En tiempos de Felipe II los paisajes eran muy diferentes de los actuales. Más de ochenta años después de la llegada de españoles a América no se cultivaba ninguna planta americana. Se desconocían aún las judías y se cultivaban lentejas, guisantes, habas y legumbres mediterráneas de los géneros Lathyrus (almorta) y Vicia (yeros), hoy de uso muy residual (prácticamente limitado a la almorta de las gachas manchegas).
Por aquel entonces, se cultivaban lino y cáñamo para los tejidos, zumaque para curtir pieles y se producía seda en muchos lugares. Las plagas de langosta eran eventos frecuentes, que daban lugar a terribles hambrunas.
La fauna de la época también nos parecería sorprendente en muchos aspectos.
¿Cómo sabemos todo esto? La ecología histórica
La información sobre la fauna y la flora anterior a los años 1 950 es muy escasa, y prácticamente inexistente si nos remontamos a periodos previos a la Revolución Industrial. Pero hay soluciones para conocerla. Numerosos y diversos documentos históricos, desde descripciones geográficas hasta trámites administrativos, incluyen observaciones directas de fauna y flora.
Un equipo de biólogos de la conservación de la Estación Biológica de Doñana – CSIC desarrollamos una novedosa línea de trabajo en ecología histórica. Acabamos de hacer pública y libremente accesible una base de datos de observaciones de especies en la España del siglo XVI, basada en una iniciativa de la corte de Felipe II, las Relaciones Topográficas. La descripción de esta base de datos ha sido publicada en la revista Ecology.
“Interrogatorios” a personas inteligentes y curiosas
Las Relaciones Topográficas se concibieron para hacer una “descripción particular de los pueblos de estos reinos”. La información se recogió de forma sistemática, usando interrogatorios (hoy los llamaríamos cuestionarios) con preguntas sobre población, arquitectura, costumbres, religión, clima, salud y otras cuestiones. Todas las versiones de los interrogatorios (hubo al menos tres) contenían preguntas específicas sobre agricultura y recursos naturales, como la que pedía describir “qué monte y arboleda, y qué animales, cazas y salvaginas” había en la zona. Las instrucciones adjuntas a los interrogatorios especificaban que éstos debían ser respondidos por al menos dos habitantes de cada pueblo, que habían de ser “personas inteligentes y curiosas”.
Para nuestro trabajo pudimos revisar las relaciones de 628 pueblos, lo que nos permitió reunir más de 7 300 registros (menciones a la presencia de una especie en un lugar) de plantas y animales silvestres, cultivos y ganado, que hacen referencia al menos a 225 especies diferentes.
Osos, linces ibéricos y los últimos encebros
Los animales más frecuentemente mencionados en las Relaciones eran los más relevantes como alimento en los pueblos, principalmente conejos, perdices y liebres. Los ungulados silvestres (ciervo, corzo, jabalí), cuya caza era en gran medida exclusiva de las clases privilegiadas, tenían distribuciones más restringidas que las actuales. Los pueblos cercanos a los principales cazaderos (por ejemplo, alrededor de El Pardo o Aranjuez) se quejaban de los daños que “las caças de Su Magestad” hacían en los panes (cereales). Estaba muy extendido el lobo y en todas las serranías había osos pardos, coexistiendo ambos con el lince ibérico.
Por la meseta sur galopaban aún los últimos grupos de encebros (o enzebras), el asno salvaje que dio nombre a las cebras africanas, y que fue la más durardera de las muchas especies de la megafauna europea extinguidas desde la última glaciación. Las relaciones de dos pueblos de Albacete incluyen los últimos testimonios directos de la presencia del encebro. La de Chinchilla de Montearagón dice que las encebras eran como “yeguas çenjzosas de color de pelo de rata un poco mohinas”, que “abja muchas y tantas que destruyan los panes y sembrados” y que “corrian tanto que no avia cavallo que las alcançase”.
Camarones de río y anguilas por doquier
Cuando estaban disponibles, se aprovechaban todos los recursos que los ríos ofrecían, desde grandes barbos y sabrosas truchas hasta las insignificantes colmillejas, “del tamaño de gruesas lombrices y del largo de un dedo”. Las Relaciones mencionan varias veces el consumo de camarones de río (Atyaephyra demaresti), descritos como animales “menuditos de manera de grillos” y considerados “buen pescado”. Por todos los ríos ascendían las anguilas, omnipresentes hasta altitudes superiores a los 1 000 metros sobre el nivel del mar y hoy por completo ausentes del área cubierta por las Relaciones Topográficas.
Pululaban ya por los campos algunas especies introducidas, como gamos o francolines negros, desaparecidos hoy estos últimos, y los palacios de la nobleza empezaban a albergar tencas y carpas en sus estanques. Aún no habían llegado desde Italia los cangrejos de río.
Mirar el pasado para pensar el futuro
Estamos inmersos en un vertiginoso proceso de pérdida de biodiversidad a nivel global, con una mengua constante del área de distribución y la abundancia de muchas especies. Para poder valorar los cambios que se producen en la biodiversidad de una zona es importante saber de dónde venimos.
Con este trabajo, disponemos de una foto fija de buena calidad del estado en el que se encontraba la naturaleza en un periodo histórico concreto (finales del siglo XVI), comparable con otros momentos históricos y con la actualidad. Podremos saber qué ha cambiado y qué se ha perdido, y tendremos una base objetiva de conocimiento para discutir qué queremos recuperar.