tag:theconversation.com,2011:/institutions/salud-de-castilla-y-leon-sacyl-4854/articlesSalud de Castilla y León (SACYL)2022-03-28T19:40:15Ztag:theconversation.com,2011:article/1795882022-03-28T19:40:15Z2022-03-28T19:40:15ZLa gripe contraataca con una segunda epidemia<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/453570/original/file-20220322-28-56gex8.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=12%2C18%2C2084%2C1625&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Micrografía electrónica virus de la gripe adheridas a la superficie de una célula.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.flickr.com/photos/niaid/32038958208/in/album-72157625319120696/">NIAID / Flickr</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/">CC BY-SA</a></span></figcaption></figure><p>Los virus existían antes que nosotros y probablemente sigan haciéndolo cuando ya no estemos. Llevan millones de años en una guerra intensa y despiadada <a href="https://theconversation.com/el-origen-del-coronavirus-sars-cov-2-a-la-luz-de-la-evolucion-1368979">llamada evolución</a> y su único objetivo es sobrevivir y perpetuarse. En esta guerra el ser humano es el testigo mudo y principal damnificado, sufriendo el fuego cruzado y los bombardeos. Cada invierno, para algunos virus como la gripe, es una nueva batalla que librar por la supervivencia.</p>
<p>El comportamiento habitual de los virus respiratorios se ha visto alterado por la aparición del nuevo patógeno SARS-CoV-2. El comienzo de la pandemia en el año 2020 prácticamente anuló la aparición de casos de resfriado común, e incluso la epidemia de gripe del invierno 2020-2021 desapareció casi por completo.</p>
<p>Esto fue algo inusual. Los virus respiratorios no faltan nunca a la cita, ya que su realidad epidemiológica es tozuda. Habitualmente circulan durante todo el año, pero los casos son más frecuentes en los meses más fríos. Otros virus, como el virus respiratorio sincitial y la gripe, circulan en forma de epidemias localizadas en el otoño-invierno.</p>
<p>Estos dos años han sido un <em>shock</em> para aquellos grupos que practican la vigilancia activa de estas enfermedades respiratorias, como los Centros Nacionales de Gripe. Se ha pasado de épocas en las que el protagonismo era completo para la covid-19, a otras en las que todo se armonizaba y era frecuente encontrar varios virus respiratorios infectando a una misma persona, incluso con el SARS-CoV-2 de por medio, como era habitual antes de la pandemia.</p>
<p>Este comportamiento epidemiológico tan caótico es probable que siga durante el año 2022. </p>
<p>Pero con la probable estacionalización del SARS-CoV-2 durante este año, presenciaremos poco a poco un retorno a la “vieja normalidad” en todos los aspectos de nuestra vida.</p>
<h2>¿Reajuste, contraataque o falta de vigilancia?</h2>
<p>Como era de esperar, la gripe tenía que volver en algún momento. Regresó tímidamente en el otoño del año 2021, pero la posterior invasión sin precedentes de la variante ómicron abortó ese intento de resurgimiento viral. </p>
<p>Sin embargo, el mes de marzo de 2022 nos ha sorprendido a todos con un aumento súbito de casos de gripe que, en menos de dos semanas, se ha transformado en el inicio de la epidemia.</p>
<p>No es habitual, pero tampoco es extraño, que la epidemia gripal suceda tan tardía. Lo que sí que es novedoso es que ocurra una microepidemia en noviembre-diciembre y otra en marzo, con apenas tres meses de diferencia. </p>
<p>Una explicación rápida es que no hemos vigilado correctamente a la gripe durante estos dos meses debido a la saturación de la atención primaria y hospitalaria por ómicron. </p>
<p>Podría ser que la gripe hubiera seguido circulando, pero no hubiéramos sido capaces de detectarla al no realizarse test de laboratorio específicos. Sin embargo, el número de casos graves hospitalizados con gripe confirmada también se redujo drásticamente, por lo que esta explicación cojea en algunos aspectos.</p>
<p>En un <a href="https://www.mdpi.com/2076-393X/9/6/595">artículo publicado en 2021</a> se da buena cuenta de lo que podría suponer la falta de exposición a la gripe en la población humana. La consecuencia más clara era la pérdida de inmunidad, y por tanto la posibilidad de que sucediera una epidemia más intensa y duradera que las habituales cuando regresara la gripe. </p>
<p>Sin embargo, no se contaba con una onda pandémica tan intensa como la última. En este momento, parece que la gripe se ha reincorporado al juego aprovechando el nicho vacío que ha dejado la covid-19 tras la sexta onda, en una especie de reajuste que no sabemos a ciencia cierta de qué intensidad ni duración será.</p>
<p>Lo que sí que está claro es que, en este momento, la gripe dispone de un mayor número de personas susceptibles para ser infectadas que en otras temporadas debido a la pérdida de inmunidad en estos dos años sin circulación viral. La onda ómicron parece haber frenado, o más bien retrasado, la epidemia gripal de este año, pero en este momento la gripe tiene el campo abierto para reclamar lo que es suyo.</p>
<p>Otra posible explicación es que haya ocurrido el denominado fenómeno de la interferencia viral. </p>
<p>Este fenómeno sostiene que la infección por un virus tan potente como el SARS-CoV-2 puede producir cambios en el epitelio respiratorio que impidan la infección posterior por virus igualmente agresivos como la gripe. Aún falta mucha información a este respecto, pero podría ser un factor más en esta pléyade de causalidades.</p>
<h2>“Solo es una gripe”</h2>
<p>Tratamos a la gripe como una enfermedad de segunda división, cuando claramente está en puestos de <em>Champions League</em>. Hemos normalizado las imágenes de urgencias llenas de pacientes esperando ser atendidos cada invierno. O, incluso, hemos llegado a decir al principio de la pandemia que la covid-19 “era una simple gripe”.</p>
<p>Nada más lejos de la realidad. Las cifras de esta enfermedad son escandalosas y su normalización, más todavía. La gripe provoca unas 650 000 muertes, de 3 a 5 millones de hospitalizaciones y alrededor de mil millones de casos cada año en el mundo. </p>
<p>Parece alejado de los 6 millones de muertes que la covid-19 ha producido en estos dos años, pero la gripe provoca estas cifras cada invierno. Por ello, es uno de los principales problemas de salud pública, aunque en ocasiones esté enmascarado e incluso en algunos casos hasta vejado.</p>
<p>Llega el momento de no bajar la guardia, de seguir echando la carne en el asador y de esperar que las altas coberturas vacunales logradas frente a la gripe en estos dos últimos años protejan a la gente más vulnerable. Y sobre todo de irnos haciendo a la idea de que un nuevo virus respiratorio se suma a los sospechosos habituales: el coronavirus no tiene pinta de querer dejarnos.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/179588/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Iván Sanz Muñoz no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Llega el momento de no bajar la guardia, de seguir echando la carne en el asador y de esperar que las altas coberturas vacunales logradas frente a la gripe en estos dos últimos años protejan a la gente más vulnerable.Iván Sanz Muñoz, Responsable científico y de vigilancia virológica, Centro Nacional de Gripe de Valladolid, Salud de Castilla y León (SACYL)Licensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1680052021-09-30T15:57:32Z2021-09-30T15:57:32ZLa dureza de vivir la covid-19 a bordo de una ambulancia<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/423914/original/file-20210929-28-8x8es9.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=53%2C8%2C6000%2C3970&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/portrait-young-woman-doctor-sitting-on-1826739362">Loreanto / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Lloraba a mares viendo a su primer positivo de covid-19 respirar con dificultad sin entender aún bien a qué se enfrentaba. Ella, que tras muchos años trabajando en el Servicio de Emergencias de Castilla y León se autodefinía como una mujer fuerte, no había imaginado vivir nunca una situación semejante. </p>
<p>Antes de la pandemia solía presumir de cuánto le gustaba su trabajo, el contacto con las personas y con los compañeros. Pero, como decía Voltaire, “los males llegan volando y se alejan renqueando”. Y así es como irrumpió el SARS-COV-2: a través del aire. </p>
<p>Aquel maldito virus inesperado le hizo colocarse, por primera vez en su vida, un equipo de protección individual para tratar a pacientes reales, y no en un simulacro. Le ayudaron sus compañeros, mientras se le caían lágrimas bajo la capucha del buzo, las gafas de protección y la doble mascarilla. Sentía miedo frente a su primer positivo por COVID-19. </p>
<p>Con lo que no contaba era con lo que vendría después: positivo tras positivo, buzo tras buzo, guardia tras guardia, muerte tras muerte, horas interminables, cansancio físico y psíquico…</p>
<h2>Salvar vidas bajo presión</h2>
<p>El trabajo en emergencias sanitarias al inicio de la pandemia supuso una gran carga asistencial y emocional para los sanitarios de dichos servicios. Para empezar porque tuvieron que transformar su modelo de trabajo, basado habitualmente en intentar salvar la vida al mayor número de pacientes, para dedicarse a tratar de contener una enfermedad desconocida hasta el momento. Con toda la incertidumbre, impotencia y miedo al contagio que eso acarrea. </p>
<p>Aunque poco se ha hablado de ello, esta situación generó estrés postraumático en muchos profesionales. El hecho de que la sociedad considerara que los profesionales de primera línea fueran “héroes” llevó a una <a href="https://www.scielo.br/j/ramb/a/NrvwtvPG4dZrzRHKx78pbnq/abstract/?format=html&lang=en">autoexigencia en el trabajo</a> que en muchos casos ha pasado factura.</p>
<h2>El síndrome de estrés postraumático</h2>
<p>El <a href="http://www.psicoterapeutas.com/pacientes/DSM5_criterios_TEPT.html">síndrome de estrés postraumático se define como</a> la exposición a la muerte, lesión grave o violencia sexual, ya sea real o amenaza, como experiencia directa del suceso traumático o presencia directa del suceso ocurrido a otros. </p>
<p>Tras dicho suceso traumático aparecen síntomas intrusivos que pueden ser de muchos tipos. Desde recuerdos angustiosos recurrentes e involuntarios del mismo hasta sueños angustiosos. También son habituales las reacciones disociativas en las cuales el sujeto siente o actúa como si se volviera a repetir el suceso traumático. Sin obviar el malestar psicológico o físico, intenso o prolongado, que aparece cuando algo le recuerda lo sucedido. </p>
<p>A pesar de que, pandemias aparte, la continua exposición a incidentes traumáticos, violencia, suicidios, lesiones y muerte predispone a los trabajadores de emergencias a sufrir alteraciones en su salud psíquica, no hay muchos estudios sobre el tema.</p>
<p>Una de las excepciones es una investigación que hemos realizado conjuntamente el personal de la Base de Emergencias Sanitarias de Segovia y el Grupo de Investigación en Cuidado de Enfermería del Departamento de Enfermería de la Universidad de Valladolid. El estudio saca a la luz <a href="https://www.mdpi.com/1660-4601/18/17/9132">las repercusiones psíquicas que la pandemia ha supuesto para este colectivo</a>. Y arroja cifras nada despreciables, como que la frecuencia de estrés postraumático en el personal de emergencias de Castilla y León y de la Comunidad de Madrid fue de un 30,9 %. </p>
<p>Además, un 36,0 % presentó malestar psicológico y el 60,9 % padeció insomnio tras esos primeros momentos de pandemia. Las más afectadas fueron mujeres con la categoría profesional de Técnico en Emergencias Sanitarias y que llevaban trabajando entre 10 y 20 años.</p>
<h2>Apoyo psíquico a los trabajadores de emergencias extrahospitalarias</h2>
<p>A la vista de los resultados obtenidos, los autores defendemos la necesidad de realizar seguimiento a esas personas a través de programas específicos. Fundamentalmente teniendo en cuenta que sufren un deterioro de la salud psíquica debido a su labor profesional durante la pandemia. </p>
<p>Es cierto que, de forma voluntaria, algunas instituciones han intentado dar soporte a los profesionales sanitarios, pero esa ayuda no parece haber sido suficiente.</p>
<p>Sirva como ejemplo, el <a href="https://www.copmadrid.org/web/files/comunicacion/Deca%CC%81logoRecomendaciones.pdf.pdf">Decálogo de recomendaciones para profesionales del ámbito sanitario</a> para afrontar de manera eficaz el malestar generado durante la pandemia, del Colegio Oficial de Psicología de Madrid: </p>
<ol>
<li><p>Presta atención a tus emociones.</p></li>
<li><p>Adopta una visión ajustada a la realidad.</p></li>
<li><p>Evita conductas de riesgo.</p></li>
<li><p>Confía en ti.</p></li>
<li><p>No niegues el impacto que esta situación puede ocasionarte.</p></li>
<li><p>Identifica tus respuestas.</p></li>
<li><p>Expresa tus emociones.</p></li>
<li><p>Cuídate, descansa y desconecta.</p></li>
<li><p>Busca espacios de encuentro.</p></li>
<li><p>Muestra seguridad y tranquilidad.</p></li>
</ol>
<p>Nuestra reflexión final es que, aunque la situación por la COVID-19 ha mejorado, es justo mostrar lo vivido en emergencias extrahospitalarias. Sobre todo, para evitar que se repita.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/168005/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>La frecuencia de estrés postraumático en personal de emergencias de Castilla y León y de la Comunidad de Madrid fue de un 30,9%Rosa María Cárdaba García, Profesora asociada de la Facultad de Enfermería, Universidad de ValladolidCarlos Durántez Fernández, Profesor de Enfermería, Universidad de Castilla-La ManchaCarmen M Martínez-Caballero, Médico de Emergencias. Colaboradora del grupo de investigación en Cuidado de Enfermería del Departamento de Enfermería de la Universidad de Valladolid., Salud de Castilla y León (SACYL)Elena Olea Fraile, Profesor Ayudante Doctor (Enfermería), Universidad de ValladolidJorge Martinez Piedra, Técnico en Emergencias Sanitarias. Colaborador del grupo de investigación en Cuidado de Enfermería del Departamento de Enfermería de la Universidad de ValladolidJuan Jose Fernandez-Carbajo, Enfermero Emergencias Sanitarias Castilla y León. Colaborador del grupo de investigación en Cuidado de Enfermería del Departamento de Enfermería de la Universidad de Valladolid., Salud de Castilla y León (SACYL)Laura María García Sanz, Enfermera en la Gerencia de Emergencias Sanitarias de Castilla y León. Colaboradora del grupo de investigación en Cuidado de Enfermería del Departamento de Enfermería de la Universidad de Valladolid, Salud de Castilla y León (SACYL)Lucía Pérez Pérez, Profesora de Enfermería. Colaboradora del grupo de investigación en Cuidado de Enfermería del Departamento de Enfermería de la Universidad de Valladolid, Universidad de ValladolidMª Ángeles Barba Pérez, Profesora de Enfermería, Universidad de ValladolidMª Teresa Herrero de Frutos, Enfermería asistencial. Colaboradora del grupo de investigación en Cuidado de Enfermería del Departamento de Enfermería de la Universidad de Valladolid., Salud de Castilla y León (SACYL)Miguel Ángel Madrigal Fernández, Profesor asociado de Enfermería. Investigador en Cuidados Enfermeros (GICE), Universidad de ValladolidRocio Varas Manovel, Médico de emergencias sanitarias. Colaboradora del grupo de investigación en Cuidado de Enfermería del Departamento de Enfermería de la Universidad de Valladolid., Salud de Castilla y León (SACYL)Licensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.