto de vista jurídico, Rusia apoya sus dos intervenciones con argumentos comparables a las razones aducidas por la OTAN para bombardear Belgrado en 1999, y la ayuda al proceso de independencia de Kosovo. Como explican Pierre Jolicœur y Aurélie Campana en relación con la guerra de Georgia:

“Es igualmente un conflicto que se produjo en el proceso de descomposición de un Estado comunista federal para el que la etnicidad constituía uno de los principios organizadores de la vida política. Tanto en Kosovo como en los casos que tienen lugar en la ICE, las relaciones centro-periferia se encuentran en el centro del conflicto: la supresión de la autonomía política por parte de la autoridad central es el origen de los conflictos en Kosovo y Osetia del Sur, mientras que el deseo de aumentar la autonomía, o incluso de buscar la independencia, se dice que es el origen de los conflictos en Abjasia”.

En su discurso del 18 de marzo de 2014 ante la Duma rusa, Vladímir Putin también argumenta que lo que se permitió a los kosovares en 1999 debería permitirse a Crimea y a su pueblo. Al igual que Kosovo, Crimea tiene derecho a que la comunidad internacional reconozca su independencia. El mismo paralelismo lo había hecho unos años antes para justificar el reconocimiento ruso de la independencia de Osetia del Sur y Abjasia.

En 1999, cuando bombardeó Serbia, Rusia no tenía los medios económicos ni militares para oponerse a la OTAN. En 2008 en Georgia, y en 2014 y 2022 en Ucrania, Moscú quiere demostrar que vuelve a ser una gran potencia capaz de defender lo que considera sus intereses.

Los conflictos en Georgia se disolvieron rápidamente gracias a un alto el fuego y a negociaciones tripartitas en las que participaron Tiflis, Moscú y los respectivos representantes de las repúblicas de Osetia y Abjasia. En Ucrania, tras más de diez días de conflicto y negociaciones infructuosas, Rusia parece decidida a continuar la intervención.

¿Serán suficientes las sanciones?

Tras el bombardeo inicial de las bases militares, la fuerza aérea y la marina ucranianas, Moscú parece querer conseguir al menos los mismos objetivos que en Georgia en 2008, es decir, afianzar la pérdida de dos regiones escindidas por parte del adversario, reducir significativamente sus capacidades militares durante los próximos años y obtener una garantía a largo plazo de no pertenencia a la OTAN.

A diferencia de Georgia, la comunidad internacional reaccionó rápidamente a la invasión de Crimea en 2014 imponiendo sanciones a Rusia. Volvió a reaccionar el 24 de febrero de 2022, el día de la invasión de Ucrania, imponiendo nuevas sanciones mucho más duras. En los últimos ocho años, las sanciones no han sido suficientes para hacer retroceder a Rusia, ni han podido evitar la actual invasión. Esta vez, no es imposible que la severidad de las nuevas sanciones obligue a Moscú a buscar una solución en la mesa de negociaciones y no con las armas.

This article was originally published in French

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