tag:theconversation.com,2011:/id/topics/neurociencia-55189/articlesneurociencia – The Conversation2024-03-04T21:30:37Ztag:theconversation.com,2011:article/2182852024-03-04T21:30:37Z2024-03-04T21:30:37Z¿Somos libres o estamos esclavizados por el destino? La neurociencia del libre albedrío<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/575615/original/file-20240214-20-fsk2jm.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=40%2C24%2C5422%2C3612&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption"></span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/conceptual-image-broken-handcuff-that-turns-1124914889">Cristina Conti / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><blockquote>
<p>Libre, adj: Esclavo de sí mismo. // 2. Amo de nada. // 3. Dueño de su propia ancla.</p>
<p><strong>Entrada de <a href="https://www.penguinlibros.com/es/tiempo-libre/306027-libro-verbolario-9788439740742"><em>Verbolario</em></a> (2022), libro de Rodrigo Cortés</strong>.</p>
</blockquote>
<p>Es una sensación ineludible, omnipresente. Nos sentimos libres, dueños de nuestras decisiones, de nuestros actos, de nuestras elecciones. Incluso los niños preescolares tienen ya arraigada esa <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0010027715000128?via%3Dihub">creencia</a>.</p>
<p>Pero ¿es cierta? En un universo material regido por las leyes de la física, no debería haber espacio para comportamientos que escapen a la dictadura de las causas y efectos, del mecanicismo físico. Según Isaac Newton, una vez conocidas la posición y velocidad de cualquier objeto en un instante dado, junto con las fuerzas que actúan sobre él, se podría determinar su comportamiento en cualquier momento del futuro.</p>
<p>Si la causa de cualquier fenómeno físico es siempre otro fenómeno físico, ¿dónde queda la <em>brecha</em> de la libertad individual?</p>
<p>Analicemos el problema mediante un experimento mental. Imagine que pudiéramos construir una copia exacta de usted, átomo a átomo: <em>Usted-2</em>. Imagine también que situamos a su doble en una copia exacta del universo en el que usted vive: <em>Universo-2</em>. ¿Cómo será el comportamiento de <em>Usted-2</em> en <em>Universo-2</em>? Si considera que será exactamente igual, entonces no cree en el libre albedrío, y si piensa que actuará de manera diferente, entonces sí lo defiende. Aunque quizás haya una tercera opción, que luego veremos.</p>
<h2>Poco hueco para la libertad</h2>
<p>Antes de acostarme, <em>yo</em> tomo la firme decisión de salir a correr a las 6 de la mañana. Pero, cuando suena el despertador, <em>yo</em> (el mismo <em>yo</em>) no soy capaz de levantarme. La mayoría de los fumadores no consiguen dejar su adicción aunque se lo propongan. Tampoco somos capaces de atiborrarnos de alcohol y decidir seguir estando sobrios, ni dejar de tener hambre o sed. Creemos que podemos hacer lo que queremos, pero ni siquiera podemos elegir lo que deseamos, parafraseando al filósofo <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Arthur_Schopenhauer">Arthur Schopenhauer</a>.</p>
<p>Multitud de determinantes ambientales y fisiológicos causan nuestro comportamiento. ¿Queda algún hueco para el libre albedrío? El último libro del neuroendocrinólogo Robert Sapolski (<a href="https://en.wikipedia.org/wiki/Determined:_A_Science_of_Life_Without_Free_Will"><em>Determined. Life without free Will</em></a>) explora los determinantes de nuestra conducta y responde claramente: no.</p>
<h2>El experimento que lo cambió todo</h2>
<p>La (in)existencia del libre albedrío ha llamado la atención de las neurociencias, que han tratado de analizar la relación existente entre nuestras acciones voluntarias y la experiencia subjetiva de que nuestro “yo” es el causante de esas acciones. </p>
<p>Quizá el ejemplo más famoso de este tipo de intentos es el que llevó a cabo <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Benjamin_Libet">Benjamin Libet</a> en 1983. De acuerdo con nuestra intuición, la decisión consciente de realizar un movimiento debería ser anterior a la actividad cerebral responsable de prepararlo (premotora) y llevarlo a cabo (motora). Para comprobar esto preparó un ingenioso experimento.</p>
<p>Libet pidió a los voluntarios que eligiesen un momento al azar para doblar su muñeca. Mientras realizaban esta tarea se registraba la actividad electroencefalográfica de la corteza motora. Los participantes debían señalar el momento exacto en el que habían sentido el deseo consciente de mover la muñeca, para lo cual empleaban un cronómetro que tenían enfrente. Sorprendentemente, la decisión aparecía hasta 350 milisegundos después del inicio de la actividad cerebral relacionada con el movimiento.</p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/576213/original/file-20240216-18-5izdt5.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/576213/original/file-20240216-18-5izdt5.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/576213/original/file-20240216-18-5izdt5.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=521&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/576213/original/file-20240216-18-5izdt5.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=521&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/576213/original/file-20240216-18-5izdt5.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=521&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/576213/original/file-20240216-18-5izdt5.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=655&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/576213/original/file-20240216-18-5izdt5.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=655&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/576213/original/file-20240216-18-5izdt5.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=655&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Procedimiento empleado durante el experimento de Libet.</span>
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<p>Dicho de otra manera, los participantes experimentaban la sensación de tomar una decisión libre, espontánea, aunque otros mecanismos cerebrales ya habían iniciado de manera autónoma el movimiento. </p>
<p>El experimento de Libet ha sido ampliamente debatido y cuestionado, pero es tan solo uno más de los <a href="https://www.librealbedrio.info/">múltiples trabajos</a> que han encontrado resultados similares. Una de sus réplicas contemporáneas más famosas la realizó <a href="https://www.informationphilosopher.com/solutions/scientists/haynes/">John-Dylan Haynes</a> en 2008 y 2011. </p>
<p>Haynes y sus colegas emplearon técnicas de neuroimagen para identificar los patrones de actividad neuronal asociados a mover la mano derecha o la mano izquierda. Una vez identificados estos patrones fueron capaces de predecir qué mano iba a mover la persona hasta ¡diez segundos! antes de que tuviese la intención consciente de hacerlo. Sin embargo, la precisión de esas predicciones nunca superó el 60 %. ¿Qué ocurrió en el 40 % restante?</p>
<p>Estos y otros estudios similares han llevado a una parte de los neurocientíficos a abandonar el concepto de libre albedrío.</p>
<h2>¿La mecánica cuántica al rescate?</h2>
<p>Una de las posibles respuestas al determinismo causal newtoniano llegó de manos de la mecánica cuántica, que reintrodujo la aleatoriedad y la incertidumbre en la visión científica del universo. </p>
<p>Pero el abanico de probabilidades para la manera en que un objeto puede comportarse siguen determinadas por el estado inicial del sistema, lo que para muchos autores nos devuelve al determinismo inicial. Aun cuando nuestro comportamiento no fuera predecible, no significaría que fuéramos dueños de nuestro destino. </p>
<p>Es probable que el señor <em>Usted-2</em>, residente en <em>Universo-2</em>, se comportara de forma diferente al original. Pero eso no lo dotaría necesariamente de libre albedrío: seguiría determinado, pero por los caprichos de la probabilidad cuántica.</p>
<h2>El “intérprete” del hemisferio izquierdo</h2>
<p>Ante este dilema, ¿por qué tenemos esa firme sensación de libertad cuando los datos no la avalan? Son muchos los científicos que han tratado de responder a esta pregunta. Una de las explicaciones más sugerentes la desarrolló <a href="https://www.planetadelibros.com/libro-quien-manda-aqui/65818">Michael S. Gazzaniga</a> a partir de algunos resultados experimentales obtenidos en pacientes con “cerebro dividido” (a los que se les ha seccionado la conexión entre hemisferios cerebrales).</p>
<p>Para Gazzaniga, esa sensación de ser agentes de nuestras acciones es el resultado de la actividad de una zona del hemisferio izquierdo (estrechamente relacionada con el lenguaje) y que denominó “el intérprete”. Su función sería elaborar un relato a posteriori sobre las acciones que ya han sido realizadas, buscando causas y explicaciones que cuadren con los hechos observados. Incluso <em>amañando</em> un poco las cosas si es necesario. </p>
<p>Su función sería esencial: generar hipótesis sobre las causas de los sucesos ya ocurridos que puedan modificar la manera que actuamos en el futuro. Esta propuesta es coherente con las investigaciones de otros <a href="https://academic.oup.com/book/9959/chapter-abstract/157308633?redirectedFrom=fulltext">autores</a>, que sugieren que la sensación de sentirnos dueños de nuestro comportamiento ha sido seleccionada por la evolución por sus ventajas para la supervivencia. </p>
<h2>¿Un falso dilema?</h2>
<p>Analizando la situación desde otro punto de vista, podríamos decir que somos esclavos de… nosotros mismos. Es lo más parecido a la libertad que podemos imaginar. Esta esclavitud simplemente responde al hecho de que cualquier decisión está determinada por la actividad cerebral previa, aunque sea inconsciente para nosotros. </p>
<p>Pero dicha actividad previa es <em>mía</em>, no está separada de mi individualidad. Si mis decisiones no estuvieran causadas por mi actividad cerebral, dejarían de ser propias. No responderían a los determinantes genéticos y ambientales que han esculpido la persona que soy. ¿Acaso queremos tomar decisiones sin contar con <em>nosotros mismos</em>? </p>
<p>Decía el psicólogo y psiquiatra <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Viktor_Frankl">Viktor Frankl</a> que “entre el estímulo y la respuesta hay un espacio. En ese espacio está nuestro poder de elegir nuestra respuesta. En nuestra respuesta yace nuestro crecimiento y nuestra libertad”. Es cierto. Ese espacio existe. Pero no es necesariamente un espacio de libre albedrío, sino un espacio de flexibilidad, de procesamiento activo de la información, de diversificación del comportamiento. No tiene por qué ser un espacio indeterminado, pero puede considerarse igual de <em>nuestro</em> como si lo fuera. </p>
<p>Podemos decir que somos tan libres “como el sol cuando amanece, como el mar, como el viento que recoge mi lamento y mi pesar”. Efectivamente, <a href="https://www.youtube.com/watch?v=7812dngARbk">Nino Bravo</a>, tan libres y tan determinados como el sol, el mar o el viento.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/218285/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Pedro Raúl Montoro Martínez recibe fondos del Ministerio de Ciencia e Innovación de España. </span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Antonio Prieto Lara no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Según muchos neurocientíficos, es absurdo pensar que somos dueños de nuestros actos, ya que el comportamiento humano está condicionado por múltiples determinantes biológicos y ambientales. ¿Existe algún resquicio para la libertad?Pedro Raúl Montoro Martínez, Profesor Titular del Departamento de de Psicología Básica I, UNED, Madrid, UNED - Universidad Nacional de Educación a DistanciaAntonio Prieto Lara, Profesor Permanente Laboral, Departamento de Psicología Básica I, UNED - Universidad Nacional de Educación a DistanciaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2228232024-02-18T22:09:39Z2024-02-18T22:09:39ZA qué distancia estamos, científicamente, de leer los pensamientos<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/576129/original/file-20240216-20-bzrjk2.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=160%2C53%2C4951%2C2812&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">shutterstock</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/woman-wearing-brainwave-scanning-headset-sits-1036798309">Gorodenkoff/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>El 29 de enero, Elon Musk publicaba en X el éxito de la primea intervención quirúrgica implantando <a href="https://theconversation.com/neuralink-lo-que-hay-detras-y-el-futuro-de-implantes-cerebrales-como-el-creado-por-elon-musk-222447">un dispositivo desarrollado por su <em>start up</em> Neuralink en un humano</a>. El nombre del dispositivo: <em>Telepathy</em> (Telepatía). </p>
<p>En la comunidad científica estábamos atentos a lo conseguido por el equipo de Elon Musk desde que en septiembre de 2023 el organismo competente, la <a href="https://www.fda.gov/search?s=neuralink">Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA), acreditó que el dispositivo podía implantarse en humanos</a>.</p>
<p>Tras el visto bueno de la FDA, Neuralink implantó <em>Telephaty</em> a una persona elegida entre un grupo de voluntarios, afectados de tetraplejia y esclerosis lateral amiotrófica. De momento podemos decir que el implante ha sido un éxito, pero para conocer los resultados habrá que seguir los pasos de un estudio que promete ser largo.</p>
<h2>El indiscutible avance tecnológico de <em>Telepathy</em></h2>
<p>Lo que ha conseguido el equipo de
<a href="https://www.technologyreview.com/2017/04/22/242999/with-neuralink-elon-musk-promises-human-to-human-telepathy-dont-believe-it/">Elon Musk es muy revolucionario desde el punto de vista tecnológico</a>. <em>Telepathy</em> lleva una batería que se recarga externamente y dispone de 1 024 electrodos, distribuidos en 64 hilos, que transmiten las medidas de la actividad cerebral de forma inalámbrica. Que el dispositivo lo haya aprobado la FDA avala que está hecho con rigor. </p>
<p>Es esperable que <em>Telepathy</em> consiga medir las señales cerebrales relacionadas con el movimiento en personas de movilidad reducida, y que sirvan para gobernar el movimiento de una prótesis o interactuar con un ordenador. Pero una señal muscular no equivale en modo alguno a un pensamiento. </p>
<p>Es lo que se conoce como <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Interfaz_cerebro-computadora"><em>interface cerebro-máquina</em></a>. Pero esto no es telepatía. Lo verdaderamente revolucionario sería que el dispositivo de Neuralink funcionara reconociendo la actividad neuronal que genera el pensamiento. Y esto posiblemente no se logre nunca. </p>
<h2>La zona ciega</h2>
<p>¿Cuál es el reto al que nos enfrentamos cuando tratamos de medir señales del cerebro? </p>
<p>El reto es la oscuridad en la que se encuentra el observador después de que una neurona se activa. Esto no sucede con otro tipo de células, como por ejemplo una <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Fibra_muscular">célula muscular</a> del corazón (miocito). Para medir la <a href="https://theconversation.com/por-que-el-cuerpo-humano-no-tiene-toma-de-tierra-220969">actividad eléctrica de una neurona y para medir la actividad eléctrica en un miocito</a> se utiliza la misma tecnología. Pero cuando un miocito “dispara”, el observador comprueba que se contrae, esto es, puede relacionar directamente la señal eléctrica con la contracción de la célula muscular. Y así entiende el efecto de la contracción, ya que observa que la contracción de todos los miocitos del corazón producen que la sangre circule por el cuerpo.</p>
<p>Esto no pasa cuando observamos el disparo de una neurona. En este caso el observador no ve que haya ningún cambio significativo, porque el pensamiento generado no es visible: el disparo de la neurona se pierde en la oscuridad.</p>
<h2>Los estimuladores cerebrales profundos</h2>
<p>Ya existen dispositivos que se implantan dentro del cerebro o muy cerca del cerebro e interaccionan con él. Un ejemplo son los <a href="https://medlineplus.gov/spanish/ency/article/007203.htm">implantes cocleares</a>, dispositivos con estimuladores situados en la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%B3clea">cóclea</a> (estructura del oído interno). Los usan las personas que carecen de las células que se encargan de transformar las señales acústicas que llegan del exterior a las señales eléctricas que reconocemos como sonidos. El implante recurre a pequeños micrófonos ubicados en la oreja, y envía los sonidos recogidos a electrodos que se diseminan a lo largo de la cóclea. Y ahí estamos actuando muy cerca del cerebro: estamos llegando al nervio auditivo.</p>
<p>Otro dispositivo que actúa, esta vez sí, dentro del cerebro –y que también está debidamente aprobado– es <a href="https://www.parkinson.org/library/fact-sheets/estimulacion-cerebral-profunda2">el estimulador cerebral profundo. Comenzó a utilizarse para tratar el párkinson</a> y, más adelante, se extendió a otras patologías, como la obesidad mórbida o la depresión. </p>
<h2>Inutilizar neuronas sin saber realmente cómo funcionan</h2>
<p>Con estos dispositivos se actúa en núcleos profundos del cerebro, aunque sin que se entienda bien cómo funciona el cerebro. </p>
<p>Por ejemplo, el dispositivo utilizado para controlar los trastornos motores en la enfermedad del párkinson (¡ojo!, que no para curar la enfermedad), se desarrolló sabiendo que era mejor inutilizar un grupo de neuronas antes que dejarlas como están. Este dispositivo permitió que, en lugar de practicar una ablación (esto es, quemar las células), se inutilizaran las neuronas mediante la aplicación constante de pulsos eléctricos que las bloquearan. Y es posible revertir el efecto al detener el dispositivo. </p>
<p>Sin embargo, <a href="https://www.nature.com/articles/s41582-018-0128-2">todavía se sigue trabajando para entender en profundidad las conexiones entre los diferentes núcleos relacionados con el movimiento y averiguar por qué un estimulador cerebral profundo funciona</a>. </p>
<h2>Y qué hay de medir el pensamiento</h2>
<p>En este momento estamos lejos de medir el pensamiento, las intenciones, los recuerdos o los deseos. Con este tipo de dispositivos no podemos saber en qué está pensando la gente. Incluso con dispositivos ya muy reconocidos, como pueden ser los estimuladores profundos, hay mucha oscuridad sobre por qué funcionan (no cómo funcionan) y qué efecto tienen.</p>
<p>Las controversias suscitadas por la implantación del chip de Elon Musk son comprensibles. Nos intriga cómo funciona el cerebro. Parece que es en este órgano donde se encuentra nuestra intimidad más profunda y queremos respetarlo. No deseamos que otras personas nos controlen. Pero, por el momento, que nos lean la mente o puedan influir sobre nuestro pensamiento no es algo por lo que preocuparse. </p>
<p>¿Se conseguirá relacionar la actividad neuronal con nuestros pensamientos? Todo indica que se conseguirán progresos en la interacción con las máquinas, pero no se basarán en la relación entre la actividad neuronal y el pensamiento. Entre otras cosas, porque ni siquiera tenemos muy claro qué es pensar. ¿Será que el pensamiento escapa a la física y no puede medirse?</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/222823/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Javier Díaz Dorronsoro no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Neuralink ha anunciado que conseguirá leer el pensamiento humano con su implante cerebral ‘Telepathy’. Pero ¿qué hay de realidad? ¿A qué distancia estamos de leer la mente?Javier Díaz Dorronsoro, Profesor de Instrumentación Biomédica, Universidad de NavarraLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2215462024-02-18T22:07:26Z2024-02-18T22:07:26ZCuando el miedo se generaliza: de la rata de Albert al impacto emocional de las palabras<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/572552/original/file-20240131-25-gw05.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=252%2C84%2C5086%2C3648&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption"></span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/small-baby-rat-on-human-hand-2020309817">Maslov Dmitry/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Hace algo más de un siglo, se realizó uno de los experimentos <a href="https://psycnet.apa.org/record/2006-01667-001">más polémicos en la historia de la psicología</a>. Los investigadores pusieron a jugar con una peluda rata a Albert, un bebé de 8 meses. El pequeño se mostró curioso al principio, y no tardó en hacer muy buenas migas con el roedor. </p>
<p>Pero la situación dio un giro inesperado. Mientras jugaba con su amigo, los investigadores provocaron un ruido estridente. Este ruido hizo que Albert comenzará a llorar. El emparejamiento rata-ruido se repitió en días posteriores, hasta el punto que que la sola presencia del animal provocaba un llanto incontrolable en el pequeño.</p>
<h2>Pavlov y sus perros</h2>
<p>Al igual que los <a href="https://psycnet.apa.org/record/1927-02531-000">perros de Pavlov</a>, Albert había sido condicionado. Semanas después, el pequeño volvió al laboratorio para que los investigadores pudiesen contestar una pregunta clave: ¿transferiría Albert el miedo adquirido a otros estímulos? Los científicos observaron que la respuesta de miedo seguía ocurriendo en presencia del roedor, indicando que recordaba lo que había aprendido. </p>
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Leer más:
<a href="https://theconversation.com/es-la-mente-del-bebe-un-papel-en-blanco-210313">¿Es la mente del bebé un papel en blanco?</a>
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<p>Sin embargo, también respondía con miedo ante la presencia de un perro, un conejo e incluso una máscara de Santa Claus con su larga barba blanca. Por el contrario, esto no ocurría ante juguetes de madera. Y ¿qué tenían en común los objetos que provocaban el miedo?</p>
<h2>Generalización del aprendizaje</h2>
<p>Que todos eran peludos, al igual que el roedor. Albert había generalizado el miedo a estímulos que compartían características físicas con la rata. De esta forma, la generalización es el proceso que permite a los organismos responder ante estímulos nuevos (conejo) basándose en su experiencia previa (la rata). </p>
<p>El proceso de generalización permite a animales y humanos adaptarse de forma eficiente a su ambiente, ya que utilizamos nuestra experiencia previa para guiar nuestras respuestas futuras. Pero, basándonos en nuestra propia experiencia, podríamos afirmar que la reacción de Albert no fue del todo adaptativa. Una máscara de tela de Santa Claus no es peligrosa ni debería provocar temor. </p>
<p>En este caso, Albert podría haber incurrido en el proceso de sobregeneralización. Salvando las distancias, si caminando por la calle nos ataca ferozmente un perro grande y peludo, responderemos seguramente con miedo y ansiedad. Pero al igual que le pasaba a Albert, si sobregeneralizamos el miedo, terminaremos respondiendo con <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/24001473/">ansiedad excesiva</a> ante cualquier animal que se parezca a ese perro, ya sea un chihuahua o una chinchilla.</p>
<h2>¿De qué depende la respuesta de generalización?</h2>
<p>La semejanza física entre objetos es fundamental para que se produzca la respuesta de generalización. Cuanto más parecidos son los objetos entre sí, mayor será la generalización. En cierta forma, es como un eco: la respuesta va decayendo a medida que los objetos se parecen menos al estímulo condicionado. </p>
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Leer más:
<a href="https://theconversation.com/como-mide-nuestras-emociones-la-neurociencia-172249">¿Cómo mide nuestras emociones la neurociencia?</a>
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<p>A nivel experimental, se observa muy claramente manipulando dimensiones físicas de forma controlada. Por ejemplo, si el estímulo condicionando es un tono de una determinada frecuencia (400Hz), la respuesta será máxima ante esa frecuencia. Sin embargo, al variar la frecuencia (ej, 380Hz, 360Hz, 340Hz), la respuesta irá progresivamente decayendo, en lo que se conoce como un gradiente de generalización. Este fenómeno se observa en <a href="https://psycnet.apa.org/record/1988-28272-001">diversas especies de animales y a través de muchas dimensiones físicas</a>. </p>
<h2>De Cervantes a Shakespeare</h2>
<p>Nuestro mundo no es sólo físico. Vivimos inmersos en un mundo abstracto, lleno de ideas y conceptos simbólicos que representamos y comunicamos a través del lenguaje. Por eso no debe sorprendernos que la generalización también ocurra a nivel simbólico. Por ejemplo, al condicionar una palabra como “sopa” con una pequeña descarga eléctrica, los participantes muestran miedo ante esa palabra, pero también <a href="https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/02699931.2014.1000831">ante un sinónimo como “caldo”</a>. </p>
<p>Además, cuando en <a href="https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/02699931.2019.1604319">personas bilingües</a> se asocia una palabra como “taza” en español con una descarga, el miedo se transfiere a la palabra inglesa correspondiente “cup”. Estas palabras no tienen ninguna similitud física, no tienen letras parecidas ni suenan igual, pero sí están conceptualmente relacionadas. </p>
<p>Si el valiente hidalgo de la mancha supiera hablar con soltura la lengua en la que Macbeth recitaba sus versos, el escuchar la palabra <em>windmill</em> hubiera despertado sus fábulas.</p>
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Leer más:
<a href="https://theconversation.com/lo-que-gibraltar-nos-ensena-sobre-el-cerebro-bilingue-177384">Lo que Gibraltar nos enseña sobre el cerebro bilingüe</a>
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<h2>La emoción que despiertan las palabras</h2>
<p>Más allá del significado, algunas palabras también despiertan emociones. Este nivel de afectividad se puede representar en una dimensión que va desde palabras que tienen connotaciones negativas como “pistola”, hasta palabras que evocan emociones positivas como “abrazo”. En medio quedarían palabras neutras como “vaso”. </p>
<p>Es más, las emociones que despiertan las palabras suelen coincidir entre distintas personas, como lo muestran las <a href="https://link.springer.com/article/10.3758/s13428-015-0572-5">bases de datos normalizadas</a>. Estas emociones se sitúan en un abanico que va de lo totalmente negativo hasta lo positivo. Es decir, en un continuo, al igual que ocurre con una dimensión física. En este sentido, una pregunta que nos hemos planteado recientemente ha sido: ¿pueden las emociones modular el gradiente de generalización al igual que una dimensión física? </p>
<p>La respuesta es que sí. En <a href="https://link.springer.com/article/10.3758/s13423-023-02450-8">nuestro estudio</a> encontramos que la emoción de las palabras moduló el gradiente de generalización. Cuando las palabras expresan emociones más parecidas a las de la palabra condicionada, las respuestas son más intensas y decaen gradualmente según se refieren a emociones menos semejantes. Es más, el gradiente obtenido fue muy similar al que se observo en otra condición diferente pero variando la orientación de unas líneas, es decir, una dimensión física. </p>
<p>Estos resultados abren la puerta a nuevos enfoques e investigaciones que ayudarán a comprender mejor la respuesta de generalización. Hasta la fecha las connotaciones emocionales en la respuesta de generalización no habían sido estudiadas. Pero, al igual que las propiedades físicas de los objetos o las representaciones simbólicas a través del lenguaje, las características emocionales también afectan a la respuesta de generalización. </p>
<p>Podría ocurrir que nuestro comportamiento se modifique en función de la emoción que nos despiertan las palabras. Por ejemplo, en personas que padecen un trastorno de ansiedad provocado por hablar en público, el mero hecho de escuchar palabras relacionadas con esta situación podría incrementar su activación de manera excesiva. De esta forma, comprender el impacto emocional que ejercen estas palabras podría ser de ayuda para desarrollar intervenciones encaminadas a ayudar a la personas a controlar una indeseada sobregeneralización del miedo en casos concretos, como el de Albert. Y ahora que mencionamos al pequeño, quizá se pregunten qué pasó con él. </p>
<h2>¿Y qué fue de Albert?</h2>
<p>Albert, sin pretenderlo, se convirtió en una de las figuras más emblemáticas de la historia de la psicología. Su experimento fue uno de los primeros en describir el fenómeno de generalización, que posteriormente ha sido <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/36811021/">estudiado sistemáticamente</a>. Influyó mucho en el conocimiento de nuestros comportamientos, pero también en aspectos éticos sobre los límites de la investigación. </p>
<p>El pequeño abandonó el laboratorio con temor a objetos peludos. La segunda parte del experimento consistía en buscar la forma de eliminar el miedo adquirido, por ejemplo, a través del proceso de <a href="https://www.nature.com/articles/4001939">extinción</a>. Hoy en día un procedimiento muy utilizado en el <a href="https://royalsocietypublishing.org/doi/10.1098/rstb.2017.0025">tratamiento de fobias</a>.</p>
<p>Sin embargo, la universidad impidió que el estudio continuara por proteger a Albert (a buenas horas, podríamos decir). Aunque el destino del pequeño sigue siendo un misterio, <a href="https://psycnet.apa.org/doiLanding?doi=10.1037%2Fa0019332">algunos autores sugieren</a> que de ser ciertas sus pesquisas, Albert habría seguido evitando a animales peludos y se sentiría ansioso en su presencia durante toda su vida.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/221546/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>José A. Alcalá Martín ha recibido fondos del Ministerio de Universidades con una ayuda de atracción de talento internacional "María Zambrano". </span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Celia Martínez Tomás recibe fondos del Ministerio de Universidades con una ayuda para la formación de profesorado universitario (FPU)</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>José Antonio Hinojosa Poveda recibe fondos del Ministerio de Ciencia e Innovación.</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Gonzalo Urcelay no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Generalizar nos ayuda a responder a los estímulos externos y adaptarnos al ambiente. Cuando lo hacemos en un grado demasiado alto acabamos teniendo reacciones exageradas que nos perjudican.José A. Alcalá Martín, Ayudante Doctor en Psicología, Universidad Rey Juan CarlosCelia Martínez Tomás, Investigadora predoctoral FPU en el Departamento de Psicología Experimental, Procesos Cognitivos y Logopedia, Universidad Complutense de Madrid, Universidad Complutense de MadridGonzalo Urcelay, Adjunct professor, University of NottinghamJosé Antonio Hinojosa Poveda, Profesor Titular del Departamento de Psicología Experimental, Procesos Cognitivos y Logopedia, Universidad Complutense de MadridLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2225392024-02-15T17:55:53Z2024-02-15T17:55:53Z¿Por qué se produce un ‘déjà vu’?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/574970/original/file-20240212-28-i5z33l.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=15%2C15%2C5160%2C3430&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption"></span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/teen-girl-looking-surprise-dreaminess-blue-440663056">Marianna Karabut / Shutterstock</a></span></figcaption></figure>
<p><em>Este artículo forma parte de la sección <strong>The Conversation Júnior</strong>, en la que especialistas de las principales universidades y centros de investigación contestan a las dudas de jóvenes curiosos de entre 12 y 16 años. Podéis enviar vuestras preguntas a <strong>tcesjunior@theconversation.com</strong></em></p>
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<p><em><strong>Pregunta de Naiara, de 15 años. IES Ramón y Cajal. Tocina-Los Rosales (Sevilla).</strong></em></p>
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<p>Imagina que vas por primera vez a casa de un amigo o una amiga y, al entrar, sientes que ya has estado allí, que conoces el lugar incluso como si supieras dónde está todo. Sin embargo, sabes perfectamente que nunca habías ido antes. Esa sensación extraña y fugaz es lo que llamamos <em>déjà vu</em>, que significa “ya visto” en francés. Es como si tu mente te gastara una pequeña broma, haciéndote sentir que estás reviviendo un momento que en realidad es completamente nuevo para ti.</p>
<h2>Una experiencia de lo más normal</h2>
<p>No te preocupes: sentir un <em>déjà vu</em> es algo común. A la mayoría de las personas nos ha ocurrido, y seguramente en más de una ocasión. Por eso, este fenómeno –que en español también se llama <a href="https://www.rae.es/observatorio-de-palabras/deja-vu">paramnesia</a>– está siendo ampliamente investigado y debatido en campos científicos tan serios como la neurociencia y la psicología.</p>
<p><a href="https://journals.lww.com/jonmd/fulltext/2003/04000/demographic_and_psychological_features_of_d_j__vu.5.aspx">En un estudio</a> llevado a cabo en 386 personas, 294 (es decir, el 76 %) dijeron que alguna vez habían sentido eso de “ya he vivido esto antes”, aunque no hubiese ocurrido realmente. </p>
<p>Pero cuanta más edad tenemos, menos nos pasa: de los jóvenes entre 18 y 29 años, casi 9 de cada 10 han sentido un <em>déjà vu</em>. En las personas entre 30 y 39 años, baja un poco, porque 8 de cada 10 lo han experimentado. Y así sigue descendiendo: de los que tienen entre 40 y 49 años, alrededor de 7 de cada 10 dicen haberlo sentido, entre los de 50 a 59 años, 6 de cada 10, y entre los 60 y 69, la estadística ya baja al 50 %.</p>
<h2>Hay más de un tipo de <em>déjà vu</em></h2>
<p>Se han descrito tres tipos diferentes de <em>déjà vu</em>: <em>déjà visité</em>, o “ya visitado”; <em>déjà vécu</em>, o “ya vivido”, y <em>déjà senti</em>, o “ya sentido”. Expliquémoslos con algún ejemplo.</p>
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<li><p>Al <em>déjà visité</em>, lo ya visitado, le corresponde el ejemplo con el que hemos comenzado este artículo: cuando sientes que ya conoces el lugar aunque es la primera vez que lo visitas.</p></li>
<li><p>Un <em>déjà vécu</em>, lo ya vivido, nos ocurre cuando percibimos que no solo hemos visto algo antes, sino que lo hemos vivido. Por ejemplo, estás contando una historia sobre tus vacaciones y de repente sientes que ya has narrado esa misma historia, con los mismos detalles y con las mismas reacciones de tus amigos, aunque tienes claro que es la primera vez que lo estás haciendo.</p></li>
<li><p>Y un ejemplo de <em>déjà senti</em>, lo ya sentido, puede ser cuando escuchas a alguien decir algo por primera vez y tienes la sensación de que ya te lo habían dicho antes. Vaya lío. O sea, como si en un sueño alguien te hubiera dicho exactamente lo mismo, y te deja pensando “¿dónde he oído eso antes?”.</p></li>
<li><p>Para rizar el rizo, también nos puede ocurrir lo contrario de un <em>déjà vu</em>: un <em>jamais vu</em>, o “nunca visto”. Se produce cuando algo que nos es muy familiar de repente lo sentimos como extraño o nuevo. Por ejemplo, estás escribiendo la palabra “teléfono” y, de repente, te parece rara. Incluso te preguntas si está bien escrita, aunque sabes perfectamente qué es y la has escrito antes miles de veces. ¿No te ha pasado? A mí, sí.</p></li>
</ul>
<h2>Pero ¿por qué nos pasa?</h2>
<p>Imagina que tu cerebro es como un supercomputador que procesa toda la información que recibes. A veces, este potentísimo ordenador hace cosas un poco raras, y eso es lo que nos genera la extraña sensación de “esto ya lo he vivido”. Entre las más de 800 publicaciones científicas que, a día de hoy, se encuentran en la prestigiosa base de datos científica <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/?term=%22d%C3%A9j%C3%A0+vu%22+&sort=date">PubMed</a>, podemos detectar diversas teorías que intentan explicar este fenómeno.</p>
<p>Una de ellas es la teoría de la <strong>desincronización neuronal</strong>. Para entenderla hay que tener en cuenta cómo funciona la memoria, el sistema cerebral de almacenamiento de mensajes de nuestro cerebro. Usualmente, estos mensajes pasan por una estación de control (zona de memoria a corto plazo) antes de llegar a su destino final (zona de memoria a largo plazo). Pero, a veces, un mensaje toma un atajo y llega directamente al final (a la zona de memoria a largo plazo), saltándose la estación de control. Esto confunde a tu cerebro, haciéndote pensar que el mensaje (la experiencia) no es nuevo, sino algo que ya has recibido antes. Ha fallado la sincronización entre los grupos de neuronas de ambas zonas.</p>
<p>Otra teoría es la de la <strong>memoria fragmentada</strong>. Ahora piensa que tu memoria se almacena como un rompecabezas, y cada cosa que recordamos es una pieza. A veces, ocurre algo en el presente que encaja a la perfección con una pieza del puzle de tus recuerdos pasados, pero no puedes ver toda la imagen para saber de dónde viene. Esto puede hacer que algo completamente nuevo te parezca familiar, como si ya lo hubieras vivido.</p>
<p>También está la teoría de los <strong>errores de reconocimiento</strong>. Simplemente, tu cerebro puede confundirse y pensar que reconoce algo nuevo como si ya lo hubieras visto antes, incluso cuando no es así. </p>
<p>Según la teoría del <strong>procesamiento paralelo</strong>, cuando el cerebro trabaja en dos tareas al mismo tiempo, normalmente lo hace a la perfección. Pero si por alguna razón el procesamiento de una de esas tareas se retrasa, cuando finalmente llega la información, el cerebro piensa que ya la había procesado antes. Eso es lo que nos produce la sensación de <em>déjà vu</em>. </p>
<p>Esta teoría se parece mucho a la de la <strong>atención dividida</strong>. Supón que estás escuchando música mientras estudias y no te concentras completamente o en la música o en el estudio. Más tarde podrías no acordarte bien de aquella tarea en la que no estabas concentrado o concentrada. Si, por lo que sea, tiempo después nos ocurre algo similar, tu cerebro tratará de llenar los huecos con lo que recuerda, y eso puede hacerte sentir como si ya hubieras vivido esa situación.</p>
<p>Y, por último, la teoría de las <strong>conexiones neuronales</strong> nos dice que las conexiones entre diferentes regiones del cerebro (las llamadas redes cerebrales) pueden fortalecerse o debilitarse con el tiempo. A veces, esto hace que se active una red que no corresponda a la situación que está sucediendo. Por ejemplo, que se encienda de modo inusual una red de memoria que genere esa sensación de familiaridad.</p>
<p>Aunque estas son algunas ideas para explicar por qué ocurre el <em>déjà vu</em>, todavía plantea un gran misterio para la ciencia. Es una de esas cosas raras y fascinantes que ocurren en nuestro cerebro.</p>
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<p><em>El museo interactivo <a href="https://www.parqueciencias.com">Parque de las Ciencias de Andalucía</a> colabora en la sección The Conversation Júnior.</em></p>
<hr><img src="https://counter.theconversation.com/content/222539/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Francisco José Esteban Ruiz recibe fondos para investigación de la Universidad de Jaén (PAIUJA-EI_CTS02_2023), de la Junta de Andalucía (BIO-302), y está parcialmente financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación, la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER) bajo el proyecto PID2021-122991NB-C21. Además, recibe fondos para investigación de la Fundación Alicia Koplowitz (convocatoria 2021) y es asesor científico de la asociación Síndrome STXBP1.</span></em></p>La inquietante sensación de haber vivido antes algo que no habíamos experimentado hasta ese momento tiene explicación: es un fallo de computación de ese superordenador que llamamos cerebro.Francisco José Esteban Ruiz, Profesor Titular de Biología Celular, Universidad de JaénLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2177622024-02-13T15:35:15Z2024-02-13T15:35:15ZEl orgasmo: una sinfonía cerebral perfectamente orquestada<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/574945/original/file-20240212-24-5rben.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=48%2C26%2C3546%2C2667&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">shutterstock</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-illustration/blend-female-portrait-vivid-colors-on-514475704">agsandrew / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>“Tomaré lo mismo que ella”, le dice Estelle Reiner al camarero mientras señala a Meg Ryan, que acaba de fingir un orgasmo en el restaurante donde ambas se encuentran. Esta <a href="https://www.youtube.com/watch?v=Eg7ScERP8jc">famosa escena</a> de <a href="https://www.filmaffinity.com/es/film540481.html"><em>Cuando Harry encontró a Sally</em></a> (1989) es, sin duda, el orgasmo más conocido de la historia del cine.</p>
<p>Orgasmo. Hemos oído, leído o pronunciado esta palabra en numerosas ocasiones sin, seguramente, pararnos a pensar qué significa. Su origen está en el término griego <em>orgasmos</em>, que a su vez deriva de <em>orgé</em> (“temperamento”, “ira”, “furia”), y del sufijo <em>-asmos</em>, que da idea de “resultado abrupto”, “golpe”. Un orgasmo es la culminación intensa y placentera de la excitación sexual que se caracteriza por contracciones rítmicas de los músculos del suelo pélvico, acompañadas de intenso placer y seguido de una sensación de relajación y satisfacción.</p>
<h2>A la batuta, el sistema nervioso</h2>
<p>Pero ¿y si definimos orgasmo de manera más técnica? Entonces diríamos algo así como que es la intensidad máxima de excitación generada por la estimulación aferente y reaferente de receptores sensoriales viscerales y/o somáticos activados exógena y/o endógenamente, asociados a la aparición de procesos cognitivos de orden superior, seguido por una liberación y resolución (disminución) de la excitación.</p>
<p>Parece un galimatías, pero probablemente nos acerque más al verdadero artífice de esa sinfonía de actividad neuronal: el sistema nervioso. El orgasmo es un evento complejo que involucra una interacción sinérgica entre el cuerpo y la mente. Y qué mejor director de orquesta para interpretarla que nuestro sistema nervioso. </p>
<p>No en vano, los estudios al respecto mediante <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/22465619/">resonancia magnética funcional</a> muestran que para alcanzar un orgasmo es necesaria la activación de múltiples estructuras nerviosas, lo que produce una <em>tormenta simpática hiperactiva</em>. Es decir, un estado en el que el sistema nervioso simpático –el que controla las acciones involuntarias del cuerpo como la respiración o los latidos del corazón– muestra una actividad excesiva. Este frenesí provoca cambios fisiológicos en el organismo como un aumento de la frecuencia cardíaca, la presión arterial o la respiración (que se vuelve mas rápida y profunda). </p>
<h2>Así suena la orquesta del cerebro</h2>
<p>Pero la sinfonía no termina aquí. Además de esta respuesta periférica, hay una activación central que involucra a múltiples regiones cerebrales. Es hora de conocer a sus protagonistas.</p>
<ul>
<li><p>La <strong>corteza sensorial</strong> es la responsable de procesar la información táctil y sensorial, como por ejemplo la estimulación del <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/21797981/">clítoris, el cérvix o la vagina</a>. Durante el orgasmo, esta región cerebral se activa, respondiendo a la estimulación placentera que recibe.</p></li>
<li><p>Las contracciones rítmicas que caracterizan al orgasmo son el resultado de la activación de la <strong>corteza motora</strong>, encargada de coordinar la respuesta muscular que acompaña al clímax sexual. Es como si el cerebro dirigiera una sucesión de movimientos que terminan en un <em>crescendo</em> de placer. </p></li>
<li><p>Los estudios científicos han demostrado que la <strong>corteza visual</strong> también se enciende durante el orgasmo, lo cual sugiere que durante el clímax se presta una mayor atención a las superficies corporales estimuladas y a la <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/14534252/">imaginería visual</a>. </p></li>
<li><p>Aunque en una orquesta todos los instrumentos son importantes, la verdadera estrella cerebral de esta pieza es el <strong>sistema límbico</strong>, centro de las emociones y de la recompensa. Es aquí donde se desata toda la musicalidad del apogeo sexual. Una de las principales estructuras límbicas implicadas es el <strong><a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/22465619/">hipotálamo</a></strong>, que coordina la liberación de hormonas sexuales y neurotransmisores fundamentales para el proceso de excitación sexual y el desarrollo del orgasmo. </p></li>
<li><p>Siguiendo con el compás, la <strong>amígdala</strong> emerge como una protagonista destacada. Esta estructura cerebral está especializada en el procesamiento de emociones, incluyendo aquellas asociadas con la sexualidad, como la excitación y el placer. Durante el orgasmo, la amígdala experimenta un aumento en su actividad, lo que contribuye a intensificar nuestra respuesta emocional y la sensación de placer.</p></li>
<li><p>El <strong>hipocampo</strong>, conocido por su papel en la memoria y el aprendizaje, también tiene su lugar en esta orquesta neuronal. Se encarga de <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/22353205/">codificar y consolidar</a> las experiencias sexuales placenteras. Esto significa que el sistema límbico puede influir en cómo recordamos y procesamos nuestras vivencias sexuales, incluidos los orgasmos. Tales procesos pueden condicionar nuestras <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/22609047/">respuestas emocionales</a> y comportamientos futuros en el ámbito sexual.</p></li>
<li><p>Finalmente, otras estructuras cerebrales como el <strong>cerebelo</strong> y su proyección al <strong>tegmento pontino</strong> participan en los <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/19219848/">componentes cardiovasculares</a> y <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/17413656/">motores</a> del orgasmo. <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/23981195/">Se ha demostrado</a> que la activación del área pontina ventrolateral de las mujeres produce las contracciones del suelo pélvico que son (al menos en parte) responsables del orgasmo físico. En los hombres, esta zona es la que genera las contracciones del suelo pélvico responsables de la eyaculación.</p></li>
</ul>
<h2>Aluvión de neurotransmisores</h2>
<p>En último término, la culpa de todo la tienen los neurotransmisores, esos mensajeros químicos que crean un torbellino de sensaciones placenteras que invaden el cerebro. Veamos qué papel desempeñan.</p>
<ul>
<li><p>La <a href="https://theconversation.com/dopamina-el-neurotransmisor-que-nos-da-la-felicidad-pero-tambien-nos-la-quita-180637">dopamina</a>, conocida como el neurotransmisor del placer y la felicidad, alcanza niveles máximos durante el orgasmo, generando una sensación de éxtasis y recompensa. </p></li>
<li><p>A menudo llamada la <a href="https://theconversation.com/las-flechas-de-cupido-cambian-de-direccion-el-amor-esta-en-el-cerebro-155228">“hormona del amor”</a>, la oxitocina también se libera en grandes cantidades, promoviendo el vínculo emocional y la intimidad entre los compañeros sexuales. Es como si el cerebro estuviera programado para fortalecer los lazos afectivos durante ese momento, fomentando una mayor conexión entre las parejas.</p></li>
<li><p>En el transcurso del orgasmo, el cerebro secreta además <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC5005298/">serotonina</a>, una sustancia relacionada con la regulación del estado de ánimo y el bienestar emocional. Esto contribuye a generar una sensación de satisfacción y felicidad, lo cual nos lleva a entender que el orgasmo no es solo un evento físico, sino también mental. </p></li>
</ul>
<h2>Un saludable apagón</h2>
<p>En este contexto, la experiencia emocional y fenomenológica del orgasmo se ha vinculado con la desactivación de ciertas áreas del cerebro, como la corteza prefrontal, temporal y entorrinal. Se interpreta como un aumento en la percepción de la experiencia placentera y la sensación de saciedad que acompaña al clímax sensorial.</p>
<p>A la luz de todas las investigaciones, puede que no quede claro si es el cerebro quien controla el orgasmo o si ocurre al contrario. De hecho, algunos
<a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/17156391/">estudios</a> demuestran que muchas áreas se desactivan en el momento mismo de la culminación sexual, sugiriendo que el cerebro prácticamente “se apaga”, con excepción del tronco cerebral –responsable de la actividad cardiovascular– y el cerebelo –encargado de los movimientos–. </p>
<p>Lo que sí está comprobado es que el orgasmo puede tener efectos <a href="https://theconversation.com/asi-nos-beneficia-practicar-sexo-con-frecuencia-205054">beneficiosos</a> para la salud: alivia el estrés, mejora el estado de ánimo y fortalece el sistema inmunitario. Además, la liberación de endorfinas y otras sustancias químicas puede tener propiedades analgésicas y antiinflamatorias, aliviando el dolor y promoviendo una sensación de bienestar general.</p>
<p>Después de leer este artículo, seguro que usted coincide con Estelle Reiner y también tomará lo mismo que Meg Ryan.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/217762/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>José A. Morales García no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>El éxtasis sensorial que caracteriza al orgasmo implica a una serie de zonas cerebrales que se activan o desactivan como si fueran los instrumentos de una orquesta.José A. Morales García, Investigador científico en enfermedades neurodegenerativas y Profesor de la Facultad de Medicina, Universidad Complutense de MadridLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2165572024-02-06T18:16:18Z2024-02-06T18:16:18ZLa importancia de los gestos en el desarrollo del lenguaje<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/572805/original/file-20240201-17-5zr6pu.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C8%2C2995%2C2227&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption"></span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/one-year-boy-pointing-looking-aside-53908783">Shutterstock / Olga Sapegina</a></span></figcaption></figure><p>Los humanos gesticulamos de manera espontánea mientras hablamos, y estos movimientos que hacemos con nuestro cuerpo no son ni casuales ni banales: tienen mucha importancia para comunicarnos socialmente los unos con los otros. De hecho, <a href="https://journals.sagepub.com/doi/10.1177/0956797609357327">algunas evidencias científicas recientes</a> parecen indicar que los gestos podrían formar parte de un único sistema comunicativo de los hablantes o, como mínimo, que lenguaje y gestualidad van de la mano. </p>
<p>Si yo digo “¡esto!”, la forma de entender a qué me refiero con esta simple expresión de la persona a la que me dirijo será fijándose en las pistas visuales que utilizo para acompañar esta palabra: ¿estoy haciendo alguna expresión facial que indique, por ejemplo, sorpresa? ¿Estoy señalando algún objeto o evento de mi alrededor? ¿Estoy indicando con mis hombros y mi boca que no sé de qué me estás hablando? </p>
<p>Lo que expresamos va mucho más allá de las palabras que utilizamos (el vocabulario) o de la manera como combinamos estas palabras (la sintaxis). La gestualidad de nuestro cuerpo y también las inflexiones de nuestra voz forman parte de la manera en que lo expresamos y contribuyen al mensaje que transmitimos. </p>
<h2>Los gestos y el aprendizaje de los bebés</h2>
<p>A lo largo de su desarrollo, los niños y las niñas aprenden que los gestos del cuerpo sirven para comunicarse y aprenden que se deben fijar en los gestos de sus interlocutores si quieren participar de manera satisfactoria en las conversaciones de su alrededor. </p>
<p>Este proceso empieza ya en los primeros meses de vida de los bebés. <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/9136265/">Un estudio</a> muy influyente elaborado en los años 90 del siglo pasado demostró que a los cinco meses los bebés ya reaccionan al “efecto McGurk”. El efecto McGurk es una ilusión perceptiva por la cual imaginamos que estamos escuchando /da/ cuando en realidad estamos escuchando /ba/, y esto es por el hecho de que la persona que habla mueve la boca como si dijera /ga/. </p>
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<iframe width="440" height="260" src="https://www.youtube.com/embed/6CrLmdMpBGs?wmode=transparent&start=0" frameborder="0" allowfullscreen=""></iframe>
<figcaption><span class="caption">Efecto McGurk.</span></figcaption>
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<p>Es decir, lo que vemos influye en la manera en la que oímos, porque acústicamente se oye /ba/, pero visualmente se ve /ga/, lo que hace que nuestro cerebro piense que ha escuchado /da/. Parece que los bebés, antes siquiera de producir sus primeras palabras, ya perciben el lenguaje influidos por la manera como los adultos mueven sus labios. </p>
<p>Unos meses más tarde, alrededor del primer aniversario, aparece en la comunicación de los bebés uno de los gestos más cruciales para su desarrollo lingüístico, cognitivo y social: el gesto de señalamiento. Entre los 10 y los 13 meses, los bebés empiezan a señalar las cosas que les interesan o sorprenden de su alrededor y nos indican mediante este gesto el juguete que quieren y que les deberíamos dar. Todavía no hacen frases con el lenguaje oral, pero mediante este simple gesto ya están elaborando una primera frase declarativa (¡mira esto!) o una primera frase imperativa (¡dame lo otro!). </p>
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Leer más:
<a href="https://theconversation.com/afectan-las-pantallas-al-desarrollo-del-lenguaje-infantil-209350">¿Afectan las pantallas al desarrollo del lenguaje infantil?</a>
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<h2>La importancia de señalar</h2>
<p>A las familias y a los educadores interesados en saber si un niño o una niña de 13 o 14 meses está desarrollando sus habilidades comunicativas de manera típica les decimos: ¡fijaos en sus gestos de señalamiento! ¿Señala aquello que le interesa? ¿Señala para indicar algo que le gusta? ¿Señala para pediros que le acerquéis algún objeto de su interés? </p>
<p>Empezar a señalar con intenciones distintas es un hito importantísimo en el desarrollo lingüístico, comunicativo y cognitivo de los bebés. Algunos de los estudios más influyentes sobre este tema han sido liderados por la investigadora <a href="https://psychology.uchicago.edu/directory/Susan-Goldin-Meadow">Susan Goldin-Meadow</a>, de la Universidad de Chicago. Estos estudios han relacionado la cantidad y calidad de gestos de señalamiento con la cantidad de vocabulario unos meses más tarde, y con sus habilidades sintácticas luego. </p>
<h2>Detectar los trastornos del neurodesarrollo</h2>
<p>Si a diferencia de los bebés de su alrededor, nuestro hijo o hija de 14 meses todavía no produce sus primeras palabras, nuestra preocupación debería ser menor si utiliza de manera comunicativa y referencial los gestos de señalamiento. Por el contrario, si el bebé no produce gestos de señalamiento o los utiliza solo con valor imperativo (para pedir) pero no para indicar información relevante o que le interese de su alrededor (para declarar), puede ser un signo de alerta de retraso o alteraciones con el desarrollo del lenguaje o incluso de trastornos como el autismo. </p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/572809/original/file-20240201-17-1it8zb.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/572809/original/file-20240201-17-1it8zb.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/572809/original/file-20240201-17-1it8zb.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=111&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/572809/original/file-20240201-17-1it8zb.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=111&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/572809/original/file-20240201-17-1it8zb.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=111&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/572809/original/file-20240201-17-1it8zb.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=140&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/572809/original/file-20240201-17-1it8zb.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=140&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/572809/original/file-20240201-17-1it8zb.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=140&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/set-hands-showing-different-letters-on-2153182763">Shutterstock / Pixel-Shot</a></span>
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<p>La importancia de los gestos es también muy evidente cuando nos fijamos en el desarrollo lingüístico y comunicativo de los niños y niñas con algún trastorno del neurodesarrollo. </p>
<p>Algunos estudios muestran que los niños y niñas con Trastorno del Desarrollo del Lenguaje (un trastorno que afecta alrededor del 7 % de la población infantil y que todavía está infradiagnosticado) <a href="https://pubs.asha.org/doi/abs/10.1044/1092-4388%282010/08-0197%29">producen más gestos que sus pares con desarrollo típico</a>. En un <a href="https://osf.io/yr9sj/">estudio</a> que hemos llevado a cabo recientemente en nuestro grupo de investigación también hemos observado que la presencia de gestos, acompañados de una modulación de la voz más marcada, puede compensar algunas de las dificultades de estos niños y niñas en la comprensión del lenguaje oral. </p>
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Leer más:
<a href="https://theconversation.com/de-la-sonrisa-a-los-gestos-asi-comienza-un-bebe-a-hablar-130675">De la sonrisa a los gestos: así comienza un bebé a hablar</a>
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<h2>El lenguaje de signos</h2>
<p>El caso de los niños y niñas sordos también es paradigmático: los niños que crecen en familias con padres sordos y que utilizan con ellos la lengua de signos suelen <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC8570554/">aprender la lengua de signos como su lengua materna y al mismo ritmo que los niños no sordos</a>: con las primeras producciones de signos alrededor del año de vida y las primeras combinaciones de signos (equivalente a la combinación de dos palabras) entre los 16 y los 22 meses de edad. De hecho, se sabe que hay niños sordos que han crecido en comunidades donde no han estado expuestos a la lengua de signos ni al lenguaje oral y que sin embargo <a href="https://www.nature.com/articles/34646">desarrollan su propia lengua de signos a partir de los gestos</a>, usándolos como modo de comunicación principal en la interacción con su familia u otros niños. </p>
<p>La modalidad visual es pues su principal forma de comunicación con sus interlocutores y, por lo tanto, su sistema lingüístico se basa en los movimientos del cuerpo.</p>
<h2>La importancia de los gestos</h2>
<p>En definitiva, los estudios realizados sobre la relación entre los gestos y el lenguaje oral en niños y niñas nos remarcan, entre otras muchas cosas, la importancia de observar de cerca el desarrollo gestual en edades tempranas, de incitar a que los bebés señalen para comunicarse y de usar gestos cuando hablamos con un niño o niña con déficit auditivo o con trastorno del desarrollo del lenguaje.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/216557/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Núria Esteve-Gibert recibe fondos del Ministerio de Ciencia e Innovación (proyecto PID2020-115385GA-I00). </span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Albert Giberga recibe fondos del Ministerio de Ciencia e Innovación (proyecto PID2020-115385GA-I00).</span></em></p>Los gestos son tan fundamentales en nuestra comunicación que su progresiva adquisición (o no) durante la infancia puede servir para detectar problemas de desarrollo.Núria Esteve-Gibert, Profesora agregada y Directora del Máster en Dificultades del Aprendizaje y Trastornos del Lenguaje, UOC - Universitat Oberta de CatalunyaAlbert Giberga, UOC - Universitat Oberta de CatalunyaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2220682024-02-05T20:23:58Z2024-02-05T20:23:58Z¿Existe algún método científico para averiguar la edad de nuestro cerebro?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/572133/original/file-20240130-17-u3hu9f.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=17%2C0%2C2882%2C1931&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Imágenes de varios cerebros obtenidas por resonancia magnética.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/magnetic-resonance-image-mri-brain-118491940">Triff / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>En los últimos años, los científicos están explorando nuevas vías para entender el proceso de <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/25528930/">envejecimiento</a> humano. Y, en particular, cómo afecta el paso del tiempo al funcionamiento del órgano más complejo: el cerebro. </p>
<p>El envejecimiento es un proceso biológico, psicológico y social que genera cambios progresivos y acumulativos en la estructura y función de un organismo. Generalmente, lo evaluamos basándonos en el concepto tradicional de edad –los años que cumplimos desde nuestro nacimiento–, aunque ya existen nuevos métodos –como el de los <a href="https://theconversation.com/como-podemos-saber-nuestra-edad-biologica-mas-alla-de-lo-que-ponga-en-el-carnet-de-identidad-218310">relojes epigenéticos</a>– para conocer el grado real de desgaste del organismo al margen de lo que figure en nuestro carnet de identidad.</p>
<p>En el caso específico del cerebro, las técnicas avanzadas de neuroimagen también están permitiendo establecer objetivamente si se conserva en buen estado o tiene más achaques de lo que correspondería por la edad de su propietario. </p>
<h2>Inspeccionando los recovecos del cerebro</h2>
<p>El envejecimiento del cerebro se mide con una técnica conocida, precisamente, como <em>brain-age</em> o “edad cerebral”, actualmente en fase de experimentación. Por lo general, los científicos utilizan la medida <em>brain-predicted age difference (brain-PAD</em>) –“diferencia de edad cerebral predicha”–, que aplica el modelo <a href="https://github.com/james-cole/brainageR">brainageR</a>. Este sistema usa técnicas de <em>machine learning</em> o aprendizaje automático, un tipo de inteligencia artificial.</p>
<p>Se siguen los siguientes pasos. En primer lugar, los científicos examinan el estado anatómico, la forma y el volumen del cerebro del paciente mediante una resonancia magnética estructural (MRI). Después, comparan la información con la de otras imágenes cerebrales almacenadas en la base de datos, estableciendo lo que sería típico para una persona de su edad. </p>
<p>El resultado final es el <em>brain-PAD</em>: un valor positivo indica que el cerebro parece más viejo de lo esperable por los años cumplidos del participante, mientras que una puntuación negativa apunta a lo contrario. </p>
<h2>¿Para qué sirve conocer la edad cerebral?</h2>
<p>Este método de datación biológica podría deparar beneficios para la salud, el bienestar mental y la planificación del envejecimiento. Diferentes estudios han corroborado que saber nuestra edad cerebral permite predecir futuros trastornos tanto físicos como mentales. </p>
<p>Así, en un estudio reciente, <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/37804610/">el neurocientífico Fengqing Zhang y sus colaboradores</a> encontraron que tanto una edad biológica elevada (cálculo que toma en cuenta factores como la salud del sistema cardiovascular, la densidad ósea, la función cognitiva y otros indicadores de bienestar físico y mental) como una edad cerebral superior a la cronológica se asociaban con un mayor riesgo de sufrir depresión, ansiedad, diabetes, hipertensión o ictus cerebral. </p>
<p>En <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/36087560/">otro trabajo</a>, los investigadores observaron que las probabilidades de padecer demencia aumentan un 3 % por cada año adicional de edad cerebral. Los resultados sugieren que conocer nuestro <em>brain-PAD</em> podría ayudar a identificar precozmente dicho riesgo. </p>
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Leer más:
<a href="https://theconversation.com/superancianos-con-superneuronas-por-que-hay-cerebros-que-desafian-el-paso-del-tiempo-195853">Superancianos con superneuronas: ¿por qué hay cerebros que desafían el paso del tiempo?</a>
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<p>También se ha estudiado el potencial de esta herramienta para predecir la mortalidad. Una investigación <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/28439103/">asociaba</a> un <em>brain-PAD</em> positivo con una mayor probabilidad de morir antes de los 80 años. Además, cada año adicional de edad cerebral predicha aumenta el riesgo de fallecimiento en un 6,1 %. </p>
<h2>Invierta en su reserva cognitiva</h2>
<p>La pregunta surge sola: ¿está en nuestra mano retrasar el envejecimiento cerebral? La respuesta es sí. Las evidencias sugieren que podemos influir en la edad real de nuestro cerebro a través de la construcción y el mantenimiento de lo que se conoce como reserva cognitiva. </p>
<p>La reserva cognitiva es la capacidad del cerebro para resistir los daños o compensar la pérdida de funciones cognitivas. Mantenernos activos mentalmente, involucrarnos en actividades cognitivas, el aprendizaje continuo, hacer ejercicio regularmente y adoptar un estilo de vida saludable contribuyen a fortalecer este “seguro de vejez”. Son especialmente recomendables las actividades que desafían nuestra mente, como aprender idiomas, hacer puzles, tejer, pintar, participar en juegos de mesa de estrategia, etc.</p>
<p><div data-react-class="InstagramEmbed" data-react-props="{"url":"https://www.instagram.com/p/C2bFVMSuoVK/?utm_source=ig_web_copy_link\u0026igsh=MzRlODBiNWFlZA==","accessToken":"127105130696839|b4b75090c9688d81dfd245afe6052f20"}"></div></p>
<p>En definitiva, la capacidad de predecir el envejecimiento aparente del cerebro ofrece oportunidades para realizar intervenciones tempranas y personalizadas. Además, el cálculo de la edad cerebral podría desempeñar un papel esencial en la identificación de candidatos para ensayos clínicos, facilitando la evaluación de terapias neuroprotectoras y antienvejecimiento.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/222068/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Adriana Castro Zavala no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Las avanzadas técnicas de neuroimagen permiten determinar si nuestro cerebro se conserva bien o tiene más achaques de los atribuibles a la edad que marca el carnet de identidad. Saberlo sirve para predecir, por ejemplo, el riesgo de sufrir demencia.Adriana Castro Zavala, Neurocientífica, Universidad de MálagaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2224472024-02-01T19:07:42Z2024-02-01T19:07:42ZNeuralink: lo que hay detrás y el futuro de implantes cerebrales como el creado por Elon Musk<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/572785/original/file-20240201-27-dz0q7b.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=156%2C117%2C8154%2C5540&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/bci-brain-computer-interface-chip-embedded-1997563814">Sergey Novikov/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>El mundo acaba de conocer que una de las múltiples empresas de Elon Musk, Neuralink, ha implantado un <em>chip</em> cerebral en, al menos, un paciente. Del paciente se desconoce casi todo, salvo que podría padecer una parálisis por lesión en la médula espinal, o quizá por ELA. </p>
<p>Después de varios años en desarrollo, y de diversas pruebas insertando un dispositivo similar en animales como cerdos o monos, Neuralink lo ha probado en humanos, objetivo último y prioritario de todos los desarrollos de estimulación intracraneales. </p>
<h2>Telepatía, uno entre tantos</h2>
<p>Elon Musk ha llamado a este dispositivo <em>Telepathy</em> (Telepatía, en español), comunicando, con una potente metáfora, lo que permitirán este tipo de implantes cerebrales. Musk no duda que la telepatía será un hecho, y anuncia que el paciente podrá hacer llamadas telefónicas, manejar un ordenador o comunicarse sin mover sus propios músculos, que se hallan comprometidos. Lo hará, sencillamente,_ pensando_.</p>
<p>Pero lo que presenta ahora Elon Musk no es nada nuevo desde el punto de vista del desarrollo científico. Nada que los investigadores no conocieran ya. Nada que otras empresas no hayan desarrollado y probado en muchos, cientos, de laboratorios de todo el mundo. </p>
<h2>Los dispositivos intracerebrales que ya están en uso</h2>
<p>La inserción de electrodos intracerebrales es una técnica que tiene décadas de recorrido y se está utilizando, desde hace tiempo, en el tratamiento de diversos trastornos, desde los más puramente neurológicos hasta los psiquiátricos o de la mente. </p>
<p><a href="https://academic.oup.com/brain/article/146/11/4456/7224420">La neurocirugía con inserción de dispositivos de estimulación de y/o de atenuación o inhibición neurológica se usa ya regularmente y de forma exitosa para casos de párkinson, temblores</a>, distonías, epilepsia, síndrome de Tourette (trastorno que se caracteriza por la presencia de tics y movimientos repetidos indeseados), y para el trastorno obsesivo-compulsivo. </p>
<p>También se recurre a <a href="https://www.nature.com/articles/s41598-023-46300-y"><em>chips</em> intracraneales en casos de depresión, dolor crónico, adicciones,</a> e incluso demencia y <a href="https://theconversation.com/neuroestimulacion-para-adelgazar-esta-es-su-base-cientifica-171312">obesidad</a>. </p>
<h2>Ensayos de telepatía</h2>
<p>Ya se han realizado con éxito, utilizando electrodos similares, interesantes experimentos de “telepatía” que tratan de “leer” la actividad cerebral y traducirla en órdenes. </p>
<p>Un total de 29 personas dieron su consentimiento para un extraño experimento: mientras les operaban en el cerebro para tratar su epilepsia, escucharon en el quirófano <em>Another Brick on the Wall</em>, de Pink Floyd. Mientras ocurría, se grabaron las ondas cerebrales, la actividad eléctrica de las regiones del cerebro sintonizadas con el tono, el ritmo, la armonía y la letra de la canción. Diez años después, en el laboratorio, <a href="https://academic.oup.com/brain/article/146/11/4456/7224420">los investigadores de la Universidad de Berlín que idearon la investigación</a> revisaron las grabaciones y decodificaron. Anteriores trabajos ya habían conseguido crear un sistema capaz de discernir entre estilos musicales leyendo solo las ondas cerebrales. Pero con Pink Floyd dieron un paso más: a partir de las grabaciones, pudieron leer frases completas de la canción totalmente reconocibles.</p>
<p>También son numerosos los ejemplos de experimentos como el anterior, la mayoría aún con carácter experimental, que han demostrado tener éxito en<a href="https://www.medicalnewstoday.com/articles/brain-body-linking-microchip-helps-paralyzed-man-regain-movement-in-arm"> pacientes con distintos tipos de parálisis</a>. </p>
<h2>Afectar a las neuronas con impulsos eléctricos</h2>
<p>Las neuronas, nuestras principales células cerebrales, son básicamente dispositivos electroquímicos. Para comunicarse entre sí utilizan sustancias químicas. De ahí que mediante la farmacología podamos intervenir, de manera más o menos directa, en trastornos que afectan al cerebro, como la depresión.</p>
<p>Pero para que la química funcione, las neuronas tienen que activarse. La actividad química no tendría lugar sin las corrientes eléctricas que generan y recorren las propias neuronas. Por eso podemos también alterar su funcionamiento mediante impulsos eléctricos. Podemos pensar en “reestablecer” la corriente, resetearnos o cambiar de onda con pulsos eléctricos que traten la depresión o el dolor, por ejemplo. Tratamientos con pulsos eléctricos para lo mismo que hasta este momento se usan fármacos. </p>
<p>Existen varias formas de hacer esto, y algunas son poco o nada invasivas (no se meten dentro del cerebro), como la<a href="https://www.dovepress.com/advancements-in-transcranial-magnetic-stimulation-research-and-the-pat-peer-reviewed-fulltext-article-NDT"> estimulación magnética transcraneal</a> o la colocación de electrodos en el cuero cabelludo. Pero no son tan precisas como estimular directamente el cerebro. Ganamos precisión y, sin duda, efectividad, si nos metemos “dentro” de la cabeza, si conectamos los electrodos directamente en el cerebro.</p>
<h2>Volver a leer un libro</h2>
<p>La estimulación cerebral profunda y el registro directo de la actividad cerebral están dando saltos de gigante en los últimos años. Y esto se debe a una confluencia fortuita de factores. </p>
<p>Para empezar, los enormes avances en inteligencia artificial (IA). Gracias a estos algoritmos, que aprenden de la experiencia y que mejoran en sus ajustes en sucesivos ensayos, la estimulación cerebral profunda y la lectura de la actividad cerebral intracerebral están consiguiendo hitos antes inimaginables. </p>
<p><a href="https://www.nature.com/articles/s41591-023-02638-4">La revista <em>Nature</em> recogió recientemente un interesante estudio con cinco pacientes con graves problemas cognitivos de atención y memoria</a>, fruto de una lesión en las conexiones fronto-estriatales del cerebro. Tras estimular una parte del tálamo (núcleo central lateral), mejoraban visiblemente. Por fin podían leer libros o ver películas sin perder el hilo. </p>
<p>Los algoritmos de IA necesitaron semanas para aprender a proporcionar la descarga eléctrica en el momento y la medida justos, pero el esfuerzo mereció la pena. Tanto, que algún paciente pidió que no le apagaran el dispositivo, algo que era necesario para el control experimental.</p>
<p>Hace unos meses se publicaron dos artículos en <em>Nature</em>
que mostraban cómo <a href="https://www.nature.com/articles/s41586-023-06377-x">pacientes con ELA avanzado</a>, o <a href="https://www.nature.com/articles/s41586-023-06443-4">con parálisis por otras causas,</a>, podían volver a hablar. Un dispositivo intracerebral leía su actividad en diversas áreas, entre ellas las del habla, y lo traducía a sonidos que emitía un altavoz, que además emulaba su voz original. </p>
<p>En un futuro no inmediato podremos “ver” directamente <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0893608023006470">lo que imagina un paciente, algo en lo que se está trabajando</a>. Y suma y sigue. Y todo esto, al margen de Musk y su Neuralink.</p>
<h2>Elon Musk y las puertas del dinero</h2>
<p>Pero hay otro factor que sin duda está contribuyendo a los enormes avances que estamos viviendo en los últimos años, y aquí sí que tiene mucho que ver Elon Musk. No ha descubierto la pólvora con Telepatía, pero sí está incentivando la competencia empresarial y una gran inversión económica para mejorar los productos con los que podemos estimular y leer la actividad cerebral. </p>
<p>Su dispositivo actual es inalámbrico, y se disimula muy bien una vez insertado, dos avances importantes para el bienestar de los pacientes. Además, su empresa ha desarrollado un método de implantación mediante cirugía robotizada, lo que reduce considerablemente el riesgo de errores humanos. </p>
<p>Lo indiscutible es que Elon Musk proporciona mucha visibilidad. Todo el mundo está pendiente de lo que hace o dice el magnate. Por eso, que Elon Musk se haya embarcado en esta aventura hace que esta tecnología sea conocida y se convierta en un foco de atención social. Y esto puede ser muy beneficioso.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/222447/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Manuel Martin-Loeches Garrido recibe fondos del Ministerio de Ciencia e Innovación a través del programa de Proyectos de Generación de Conocimiento. </span></em></p>Neuralink acaba de presentar Telepatía, el primer implante cerebral que ha probado en un humano con éxito. No es el único ni el primero. Elon Musk no está loco. Esto es lo que hay detrás y el futuro en la investigación de los chips implantados en el cerebro.Manuel Martin-Loeches Garrido, Catedrático de Psicobiología, Universidad Complutense de MadridLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2199712024-01-28T22:43:47Z2024-01-28T22:43:47ZPor qué el teatro nos emociona tanto<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/565984/original/file-20231110-29-tfqzu3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=7%2C7%2C5270%2C3252&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/collective-musicians-singers-dancers-gypsy-costumes-2098317325">Kozlik/shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Históricamente, el teatro ha desempeñado un importante papel como forma de <a href="https://press.uchicago.edu/ucp/books/book/chicago/C/bo3643441.html">expresar fielmente la realidad social</a>. Sin embargo, tiene sus propias características, símbolos y signos, por lo que no siempre es fácil entenderlo y disfrutarlo.</p>
<p>En un <a href="https://journal.unpar.ac.id/index.php/melintas/article/view/3391">estudio publicado en 2017</a>, descubrí que al ver una obra de arte, incluso una de teatro, disfrutamos de <a href="https://philpapers.org/rec/KELEOA">una representación única de un objeto imaginado</a>, como se describe en el libro <a href="https://www.taylorfrancis.com/books/mono/10.4324/9780203857069/imaginary-jean-paul-sartre"><em>El imaginario</em></a> del filósofo y dramaturgo francés Jean-Paul Sartre. </p>
<p><a href="https://journal.unpar.ac.id/index.php/Sapientia/article/view/6677">Continué esta investigación en 2023</a> utilizando un enfoque empírico para observar el arte, el enfoque <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/26993278/"><em>neuroestético</em></a>, cuyo objetivo es observar la relación entre la experiencia estética (el sentimiento objetivo del arte que surge del reconocimiento de que algo es realmente bello) y la función cerebral al ver teatro.</p>
<p>Gracias a este enfoque, podemos ver la experiencia estética del público de forma más concreta, al <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/26993278/">vincular la mirada y la red de sistemas nerviosos del cerebro</a>. De este modo, podemos comprender mejor las emociones que surgen al contemplar las artes escénicas.</p>
<h2>¿Qué es la neuroestética?</h2>
<p>La neuroestética es un campo de estudio interdisciplinar que investiga <a href="https://www.sciencedirect.com/topics/psychology/neuroaesthetics">la relación entre neurociencia y estética</a>. Su objetivo es comprender cómo el cerebro procesa y responde a la belleza, y cómo las experiencias estéticas pueden <a href="https://www.artandobject.com/articles/neuroaesthetics-how-art-scientifically-proven-help-brain-health">afectar a los sentimientos, pensamientos y comportamiento de una persona</a>.</p>
<p>La neuroestética puede <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7075503/">conciliar las visiones objetiva y subjetiva del arte</a>. Por ejemplo, demostrando que ciertos estímulos visuales, como los colores o ciertos símbolos en escenas teatrales, pueden suscitar respuestas estéticas positivas en diferentes culturas e individuos. </p>
<p>Por ejemplo, existen <a href="https://www.color-meanings.com/color-symbolism-different-cultures/">diferentes significados del color rojo en distintas regiones</a>. En América del Norte y Europa, el rojo se considera un símbolo de pasión, emoción y amor, mientras que en América Central y del Sur, aunque el rojo sigue simbolizando la pasión y la emoción, también se asocia a menudo con el cristianismo, concretamente con la sangre de Cristo y la crucifixión. Por su parte, los países asiáticos consideran el color rojo como símbolo de prosperidad. </p>
<p>Al mismo tiempo, la neuroestética también hace hincapié en el papel del contexto y los <a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fpsyg.2019.00798/full">condicionamientos culturales en la configuración de la propia experiencia estética</a>. <a href="https://academic.oup.com/edited-volume/35428/chapter-abstract/303192406?redirectedFrom=fulltext">Un estudio</a> reveló que factores como las normas sociales, los antecedentes históricos y las experiencias personales también pueden influir en nuestra percepción de la belleza y en la forma en que respondemos a determinadas experiencias estéticas. </p>
<h2>La experiencia de ver cuadros europeos o chinos</h2>
<p>Por ejemplo, <a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fpsyg.2019.00798/full">una investigación de 2019</a> intentó establecer una comparación entre la experiencia estética de las personas al contemplar pinturas europeas y chinas empleando la técnica de la resonancia magnética funcional (IRMf). La IRMf es una herramienta para detectar qué zonas del cerebro están activas mientras se realizan diversas tareas.</p>
<p>La experiencia estética de una persona al mirar cuadros europeos mostraba una activación cerebral <a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fpsyg.2019.00798/full">diferente</a> que al mirar cuadros chinos. </p>
<p>Las pinturas europeas activaban emociones más intensas en las áreas visual y sensoriomotora, el córtex cingulado posterior, que regula el foco de atención, y el hipocampo, asociado a la memoria.</p>
<p>Pero al observar pinturas chinas tradicionales, que generalmente utilizan perspectivas geométricas diferentes y hacen más hincapié en la información contextual, los participantes en el estudio mostraron una mayor actividad neuronal en la corteza occipital, que procesa la información visual, así como en el lóbulo parietal, que se encarga de responder a estímulos e interpretar mensajes.</p>
<p>Basándonos en estos estudios, podemos ver que la comprensión y el juicio del arte se basan básicamente en el gusto personal y la interpretación dentro de la <a href="https://journals.sagepub.com/doi/pdf/10.1068/i0450aap">experiencia estética de cada individuo</a>. En este contexto, por supuesto, las afirmaciones unilaterales no pueden ser objetivas, porque cada individuo tiene una experiencia estética diferente que no se puede generalizar.</p>
<p>Además, la suposición de que el arte es “bello” es esencialmente absurda. <a href="https://www.rep.routledge.com/articles/thematic/marxist-aesthetics/v-1">El arte siempre presenta dos caras a la vez: una bella y otra no bella</a>. Por supuesto, la palabra “bello” aquí puede cambiarse según el gusto de cada uno; por ejemplo: teatro humorístico, teatro crítico, teatro absurdo/complejo, etcétera. </p>
<p>Al valorar las obras de arte, tendemos a utilizar nuestra experiencia estética para desarrollar preferencias. Pero, en realidad, en la valoración de las obras de arte también pueden influir otros factores, como <a href="https://www.jstor.org/stable/4140217">el conocimiento y la experiencia previos con obras de arte similares</a>.</p>
<h2>Nuestro cerebro nos permite “vivir” el teatro</h2>
<p>Disfrutar de una <a href="https://www.nytimes.com/2019/07/15/t-magazine/most-important-contemporary-art.html">obra de arte</a>, en este caso de una representación teatral, a menudo hace que nos invadan diversas emociones.</p>
<p>Cuando vemos una representación teatral, nos concentramos plenamente en nuestros sentidos visuales y auditivos. Cuando vemos a los actores representar una escena emotiva, por ejemplo, <a href="https://www.researchgate.net/publication/310153464_Playing_with_Empathy_in_Theatre">se activa automáticamente la región del cerebro implicada en la empatía</a>. </p>
<p>Esto sugiere que podemos procesar las emociones presentes en el escenario e imaginarlas. Además, el uso de la música y el sonido en el teatro también desempeña un papel importante a la hora de <a href="https://www.popmatters.com/how-important-is-music-to-theatre">mejorar la experiencia estética</a>. Porque la música y el sonido pueden crear una ilusión más fuerte, uniendo al público con la escena. Por ejemplo, en un momento triste la música tiende a contener notas desgarradoras.</p>
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Leer más:
<a href="https://theconversation.com/historia-del-eterno-romance-entre-la-musica-y-el-cine-217036">Historia del eterno romance entre la música y el cine</a>
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<p>Durante una representación teatral, <a href="https://journals.sagepub.com/doi/full/10.1177/2374373517699267">empatizamos</a> con lo que ocurre en el escenario. El público no sólo observa la obra, sino que también comprueba en su interior sus recuerdos, sentimientos, conjeturas y perspectivas sobre lo que ocurre en el escenario. Los espectadores <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S002210312100038X">dan vida al personaje interpretado por el actor y lo imaginan en su mente</a>.</p>
<p>Básicamente, la empatía es el puente entre el público y los actores. Cuando vemos una acto de tortura, nuestro cerebro tiende a <a href="https://discovery.researcher.life/article/art-experience-and-alterity-reflections-in-the-horizon-of-ethical-and-aesthetic-education/1194347919963f42bcf1cfbe7c60fced">asociarse con la víctima</a>. Podemos sentir el dolor de ser golpeados y la emoción de la escena. </p>
<p>Gracias a la activación en nuestro cerebro de diferentes áreas sensoriales, podemos “vivir” intensamente lo que les sucede a los actores. Es la magia del teatro.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/219971/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Yogie Pranowo no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Los estímulos visuales y auditivos que recibimos activan en nuestro cerebro diferentes áreas que nos permiten percibir la belleza y sentir en primera persona lo que ocurre en el escenario.Yogie Pranowo, Adjunct Associate Lecturer, Universitas Multimedia NusantaraLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2210682024-01-21T22:05:34Z2024-01-21T22:05:34Z¿Es lo mismo tener altas capacidades intelectuales que ser altamente sensible?<p>Los estereotipos que rodean a las personas muy inteligentes han ido evolucionando con los años. En la imaginación colectiva predominan dos imágenes. En la primera, las personas con altas capacidades son excelentes en todos los ámbitos de su vida. La segunda visión se relaciona con el mito del genio inadaptado y problemático, especialmente en áreas socioemocionales. </p>
<p><a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fpsyg.2016.00368/full">Alrededor de dos tercios</a> de la población tienen esta segunda imagen. Sin embargo, <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/33998437/">la evidencia científica</a> no sugiere la presencia de mayores <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/36181607/">problemas socioemocionales</a>. </p>
<p>Por otro lado, el concepto de <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/9248053/">personas altamente sensibles</a> (PAS) surge a finales de los años 90 del pasado siglo. Una de sus características es el procesamiento profundo de los estímulos: son personas que analizan la información de manera exhaustiva y reflexiva, prestando atención a sutilezas y matices. Este solape con algunos rasgos de las personas con alta capacidad, junto con varios autores que han señalado comportamientos similares, han llevado a <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0092656623000387#:%7E:text=High%20Sensory%20Processing%20Sensitivity%20not%20a%20distinctive%20characteristic%20of%20giftedness.&text=Openness%20partially%20explains%20a%20higher%20score%20of%20the%20gifted%20on%20positive%20sensitivity.&text=Neuroticism%20partially%20explains%20a%20lower%20score%20of%20the%20gifted%20on%20negative%20sensitivity.&text=Lower%20negative%20sensitivity%20potentially%20implies%20higher%20resilience.">suponer que la alta sensibilidad es una característica</a> que define a las personas con altas capacidades. </p>
<h2>Sobre las emociones y los sentimientos</h2>
<p>Los avances de las últimas décadas en el estudio de las emociones y los sentimientos a través de la neurociencia han permitido proponer teorías que unifican la dicotomía cuerpo-mente. Hoy, entendemos al ser humano como un sujeto cuya configuración neurobiológica da lugar a un complejo entramado y proceso que lo convierte en <a href="https://www.planetadelibros.com/libro-en-busca-de-spinoza/50099">una unidad sintiente y pensante</a>. </p>
<p>Es decir, un organismo que puede percibir el entorno que le rodea y a sí mismo, activar los mecanismos para responder a los estímulos endógenos y exógenos (de dentro y fuera del organismo), y evaluar tanto los estímulos como la respuesta. No sólo respondemos a los estímulos: tenemos la capacidad de configurar complejas imágenes mentales con conciencia de nosotros mismos. Estas imágenes son representaciones internas que aglutinan la información recogida de los estímulos, la recreación de experiencias pasadas y se usan para construir la idea de un sentimiento. </p>
<p><a href="https://www.planetadelibros.com/libro-en-busca-de-spinoza/50099">Las emociones y los sentimientos</a> se producen en los seres humanos en esta matriz cuyos escenarios parecen dos (el cuerpo y la mente), pero en el fondo suponen uno solo. El proceso comienza con un estímulo que, por sus características, es capaz de desencadenar una reacción en otro lugar del cerebro. Esto provoca una respuesta emocional a nivel corporal (por ejemplo, alteraciones en el ritmo cardíaco o sudoración) y cerebral. </p>
<p>Estas respuestas son cartografiadas por el cerebro y su imagen mental supone el componente básico de los sentimientos. Las personas disponemos de un registro de esas imágenes (memoria autobiográfica) que nos permite poner nombre a lo que sentimos.
Esta imagen mental (sentimiento) y las nuevas respuestas fisiológicas que genere (emociones) dan lugar a un proceso de influencias mutuas que puede reverberar y amplificarse o consumirse.</p>
<h2>Particularidades de las personas con altas capacidades</h2>
<p>Las personas con altas capacidades cuentan con unas características <a href="https://link.springer.com/chapter/10.1007/978-1-4020-6162-2_11">neurobiológicas</a> <a href="https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/02783193.2010.508154">innatas diferenciales</a>, tanto en lo que atañe a la estructura cerebral como a su funcionamiento (diferencias en la activación, actividad y conexión entre áreas). Esto se relaciona con características cognitivas distintivas: tienen un mayor torrente de ideas, la capacidad de conectar diferentes temáticas y mayor velocidad en la comprensión de ideas complejas. </p>
<p>También presentan una mayor excitabilidad <a href="https://psycnet.apa.org/record/2016-48900-001">imaginativa e intelectual</a>. Esto quiere decir que se muestran fervientemente apasionados dada su fascinación por las ideas y desafíos intelectuales. Y eso puede conducirles a una fuerte conexión con mundos ficticios y creativos.</p>
<p>Sin embargo, a nivel fisiológico no se ha observado una <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0092656623000387#:%7E:text=High%20Sensory%20Processing%20Sensitivity%20not%20a%20distinctive%20characteristic%20of%20giftedness.&text=Openness%20partially%20explains%20a%20higher%20score%20of%20the%20gifted%20on%20positive%20sensitivity.&text=Neuroticism%20partially%20explains%20a%20lower%20score%20of%20the%20gifted%20on%20negative%20sensitivity.&text=Lower%20negative%20sensitivity%20potentially%20implies%20higher%20resilience.">reactividad</a> <a href="https://psycnet.apa.org/record/2016-48900-001">superior</a>, porque los estímulos no generan en ellas emociones más intensas. </p>
<p>Además, <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0092656623000387#:%7E:text=High%20Sensory%20Processing%20Sensitivity%20not%20a%20distinctive%20characteristic%20of%20giftedness.&text=Openness%20partially%20explains%20a%20higher%20score%20of%20the%20gifted%20on%20positive%20sensitivity.&text=Neuroticism%20partially%20explains%20a%20lower%20score%20of%20the%20gifted%20on%20negative%20sensitivity.&text=Lower%20negative%20sensitivity%20potentially%20implies%20higher%20resilience.">puntúan más bajo</a> que la población normal en la <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/34285606/">escala de persona altamente sensible</a> en cuanto a la reactividad emocional y fisiológica.</p>
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Leer más:
<a href="https://theconversation.com/ser-hipersensible-una-ventaja-o-una-desventaja-182474">Ser hipersensible: ¿una ventaja o una desventaja?</a>
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<p>Sí tienen otras cosas en común con las personas altamente sensibles: puntúan más alto que la población normal en tres subescalas positivas del mismo cuestionario (sensibilidad socio-afectiva, sensibilidad estética y comodidad sensorial). Esto se relaciona con un rasgo de personalidad llamado “apertura” (disposición a experimentar nuevas ideas, emociones y actividades). Y, dado que la apertura está más estrechamente <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2937090/">ligada con la inteligencia verbal</a>, podría alinearse con la capacidad que tienen las personas con altas capacidades para la elaboración de ricos y complejos discursos mentales.</p>
<h2>Sentimientos producto del pensamiento</h2>
<p>La retroalimentación de un intelecto poderoso como es el de las personas con altas capacidades es mayor, sin que necesariamente las respuestas fisiológicas emocionales lo sean. Su torrente de ideas da origen a un bucle de sentimientos expansivo, es decir, la lectura e interpretación por parte del cerebro del proceso de emociones-sentimientos que se ha puesto en marcha es más prolífera. No es que las emociones se sientan con más fuerza, sino que el proceso asociativo de ideas es considerablemente más extenso.</p>
<p>Los sentimientos no dependen únicamente de la sensibilidad en la captación de estímulos, ni de la reactividad fisiológica. Los sentimientos se construyen en la esfera del pensamiento y se nutren de la evocación del registro de nuestras experiencias previas y de la proyección de futuras posibilidades. Todo esto lo proporcionan los recursos cognitivos. Y si hay algo que distingue a las personas con altas capacidades es, precisamente, la parte intelectual. </p>
<p>En vez de afirmar que las personas con altas capacidades tienen alta sensibilidad resulta más adecuado decir que disponen de una mayor intensidad sentimental. Así apuntamos a la idea de que sus sentimientos son más complejos y pueden retroalimentarse.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/221068/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Paloma Merello Giménez recibe fondos de la Universitat de València, bajo el proyecto de innovación educativa UV-SFPIE_PIEE-2730082.</span></em></p>No es lo mismo una emoción que un sentimiento, ni es lo mismo ser altamente sensible que tener altas capacidades, aunque hay puntos en común.Paloma Merello Giménez, Profesora Titular de Universidad en Finanzas y Contabilidad. Coordinadora de proyectos sobre desarrollo del talento, Universitat de ValènciaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2196932024-01-18T17:40:02Z2024-01-18T17:40:02Z¿Para qué sirve realmente la hipnosis? Desmontamos algunos mitos<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/568027/original/file-20240105-25-zazsuq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=20%2C50%2C6689%2C4416&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/psychotherapist-patient-office-hypnotherapy-session-1705371610">New Africa/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Quizá por culpa del cine y la televisión, muchos todavía asocian la hipnosis a números de magia o a practicantes de oscuros sortilegios que nos arrebatan la voluntad. Pero si la despojamos de los mitos que la rodean, veremos que se trata de una técnica bien asentada en la evidencia científica y que nos puede deparar determinados beneficios en ciertas circunstancias. Nada más y nada menos. </p>
<p>La polémica sobre qué es realmente la hipnosis surgió desde sus mismos orígenes. Normalmente se definía como sueño inducido, puesto que las inducciones estaban asociadas al sueño o la relajación. </p>
<p>Sin embargo, esta característica de somnolencia o pasividad tuvo pronto detractores. En 1924, <a href="https://psycnet.apa.org/record/1926-07638-001">el psicólogo Wesley Raymond Wells</a> acuñó el concepto de “hipnosis despierta”, proponiendo un método de inducción en el que la persona se mantenía en vigilia y alerta.</p>
<p>Hoy, podemos definirla como <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1002/da.22046">un estado de atención concentrada unido a una disociación de pensamientos y sensaciones que quedan fuera de la conciencia</a>. Es decir, se trata de una técnica que ayuda a centrar la atención y dejar a un lado la distracción.</p>
<p>Aunque resulta difícil llegar a un consenso sobre el concepto de hipnosis, ya que influye la orientación teórica del investigador o del terapeuta, sí podemos abordar las siguientes preguntas, como apuntábamos al principio: ¿hasta qué punto está avalada por la ciencia? ¿Para qué casos es realmente eficaz? </p>
<h2>Evidencias científicas</h2>
<p>En el siglo XX, las investigaciones <a href="https://datos.bne.es/edicion/bimo0001610397.html">se centraron en el estudio de la sugestión</a>, que fue condiderada como parte esencial e indisoluble de la hipnosis. O sea, la predisposición que tenemos ante el estímulo hace que vivamos la experiencia de una forma u otra.</p>
<p>En la actualidad, existen <a href="https://scholar.google.es/citations?hl=es&user=tpy76ewAAAAJ">muchos estudios</a> sobre los indicadores psicológicos y fisiológicos de la hipnosis, así como sus bases neurológicas. Y también sobre los factores cognitivos relacionados y la experiencia subjetiva de los sujetos hipnotizados. </p>
<p>La disponibilidad de técnicas de imágenes funcionales y la creciente aceptación del “inconsciente cognitivo” en la configuración de la experiencia y el comportamiento han brindado oportunidades para que los neurocientíficos exploren los correlatos neurocognitivos de la hipnosis y la sugestión. Así, trabajos como los de <a href="https://www.nature.com/articles/nrn3538">David A. Oakley y Peter W. Halligan</a> y <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0163834323002074">Michael H. Connors</a> con resonancias magnéticas funcionales han podido vincular áreas específicas del cerebro al estado hipnótico. </p>
<p>Concretamente, los científicos han detectado una disminución en la actividad del cingulado anterior dorsal (encargado de focalizar de la atención); un aumento en las conexiones entre la corteza prefrontal dorsolateral y la ínsula (que procesa y controla lo que sucede en el cuerpo); y conexiones reducidas entre la corteza prefrontal dorsolateral y la red de modo predeterminado. Esta última consiste en una disociación entre acción y reflexión que permite a la persona emprender actividades sugeridas por él mismo o, por ejemplo, un médico. </p>
<p>De todos modos, se trata de hallazgos recientes que deben estudiarse más a fondo y replicarse en otros estudios para poder utilizarse en psicoterapia.</p>
<p>Otra gran vía de estudio estriba en examinar la eficacia de la hipnosis clínica para abordar diversos trastornos psicológicos. Se sabe que es útil en el manejo del dolor y otros problemas médicos, como la <a href="https://digibuo.uniovi.es/dspace/handle/10651/27503">depresión</a>, los trastornos del sueño, el tabaquismo, la obesidad, el asma, la enuresis infantil, el control de hábitos, la <a href="https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=7324573">ansiedad</a> y el <a href="https://idus.us.es/handle/11441/109959">estrés postraumático</a>.</p>
<p>Por ejemplo, los <a href="https://revistas.um.es/analesps/article/view/31231">estudios sobre hipnosis y tratamiento del dolor</a> han confirmado que la analgesia hipnótica es un proceso inhibitorio activo en el que están implicados los sistemas cerebrales relacionados con los procesos atencionales.</p>
<h2>Siete falsas creencias</h2>
<p>Desde hace siglos, los falsos mitos acompañan a la hipnosis, ya sea por interpretaciones erróneas o por creencias infundadas. Estas ideas están en la conciencia colectiva de la sociedad y condicionan su aceptación. A continuación desmontamos las más asentadas:</p>
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<li><p><strong>La hipnosis implica una pérdida de la voluntad</strong>. Como ya hemos visto, si no hay voluntad para ser hipnotizado, no habrá hipnosis. No puede inducirse sin la colaboración de la persona sugestionada. </p></li>
<li><p><strong>Es una forma de sueño.</strong> Cuando hablamos de sugestión y de hipnosis, muchos piensan: “me van a dormir”. Esa creencia lleva pareja la sensación de pérdida de control y, consecuentemente, acarrea la negativa de muchas personas a que se las hipnotice o se las sugestione. Cerrar los ojos simplemente facilita la concentración, pero se puede hipnotizar a una persona con ellos abiertos.</p></li>
<li><p><strong>La persona hipnotizada se encuentra bajo el control del profesional.</strong>
Esto es totalmente falso, ya que quienes se someten a esta técnica conservan intacta la capacidad de tomar decisiones. </p></li>
<li><p><strong>Entrar en un estado de “superconcentración” se debe al poder del hipnotizador</strong>. No, cualquier persona con una preparación adecuada puede inducirlo. </p></li>
<li><p><strong>Las personas no pueden recordar lo que sucedió mientras estaban superconcentradas</strong>. Salvo excepciones, la mayoría se acuerda de todo o de casi todo lo que hizo mientras se hallaba en ese estado.</p></li>
<li><p><strong>Las personas hipnotizables son mentalmente débiles</strong>. Este mito se alimenta con los espectáculos televisivos donde los voluntarios “hacen” lo que se le pide para ganar audiencia.</p></li>
<li><p><strong>Es una técnica peligrosa</strong>. La hipnosis no puede controlar ni perjudicar la mente de nadie <a href="https://datos.bne.es/obra/XX5123241.html">más que cualquier conversación</a>.</p></li>
</ol>
<h2>No es una terapia, sino una técnica útil</h2>
<p>El interés por la utilidad de la hipnosis como intervención psicológica ha experimentado un auge progresivo. Sin embargo, no es una terapia en sí misma, sino una técnica especializada o un complemento que puede incorporarse a situaciones terapéuticas particulares.</p>
<p>Los procedimientos hipnosugestivos se deben utilizar como catalizadores de una terapia más amplia. Su objetivo es facilitar el proceso de cambio y ofrecer a los pacientes estrategias para potenciar capacidades personales y mejorar su adaptación cognitiva y emocional ante los problemas de la vida.</p>
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Leer más:
<a href="https://theconversation.com/la-sinestesia-una-experiencia-perceptiva-extraordinaria-o-de-lo-mas-natural-207511">La sinestesia, una experiencia perceptiva extraordinaria (o de lo más natural)</a>
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<p>Antes de aplicarla, siempre se debe comprobar la capacidad de sugestión del individuo a través de ejercicios. Estos se basan en la imaginación y en la activación de sensaciones olfativas, gustativas, musculares, etc. </p>
<p>Así que, al margen de leyendas esotéricas, podemos afirmar que la hipnosis es una intervención clínica valiosa para tratar una amplia variedad de problemas psicológicos y médicos.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/219693/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Fátima Servián Franco no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Ni nos duermen ni nos arrebatan la voluntad. Más allá de las leyendas que la rodean, la hipnosis es una intervención eficaz para una amplia variedad de problemas psicológicos y médicos.Fátima Servián Franco, Dra. en Psicología aplicada al ámbito Clínico y de la Salud. Directora del Centro de Psicología RNCR y PDI en la Universidad Internacional de Valencia, Universidad Internacional de ValenciaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2197372024-01-03T13:32:53Z2024-01-03T13:32:53ZLo que nos enseñan sobre la memoria los niños sin recuerdos<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/567776/original/file-20240103-23-fg55pl.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=146%2C51%2C5527%2C3690&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/holiday-adventure-girl-car-camera-292880624">ambrozinio/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Sale de la oficina pensando en el fin de semana. Mientras avanza por el pasillo detecta una cara que le resulta familiar, aunque no es capaz recordar de qué. </p>
<p>Aguanta la incomodidad de los primeros momentos de la conversación fingiendo que ese vacío de su memoria no existe. Cuando se fija en la sonrisa de la persona, algo se dispara dentro de su mente. Su cabeza se llena de imágenes, lugares y nombres de su juventud. </p>
<p>Respira aliviada por haber reconocido a un viejo amigo. Donde hace unos minutos había un desierto de la memoria solamente habitado por la sensación de familiaridad, ahora hay un mar de recuerdos.</p>
<h2>La diferencia entre saber y recordar</h2>
<p>No es lo mismo saber algo que recordarlo. Por ejemplo, sabemos qué es una naranja o qué significa la palabra <em>madrugar</em> sin recordar exactamente cuándo y dónde adquirimos esa información. Este tipo de conocimiento es muy útil porque resultaría <a href="https://theconversation.com/que-pasaria-si-pudieramos-recordarlo-absolutamente-todo-204560">abrumador</a> recordar uno a uno todos los días que hemos tenido que madrugar solo para <a href="https://theconversation.com/como-cambian-nuestros-recuerdos-durante-el-sueno-156535">saber el significado</a> de esa palabra. </p>
<p>Muy distinto es lo que experimentamos cuando nos acordamos de lo que hemos desayunado esta mañana o de dónde celebramos nuestro último cumpleaños. A esta sensación tan íntima de poder revivir acontecimientos concretos de nuestra vida de forma detallada los psicólogos la denominan “sensación de recordar”. </p>
<p>Todos los recuerdos que podemos expresar verbalmente se incluyen dentro de nuestra memoria declarativa, que a su vez se divide <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Endel_Tulving">en dos tipos</a>. Por un lado está la capacidad para revivir con detalle eventos de nuestro pasado, conocida como memoria episódica (lo que recordamos). Y por otro, el conocimiento general sobre el mundo, denominado memoria semántica (lo que sabemos). </p>
<figure class="align-center ">
<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/566552/original/file-20231219-17-vpjm.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C20%2C6709%2C4446&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/566552/original/file-20231219-17-vpjm.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/566552/original/file-20231219-17-vpjm.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/566552/original/file-20231219-17-vpjm.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/566552/original/file-20231219-17-vpjm.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/566552/original/file-20231219-17-vpjm.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/566552/original/file-20231219-17-vpjm.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
<figcaption>
<span class="caption">Pexels ekaterina bolovtsova.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.pexels.com/es-es/foto/camara-perro-mascota-vintage-5264091/">ekaterina bolovtsova/Pexels</a></span>
</figcaption>
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<h2>El papel del hipocampo para recordar</h2>
<p>En un <a href="https://www.jneurosci.org/content/40/12/2510">estudio</a> en el que utilizamos <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Magnetoencefalograf%C3%ADa">magnetoencefalografía</a> pudimos registrar los ritmos cerebrales de personas sanas mientras realizaban una tarea de memoria. Observamos que el ritmo alfa (en torno a los 12 hercios) cambiaba más intensamente cuando las personas eran capaces de recordar los detalles asociados al evento que cuando simplemente sabían que el estímulo lo habían visto antes. Cuando buscamos en qué regiones cerebrales se producía el efecto observamos que el hipocampo entraba en juego exclusivamente si la persona era capaz de recordar el episodio completo. </p>
<p>Aunque el hipocampo forma parte de una amplia red de circuitos cerebrales que se activan durante el recuerdo, se trata de una estructura imprescindible para el funcionamiento de la memoria episódica. De hecho, las personas adultas que sufren una lesión en el hipocampo desarrollan amnesia anterógrada y pierden la capacidad para crear nuevos recuerdos episódicos. </p>
<p>Afortunadamente, estos pacientes mantienen intacta su capacidad para usar la memoria semántica: no tienen problemas de lenguaje y pueden identificar perfectamente objetos de su entorno.</p>
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<iframe width="440" height="260" src="https://www.youtube.com/embed/yyvJdYGyM20?wmode=transparent&start=0" frameborder="0" allowfullscreen=""></iframe>
<figcaption><span class="caption">Registro de Magnetoencefalografía y representación esquemática del ritmo alfa en el hipocampo.</span></figcaption>
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<h2>Niños que saben pero no recuerdan</h2>
<p>¿Es imprescindible crear recuerdos episódicos para generar conocimiento general sobre el mundo? De forma intuitiva pensamos que es necesario registrar varias experiencias con perros para generar el concepto de “perro”. El caso de los adultos con amnesia anterógrada no nos permite responder fácilmente a esta pregunta, porque generaron su memoria semántica antes de la lesión. </p>
<p>Pero ¿qué ocurre si un niño sufre este tipo de lesión al poco de nacer? Sería un niño sin recuerdos sobre su pasado personal. ¿Podría aprender el significado de las palabras o reconocer los objetos? </p>
<p>La psicóloga <a href="https://faranehvarghakhadem.com/">Faraneh Vargha-Khadem</a> y sus colaboradores llevan años estudiando los casos de amnesia del desarrollo provocados por un daño temprano en el hipocampo. Los primeros casos estudiados fueron tres niños llamados Beth, Jon y Kate. Tal y como ocurre en los adultos, no podían recordar el último programa de televisión que habían visto o qué les habían regalado por su cumpleaños. A pesar de esta dificultad, parecían haber adquirido conocimiento semántico sin problemas. Sorprendentemente, estos niños habían adquirido vocabulario, iban al colegio y se relacionaban con su entorno sin poder recordar dónde estuvieron el día anterior. </p>
<p>Vargha-Khadem cuenta una anécdota con el <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0304394018303033">paciente Jon</a> que pone de manifiesto esta diferencia entre recordar y saber. Jon hacía siempre el mismo camino para ir a su laboratorio en Londres: cogía el metro en una estación cercana y cuando llegaba a su destino subía en ascensor hasta la superficie. Sin embargo, ese día el ascensor estaba averiado y tuvo que subir varios pisos por las escaleras. Cuando llegó al laboratorio no recordaba nada de lo ocurrido e indicó que había subido en ascensor. Cuando le preguntaron “¿Cómo sabes que has usado el ascensor hoy?”, él respondió: “Yo siempre subo en ascensor”. Es decir, ante la imposibilidad de recordar lo que había ocurrido, utilizó su conocimiento semántico para responder a la pregunta.</p>
<p>Estos datos nos indican que saber y recordar son dos formas de acceder a nuestro pasado que dependen de regiones cerebrales diferentes. Lo que nos enseñan los niños con amnesia del desarrollo es que, aunque no recordemos cada experiencia con detalle, probablemente todas estén contribuyendo a nuestra capacidad para entender el mundo que nos rodea.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/219737/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>María del Carmen Martín-Buro García de Dionisio no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Un estudio con personas que habían perdido la memoria de los sucesos cotidianos al poco de nacer nos ilumina sobre las diferencias entre saber y recordar a nivel cerebral.María del Carmen Martín-Buro García de Dionisio, Profesora de Psicología Experimental, Universidad Rey Juan CarlosLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2190272023-12-25T21:37:52Z2023-12-25T21:37:52Z¿Qué es el ‘speedwatching’ y cuáles son sus efectos?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/567244/original/file-20231222-29-bbnx0m.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=467%2C92%2C3924%2C2831&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/young-woman-walking-middle-crowded-street-2117114927">Creative Cat Studio/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Seguramente todos hemos escuchado alguna vez un mensaje audio enviado por algún servicio de mensajería como <em>WhatsApp</em> a mayor velocidad de la normal. Tal vez teníamos prisa, el mensaje era largo o quien lo enviaba hablaba despacio. También es posible que hayamos avanzado a mayor velocidad algún fragmento de películas o serie para poder llegar antes al final.</p>
<p>Esta tendencia se denomina <em>speedwatching</em> y, aunque se observa sobre todo en jóvenes y adolescentes, los ejemplos anteriores muestran como todo el mundo puede estar tentado de caer en ella. Vídeos, música, podcasts… todo es susceptible de ser escuchado o visto a mayor velocidad para ser consumido y acabado antes. </p>
<p>No es algo tan reciente: aunque <em>WhatsApp</em>, <em>Telegram</em>, <em>TikTok</em> y otras plataformas y redes sociales tienen la función de acelerar la velocidad de reproducción, ya desde 2019 los navegadores como Chrome <a href="https://www.genbeta.com/herramientas/controla-velocidad-reproduccion-netflix-youtube-esta-genial-extension-para-chrome-firefox">incorporaron extensiones</a> que permitían acelerar el visionado de manera automática en diversas plataformas. </p>
<p>Pero ¿qué ocurre cuando nos acostumbramos a consumir contenido reproducido a velocidades más rápidas que aquellas a las que fueron grabados o emitidos? </p>
<h2>¿A qué da respuesta el <em>speedwatching</em>?</h2>
<p>En nuestra sociedad estar ocupado se valora positivamente. La prisa se ha vuelto, en muchos casos, un estilo de vida. La falta de tiempo es un lugar común en un mundo donde enseguida todo queda anticuado y donde la gestión de los tiempos de espera cada vez es más compleja. Poder visualizar o escuchar contenido a una velocidad más elevada no deja de ser una respuesta adaptativa a esa falta de tiempo.</p>
<p>Algunos <a href="https://www.academia.edu/35904657/Speed_Watching_Efficiency_and_the_New_Temporalities_of_Digital_Spectatorship">estudios norteamericanos</a> profundizan en esta relación entre el espectador y los contenidos, situando al espectador como maestro del tiempo, que disfruta del placer de poder comprimir los productos en función de sus necesidades y deseos. </p>
<p>Un mundo extremadamente visual, con poco uso de la palabra y en el que las horas nunca son suficientes para poder llevar a cabo todo lo que queda pendiente, requiere de herramientas para hacerle frente. </p>
<p>Existe, por otra parte, la necesidad de estar permanentemente al día de los últimos titulares, de los últimos capítulos de series, de los últimos vídeos subidos a redes sociales, podcasts o cualquier otro contenido digital. </p>
<p>Esta ansiedad provocada por el miedo a perderse experiencias y a ser por tanto excluido socialmente recibe el nombre de FOMO (del inglés <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S2772503023000154">Fear Of Missing Out</a>). El FOMO es un tipo de ansiedad social que genera inseguridad, miedo o incluso baja autoestima, e implica tener que estar constantemente conectado a la red. Esta permanente conexión va ligada a la necesidad de consumir (ver y escuchar) el máximo de contenido posible en el menor tiempo posible. </p>
<h2>¿Qué efectos negativos puede tener?</h2>
<p>Procesos como la atención y concentración, implicados en la memoria y aprendizaje, así como la gestión de los tiempos de espera pueden verse afectados si esta actividad acaba siendo habitual. </p>
<p>La atención es una función ejecutiva que parte de una respuesta fisiológica ante un estímulo que <a href="https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=7339382">nos atrae</a>. Pero el tiempo que una persona puede mantener la atención (atención sostenida) es una habilidad voluntaria que se incrementa con los años, siendo mucho menor en los niños que en los adultos. </p>
<p>Ahora bien, cuando en nuestra cotidianidad precisamos de ver o escuchar mucho contenido en poco tiempo, vamos recortando nuestra capacidad atencional. La búsqueda constante de nuevos estímulos activa el neurotransmisor llamado dopamina, creando circuitos de recompensa y generando un <a href="https://dialnet.unirioja.es/servlet/tesis?codigo=196150">círculo vicioso</a>.</p>
<p>Podemos decir que el cerebro acostumbrado al <em>speedwatching</em> se aburrirá si no recibe los estímulos a velocidad acelerada, volviéndose pasivo. Deja de estar atento, de estar concentrado y simplemente recibe información. </p>
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Leer más:
<a href="https://theconversation.com/las-10-claves-para-educar-la-atencion-infantil-en-un-mundo-multitarea-147638">Las 10 claves para educar la atención infantil en un mundo multitarea</a>
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<h2>Más velocidad, menos comprensión</h2>
<p>Atención y memoria (especialmente la <a href="https://theconversation.com/los-distintos-tipos-de-memoria-y-su-papel-en-el-aprendizaje-174076">memoria de trabajo</a>) son funciones ejecutivas clave en los procesos de aprendizaje. Los <a href="https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=9144183">estudios demuestran</a> la relación entre la atención sostenida y los procesos de aprendizaje, lo que implica que no poder sostener la atención puede tener consecuencias en la profundidad con la que se realizan los aprendizajes. Para poder aprender se requiere <a href="https://www.uoc.edu/portal/es/news/actualitat/2023/083-esfuerzo-educacion.html">un esfuerzo voluntario</a> que puede verse comprometido al no dar tiempo a interiorizar y trabajar con los contenidos consumidos a alta velocidad. </p>
<p>Algunos estudios recientes <a href="https://psycnet.apa.org/record/2018-65290-005">ya han demostrado</a> que reproducir una conferencia a mayor velocidad afecta a la buena comprensión de su contenido. De hecho, la <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1002/acp.3899"><em>Revista de Psicología Cognitiva Aplicada</em></a> se manifiesta contraria a la aceleración de los vídeos con el objetivo de ganar tiempo, ya que explica que se pierden aspectos complejos de los productos audiovisuales.</p>
<h2>Menos paciencia y capacidad de espera</h2>
<p>Finalmente, teniendo en cuenta el círculo vicioso que genera la dopamina, otro efecto importante es la pobre gestión de la espera: la estimulación constante que provocan el <em>speedwatching</em> y el mundo de prisas generan una gratificación en el cerebro permanente. Al tener siempre a disposición un estímulo, se reduce la paciencia. Y perdemos el hábito de tener que esperar para obtener un objetivo. </p>
<p>Aunque este manejo de los tiempos de espera también es una habilidad que se aprende con la edad, maduración y experiencia, la realidad es que cada vez <a href="https://ethic.es/2021/07/sobre-el-mal-de-la-impaciencia/">somos más impacientes</a>. </p>
<h2>Entrenamiento cognitivo puntual</h2>
<p>Pero no todo en el <em>speedwatching</em> es negativo. Aunque incrementar la velocidad de reproducción de audio y vídeo es una técnica supuestamente destinada a ahorrar tiempo, también se está <a href="https://www.academia.edu/35904657/Speed_Watching_Efficiency_and_the_New_Temporalities_of_Digital_Spectatorship?email_work_card=title">demostrando recientemente</a> que requiere práctica, entrenamiento y atención concentrada.</p>
<p>Por lo tanto, si no lo convertimos en habitual, sino que lo usamos como una herramienta puntual para una finalidad en concreto o por un motivo en particular, el <em>speedwatching</em> no es perjudicial por sí mismo, más bien al contrario. </p>
<p>Darse cuenta que podemos estar haciendo un uso abusivo de esta técnica y convirtiéndola en tendencia debería también ayudarnos a generar un espacio para poder parar y pensar. Analizar si realmente estamos ganando tiempo o simplemente hemos entrado en un círculo de consumo sin cese en un mundo que va demasiado deprisa.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/219027/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Sylvie Pérez Lima no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Ya no tenemos tiempo ni para escuchar un mensaje de audio a su velocidad normal. Acostumbrarse a ver y oir mensajes acelerados tiene consecuencias en la atención y la paciencia.Sylvie Pérez Lima, Psicopedagoga. COPC 29739. Profesora y tutora de los Estudios de Psicología y Educación., UOC - Universitat Oberta de CatalunyaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2170042023-12-22T08:25:02Z2023-12-22T08:25:02ZCómo concentrarse para estudiar: claves para aprovechar al máximo el tiempo<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/566000/original/file-20231215-19-xu9q0a.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=81%2C63%2C5884%2C3738&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/thoughtful-indian-teen-girl-studying-online-2005928723">Prostock-studio/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Mantener la atención durante un tiempo prolongado en una tarea consume muchos recursos cognitivos y decae a lo largo de la actividad. Se ha demostrado que el rendimiento cognitivo <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/17055007/">fluctúa a lo largo del día</a> y está afectado, entre otros factores, por los ritmos circadianos, con picos de provecho óptimo y valles en los que dicho rendimiento es menor. Tener esto en cuenta nos puede servir para entender cómo concentrarse para estudiar y hacer que nuestro método de estudio sea eficaz.</p>
<p>Estas oscilaciones también varían con el cronotipo de cada persona, esto es, con las preferencias individuales en el continuo dormir despertar. A la interacción entre el momento del día y el cronotipo se denomina “efecto de sincronía”. ¿Se encuentra usted fresco como una lechuga a las 7 de la mañana y listo para afrontar cualquier adversidad o, por el contrario, prefiere las últimas horas de la tarde o las nocturnas para concentrarse y rendir mejor? </p>
<p>Si tenemos en cuenta en qué momento del día rendimos más y cuándo estamos más concentrados, podemos aprovecharlo para abordar la tarea más difícil y los contenidos más complicados. Así será más fácil encontrar un método de estudio eficaz.</p>
<h2>El papel del interés y la motivación</h2>
<p>No obstante, hay tareas que, por su alta carga operativa, nivel de motivación, o por la expectativa de una recompensa, son <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0191886902003203">más resistentes a la influencia de este efecto de sincronía</a>. Si somos matutinos y no queda más remedio que estudiar por la noche, podemos motivarnos y recompensar el esfuerzo. Por ejemplo, pensando en lo que haremos después de superar la evaluación. O haciendo pequeños descansos de 5 minutos cada 30 o 40 minutos. </p>
<p>Escuchar música de fondo no es un método de estudio eficaz: también consume recursos cognitivos (restando a la tarea principal de estudiar) y captará nuestra atención, quitándosela a la materia de estudio; especialmente si nos gusta la canción. ¿Qué otras cosas podemos tener en cuenta y cómo podemos concentrarnos mejor para estudiar?</p>
<h2>El papel de la memoria en el estudio</h2>
<p>Estudiar no depende solamente de la atención. La otra cara de la misma moneda es la memoria. Si bien en los últimos tiempos se está denostando la memorización, mientras se potencia el “aprender a aprender”, también es cierto que este proceso de “aprender” requiere que nos sentemos durante horas y pongamos en marcha nuestra maquinaria mnésica.</p>
<p>Los principios básicos de funcionamiento de nuestro sistema mnésico fueron descritos hace más de 100 años por el filósofo alemán <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/25206041/">Herman Ebbinghaus</a>. Esos principios siguen vigentes y requieren cierta atención si pretendemos que nuestro rendimiento sea óptimo. Aproximémonos a los más básicos.</p>
<h2>La curva del olvido y el papel del repaso</h2>
<p>Por un lado, debemos ser conscientes de que aunque seamos capaces de concentrarnos para estudiar, la información que estudiamos se va a olvidar con el tiempo. Y como bien describen Ebbinghaus y otros autores, <a href="https://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0120644">el olvido sigue una curva</a> donde el declive es mayor al inicio y se va ralentizando de forma paulatina. Esto es, la mayor cantidad de información la vamos a olvidar al poco de haberla estudiado. Esta es una realidad con la que debemos convivir. </p>
<p>Sin embargo, el mismo Ebbinghaus ofreció una posible solución, que no es otra que “el repaso”. A través del contacto con la misma información en varios momentos temporales tras la sesión de estudio, seremos capaces de reducir la curva de olvido, hasta el punto de retener prácticamente todo el material. </p>
<p>Los resultados óptimos se obtendrían con el repaso a la hora, 24 horas, semana y, finalmente, al mes de haber estudiado un material. Si bien estos parámetros temporales son seguramente inasumibles, la idea a resaltar es que necesitamos trabajar la misma información en varias ocasiones para obtener un método de estudio eficaz y un aprendizaje más eficiente, esto es, una retención a largo plazo de la información. </p>
<h2>La importancia de la actitud</h2>
<p>Por otro lado, la retentiva puede mejorarse si el estudiante adopta un rol activo durante la preparación de la información, lo que nos devuelve al tema de la atención. Resolver preguntas y trabajar de forma activa con el material ayuda a su recuerdo. Y el proceso se potencia si se elabora <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/36880338/">una explicación razonada</a> a cada una de esas cuestiones resueltas. </p>
<p>Y aunque lo comentado previamente es necesario, no es suficiente, pues existen múltiples variables que condicionan nuestro recuerdo. Una de las más importantes es <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3340569/">el papel del sueño</a>. Nuestro cerebro debe estar bien descansado cuando estudiamos, cuando codifica información, de ahí que debamos respetar las horas de sueño. </p>
<p>Pero además, las memorias se consolidan durante el descanso. Mientras dormimos, nuestro cerebro pone en marcha procesos necesarios para olvidar información (no necesitamos recordar el día que hicimos la compra la semana pasada), al tiempo que facilita la consolidación de nuevos materiales. </p>
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Leer más:
<a href="https://theconversation.com/los-adolescentes-no-duermen-lo-suficiente-y-estas-son-las-consecuencias-213157">Los adolescentes no duermen lo suficiente, y estas son las consecuencias</a>
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<h2>Aprovechar las horas de estudio</h2>
<p>Todos los factores que hemos descrito son los que hacen que por mucho que pasemos horas sentados frente a la tarea, no siempre esas horas sean provechosas. El rendimiento de nuestro cerebro está sujeto a distintas condiciones. </p>
<p>Cronotipo, diferencias individuales en capacidad, intensidad y duración de la atención, habilidad mnésica, curva del olvido: todos estos factores afectan a nuestros procesos cognitivos y debemos tenerlos en cuenta para que nuestro tiempo de estudio sea más eficiente. </p>
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<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/538010/original/file-20230718-27-qyquvs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/538010/original/file-20230718-27-qyquvs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=112&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/538010/original/file-20230718-27-qyquvs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=112&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/538010/original/file-20230718-27-qyquvs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=112&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/538010/original/file-20230718-27-qyquvs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=141&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/538010/original/file-20230718-27-qyquvs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=141&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/538010/original/file-20230718-27-qyquvs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=141&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<p><em>Este artículo forma parte de una colaboración con Becas Santander, una iniciativa global que ofrece becas, programas y contenidos gratuitos para adultos de cualquier edad. Más información en <a href="https://www.becas-santander.com/">https://www.becas-santander.com</a>.</em></p>
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<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>¿Por qué hay cosas que se nos quedan grabadas sin esfuerzo y otras que se nos olvidan por más que las repasemos? Más allá del interés y la motivación, muchos factores pueden ayudar a estudiar mejor.Carmen Noguera Cuenca, Profesora del Departamento Psicología/ Psicología Básica. Grupo de investigación HUM-891 Investigación en Neurociencia Cognitiva, Universidad de AlmeríaJosé Manuel Cimadevilla, Catedrático de Psicobiología, Centro de Investigación en Salud, Universidad de AlmeríaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2190422023-12-21T08:26:46Z2023-12-21T08:26:46ZEl cerebro tiene su propia wifi: comunicaciones inalámbricas del sistema nervioso<p>Muchos lectores seguramente conocerán las sinapsis, que podríamos definir como la forma de comunicación “por cable” entre las neuronas. Pocos, sin embargo, habrán oído hablar de las conexiones “sin cable” o <em>wireless</em> en el sistema nervioso. </p>
<p>Yo me encontré con ellas después de años de estudio, al escuchar la charla de una colega neurocientífica que investiga a los gusanos. Y me quedé boquiabierta. </p>
<p>Les pondré un símil. Imagínense que son extraterrestres infiltrados en el planeta Tierra que tratan de entender cómo nos comunicamos los humanos a distancia. Llevan años siguiendo las conexiones por cable de los teléfonos fijos, pero, de pronto, se enteran de que los terrícolas también podemos intercambiar información sin necesidad de cables con teléfonos móviles, tabletas, ordenadores… </p>
<p>Se quedarían tan boquiabiertos como yo. Preguntándose cómo demonios no se enteraron antes. Prefiriendo no saber. De pronto, me di cuenta de que la tarea de entender cómo se conectan las neuronas se complicaba considerablemente. </p>
<h2>Un cerebro muy cableado (o no tanto)</h2>
<p>Parece que el sistema nervioso usa comunicaciones tanto por cable como inalámbricas. Las primeras son las citadas sinapsis, que encontramos descritas en cualquier libro de texto. Santiago Ramón y Cajal predijo su existencia y las mencionó <a href="https://www.nobelprize.org/uploads/2018/06/cajal-lecture.pdf">en su discurso del Nobel en 1906</a>. Fue el neurocientífico británico <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Charles_Scott_Sherrington">Charles S. Sherrington</a> quien las bautizó ese mismo año recalcando su “probable importancia fisiológica”. </p>
<p>Como ocurre con internet, donde la información a veces viaja por fibra óptica, la sinapsis también incorpora un cableado de fibras. En este caso, lo que conecta la neurona que emite y la que recibe son los axones y las dendritas. Pero este sistema no es continuo: casi siempre, entre el final de un cable y el inicio del siguiente hay una minúscula distancia, apenas unos nanómetros (un nanómetro es la millonésima parte de un milímetro). Entonces, se necesita que un mensajero químico –el neurotransmisor– salve la diminuta distancia. </p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/566711/original/file-20231219-23-3hv10x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/566711/original/file-20231219-23-3hv10x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/566711/original/file-20231219-23-3hv10x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=396&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/566711/original/file-20231219-23-3hv10x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=396&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/566711/original/file-20231219-23-3hv10x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=396&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/566711/original/file-20231219-23-3hv10x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=498&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/566711/original/file-20231219-23-3hv10x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=498&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/566711/original/file-20231219-23-3hv10x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=498&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Los impulsos nerviosos salvan los diminutos espacios (sinapsis) entre neurona y neurona gracias a los neurotransmisores.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-illustration/synapse-neuron-cells-sending-electrical-chemical-377204860">adike/Shutterstock</a></span>
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<p>Este sistema de comunicación es bastante privado. Es decir, siguiendo el símil con internet, aquí es difícil que nos intercepten el mensaje. Las sinapsis son, hasta donde sabemos, la principal forma de comunicación de las neuronas y en la que nos hemos centrado los científicos hasta ahora. </p>
<p>Por contra, en la comunicación sin cables –llamada a veces comunicación no sináptica o extrasináptica– no hay conexión por fibras. Aunque se ha estudiado mucho menos, sabemos que el mensajero químico puede viajar grandes distancias por el espacio entre las células. </p>
<p>El camino que recorren los mensajeros <em>wireless</em> es tortuoso y no da garantías de privacidad: aquí es más fácil que el mensaje sea hackeado.</p>
<h2>Primeros conectomas</h2>
<p>Hay un gusano con nombre casi impronunciable que nos está enseñando mucho sobre las conexiones inalámbricas y, en general, sobre cómo funciona el sistema nervioso: el <em>Caenorhabditis elegans</em> (abreviadamente, <em>C. elegans</em>). Mide aproximadamente un milímetro y era el protagonista de la conferencia a la que me refería al principio del artículo.</p>
<p>Quizá alguien se sorprenda de que un gusano diminuto esté enseñándonos cómo se comunican nuestras neuronas. Pero la ciencia básica es así: recuerden que aprendimos mucho sobre herencia genética gracias a <a href="https://theconversation.com/mendel-y-darwin-una-relacion-enigmatica-186318">Mendel</a> y unas plantas de guisante. Y que hemos averiguado mucho sobre nuestro cerebro gracias al calamar.</p>
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Leer más:
<a href="https://theconversation.com/neuroplasticidad-el-extraordinario-poder-de-nuestro-cerebro-para-transformarse-y-repararse-197731">Neuroplasticidad: el extraordinario poder de nuestro cerebro para transformarse y repararse</a>
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<p>El primer conectoma, el mapa de todas las conexiones de las neuronas de un organismo, <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4360118/">se publicó en el <em>C. elegans</em> en 1986</a>. Los investigadores describieron todas las conexiones por cable de las neuronas: es como seguir los fideos en un plato de espaguetis y generar un mapa. Este gusano cuenta con algo más de 300 neuronas (es un plato muy pequeño), por lo que no es casual que fuera el elegido para inaugurar este campo científico. </p>
<p>Bastante después se pudo generar el mapa de las conexiones en animales más complejos, como <a href="https://www.virtualflybrain.org/#td-block-1">la mosca</a> o la <a href="https://mapzebrain.org/home">larva del pez cebra</a>. <a href="https://www.humanconnectome.org/">El conectoma del cerebro humano</a> tardará mucho, si es que llegamos a verlo algún día. Nosotros tenemos unos 100 000 millones de neuronas: ¡un plato inmenso de espaguetis! </p>
<h2>Llegan los mapas de las conexiones inalámbricas</h2>
<p>Hasta ahora, todos los conectomas eran mapas de las conexiones por cable. Pero dos grupos de científicos acaban de publicar el primer inventario de todos los nexos <em>wireless</em> en el <em>C. elegans</em>. De nuevo, nuestro gusano lleva la delantera.</p>
<p>Las investigaciones se fijaron en un tipo concreto de conexiones, las que utilizan unas moléculas llamadas neuropéptidos (similares a las proteínas) como mensajero químico. Se cree que modulan la función de otras conexiones. <a href="https://www.nature.com/articles/d41586-023-03619-w">El primer grupo de expertos</a> predijo el mapa de nexos inalámbricos basándose en la expresión de genes en la neuronas. Y comprobaron que es sorprendentemente diferente al entramado de conexiones por cable o sinapsis.</p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/566926/original/file-20231220-15-n9d4zq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/566926/original/file-20231220-15-n9d4zq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/566926/original/file-20231220-15-n9d4zq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=385&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/566926/original/file-20231220-15-n9d4zq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=385&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/566926/original/file-20231220-15-n9d4zq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=385&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/566926/original/file-20231220-15-n9d4zq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=483&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/566926/original/file-20231220-15-n9d4zq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=483&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/566926/original/file-20231220-15-n9d4zq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=483&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<p>Los autores del <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0896627323007560?via%3Dihub">segundo artículo</a> usaron optogenética, una técnica que <a href="https://theconversation.com/desenredando-el-cableado-de-nuestras-cabezas-199996">permite encender o apagar las células nerviosas</a> y estudiaron qué les pasaba a sus vecinas. Tras analizar más de 23 433 pares de neuronas vieron que la comunicacion inalámbrica tiene mucho más importancia de lo que se pensaba hasta ahora. Al menos en el gusano, parece que la red <em>wireless</em> es tan necesaria, compleja y diversa como el sistema por cables. </p>
<p>Sabemos que la comunicación sin cables no es solo cosa de gusanos: también se ha encontrado, por ejemplo, <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/20347870/">en el cerebro de ratas y ratones</a>. Aunque su relevancia en el cerebro humano aún está por investigar, quizá podrían ser muy importantes para entender cómo funciona nuestro sistema nervioso y cómo aparecen ciertas enfermedades. Y también qué ocurre cuando tomamos medicamentos o fármacos, pues pueden llegar a nuestro sistema nervioso y hackear nuestras conexiones inalámbricas. </p>
<p>Ya veremos en unos años a dónde nos llevan el gusano y el resto de animales que utilizamos en la investigación del sistema nervioso. Y es que, al final, para ciertas cosas, tampoco somos tan diferentes.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/219042/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Monica Folgueira Otero no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Hasta ahora, los científicos han estudiado cómo se comunican las neuronas a través de sus ramificaciones y sinapsis, los diminutos espacios que las separan. Pero el primer mapa de las conexiones “sin cables” en un ser vivo puede cambiar la comprensión de nuestro sistema nervioso.Monica Folgueira Otero, Profesora Contratada Doctora- Área Biología Celular, Universidade da CoruñaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2172952023-12-14T18:26:46Z2023-12-14T18:26:46ZAsí afecta la soledad al cerebro de las personas mayores<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/565151/original/file-20231212-24-r6ejjm.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=44%2C31%2C4149%2C2760&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/portrait-lonely-sad-old-lady-black-1525240625">De Visu/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>La soledad afecta a aproximadamente <a href="https://www.sciencealert.com/global-review-finds-loneliness-is-a-common-and-harrowing-issue-we-are-overlooking">una de cada doce personas</a> en el mundo, sin distinción de fronteras ni diferencias culturales. <a href="https://joint-research-centre.ec.europa.eu/scientific-activities-z/loneliness/loneliness-prevalence-eu_en">Según la última encuesta realizada en Europa</a>, hasta el 13 % de los entrevistados dijeron sentirse solos la mayor parte del tiempo durante las cuatro semanas anteriores al momento en que les plantearon la pregunta. </p>
<p>Si nos fijamos en el contexto específico de España, por ejemplo, <a href="https://www.ine.es/prensa/ech_2020.pdf">las estadísticas del Instituto Nacional de Estadística (INE)</a> revelan que más de dos millones de personas mayores de 65 años viven actualmente sin compañía. Estos datos, además, subrayan una brecha de género significativa: 44,1 % de las mujeres mayores de 85 años están solas, frente al 24,2 % de los hombres.</p>
<p>Esta circunstancia no solo impacta en el bienestar emocional, sino que también se erige como un <a href="https://www.who.int/es/news/item/15-11-2023-who-launches-commission-to-foster-social-connection">problema de salud pública</a> que incrementa el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares y mentales.</p>
<p>En este ámbito, tenemos que hablar de dos fenómenos distintos. Por un lado está la soledad transitoria, una experiencia común cuyo impacto en el bienestar y la salud es limitado, dada su naturaleza efímera. Sin embargo, cuando la situación se extiende en el tiempo, la soledad puede volverse crónica y transformarse en una amenaza significativa para la salud.</p>
<p>El segundo supuesto es el que puede deteriorar el funcionamiento mental de las personas mayores. La complejidad inherente a este problema se encuentra en la íntima conexión entre la persistente sensación de aislamiento y las transformaciones que se suscitan en la función mental.</p>
<h2>Una retahíla de efectos negativos</h2>
<p>Para entender mejor esta relación, es necesario sumergirse en los últimos descubrimientos de la neurociencia y la psicología. <a href="https://rcnp.cl/articles/volumen-17-numero-1-abril-2023/consideraciones-neuropsicologicas-de-la-percepcion-de-la-soledad-y-cognicion-social-en-adultos-mayor">Estudios recientes</a> han revelado un aumento en la activación del sistema nervioso simpático y una disminución en la regulación del sistema nervioso parasimpático –el responsable del descanso y la recuperación– entre las personas mayores solas. Estos cambios pueden obstaculizar la adaptabilidad cerebral y la generación de nuevas células cerebrales. </p>
<p>Otros trabajos también han detectado cambios tangibles en la estructura física del cerebro que predisponen a sufrir enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer, la demencia y el <a href="https://go.gale.com/ps/i.do?p=IFME&sw=w&issn=&v=2.1&it=r&id=GALE%7CA767714375&sid=googleScholar&linkaccess=abs&userGroupName=anon%7E1e39728&aty=open-web-entry">párkinson</a>. <a href="https://revistas.um.es/eglobal/article/view/514761">Investigaciones previas</a> sugieren, por su parte, un mayor riesgo de deterioro cognitivo leve y el desarrollo de demencia en etapas avanzadas de la vida.</p>
<p>Y por si esto no fuera suficiente, la falta de interacción social podría degradar diversas capacidades cognitivas, <a href="https://revistas.um.es/eglobal/article/view/514761">como la memoria episódica, la memoria de trabajo, la atención sostenida y la flexibilidad cognitiva</a>, además de aumentar el riesgo de depresión, ansiedad y estrés crónico. Este conjunto de desafíos agrava los efectos cognitivos y funcionales asociados habitualmente con el proceso de envejecimiento.</p>
<h2>Tintes de epidemia en los países desarrollados</h2>
<p>Aunque son muchas las causas que pueden abocar a la soledad, se han identificado una serie de factores de riesgo, <a href="https://revistas.ucp.edu.co/index.php/grafias/article/view/1311/1320">como padecer depresión y/o enfermedades crónicas</a> y tener una edad avanzada. A más años cumplidos, más posibilidades de aislamiento social. </p>
<p>Por lo tanto, todo indica que el impacto de la soledad irá cada vez a más, sobre todo en los países desarrollados, por tener una población más envejecida. Esto ha provocado que cada vez sea más frecuente catalogarla como una epidemia que requiere abordarla mediante políticas de salud pública.</p>
<p>La creciente preocupación por este panorama ha impulsado el desarrollo de programas comunitarios destinados a fomentar la interacción social y proporcionar apoyo emocional. <a href="https://www.researchgate.net/profile/Francisco-Sotos/publication/360671123_Efecto_de_un_programa_de_intervencion_multidisciplinar_sobre_la_soledad_y_el_aislamiento_en_personas_mayores_institucionalizadas_confinadas_durante_la_pandemia_por_Covid-19_en_Espana_ARTICULO_ORIGINAL/links/6284a9e87cdcb914aaebb774/Efecto-de-un-programa-de-intervencion-multidisciplinar-sobre-la-soledad-y-el-aislamiento-en-personas-mayores-institucionalizadas-confinadas-durante-la-pandemia-por-Covid-19-en-Espana-ARTICULO-ORIGINAL.pdf">Intervenciones concretas</a> han demostrado su eficacia, sustentando no solo la necesidad de mitigar los efectos de la soledad, sino también de fortalecer el tejido social de las comunidades. Así se promueve un envejecimiento activo y saludable. </p>
<h2>Calidad de vida en los años dorados</h2>
<p>En resumen, la soledad en las personas mayores representa un desafío multifacético que exige respuestas a nivel individual, comunitario y político. Comprender los mecanismos neurobiológicos subyacentes y los efectos interrelacionados de la soledad en la salud cerebral y emocional es esencial para guiar el desarrollo de estrategias que mitiguen los impactos negativos.</p>
<p>Al priorizar la soledad como un tema de importancia en la salud pública, podemos mejorar la calidad de vida de las personas mayores en todo el mundo. Este compromiso global es esencial para fomentar la conexión y el enriquecimiento personal a lo largo de los años dorados de la vida.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/217295/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>María Antonia Parra Rizo no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>El envejecimiento es un factor de riesgo para sufrir soledad. Y cuando esta se convierte en crónica, puede deteriorar la salud mental a múltiples niveles: desde predisponer a sufrir demencia a aumentar las papeletas de caer en una depresión.María Antonia Parra Rizo, Doctora en Psicología de la Salud, Universidad Miguel HernándezLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2181512023-12-13T10:01:12Z2023-12-13T10:01:12ZPor qué nos cuesta cada vez más leer un texto largo<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/561819/original/file-20231127-25-tpyzgi.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C4425%2C2923&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/girl-cell-phone-books-304379273">Golden Dayz/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>¿Le ha pasado recientemente que le cuesta concentrarse en una lectura larga, que le lleve más de 10 minutos? ¿Se encuentra a menudo saltando de tarea en tarea, o de ventana en ventana en el ordenador, cuando apenas lleva tres párrafos leídos de un texto? ¿Le cuesta encontrar la tranquilidad mental para concentrarse en una novela?</p>
<p>Vivimos inmersos en un uso constante de ordenadores, móviles y tabletas. <a href="https://www.fundaciontelefonica.com/cultura-digital/publicaciones/sociedad-digital-en-espana-2023/780/">Los móviles</a> se usan para acceder a contenido audiovisual (vídeos, podcasts), navegar por internet (incluyendo redes sociales), juegos, compras y servicios financieros. Los españoles, por ejemplo, pasamos de media <a href="https://datareportal.com/reports/digital-2023-spain">5,45 horas al día conectados a la red</a>.</p>
<p>Todo ello tiene una influencia en nuestro cerebro. Nos estamos acostumbrando a un tipo de atención denominada “de abajo a arriba” (<em>bottom-up</em>). En este tipo de atención son las emociones, suscitadas por los contenidos digitales, las que disparan nuestra atención. Es decir, no dirigimos de forma voluntaria la atención (lo que se denominaría <em>top-down</em>: de arriba abajo), sino que estos medios “atrapan” nuestra atención sin que la hayamos dirigido de forma consciente. </p>
<p>Obviamente el impacto depende del contenido. No es lo mismo hacer uso de herramientas digitales que han sido diseñadas y testadas para mejorar procesos cognitivos como la atención, la memoria, la planificación, las habilidades matemáticas (un uso muy minoritario)… que el uso anteriormente descrito. </p>
<p>¿Cuál es el problema de acostumbrarnos a esta forma de atender? El problema es que dificulta que seamos capaces de atender a tareas menos atractivas a priori, o que requieren un procesamiento más pausado como leer, analizar información o estudiar. </p>
<h2>La multitarea digital</h2>
<p>Una característica de los contenidos multimedia es la “multitarea”: pasamos de contenido y cambiamos entre informaciones sin procesarlas pausadamente. Un modo de leer que <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7943608/">impacta de forma negativa en el rendimiento escolar</a>. Además, crea dependencia ya que, a nivel cerebral, <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7366946/">se activan áreas implicadas en las adicciones</a>. Es decir, estos contenidos nos “enganchan” en detrimento de otras tareas. </p>
<p>Para más <em>inri</em>, todo esto también está afectando a nuestra calidad de sueño (lo que tiene una alta relación con nuestra capacidad de atención). </p>
<h2>Descansar peor, concentrarse menos</h2>
<p>Estamos acostumbrados a estar constantemente conectados a estos dispositivos, incluso cuando vamos a dormir. Esto es un error, pues se ha demostrado que la luz de las pantallas confunde a nuestro cerebro haciéndole “pensar” que es de día. Ello impide que generemos melatonina, la hormona que nos ayuda a conciliar el sueño. <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3768102/">El sueño es fundamental</a> para estabilizar la memoria y para rendir atencionalmente al día siguiente.</p>
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Leer más:
<a href="https://theconversation.com/asi-afectan-las-preocupaciones-a-nuestro-sueno-151602">Así afectan las preocupaciones a nuestro sueño</a>
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<p>No es baladí que estén aumentando <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6430174/">las dificultades atencionales entre la población</a>. Para mantener la concentración necesitamos no estar constantemente conectados a la red. Por eso se plantea el debate en los centros laborales y en las aulas escolares sobre prohibir o limitar el uso de los dispositivos. </p>
<h2>Contrarrestar el efecto multitarea</h2>
<p>Todo esto nos lleva a plantear una serie de recomendaciones para mejorar nuestra concentración y permitirnos procesar información de forma más pausada.</p>
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<li><p>Disminuir el tiempo de exposición a las pantallas, desconectando los dispositivos cuando requerimos concentración. No deben a acceder a las mismas los menores de dos años. Después se debe limitar el tiempo de uso priorizando los contenidos educativos. </p></li>
<li><p>Realizar actividades al aire libre y actividades en la naturaleza también ha demostrado tener beneficios sobre la atención e incluso <a href="https://journals.sagepub.com/doi/10.1177/00139160021972793">sobre el rendimiento intelectual general</a>. </p></li>
<li><p>Realizar actividad física no sólo tiene <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0166432812005402">efectos positivos</a> en la salud física sino en la mental, <a href="https://www.casadellibro.com.co/libro-neuropsicologia-de-la-atencion-las-funciones-ejecutivas-y-la-memoria/9788490770269/2385520">incidiendo especialmente</a> en la atención, la memoria, la autorregulación y el estado de ánimo. </p></li>
<li><p>Potenciar una correcta higiene del sueño, disminuyendo la cantidad de estimulación de forma progresiva a la hora de acostarse. </p></li>
<li><p>Alimentarse de forma equilibrada sin descuidar el consumo de antioxidantes y minerales, ya que <a href="https://www.casadellibro.com.co/libro-neuropsicologia-de-la-atencion-las-funciones-ejecutivas-y-la-memoria/9788490770269/2385520">son fundamentales en el rendimiento intelectual</a>. </p></li>
<li><p>Realizar <a href="https://psycnet.apa.org/doiLanding?doi=10.1037%2Fa0012735">actividades disuasorias</a> como <a href="https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/13674679908406332">la meditación, escuchar música o la lectura</a>.</p></li>
<li><p>Preparar el ambiente para centrar nuestra atención. Por ejemplo, tener espacios diferenciados de trabajo, eliminar elementos que estén a la vista y que no necesitemos en ese momento. Usar temporizadores para la realización de las tareas y realizar breves pausas o descansos. También es recomendable realizar primero las actividades que requieren más esfuerzo a nivel de atención, para finalizar con las que suponen menor esfuerzo. Nuestra atención tiende a decaer a medida que nos fatigamos. Por último, ir aumentando de forma progresiva nuestros tiempos de concentración. </p></li>
</ol>
<p>Recuperar la capacidad de concentración es posible si nos lo proponemos y tenemos en cuenta estos consejos sencillos.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/218151/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Teresa Rossignoli Palomeque no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>El uso continuado del móvil y el ordenador y el cambio frecuente de tarea y contenido hacen que nuestra atención la dirijan las emociones en lugar de nuestra voluntad.Teresa Rossignoli Palomeque, Personal docente investigador. Líder del proyecto STap2Go: plataforma de cribado e intervención de atención y funciones ejecutivas, Universidad NebrijaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2183682023-12-12T18:24:37Z2023-12-12T18:24:37ZEntrar en los sueños ajenos es posible: logran comunicarse con personas mientras duermen<p>En la película <a href="https://www.filmaffinity.com/es/film971380.html"><em>Origen</em></a> (2010), de Christopher Nolan, el protagonista es capaz de infiltrarse en los sueños de otras personas e incluso influir en su contenido. ¿Y si esta ficción no estuviera tan alejada de la realidad?</p>
<p>Nuestras investigaciones sugieren que es posible interactuar con voluntarios mientras duermen. E incluso hablar con ellos en ciertos momentos propicios. A continuación explicamos cómo.</p>
<h2>La ciencia de los sueños: una disciplina compleja</h2>
<p>Mientras que a veces nos despertamos con recuerdos vívidos de nuestras aventuras nocturnas, en otras ocasiones tenemos la impresión de haber pasado una noche sin sueños, como si el tiempo se hubiera esfumado.</p>
<p>Aunque, por término medio, recordamos <a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fneur.2012.00106/full">de uno a tres sueños por semana</a>, no todos somos iguales a la hora de acordarnos de ellos. Las personas que afirman no soñar nunca representan entre el <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S1389945702002551">2,7 y el 6,5 % de la población</a>. A menudo, estos individuos han soñado en el pasado; cuando eran niños, por ejemplo. La proporción de personas que dicen no haber soñado nunca en su vida es muy baja: 0,38 %.</p>
<p>El hecho de recordar los sueños depende de <a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fneur.2020.00724/full">muchos factores</a>, como el sexo (las mujeres se acuerdan de ellos con más frecuencia), el interés por los sueños o la <a href="https://www.researchgate.net/publication/326900077_Researching_Dreams_The_Fundamentals">forma en que se registran</a> (mediante un “cuaderno de sueños” o grabándolos en un dictáfono, por ejemplo).</p>
<p>El carácter privado y evanescente de los sueños dificulta captarlos con fines científicos. Es cierto que, gracias a los conocimientos adquiridos en el campo de la neurociencia, hoy es posible clasificar el estado de alerta de una persona analizando su actividad cerebral, su tono muscular y sus movimientos oculares. Así, los científicos pueden determinar si una persona está dormida y en qué fase del sueño se encuentra: inicio del sueño, sueño ligero de ondas lentas, sueño profundo de ondas lentas o sueño REM.</p>
<p>Pero estas mediciones fisiológicas no indican si alguien está soñando (los sueños pueden producirse en todas las fases), ni mucho menos qué está soñando. Los investigadores no suelen tener acceso a la experiencia onírica en el momento en que se produce. Por lo tanto, se ven obligados a confiar en el relato recogido al despertar, sin ninguna garantía de que dicho relato sea fiel a lo que ocurrió en la cabeza del durmiente.</p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/559967/original/file-20231116-25-axyh3v.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="Foto de una mujer durmiendo en una caravana, de espaldas." src="https://images.theconversation.com/files/559967/original/file-20231116-25-axyh3v.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/559967/original/file-20231116-25-axyh3v.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/559967/original/file-20231116-25-axyh3v.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/559967/original/file-20231116-25-axyh3v.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/559967/original/file-20231116-25-axyh3v.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/559967/original/file-20231116-25-axyh3v.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/559967/original/file-20231116-25-axyh3v.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Determinar qué sueñan las personas mientras duermen sigue estando fuera del alcance de los científicos.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://unsplash.com/fr/photos/donna-che-dorme-sulla-roulotte-ffustAcaX0E">Михаил Калегин/Unsplash</a></span>
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<p>Además, para entender qué ocurre en el cerebro durante los sueños –y cuál es su función– necesitaríamos comparar la actividad cerebral durante los momentos en que se producen los sueños con aquellos en los que no. Por lo tanto, es imperativo determinar con precisión cuándo se producen los sueños con el fin de poder avanzar en la ciencia que los estudia.</p>
<p>Para ello, lo ideal sería poder comunicarse con los durmientes. ¿Es esto imposible? No para todos: ahí es donde entran en juego quienes experimentan sueños lúcidos.</p>
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À lire aussi :
<a href="https://theconversation.com/podemos-controlar-lo-que-sonamos-la-ciencia-de-los-suenos-lucidos-192414">¿Podemos controlar lo que soñamos? La ciencia de los sueños lúcidos</a>
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<h2>El sueño lúcido: la clave para desvelar el misterio</h2>
<p>La mayoría de nosotros sólo nos damos cuenta de que hemos estado soñando cuando nos despertamos. Los soñadores lúcidos, en cambio, tienen la capacidad única de ser conscientes de que están soñando aunque estén en la fase REM, periodo durante el cual la actividad cerebral es más parecida a la vigilia.</p>
<p>Y lo que es aún más asombroso: los soñadores lúcidos a veces pueden incluso ejercer un control parcial sobre el desarrollo de la historia onírica. Entonces son capaces de volar, hacer aparecer o desaparecer personas, cambiar el tiempo, transformarse en animales… Las posibilidades son infinitas.</p>
<p>Estos sueños conscientes pueden ocurrir espontáneamente o ser provocados por un entrenamiento específico. Su existencia se conoce desde la antigüedad, pero durante mucho tiempo se consideraron esotéricos e indignos de exploración científica.</p>
<p>Esta visión de las cosas cambió gracias a un <a href="https://journals.sagepub.com/doi/abs/10.2466/pms.1981.52.3.727">sagaz experimento</a> puesto en marcha por el psicólogo Keith Hearne y el psicofisiólogo Stephen Laberge en los años 80. Estos dos investigadores se propusieron demostrar científicamente que los soñadores lúcidos estaban realmente dormidos cuando se daban cuenta de que estaban soñando. Partiendo de la observación de que el sueño REM se caracteriza por movimientos oculares rápidos con los ojos cerrados, se plantearon la siguiente pregunta: ¿sería posible utilizar esta propiedad para pedir al durmiente que enviara un “telegrama” desde su sueño al mundo exterior?</p>
<p>Hearne y Laberge reclutaron a soñadores lúcidos para intentar obtener una respuesta. Antes de que se durmieran, acordaron con ellos el mensaje que debían enviar: los participantes tendrían que hacer movimientos oculares específicos, como mover la mirada de izquierda a derecha tres veces cuando fueran conscientes de que estaban soñando. Y mientras estaban objetivamente en la fase REM, ¡los soñadores lúcidos hicieron exactamente eso!</p>
<p>Gracias a este código de comunicación, los investigadores pudieron detectar momentos de sueño en tiempo real. Este trabajo allanó el camino para numerosos proyectos de investigación en los que los soñadores lúcidos actúan como agentes encubiertos en el mundo onírico, llevando a cabo misiones (como <a href="https://www.nature.com/articles/s41598-018-21067-9">aguantar la respiración</a> en un sueño) y señalándolas a los experimentadores mediante el código ocular.</p>
<p>Ahora es posible combinar estos experimentos con técnicas de imagen cerebral para estudiar las regiones del cerebro implicadas en los sueños lúcidos. Esto representa un gran paso adelante en la búsqueda de una mejor comprensión de los sueños y de cómo se forman.</p>
<p>En 2021, cuatro décadas después del trabajo pionero de Hearne y Laberge, un <a href="https://www.cell.com/current-biology/pdfExtended/S0960-9822(21)00059-2">estudio</a> realizado por nuestro equipo en colaboración con investigadores de todo el mundo nos ha llevado aún más lejos.</p>
<h2>De la ficción a la realidad: hablar con el durmiente</h2>
<p>Sabíamos que los soñadores lúcidos eran capaces de enviar información desde sus sueños, pero ¿pueden también recibirla? En otras palabras, ¿es posible hablar con ellos? Para averiguarlo, expusimos a un soñador lúcido a estímulos táctiles mientras dormía. También le hicimos preguntas cerradas como: “¿Te gusta el chocolate?”.</p>
<p>El voluntario fue capaz de responder sonriendo para indicar un “sí” y frunció el ceño para decir “no”. Además, como parte de este trabajo, a los soñadores lúcidos se les presentaron verbalmente ecuaciones matemáticas sencillas. Fueron capaces de dar respuestas adecuadas mientras permanecían dormidos.</p>
<p>Por supuesto, los participantes no siempre respondían. Pero el hecho de que a veces lo hicieran (el 18 % de los casos en nuestro estudio) abrió la puerta a la comunicación entre experimentadores y durmientes.</p>
<p>Sin embargo, el sueño lúcido sigue siendo un fenómeno poco frecuente e incluso quienes lo experimentan no lo hacen siempre ni durante toda la fase REM. ¿Se limitaba el portal de comunicación que habíamos abierto únicamente al sueño REM “lúcido”? Para averiguarlo, emprendimos nuevos trabajos.</p>
<h2>Ampliar el portal de comunicación</h2>
<p>Para averiguar si podíamos comunicarnos del mismo modo con cualquier durmiente, sea cual sea su fase de sueño, realizamos experimentos con voluntarios que no eran soñadores lúcidos ni padecían trastornos del sueño, así como con personas que sufrían narcolepsia. Esta enfermedad, que se caracteriza por quedarse dormido con frecuencia (normalmente en sueño REM), se asocia a una <a href="https://academic.oup.com/sleep/article/38/3/487/2416990">mayor propensión</a> a los sueños lúcidos.</p>
<p>En <a href="https://www.nature.com/articles/s41593-023-01449-7">este nuevo experimento</a>, presentamos verbalmente a los participantes palabras existentes (por ejemplo, <em>pizza</em>) y otras inventadas (como <em>ditza</em>) en todas las fases del sueño. Les pedimos que sonrieran o fruncieran el ceño para indicar si la palabra era inventada o no. No es sorprendente que las personas con narcolepsia fueran capaces de responder cuando estaban lúcidas en sueño REM, lo que confirma nuestros resultados de 2021.</p>
<p>Más sorprendente, sin embargo, fue el hecho de que ambos grupos de participantes también respondieran a nuestros estímulos verbales en la mayoría de las fases del sueño, incluso en ausencia de sueño lúcido. Los voluntarios respondían de forma intermitente, como si las ventanas de conexión con el mundo exterior se abrieran temporalmente.</p>
<p>Incluso pudimos determinar el cóctel de actividad cerebral que propiciaba esos momentos de apertura: analizando la actividad cerebral de los durmientes antes de que se presentaran los estímulos, pudimos predecir si responderían o no.</p>
<p>¿Por qué existen estas ventanas de conexión con el mundo exterior? Es posible plantear la hipótesis de que el cerebro se desarrolló en un contexto en el que era necesario un mínimo de procesamiento cognitivo durante el sueño: podemos imaginar, por ejemplo, que nuestros antepasados tenían que permanecer atentos a los estímulos externos mientras dormían, por si se acercaba un depredador. Del mismo modo, sabemos que el cerebro de una madre reacciona preferentemente a los llantos de su bebé durante el sueño.</p>
<p>Nuestros resultados sugieren que ahora podemos “hablar” con cualquier durmiente, sea cual sea la fase del sueño en la que se encuentre. Al perfeccionar los marcadores cerebrales que predicen los momentos de conexión con el mundo exterior, debería ser posible optimizar aún más los protocolos de comunicación en el futuro.</p>
<p>Este avance allana el camino al diálogo en tiempo real con los durmientes, ofreciendo a los investigadores la posibilidad de explorar los misterios de los sueños en el momento en que se producen. Pero si la línea que separa la ciencia ficción de la realidad parece cada vez más fina, quédense tranquilos: los neurocientíficos aún están muy lejos de poder descifrar el contenido de sus sueños. Pueden seguir soñando.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/218368/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Les auteurs ne travaillent pas, ne conseillent pas, ne possèdent pas de parts, ne reçoivent pas de fonds d'une organisation qui pourrait tirer profit de cet article, et n'ont déclaré aucune autre affiliation que leur organisme de recherche.</span></em></p>¿Acceder a los sueños de otras personas es una fantasía de ciencia ficción? Quizá ya no: los científicos han logrado comunicarse con personas mientras duermen. Un primer paso para desentrañar los secretos de los sueños.Başak Türker, Chercheuse postdoctorale, Institut du Cerveau (ICM)Delphine Oudiette, Chercheure en neurosciences cognitives, InsermLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2130272023-11-30T18:06:25Z2023-11-30T18:06:25Z¿Sabemos cómo afectan las nuevas tecnologías al cerebro de los menores? No es tan fácil averiguarlo<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/560758/original/file-20231121-23-9so2xf.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=167%2C87%2C4937%2C3440&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/penang-malaysia-january-14-2020-little-1615987360">Raymond Vong Photography/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Marta tiene trece años. Se pasa horas en Instagram, viendo perfiles de famosas modelos, sus secretos de belleza y sus “dietas milagro”. Le gusta mucho el mundo de la moda. Pero ver estos <em>reels</em> siempre le hace concienciarse de lo que come y cómo se ve su cuerpo. Hace un mes, su hermana le pasó un vídeo de TikTok de una psicóloga que habla sobre autoestima, salud mental, y <em>body positivity</em>. Aunque al principio, no reparó mucho en ello, le gustó y decidió seguir esa cuenta. </p>
<p>Poco a poco, Marta se ha dado cuenta de que algunas de las cosas que se comentan en esos vídeos le están despertando un espíritu crítico que antes no tenía. Ahora, es capaz de ver desde un punto de vista diferente las publicaciones relacionadas con el mundo de la belleza. Además, ha descubierto una comunidad de gustos e intereses similares, con la que está aprendiendo a ser crítica frente a las tendencias de belleza impuestas en la sociedad. </p>
<h2>No es cuestión de blanco o negro</h2>
<p>Parece claro que las nuevas tecnologías, y las redes sociales en concreto, no tienen un carácter positivo o negativo en sí mismas, sino infinidad de posibilidades de uso. Dependiendo del empleo concreto que les demos a estas plataformas tendrán unos efectos u otros en nuestro cerebro. En la literatura científica, el sobreuso de <em>smartphones</em> y redes sociales se ha visto asociado tanto a efectos perjudiciales como beneficiosos sobre la cognición y la salud mental.</p>
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Leer más:
<a href="https://theconversation.com/el-acceso-a-internet-debe-ampliar-el-mundo-de-los-ninos-no-limitarlo-213902">El acceso a internet debe ampliar el mundo de los niños, no limitarlo</a>
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<p>Entre los primeros, se han descrito <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC8204720/pdf/fpsyt-12-669042.pdf">problemas de atención y autoestima, y un mayor riesgo de desarrollar depresión y ansiedad</a>. Y, al mismo tiempo, también se ha visto que las redes sociales <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6904320/pdf/day056.pdf">promueven la interacción social, la creatividad y el bienestar general</a>.</p>
<h2>Problemas metodológicos</h2>
<p>Pero ¿cómo podríamos investigar el uso que las personas dan a estas herramientas, para entender sus efectos cerebrales, sin vulnerar su privacidad? Desafortunadamente, la caracterización de los efectos de esas tecnologías no es trivial y debe basarse en medidas indirectas, lo que implica cierta falta de control y objetividad en las observaciones. </p>
<p>En vez de recoger datos reales cuantificables (a través de una aplicación, por ejemplo), debemos confiar en información sobre la experiencia subjetiva de los participantes de nuestros estudios (a través de cuestionarios). Esto añade dificultades a la hora de interpretar, comparar y extrapolar los resultados. </p>
<p>Para empezar, los trabajos que se han realizado hasta la fecha se centran en estudiar variables que no son exactamente iguales de una investigación a otra. Así, utilizan medidas y terminologías muy diferentes para referirse a cuestiones similares. Por ejemplo: <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6830442/?report=printable">“tiempo delante de una pantalla”</a>, <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC8916658/pdf/pone.0260637.pdf">“uso de <em>smartphones</em>”</a>, <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC8668323/pdf/fpsyt-12-737178.pdf">“exposición a medios digitales”</a> o <a href="https://eprints.whiterose.ac.uk/140927/3/Integrative%20review%20BMJ.%20FINALvised%20Paper.pdf">“uso de redes sociales”</a>, entre otros. </p>
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Leer más:
<a href="https://theconversation.com/razones-para-retrasar-el-uso-del-movil-proteger-la-salud-mental-217048">Razones para retrasar el uso del móvil: proteger la salud mental</a>
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<p>¿No estaría el uso de móviles contenido dentro del “tiempo delante de una pantalla”, por ejemplo? ¿Cómo se distinguen los efectos de estar frente al televisor o el ordenador de los de consumir tiempo con un teléfono inteligente? ¿Y cómo distinguimos la actividad concreta que se realiza cuando tenemos un <em>smartphone</em> en la mano sin dejar de proteger la privacidad de las personas?</p>
<p>Además, el uso tan universalizado de estas tecnologías es relativamente reciente. Por tanto, carecemos de suficientes estudios longitudinales, es decir, con datos recogidos durante varias décadas de un numeroso grupo de personas. Este tipo de investigación sería la que podría informarnos sobre los efectos a largo plazo del uso y sobreuso de estas herramientas. Tendremos que esperar un tiempo y hacer el esfuerzo de seguir un mismo grupo de participantes por muchos años para entenderlos mejor.</p>
<h2>Cómo medir el riesgo de adicción</h2>
<p>Por último, uno de los temas más candentes actualmente es <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0306460321000307?ref=pdf_download&fr=RR-2&rr=8297d883ab7c1a7b">el riesgo de adicción asociado con estas tecnologías</a>. Para valorar si existe o no un comportamiento adictivo, la medida primordial parece ser el tiempo de uso. Sin embargo, la mayoría de las aplicaciones, redes sociales y sitios web están diseñados, específicamente, <a href="https://www.linkedin.com/pulse/real-reason-why-social-media-keeps-us-hooked-pablo-lopez/">para mantener nuestra atención focalizada en sus contenidos y alargar el tiempo que invertimos en ellas</a>. El estado de absorción que causan estos medios nos dificulta la tarea de estimar de forma subjetiva esa duración. Y una medición objetiva nos lleva al problema inicial de vulneración de la privacidad e intimidad de los sujetos de estudio.</p>
<p>Con estos retos en mente, parece evidente que entender los beneficios y riesgos del uso de las nuevas tecnologías sobre el cerebro está acompañado por obstáculos difícilmente superables. Sin embargo, es importante comprender que las herramientas digitales no son buenas o malas <em>per se</em>. Tienen un enorme potencial en los dos sentidos. Depende de nosotros cómo decidamos utilizarlas y cómo de críticos queremos ser con las actividades y contenidos que consumimos <em>online</em>. </p>
<p>Además, aunque sea un proceso lento, seguiremos aprendiendo sobre las bondades y perjuicios de estas herramientas sobre nuestra cognición y nuestra salud mental. Sólo así podremos poner en marcha protocolos preventivos y educativos para usar estas plataformas de una manera saludable.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/213027/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Lucía Vaquero Zamora recibe fondos de la European Research Executive Agency (REA) a través de su beca conseguida dentro del programa de financiación Marie Sklodowska-Curie Actions (otorgada para la realización del proyecto "Social Media Artistic tRaining in Teenagers (SMART)", Grant Agreement ID: 101063319).</span></em></p>Desde el punto de vista de la neurociencia, varios obstáculos (metodológicos, de privacidad…) impiden saber con exactitud qué consecuencias acarrea el tiempo dedicado a las pantallas.Lucía Vaquero Zamora, Investigadora Postdoctoral en Neurociencia Cognitiva, Universidad Complutense de MadridLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2164872023-11-30T17:57:39Z2023-11-30T17:57:39ZLorente de Nó y Cajal: la conexión española en el nacimiento de la cibernética<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/559910/original/file-20231116-29-oif88u.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&rect=717%2C366%2C2101%2C1823&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Rafael Lorente de Nó (1902–1990).</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://anatomypubs.onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1002/ar.24190">Cortesía del Rockefeller Archive Center</a></span></figcaption></figure><p>En el verano de 1940, cuando las tropas de Hitler parecían aún imparables, el ejército de los EE. UU. decidió iniciar el famoso Proyecto Manhattan, que daría lugar <a href="https://theconversation.com/atomic-age-began-75-years-ago-with-the-first-controlled-nuclear-chain-reaction-87154">a la primera bomba atómica de la historia</a>. Mucho menos conocido es que, al abrigo del mismo, una serie de proyectos acabaron por alumbrar a la cibernética. De esta ciencia derivan los modernos ordenadores y la inteligencia artificial que hoy acapara titulares. </p>
<p>El matemático Norbert Wiener (1894-1964), del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), y el ingeniero Julian Bigelow (1913-2003), de la Universidad de Princeton, comenzaron a desarrollar servomecanismos para intentar corregir los errores de una variable de cálculo (la trayectoria de un avión en vuelo) y así mejorar el sistema de disparo antiaéreo. Aplicaron la teoría de redes a los bucles de retroalimentación (en inglés, <em>feedback</em>), cuyo primer ejemplo en el sistema nervioso había sido descrito en 1933 por el más joven de los discípulos directos de <a href="https://www.nobelprize.org/prizes/medicine/1906/summary/">Santiago Ramón y Cajal (1852-1934)</a>, el neurocientífico español Rafael Lorente de Nó (1902-1990). Este último había dejado Europa en 1931 <a href="https://anatomypubs.onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1002/ar.24190">para instalarse en los Estados Unidos</a> . </p>
<p>Wiener puso su atención en el cerebro y el comportamiento de organismos vivos, y comenzó a colaborar con el neuropsiquiatra mexicano afincado en Harvard Arturo Rosenblueth (1900-1970). En 1942 celebraron en Nueva York lo que podemos considerar la primera reunión preparatoria de la cibernética: <a href="https://journals.sagepub.com/doi/10.1177/10738584231179932">la miniconferencia en “inhibición cerebral”</a> . A esta conferencia le siguieron otras, a las que se iría incorporando un selecto grupo de científicos de diversos campos, adaptando su experiencia a las necesidades del proyecto. </p>
<p>El corazón de estas reuniones lo formaban los denominados “Cibernéticos”: los ya citados Wiener, Bigelow, Rosenblueth (en ese momento de retorno en México) y Lorente de Nó (instalado en la Universidad Rockefeller desde 1936). También el neurofisiólogo y psiquiatra Warren McCulloch (1898-1969) y los matemáticos John von Neuman (1903-1957) y Walter Pitts (1923-1969).</p>
<p>Lorente de Nó, McCulloch y Pitts conformaron el grupo de trabajo Connected Aspects of Neurology que sería fundamental para la génesis de la denominada <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Arquitectura_de_Von_Neumann">“arquitectura Von Neumann”</a> (1945), un revolucionario diseño basado en el funcionamiento del sistema nervioso y que será la base de todos los ordenadores durante el resto del siglo XX.</p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/559912/original/file-20231116-19-lub2x6.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/559912/original/file-20231116-19-lub2x6.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/559912/original/file-20231116-19-lub2x6.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/559912/original/file-20231116-19-lub2x6.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/559912/original/file-20231116-19-lub2x6.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/559912/original/file-20231116-19-lub2x6.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/559912/original/file-20231116-19-lub2x6.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/559912/original/file-20231116-19-lub2x6.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">Santiago Ramón y Cajal ante el microscopio en su laboratorio particular en 1930.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="http://bdh.bne.es/bnesearch/detalle/bdh0000069197">BNE - Biblioteca Digital Hispánica</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/">CC BY-SA</a></span>
</figcaption>
</figure>
<h2>La influencia de Cajal en los “Cibernéticos”</h2>
<p>Quien corrió a cargo de exponer cómo funcionaba el cerebro, dentro de los “Cibernéticos”, fue Lorente de Nó. Su maestro, Cajal, había sentado las bases de la moderna neurociencia entre 1888 y 1892, trabajando en solitario en el laboratorio que montó <a href="https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fncel.2019.00187/full">en su propia casa de Barcelona</a>. </p>
<p>Ya en Madrid, como catedrático de la Universidad Central, Cajal no se quedó de brazos cruzados:</p>
<ul>
<li><p>Centró mucho de su estudio en las células que hoy conocemos como interneuronas.</p></li>
<li><p>Propuso el concepto de conducción en avalancha, por el que una señal nerviosa podía multiplicarse si una neurona conectaba con otras cuatro diferentes.</p></li>
<li><p>Hizo la primera descripción histórica de un bucle de retroalimentación como “semicírculos recurrentes” en la corteza del cerebelo.</p></li>
<li><p>Describió algunas interneuronas como elementos que interconectaban diferentes bucles de retroalimentación.</p></li>
<li><p>Propuso el concepto que conocemos como <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Teor%C3%ADa_hebbiana">“aprendizaje Hebbiano”</a>. Según este, la eficacia sináptica se debe, en realidad, a la actividad repetitiva y persistente de una misma neurona presináptica sobre una misma neurona postsináptica.</p></li>
</ul>
<p>Cajal, que ganó el Premio Nobel en Fisiología y Medicina en 1906, siempre entendió las sinapsis como excitadoras. El concepto de que una neurona individual pudiese generar una información inhibidora tiene origen anglosajón y es bastante posterior.</p>
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Leer más:
<a href="https://theconversation.com/cajal-y-su-escuela-neurologica-cuando-la-ciencia-es-patrimonio-de-la-humanidad-y-no-lo-vemos-142740">Cajal y su escuela neurológica: cuando la Ciencia es Patrimonio de la Humanidad y no lo vemos</a>
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<h2>Lorente de Nó y un discípulo de Río-Hortega</h2>
<p>En el momento de nuestra historia, los hallazgos más recientes eran los generados por Lorente de Nó: </p>
<figure class="align-right zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/559924/original/file-20231116-15-idgukm.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/559924/original/file-20231116-15-idgukm.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/559924/original/file-20231116-15-idgukm.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=805&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/559924/original/file-20231116-15-idgukm.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=805&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/559924/original/file-20231116-15-idgukm.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=805&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/559924/original/file-20231116-15-idgukm.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=1012&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/559924/original/file-20231116-15-idgukm.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=1012&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/559924/original/file-20231116-15-idgukm.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=1012&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">(A) Esquema de las vías que conectan las interneuronas entre sí y con las motoneuronas oculares. (B) Diagramas de las conexiones dentro de las cadenas de neuronas. Las flechas indican la dirección de transmisión de los impulsos según la ley de Cajal de polarización dinámica.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/37403768/">Lorente de Nó, 1938.</a></span>
</figcaption>
</figure>
<ul>
<li><p>Realizó la primera descripción de la organización de la corteza cerebral en columnas funcionales (entre 1922 y 1938).</p></li>
<li><p>Describió las neuronas cuyos axones forman circuitos recurrentes entre núcleos del tronco del encéfalo (1933).</p></li>
<li><p>Descubrió la diferente conducción de los impulsos nerviosos a lo largo de los axones vs. las dendritas, completó la descripción del retardo sináptico y describió el concepto de sumación (temporal y espacial) sináptica (1935).</p></li>
</ul>
<p>Lorente de Nó aunaba, por tanto, un inigualable conocimiento neuroanatómico junto a una concepción de cómo funcionaba un cerebro difícil de igualar. Además, en su búsqueda del mejor ambiente en que desarrollar su investigación científica había recalado en una universidad cuyo prestigio crecía a velocidad de vértigo (la Universidad Rockefeller), localizada en Nueva York, la capital de aquel mundo. </p>
<p>De la mano de Lorente de Nó, las neurociencias desempeñaron un papel determinante <a href="https://journals.sagepub.com/doi/10.1177/10738584231179932">en el nacimiento de la cibernética entre 1943 y 1953</a>.</p>
<p>Varios Cibernéticos estuvieron cerca de obtener un Nobel. Lorente de Nó fue propuesto cuatro años al Premio Nobel en Fisiología o Medicina (1949, 1950, 1951 y 1952), el mexicano Arturo Rosenblueth también lo fue una vez (1952, independientemente del anterior) y Norbert Wiener fue propuesto para el de Física en 1959, pero ninguno de ellos finalmente alcanzó el preciado galardón científico.</p>
<p>Esta conexión española en el nacimiento de la Cibernética se vio reforzada con la presencia del neuropsiquiatra neoyorkino Lawrence S. Kubie (1896-1973), otro de los que conformó el grupo principal de los Cibernéticos. Se había formado en Madrid en la década de 1920 junto a Pío del Río-Hortega (1882-1945), quizá el más exitoso colaborador de Cajal. </p>
<p>A partir de 1970 vendrían más datos importantes producidos por otros investigadores, pero las descripciones de la organización y función del cerebro que se utilizaron para diseñar los primeros modelos cibernéticos fueron las de Cajal y Lorente de Nó. Esta conexión española cibernética coincidió en la raíz primera de los ordenadores, algoritmos e inteligencia artificial que son ya parte de nuestras vidas y que determinarán nuestro futuro.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/216487/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>El grupo de investigación que dirige Fernando de Castro Soubriet, en el momento de publicar este artículo, recibe fondos del Ministerio de Ciencia, Investigación e Innovación, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y de la Comunidad de Madrid.</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Juan Manuel Espinosa Sánchez recibe fondos de la Federation of European Neuroscience Societies para un proyecto titulado "Lorente de Nó: From Neurohistology to Neurophysiology".
</span></em></p>La arquitectura cibernética se basó en la arquitectura del cerebro desvelada por Cajal y su discípulo Lorente de Nó.Fernando de Castro Soubriet, Científico Titular del CSIC y jefe de grupo de investigación. Neurociencias, Instituto Cajal - CSICJuan Manuel Espinosa Sánchez, Profesor asociado. Departamento de Cirugía y sus Especialidades, Universidad de GranadaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2148102023-11-06T13:26:23Z2023-11-06T13:26:23ZEl cerebro humano no busca la verdad: una explicación científica a por qué mentimos<p>El cerebro humano no busca la verdad, lo que busca es quedar bien. Su estudio nos ha llevado a los expertos a conclusiones que incomodan, pero ayudan a entendernos mejor a nosotros mismos.</p>
<h2>Toda la verdad (o no)</h2>
<p>El cerebro humano es una maravilla de la naturaleza. Ha sido capaz de llevarnos a la Luna, y no tardará mucho en hacerlo a Marte. La humanidad ha conseguido explorar los confines del mundo, del sistema solar, del universo, y entenderlos en profundidad. Sí, el cerebro humano es prodigioso. Es, sin duda, lo que nos convierte en la especie más inteligente del planeta. Pero no es perfecto. Es el mismo cerebro que, cuando fabrica aviones tan grandes como el Airbus A380, con una capacidad para más de 500 pasajeros y una ingeniería exquisita, omite el número 13 de la fila de butacas porque “da mala suerte”. </p>
<p>Para entender por qué esto es así hay que conocer toda la verdad sobre nuestro cerebro. Y esto implica constatar que los procesos que subyacen a nuestras decisiones son en su gran mayoría –si no todos– inconscientes. </p>
<h2>El libre albedrío no es tan libre</h2>
<p>En la década de 1970, el psicólogo <a href="https://academic.oup.com/brain/article-abstract/106/3/623/271932">Benjamin Libet demostró que eso que llamamos libre albedrío no era como lo habíamos pintado</a>. Unos electrodos colocados en el lugar oportuno de la cabeza de sus participantes le permitieron descubrir que el cerebro iniciaba las acciones un tiempo antes de que fueran conscientes de estar tomando la decisión de llevarlas a cabo.</p>
<p>Cuando tomamos una decisión creemos haber sopesado pros y contras, y haber madurado nuestra respuesta. Pero los experimentos demuestran que, normalmente, no sabemos exactamente qué nos ha llevado a tomar una decisión. </p>
<p>Lo habitual, de hecho, es que las razones para hacer lo que hacemos las encontramos a posteriori; es decir, justificamos nuestros actos una vez realizados. </p>
<p>Las evidencias muestran, además, que nuestras decisiones las defendemos por encima de todo, aunque no sepamos qué nos llevó a ellas. </p>
<p>A esta forma de ser de nuestro cerebro se le llamó “el intérprete”. Con esta denominación, el experto en el estudio de la mente <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Michael_Gazzaniga">Michael Gazzaniga</a> resaltó que el cerebro está continuamente interpretando la realidad, encontrando una razón de ser para todas las cosas. Pero también que le da igual si su interpretación es verdad o no: le basta con que sea satisfactoria, aparentemente buena. </p>
<h2>El cerebro humano busca quedar bien</h2>
<p>Gazzaniga lo descubrió al <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0010945270800107?via%3Dihub">estudiar pacientes con el cerebro escindido</a>, es decir, dividido quirúrgicamente en dos hemisferios separados como consecuencia de un tratamiento contra ataques epilépticos recurrentes. </p>
<p>Cada hemisferio percibe y actúa sobre una mitad del mundo. El izquierdo percibe principalmente lo que está a nuestra derecha, mientras que lo que está a nuestra izquierda lo procesa el derecho. Igualmente, el hemisferio izquierdo maneja la mano derecha, y el derecho la izquierda. </p>
<p>Cuando hablamos, además, lo hacemos principalmente con el hemisferio izquierdo, por lo que con el cerebro dividido es como si tuviéramos dos personas, una que habla y otra que no pronuncia ni una palabra. </p>
<p>En los experimentos de Gazzaniga, cuando el hemisferio derecho del paciente veía un objeto y se le pedía que eligiera una imagen relacionada con el mismo, la mano izquierda cogía la imagen correcta. En cuanto al hemisferio izquierdo, el que habla, observaba la acción sin tener la más mínima idea de por qué esa era la imagen correcta. Pero cuando se preguntaba al paciente que por qué había cogido esa imagen, su hemisferio izquierdo respondía inventándose una razón. Nunca acertaba, ya que ignoraba totalmente la verdadera, pero estaba empeñado en dar una explicación, por descabellada que fuera. </p>
<p>Este mecanismo resultó ser muy humano, y no solo propio de personas con el cerebro escindido. Toda la humanidad funciona así en su realidad más cotidiana.</p>
<p>Es interesante destacar que el intérprete nunca decía “no sé”. Decir “no sé” no parece la respuesta más humana, aunque en principio sea la más razonable. Y esto es así especialmente cuando se trata de justificar nuestros actos. </p>
<h2>Estrategias para persuadir</h2>
<p>La verdad no es lo más importante, sino quedarse satisfecho con una explicación más o menos creíble, aceptable. Aceptable para uno mismo y para los demás, aunque no sea cierta. Como dicen <a href="https://sites.google.com/site/hugomercier/">Hugo Mercier</a> y <a href="https://www.dan.sperber.fr/">Dan Sperber</a>, <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/21447233/">las estrategias de razonamiento de nuestra especie no evolucionaron para llegar a la verdad</a>, sino para persuadir a otros de que llevamos razón. </p>
<p>La explicación a todo esto, <a href="https://www.planetadelibros.com/libro-de-que-nos-sirve-ser-tan-listos/380534">como explico en mi último libro</a>, está en que <a href="https://theconversation.com/afecta-el-aislamiento-a-nuestro-cerebro-136027">nuestro cerebro es hipersocial</a>. Se hizo grande no para llevarnos a la Luna, sino para afrontar los grandes retos de vivir en sociedad, de convivir con un número elevado de individuos con los que a veces cooperamos y a veces competimos. </p>
<p>En estas circunstancias, lo habitual es que no podamos permitirnos perder tiempo, sino tomar decisiones rápidas y eficaces, de manera automática, sopesando multitud de razones a la vez. De la mayoría seremos poco o nada conscientes, porque serlo exigiría mucho tiempo y esfuerzo. No importa, ya encontraremos la forma de justificarnos si algo de lo que hemos hecho parece poco correcto a ojos de los demás. Para eso está el intérprete: para preservar a toda costa algo tan valioso como nuestra autoestima.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/214810/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Manuel Martin-Loeches Garrido no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Mentimos continuamente, y es posible que ni siquiera sepamos que lo hacemos tanto. Los estudios del cerebro humano explican cómo el cerebro no busca la verdad y justifica sus actos por encima de todo.Manuel Martin-Loeches Garrido, Catedrático de Psicobiología, Universidad Complutense de MadridLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2166072023-10-30T21:30:50Z2023-10-30T21:30:50Z¿Por qué (a veces) buscamos sentir miedo?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/556625/original/file-20231030-15-92zlmk.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=255%2C151%2C5078%2C3398&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">shutterstock</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/man-afraid-while-watching-tv-796765786">photoschmidt/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Si nos preguntamos qué nos da miedo, nos damos cuenta de que muchas veces es lo desconocido lo que provoca esta emoción. No saber, no comprender, no controlar, o no confiar. Cuanta más compresión del otro, de lo nuevo, de lo diferente, menos miedo. Como dijo <a href="https://todayinsci.com/C/Curie_Marie/CurieMarie-Quotations.htm">Marie Curie</a>: “Nada en la vida deber ser temido, solamente comprendido”.</p>
<p>El miedo es una emoción innata que compartimos como especie humana con otros animales, mayoritariamente los mamíferos. Y se produce ante una sensación de peligro o amenaza real, evocada por un recuerdo o por simulación, donde se pone en peligro la supervivencia.</p>
<h2>Legitimar el miedo</h2>
<p>El psicólogo estadounidense <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Paul_Ekman">Paul Ekman</a> estableció, sobre la base de 100 000 expresiones faciales, las seis emociones básicas: alegría, tristeza, miedo, asco, ira, sorpresa. Todas las emociones tienen su función; si no, las habríamos transformado o aniquilado a lo largo de la evolución. </p>
<p>Una de las funciones básicas del miedo es ayudar a la supervivencia. Si no tuviéramos miedo, nos atreveríamos a cruzar todos los límites, y fácilmente se nos iría la vida.</p>
<p>La expresión de las emociones también tiene diferentes intensidades y grados en el tiempo. Así, si nos detenemos a mirar el miedo, nos encontramos con emociones afines como la inquietud, que tiene poca intensidad. Si la intensidad va incrementándose aparecen el nerviosismo y la ansiedad. Le siguen en intensidad el temor y la desesperación. Y cuando el miedo es muy intenso surgen el pánico, el horror o el terror. </p>
<p>Lo importante en cada caso es detenerse a escuchar y reconocer las diferentes emociones, tomar consciencia de su origen y ponerle nombre. Saber nombrar con propiedad cada emoción es básico para gestionarla, porque ya hemos visto que es muy diferente sentir inquietud que pánico, por ejemplo.</p>
<p>De lo que no cabe duda es de que la expresión de miedo es legítima.</p>
<h2>Enfrentarse al miedo</h2>
<p>Podemos hablar de tres reacciones básicas frente al miedo.</p>
<ol>
<li><p>Primero surge la <strong>fuga</strong>. Ante algo que parece amenazante, o muy superior, el primer instinto de supervivencia es huir. </p></li>
<li><p>En segundo lugar, podemos <strong>enfrentarnos</strong> a los miedos. Si es un objeto real, la reacción ante algo que nos amenaza es la de luchar contra ello. De ahí las frecuentes guerras, peleas y ataques entre humanos.</p></li>
<li><p>La tercera reacción no es otra que <strong>esconderse</strong>. Ante el miedo, muchos animales se mimetizan, se quedan quietos, y esta reacción primaria también la hacemos nuestra muchas veces cuando nos sentimos amenazados: el miedo nos paraliza.</p></li>
</ol>
<p>Lo realmente importante ante el miedo –o los miedos, en sus diferentes grados–es saber discriminar si es real o fruto de nuestra imaginación o pensamientos. De hecho, muchas de las causas de nuestra ansiedad no son reales, son creaciones imaginarias.</p>
<p>No nos da miedo el monstruo que hay debajo de la cama, sino mirar debajo de la cama. Tomar <a href="https://www.alianzaeditorial.es/libro/alianza-ensayo/es-posible-una-cultura-sin-miedo-francisco-mora-9788491040606/">conciencia de nuestros miedos</a> y enfrentarnos a ellos es lo que nos hace crecer. </p>
<h2>Acercarse al miedo por elección</h2>
<p>Lo paradójico del asunto es que hay personas que disfrutan viendo películas de terror o viviendo escenas de horror creadas artificialmente. Es más, las celebraciones propias de la fiesta de Halloween nos parecen terroríficamente divertidas. ¿Cómo puede ser que, mientras la mayoría de las personas suelen evitar las sensaciones intensas de miedo, hay otras que <a href="https://theconversation.com/por-que-nos-gusta-pasar-miedo-192888">parecen elegirlas</a>?</p>
<p>La neurociencia tiene la respuesta. Nuestro cerebro vive intensamente una película de terror: el cerebro percibe una amenaza, la amígdala envía una señal al hipotálamo que, a su vez, activa el sistema nervioso simpático para que el cuerpo se prepare para la acción, es decir, para que pueda huir, luchar, etc. Casi como si fuera real. </p>
<p>Simultáneamente, las glándulas suprarrenales aumentan la producción de noradrenalina, lo que acelera el ritmo cardíaco y aumenta el flujo de sangre cargada de adrenalina hacia los músculos y la epidermis. Cuando adrenalina y noradrenalina entran en contacto, los músculos se contraen y se tensan.</p>
<p>En este momento nuestro cerebro está viviendo plenamente la emoción. Pero en el fondo sabe que es sólo por un tiempo limitado (lo que dure la película, el pasaje del terror o el <em>escape room</em>).</p>
<p>Y ahí radica la esencia: el cerebro lo vive como un juego el que se permite entrar al 100 % sabiendo que hay una salida, un final.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/216607/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Anna Forés Miravalles no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>El miedo es una sensación que compartimos con otros mamíferos. Pero ¿por qué los humanos la buscamos a veces intencionadamente en películas de miedo, pasajes del terror o juegos de escape room?Anna Forés Miravalles, Profesora Facultad de Educación, Universitat de BarcelonaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2145872023-10-16T21:17:46Z2023-10-16T21:17:46ZLa deslumbrante mente de los intérpretes<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/553647/original/file-20231013-25-9a8bg2.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=229%2C44%2C2766%2C1949&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/male-audience-international-business-meeting-seminar-600903257">Thampapon/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Con 6 idiomas oficiales en la ONU, una reunión en este foro multilingüe requiere <a href="https://www.un.org/dgacm/en/content/interpretation">al menos 14 intérpretes</a>. Muchos más son necesarios para entenderse, con 24 lenguas oficiales, en cualquier encuentro de líderes de la comunidad política europea.</p>
<p>Dice Judith Kroll, una de las investigadoras más relevantes en el campo de la psicolingüística, que la persona bilingüe hace <a href="https://doi.org/10.1016/B978-0-12-394393-4.00007-8">malabares</a> con los idiomas por <a href="https://theconversation.com/por-que-funciona-el-bilinguismo-como-un-escudo-contra-el-declive-cognitivo-207636">los procesos mentales que implica hablar más de una lengua</a>. Sin embargo, no existe un símil para quien trabaja como intérprete simultáneo. Es decir, quien escucha un discurso y lo retransmite en tiempo real traducido a otro idioma, con solo 3 o 4 segundos de diferencia. Veamos por qué.</p>
<h2>La interpretación simultánea</h2>
<p>Piense en una conversación cualquiera. Las personas hablamos a un <a href="https://doi.org/10.1121/1.399955">ritmo medio de unas 150 palabras por minuto</a> y el habla es una señal auditiva continua donde, una vez pronunciado un sonido, éste desaparece. </p>
<p>Ahora, piense en una intérprete cualquiera de una cumbre internacional, el Congreso de los Diputados español o un juzgado: escucha un fragmento en un idioma A, lo traduce y lo expresa en un idioma B mientras simultáneamente sigue escuchando el segundo fragmento del mensaje en A que tiene que mantener en memoria para poder continuar con él una vez termina de pronunciar el primero. Y así hace, sucesiva y continuamente, con múltiples fragmentos, hasta que quien habla termina su turno de palabra. </p>
<h2>El papel de la memoria de trabajo</h2>
<p>Para comprender la magnitud de esto, podemos considerar el esfuerzo que hacemos al mantener en la memoria un número de teléfono o el código de doble verificación de nuestro correo electrónico antes de teclearlo. Es posible que lo repitamos en voz alta y que impidamos distracciones en los pocos segundos que tarda en desvanecerse. Esto sucede porque nuestra memoria de trabajo, encargada de mantener activa y procesar la información en un momento dado, es limitada en la cantidad y tiempo que puede mantener dicha información. </p>
<p>Con respecto al material verbal, podemos mantener en nuestra memoria de trabajo alrededor de <a href="https://doi.org/10.1080/17470210802453977">tres “unidades de significado” durante dos segundos</a>, a menos que las repitamos como repetimos el número de teléfono o el código de verificación. Sin embargo, repasar es algo imposible durante una interpretación en la que se está comprendiendo en un idioma, reformulando un mensaje y hablando en otro idioma a la vez. Es decir, mientras se realizan tareas simultáneas bajo gran presión de tiempo.</p>
<h2>La memoria de trabajo en intérpretes</h2>
<p>Derivado de su entrenamiento y de esta demanda constante en su profesión, los intérpretes presentan <a href="https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/20445911.2019.1674857">mayor capacidad en su memoria de trabajo verbal</a> que las personas no profesionales. Tanto en la cantidad de elementos que pueden mantener activos en su memoria como en la capacidad de trabajar con ellos. </p>
<p>Algunos estudios incluso han encontrado <a href="https://doi.org/10.1017/S1366728915000735">mayor capacidad en la memoria de trabajo visuo-espacial</a>, es decir, aquella encargada de la información no lingüística. Una de las explicaciones que se ha dado a esto último estriba en una de las estrategias que utilizan los intérpretes para reformular rápidamente el mensaje: en lugar de traducir palabra a palabra el fragmento, el intérprete extraería el significado del mensaje en una forma conceptual no-verbal para posteriormente producirlo en el idioma correspondiente. </p>
<p><a href="https://doi.org/10.3389/fpsyg.2020.548755">Otros aspectos</a> ayudan a los intérpretes a mantener un rendimiento eficiente durante su labor: conocimientos de la materia que se va a tratar, documentación, conocimiento de distintos registros del habla, habilidades de comprensión altas para poder extraer, predecir ideas y reformularlas, o fluidez verbal, entre muchas otras.</p>
<h2>Practicar interpretación simultánea aumenta el grosor de la corteza cerebral</h2>
<p>Además, los estudios científicos indican que <a href="https://doi.org/10.1017/S1366728919000063">los efectos del entrenamiento formal</a> en interpretación pueden aparecer en estudiantes incluso antes de haber comenzado su ejercicio profesional y que son observables a nivel de la actividad cerebral. </p>
<p>Por ejemplo, en un <a href="https://doi.org/10.1016/j.neuropsychologia.2017.01.008">estudio</a> se observó el cerebro de estudiantes antes y después de completar un máster de entrenamiento en interpretación simultánea. Se encontró que, en ese tiempo, el grosor de la corteza cerebral había aumentado en regiones como los giros temporal superior, angular o el frontal superior, áreas encargadas del procesamiento del habla y de la memoria de trabajo. Esto no se vio en un grupo multilingüe que no había recibido entrenamiento.</p>
<h2>Interpretar no es lo mismo que hablar dos idiomas</h2>
<p>De lo anteriormente explicado puede deducirse que la intérprete que ha imaginado al principio de este texto no es simplemente una bilingüe que traduce en contextos profesionales. Se trata de una persona con un entrenamiento y preparación exhaustivos. </p>
<p>A pesar de las habilidades y conocimientos que se adquieren, la interpretación conlleva una fatiga mental considerable. Esto requiere de límites en el tiempo invertido en una misma interpretación, o del apoyo de parejas o grupos para poder alternarse y descansar. </p>
<p>A partir de ahora, cuando vea un <em>pinganillo</em> en la oreja en un contexto multilingüístico, acuérdese de la persona que hay al otro lado del pinganillo y de todo el trabajo que hay detrás de un buen entendimiento.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/214587/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Patricia Román no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Quienes se dedican a la interpretación simultánea desarrollan una memoria de trabajo prodigiosa que les permite comprender un idioma, reformular el mensaje y pronunciar en otro idioma, todo a la vez.Patricia Román, Profesora de Psicología Experimental, Universidad Loyola AndalucíaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2156072023-10-15T22:11:04Z2023-10-15T22:11:04ZUn avance monumental: el primer atlas de las células del cerebro humano<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/553855/original/file-20231015-27-ty3830.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=29%2C0%2C2964%2C1878&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption"></span> </figcaption></figure><p>El cerebro, esa intrincada red de casi cien mil millones de neuronas y otro tanto de células no neuronales –astrocitos y oligodendrocitos, entre otros–, ha cautivado y desafiado a la comunidad científica durante siglos. </p>
<p>Para entender cómo los circuitos neuronales permiten que nos emocionemos con el olor de un perfume, sintamos empatía o mostremos comportamientos complejos como la creatividad o la toma de decisiones éticas, primero debemos comprender la estructura y la función de los diferentes tipos de células cerebrales y su relación. </p>
<p>Claro que, como podrán imaginar, identificar tantos miles de millones de células cerebrales es todo un reto científico y tecnológico, más aún si queremos caracterizar cada tipo de célula en particular. Pues bien, este monumental esfuerzo <a href="https://www.science.org/doi/10.1126/science.adl0913">se acaba de llevar a cabo</a> con éxito.</p>
<h2>Al fin un censo de las células cerebrales</h2>
<p>Para poder hacer realidad un proyecto tan ambicioso, en 2017 se creó la red de investigación para el censo de células cerebrales, llamada <a href="https://biccn.org/">BICCN</a> (por sus siglas en inglés). Esta red engloba a más de treinta laboratorios de diversas disciplinas. Su objetivo es identificar, caracterizar y mapear cada tipo de célula del cerebro en humanos, primates no humanos y ratones. </p>
<p>Los estudios de la BICCN, gracias al empleo de las tecnologías más avanzadas que hasta ahora solo se aplicaban a modelos animales, han dado sus primeros frutos: han revelado la composición celular detallada del cerebro humano, tanto adulto como durante su desarrollo. Los hallazgos se detallan en una serie de <a href="https://www.biccn.org/science/human-and-nhp-cell-atlas">veinticuatro artículos científicos</a>, en su mayoría publicados en las prestigiosas revistas <a href="https://www.science.org/toc/science/382/6667"><em>Science</em></a> y <a href="https://www.science.org/toc/sciadv/9/41"><em>Science advances</em></a>. </p>
<p>Y lo han hecho en tres diferentes niveles de estudio: el <a href="https://www.science.org/doi/10.1126/science.adf0805">transcripcional</a>, que nos indica la función de las células a través de la expresión de sus genes; el <a href="https://www.science.org/doi/10.1126/science.adf5357">epigenético</a>, que nos revela cómo se activan o desactivan estos genes por la edad y por factores ambientales; y el nivel <a href="https://www.science.org/doi/10.1126/science.adf6484">funcional</a>, que se refiere, por ejemplo, a si las neuronas excitan o inhiben a otras neuronas.</p>
<p>La integración de estos resultados muestra que, como cabía esperar, además de la variación entre regiones cerebrales, también la hay entre los cerebros de cada persona. Es decir, no existe un único prototipo de cerebro humano, sino un amplio rango genético y de respuesta al ambiente, tanto en individuos sanos como en diferentes estados de enfermedad.</p>
<h2>Dos atlas y dos análisis comparativos</h2>
<p>La enorme y compleja investigación a nivel de análisis de células individuales ha proporcionado resultados interesantísimos. En primer lugar se han generado dos atlas: <a href="https://www.science.org/doi/10.1126/science.add7046">uno</a> de células individuales del cerebro humano adulto, y otro de células individuales de primates no humanos también adultos (<a href="https://www.science.org/doi/10.1126/sciadv.adh1914">macacos</a> y <a href="https://www.science.org/doi/10.1126/sciadv.adk3986">titíes</a>).</p>
<p>Asimismo, se han presentado dos análisis comparativos, <a href="https://www.science.org/doi/10.1126/science.ade9516">uno</a> de células individuales entre cerebros humanos y de primates no humanos, y otro entre células individuales durante el desarrollo del cerebro tanto <a href="https://www.science.org/doi/10.1126/science.adf0834">en humanos</a> como en <a href="https://www.science.org/doi/full/10.1126/science.adf3786">primates</a> no humanos. </p>
<p>Finalmente, se han analizado y modelizado la <a href="https://www.science.org/doi/10.1126/science.adf6484">función</a> y la <a href="https://www.science.org/doi/10.1126/sciadv.adf3771">distribución</a> de los tipos celulares neuronales humanos y su comparación con los de <a href="https://www.science.org/doi/10.1126/science.adf0805">ratón</a>. Como dirían en mi tierra: “Casi ná”.</p>
<h2>Descripción detallada de más de tres millones de células</h2>
<p>Entre los resultados más importantes destaca la descripción detallada de más de tres millones de células cerebrales a nivel individual (entre las que se incluyeron más de dos millones de neuronas) de casi cien zonas diferentes del cerebro humano adulto. </p>
<figure class="align-right zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/553769/original/file-20231014-29645-x8s58y.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/553769/original/file-20231014-29645-x8s58y.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/553769/original/file-20231014-29645-x8s58y.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=800&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/553769/original/file-20231014-29645-x8s58y.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=800&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/553769/original/file-20231014-29645-x8s58y.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=800&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/553769/original/file-20231014-29645-x8s58y.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=1005&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/553769/original/file-20231014-29645-x8s58y.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=1005&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/553769/original/file-20231014-29645-x8s58y.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=1005&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Representación abstracta de la diversidad celular en el cerebro.</span>
<span class="attribution"><span class="source">Ecke rBehrens/ Institute Salk</span>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/">CC BY-NC-SA</a></span>
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</figure>
<p><a href="https://www.science.org/doi/10.1126/science.add7046">Los hallazgos</a> indican que el cerebro no es nada homogéneo. Aunque todas las células del cerebro comparten el mismo ADN, cada una de ellas usa diferentes genes en distintas cantidades. Eso da lugar a un nivel de <a href="https://www.science.org/doi/10.1126/science.adf6812">diversidad y especialización celular absolutamente asombroso</a>. Cada área cerebral contiene un conjunto específico de tipos de células y en diferentes estados funcionales. Además de ayudarnos a entender cómo funciona el cerebro, conocerlos será de una gran utilidad clínica en relación con enfermedades cuya alteración cerebral puede ser diferente según la persona que lo sufra, como los tumores cerebrales, la epilepsia o la esclerosis múltiple, por citar algunas.</p>
<p>Curiosamente, las neuronas más singulares se encuentran en la corteza visual primaria (V1), que se ha convertido en el epicentro de fascinantes descubrimientos sobre cómo interpretamos y percibimos el mundo visual que nos rodea. Esta región cerebral no es solo un procesador de imágenes, sino también un mosaico impresionante de células que, en conjunto, crean el rico tapiz de nuestra experiencia visual, permitiéndonos discernir formas, colores y movimientos con asombrosa precisión.</p>
<p>Este trabajo sienta las bases para entender cómo las variaciones en la estructura celular pueden influir en nuestra capacidad para procesar información y realizar diversas funciones cognitivas.</p>
<h2>Pequeñas pero significativas diferencias con nuestros parientes cercanos</h2>
<p>Más aún, <a href="https://www.science.org/doi/10.1126/science.ade9516">otra investigación</a> revela también sorpresas en las células del cerebro humano cuando las comparamos con las de nuestros parientes más cercanos, los chimpancés y los gorilas. Aunque compartimos con ellos una estructura celular cerebral básica, nuestras neuronas utilizan diferentes genes para conectarse y formar circuitos en el cerebro. Este detalle indica que pequeños cambios en las conexiones neuronales podrían impulsar evolutivamente nuestras capacidades cognitivas, tales como el razonamiento complejo y la creación de lenguajes avanzados. </p>
<p>Sumándose a estos resultados, el equipo desveló una interesante similitud neuronal entre chimpancés y gorilas, pese a que los chimpancés y los humanos comparten un ancestro más inmediato. Esto pone de relieve la excepcionalidad de la biología cerebral que nos hace humanos, desplegando un abanico de posibilidades como la invención de herramientas, la composición de majestuosas sinfonías y la percepción de la delicada sensibilidad en la poesía.</p>
<h2>Implicaciones en trastornos del desarrollo como el autismo</h2>
<p>En relación con el estudio del desarrollo de la corteza cerebral humana, que se despliega a través de nuestra etapa prenatal y continúa durante muchos años tras el nacimiento, <a href="https://www.science.org/doi/10.1126/science.adf0834">se han analizado</a> minuciosamente más de 700.000 células provenientes de 169 muestras de tejido de 106 donantes. </p>
<p>Así, se han podido establecer cómo se desarrollan y se diferencian diversas células en el cerebro, incluyendo las neuronas que se encargan de emitir señales eléctricas, aquellas que las regulan, las células gliales que son las “cuidadoras” del entorno neuronal, y las células que conforman nuestros vasos sanguíneos cerebrales, siendo todas ellas piezas fundamentales en el majestuoso puzzle de nuestra maquinaria cerebral.</p>
<p>En cuanto a las implicaciones que estos hallazgos tienen en trastornos del desarrollo como el autismo, este trabajo nos presenta una perspectiva de cómo pequeños cambios en esta compleja danza de desarrollo celular pueden llevar a condiciones que afectan profundamente a la interacción social y comunicativa. Por ejemplo, al entender más acerca de cómo las neuronas y las células gliales se desarrollan y se comunican entre sí, podemos comenzar a desentrañar los misterios de por qué, en algunas personas, este proceso difiere y cómo esto puede impactar en la forma en la que perciben e interactúan con el mundo. </p>
<p>Por si fuera poco, el estudio ilumina las sutiles pero significativas diferencias en la expresión génica entre niñas y niños respecto al autismo, proporcionando un prisma a través del cual poder examinar por qué este trastorno muestra diferentes tasas de incidencia y manifestación entre géneros.</p>
<p>Independientemente de la enorme valía de cada uno de los resultados publicados, el esfuerzo interdisciplinar aquí demostrado permite avanzar hacia el objetivo común de conocer el desarrollo y el funcionamiento del <a href="https://theconversation.com/el-cerebro-que-nos-hace-humanos-y-diferentes-140187">cerebro que nos hace humanos</a>. Además de abrir las puertas a una nueva era de investigación en el origen de las enfermedades neurológicas.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/215607/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Francisco José Esteban Ruiz recibe fondos para investigación de la Universidad de Jaén (PAIUJA-EI_CTS02_2023), de la Junta de Andalucía (BIO-302) y de la Fundación Alicia Koplowitz (convocatoria 2021). Es asesor científico de la asociación Síndrome STXBP1.</span></em></p>La red de investigación BICCN acaba de revelar la composición celular detallada del cerebro humano, tanto adulto como durante su desarrollo.Francisco José Esteban Ruiz, Profesor Titular de Biología Celular, Universidad de JaénLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2128232023-10-06T12:44:31Z2023-10-06T12:44:31Z¿Por qué nos “acordamos” de cosas que nunca sucedieron? Así se crean los falsos recuerdos<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/552518/original/file-20231006-15-3xjs63.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=212%2C45%2C3541%2C2109&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/investigation-officer-showing-murder-suspect-victim-1169300518">Motortion Films/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><blockquote>
<p>“Nuestras memorias son constructivas, reconstructivas. La memoria trabaja… como una página de Wikipedia: tú puedes entrar y cambiarla, pero otras personas también pueden hacerlo”.</p>
<p><strong>Elizabeth Loftus.</strong></p>
</blockquote>
<p>El 22 de septiembre de 1969, apenas unos días antes de cumplir los nueve años, la pequeña Susan Nason fue asesinada en una pequeña localidad del estado de California. Veintiún años después, <a href="https://books.google.es/books/about/Sins_of_the_Father.html?id=isMI_iK3BSsC&redir_esc=y">este caso resurgió estruendosamente</a> en los medios de comunicación. </p>
<p>Eileen Franklin, una amiga de la infancia de Susan, afirmó a finales de 1989 que había recuperado recuerdos relacionados con el asesinato que se encontraban reprimidos en su mente. Implicaban a su padre, George Franklin, como el responsable del atroz crimen. Las consecuencias de esta declaración, profusamente detallada, fueron devastadoras para este hombre, que pasó varios años en la cárcel. Pero en 1996, <a href="https://wc.arizona.edu/papers/91/3/04_3_m.html">las dudas sobre la validez del testimonio de su hija condujeron a su absolución</a>. </p>
<p>En la década de los 90, este polémico caso, junto la aparición de testimonios de personas que decían recordar traumas de la infancia en el contexto de psicoterapias, concentró el interés de los científicos que investigan la fiabilidad de los recuerdos, especialmente en el ámbito judicial.</p>
<h2>Recordar en exceso</h2>
<p>Habitualmente tendemos a considerar que la memoria falla cuando olvidamos algo. Sin embargo, no solo puede incurrir en omisiones, sino que también es capaz de alterar la integridad de los recuerdos existentes. Se conocen como <a href="https://journals.sagepub.com/doi/pdf/10.1177/0081246313484236">“falsos recuerdos”</a> y/o “falsos reconocimientos”, y resultan tan comunes como los fastidiosos olvidos que experimentamos. </p>
<p>A veces, estas distorsiones se limitan a pequeños detalles sin importancia, como confundir quién nos comentó que iban a subirnos el sueldo o el sabor concreto de la tarta de nuestro cumpleaños. Pero lamentablemente, también pueden tener graves consecuencias en la vida de las personas, tal y como hemos podido comprobar con el asesinato de Susan Nason.</p>
<h2>¿Por qué generamos falsos recuerdos?</h2>
<p>Una de las creencias más extendidas sobre la psicología humana es que nuestra memoria <a href="https://theconversation.com/que-pasaria-si-pudieramos-recordarlo-absolutamente-todo-204560">funciona como un dispositivo de registro literal y exhaustivo</a> que almacena las experiencias en tiempo real. Para acceder a un recuerdo, simplemente activaríamos nuestra base de datos mental y “reproduciríamos” las experiencias almacenadas. </p>
<p>Pero como ya afirmó el científico británico <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Frederic_Bartlett">Frederic Bartlett</a> en 1932, los recuerdos no son meras “réplicas literales” de la realidad. Más bien son el tejido de narrativas que evolucionan y se simplifican con el paso del tiempo. En ese proceso, la memoria no reproduce simplemente una experiencia, sino que la “reconstruye” mediante una compleja amalgama de ingredientes. Esta amalgama abarca tanto los hechos reales como las interpretaciones personales de los hechos. Ambos se entrelazan en la narración para construir una historia coherente de nuestra vida. </p>
<p>Esta naturaleza reconstructiva de la memoria guarda relación con la generación de falsos recuerdos. Al experimentar un evento, grabamos selectivamente aquellos aspectos de la escena que nos impactan, motivan o emocionan y, con ellos, montamos la “película” de ese hecho. No retenemos todos los detalles, sino tan solo fragmentos, que se conectan con información relacionada.</p>
<p>Cuando evocamos ese recuerdo, la memoria reconstruye la experiencia combinando fragmentos de vivencias similares. Y, en paralelo, rellena las lagunas mediante inferencias derivadas de nuestra experiencia previa en situaciones análogas. </p>
<h2>La aportación de Elisabeth Loftus</h2>
<p>En 1974, <a href="https://blogs.uoc.edu/epce/es/dra-elizabeth-loftus-mayor-experta-mundial-en-el-estudio-de-los-falsos-recuerdos/">Elisabeth Loftus</a>, destacada investigadora de la memoria de la Universidad de California, lideró <a href="https://www.simplypsychology.org/loftus-palmer.html">un estudio pionero en este campo de investigación</a>. </p>
<p>Después de presentar vídeos cortos de accidentes de tráfico a varios grupos de estudiantes, se pidió a los participantes que estimaran “a ojo” la velocidad de los vehículos en el momento del siniestro. Los investigadores preguntaron usando verbos que, de manera implícita, podían sugerir distintas velocidades: “aplastar”, “golpear”, “rozar”, etc. </p>
<p>Los resultados revelaron una influencia significativa de la “fuerza” de los verbos en las estimaciones de velocidad. Dichas valoraciones eran más elevadas cuando se utilizó un verbo como “aplastar” en comparación con, por ejemplo, “rozar”. </p>
<p>Además, cuando se les interrogó algunos días después sobre si se acordaban de haber observado cristales rotos en los vídeos, los miembros del grupo “aplastar” afirmaron recordarlos con el doble de frecuencia que los integrantes del grupo “rozar”. El caso era que esos cristales no salían en las grabaciones.</p>
<h2>No tengo más preguntas, señoría</h2>
<p>Poder influir en la memoria introduciendo información sesgada en las preguntas a un testigo puede ser extremadamente dañino. En países como Estados Unidos se han registrado cifras alarmantes de individuos condenados por delitos que no cometieron, como consecuencia de distorsiones en los recuerdos de los testigos o, incluso, como resultado directo de la aplicación de técnicas de interrogación inapropiadas.</p>
<p>En una de sus famosas charlas TED, titulada <a href="https://www.ted.com/talks/elizabeth_loftus_how_reliable_is_your_memory?language=es"><em>La ficción de la memoria</em></a>, Elisabeth Loftus nos cuenta cómo en algunos de sus experimentos consiguió implantar recuerdos falsos en personas adultas. Por ejemplo, fue capaz de convencerles de que se habían perdido en un centro comercial cuando eran niños, simplemente proporcionando detalles inventados sobre ese supuesto (y falso) suceso.</p>
<p><a href="https://link.springer.com/article/10.3758/BF03196318#:%7E:text=Over%20three%20interviews%2C%20subjects%20thought,complete%20or%20partial%20false%20memories.">Otros estudios</a> han logrado sembrar pseudorecuerdos utilizando fotografías manipuladas en las que las personas aparecían dando un paseo en globo aerostático cuando eran niños, aunque nunca hubiera ocurrido algo así. </p>
<p>Es importante destacar que algunas técnicas psicológicas <a href="https://news.osu.edu/hypnosis-may-give-false-confidence-in-inaccurate-memories/">como la hipnosis</a> han resultado muy efectivas para convencer a las personas de que recuerden acontecimientos de sus vidas que jamás han experimentado. Probablemente se explica porque la hipnosis fomenta la imaginación, que también es una fuente de inspiración para los falsos recuerdos. ¡Cuántas veces confundimos la realidad con algo que simplemente nos hemos imaginado! </p>
<p>Otro problema añadido de la sugestión hipnótica es que aumenta artificialmente la confianza en los recuerdos generados, lo que hace todavía más probable que se tome como real lo que tan solo ocurrió en nuestra imaginación. </p>
<h2>¿Es realmente tan defectuosa nuestra memoria?</h2>
<p>Por supuesto que no. A pesar de sus imperfecciones, la memoria humana exhibe una notable capacidad de adaptación y, en general, funciona de manera eficaz en la mayoría de las situaciones. Su naturaleza netamente productiva y reconstructiva desempeña un papel esencial al ayudarnos a comprender el entorno que nos rodea, integrar nuestras experiencias y mantenernos actualizados en un mundo en constante cambio.</p>
<p>Sin embargo, esta afirmación no implica que debamos pasar por alto el hecho de que <a href="https://theconversation.com/cuantos-arcos-tiene-la-puerta-de-alcala-la-memoria-de-los-objetos-cotidianos-184854">nuestros recuerdos son potencialmente frágiles</a>, maleables y susceptibles de ser distorsionados por muchos factores. Pese a todo ello, y como ya nos decía Platón, no nos faltan motivos para presumir de tan maravilloso don.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/212823/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Antonio Prieto Lara recibe fondos de UNED-SANTANDER. </span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Pedro Raúl Montoro Martínez recibe fondos del Ministerio de Ciencia e Innovación de España.</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Julia Mayas Arellano no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Frágil y maleable, muestra memoria es capaz de montar falsas “películas” que pasan por recuerdos reales. Y lo que es peor: también pueden implantárnoslos.Julia Mayas Arellano, Profesora Titular de Psicología Básica de la UNED, UNED - Universidad Nacional de Educación a DistanciaAntonio Prieto Lara, Profesor ayudante doctor, Departamento de Psicología Básica I, UNED - Universidad Nacional de Educación a DistanciaPedro Raúl Montoro Martínez, Profesor Titular del Departamento de de Psicología Básica I, UNED, Madrid, UNED - Universidad Nacional de Educación a DistanciaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.