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La Cumbre del Futuro y la invisibilidad de lo internacional

Es bastante probable que usted no haya oído hablar de la Cumbre del Futuro, que se celebra este fin de semana en Nueva York. Por lo general, estas citas internacionales se perciben como distantes y elitistas, alejadas de las preocupaciones de los ciudadanos.

Con frecuencia vemos en las noticias la imagen de cumbres que parecen dar poca respuesta a nuestros problemas reales, con fotos de familia y apretones de mano que celebran acuerdos que no entendemos y que se nos antojan papel mojado. Lo global puede tener el estigma de la ineficiencia y la vacuidad.

Lamentablemente, nuestra aproximación a los temas internacionales está cada vez más impregnada de un espíritu competitivo y confrontacional. Hasta hace poco, podíamos dudar del multilateralismo en términos de efectividad o eficiencia. Ahora, muchos lo cuestionan abiertamente argumentando que en la esfera internacional sólo priman los intereses nacionales y la lógica del poder. Denuncian que los organismos internacionales son incapaces de producir resultados, beneficiando únicamente a unos pocos “globalistas”.

Crítica al multilateralismo

La crítica al multilateralismo tiene parte de razón. Vivimos en un mundo en el que nuestra arquitectura de cooperación internacional se muestra insuficiente para dar respuesta a los grandes retos de nuestro tiempo. Ya se trate de la lucha contra la pobreza, la preservación del medioambiente o la gestión ordenada de la migración, la sensación generalizada es de asignatura pendiente.

La mayor parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible serán inalcanzables de aquí a 2030, del mismo modo que sus predecesores, los Objetivos de Desarrollo del Milenio, quedaron lejos de su ambición original para 2015.

El desánimo se acentúa ante la aceleración de retos existenciales como el cambio climático o las implicaciones de tecnologías como la inteligencia artificial. Y se hace más patente en los últimos años con la pandemia y las guerras de Ucrania y Gaza, que evidencian la disfuncionalidad de nuestros mecanismos de gobernanza global para garantizar la paz y la seguridad.

Escepticismo ante los asuntos globales

Más allá de populismos y nacionalismos que atacan la agenda 2030 y todo lo que tenga que ver con lo internacional, el grueso de la población se acerca a estas cuestiones con escepticismo. O, como en el caso de la próxima cumbre de Naciones Unidas, se ignora directamente su existencia.

Nadie espera que en Nueva York nuestros líderes impulsen un avance significativo y real para solucionar los problemas mundiales. Como mucho, nos sorprenderá que adopten el Pacto para el Futuro, un acuerdo que actualmente negocian para forjar un nuevo consenso sobre reformas al sistema multilateral, y que vendrá acompañado de un Pacto Digital Global y una Declaración sobre las Generaciones Futuras.

Los pesimistas lo verán como un pacto de mínimos, carente de ambición y músculo. Los optimistas celebrarán que la comunidad internacional todavía tenga la capacidad de alcanzar consensos pese a la fragmentación geopolítica y la rivalidad creciente. Pero todos compartirán la sospecha de que se tratará de otra declaración de buenas intenciones que posteriormente serán ignoradas.

Si usted también quiere que las cosas mejoren y que podamos pensar en un futuro mejor, le animo a que demande como ciudadano que estos temas estén más presentes en el debate público. Es un buen primer paso.

La gestión de la convivencia

A mí, particularmente, se me ocurren pocas cuestiones más trascendentales que la gestión de nuestra convivencia en un mundo hiperglobalizado. Cómo ponernos de acuerdo y trabajar conjuntamente para solucionar los grandes retos de un planeta que pronto alcanzará los 10 000 millones de habitantes, en el que las brechas no hacen sino aumentar y la presión sobre nuestro ecosistema está próxima a alcanzar un punto de no retorno. En eso consiste el multilateralismo, con sus luces y sus sombras: en trabajar juntos para superar nuestras diferencias y construir un futuro mejor.

Hay algo que le puedo asegurar: existen muchas ideas y propuestas sobre cómo transformar el sistema internacional y hacerlo más efectivo, eficiente e inclusivo. Algunas son más factibles y cercanas, y plantean reformas de los organismos actuales o la creación de nuevas instituciones para rellenar aquellos huecos que siguen existiendo en la gestión de los bienes públicos globales.

Otras tienen un cariz más ambicioso e idealista, y apuntan a cuestiones más profundas que tarde o temprano tendremos que afrontar, como la necesidad de repensar nuestros conceptos de soberanía y ciudadanía, trascendiendo el internacionalismo actual hacia una nueva concepción de la gobernanza que sea verdaderamente global.

Aunque la Cumbre del Futuro termine siendo un acuerdo de mínimos –esperemos que no sea así, y supere las expectativas–, sí que puede y debe jugar un papel fundamental para dar visibilidad a estas propuestas de reforma del multilateralismo, generando la tracción necesaria para que algún día se conviertan en realidad.

Depende de todos nosotros que esta reflexión tan necesaria no sean una cuestión solamente de académicos, diplomáticos y funcionarios internacionales. Hay que terminar con su invisibilidad y darle la relevancia que merece en el debate público.

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